SlideShare una empresa de Scribd logo
Estudio Genera 2008
Respeto y cultura democrática
en el Chile actual


Santiago de Chile, Noviembre de 2008
Directora Ejecutiva
María Eugenia Díaz M.


Investigadores responsables del Estudio:
Álvaro García M., Martín Tironi R. (Directores Área de Estudios Genera)

Investigador a cargo de la elaboración del Informe:
Matías Fernández

Profesionales participantes del desarrollo del Estudio:
Martín Tironi R, Álvaro García M, Matías Fernández, Ana María de la Jara G., Ma.
Eugenia Díaz M., Javier Martínez.




Empresa Consultora
Quanta, Sociología Aplicada




2008 Genera, Ideas y Acciones Colectivas
Bustamante 34, Piso 3, Providencia
Teléfono: (56 – 2) 2234153 / 2236438
www.generaenlinea.cl




                                                                   2
Resumen ejecutivo




            El respeto, pese a ser una pieza fundamental de nuestra vida social, ha
     sido constantemente olvidado por los estudios de sociología y ciencia política. Y
     sin embargo, el respeto constituye un elemento básico de nuestra sociabilidad y
     reconocimiento mutuo, razón por la cual Genera se ha interesado en su estudio
     empírico: sus significados, valoraciones y su relación con la cultura política en
     nuestro país.

             La idea de base es que la amplitud del concepto de respeto da lugar a
     múltiples posibles actualizaciones histórico-sociales, y éstas se vinculan, a su
     vez, a distintas estructuras sociales y regímenes de respeto que favorecen o
     impiden el desarrollo y fortalecimiento de una auténtica cultura democrática.

              La información empírica corrobora esta hipótesis, señalando que en
     Chile el respeto opera por una doble diferencia: como derecho básico y
     diferencial de valor, y como concepto tradicional-autoritario y democrático-
     igualitario. En este último sentido, se constata que en nuestro país el ámbito del
     respeto constituye un terreno en disputa, una disputa altamente equiparada
     entre una validación social unívoca y autoritaria v/s otra plural e igualitaria. No
     se constata en esta investigación un predominio claro del respeto ni en una ni
     otra acepción.

             Sin embargo, tanto el análisis del concepto de respeto como de
     ‘irrespeto’ muestran diferencias notables para los distintos grupos sociales,
     destacando en este sentido la edad. Las diferencias intergeneracionales,
     particularmente entre jóvenes y no jóvenes, muestran que entre los primeros la
     idea de respeto como valor democrático y como práctica recíproca y evaluativa
     está mucho más extendida que entre las personas mayores. Esto permite
     pronosticar una extensión del respeto en su dimensión igualitaria asociada al
     recambio generacional, lo cual resulta especialmente alentador al considerar el
     fuerte vínculo entre respeto y cultura política.

              En este sentido, el estudio señala que el concepto de respeto está
     altamente asociado a la cultura política, y quienes presentan una noción más
     igualitaria de respeto, presentan a su vez una adhesión mucho más alta a la
     democracia y a los valores que ésta representa, razón por la cual cabe esperar
     que una extensión del respeto igualitario pueda ayudar significativamente a
     fortalecer la débil cultura democrática que existe en nuestro país.

             Por esto, y pese a la baja adhesión a los valores democráticos y a la
     amplia presencia del respeto en su dimensión autoritaria, cabe suponer que la
     instalación pública de una noción de respeto como valor universal y como
     práctica igualitaria pueda tener un impacto favorable en nuestra predisposición
     al desarrollo de prácticas crecientemente democráticas, que nos ayuden a
     reconocernos y validarnos positivamente como sujetos diferentes e igualmente
     dignos.




                                                                             3
ÍNDICE

Capítulo 1: Presentación
   1. La presente investigación                                                      5
   2. Genera y el respeto                                                            5
   3. Objetivos del estudio                                                          6

Capítulo 2: Fundamentos teórico conceptuales                                           9
       1. Sobre el concepto de respeto                                                 9
               a. Respeto: Itinerario de un concepto                                   9
               b. Hacia una definición del respeto                                     11
       2. Respeto y cultura política                                                   14
               a. Interés por una cultura democrática auténtica                        14
               b. Regímenes de respeto y cultura política                              16
                   b.1 Régimen jerárquico del respeto.                                 16
                   b.2. Régimen democrático de respeto                                 17
       3. Tradición y modernidad del respeto en Chile: hipótesis generales.            20
               a. Tradición y modernidad del respeto; entre síntesis y cambio.         20
               b. Hipótesis.                                                           22
Capítulo 3: Resultados del estudio                                                     24
   1. Ficha metodológica                                                               26
   2. Concepto de respeto                                                              27
       2.1     Polisemia del concepto de respeto: mínimo civilizatorio y diferencial de
       valor                                                                           27
       2.2     Conceptos de respeto en Chile                                           29
       2.3     Respeto: cómo se merece, se gana y se pierde                            33
   3. Respeto e irrespeto                                                              37
       3.1     Irrespeto y concepto de respeto                                         37
       3.2     Dimensiones del ‘Irrespeto’ en Chile y valoraciones específicas.        40
           3.2.1. Faltas a la urbanidad                                                40
           3.2.2. “Orden y Patria”                                                     41
           3.2.3. Desautorización generacional                                         44
    4. Respeto y falta de respeto en Chile: Brecha intergeneracional y abuso de
  poder                                                                                48
       4.1 Falta de respeto y disputa intergeneracional.                               48
       4.2 Falta de respeto, juventud y ‘decadencia social’. La visión de los/as mayores.
                                                                                       48
       4.3 Extensión parcial del respeto como tolerancia y como reciprocidad. La visión
           de los jóvenes y las jóvenes.                                               50
       4.4 Falta de respeto, clasismo y abuso de poder.                                54

    5. Respeto y cultura democrática                                                 57

Capítulo 4: Conclusiones perspectivas y reflexiones finales                          65

Bibliografía                                                                         72

ANEXOS
1.   Pauta grupos focales
2.   Encuesta ‘Respeto y cultura política’




                                                                        4
Capítulo 1

Presentación
   1. La presente investigación

      Resulta sorprendente que en una sociedad en la cual la noción de respeto
se encuentra tan generalizada, no se cuenten con indagaciones al respecto. Y el
respeto, sin embargo —no dudamos en afirmarlo—, es un valor fundante de
nuestra sociabilidad, un principio básico por el cual nos relacionamos con otros. Es
quizá por esto, por su presencia inmediata, que las ciencias sociales no han fijado
su atención sobre este aspecto tan básico en la convivencia social, quedando
como un ámbito poco cuestionado y presupuesto. La noción de respeto parece tan
común entre nosotros que ha pasado inadvertida en el análisis social y político. Y
son, no obstante, esta clase de nociones las más indicativas respecto de un
determinado modo de ser social, de co-estar con nuestros semejantes.

      Por estos motivos, Genera se ha interesado en esta ocasión en
determinar empíricamente los significados y las valoraciones que las
personas asignan a la noción de respeto en nuestro país como indicativas
de una cultura política que predispone (o no) al ejercicio de prácticas
democráticas.

       Detrás de este objetivo general, se esconde un doble presupuesto. En
primer lugar, se supone que, si por una parte el respeto es un valor
universalmente presente en nuestra sociedad, esa misma generalidad permite que
sus actualizaciones puedan ser muy variadas. Es decir, justamente por tratarse
de un valor muy general es que su significado no viene establecido de antemano,
sino que se especifica social e históricamente de modo variable. En razón de esto,
no se trata aquí de estimar cuánto se respeta en nuestro país, sino, antes que eso,
de conocer qué significa el respeto para los chilenos y chilenas, para luego, en
una fase sucesiva, conocer sus percepciones sobre ámbitos específicos.

       En segundo lugar, se supone que los significados socialmente definidos del
valor y de la práctica del respeto se vinculan a una determinada cultura política.
Justamente porque el respeto define el modo que tenemos de relacionarnos con
nuestros pares de manera civilizada, es que su observación y análisis permite
indagar en nuestra predisposición cultural a establecer relaciones simétricas o
jerárquicas, vale decir, de manera democrática e igualitaria, o bien de modo
autoritario y tradicional. Por esto el esquema de análisis utilizado en la presente
investigación toma como referencia dos tipos (teóricos) de sociedad que se
asociarían a una noción específica de respeto para cada caso.

      La idea de trasfondo es que las modalidades de ‘respeto’ constituyen un
buen indicador de nuestra cultura política, más o menos cercana a la cultura



                                                                    5
democrática que debería estar en la base de las instituciones políticas
consolidadas en nuestro país desde el fin de la dictadura.

        Existen múltiples razones para suponer que ambos planos no se
correlacionan directamente ni en nuestro país ni en América Latina. El desarrollo
político reciente –más allá de sus innegables éxitos–, siguiendo una lógica formal
e institucional, ha dado lugar a una brecha entre la modernidad de las instituciones
y una cultura política con fuertes sesgos tradicionales y autoritarios. Para el caso
de América Latina, por ejemplo, el informe del PNUD 2004 reveló que el 54,7% de
los encuestados apoyaría un gobierno autoritario si este le solucionara sus
problemas económicos, mientras que en Chile, según reveló el estudio Genera de
2006, más de un cuarto de las personas (26%) se identifica con la afirmación
“pienso que da lo mismo vivir o no en democracia”. Más impactante aún resulta el
dato levantado por el estudio que aquí se introduce, según el cual un 46% de los
chilenos y chilenas piensan que la democracia es principalmente “Una manera que
tienen los políticos de ganarse la vida” y un 53 % expresa su acuerdo acerca de
que “participar en política no sirve de nada”.

        Si se considera que la democracia es algo más que una suma de normas,
instituciones y procedimientos, se necesita pasar del plano institucional al plano
cultural, del plano de la formalidad de las normas a la cotidianidad de los
ciudadanos y su experiencia de comunidad. Se requiere entonces concebir la
democracia como algo más que un método de gobierno, para estudiarla y vivirla
como una propuesta sustantiva que sienta sus bases en la valoración del ser
humano y su existencia en el marco de de una comunidad plural (reconociendo
así que todos somos distintos) e igualitaria (valorando del mismo modo la dignidad
de lo diverso).

        Sin estos aspectos, la consolidación de la democracia está aún trunca. La
existencia de derechos formalmente universales requiere una ciudadanía
informada y comprometida, capaz de exigir su cumplimiento efectivo en el marco
de un debate democrático. Se requiere de una ciudadanía con voz, donde cada
uno pueda exigir democráticamente que se le trate con respeto, del mismo modo
que, solidariamente, pueda exigir que se trate con respeto a sus pares. Y para
esto, es necesario un empoderamiento ciudadano, de modo tal que la sociedad
civil posea la capacidad de incidir en el destino de su sociedad, actualizando así la
democracia como ‘gobierno de todos’ y como principio de autodeterminación
social, y no tan sólo como la estabilización de procedimientos, siempre necesarios
pero nunca suficientes.


   2. Genera y el respeto

La cultura democrática y los derechos ciudadanos son aspectos que han guiado
buena parte del desarrollo de la ciencia y la sociología política, y sobre los cuales
Genera ha expresado una constante atención. Esto se ha traducido en el
desarrollo de investigaciones y campañas orientadas al conocimiento y al incentivo



                                                                     6
de las distintas prácticas democráticas, en tanto prácticas actualizadas desde la
sociedad civil, más allá del plano institucional. La idea de base es que una
democracia plena ha de vivirse en la experiencia de comunidad, una experiencia
de igualdad y diferencia –una experiencia de respeto– que trasciende indicadores
macro políticos y económicos. El objetivo de estos esfuerzos ha sido la promoción
del respeto a los derechos y el fomento de una ciudadanía políticamente activa.
Así, en 2005 lanzamos nuestra primera campaña “Genera poder contra el abuso
Ya!” que logró instalar en la opinión pública los problemas relacionados a los
abusos de poder. Dicha campaña se basó en los resultados de nuestra
investigación “Percepción de la ciudadanía sobre los abusos de poder en Chile” e
incluyo distintas estrategias de intervención y posicionamiento del tema, las que
derivaron en acciones de calle, permanentes apariciones en medios comunicación
y el apoyo de mas de 10 mil personas que firmaron como adherentes de Genera y
con los cuales aún se mantiene una constante comunicación.

       Siguiendo esta línea, el estudio sobre el respeto y cultura democrática
pareció en Genera una necesidad ‘lógica’. La desigualdad en el ejercicio efectivo
de los derechos, el recurrente abuso de poder en distintos ámbitos de nuestra
sociedad, así como la desafección por la política y la democracia de una buena
parte de las ciudadanas y ciudadanos de nuestro país, han encendido luces de
alarma, y han motivado inquietudes que parecen ineludibles. Inicialmente, ¿existe
en chile un trato respetuoso entre las personas? ¿Qué entienden los chilenos y
chilenas por respeto? ¿Cómo lo viven? ¿Cómo y dónde les falta? Y a
continuación, ¿existen diferencias entre los distintos grupos sociales en sus
respuestas a las preguntas anteriores? ¿Existe un vínculo entre el modo de
valorar y practicar el respeto y un comportamiento social más o menos
democrático? Y finalmente, ¿es plausible la idea de que, lentamente, cambia la
noción de respeto en nuestro país, desde una noción autoritaria a una igualitaria,
que predispone al ejercicio de prácticas democráticas en el marco de una
sociedad de iguales?

