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NUEVA VISIÓN DE LA EDUCACIÓN RELIGIOSA ESCOLAR
               PADRE ALBERTO CAMARGO CORTES
 
 

“POR LA SAMARITANIDAD HACIA UNA NUEVA
VISIÓN DE LA ERE HUMANA Y HUMANIZANTE
                                                Por: ALBERTO CAMARGO CORTES
                                                                                                
      “¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los
    salteadores?”. El dijo: “El que practicó la misericordia con él”. Le dijo Jesús: “Vete y
                                 haz tú lo mismo”. Lc 10,36-37.
     Nueva visión de la Educación Religiosa Escolar: Espiritualidad de la
                            Pastoral Educativa.
Introducción.
Ante el cometido que me ha sido encomendado experimento una emoción grande.
Siento la necesidad de posar la mirada sobre Colombia, como quien observa desde
una gradería lo que sucede en la arena, y expresar que lo de nuestro país, su
estado de crisis general, es un asunto ético y por tanto, un problema educativo. Me
emociona, porque convergen en mi interior muchos sentimientos encontrados,
muchas constataciones, cuadros veraces de realidades dolorosas, conductas
erradas e inconsecuentes, sin asidero histórico que las explique, fruto de la
venalidad o de la desorientación; actitudes intencionalmente malas, desprovistas de
todo recato, cínicas e irresponsables.
Pero también me emociona percibir que, con todo, es posible pensar, reunirse,
poner a dialogar lo subjetivo y lo objetivo, analizar el macrocontexto del país y los
contextos particulares y los micros y, desde las condiciones de posibilidad de la
esperanza, expresar confianza y amor por la utopía evangélica. Sí, aquella vivida y
anunciada por Jesús de Nazaret y sostenida durante su vida itinerante; acogida por
su movimiento misionero discipular, en el que se pusieron las bases de lo que hoy,
a través del tiempo, por fidelidad, nos sentimos exigidos a recuperar.
Es decir, que hoy, en este recinto, les invito a declararnos discípul@s del Maestro de la
 Galilea, a beber de la fuente de su pedagogía humanizadora, a insertarnos en nuestra
 tierra como él lo hizo en la suya y afrontar las consecuencias de este acto de suprema
 libertad, para el cual hemos ingresado en su escuela discipular y nos ponemos en camino.
  Con esto, quisiera comenzar a disertar sobre lo que pienso, puede ser entendido, como
 Espiritualidad de la Educación, o de manera más vinculativa, Espiritualidad del
 educador@. O si se quiere, el horizonte esclarecido, de la espiritualidad que soporta
 nuestra Pastoral Educativa. Si se me preguntara ahora mismo, cómo sintetizaría este
 mensaje, les diría sin titubeos que es la aventura en la que hoy nos sumerge el Espíritu:
 No esconder la luz debajo de una mesa, o entender que tampoco se puede ocultar una
 ciudad sobre la cima de una montaña, o que lo propio de nuestro quehacer es ser “sal y
 luz de la tierra” (Mt.5,13-15).
 •     Interrogantes de Contexto: Este espacio es apropiado para admitir que
       vivimos una crisis de convivencia, que ha sido una constante a lo largo de nuestro
       desarrollo histórico, social y político. Por esto, es acertado preguntarnos: ¿Por qué
       no hemos podido convivir?, ¿por qué no ha sido posible crear en Colombia un
       proyecto colectivo de nación, cuyo fundamento sea la paz?, ¿por qué la violencia
       es de hondo calado en nuestros contextos, casi sin dejar por fuera ninguno?. Y, lo
       que también es muy extraño, ¿por qué, ahora, muchos no quieren saber de estos
       interrogantes, se ofuscan cuando se mencionan, o aluden que todo no está tan
       mal, que quien así lo pregunta es un pesimista?, ¿qué pasa en la apreciación de
       nuestra realidad que preferimos eludirla?.

Algunos responden que ya tenemos bastantes diagnósticos. Otros prefieren ser
indiferentes y ocuparse de sus asuntos. Los que pueden hacerlo, se van del país. Hay
quienes últimamente afirman que el país está cansado de violencia y que, en el sentimiento
general de la población, existe una propensión a salir rápido de esta situación que ha
marcado durante muchas décadas la historia nacional bañándola de sangre y se entra
decididamente en el esquema de guerra, como prioridad, sin tener en cuenta otros factores
importantes en el manejo de la complejidad de nuestro conflicto. Y, la cruda realidad sigue
galopando dura e irredimible: la salud mental de los colombianos no está bien, crece la
depresión psicosocial; el país está empobrecido, la Contraloría General de la República en
coincidencia con la ONU, afirma que la línea de pobreza en Colombia pasa del 60%; la
misma ONU, a través de su Programa para el Desarrollo, revela que el país en los últimos
diez años bajó en crecimiento económico y desarrollo humano casi diez puntos, estaba en
el puesto 64 y descendió al puesto 73.
El problema de la salud pública de los colombianos se ha empeorado. ¿Es ineficiencia
del Estado?, como dicen algunos, ¿es corrupción de los entes administrativos
encargados?, así lo afirman otros. Las causas no se tienen claras. Entretanto millones de
pobres en Colombia no tienen acceso a un tratamiento digno. Creo que son muchas
situaciones las que existen como agravantes del panorama social colombiano que, por
respeto al auditorio no continúo enumerando, pues el tema que nos congrega no es
concretamente el análisis económico, social y político del país. Pero sí considero, por
ejercicio de coherencia, de contextualización y de indignación ética, que si nos vamos a
preguntar por nuestro papel en la educación de los colombianos y, directamente por
nuestra responsabilidad moral y social, no podemos dejar de lado al menos unas
consideraciones, en este caso pobres, como las que acabo de hacer, sobre lo que ya en
Colombia, pasa de ser una crisis social y se constituye en crisis humanitaria. Y aquí
está el interrogante de fondo: ¿Cómo contribuir desde la ERE a crear escenarios
posibles en los que, desde nuestro aporte específico cristiano católico, incidamos
en la construcción de una sociedad nueva?. Obviamente que esta preocupación
nos pone de cara ante el reto de formar una persona nueva.

El reto es grande e incluye un cambio de visión. Si en nuestras manos está acceder a
una de las dimensiones fundamentales del problema, a la vez la que puede definir
muchos de sus aspectos claves, hemos de entender que es la EDUCACION el escenario
posible que buscamos. El planteamiento lo hacemos desde la identificación de nuestro
horizonte: Es un asunto de HUMANIDAD, es un proceso HUMANIZANTE, es entonces,
vivir nuestra ESPIRITUALIDAD CRISTIANA al servicio de la recomprensión del
paradigma educativo religioso. Es, definitivamente, en la praxis y el lenguaje de Jesús de
Nazaret, EDUCAR VIVIENDO EN MISERICORDIA.
2. Reconocimiento Histórico: Si planteamos un nuevo horizonte, es porque es
preciso resignificar lo que hemos hecho. Es también admitir que el paradigma cesó. Y,
lo que más difícil nos puede quedar, aceptar el precio de los errores históricos. Quiero
decir que, nuestro desfase cultural y sociológico respecto de Europa, ha hecho mella en
la conformación de nuestro desarrollo posterior, afectando notablemente nuestro
crecimiento epistemológico.

Esto es, heredamos el conflicto pre-modernidad v.s. modernidad dado en el Viejo
Mundo, en el cual España y Portugal, nuestras conquistadoras, protagonizaron la parte
contraria a la irrupción de las nuevas dimensiones del pensamiento. Este hecho marcó
un derrotero para la producción del conocimiento en Colombia y en Latinoamérica que,
no estuvo a la altura de las nuevas ideas y, ocasionó la inexistencia de un discurso que
polemizara y generara nuestras propias alternativas.

Si otro hubiese sido el escenario de estas discusiones, si la actitud no hubiera sido
contraria a los discursos divergentes y, para el contexto del momento, “desafiantes”, se
habría podido dar otro rumbo al insostenible embate de la modernidad. Ello ocasionó un
atraso considerable de Colombia en relación con el resto del mundo, como también lo
vivió la propia España en su historia moderna y hasta bien entrado el siglo XX, situación
que solo en las últimas décadas ha puesto al país de nuevo, a la par del resto de
Europa.
Acudir al Lugar Histórico debe ser nuestra prioridad por dignidad intelectual, para entrar
en el debate que continúa hoy, desde el universo simbólico de la post-modernidad, el
cual ha agudizado nuestra extrapolación, cuando no estábamos preparados para asumir
la inevitable secularización, que nos llega descontextualizada, ocasionando en nuestro
sistema educativo, cultural y religioso, una escisión.
Y es aquí, en este punto neurálgico, donde debemos poner la mirada, como también se
pone el dedo sobre la herida, en actitud terapéutica, sin prejuicios, con serenidad de
espíritu, haciendo honor a la verdad. Colombia vive una transición accidentada de lo
moderno a lo post-moderno, sin haber vivido lo moderno, habiendo sostenido en su
sistema educativo un esquema que no dialogó con estos nuevos referentes universales.
Por ello, el país recibe el siglo XXI resolviendo las secuelas del XIX, lidiando aún con los
problemas centrales del XX y ahora, con la persistencia del desfase, enfrentando estos
nuevos problemas que se caracterizan por las rupturas epistemológica y religiosa.




 3. El Problema de la Ciudadanía: Esta carencia de contextualidad histórica, hace
 curso en el examen riguroso de tales problemas, desde las herramientas que hoy nos
 confieren la sociología urbana y las nuevas propuestas de las antropologías sociales.
 Es por esto, que el tema se concentra en la discusión sobre el factor ético. Y, en
 buena hora para Colombia, porque exige de parte de todas las instituciones, incluida la
 Iglesia Católica, re-pensar su papel en el mencionado trayecto histórico y contribuir a un
 nuevo tratamiento del tema, aceptando entrar en el panorama de discusión que nos
 ofrecen las ciencias sociales.
Por este motivo, en el debate son dadas diversas posiciones que hoy se amparan en la
visión que permite tener la sociedad plural del momento, aunque su ingreso en la
sociedad colombiana haya sido accidentada. En lo que respecta al pensamiento de
hombres y mujeres de Iglesia, encontramos diversidad en los planteamientos, lo cual
nos enriquece sobre medida. En consecuencia, el tema ciudadano salta a la escena,
como aglutinador necesario de una esperada convergencia en materia de ideas y de
acciones, cuando está en juego apuntar a lo álgido de nuestra convivencia social y de la
injerencia que el sistema educativo tiene en tal cometido.




En este sentido, traigo a cuento una exposición de un notable colombiano que en
materia de búsqueda de caminos de paz en el país, ha resultado ser un pionero de
empresas para algunos casi imposibles en el momento histórico que vive Colombia,
como lograr sostener los Proyectos de las Comunidades de Paz en el Magdalena Medio
desde hace ya un tiempo, y ahora, con la posibilidad de extenderse a otras regiones del
país. Vale la pena conversar sobre por qué Francisco de Roux pensó en algún
momento de esta manera:
“La secularización acelerada en la sociedad colombiana de los últimos veinte años es el
cambio más importante del país en el mismo período. Pero, a mi juicio, este proceso sano,
ha conllevado un problema grave: durante este período se desvanece la moral religiosa y
las gentes no han sido preparadas con una ética cívica que sustituya lo que antes se
cumplió como mandamiento divino. De hecho, lo que se ha dado es el secularismo. Es una
sociedad que salta del institucionalismo católico a la anomia social sin haber conocido la
secularización. Este problema parece estar en el núcleo de comportamientos anormales
peligrosamente diseminados en Colombia. Y ante esta realidad puede ser absolutamente
irrelevante llamar de nuevo al pueblo desde las pastorales y los púlpitos a un [1]
comportamiento religioso.

[1] Francisco J. De Roux, en: Revista de la Universidad de Antioquia, número 210,
octubre de 1987. p. 12.
Una hipótesis para explicar esta situación es que la iglesia católica, tan asidua en una
predicación ordenadora del comportamiento social desde los templos, y encargada, no sin
disputas ni forcejeos, de la tutela de la educación nacional hasta hace dos décadas, no se
preocupó, o no encontró una metodología para contribuir a desarrollar una civilización
estatal o una comunidad civil. Lo que parece haber centrado la preocupación de la Iglesia
fue el desarrollo de la civilización católica y de la comunidad religiosa. Lo importante para
la iglesia era hacer buenos católicos y eso no coincidía necesariamente con hacer buenos
ciudadanos. Por eso, normas importantísimas de la vida ciudadana como disposiciones
sobre el contrabando y la tributación o el manejo de los dineros públicos por los
funcionarios de turno, podían pasarse por alto, sin incurrir en pecado, siempre y cuando
se cumplieran los dictámenes de Dios y de la Iglesia”(1).
Me parece que este punto de vista nos ayuda a identificar con claridad no sólo el lugar
social e histórico de nuestra práctica educativa, sino también el lugar pedagógico.
También es pertinente señalar que el tema por ser inconcluso es de gran actualidad. Una
visión de esta naturaleza influyó sin duda alguna, en la conformación de un imaginario de
resistencia creciente ante y dentro del modelo religioso en vigencia, hasta desvirtuar la
práctica misma de la religiosidad y colocarla en contravía de los tiempos nuevos.
Ahora, el reto está en desaprender los desaciertos del modelo en cuestión y entrar a
recuperar lo específico nuestro, lo que nos ubica con identidad propia ante el reto de
contribuir a crear hoy en Colombia una nueva sociedad. Para este fín, es necesario entrar
en el marco de la dialogicidad con las ciencias sociales y, por sus mediaciones, establecer
el papel que nos corresponde en este siglo XXI, en la definición del ETHOS SOCIAL
COLOMBIANO.




[1] Francisco J. De Roux, en: Revista de la Universidad de Antioquia, número 210, octubre
de 1987. p. 12.
En este sentido, el tema de la ciudadanía nos es caro, debe ser para nosotros, al igual
que para los demás actores sociales, un referente obligado, desde el cual optamos por
asumir la responsabilidad social de nuestra fe. La ciudadanía, en el contexto cultural
grecorromano, fue para las comunidades fundantes de los primeros años del cristianismo
diverso culturalmente, lugar social y teológico, en el cual se forjó una praxis cristiana,
reconocida en actitudes arraigadamente fraternas, solidarias, emancipatorias y
martiriales. De la misma manera, estamos llamados a ser protagonistas en la búsqueda
de una nueva civilidad que rescate al país de la fragmentación en que ha caído,
consolide su nacionalidad y estructure el Estado Social de Derecho. Tales son hoy los
lugares de los nuevos discursos culturales y políticos, en el marco de la pluralidad en los
que la iglesia, desde la educación, no puede ser la gran ausente.
He aquí por qué es necesario un replanteamiento urgente de la ERE, un fuerte acento en
nuestra identidad que haga visible el ser cristiano que nutre toda nuestra vida. Si es así,
podemos llegar a la conclusión ineludible: La nueva visión de la ERE es la
ESPIRITUALIDAD. Miremos de qué estamos hablando con esta afirmación. Cuál es el
camino que nos muestra.
4. Pedagogía y Espiritualidad: Para ahondar en la espiritualidad es preciso percibir
primero los reflejos de su luz. Vamos entendiendo que hay espiritualidad en el quehacer
educativo, cuando nos es claro que la función educativa es propia de la vida humana.
Esta comprensión nos permite constatar que la tarea formativa no es solo racional sino
integral, que abarca toda la persona, sus facultades mentales, afectivas, sociales y
espirituales.
Descubrimos entonces, su carácter de vocación, luego también, que más que una ciencia,
es un arte. El artista tiene sensibilidad y aptitud que puede potenciar, pero sin ellas es
inútil ir a una academia de arte. Se trata de vivir, en esta vocación, un desbordamiento del
ser. Es una dación de nuestra interioridad. No podemos ser neutrales: cada uno de
nosotr@s puede formar o deformar. Es el planteamiento que Yahveh le hizo a Moisés:
“Mira, yo pongo hoy ante ti vida y felicidad, muerte y desgracia...Escoge la vida para que
vivas” (Dt. 30,15.19). El ser humano pasa por la vida edificando o destruyendo, con su
testimonio, con su palabra, con su silencio, con su amor o con su odio, con su amargura o
con su serenidad.




