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El motivo principal que me impulsó a escribir este libro fue
el de intentar prestar una ayuda a los padres en el logro de un
objetivo que debe tener principal importancia para ellos:
conocer mejor a sus hijos adolescentes. Esta pretensión mía
requiere una explicación acerca del por qué y del para qué de
este conocimiento.
Los
adolescentes
y sus problemas
Conocer a los hijos permite entender su comportamiento:
poder distinguir, por ejemplo, lo que es ocasional y variable de
lo que es habitual o relativamente permanente en su forma
de actuar; por diferenciar la expresión o manifestación externa
de una conducta de la intención de la persona. Un mismo
comportamiento puede responder a motivaciones diferentes,
puede tener un distinto significado en cada hijo y en cada
momento o situación.
Las razones anteriormente expuestas serían suficientes
para explicarnos por qué el tema de la adolescencia está hoy
de moda. Padres, orientadores familiares y educadores en
general deben de hacerse cargo de la trascendencia que la
etapa adolescente tiene hoy en día, preparando a los hijos
desde la infancia para que puedan afrontar esta crisis con un
mínimo de garantía y evitando así los numerosos riesgos que
las acechan. La labor preventiva en relación con las influen-
cias negativas del ambiente es hoy más necesaria que nunca.
ISBN 170470021-0
CO CT3
MinosIII MILENIO
EDITORES
9ll789704llr00218l
GerardoCastillo
GERARDO CASTILLO
LOS ADOLESCENTES
Y SUS PROBLEMAS
MinosIII MILENIO
EDITORES
I Primera edición castellana: 1978 Pimera
edición mexicana: 1984 Décimoprimera
edición mexicana: 1994
Décimosegunda edición mexicana: 2006
Diseño de portada: María Magdalena Alvarez
DERECHOS RESERVADOS
© 1978 Ediciones Universidad de Navarra
Pamplona, España.
© 2006 Minos Tercer Milenio, S.A. de C.V.
Augusto Rodin No.276 Col. Noche
Buena 03720 México, D.F. Teléfonos:
5615-9359 / 5615-6662 5615-5890
Fax: 5615-3467
servicioalcliente@minostercermilenio.com
A Julina, mi mujer, que con su
comprensión hizo posible que pu-
diera ser escrito este libro.
ISBN 970-47-0021-0
Impreso en México
Printed in México
índice
INTRODUCCIÓN 13
Primera parte EL
SIGNIFICADO DE LA ADOLESCENCIA
I. EL CÓMO Y EL POR QUE DE LA ADOLESCENCIA ... 27
1. Los padres ante la crisis adolescente ....... 27
2. El descubrimiento del propio yo ............. 31
3. La evolución de la tendencia de autoafirma-
ción ................................................................... 34
4. El binomio autoafirmación-inseguridad y el
impulso hacia la madurez ............................... 36
II. LA BÚSQUEDA DE LA MADUREZ .................................... 41
1. La adolescencia: época de inmadurez en bus
ca de la madurez ............................................ 41
2. Qué es la madurez ........................................... 46
3. La inmadurez inicial del adolescente ... 50
4. En qué consiste la conquista de la madurez 54
5. Las fases en la búsqueda de la madurez ... 57
Segunda parte
LAS ETAPAS EN LA ADOLESCENCIA
«DE SIEMPRE»
III. LA PUBERTAD O ADOLESCENCIA INICIAI............. 65
1. Rasgos estructurales o comunes .................... 65
2. Rasgos no comunes ........................................... 66
3. Posibilidades y dificultades de maduración en
relación con los rasgos estructurales .............. 67
4. Ayudas positivas ............................................ 71
ÍV. LAADOLESCENCIA MEDIA ..........................................
1. Rasgos estructurales o comunes ...............
2. Rasgos no comunes .....................................
3. Posibilidades y dificultades de maduración
4. Ayudas positivas .......................................
V. LAADOLESCENCIA SUPERIOR ..................................
1. Rasgos estructurales o comunes ....................
2. Rasgos no comunes...........................................
3. Posibilidades y dificultades de
maduración
en relación con los rasgos estructurales
4. Ayudas positivas...............................................
Tercera parte
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS
ESPECIFICAS DE LA ADOLESCENCIA
ACTUAL
LA ADOLESCENCIA, CRISIS PROLONGADA
1. La precocidad en el desarrollo físico
2. El retraso de la edad adulta
VIL EL AUMENTO DE LA DISTANCIA ENTRE LAS
GENERAC I O N E S
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
1. La conciencia de grupo frente a los adultos.
2. La influencia de los medios modernos de in
f o r m ac i ón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
3. La repercusión de ciertos cambios sociales ...
Cuarta parte
TRES PROBLEMAS FRECUENTES
EN LA ADOLESCENCIA
VIII. LA REBELDÍA ...................v ............................................. 117
1. Naturaleza de la rebeldía juvenil ............. 117
2. Tipos de rebeldía y sus causas .................... 119
3. Algunas orientaciones educativas ..................... 127
IX. LAS FUGAS DEL HOGAR.......................................................... 133
1. Significado y características de las fugas en la
adolescencia........................................................ 133
2. Tipos de fugas .................................................. 135
3. Causas frecuentes de las fugas ..................... 136
4. Cómo prevenir las fugas de los adolescentes. 138
X. LA TIMIDEZ Y EL SENTIMIENTO DE INFERIORIDAD. 143
1. Qué es la timidez ............................................. 143
2. La timidez y el sentimiento de inferioridad. 146
3. Causas frecuentes del sentimiento de inferio
ridad en la adolescencia ................................. 150
4. Cómo prevenir y cómo superar la timidez del
adolescente .....'. ............................................... 152
Quinta parte
CINCO SITUACIONES QUE REQUIEREN
ORIENTACIÓN
XI. EL ESTUDIO...................................................................... 159
1. El riesgo de la disminución del rendimiento
escolar en la adolescencia y sus causas fre
cuentes ... —.................................................. 160
2. Algunas orientaciones en relación con este
tema ................................................................... 164
3. El abandono prematuro de los estudios; po
sibles causas y soluciones................................. 168
XII. LA ELECCIÓN VOCACIONAL.......................................... 173
1. El riesgo de una errónea elección vocacional
en la adolescencia y sus posibles consecuen
cias .................................................................... 173
2. Sentido de la orientación profesional en la
adolescencia ....................................................... 175
3. Algunas orientaciones educativas..................... 178
XIII. EL TIEMPO LIBRE ................................................................ 183
1. Qué es el tiempo libre ..................................... 183
2. Necesidad de una educación para el uso del
tiempo libre....................................................... 186
3. Significado del tiempo libre en la adolescen
cia ..................................................................... 187
4. Cómo ven y cómo utilizan su tiempo libre los
adolescentes ....................................................... 192
5. Problemas que plantea la utilización del tiem
po libre en la adolescencia ........................... 193
6. Algunas orientaciones educativas ........... 195
XIV. EL USO DEL DINERO............................... ......................... 201
1. El dinero en la adolescencia: posibles proble
mas ................................................................... 201
2. Algunas orientaciones educativas..................... 204
77
77
80
82
84
89
89
92
92
94
VI. 101
103
105
107
107
108
110
XV. ELTRABAJO .............................................................
1. El porqué del trabajo profesional del estu-
diante ............................................... ........
2. Riesgos y dificultades de la situación estudio-
trabajo ...........................................................
3. Algunas orientaciones ...................................
RESUMEN
BIBLIOGRAFÍA
211
213
214
216
221
231
Introducción
El motivo principal que me impulsó a escribir este
libro fue el de intentar prestar una ayuda a los padres
en el logro de un objetivo que debe tener primordial
importancia para ellos: conocer mejor a sus hijos ado-
lescentes. Esta pretensión mía requiere una explica-
ción acerca del por qué y del para qué de ese cono-
cimiento.
Conocer a los hijos permite entender su compor-
tamiento: poder distinguir, por ejemplo, lo que es
ocasional y variable de lo que es habitual o relati-
vamente permanente en su forma de actuar; poder
diferenciar la expresión o manifestación externa de
una conducta de la intención de la persona. Un mis-
mo comportamiento puede responder a motivaciones
diferentes, puede tener distinto significado en cada
hijo y en cada momento o situación.
Conocer a los hijos es, por otra parte, condición
indispensable para que la educación tenga sentido.
El proceso de mejora de su formación debe per-
seguir objetivos adecuados para cada persona (aten-
diendo a sus posibilidades y limitaciones, a sus nece-
sidades propias). No sirven los mismos objetivos para
todos los hijos porque éstos son siempre diferentes.
Sólo cuando se parte de un conocimiento, aunque
sea relativo, de cada hijo, se está en condiciones de
14 Gerardo Castillo Introducción 15
poder comprobar si se da o no algún progreso en su
proceso de mejora y en qué cuantía; así se puede,
ndcmás. adecuar la exigencia y orientación a las
posibilidades de la persona. En cambio, cuando se
influye sobre el hijo sin partir de un conocimiento
previo es imposible establecer objetivos de mejora
válidos y realistas; no se sabe que se está consiguiendo
y, en definitiva, no se le está orientando (la tarea
de orientar supone contar siempre con las caracte-
rísticas personales del orientado). La ayuda que ofrece
el educador debe ir precedida del conocimiento y acep-
tación de la persona sí no se quiere que su labor caiga
en el vacío.
Cada hijo es lo que es en función de tres factores
diferenciales; sexo, edad o grado de maduración y
personalidad. Cada hijo es no sólo diferente del adulto
{cuantitativa y cualitativamente), sino también
diferente de los demás chicos de la misma edad y dife-
rente de sí mismo a lo largo de las sucesivas edades.
Estas diferencias cobran especial relieve en una fase
altamente significativa de su desarrollo: la adolescen-
cia. En este momento, el hijo, además de ser diferente,
descubre por primera vez que lo es (nacimiento de
la intimidad) y está virtualrnente interesado en serlo
cada vez más. La adolescencia es, ante todo, una crisis
de originalidad.
El significado profundo de ¡a adolescencia ha sido
descubierto en una época relativamente reciente: «la
adolescencia ha sido hasta hace poco la cenicienta de
las etapas de la vida, la desgraciada Polonia situada
entre dos países poderosos... No es una infancia que
se agosta ni un mero embrión de edad adulta, sino
una etapa con ser y valor plenos... No es una fase
más de la existencia, sino una realidad total y com-
pleja, un mundo» '. En ella se hace posible el descu-
brimiento de los seres (de uno mismo y de los demás)
y la ampliación del horizonte individual.
De alguna manera puede decirse que toda la educa-
ción es educación de adolescentes, en cuanto que el co-
nocimiento de la adolescencia sirve también para orientar
a hijos que serán adolescentes y a adultos con fijaciones
adolescentes. Cuando Debesse, dirigiéndose a los padres,
dice: «tenéis más de un adolescente en vuestro hogar»,
está aludiendo sin duda al hecho de que no hay una
separación radical entre la tercera infancia (7 a 10 años
aproximadamente! y la pubertad. Muchos hijos están
ya viviendo la pubertad en la tercera infancia. Incluso
la segunda infancia (3 a 7 años) ofrece curiosas
analogías con la pubertad (irritabilidad y terquedad
como autoafirmación). Henty Wallon ha encontrado en
la segunda infancia la primera expresión del sentido
de personalidad.
Pero sí la adolescencia empieza mucho antes, de
lo que suele creerse, termina también mucho des-
pués de lo que a primera vista parece: «una razón
importante para el estudio de la adolescencia puede
ser el deseo de aprender algo acerca de uno mismo:
queda en todos nosotros mucho de la adolescencia,
sean cuales fueran los años que tengamos. Todo
cuanto ayuda a alguien a enfrentarse con el adoles-
cente que fue, le proporcionará una mejor compren-
sión sobre la clase de persona que es ahora» 2
. Se
da, de hecho, una prolongación de la adolescencia
en edades adultas, tanto en lo que tiene de posibilidad
como en lo que tiene de limitación. En este último
1
DEBESSE, M., La adolescencia. Ed. Vergara,
Barcelona,
1962, pp. 9 y 21.2
JEREILD, T. A., Psicología ¿e la adolescencia. Ed.
Agui-
!ar. Madrid. 1965, p. 4.
GERARDO CASTILLO
LOS ADOLESCENTES
Y SUS PROBLEMAS
MinosIII MILENIO
EDITORES
I Primera edición castellana: 1978 Pimera
edición mexicana: 1984 Décimoprimera
edición mexicana: 1994
Décimosegunda edición mexicana: 2006
Diseño de portada: María Magdalena Alvarez
DERECHOS RESERVADOS
© 1978 Ediciones Universidad de Navarra
Pamplona, España.
© 2006 Minos Tercer Milenio, S.A. de C.V.
Augusto Rodin No.276 Col. Noche
Buena 03720 México, D.F. Teléfonos:
5615-9359 / 5615-6662 5615-5890
Fax: 5615-3467
servicioalcliente@minostercermilenio.com
A Julina, mi mujer, que con su
comprensión hizo posible que pu-
diera ser escrito este libro.
ISBN 970-47-0021-0
Impreso en México
Printed in México
índice
INTRODUCCIÓN 13
Primera parte EL
SIGNIFICADO DE LA ADOLESCENCIA
I. EL CÓMO Y EL POR QUE DE LA ADOLESCENCIA ... 27
1. Los padres ante la crisis adolescente ....... 27
2. El descubrimiento del propio yo ............. 31
3. La evolución de la tendencia de autoafirma-
ción ................................................................... 34
4. El binomio autoafirmación-inseguridad y el
impulso hacia la madurez ............................... 36
II. LA BÚSQUEDA DE LA MADUREZ .................................... 41
1. La adolescencia: época de inmadurez en bus
ca de la madurez ............................................ 41
2. Qué es la madurez ........................................... 46
3. La inmadurez inicial del adolescente ... 50
4. En qué consiste la conquista de la madurez 54
5. Las fases en la búsqueda de la madurez ... 57
Segunda parte
LAS ETAPAS EN LA ADOLESCENCIA
«DE SIEMPRE»
III. LA PUBERTAD O ADOLESCENCIA INICIAI............. 65
1. Rasgos estructurales o comunes .................... 65
2. Rasgos no comunes ........................................... 66
3. Posibilidades y dificultades de maduración en
relación con los rasgos estructurales .............. 67
4. Ayudas positivas ............................................ 71
ÍV. LAADOLESCENCIA MEDIA ..........................................
1. Rasgos estructurales o comunes ...............
2. Rasgos no comunes .....................................
3. Posibilidades y dificultades de maduración
4. Ayudas positivas .......................................
V. LAADOLESCENCIA SUPERIOR ..................................
1. Rasgos estructurales o comunes ....................
2. Rasgos no comunes...........................................
3. Posibilidades y dificultades de
maduración
en relación con los rasgos estructurales
4. Ayudas positivas...............................................
Tercera parte
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS
ESPECIFICAS DE LA ADOLESCENCIA
ACTUAL
LA ADOLESCENCIA, CRISIS PROLONGADA
1. La precocidad en el desarrollo físico
2. El retraso de la edad adulta
VIL EL AUMENTO DE LA DISTANCIA ENTRE LAS
GENERAC I O N E S
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
1. La conciencia de grupo frente a los adultos.
2. La influencia de los medios modernos de in
f o r m ac i ón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
3. La repercusión de ciertos cambios sociales ...
Cuarta parte
TRES PROBLEMAS FRECUENTES
EN LA ADOLESCENCIA
VIII. LA REBELDÍA ...................v ............................................. 117
1. Naturaleza de la rebeldía juvenil ............. 117
2. Tipos de rebeldía y sus causas .................... 119
3. Algunas orientaciones educativas ..................... 127
IX. LAS FUGAS DEL HOGAR.......................................................... 133
1. Significado y características de las fugas en la
adolescencia........................................................ 133
2. Tipos de fugas .................................................. 135
3. Causas frecuentes de las fugas ..................... 136
4. Cómo prevenir las fugas de los adolescentes. 138
X. LA TIMIDEZ Y EL SENTIMIENTO DE INFERIORIDAD. 143
1. Qué es la timidez ............................................. 143
2. La timidez y el sentimiento de inferioridad. 146
3. Causas frecuentes del sentimiento de inferio
ridad en la adolescencia ................................. 150
4. Cómo prevenir y cómo superar la timidez del
adolescente .....'. ............................................... 152
Quinta parte
CINCO SITUACIONES QUE REQUIEREN
ORIENTACIÓN
XI. EL ESTUDIO...................................................................... 159
1. El riesgo de la disminución del rendimiento
escolar en la adolescencia y sus causas fre
cuentes ... —.................................................. 160
2. Algunas orientaciones en relación con este
tema ................................................................... 164
3. El abandono prematuro de los estudios; po
sibles causas y soluciones................................. 168
XII. LA ELECCIÓN VOCACIONAL.......................................... 173
1. El riesgo de una errónea elección vocacional
en la adolescencia y sus posibles consecuen
cias .................................................................... 173
2. Sentido de la orientación profesional en la
adolescencia ....................................................... 175
3. Algunas orientaciones educativas..................... 178
XIII. EL TIEMPO LIBRE ................................................................ 183
1. Qué es el tiempo libre ..................................... 183
2. Necesidad de una educación para el uso del
tiempo libre....................................................... 186
3. Significado del tiempo libre en la adolescen
cia ..................................................................... 187
4. Cómo ven y cómo utilizan su tiempo libre los
adolescentes ....................................................... 192
5. Problemas que plantea la utilización del tiem
po libre en la adolescencia ........................... 193
6. Algunas orientaciones educativas ........... 195
XIV. EL USO DEL DINERO............................... ......................... 201
1. El dinero en la adolescencia: posibles proble
mas ................................................................... 201
2. Algunas orientaciones educativas..................... 204
77
77
80
82
84
89
89
92
92
94
VI. 101
103
105
107
107
108
110
XV. ELTRABAJO .............................................................
1. El porqué del trabajo profesional del estu-
diante ............................................... ........
2. Riesgos y dificultades de la situación estudio-
trabajo ...........................................................
3. Algunas orientaciones ...................................
RESUMEN
BIBLIOGRAFÍA
211
213
214
216
221
231
Introducción
El motivo principal que me impulsó a escribir este
libro fue el de intentar prestar una ayuda a los padres
en el logro de un objetivo que debe tener primordial
importancia para ellos: conocer mejor a sus hijos ado-
lescentes. Esta pretensión mía requiere una explica-
ción acerca del por qué y del para qué de ese cono-
cimiento.
Conocer a los hijos permite entender su compor-
tamiento: poder distinguir, por ejemplo, lo que es
ocasional y variable de lo que es habitual o relati-
vamente permanente en su forma de actuar; poder
diferenciar la expresión o manifestación externa de
una conducta de la intención de la persona. Un mis-
mo comportamiento puede responder a motivaciones
diferentes, puede tener distinto significado en cada
hijo y en cada momento o situación.
Conocer a los hijos es, por otra parte, condición
indispensable para que la educación tenga sentido.
El proceso de mejora de su formación debe per-
seguir objetivos adecuados para cada persona (aten-
diendo a sus posibilidades y limitaciones, a sus nece-
sidades propias). No sirven los mismos objetivos para
todos los hijos porque éstos son siempre diferentes.
Sólo cuando se parte de un conocimiento, aunque
sea relativo, de cada hijo, se está en condiciones de
14 Gerardo Castillo Introducción 15
poder comprobar si se da o no algún progreso en su
proceso de mejora y en qué cuantía; así se puede,
ndcmás. adecuar la exigencia y orientación a las
posibilidades de la persona. En cambio, cuando se
influye sobre el hijo sin partir de un conocimiento
previo es imposible establecer objetivos de mejora
válidos y realistas; no se sabe que se está consiguiendo
y, en definitiva, no se le está orientando (la tarea
de orientar supone contar siempre con las caracte-
rísticas personales del orientado). La ayuda que ofrece
el educador debe ir precedida del conocimiento y acep-
tación de la persona sí no se quiere que su labor caiga
en el vacío.
Cada hijo es lo que es en función de tres factores
diferenciales; sexo, edad o grado de maduración y
personalidad. Cada hijo es no sólo diferente del adulto
{cuantitativa y cualitativamente), sino también
diferente de los demás chicos de la misma edad y dife-
rente de sí mismo a lo largo de las sucesivas edades.
Estas diferencias cobran especial relieve en una fase
altamente significativa de su desarrollo: la adolescen-
cia. En este momento, el hijo, además de ser diferente,
descubre por primera vez que lo es (nacimiento de
la intimidad) y está virtualrnente interesado en serlo
cada vez más. La adolescencia es, ante todo, una crisis
de originalidad.
El significado profundo de ¡a adolescencia ha sido
descubierto en una época relativamente reciente: «la
adolescencia ha sido hasta hace poco la cenicienta de
las etapas de la vida, la desgraciada Polonia situada
entre dos países poderosos... No es una infancia que
se agosta ni un mero embrión de edad adulta, sino
una etapa con ser y valor plenos... No es una fase
más de la existencia, sino una realidad total y com-
pleja, un mundo» '. En ella se hace posible el descu-
brimiento de los seres (de uno mismo y de los demás)
y la ampliación del horizonte individual.
De alguna manera puede decirse que toda la educa-
ción es educación de adolescentes, en cuanto que el co-
nocimiento de la adolescencia sirve también para orientar
a hijos que serán adolescentes y a adultos con fijaciones
adolescentes. Cuando Debesse, dirigiéndose a los padres,
dice: «tenéis más de un adolescente en vuestro hogar»,
está aludiendo sin duda al hecho de que no hay una
separación radical entre la tercera infancia (7 a 10 años
aproximadamente! y la pubertad. Muchos hijos están
ya viviendo la pubertad en la tercera infancia. Incluso
la segunda infancia (3 a 7 años) ofrece curiosas
analogías con la pubertad (irritabilidad y terquedad
como autoafirmación). Henty Wallon ha encontrado en
la segunda infancia la primera expresión del sentido
de personalidad.
Pero sí la adolescencia empieza mucho antes, de
lo que suele creerse, termina también mucho des-
pués de lo que a primera vista parece: «una razón
importante para el estudio de la adolescencia puede
ser el deseo de aprender algo acerca de uno mismo:
queda en todos nosotros mucho de la adolescencia,
sean cuales fueran los años que tengamos. Todo
cuanto ayuda a alguien a enfrentarse con el adoles-
cente que fue, le proporcionará una mejor compren-
sión sobre la clase de persona que es ahora» 2
. Se
da, de hecho, una prolongación de la adolescencia
en edades adultas, tanto en lo que tiene de posibilidad
como en lo que tiene de limitación. En este último
1
DEBESSE, M., La adolescencia. Ed. Vergara,
Barcelona,
1962, pp. 9 y 21.2
JEREILD, T. A., Psicología ¿e la adolescencia. Ed.
Agui-
!ar. Madrid. 1965, p. 4.
16 Gerardo Castillo Introducción 17
sencido puede aludirse a algunos rasgos típicamente
adolescentes en corrientes de opinión actuales que
están influyendo en muchas personas: cxtrapunitivismo
(echar la culpa a los demás), disociación cuerpo-alma,
carga emocional, ausencia de matiz, inconformísmo
indiscriminado...
Sin duda, el estudio de la adolescencia puede servir
también para ayudar a mejorar la sociedad adolescente
en la que vivimos, sociedad que se caracteriza por
ser consumista, pragmatista, permisiva y bicnestante.
Estas características de la sociedad actual dificultan
seriamente, a su vez, la orientación del adolescente.
Por eso se ha dicho que la mayor crisis de la adoles-
cencia y de la juventud actuales radica en que «nuestra
sociedad no sólo no es capaz de aliviar su inseguridad
y desamparo emocional, sino que lo acrecienta»
J
.