        Para responder a estas interrogantes fue necesario el desarrollo de distintas
líneas de investigación. En primer lugar, se realizó una elaboración teórica acerca
del concepto del respeto, la cual fue ineludible al no contarse con investigaciones
previas al respecto. Esta elaboración, implicó tanto un análisis semántico como el
esfuerzo por circunscribir las distintas actualizaciones del respeto –o regímenes de
respeto– en un marco conceptual amplio que permita vincularlas a distintas
estructuras de sociabilidad que se encuentran más o menos próximas a las bases
socioculturales de la democracia, tan necesarias como olvidadas, y sin las cuales
la democracia sigue siendo un mundo lejano a la vida cotidiana de las ciudadanas
y ciudadanos. Si el respeto, como práctica social, es variable, crece, decrece, y
modifica su sentido, Genera ha pensado que éste puede verse positivamente
estimulado –es decir: promovido en su dimensión pluralista y democrática–
mediante la realización de una campaña de bien público basada en los resultados
de la investigación empírica que aquí se presenta.




                                                                     7
Esta investigación empírica cuenta con dos fases, una cualitativa y otra
cuantitativa, las cuales no se presentarán como apartados separados en el
presente informe, con el fin de mantener un estilo narrativo en la presentación de
la información recabada.

       La fase cualitativa utiliza grupos focales, y su objetivo es doble: 1) observar
cómo viene socialmente comprendido el respeto, cómo es subjetivamente
valorado, cómo se habla de él, qué se considera una falta de respeto, etc., y 2)
obtener la información necesaria para la elaboración del cuestionario “Respeto y
Cultura Política”.

       La fase cuantitativa resulta del análisis de la información arrojada tras la
aplicación de dicho cuestionario, el cual fue elaborado por Genera y aplicado por
Quanta, Sociología Aplicada.



   3. Objetivos del estudio

      El Objetivo General de la presente investigación es:

Determinar empíricamente los significados y las valoraciones que las
personas asignan a la noción de respeto en nuestro país, como indicativas
de una cultura política
que predispone (o no) al ejercicio de prácticas democráticas.

Para esto, se ha considerado necesario (Objetivos específicos):

       Explorar los ‘conceptos’ de respeto presentes actualmente en nuestro país.

       Observar si dichos ‘conceptos’ se diferencian por grupos etáreos.

       Conocer las percepciones de las personas acerca de qué tan extendido es
       el respeto en Chile:
           o En las relaciones interpersonales
           o En relación a grupos sociales específicos
           o Y a normas, instituciones o símbolos comunes

   Asociar las nociones de respeto presentes en nuestro país a una determinada
   ‘cultura política’, que se acerca o distancia a una cultura democrática que
   permite la buena convivencia.

   Evaluar la hipótesis de un cambio de ‘cultura política’ a partir de los cambios en
   las nociones de respeto.




                                                                      8
Capítulo 2

Fundamentos teórico conceptuales

         1. Sobre el concepto de respeto

                  a. Respeto: Itinerario de un concepto

        Como la mayoría, el respeto no es un concepto cuyo significado haya
quedado definido de una vez para siempre desde sus orígenes. Antes bien, éste
se ha ido redefiniendo históricamente, y su sentido parece haber estado
íntimamente asociado a los principios de estructuración social correspondientes.
Consecuentemente, el sentido etimológico de éste se encuentra fuertemente
vinculado a la sociedad en la que nació como concepto. Respeto viene del término
latino respectare, que es el intensivo de respicere, término que se descompone en
re y especere, literalmente: volver1 a mirar, y de ahí adquiere el sentido de ‘volver
la mirada’ o ‘mirar con atención’. De este modo, el respeto puede considerarse
como una mirada atenta hacia quien aparece como relevante en un determinado
contexto.

        Más allá de las múltiples variaciones de sentido, correlativas a las múltiples
variaciones históricas, desde un punto de vista analítico pueden éstas
circunscribirse a dos estructuras: una estructura social jerárquica, con
concentración del poder en las manos de unos pocos (e incluso de uno: el
Leviathán) que se presentan y representan como personalidades públicamente
visibles, o bien a una estructura social funcionalmente diferenciada y políticamente
igualitaria, con la consecuente disgregación del poder, su circunscripción a
ámbitos parciales diferenciados (Luhmann), y la eventual invisibilidad de su
ejercicio (Foucault).

       De manera aún más general, puede sostenerse que lo que se respeta es
esencialmente un determinado orden, asociado a particulares regímenes de
legitimidad, definidos en buena medida por circuitos de reciprocidad que fundan
una determinada estructura de relaciones y especifican qué es objeto de respeto y
bajo qué condiciones.

       El respeto tradicionalmente era empleado para exigir una determinada
deferencia, hacia ámbitos o personas que aparecían socialmente como
incuestionables. Por excelencia, el respeto se vinculaba a una relación de
autoridad estricta, e implicaba una determinada obediencia. ¿Quién se respeta?
Se respeta fundamentalmente la autoridad: el rey, el padre, el profesor, etc.,
1
 Re es volver, insistir en algo, prefijo que se usa con bastante libertad todavía en lenguas como el italiano y
que permanece todavía en español aunque su uso haya tendido a quedar fijado (re‐presentar, re‐bajar, etc.)



                                                                                          9
quienes detentan, por excelencia, las posiciones de mayor visibilidad –de acuerdo
al origen etimológico del término–, en regímenes donde el poder se sustenta en la
representación. En su acepción clásica, “el respeto es un reconocimiento de los
poderes y las leyes así como una disposición habitual a obedecerlos de buen
grado rindiendo incluso al poder un cierto tributo de estimación, deferencia y
honor” (Hude 1998). Así, el respeto implicaría falta de autonomía, de libertad, y por
ello, una sumisión. El respeto en este contexto puede asociarse incluso al miedo,
a la vergüenza de quien nada tiene y se somete a aquél que lo es todo.

        Sin embargo, con el devenir histórico, aparece la posibilidad de dejar de
concebir el respeto como una mera sumisión, para pasar a responder, idealmente,
a la autonomía de una razón libre. En este sentido, el respeto no se opone más a
la libertad, que siempre aparece como irrespetuosa en los órdenes tradicionales,
sino que justamente se subordina a ésta. Este vínculo entre respeto y libertad es
justamente aquel que ha enfatizado Kant, y representa para la reflexión
sociológica un aporte significativo en la medida que logra vincular igualdad y
autoridad en el concepto mismo, sin que éste se disuelva.

       Esto es posible en la medida que el concepto de respeto se antropologiza, y
con ello la fuente de respeto se sitúa, para el filósofo alemán, en la ‘sublimidad’
humana presente en cada persona, como fruto de su condición de ser libre, capaz
de criticar y de marginar sus juicios de las relaciones de dominio. Es en este
sentido que todo ser humano se vuelve digno de respeto en su pura condición de
ser humano. Este reconocimiento generalizado del respeto, por contracara,
además de universalizar el deber, conserva el carácter de mandato asociado a la
noción tradicional de respeto, sólo que ahora la sumisión refiere al carácter
‘intocable’ de cada persona y sus derechos inalienables.

       De esta manera, lo que acontece históricamente es una extensión del
valor del respeto, como un deber para con todas las personas, en un
proceso íntimamente vinculado a la constitución de regímenes
democráticos. En este sentido, la instauración política de dichos regímenes
conllevaría una democratización del respeto. “Todo hombre, al convertirse o
tender a convertirse en ciudadano, es decir, en co-soberano temporal, llegaba a
ser objeto primordial del respeto a la autoridad. La democratización política (...)
tendría por respuesta lógica una democratización del respeto” (Hude 1998).

       En este sentido, con el paso a una sociedad democrática y crecientemente
plural tendría lugar tanto una ampliación como una restricción del valor del
respeto. Tiene lugar una ampliación en la medida que toda persona se vuelve
digna de respeto; tiene lugar una restricción en la medida que el poder vinculante,
y la fuerza afectiva asociada a su práctica, disminuye. El respeto tiende a perder
esa fuerza propia de la veneración o de la sumisión, que se tiene a unos pocos, y
asume un carácter más moderado, más cercano a la tolerancia –aunque sin
confundirse aún con ella– y a la validación del otro en su diferencia, que se puede
tener con todos.




                                                                     10
Esta disminución y aumento relativos del respeto serían coesenciales a un
sistema democrático, en la medida que aumenta las posibilidades de diferenciarse
y de volver legítima esa diferencia. El reconocimiento social de la diferencia,
justamente, parte de la base que no es posible ni deseable un consenso
generalizado, una voluntad general o unitaria, puesto que las distintas
perspectivas mediante las cuales se constituye el mundo en común son
irreductibles, contra lo que se sostendría en un ordenamiento jerárquico y
autoritario tradicional. Y puesto que las perspectivas son irreductibles es que se
requiere el respeto como modo de mediar, de civilizar, la diferencia.
Paradójicamente, si este nuevo respeto es un valor consensuado, las personas
pueden discrepar eventualmente en todo el resto, sin que esa diferencia se vuelva
crítica, sin que esa diferencia se transforme en violencia, puesto que se reconoce
esa dignidad absoluta de todos los hombres y mujeres.

        En términos de cultura política democrática esto es fundamental, pues una
democracia estable, como sostiene Lipset, requiere tanto del consenso como de la
división: debe haber un juego legítimo que medie dichas diferencias, y esas
diferencias, si son legítimas, contribuyen a integrar las sociedades (Lipset 1988;
21). Porque, como dice Sartori, la democracia “no es sólo consenso, sino muy
frecuentemente disenso que se manifiesta de múltiples formas en un clima plural”
(Sartori 2001; 27). El pluralismo, base de una democracia auténtica, se constituiría
justamente mediante una trayectoria “que va desde la intolerancia, al respeto por
el disenso y después, mediante este respeto, a creer en el valor de la diversidad”
(Ibíd., cursivas nuestras)

        Lo que conviene estudiar empíricamente, entonces, son los órdenes que se
respetan y la fuente de legitimidad de los mismos. En contextos democráticos y
plurales, puede sostenerse que el respeto como sumisión absoluta no es
respetable. Sin embargo, se conservan en nuestros usos lingüísticos numerosas
referencias al respeto asociados a esa noción jerárquica, donde la legitimidad del
mismo parece venir dada por la tradición, donde ésta no es sólo fuente sino
también objeto de respeto, como una herencia incuestionable que exige un trato
especial sin presentar motivos para ello. En este sentido, según se observó más
arriba, la autoridad a las que se somete mediante el respeto es distinta, y puede
simplificarse como una distinción entre una autoridad institucional y jerárquica –
una autoridad en sentido estricto– que poseen unos pocos, y otra ‘autoridad’
individual, filosófica antes que social, asociada a la humanidad misma de toda
persona, que es siempre inalienable. La convivencia de estas dos nociones es la
que se propone indagar en la presente investigación, para ver si se trata de una
convivencia sintética y aproblemática o bien de nociones contrapuestas que
tienden a sustituirse de manera progresiva.


             b. Hacia una definición del respeto

        El respeto es un concepto socialmente polisémico e históricamente variable.
Difícil resulta entonces dar una definición concreta del mismo, puesto que antes



                                                                    11
que un ‘respeto’, en nuestra sociedad nos encontramos con distintos ‘respetos’.
Por este motivo, se propone aquí una definición amplia, capaz de incluir, como
manifestaciones suyas, la diversidad de sus expresiones. Esto es necesario si
queremos captar los sentidos sociales del respeto, sin que la experiencia misma
nos demuestre la insuficiencia o parcialidad de nuestras prenociones, más allá del
hecho de que Genera busque sentar su campaña en una determinada modalidad
del respeto, como valor universalista y como práctica democrática, justamente
bajo la idea de que en nuestro país, ad portas del bicentenario, sigue
comprendiéndoselo de modo autoritario, dificultando el diálogo horizontal, el
disenso no violento, la interlocución de diferencias; aspectos básicos para el
desarrollo de una buena convivencia social.

      El respeto se puede entonces entender como un particular
reconocimiento de la dignidad de otra persona bajo la modalidad de un
deber.

       Este reconocimiento, para expresarlo en términos de la sociología clásica,
tiene un carácter moral, en la medida que viene considerada como un deber, que
bien puede venir dado por una autoridad tradicional en estructuras sociales
jerárquicas, pudiendo incluso vincularse al mandato expreso, por un
reconocimiento de desempeño, o bien por un reconocimiento universal (o
universalista), mínimo civilizatorio, mediante el cual se reconoce la dignidad –y
en este sentido: la autoridad– de todo sujeto en el marco de relaciones que parten
de la diferencia irreductible entre las partes.

       Estos tres aspectos no operarían, siguiendo las indicaciones del análisis
cualitativo del respeto, en el mismo plano. Antes bien, nuestra sociedad parece
haber consensuado el respeto como valor, como principio general que se
establece que toda persona conserva siempre su dignidad. Esta noción operaría
como una suerte de ‘mínimo civilizatorio’, y muestra una ‘mínima modernidad’ ya
generalizada en nuestro país, cuya causa bien pudiese hallarse en el proceso de
democratización que siempre ha tenido como recuerdo sombrío e inolvidable, las
experiencias de opresión e irrespeto constante al que estuvimos sometidos por
tantos años. Por este motivo, en el cuadro 1 la fila inferior no se subdivide en dos,
pues cabría incluir a priori la posibilidad de que el respeto fuese comprendido
como un mínimo debido sólo a unos pocos, como una dignidad mínima que sólo
poseería un fragmento de la sociedad. Sin embargo, la ausencia de una noción
semejante en la ciudadanía nos ha llevado a eliminar esta posible categoría, por
estar afortunadamente ausente en nuestra realidad social.

        Más allá de esto, el respeto operaría en un segundo nivel, ya no como valor
que reconoce la dignidad del otro, como un valor universal e igualitario, sino como
una atribución desigual de estima, la cual puede venir dada de acuerdo a
principios modernos, abstractos y pluralistas, o bien en base a criterios
tradicionales, predefinidos y particularistas. Sobre este punto se insistirá más
adelante. Es en este sentido que el valor se transforma en valoración.




