2. TRATADO DE PSIQUIATRÍA CLÍNICA288
moderna, se han utilizado diferentes términos para referirse al
delirium, como trastorno confusional agudo, encefalopatía metabóli-
ca y psicosis de la unidad de cuidados intensivos. El término elegido
dependía más de la especialidad del médico que del cuadro clí-
nico. Lipowsky (1983), para acabar con esta confusión termino-
lógica, propuso el término delirium, que fue recogido por el
DSM-III (American Psychiatric Association, 1980) y vino a sus-
tituir al término menos específico de trastorno mental orgánico
que se utilizaba en el DSM-II (American Psychiatric Associa-
tion, 1968). El uso en el DSM-III y en las posteriores versiones
del manual diagnóstico y estadístico de criterios diagnósticos
explícitos para este trastorno ha conseguido que el delirium sea
actualmente una entidad clínica bien definida. Posteriormente,
se publicaron las primeras guías prácticas para el diagnóstico y
el tratamiento (American Psychiatric Association, 1999), lo que
dio lugar a un mayor consenso entre los especialistas.
Los progresos actuales y los que se verán en el futuro son
posibles gracias a la robusta fundamentación teórica realizada
por los grandes especialistas en este trastorno (Engel, Lipows-
ki, Trzepacz e Inouye, entre otros). Nuevas hipótesis y descu-
brimientos procedentes de la cada vez más abundante investi-
gación sobre el delirium intentan sumarse al marco teórico ya
constituido y, al mismo tiempo, cuestionar aquellos aspectos
que todavía no están bien definidos o que necesitan aclaración.
Como es lógico, desde la publicación de la anterior edición de
este manual, se han llevado a cabo muchos estudios cuyos re-
sultados abren nuevas posibilidades, y cabe esperar que nue-
vas realidades, en nuestra lucha para mitigar el delirium.
Definición
El delirium se define como un trastorno agudo del cerebro
que se presenta como un conjunto sindrómico de síntomas
neuropsiquiátricos. Engel y Romano (1959) describieron el
delirium como un «síndrome de insuficiencia cerebral» aná-
logo al que se observa en el fallo cardíaco o en la insuficiencia
renal. Éstos fueron los primeros autores en afirmar que el de-
lirium no sólo complica el tratamiento de las enfermedades
sistémicas concurrentes, sino que también acarrea por sí mis-
mo la grave posibilidad de «provocar un daño permanente e
irreversible en el cerebro». En otras palabras, Engel y Roma-
no propusieron que el delirium es un fallo del cerebro, lo cual
representa una conceptualización «nueva» para una com-
prensión actualizada del delirium.
El DSM-IV-TR describe el delirium como un síndrome
neuropsiquiátrico agudo y reversible, causado por una enfer-
medad médica general y/o una sustancia exógena. Los resul-
tados de una encuesta recientemente realizada (Ely y cols.,
2004b) confirman que muchos psiquiatras consideran que el
delirium es un trastorno transitorio que no tiene consecuen-
cias a largo plazo sobre el cerebro. Sin embargo, esta creencia
está en conflicto con la evidencia científica actualmente dis-
ponible. En primer lugar, se ha demostrado que el delirium
afecta notable e independientemente a la evolución clínica (pro-
longación de la estancia en el hospital, internamiento del pa-
ciente en una residencia o institución similar cuando se le da
el alta, y muerte, entre otros) (p. ej., Edelstein y cols., 2004;
Marcoantonio y cols., 2005; Thomason y cols., 2005). Igual-
mente sorprendentes son los estudios (McCusker y cols.,
2001; Rockwood y cols., 1999; Serrano-Dueñas y Bleda, 2005)
que demuestran que, una vez recuperados del delirium, algunos
pacientes presentan déficits cognitivos nuevos de carácter
permanente, que pueden estar relacionados con los procesos
patológicos que, según han hipotetizado algunos autores,
tienen lugar en el cerebro durante el delirium (Gaudrenau y
Gagnon, 2005; Munford y Tracey, 2002; Pratico y cols., 2005).
Características clínicas
El delirium no es siempre una «complicación benigna» que
afecta a algunos pacientes hospitalizados por una enferme-
dad grave. El 50% de los pacientes que recuerdan el episodio
de delirium que sufrieron describen la experiencia como
muy estresante y desagradable (Breitbart y cols., 2002a), algo
en lo que coinciden tanto los familiares del paciente como el
personal sanitario (Morita y cols., 2004).
