Esta tesis puede ilustrarse mejor señalando dos desproporciones notables. La primera desproporción puede advertirse en el hecho de que, con una tasa de crecimiento demográfico por lo menos tres veces mayor que la de los países ricos, los países en desarrollo de hoy deben crear -por millón de habitantes- tres veces más empleos nuevos; pero deben hacerlo con recursos que apenas llegan tal vez a un vigésimo o menos del total de los recursos de los países ricos. Esto significa que los recursos por empleo requerido apenas llegan a un sexagésimo o menos. Esto significa a su vez que, si los países en desarrollo de hoy trataran de crear empleos de la misma clase y con la misma tecnología que los empleos de los países ricos de hoy, sólo un sexagésimo de sus nuevos buscadores de empleo, o sea menos de 2 por ciento, se emplearían en efecto con normas "modernas". El resto, más de 98 por ciento, permanecería desempleado. Por supuesto, la situación real no es tan sombría. Un número mucho mayor de los empleos se encontrará en los sectores rurales y otras ocupaciones que requieren menos capital por empleo, y la tecnología usada inclusive en trabajos similares será, en muchos sentidos, menos intensiva en capital y por lo tanto requerirá menos recursos. De todos modos, nuestro ejercicio numérico se aproxima suficientemente a la forma en que ocurren las cosas en los países en desarrollo de hoy para resultar significativo.