                                                                     12
Cuadro 1: distinciones semánticas en torno al respeto


Criterios                 Jerárquicos         Universalistas ≈ Valoración
diferenciales             (o tradicionales)   (o pluralistas)
Mínimo civilizatorio      Dignidad universal                   ≈ Valor

        Para aclarar los conceptos, cabe destacar que la dignidad básica, o ‘mínimo
civilizatorio’, es la que está en la base de la Carta de los Derechos Humanos, la
cual permite dotar a las relaciones sociales entre partes diversas de un piso
común, de una unidad básica para una interlocución respetuosa de perspectivas
diversas. En contraste, la universalidad de este valor en contextos democráticos
permite, sin transgredirlo, re-especificarlo de manera crecientemente crítica y
evaluativa, en la medida que los motivos por los cuales alguien es especialmente
respetado no obedecen a criterios tradicionales o autoritarios, sino que están
sujetos a crítica, se redefinen y quedan sujetos a una reciprocidad de deberes. Por
ello, por ejemplo, el respeto a las autoridades puede perderse, bajo el entendido
que el respeto a la autoridad pasa necesariamente por el respeto de las
autoridades hacia los distintos actores sociales.

      Analíticamente, el criterio demarcatorio del respeto como diferencial de
estima puede darse:

- en base a la tradición y su autoridad tradicional, de modo tal que aquello que es
respetado venga predefinido de acuerdo a criterios particularistas, propios de las
relaciones jerárquicas, que son principalmente unidireccionales y altamente
incuestionables, o bien

- de acuerdo a pautas universales más laxas que hacen de toda persona, en
principio, un sujeto digno de respeto, aunque esta misma laxitud permita reevaluar
constantemente los criterios, que no se presentan como dados de una vez para
siempre. De esta manera, el respeto puede idealmente considerarse como un
reconocimiento de la dignidad de todo ser humano como algo susceptible de ser
exigido –siendo por esto un deber respeto que alcanzaría a toda persona–,
aunque, en contraste, permite, en virtud del carácter evaluativo del mismo, discutir,
negar o quitar el respeto.

       Así, en el primer sentido, cabe considerar el respeto como un deber con
carácter imperativo para con unos pocos, mientras que en el segundo los motivos
de dicho imperativo particularista pueden ser sometidos a las exigencias de
‘reciprocidad de deberes’ propios de sociedades democráticas y universalistas.




                                                                     13
Apéndice: Respeto no es tolerancia

      Para comprender mejor el sentido del respeto, cabe distinguirlo de tolerancia, un
concepto con el cual puede ser equivocadamente confundido.

        La tolerancia puede estar íntimamente asociada con el de respeto en contextos
relativamente igualitarios. Desde un punto de vista social, la tolerancia refiere a aquello con lo
cual moral o valóricamente no concordamos o compartimos. Es una reacción frente a algo que
nos parece incorrecto, pero que sin embargo se acepta. Por esto, Voltaire, en su Diccionario
Filosófico, afirma “¿Qué es la tolerancia? Es la panacea de la humanidad. Todos los hombres
estamos llenos de debilidad y de errores, y debemos perdonarnos recíprocamente, que ésta
es la primera ley de la Naturaleza”1. Así la tolerancia puede comprenderse como una virtud
que tiende a evitar conflictos, resaltando principalmente el lado negativo, ya que refiere a una
reprobación a una “agresión”, en la medida que sólo se es tolerante con aquello que
desaprueba, con aquello que va en contra de ciertas creencias y valores, y que, sin embargo,
se acepta. No hay una afirmación positiva del otro, sino una mera aceptación, que podría
denominarse cuasi fatalista.

        En el respeto, en cambio, se juzga al otro favorablemente, lo que es bien distinto a la
mera aceptación que tiene lugar con la tolerancia. Ésta implica una disposición mental o una
virtud, la cual debiese poseerse para convivir en armonía unos con otros dentro de una
sociedad democrática y libre. Sin embargo, no implica reciprocidad ni reconocimiento de la
legitimidad del otro como algo contenido en sí mismo, no se reconoce la autoridad de la
alteridad, sino que únicamente tiene lugar una aceptación del otro de modo tal que la
convivencia sea posible. El tolerar a aquellos con quienes no concordamos tiende a estar
teñido de indiferencia, mientras que el respeto, aunque pueda desarrollarse en relaciones
asimétricas de poder, el uno nunca es indiferente al otro.



         2. Respeto y cultura política

                 a. Interés por una cultura democrática auténtica

          Como se insistió en un comienzo, Genera ha adoptado en sus distintos
  estudios y campañas un punto de vista, cada vez más validado en el análisis
  político, según el cuál el análisis de la democracia no se agota en el análisis de un
  método de gobierno, que precisa de elecciones transparentes, de acuerdo a
  normas formalmente establecidas. Sin desmerecer este plano, central para el
  desarrollo político de las naciones, se constata la necesidad de una visión más
  sustantiva de la misma, que ancle la institucionalidad en una ciudadanía activa,
  organizada y capaz de gozar efectivamente de los derechos instituidos por los
  mecanismos formales. Vale decir, se requiere cambiar el modo de evaluar la
  democracia, colocando a la ciudadanía como el fundamento de la misma (PNUD
  2004; 48), de acuerdo al principio de soberanía popular presente en nuestras
  cartas constitucionales, según el cual toda disposición política es legítima tan sólo
  si sienta sus bases en un debate públicamente abierto, mediante el cual se
  establecen las normas y, más allá de esto, se exige su cumplimiento (aquel control




                                                                               14
social tan necesario para el adecuado funcionamiento de las disposiciones de
gobierno). Si esto tiene lugar, la democracia puede evaluarse de acuerdo a “la
capacidad de todo ciudadano de reclamar sus derechos y del apego de las
acciones de gobierno –no sólo de omisión, sino también de comisión– a la efectiva
realización de sus derechos de ciudadanía” (Canto 2007).

       El interés creciente por los aspectos cotidianos de la democracia parece
tener sus raíces justamente en la constatación de la concomitante igualdad de
derechos (en base a una noción universalista de ciudadanía) y de una radical
desigualdad en su goce (Velásquez 2004; 150). Por esto, el informe del PNUD de
2002 parte del reconocimiento, central, de que “El hecho de conceder a todas las
personas una igualdad política oficial no basta para crear en la misma medida la
voluntad o capacidad de participar en los procesos políticos ni una capacidad igual
en todos de influir en los resultados” (PNUD 2002; 14). Es en este sentido que,
parafraseando el informe del PNUD de 2004, lo que se requiere es pasar ‘de una
democracia de electores/as a una democracia de ciudadanos/as’.

        La diferencia, hasta ahora insalvable, entre la formalidad de los derechos y
la efectividad de su goce es homologable a la diferencia entre la estabilidad
política y macroeconómica de nuestro país y la baja valoración de nuestra
democracia. Pensamos que, más que una analogía, se establece entre ambas
diferencias una relación parcial de causalidad. El énfasis en los aspectos
institucionales, predominante desde el retorno a la democracia, y la relegación de
los movimientos sociales que hicieron posible dicha restauración a un segundo
plano2, habría generado que la sociedad civil viese la democracia como un mundo
lejano, inalcanzable e implausible, explicando, en parte al menos, la baja adhesión
a la democracia por parte de nuestras ciudadanas y ciudadanos. Así se observa
en el paradojal contraste de un país como el nuestro, que expande la semántica
de los derechos civiles y las expectativas igualitarias, y al mismo tiempo conserva,
e incluso aumenta las desigualdades sociales. “Cuando los individuos no se
perciben como reales titulares de derechos, se desempodera la ciudadanía y en
general disminuye su posibilidad de comportarse como ‘actor social’ activo en el
proceso de autodeterminación y realización de intereses individuales y colectivos”
(Genera 2006; 14), aspectos centrales a una democracia efectiva.

       En razón de esto, los estudios y campañas de Genera han buscado analizar
las dimensiones simbólicas, cotidianas y valóricas de la democracia. La
democracia, más que una técnica, una receta ingenieril, se basa en determinadas
condiciones culturales que deben ser estudiadas y promovidas, puesto que “Una
débil cultura democrática puede convertirse en el mejor aliado para la arremetida
de gobiernos autoritarios y populistas” (Genera 2006; 14).


2
 Al respecto, ver Garcés, Mario y Valdés, Alejandra (1999), Estado del arte de la participación ciudadana en
Chile, Documento de trabajo para Oxfam‐GB, Santiago (esp. pp.24‐25), y Espinoza, Vicente (2004), “De la
política social a la participación ciudadana en un nuevo contrato de ciudadanía”, en Política, No. 43, pp. 149‐
183 (esp. pp. 154).



                                                                                          15
Es en este contexto que el respeto se presenta como un excelente
indicador de cultura política. Si el respeto es un valor y una práctica que varía
social e históricamente, y que define a la vez un modo de relacionarnos en
sociedad, la manera en que este se presente indicaría de modo significativo el
modo como se valora socialmente al otro3 –si es que se valora– y se establece el
mundo en común que define la actividad política. Como se señaló brevemente, se
analizan a continuación las distintas manifestaciones posibles del respeto, sus
notas comunes y generales que lo definen y distinguen, y se les asocian,
posteriormente, aspectos vinculados a estructuras sociales y regímenes de
respeto más o menos proclives al desarrollo de las actitudes, intereses y
facultades que fundamentan culturalmente el desarrollo de una sociedad
auténticamente democrática.


                    b. Regímenes de respeto y cultura política

       En el apartado anterior se hizo énfasis en el respeto como concepto, y si
bien se adelantó su relación con los regímenes socioculturales del respeto,
conviene ahora aclarar dicha relación en un marco sociológico más global. Esto es
justamente lo que a continuación se esboza: un marco que distingue principios de
diferenciación y los vincula a particulares principios de reconocimiento que
determinan socialmente las actualizaciones del valor del respeto. A partir de esto,
se esbozan hipótesis de trabajo sobre el respeto en nuestro país.

       El estudio del respeto se situará en el marco de la distinción entre una
sociedad jerárquica y una sociedad igualitaria, bajo el entendido que la nuestra
está en el medio de ambas y el estudio del respeto puede ayudar a discernir cómo
se conjugan dos principios de estructuración y cuál es nuestra predisposición
cultural a la democracia.

                    b.1 Régimen jerárquico del respeto.

       Las sociedades jerárquicas son sociedades estratificadas, asimétricamente
constituidas y estructuradas en torno al principio de la desigualdad (Rodríguez &
Arnold 1999). Estas sociedades tienden a la centralización de los recursos y el
control político y se legitiman primordialmente en base a la tradición. La inclusión y
reconocimiento social de las personas tiende a estar anclada en diferencias de
clases o estamentos y a status adscritos, a los que se vincula un determinado
honor restringido a las capas superiores. Este honor lo poseen las personas
visibles, en virtud del cual son depositarias de un determinado respeto. En estas
sociedades, cada cual tiene perfecta “conciencia de posición social” (DaMatta
2002; 192), conciencia que viene dada por una estructuración social basada en
segmentos jerarquizados a los que se pertenece de manera principalmente
adscriptiva y que se aceptan en base a la tradición.


3
    Según se verá en el análisis del concepto de respeto en el apartado siguiente.



                                                                                     16
En estos contextos el respeto es debido sólo a quien tiene un nombre, a
quien aparece visiblemente como representante social de una determinada clase.
Ellos son los respetados. Desde una perspectiva general, puede considerarse que
las diferentes sociedades han exigido respeto para quienes aparecen como
social y políticamente relevantes. Así, en regímenes políticamente excluyentes
sólo se debe respeto a quienes tienen acceso a la corte, a los cargos políticos
(todavía no públicos en sentido estricto), o a la polis, y que pueden aparecer
notoriamente en el espacio público restrictivo –vaya paradoja–, y suscitar de esta
manera la mirada atenta4 de quienes deambulan anónimamente.

        Si lo que se respeta es por excelencia una determinada autoridad, acá la
autoridad proviene del estatus desigual legitimado en base a la tradición, lo que
dificulta el reconocimiento de los individuos como iguales, aquel reconocimiento
universal que se halla en la base de las democracias y que posibilita una esfera
pública abierta. Es por esto que en las sociedades políticamente jerarquizadas5 y
tradicionalmente legitimadas, usualmente se carece de los motivos necesarios
para el debate abierto, puesto que las partes no se reconocen como iguales y esa
desigualdad es considerada socialmente válida.

        Estos regímenes son personalistas y se orientan en base a criterios
particularistas. El “carisma de la tradición”, la capacidad de las “personas”, de los
poseedores de un nombre, para dirigir un sistema que se autorepresenta como
inclusivo y sintético, capaz de incluir a todos sin preguntarles, inhibe la posibilidad
del disenso, base de toda cultura plenamente democrática, en la medida que a las
personas de las capas superiores –a las ‘personas’ propiamente tales–, ‘se las
respeta’, y esto quiere decir en contextos tradicionales: no se las cuestiona. Así, el
respeto opera como un diferencial de prestigio entre quienes pueden o no
exigirlo. Es por esto que este diferencial puede especificarse al interior de las
sociedades, y dentro de la familia, por ejemplo, los padres exigen respeto y no los
hijos –y la extensión del respeto a éstos últimos es cosa actual, deducida de
criterios primordialmente universalistas–.

       En este tipo de sociedades, serían fundamentales las nociones de
“respetabilidad” y “veneración” como determinantes del respeto. Y lo que se
respeta, por excelencia, es la autoridad –en su acepción corriente–, y junto a ella,
la tradición que la funda, y que dota de una determinada honra que vuelve a
alguien ‘respetable’.


               b.2. Régimen democrático de respeto


4
  De acuerdo al sentido etimológico del concepto de respeto, según se vio anteriormente.
5
  En distinción a una sociedad económicamente jerarquizada, como una sociedad industrial de
clases, que reconoce los derechos políticos a toda persona y, en virtud de ello, posibilita el
conflicto, pues las personas que legitiman un determinado ordenamiento –como sucede con la
soberanía popular– no disfrutan de de los beneficios económicos del mismo, y además pierden la
protección personal que poseían en los regímenes de precapitalistas y predemocráticos.