Criterios diagnósticos del DSM-IV-TR
El diagnóstico de delirium según el DSM-IV-TR requiere una
alteración de la conciencia/atención y del funcionamiento cog-
nitivo que se presenta de forma aguda y tiene tendencia a se-
guir un curso fluctuante (tabla 8-1). Lipowski (1983, 1987)
define el delirium como un trastorno de la atención, del nivel
de conciencia, del funcionamiento cognitivo y de la conducta
motriz. Muchos autores consideran que la alteración de la
atención es el síntoma esencial. El paciente realiza un gran
esfuerzo para fijar la atención en algo concreto, pero se dis-
trae fácilmente y, en muchos casos, su nivel de conciencia
fluctúa. Asimismo, se altera el ciclo sueño-vigilia, y el pacien-
te con frecuencia presenta un sueño fragmentado, con pérdi-
da del ritmo circadiano normal. El deterioro de las funciones
cognitivas puede ser muy variable, y oscila desde alteracio-
nes sutiles a alteraciones francas, y desde déficits focales a
déficits generalizados. Pueden observarse déficits en la per-
cepción, la memoria, el lenguaje, la velocidad de procesamien-
to de la información y las funciones ejecutivas. La frecuencia
de estas características clínicas se presenta en la tabla 8-2.
Subtipos clínicos
Coincidiendo con las descripciones del delirium que se hicie-
ron en la antigüedad (frenitis y letargo), se han descrito dos
formas clínicas del delirium: el subtipo hiperactivo y el subti-
po hipoactivo. Liptzin y Levkoff (1992) fueron los primeros
autores que utilizaron el término hiperactivo para referirse
a los pacientes con delirium que presentaban inquietud, hi-
pervigilancia, taquilalia, irritabilidad y oposicionismo, y el
término hipoactivo para referirse a los pacientes que mostra-
ban bradilalia, lentificación motriz, apatía y disminución del
nivel de conciencia. Asimismo, describieron un subtipo mix-
to, en el cual el paciente fluctúa entre la hiperactividad y la
4. TRATADO DE PSIQUIATRÍA CLÍNICA290
los delirium, el delirium tremens y los estados provocados por
el síndrome de abstinencia de sedantes. Existen similitudes
conductuales entre estos trastornos y el delirium «normal»;
sin embargo, las características neuroquímicas y electroence-
falográficas y el tratamiento son distintos. Preferimos dejar
este asunto para una mejor ocasión.
Integridad neuronal
Engel y Romano recomendaban en 1959 examinar la integri-
dad funcional de las neuronas y el metabolismo energético
del cerebro durante el episodio de delirium. Esta recomenda-
ción sigue siendo válida en la actualidad. Desde los trabajos
de investigación de Engel y Romano a mediados de la déca-
da de 1940, se han llevado a cabo pocos estudios para conse-
guir una mayor clarificación de la etiopatogenia del delirium,
quizás, debido en parte a la costumbre de intentar explicarlo
todo atendiendo únicamente a las «causas médicas subya-
centes». No obstante, en los últimos años se han propuesto
varias hipótesis que intentan esclarecer el papel causal que
puede desempeñar la cascada de acontecimientos neuroquí-
micos y metabólicos en el delirium. A continuación, se expo-
nen brevemente estas hipótesis.
Papel del oxígeno
Varios estudios han demostrado la importancia del oxígeno
en la patogenia del delirium. En los adultos jóvenes sanos, la
concentración y el aprendizaje a corto plazo se deterioran
cuando la presión parcial de oxígeno (PaO2
) desciende hasta
45-60 mmHg, y aparece un delirium franco cuando la PaO2
es
de 34-45 mmHg (Gibson y cols., 1981). Probablemente, el de-
lirium hubiera aparecido con una PaO2
más alta si el estudio
se hubiera llevado a cabo en una población menos sana. Por
otro lado, en un análisis retrospectivo de una serie de pacien-
tes ingresados en la unidad de cuidados intensivos, se obser-
vó que tres medidas de la oxigenación (hemoglobina, hema-
tocrito y pulsioximetría) y dos medidas de estrés metabólico
(septicemia, neumonía) eran peores en los pacientes antes de
que apareciera el delirium, a pesar de que no había diferencia
entre los grupos en lo que respecta a la gravedad de la enfer-
medad (Seaman y cols., 2006). Sin embargo, estas diferencias
no se han encontrado en todos los estudios, y actualmente se
está realizando un estudio prospectivo muy bien diseñado
con una muestra grande de pacientes (Agnoletti y cols., 2005)
para intentar clarificar esta cuestión.
La importancia del metabolismo oxidativo en el delirium
es evidente también en los pacientes con septicemia. En estos
pacientes, cuando presentan delirium, se observa una dismi-
nución de la hemoglobina, del flujo sanguíneo cerebral (FSC),
del índice metabólico para O2
y del aporte cerebral de O2
en
comparación con los pacientes con septicemia que no presen-
tan delirium, emparejados en función de una serie de varia-
bles (Maekawa y cols., 1991).
