Este documento describe la transición de una economía basada en los combustibles fósiles a una economía basada en el conocimiento e información debido a la revolución digital. Esto ha aumentado la complejidad social y acelerado el cambio, desafiando las formas tradicionales de gestión de las organizaciones, economía y sociedad. También plantea desafíos para la educación y el trabajo a medida que los activos intangibles como el conocimiento se vuelven más importantes.
1. El petróleo propició el desarrollo de la II revolución industrial, y transformó el paisaje del
mundo. Impulsó un gran crecimiento del mundo occidental, bajo un modelo de desarrollo
donde el consumo daba centralidad al trabajo como elemento de cohesión social. Este
modelo, ahora en fase de agotamiento, está siendo sustituido por otro, cuyo combustible es
la súper-abundancia de información y conocimiento, propiciadas por la “revolución
digital”. Sus autopistas son internet y la electrónica digital. Entramos en la economía de la
conexión y el conocimiento.
La clave ahora estriba en que, en un mundo más escaso en recursos, la principal aportación
de valor reside en la capacidad de gestionar el conocimiento disponible, para generar
soluciones innovadoras. Alinear conocimiento y organización es el reto para instituciones y
empresas. La tecnología digital proporciona abundancia de conocimiento y recursos para
construir soluciones antes impensables. La conectividad fruto del efecto red, facilitan y
abaratan la generación y la escalabilidad de dichas alternativas.
¿Cuáles son las consecuencias de este nuevo modelo en términos de cambio social, y cómo
afecta a las relaciones de poder, la economía, el trabajo, o la educación?.
El aumento exponencial de conocimiento disponible genera un aumento de la complejidad
social. Vivimos en un mundo cada vez más complejo, y por tanto más difícil de entender.
La paradoja es que, tal como señala el profesor Innerarity, la abundancia de conocimiento
nos sumerge en un desconocimiento mayor, puesto que lo que podemos saber es, en
términos relativos, mucho menos que antes en relación a todo el conocimiento disponible.
Aceleración de los procesos de cambio, debido a la constante renovación del conocimiento
y la tecnología disponibles, lo que obliga a un aprendizaje y renovación permanentes. Las
organizaciones no son ajenas a este fenómeno de cambio acelerado y a sus consecuencias.
Un enorme desafío en términos de gestión. Tomar decisiones se vuelve más difícil. Prever
todas las consecuencias se vuelve arduo, tener éxito en un proyecto, se torna en algo casi
aleatorio. Este es el gran reto que nos impone la complejidad.
La incorporación masiva de tecnología en todo tipo de procesos, está expulsando del
mercado de trabajo a ingentes cantidades de trabajadores, debilitando a la clase media. La
centralidad del trabajo, como elemento de distribución de riqueza y de cohesión social,
queda en cuestión.
La conclusión más poderosa es que no podemos seguir gestionando el mundo con los
parámetros conocidos, pues se muestran ineficaces para la gestión en esta época dominada
por las redes, el conocimiento y la complejidad.
La política, la economía, y las relaciones humanas se han visto alteradas por la emergencia
de la sociedad-red, una nuevo forma de organización subyacente a la estructura social. Sus
características: ser global, estar basada en el intercambio de información y conocimiento, y
poseer una estructura horizontal, compuesta por múltiples nodos interactuando. La
centralidad de las estructuras de poder, se ve afectada por una dinámica que es multipolar y
compleja. El efecto red neutraliza, en buena medida, su capacidad de decisión.
En las empresas, los esquemas de gestión del modelo industrial, son rígidos e incapaces de
asumir los rápidos cambios del entorno. La solución es dotarse de estructuras organizativas
más abiertas, donde la responsabilidad compartida permite absorber mejor la complejidad.
2. Los consumidores ya no son receptores pasivos. Gracias a la conectividad digital, tienen, de
facto, voz y voto en el diseño de productos y servicios, son “prosumidores”. Esto se
traduce en necesidad de innovación constante.
Los activos intangibles, como el conocimiento, el capital social, relacional e intelectual, o la
imagen asociada a la marca, son las principales fuentes de aportación de valor al negocio.
La mayoría de las empresas más valoradas en el mundo, no fabrican nada tangible.
Gestionar estos activos demanda invertir en el capital humano y talento, que son los que
aportan inteligencia, conocimiento, e ideas. Motivación intrínseca, responsabilidad
compartida, identificación con la tarea, y aprendizaje dentro del trabajo, son las claves de su
productividad.
La transformación del sistema educativo es la gran asignatura pendiente para aumentar y
mejorar el stock de capital humano, la verdadera riqueza de la sociedad. Ello dependerá de
la mejora del capital social de todos y cada uno de los individuos de la misma, no solo de
unos pocos. Educar para la sociedad del conocimiento implica formar personas
autónomas, con recursos de aprendizaje propios, capaces de analizar críticamente la
información. Saber deja de ser relevante, para dar paso a ser capaz de acceder al
conocimiento requerido al momento. Un aprendizaje centrado en el alumno, basado en la
motivación intrínseca, sus capacidades propias, y en la auto-responsabilidad, son los ejes
que deben informar esta transformación. Implica un cambio de mentalidad que aún no
estemos preparados para asumir.
Adaptar nuestra economía y las bases de nuestro entramado social a los cambios que he
señalado, nos llevará algún tiempo y mucho esfuerzo. ¿llegaremos a tiempo para evitar aun
daños mayores a los ya sufridos desde el inicio de la crisis? ¿Estamos preparados para esta
e-volucion?.