                                                                             17
Las sociedades igualitarias, aunque lo sean formalmente, operan sobre
bases bien distintas. Inicialmente cabe destacar el paso desde el particularismo al
universalismo como criterio de orientación. Esquemáticamente, esto puede
describirse como el paso de la primacía de la noción de honor, que es siempre
parcial y diferenciado, al de “la dignidad igual de todos los ciudadanos”, proceso
cuyo contenido “fue la igualación de los derechos y los títulos” (Taylor 1993; 60).
Históricamente, esto habría tenido lugar con la conformación de los Estados
nacionales, puesto que la nación configura una totalidad abstracta que “deberá
haber abolido cualquier segmentación” (Mauss 1972, citado por DaMatta 2002;
229). Si bien puede afirmarse que los segmentos nunca dejan de existir, lo
primordial es que las sociedades no se estructuran en su conjunto con base a
éstos, sino universalistamente en base a principios crecientemente abstractos. Es
entonces que tiene lugar la “política de la dignidad igualitaria” o “universal” (Taylor
1993).

       Filosóficamente, tal como se sostuvo inicialmente, los presupuestos de la
dignidad igualitaria individual bien pueden ser deducidos de la filosofía moral de
Kant y de su antropología filosófica, donde se sostiene que el hombre “ha de ser
tratado como un fin y no como un medio”. Con esto, el respeto se vuelve
moralmente exigible para y por todas las personas6.

        Socialmente, el correlato de la filosofía lo encontramos en la tradición
liberal, en una sociedad que “no adopta ninguna opinión sustantiva acerca de los
fines de la vida”, comprometiéndose a “tratar a las personas con igual respeto”
(Taylor 1993; 85, cursivas nuestras). Puesto que el fundamento es la libertad, la
sociedad no puede determinar ninguna meta sustantiva a priori. Este es el
“politeísmo de los valores” de Weber, que parte del reconocimiento de que las
partes son irreductibles, y el respeto, justamente, es debido igualmente a
todas ellas. Es por eso que en sociedades igualitarias el respeto se
democratiza, se universaliza, y de esta manera, deja de operar como
diferencial de prestigio preestablecido entre quienes pueden o no exigirlo,
puesto que todos, en principio, pueden hacerlo, merecerlo, y, en contraste,
perderlo.

      Dado que las constituciones son democráticas, el presupuesto es que el
poder reside en la sociedad civil, en el conjunto del pueblo, y es por esto que ante
todo es éste el que ha de ser respetado. El que todos sean política y socialmente
reconocidos en los regímenes democráticos contemporáneos está en la base de la
‘democratización del respeto’. Ahora bien, puesto que se ha de respetar a todos, el
fundamento del mismo ha de ser más abstracto, sin que quepa respetar
primordialmente en base a las ‘máscaras’ que portan las ‘personas’ (‘personajes’),
mediante las cuales participan del universo social. Es por esto que, en términos
mínimos, lo que se exige es un respeto del individuo, su libertad y su diferencia, y


6
  Integrando, como se sostuvo, autoridad e igualdad, o bien permitiendo postular de la autoridad de la
igualdad y la dignidad universal.



                                                                                   18
no un respeto predefinido por la tradición hacia ciertos grupos sociales
específicos.

       Por otra parte, los individuos ya no dependen esencialmente de su
pertenencia a clases jerarquizadas para integrarse a la sociedad, sino que tienden
a participar electivamente de la misma, mediante asociaciones voluntarias en el
marco de una sociedad ‘civil’ que, en principio, no ha de jerarquizar estas
organizaciones. Asimismo, puesto que las relaciones sociales se vuelven
altamente electivas, los individuos son autónomos respecto de éstas, lo que los
faculta no sólo para diferenciarse, sino para disentir públicamente con otros, lo
cual sería un elemento básico para el establecimiento de órdenes auténticamente
democráticos7.

        La autonomía y la posibilidad de disenso permiten, además, la constitución
de un espacio público formalmente abierto, donde las partes enfrentan puntos de
vista que pueden ser incluso contrarios, sin que esta contraposición de ideas
devenga en violencia si es que ese disenso es legítimo y en él opera una relación
de respeto, de respeto a un orden democrático y pluralista8. Por eso, la violencia y
la ausencia de respeto se desencadenan por parte de aquellos que no respetan el
orden democrático y buscan imponer un determinado punto de vista como
privilegiado en un contexto lo suficientemente complejo y plural como para que ello
sea posible. Es decir, presentan sus puntos de vista como verdad y no como doxa.
Si hay respeto, en cambio, todos pueden integrarse a la sociedad mediante toda
clase de asociaciones, en los distintos espacios públicos, que no han de excluir a
priori a nadie, o a nadie que respete al menos esa dignidad igualitaria de base y
esa diferencia insalvable de perspectivas que son propias de un régimen
democrático.

      Por otra parte, dado que todos son en principio dignos de respeto y
portadores de derechos inalienables, el trato respetuoso entre las partes exige un
mínimo de reciprocidad en las relaciones, las que no necesariamente se
vuelven perfectamente simétricas, equitativas, pero hacen posible que en todas
sea posible exigir el debido respeto, esa consideración que, en caso de no
tenerse, amenaza el vínculo por la pérdida del reconocimiento necesario para la
democracia.

       La universalidad del principio de ciudadanía, por su parte, junto a la
institucionalización del disenso en base a esta consideración mutua, permite
la formación de una sociedad civil más crítica, puesto que el ‘poder social’

7
  Esto es justamente lo que se halla en la base de los sistemas de partidos, que representan el legítimo
disenso en el ámbito político.
8
  Es por esto que, si seguimos a Arendt, lo que se presenta en el espacio público son opiniones, doxas, que
son siempre cuestionables al mismo tiempo que defendibles, en contraposición a la verdad, que no se
discute y puede dar origen a la violencia. En este caso concreto, las partes son portadoras de opiniones que
se contraponen pero que reconocen una verdad: la verdad de la dignidad de toda persona. Si no se admite
esta verdad la contraposición puede dar lugar a la violencia.



                                                                                        19
(según el título de Habermas) que funda el régimen político está en sus
manos. La ciudadanía puede exigir respeto también al Estado, a sus autoridades
políticas e institucionales.

       Las nociones básicas de este régimen son la igualdad, la universalidad, la
tolerancia, y, más allá de ésta, el respeto a los derechos básicos de todo ser
humano como respeto a su dignidad y autoridad absoluta. Así, se exige respeto
también para quien carece de todo poder, para quien posee una baja capacidad
de aparecer socialmente, para aquel que, en las sociedades tradicionales,
prácticamente no existía. Lo que se respeta en este caso son derechos
universales y la persona en que éstos se plasman. Esto no quita, en vivo
contraste, que se puedan redefinir constantemente los mecanismos de respeto
como diferencial de prestigio, permitiendo rejerarquizar las relaciones. Lo
particular de estos nuevos mecanismos diferenciales sería, en contraste a aquel
que caracteriza a las sociedades tradicionales, que su fuente tendría una raíz en el
individuo mismo (por excelencia: el self made man) y no en una determinada
herencia que lo anteceda.

Cuadro 2: Resumen conceptual

Dimensión    Aspecto            Orden Jerárquico                 Orden Igualitario
             distintivo
             Criterio     de    Particularismo                   Universalismo
             orientación
             Principio          Desigualdad      unitariamente   Diferencia       igualitariamente
Estructura   estructural        organizada                       organizada
social       Principio          Desigualdad                      Igualdad
             normativo
             Estructuración     Segmentación        adscrita:    Asociaciones        voluntarias:
             en base a          Grupo de origen media            socialidad mediada por vínculos
                                relaciones sociales              electivos
             Respeto como       Diferencial de prestigio:        Universalmente exigible
                                exigible por pocos
Respeto      Nociones           Respetabilidad, veneración.      Igualdad, tolerancia
             básicas
             Objeto        de   ‘Persona’,          autoridad    Individuo, derechos, libertad,
             respeto            jerárquica, tradición, honra,    éxito, esfuerzo, mérito, etc.
                                iglesia, genealogía, patria,
                                etc.
             Esfera pública     Restringida a quien tiene        Abierta
                                ‘nombre’
Política     Cultura política   Intolerancia    al   disenso,    Democrática:
                                respeto servil, primacía de la   institucionalización del disenso,
                                obediencia                       respeto ‘evaluativo’, primacía de
                                                                 la crítica




                                                                                 20
3. Tradición y modernidad del respeto en Chile: hipótesis generales.

                 a. Tradición y modernidad del respeto; entre síntesis y cambio.

        El esquema presentado permite vincular los distintos regímenes de respeto
a una determinada estructura y prácticas sociales. Sin embargo, pareciera que en
nuestro país, como en buena parte de América Latina, no nos encontramos
claramente ni en uno ni en otro lado de la clasificación. Los procesos de
modernización introducen normas universalistas que no logran, según parece,
modificar automáticamente nuestro esqueleto tradicional, lo cual va produciendo
tensiones en la interacción de ambos tipos sociales, dificultando la incrustación
social de los principios democráticos institucionalizados. Algunas veces pareciera
que la universalidad de los derechos no es más que ‘letra muerta’, ampliamente
subyugada por nuestra tradición autoritaria; otras, que la cultura democrática,
igualitaria y universalista avanza rápidamente a contrapelo de nuestra tradición; y
otras, que ambos esquemas se sintetizan en pautas sociales relativamente
estables que permiten orientarse en base a estos dos horizontes, en complejos
esquemas que median universalidad y particularismo9, permitiendo, por ejemplo,
orientarse particularistamente (o personalistamente) en ámbitos formalmente
funcionalizados. De acuerdo a DaMatta, nuestra sociedad parece tener abiertos
ambos horizontes de referencia, y si bien usualmente privilegia el horizonte
democrático para autodescribirse, ‘siempre sabemos que hay un conocido capaz
de otorgarnos un trato especial’. Así, cotidianamente sabemos de normas
universales y de regalías potenciales en las distintas esferas sociales; sabemos
que es posible personalizar, temperar, ese trato frío y universal del que es objeto
el individuo para el que se hace la ley (DaMatta 2002; 222).

        No obstante, y contrariamente a lo que sostiene DaMatta para el caso
brasileño, este punto intermedio entre individualismo y personalismo, entre
universalismo y particularismo, no puede ser adecuadamente descrito, pensamos,
como una estabilidad sintética. Antes bien, vemos que nuestra sociedad cambia, y
si bien nuestra cultura tradicional, con claras notas autoritarias, no cesa de influir
sobre las prácticas asociadas a las tendencias universalizadoras, ese influjo es
muchas veces decreciente, aun cuando pueda esperarse que no desaparezca
nunca. Este decrecimiento tiene distintos objetivos: la pluralidad social no permite
el trato personalizado de modo generalizado, las ‘personas’ cada vez más logran
un ‘nombre’ en base a méritos propios, y la primacía de la esfera económica en
nuestros proyectos políticos parece entonces hacer sentir sus efectos. Existe, de
hecho, una creciente orientación al éxito, en base al esfuerzo, que probablemente
era harto menor 30 años atrás.

      Debe insistirse, sin embargo, que esto no implica que vivamos un cambio
abrupto y radical, sino más bien que es posible observar una cierta tendencia,

9
  Al respecto, ver DaMatta, Roberto (2002), “¿Sabe usted con quien está hablando? un ensayo sobre la
diferencia entre individuo y persona en Brasil” en Carnavales, malandros y héroes: hacia una sociología del
dilema brasileño, FCE, México.



                                                                                       21
pese a que las prácticas jerárquicas y no democráticas del respeto se conservan
todavía en nuestra sociedad. Muestra de esto es, por ejemplo, que si por una
parte Chile presenta una de las más sólidas tradiciones democráticas de América
Latina, sólo alrededor de un 50% de los chilenos “cree que la democracia es
preferible a cualquier otra forma de gobierno, frente a los guarismos cercanos al
80% observados en los casos de Costa Rica y Uruguay” (Luna y Seligson 2007;
5). Por esto, el Barómetro de las Américas, aplicado en Chile el 2006, se pregunta
“¿Cómo es posible que una de las democracias más consolidadas de la región,
con los mejores indicadores económicos, presente tan bajos niveles de valoración
de la democracia e instituciones de representación?” (Ibíd.).

        En este sentido, no sería imprudente esbozar la hipótesis de una creciente
desvinculación entre las instituciones democráticas formales y las prácticas y
valoraciones desarrolladas por estas y la ciudadanía. Así, a pesar de la
modernidad de las instituciones, parece persistir, dentro de ellas y en la
ciudadanía, una sociabilidad tradicional, asociada a relaciones jerárquicamente
establecidas, donde prima la dependencia sobre la libertad, relaciones de poder
donde predomina el abuso a la igualdad, que impedirían que los valores que
fundamentan dichas instituciones democráticas formales tengan su correlato, o se
anclen, en la cotidianidad de nuestros conciudadanos y conciudadanas. Por
cuanto respecta al respeto, puede observarse, por ejemplo –y de manera bastante
significativa– que en Chile “la mitad de la población estaría dispuesta a tolerar que
se infrinja el estado de derecho y se violen las leyes para lograr controlar la
delincuencia” (Luna y Seligson 2007; xxiii). De esta manera, la práctica del respeto
en nuestro medio pareciera hallarse en un punto medio entre aquellas nociones
jerárquicas y poco generalizadas del respeto (que dan lugar a que un 80% de la
población no considere respetables los derechos de los delincuentes) y otras más
universales, fruto de los innegables pero limitados avances que ha experimentado
la sociedad chilena desde el retorno a la democracia.


             b. Hipótesis.