En un colegio o escuela podemos encontrar profesores que saben muchas matemáticas,
ortografía, geografía o historia. Pero un buen profesor no es necesariamente un
educador. Puede ser un deseducador. El ideal es lograr profesores educadores. En el
orden de la naturaleza una madre puede ser analfabeta. Pero ordinariamente una madre
es una educadora innata, con su amor al bebé. Y un padre puede ser un gran sabio, pero
si después de engendrar, abandona a la mujer y al hijo, entonces es un deformador
desentendiéndose de la educación del hijo. Del mismo modo, este arte, puesto en
nuestras manos, es para abarcar sendas de creatividad por las que ingresamos en la
realidad en búsqueda de la hondura de la verdad. Por lo mismo, este proceso no es
estático, no maneja verdades inamovibles, no es aprender a repetir, sino aprender a
aprender.
Este aprender a aprender excluye por tanto, el esquema de sola información, de preguntas
con respuestas prefabricadas, sin experiencia. Es más un aprendizaje que muestra
caminos, se muestra narrativo, tiene método, se basa en la experiencia, afronta preguntas
existenciales. La persona y la actividad educadora de Jesús de Nazaret confirma este tipo
de aprendizaje. Jesús lo que hace es enseñarnos a ser humanos. Su praxis humanizante
incluye todo el proceso de búsqueda de la verdad, que es inherente a la existencia
humana.
“Les conviene que yo me vaya” (Jn.16,7), testimonia la comunidad joánica, al poner en
labios de Jesús esta afirmación. Con ella acentúa la puesta por obra de un aprendizaje
humanizante que se desprende del legado del Maestro, de la lección de vida entregada,
del camino recorrido, del ejercicio de búsqueda de la verdad: “...tengo aún muchas cosas
que decirles pero no podrían cargar con ellas”, continúa el texto, aludiendo al papel del
Espíritu Santo, quien sigue el proceso de humanización de todos los hombres. Es,
entonces, pedagogía de humanidad lo que aquí se nos enseña, para no agotar la verdad,
para no adelantarla, para no invadir su misterio, para no cortar nuestra mirada
trascendental.
Es no apresurar la información por el solo hecho de ser verdadera, porque algo
fundamental está en juego: ayudar a crecer. Dios no nos hace nacer adultos, sino niños,
teniendo por delante todo lo que hay que aprender. Así, la comunidad intuyó, se identificó
aun con la ausencia física del Maestro, porque su Espíritu siguió presente, siendo principio
de vida, nutriendo el proceso creador, porque “hace nuevas todas las cosas”. Pareciera
que el aprendizaje ha terminado, cuando no ha hecho más que entrar en su etapa más
creadora y fecunda.                          Así, por este procedimiento, asumimos el
                                              aprendizaje como la acción humana de
                                              formar formándose, esto es, aceptando
                                              que no sólo formamos a los niños y
                                              jóvenes, sino que ellos también nos
                                              forman. La relación educativa es de sujeto
                                              a sujeto, nunca de sujeto a objeto. Cuando
                                              cosificamos,              deshumanizamos,
                                              deformamos, damos muerte. En este
                                              sentido, sólo Dios es Principio de Vida, por
                                              tal razón, sólo Dios es auténticamente
                                              Padre y Maestro. Siendo así las cosas,
                                              tenemos que reconocer que nuestro papel
                                              no es ser “Maestros”, sino “Pedagogos”.
Tal es en consecuencia, nuestra tarea, llevar, conducir hacia el único Maestro. El
resultado inmediato es ponernos tod@s, discípulos y pedagogos, en el plano del
discipulado y del condiscipulado, a la escucha del único Maestro verdadero. El educador
debe estar dispuesto a eclipsarse, anonadarse (Flp. 2,8), “Conviene que yo me vaya”
(Jn.16,7), morir al protagonismo para que los demás crezcan (Jn.3,30).
La humildad del educador está entonces, en ser buen pedagogo. Es este el rasgo
 práxico de su espiritualidad: llevar a los discípulos al Maestro de la Vida, para que
 tengan Vida en abundancia (Jn.10,10). Esta convicción se hace visible cuando el alumno
 se hace huésped del educador, entra en su casa y éste lo acoge, le es hospitalario y le
 ama, le reconoce y está dispuesto a vivir con él la caminada. Por eso hemos dicho que
 esta labor es un arte que se inspira en la primera pincelada que crea el paisaje: ¿Quién
 es el educando?. Partir de este nivel es prioritario. Sólo así, el educando se siente
 reconocido, aceptado, valorado, tiene confianza en sí mismo, porque el docente le ha
 revelado que él tiene mucho que ofrecer y que allí comienza la aventura de crecer.

 Hoy, más que nunca esta acción es indispensable. Los jóvenes se sienten perdidos,
 naufragan en la sociedad de este tiempo que les presenta tan solo la imposición de ser
 seres “productivos”, sin importar las condiciones personales.

                                                 Cuando el educador acepta plasmar su
                                                 ser en la obra de arte sucede que se
                                                 hace insignificante, no ocupa el primer
                                                 puesto, su ser también se ha fundido con
                                                 el del niño y el joven, han entrado
                                                 fraternalmente, en la senda educativa. Se
                                                 ha dado a conocer el espíritu noble de
                                                 esta experiencia, la razón de ser de la
                                                 educación: sacar desde dentro, hacer
                                                 comunión de vida, entregar todo, vaciarse
                                                 sin prevenciones. Esto sólo es posible
                                                 cuando el amor recupera, en esta acción
                                                 su ser entrañable, cuando se ha hecho lo
                                                 de la “madre”, dar a luz, cuando se ha
                                                 llegado al corazón mismo del Maestro de
                                                 la Galilea, que la mira con misericordia,
                                                 porque su rostro humano y social está
                                                 atravesado de gritos de humanidad. Esto
                                                 es, amig@s para el hoy de Colombia, la
                                                 manera de vivir desde la educación, la
                                                 SAMARITANIDAD.

Nos corresponde, desde este punto, trabajar arduamente por el nacimiento de una nueva
comprensión de la educación en Colombia. Que el panorama del país se nos presente
violento no es gratuito. Si bien las causas de este flagelo tienen raíces hondas y para llegar
a ellas es necesario un análisis estructural, no es menos cierto que nos pesa el
interrogante y ¿cómo fueron educados los actores que concibieron en sus
mentes y prácticas morales, conducir el país por los senderos de la
corrupción y de las exclusiones sociales?.
¿Qué hay de fondo en las actuaciones de quienes han perdido totalmente la sensibilidad
ante lo humano, no se conduelen ante el dolor, al contrario, dan rienda suelta a sus
apetitos de venganza?; ¿Por qué hemos renunciado a seguir buscando la paz para el
país por las vías de la humanización, de la persuasión que puede llegar a la
transformación del corazón y, por este mismo sendero, ingresar en lo que nos es
imperativo ético, acceder a las reformas sociales estructurales que saquen al país del
conflicto armado hacia la justicia social, escenario racional en el que los actores
armados entiendan que deben deshacerse de sus apetitos desmedidos y afanes de
enriquecimiento ilícito, lo cual ha ahondado en las desigualdades sociales?.
 
Estos nuevos interrogantes tocan de manera consecuente nuestro talante educativo.
Por ello, para que la samaritanidad, praxis educativa del trabajo generoso por el Reino
de Dios en nuestra nación, impregne la vocación de educar un nuevo país, hemos de
entenderla y asumirla como una fuerza interna que atraviese los criterios, las
dimensiones estructurales, los sentidos, los ejes de producción del conocimiento, la
reivindicación de la política como arte de la convivencia. Samaritanidad como praxis
definidora del quehacer de los cristianos de nuestra iglesia en medio de la sociedad de
este tiempo, por tanto, una iglesia al servicio de la misericordia.




Esto es irrenunciable para nuestra pastoral educativa. De cara a lo que estamos
viviendo no podemos ofrecer otras cosas, no podemos perder el tiempo. La acción de
educar es también un ejercicio de esperanza. Y esto es lo que hoy urge en Colombia. Si
nuestra pastoral educativa es generadora de esperanza, nos estamos haciendo
pregoner@s de la MISERICORDIA VITAL, que es a su vez, necesidad sentida por
nuestros hermanos y hermanas. Misericordia como amor entrañable que siente desde el
dolor del otro, desde su grito de sufrimiento. Simplemente no se puede permanecer
indiferente ante esto.
Debe haber una reflexión bíblico-teológica de fondo que fundamente esta opción de la
iglesia por asumir como lo hizo Jesús de Nazaret, la condición humana. Esto nos lleva a
tener presente que nuestra espiritualidad para que sea samaritana, es de seguimiento en
el discipulado fiel y total. Es de movimiento, de aprendizaje humilde, de talante profético,
de estar dispuestos a entrar en la praxis del amor comunitario o amor de cruz, lo
cual exige renuncias personales de fondo, que no serán posibles si no hay convicción,
coherencia y militancia en la realización de una fe social, que nos sostiene ante la
terquedad que debemos tener, si es preciso, por anunciar y vivenciar los valores del
Reino del Dios de la Vida.. Esto sólo es posible, si tenemos apertura a la presencia
santificante del Espíritu que invade todo nuestro ser.
En consecuencia, es preciso clarificar los términos. De todos y de todas es sabido, que
en la Biblia, nada se puso por escrito sin antes haber sido vivido. La Palabra escrita es
expresión de una experiencia de fe en el actuar histórico del Dios de la Vida que quiere
que la humanidad viva. Ante esta certeza, nuestro corazón se llena de gozo incontenible
al expresar que el vocablo SAMARITANIDAD, que hace curso últimamente en el
escenario urbano de Bogotá, lo entendemos como la PRAXIS DE LA
MISERICORDIA. Y, acudiendo a la hondura del lenguaje bíblico en búsqueda de
identidad, para que no haya lugar a dudas, ni ambigüedades, digamos qué es realmente
misericordia.                             Según los aportes de biblistas nuestros[1]
                                        encontramos que, Misericordia en el latín,
                                        viene de Miser Cordia, corazón volcado al
                                        miserable, al que padece sufrimiento y
                                        miseria. Ver el salmo 136. En el griego, viene
                                        de Splajnon, entrañas o seno materno. A su
                                        vez, este viene del hebreo Rahamin, que
                                        quiere decir matriz donde la mujer acoge la
                                        vida.
                                        Por ejemplo, Jr 31,20 lo toma como la matriz
                                        de Dios que cede a la Misericordia. Es sentir
                                        desde adentro, moverse a la acción solidaria
                                        ante el dolor del otro. Por eso se dice: “Se le
                                        conmueven las entrañas”.
Por ejemplo, Jr 31,20 lo toma como la matriz de Dios que cede a la Misericordia. Es
sentir desde adentro, moverse a la acción solidaria ante el dolor del otro. Por eso se
dice: “Se le conmueven las entrañas”. En el hebreo, también se emplea el término
Hesed, en el sentido de tener una conducta solidaria y recíproca. Hace referencia al
carácter de gratuidad que hay en Dios, en relación con la Alianza Tribal. Manifiesta
solidaridad entre Yahveh y su pueblo. Es la constante histórica que define a Dios.
Aparece entre otros lugares, en Os 6,6; Mt. 9,13 y 12,7. Misericordia quiero y no
sacrificios.
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[1] Torres Millán Fernando, Del Diario Bíblico 2006 que será publicado por CICLA.
5. Hacia una Pastoral Educativa Samaritana.
De manera que, al abordar la praxis de la misericordia estamos ante algo definitivo,
ante el rasgo fundamental que hace visible en la historia, la intervención humanizadora
de Dios mismo. En este sentido, si Dios es Misericordioso, Jesucristo es Misericordioso,
la Iglesia tiene que ser Misericordiosa, o su anuncio del Evangelio no sirve, está vacío,
es inútil. A esto se refiere Jesús de Nazaret cuando se le interroga sobre la síntesis del
Evangelio, y responde con la Parábola del Buen Samaritano (Lc10,25-37) mostrando su
profunda coherencia con la voluntad del Dios de la Historia. Es inadmisible para Jesús
de Nazaret la actitud cúltico-religiosa que justifica la indiferencia ante el dolor del otro.
Su denuncia evoca al Primer Isaías (Is1,10-20), cuando rechaza el culto practicado por
los opresores, haciendo evidente el problema de la ausencia de conciencia.




