El documento critica los efectos negativos de la globalización y las marcas, señalando que pueden dar lugar a la pérdida de empleos, mayores desigualdades sociales, daños ambientales y una cultura más homogénea. Sin embargo, también reconoce que las marcas sirven como indicador de la salud de la economía y ayudan a distinguir los productos y servicios de la competencia. El documento concluye que el verdadero poder lo tienen los consumidores, no las marcas.