Reserva cardiovascular y respiratoria
El envejecimiento provoca un deterioro muy extenso de la
reserva cardiovascular y respiratoria. En torno a la edad de
85 años, la capacidad cardiovascular y respiratoria se reduce
aproximadamente en un 30-40%, y el gradiente arterial-al-
veolar se ensancha. En torno a los 90 años, la PaO2
basal des-
ciende a 70 mmHg, la respuesta respiratoria a la hipoxia aguda
disminuye, y la frecuencia cardíaca máxima y el gasto cardíaco
decrecen (Pack y Millman, 1988). El aporte de oxígeno al cere-
bro cuando se aumenta el estrés metabólico también puede
estar limitado debido a la disminución de la capacidad para
llevar a cabo cambios compensatorios en la dinámica de los
vasos sanguíneos carotídeos y vertebrales, a causa de una vas-
culopatía. En apoyo de esta hipótesis, Rudolph y cols. (2005)
observaron que las puntuaciones elevadas de ateroesclerosis
en las carótidas internas y en la aorta ascendente aumentaban
de forma significativa el riesgo de desarrollar delirium duran-
te el postoperatorio. Se puede considerar al paciente mayor y
debilitado, en parte por las razones a las que se ha hecho refe-
rencia, como un sujeto sumamente vulnerable a la «insuficien-
cia cerebral» (Tune, 1991), de forma similar a como ocurre en
los pacientes con insuficiencia cardíaca congestiva «frágil».
Demanda de oxígeno y anemia
Brown (2000) observó que la homeostasia de los pacientes hos-
pitalizados está amenazada por el aumento que se produce en
la demanda de O2
como consecuencia de la enfermedad aguda
y la fiebre (Fink, 1997). La anemia también es frecuente en los
pacientes hospitalizados, y puede provocar una disminución
aún mayor del aporte de O2
al cerebro. Es interesante destacar
que el umbral clínico para realizar una transfusión sanguínea
es, en muchos casos, la necesidad de proporcionar el mínimo
inicial de sangre al cerebro y a los riñones. Si bien el hematocri-
to «mínimo inicial» puede ser suficiente para mantener al cere-
bro con vida y evitar un accidente vascular cerebral en la zona
crítica, puede no ser suficiente para mantener el funcionamiento
normal, especialmente en el caso de los pacientes que tienen
una reserva cerebral limitada. Como se indicará más adelante,
mantener el cerebro vivo pero sin un nivel funcional adecuado
puede tener consecuencias funestas (p. ej., un delirium).
Anoxia
En Brown (2000) y Bourgeois y cols. (2003) se propone una
relación causal entre las alteraciones metabólicas y el deli-
rium (fig. 8-1).
Otros mecanismos
En un modelo de encefalopatía hipóxica, se observó que la
liberación de dopamina aumentaba hasta 500 veces con res-
pecto a su valor normal, mientras que la liberación de ácido
γ-aminobutírico (GABA) se incrementaba sólo cinco veces
(Globos y cols., 1988a). Este impresionante aumento en la li-
beración de dopamina se debe a la degradación que tiene lu-
gar en los transportadores dependientes del trifosfato de
adenosina (disminución de la captación) durante la despola-
rización anóxica (Pulsinelli y Duffy, 1983), así como a la dis-
minución del metabolismo producida por el decremento de
la actividad de la catecol-O-metiltransferasa dependiente del
O2
(Gibson y cols., 1981). Otro posible mecanismo que podría
8. TRATADO DE PSIQUIATRÍA CLÍNICA294
macodinámicas (p. ej., sinergismo tóxico) o farmacocinéticas
(p. ej., inducción/inhibición del sistema del citocromo P-450,
competencia por la unión con las proteínas séricas, y disminu-
ción de la eliminación en pacientes con nefropatía o hepatopa-
tía). También se deben tener en cuenta las características espe-
ciales del metabolismo y de la sensibilidad a los fármacos que
se observan en algunas poblaciones, como jóvenes, personas
ancianas y pacientes mal nutridos, con afectación renal o hepá-
tica o sida. Los pacientes geriátricos con delirium presentan
niveles plasmáticos de esterasas anormalmente bajos (enzimas
metabólicas de la fase 1). Esta reducción en los niveles de este-
rasas, a su vez, se ha demostrado que mantiene una fuerte re-
lación inversa con la mortalidad hospitalaria de los pacientes
con delirium (White y cols., 2005). Estos mismos investigado-
res han demostrado también que los pacientes con delirium
tienen niveles plasmáticos de albúmina por debajo de lo nor-
mal, y presentan un aumento de los niveles de la proteína C
reactiva. La proteína C reactiva es importante, porque las cito-
cinas inflamatorias suprimen la síntesis de las enzimas del sis-
tema P-450 (Andel-Razzak y cols., 1993).
Entrevista y observación
El objetivo de la entrevista es establecer una imagen global
del funcionamiento cognitivo del paciente. Es útil evaluar la
atención, los posibles signos indicativos de psicosis, los défi-
cits de memoria a corto plazo, la desorientación, las disfun-
ciones ejecutivas y las alteraciones del estado de ánimo y de
la conducta motriz. La exploración con el paciente en cama
(p. ej., la prueba A para evaluar el nivel de conciencia) y las
pruebas que tienen suficiente sensibilidad para detectar
las disfunciones del lóbulo frontal (Royall y cols., 1998) son
rápidas y fáciles de administrar. Estas pruebas no han sido
validadas para la detección sistemática del delirium, pero
pueden servir para detectar rápidamente las posibles altera-
ciones en las principales funciones cognitivas. No es sorpren-
dente que un grupo de investigación (Adamis y cols., 2005a)
haya observado que la prueba del dibujo del reloj no sirve
para predecir el delirium cuando se puntúa con un esquema
que correlaciona con el miniexamen cognitivo (MEC) de
Folstein y cols. (1975) más que con el funcionamiento ejecuti-
vo (es decir, el CLOX 1; Royall y cols., 1998).