Esta intervención de Jesús es su respuesta a la pregunta ¿Quién es mi prójimo?.
Luego, estamos delante de lo central para el Proyecto del Reino de Dios, revelado por
el nazaretano: MISERICORDIA ES PROXIMIDAD, sentir desde adentro, dejar que
brote de lo hondo del ser un amor entrañable, un amor de entrañas de madre; es amar
al otro con entrañas, por el solo hecho de que sufre y, eso conmueve las entrañas, ese
dolor no debe existir, se trata de vibrar con las fibras más hondas de lo humano, de
buscar que el otro y la otra vivan. Pero, además, Jesús plantea esta praxis en contexto,
hace intercontextualidad y, por ello, lanza su crítica ideológica a la religión cínica.
Apunta de inmediato a los hechos sociológicos que tal actitud implica. PROXIMIDAD
es, si se parte de la actitud nuclear de compasión ante el dolor, cercanía, no exclusión,
aceptación de la diversidad y de la diferencia. Estamos ante la lucidez de la
conciencia. Por eso Jesús coloca como énfasis ideológico al samaritano, en contraste
con la difícil relación judíos-samaritanos. En esta perspectiva, SAMARITANIDAD es la
espiritualidad que está a la base de la praxis del Reino y su injerencia en nuestro
contexto debe ser lo que nos define, lo que busquemos insistentemente, lo que se
constituye en nuestra razón de ser, lo que alimente nuestro profetismo, lo que nos lleve,
si es preciso, a dar la propia vida.
Es un PRINCIPIO de definición y de acción, de innegociable identidad, de actitud
profética. Por esto mismo debe ser PRINCIPIO CONFIGURANTE de toda nuestra
acción eclesial, en el que no hay lugar a ambigüedades, en el que nuestra claridad es
meridiana. Esta injerencia que, precisando, es testimonial y transformadora del entorno,
llega entonces a tocar las determinantes estructuradoras de la sociedad: La histórica, la
política, la social, la económica, la religiosa; Y su acción debe impregnar los escenarios
interactuados de la Cultura, la Educación y la Etica.
Así, es todo el entramado histórico presente, en el que nos corresponde dar razón de
nuestra ESPERANZA, un amplio LUGAR TEOLÓGICO, en el que y desde el que,
contribuyamos para que Colombia ingrese en la conformación de un Proyecto Social
Colectivo de Nación, al que nunca ha llegado por el devenir de nuestras inconsistencias
históricas. Es decir, nuestro Proyecto Educativo es Humanizar. Construir la proximidad
desde la diversidad y la diferencia. Samaritanidad que nos presenta la Comunidad de
Lucas, como concreción del estilo pedagógico de Jesús de Nazaret




Vivir esta Espiritualidad de la Educación, lo cual nos exige ser buenos pedagogos,
es aceptar que tenemos que entrar en un tiempo nuevo, en el que ya estamos actuando,
pero que aún no tocamos, pues es necesario entenderlo como la necesidad de crear un
nuevo paradigma educativo. Ya no se trata tan sólo de luchar por la clase de religión,
liberándola de su carácter de “costura” en que ha caído, siendo esto tan importante, sino
también de, a través de nuestro ser cristiano, acceder a los niveles científicos del
conocimiento y anunciar el Evangelio de la Vida por medio de tal quehacer científico,
hasta impregnar las demás áreas de formación de la persona humana. Esto nos exige un
nuevo planteamiento, un desacomodamiento, un nuevo lenguaje, un ingreso definitivo en
la Teología de la Educación.
Esta labor no es de batallar privilegios, de crear protagonismos débiles, de añorar
tiempos pasados, de mantener discursos inamovibles. Es más una acción de profunda
identidad, de creativa dimensión del pensamiento, de recuperación hermenéutica de la
memoria histórica, de compromiso para el hoy de esta Colombia que nos reclama un
aporte a la construcción de una Etica Racional, que nos involucre a todos y a todas en
la praxis del respeto, de la tolerancia y de la reconciliación. Una labor educativa en este
sentido, en dirección hacia un nuevo paradigma que incluya nuestra participación
creyente, en la reconstrucción de una nación en paz, puede llegar a tener las siguientes
especificaciones o mediaciones, cuyo EJE CENTRAL, la SAMARITANIDAD, se
concreta en el diálogo con cada una de ellas y, a la vez, es su fundamentación:


a) Especificación Epistemológica: En el sentido de la recuperación de nuestro
conocimiento, de nuestra identidad epistemológica que se truncó con la ruptura cultural o
el choque cultural que nos trajo el “descubrimiento”. Es desentrañar nuestro pathos y
nuestro eros que fueron sometidos por el logos adveniente. No es difícil hoy constatar
este razonamiento. “El sentimiento (pathos) y la sensibilidad no se oponen al logos
(comprensión racional) sino que son también una forma de conocimiento mucho más
abarcante y profundo que la razón porque la incluyen y la desbordan. Esto lo expresó
maravillosamente Pascal, pensador a quien nadie le puede achacar el desprecio de la
razón, que fue uno de los creadores del cálculo de probabilidades y constructor de la
máquina de calcular. Pascal llegó a afirmar que los primeros axiomas del pensamiento
son intuidos por el corazón y que es el corazón el que pone las premisas de todo
posible conocimiento de lo real. Nos dice que el conocimiento por la vía del sentimiento
(del pathos) se asienta en la simpatía (el sentir-con la realidad) y se canaliza por la
empatía (sentir-en, dentro de, identificado con la realidad sentida).


Estamos afirmando que en el origen no está la razón, sino la pasión (Pathos y Eros). La
misma razón actúa movida, impulsada, por el Eros que la habita. Pathos no es mera
afectividad, mera afectividad que se siente afectada por la existencia propia o ajena; es
principalmente una actividad, un tomar la iniciativa de sentir e identificarse con esa
realidad sentida. Y el Eros no supone un mero sentir, sino un con-sentir. No es una
mera pasión, sino una com-pasión. No es un mero vivir, sino un con-vivir, simpatizar y
entrar en comunión”, nos dice Luis Pérez Aguirre en su libro “La Opción Entrañable”[1]




[1] Pérez Aguirre Luis, “La Opción Entrañable”,Paulinas,2001,págs.21-22.
En consecuencia, con ojos de hoy, es necesario colmar los vacíos enormes en que
incurrimos, el desconocimiento de la unidad esencial con la tierra que pisamos. Es dar
la expresión, en nuestro actual lenguaje, a lo que por siglos hemos acallado. Tenemos
esta deuda con nuestra identidad. La pasión por la realidad no la hemos ejercido, no
nos la enseñaron, quedó como elemento silenciado en el mestizaje, se hundió en grito
sordo y hasta ahora no ha podido decir su palabra. Lo que impera es la vergüenza de
admitir que llevamos lo indígena y lo negro en la sangre.
En esta crítica epistemológica no pude faltar esta mirada. Es nuestro imperativo
ético también. Es de alguna manera, volver a casa, sentir lo nuestro, volver a
nuestro Principio, que no se resigna a ser un fantasma en la historia. Es mirar el
rostro de nuestro Abya-yala , la comunión rota, que forcejea por ser, por no dejarse
sepultar definitivamente, por hacerse interlocutor de una nueva dialogicidad que abra
senderos de luz a la búsqueda de alternativas para salirle al paso a nuestros
comportamientos violentos e incoherentes. Es recuperar nuestra Inteligencia
Espiritual Originaria, como única manera de dar expresión al ser volcánico de la
exuberante cultura tropical y mestiza que llevamos dentro.
Es reconciliar este Principio de Vida, este Principio Tierra, con el contexto actual
devolviéndole su voz. Se hace por el diálogo respetuoso con su información a cerca de
lo que somos y sentimos. Ha sido frustrante que nuestro Pathos y nuestro Eros no se
hayan podido expresar; ambos surgidos del grito del Abya yala, estadio primero, que
recuperado, nos puede ayudar a volver a nuestra armonía cósmica fundante, para hoy
ser fraternos con el ecosistema y en él, crear la nueva armonía urbano-ecológica.
Debe haber un equilibrio entre el Pathos, el Eros y el Logos de nuestra cultura, para
llenar los vacíos de nacionalidad que nos someten a una ignorancia vergonzosa de lo
que somos, de nuestra realidad. Es un vacío epistemológico, porque no tenemos
proceso de conocimiento propio, ignoramos nuestro legado histórico, sólo recibimos
conceptos y sus textos, sin ir a sus contextos; no producimos conocimiento sistemático,
ni individuos, ni instituciones, porque no registramos continuidad en los procesos, cada
cual piensa que lo suyo es lo mejor, sin complementarlo con lo ya hecho. Se improvisa
en asuntos fundamentales para la nación, no conocemos el país.
 
Es un vacío histórico, porque no tenemos conciencia histórica, la memoria ancestral
quisieron aplastarla y borrarla; no hay formación de conocimiento histórico-crítico que
genere apropiación de la problemática histórica del país, por lo mismo, no existe una
sistematización de la memoria histórica de la nación.
 
Es un vacío antropológico, porque luchamos contra un mestizaje no asumido. El país
creció en un inconfesable complejo de inferioridad, esto generó exclusión, violación de
los derechos humanos, fragmentación e imposibilidad de definición de una identidad.
 
Es un vacío ético, porque no hemos podido convivir, estamos en deuda con la
conformación de nuestro ETHOS SOCIAL.
 
un vacío de paz, porque no se entiende en el país que para llegar a este preciado don
debemos acabar con la enorme desigualdad social que nos aqueja; porque el conflicto
armado nos ha acompañado siempre generando posturas irreconciliables, agudización
de los enfrentamientos, expulsión de las tierras, pérdida de las tradiciones y costumbres,
pérdida de experiencias y relación con la realidad.
b) Especificación Científica: A la base de este paso debe haber una Sociología del
Conocimiento propia de nuestro país, que hunda sus raíces en la estructuración de un
proceso que resuelva nuestro problema epistemológico. A partir de este presupuesto se
puede hablar de la producción de un conocimiento científico contextualizado, que nos
ayude a recuperar nuestra identidad. Teología de la Educación y Conocimiento
Científico, en nuestra propuesta se complementan, tienen en la mira humana y social, la
vocación de trabajar por una mejor calidad de vida, por abrir senderos que nos conduzcan
a una Cultura de la Paz. Para nosotros es evangelizar a través de los lenguajes de la
ciencia.




c) Especificación Cultural: La samaritanidad educativa forma en la diversidad
cultural, para la aceptación de nuestra gran riqueza étnica y geográfica. Hemos de
contribuir a que este tesoro de ser tan diversos, se complemente y no nos separe. Los
regionalismos y los intereses de unos pocos se impusieron sobre el bien de todos y de
todas, concentrando la riqueza y generando miseria. Así se ha formado el conocimiento en
el país, sin interculturalidad, lo cual es don del Espíritu Divino. Es necesario redescubrir
este don a través de una educación religiosa que parta de la recuperación de la pluralidad
cultural.
“El horizonte de la interculturalidad está ya muy presente en las distintas disciplinas y los
diferentes campos de la reflexión, como la filosofía, la antropología, la comunicación, el
derecho, la filología, la pedagogía, la psicología, etc. También se está abriendo paso en el
campo de la teología a buen ritmo y con buena orientación”[1]. Así, ingresamos en el
amplio escenario de las teologías contextuales que forman sujetos, trabajan por la
dignidad de nuestras bases culturales y su relación directa con la fuerza liberadora de Dios.
Estas diversas direcciones de la interculturalidad ya las vamos conociendo por sus
nombres propios: ecologista, feminista, campesina, indígena, afroamericana y económica
[2].
d) Especificación Histórica: Creo que es urgente trabajarla. Inspirémonos en el
testimonio del Pueblo de Dios. Su tradición oral recrea permanentemente la memoria. Así
no olvidan que Dios ha intervenido en su historia, conocen que están incluidos en su
Proyecto Liberador. Del mismo modo, para nosotros es una obligación con nuestra
dignidad de colombian@s , en este horizonte de recuperar nuestra humanidad, dar razón
ante el nuevo concierto mundial globalizante, de lo que somos y nos identifica.
Nuestros niños y jóvenes conocen muy poco de las tradiciones fundantes de nuestra
nacionalidad, no se les inculca suficientemente un amor de pertenencia a la tierra, al origen
campesino de los abuelos. Saben más de alimentos gringos, de comidas chatarras, que de
lo que producen nuestras tierras. Prefieren lo extranjero a lo nacional. Y eso es mal de la
mayoría de colombianos.
                                          Una mirada histórico-crítica a la memoria del
                                          país, va a permitirnos no sólo recuperarla, sino
                                          ante todo, analizarla. Ir a las causas de nuestros
                                          hechos históricos y entender por qué en la
                                          coyuntura actual, vivimos la prolongación de un
                                          conflicto que nos ha hecho inermes a él, ligeros
                                          en las apreciaciones que sobre su crudeza
                                          emitimos. En la lectura histórica, social y
                                          teológica de estos hechos está nuestro
                                          compromiso ineludible. No podemos escapar a la
                                          responsabilidad histórica de nuestra fe. El
                                          Evangelio no es incompatible con el compromiso
                                          social y político, al contrario, nos lo señala como
                                          su inaplazable dimensión profética.

e) Especificación Política: Es un error histórico no asumir el escenario político como lo
hizo el talante misionero de Jesús de Nazaret. El no formó parte de grupos políticos, o de
partidos ideologizantes, ese no fue su interés. Pero su claridad de conciencia, su
compromiso con los pobres y su rechazo a toda práctica dominante y excluyente, violadora
de los derechos humanos, ya fuera religiosa o política, lo llevó a pagar con su vida el precio
de su asombrosa libertad y profunda coherencia.
El talante político de nuestra pastoral educativa está en consecuencia, en formar
ciudadanos y ciudadanas del Reino, que conozcan en primera instancia la realidad
de la nación, que no ignoren que la fe y la vida no se separan, sino que se complementan y
tienen por tarea una pedagogía rica en dignidad. Y en segunda instancia, por estas
especificaciones enunciadas, trabajar por una persona nueva, capaz de participar en la
construcción de una sociedad justa e igualitaria, con lugar para las representaciones y el
ejercicio de los derechos, a la vez, que de los deberes. Así se estaría bajo la luz de la
voluntad de Dios, porque El no es Dios de muertos sino de vivos. Es el Dios de la Vida, el
Dios que nos ha revelado su Hijo, Jesús de Nazaret, compartiéndonoslo, haciéndonos hijos
e hijas a nosotros también.
En este marco de referencia entra la pluralidad cultural que caracteriza a Colombia,
dándonos un escenario en el que dejemos esclarecido que una praxis en este sentido,
“no es hacer una hermenéutica entre teología sistemática y teología histórica, entre
dogma e historia, sino en la relación entre teoría y praxis, entre comprensión de la fe y
praxis social. Así estamos lejos de una neopolitización de la fe; y sí, ante el despliegue
de la capacidad de crítica social de dicha fe.”[1]
f). Especificación Etica: La pastoral educativa, desde la praxis de la samaritanidad
 social, se encuentra con el lenguaje de la sociedad civil. No se niega a establecer una
interlocución con sus políticas de defensa de los derechos humanos, sino que se prepara
para aportar en ese tema, los valores propios del Evangelio. Lo específico nuestro es la
misericordia, cuyo resultado práxico al ser puesta por obra, es el bien social con el
énfasis evangélico en la denuncia de lo injusto, de lo que deshumaniza, y, por tanto, en
su compromiso por establecer lo humano, el legítimo reconocimiento de los otros y otras.
Aquí está el empeño por la Ciudadanía del Reino, este es su lugar social y político.
Y ya, para el ejercicio concreto de nuestra fe es lugar teológico, pues estamos llamados
y llamadas a transformar la realidad que impone lo malo sobre lo bueno, que mata la
vida y que nos quiere ahogar en su espiral de violencia. Tal es la tarea que se nos
impone, cuando pensamos con decisión en construir conjuntamente, desde la diversidad
y la consolidación de las diferencias en consensos racionales, el ethos social
colombiano.
Esta especificación ética aparece en el escenario de la conflictividad nacional como el
referente obligatorio, sobre el cual es necesario posar una mirada estudiosa. En efecto,
este debate es de carácter inaplazable y en él, es importante que nuestra visión
educativa plantee la Buena Noticia de la Misericordia. El asunto ético es eje
transversal de la crisis nacional. Por eso nuestra insistencia se concreta en la
formación de personas misericordiosas, es decir, hombres y mujeres abiertos al valor
personal entrañable de los demás.
Las expresiones más hirientes de esta endemia social colombiana, se concentran
en la ínfima comprensión acerca de lo público y de lo privado en el país. De ahí, los
grandes exabruptos que tenemos que observar en materia de manejos en la
administración pública, como la malversación de fondos y la constante mutilación del
fisco nacional; la injusta repartición de la tierra o los desplazamientos de los que la
pierden; la concentración de la riqueza en muy pocas manos; o las conductas
individuales cargadas de mezquindades y egoísmos. Sencillamente, en Colombia no se
piensa en los otros, es como si no existieran, está primero el bien personal antes que el
colectivo. Es un problema de “genética cultural”, no ha habido lugar para los
mínimos éticos fundamentales que regulen el comportamiento social.
 