El fenómeno de la manipulación (publicitaria, del
sexo y de los valores) ha venido a ampliar en grandes
proporciones este problema y a poner de manifiesto
que si en otras épocas para hacer frente a la vida de
una manera responsable, casi bastaba con el ejemplo
y los buenos hábitos adquiridos en el hogar, hoy, a
pesar de ser importante, este bagaje es insuficiente.
Cada vez son más frecuentes, desgraciadamente, los
chicos bien educados «de puertas para dentro» que se
han echado a perder después de los irece o catorce
años, convirtiéndose, por ejemplo, en hippies, delin-
cuentes juveniles o drogadictos,
Las razones anteriormente expuestas serían sufi-
cientes para explicarnos por qué el tema de la adoles-
!
DEL MORAL, B.: «Padres y educadores ante la juventud»,
en Comunidad educativa. Revista del instituto Olasancio de
Ciencias de la Educación, Madrid, enero 1967, p. 6 (citado
por ORIVE, P., en R,e¡goí de la adolescencia. Edil. G. del
Toro, Madrid, 1972, p. 37}.
cencía está hoy de moda. Padres, orientadores fami-
liares y educadores en general deben hacerse cargo
de la trascendencia que la etapa adolescente tiene
hoy en día, preparando a los hijos desde la infancia
para que puedan afrontar esta crisis con un mínimo
de garantía y evitando así los numerosos riesgos que
les acechan '. La labor preventiva en relación cor* las
influencias negativas del ambiente es más necesaria
hoy c¡ue nunca.
Los padres deben saber, por otro lado, que el que
la adolescencia de cada uno de los hijos sea más o
menos problemática depende en gran parte de ellos.
Es especialmente importante que se preocupen de
conocerlos y de desarrollar actitudes positivas que
favorezcan la superación de la crisis. Por desgracia es
necesario decir que en bastantes familias se da un
conocimiento insuficiente de la época adolescente.
En su descargo debe añadirse que el conocimiento de
los adolescentes es difícil; la adolescencia «es una-edad
cerrada, secreta, que evade las preguntas o propor-
ciona respuestas poco dignas de crédito; es, asimismo,
una edad cambiante; la conducta puede desconcertar
al observador experto... Es una edad que se ilumina
y repliega voluntariamente en sí misma»
!
. Y todo ello
sin olvidar que «desde la adolescencia, en la que el
hombre se asume en sí mismo, no ya como un yo
distinto, sino como una persona propia y libre, la
personalidad del hombre deja de estar relativamente
J
En la obra de Pedro Orive, RICIJJOJ de la adolescencia,
ya citada, se habla con datos reales de fracaso escolar, inadapta-
ción, violencia, delincuencia juvenil, desviaciones sexuales,
bandas, droga y fugas del hogar, entre otros peligros a los que
esti expuesta hoy día la adolescencia.
5
DEBESSE, M, Op. til., p. 27.
18 Gerardo Castillo Introducción 19
patente. Es suya y no de nadie; su intimidad es, por
eso, en el último fondo, impenetrable» 6
.
Las dificultades para conocer al hijo adolescente
lejos de ser un obstáculo insalvable, deben constituir
un reto estimulante para los padres. Serán menores si
se espera mucho de ellos (en el sentido de creer en
sus posibilidades), si se convive en un clima de
confianza y aceptación en el que padres e hijos crecen
y maduran juntos.
Junto a la dificultad para conocer a sus hijos adoles-
centes, los padres encontrarán también muchas veces
la oposición de éstos a ser ayudados. El adolescente
es un rebelde que no se basta a sí mismo. Es un ser
inmaduro que vive la paradoja más original: cuando
necesita más que nunca ayudas de fuera, las rechaza
por miedo a volver a la sumisión de la infancia. El
problema es aún mayor cuando los padres sustituyen
a los hijos o cuando les ayudan sin haber suscitado
previamente en ellos la necesidad de buscar ayudas.
Si en todas las fases del desarrollo educar es promo-
ver la autonomía, en la adolescencia lo es todavía
más, porque los hijos la necesitan para desarrollar la
intimidad recién descubierta. Deben encontrar oportu-
nidades constantes para actuar con iniciativa y respon-
sabilidad propia sin la tutela permanente de los
padres. Los padres deben favorecer esa autonomía,
esa separación progresiva de sus hijos para que éstos
puedan correr el necesario riesgo de aprender a volar
con sus propias alas. Pero aquí radica, precisamente,
la dificultad mayor para los padres en la educación
de sus hijos adolescentes, la cruz de la pater-
nidad: «cuanto más libre el hijo, más perfecta la
6
YELA, M., Educación y libertad. Edición del
Banco de Vizcaya, Bilbao, 1967, p. 71.
obra, más pleno el gozo, más honda la alegría. Pero,
al mismo tiempo, cuanto más libre el hijo, más suyo,
más de él, menos del padre, menos en las manos del
padre. ¿Qué será de esa nueva fuente de libertad?
¿Qué será del hijo que es ya suyo, de sí mismo? ¿Qué
hará nuestro hijo con su libertad; nuestro hijo que
siempre será nuestro, más nuestro cuanto más verda-
deramente le amemos, pero inmediatamente suyo,
más suyo, cuanto mejor le hayamos educado? Nada
en la vida puede descargar al padre de esta cruz.
Hay que marchar con ella y procurar llevarla con
dignidad y sentido. En eso consiste ser padre» 7
.
Lo dicho hasta ahora podría resumirse de la
si-guente manera: en el memento actual es más
urgente y necesario que nunca conocer y orientar al hijo
adolescente, adelantándose a la llegada de la crisis y
tratando de preservarlo de las influencias nocivas del
ambiente; esta labor de conocimiento y orientación
es problemática para los padres.
Me ha parecido que una de las mejores formas de
ayudar a los padres y educadores en general en esta
difícil tarea educativa es facilitarles el estudio de al-
gunos problemas y situaciones problemáticas frecuen-
tes en la adolescencia normal. En cada uno de estos
problemas se considera su naturaleza, sus causas y po-
sibles medidas de tipo educativo. Siguiendo su sig-
nificado etimológico (problema proviene de pro-ballo,
lanzar hacia) los problemas son presentados aquí como
cuestiones que deben ser mejoradas.
Estos problemas difícilmente podrán ser compren-
didos y afrontados por los educadores si no tienen
una información previa acerca del contexto en el que
aparecen. Por eso me ocupo en primer lugar de acla-
7
YELA, M., Op. cu., p. 76.
20 Gerardo Castillo Introducción 21
rar cuál es el significado profundo de la adolescencia,
es decir, el porqué de esta fase evolutiva. La adoles-
cencia es presentada como una época de inmadurez en
busca de la madurez.
He considerado, además, que al lector podría serle
útil conocer una descripción sintética, clara, coherente
y con sentido de la adolescencia. Es fácil encontrar
libros voluminosos sobre psicología del adolescente,
pero la mayoría de ellos tienen el grave inconveniente
de que están escritos para psicólogos y no para educa-
dores. Por otra parte, suele ser muy difícil encontrar
en ellos la visión unitaria y con sentido que aquí pre-
tendemos. El lector de estos libros se pierde con fre-
cuencia en descripciones pormenorizadas o se desorienta
al conocer enfoques divergentes según sean sus
autores. Es cierto que algunos libros presentan una
visión más accesible y comprensiva, pero, a su vez,
suelen carecer de un planteamiento sistemático o de
un mínimo de rigor científico.
En la descripción que aquí ofrecemos se distingue
lo que son características del adolescente «de siem-
pre» de los rasgos específicos del adolescente de hoy
Se defiende con ello la tesis de que la adolescencia
es, en cuanto a su esencia, igual o similar en todas
las épocas, pero que pueden existir comportamientos
típicos de cada momento histórico. No cambia el ado-
lescente, sino la sociedad en la que vive. Y este cam-
bio social afecta de algún modo a la forma en que el
adolescente vive un problema de siempre.
En el estudio de la adolescencia «de siempre» se
han considerado tres etapas: pubertad o adolescencia
inicial, adolescencia media y juventud o adolescencia
superior. Esta distinción se fundamenta en un hecho
evidente: la considerable distancia que existe entre
un adolescente de doce años (iniciación de la puber-
tad) y otro de veintiuno (límite superior de la edad
juvenil). La adolescencia es, pues, una fase muy amplia
dentro de la que se produce una evolución continua
y enormemente significativa, donde no cabe hacer
abstracción alguna con cómodas generalizaciones.
Es preciso seguir de cerca esta evolución continua y
acomodar la actuación educativa a las nuevas circuns-
tancias. De lo contrario, el educador puede encontrarse
en cualquier momento en la situación de «fuera de
juego».
Al señalar y caracterizar estas tres etapas, he
seguido fundamentalmente a un psicólogo y educador
de reconocido prestigio: Georges Cruchon. Las etapas
se corresponden con tres momentos de la adolescencia
que se detectan a través de la observación: el de
arranque (nacimiento de la intimidad, crisis de creci-
miento físico y de maduración sexual); el de conflicto
interior y comportamiento negativo hacia los demás;
el de consolidación (aunque sea relativa) de la
personalidad descubierta. Se trata, en definitiva, de
poner de manifiesto que entre el púber y el joven
no existe un salto sino una fase intermedia con
características propias.
Estas etapas no se entienden como realidades
independientes o como compartimentos estancos.
La evolución es continua y siempre en función del
«antes» y del «después». Parafraseando a Debesse,
a propósito de las etapas que este autor distingue en
la infancia, diríamos que son como distintos capítulos
de una misma historia. Se trata únicamente de des-
tacar lo que le define cada momento significativo del
desarrollo. Por otra parte, la duración de cada una
de estas fases puede ser variable según los individuos
y las circunstancias de todo tipo.
22 Gerardo Castillo Introducción 23
Con todo, se trata de una cuestión discutible, al
menos en alguno de sus aspectos. Cabe preguntarse,
por ejemplo, si las etapas tienen que ser tres y no
más y si se presentan en todos los adolescentes y de
la misma forma. Estamos ante un problema que re-
quiere una investigación más profunda.
Me ha parecido importante distinguir en la des-
cripción de cada etapa los rasgos que denomino es-
tructurales —por ser comunes a todos los adolescen-
tes— de los rasgos no comunes. De esta forma, el edu-
cador sabe a qué atenerse en cuanto al alcance y apli-
cación de la citada descripción. Las posibilidades de
maduración y las ayudas positivas que se indican están
agrupadas en función de tales rasgos estructurales y
referidos a ellos.
Creo que el haberme apoyado básicamente en un
solo autor tiene ventajas y limitaciones que no debo
silenciar. Entre las primeras está la de poder obtener
una visión más coherente, evitando el peligro de
toda mezcla de autores. Entre las segundas, el de re-
nunciar a un estudio psicológico amplio, a una expo-
sición de distintas tendencias o corrientes psicológi-
cas. Confieso aquí que esta renuncia la he hecho de
forma deliberada y gustosa porque el fin que persi-
gue el libro va por otro camino. Entiendo que al
padre de familia y al educador en general no le in-
teresa tanto una información exhaustiva de la psicolo-
gía de la adolescencia cuanto una orientación acerca del
valor instrumental que ello tiene de cara a la acción
educativa concreta. Con ello se pretende ayudar a
analizar la situación de cada adolescente de tal modo
que puedan detectar los puntos fuertes (posibilidades
de maduración), los puntos débiles (dificultades de ma-
duración) y establecer posibles objetivos y activida-
des de mejora (ayudas positivas).
Los ocho últimos capítulos del libro están dedicados
a estudiar de forma detallada algunos problemas de
la adolescencia. Se distingue entre problemas frecuen-
tes (rebeldía, fugas del hogar, timidez) y situaciones
problemáticas que requieren orientación (estudio, elec-
ción vocacional, tiempo libre, dinero, trabajo). Los
tres problemas citados en primer lugar no se dan
siempre, pero cuando se producen suelen afectar se-
riamente al adolescente y en consecuencia a las rela-
ciones con los demás. Todos están íntimamente vincu-
lados a la evolución de la personalidad. Las situacio-
nes enumeradas se encuentran, en cambio, en la vida
de todos los adolescentes, y el problema (cuando
aparece) nace no tanto de la personalidad como de
influencias y circunstancias exteriores.
En el libro se hace referencia a otros muchos pro-
blemas, a pesar de que no sean tratados con el dete-
nimiento de los que se acaban de citar. Estos proble-
mas (inseguridad, introversión, confusionismo de va-
lores, gregarismo, influencias negativas del ambiente,
etcétera) están expuestos en los siete primeros capí-
tulos del libro, con ocasión de la descripción de la
adolescencia. Aun cuando merecen también un estudio
detenido no ha sido posible incluirlos en esta obra.
El tema de la adolescencia es amplio y complejo; su
problemática no puede ser abordada en una sola pu-
blicación.
Primera parte: El significado de la
adolescencia
I.
El cómo y el por qué
de la adolescencia
1. Los padres ante la crisis adolescente
Hay una situación muy conocida que puede servir
de introducción al tema de la problemática de la ado-
lescencia a nivel familiar. Es aquella en la que los
padres aparecen sorprendidos y desorientados ante
las nuevas formas de comportamiento de sus hijos
adolescentes.
A lo largo de la infancia, los padres se han preocu-
pado de desarrollar en sus hijos toda una serie de
hábitos (de obediencia, respeto, puntualidad, orden,
laboriosidad, buenos modales, presentación personal).
Esta labor educativa suele dar sus frutos antes de los
doce años. Pero puede ocurrir que a partir de esta
edad los chicos modifiquen su «buen comportamien-
to» anterior: se vuelven desobedientes, no cuentan
en casa lo que hacen fuera de ella, regresan a horas
desacostumbradas, se irritan continuamente sin mo-
tivo suficiente, reaccionan con malos modales ante el
interés de los padres por sus problemas, descuidan
el atuendo personal, en su habitación reina el desor-
den...
Cuando la situación inesperada llega, muchos pa-
dres se sienten abrumados y desmoralizados: ¡tanto
tiempo educando a los hijos; tanto buen ejemplo y
28 Gerardo Castillo El significado de la adolescencia 29
buenos consejos para que al final, se conviertan en
unos gamberros irresponsables!
Es frecuente que estos padres traten de explicar
el problema preguntándose qué fallo importante han
podido tener como educadores o quién les ha echado
a perder la labor desarrollada.
Una vez que el efecto de la estupefacción inicial
desaparece, es bastante corriente que los padres pien-
sen que su deber es «empezar de nuevo». Comienza
así un período de corrección de hábitos deteriorados
o perdidos que supone muchas veces una intensifica-
ción de la ayuda y de la exigencia. Sin embargo, el
método no da los resultados esperados. Sirve única-
mente para que el hijo se muestre más irritable, se aleje
progresivamente de los padres e incluso se recree en los
recientes malos hábitos adquiridos. Puede llegar un
momento en el que los padres piensen que ya no se
trata de un problema de educación, sino de una
cuestión de «orden público».
Creo que puede ser útil para los padres que se
encuentren en una situación parecida recibir alguna
orientación para «aclararse». Esta orientación con-
sistiría fundamentalmente en saber si el cambio de
comportamiento del hijo en un momento dado es
«normal» o «anormal»; por qué ocurre; qué deben
hacer los padres antes y después del cambio, y qué
no deben hacer.
En la situación antes descrita llama la atención, en
primer lugar, el hecho de que a estos padres —que
son muchos— les sorprenda el cambio de conducta
del hijo. Sin duda, ignoran o quieren ignorar que los
niños crecen tanto cuantitativa como cualitativamente
y que este crecimiento tiene una repercusión necesaria
en las formas de comportamiento.
Estas nuevas formas de comportamiento son
normales en determinadas edades y, lejos de ser
censurables, cumplen una función en el desarrollo del
individuo, de tal modo que incluso las reacciones más
«absurdas» y «extravagantes» pueden tener un signifi-
cado en el proceso de maduración personal. Por eso,
no tiene sentido que padres y demás educadores se
entristezcan y dramaticen sobre este problema. Deben
saber, por otra parte, que el efecto del buen ejemplo
y los buenos hábitos adquiridos en la infancia, aunque
no se note durante un determinado tiempo, no por
eso han sido inútiles. Pasada la época de las inevita-
bles perturbaciones físicas y psíquicas propias de la
adolescencia, cuando el hijo recupera la calma y el
equilibrio perdidos, podrán advertir seguramente, que
su conducta vuelve a ser coherente, pero con ¡a dife-
rencia de que ahora lo es mucho más consciente que
en la infancia '.
A los padres que se interrogan acerca del fallo
que han cometido en la educación anterior de sus
hijos, habría que contestarles que el de falta de previ-
sión. Es verdad que los niños dejan de serlo casi
«sin que los padres nos demos cuenta», que el tiempo
pasa muy deprisa, pero no se debe olvidar que
educar es «llegar antes que». No educamos sólo para
el presente, sino también para el futuro 2
. A medida
1
Esta explicación no descarta el hecho de muchos procesos
adolescentes que se complican, que no se resuelven satisfactoria
mente por sí mismos por causas diversas (internas y externas).
El desarrollo psicológico es menos predecible y seguro que el
biológico.
Conviene advertir también que existen adolescentes que
van adquiriendo progresivamente su madurez casi sin pro-
blemas.
2
La previsión que se pide a los padres no es
sinónimo
de profecía. Indudablemente no se puede prever de un modo
exacto lo que no se conoce. Sí se refiere, en cambio, a educar
30 Gerardo Castillo El significado de la adolescencia 31
que se aproxima la adolescencia, los padres deben
preocuparse de que sus hijos vayan interiorizando,
de forma razonada y progresiva, aquellos criterios que
son necesarios no sólo para la conducta presente, sino
también para la conducta futura. De este modo, cuando
llegue la crisis, los hijos encontrarán en su interior
un valioso punto de apoyo, y los padres dispondrán
de un punto de referencia para su labor educativa.
Estos criterios han de estar relacionados con la educa-
ción de la libertad, la educación en la fe y la educación
para el amor. Aunque con estos presupuestos no se
pueda afirmar que la crisis no se vaya a producir,
se intenta que, al menos, cuando surja, sea con la
menor brusquedad posible y de que padres e hijos
hayan iniciado con anterioridad una intercomunica-
ción que facilite el afrontamiento de los nuevos
problemas.
Por ello, no se trata ni de partir de cero, ni de
empezar de nuevo en el sentido de perseguir valores
exclusivos de la niñez, limitándose a recomponer lo
que se ha roto, sino de educar al hijo como lo que
ahora es: un adolescente, un muchacho, y no un niño.
Será necesario proponerse nuevas metas en función
de la nueva situación.
A veces este afán de «empezar de nuevo» obedece
no tanto a un error de perspectiva en el conocimiento
del hijo como a una predisposición o actitud de los
padres para prolongar la relación de dependencia
establecida en la infancia, bien por resistencia al cam-
bio, bien por miedo al futuro. Esta actitud es, sin
duela, el principal obstáculo para entenderse y sinto-
en el presente pensando en las posibles consecuencias para
el futuro, sabiendo, por ejemplo, que lo que el hijo acepta hoy
pasivamente mañana lo contrastará con ideas y experiencias
propias.
nizar con los hijos adolescentes y además constituye
el error educativo más importante en esta etapa del
desarrollo. Se trata de estimular y favorecer la autono-
mía (aunque sin confundirla con el simple afán de
independencia o la ausencia de coacción) y no de
coartarla.
Cuando no se ha llegado a una comprensión ade-
cuada del fenómeno adolescente (por qué sucede; en
qué consiste y qué sentido tiene) es muy fácil incurrir
en el error de valorar moralmente actitudes y reaccio-
nes que no son, al menos en principio, «buenas» o
«malas». Así, se dificulta la formación de una con-
ciencia verdadera 'en los hijos.
Si en el comportamiento del adolescente se supo-
ne una intención negativa inexistente («lo hace para
fastidiarme») se corre también el riesgo de transfor-
mar la acción educativa, el proceso de mejora, en una
simple cuestión de amor propio.
2. El descubrimiento del propio yo
El cómo y el porqué de la adolescencia se puede
contestar de una forma descriptiva, analítica y porme-
norizada, tal como aparece en algunos voluminosos
tratados sobre la materia. Considero, sin embargo,
que este enfoque es de poca utilidad para los padres
de familia. Más que una descripción exhaustiva de
rasgos psicológicos, los padres necesitan una visión
comprensiva y sintética que muestre la unidad, el
sentido profundo y los problemas clave del fenó-
meno adolescente.
La adolescencia es, ante todo, un período de cre-
cimiento especial que hace posible el paso de la infan-
cia a la edad adulta (adolescente es «el que está ere-
32 Gerardo Castillo El significado de la adolescencia 33
ciendo», en contraposición al adulto, que es «el que
ha crecido»). A lo largo de la infancia se ha dado de
forma ininterrumpida un fenómeno de crecimiento,
pero este crecimiento tiene una aceleración y un
significado mucho más decisivo cuando el niño se
acerca a la edad de los doce años.
Se crece tanto en cantidad como en calidad. No se
da solamente un aumento muy significativo en talla y
peso, en capacidades mentales y fuerza física, sino
también un cambio en la forma de ser, una evolu-
ción de la personalidad. ¿Qué es lo que explica y hace
posible esta última transformación?
La adolescencia es el comienzo de un crecimiento
cualitativo, lo cual vale tanto como decir que es un
nacimiento de algo en el hombre... No es nacimiento
del hombre, sino nacimiento de algo en el hombre,
y ese algo no es otra cosa que la propia intimidad» 3
.
El nacimiento de la propia intimidad se produce
de una forma lenta y costosa a lo largo de los pri-
meros años de la adolescencia. Al principio cabe ha-
blar de un simple sentimiento del propio «yo»: el
adolescente siente, experimenta que lleva algo en sí
mismo que no pertenece a nadie, que es suyo. Es
un estado emotivo que le sorprende y desconcierta
de momento, que le llena de satisfacción furtiva y de
inquietud. Más adelante, este sentimiento, esta im-
presión, se transformará en algo más consciente y
reflexivo: el «descubrimiento del propio "yo"».
La conciencia infantil, ligada a lo colectivo, es
sustituida de forma vacilante pero continua por una
conciencia personal. Ante este fenómeno el mundo
infantil se desmorona, produciéndose una ruptura con
el pasado y con las ideas de los mayores.
El descubrimiento del propio yo permite al ado-
lescente conocer por primera vez toda una serie de
posibilidades personales que ignoraba. Ello permitirá,
a su vez, el desarrollo de una tendencia que, por ser
exigencia interior de la vida, es en cierto modo
común a todos los seres vivos: la afirmación del yo,
la autoafirmación de la personalidad.
Una fuente valiosísima para conocer estos aspectos
son los diarios; en uno de estos diarios 4
una muchacha
de dieciséis años, refiriéndose a un libro que ha leído,
dice: «me fastidia leer libros de este tipo, porque des-
cubro cosas que debería descubrir yo sola. Por eso
nunca leo nada de esto». En otra página, la protago-
nista alude a una compañera que quiere irse a tra-
bajar a Suiza «en lo que sea»; «se quiere ir para
demostrarse a sí misma que vale, que no los necesita»
(a los padres).
La autoafirmación es una tendencia que aglutina
todo el desarrollo adolescente y equivale a querer
valerse por sí mismo. El muchacho quiere y debe
aprender a valerse por sí mismo sin que sus padres
y profesores actúen de «parachoques», como lo hacían
cuando era niño. Hay toda una serie de rasgos en el
comportamiento del adolescente que no son otra cosa
que una expresión hacia fuera de la afirmación inte-
rior: la obstinación, el espíritu de independencia total,
el afán de contradicción (llevar la contraria por siste-
ma, sobre todo a los padres), el deseo de ser admi-
rado, la búsqueda de la emancipación del hogar, la re-
beldía ante las normas establecidas. La tendencia a la
3
GARCÍA Hoz, V., El nacimiento de la
intimidad. Ed. Rialp., Madrid, 1970, p. 18.