Con respecto al MEC, en un estudio (C.A. Ross y cols.,
1991) se encontró que la puntuación media obtenida por los
pacientes con delirium era de 14,3 frente a 29,6 para los suje-
tos control. Los primeros elementos del MEC para detectar
déficits en su cohorte de sujetos relativamente jóvenes fueron
el cálculo en orden inverso, la orientación y el recuerdo. No
obstante, una sola administración del MEC no tiene suficien-
te sensibilidad (33%) para detectar el delirium, y no sirve
para distinguir el delirium de la demencia (Trzepacz y cols.,
1986). El MEC administrado varias veces puede ser útil para
comprobar si el delirium ha mejorado o ha empeorado
(O’Keeffe y cols., 2005; Tune y Folstein, 1986), y sirve asimis-
mo como instrumento de detección sistemática del delirium,
siempre que se conozcan las puntuaciones premórbidas en el
MEC (Fayers y cols., 2005).
Escalas de puntuación
Las escalas de puntuación son muy importantes para obje-
tivar y unificar los criterios diagnósticos y de investigación
del delirium. Los instrumentos más conocidos y mejor va-
lidados son la Delirium Rating Scale (DRS) [Escala de pun-
tuación del delirium] y la Delirium Rating Scale-Revised-98
[Escala de puntuación del delirium-Revisada-98] (DRS-R-98;
Trzepacz y cols., 1988a, 2001), el Confusion Assessment Me-
thod (CAM) [Método para la evaluación del estado confusio-
nal] (Inouye y cols., 1990) y la Memorial DeliriumAssessment
Scale (MDAS) [Escala para la evaluación del delirium]
(Breitbart y cols., 1997).
La DRS-R-98 es una escala de puntuación clínica formada
por 16 ítems que se puntúan de 0 a 46. Sirve para diagnosticar,
valorar la gravedad y realizar un seguimiento de los cambios
que se van produciendo en el cuadro clínico a lo largo del tiem-
po. La puntuación de corte que ha demostrado tener mayor
precisión en la subescala de gravedad es 15, y en la puntuación
total la mejor puntuación de corte ha sido 18 (la sensibilidad y
la especificidad se hallan en la mitad del percentil 90). Tiene
una excelente validez interna, y es capaz de distinguir el deli-
rium de la demencia. Esta escala es una versión mejorada de la
DRS original. La versión original no permitía repetir la admi-
nistración de la prueba ni servía para distinguir entre las dos
formas clínicas del delirium (hipoactiva e hiperactiva).
El CAM es un instrumento de medida diseñado para la
evaluación del delirium por profesionales que no son psi-
quiatras. Se basa en un algoritmo que operativiza los crite-
rios diagnósticos del DSM. Tanto la sensibilidad como la es-
pecificidad son superiores al 90%, y el índice de correlación κ
con la DRS es excelente (0,92) (Adamis y cols., 2005b). La fia-
bilidad interjueces entre entrevistadores no profesionales en-
trenados (Monette y cols., 2001), personal de enfermería (Pun
y cols., 2005) y expertos es elevada. Existe una versión del
CAM denominada CAM-ICU-5 Minutes [Método para la
evaluación del estado confusional-UCI-5 minutos] (Ely y
cols., 2001) que puede utilizarse en pacientes con respirador.
Según los resultados de un estudio de validación (McNicoll y
cols., 2005) en el que se comparó el CAM con el CAM-ICU-5
Minutes, la sensibilidad de este último instrumento fue del
73%, y la especificidad, del 100%. Inouye y cols. (2005) han
demostrado la viabilidad de un instrumento psicométrico
muy breve para la evaluación del delirium, basado en los do-
cumentos médicos sobre la evolución clínica del paciente. En
un estudio en el que se comparó este instrumento con el
CAM se encontró que tenía una sensibilidad del 74% y una
especificidad del 83%.
La MDAS de Breitbart es una escala clínica de puntua-
ción formada por diez ítems que se puntúan de 0 a 30. Es es-
pecialmente útil para valorar la gravedad del delirium. Con
una puntuación de corte de 13, la sensibilidad es del 71%, y
la especificidad, del 94%. La MDAS se relaciona muy bien
con la DRS y con las escalas de gravedad puntuadas por el
clínico, y se adapta perfectamente a la administración repeti-
da. Se utiliza en muchas ocasiones para valorar la gravedad
del delirium junto con el CAM y la DRS.