[1] Metz Baptist Johann, “Dios y tiempo”, Editorial Trotta, 2002,p.33.
Allí está nuestro papel fundamental. Nos corresponde educar con un nuevo modelo de
conducta que tenga como prioridad la alteridad o la otredad; un nuevo paradigma
educativo que desestabilice los esquemas individualistas con una praxis audaz en el
sentido de reconocernos y amarnos. Esto es puro Evangelio. Con que concentremos
nuestras fuerzas en aquello de “no busquen los primeros puestos” (Lc.14,7-8), o
“...Cuando des un banquete, llama a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos, y
serás dichoso, porque no te pueden corresponder, pues se te recompensará en la
resurrección de los justos” (14,13-14), nos basta para canalizar nuestras fuerzas
evangelizadoras y llegar al meollo de la enfermedad que padece Colombia.
Esto no se hace sin antes analizar con valiente honestidad, en dónde estuvieron las fallas
garrafales, para que un país en cuyo sistema educativo tuvo una influencia decisiva la
Iglesia Católica, haya perdido en mucho, en su sistema político y social, tal legado. Creo
que es oportuno preguntarse ¿Cómo fue entregado este tesoro?, pero también, abriendo
paso a la esperanza que no defrauda, ¿En qué debemos cambiar para corregir este
desacierto?.
g) Especificación Ecológica: su base teórica y práxica se desprende del ser ético que
todas y todos debemos llevar dentro. Se une profundamente al proceso de conocimiento
de lo nuestro, a la apropiación de nuestra casa, de nuestra tierra madre. Aquí se tiene que
concretar la educación armoniosa del pathos y del eros y del logos colombianos. Es
nuestra sensibilidad cósmica que se traduce en gritos de justicia, pues muchos seres
lloran dentro del corazón único de Colombia que, a causa del desalojo está herido y
dividido. Persona nueva, sociedad nueva y Creación Nueva, en el sentido de
preservar nuestra capacidad de admiración y gratitud ante la gratuidad del Dios Creador,
que todo lo hizo bien y bueno, para que lo administráramos con justicia. (Gn.1,27-31).
¿Cómo la Teología de la Creación hace específico este diálogo con la samaritanidad, a tal
grado que la fraternidad con las obras creadas, la comunión con ellas, sea expresión
elocuente de la comunión entre los seres humanos?. Francisco de Asís, el Hermano de
todas y de todos y el Hermano de la Creación, nos lo enseña. Su estilo de vida, toda ella
anclada en la vivencia del Evangelio, supo armonizar magistralmente, la Ternura y el
Vigor, propios de la síntesis humana de su comunión total.
Esta disponibilidad a escuchar el quejido del ecosistema, nos hará amar más su
biodiversidad y a ponerla al uso racional de nuestras necesidades y a tomar conciencia de
que es nuestro y como tal, debemos defenderlo, no dejárnoslo usurpar por intereses de
rapiña y de expropiación. Es doloroso ver nuestras tierras fumigadas, nuestras montañas
devastadas a causa de la proliferación de los cultivos ilícitos; nuestros ríos con sus
cauces secos o contaminados. La agonía del río Bogotá es un ejemplo elocuente de la
desidia, del desconocimiento de nuestro sistema ecológico, de la irresponsabilidad social
con que se han manejado nuestros recursos. Tendríamos que mirar con misericordia a la
naturaleza, sentir con ella, dejar de ser extraños en su santuario de vida. Hoy por lo
menos, una ecología urbana se nos presenta en el horizonte como una oportunidad para
crear caminos de convivencia y fraternidad entre la ciudad y lo poco que nos queda del
ecosistema.
h) Especificación Interreligiosa: Forma en la conciencia amplia de que las
religiones no pueden ser fuentes de conflictos entre sí, ni con las sociedades en cuyo
seno están insertas. Su dimensión fundamental interreligiosa es el diálogo, sustento del
reconocimiento y del respeto. No puede basarse en las diferencias que las separan, sino
en los vínculos que pueden crearse para trabajar por ideales comunes, que aporten a la
conciliación y a la paz.
Este diálogo no puede pretender un único modelo religioso, pues los símbolos y los ritos,
las creencias y las cosmovisiones religiosas, son la riqueza grande de las religiones, ha
de ser más un encuentro abierto por ayudar a resolver los grandes problemas de
convivencia que afectan hoy a la humanidad. El esquema mundial hoy también es
amenazado por el fundamentalismo religioso, situación que genera zozobra en el mundo
y representa un retroceso de varios siglos en términos de civilización intolerable. Los
brotes de intolerancia que se dan en nuestro medio deben ser manejados con prudencia
y con una formación de la inteligencia, para hacer del tema religioso una oportunidad
para unir al país y formarlo en humanidad.




Es interesante abordar la discusión sobre el sentir religioso de los jóvenes y de los
niños, quienes piden un replanteamiento del quehacer y del papel que la Iglesia tiene en
sus intereses de edad y de compromiso con la sociedad. Muchos dicen ser católicos,
pero sienten a la Iglesia alejada de su realidad, esperan de ella más oportunidades de
vinculación y más motivaciones abiertas a la novedad de sus vidas. En este campo nos
queda todavía mucho camino por recorrer.
i) Especificación Urbana: La espiritualidad de la pastoral educativa entra en el
complejo escenario de interacción con el fenómeno urbano, urbano rural en
transición o el esquema de la ciudad-región y del acelerado crecimiento interno de las
ciudades. Es un lugar de grandes desafíos para esta visión que pretendemos crear y
recrear en el medio por excelencia, de nuestro quehacer pastoral, la urbe.




Es un asunto de espiritualidad porque recoge la expresión plural de muchas maneras de
ser y de sentir en la gran ciudad, que forman parte del conjunto formado en la urbe, por el
encuentro de diversas culturas, todas ellas en búsqueda de espacio y proyección. Nada
más las culturas juveniles urbanas son muchas y todas con sus propios códigos de
comunicación y de definición grupal.
Del mismo modo, el entorno urbano nos ofrece un sinnúmero de situaciones en las que
son evidentes problemáticas que nos demandan un buen conocimiento de sus procesos
de conformación y de interacción. En el horizonte de la gran ciudad, se vislumbra nuestro
sueño, el cual pone en fervorosa utopía social, nuestro empeño por trabajar la ciudadanía
del Reino. Esto equivale a forjar la ciudad humana en la que todas y todos deseamos
vivir. Es la Ciudad de la Misericordia que, debemos admitirlo, apenas está insinuada
tímidamente en algunas mentes y, tristemente, se muestra en acciones aisladas.
La Ciudad de la experiencia interdiocesana urbana se nos puede ir de las manos, si
no trabajamos pronto por integrar nuestras visiones pastorales. Tenemos el referente
señero que el Espíritu de la Vida nos inspiró, como la gran motivación, como la excusa,
para intervenir desde la responsabilidad social de nuestra fe, en lo que para el Reino de
Dios es fundamental: la justicia que produce, preserva, valora, ama y defiende la vida.
Bogotá espera esta acción profética, clara y definida de nosotras y nosotros. Es asunto de
derrotero común, de reflexión profunda sobre las implicaciones que esta opción depara en
el contexto urbano y sus grandes retos a la fe coherente, social y dialogal que el siglo XXI
exige.
La asamblea sinodal, y allí, en medio de las vicisitudes de nuestra pastoral se hizo
escuchar el Espíritu, clamó por necesidades sentidas, por verdades que no podemos
ocultar: por una iglesia cercana, caminante con su pueblo, conocedora de sus grandes
transformaciones, atenta a su transición dolorosa como ciudad moderna; clamó por tener
como fundamento coherente de nuestra presencia eclesial y pastoral la Palabra de Dios,
la cual, en el sentir de los sinodales, no da forma a la presencia de la iglesia en su
contexto; y clamó por una iglesia que trabaje por una ciudad decididamente humana,
cuando señaló el mandato de la espiritualidad samaritana.
Aquí tenemos, entonces, tres grandes vertientes de la pastoral en la gran ciudad,
que pueden producir en nuestros corazones tal pasión que, no pueden seguir siendo
aplazadas y menos superadas, por el engranaje jurídico de las porciones diocesanas y de
las estructuras pastorales particulares, que bien, una vez estén definidas en sus
servicios, pueden integrarse para trabajar una visión de conjunto que impulse esta causa
mayor. Me refiero a que trabajar por la Ciudad de la Misericordia, implica con base en
el ejercicio de re-pensar la ciudad y la pastoral, fundamentar las pastorales urbana, bíblica
y educativa, en profética articulación, para evitar que la Ciudad eclesialmente se nos
fragmente. Pastoral Urbana, por la proximidad a la gran ciudad en los términos ya
descritos; Pastoral Bíblica, porque la Palabra de Dios es el “alma de la vida de la Iglesia”
(D.V. 25) y ante eso, pastoralmente damos muchos rodeos; y Pastoral Educativa, por
estas intuiciones que nuevamente nos inculca el Espíritu: La Ciudad Humana o de la
Misericordia.




j) Especificación Económica: Esta relación, hasta hace un tiempo resistente, entre
teología y economía, se ubica dentro del quehacer interdisciplinar que hoy nos compete y
que se encuentra en el horizonte de la evangelización a través de la ciencia. Se conecta
con la especificidad de nuestro discurso, en la sensibilidad social que nos llama a poner la
voz en el cielo, cuando del dolor causado por el empobrecimiento de nuestros hermanos y
hermanas se trata.
“La economía debe moverse dentro de un proyecto que compagine armónicamente los
valores de la libertad, la conciencia y la responsabilidad con los principios del bien común,
la solidaridad y la unidad del género humano”. [1] Tales principios se desprenden no sólo
de la condición de la economía como ciencia humana, sino también de su cometido de
contribuir a la realización integral de la persona y de la sociedad.
Según este presupuesto, dadas las condiciones de pobreza y exclusión social en que vive
más del 60% de la población colombiana, estaríamos traicionando la causa del Reino de
Dios en nuestra tierra, si, por el sendero educativo, no tomamos conciencia de ello y no
convocamos a la concertación que nos permita abanderarnos de la justicia social. Por otro
lado, la expansión del conocimiento científico en nuestro país, no puede descuidar la
certeza de que las políticas económicas del libre mercado y de la globalización, no tienen
en sus propósitos el respeto a nuestra condición de negociantes menores. Si de
humanizar se trata, tenemos que empezar por la defensa de nuestros legítimos derechos,
pero para ello, hay que conocerlos y hacer uso de ellos.
k) Especificación Docente: Aunque ya está expuesto en el aparte Pedagogía y
Espiritualidad, no sobra insistir en que lo nuestro, el oficio de educadoras y educadores,
es ante todo, una vocación de humanidad. Y esta es nuestra especificidad y para ello
debemos prepararnos. Somos docentes, enseñamos en el área religiosa que el amor de
Dios vive en nuestros corazones y que por la toma de conciencia de tan grande don,
nuestra mirada y nuestra palabra, vibran por lo nacional, por nuestra gente, por una
sociedad nueva en la que no cedemos ante el empuje de prácticas deshumanizante,
cargadas de instrumentos de muerte. Somos conscientes que lo nuestro es un
compromiso entrañable con el país y su futuro, a pesar de que éste propiamente no esté
del todo en nuestras manos, ya que otros intereses nos lo están arrebatando.




[1] Tamayo-Acosta,Juan José, o.c. p. 184
l) Especificación Comunitaria: Es la comunión total que buscamos en este esfuerzo
supremo que tenemos por delante de integrar, sobre la base de la samaritanidad, todos
los esfuerzos conducentes a hacer de nuestro Proyecto Educativo un grito altisonante de
justicia, una praxis coherente surgida de nuestro seguimiento discipular de Jesús de
Nazaret. Para ello, es preciso sostener que es además, nuestro aporte específico
cristiano, de Iglesia de la Misericordia, a la carrera por impedir que Colombia se
desintegre. Esta vivencia de la comunitariedad hecha historia en nuestras culturas, es
reflejo fiel del Misterio mismo de Dios Comunión de Personas, que por el Amor, es
la fuerza interior que nos impulsa, nos lanza hacia fuera, en busca de la humanidad de
nuestros hermanos y hermanas.
Por lo mismo, hacemos uso de la riqueza simbólica de nuestra propuesta, que no puede
ser otra que, el acudir a una MESA INMENSA, en la que todas y todos, nos sintamos
incluidos. La comunidad es eso, mesa abierta, permanentemente servida, dialogante y
festiva. Pero una mesa no es tal, si no está dentro de una CASA, cuyas paredes estén
revestidas de colores, sus puertas siempre abiertas y por sus ventanas circule el aire con
olor a Patria, a tierra húmeda y seca, a diversidad de animales y de plantas.




Y si las puertas de esta casa están abiertas, por ella entrarán los habitantes que la hacen
grande, acogedora, humana, cálida. Luego, esa Casa tiene que ser Colombia.
En último término, lo que nos define en esta educación humanizadora, es el tesón por
recuperar el “Alma Nacional”, para ser nosotros y nosotras, para rendir tributo de
gratitud a la vida y dar razón de nuestra esperanza. Con esta expresión “alma nacional”,
quiero hacer referencia también a la Fiesta , como notable transversal que atraviesa la
nacionalidad entera, y que por dentro lleva un dolor: el ethos social enfermo de nuestro
pueblo. Pero su mensaje es contundente. A pesar del dolor no se apaga el espíritu de lo
festivo. Es uno de los rasgos definitorios de nuestra idiosincrasia. Por tanto, nuestro grito
de esperanza también debe ser festivo, incluyente de los valores autóctonos culturales
como constitutivos de nuestro lugar teológico. Son manifestación autorizada de la
espiritualidad del pueblo.
Por esto, la esperanza se enciende en resplandor popular cuando escuchamos letras
representativas de nuestro folclor. El amor por la tierra madre, por la pachamama, el
jalonazo de la sangre, la identidad de las raíces se tensan al compás de la música y las
estrofas de “Soy Colombiano”, “Espumas”, “Pueblito Viejo”, “La Piragua” y otras, o de
los poemas y narrativas que han marcado el corazón enamorado de la vida y de las
personas, de tantos colombianos y colombianas.
 
La espiritualidad de la pastoral educativa y la pastoral de la esperanza tienen en su
haber, la misión de incentivar la identidad con esta realidad que nunca nos será
negada, nuestra cultura diversa y exuberante. Es gracia del Dios de la Vida poder
contar con todo ello. Será tarea de las diversas hermenéuticas hacer de la pastoral algo
no inferior a esta condición plural de la que estamos formados, que lejos de ser una
dificultad para la convivencia, puede llegar a ser un permanente Canto a la Vida. He
aquí la dimensión de lo comunitario que está dormido en muchos pechos colombianos.
Nuestra Buena Noticia no se puede hacer esperar.
 
