Este documento discute el concepto de profecías autorealizadas y cómo las advertencias de crisis económicas futuras pueden potencialmente convertirse en realidad debido a la influencia recíproca entre creencias y conducta. También analiza las recientes advertencias de varias instituciones financieras internacionales sobre posibles peligros para la economía global y cómo las políticas monetarias actuales podrían ser insuficientes o perjudiciales si ocurriera una recesión. Finalmente, plantea que tanto la economía española como el crecimiento global no
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¿PROFECIAS AUTOREALIZADAS?
Manfred Nolte
Una profecía autocumplida es una predicción que se hace real debido a la
influencia recíproca entre la creencia y la conducta. Algunos ejemplos se
remontan a la mitología griega o la India, pero fue el sociólogo Robert K.
Merton quien acuñó la expresión en 1948.
Según Merton una profecía autocumplida es una definición imaginaria de una
situación que hace que la falsa concepción original vaya tornándose realidad. Y
es que coincidiendo con las reuniones de otoño del Fondo Monetario
Internacional, inauguradas este viernes pasado en Perú, se ha destilado desde la
Institución internacional, coincidiendo con otras del Banco de Pagos
internacionales, la OCDE, el BCE y diversas firmas de influencia, la advertencia
de que la economía global atraviesa serios peligros, que las amenazas que
acechan a las economías productivas del planeta son más severas que
cualesquiera otras desde la quiebra de Lehman Brothers en 2008. Crecen
menos los gigantes asiáticos y latinoamericanos que asisten impotentes a
sangrías masivas de sus capitales hacia el exterior. Los precios de las materias
primas se han colapsado, lo mismo que sus ingresos en dólares y en muchos
casos sus monedas cotizan a mínimos históricos. Pero tampoco crecen
demasiado los países centrales y desarrollados y ello conduce a un círculo
vicioso en el que ambos se influyen, dado que las exportaciones de unos son las
importaciones de otros y ello puede tener un efecto adicional sobre las
demandas internas que se vuelvan más conservadoras y aun pusilánimes y
entonces la deflación, ese monstruo que no acaba de desaparecer, campearía a
sus anchas y provocaría estragos sin límite.
Y como sucede con las modas y creencias dietéticas, que un alimento que antaño
era pernicioso hoy es fuente de salud y a la inversa, medidas consideradas como
salvíficas para nuestras economías se reputan al día de hoy como insuficientes o
potencialmente perversas. Las políticas monetarias ultralaxas que han
estabilizado la crisis (la política de Bernake de relajación cuantitativa y la ya
legendaria de Draghi con su advertencia del que “haré cuanto sea necesario para
salvar al euro”), ahora pueden ser el germen de una nueva recaída. Y si tuviese
lugar una recesión -se está simulando una enfermedad todavía inexistente- los
gestores de la política monetaria carecerían de herramientas con las que
responder. Como los tipos de interés están a niveles de cero, e incluso en los
mercados de bonos los tipos son negativos en un alto porcentaje de las
emisiones, no habría espacio para rebajarlos y la política monetaria
desparecería del taller de instrumentos disponibles para combatir la crisis. El
mundo entraría en un modo de histéresis generalizada -paro pertinaz-
reviviendo los efectos del 1929 o de 2008. La aversión al riesgo y el aumento de
la propensión al ahorro cavarían aun más profundamente ahondando el
agujero. Los inversores demandarían solo los activos financieros más saneados
cuyos precios se dispararían con rendimientos nulos o negativos. La idea de que
un crecimiento anémico es solo una consecuencia temporal de la crisis de 2008
–se dice- es absurda. (El texto sigue después del png del periódico.)
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Lamentablemente las recetas para orillar el peligro anunciado son vagas y
titubeantes aludiendo a genéricos principios de ortodoxia que solo repiten la
consigna de ‘hay que hacer las cosas mejor’, o sea, hay que hacerlas bien hechas.
Mientras el mundo amenaza zozobrar, el Fondo Monetario Internacional ha
hecho públicas sus previsiones de la economía española. El Fondo prevé que el
Producto Interior Bruto (PIB) español avance un 3,1 % este año y un 2,5 % en
2016, lo cual –ya lo sabemos- no está nada mal. En lo que se refiere al paro, el
FMI estima que este año acabe con una tasa del 21,8 % que en 2016 se reduciría
hasta el 19,9 %. Otras noticias se refieren al déficit público. El FMI respalda la
teoría de Bruselas y calcula que España incumplirá ligeramente los objetivos
pactados. No será hasta 2017 cuando el déficit baje del 3 %. No es grave, pero ya
se sabe que en año electoral hay que echar algo más de leña a la caldera.
Cabe preguntarse: ¿Es la economía española una fortaleza aislada que sobrevive
al posible tsunami global? Doctores tiene la Iglesia que sabrán responder a tan
aventurada cuestión, pero ni la española es una isla ni la global se antoja tan
amenazada. Después de todo, el crecimiento global en 2015 será del 3,1% y
apenas difiere de las tasas de los tres años anteriores.
En nuestros años mozos de universitarios circuló por las aulas una sátira
ilustrativa del tema que nos ocupa. Es como sigue. Un próspero empresario
eibarrés incluyó en su nómina al hijo recién graduado en ciencias económicas.
Aunque la coyuntura era favorable y continuó siéndolo al término de la
historieta, el recién llegado fue persuadiendo a su padre para recortar gastos,
despedir personal y reducir cartera de clientes protegiéndose ante una
hipotética crisis futura. Naturalmente, la desastrosa adopción de unos
supuestos imaginarios condujeron al cierre de aquella pujante firma con lo que
el Padre concluyó admirado: ¡Menos mal que hice caso a mi hijo. Sus
previsiones no pudieron ser más acertadas!
O sea, profecías autorealizadas de las que en principio conviene sospechar, sin
bajar del todo la guardia.