10. TRATADO DE PSIQUIATRÍA CLÍNICA296
tinencia, la esquizofrenia, la catatonia y la manía de Bell (ta-
bla 8-5). La anamnesis completa, la exploración física y las
pruebas toxicológicas sirven para detectar la mayoría de los
casos de intoxicación. Los estimulantes del sistema nervioso
central, los alucinógenos y las drogas que producen estados
disociativos son sustancias de abuso habituales que pueden
precipitar un delirium o dar lugar a un cuadro clínico que
puede confundirse con el delirium. Es importante tener en
cuenta que algunas drogas, como la mescalina y la dietilamida
del ácido lisérgico (LSD), no producen la lentificación elec-
troencefalográfica difusa que se observa en el delirium (Engel
y Romano, 1959). El primer episodio de un trastorno psicótico
puede ser difícil de diferenciar de un delirium, especialmente
si se presentan alteraciones agudas del estado mental sin que
exista una fase prodrómica prolongada. Las dificultades para
fijar la atención, la desorganización y las disfunciones cogniti-
Electroencefalograma
FBF = 1,0 FAF = 7,0
7 V/mm
Apraxia constructiva
Se le pide al paciente que
dibuje la esfera de un reloj
con las manecillas marcando
las once menos diez
Estado mental
Resultados normales en la evaluación
del estado mental
En la evaluación del estado mental se
observarán alteraciones sutiles.
Una evaluación detallada del
funcionamiento cognitivo mostrará
déficits cognitivos. Los médicos que
observen ocasionalmente al paciente
casi nunca considerarán que se trata
de un sujeto con deterioro cognitivo
La evaluación del estado mental dará
resultados anormales. Los familiares y el
personal sanitario que atiende al
paciente (sobre todo el personal de
enfermería) ya se habrán dado cuenta
de que el paciente presenta alteraciones
cognitivas y conductuales. Sin embargo,
los observadores ocasionales sin
relación con el paciente puede que
perciban el deterioro
La evaluación del estado mental y la
observación de la conducta del paciente
darán resultados claramente anormales.
El paciente estará hipoactivo (letárgico)
o bien hiperactivo (agitado) y bastante
desorientado. Mostrará déficits en
cualquier tarea cognitiva que se le
proponga, y estos déficits serán obvios
para cualquier observador
Normal
Anormal (leve)
Anormal (moderado)
Anormal (grave)
FIGURA 8-3. Comparación entre el electroencefalograma, la apraxia constructiva y el estado mental en el delirium.
Tabla 8-4. Comparación entre el delirium y la demencia
Variable Delirium Demencia
Inicio Brusco Insidioso
Disfunción
cognitiva
Aguda/empeora
rápidamente
Crónica
Atención Alterada Intacta (excepto en la demencia
con cuerpos de Lewy y la fase
terminal de la enfermedad)
Fluctuación Frecuente No (excepto en la demencia
con cuerpos de Lewy)
Lenguaje Desorganizado/
confuso
Empobrecido
14. TRATADO DE PSIQUIATRÍA CLÍNICA300
cional a los 2 años después de una intervención de cirugía
ortopédica, presentan una tasa más elevada de complicacio-
nes postoperatorias de la cirugía mayor y relacionadas con la
estancia en el hospital, y tienen un peor rendimiento durante
la rehabilitación que los pacientes que no han sufrido un deli-
rium durante la hospitalización (Dolan y cols., 2000; Gustaf-
son y cols., 1988; Marcantonio y cols., 2000; O’Keeffe y Lavan,
1997; Rogers y cols., 1989). Es importante tener en cuenta que
Edlund y cols. (2001) observaron que los pacientes que su-
fren un delirium sólo durante el postoperatorio tienen mejo-
res tasas de supervivencia y de recuperación funcional que
los que ya habían padecido un delirium antes de una opera-
ción de fijación del cuello del fémur. Sin duda alguna, el de-
lirium no es sólo un marcador de mal pronóstico sino que,
realmente, es un determinante muy importante del curso clínico
en el paciente hospitalizado (Inouye y cols., 1998).
Todos estos datos, así como la experiencia clínica, han lle-
vado a uno de los autores de este capítulo (Jeffrey S. Seaman)
a poner en duda la teoría según la cual el delirium es un sín-
drome transitorio y reversible. Sin embargo, existen pocos
estudios de cierta relevancia que hayan intentado responder
a la pregunta de cómo y por qué el delirium tiene una in-
fluencia tan importante en el desenlace clínico de los pacien-
tes hospitalizados y en la morbilidad a largo plazo.