A partir de esta Fundamentación Teórica, proponemos el camino hacia una Nueva
Visión de la ERE, apoyados en la intuición y la praxis de la Samaritanidad. Esto
supone la concreción curricular, que debe ser a su vez, expresión de fondo de nuestro
aporte a la configuración del PEI. Ingresar por el mundo de los PEIS, en el contexto
político, social, económico, cultural y religioso, se nos presenta como el gran desafío a
nuestra creatividad pastoral. Convertirnos en interlocutores del diálogo PEIS
ARTICULADOS por el cimiento de la acción samaritana humanizante, como primer
sujeto dialogante, y el CONJUNTO DE LOS DEMAS ACTORES SOCIALES,
como segundo sujeto dialogante, es, en el momento actual que vive el país, nuestro
IMPERATIVO ETICO.
 
Por ello, los valores del Reino de Dios que anunciamos en este contexto, son
innegociables, máxime, cuando partimos de nuestro COMPROMISO MORAL
CRISTIANO, al servicio de una sociedad que nos reclama hacer de la especificidad de
nuestra contribución, un conjunto de actitudes que denoten una actualizada
Inteligencia Moral Cristiana.
 
En atención a estos pensamientos, presentamos una propuesta de programación en
consecuencia. Muchas gracias.

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por la samaritanidad hacia una nvere p. alberto camargo