4
Unos días en la vida de Almudena Hernández.
(Caso OF-97. ICE de la Universidad de Navarra, p. 1.)
Gerardo Castillo
autoafirmación, que en sí es algo normal y
necesario para el desarrollo de la personalidad naciente,
crece desmedidamente y se radicaliza ante actitudes
negativas de los mayores: rigidez, incomprensión,
autoridad arbitraría... Sin embargo, es conveniente
saber que no son infrecuentes los casos reales de
adolescentes que aun siendo comprendidos por sus
padres seguirán diciendo que son incomprendidos,
para autoafirmarse. En estas edades se puede establecer
un cierto paralelismo, mutatis mutañdis, con el
comportamiento del niño en el paso de la primera a
la segunda infancia (a los tres años,
aproximadamente). Así, cuando se le quiere vestir o
dar de comer, el niño se opone y dice «yo, yo solo».
Este tipo de reacciones expresan una necesidad y un
afán de querer valerse por sí mismo, de estrenar las
aptitudes que se están desarrollando.
3. La evolución de la tendencia de
autoafirmación
La tendencia de autoafirmación en el adolescente
va evolucionando con la edad5
. En un primer mo-
mento (12-14 años en chicos; 11-13 años en las chi-
cas) no hay todavía una consciencia de lo que ocurre
en sí mismo, e incluso desconoce aún muchas de sus
posibilidades. En un segundo momento (14-17 años
en los chicos; 13-16 años en las chicas) ya son plena-
mente conscientes de tales posibilidades; las fuerzas fí-
sicas se afirman en la lucha y en las competiciones
deportivas, el adolescente aprovecha todo tipo de
5
Cfr. CRUCHON, G., Psicología pedagógica. Tomo II: «La
maduración de la adolescencia». Edit. Razón y Fe, S. A.,
Madrid, 1971, p. 67.
El significado de la adolescencia
situaciones para ponerse a prueba, llegando incluso
a buscar el riesgo; descarga su agresivididad de forma
continua por los medios más diversos (golpes al pasar
un compañero; «guerra de almohadas» en el dormi-
torio, etc.). En un tercer momento (17-22 años en
los chicos, 16-21 años en chicas) normalmente llega
a una afirmación positiva de sí mismo. Con un mayor
afianzamiento en el campo de la reflexión, el muchacho
se siente menos perturbado afectivamente por lo que
antes le irritaba; su conducta es más serena y obje-
tiva, mostrándose menos vulnerable a las contrarie-
dades. Al conseguir un mayor autodominio, tiene la
sensación de haber encontrado su propio equilibrio y
de haber llegado a cierta conformidad con el mundo
que le rodea.
La distancia recorrida en esta progresiva adaptación
consigo mismo y con los demás, se refleja en dos
frases escritas en distinta época por una adolescente
en su diario6
.
—«Me gustaría irme fuera. Aquí me ahogo... Ne-
cesito irme. Así me encontraré a mí misma de
una vez. Aquí no se puede.»
—(aludiendo a una conversación mantenida con un
amigo): «También hemos hablado de encon-
trarse con uno mismo. Hemos quedado en que
una persona se encuentra consigo misma en el
trato con los demás, estudiando su modo de
actuar y por qué reaccionan de esa o de otra
manera ante las situaciones. Cada noche haré
como un examen de conciencia de lo que he he-
cho durante el día, me preguntaré por qué he
dicho o hecho tal cosa, etc. Pero, de todas ma-
6
Cfr. OF-97, ya cit., p. 8.
34 35
36 Gerardo Castillo
ñeras, una persona no consigue encontrarse con-
sigo misma plenamente nunca.»
En la primera frase se puede advenir cómo huye
del ambiente habitual en el que vive (especialmente
del hogar) para encontrarse a sí misma, por consi-
derar que le impide lograr su propósito. Las palabras
con que lo expresa denotan además inestabilidad afec-
tiva, no exenta de agresividad. En cambio, en la segun-
da frase no se busca el encuentro consigo mismo a
través de la fuga, sino precisamente en la relación
personal con los demás, unida a una reflexión sobre
la propia conducta. Por otra parte, ya hay un proceso
intelectual que permite llegar a una conclusión per-
sonal («una persona no consigue encontrarse con-
sigo misma plenamente nunca»); reflexión muy reve-
ladora, en cuanto que denota un paso de actitudes
idealistas y dogmáticas a posturas más realistas v ob-
jetivas.
4. El binomio autoafirmación-tnseguridad y el
impulso hacia la madurez
Junto al conocimiento de las propias posibilidades,
con la consiguiente autoafirmación, el descubrimiento
del «yo» produce en el adolescente, desde el principio,
«una conmoción de la seguridad en sí mismo y, en
consecuencia, la aparición de sentimientos de duda
e inferioridad» 7
. El sentimiento se desarrolla en la
medida en que los obstáculos exteriores se hacen
presentes y ante el progresivo conocimiento de las
7
Cfr. Desarrollo dinámico de la personalidad: pubertad y
adolescencia. Nota Técnica, OF-77 ICE (Universidad de Na-
varra), p. 6.
El significado de la adolescencia
limitaciones propias. Tendríamos que hablar, por
consiguiente, de la existencia permanente del binomio
autoafirmación-inseguridad en la conducta adolescente.
Independientemente de la influencia que sin duda
puede tener la inestabilidad de los sentimientos, este
binomio explica por sí mismo el movimiento alterna-
tivo y típico que oscila entre estados de euforia y
autocomplacencia, por una parte, y estados de pesi-
mismo, por otra.
La conquista progresiva de la confianza objetiva
en las propias posibilidades va ligada, necesariamente,
al logro de una mayor experiencia personal; ello ex-
plica el paso de las actitudes inmaduras propias de
la adolescencia inicial a actitudes maduras caracterís-
ticas de la superior: de la autoafirmación obstinada
y agresiva a la afirmación positiva de sí mismo; de la
reducción de la libertad a un afán de independencia,
a su concepción como autonomía-servicio 8
.
El drama del adolescente radica en que la em-
presa de salir adelante por su sola capacidad, de adap-
tarse a su nuevo papel en la vida, conlleva una des-
proporción considerable entre la meta propuesta
y los medios disponibles para alcanzarla. Por ello,
la situación del adolescente es comparable a la
de un nadador entre dos puntos (infancia y edad
adulta), con muy escasos conocimientos de na-
tación (falta de recursos y de experiencia), con una
travesía llena de escollos y peligros (influencias negati-
vas del ambiente) y sin saber exactamente dónde
está y qué le espera al otro lado (desorientación). Sin
embargo, a pesar de tantas limitaciones personales y
ambientales, a pesar de las inevitables fases de
8
Cfr. F. OTERO, O., «La educación de la
libertad y el adolescente», en Padres y adolescentes.
EUNSA, 1972, p. 47.
37
38 Gerardo Castillo El significado de la adolescencia 39
desánimo en las que siente la tentación de abandonar,
el nadador, mejor o peor, sigue adelante en su trave-
sía, e incluso llega a su destino. ¿Cómo se explica
este fenómeno tan sorprendente? Sin duda alguna,
por la existencia en todos los adolescentes de un
poderoso impulso inferior hacia la madurez.
En el símil del nadador se hace evidente cómo los
dos elementos del binomio autoafirmación-inseguridad
se manifiestan desempeñando una función en el pro-
ceso de maduración personal durante la edad adoles-
cente. La autoafirmación es el motor que hace posible
que se inicie y mantenga el proceso; la inseguridad (ante
las dificultades por superar o los fracasos sufridos) es
un estado crítico que permite al adolescente ganar en
humildad y realismo, y, en otro plano, le crea al mismo
tiempo la necesidad de saber encajar los fracasos y
aprender a reaccionar positivamente ante ellos. Los
errores cometidos, aunque de entrada puedan tener
un efecto paralizador y desmoralizante, son, a la
larga, una insustituible fuente de experiencia y
aprendizaje personal y una llamada de atención
sobre la conveniencia de buscar ayudas fuera de sí
mismo.
Así, pues, el impulso hacia la madurez, lejos de
debilitarse ante la falta de éxito en la vida práctica,
se reaviva con ello.
Autoafirmación e inseguridad son dos aspectos me-
nos contrapuestos de lo que a primera vista pueda
parecer. Cabe decir en este sentido que los adolescen-
tes pueden sentirse inseguros por haber pretendido de-
masiado, por haber ido demasiado lejos en la afirma-
ción de sus posibilidades. Y también cabe decir que
se autoafirman, precisamente, al ser conscientes de
la situación de inseguridad en la que viven. Las dos
formas conocidas de reaccionar ante la inseguridad
(aislamiento y posturas desafiantes) pretenden lo mis-
mo: reafirmar el sentimiento de sí mismo y evitar la
desvalorización del yo.
Esta aclaración sobre el sentido y la función de la
inseguridad del adolescente puede ser reveladora para
padres y demás educadores a la hora de pensar cuál
es, en principio, la actitud más conveniente ante el
hijo inseguro.
Una postura que debe evitarse es la de pretender
eliminar los factores que originan la inseguridad y
ocupar el lugar del joven en la solución de los pro-
blemas o situaciones planteados. Toda ayuda innece-
saria es una limitación para quien la recibe. Cuan-
do se procede así, se alimenta el sentimiento de in-
seguridad en el hijo, se le incapacita para que sepa
afrontar los problemas de su vida y se le impide
aprender por experiencia propia. Normalmente, esta
actitud se ve correspondida con un rechazo por parte
de los hijos.
Existe otra actitud contraproducente que se en-
cuentra en el extremo opuesto de la anterior: la de
no prestar al hijo ningún tipo de ayuda, esperando
que resuelva con sus únicas y exclusivas fuerzas los
problemas que se encuentra. Es una postura abando-
nista que puede fomentar también la inseguridad de
los hijos y que no les satisface en absoluto. Les crea,
sobre todo, un problema de tipo afectivo.
Una actitud intermedia y positiva es la de ayudar
sólo en la medida en que sea necesario. Es una ayuda
que no sustituye al hijo, sino que le guía, informa
y orienta, respetando su libertad personal.
Un problema que tendrán que afrontar en ocasio-
nes los padres es el de encontrar la manera de suscitar
en los hijos la necesidad de ser ayudados en lo conve-
niente cuando no lo desean. Otro problema es cómo
Gerardo Castillo
negarles la ayuda innecesaria cuando la solicitan sin
que tengan la falsa impresión de que se les abandona.
Hasta aquí nos hemos ocupado de los aspectos básicos
que explican el fenómeno adolescente. Esta orientación
sobre cómo y por qué se produce debe ser interpretada
solamente como una cuestión previa y no como una
información suficiente para llegar a la comprensión
completa de cada caso concreto. Conviene subrayar en
este sentido que «no hay adolescencia, sino
adolescentes». Junto a los aspectos comunes, hay otros
diferenciales en función del sexo, la edad, la
personalidad y las influencias ambientales de todo
tipo. De ahí que al pensar en la orientación educativa
que deba seguirse no proceda tampoco hablar de mé-
todos válidos para cualquier tipo de adolescentes. So-
bre cada uno de estos aspectos diferenciales pueden
hacerse, a su vez, algunas consideraciones de tipo
general, pero conviene no olvidar que cada hijo es
un ser «personal o intransferible» y que la situación
y circunstancias en las que se encuentra, solamente
pueden ser bien conocidas por quienes conviven estre-
chamente con él.
II.
La búsqueda de la madurez
1. La adolescencia: época de inmadurez en busca
de la madurez
En el capítulo anterior hemos descrito la adoles-
cencia como una etapa de crecimiento especial que
hace posible el paso de la infancia a !a edad adulta.
Es adolescente —de adulescere— el que crece, se
desarrolla, madura: «esos años llevan todavía clara-
mente la impronta del movimiento hacia un fin, el
sello del desarrollo, del crecimiento, de la madura-
ción ...» '.
El ingreso en el mundo adulto exige una serie de
cambios, de maduraciones en todos los niveles del ser
que desembocan en actitudes y comportamientos de
madurez. El alcance de esta transformación se ve per-
fectamente comparando un muchacho de doce o trece
años con un joven de veinte o veintiuno. El primero
es todavía un niño (depende en casi todo de sus
padres, se conforma con las respuestas que de ellos
recibe, busca continuamente su ayuda y protección... );
el segundo necesita pensar, decidir y actuar por sí
1
VALI.ENSTEIN, A., La educación del niño y del adolescente.
Herder, Barcelona, 1967, p. 203.
40
42 Gerardo Castillo El significado de la adolescencia 43
mismo y está ya en mejores condiciones de afrontar
personalmente los problemas de su vida.
Este cambio espectacular producido en tan reducido
espacio de tiempo, está poniendo de manifiesto que
el verdadero sentido de la etapa adolescente es la ma-
duración de la autonomía personal. El adolescente, en
medio de su desorientación y de sus conflictos, per-
sigue tres objetivos íntimamente relacionados entre
sí: la conquista de la madurez entendida como perso-
nalidad responsable; el logro de la independencia (pen-
sar, decidir y actuar con iniciativa personal) y la
realización de la mismidad o cualidad de ser un yo
mismo, de tener una existencia independiente y per-
sonal, de ser, en definitiva, persona 2
.
La adolescencia debe entenderse, por consiguiente,
como un complejo proceso de maduración personal,
como una etapa de inmadurez en busca de la madu-
rez propia de la edad adulta.
Se trata de una inmadurez distinta a la del niño o
adulto inmaduro. La inmadurez del niño es la de la
persona que, sin saber valerse por sí misma, no per-
cibe esta situación como problemática. El niño acepta
la dependencia de los adultos con tanta naturalidad
porque aún no es consciente de la existencia de un
yo personal y, por lo tanto, no «quiere», no «necesita»
pensar y actuar con criterio y responsabilidad propio.
La inmadurez del adolescente es la de quien no sabien-
do valerse por sí mismo experimenta el deseo, la ne-
cesidad interior de hacerlo, y al intentar conseguirlo
pone en juego capacidades sin estrenar, es decir, in-
maduras. El adolescente corre riesgos, tiene proble-
mas con los mayores, se siente inseguro, fracasa, por-
2
Cfr. SCHNEIDER, A., Los adolescentes y el reto
de la madurez. «Sal Terrae», Santander, 1969, pp. 57 y 58.
que ha elevado en muy poco tiempo y de forma consi-
derable el nivel de aspiración en su vida.
La inmadurez del adulto normalmente no se debe
a un «desequipamiento» o a una falta de experiencia
para afrontar situaciones nuevas, sino a una ausencia
de esfuerzo, de autoexigencia para vivir de acuerdo
con valores nobles.
Al comparar las actitudes y la conducta del adoles-
cente con las del niño «bueno» o las del adulto res-
ponsable, se puede tener en principio la falsa impre-
sión de que se ha producido un retroceso. Es evidente
que el adolescente es menos ordenado, constante, apli-
cado, respetuoso, sociable, dócil, que antes, que tiene
peores modales... pero, ¿significa todo esto que nece-
sariamente sea menos maduro o responsable? Eviden-
temente no, ya que ahora, incluso con peores «signos
externos», el chico suele actuar con más autonomía.
Su buena conducta anterior era, en gran parte, fruto
de los hábitos adquiridos por imitación y de las obli-
gaciones aceptadas pasivamente. Ahora, por el contra-
rio, quiere, necesita obrar por convicciones persona-
les, lo que le conduce a replantearse todo su com-
portamiento anterior. Ha elegido un campo de juego
más difícil que antes, y ello se traducirá en la obtención
de peores «resultados». Estos resultados no deben, sin
embargo, inducir a engaño al educador. No son co-
rrientemente signos de retroceso, sino de crecimiento,
de madurez propia de la adolescencia3
.
Sería erróneo, por tanto, creer que la adquisición
de la madurez se produce de pronto al final de la
3
Esta tendencia general a obrar por convicciones perso-
nales no se cumple en todos los casos. Algunos adolescentes
dejan de imitar a sus padres para imitar, de modo irrefle-
xivo, a otras personas o para obrar de acuerdo con las
modas.
44 Gerardo Castillo El significado de la adolescencia 45
adolescencia y que los anos anteriores han sido de pura
y total inmadurez. A partir de los doce años aproxi-
madamente comienza ya el aprendizaje para saber
afrontar la realidad de modo personal. Es verdad que
a lo largo de este proceso de aprendizaje el chico o
la chica denota comportamientos inmaduros, pero
hay que decir que algunos de estos comportamientos
son también necesarios para el desarrollo de la perso-
nalidad. La personalidad se desarrolla no solamente
con los aciertos, los éxitos, los pasos hacia adelante,
sino también con los errores, los fracasos, los pasos
hacia atrás. Muchas veces un paso adelante es sólo
posible tras otros en distintas direcciones. El adoles-
cente madura en la medida que se decide a recorrer
el camino recién descubierto sin «andaderas»: el pro-
greso es más lento y dificultoso, pero también más
efectivo. «El concepto de madurez respecto al ado-
lescente no debe considerarse un estado fijo o el punto
final del proceso de desarrollo. La madurez es un tér-
mino relativo que denota el grado en que, en cual-
quier coyuntura de la vida, una persona descubre y es
capaz de emplear los recursos que se hacen accessibles
a él en el proceso del crecimiento» 4
.
Cada fase del desarrollo tiene, pues, su madurez
propia. La madurez adolescente no tiene el mismo
sentido que la madurez de la infancia o la madurez de
la edad adulta. Por ello, en este mismo capítulo, tras
aclarar el concepto de madurez se estudia la madurez
propia de la adolescencia.
Una breve reflexión sobre la naturaleza del apren-
dizaje nos confirmará el razonamiento anterior. Para
muchos autores el aprendizaje es una modificación
de la conducta que se produce como resultado de
4
JERSILD, A., Op cit., p. 361.
una experiencia. Precisamente por esto se explica
que la situación de aprender se produzca cada vez
que un sujeto necesita afrontar una nueva situa-
ción o resolver un problema en su vida. Ante tal
situación o problema, el individuo trata de encon-
trar unas técnicas nuevas para actuar con éxito.
Si la experiencia es necesaria para todo aprendizaje,
con mucho más motivo habrá que invocarla cuando
—como en el caso del adolescente— el problema
planteado consiste en cómo dirigir la propia vida.
Aquí es más válido que en ninguna otra situación, lo
de que «nadie puede aprender por otro», porque
solamente se aprende a vivir viviendo.
Junto a los comportamientos inmaduros —que pue-
den cumplir, como hemos visto, una función en el
desarrollo de la personalidad— se dan también desde
el inicio de la etapa adolescente comportamientos que
denotan cierta madurez. Normalmente en todos los
niveles de desarrollo del ser se encuentran entremez-
clados los rasgos de uno y otro tipo, por dos razones
importantes entre otras: porque es una ley común-
mente admitida que en el crecimiento —sea físico o
mental— nunca se avanza de forma simultánea en to-
dos sus «frentes» o aspectos; porque un rasgo de in-
madurez solamente queda evidenciado cuando se ha
producido un progreso de algún tipo. Pongamos un
ejemplo: un rasgo de madurez clarísimo que se ob-
serva normalmente alrededor de los catorce o quince
años es la aparición de la reflexión o capacidad que
permite volver al pensamiento sobre sí mismo. Pues
bien, en íntima unión con este logro se encuentra el
subjetivismo o visión de la realidad a través del único
prisma de las necesidades y emociones personales.
Esta visión subjetivista de las cosas lleva al adolescente
46 Gerardo Castillo El significado de la adolescencia 47
a una defensa a ultranza de las propias opiniones, a un
radicalismo en los juicios que raya, en muchas ocasio-
nes, con el fanatismo.
Qué duda cabe que esta falta de realismo solamente
se ha puesto en evidencia con ocasión del ejercicio
de una capacidad nueva. Y qué duda cabe también
que para llegar a ser realista es necesario haberse
dado antes alguna «bofetada» con la realidad.
La defensa tanto del protagonismo del adolescente
a lo largo del proceso de formación como la funciona-
lidad de sus rasgos y comportamientos típicos, no im-
plica ningún planteamiento permisivo de cara a su
educación. Se está aludiendo, en todo caso, a que la
acción educativa sea en esta etapa autoexigencia, es
decir, educación de sí mismo, en vez de simple desarro-
llo de hábitos de comportamiento. La orientación
deberá consistir ante todo en estimular al adolescente
para que sea consecuente con sus nobles ideales y
con las decisiones personales libremente tomadas.
Si la adolescencia es una época de inmadurez que
normalmente —no siempre— deja paulatinamente
de serlo, es conveniente ponernos de acuerdo acerca
de qué es la madurez, en qué consiste conquistarla y
cuáles son los rasgos de inmadurez de los que en prin-
cipio se parte, antes de estudiarla con cierto detalle.
Esto es lo que haremos a continuación.
2. Qué es la madurez
La madurez es el resultado del proceso de mejora
o perfeccionamiento intencional de las distintas fa-
cultades específicas del hombre. De un proceso que
no se reduce a la etapa adolescente, sino que, por el
contrario, dura toda la vida. Cabe hablar en este sen-
tido de madurez física, intelectual, afectiva y social
Prohaska distingue entre maduración y evolución.
La evolución es el desarrollo de las disposiciones natu
rales de acuerdo con las leyes del crecimiento físico y
mental. Este desarrollo tiene unos límites bien preci-
sos en cada individuo, límites que tampoco pueden
ser traspasados con la acción pedagógica. Por el con-
trario, «la posibilidades de maduración, de todo in-
dividuo van mucho más allá de esa frontera —en vir-
tud de un matiz que hace de la persona algo más que
el centro de lo subjetivo. En la esencia de la persona
existe algo más que un yo. Forma parte de ella tam-
bién el tú, y ello no sólo como punto de referencia,
sino como constitutivo propio de su ser... La per-
sona es más que ella misma. Hasta donde hace suyo
ese "más" se extienden los límites de su madurez» 5
.
De acuerdo con este concepto de maduración, la ac-
ción pedagógica consistiría entonces en una invitación
al esfuerzo personal para conseguir la superación inte-
rior de sí mismo.
Ese esfuerzo de superación personal permite ganar
en madurez, entendida por el autor citado como la
orientación de la propia vida según el sentido de su
existencia.
Se puede también entender la madurez como el
resultado de descubrir y desarrollar valores: «los va-
lores son especificaciones del bien, esto es, el ser en
cuanto lo sentimos y apetecemos desde el punto de
vista de su perfección. Son lo perfectivo de cada ente;
aquella cualidad inherente al sujeto que le lanza en
un movimiento de perfección, de superación de limi-
5
PROHASKA, L., El proceso de la maduración en el hombre
Herder, Barcelona, 1973, p. 11.
48 Gerardo Castillo El significado de la adolescencia 49
raciones, que le hace ser un ser de crecer... Los valo-
res son las tendencias impulsoras que incitan al hom-
bre a una constante superación de sus límites» 6
.
El valor es inmanente y trascendente a la vez. «Es
inmanente en la medida en que radica en el ser mismo
del hombre: es una calidad de su naturaleza; es tras-
cendente en la medida en que el hombre jamás se en-
cuentra acabado, sino que tiende continuamente hacia
un más allá que sólo encuentra su término en el Ser
Personal de Dios, Valor Absoluto 7
.
Si la mejora de la persona consiste en un hacer cre-
cer, toda educación es educación de valores. Cabe
distinguir en este sentido entre valores en función de
los cuales el ser humano se define como persona y
valores en función de los cuales esa persona se rea-
liza.
Entre los primeros están, por ejemplo, la individua-
lidad o singularidad, la intimidad, la fidelidad y la
autonomía.
La individualidad o singularidad es un valor al que
ya nos hemos referido utilizando otro nombre: el de
mismidad. Decíamos que es la cualidad de "ser yo
mismo", de ser persona. Se contrapone a la colectivi-
zación, pero no a lo social. No es, por consiguiente,
aislamiento o simple independencia.