Disfunción cognitiva permanente
Estudios clínicos. Algunos autores han sugerido que la
morbilidad a largo plazo podría deberse al daño cerebral
Tabla 8-6. Factores de riesgo del delirium
Factores relacionados con el paciente (más difíciles de modificar) Factores precipitantes (más modificables)
Demencia Urea (BUN)/creatinina >18
Deterioro cognitivo preexistente Niveles anormales de glucemia, Na1
o K1
Edad Anticolinérgicos
Atrofia cerebral Hipoxia
Gravedad de la enfermedad médica Ingreso en una UCI sin ventanas
Déficit visual o auditivo Malnutrición
Deterioro del estado funcional Hipertermia o hipotermia
Cirugía ortopédica, torácica o para el tratamiento
de un aneurisma aórtico
Infección
Fractura Uremia
Nivel educativo bajo Depresión durante el preoperatorio
Tabaquismo Hipotensión perioperatoria e intraoperatoria
Antecedentes de delirium Anemia
Antecedentes de accidente vascular cerebral Coagulación intravascular diseminada
Diabetes mellitus Empezar a tomar más de tres medicamentos nuevos a la vez
¿Depresión vascular? Benzodiazepinas > 2 mg de equivalentes del lorazepam
Corticoides > 15 mg de equivalentes de la dexametasona
Opioides > 90 mg de equivalentes de la morfina
Antineoplásicos e inmunodepresores
Muchos medicamentos con actividad anticolinérgica potente
Algunos medicamentos para el tratamiento de la enfermedad de Parkinson
Otros medicamentos
Fuente: Benoit y cols., 2005; Brown and Stoudemire, 1998; Centeno y cols., 2004; Culp y cols., 2004; Edlund y cols., 2001; Foy y cols.,
1995; Francis y cols., 1990; Gaudreau y cols., 2005; Gustafson y cols., 1988; Henon y cols., 1999; Inouye con Charpentier, 1996; Inouye
y cols., 1993; Leung y cols., 2005; Lundstrom y cols., 2003; Marcantonio y cols., 1994; Minden y cols., 2005; Pompei y cols., 1994;
Rockwood, 1989; Rogers y cols., 1989; Schor y cols., 1992; Williams-Russo y cols., 1992; L.M. Wilson, 1972.
16. TRATADO DE PSIQUIATRÍA CLÍNICA302
de crecimiento insulínico (IGF-1) en el momento de la hospi-
talización desarrollan delirium con mayor frecuencia que los
sujetos del grupo control. El IGF-1 es importante, porque in-
hibe la citocinas tóxicas. El «mecanismo antiinflamatorio co-
linérgico» (Czura y cols., 2003; Pavlov y cols., 2003), término
recientemente acuñado, parece interesante para la regulación
del daño tisular más allá de las enfermedades inflamatorias,
como la septicemia y el fallo de un órgano; esto podría incluir
el fallo cerebral (delirium). El nervio vago libera acetilcolina,
la cual se une a receptores nicotínicos específicos de la acetil-
colina situados en los macrófagos, lo cual, a su vez, inhibe la
liberación de citocinas tóxicas, entre las que se encuentran el
factor de necrosis tumoral, la interleucina-1 (IL-1), la IL-6 y la
IL-18. Por tanto, los pacientes que presentan niveles bajos de
acetilcolina o una disminución de la actividad vagal podrían
tener un riesgo más elevado de que se produzca una respues-
ta excesiva de las citocinas. Amedida que avance esta área de
exploración, será interesante seguir la trayectoria del deli-
rium, el tono vagal/actividad de la acetilcolina, los niveles
de citocinas y las alteraciones cognitivas a largo plazo. Pand-
haripande y cols. (2005) se preguntan, intrigados, si la morta-
lidad asociada con el delirium no estará relacionada, por lo
menos en parte, con esta interacción entre el sistema inmuni-
tario y el cerebro.
El NO de las especies reactivas del oxígeno promueve la
lesión celular cuando es activado por el factor de necrosis tu-
moral o la isquemia. En un estudio muy interesante realizado
por Harmon y cols. (2005) se observaron niveles anormal-
mente elevados de NOx
(productos terminales estables de
NO: NO3
y NO2
) durante el preoperatorio, el intraoperatorio
y el postoperatorio de pacientes que, más tarde, desarrolla-
ron déficits cognitivos de reciente aparición y persistentes hasta
3 meses después de una revascularización coronaria. Tam-
bién se sabe que el NO facilita la neurotransmisión de la do-
pamina (Grace, 2002).
Duración
La duración promedio de los episodios de delirium oscila en-
tre 3 y 13 días, aunque en un estudio con pacientes que su-
frían «demencia con obnubilación» (Koponen y cols., 1989c),
la media de la duración del episodio fue de 20 días. Asimis-
mo, se ha informado que el 13-50% de los episodios de deli-
rium en ancianos duran hasta 30 días (Marcantonio y cols.,
2000). El episodio es más prolongado en los casos de deli-
rium hipoactivo que en los de delirium hiperactivo o mixto
(Nelly y cols., 2001). Se ha observado también que algún sín-
toma del delirium puede persistir en el momento del alta
hospitalaria en el 60-90% de los pacientes geriátricos que su-
frieron un episodio durante la hospitalización (Kelly y cols.,
2001). En un estudio (Nelly y cols., 2004) se encontró que la
mitad del l5% de los pacientes que habían ingresado con deli-
rium en una unidad de atención especializada de enfermería
seguían teniendo delirium un mes después de su ingreso. Los
predictores independientes de la duración del delirium son la
edad por encima de 85 años, el deterioro cognitivo premórbi-
do y la gravedad del delirium (puntuación > 5 en el MDAS).