  • 1. NUEVA VISIÓN DE LA EDUCACIÓN RELIGIOSA ESCOLAR PADRE ALBERTO CAMARGO CORTES     “POR LA SAMARITANIDAD HACIA UNA NUEVA VISIÓN DE LA ERE HUMANA Y HUMANIZANTE  Por: ALBERTO CAMARGO CORTES   “¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?”. El dijo: “El que practicó la misericordia con él”. Le dijo Jesús: “Vete y haz tú lo mismo”. Lc 10,36-37. Nueva visión de la Educación Religiosa Escolar: Espiritualidad de la Pastoral Educativa. Introducción. Ante el cometido que me ha sido encomendado experimento una emoción grande. Siento la necesidad de posar la mirada sobre Colombia, como quien observa desde una gradería lo que sucede en la arena, y expresar que lo de nuestro país, su estado de crisis general, es un asunto ético y por tanto, un problema educativo. Me emociona, porque convergen en mi interior muchos sentimientos encontrados, muchas constataciones, cuadros veraces de realidades dolorosas, conductas erradas e inconsecuentes, sin asidero histórico que las explique, fruto de la venalidad o de la desorientación; actitudes intencionalmente malas, desprovistas de todo recato, cínicas e irresponsables. Pero también me emociona percibir que, con todo, es posible pensar, reunirse, poner a dialogar lo subjetivo y lo objetivo, analizar el macrocontexto del país y los contextos particulares y los micros y, desde las condiciones de posibilidad de la esperanza, expresar confianza y amor por la utopía evangélica. Sí, aquella vivida y anunciada por Jesús de Nazaret y sostenida durante su vida itinerante; acogida por su movimiento misionero discipular, en el que se pusieron las bases de lo que hoy, a través del tiempo, por fidelidad, nos sentimos exigidos a recuperar.
  • 2. Es decir, que hoy, en este recinto, les invito a declararnos discípul@s del Maestro de la Galilea, a beber de la fuente de su pedagogía humanizadora, a insertarnos en nuestra tierra como él lo hizo en la suya y afrontar las consecuencias de este acto de suprema libertad, para el cual hemos ingresado en su escuela discipular y nos ponemos en camino. Con esto, quisiera comenzar a disertar sobre lo que pienso, puede ser entendido, como Espiritualidad de la Educación, o de manera más vinculativa, Espiritualidad del educador@. O si se quiere, el horizonte esclarecido, de la espiritualidad que soporta nuestra Pastoral Educativa. Si se me preguntara ahora mismo, cómo sintetizaría este mensaje, les diría sin titubeos que es la aventura en la que hoy nos sumerge el Espíritu: No esconder la luz debajo de una mesa, o entender que tampoco se puede ocultar una ciudad sobre la cima de una montaña, o que lo propio de nuestro quehacer es ser “sal y luz de la tierra” (Mt.5,13-15). • Interrogantes de Contexto: Este espacio es apropiado para admitir que vivimos una crisis de convivencia, que ha sido una constante a lo largo de nuestro desarrollo histórico, social y político. Por esto, es acertado preguntarnos: ¿Por qué no hemos podido convivir?, ¿por qué no ha sido posible crear en Colombia un proyecto colectivo de nación, cuyo fundamento sea la paz?, ¿por qué la violencia es de hondo calado en nuestros contextos, casi sin dejar por fuera ninguno?. Y, lo que también es muy extraño, ¿por qué, ahora, muchos no quieren saber de estos interrogantes, se ofuscan cuando se mencionan, o aluden que todo no está tan mal, que quien así lo pregunta es un pesimista?, ¿qué pasa en la apreciación de nuestra realidad que preferimos eludirla?. Algunos responden que ya tenemos bastantes diagnósticos. Otros prefieren ser indiferentes y ocuparse de sus asuntos. Los que pueden hacerlo, se van del país. Hay quienes últimamente afirman que el país está cansado de violencia y que, en el sentimiento general de la población, existe una propensión a salir rápido de esta situación que ha marcado durante muchas décadas la historia nacional bañándola de sangre y se entra decididamente en el esquema de guerra, como prioridad, sin tener en cuenta otros factores importantes en el manejo de la complejidad de nuestro conflicto. Y, la cruda realidad sigue galopando dura e irredimible: la salud mental de los colombianos no está bien, crece la depresión psicosocial; el país está empobrecido, la Contraloría General de la República en coincidencia con la ONU, afirma que la línea de pobreza en Colombia pasa del 60%; la misma ONU, a través de su Programa para el Desarrollo, revela que el país en los últimos diez años bajó en crecimiento económico y desarrollo humano casi diez puntos, estaba en el puesto 64 y descendió al puesto 73.
  • 3. El problema de la salud pública de los colombianos se ha empeorado. ¿Es ineficiencia del Estado?, como dicen algunos, ¿es corrupción de los entes administrativos encargados?, así lo afirman otros. Las causas no se tienen claras. Entretanto millones de pobres en Colombia no tienen acceso a un tratamiento digno. Creo que son muchas situaciones las que existen como agravantes del panorama social colombiano que, por respeto al auditorio no continúo enumerando, pues el tema que nos congrega no es concretamente el análisis económico, social y político del país. Pero sí considero, por ejercicio de coherencia, de contextualización y de indignación ética, que si nos vamos a preguntar por nuestro papel en la educación de los colombianos y, directamente por nuestra responsabilidad moral y social, no podemos dejar de lado al menos unas consideraciones, en este caso pobres, como las que acabo de hacer, sobre lo que ya en Colombia, pasa de ser una crisis social y se constituye en crisis humanitaria. Y aquí está el interrogante de fondo: ¿Cómo contribuir desde la ERE a crear escenarios posibles en los que, desde nuestro aporte específico cristiano católico, incidamos en la construcción de una sociedad nueva?. Obviamente que esta preocupación nos pone de cara ante el reto de formar una persona nueva. El reto es grande e incluye un cambio de visión. Si en nuestras manos está acceder a una de las dimensiones fundamentales del problema, a la vez la que puede definir muchos de sus aspectos claves, hemos de entender que es la EDUCACION el escenario posible que buscamos. El planteamiento lo hacemos desde la identificación de nuestro horizonte: Es un asunto de HUMANIDAD, es un proceso HUMANIZANTE, es entonces, vivir nuestra ESPIRITUALIDAD CRISTIANA al servicio de la recomprensión del paradigma educativo religioso. Es, definitivamente, en la praxis y el lenguaje de Jesús de Nazaret, EDUCAR VIVIENDO EN MISERICORDIA.
  • 4. 2. Reconocimiento Histórico: Si planteamos un nuevo horizonte, es porque es preciso resignificar lo que hemos hecho. Es también admitir que el paradigma cesó. Y, lo que más difícil nos puede quedar, aceptar el precio de los errores históricos. Quiero decir que, nuestro desfase cultural y sociológico respecto de Europa, ha hecho mella en la conformación de nuestro desarrollo posterior, afectando notablemente nuestro crecimiento epistemológico. Esto es, heredamos el conflicto pre-modernidad v.s. modernidad dado en el Viejo Mundo, en el cual España y Portugal, nuestras conquistadoras, protagonizaron la parte contraria a la irrupción de las nuevas dimensiones del pensamiento. Este hecho marcó un derrotero para la producción del conocimiento en Colombia y en Latinoamérica que, no estuvo a la altura de las nuevas ideas y, ocasionó la inexistencia de un discurso que polemizara y generara nuestras propias alternativas. Si otro hubiese sido el escenario de estas discusiones, si la actitud no hubiera sido contraria a los discursos divergentes y, para el contexto del momento, “desafiantes”, se habría podido dar otro rumbo al insostenible embate de la modernidad. Ello ocasionó un atraso considerable de Colombia en relación con el resto del mundo, como también lo vivió la propia España en su historia moderna y hasta bien entrado el siglo XX, situación que solo en las últimas décadas ha puesto al país de nuevo, a la par del resto de Europa.
  • 5. Acudir al Lugar Histórico debe ser nuestra prioridad por dignidad intelectual, para entrar en el debate que continúa hoy, desde el universo simbólico de la post-modernidad, el cual ha agudizado nuestra extrapolación, cuando no estábamos preparados para asumir la inevitable secularización, que nos llega descontextualizada, ocasionando en nuestro sistema educativo, cultural y religioso, una escisión. Y es aquí, en este punto neurálgico, donde debemos poner la mirada, como también se pone el dedo sobre la herida, en actitud terapéutica, sin prejuicios, con serenidad de espíritu, haciendo honor a la verdad. Colombia vive una transición accidentada de lo moderno a lo post-moderno, sin haber vivido lo moderno, habiendo sostenido en su sistema educativo un esquema que no dialogó con estos nuevos referentes universales. Por ello, el país recibe el siglo XXI resolviendo las secuelas del XIX, lidiando aún con los problemas centrales del XX y ahora, con la persistencia del desfase, enfrentando estos nuevos problemas que se caracterizan por las rupturas epistemológica y religiosa. 3. El Problema de la Ciudadanía: Esta carencia de contextualidad histórica, hace curso en el examen riguroso de tales problemas, desde las herramientas que hoy nos confieren la sociología urbana y las nuevas propuestas de las antropologías sociales. Es por esto, que el tema se concentra en la discusión sobre el factor ético. Y, en buena hora para Colombia, porque exige de parte de todas las instituciones, incluida la Iglesia Católica, re-pensar su papel en el mencionado trayecto histórico y contribuir a un nuevo tratamiento del tema, aceptando entrar en el panorama de discusión que nos ofrecen las ciencias sociales.
  • 6. Por este motivo, en el debate son dadas diversas posiciones que hoy se amparan en la visión que permite tener la sociedad plural del momento, aunque su ingreso en la sociedad colombiana haya sido accidentada. En lo que respecta al pensamiento de hombres y mujeres de Iglesia, encontramos diversidad en los planteamientos, lo cual nos enriquece sobre medida. En consecuencia, el tema ciudadano salta a la escena, como aglutinador necesario de una esperada convergencia en materia de ideas y de acciones, cuando está en juego apuntar a lo álgido de nuestra convivencia social y de la injerencia que el sistema educativo tiene en tal cometido. En este sentido, traigo a cuento una exposición de un notable colombiano que en materia de búsqueda de caminos de paz en el país, ha resultado ser un pionero de empresas para algunos casi imposibles en el momento histórico que vive Colombia, como lograr sostener los Proyectos de las Comunidades de Paz en el Magdalena Medio desde hace ya un tiempo, y ahora, con la posibilidad de extenderse a otras regiones del país. Vale la pena conversar sobre por qué Francisco de Roux pensó en algún momento de esta manera: “La secularización acelerada en la sociedad colombiana de los últimos veinte años es el cambio más importante del país en el mismo período. Pero, a mi juicio, este proceso sano, ha conllevado un problema grave: durante este período se desvanece la moral religiosa y las gentes no han sido preparadas con una ética cívica que sustituya lo que antes se cumplió como mandamiento divino. De hecho, lo que se ha dado es el secularismo. Es una sociedad que salta del institucionalismo católico a la anomia social sin haber conocido la secularización. Este problema parece estar en el núcleo de comportamientos anormales peligrosamente diseminados en Colombia. Y ante esta realidad puede ser absolutamente irrelevante llamar de nuevo al pueblo desde las pastorales y los púlpitos a un [1] comportamiento religioso. [1] Francisco J. De Roux, en: Revista de la Universidad de Antioquia, número 210, octubre de 1987. p. 12.
  • 7. Una hipótesis para explicar esta situación es que la iglesia católica, tan asidua en una predicación ordenadora del comportamiento social desde los templos, y encargada, no sin disputas ni forcejeos, de la tutela de la educación nacional hasta hace dos décadas, no se preocupó, o no encontró una metodología para contribuir a desarrollar una civilización estatal o una comunidad civil. Lo que parece haber centrado la preocupación de la Iglesia fue el desarrollo de la civilización católica y de la comunidad religiosa. Lo importante para la iglesia era hacer buenos católicos y eso no coincidía necesariamente con hacer buenos ciudadanos. Por eso, normas importantísimas de la vida ciudadana como disposiciones sobre el contrabando y la tributación o el manejo de los dineros públicos por los funcionarios de turno, podían pasarse por alto, sin incurrir en pecado, siempre y cuando se cumplieran los dictámenes de Dios y de la Iglesia”(1). Me parece que este punto de vista nos ayuda a identificar con claridad no sólo el lugar social e histórico de nuestra práctica educativa, sino también el lugar pedagógico. También es pertinente señalar que el tema por ser inconcluso es de gran actualidad. Una visión de esta naturaleza influyó sin duda alguna, en la conformación de un imaginario de resistencia creciente ante y dentro del modelo religioso en vigencia, hasta desvirtuar la práctica misma de la religiosidad y colocarla en contravía de los tiempos nuevos. Ahora, el reto está en desaprender los desaciertos del modelo en cuestión y entrar a recuperar lo específico nuestro, lo que nos ubica con identidad propia ante el reto de contribuir a crear hoy en Colombia una nueva sociedad. Para este fín, es necesario entrar en el marco de la dialogicidad con las ciencias sociales y, por sus mediaciones, establecer el papel que nos corresponde en este siglo XXI, en la definición del ETHOS SOCIAL COLOMBIANO. [1] Francisco J. De Roux, en: Revista de la Universidad de Antioquia, número 210, octubre de 1987. p. 12.
  • 8. En este sentido, el tema de la ciudadanía nos es caro, debe ser para nosotros, al igual que para los demás actores sociales, un referente obligado, desde el cual optamos por asumir la responsabilidad social de nuestra fe. La ciudadanía, en el contexto cultural grecorromano, fue para las comunidades fundantes de los primeros años del cristianismo diverso culturalmente, lugar social y teológico, en el cual se forjó una praxis cristiana, reconocida en actitudes arraigadamente fraternas, solidarias, emancipatorias y martiriales. De la misma manera, estamos llamados a ser protagonistas en la búsqueda de una nueva civilidad que rescate al país de la fragmentación en que ha caído, consolide su nacionalidad y estructure el Estado Social de Derecho. Tales son hoy los lugares de los nuevos discursos culturales y políticos, en el marco de la pluralidad en los que la iglesia, desde la educación, no puede ser la gran ausente. He aquí por qué es necesario un replanteamiento urgente de la ERE, un fuerte acento en nuestra identidad que haga visible el ser cristiano que nutre toda nuestra vida. Si es así, podemos llegar a la conclusión ineludible: La nueva visión de la ERE es la ESPIRITUALIDAD. Miremos de qué estamos hablando con esta afirmación. Cuál es el camino que nos muestra.
  • 9. 4. Pedagogía y Espiritualidad: Para ahondar en la espiritualidad es preciso percibir primero los reflejos de su luz. Vamos entendiendo que hay espiritualidad en el quehacer educativo, cuando nos es claro que la función educativa es propia de la vida humana. Esta comprensión nos permite constatar que la tarea formativa no es solo racional sino integral, que abarca toda la persona, sus facultades mentales, afectivas, sociales y espirituales. Descubrimos entonces, su carácter de vocación, luego también, que más que una ciencia, es un arte. El artista tiene sensibilidad y aptitud que puede potenciar, pero sin ellas es inútil ir a una academia de arte. Se trata de vivir, en esta vocación, un desbordamiento del ser. Es una dación de nuestra interioridad. No podemos ser neutrales: cada uno de nosotr@s puede formar o deformar. Es el planteamiento que Yahveh le hizo a Moisés: “Mira, yo pongo hoy ante ti vida y felicidad, muerte y desgracia...Escoge la vida para que vivas” (Dt. 30,15.19). El ser humano pasa por la vida edificando o destruyendo, con su testimonio, con su palabra, con su silencio, con su amor o con su odio, con su amargura o con su serenidad. En un colegio o escuela podemos encontrar profesores que saben muchas matemáticas, ortografía, geografía o historia. Pero un buen profesor no es necesariamente un educador. Puede ser un deseducador. El ideal es lograr profesores educadores. En el orden de la naturaleza una madre puede ser analfabeta. Pero ordinariamente una madre es una educadora innata, con su amor al bebé. Y un padre puede ser un gran sabio, pero si después de engendrar, abandona a la mujer y al hijo, entonces es un deformador desentendiéndose de la educación del hijo. Del mismo modo, este arte, puesto en nuestras manos, es para abarcar sendas de creatividad por las que ingresamos en la realidad en búsqueda de la hondura de la verdad. Por lo mismo, este proceso no es estático, no maneja verdades inamovibles, no es aprender a repetir, sino aprender a aprender.
  • 10. Este aprender a aprender excluye por tanto, el esquema de sola información, de preguntas con respuestas prefabricadas, sin experiencia. Es más un aprendizaje que muestra caminos, se muestra narrativo, tiene método, se basa en la experiencia, afronta preguntas existenciales. La persona y la actividad educadora de Jesús de Nazaret confirma este tipo de aprendizaje. Jesús lo que hace es enseñarnos a ser humanos. Su praxis humanizante incluye todo el proceso de búsqueda de la verdad, que es inherente a la existencia humana. “Les conviene que yo me vaya” (Jn.16,7), testimonia la comunidad joánica, al poner en labios de Jesús esta afirmación. Con ella acentúa la puesta por obra de un aprendizaje humanizante que se desprende del legado del Maestro, de la lección de vida entregada, del camino recorrido, del ejercicio de búsqueda de la verdad: “...tengo aún muchas cosas que decirles pero no podrían cargar con ellas”, continúa el texto, aludiendo al papel del Espíritu Santo, quien sigue el proceso de humanización de todos los hombres. Es, entonces, pedagogía de humanidad lo que aquí se nos enseña, para no agotar la verdad, para no adelantarla, para no invadir su misterio, para no cortar nuestra mirada trascendental. Es no apresurar la información por el solo hecho de ser verdadera, porque algo fundamental está en juego: ayudar a crecer. Dios no nos hace nacer adultos, sino niños, teniendo por delante todo lo que hay que aprender. Así, la comunidad intuyó, se identificó aun con la ausencia física del Maestro, porque su Espíritu siguió presente, siendo principio de vida, nutriendo el proceso creador, porque “hace nuevas todas las cosas”. Pareciera que el aprendizaje ha terminado, cuando no ha hecho más que entrar en su etapa más creadora y fecunda. Así, por este procedimiento, asumimos el aprendizaje como la acción humana de formar formándose, esto es, aceptando que no sólo formamos a los niños y jóvenes, sino que ellos también nos forman. La relación educativa es de sujeto a sujeto, nunca de sujeto a objeto. Cuando cosificamos, deshumanizamos, deformamos, damos muerte. En este sentido, sólo Dios es Principio de Vida, por tal razón, sólo Dios es auténticamente Padre y Maestro. Siendo así las cosas, tenemos que reconocer que nuestro papel no es ser “Maestros”, sino “Pedagogos”. Tal es en consecuencia, nuestra tarea, llevar, conducir hacia el único Maestro. El resultado inmediato es ponernos tod@s, discípulos y pedagogos, en el plano del discipulado y del condiscipulado, a la escucha del único Maestro verdadero. El educador debe estar dispuesto a eclipsarse, anonadarse (Flp. 2,8), “Conviene que yo me vaya” (Jn.16,7), morir al protagonismo para que los demás crezcan (Jn.3,30).
