El documento resume la vida y obra del poeta romántico español Gustavo Adolfo Bécquer. Nació en Sevilla en 1836, hijo de un pintor. Se interesó por la pintura y la literatura desde temprana edad. Escribió principalmente poemas y leyendas cortas en prosa que reflejaban temas románticos como el amor no correspondido y la naturaleza. Murió en 1868 a la edad de 32 años.
2. Gustavo Adolfo Claudio Domínguez Bastida, más conocido como Gustavo
Adolfo Bécquer, fue un poeta y narrador español, perteneciente al movimiento
del Romanticismo.
Nació en Sevilla el 17 de febrero de 1836, hijo del pintor José Domínguez
Insausti, que firmaba sus cuadros con el apellido de sus antepasados como
José Domínguez Bécquer. Su madre fue Joaquina Bastida Vargas.
Por el lado paterno descendía de una noble familia de comerciantes de
origen flamenco, los Becker o Bécquer. Tanto Gustavo Adolfo como su
hermano, el pintor Valeriano Bécquer, también adoptaron Bécquer como primer
apellido en la firma de sus obras.
Cuando solo tenía 5 años murió su padre y al año siguiente su madre
fueron dados en adopción a su tía materna.
3. Desde niño estuvo rodeado de lienzos y
dibujos de su padre lo que hizo que también
se interesara por la pintura.
Hizo una serie de dibujos llamados “Les
morts pour rire“
4. Hacia 1858 conoció a Josefina Espín, una bella señorita de ojos
azules, y empezó a cortejarla; pronto, sin embargo, se fijó en la que sería su
musa irremediable, la hermana de Josefina y hermosa cantante de ópera
Julia Espín. Gustavo se enamoró (decía que el amor era su única felicidad)
y empezó a escribir las primeras Rimas, como “Tu pupila es azul” pero la
relación no llegó a consolidarse porque ella tenía más altas miras y le
disgustaba la vida bohemia del escritor.
Tu pupila es azul, y cuando ríes,
su claridad suave me recuerda
el trémulo fulgor de la mañana,
que en el mar se refleja.
Tu pupila es azul, y cuando lloras,
las trasparentes lágrimas en ella
se me figuran gotas de rocío
sobre una violeta.
Tu pupila es azul, y si en su fondo
como un punto de luz radia una idea,
me parece en el cielo de la tarde
una perdida estrella.
5. . En la casa del médico que lo trata de una enfermedad venérea, Becquer , conocerá a la
que será su esposa, Casta Esteban y Navarro de la que tuvo tres hijos. Contrajeron
matrimonio en el 19 de mayo de 1861.
De 1858 a 1863, la Unión Liberal de O'Donnell gobernaba España y en 1860,
González Bravo, con el apoyo del financiero Salamanca, funda El Contemporáneo,
dirigido por José Luis Albareda El gran amigo de Bécquer, Rodríguez Correa, ya redactor
del nuevo diario, consiguió un puesto de redactor para el poeta sevillano. En este
periódico, y hasta que desaparezca en 1865, hará crónica de salones, política y
literatura; gracias a esta remuneración viven los recién casados. En 1862 nació su
primer hijo, Gregorio Gustavo Adolfo. Empieza a escribir más para alimentar a su
pequeña familia y, fruto de este intenso trabajo, nacieron varias de sus obras.
6. Pero en 1866 padeció una grave recaída en su enfermedad, de la que se
repuso. De esa época es el retrato hecho por su hermano que se conserva en el
Museo de Bellas Artes de Sevilla.
1868 es un año tétrico para Bécquer: Casta le es infiel, su libro de
poemas desaparece en los disturbios revolucionarios y para huir de ellos marcha a
Toledo,. En diciembre nace su tercer hijo, Emilio Eusebio, dando pábulo a su
tragedia conyugal, pues se dice que este último hijo es del amante de Casta. En
septiembre, la muerte de su inseparable hermano y colaborador le sume en una
honda tristeza.
Posiblemente a causa de un enfriamiento invernal en la primera
quincena de diciembre, su ya precario estado de salud se agrava, y murió el 22 de
dicho mes, coincidiendo con un eclipse total de sol. En los días de su agonía, pidió
a su amigo el poeta Augusto Ferrán que quemase sus cartas («serían mi deshonra»)
y que publicasen su obra («Si es posible, publicad mis versos. Tengo el
presentimiento de que muerto seré más y mejor conocido que vivo»). Sus últimas
palabras fueron «Todo mortal».
7.
8. Las rimas son preferentemente cortas, que dan al poema un aire o tema
de reflexión. La poesía becqueriana está muy influida por la lírica popular
española por su carácter epigramático. También hay rimas con varias
estrofas que normalmente están organizadas en grupos de cuatro versos,
que se repiten varias veces.