Tratamiento y prevención
El modelo teórico que se basa en los conceptos de factor pre-
cipitante, factor de predisposición (vulnerabilidad) y fallo ce-
rebral que se ha expuesto en los apartados anteriores sirve
para orientar la actitud terapéutica que el psiquiatra debe te-
ner ante un caso de delirium. Una vez que se ha establecido el
diagnóstico concluyente de delirium, lo primero que debe ha-
cer el psiquiatra es recomendar a los médicos y al personal de
enfermería que atienden al paciente que no intenten encontrar
la «causa subyacente del delirium». Si el paciente está agita-
do, se prescriben neurolépticos. Lo fundamental es que el psi-
quiatra observe activamente y vaya tomando nota de lo que
observa. La recogida activa de información le permitirá bus-
car de forma más selectiva y específica los precipitantes que
pueden ser modificados, elegir el momento más apropiado
para iniciar el tratamiento farmacológico y escoger los fárma-
cos que mejor se adapten a las circunstancias de cada caso.
Los precipitantes modificables pueden ser, entre otros
muchos, una infección del tracto urinario que ha pasado des-
apercibida a los médicos, una neumonía, un fallo orgánico,
una septicemia, un fármaco, o multitud de otras variables
(tabla 8-6). En la medida de lo posible, es conveniente evitar
o reducir la administración de anticolinérgicos, benzodiaze-
pinas, corticoides, agonistas potentes de la dopamina y algu-
nos opioides (Morita y cols., 2005), si bien hay cuestiones so-
bre la relación entre la medicación y el delirium que aún no
han sido satisfactoriamente clarificadas (Gaudreau y cols.,
2005). El objetivo fundamental del tratamiento del delirium
no debe ser sólo controlar la agitación o las alucinaciones,
sino prevenir y revertir el delirium y, por tanto, mitigar los riesgos
asociados de morbimortalidad.
Intervenciones no farmacológicas
Se han publicado varios protocolos para las intervenciones
no farmacológicas. Por desgracia, muy pocos de estos proto-
colos se basan en estudios bien diseñados y metodológica-
mente satisfactorios. Uno de los estudios más serios y mejor
diseñados es el Elder Life Program de Inouye y cols. (1999).
Se trata de un estudio de prevención en el que se utilizó una
muestra muy extensa de pacientes (426 pacientes que presen-
taban riesgo de desarrollar un episodio de delirium). Los
autores tuvieron en cuenta los siguientes factores: nivel de de-
terioro cognitivo inicial, patrones de sueño, movilidad, visión,
audición y estado de hidratación (tabla 8-7). Los resultados
indican que se produjo una disminución de la incidencia de
delirium en el grupo en el que se realizó la intervención, en
comparación con un grupo de pacientes a los que se les pres-
tó la atención hospitalaria habitual (10 frente al 15%). El coste
de este programa de intervención fue de 327 dólares por cada
paciente; se ahorró un promedio de 6.341 dólares por ca-
da paciente que no desarrolló delirium. Un año después del
alta hospitalaria, en el grupo de intervención se observó una
reducción del 15% de los costes sanitarios y de la duración de
la estancia en residencias de ancianos especializadas, en com-
paración con el grupo control (Leslie y cols., 2005a).
18. TRATADO DE PSIQUIATRÍA CLÍNICA304
dos y los que habían recibido la atención hospitalaria habitual.
Así, el día 7 del estudio la tasa de delirium en el segundo grupo
era del 59,7, frente al 30,2% en el grupo de pacientes tratados
por los médicos que habían recibido entrenamiento. Además,
la duración media de la estancia en el hospital fue de 9,4 días en
el grupo de intervención, frente a 13,4 días en el grupo control,
y la tasa de mortalidad fue del 3 y el 15%, respectivamente.
En un estudio de prevención precoz (Gustaffson y cols.,
1991) en el que se utilizó un instrumento de medida menos
específico para el delirium (el Organic Brain Syndrome Scale
[Escala para el síndrome orgánico cerebral]), se consiguió du-
rante el postoperatorio una reducción de la incidencia de de-
lirio, así como de la duración y gravedad del episodio y del
tiempo de estancia en el hospital. El protocolo se basó princi-
palmente en oxigenoterapia y en la prevención de la hipoten-
sión arterial perioperatoria. Cole y cols. (2002), por su parte,
encontraron que su programa de intervención no farmacoló-
gica era ineficaz para reducir la incidencia de delirium. En
general, las medidas dirigidas a cambiar el entorno y las in-
tervenciones de enfermería son más eficaces en el tratamien-
to y prevención del delirium cuando se centran en el control
de los precipitantes modificables y promueven la detección
del delirium y la educación sobre el mismo.
Farmacoterapia
Si bien la manipulación del entorno y las medidas de apoyo
son elementos clave en el tratamiento del delirio, la interven-
ción farmacológica es de gran utilidad. En primer lugar, la
intervención debe dirigirse a los precipitantes del delirium.