La intimidad podría definirse como el espacio inte-
rior que yo consigo para estar conmigo mismo y que
me permite encontrarme. Equivale a "darme cuenta
de mi individualidad"».
La fidelidad es una congruencia perseverante con
las propias convicciones y creencias.
6
CANTISTA, M. J., El valor y su fundamentación ontaló-
gica. Nota técnica. ICE. Universidad de Navarra. 1
Ibidem
La autonomía es un valor que hace que la persona
sea el principio de sus propias acciones. «La máxima
expresión de la autonomía es la capacidad de gobierno
de sí mismo, la capacidad de ser ley de sí mismo, la
posesión y uso efectivo de la libertad» 8
.
Entre los valores que permiten la realización de la
persona se encuentran los morales y los religiosos.
En la madurez, entendida como incorporación de va-
lores, «la meta es distinguirse de los demás como yo
mismo; situarse como persona en libertad y responsa-
bilidad; obtener un juicio propio sobre el mundo y
una situación propia en él; llegar a ser "yo mismo",
para recorrer también el camino hacia los demás
pu-diendo decir "tú", en cuanto que es "yo"» 9
.
Este concepto de madurez como capacidad para ac-
tuar con criterio propio y responsabilidad personal
significa que «la esencia de la madurez es una persona-
lidad responsable y disciplinada, que convierta al ado-
lescente en un adulto y le capacite para tomar de-
cisiones, luchar con los problemas y relacionarse con
los que le rodean de un modo satisfactorio» 10
.
Para una mejor comprensión de la noción de ma-
durez, puede ser útil destacar, entre otros, los siguien-
tes rasgos:
Como signo de madurez mental: la independencia
y objetividad en el juicio; el sentido crítico; la capa-
cidad para adaptarse a nuevas situaciones.
Como expresión de madurez emocional: el auto-
control de las emociones; el saber afrontar los proble-
mas con serenidad; la aceptación de los fracasos; el
8
GARCÍA Hoz, V., Educación personalizada. Rialp,
Ma
drid, 1970, p. 27.9
GUARDINI, R., La aceptación de sí mismo.
Guadarra
ma, S. L., Madrid, 1962, p. 63.
10
SCHNEIDER, A., Op. Cít., p. 58.
50 Gerardo Castillo El significado de la adolescencia 51
ser capaz de respuestas moderadas y aplazadas; el
desarrollo de las capacidades de dar y recibir.
Como manifestación de madurez social: la toleran-
cia con las personas; la capacidad de responder ante
los demás de los propios actos; la disposición para
colaborar en tareas colectivas.
Estos tres aspectos quedan reflejados en esta defi-
nición de madurez: buen juicio o prudencia con que
el hombre se gobierna.
Se podría resumir todo lo expuesto en este epígrafe
diciendo que la madurez es el resultado de ejercitar
la libertad humana entendida como desarrollo de capa-
cidades y superación de limitaciones personales. En
este desarrollo de capacidades es fundamental el auto-
dominio —entendido como señorío de sí— y el ser-
vicio. Autodominio y servicio han de verse, además,
como capacidades interrelacionadas: el dominio de sí
mismo debe estar orientado al servicio de los demás.
La madurez estriba, por tanto, en haber avanzado
en la conquista de la libertad. Se madura en la medi-
da en que se adquiere un grado de libertad aceptable.
Ello implica, a su vez la educación de las virtudes hu-
manas.
3. La inmadurez inicial del adolescente
Para el adolescente puede ser muy provechoso com-
parar la meta a la que debe llegar como resultado del
proceso de maduración con la situación de la que parte.
Así se llegará a conseguir una idea mucho más clara
de cuánta es la distancia que hay que superar y cómo
es el camino a recorrer.
Hemos visto que la madurez que se pretende con-
quistar supone fundamentalmente la superación de sí
mismo, la incorporación de toda una serie de valores
permanentes y el desarrollo de la libertad responsa-
ble. Cabe preguntarse, entonces, hasta qué punto el
adolescente se encuentra alejado de estos objetivos en
las fases iniciales de su camino. Con ello no pretende-
mos generalizar. Ya sabemos que cada caso presenta
características propias, diferenciales. Solamente inten-
tamos destacar aquellos rasgos reveladores de inmadu-
rez que suelen ser comunes a todos los individuos
(aun cuando, por otra parte, no se cumplan exacta-
mente en todos).
Veamos, en primer lugar, algunos rasgos que guar-
dan relación con la forma de entender y vivir la li-
bertad.
Es bien conocido el gran celo que desde el inicio
de la adolescencia ponen tanto los chicos como las chi-
cas en la defensa de su «libertad», hasta el punto de
que suele ser el tema que origina más dificultades en
las relaciones entre padres e hijos adolescentes. He
aquí una muestra: «los padres tienen la manía de
obligarnos a vivir nuestra vida como a ellos les gusta
y no tienen derecho. Somos libres, libres de hacer lo
que queramos. Ellos sólo tienen derecho a avisarnos,
advertirnos, explicarnos lo malo y lo bueno que puede
pasar, pero deben dejarnos libres. Únicamente nos
pueden prohibir cuando somos pequeños, cuando no
comprendemos, pero nada más...»
En este párrafo se advierte perfectamente cómo
cuando los adolescentes piden libertad, lo que desean
muchas veces es simple independencia. Algunas nor-
mas de conducta suelen tener para ellos el sentido
peyorativo que actualmente se da a los «tabús». El
educador —-padres o profesor— quedaría limitado a
11
Cfr. OF-97, ya cit., p. 2.
Gerardo Castillo
un mero avisador y consejero que no debe exigir,
prohibir, corregir ni sancionar.
La libertad queda reducida, pues, a independencia.
Pero no se trata, en principio, de la independencia
que consiste en pensar, decidir y actuar por sí mismo
(que supone ya un importante progreso), sino del mero
rechazo de las influencias que llegan del exterior. Es
una independencia reducida, a su vez, al rechazo de
la dependencia de los adultos. «En el niño la autoridad
de los padres y educadores se halla completamente
intacta... En el hombre que está madurando, la
situación psicológica es esencialmente distinta: se
siente inclinado, por un impulso ciego, a no reconocer
a cualquier "no yo" el derecho o inmiscuirse en su
mundo» 12
.
El adolescente entiende la libertad únicamente como
ausencia de limitaciones o condicionamientos externos.
Por eso, aun en las situaciones de mayor permisivi-
dad, seguirá diciendo que no es libre. No ha descu-
bierto todavía que la libertad, toda libertad, es condi-
cionada. Tampoco ha descubierto que los mayores con-
dicionamientos de su libertad son las propias limita-
ciones personales internas: la ignorancia, la pereza, la
falta de iniciativa, el egoísmo, la inconstancia, el pesi-
mismo, etc. Si a todo esto se le añade la inestabili-
dad afectiva, el sentimiento de inseguridad y la debili-
dad de la voluntad, se comprenderá perfectamente su
escaso autodominio (que es una capacidad fundamen-
tal para el desarrollo de la libertad personal).
Del mismo modo es también importante pregun-
tarse cómo entiende y cómo vive el adolescente otra
dimensión básica de la libertad: la responsabilidad.
De acuerdo con lo dicho más atrás, el adolescente
12
VALLENSTEIN, A., Op. cit., p. 213.
El significado de la adolescencia "53
tiende más a responder de sus acciones ante sí mismo
que ante otras personas. Por otra parte, le es suma-
mente difícil adoptar decisiones y, sobre todo, aceptar
sus consecuencias. Al lado de estos rasgos habría que
poner el de estar mucho más pendiente de sus dere-
chos que de sus deberes y la pretensión a culpar a
los demás de sus propios errores (extrapunitivismo).
Intimamente relacionada con esta inmadurez para
vivir una libertad responsable está la falta de conso-
lidación de la voluntad. En la adolescencia inicial se
da un querer puramente funcional que no tiende a
fines conocidos con claridad. El púber no se conduce
por motivos racionales, sino que «quiere porque quie-
re». Se trata de un puro ejercitar la voluntad.
Junto a la maduración de la capacidad para el razo-
namiento y para el pensamiento crítico surgen, en el
comienzo de la adolescencia, una serie de rasgos es-
tructurales que denotan inmadurez intelectual, como,
por ejemplo, el radicalismo en los juicios (al que ya
se ha aludido) y la ausencia de matices (que lleva a
moverse únicamente entre puntos extremos: lo que
no es blanco es negro y viceversa). Estas actitudes son
consecuencia tanto de la escasa experiencia práctica de
la vida como de la carga emocional que suele acom-
pañar a sus acciones.
Existe otro síntoma de inmadurez no común a todos
los adolescentes, que tiene que ver, por una parte, con
la capacidad para la relación social y, por otra, con la
forma de vivir el valor de la individualidad o singu-
laridad. Algunos adolescentes huyen en principio de
la convivencia social con los mayores porque se sienten
inseguros en ella y se refugian, unas veces, en el aisla-
miento, y otras, en la banda o pandilla formada por
sus iguales. La relación que se establece en estas pan-
dillas es de simple camaradería (la amistad vendrá
52
54 Gerardo Castillo El significado de la adolescencia 55
más tarde). En el seno de estos grupos reducidos, la
personalidad individual queda supeditada a los inte-
reses de la vida en común, dándose así con frecuen-
cia el conocido fenómeno del «gregarismo».
4. En qué consiste la conquista de la madurez-
Tras definir el punto de llegada —la madurez— y
describir el punto de partida —la inmadurez— parece
necesario aludir también de alguna forma a las activi-
dades que deben ser realizadas para alcanzar la meta
propuesta.
La madurez no es algo que se reciba ni se encuen-
tre de forma inesperada o gratuita. Se trata, por el
contrario, de una progresiva y costosa conquista per-
sonal en la que nadie puede sustituir a otro.
Sin duda, la tarea fundamental es la de saber des-
cubrir y querer incorporar a la propia conducta un
orden de valores permanentes. Estos valores «se apo-
yan en su validez intrínseca y no en la fidelidad a
personas concretas, modas y corrientes de opinión» B
.
Para Platón, el hombre es un ser que se encuentra
entre Dios y el animal, llamado a recorrer un camino
hacia la perfección. Esto sólo es posible «cuando per-
cibe las posibilidades humanas en la dirección del
bien» 14
. El desarrollo de tales posibilidades supone,
en palabras de Prohaska citadas más atrás, dirigir la
propia vida orientándola «según el sentido de su exis-
tencia».
Todo esto, naturalmente, requiere un esfuerzo y una
autodisciplina perseverante. Esfuerzo en el descu-
13
CARRASCO DE LA PAULA, J. I., «Adolescencia y
juven
tud», en Gran Enciclopedia Ríalp. Tomo II, p. 242.14
PLATÓN, Tinaco, cit. por Prohaska en Op. cit., p.
47.
brimiento y en la interiorización de valores (transfor-
mándolos así en motivos para la voluntad); autodis-
ciplina para que tales valores rijan, de hecho, la pro-
pia conducta, tal como lo hemos expuesto. Este es-
fuerzo para acercarse a la perfección descansa, en últi-
ma instancia, en el amor: «el hombre experimenta en
sí mismo que es incompleto, un ser que necesita eter-
namente completarse... Cuando el eje es puesto por el
hombre... la madurez es una madurez del conocimien-
to. Cuando se considera el hombre en su relación
exis-tencial a sí mismo, a sus semejantes y a Dios,
la madurez se realiza como una madurez en el amor»
a
.
Sobre la base de una escala de valores que le per-
mita interpretar los acontecimientos y dar un sentido
y una orientación a su vida, el adolescente podrá llevar
a cabo toda una serie de tareas complementarias para
ganar en madurez. Estas tareas suponen la realización
de algunos aprendizajes orientados hacia el desarrollo
efectivo de la libertad responsable.
El adolescente debe aprender en primer lugar a
aceptar responsabilidades. Para ello necesita saber que
«responsabilidad no sólo significa responder ante uno
mismo. Responsabilidad significa también responder,
dar respuesta a la llamada de otro... Ser responsable
significa tener que rendir cuentas y no sólo aguantar
las consecuencias de la propia actuación» 16
. Después
debe aprender a asumir las consecuencias tanto de las
decisiones que tome como de las que acepte. Ello im-
plica, a su vez, aprender a tomar decisiones persona-
les y a responsabilizarse de ellas.
Cabe distinguir tres formas de decidir según la zona
de autonomía que tenga cada persona: la que se lle-
15
PROHASKA, L., Op. cit., p. 60.
16
LXiRR, O., La obediencia del niño. Herder,
Barcelona,
1968, pp. 37-38.
56 Gerardo Castillo El significado de la adolescencia 57
va a cabo sin informar a nadie, la que se realiza
informando a alguien (por ejemplo, a los padres) y
la que se produce tras una consulta previa 1?
. Rela-
cionado con esto, es conveniente que los chicos tengan
criterio para saber qué forma de decidir deben seguir
en las diferentes situaciones.
Para aprender a tomar decisiones es importante co-
nocer con cierta objetividad el problema sobre el que
se decide y ser consciente de las consecuencias que se
derivan de cada alternativa. Asimismo es fundamental
tener ocasiones frecuentes para decidir. Normalmente,
más que de provocar o crear estas situaciones se tra-
tará de aprovechar las que ya existen.
Muy relacionado con la aceptación de responsabi-
lidades y la toma de decisiones se encuentra el apren-
der a afrontar la realidad. Este objetivo es básico en
la adolescencia debido a la visión exageradamente
idealista de la vida que se tiene en esta época. Se al-
canzará en la medida en que el adolescente acierte a
ver las cosas como son y deje de verlas como quisiera
que fuesen. Ello exige tanto aprender a ver y pensar
de forma objetiva como aumentar la experiencia vital.
Ser realista requiere también un conocimiento ob-
jetivo de la propia realidad personal: el adolescente debe
aprender a verse tal como es, con sus posibilidades y
con sus limitaciones. Detrás del conocimiento vendrá
la aceptación de sí mismo: «he de querer ser el que
soy: querer ser yo realmente, y sólo yo. Debo ponerme
en mi yo, tal como es, asumiendo la tarea que con
eso me está propuesta en el mundo... Ese es el
principio y el fin de toda sabiduría. La renuncia a la
soberbia. La fidelidad a lo real... Hemos de ejer-
17
Cfr. ISAACS, D., Op. cit., p. 184.
citar la crítica contra nosotros mismos, pero con lealtad
hacia lo que Dios ha puesto en nosotros» '". Estas
recomendaciones valen para cualquier edad, pero son
especialmente importantes cuando se produce el des-
cubrimiento del yo. Aceptarse a sí mismo es impres-
cindible para avanzar en el camino de la mejora
personal.
Citaremos, por último, la necesidad de aprender
a convivir con los demás. Capacidad que supone ser
capaz de establecer y mantener unas sanas relaciones
interpersonales: «La realización de la madurez exige
que el adolescente sepa combinar su independencia
recién conquistada y en evolución con una continua
dependencia de los padres y hermanos. No puede dejar
que un enfado o enemistad pasajera destruya los víncu-
los de amor. La persona madura es aquella que ama
a los demás y reconoce su dependencia de otras
personas, aun cuando al mismo tiempo conserve con
orgullo su independencia e individualidad personal» ".
5. Las fases en la búsqueda de la madurez
Veíamos al comienzo del capítulo, cómo entre un
adolescente de doce o trece años y otro de veinte o
veintiuno existe una considerable distancia. El primero
es todavía un niño, el segundo es ya prácticamente
un adulto. Este dato nos hace ver claramente el error
que se comete cuando, con excesivo afán simplificador,
se estudia la adolescencia sin considerar sus distintas
fases o edades.
18
GUARDINI, A., Op. cit., pp. 22, 29 y 31.
19
SCHNEIDERS, A., Op. Ctt., p. 69.
58 Gerardo Castillo El significado de la adolescencia 59
En este estudio distinguiremos tres fases o momen-
tos de la maduración del adolescente: pubertad o ado-
lescencia inicial, que se extiende desde los once a los
trece años en las chicas y de los doce a los catorce
años en los chicos; adolescencia media (trece a die-
ciséis años en las chicas; catorce a diecisiete años en
los chicos); adolescencia superior (dieciséis a veinte
años en las chicas; diecisiete a veintiuno en los chicos).
Las edades señaladas pueden variar de unos casos
a otros; solamente tienen un valor orientativo. Hay
que llamar la atención además, acerca del hecho de
que las mujeres empiezan y terminan el período ado-
lescente un año antes que los hombres.
La pubertad es solamente una fase de arranque que
hace posible el paso de la niñez a la adolescencia pro-
piamente dicha. El púber no rompe totalmente con el
pasado. Podríamos decir, en este sentido, que es un
niño que está empezando a dejar de serlo.
El proceso comienza con la maduración de toda una
serie de capacidades físicas y psíquicas que tiene gran
repercusión sobre el funcionamiento del sistema ner-
vioso. Ante estos cambios que se producen en su
cuerpo y en su forma de ser, el púber se siente ad-
mirado y sorprendido. No comprende qué es lo que
está sucediendo, qué sentido tiene, por qué y para qué
ocurre. En realidad cambia sin tomar parte activa en
el proceso.
El rasgo más significativo es el nacimiento de la
intimidad o «despertar del yo». Este paso es el pri-
mero —y también el más necesario— para el logro
de una personalidad independiente. El púber se da
cuenta de que es distinto de los demás, y este descubri-
miento hará que se tambalee la inconsciente seguridad
en sí mismo que tenía en la infancia. Conoce por
primera vez sus limitaciones y debilidades y se siente
solo e indefenso ante ellas. Surgen así los primeros
secretos e intimidades.
Es una fase de inestabilidad motriz y afectiva, y
de gran sensibilidad (orientada hacia la protección de
sí mismo), hasta el punto de que algunos autores la
denominan «la edad ingrata». Pero, a pesar de ello
se trata todavía de una época de relativa tranquilidad.
En la adolescencia media se produce la ruptura defi-
nitiva con la infancia y la búsqueda de nuevas formas
de comportamiento. Del «despertar del yo» se pasa
al «descubrimiento consciente del yo». El muchacho
«se va conociendo, profundiza en sí mismo, y comien-
za a reflexionar personalmente, a sentirse alguien y
a quererlo ser cada vez más» 20
. El análisis de sí mismo
será el punto de partida para el redescubrimiento y
crítica del mundo que le rodea. No se limita ya, como
en la fase anterior, a contemplar admirativamente los
cambios que experimenta o a reaccionar instintiva-
mente, sino que se interroga acerca de ellos. Quiere
descubrir el sentido que tienen y llegar, además, a
una toma de posición personal ante la vida.
Si la pubertad era fundamentalmente una crisis de
tipo biológico que repercutía en el desarrollo mental
ocasionando solamente una inquietud («la inquietud
de la pubertad», la llama Debesse) la adolescencia
media es una crisis interna o de la personalidad. La
inestabilidad afectiva de la fase anterior se convierte
ahora en inconformismo y agresividad. Es «la edad
de las impertinencias o fase negativa», porque «duran-
te ella el joven parece negar cuanto hay de razonable
y elevado y hallarse en camino de retroceso» 2I
.
20
CRUCHON, G., Op. cit., p. 61.
21
VALLENSTEIN, A., Op. cit., p. 237.
60 Gerardo Castillo El significado de la adolescencia 61
Estas actitudes son originadas sin duda por la frus-
tración de no poderse valer.
En la adolescencia superior suele recobrarse el equi-
librio perdido en las dos fases anteriores. Es un pe-
ríodo de calma en el que se recoge el fruto de lo
que se ha sembrado antes. El adolescente comienza
a comprenderse y encontrarse a sí mismo y se siente
ya integrado en el mundo en que vive. La evolución
es ahora menor y más lenta pero puede, en cambio,
prolongarse durante mucho más tiempo (especialmen-
te si el muchacho recibe influencias negativas del am-
biente).
Evidentemente, la distinción entre la segunda y ter-
cera fase está más clara que entre la primera y la
segunda. «Mientras que la tercera fase se caracteriza
claramente por la importancia dada a los valores mora-
les y espirituales y por la elaboración consciente de
una cierta concepción de la vida, la primera y la se-
gunda difirien más bien en la intensidad de las reper-
cusiones del crecimiento físico y la sexualidad sobre
las actitudes y la conducta» n
.
El adolescente ha pasado del negativismo a la afir-
mación positiva de sí mismo. Predomina en él ahora
el afán de comprender y ser comprendido. Por ello se
podría definir esta fase como el «despertar del yo
mejor». Es la época de tomar decisiones y del sentido
de la responsabilidad ante el propio futuro que lleva
a trazarse un plan de vida. Es también la época de la
entrega apasionada e ideales nobles. «La imagen su-
blime del ideal se convierte en la gran palanca de su
vida» a
.
Tras considerar el significado de las tres fases o
edades de la adolescencia y la relación que existe entre
las mismas, nos vamos a ocupar a continuación del
estudio pormenorizado de cada una de ellas. Este
estudio consistirá, en primer lugar, en la descripción
de los principales rasgos que la caracterizan, para pasar
luego a señalar algunas posibilidades y dificultades
de maduración. Destacaremos, por último, algunas
posibles ayudas positivas en relación con la mejora
personal.
22
CRUCHON, G., Op. cit., p. 63.
23
VALLENSTEIN, A., Op. cit., 253.
Segunda parte:
Etapas en la adolescencia
«de siempre»
III.
La pubertad o adolescencia inicial
1. Rasgos estructurales o comunes
El desarrollo físico tiene una importancia fundamen-
tal en la pubertad porque este período es, ante todo,
un fenómeno de maduración anatómico-fisiológica en
el que se ponen las bases para la transformación del
organismo infantil en un organismo adulto. Esta trans-
formación se observa especialmente en el aumento de
estatura y en la aparición de los caracteres sexuales
primarios y secundarios. La aparición de estos carac-
teres es signo inequívoco de que se está produciendo
la maduración sexual o aptitud para la procreación.
El crecimiento corporal comienza de forma brusca
y siguiendo un ritmo diferente para cada órgano,
produciéndose así una desarmonía de las proporciones
(suelen crecer mucho, por ejemplo, las piernas; de ahí
viene la expresión referida a los adolescentes de «patas
de cigüeña»); el peso aumenta casi como única conse-
cuencia del crecimiento en estatura, puesto que
inicial-mente apenas se incrementa el grosor del
organismo. A lo largo de la adolescencia se irán
alternando fases de «estiramiento» con fases de
«ensanche».
En la maduración mental se observa, junto a un
desarrollo de la capacidad para el pensamiento abs-
tracto, cierta sistematización de las ideas. Los senti-
66 Gerardo Castillo Las etapas en la adolescencia 67
mientos y la imaginación influyen de un modo especial
sobre la vida mental, lo que contribuye al cambio y
versatibilidad de intereses y opiniones. Estos intereses
responden menos a una curiosidad intelectual que a
la avidez de experiencia.
La intensa vida afectiva de esta fase se manifiesta
más hacia fuera que hacia dentro. El púber es víctima
de un desequilibrio emocional que se refleja en la sen-
sibilidad exagerada y el carácter irritable (en el que
coexisten rasgos de agresividad junto a rasgos de ti-
midez y ternura).
Una característica importante en la evolución de la
afectividad es la disociación que se observa entre im-
pulso sexual y sentimiento amoroso. La atracción fí-
sica coexiste junto al amor platónico sin producirse
una integración de ambos.
Con respecto a la maduración social, el rasgo más
llamativo es la pertenencia al grupo de compañeros
de estudio o de «camaradas».
2. Rasgos no comunes
El crecimiento rápido e inarmónico origina en algu-
nos casos cierta inestabilidad motriz que puede tra-
ducirse en torpeza de movimientos. El púber extra-
ña su nuevo cuerpo y le resulta difícil y molesto
habitar en él. Es consciente, además, de su
coyun-tural falta de atractivo físico (desgarbado, voz
desagradable...).