      En esta dicotomía, sin embargo, existiría una lenta tendencia, postulamos,
hacia el polo universalista, que vuelve a todas las personas dignas de respeto y
capaces de exigirlo. Así, el respeto, como un deber hacia un determinado orden,
cambia sus motivos y objetos con el paso del tiempo. Esto significa,
consecuentemente, que:

   i.     decrece el respeto al orden dado de la tradición, a la religión, a lo
          heredado y a las personas investidas de autoridad (vale decir: a las
          ‘personalidades’), para dar paso crecientemente a un respeto al
          individuo y sus derechos.

Si bien ambos modos de respeto coexistirían, puede suponerse que




                                                                     22
ii.    entre las personas mayores predominan los motivos tradicionales,
          mientras que entre las generaciones más jóvenes adquieren
          relevancia los motivos igualitarios, diferencia que daría cuenta de
          un cambio social que se explica históricamente y que no se reduce a
          una mera ‘irreverencia’ o ‘conservadurismo’ consustancial a
          determinados grupos etáreos. La magnitud de dicha diferencia está
          sujeta a determinación.

       Este cambio social se asocia a la ampliación de las fronteras sociales, a la
globalidad creciente de la sociedad y al robustecimiento del orden democrático
que se plasma positivamente en una democratización del respeto. Esto implica:

   iii.   por una parte, y debido a la ampliación de los marcos sociales, una
          pérdida de la fuerza del vínculo mediado por el respeto, en
          comparación con la veneración y la obediencia propias del respeto en
          relaciones jerárquicas y tradicionales, y, junto a esto, un

   iv.    aumento de la generalidad del respeto entendido como respeto
          mutuo. Vale decir, el respeto se entienda cada vez más como valor y
          práctica universalista, que opera socialmente de modo crecientemente
          abstracto, desapegándose de criterios particularistas (preestablecidos,
          ‘personificados’, como el apellido, el color de piel, etc.), pudiendo ser
          referido y exigido por el conjunto de seres humanos de acuerdo a juicios
          variables y diferenciados.


   v.     Esta nueva valoración y práctica del respeto, por su parte, estaría
          asociada a una cultura política más pluralista que permite una
          mejor convivencia democrática.




                                                                    23
Capítulo 3:

Resultados del estudio
        En este capítulo se presentan los principales hallazgos del estudio. Como
tal, es el capítulo fundamental para comprender los significados y valoraciones
que asignan los chilenos y chilenos al respeto, así como su vínculo con la cultura
política democrática que a Genera le interesa fortalecer.

        En primer lugar, se exponen muy sucintamente los aspectos metodológicos
fundamentales (1) a partir de los cuales se desarrolló el levantamiento de la
información empírica que sustenta este estudio. La brevedad de la exposición
refleja la decisión de privilegiar la claridad al detalle en los aspectos formales que
pudiesen complicar indebidamente la lectura.

       A continuación (2) se exponen los principales hallazgos en lo referente al
concepto (o los conceptos) de respeto existentes en nuestro país. Se constata la
coexistencia de nociones muy diversas –e incluso contrapuestas– de respeto, con
niveles de adhesión muy semejantes, lo cual nos permite señalar que en nuestro
país el respeto aparece como un terreno en disputa. Luego, se constata que en
Chile existe la idea generalizada de que el respeto se gana, y como contracara, se
puede perder. Esto presenta un carácter ambiguo entre tradición y modernidad, en
la medida que, si por una parte puede aparecer como criterio autoritario y
excluyente, por otra abre muchas veces la posibilidad de negar y ganar el respeto
de modo igualitario, a partir de una exigencia recíproca de respeto.

      A partir del análisis del ‘irrespeto’ (3), se verifica que en Chile existe una
gran sensibilidad en torno a las faltas de respeto. Asimismo, se observa que en
general se consideran mayormente faltas de respeto graves situaciones que
vulneran los patrones tradicionales de sociabilidad. Lo cual da cuenta de la
importancia que tiene en nuestro país, todavía, la noción de respeto como pariente
de sumisión.

       Acerca de las ‘faltas de respeto’, por su parte, se observa que la mayoría de
los chilenos y chilenas las atribuyen a los jóvenes o al abuso de poder (4). En este
segundo término, se ve que en Chile muchas veces el respeto sigue siendo
exigido de modo unilateral y autoritario. En el primero, en cambio, se constata que
frecuentemente la disputa en torno al respeto tiene un carácter generacional,
donde los distintos grupos etarios se achacan mutuamente las responsabilidades
por las faltas de respeto.

       En términos generales, se observa que la noción de respeto y de irrespeto
queda claramente segmentada por religiosidad, nivel de ingresos y edad. Este
estudio enfatiza sin embargo sólo los dos últimos aspectos. De ellos, a su vez,



                                                                      24
destaca particularmente el último, bajo el entendido que las notables diferencias
entre jóvenes y no jóvenes pueden anticipar un cambio de la noción de respeto en
nuestro país.

        Esto es de particular importancia al momento de vincular respeto y cultura
política (5), puesto que la magnitud de este vínculo hace pensar que las
diferencias intergeneracionales por grupo etáreo, además de pronosticar un
cambio en la noción de respeto en Chile, modifican su cultura política, haciendo de
éste un país cada vez más predispuesto al desarrollo de prácticas democráticas.




                                                                    25
1. Ficha metodológica
   1.1 Fase cualitativa:

-Grupo Objetivo: Hombres y mujeres, que tuviesen entre 16 y 30 años y 45 y 70 años,
residentes en el Gran Santiago, de todos los niveles socioeconómicos (evitando los
extremos).

   •    Técnica: grupos focales

   •    Distribución muestral:

   1.   6 hombres, mayores de 45 años y menores de 70 (HM).
   2.   6 hombres, menores de 30 años y mayores de 16 (HJ).
   3.   6 mujeres, mayores de 45 años y menores de 70 (MM).
   4.   6 mujeres, menores de 30 años y mayores de 16 (MJ).

La omisión de las personas mayores de 30 y menores de 45 años se hizo con el objetivo
de captar mejor las diferencias intergeneracionales.

   • Período de aplicación: 23 de abril y 6 de mayo de 2008
   1.2 Fase cuantitativa:

   •    Grupo Objetivo: Hombres y mujeres entre 16 y 65 años, residentes en el Gran
        Santiago, de todos los niveles socioeconómicos.

   •    Técnica: Aplicación de encuestas presenciales en hogares.

   •    Tamaño muestral: 504 casos.

   •    Tipo de muestreo: trietápico (probabilístico en sus dos primeras etapas –
        manzanas y hogares- y por cuotas de edad y sexo en su tercera etapa). La
        muestra siguió los parámetros censales para las categorías demográficas de sexo
        y edad.

   •    Período de terreno: entre 9 y 20 junio de 2008.

   •    Margen de error muestral: 4.45

       El cuestionario fue realizado a partir del análisis de los grupos focales, que tuvo
lugar antes de la realización de la encuesta.




                                                                          26
2. Concepto de respeto

      2.1    Polisemia del concepto de respeto: mínimo civilizatorio y
             diferencial de valor

        Como primera aproximación al respeto en Chile, cabe insistir en los
distintos planos semánticos en que operan los discursos socialmente elaborados
en torno a él. Sobre este aspecto ya se adelantaron previamente algunas ideas,
pero conviene enfatizar en él con mayor profundidad. Para ello nos basamos en el
análisis de los grupos focales, puesto que sólo a través de ellos fue posible, como
cabe suponer, discernir los distintos planos semánticos, los sentidos subjetivos
que la encuesta, como toda aplicación de cuestionarios rígidos, sólo puede
presuponer mas nunca indagar directamente. Por tratarse de un aspecto
conceptualmente anterior a las diferencias indagadas cuantitativamente,
partiremos por él para posteriormente observar con mayor claridad las diferencias
sociales en torno a su valoración.

        Se constató ante todo una constante inseguridad y falta de consenso en
torno a la noción de respeto a lo largo de los distintos grupos focales. Su sentido
tendió a ir definiéndose a lo largo de los mismos, aunque nunca de manera
definitiva, y para ello los participantes constantemente redefinieron sus propios
puntos de vista, dando cuenta de esta manera que no sólo desde las ciencias
sociales, sino que también en los discursos cotidianos, el concepto de respeto, a
la vez que usado con holgura, no es objeto preferente para la reflexión conciente.
Si por una parte las personas no tuvieron problemas para utilizar libremente la
palabra respeto, como vocablo totalmente incorporado a su lenguaje, su sentido
no apareció nunca nítidamente cuando éste fue solicitado.

        A la hora de definir su significado emergió una tensión en las
conversaciones, una tensión asociada a dos raíces ‘profundas’ del concepto no
perfectamente armónicas entre sí, tensión que puede ser circunscrita mediante la
distinción entre respeto como mínimo y respeto como diferencia (o diferencial).

       Esta tensión entre mínimo y diferencia se corresponde con los significados
de respeto como derecho universalmente exigible, asociado a la humanidad de
toda persona, y al respeto como un diferencial socialmente definido –según se
trató en las páginas precedentes. Ahora bien, lo peculiar es que ambas nociones
están, de una u otra manera, presentes en prácticamente el conjunto de los
discursos asociados al respeto, y estas nociones, a medida que los interlocutores
comienzan a reflexionar, aparecen en una convivencia problemática. En este
sentido, tenemos por una parte que “todos somos dignos de respeto” (HM), de
manera que “el respeto es un derecho” (MM), un “respetar los derechos del otro”
(MM), configurándose así como un “mínimo para cualquier tipo de relación o
actuar” (HJ) “por una cuestión propia del ser humano” (HJ); y por otra, en
contraste, que si “somos respetables naturalmente (...), hay cosas que se
distorsionan en el camino” (MJ). Es entonces que el respeto, además de constituir




                                                                    27
ese piso mínimo que permite las relaciones interpersonales, se configura también
como un diferencial, un diferencial, eso sí, desarrollado en base a criterios
disímiles.

       En este sentido, el respeto parece especialmente debido a ciertas
personas, en ciertas condiciones, y es también susceptible de ser quitado. Si
como mínimo el respeto se plantea como un límite absoluto, aquella intimidad
intocable de la otra persona, por otra parte “el respeto también es mutuo, se va
construyendo en el tiempo y se puede perder, entonces en ese sentido los límites
realmente no existen” (MJ). De este modo, el respeto viene considerado no sólo
como un ‘límite natural’, sino que “el contexto, el momento histórico y también a
través de los vínculos personales esos límites se van construyendo [...como] una
negociación de cada día” (MJ). Ahora bien, dependiendo de las conversaciones,
estos diferenciales, ‘límites’, se construirían no sólo como una negociación
auténtica, sino que también “el respeto es una conquista” (HM), de carácter más
unilateral que multilateral.    Postergando de momento el análisis sobre la
naturaleza diversa de los motivos diferenciales, cabe insistir sobre esta ‘tensión’
entre respeto como igualdad y como diferencia, la que fue evidenciada no sólo en
el análisis, sino por los mismos participantes de las conversaciones:

       (...) yo estaba conversando con un cura amigo de la Universidad Católica y
       ahí en la Alameda estaba lleno de indigentes y gente pobre, y claro, él me
       decía ‘si somos todos iguales llévalo a tu casa, trátalo como tu igual’ y ahí
       es donde se tambalea la cosa. [...] O sea, se puede establecer la igualdad
       como génesis del ser humano, pero no puedo aceptar que… (HM)

        Asimismo, un joven que defendía insistentemente una noción de respeto
liberal y universalista, reconocía que “sería un poco ridículo decir que [se respeta]
simplemente por ser personas porque no es tan fácil” (HJ).

       “(…) en la práctica se respeta más a aquel con estudios, al que ha logrado
       algo o al que tiene cierta posición social o si no, no hay respeto” (HM)

       Con el objeto de evitar esta confusión en la que más o menos patentemente
se enredaron los distintos grupos focales, podría decirse que el respeto marca una
diferencia –marca una deferencia–, en un sentido doble:

   -   Por una parte marca la diferencia entre lo intocable (lo sacro) y lo
       manipulable (lo negociable, lo profano) en el trato con otras personas. Es
       en este sentido que todos somos merecedores de un respeto mínimo, por
       nuestra pura condición de seres humanos, y esta diferencia, esta
       deferencia, parece venir definida, trazada, en virtud de nuestra humanidad
       misma.

   -   Por otra parte, el respeto traza una marca entre lo estimado y lo
       desestimado. Vale decir, sobre el lado ‘manipulable’ de la distinción
       anterior, se reespecifica una distinción entre lo que social y/o



                                                                     28
subjetivamente se estima y aquello que no, o que incluso se desprecia, sin
       amenazar, no obstante, esa condición ‘intocable’ previa. Los criterios sobre
       los que se constituye esta valoración son dispares y, sostenemos, no son
       meramente subjetivos, sino que dichas expresiones subjetivas dependen de
       determinadas valoraciones sociales.

        De acuerdo a esta distinción, los significados asociados al respeto podrían
dividirse inicialmente en dos ámbitos, según refieran a ese respeto universal y
básico a todo ser humano, o bien a aquello sobre lo cual se estructuran las
diferencias. Ahora bien, esta segunda dimensión podría ser, a su vez, vuelta a
subdividir, entre aquellos conceptos diferenciales asociados al respeto como
jerarquía o como diversidad universalista.