  • 11. La humildad del educador está entonces, en ser buen pedagogo. Es este el rasgo práxico de su espiritualidad: llevar a los discípulos al Maestro de la Vida, para que tengan Vida en abundancia (Jn.10,10). Esta convicción se hace visible cuando el alumno se hace huésped del educador, entra en su casa y éste lo acoge, le es hospitalario y le ama, le reconoce y está dispuesto a vivir con él la caminada. Por eso hemos dicho que esta labor es un arte que se inspira en la primera pincelada que crea el paisaje: ¿Quién es el educando?. Partir de este nivel es prioritario. Sólo así, el educando se siente reconocido, aceptado, valorado, tiene confianza en sí mismo, porque el docente le ha revelado que él tiene mucho que ofrecer y que allí comienza la aventura de crecer. Hoy, más que nunca esta acción es indispensable. Los jóvenes se sienten perdidos, naufragan en la sociedad de este tiempo que les presenta tan solo la imposición de ser seres “productivos”, sin importar las condiciones personales. Cuando el educador acepta plasmar su ser en la obra de arte sucede que se hace insignificante, no ocupa el primer puesto, su ser también se ha fundido con el del niño y el joven, han entrado fraternalmente, en la senda educativa. Se ha dado a conocer el espíritu noble de esta experiencia, la razón de ser de la educación: sacar desde dentro, hacer comunión de vida, entregar todo, vaciarse sin prevenciones. Esto sólo es posible cuando el amor recupera, en esta acción su ser entrañable, cuando se ha hecho lo de la “madre”, dar a luz, cuando se ha llegado al corazón mismo del Maestro de la Galilea, que la mira con misericordia, porque su rostro humano y social está atravesado de gritos de humanidad. Esto es, amig@s para el hoy de Colombia, la manera de vivir desde la educación, la SAMARITANIDAD. Nos corresponde, desde este punto, trabajar arduamente por el nacimiento de una nueva comprensión de la educación en Colombia. Que el panorama del país se nos presente violento no es gratuito. Si bien las causas de este flagelo tienen raíces hondas y para llegar a ellas es necesario un análisis estructural, no es menos cierto que nos pesa el interrogante y ¿cómo fueron educados los actores que concibieron en sus mentes y prácticas morales, conducir el país por los senderos de la corrupción y de las exclusiones sociales?.
  • 12. ¿Qué hay de fondo en las actuaciones de quienes han perdido totalmente la sensibilidad ante lo humano, no se conduelen ante el dolor, al contrario, dan rienda suelta a sus apetitos de venganza?; ¿Por qué hemos renunciado a seguir buscando la paz para el país por las vías de la humanización, de la persuasión que puede llegar a la transformación del corazón y, por este mismo sendero, ingresar en lo que nos es imperativo ético, acceder a las reformas sociales estructurales que saquen al país del conflicto armado hacia la justicia social, escenario racional en el que los actores armados entiendan que deben deshacerse de sus apetitos desmedidos y afanes de enriquecimiento ilícito, lo cual ha ahondado en las desigualdades sociales?.   Estos nuevos interrogantes tocan de manera consecuente nuestro talante educativo. Por ello, para que la samaritanidad, praxis educativa del trabajo generoso por el Reino de Dios en nuestra nación, impregne la vocación de educar un nuevo país, hemos de entenderla y asumirla como una fuerza interna que atraviese los criterios, las dimensiones estructurales, los sentidos, los ejes de producción del conocimiento, la reivindicación de la política como arte de la convivencia. Samaritanidad como praxis definidora del quehacer de los cristianos de nuestra iglesia en medio de la sociedad de este tiempo, por tanto, una iglesia al servicio de la misericordia. Esto es irrenunciable para nuestra pastoral educativa. De cara a lo que estamos viviendo no podemos ofrecer otras cosas, no podemos perder el tiempo. La acción de educar es también un ejercicio de esperanza. Y esto es lo que hoy urge en Colombia. Si nuestra pastoral educativa es generadora de esperanza, nos estamos haciendo pregoner@s de la MISERICORDIA VITAL, que es a su vez, necesidad sentida por nuestros hermanos y hermanas. Misericordia como amor entrañable que siente desde el dolor del otro, desde su grito de sufrimiento. Simplemente no se puede permanecer indiferente ante esto.
  • 13. Debe haber una reflexión bíblico-teológica de fondo que fundamente esta opción de la iglesia por asumir como lo hizo Jesús de Nazaret, la condición humana. Esto nos lleva a tener presente que nuestra espiritualidad para que sea samaritana, es de seguimiento en el discipulado fiel y total. Es de movimiento, de aprendizaje humilde, de talante profético, de estar dispuestos a entrar en la praxis del amor comunitario o amor de cruz, lo cual exige renuncias personales de fondo, que no serán posibles si no hay convicción, coherencia y militancia en la realización de una fe social, que nos sostiene ante la terquedad que debemos tener, si es preciso, por anunciar y vivenciar los valores del Reino del Dios de la Vida.. Esto sólo es posible, si tenemos apertura a la presencia santificante del Espíritu que invade todo nuestro ser. En consecuencia, es preciso clarificar los términos. De todos y de todas es sabido, que en la Biblia, nada se puso por escrito sin antes haber sido vivido. La Palabra escrita es expresión de una experiencia de fe en el actuar histórico del Dios de la Vida que quiere que la humanidad viva. Ante esta certeza, nuestro corazón se llena de gozo incontenible al expresar que el vocablo SAMARITANIDAD, que hace curso últimamente en el escenario urbano de Bogotá, lo entendemos como la PRAXIS DE LA MISERICORDIA. Y, acudiendo a la hondura del lenguaje bíblico en búsqueda de identidad, para que no haya lugar a dudas, ni ambigüedades, digamos qué es realmente misericordia. Según los aportes de biblistas nuestros[1] encontramos que, Misericordia en el latín, viene de Miser Cordia, corazón volcado al miserable, al que padece sufrimiento y miseria. Ver el salmo 136. En el griego, viene de Splajnon, entrañas o seno materno. A su vez, este viene del hebreo Rahamin, que quiere decir matriz donde la mujer acoge la vida. Por ejemplo, Jr 31,20 lo toma como la matriz de Dios que cede a la Misericordia. Es sentir desde adentro, moverse a la acción solidaria ante el dolor del otro. Por eso se dice: “Se le conmueven las entrañas”. Por ejemplo, Jr 31,20 lo toma como la matriz de Dios que cede a la Misericordia. Es sentir desde adentro, moverse a la acción solidaria ante el dolor del otro. Por eso se dice: “Se le conmueven las entrañas”. En el hebreo, también se emplea el término Hesed, en el sentido de tener una conducta solidaria y recíproca. Hace referencia al carácter de gratuidad que hay en Dios, en relación con la Alianza Tribal. Manifiesta solidaridad entre Yahveh y su pueblo. Es la constante histórica que define a Dios. Aparece entre otros lugares, en Os 6,6; Mt. 9,13 y 12,7. Misericordia quiero y no sacrificios. ------------------------------ [1] Torres Millán Fernando, Del Diario Bíblico 2006 que será publicado por CICLA.
  • 14. 5. Hacia una Pastoral Educativa Samaritana. De manera que, al abordar la praxis de la misericordia estamos ante algo definitivo, ante el rasgo fundamental que hace visible en la historia, la intervención humanizadora de Dios mismo. En este sentido, si Dios es Misericordioso, Jesucristo es Misericordioso, la Iglesia tiene que ser Misericordiosa, o su anuncio del Evangelio no sirve, está vacío, es inútil. A esto se refiere Jesús de Nazaret cuando se le interroga sobre la síntesis del Evangelio, y responde con la Parábola del Buen Samaritano (Lc10,25-37) mostrando su profunda coherencia con la voluntad del Dios de la Historia. Es inadmisible para Jesús de Nazaret la actitud cúltico-religiosa que justifica la indiferencia ante el dolor del otro. Su denuncia evoca al Primer Isaías (Is1,10-20), cuando rechaza el culto practicado por los opresores, haciendo evidente el problema de la ausencia de conciencia. Esta intervención de Jesús es su respuesta a la pregunta ¿Quién es mi prójimo?. Luego, estamos delante de lo central para el Proyecto del Reino de Dios, revelado por el nazaretano: MISERICORDIA ES PROXIMIDAD, sentir desde adentro, dejar que brote de lo hondo del ser un amor entrañable, un amor de entrañas de madre; es amar al otro con entrañas, por el solo hecho de que sufre y, eso conmueve las entrañas, ese dolor no debe existir, se trata de vibrar con las fibras más hondas de lo humano, de buscar que el otro y la otra vivan. Pero, además, Jesús plantea esta praxis en contexto, hace intercontextualidad y, por ello, lanza su crítica ideológica a la religión cínica. Apunta de inmediato a los hechos sociológicos que tal actitud implica. PROXIMIDAD es, si se parte de la actitud nuclear de compasión ante el dolor, cercanía, no exclusión, aceptación de la diversidad y de la diferencia. Estamos ante la lucidez de la conciencia. Por eso Jesús coloca como énfasis ideológico al samaritano, en contraste con la difícil relación judíos-samaritanos. En esta perspectiva, SAMARITANIDAD es la espiritualidad que está a la base de la praxis del Reino y su injerencia en nuestro contexto debe ser lo que nos define, lo que busquemos insistentemente, lo que se constituye en nuestra razón de ser, lo que alimente nuestro profetismo, lo que nos lleve, si es preciso, a dar la propia vida.
  • 15. Es un PRINCIPIO de definición y de acción, de innegociable identidad, de actitud profética. Por esto mismo debe ser PRINCIPIO CONFIGURANTE de toda nuestra acción eclesial, en el que no hay lugar a ambigüedades, en el que nuestra claridad es meridiana. Esta injerencia que, precisando, es testimonial y transformadora del entorno, llega entonces a tocar las determinantes estructuradoras de la sociedad: La histórica, la política, la social, la económica, la religiosa; Y su acción debe impregnar los escenarios interactuados de la Cultura, la Educación y la Etica. Así, es todo el entramado histórico presente, en el que nos corresponde dar razón de nuestra ESPERANZA, un amplio LUGAR TEOLÓGICO, en el que y desde el que, contribuyamos para que Colombia ingrese en la conformación de un Proyecto Social Colectivo de Nación, al que nunca ha llegado por el devenir de nuestras inconsistencias históricas. Es decir, nuestro Proyecto Educativo es Humanizar. Construir la proximidad desde la diversidad y la diferencia. Samaritanidad que nos presenta la Comunidad de Lucas, como concreción del estilo pedagógico de Jesús de Nazaret Vivir esta Espiritualidad de la Educación, lo cual nos exige ser buenos pedagogos, es aceptar que tenemos que entrar en un tiempo nuevo, en el que ya estamos actuando, pero que aún no tocamos, pues es necesario entenderlo como la necesidad de crear un nuevo paradigma educativo. Ya no se trata tan sólo de luchar por la clase de religión, liberándola de su carácter de “costura” en que ha caído, siendo esto tan importante, sino también de, a través de nuestro ser cristiano, acceder a los niveles científicos del conocimiento y anunciar el Evangelio de la Vida por medio de tal quehacer científico, hasta impregnar las demás áreas de formación de la persona humana. Esto nos exige un nuevo planteamiento, un desacomodamiento, un nuevo lenguaje, un ingreso definitivo en la Teología de la Educación.
  • 16. Esta labor no es de batallar privilegios, de crear protagonismos débiles, de añorar tiempos pasados, de mantener discursos inamovibles. Es más una acción de profunda identidad, de creativa dimensión del pensamiento, de recuperación hermenéutica de la memoria histórica, de compromiso para el hoy de esta Colombia que nos reclama un aporte a la construcción de una Etica Racional, que nos involucre a todos y a todas en la praxis del respeto, de la tolerancia y de la reconciliación. Una labor educativa en este sentido, en dirección hacia un nuevo paradigma que incluya nuestra participación creyente, en la reconstrucción de una nación en paz, puede llegar a tener las siguientes especificaciones o mediaciones, cuyo EJE CENTRAL, la SAMARITANIDAD, se concreta en el diálogo con cada una de ellas y, a la vez, es su fundamentación: a) Especificación Epistemológica: En el sentido de la recuperación de nuestro conocimiento, de nuestra identidad epistemológica que se truncó con la ruptura cultural o el choque cultural que nos trajo el “descubrimiento”. Es desentrañar nuestro pathos y nuestro eros que fueron sometidos por el logos adveniente. No es difícil hoy constatar este razonamiento. “El sentimiento (pathos) y la sensibilidad no se oponen al logos (comprensión racional) sino que son también una forma de conocimiento mucho más abarcante y profundo que la razón porque la incluyen y la desbordan. Esto lo expresó maravillosamente Pascal, pensador a quien nadie le puede achacar el desprecio de la razón, que fue uno de los creadores del cálculo de probabilidades y constructor de la máquina de calcular. Pascal llegó a afirmar que los primeros axiomas del pensamiento son intuidos por el corazón y que es el corazón el que pone las premisas de todo posible conocimiento de lo real. Nos dice que el conocimiento por la vía del sentimiento (del pathos) se asienta en la simpatía (el sentir-con la realidad) y se canaliza por la empatía (sentir-en, dentro de, identificado con la realidad sentida). Estamos afirmando que en el origen no está la razón, sino la pasión (Pathos y Eros). La misma razón actúa movida, impulsada, por el Eros que la habita. Pathos no es mera afectividad, mera afectividad que se siente afectada por la existencia propia o ajena; es principalmente una actividad, un tomar la iniciativa de sentir e identificarse con esa realidad sentida. Y el Eros no supone un mero sentir, sino un con-sentir. No es una mera pasión, sino una com-pasión. No es un mero vivir, sino un con-vivir, simpatizar y entrar en comunión”, nos dice Luis Pérez Aguirre en su libro “La Opción Entrañable”[1] [1] Pérez Aguirre Luis, “La Opción Entrañable”,Paulinas,2001,págs.21-22.
  • 17. En consecuencia, con ojos de hoy, es necesario colmar los vacíos enormes en que incurrimos, el desconocimiento de la unidad esencial con la tierra que pisamos. Es dar la expresión, en nuestro actual lenguaje, a lo que por siglos hemos acallado. Tenemos esta deuda con nuestra identidad. La pasión por la realidad no la hemos ejercido, no nos la enseñaron, quedó como elemento silenciado en el mestizaje, se hundió en grito sordo y hasta ahora no ha podido decir su palabra. Lo que impera es la vergüenza de admitir que llevamos lo indígena y lo negro en la sangre. En esta crítica epistemológica no pude faltar esta mirada. Es nuestro imperativo ético también. Es de alguna manera, volver a casa, sentir lo nuestro, volver a nuestro Principio, que no se resigna a ser un fantasma en la historia. Es mirar el rostro de nuestro Abya-yala , la comunión rota, que forcejea por ser, por no dejarse sepultar definitivamente, por hacerse interlocutor de una nueva dialogicidad que abra senderos de luz a la búsqueda de alternativas para salirle al paso a nuestros comportamientos violentos e incoherentes. Es recuperar nuestra Inteligencia Espiritual Originaria, como única manera de dar expresión al ser volcánico de la exuberante cultura tropical y mestiza que llevamos dentro. Es reconciliar este Principio de Vida, este Principio Tierra, con el contexto actual devolviéndole su voz. Se hace por el diálogo respetuoso con su información a cerca de lo que somos y sentimos. Ha sido frustrante que nuestro Pathos y nuestro Eros no se hayan podido expresar; ambos surgidos del grito del Abya yala, estadio primero, que recuperado, nos puede ayudar a volver a nuestra armonía cósmica fundante, para hoy ser fraternos con el ecosistema y en él, crear la nueva armonía urbano-ecológica.
  • 18. Debe haber un equilibrio entre el Pathos, el Eros y el Logos de nuestra cultura, para llenar los vacíos de nacionalidad que nos someten a una ignorancia vergonzosa de lo que somos, de nuestra realidad. Es un vacío epistemológico, porque no tenemos proceso de conocimiento propio, ignoramos nuestro legado histórico, sólo recibimos conceptos y sus textos, sin ir a sus contextos; no producimos conocimiento sistemático, ni individuos, ni instituciones, porque no registramos continuidad en los procesos, cada cual piensa que lo suyo es lo mejor, sin complementarlo con lo ya hecho. Se improvisa en asuntos fundamentales para la nación, no conocemos el país.   Es un vacío histórico, porque no tenemos conciencia histórica, la memoria ancestral quisieron aplastarla y borrarla; no hay formación de conocimiento histórico-crítico que genere apropiación de la problemática histórica del país, por lo mismo, no existe una sistematización de la memoria histórica de la nación.   Es un vacío antropológico, porque luchamos contra un mestizaje no asumido. El país creció en un inconfesable complejo de inferioridad, esto generó exclusión, violación de los derechos humanos, fragmentación e imposibilidad de definición de una identidad.   Es un vacío ético, porque no hemos podido convivir, estamos en deuda con la conformación de nuestro ETHOS SOCIAL.   un vacío de paz, porque no se entiende en el país que para llegar a este preciado don debemos acabar con la enorme desigualdad social que nos aqueja; porque el conflicto armado nos ha acompañado siempre generando posturas irreconciliables, agudización de los enfrentamientos, expulsión de las tierras, pérdida de las tradiciones y costumbres, pérdida de experiencias y relación con la realidad.
  • 19. b) Especificación Científica: A la base de este paso debe haber una Sociología del Conocimiento propia de nuestro país, que hunda sus raíces en la estructuración de un proceso que resuelva nuestro problema epistemológico. A partir de este presupuesto se puede hablar de la producción de un conocimiento científico contextualizado, que nos ayude a recuperar nuestra identidad. Teología de la Educación y Conocimiento Científico, en nuestra propuesta se complementan, tienen en la mira humana y social, la vocación de trabajar por una mejor calidad de vida, por abrir senderos que nos conduzcan a una Cultura de la Paz. Para nosotros es evangelizar a través de los lenguajes de la ciencia. c) Especificación Cultural: La samaritanidad educativa forma en la diversidad cultural, para la aceptación de nuestra gran riqueza étnica y geográfica. Hemos de contribuir a que este tesoro de ser tan diversos, se complemente y no nos separe. Los regionalismos y los intereses de unos pocos se impusieron sobre el bien de todos y de todas, concentrando la riqueza y generando miseria. Así se ha formado el conocimiento en el país, sin interculturalidad, lo cual es don del Espíritu Divino. Es necesario redescubrir este don a través de una educación religiosa que parta de la recuperación de la pluralidad cultural. “El horizonte de la interculturalidad está ya muy presente en las distintas disciplinas y los diferentes campos de la reflexión, como la filosofía, la antropología, la comunicación, el derecho, la filología, la pedagogía, la psicología, etc. También se está abriendo paso en el campo de la teología a buen ritmo y con buena orientación”[1]. Así, ingresamos en el amplio escenario de las teologías contextuales que forman sujetos, trabajan por la dignidad de nuestras bases culturales y su relación directa con la fuerza liberadora de Dios. Estas diversas direcciones de la interculturalidad ya las vamos conociendo por sus nombres propios: ecologista, feminista, campesina, indígena, afroamericana y económica [2].
  • 20. d) Especificación Histórica: Creo que es urgente trabajarla. Inspirémonos en el testimonio del Pueblo de Dios. Su tradición oral recrea permanentemente la memoria. Así no olvidan que Dios ha intervenido en su historia, conocen que están incluidos en su Proyecto Liberador. Del mismo modo, para nosotros es una obligación con nuestra dignidad de colombian@s , en este horizonte de recuperar nuestra humanidad, dar razón ante el nuevo concierto mundial globalizante, de lo que somos y nos identifica. Nuestros niños y jóvenes conocen muy poco de las tradiciones fundantes de nuestra nacionalidad, no se les inculca suficientemente un amor de pertenencia a la tierra, al origen campesino de los abuelos. Saben más de alimentos gringos, de comidas chatarras, que de lo que producen nuestras tierras. Prefieren lo extranjero a lo nacional. Y eso es mal de la mayoría de colombianos. Una mirada histórico-crítica a la memoria del país, va a permitirnos no sólo recuperarla, sino ante todo, analizarla. Ir a las causas de nuestros hechos históricos y entender por qué en la coyuntura actual, vivimos la prolongación de un conflicto que nos ha hecho inermes a él, ligeros en las apreciaciones que sobre su crudeza emitimos. En la lectura histórica, social y teológica de estos hechos está nuestro compromiso ineludible. No podemos escapar a la responsabilidad histórica de nuestra fe. El Evangelio no es incompatible con el compromiso social y político, al contrario, nos lo señala como su inaplazable dimensión profética. e) Especificación Política: Es un error histórico no asumir el escenario político como lo hizo el talante misionero de Jesús de Nazaret. El no formó parte de grupos políticos, o de partidos ideologizantes, ese no fue su interés. Pero su claridad de conciencia, su compromiso con los pobres y su rechazo a toda práctica dominante y excluyente, violadora de los derechos humanos, ya fuera religiosa o política, lo llevó a pagar con su vida el precio de su asombrosa libertad y profunda coherencia. El talante político de nuestra pastoral educativa está en consecuencia, en formar ciudadanos y ciudadanas del Reino, que conozcan en primera instancia la realidad de la nación, que no ignoren que la fe y la vida no se separan, sino que se complementan y tienen por tarea una pedagogía rica en dignidad. Y en segunda instancia, por estas especificaciones enunciadas, trabajar por una persona nueva, capaz de participar en la construcción de una sociedad justa e igualitaria, con lugar para las representaciones y el ejercicio de los derechos, a la vez, que de los deberes. Así se estaría bajo la luz de la voluntad de Dios, porque El no es Dios de muertos sino de vivos. Es el Dios de la Vida, el Dios que nos ha revelado su Hijo, Jesús de Nazaret, compartiéndonoslo, haciéndonos hijos e hijas a nosotros también.