Un recurso empleado es el de la comparación con cosas experimentales
en vez de con realidades abstractas. Otros recursos usados son la
metáfora, una búsqueda de ritmo que descoloca el orden sintáctico o el
efecto producido por el polisíndeton .
9. RIMA VII
Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueña tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo
veíase el arpa.
¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas
como el pájaro duerme en las ramas,
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarlas!
¡Ay! pensé; ¡cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz, como Lázaro, espera
que le diga: «¡Levántate y anda!».
10. RIMA XXX
Asomaba a sus ojos una lágrima
y a mi labio una frase de perdón;
habló el orgullo y se enjugó su llanto,
y la frase en mis labios expiró.
Yo voy por un camino; ella, por otro;
pero, al pensar en nuestro mutuo amor,
yo digo aún: —¿Por qué callé aquel día?
Y ella dirá: —¿Por qué no lloré yo?
RIMA XXXVIII
Los suspiros son aire y van al aire.
Las lágrimas son agua y van al mar.
Dime, mujer, cuando el amor se olvida,
¿sabes tú adónde va?
11. Las Leyendas es el título con el que se agrupan todas las
narraciones en prosa de Bécquer. Se publicaron originalmente en
periódicos, entre 1861 y 1863 debido a que Bécquer era
periodista. En total hay unas 28 leyendas.
El autor, centra principalmente sus narraciones en la edad media,
con sus templos y claustros románicos o góticos, campos
sombríos y calles tenebrosas, palacios y castillos Cada leyenda
transcurre en una época diferente, y Bécquer las explica como si
él hubiera estado presente en cada narración.
12. Yo creo que he visto unos ojos como los que he pintado en esta leyenda. No
sé si en sueños, pero yo los he visto. De seguro no los podré describir tales cuales
ellos eran: luminosos, transparentes como las gotas de la lluvia que se resbalan
sobre las hojas de los árboles después de una tempestad de verano.
I
-Herido va el ciervo... herido va; no hay duda. Se ve el rastro de la sangre entre
las zarzas del monte, y al saltar uno de esos lentiscos han flaqueado sus piernas...
Nuestro joven señor comienza por donde otros acaban... en cuarenta años de
montero no he visto mejor golpe... Pero. ¡por San Saturio, patrón de Soria!, cortadle
el paso por esas carrascas, azuzad los perros, soplad en esas trompas hasta echar
los hígados, y hundidle a los corceles una cuarta de hierro en los ijares: ¿no veis
que se dirige hacia la fuente de los álamos; y si la salva antes de morir podemos
darle por perdido?
Las cuencas del Moncayo repitieron de eco en eco el bramido de las trompas, el
latir de la jauría desencadenada, y las voces de los pajes resonaron con nueva
furia, y el confuso tropel de hombres, caballos y perros se dirigió al punto que Íñigo,
el montero mayor de los marqueses de Almenar, señalara como el más a propósito
para cortarle el paso a la res.
13. Margarita lloraba con el rostro oculto entre las manos; lloraba sin gemir, pero las
lágrimas corrían silenciosas a lo largo de sus mejillas, deslizándose por entre sus dedos
para caer en la tierra hacia la que había doblado su frente.
Junto a Margarita estaba Pedro, quien levantaba de cuando en cuando los ojos para
mirarla, y viéndola llorar tornaba a bajarlos, guardando a su vez un silencio profundo.
Pedro rompió al fin aquel silencio angustioso, exclamando con voz sorda y
entrecortada y como si hablase consigo mismo:
-¡Es imposible... imposible!
Después, acercándose a la desconsolada niña y tomando una de sus manos,
prosiguió con acento más cariñoso y suave:
-Margarita, para ti el amor es todo, y tú no ves nada más allá del amor. No obstante,
hay algo tan respetable como nuestro cariño, y es mi deber. Nuestro señor el conde de
Gómara parte mañana de su castillo para reunir su hueste a las del rey Don Fernando,
que va a sacar a Sevilla del poder de los infieles, y yo debo partir con el conde.
Huérfano oscuro, sin nombre y sin familia, a él le debo cuanto soy. Yo le he servido en
el ocio de las paces, he dormido bajo su techo, me he calentado en su hogar y he
comido el pan a su mesa. Si hoy le abandono, mañana sus hombres de armas, al salir
en tropel por las poternas de su castillo, preguntarán maravillados de no verme: -
¿Dónde está el escudero favorito del conde de Gómara? Y mi señor callará con
vergüenza, y sus pajes y sus bufones dirán en son de mofa: -El escudero del conde no
es más que un galán de justes, un lidiador de cortesía.