En algunos adolescentes, la crisis biológica repercute
de forma más fuerte de lo normal en la vida mental.
En estos casos se muestran como ensimismados (más
como una actitud de perplejidad y protección del yo
que por un interés reflexivo). La forma habitual de
pensar es ahora el ensueño: el soñar despierto.
El sentimiento de inseguridad le mueve en ocasiones
a refugiarse en un mundo de ficción. Esta evasión es
un mecanismo de defensa que puede perturbar el
desarrollo del pensamiento abstracto.
En el aspecto afectivo cabe señalar las excentricida-
des, que son tanto un medio para llamar la atención
de los demás, para hacerse notar, como un intento de
dominar de algún modo el mundo externo. Junto a
esto se advierte también en algunos adolescentes una
acusada tendencia a los secretos e intimidades y cierta
frialdad hacia lo estético.
Con relación a la vida social hay que decir que
algunos púberes encuentran una dificultad especial para
sintonizar con el mundo de los adultos. No se sienten
seguros en este medio, refugiándose unas veces en
el aislamiento y otras en el grupo de camaradas.
Como por otra parte se encuentran en la frontera entre
la infancia y la adolescencia, suelen rechazar a quienes
tienen un año menos por «niños», mientras ellos
mismos son rechazados por quienes tienen un año o
dos más por idénticas causas (estos últimos no los
aceptan en sus «guateques», por ejemplo).
3. Posibilidades y dificultades de
maduración en relación con los rasgos
estructurales
Consideramos como «posibilidades de maduración»
el desarollo de ciertas capacidades y actitudes que,
aunque todavía incipientes, juegan un papel importante
en el proceso de mejora personal. Llamamos «dificul-
tades de maduración» a aquellos obstáculos, internos
o externos al adolescente que se interponen en el
citado proceso de mejora. Tanto las posibilidades
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0 2529 los-adolescentes_y_sus_problemas

  • 1. El motivo principal que me impulsó a escribir este libro fue el de intentar prestar una ayuda a los padres en el logro de un objetivo que debe tener principal importancia para ellos: conocer mejor a sus hijos adolescentes. Esta pretensión mía requiere una explicación acerca del por qué y del para qué de este conocimiento. Los adolescentes y sus problemas Conocer a los hijos permite entender su comportamiento: poder distinguir, por ejemplo, lo que es ocasional y variable de lo que es habitual o relativamente permanente en su forma de actuar; por diferenciar la expresión o manifestación externa de una conducta de la intención de la persona. Un mismo comportamiento puede responder a motivaciones diferentes, puede tener un distinto significado en cada hijo y en cada momento o situación. Las razones anteriormente expuestas serían suficientes para explicarnos por qué el tema de la adolescencia está hoy de moda. Padres, orientadores familiares y educadores en general deben de hacerse cargo de la trascendencia que la etapa adolescente tiene hoy en día, preparando a los hijos desde la infancia para que puedan afrontar esta crisis con un mínimo de garantía y evitando así los numerosos riesgos que las acechan. La labor preventiva en relación con las influen- cias negativas del ambiente es hoy más necesaria que nunca. ISBN 170470021-0 CO CT3 MinosIII MILENIO EDITORES 9ll789704llr00218l GerardoCastillo
  • 2. GERARDO CASTILLO LOS ADOLESCENTES Y SUS PROBLEMAS MinosIII MILENIO EDITORES
  • 3. I Primera edición castellana: 1978 Pimera edición mexicana: 1984 Décimoprimera edición mexicana: 1994 Décimosegunda edición mexicana: 2006 Diseño de portada: María Magdalena Alvarez DERECHOS RESERVADOS © 1978 Ediciones Universidad de Navarra Pamplona, España. © 2006 Minos Tercer Milenio, S.A. de C.V. Augusto Rodin No.276 Col. Noche Buena 03720 México, D.F. Teléfonos: 5615-9359 / 5615-6662 5615-5890 Fax: 5615-3467 servicioalcliente@minostercermilenio.com A Julina, mi mujer, que con su comprensión hizo posible que pu- diera ser escrito este libro. ISBN 970-47-0021-0 Impreso en México Printed in México
  • 4. índice INTRODUCCIÓN 13 Primera parte EL SIGNIFICADO DE LA ADOLESCENCIA I. EL CÓMO Y EL POR QUE DE LA ADOLESCENCIA ... 27 1. Los padres ante la crisis adolescente ....... 27 2. El descubrimiento del propio yo ............. 31 3. La evolución de la tendencia de autoafirma- ción ................................................................... 34 4. El binomio autoafirmación-inseguridad y el impulso hacia la madurez ............................... 36 II. LA BÚSQUEDA DE LA MADUREZ .................................... 41 1. La adolescencia: época de inmadurez en bus ca de la madurez ............................................ 41 2. Qué es la madurez ........................................... 46 3. La inmadurez inicial del adolescente ... 50 4. En qué consiste la conquista de la madurez 54 5. Las fases en la búsqueda de la madurez ... 57 Segunda parte LAS ETAPAS EN LA ADOLESCENCIA «DE SIEMPRE» III. LA PUBERTAD O ADOLESCENCIA INICIAI............. 65 1. Rasgos estructurales o comunes .................... 65 2. Rasgos no comunes ........................................... 66 3. Posibilidades y dificultades de maduración en relación con los rasgos estructurales .............. 67 4. Ayudas positivas ............................................ 71
  • 5. ÍV. LAADOLESCENCIA MEDIA .......................................... 1. Rasgos estructurales o comunes ............... 2. Rasgos no comunes ..................................... 3. Posibilidades y dificultades de maduración 4. Ayudas positivas ....................................... V. LAADOLESCENCIA SUPERIOR .................................. 1. Rasgos estructurales o comunes .................... 2. Rasgos no comunes........................................... 3. Posibilidades y dificultades de maduración en relación con los rasgos estructurales 4. Ayudas positivas............................................... Tercera parte ALGUNAS CARACTERÍSTICAS ESPECIFICAS DE LA ADOLESCENCIA ACTUAL LA ADOLESCENCIA, CRISIS PROLONGADA 1. La precocidad en el desarrollo físico 2. El retraso de la edad adulta VIL EL AUMENTO DE LA DISTANCIA ENTRE LAS GENERAC I O N E S . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1. La conciencia de grupo frente a los adultos. 2. La influencia de los medios modernos de in f o r m ac i ón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3. La repercusión de ciertos cambios sociales ... Cuarta parte TRES PROBLEMAS FRECUENTES EN LA ADOLESCENCIA VIII. LA REBELDÍA ...................v ............................................. 117 1. Naturaleza de la rebeldía juvenil ............. 117 2. Tipos de rebeldía y sus causas .................... 119 3. Algunas orientaciones educativas ..................... 127 IX. LAS FUGAS DEL HOGAR.......................................................... 133 1. Significado y características de las fugas en la adolescencia........................................................ 133 2. Tipos de fugas .................................................. 135 3. Causas frecuentes de las fugas ..................... 136 4. Cómo prevenir las fugas de los adolescentes. 138 X. LA TIMIDEZ Y EL SENTIMIENTO DE INFERIORIDAD. 143 1. Qué es la timidez ............................................. 143 2. La timidez y el sentimiento de inferioridad. 146 3. Causas frecuentes del sentimiento de inferio ridad en la adolescencia ................................. 150 4. Cómo prevenir y cómo superar la timidez del adolescente .....'. ............................................... 152 Quinta parte CINCO SITUACIONES QUE REQUIEREN ORIENTACIÓN XI. EL ESTUDIO...................................................................... 159 1. El riesgo de la disminución del rendimiento escolar en la adolescencia y sus causas fre cuentes ... —.................................................. 160 2. Algunas orientaciones en relación con este tema ................................................................... 164 3. El abandono prematuro de los estudios; po sibles causas y soluciones................................. 168 XII. LA ELECCIÓN VOCACIONAL.......................................... 173 1. El riesgo de una errónea elección vocacional en la adolescencia y sus posibles consecuen cias .................................................................... 173 2. Sentido de la orientación profesional en la adolescencia ....................................................... 175 3. Algunas orientaciones educativas..................... 178 XIII. EL TIEMPO LIBRE ................................................................ 183 1. Qué es el tiempo libre ..................................... 183 2. Necesidad de una educación para el uso del tiempo libre....................................................... 186 3. Significado del tiempo libre en la adolescen cia ..................................................................... 187 4. Cómo ven y cómo utilizan su tiempo libre los adolescentes ....................................................... 192 5. Problemas que plantea la utilización del tiem po libre en la adolescencia ........................... 193 6. Algunas orientaciones educativas ........... 195 XIV. EL USO DEL DINERO............................... ......................... 201 1. El dinero en la adolescencia: posibles proble mas ................................................................... 201 2. Algunas orientaciones educativas..................... 204 77 77 80 82 84 89 89 92 92 94 VI. 101 103 105 107 107 108 110
  • 6. XV. ELTRABAJO ............................................................. 1. El porqué del trabajo profesional del estu- diante ............................................... ........ 2. Riesgos y dificultades de la situación estudio- trabajo ........................................................... 3. Algunas orientaciones ................................... RESUMEN BIBLIOGRAFÍA 211 213 214 216 221 231 Introducción El motivo principal que me impulsó a escribir este libro fue el de intentar prestar una ayuda a los padres en el logro de un objetivo que debe tener primordial importancia para ellos: conocer mejor a sus hijos ado- lescentes. Esta pretensión mía requiere una explica- ción acerca del por qué y del para qué de ese cono- cimiento. Conocer a los hijos permite entender su compor- tamiento: poder distinguir, por ejemplo, lo que es ocasional y variable de lo que es habitual o relati- vamente permanente en su forma de actuar; poder diferenciar la expresión o manifestación externa de una conducta de la intención de la persona. Un mis- mo comportamiento puede responder a motivaciones diferentes, puede tener distinto significado en cada hijo y en cada momento o situación. Conocer a los hijos es, por otra parte, condición indispensable para que la educación tenga sentido. El proceso de mejora de su formación debe per- seguir objetivos adecuados para cada persona (aten- diendo a sus posibilidades y limitaciones, a sus nece- sidades propias). No sirven los mismos objetivos para todos los hijos porque éstos son siempre diferentes. Sólo cuando se parte de un conocimiento, aunque sea relativo, de cada hijo, se está en condiciones de
  • 7. 14 Gerardo Castillo Introducción 15 poder comprobar si se da o no algún progreso en su proceso de mejora y en qué cuantía; así se puede, ndcmás. adecuar la exigencia y orientación a las posibilidades de la persona. En cambio, cuando se influye sobre el hijo sin partir de un conocimiento previo es imposible establecer objetivos de mejora válidos y realistas; no se sabe que se está consiguiendo y, en definitiva, no se le está orientando (la tarea de orientar supone contar siempre con las caracte- rísticas personales del orientado). La ayuda que ofrece el educador debe ir precedida del conocimiento y acep- tación de la persona sí no se quiere que su labor caiga en el vacío. Cada hijo es lo que es en función de tres factores diferenciales; sexo, edad o grado de maduración y personalidad. Cada hijo es no sólo diferente del adulto {cuantitativa y cualitativamente), sino también diferente de los demás chicos de la misma edad y dife- rente de sí mismo a lo largo de las sucesivas edades. Estas diferencias cobran especial relieve en una fase altamente significativa de su desarrollo: la adolescen- cia. En este momento, el hijo, además de ser diferente, descubre por primera vez que lo es (nacimiento de la intimidad) y está virtualrnente interesado en serlo cada vez más. La adolescencia es, ante todo, una crisis de originalidad. El significado profundo de ¡a adolescencia ha sido descubierto en una época relativamente reciente: «la adolescencia ha sido hasta hace poco la cenicienta de las etapas de la vida, la desgraciada Polonia situada entre dos países poderosos... No es una infancia que se agosta ni un mero embrión de edad adulta, sino una etapa con ser y valor plenos... No es una fase más de la existencia, sino una realidad total y com- pleja, un mundo» '. En ella se hace posible el descu- brimiento de los seres (de uno mismo y de los demás) y la ampliación del horizonte individual. De alguna manera puede decirse que toda la educa- ción es educación de adolescentes, en cuanto que el co- nocimiento de la adolescencia sirve también para orientar a hijos que serán adolescentes y a adultos con fijaciones adolescentes. Cuando Debesse, dirigiéndose a los padres, dice: «tenéis más de un adolescente en vuestro hogar», está aludiendo sin duda al hecho de que no hay una separación radical entre la tercera infancia (7 a 10 años aproximadamente! y la pubertad. Muchos hijos están ya viviendo la pubertad en la tercera infancia. Incluso la segunda infancia (3 a 7 años) ofrece curiosas analogías con la pubertad (irritabilidad y terquedad como autoafirmación). Henty Wallon ha encontrado en la segunda infancia la primera expresión del sentido de personalidad. Pero sí la adolescencia empieza mucho antes, de lo que suele creerse, termina también mucho des- pués de lo que a primera vista parece: «una razón importante para el estudio de la adolescencia puede ser el deseo de aprender algo acerca de uno mismo: queda en todos nosotros mucho de la adolescencia, sean cuales fueran los años que tengamos. Todo cuanto ayuda a alguien a enfrentarse con el adoles- cente que fue, le proporcionará una mejor compren- sión sobre la clase de persona que es ahora» 2 . Se da, de hecho, una prolongación de la adolescencia en edades adultas, tanto en lo que tiene de posibilidad como en lo que tiene de limitación. En este último 1 DEBESSE, M., La adolescencia. Ed. Vergara, Barcelona, 1962, pp. 9 y 21.2 JEREILD, T. A., Psicología ¿e la adolescencia. Ed. Agui- !ar. Madrid. 1965, p. 4.
  • 8. GERARDO CASTILLO LOS ADOLESCENTES Y SUS PROBLEMAS MinosIII MILENIO EDITORES
  • 9. I Primera edición castellana: 1978 Pimera edición mexicana: 1984 Décimoprimera edición mexicana: 1994 Décimosegunda edición mexicana: 2006 Diseño de portada: María Magdalena Alvarez DERECHOS RESERVADOS © 1978 Ediciones Universidad de Navarra Pamplona, España. © 2006 Minos Tercer Milenio, S.A. de C.V. Augusto Rodin No.276 Col. Noche Buena 03720 México, D.F. Teléfonos: 5615-9359 / 5615-6662 5615-5890 Fax: 5615-3467 servicioalcliente@minostercermilenio.com A Julina, mi mujer, que con su comprensión hizo posible que pu- diera ser escrito este libro. ISBN 970-47-0021-0 Impreso en México Printed in México
  • 10. índice INTRODUCCIÓN 13 Primera parte EL SIGNIFICADO DE LA ADOLESCENCIA I. EL CÓMO Y EL POR QUE DE LA ADOLESCENCIA ... 27 1. Los padres ante la crisis adolescente ....... 27 2. El descubrimiento del propio yo ............. 31 3. La evolución de la tendencia de autoafirma- ción ................................................................... 34 4. El binomio autoafirmación-inseguridad y el impulso hacia la madurez ............................... 36 II. LA BÚSQUEDA DE LA MADUREZ .................................... 41 1. La adolescencia: época de inmadurez en bus ca de la madurez ............................................ 41 2. Qué es la madurez ........................................... 46 3. La inmadurez inicial del adolescente ... 50 4. En qué consiste la conquista de la madurez 54 5. Las fases en la búsqueda de la madurez ... 57 Segunda parte LAS ETAPAS EN LA ADOLESCENCIA «DE SIEMPRE» III. LA PUBERTAD O ADOLESCENCIA INICIAI............. 65 1. Rasgos estructurales o comunes .................... 65 2. Rasgos no comunes ........................................... 66 3. Posibilidades y dificultades de maduración en relación con los rasgos estructurales .............. 67 4. Ayudas positivas ............................................ 71
  • 11. ÍV. LAADOLESCENCIA MEDIA .......................................... 1. Rasgos estructurales o comunes ............... 2. Rasgos no comunes ..................................... 3. Posibilidades y dificultades de maduración 4. Ayudas positivas ....................................... V. LAADOLESCENCIA SUPERIOR .................................. 1. Rasgos estructurales o comunes .................... 2. Rasgos no comunes........................................... 3. Posibilidades y dificultades de maduración en relación con los rasgos estructurales 4. Ayudas positivas............................................... Tercera parte ALGUNAS CARACTERÍSTICAS ESPECIFICAS DE LA ADOLESCENCIA ACTUAL LA ADOLESCENCIA, CRISIS PROLONGADA 1. La precocidad en el desarrollo físico 2. El retraso de la edad adulta VIL EL AUMENTO DE LA DISTANCIA ENTRE LAS GENERAC I O N E S . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1. La conciencia de grupo frente a los adultos. 2. La influencia de los medios modernos de in f o r m ac i ón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3. La repercusión de ciertos cambios sociales ... Cuarta parte TRES PROBLEMAS FRECUENTES EN LA ADOLESCENCIA VIII. LA REBELDÍA ...................v ............................................. 117 1. Naturaleza de la rebeldía juvenil ............. 117 2. Tipos de rebeldía y sus causas .................... 119 3. Algunas orientaciones educativas ..................... 127 IX. LAS FUGAS DEL HOGAR.......................................................... 133 1. Significado y características de las fugas en la adolescencia........................................................ 133 2. Tipos de fugas .................................................. 135 3. Causas frecuentes de las fugas ..................... 136 4. Cómo prevenir las fugas de los adolescentes. 138 X. LA TIMIDEZ Y EL SENTIMIENTO DE INFERIORIDAD. 143 1. Qué es la timidez ............................................. 143 2. La timidez y el sentimiento de inferioridad. 146 3. Causas frecuentes del sentimiento de inferio ridad en la adolescencia ................................. 150 4. Cómo prevenir y cómo superar la timidez del adolescente .....'. ............................................... 152 Quinta parte CINCO SITUACIONES QUE REQUIEREN ORIENTACIÓN XI. EL ESTUDIO...................................................................... 159 1. El riesgo de la disminución del rendimiento escolar en la adolescencia y sus causas fre cuentes ... —.................................................. 160 2. Algunas orientaciones en relación con este tema ................................................................... 164 3. El abandono prematuro de los estudios; po sibles causas y soluciones................................. 168 XII. LA ELECCIÓN VOCACIONAL.......................................... 173 1. El riesgo de una errónea elección vocacional en la adolescencia y sus posibles consecuen cias .................................................................... 173 2. Sentido de la orientación profesional en la adolescencia ....................................................... 175 3. Algunas orientaciones educativas..................... 178 XIII. EL TIEMPO LIBRE ................................................................ 183 1. Qué es el tiempo libre ..................................... 183 2. Necesidad de una educación para el uso del tiempo libre....................................................... 186 3. Significado del tiempo libre en la adolescen cia ..................................................................... 187 4. Cómo ven y cómo utilizan su tiempo libre los adolescentes ....................................................... 192 5. Problemas que plantea la utilización del tiem po libre en la adolescencia ........................... 193 6. Algunas orientaciones educativas ........... 195 XIV. EL USO DEL DINERO............................... ......................... 201 1. El dinero en la adolescencia: posibles proble mas ................................................................... 201 2. Algunas orientaciones educativas..................... 204 77 77 80 82 84 89 89 92 92 94 VI. 101 103 105 107 107 108 110
  • 12. XV. ELTRABAJO ............................................................. 1. El porqué del trabajo profesional del estu- diante ............................................... ........ 2. Riesgos y dificultades de la situación estudio- trabajo ........................................................... 3. Algunas orientaciones ................................... RESUMEN BIBLIOGRAFÍA 211 213 214 216 221 231 Introducción El motivo principal que me impulsó a escribir este libro fue el de intentar prestar una ayuda a los padres en el logro de un objetivo que debe tener primordial importancia para ellos: conocer mejor a sus hijos ado- lescentes. Esta pretensión mía requiere una explica- ción acerca del por qué y del para qué de ese cono- cimiento. Conocer a los hijos permite entender su compor- tamiento: poder distinguir, por ejemplo, lo que es ocasional y variable de lo que es habitual o relati- vamente permanente en su forma de actuar; poder diferenciar la expresión o manifestación externa de una conducta de la intención de la persona. Un mis- mo comportamiento puede responder a motivaciones diferentes, puede tener distinto significado en cada hijo y en cada momento o situación. Conocer a los hijos es, por otra parte, condición indispensable para que la educación tenga sentido. El proceso de mejora de su formación debe per- seguir objetivos adecuados para cada persona (aten- diendo a sus posibilidades y limitaciones, a sus nece- sidades propias). No sirven los mismos objetivos para todos los hijos porque éstos son siempre diferentes. Sólo cuando se parte de un conocimiento, aunque sea relativo, de cada hijo, se está en condiciones de
  • 13. 14 Gerardo Castillo Introducción 15 poder comprobar si se da o no algún progreso en su proceso de mejora y en qué cuantía; así se puede, ndcmás. adecuar la exigencia y orientación a las posibilidades de la persona. En cambio, cuando se influye sobre el hijo sin partir de un conocimiento previo es imposible establecer objetivos de mejora válidos y realistas; no se sabe que se está consiguiendo y, en definitiva, no se le está orientando (la tarea de orientar supone contar siempre con las caracte- rísticas personales del orientado). La ayuda que ofrece el educador debe ir precedida del conocimiento y acep- tación de la persona sí no se quiere que su labor caiga en el vacío. Cada hijo es lo que es en función de tres factores diferenciales; sexo, edad o grado de maduración y personalidad. Cada hijo es no sólo diferente del adulto {cuantitativa y cualitativamente), sino también diferente de los demás chicos de la misma edad y dife- rente de sí mismo a lo largo de las sucesivas edades. Estas diferencias cobran especial relieve en una fase altamente significativa de su desarrollo: la adolescen- cia. En este momento, el hijo, además de ser diferente, descubre por primera vez que lo es (nacimiento de la intimidad) y está virtualrnente interesado en serlo cada vez más. La adolescencia es, ante todo, una crisis de originalidad. El significado profundo de ¡a adolescencia ha sido descubierto en una época relativamente reciente: «la adolescencia ha sido hasta hace poco la cenicienta de las etapas de la vida, la desgraciada Polonia situada entre dos países poderosos... No es una infancia que se agosta ni un mero embrión de edad adulta, sino una etapa con ser y valor plenos... No es una fase más de la existencia, sino una realidad total y com- pleja, un mundo» '. En ella se hace posible el descu- brimiento de los seres (de uno mismo y de los demás) y la ampliación del horizonte individual. De alguna manera puede decirse que toda la educa- ción es educación de adolescentes, en cuanto que el co- nocimiento de la adolescencia sirve también para orientar a hijos que serán adolescentes y a adultos con fijaciones adolescentes. Cuando Debesse, dirigiéndose a los padres, dice: «tenéis más de un adolescente en vuestro hogar», está aludiendo sin duda al hecho de que no hay una separación radical entre la tercera infancia (7 a 10 años aproximadamente! y la pubertad. Muchos hijos están ya viviendo la pubertad en la tercera infancia. Incluso la segunda infancia (3 a 7 años) ofrece curiosas analogías con la pubertad (irritabilidad y terquedad como autoafirmación). Henty Wallon ha encontrado en la segunda infancia la primera expresión del sentido de personalidad. Pero sí la adolescencia empieza mucho antes, de lo que suele creerse, termina también mucho des- pués de lo que a primera vista parece: «una razón importante para el estudio de la adolescencia puede ser el deseo de aprender algo acerca de uno mismo: queda en todos nosotros mucho de la adolescencia, sean cuales fueran los años que tengamos. Todo cuanto ayuda a alguien a enfrentarse con el adoles- cente que fue, le proporcionará una mejor compren- sión sobre la clase de persona que es ahora» 2 . Se da, de hecho, una prolongación de la adolescencia en edades adultas, tanto en lo que tiene de posibilidad como en lo que tiene de limitación. En este último 1 DEBESSE, M., La adolescencia. Ed. Vergara, Barcelona, 1962, pp. 9 y 21.2 JEREILD, T. A., Psicología ¿e la adolescencia. Ed. Agui- !ar. Madrid. 1965, p. 4.