Cuadro 3: distinciones semánticas en torno al respeto


 Criterios                 Jerárquicos           Universalistas         ≈ Valoración
 diferenciales             (o tradicionales)     (o pluralistas)
 Mínimo                    Dignidad universal                           ≈ Valor
  civilizatorio




       2.2     Conceptos de respeto en Chile

        Según se sigue del análisis de los grupos focales, el respeto como ‘mínimo
civilizatorio’ parece se un valor universalmente consensuado –a nivel de
declaraciones, ciertamente–. Ahora bien, entrando en el análisis cuantitativo,
interesados en discernir el sentido de la noción de respeto en nuestro país, se
preguntó en la encuesta por el concepto con el cual se relacionaba principalmente
el concepto de respeto1011:




10
   Este gráfico, como todos los que se presentan posteriormente, son de elaboración propia, y se
desarrollaron en base a los resultados de la encuesta ‘Respeto y Cultura Política 2008’, cuyo
cuestionario se presenta en los anexos y cuya ficha metodológica fue presentada en las páginas
precedentes.
11
   Los ocho conceptos presentados en el gráfico 1 y agrupados en el cuadro 4 no corresponden a
respuestas abiertas, sino que fueron predeterminados a partir del análisis de los grupos focales,
bajo el entendido de que, con ellos se mapeaba adecuadamente el espectro del respeto en nuestro
país.



                                                                               29
Gráfico 1: Conceptos con que se relaciona el respeto (%)

                                        Consideración
                             Temor          6%                    Obediencia
                              1%                                    24%
        Educación
          24%




           Igualdad
             11%                                                      Tolerancia
                        Jerarquía     Libertad                           26%
                           2%           6%

        Al analizar los conceptos representados en el gráfico 1, se puede observar
que cada uno de ellos se asocia a una noción jerárquica o a una noción igualitaria
de respeto. El concepto de educación podría en este sentido aparecer como
problemático; no obstante, de acuerdo al análisis cualitativo, así como en los
cruces con otras variables, se estimó que por educación –y al hablar de respeto–
los chilenos y chilenas entienden principalmente los modos y formalidades, las
normas de urbanidad, y que representa un valor esencial en las nociones
tradicionales asociadas al respeto.


       “No estoy hablando de educación formal, sino que de modales. Entonces
bajo esa perspectiva yo pienso que la educación es una pieza importante dentro
de lo que significa la conciencia del respeto” (HM)




      En este sentido se agrupan los conceptos del siguiente modo:

Cuadro 4
               Concepto                          Concepto
               democrático-                      Conservador-
               igualitario                       autoritario
               Tolerancia.                         Obediencia.
               Libertad.                           Jerarquía.
               Igualdad.                           Educación.
               Consideración.                      Temor.
               = 49 %                            = 51 %




                                                                           30
Así considerados los conceptos de respeto, se observa, de acuerdo a los
datos, que ambas nociones de respeto están igualmente presentes en nuestro
país. Lo primero que sorprende es que las primeras mayorías sean conceptos muy
disímiles entre sí, como lo son ‘tolerancia’, ‘obediencia’ y ‘educación’, que obtienen
un 26% de las preferencias la primera, y un 24% la segunda y la tercera. La cuasi-
oposición de estas nociones y sus iguales niveles de adhesión marcarían los
límites de la variabilidad ‘simbólica’ en torno al respeto. El concepto de respeto
representaría un ‘terreno en disputa’ en términos sociales, existiendo un ‘empate
técnico’ entre el concepto democrático-igualitario (49%, igualitario en los gráficos
sucesivos) y el concepto conservador-autoritario (51%, jerárquico de ahora en
adelante) en nuestro país. Este empate entre nociones tan diversas confirma
justamente la existencia empírica de una segunda distinción en torno al
concepto de respeto: como valor igualitario y como valor tradicional. Vale
decir; confirma la convivencia de una noción de respeto según la cual el otro
puede ser considerado y respetado como un igual, y otra según la cual el respeto
obedece a una relación vertical y basada en la tradición.

       Ahora bien, si se siguen las hipótesis de este estudio, se tiene que ambas
nociones no se expresan en una convivencia aproblemática, sino que en buena
media se trata de una disputa intergeneracional, según la cual poco a poco el
concepto de los más jóvenes, los educados en democracia, tendería a asociarse
a nociones democráticas, mientras que el concepto de las personas mayores se
asociaría preferentemente a nociones autoritarias o tradicionales. Así se observa
en el gráfico 2, donde las diferencias intergeneracionales en relación al concepto
de respeto son significativas.




      Como se ve, entre los más jóvenes existe un 55,8% que entiende el respeto
en su dimensión igualitaria y democrática, mientras que entre los segmentos
mayores dicho porcentaje disminuye a 41,1 y 46,7 %. Esto permite suponer
entonces que esta noción de respeto se irá imponiendo en el tiempo, con



                                                                      31
consecuencias importantes en términos de convivencia democrática, según se
discutirá más adelante.




       Otro criterio que segmenta de manera nítida el concepto de respeto en
Chile es el nivel de ingresos. Así, según se observa en el gráfico 3, la gente de
menores ingresos asocia el respeto preferentemente a una noción jerárquica,
entre la gente de ingresos medios existe un ‘empate técnico’ entre ambos
conceptos, y las personas de mayores ingresos asocian predominantemente el
respeto a nociones de carácter igualitario. Los motivos podrían ser múltiples, y
sobre ello ahondaremos más adelante, pero cabe presuponer que el nivel de
ingresos está fuertemente asociado al nivel educativo alcanzado por las personas,
y que un mayor nivel de educación facilita a una comprensión del respeto como un
valor más democrático que tradicional y autoritario. Otras posibles explicaciones
serán ensayadas posteriormente.

        Así se observa en el gráfico 4, donde se presenta una relación inversa
entre los años de educación y el concepto de respeto, siendo ésta perfectamente
lineal salvo para los dos últimos niveles (superior incompleta y superior completa),
que no presentan diferencias significativas. Esto resulta especialmente sugerente
al relacionar el concepto de respeto con adhesión a la democracia, pues permite
promover la idea de que una noción de respeto pluralista y democrática es en
buena medida ‘educable’. Con esto, el respeto como valor que faculta una
interlocución entre iguales puede ser objeto de intervención, como política pública
de educación, para cimentar las bases culturales de una democracia sustantiva.




                                                                    32
2.3. Respeto: cómo se merece, se gana y se pierde

      Ahora bien, otra manera de conocer las nociones de respeto en Chile es
indagar en los criterios por los cuales se piensa que una persona merece respeto.
En este sentido, pareciera que entre los chilenos/as la idea de que el respeto se
gana esta muy asentada, sin que esto necesariamente se asocie a un respeto que
no se quita. Asimismo, los múltiples motivos por los cuales puede ser ganado o
perdido dan cuenta de nociones distintas de respeto por parte de los encuestados
y encuestadas.

      Por lo mismo, no es trivial el hecho de que para la mayor parte de las
personas el respeto sea un logro antes que un derecho. Tal parece ser la realidad
de nuestro país, donde un 73% se inclina por la idea de que “la gente no nace
merecedora de respeto: el respeto hay que ganárselo” (gráfico 5)
      Gráfico 5: La gente no nace merecedora de respeto: el respeto hay que ganárselo (%)
                    En desacuerdo
                     27%




                                                              De acuerdo

                                                                 73%



                                                                           33
Vale decir, los encuestados manifiestan su predilección por una noción de
respeto que opera más como criterio diferencial que como mínimo civilizatorio.
Creer que el respeto se gana no es en sí mismo negativo, mas sí lo es, a juicio
nuestro, el carácter excluyente y discriminador que esconde la asociación de esto
a la idea de que “la gente no nace merecedora de respeto”. Para los chilenos y
chilenas, si bien existirían ciertos grupos sociales que serían poseedores de una
suerte de ‘respeto natural’, como los padres, profesores y los ancianos (ver
dimensión ‘desautorización intergeneracional, gráficos 18 y ss.), en general el
respeto sería un logro antes que un derecho connatural. Esto no significa tan sólo
que el respeto pueda perderse, sino que, más allá de eso, permite suponer que
para muchas personas el respeto no se posee a menos que se gane. Esto da
cuenta de una noción altamente individualista y competitiva de respeto, y se
condice perfectamente con la segunda alternativa más elegida a la hora de decidir
el motivo principal por el cual se falta el respeto en nuestro país: para un 19,2% de
los encuestados el respeto se falta “porque algunas personas no saben hacerse
respetar” (gráfico 26), del mismo modo que se condice con el altísimo nivel de
acuerdo frente a la afirmación “si alguien no es respetado, es por su culpa” (66%,
gráfico 6). Por otra parte, esto es relativamente inconsistente con las
declaraciones analizadas en 2.1, donde se enfatizaba insistentemente sobre la
idea de que todos somos dignos de respeto por nuestra pura condición de seres
humanos. Si bien resolver esta inconsistencia no es fácil, podría señalarse que,
puesto que el respeto opera tanto como mínimo civilizatorio y como un mecanismo
diferencial de valoración social, al momento de escoger los chilenos y chilenas se
inclinarían primordialmente por la idea de que el respeto es principalmente un
criterio de valoración que un mínimo civilizatorio.

                                                      Gráfico 6
                            S i a l g u ie n n o e s r e s p e t a d o , e s p o r s u c u lp a




                                                          N s /n r
                                                           2%
           E n d esa cu erd o
                  32%




                                                                                                  D e acuerdo
                                                                                                      66%




       También a lo largo de los grupos focales apareció con frecuencia la idea de
que “el respeto es una conquista” (HM). Todos los hombres mayores, salvo uno,
estuvieron de acuerdo con que el respeto era algo que se ganaba. También entre
los jóvenes había un cierto consenso al respecto, aunque la idea tendía a ser
menos importante: “el hecho de que te respeten es una consecuencia” (HJ).



                                                                                                           34
De modo general, existe entonces la idea del respeto como algo que debe
‘ganarse’, y al respecto es significativo el hecho de que esta concepción del
respeto no sea ni puramente jerárquica ni abiertamente igualitaria. No es
igualitaria por el hecho de que, además de establecer un diferencial entre gente
que es más o menos ‘respetable’, el “hacerse respetar” puede a veces tener un
carácter incluso violento. Sin embargo, y en contraste, todos podemos
eventualmente ‘hacernos respetar’ y de esta manera ‘ganarnos el debido respeto’.
En este sentido, el respeto puede también ser por todos conquistable, puede
quedar potencialmente abierto a todos, pero como una especie de triunfo del que,
eso sí, no todos gozan. Estas relaciones no sólo se establecen respecto de las
personas más ricas o con más poder, sino también respecto de quienes cumplen
con determinados ‘motivos’ de respetabilidad, con determinadas expectativas de
comportamiento, y es por esto que un joven pude sostener que: “o sea, el
cartonero merece todo mi respeto, porque está trabajando” (HJ).

       Lo más preocupante, insistimos, es el hecho de que la mayoría de las
personas piensen que las personas no nacen merecedoras de respeto. Vale decir,
no el hecho de que se asocie el respeto a mérito, sino que, al hacerlo, se pierda
de vista que es ante todo un derecho. En cierta medida, esta alternativa da cuenta
de un individualismo llevado a su extremo, donde sólo vale el que triunfa. Así lo
corrobora la opinión de los mismos encuestados, según se ve en el gráfico 7,
donde un 74% piensa que "En este país, el respeto depende primordialmente de la
capacidad de imponerse".


           Gráfico 7: "En este país, el respeto depende primordialmente de la
                               capacidad de imponerse" (%)
                                         Ns/nr
                 En desacuerdo            0%
                     26%




                                                            De acuerdo
                                                              74%




      Coherentemente, si el respeto se gana, también se pierde, vale decir, su
dimensión móvil operaría fluidamente en ambos sentidos, según lo confirma el alto
grado de acuerdo acerca de la idea de que la “quien no respeta, no merecer
respeto” (69%, gráfico 8).




                                                                         35
Gráfico 8 : Quien no respeta, no merece respeto (%)

                                       Ns/nr
                                        1%
            En desacuerdo
              30%




                                                              De acuerdo
                                                                    69%



       La idea de que el respeto se gana y se pierde –omitiendo el respeto a
ciertos grupos considerados como autoridades ‘naturales’– es más que una
descripción. Representa también una adhesión. A las chilenas y chilenos pareciera
no molestarles que sea así. En este doble sentido, pensamos, tiene que leerse el
gráfico 9, donde el 90% de los encuestados está de acuerdo ante la idea de que
“En este país, si uno no se hace respetar, todos te pasan a llevar”. Ahora bien, la
adhesión a la idea bien podría ser una reacción plenamente justificada frente a las
frecuentes faltas de respeto originadas a partir del abuso de poder, aspecto sobre
el cual volveremos más adelante. En este sentido, la defensa de la idea de que
‘hay que hacerse respetar’ podría estar fundada en la noción de a ‘uno’ no le
deben faltar el respeto, y para ello en este país la principal forma de lograrlo sería
imponiéndose. Así sostienen, al menos parcialmente, los jóvenes, según se verá
en 4.1.2.
                    Gráfico 9: "En este país, si uno no se hace respetar,
                                 todos te pasan a llevar"(%)

                            En desacuerdo      Ns/nr
                                 9%             1%




                                                       De acuerdo
                                                          90%




       Sin embargo, los mismos encuestados expresan un acuerdo bastante
consensuado frente a la idea de que “quien respeta, es respetado” (gráfico 10).
Esto permitiría confirmar –al menos parcialmente– la idea de que el respeto como
logro ‘competitivo’ se justifica como una defensa frente a las faltas de respeto,
pero que el respeto lleva aparejada una noción de reciprocidad que, de
extenderse, presumiblemente haría disminuir la idea de que el respeto es un logro.