A no ser que el episodio se resuelva rápidamente o sea de
naturaleza leve, se recomienda el uso de un tratamiento far-
macológico específico para el delirium. Se sabe que los pa-
cientes con delirium tienen niveles elevados de dopamina,
por tanto, está justificado el uso prudente de antagonistas de
los receptores de la dopamina. Si bien todavía es necesario
investigar más sobre este asunto, los pacientes que presentan
un delirium no agitado de tipo hipoactivo pueden estar entre
aquellos en los que el tratamiento farmacológico específico para el
delirium es más urgente (Platt y cols., 1994), debido a que esta
población de pacientes presenta peor pronóstico.
El haloperidol es el fármaco mejor estudiado para el tra-
tamiento farmacológico del delirium. Las guías clínicas de la
American Psychiatric Association (1999) recomienda el uso
del haloperidol como fármaco de primera línea, debido a que
tiene pocos efectos anticolinérgicos y apenas provoca ortos-
tasis y sedación. Además, permite una gran flexibilidad a la
hora de establecer la posología, y está disponible para su ad-
ministración por vía oral, intramuscular o intravenosa. Tanto
la administración por vía oral como por vía intravenosa se
está utilizando desde hace más de 40 años con un excelente
perfil de eficacia y de efectos adversos, incluso en los pacien-
tes en peor estado y con patologías médicas o quirúrgicas
muy graves (Cassem y Sos, 1978). Asimismo, se ha observa-
do que el haloperidol es muy superior a las benzodiazepinas
cuando se administran en monoterapia para el tratamiento
del delirium (Breitbart y cols., 1996).
La dosis recomendada de haloperidol (American Psychia-
tric Association, 1999) es de 1-2 mg cada 2-4 horas, según el
caso. A continuación, se ajusta la dosis hasta conseguir el efec-
to deseado. Una vez que se ha conseguido estabilizar al pa-
ciente, se suele pasar a un régimen de dos dosis al día, o una
por la noche, por vía oral. Después, se mantiene este régimen
o se va disminuyendo progresivamente hasta que el delirium
se resuelve. Los pacientes con sida tratados con haloperidol
sonpropensosapresentarsíntomasextrapiramidales(Breitbart
y cols., 1988), por lo que se recomienda utilizar dosis más bajas
de haloperidol o recurrir a un neuroléptico atípico, ya que és-
tos provocan menos complicaciones extrapiramidales.
En los casos de delirium grave refractario a la administra-
ción de haloperidol en bolo, se ha administrado sin efectos
adversos una infusión intravenosa continua de 3-25 mg/h
(Riker y cols., 1994), si bien las directrices prácticas aconsejan
una dosis máxima de 5-10 mg/h. Se recomienda realizar un
seguimiento electrocardiográfico en los pacientes tratados
con infusión intravenosa continua, debido al riesgo de que
aparezca una torsade des pointes, aunque, hasta la fecha, no se
ha determinado el umbral específico de dosis (American Psy-
chiatric Association, 1999; Sharma y cols., 1998). Asimismo,
el psiquiatra debe conocer los factores de riesgo de prolonga-
ción de los intervalos QTc, así como hipopotasemia, hipomag-
nesemia, bradicardia, síndrome congénito de QT largo, car-
diopatía preexistente e interacciones farmacológicas (Gury y
cols., 2000). Si la prolongación de los intervalos QTc es supe-
rior a 450 ms o a un 25% por encima del nivel inicial, el psi-
quiatra debe consultar rápidamente con el cardiólogo, redu-
cir la dosis o dejar de administrar el fármaco antipsicótico
(American Psychiatric Association, 1999).
Otros fármacos mucho menos utilizados para el trata-
miento del delirium son el propofol (Mirenda y Broyles,
1995), otros antipsicóticos típicos, el ondansetrón por vía in-
travenosa, que es un antagonista de 5-TH3
(Bayindir y cols.,
2000) y el ácido valproico (Bourgeois y cols., 2005; Ichikawa y
cols., 2005).
Existen por lo menos 19 artículos en inglés sobre el trata-
miento del delirium con neurolépticos atípicos (tabla 8-8).
Sin embargo, sólo uno de estos artículos se refiere a un estu-
dio clínico aleatorio, doble ciego (risperidona), y fue pensado
únicamente como estudio piloto. Los especialistas en medici-
na psicosomática llevan utilizando con éxito en la práctica clí-
nica los neurolépticos atípicos durante por lo menos 10 años,
a pesar de que existen pocos estudios que avalen su uso. Las
ventajas son el menor riesgo de síntomas extrapiramidales y
de complicaciones electrocardiográficas (Titier y cols., 2004),
los efectos moduladores del estado de ánimo y, posiblemen-
te, también una mayor eficacia en un número reducido de
pacientes con características muy específicas. La eficacia
de estos fármacos puede deberse también al bloqueo que
provocan en los receptores de 5-HT2A
, D4
y α1
y a la acción
agonista que ejercen en 5-TH1A
(H.Y. Meltzer, 2002). Es intere-
sante tener en cuenta que la olanzapina, la risperidona y la
ziprasidona también pueden reforzar la actividad de la red
colinérgica en la corteza prefrontal (Ichikawa y cols., 2002;