  • 21. En este marco de referencia entra la pluralidad cultural que caracteriza a Colombia, dándonos un escenario en el que dejemos esclarecido que una praxis en este sentido, “no es hacer una hermenéutica entre teología sistemática y teología histórica, entre dogma e historia, sino en la relación entre teoría y praxis, entre comprensión de la fe y praxis social. Así estamos lejos de una neopolitización de la fe; y sí, ante el despliegue de la capacidad de crítica social de dicha fe.”[1] f). Especificación Etica: La pastoral educativa, desde la praxis de la samaritanidad social, se encuentra con el lenguaje de la sociedad civil. No se niega a establecer una interlocución con sus políticas de defensa de los derechos humanos, sino que se prepara para aportar en ese tema, los valores propios del Evangelio. Lo específico nuestro es la misericordia, cuyo resultado práxico al ser puesta por obra, es el bien social con el énfasis evangélico en la denuncia de lo injusto, de lo que deshumaniza, y, por tanto, en su compromiso por establecer lo humano, el legítimo reconocimiento de los otros y otras. Aquí está el empeño por la Ciudadanía del Reino, este es su lugar social y político. Y ya, para el ejercicio concreto de nuestra fe es lugar teológico, pues estamos llamados y llamadas a transformar la realidad que impone lo malo sobre lo bueno, que mata la vida y que nos quiere ahogar en su espiral de violencia. Tal es la tarea que se nos impone, cuando pensamos con decisión en construir conjuntamente, desde la diversidad y la consolidación de las diferencias en consensos racionales, el ethos social colombiano. Esta especificación ética aparece en el escenario de la conflictividad nacional como el referente obligatorio, sobre el cual es necesario posar una mirada estudiosa. En efecto, este debate es de carácter inaplazable y en él, es importante que nuestra visión educativa plantee la Buena Noticia de la Misericordia. El asunto ético es eje transversal de la crisis nacional. Por eso nuestra insistencia se concreta en la formación de personas misericordiosas, es decir, hombres y mujeres abiertos al valor personal entrañable de los demás. Las expresiones más hirientes de esta endemia social colombiana, se concentran en la ínfima comprensión acerca de lo público y de lo privado en el país. De ahí, los grandes exabruptos que tenemos que observar en materia de manejos en la administración pública, como la malversación de fondos y la constante mutilación del fisco nacional; la injusta repartición de la tierra o los desplazamientos de los que la pierden; la concentración de la riqueza en muy pocas manos; o las conductas individuales cargadas de mezquindades y egoísmos. Sencillamente, en Colombia no se piensa en los otros, es como si no existieran, está primero el bien personal antes que el colectivo. Es un problema de “genética cultural”, no ha habido lugar para los mínimos éticos fundamentales que regulen el comportamiento social.   [1] Metz Baptist Johann, “Dios y tiempo”, Editorial Trotta, 2002,p.33.
  • 22. Allí está nuestro papel fundamental. Nos corresponde educar con un nuevo modelo de conducta que tenga como prioridad la alteridad o la otredad; un nuevo paradigma educativo que desestabilice los esquemas individualistas con una praxis audaz en el sentido de reconocernos y amarnos. Esto es puro Evangelio. Con que concentremos nuestras fuerzas en aquello de “no busquen los primeros puestos” (Lc.14,7-8), o “...Cuando des un banquete, llama a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos, y serás dichoso, porque no te pueden corresponder, pues se te recompensará en la resurrección de los justos” (14,13-14), nos basta para canalizar nuestras fuerzas evangelizadoras y llegar al meollo de la enfermedad que padece Colombia. Esto no se hace sin antes analizar con valiente honestidad, en dónde estuvieron las fallas garrafales, para que un país en cuyo sistema educativo tuvo una influencia decisiva la Iglesia Católica, haya perdido en mucho, en su sistema político y social, tal legado. Creo que es oportuno preguntarse ¿Cómo fue entregado este tesoro?, pero también, abriendo paso a la esperanza que no defrauda, ¿En qué debemos cambiar para corregir este desacierto?. g) Especificación Ecológica: su base teórica y práxica se desprende del ser ético que todas y todos debemos llevar dentro. Se une profundamente al proceso de conocimiento de lo nuestro, a la apropiación de nuestra casa, de nuestra tierra madre. Aquí se tiene que concretar la educación armoniosa del pathos y del eros y del logos colombianos. Es nuestra sensibilidad cósmica que se traduce en gritos de justicia, pues muchos seres lloran dentro del corazón único de Colombia que, a causa del desalojo está herido y dividido. Persona nueva, sociedad nueva y Creación Nueva, en el sentido de preservar nuestra capacidad de admiración y gratitud ante la gratuidad del Dios Creador, que todo lo hizo bien y bueno, para que lo administráramos con justicia. (Gn.1,27-31). ¿Cómo la Teología de la Creación hace específico este diálogo con la samaritanidad, a tal grado que la fraternidad con las obras creadas, la comunión con ellas, sea expresión elocuente de la comunión entre los seres humanos?. Francisco de Asís, el Hermano de todas y de todos y el Hermano de la Creación, nos lo enseña. Su estilo de vida, toda ella anclada en la vivencia del Evangelio, supo armonizar magistralmente, la Ternura y el Vigor, propios de la síntesis humana de su comunión total. Esta disponibilidad a escuchar el quejido del ecosistema, nos hará amar más su biodiversidad y a ponerla al uso racional de nuestras necesidades y a tomar conciencia de que es nuestro y como tal, debemos defenderlo, no dejárnoslo usurpar por intereses de rapiña y de expropiación. Es doloroso ver nuestras tierras fumigadas, nuestras montañas devastadas a causa de la proliferación de los cultivos ilícitos; nuestros ríos con sus cauces secos o contaminados. La agonía del río Bogotá es un ejemplo elocuente de la desidia, del desconocimiento de nuestro sistema ecológico, de la irresponsabilidad social con que se han manejado nuestros recursos. Tendríamos que mirar con misericordia a la naturaleza, sentir con ella, dejar de ser extraños en su santuario de vida. Hoy por lo menos, una ecología urbana se nos presenta en el horizonte como una oportunidad para crear caminos de convivencia y fraternidad entre la ciudad y lo poco que nos queda del ecosistema.
  • 23. h) Especificación Interreligiosa: Forma en la conciencia amplia de que las religiones no pueden ser fuentes de conflictos entre sí, ni con las sociedades en cuyo seno están insertas. Su dimensión fundamental interreligiosa es el diálogo, sustento del reconocimiento y del respeto. No puede basarse en las diferencias que las separan, sino en los vínculos que pueden crearse para trabajar por ideales comunes, que aporten a la conciliación y a la paz. Este diálogo no puede pretender un único modelo religioso, pues los símbolos y los ritos, las creencias y las cosmovisiones religiosas, son la riqueza grande de las religiones, ha de ser más un encuentro abierto por ayudar a resolver los grandes problemas de convivencia que afectan hoy a la humanidad. El esquema mundial hoy también es amenazado por el fundamentalismo religioso, situación que genera zozobra en el mundo y representa un retroceso de varios siglos en términos de civilización intolerable. Los brotes de intolerancia que se dan en nuestro medio deben ser manejados con prudencia y con una formación de la inteligencia, para hacer del tema religioso una oportunidad para unir al país y formarlo en humanidad. Es interesante abordar la discusión sobre el sentir religioso de los jóvenes y de los niños, quienes piden un replanteamiento del quehacer y del papel que la Iglesia tiene en sus intereses de edad y de compromiso con la sociedad. Muchos dicen ser católicos, pero sienten a la Iglesia alejada de su realidad, esperan de ella más oportunidades de vinculación y más motivaciones abiertas a la novedad de sus vidas. En este campo nos queda todavía mucho camino por recorrer.
  • 24. i) Especificación Urbana: La espiritualidad de la pastoral educativa entra en el complejo escenario de interacción con el fenómeno urbano, urbano rural en transición o el esquema de la ciudad-región y del acelerado crecimiento interno de las ciudades. Es un lugar de grandes desafíos para esta visión que pretendemos crear y recrear en el medio por excelencia, de nuestro quehacer pastoral, la urbe. Es un asunto de espiritualidad porque recoge la expresión plural de muchas maneras de ser y de sentir en la gran ciudad, que forman parte del conjunto formado en la urbe, por el encuentro de diversas culturas, todas ellas en búsqueda de espacio y proyección. Nada más las culturas juveniles urbanas son muchas y todas con sus propios códigos de comunicación y de definición grupal. Del mismo modo, el entorno urbano nos ofrece un sinnúmero de situaciones en las que son evidentes problemáticas que nos demandan un buen conocimiento de sus procesos de conformación y de interacción. En el horizonte de la gran ciudad, se vislumbra nuestro sueño, el cual pone en fervorosa utopía social, nuestro empeño por trabajar la ciudadanía del Reino. Esto equivale a forjar la ciudad humana en la que todas y todos deseamos vivir. Es la Ciudad de la Misericordia que, debemos admitirlo, apenas está insinuada tímidamente en algunas mentes y, tristemente, se muestra en acciones aisladas. La Ciudad de la experiencia interdiocesana urbana se nos puede ir de las manos, si no trabajamos pronto por integrar nuestras visiones pastorales. Tenemos el referente señero que el Espíritu de la Vida nos inspiró, como la gran motivación, como la excusa, para intervenir desde la responsabilidad social de nuestra fe, en lo que para el Reino de Dios es fundamental: la justicia que produce, preserva, valora, ama y defiende la vida. Bogotá espera esta acción profética, clara y definida de nosotras y nosotros. Es asunto de derrotero común, de reflexión profunda sobre las implicaciones que esta opción depara en el contexto urbano y sus grandes retos a la fe coherente, social y dialogal que el siglo XXI exige.
  • 25. La asamblea sinodal, y allí, en medio de las vicisitudes de nuestra pastoral se hizo escuchar el Espíritu, clamó por necesidades sentidas, por verdades que no podemos ocultar: por una iglesia cercana, caminante con su pueblo, conocedora de sus grandes transformaciones, atenta a su transición dolorosa como ciudad moderna; clamó por tener como fundamento coherente de nuestra presencia eclesial y pastoral la Palabra de Dios, la cual, en el sentir de los sinodales, no da forma a la presencia de la iglesia en su contexto; y clamó por una iglesia que trabaje por una ciudad decididamente humana, cuando señaló el mandato de la espiritualidad samaritana. Aquí tenemos, entonces, tres grandes vertientes de la pastoral en la gran ciudad, que pueden producir en nuestros corazones tal pasión que, no pueden seguir siendo aplazadas y menos superadas, por el engranaje jurídico de las porciones diocesanas y de las estructuras pastorales particulares, que bien, una vez estén definidas en sus servicios, pueden integrarse para trabajar una visión de conjunto que impulse esta causa mayor. Me refiero a que trabajar por la Ciudad de la Misericordia, implica con base en el ejercicio de re-pensar la ciudad y la pastoral, fundamentar las pastorales urbana, bíblica y educativa, en profética articulación, para evitar que la Ciudad eclesialmente se nos fragmente. Pastoral Urbana, por la proximidad a la gran ciudad en los términos ya descritos; Pastoral Bíblica, porque la Palabra de Dios es el “alma de la vida de la Iglesia” (D.V. 25) y ante eso, pastoralmente damos muchos rodeos; y Pastoral Educativa, por estas intuiciones que nuevamente nos inculca el Espíritu: La Ciudad Humana o de la Misericordia. j) Especificación Económica: Esta relación, hasta hace un tiempo resistente, entre teología y economía, se ubica dentro del quehacer interdisciplinar que hoy nos compete y que se encuentra en el horizonte de la evangelización a través de la ciencia. Se conecta con la especificidad de nuestro discurso, en la sensibilidad social que nos llama a poner la voz en el cielo, cuando del dolor causado por el empobrecimiento de nuestros hermanos y hermanas se trata.
  • 26. “La economía debe moverse dentro de un proyecto que compagine armónicamente los valores de la libertad, la conciencia y la responsabilidad con los principios del bien común, la solidaridad y la unidad del género humano”. [1] Tales principios se desprenden no sólo de la condición de la economía como ciencia humana, sino también de su cometido de contribuir a la realización integral de la persona y de la sociedad. Según este presupuesto, dadas las condiciones de pobreza y exclusión social en que vive más del 60% de la población colombiana, estaríamos traicionando la causa del Reino de Dios en nuestra tierra, si, por el sendero educativo, no tomamos conciencia de ello y no convocamos a la concertación que nos permita abanderarnos de la justicia social. Por otro lado, la expansión del conocimiento científico en nuestro país, no puede descuidar la certeza de que las políticas económicas del libre mercado y de la globalización, no tienen en sus propósitos el respeto a nuestra condición de negociantes menores. Si de humanizar se trata, tenemos que empezar por la defensa de nuestros legítimos derechos, pero para ello, hay que conocerlos y hacer uso de ellos. k) Especificación Docente: Aunque ya está expuesto en el aparte Pedagogía y Espiritualidad, no sobra insistir en que lo nuestro, el oficio de educadoras y educadores, es ante todo, una vocación de humanidad. Y esta es nuestra especificidad y para ello debemos prepararnos. Somos docentes, enseñamos en el área religiosa que el amor de Dios vive en nuestros corazones y que por la toma de conciencia de tan grande don, nuestra mirada y nuestra palabra, vibran por lo nacional, por nuestra gente, por una sociedad nueva en la que no cedemos ante el empuje de prácticas deshumanizante, cargadas de instrumentos de muerte. Somos conscientes que lo nuestro es un compromiso entrañable con el país y su futuro, a pesar de que éste propiamente no esté del todo en nuestras manos, ya que otros intereses nos lo están arrebatando. [1] Tamayo-Acosta,Juan José, o.c. p. 184
  • 27. l) Especificación Comunitaria: Es la comunión total que buscamos en este esfuerzo supremo que tenemos por delante de integrar, sobre la base de la samaritanidad, todos los esfuerzos conducentes a hacer de nuestro Proyecto Educativo un grito altisonante de justicia, una praxis coherente surgida de nuestro seguimiento discipular de Jesús de Nazaret. Para ello, es preciso sostener que es además, nuestro aporte específico cristiano, de Iglesia de la Misericordia, a la carrera por impedir que Colombia se desintegre. Esta vivencia de la comunitariedad hecha historia en nuestras culturas, es reflejo fiel del Misterio mismo de Dios Comunión de Personas, que por el Amor, es la fuerza interior que nos impulsa, nos lanza hacia fuera, en busca de la humanidad de nuestros hermanos y hermanas. Por lo mismo, hacemos uso de la riqueza simbólica de nuestra propuesta, que no puede ser otra que, el acudir a una MESA INMENSA, en la que todas y todos, nos sintamos incluidos. La comunidad es eso, mesa abierta, permanentemente servida, dialogante y festiva. Pero una mesa no es tal, si no está dentro de una CASA, cuyas paredes estén revestidas de colores, sus puertas siempre abiertas y por sus ventanas circule el aire con olor a Patria, a tierra húmeda y seca, a diversidad de animales y de plantas. Y si las puertas de esta casa están abiertas, por ella entrarán los habitantes que la hacen grande, acogedora, humana, cálida. Luego, esa Casa tiene que ser Colombia. En último término, lo que nos define en esta educación humanizadora, es el tesón por recuperar el “Alma Nacional”, para ser nosotros y nosotras, para rendir tributo de gratitud a la vida y dar razón de nuestra esperanza. Con esta expresión “alma nacional”, quiero hacer referencia también a la Fiesta , como notable transversal que atraviesa la nacionalidad entera, y que por dentro lleva un dolor: el ethos social enfermo de nuestro pueblo. Pero su mensaje es contundente. A pesar del dolor no se apaga el espíritu de lo festivo. Es uno de los rasgos definitorios de nuestra idiosincrasia. Por tanto, nuestro grito de esperanza también debe ser festivo, incluyente de los valores autóctonos culturales como constitutivos de nuestro lugar teológico. Son manifestación autorizada de la espiritualidad del pueblo.
  • 28. Por esto, la esperanza se enciende en resplandor popular cuando escuchamos letras representativas de nuestro folclor. El amor por la tierra madre, por la pachamama, el jalonazo de la sangre, la identidad de las raíces se tensan al compás de la música y las estrofas de “Soy Colombiano”, “Espumas”, “Pueblito Viejo”, “La Piragua” y otras, o de los poemas y narrativas que han marcado el corazón enamorado de la vida y de las personas, de tantos colombianos y colombianas.   La espiritualidad de la pastoral educativa y la pastoral de la esperanza tienen en su haber, la misión de incentivar la identidad con esta realidad que nunca nos será negada, nuestra cultura diversa y exuberante. Es gracia del Dios de la Vida poder contar con todo ello. Será tarea de las diversas hermenéuticas hacer de la pastoral algo no inferior a esta condición plural de la que estamos formados, que lejos de ser una dificultad para la convivencia, puede llegar a ser un permanente Canto a la Vida. He aquí la dimensión de lo comunitario que está dormido en muchos pechos colombianos. Nuestra Buena Noticia no se puede hacer esperar.   A partir de esta Fundamentación Teórica, proponemos el camino hacia una Nueva Visión de la ERE, apoyados en la intuición y la praxis de la Samaritanidad. Esto supone la concreción curricular, que debe ser a su vez, expresión de fondo de nuestro aporte a la configuración del PEI. Ingresar por el mundo de los PEIS, en el contexto político, social, económico, cultural y religioso, se nos presenta como el gran desafío a nuestra creatividad pastoral. Convertirnos en interlocutores del diálogo PEIS ARTICULADOS por el cimiento de la acción samaritana humanizante, como primer sujeto dialogante, y el CONJUNTO DE LOS DEMAS ACTORES SOCIALES, como segundo sujeto dialogante, es, en el momento actual que vive el país, nuestro IMPERATIVO ETICO.   Por ello, los valores del Reino de Dios que anunciamos en este contexto, son innegociables, máxime, cuando partimos de nuestro COMPROMISO MORAL CRISTIANO, al servicio de una sociedad que nos reclama hacer de la especificidad de nuestra contribución, un conjunto de actitudes que denoten una actualizada Inteligencia Moral Cristiana.   En atención a estos pensamientos, presentamos una propuesta de programación en consecuencia. Muchas gracias.