  • 14. 16 Gerardo Castillo Introducción 17 sencido puede aludirse a algunos rasgos típicamente adolescentes en corrientes de opinión actuales que están influyendo en muchas personas: cxtrapunitivismo (echar la culpa a los demás), disociación cuerpo-alma, carga emocional, ausencia de matiz, inconformísmo indiscriminado... Sin duda, el estudio de la adolescencia puede servir también para ayudar a mejorar la sociedad adolescente en la que vivimos, sociedad que se caracteriza por ser consumista, pragmatista, permisiva y bicnestante. Estas características de la sociedad actual dificultan seriamente, a su vez, la orientación del adolescente. Por eso se ha dicho que la mayor crisis de la adoles- cencia y de la juventud actuales radica en que «nuestra sociedad no sólo no es capaz de aliviar su inseguridad y desamparo emocional, sino que lo acrecienta» J . El fenómeno de la manipulación (publicitaria, del sexo y de los valores) ha venido a ampliar en grandes proporciones este problema y a poner de manifiesto que si en otras épocas para hacer frente a la vida de una manera responsable, casi bastaba con el ejemplo y los buenos hábitos adquiridos en el hogar, hoy, a pesar de ser importante, este bagaje es insuficiente. Cada vez son más frecuentes, desgraciadamente, los chicos bien educados «de puertas para dentro» que se han echado a perder después de los irece o catorce años, convirtiéndose, por ejemplo, en hippies, delin- cuentes juveniles o drogadictos, Las razones anteriormente expuestas serían sufi- cientes para explicarnos por qué el tema de la adoles- ! DEL MORAL, B.: «Padres y educadores ante la juventud», en Comunidad educativa. Revista del instituto Olasancio de Ciencias de la Educación, Madrid, enero 1967, p. 6 (citado por ORIVE, P., en R,e¡goí de la adolescencia. Edil. G. del Toro, Madrid, 1972, p. 37}. cencía está hoy de moda. Padres, orientadores fami- liares y educadores en general deben hacerse cargo de la trascendencia que la etapa adolescente tiene hoy en día, preparando a los hijos desde la infancia para que puedan afrontar esta crisis con un mínimo de garantía y evitando así los numerosos riesgos que les acechan '. La labor preventiva en relación cor* las influencias negativas del ambiente es más necesaria hoy c¡ue nunca. Los padres deben saber, por otro lado, que el que la adolescencia de cada uno de los hijos sea más o menos problemática depende en gran parte de ellos. Es especialmente importante que se preocupen de conocerlos y de desarrollar actitudes positivas que favorezcan la superación de la crisis. Por desgracia es necesario decir que en bastantes familias se da un conocimiento insuficiente de la época adolescente. En su descargo debe añadirse que el conocimiento de los adolescentes es difícil; la adolescencia «es una-edad cerrada, secreta, que evade las preguntas o propor- ciona respuestas poco dignas de crédito; es, asimismo, una edad cambiante; la conducta puede desconcertar al observador experto... Es una edad que se ilumina y repliega voluntariamente en sí misma» ! . Y todo ello sin olvidar que «desde la adolescencia, en la que el hombre se asume en sí mismo, no ya como un yo distinto, sino como una persona propia y libre, la personalidad del hombre deja de estar relativamente J En la obra de Pedro Orive, RICIJJOJ de la adolescencia, ya citada, se habla con datos reales de fracaso escolar, inadapta- ción, violencia, delincuencia juvenil, desviaciones sexuales, bandas, droga y fugas del hogar, entre otros peligros a los que esti expuesta hoy día la adolescencia. 5 DEBESSE, M, Op. til., p. 27.
  • 15. 18 Gerardo Castillo Introducción 19 patente. Es suya y no de nadie; su intimidad es, por eso, en el último fondo, impenetrable» 6 . Las dificultades para conocer al hijo adolescente lejos de ser un obstáculo insalvable, deben constituir un reto estimulante para los padres. Serán menores si se espera mucho de ellos (en el sentido de creer en sus posibilidades), si se convive en un clima de confianza y aceptación en el que padres e hijos crecen y maduran juntos. Junto a la dificultad para conocer a sus hijos adoles- centes, los padres encontrarán también muchas veces la oposición de éstos a ser ayudados. El adolescente es un rebelde que no se basta a sí mismo. Es un ser inmaduro que vive la paradoja más original: cuando necesita más que nunca ayudas de fuera, las rechaza por miedo a volver a la sumisión de la infancia. El problema es aún mayor cuando los padres sustituyen a los hijos o cuando les ayudan sin haber suscitado previamente en ellos la necesidad de buscar ayudas. Si en todas las fases del desarrollo educar es promo- ver la autonomía, en la adolescencia lo es todavía más, porque los hijos la necesitan para desarrollar la intimidad recién descubierta. Deben encontrar oportu- nidades constantes para actuar con iniciativa y respon- sabilidad propia sin la tutela permanente de los padres. Los padres deben favorecer esa autonomía, esa separación progresiva de sus hijos para que éstos puedan correr el necesario riesgo de aprender a volar con sus propias alas. Pero aquí radica, precisamente, la dificultad mayor para los padres en la educación de sus hijos adolescentes, la cruz de la pater- nidad: «cuanto más libre el hijo, más perfecta la 6 YELA, M., Educación y libertad. Edición del Banco de Vizcaya, Bilbao, 1967, p. 71. obra, más pleno el gozo, más honda la alegría. Pero, al mismo tiempo, cuanto más libre el hijo, más suyo, más de él, menos del padre, menos en las manos del padre. ¿Qué será de esa nueva fuente de libertad? ¿Qué será del hijo que es ya suyo, de sí mismo? ¿Qué hará nuestro hijo con su libertad; nuestro hijo que siempre será nuestro, más nuestro cuanto más verda- deramente le amemos, pero inmediatamente suyo, más suyo, cuanto mejor le hayamos educado? Nada en la vida puede descargar al padre de esta cruz. Hay que marchar con ella y procurar llevarla con dignidad y sentido. En eso consiste ser padre» 7 . Lo dicho hasta ahora podría resumirse de la si-guente manera: en el memento actual es más urgente y necesario que nunca conocer y orientar al hijo adolescente, adelantándose a la llegada de la crisis y tratando de preservarlo de las influencias nocivas del ambiente; esta labor de conocimiento y orientación es problemática para los padres. Me ha parecido que una de las mejores formas de ayudar a los padres y educadores en general en esta difícil tarea educativa es facilitarles el estudio de al- gunos problemas y situaciones problemáticas frecuen- tes en la adolescencia normal. En cada uno de estos problemas se considera su naturaleza, sus causas y po- sibles medidas de tipo educativo. Siguiendo su sig- nificado etimológico (problema proviene de pro-ballo, lanzar hacia) los problemas son presentados aquí como cuestiones que deben ser mejoradas. Estos problemas difícilmente podrán ser compren- didos y afrontados por los educadores si no tienen una información previa acerca del contexto en el que aparecen. Por eso me ocupo en primer lugar de acla- 7 YELA, M., Op. cu., p. 76.
  • 16. 20 Gerardo Castillo Introducción 21 rar cuál es el significado profundo de la adolescencia, es decir, el porqué de esta fase evolutiva. La adoles- cencia es presentada como una época de inmadurez en busca de la madurez. He considerado, además, que al lector podría serle útil conocer una descripción sintética, clara, coherente y con sentido de la adolescencia. Es fácil encontrar libros voluminosos sobre psicología del adolescente, pero la mayoría de ellos tienen el grave inconveniente de que están escritos para psicólogos y no para educa- dores. Por otra parte, suele ser muy difícil encontrar en ellos la visión unitaria y con sentido que aquí pre- tendemos. El lector de estos libros se pierde con fre- cuencia en descripciones pormenorizadas o se desorienta al conocer enfoques divergentes según sean sus autores. Es cierto que algunos libros presentan una visión más accesible y comprensiva, pero, a su vez, suelen carecer de un planteamiento sistemático o de un mínimo de rigor científico. En la descripción que aquí ofrecemos se distingue lo que son características del adolescente «de siem- pre» de los rasgos específicos del adolescente de hoy Se defiende con ello la tesis de que la adolescencia es, en cuanto a su esencia, igual o similar en todas las épocas, pero que pueden existir comportamientos típicos de cada momento histórico. No cambia el ado- lescente, sino la sociedad en la que vive. Y este cam- bio social afecta de algún modo a la forma en que el adolescente vive un problema de siempre. En el estudio de la adolescencia «de siempre» se han considerado tres etapas: pubertad o adolescencia inicial, adolescencia media y juventud o adolescencia superior. Esta distinción se fundamenta en un hecho evidente: la considerable distancia que existe entre un adolescente de doce años (iniciación de la puber- tad) y otro de veintiuno (límite superior de la edad juvenil). La adolescencia es, pues, una fase muy amplia dentro de la que se produce una evolución continua y enormemente significativa, donde no cabe hacer abstracción alguna con cómodas generalizaciones. Es preciso seguir de cerca esta evolución continua y acomodar la actuación educativa a las nuevas circuns- tancias. De lo contrario, el educador puede encontrarse en cualquier momento en la situación de «fuera de juego». Al señalar y caracterizar estas tres etapas, he seguido fundamentalmente a un psicólogo y educador de reconocido prestigio: Georges Cruchon. Las etapas se corresponden con tres momentos de la adolescencia que se detectan a través de la observación: el de arranque (nacimiento de la intimidad, crisis de creci- miento físico y de maduración sexual); el de conflicto interior y comportamiento negativo hacia los demás; el de consolidación (aunque sea relativa) de la personalidad descubierta. Se trata, en definitiva, de poner de manifiesto que entre el púber y el joven no existe un salto sino una fase intermedia con características propias. Estas etapas no se entienden como realidades independientes o como compartimentos estancos. La evolución es continua y siempre en función del «antes» y del «después». Parafraseando a Debesse, a propósito de las etapas que este autor distingue en la infancia, diríamos que son como distintos capítulos de una misma historia. Se trata únicamente de des- tacar lo que le define cada momento significativo del desarrollo. Por otra parte, la duración de cada una de estas fases puede ser variable según los individuos y las circunstancias de todo tipo.
  • 17. 22 Gerardo Castillo Introducción 23 Con todo, se trata de una cuestión discutible, al menos en alguno de sus aspectos. Cabe preguntarse, por ejemplo, si las etapas tienen que ser tres y no más y si se presentan en todos los adolescentes y de la misma forma. Estamos ante un problema que re- quiere una investigación más profunda. Me ha parecido importante distinguir en la des- cripción de cada etapa los rasgos que denomino es- tructurales —por ser comunes a todos los adolescen- tes— de los rasgos no comunes. De esta forma, el edu- cador sabe a qué atenerse en cuanto al alcance y apli- cación de la citada descripción. Las posibilidades de maduración y las ayudas positivas que se indican están agrupadas en función de tales rasgos estructurales y referidos a ellos. Creo que el haberme apoyado básicamente en un solo autor tiene ventajas y limitaciones que no debo silenciar. Entre las primeras está la de poder obtener una visión más coherente, evitando el peligro de toda mezcla de autores. Entre las segundas, el de re- nunciar a un estudio psicológico amplio, a una expo- sición de distintas tendencias o corrientes psicológi- cas. Confieso aquí que esta renuncia la he hecho de forma deliberada y gustosa porque el fin que persi- gue el libro va por otro camino. Entiendo que al padre de familia y al educador en general no le in- teresa tanto una información exhaustiva de la psicolo- gía de la adolescencia cuanto una orientación acerca del valor instrumental que ello tiene de cara a la acción educativa concreta. Con ello se pretende ayudar a analizar la situación de cada adolescente de tal modo que puedan detectar los puntos fuertes (posibilidades de maduración), los puntos débiles (dificultades de ma- duración) y establecer posibles objetivos y activida- des de mejora (ayudas positivas). Los ocho últimos capítulos del libro están dedicados a estudiar de forma detallada algunos problemas de la adolescencia. Se distingue entre problemas frecuen- tes (rebeldía, fugas del hogar, timidez) y situaciones problemáticas que requieren orientación (estudio, elec- ción vocacional, tiempo libre, dinero, trabajo). Los tres problemas citados en primer lugar no se dan siempre, pero cuando se producen suelen afectar se- riamente al adolescente y en consecuencia a las rela- ciones con los demás. Todos están íntimamente vincu- lados a la evolución de la personalidad. Las situacio- nes enumeradas se encuentran, en cambio, en la vida de todos los adolescentes, y el problema (cuando aparece) nace no tanto de la personalidad como de influencias y circunstancias exteriores. En el libro se hace referencia a otros muchos pro- blemas, a pesar de que no sean tratados con el dete- nimiento de los que se acaban de citar. Estos proble- mas (inseguridad, introversión, confusionismo de va- lores, gregarismo, influencias negativas del ambiente, etcétera) están expuestos en los siete primeros capí- tulos del libro, con ocasión de la descripción de la adolescencia. Aun cuando merecen también un estudio detenido no ha sido posible incluirlos en esta obra. El tema de la adolescencia es amplio y complejo; su problemática no puede ser abordada en una sola pu- blicación.
  • 18. Primera parte: El significado de la adolescencia
  • 19. I. El cómo y el por qué de la adolescencia 1. Los padres ante la crisis adolescente Hay una situación muy conocida que puede servir de introducción al tema de la problemática de la ado- lescencia a nivel familiar. Es aquella en la que los padres aparecen sorprendidos y desorientados ante las nuevas formas de comportamiento de sus hijos adolescentes. A lo largo de la infancia, los padres se han preocu- pado de desarrollar en sus hijos toda una serie de hábitos (de obediencia, respeto, puntualidad, orden, laboriosidad, buenos modales, presentación personal). Esta labor educativa suele dar sus frutos antes de los doce años. Pero puede ocurrir que a partir de esta edad los chicos modifiquen su «buen comportamien- to» anterior: se vuelven desobedientes, no cuentan en casa lo que hacen fuera de ella, regresan a horas desacostumbradas, se irritan continuamente sin mo- tivo suficiente, reaccionan con malos modales ante el interés de los padres por sus problemas, descuidan el atuendo personal, en su habitación reina el desor- den... Cuando la situación inesperada llega, muchos pa- dres se sienten abrumados y desmoralizados: ¡tanto tiempo educando a los hijos; tanto buen ejemplo y
  • 20. 28 Gerardo Castillo El significado de la adolescencia 29 buenos consejos para que al final, se conviertan en unos gamberros irresponsables! Es frecuente que estos padres traten de explicar el problema preguntándose qué fallo importante han podido tener como educadores o quién les ha echado a perder la labor desarrollada. Una vez que el efecto de la estupefacción inicial desaparece, es bastante corriente que los padres pien- sen que su deber es «empezar de nuevo». Comienza así un período de corrección de hábitos deteriorados o perdidos que supone muchas veces una intensifica- ción de la ayuda y de la exigencia. Sin embargo, el método no da los resultados esperados. Sirve única- mente para que el hijo se muestre más irritable, se aleje progresivamente de los padres e incluso se recree en los recientes malos hábitos adquiridos. Puede llegar un momento en el que los padres piensen que ya no se trata de un problema de educación, sino de una cuestión de «orden público». Creo que puede ser útil para los padres que se encuentren en una situación parecida recibir alguna orientación para «aclararse». Esta orientación con- sistiría fundamentalmente en saber si el cambio de comportamiento del hijo en un momento dado es «normal» o «anormal»; por qué ocurre; qué deben hacer los padres antes y después del cambio, y qué no deben hacer. En la situación antes descrita llama la atención, en primer lugar, el hecho de que a estos padres —que son muchos— les sorprenda el cambio de conducta del hijo. Sin duda, ignoran o quieren ignorar que los niños crecen tanto cuantitativa como cualitativamente y que este crecimiento tiene una repercusión necesaria en las formas de comportamiento. Estas nuevas formas de comportamiento son normales en determinadas edades y, lejos de ser censurables, cumplen una función en el desarrollo del individuo, de tal modo que incluso las reacciones más «absurdas» y «extravagantes» pueden tener un signifi- cado en el proceso de maduración personal. Por eso, no tiene sentido que padres y demás educadores se entristezcan y dramaticen sobre este problema. Deben saber, por otra parte, que el efecto del buen ejemplo y los buenos hábitos adquiridos en la infancia, aunque no se note durante un determinado tiempo, no por eso han sido inútiles. Pasada la época de las inevita- bles perturbaciones físicas y psíquicas propias de la adolescencia, cuando el hijo recupera la calma y el equilibrio perdidos, podrán advertir seguramente, que su conducta vuelve a ser coherente, pero con ¡a dife- rencia de que ahora lo es mucho más consciente que en la infancia '. A los padres que se interrogan acerca del fallo que han cometido en la educación anterior de sus hijos, habría que contestarles que el de falta de previ- sión. Es verdad que los niños dejan de serlo casi «sin que los padres nos demos cuenta», que el tiempo pasa muy deprisa, pero no se debe olvidar que educar es «llegar antes que». No educamos sólo para el presente, sino también para el futuro 2 . A medida 1 Esta explicación no descarta el hecho de muchos procesos adolescentes que se complican, que no se resuelven satisfactoria mente por sí mismos por causas diversas (internas y externas). El desarrollo psicológico es menos predecible y seguro que el biológico. Conviene advertir también que existen adolescentes que van adquiriendo progresivamente su madurez casi sin pro- blemas. 2 La previsión que se pide a los padres no es sinónimo de profecía. Indudablemente no se puede prever de un modo exacto lo que no se conoce. Sí se refiere, en cambio, a educar
  • 21. 30 Gerardo Castillo El significado de la adolescencia 31 que se aproxima la adolescencia, los padres deben preocuparse de que sus hijos vayan interiorizando, de forma razonada y progresiva, aquellos criterios que son necesarios no sólo para la conducta presente, sino también para la conducta futura. De este modo, cuando llegue la crisis, los hijos encontrarán en su interior un valioso punto de apoyo, y los padres dispondrán de un punto de referencia para su labor educativa. Estos criterios han de estar relacionados con la educa- ción de la libertad, la educación en la fe y la educación para el amor. Aunque con estos presupuestos no se pueda afirmar que la crisis no se vaya a producir, se intenta que, al menos, cuando surja, sea con la menor brusquedad posible y de que padres e hijos hayan iniciado con anterioridad una intercomunica- ción que facilite el afrontamiento de los nuevos problemas. Por ello, no se trata ni de partir de cero, ni de empezar de nuevo en el sentido de perseguir valores exclusivos de la niñez, limitándose a recomponer lo que se ha roto, sino de educar al hijo como lo que ahora es: un adolescente, un muchacho, y no un niño. Será necesario proponerse nuevas metas en función de la nueva situación. A veces este afán de «empezar de nuevo» obedece no tanto a un error de perspectiva en el conocimiento del hijo como a una predisposición o actitud de los padres para prolongar la relación de dependencia establecida en la infancia, bien por resistencia al cam- bio, bien por miedo al futuro. Esta actitud es, sin duela, el principal obstáculo para entenderse y sinto- en el presente pensando en las posibles consecuencias para el futuro, sabiendo, por ejemplo, que lo que el hijo acepta hoy pasivamente mañana lo contrastará con ideas y experiencias propias. nizar con los hijos adolescentes y además constituye el error educativo más importante en esta etapa del desarrollo. Se trata de estimular y favorecer la autono- mía (aunque sin confundirla con el simple afán de independencia o la ausencia de coacción) y no de coartarla. Cuando no se ha llegado a una comprensión ade- cuada del fenómeno adolescente (por qué sucede; en qué consiste y qué sentido tiene) es muy fácil incurrir en el error de valorar moralmente actitudes y reaccio- nes que no son, al menos en principio, «buenas» o «malas». Así, se dificulta la formación de una con- ciencia verdadera 'en los hijos. Si en el comportamiento del adolescente se supo- ne una intención negativa inexistente («lo hace para fastidiarme») se corre también el riesgo de transfor- mar la acción educativa, el proceso de mejora, en una simple cuestión de amor propio. 2. El descubrimiento del propio yo El cómo y el porqué de la adolescencia se puede contestar de una forma descriptiva, analítica y porme- norizada, tal como aparece en algunos voluminosos tratados sobre la materia. Considero, sin embargo, que este enfoque es de poca utilidad para los padres de familia. Más que una descripción exhaustiva de rasgos psicológicos, los padres necesitan una visión comprensiva y sintética que muestre la unidad, el sentido profundo y los problemas clave del fenó- meno adolescente. La adolescencia es, ante todo, un período de cre- cimiento especial que hace posible el paso de la infan- cia a la edad adulta (adolescente es «el que está ere-
  • 22. 32 Gerardo Castillo El significado de la adolescencia 33 ciendo», en contraposición al adulto, que es «el que ha crecido»). A lo largo de la infancia se ha dado de forma ininterrumpida un fenómeno de crecimiento, pero este crecimiento tiene una aceleración y un significado mucho más decisivo cuando el niño se acerca a la edad de los doce años. Se crece tanto en cantidad como en calidad. No se da solamente un aumento muy significativo en talla y peso, en capacidades mentales y fuerza física, sino también un cambio en la forma de ser, una evolu- ción de la personalidad. ¿Qué es lo que explica y hace posible esta última transformación? La adolescencia es el comienzo de un crecimiento cualitativo, lo cual vale tanto como decir que es un nacimiento de algo en el hombre... No es nacimiento del hombre, sino nacimiento de algo en el hombre, y ese algo no es otra cosa que la propia intimidad» 3 . El nacimiento de la propia intimidad se produce de una forma lenta y costosa a lo largo de los pri- meros años de la adolescencia. Al principio cabe ha- blar de un simple sentimiento del propio «yo»: el adolescente siente, experimenta que lleva algo en sí mismo que no pertenece a nadie, que es suyo. Es un estado emotivo que le sorprende y desconcierta de momento, que le llena de satisfacción furtiva y de inquietud. Más adelante, este sentimiento, esta im- presión, se transformará en algo más consciente y reflexivo: el «descubrimiento del propio "yo"». La conciencia infantil, ligada a lo colectivo, es sustituida de forma vacilante pero continua por una conciencia personal. Ante este fenómeno el mundo infantil se desmorona, produciéndose una ruptura con el pasado y con las ideas de los mayores. El descubrimiento del propio yo permite al ado- lescente conocer por primera vez toda una serie de posibilidades personales que ignoraba. Ello permitirá, a su vez, el desarrollo de una tendencia que, por ser exigencia interior de la vida, es en cierto modo común a todos los seres vivos: la afirmación del yo, la autoafirmación de la personalidad. Una fuente valiosísima para conocer estos aspectos son los diarios; en uno de estos diarios 4 una muchacha de dieciséis años, refiriéndose a un libro que ha leído, dice: «me fastidia leer libros de este tipo, porque des- cubro cosas que debería descubrir yo sola. Por eso nunca leo nada de esto». En otra página, la protago- nista alude a una compañera que quiere irse a tra- bajar a Suiza «en lo que sea»; «se quiere ir para demostrarse a sí misma que vale, que no los necesita» (a los padres). La autoafirmación es una tendencia que aglutina todo el desarrollo adolescente y equivale a querer valerse por sí mismo. El muchacho quiere y debe aprender a valerse por sí mismo sin que sus padres y profesores actúen de «parachoques», como lo hacían cuando era niño. Hay toda una serie de rasgos en el comportamiento del adolescente que no son otra cosa que una expresión hacia fuera de la afirmación inte- rior: la obstinación, el espíritu de independencia total, el afán de contradicción (llevar la contraria por siste- ma, sobre todo a los padres), el deseo de ser admi- rado, la búsqueda de la emancipación del hogar, la re- beldía ante las normas establecidas. La tendencia a la 3 GARCÍA Hoz, V., El nacimiento de la intimidad. Ed. Rialp., Madrid, 1970, p. 18. 4 Unos días en la vida de Almudena Hernández. (Caso OF-97. ICE de la Universidad de Navarra, p. 1.)