                                                                            36
“El respeto también es mutuo, se va construyendo en el tiempo y se puede perder”
(MJ)

       Esto es así en la medida que bastaría ser respetuoso para ser respetado,
sin necesidad de competir, de imponerse, ni de ganarle a nadie. En este sentido,
el respeto puede ganarse o perderse por conductas de reciprocidad, propias del
juego democrático, en desmedro de una conducta competitiva excluyente.
                      Gráfico 10: Quien respeta, es respetado (%)
                        En desacuerdo         Ns/nr
                            10%                1%




                                                         De acuerdo
                                                             89%

       Sin embargo, si bien se ve una alta adhesión a la idea de respeto como
reciprocidad, en general pareciera predominar la idea del respeto como logro. La
reciprocidad podría ser leída como un criterio de logro, particularmente para los
más jóvenes, que someten el imperativo del respeto a una exigencia mutua de
trato respetuoso, según se verá más adelante. Aún así, nos parece que la
asociación del respeto como un logro más que como una reciprocidad, es del todo
comprensible a la luz de nuestros datos, puesto que no hace otra cosa que reflejar
una experiencia cotidiana en donde aún cuando podamos tener conductas
respetuosas, estas no nos aseguran el respeto de los demás, a menos que éste
sea exigido, y en ese sentido, conquistado.



   3. Respeto e ‘irrespeto’


      3.1 ‘Irrespeto’ y concepto de respeto

       Con el objeto de ahondar en la noción –o las nociones– de respeto
presentes en nuestro país, se interrogó sobre el ‘irrespeto’, ejemplificando con
situaciones concretas frente a las cuales los encuestados y encuestadas debían
posicionarse. Los resultados se presentan en el cuadro 5.

CUADRO 5: “A continuación le leeré una serie de situaciones. La idea es que Ud.
me diga, para cada una de ellas, si cree que no es una falta de respeto, que es una
falta de respeto poco grave o bien una falta de respeto grave...”




                                                                      37
Estudio Respeto y cultura democrática Parte I
Estudio Respeto y cultura democrática Parte I
Estudio Respeto y cultura democrática Parte I
Estudio Respeto y cultura democrática Parte I
Estudio Respeto y cultura democrática Parte I

Más contenido relacionado

Destacado

Valor del respeto
Valor del respetoValor del respeto
Valor del respeto
hfivalores
 
el irrespeto entre profesores y alumnos
el irrespeto entre profesores y alumnosel irrespeto entre profesores y alumnos
el irrespeto entre profesores y alumnos
eidiskelly97
 
Cartilla Moral- PDF Alfonso Reyes
Cartilla Moral- PDF Alfonso ReyesCartilla Moral- PDF Alfonso Reyes
Ensayo sobre el respeto (1)
Ensayo sobre el respeto (1)Ensayo sobre el respeto (1)
Ensayo sobre el respeto (1)
lauratdc
 
Cuadernillo
CuadernilloCuadernillo
Cuadernillo
Normamq
 
Deber sobre el respeto
Deber sobre el respetoDeber sobre el respeto
Deber sobre el respeto
Ariel Cabrera López
 
Pdf tesis comunicacion_asertiva_para_controlar_las_conductas_disruptivas
Pdf tesis comunicacion_asertiva_para_controlar_las_conductas_disruptivasPdf tesis comunicacion_asertiva_para_controlar_las_conductas_disruptivas
Pdf tesis comunicacion_asertiva_para_controlar_las_conductas_disruptivas
Gabriela Dolores Soldevilla Ruiz
 
Bullying, causas y soluciones(informe)
Bullying, causas y soluciones(informe)		 Bullying, causas y soluciones(informe)
Bullying, causas y soluciones(informe)
Ramón Copa
 
Disciplina Laboral
Disciplina LaboralDisciplina Laboral
Disciplina Laboral
gueste14c0dc
 
Cuaderno de matematicas 5 años
Cuaderno de matematicas 5 añosCuaderno de matematicas 5 años
Cuaderno de matematicas 5 años
EDUCACION
 

Destacado (10)

Valor del respeto
Valor del respetoValor del respeto
Valor del respeto
 
el irrespeto entre profesores y alumnos
el irrespeto entre profesores y alumnosel irrespeto entre profesores y alumnos
el irrespeto entre profesores y alumnos
 
Cartilla Moral- PDF Alfonso Reyes
Cartilla Moral- PDF Alfonso ReyesCartilla Moral- PDF Alfonso Reyes
Cartilla Moral- PDF Alfonso Reyes
 
Ensayo sobre el respeto (1)
Ensayo sobre el respeto (1)Ensayo sobre el respeto (1)
Ensayo sobre el respeto (1)
 
Cuadernillo
CuadernilloCuadernillo
Cuadernillo
 
Deber sobre el respeto
Deber sobre el respetoDeber sobre el respeto
Deber sobre el respeto
 
Pdf tesis comunicacion_asertiva_para_controlar_las_conductas_disruptivas
Pdf tesis comunicacion_asertiva_para_controlar_las_conductas_disruptivasPdf tesis comunicacion_asertiva_para_controlar_las_conductas_disruptivas
Pdf tesis comunicacion_asertiva_para_controlar_las_conductas_disruptivas
 
Bullying, causas y soluciones(informe)
Bullying, causas y soluciones(informe)		 Bullying, causas y soluciones(informe)
Bullying, causas y soluciones(informe)
 
Disciplina Laboral
Disciplina LaboralDisciplina Laboral
Disciplina Laboral
 
Cuaderno de matematicas 5 años
Cuaderno de matematicas 5 añosCuaderno de matematicas 5 años
Cuaderno de matematicas 5 años
 

Similar a Estudio Respeto y cultura democrática Parte I

Educacion y-ciudadania-para-una-democracia-critica
Educacion y-ciudadania-para-una-democracia-criticaEducacion y-ciudadania-para-una-democracia-critica
Educacion y-ciudadania-para-una-democracia-critica
Damaris Hernandez
 
Etica - unidad 3
Etica - unidad 3Etica - unidad 3
Etica - unidad 3
Paulina Juarez
 
Lineamientos curriculares , Etica y Valores Humanos
Lineamientos curriculares , Etica y Valores HumanosLineamientos curriculares , Etica y Valores Humanos
Lineamientos curriculares , Etica y Valores Humanos
Diego Andres colmenares
 
Moctezuma becerril abraham_m08_s3ai6
Moctezuma becerril abraham_m08_s3ai6Moctezuma becerril abraham_m08_s3ai6
Moctezuma becerril abraham_m08_s3ai6
Abraham Moctezuma
 
90007
9000790007
90007
jvsabogalb
 
Cultura politica
Cultura politicaCultura politica
Cultura politica
bravomartinez
 
Act 1 revisión de presaberes cultura politica resuelto
Act 1  revisión de presaberes cultura politica resueltoAct 1  revisión de presaberes cultura politica resuelto
Act 1 revisión de presaberes cultura politica resuelto
Julian Saenz Cantillo
 
etica investigacion - copia.pdf
etica investigacion - copia.pdfetica investigacion - copia.pdf
etica investigacion - copia.pdf
joseantoniolopez70
 
Proceso y desarrollo de la ética a través de la historia en nuestro país
Proceso y desarrollo de la ética a través de la historia en nuestro paísProceso y desarrollo de la ética a través de la historia en nuestro país
Proceso y desarrollo de la ética a través de la historia en nuestro país
peifer007
 
ENJ-100 Introducción a la Ética: Aproximación conceptual a la Ética
ENJ-100 Introducción a la Ética: Aproximación conceptual a la ÉticaENJ-100 Introducción a la Ética: Aproximación conceptual a la Ética
ENJ-100 Introducción a la Ética: Aproximación conceptual a la Ética
ENJ
 
Aplicación de la etica
Aplicación de la eticaAplicación de la etica
Aplicación de la etica
Ilse Co Vi
 
Unicaribe
UnicaribeUnicaribe
Unicaribe
Juan Zuluaga
 
Pralelografiaco
Pralelografiaco Pralelografiaco
Pralelografiaco
Ivonne Rodriguez Hernandez
 
10 lces formacion_etica_y_ciudadana
10 lces formacion_etica_y_ciudadana10 lces formacion_etica_y_ciudadana
10 lces formacion_etica_y_ciudadana
Maria Bonotto
 
ENJ-2-100-Ética Judicial Video Conferencia Apertura.
ENJ-2-100-Ética Judicial Video Conferencia Apertura.ENJ-2-100-Ética Judicial Video Conferencia Apertura.
ENJ-2-100-Ética Judicial Video Conferencia Apertura.
ENJ
 
ÉTICA Y SU EDUCACIÓN A NIVEL MUNDIAL
ÉTICA Y SU EDUCACIÓN A NIVEL  MUNDIAL ÉTICA Y SU EDUCACIÓN A NIVEL  MUNDIAL
ÉTICA Y SU EDUCACIÓN A NIVEL MUNDIAL
margaret1209
 
EXPOSICION SOBRE LA ÉTICA Y LA MORAL EN EL AMBITO DE LA EDUCACIÓN
EXPOSICION SOBRE LA ÉTICA Y LA MORAL EN EL AMBITO DE LA EDUCACIÓNEXPOSICION SOBRE LA ÉTICA Y LA MORAL EN EL AMBITO DE LA EDUCACIÓN
EXPOSICION SOBRE LA ÉTICA Y LA MORAL EN EL AMBITO DE LA EDUCACIÓN
JairVargas48
 
CLASE 4. DISEÑOS EN INVESTIGACIÓN CUALITATIVA.pptx
CLASE 4. DISEÑOS EN INVESTIGACIÓN CUALITATIVA.pptxCLASE 4. DISEÑOS EN INVESTIGACIÓN CUALITATIVA.pptx
CLASE 4. DISEÑOS EN INVESTIGACIÓN CUALITATIVA.pptx
EmelyYulissaSincalMa1
 
Investigacion Social
Investigacion SocialInvestigacion Social
Investigacion Social
semillerorcsa
 
(113) La autonomía y la responsabilidad en la educación escolar hoy: una apro...
(113) La autonomía y la responsabilidad en la educación escolar hoy: una apro...(113) La autonomía y la responsabilidad en la educación escolar hoy: una apro...
(113) La autonomía y la responsabilidad en la educación escolar hoy: una apro...
CITE 2011
 

Similar a Estudio Respeto y cultura democrática Parte I (20)

Educacion y-ciudadania-para-una-democracia-critica
Educacion y-ciudadania-para-una-democracia-criticaEducacion y-ciudadania-para-una-democracia-critica
Educacion y-ciudadania-para-una-democracia-critica
 
Etica - unidad 3
Etica - unidad 3Etica - unidad 3
Etica - unidad 3
 
Lineamientos curriculares , Etica y Valores Humanos
Lineamientos curriculares , Etica y Valores HumanosLineamientos curriculares , Etica y Valores Humanos
Lineamientos curriculares , Etica y Valores Humanos
 
Moctezuma becerril abraham_m08_s3ai6
Moctezuma becerril abraham_m08_s3ai6Moctezuma becerril abraham_m08_s3ai6
Moctezuma becerril abraham_m08_s3ai6
 
90007
9000790007
90007
 
Cultura politica
Cultura politicaCultura politica
Cultura politica
 
Act 1 revisión de presaberes cultura politica resuelto
Act 1  revisión de presaberes cultura politica resueltoAct 1  revisión de presaberes cultura politica resuelto
Act 1 revisión de presaberes cultura politica resuelto
 
etica investigacion - copia.pdf
etica investigacion - copia.pdfetica investigacion - copia.pdf
etica investigacion - copia.pdf
 
Proceso y desarrollo de la ética a través de la historia en nuestro país
Proceso y desarrollo de la ética a través de la historia en nuestro paísProceso y desarrollo de la ética a través de la historia en nuestro país
Proceso y desarrollo de la ética a través de la historia en nuestro país
 
ENJ-100 Introducción a la Ética: Aproximación conceptual a la Ética
ENJ-100 Introducción a la Ética: Aproximación conceptual a la ÉticaENJ-100 Introducción a la Ética: Aproximación conceptual a la Ética
ENJ-100 Introducción a la Ética: Aproximación conceptual a la Ética
 
Aplicación de la etica
Aplicación de la eticaAplicación de la etica
Aplicación de la etica
 
Unicaribe
UnicaribeUnicaribe
Unicaribe
 
Pralelografiaco
Pralelografiaco Pralelografiaco
Pralelografiaco
 
10 lces formacion_etica_y_ciudadana
10 lces formacion_etica_y_ciudadana10 lces formacion_etica_y_ciudadana
10 lces formacion_etica_y_ciudadana
 
ENJ-2-100-Ética Judicial Video Conferencia Apertura.
ENJ-2-100-Ética Judicial Video Conferencia Apertura.ENJ-2-100-Ética Judicial Video Conferencia Apertura.
ENJ-2-100-Ética Judicial Video Conferencia Apertura.
 
ÉTICA Y SU EDUCACIÓN A NIVEL MUNDIAL
ÉTICA Y SU EDUCACIÓN A NIVEL  MUNDIAL ÉTICA Y SU EDUCACIÓN A NIVEL  MUNDIAL
ÉTICA Y SU EDUCACIÓN A NIVEL MUNDIAL
 
EXPOSICION SOBRE LA ÉTICA Y LA MORAL EN EL AMBITO DE LA EDUCACIÓN
EXPOSICION SOBRE LA ÉTICA Y LA MORAL EN EL AMBITO DE LA EDUCACIÓNEXPOSICION SOBRE LA ÉTICA Y LA MORAL EN EL AMBITO DE LA EDUCACIÓN
EXPOSICION SOBRE LA ÉTICA Y LA MORAL EN EL AMBITO DE LA EDUCACIÓN
 
CLASE 4. DISEÑOS EN INVESTIGACIÓN CUALITATIVA.pptx
CLASE 4. DISEÑOS EN INVESTIGACIÓN CUALITATIVA.pptxCLASE 4. DISEÑOS EN INVESTIGACIÓN CUALITATIVA.pptx
CLASE 4. DISEÑOS EN INVESTIGACIÓN CUALITATIVA.pptx
 
Investigacion Social
Investigacion SocialInvestigacion Social
Investigacion Social
 
(113) La autonomía y la responsabilidad en la educación escolar hoy: una apro...
(113) La autonomía y la responsabilidad en la educación escolar hoy: una apro...(113) La autonomía y la responsabilidad en la educación escolar hoy: una apro...
(113) La autonomía y la responsabilidad en la educación escolar hoy: una apro...
 