  • 23. Gerardo Castillo autoafirmación, que en sí es algo normal y necesario para el desarrollo de la personalidad naciente, crece desmedidamente y se radicaliza ante actitudes negativas de los mayores: rigidez, incomprensión, autoridad arbitraría... Sin embargo, es conveniente saber que no son infrecuentes los casos reales de adolescentes que aun siendo comprendidos por sus padres seguirán diciendo que son incomprendidos, para autoafirmarse. En estas edades se puede establecer un cierto paralelismo, mutatis mutañdis, con el comportamiento del niño en el paso de la primera a la segunda infancia (a los tres años, aproximadamente). Así, cuando se le quiere vestir o dar de comer, el niño se opone y dice «yo, yo solo». Este tipo de reacciones expresan una necesidad y un afán de querer valerse por sí mismo, de estrenar las aptitudes que se están desarrollando. 3. La evolución de la tendencia de autoafirmación La tendencia de autoafirmación en el adolescente va evolucionando con la edad5 . En un primer mo- mento (12-14 años en chicos; 11-13 años en las chi- cas) no hay todavía una consciencia de lo que ocurre en sí mismo, e incluso desconoce aún muchas de sus posibilidades. En un segundo momento (14-17 años en los chicos; 13-16 años en las chicas) ya son plena- mente conscientes de tales posibilidades; las fuerzas fí- sicas se afirman en la lucha y en las competiciones deportivas, el adolescente aprovecha todo tipo de 5 Cfr. CRUCHON, G., Psicología pedagógica. Tomo II: «La maduración de la adolescencia». Edit. Razón y Fe, S. A., Madrid, 1971, p. 67. El significado de la adolescencia situaciones para ponerse a prueba, llegando incluso a buscar el riesgo; descarga su agresivididad de forma continua por los medios más diversos (golpes al pasar un compañero; «guerra de almohadas» en el dormi- torio, etc.). En un tercer momento (17-22 años en los chicos, 16-21 años en chicas) normalmente llega a una afirmación positiva de sí mismo. Con un mayor afianzamiento en el campo de la reflexión, el muchacho se siente menos perturbado afectivamente por lo que antes le irritaba; su conducta es más serena y obje- tiva, mostrándose menos vulnerable a las contrarie- dades. Al conseguir un mayor autodominio, tiene la sensación de haber encontrado su propio equilibrio y de haber llegado a cierta conformidad con el mundo que le rodea. La distancia recorrida en esta progresiva adaptación consigo mismo y con los demás, se refleja en dos frases escritas en distinta época por una adolescente en su diario6 . —«Me gustaría irme fuera. Aquí me ahogo... Ne- cesito irme. Así me encontraré a mí misma de una vez. Aquí no se puede.» —(aludiendo a una conversación mantenida con un amigo): «También hemos hablado de encon- trarse con uno mismo. Hemos quedado en que una persona se encuentra consigo misma en el trato con los demás, estudiando su modo de actuar y por qué reaccionan de esa o de otra manera ante las situaciones. Cada noche haré como un examen de conciencia de lo que he he- cho durante el día, me preguntaré por qué he dicho o hecho tal cosa, etc. Pero, de todas ma- 6 Cfr. OF-97, ya cit., p. 8. 34 35
  • 24. 36 Gerardo Castillo ñeras, una persona no consigue encontrarse con- sigo misma plenamente nunca.» En la primera frase se puede advenir cómo huye del ambiente habitual en el que vive (especialmente del hogar) para encontrarse a sí misma, por consi- derar que le impide lograr su propósito. Las palabras con que lo expresa denotan además inestabilidad afec- tiva, no exenta de agresividad. En cambio, en la segun- da frase no se busca el encuentro consigo mismo a través de la fuga, sino precisamente en la relación personal con los demás, unida a una reflexión sobre la propia conducta. Por otra parte, ya hay un proceso intelectual que permite llegar a una conclusión per- sonal («una persona no consigue encontrarse con- sigo misma plenamente nunca»); reflexión muy reve- ladora, en cuanto que denota un paso de actitudes idealistas y dogmáticas a posturas más realistas v ob- jetivas. 4. El binomio autoafirmación-tnseguridad y el impulso hacia la madurez Junto al conocimiento de las propias posibilidades, con la consiguiente autoafirmación, el descubrimiento del «yo» produce en el adolescente, desde el principio, «una conmoción de la seguridad en sí mismo y, en consecuencia, la aparición de sentimientos de duda e inferioridad» 7 . El sentimiento se desarrolla en la medida en que los obstáculos exteriores se hacen presentes y ante el progresivo conocimiento de las 7 Cfr. Desarrollo dinámico de la personalidad: pubertad y adolescencia. Nota Técnica, OF-77 ICE (Universidad de Na- varra), p. 6. El significado de la adolescencia limitaciones propias. Tendríamos que hablar, por consiguiente, de la existencia permanente del binomio autoafirmación-inseguridad en la conducta adolescente. Independientemente de la influencia que sin duda puede tener la inestabilidad de los sentimientos, este binomio explica por sí mismo el movimiento alterna- tivo y típico que oscila entre estados de euforia y autocomplacencia, por una parte, y estados de pesi- mismo, por otra. La conquista progresiva de la confianza objetiva en las propias posibilidades va ligada, necesariamente, al logro de una mayor experiencia personal; ello ex- plica el paso de las actitudes inmaduras propias de la adolescencia inicial a actitudes maduras caracterís- ticas de la superior: de la autoafirmación obstinada y agresiva a la afirmación positiva de sí mismo; de la reducción de la libertad a un afán de independencia, a su concepción como autonomía-servicio 8 . El drama del adolescente radica en que la em- presa de salir adelante por su sola capacidad, de adap- tarse a su nuevo papel en la vida, conlleva una des- proporción considerable entre la meta propuesta y los medios disponibles para alcanzarla. Por ello, la situación del adolescente es comparable a la de un nadador entre dos puntos (infancia y edad adulta), con muy escasos conocimientos de na- tación (falta de recursos y de experiencia), con una travesía llena de escollos y peligros (influencias negati- vas del ambiente) y sin saber exactamente dónde está y qué le espera al otro lado (desorientación). Sin embargo, a pesar de tantas limitaciones personales y ambientales, a pesar de las inevitables fases de 8 Cfr. F. OTERO, O., «La educación de la libertad y el adolescente», en Padres y adolescentes. EUNSA, 1972, p. 47. 37
  • 25. 38 Gerardo Castillo El significado de la adolescencia 39 desánimo en las que siente la tentación de abandonar, el nadador, mejor o peor, sigue adelante en su trave- sía, e incluso llega a su destino. ¿Cómo se explica este fenómeno tan sorprendente? Sin duda alguna, por la existencia en todos los adolescentes de un poderoso impulso inferior hacia la madurez. En el símil del nadador se hace evidente cómo los dos elementos del binomio autoafirmación-inseguridad se manifiestan desempeñando una función en el pro- ceso de maduración personal durante la edad adoles- cente. La autoafirmación es el motor que hace posible que se inicie y mantenga el proceso; la inseguridad (ante las dificultades por superar o los fracasos sufridos) es un estado crítico que permite al adolescente ganar en humildad y realismo, y, en otro plano, le crea al mismo tiempo la necesidad de saber encajar los fracasos y aprender a reaccionar positivamente ante ellos. Los errores cometidos, aunque de entrada puedan tener un efecto paralizador y desmoralizante, son, a la larga, una insustituible fuente de experiencia y aprendizaje personal y una llamada de atención sobre la conveniencia de buscar ayudas fuera de sí mismo. Así, pues, el impulso hacia la madurez, lejos de debilitarse ante la falta de éxito en la vida práctica, se reaviva con ello. Autoafirmación e inseguridad son dos aspectos me- nos contrapuestos de lo que a primera vista pueda parecer. Cabe decir en este sentido que los adolescen- tes pueden sentirse inseguros por haber pretendido de- masiado, por haber ido demasiado lejos en la afirma- ción de sus posibilidades. Y también cabe decir que se autoafirman, precisamente, al ser conscientes de la situación de inseguridad en la que viven. Las dos formas conocidas de reaccionar ante la inseguridad (aislamiento y posturas desafiantes) pretenden lo mis- mo: reafirmar el sentimiento de sí mismo y evitar la desvalorización del yo. Esta aclaración sobre el sentido y la función de la inseguridad del adolescente puede ser reveladora para padres y demás educadores a la hora de pensar cuál es, en principio, la actitud más conveniente ante el hijo inseguro. Una postura que debe evitarse es la de pretender eliminar los factores que originan la inseguridad y ocupar el lugar del joven en la solución de los pro- blemas o situaciones planteados. Toda ayuda innece- saria es una limitación para quien la recibe. Cuan- do se procede así, se alimenta el sentimiento de in- seguridad en el hijo, se le incapacita para que sepa afrontar los problemas de su vida y se le impide aprender por experiencia propia. Normalmente, esta actitud se ve correspondida con un rechazo por parte de los hijos. Existe otra actitud contraproducente que se en- cuentra en el extremo opuesto de la anterior: la de no prestar al hijo ningún tipo de ayuda, esperando que resuelva con sus únicas y exclusivas fuerzas los problemas que se encuentra. Es una postura abando- nista que puede fomentar también la inseguridad de los hijos y que no les satisface en absoluto. Les crea, sobre todo, un problema de tipo afectivo. Una actitud intermedia y positiva es la de ayudar sólo en la medida en que sea necesario. Es una ayuda que no sustituye al hijo, sino que le guía, informa y orienta, respetando su libertad personal. Un problema que tendrán que afrontar en ocasio- nes los padres es el de encontrar la manera de suscitar en los hijos la necesidad de ser ayudados en lo conve- niente cuando no lo desean. Otro problema es cómo
  • 26. Gerardo Castillo negarles la ayuda innecesaria cuando la solicitan sin que tengan la falsa impresión de que se les abandona. Hasta aquí nos hemos ocupado de los aspectos básicos que explican el fenómeno adolescente. Esta orientación sobre cómo y por qué se produce debe ser interpretada solamente como una cuestión previa y no como una información suficiente para llegar a la comprensión completa de cada caso concreto. Conviene subrayar en este sentido que «no hay adolescencia, sino adolescentes». Junto a los aspectos comunes, hay otros diferenciales en función del sexo, la edad, la personalidad y las influencias ambientales de todo tipo. De ahí que al pensar en la orientación educativa que deba seguirse no proceda tampoco hablar de mé- todos válidos para cualquier tipo de adolescentes. So- bre cada uno de estos aspectos diferenciales pueden hacerse, a su vez, algunas consideraciones de tipo general, pero conviene no olvidar que cada hijo es un ser «personal o intransferible» y que la situación y circunstancias en las que se encuentra, solamente pueden ser bien conocidas por quienes conviven estre- chamente con él. II. La búsqueda de la madurez 1. La adolescencia: época de inmadurez en busca de la madurez En el capítulo anterior hemos descrito la adoles- cencia como una etapa de crecimiento especial que hace posible el paso de la infancia a !a edad adulta. Es adolescente —de adulescere— el que crece, se desarrolla, madura: «esos años llevan todavía clara- mente la impronta del movimiento hacia un fin, el sello del desarrollo, del crecimiento, de la madura- ción ...» '. El ingreso en el mundo adulto exige una serie de cambios, de maduraciones en todos los niveles del ser que desembocan en actitudes y comportamientos de madurez. El alcance de esta transformación se ve per- fectamente comparando un muchacho de doce o trece años con un joven de veinte o veintiuno. El primero es todavía un niño (depende en casi todo de sus padres, se conforma con las respuestas que de ellos recibe, busca continuamente su ayuda y protección... ); el segundo necesita pensar, decidir y actuar por sí 1 VALI.ENSTEIN, A., La educación del niño y del adolescente. Herder, Barcelona, 1967, p. 203. 40
  • 27. 42 Gerardo Castillo El significado de la adolescencia 43 mismo y está ya en mejores condiciones de afrontar personalmente los problemas de su vida. Este cambio espectacular producido en tan reducido espacio de tiempo, está poniendo de manifiesto que el verdadero sentido de la etapa adolescente es la ma- duración de la autonomía personal. El adolescente, en medio de su desorientación y de sus conflictos, per- sigue tres objetivos íntimamente relacionados entre sí: la conquista de la madurez entendida como perso- nalidad responsable; el logro de la independencia (pen- sar, decidir y actuar con iniciativa personal) y la realización de la mismidad o cualidad de ser un yo mismo, de tener una existencia independiente y per- sonal, de ser, en definitiva, persona 2 . La adolescencia debe entenderse, por consiguiente, como un complejo proceso de maduración personal, como una etapa de inmadurez en busca de la madu- rez propia de la edad adulta. Se trata de una inmadurez distinta a la del niño o adulto inmaduro. La inmadurez del niño es la de la persona que, sin saber valerse por sí misma, no per- cibe esta situación como problemática. El niño acepta la dependencia de los adultos con tanta naturalidad porque aún no es consciente de la existencia de un yo personal y, por lo tanto, no «quiere», no «necesita» pensar y actuar con criterio y responsabilidad propio. La inmadurez del adolescente es la de quien no sabien- do valerse por sí mismo experimenta el deseo, la ne- cesidad interior de hacerlo, y al intentar conseguirlo pone en juego capacidades sin estrenar, es decir, in- maduras. El adolescente corre riesgos, tiene proble- mas con los mayores, se siente inseguro, fracasa, por- 2 Cfr. SCHNEIDER, A., Los adolescentes y el reto de la madurez. «Sal Terrae», Santander, 1969, pp. 57 y 58. que ha elevado en muy poco tiempo y de forma consi- derable el nivel de aspiración en su vida. La inmadurez del adulto normalmente no se debe a un «desequipamiento» o a una falta de experiencia para afrontar situaciones nuevas, sino a una ausencia de esfuerzo, de autoexigencia para vivir de acuerdo con valores nobles. Al comparar las actitudes y la conducta del adoles- cente con las del niño «bueno» o las del adulto res- ponsable, se puede tener en principio la falsa impre- sión de que se ha producido un retroceso. Es evidente que el adolescente es menos ordenado, constante, apli- cado, respetuoso, sociable, dócil, que antes, que tiene peores modales... pero, ¿significa todo esto que nece- sariamente sea menos maduro o responsable? Eviden- temente no, ya que ahora, incluso con peores «signos externos», el chico suele actuar con más autonomía. Su buena conducta anterior era, en gran parte, fruto de los hábitos adquiridos por imitación y de las obli- gaciones aceptadas pasivamente. Ahora, por el contra- rio, quiere, necesita obrar por convicciones persona- les, lo que le conduce a replantearse todo su com- portamiento anterior. Ha elegido un campo de juego más difícil que antes, y ello se traducirá en la obtención de peores «resultados». Estos resultados no deben, sin embargo, inducir a engaño al educador. No son co- rrientemente signos de retroceso, sino de crecimiento, de madurez propia de la adolescencia3 . Sería erróneo, por tanto, creer que la adquisición de la madurez se produce de pronto al final de la 3 Esta tendencia general a obrar por convicciones perso- nales no se cumple en todos los casos. Algunos adolescentes dejan de imitar a sus padres para imitar, de modo irrefle- xivo, a otras personas o para obrar de acuerdo con las modas.
  • 28. 44 Gerardo Castillo El significado de la adolescencia 45 adolescencia y que los anos anteriores han sido de pura y total inmadurez. A partir de los doce años aproxi- madamente comienza ya el aprendizaje para saber afrontar la realidad de modo personal. Es verdad que a lo largo de este proceso de aprendizaje el chico o la chica denota comportamientos inmaduros, pero hay que decir que algunos de estos comportamientos son también necesarios para el desarrollo de la perso- nalidad. La personalidad se desarrolla no solamente con los aciertos, los éxitos, los pasos hacia adelante, sino también con los errores, los fracasos, los pasos hacia atrás. Muchas veces un paso adelante es sólo posible tras otros en distintas direcciones. El adoles- cente madura en la medida que se decide a recorrer el camino recién descubierto sin «andaderas»: el pro- greso es más lento y dificultoso, pero también más efectivo. «El concepto de madurez respecto al ado- lescente no debe considerarse un estado fijo o el punto final del proceso de desarrollo. La madurez es un tér- mino relativo que denota el grado en que, en cual- quier coyuntura de la vida, una persona descubre y es capaz de emplear los recursos que se hacen accessibles a él en el proceso del crecimiento» 4 . Cada fase del desarrollo tiene, pues, su madurez propia. La madurez adolescente no tiene el mismo sentido que la madurez de la infancia o la madurez de la edad adulta. Por ello, en este mismo capítulo, tras aclarar el concepto de madurez se estudia la madurez propia de la adolescencia. Una breve reflexión sobre la naturaleza del apren- dizaje nos confirmará el razonamiento anterior. Para muchos autores el aprendizaje es una modificación de la conducta que se produce como resultado de 4 JERSILD, A., Op cit., p. 361. una experiencia. Precisamente por esto se explica que la situación de aprender se produzca cada vez que un sujeto necesita afrontar una nueva situa- ción o resolver un problema en su vida. Ante tal situación o problema, el individuo trata de encon- trar unas técnicas nuevas para actuar con éxito. Si la experiencia es necesaria para todo aprendizaje, con mucho más motivo habrá que invocarla cuando —como en el caso del adolescente— el problema planteado consiste en cómo dirigir la propia vida. Aquí es más válido que en ninguna otra situación, lo de que «nadie puede aprender por otro», porque solamente se aprende a vivir viviendo. Junto a los comportamientos inmaduros —que pue- den cumplir, como hemos visto, una función en el desarrollo de la personalidad— se dan también desde el inicio de la etapa adolescente comportamientos que denotan cierta madurez. Normalmente en todos los niveles de desarrollo del ser se encuentran entremez- clados los rasgos de uno y otro tipo, por dos razones importantes entre otras: porque es una ley común- mente admitida que en el crecimiento —sea físico o mental— nunca se avanza de forma simultánea en to- dos sus «frentes» o aspectos; porque un rasgo de in- madurez solamente queda evidenciado cuando se ha producido un progreso de algún tipo. Pongamos un ejemplo: un rasgo de madurez clarísimo que se ob- serva normalmente alrededor de los catorce o quince años es la aparición de la reflexión o capacidad que permite volver al pensamiento sobre sí mismo. Pues bien, en íntima unión con este logro se encuentra el subjetivismo o visión de la realidad a través del único prisma de las necesidades y emociones personales. Esta visión subjetivista de las cosas lleva al adolescente
  • 29. 46 Gerardo Castillo El significado de la adolescencia 47 a una defensa a ultranza de las propias opiniones, a un radicalismo en los juicios que raya, en muchas ocasio- nes, con el fanatismo. Qué duda cabe que esta falta de realismo solamente se ha puesto en evidencia con ocasión del ejercicio de una capacidad nueva. Y qué duda cabe también que para llegar a ser realista es necesario haberse dado antes alguna «bofetada» con la realidad. La defensa tanto del protagonismo del adolescente a lo largo del proceso de formación como la funciona- lidad de sus rasgos y comportamientos típicos, no im- plica ningún planteamiento permisivo de cara a su educación. Se está aludiendo, en todo caso, a que la acción educativa sea en esta etapa autoexigencia, es decir, educación de sí mismo, en vez de simple desarro- llo de hábitos de comportamiento. La orientación deberá consistir ante todo en estimular al adolescente para que sea consecuente con sus nobles ideales y con las decisiones personales libremente tomadas. Si la adolescencia es una época de inmadurez que normalmente —no siempre— deja paulatinamente de serlo, es conveniente ponernos de acuerdo acerca de qué es la madurez, en qué consiste conquistarla y cuáles son los rasgos de inmadurez de los que en prin- cipio se parte, antes de estudiarla con cierto detalle. Esto es lo que haremos a continuación. 2. Qué es la madurez La madurez es el resultado del proceso de mejora o perfeccionamiento intencional de las distintas fa- cultades específicas del hombre. De un proceso que no se reduce a la etapa adolescente, sino que, por el contrario, dura toda la vida. Cabe hablar en este sen- tido de madurez física, intelectual, afectiva y social Prohaska distingue entre maduración y evolución. La evolución es el desarrollo de las disposiciones natu rales de acuerdo con las leyes del crecimiento físico y mental. Este desarrollo tiene unos límites bien preci- sos en cada individuo, límites que tampoco pueden ser traspasados con la acción pedagógica. Por el con- trario, «la posibilidades de maduración, de todo in- dividuo van mucho más allá de esa frontera —en vir- tud de un matiz que hace de la persona algo más que el centro de lo subjetivo. En la esencia de la persona existe algo más que un yo. Forma parte de ella tam- bién el tú, y ello no sólo como punto de referencia, sino como constitutivo propio de su ser... La per- sona es más que ella misma. Hasta donde hace suyo ese "más" se extienden los límites de su madurez» 5 . De acuerdo con este concepto de maduración, la ac- ción pedagógica consistiría entonces en una invitación al esfuerzo personal para conseguir la superación inte- rior de sí mismo. Ese esfuerzo de superación personal permite ganar en madurez, entendida por el autor citado como la orientación de la propia vida según el sentido de su existencia. Se puede también entender la madurez como el resultado de descubrir y desarrollar valores: «los va- lores son especificaciones del bien, esto es, el ser en cuanto lo sentimos y apetecemos desde el punto de vista de su perfección. Son lo perfectivo de cada ente; aquella cualidad inherente al sujeto que le lanza en un movimiento de perfección, de superación de limi- 5 PROHASKA, L., El proceso de la maduración en el hombre Herder, Barcelona, 1973, p. 11.
  • 30. 48 Gerardo Castillo El significado de la adolescencia 49 raciones, que le hace ser un ser de crecer... Los valo- res son las tendencias impulsoras que incitan al hom- bre a una constante superación de sus límites» 6 . El valor es inmanente y trascendente a la vez. «Es inmanente en la medida en que radica en el ser mismo del hombre: es una calidad de su naturaleza; es tras- cendente en la medida en que el hombre jamás se en- cuentra acabado, sino que tiende continuamente hacia un más allá que sólo encuentra su término en el Ser Personal de Dios, Valor Absoluto 7 . Si la mejora de la persona consiste en un hacer cre- cer, toda educación es educación de valores. Cabe distinguir en este sentido entre valores en función de los cuales el ser humano se define como persona y valores en función de los cuales esa persona se rea- liza. Entre los primeros están, por ejemplo, la individua- lidad o singularidad, la intimidad, la fidelidad y la autonomía. La individualidad o singularidad es un valor al que ya nos hemos referido utilizando otro nombre: el de mismidad. Decíamos que es la cualidad de "ser yo mismo", de ser persona. Se contrapone a la colectivi- zación, pero no a lo social. No es, por consiguiente, aislamiento o simple independencia. La intimidad podría definirse como el espacio inte- rior que yo consigo para estar conmigo mismo y que me permite encontrarme. Equivale a "darme cuenta de mi individualidad"». La fidelidad es una congruencia perseverante con las propias convicciones y creencias. 6 CANTISTA, M. J., El valor y su fundamentación ontaló- gica. Nota técnica. ICE. Universidad de Navarra. 1 Ibidem La autonomía es un valor que hace que la persona sea el principio de sus propias acciones. «La máxima expresión de la autonomía es la capacidad de gobierno de sí mismo, la capacidad de ser ley de sí mismo, la posesión y uso efectivo de la libertad» 8 . Entre los valores que permiten la realización de la persona se encuentran los morales y los religiosos. En la madurez, entendida como incorporación de va- lores, «la meta es distinguirse de los demás como yo mismo; situarse como persona en libertad y responsa- bilidad; obtener un juicio propio sobre el mundo y una situación propia en él; llegar a ser "yo mismo", para recorrer también el camino hacia los demás pu-diendo decir "tú", en cuanto que es "yo"» 9 . Este concepto de madurez como capacidad para ac- tuar con criterio propio y responsabilidad personal significa que «la esencia de la madurez es una persona- lidad responsable y disciplinada, que convierta al ado- lescente en un adulto y le capacite para tomar de- cisiones, luchar con los problemas y relacionarse con los que le rodean de un modo satisfactorio» 10 . Para una mejor comprensión de la noción de ma- durez, puede ser útil destacar, entre otros, los siguien- tes rasgos: Como signo de madurez mental: la independencia y objetividad en el juicio; el sentido crítico; la capa- cidad para adaptarse a nuevas situaciones. Como expresión de madurez emocional: el auto- control de las emociones; el saber afrontar los proble- mas con serenidad; la aceptación de los fracasos; el 8 GARCÍA Hoz, V., Educación personalizada. Rialp, Ma drid, 1970, p. 27.9 GUARDINI, R., La aceptación de sí mismo. Guadarra ma, S. L., Madrid, 1962, p. 63. 10 SCHNEIDER, A., Op. Cít., p. 58.
  • 31. 50 Gerardo Castillo El significado de la adolescencia 51 ser capaz de respuestas moderadas y aplazadas; el desarrollo de las capacidades de dar y recibir. Como manifestación de madurez social: la toleran- cia con las personas; la capacidad de responder ante los demás de los propios actos; la disposición para colaborar en tareas colectivas. Estos tres aspectos quedan reflejados en esta defi- nición de madurez: buen juicio o prudencia con que el hombre se gobierna. Se podría resumir todo lo expuesto en este epígrafe diciendo que la madurez es el resultado de ejercitar la libertad humana entendida como desarrollo de capa- cidades y superación de limitaciones personales. En este desarrollo de capacidades es fundamental el auto- dominio —entendido como señorío de sí— y el ser- vicio. Autodominio y servicio han de verse, además, como capacidades interrelacionadas: el dominio de sí mismo debe estar orientado al servicio de los demás. La madurez estriba, por tanto, en haber avanzado en la conquista de la libertad. Se madura en la medi- da en que se adquiere un grado de libertad aceptable. Ello implica, a su vez la educación de las virtudes hu- manas. 3. La inmadurez inicial del adolescente Para el adolescente puede ser muy provechoso com- parar la meta a la que debe llegar como resultado del proceso de maduración con la situación de la que parte. Así se llegará a conseguir una idea mucho más clara de cuánta es la distancia que hay que superar y cómo es el camino a recorrer. Hemos visto que la madurez que se pretende con- quistar supone fundamentalmente la superación de sí mismo, la incorporación de toda una serie de valores permanentes y el desarrollo de la libertad responsa- ble. Cabe preguntarse, entonces, hasta qué punto el adolescente se encuentra alejado de estos objetivos en las fases iniciales de su camino. Con ello no pretende- mos generalizar. Ya sabemos que cada caso presenta características propias, diferenciales. Solamente inten- tamos destacar aquellos rasgos reveladores de inmadu- rez que suelen ser comunes a todos los individuos (aun cuando, por otra parte, no se cumplan exacta- mente en todos). Veamos, en primer lugar, algunos rasgos que guar- dan relación con la forma de entender y vivir la li- bertad. Es bien conocido el gran celo que desde el inicio de la adolescencia ponen tanto los chicos como las chi- cas en la defensa de su «libertad», hasta el punto de que suele ser el tema que origina más dificultades en las relaciones entre padres e hijos adolescentes. He aquí una muestra: «los padres tienen la manía de obligarnos a vivir nuestra vida como a ellos les gusta y no tienen derecho. Somos libres, libres de hacer lo que queramos. Ellos sólo tienen derecho a avisarnos, advertirnos, explicarnos lo malo y lo bueno que puede pasar, pero deben dejarnos libres. Únicamente nos pueden prohibir cuando somos pequeños, cuando no comprendemos, pero nada más...» En este párrafo se advierte perfectamente cómo cuando los adolescentes piden libertad, lo que desean muchas veces es simple independencia. Algunas nor- mas de conducta suelen tener para ellos el sentido peyorativo que actualmente se da a los «tabús». El educador —-padres o profesor— quedaría limitado a 11 Cfr. OF-97, ya cit., p. 2.
  • 32. Gerardo Castillo un mero avisador y consejero que no debe exigir, prohibir, corregir ni sancionar. La libertad queda reducida, pues, a independencia. Pero no se trata, en principio, de la independencia que consiste en pensar, decidir y actuar por sí mismo (que supone ya un importante progreso), sino del mero rechazo de las influencias que llegan del exterior. Es una independencia reducida, a su vez, al rechazo de la dependencia de los adultos. «En el niño la autoridad de los padres y educadores se halla completamente intacta... En el hombre que está madurando, la situación psicológica es esencialmente distinta: se siente inclinado, por un impulso ciego, a no reconocer a cualquier "no yo" el derecho o inmiscuirse en su mundo» 12 . El adolescente entiende la libertad únicamente como ausencia de limitaciones o condicionamientos externos. Por eso, aun en las situaciones de mayor permisivi- dad, seguirá diciendo que no es libre. No ha descu- bierto todavía que la libertad, toda libertad, es condi- cionada. Tampoco ha descubierto que los mayores con- dicionamientos de su libertad son las propias limita- ciones personales internas: la ignorancia, la pereza, la falta de iniciativa, el egoísmo, la inconstancia, el pesi- mismo, etc. Si a todo esto se le añade la inestabili- dad afectiva, el sentimiento de inseguridad y la debili- dad de la voluntad, se comprenderá perfectamente su escaso autodominio (que es una capacidad fundamen- tal para el desarrollo de la libertad personal). Del mismo modo es también importante pregun- tarse cómo entiende y cómo vive el adolescente otra dimensión básica de la libertad: la responsabilidad. De acuerdo con lo dicho más atrás, el adolescente 12 VALLENSTEIN, A., Op. cit., p. 213. El significado de la adolescencia "53 tiende más a responder de sus acciones ante sí mismo que ante otras personas. Por otra parte, le es suma- mente difícil adoptar decisiones y, sobre todo, aceptar sus consecuencias. Al lado de estos rasgos habría que poner el de estar mucho más pendiente de sus dere- chos que de sus deberes y la pretensión a culpar a los demás de sus propios errores (extrapunitivismo). Intimamente relacionada con esta inmadurez para vivir una libertad responsable está la falta de conso- lidación de la voluntad. En la adolescencia inicial se da un querer puramente funcional que no tiende a fines conocidos con claridad. El púber no se conduce por motivos racionales, sino que «quiere porque quie- re». Se trata de un puro ejercitar la voluntad. Junto a la maduración de la capacidad para el razo- namiento y para el pensamiento crítico surgen, en el comienzo de la adolescencia, una serie de rasgos es- tructurales que denotan inmadurez intelectual, como, por ejemplo, el radicalismo en los juicios (al que ya se ha aludido) y la ausencia de matices (que lleva a moverse únicamente entre puntos extremos: lo que no es blanco es negro y viceversa). Estas actitudes son consecuencia tanto de la escasa experiencia práctica de la vida como de la carga emocional que suele acom- pañar a sus acciones. Existe otro síntoma de inmadurez no común a todos los adolescentes, que tiene que ver, por una parte, con la capacidad para la relación social y, por otra, con la forma de vivir el valor de la individualidad o singu- laridad. Algunos adolescentes huyen en principio de la convivencia social con los mayores porque se sienten inseguros en ella y se refugian, unas veces, en el aisla- miento, y otras, en la banda o pandilla formada por sus iguales. La relación que se establece en estas pan- dillas es de simple camaradería (la amistad vendrá 52
  • 33. 54 Gerardo Castillo El significado de la adolescencia 55 más tarde). En el seno de estos grupos reducidos, la personalidad individual queda supeditada a los inte- reses de la vida en común, dándose así con frecuen- cia el conocido fenómeno del «gregarismo». 4. En qué consiste la conquista de la madurez- Tras definir el punto de llegada —la madurez— y describir el punto de partida —la inmadurez— parece necesario aludir también de alguna forma a las activi- dades que deben ser realizadas para alcanzar la meta propuesta. La madurez no es algo que se reciba ni se encuen- tre de forma inesperada o gratuita. Se trata, por el contrario, de una progresiva y costosa conquista per- sonal en la que nadie puede sustituir a otro. Sin duda, la tarea fundamental es la de saber des- cubrir y querer incorporar a la propia conducta un orden de valores permanentes. Estos valores «se apo- yan en su validez intrínseca y no en la fidelidad a personas concretas, modas y corrientes de opinión» B . Para Platón, el hombre es un ser que se encuentra entre Dios y el animal, llamado a recorrer un camino hacia la perfección. Esto sólo es posible «cuando per- cibe las posibilidades humanas en la dirección del bien» 14 . El desarrollo de tales posibilidades supone, en palabras de Prohaska citadas más atrás, dirigir la propia vida orientándola «según el sentido de su exis- tencia». Todo esto, naturalmente, requiere un esfuerzo y una autodisciplina perseverante. Esfuerzo en el descu- 13 CARRASCO DE LA PAULA, J. I., «Adolescencia y juven tud», en Gran Enciclopedia Ríalp. Tomo II, p. 242.14 PLATÓN, Tinaco, cit. por Prohaska en Op. cit., p. 47. brimiento y en la interiorización de valores (transfor- mándolos así en motivos para la voluntad); autodis- ciplina para que tales valores rijan, de hecho, la pro- pia conducta, tal como lo hemos expuesto. Este es- fuerzo para acercarse a la perfección descansa, en últi- ma instancia, en el amor: «el hombre experimenta en sí mismo que es incompleto, un ser que necesita eter- namente completarse... Cuando el eje es puesto por el hombre... la madurez es una madurez del conocimien- to. Cuando se considera el hombre en su relación exis-tencial a sí mismo, a sus semejantes y a Dios, la madurez se realiza como una madurez en el amor» a . Sobre la base de una escala de valores que le per- mita interpretar los acontecimientos y dar un sentido y una orientación a su vida, el adolescente podrá llevar a cabo toda una serie de tareas complementarias para ganar en madurez. Estas tareas suponen la realización de algunos aprendizajes orientados hacia el desarrollo efectivo de la libertad responsable. El adolescente debe aprender en primer lugar a aceptar responsabilidades. Para ello necesita saber que «responsabilidad no sólo significa responder ante uno mismo. Responsabilidad significa también responder, dar respuesta a la llamada de otro... Ser responsable significa tener que rendir cuentas y no sólo aguantar las consecuencias de la propia actuación» 16 . Después debe aprender a asumir las consecuencias tanto de las decisiones que tome como de las que acepte. Ello im- plica, a su vez, aprender a tomar decisiones persona- les y a responsabilizarse de ellas. Cabe distinguir tres formas de decidir según la zona de autonomía que tenga cada persona: la que se lle- 15 PROHASKA, L., Op. cit., p. 60. 16 LXiRR, O., La obediencia del niño. Herder, Barcelona, 1968, pp. 37-38.
  • 34. 56 Gerardo Castillo El significado de la adolescencia 57 va a cabo sin informar a nadie, la que se realiza informando a alguien (por ejemplo, a los padres) y la que se produce tras una consulta previa 1? . Rela- cionado con esto, es conveniente que los chicos tengan criterio para saber qué forma de decidir deben seguir en las diferentes situaciones. Para aprender a tomar decisiones es importante co- nocer con cierta objetividad el problema sobre el que se decide y ser consciente de las consecuencias que se derivan de cada alternativa. Asimismo es fundamental tener ocasiones frecuentes para decidir. Normalmente, más que de provocar o crear estas situaciones se tra- tará de aprovechar las que ya existen. Muy relacionado con la aceptación de responsabi- lidades y la toma de decisiones se encuentra el apren- der a afrontar la realidad. Este objetivo es básico en la adolescencia debido a la visión exageradamente idealista de la vida que se tiene en esta época. Se al- canzará en la medida en que el adolescente acierte a ver las cosas como son y deje de verlas como quisiera que fuesen. Ello exige tanto aprender a ver y pensar de forma objetiva como aumentar la experiencia vital. Ser realista requiere también un conocimiento ob- jetivo de la propia realidad personal: el adolescente debe aprender a verse tal como es, con sus posibilidades y con sus limitaciones. Detrás del conocimiento vendrá la aceptación de sí mismo: «he de querer ser el que soy: querer ser yo realmente, y sólo yo. Debo ponerme en mi yo, tal como es, asumiendo la tarea que con eso me está propuesta en el mundo... Ese es el principio y el fin de toda sabiduría. La renuncia a la soberbia. La fidelidad a lo real... Hemos de ejer- 17 Cfr. ISAACS, D., Op. cit., p. 184. citar la crítica contra nosotros mismos, pero con lealtad hacia lo que Dios ha puesto en nosotros» '". Estas recomendaciones valen para cualquier edad, pero son especialmente importantes cuando se produce el des- cubrimiento del yo. Aceptarse a sí mismo es impres- cindible para avanzar en el camino de la mejora personal. Citaremos, por último, la necesidad de aprender a convivir con los demás. Capacidad que supone ser capaz de establecer y mantener unas sanas relaciones interpersonales: «La realización de la madurez exige que el adolescente sepa combinar su independencia recién conquistada y en evolución con una continua dependencia de los padres y hermanos. No puede dejar que un enfado o enemistad pasajera destruya los víncu- los de amor. La persona madura es aquella que ama a los demás y reconoce su dependencia de otras personas, aun cuando al mismo tiempo conserve con orgullo su independencia e individualidad personal» ". 5. Las fases en la búsqueda de la madurez Veíamos al comienzo del capítulo, cómo entre un adolescente de doce o trece años y otro de veinte o veintiuno existe una considerable distancia. El primero es todavía un niño, el segundo es ya prácticamente un adulto. Este dato nos hace ver claramente el error que se comete cuando, con excesivo afán simplificador, se estudia la adolescencia sin considerar sus distintas fases o edades. 18 GUARDINI, A., Op. cit., pp. 22, 29 y 31. 19 SCHNEIDERS, A., Op. Ctt., p. 69.
  • 35. 58 Gerardo Castillo El significado de la adolescencia 59 En este estudio distinguiremos tres fases o momen- tos de la maduración del adolescente: pubertad o ado- lescencia inicial, que se extiende desde los once a los trece años en las chicas y de los doce a los catorce años en los chicos; adolescencia media (trece a die- ciséis años en las chicas; catorce a diecisiete años en los chicos); adolescencia superior (dieciséis a veinte años en las chicas; diecisiete a veintiuno en los chicos). Las edades señaladas pueden variar de unos casos a otros; solamente tienen un valor orientativo. Hay que llamar la atención además, acerca del hecho de que las mujeres empiezan y terminan el período ado- lescente un año antes que los hombres. La pubertad es solamente una fase de arranque que hace posible el paso de la niñez a la adolescencia pro- piamente dicha. El púber no rompe totalmente con el pasado. Podríamos decir, en este sentido, que es un niño que está empezando a dejar de serlo. El proceso comienza con la maduración de toda una serie de capacidades físicas y psíquicas que tiene gran repercusión sobre el funcionamiento del sistema ner- vioso. Ante estos cambios que se producen en su cuerpo y en su forma de ser, el púber se siente ad- mirado y sorprendido. No comprende qué es lo que está sucediendo, qué sentido tiene, por qué y para qué ocurre. En realidad cambia sin tomar parte activa en el proceso. El rasgo más significativo es el nacimiento de la intimidad o «despertar del yo». Este paso es el pri- mero —y también el más necesario— para el logro de una personalidad independiente. El púber se da cuenta de que es distinto de los demás, y este descubri- miento hará que se tambalee la inconsciente seguridad en sí mismo que tenía en la infancia. Conoce por primera vez sus limitaciones y debilidades y se siente solo e indefenso ante ellas. Surgen así los primeros secretos e intimidades. Es una fase de inestabilidad motriz y afectiva, y de gran sensibilidad (orientada hacia la protección de sí mismo), hasta el punto de que algunos autores la denominan «la edad ingrata». Pero, a pesar de ello se trata todavía de una época de relativa tranquilidad. En la adolescencia media se produce la ruptura defi- nitiva con la infancia y la búsqueda de nuevas formas de comportamiento. Del «despertar del yo» se pasa al «descubrimiento consciente del yo». El muchacho «se va conociendo, profundiza en sí mismo, y comien- za a reflexionar personalmente, a sentirse alguien y a quererlo ser cada vez más» 20 . El análisis de sí mismo será el punto de partida para el redescubrimiento y crítica del mundo que le rodea. No se limita ya, como en la fase anterior, a contemplar admirativamente los cambios que experimenta o a reaccionar instintiva- mente, sino que se interroga acerca de ellos. Quiere descubrir el sentido que tienen y llegar, además, a una toma de posición personal ante la vida. Si la pubertad era fundamentalmente una crisis de tipo biológico que repercutía en el desarrollo mental ocasionando solamente una inquietud («la inquietud de la pubertad», la llama Debesse) la adolescencia media es una crisis interna o de la personalidad. La inestabilidad afectiva de la fase anterior se convierte ahora en inconformismo y agresividad. Es «la edad de las impertinencias o fase negativa», porque «duran- te ella el joven parece negar cuanto hay de razonable y elevado y hallarse en camino de retroceso» 2I . 20 CRUCHON, G., Op. cit., p. 61. 21 VALLENSTEIN, A., Op. cit., p. 237.
  • 36. 60 Gerardo Castillo El significado de la adolescencia 61 Estas actitudes son originadas sin duda por la frus- tración de no poderse valer. En la adolescencia superior suele recobrarse el equi- librio perdido en las dos fases anteriores. Es un pe- ríodo de calma en el que se recoge el fruto de lo que se ha sembrado antes. El adolescente comienza a comprenderse y encontrarse a sí mismo y se siente ya integrado en el mundo en que vive. La evolución es ahora menor y más lenta pero puede, en cambio, prolongarse durante mucho más tiempo (especialmen- te si el muchacho recibe influencias negativas del am- biente). Evidentemente, la distinción entre la segunda y ter- cera fase está más clara que entre la primera y la segunda. «Mientras que la tercera fase se caracteriza claramente por la importancia dada a los valores mora- les y espirituales y por la elaboración consciente de una cierta concepción de la vida, la primera y la se- gunda difirien más bien en la intensidad de las reper- cusiones del crecimiento físico y la sexualidad sobre las actitudes y la conducta» n . El adolescente ha pasado del negativismo a la afir- mación positiva de sí mismo. Predomina en él ahora el afán de comprender y ser comprendido. Por ello se podría definir esta fase como el «despertar del yo mejor». Es la época de tomar decisiones y del sentido de la responsabilidad ante el propio futuro que lleva a trazarse un plan de vida. Es también la época de la entrega apasionada e ideales nobles. «La imagen su- blime del ideal se convierte en la gran palanca de su vida» a . Tras considerar el significado de las tres fases o edades de la adolescencia y la relación que existe entre las mismas, nos vamos a ocupar a continuación del estudio pormenorizado de cada una de ellas. Este estudio consistirá, en primer lugar, en la descripción de los principales rasgos que la caracterizan, para pasar luego a señalar algunas posibilidades y dificultades de maduración. Destacaremos, por último, algunas posibles ayudas positivas en relación con la mejora personal. 22 CRUCHON, G., Op. cit., p. 63. 23 VALLENSTEIN, A., Op. cit., 253.
  • 37. Segunda parte: Etapas en la adolescencia «de siempre»
  • 38. III. La pubertad o adolescencia inicial 1. Rasgos estructurales o comunes El desarrollo físico tiene una importancia fundamen- tal en la pubertad porque este período es, ante todo, un fenómeno de maduración anatómico-fisiológica en el que se ponen las bases para la transformación del organismo infantil en un organismo adulto. Esta trans- formación se observa especialmente en el aumento de estatura y en la aparición de los caracteres sexuales primarios y secundarios. La aparición de estos carac- teres es signo inequívoco de que se está produciendo la maduración sexual o aptitud para la procreación. El crecimiento corporal comienza de forma brusca y siguiendo un ritmo diferente para cada órgano, produciéndose así una desarmonía de las proporciones (suelen crecer mucho, por ejemplo, las piernas; de ahí viene la expresión referida a los adolescentes de «patas de cigüeña»); el peso aumenta casi como única conse- cuencia del crecimiento en estatura, puesto que inicial-mente apenas se incrementa el grosor del organismo. A lo largo de la adolescencia se irán alternando fases de «estiramiento» con fases de «ensanche». En la maduración mental se observa, junto a un desarrollo de la capacidad para el pensamiento abs- tracto, cierta sistematización de las ideas. Los senti-
  • 39. 66 Gerardo Castillo Las etapas en la adolescencia 67 mientos y la imaginación influyen de un modo especial sobre la vida mental, lo que contribuye al cambio y versatibilidad de intereses y opiniones. Estos intereses responden menos a una curiosidad intelectual que a la avidez de experiencia. La intensa vida afectiva de esta fase se manifiesta más hacia fuera que hacia dentro. El púber es víctima de un desequilibrio emocional que se refleja en la sen- sibilidad exagerada y el carácter irritable (en el que coexisten rasgos de agresividad junto a rasgos de ti- midez y ternura). Una característica importante en la evolución de la afectividad es la disociación que se observa entre im- pulso sexual y sentimiento amoroso. La atracción fí- sica coexiste junto al amor platónico sin producirse una integración de ambos. Con respecto a la maduración social, el rasgo más llamativo es la pertenencia al grupo de compañeros de estudio o de «camaradas». 2. Rasgos no comunes El crecimiento rápido e inarmónico origina en algu- nos casos cierta inestabilidad motriz que puede tra- ducirse en torpeza de movimientos. El púber extra- ña su nuevo cuerpo y le resulta difícil y molesto habitar en él. Es consciente, además, de su coyun-tural falta de atractivo físico (desgarbado, voz desagradable...). En algunos adolescentes, la crisis biológica repercute de forma más fuerte de lo normal en la vida mental. En estos casos se muestran como ensimismados (más como una actitud de perplejidad y protección del yo que por un interés reflexivo). La forma habitual de pensar es ahora el ensueño: el soñar despierto. El sentimiento de inseguridad le mueve en ocasiones a refugiarse en un mundo de ficción. Esta evasión es un mecanismo de defensa que puede perturbar el desarrollo del pensamiento abstracto. En el aspecto afectivo cabe señalar las excentricida- des, que son tanto un medio para llamar la atención de los demás, para hacerse notar, como un intento de dominar de algún modo el mundo externo. Junto a esto se advierte también en algunos adolescentes una acusada tendencia a los secretos e intimidades y cierta frialdad hacia lo estético. Con relación a la vida social hay que decir que algunos púberes encuentran una dificultad especial para sintonizar con el mundo de los adultos. No se sienten seguros en este medio, refugiándose unas veces en el aislamiento y otras en el grupo de camaradas. Como por otra parte se encuentran en la frontera entre la infancia y la adolescencia, suelen rechazar a quienes tienen un año menos por «niños», mientras ellos mismos son rechazados por quienes tienen un año o dos más por idénticas causas (estos últimos no los aceptan en sus «guateques», por ejemplo). 3. Posibilidades y dificultades de maduración en relación con los rasgos estructurales Consideramos como «posibilidades de maduración» el desarollo de ciertas capacidades y actitudes que, aunque todavía incipientes, juegan un papel importante en el proceso de mejora personal. Llamamos «dificul- tades de maduración» a aquellos obstáculos, internos o externos al adolescente que se interponen en el citado proceso de mejora. Tanto las posibilidades