Más de Genera Acciones

EstudioGenera 2011: Jóvenes y Ciudadanía
EstudioGenera 2011: Jóvenes y CiudadaníaEstudioGenera 2011: Jóvenes y Ciudadanía
EstudioGenera 2011: Jóvenes y Ciudadanía
Genera Acciones
 
Presentación empaquetadores senado 23 Nov 2011
Presentación empaquetadores senado 23 Nov 2011Presentación empaquetadores senado 23 Nov 2011
Presentación empaquetadores senado 23 Nov 2011
Genera Acciones
 
Plebiscito Educación
Plebiscito EducaciónPlebiscito Educación
Plebiscito Educación
Genera Acciones
 
Encuesta UDP-ICSO 2011
Encuesta UDP-ICSO 2011Encuesta UDP-ICSO 2011
Encuesta UDP-ICSO 2011
Genera Acciones
 
Estudio Genera 2011 Derechos y Ciudadanía
Estudio Genera 2011 Derechos y CiudadaníaEstudio Genera 2011 Derechos y Ciudadanía
Estudio Genera 2011 Derechos y Ciudadanía
Genera Acciones
 
Estudio Genera 2011: Ciudadanía y Derechos en Chile hoy
Estudio Genera 2011: Ciudadanía y Derechos en Chile hoyEstudio Genera 2011: Ciudadanía y Derechos en Chile hoy
Estudio Genera 2011: Ciudadanía y Derechos en Chile hoy
Genera Acciones
 
Abuso de poder en Chile 2005
Abuso de poder en Chile 2005Abuso de poder en Chile 2005
Abuso de poder en Chile 2005
Genera Acciones
 
Derechos ciudadanos 2006
Derechos ciudadanos 2006Derechos ciudadanos 2006
Derechos ciudadanos 2006
Genera Acciones
 
Barómetro Abuso de Poder 2007
Barómetro Abuso de Poder 2007Barómetro Abuso de Poder 2007
Barómetro Abuso de Poder 2007
Genera Acciones
 
Cultura Democrática: la brecha entre valores y práct
Cultura Democrática: la brecha entre valores y práctCultura Democrática: la brecha entre valores y práct
Cultura Democrática: la brecha entre valores y práct
Genera Acciones
 
Cultura Democrática: la brecha entre valores y prácticas
Cultura Democrática: la brecha entre valores y prácticasCultura Democrática: la brecha entre valores y prácticas
Cultura Democrática: la brecha entre valores y prácticas
Genera Acciones
 
Experiencias y derechos laborales de los y las jóvenes
Experiencias y derechos laborales de los y las jóvenesExperiencias y derechos laborales de los y las jóvenes
Experiencias y derechos laborales de los y las jóvenes
Genera Acciones
 
Vulneración de los derechos laborales de los jóvenes y políticas públicas de ...
Vulneración de los derechos laborales de los jóvenes y políticas públicas de ...Vulneración de los derechos laborales de los jóvenes y políticas públicas de ...
Vulneración de los derechos laborales de los jóvenes y políticas públicas de ...
Genera Acciones
 
Estudio Jóvenes y Trabajo 2009
Estudio Jóvenes y Trabajo 2009Estudio Jóvenes y Trabajo 2009
Estudio Jóvenes y Trabajo 2009
Genera Acciones
 
Barómetro Abuso de poder en el Trabajo 2010
Barómetro Abuso de poder en el Trabajo 2010Barómetro Abuso de poder en el Trabajo 2010
Barómetro Abuso de poder en el Trabajo 2010
Genera Acciones
 
Barometro Abuso de Poder 2010
Barometro Abuso de Poder 2010Barometro Abuso de Poder 2010
Barometro Abuso de Poder 2010
Genera Acciones
 
PDF de la Enciclopedia de la Discriminación
PDF de la Enciclopedia de la DiscriminaciónPDF de la Enciclopedia de la Discriminación
PDF de la Enciclopedia de la Discriminación
Genera Acciones
 
Presentación Powerpoint de la Enciclopedia de la Discriminación
Presentación Powerpoint de la Enciclopedia de la DiscriminaciónPresentación Powerpoint de la Enciclopedia de la Discriminación
Presentación Powerpoint de la Enciclopedia de la Discriminación
Genera Acciones
 

Más de Genera Acciones (18)

EstudioGenera 2011: Jóvenes y Ciudadanía
EstudioGenera 2011: Jóvenes y CiudadaníaEstudioGenera 2011: Jóvenes y Ciudadanía
EstudioGenera 2011: Jóvenes y Ciudadanía
 
Presentación empaquetadores senado 23 Nov 2011
Presentación empaquetadores senado 23 Nov 2011Presentación empaquetadores senado 23 Nov 2011
Presentación empaquetadores senado 23 Nov 2011
 
Plebiscito Educación
Plebiscito EducaciónPlebiscito Educación
Plebiscito Educación
 
Encuesta UDP-ICSO 2011
Encuesta UDP-ICSO 2011Encuesta UDP-ICSO 2011
Encuesta UDP-ICSO 2011
 
Estudio Genera 2011 Derechos y Ciudadanía
Estudio Genera 2011 Derechos y CiudadaníaEstudio Genera 2011 Derechos y Ciudadanía
Estudio Genera 2011 Derechos y Ciudadanía
 
Estudio Genera 2011: Ciudadanía y Derechos en Chile hoy
Estudio Genera 2011: Ciudadanía y Derechos en Chile hoyEstudio Genera 2011: Ciudadanía y Derechos en Chile hoy
Estudio Genera 2011: Ciudadanía y Derechos en Chile hoy
 
Abuso de poder en Chile 2005
Abuso de poder en Chile 2005Abuso de poder en Chile 2005
Abuso de poder en Chile 2005
 
Derechos ciudadanos 2006
Derechos ciudadanos 2006Derechos ciudadanos 2006
Derechos ciudadanos 2006
 
Barómetro Abuso de Poder 2007
Barómetro Abuso de Poder 2007Barómetro Abuso de Poder 2007
Barómetro Abuso de Poder 2007
 
Cultura Democrática: la brecha entre valores y práct
Cultura Democrática: la brecha entre valores y práctCultura Democrática: la brecha entre valores y práct
Cultura Democrática: la brecha entre valores y práct
 
Cultura Democrática: la brecha entre valores y prácticas
Cultura Democrática: la brecha entre valores y prácticasCultura Democrática: la brecha entre valores y prácticas
Cultura Democrática: la brecha entre valores y prácticas
 
Experiencias y derechos laborales de los y las jóvenes
Experiencias y derechos laborales de los y las jóvenesExperiencias y derechos laborales de los y las jóvenes
Experiencias y derechos laborales de los y las jóvenes
 
Vulneración de los derechos laborales de los jóvenes y políticas públicas de ...
Vulneración de los derechos laborales de los jóvenes y políticas públicas de ...Vulneración de los derechos laborales de los jóvenes y políticas públicas de ...
Vulneración de los derechos laborales de los jóvenes y políticas públicas de ...
 
Estudio Jóvenes y Trabajo 2009
Estudio Jóvenes y Trabajo 2009Estudio Jóvenes y Trabajo 2009
Estudio Jóvenes y Trabajo 2009
 
Barómetro Abuso de poder en el Trabajo 2010
Barómetro Abuso de poder en el Trabajo 2010Barómetro Abuso de poder en el Trabajo 2010
Barómetro Abuso de poder en el Trabajo 2010
 
Barometro Abuso de Poder 2010
Barometro Abuso de Poder 2010Barometro Abuso de Poder 2010
Barometro Abuso de Poder 2010
 
PDF de la Enciclopedia de la Discriminación
PDF de la Enciclopedia de la DiscriminaciónPDF de la Enciclopedia de la Discriminación
PDF de la Enciclopedia de la Discriminación
 
Presentación Powerpoint de la Enciclopedia de la Discriminación
Presentación Powerpoint de la Enciclopedia de la DiscriminaciónPresentación Powerpoint de la Enciclopedia de la Discriminación
Presentación Powerpoint de la Enciclopedia de la Discriminación
 

Último

Informe de Riesgo País sobre Uzbekistán, de Cesce
Informe de Riesgo País sobre Uzbekistán, de CesceInforme de Riesgo País sobre Uzbekistán, de Cesce
Informe de Riesgo País sobre Uzbekistán, de Cesce
Cesce
 
Problemas filosóficos contemporáneos - Periodismo
Problemas filosóficos contemporáneos - PeriodismoProblemas filosóficos contemporáneos - Periodismo
Problemas filosóficos contemporáneos - Periodismo
TomsB3
 
LA CRÓNICA COMARCA DE ANTEQUERA _ Nº 1085
LA CRÓNICA COMARCA DE ANTEQUERA _ Nº 1085LA CRÓNICA COMARCA DE ANTEQUERA _ Nº 1085
LA CRÓNICA COMARCA DE ANTEQUERA _ Nº 1085
La Crónica Comarca de Antequera
 
Alerta en el Gobierno de Javier Milei por la última encuesta
Alerta en el Gobierno de Javier Milei por la última encuestaAlerta en el Gobierno de Javier Milei por la última encuesta
Alerta en el Gobierno de Javier Milei por la última encuesta
Economis
 
Sobre el resultado de las elecciones en la India y los retos de Modi.docx
Sobre el resultado de las elecciones en la India y los retos de Modi.docxSobre el resultado de las elecciones en la India y los retos de Modi.docx
Sobre el resultado de las elecciones en la India y los retos de Modi.docx
Carlos Alberto Aquino Rodriguez
 
PRECIOS_M_XIMOS_VIGENTES_DEL_16_AL_22_DE_JUNIO_DE_2024.pdf
PRECIOS_M_XIMOS_VIGENTES_DEL_16_AL_22_DE_JUNIO_DE_2024.pdfPRECIOS_M_XIMOS_VIGENTES_DEL_16_AL_22_DE_JUNIO_DE_2024.pdf
PRECIOS_M_XIMOS_VIGENTES_DEL_16_AL_22_DE_JUNIO_DE_2024.pdf
redaccionxalapa
 

Último (6)

Informe de Riesgo País sobre Uzbekistán, de Cesce
Informe de Riesgo País sobre Uzbekistán, de CesceInforme de Riesgo País sobre Uzbekistán, de Cesce
Informe de Riesgo País sobre Uzbekistán, de Cesce
 
Problemas filosóficos contemporáneos - Periodismo
Problemas filosóficos contemporáneos - PeriodismoProblemas filosóficos contemporáneos - Periodismo
Problemas filosóficos contemporáneos - Periodismo
 
LA CRÓNICA COMARCA DE ANTEQUERA _ Nº 1085
LA CRÓNICA COMARCA DE ANTEQUERA _ Nº 1085LA CRÓNICA COMARCA DE ANTEQUERA _ Nº 1085
LA CRÓNICA COMARCA DE ANTEQUERA _ Nº 1085
 
Alerta en el Gobierno de Javier Milei por la última encuesta
Alerta en el Gobierno de Javier Milei por la última encuestaAlerta en el Gobierno de Javier Milei por la última encuesta
Alerta en el Gobierno de Javier Milei por la última encuesta
 
Sobre el resultado de las elecciones en la India y los retos de Modi.docx
Sobre el resultado de las elecciones en la India y los retos de Modi.docxSobre el resultado de las elecciones en la India y los retos de Modi.docx
Sobre el resultado de las elecciones en la India y los retos de Modi.docx
 
PRECIOS_M_XIMOS_VIGENTES_DEL_16_AL_22_DE_JUNIO_DE_2024.pdf
PRECIOS_M_XIMOS_VIGENTES_DEL_16_AL_22_DE_JUNIO_DE_2024.pdfPRECIOS_M_XIMOS_VIGENTES_DEL_16_AL_22_DE_JUNIO_DE_2024.pdf
PRECIOS_M_XIMOS_VIGENTES_DEL_16_AL_22_DE_JUNIO_DE_2024.pdf
 

Estudio Respeto y cultura democrática Parte I

  • 1. Estudio Genera 2008 Respeto y cultura democrática en el Chile actual Santiago de Chile, Noviembre de 2008
  • 2. Directora Ejecutiva María Eugenia Díaz M. Investigadores responsables del Estudio: Álvaro García M., Martín Tironi R. (Directores Área de Estudios Genera) Investigador a cargo de la elaboración del Informe: Matías Fernández Profesionales participantes del desarrollo del Estudio: Martín Tironi R, Álvaro García M, Matías Fernández, Ana María de la Jara G., Ma. Eugenia Díaz M., Javier Martínez. Empresa Consultora Quanta, Sociología Aplicada 2008 Genera, Ideas y Acciones Colectivas Bustamante 34, Piso 3, Providencia Teléfono: (56 – 2) 2234153 / 2236438 www.generaenlinea.cl 2
  • 3. Resumen ejecutivo El respeto, pese a ser una pieza fundamental de nuestra vida social, ha sido constantemente olvidado por los estudios de sociología y ciencia política. Y sin embargo, el respeto constituye un elemento básico de nuestra sociabilidad y reconocimiento mutuo, razón por la cual Genera se ha interesado en su estudio empírico: sus significados, valoraciones y su relación con la cultura política en nuestro país. La idea de base es que la amplitud del concepto de respeto da lugar a múltiples posibles actualizaciones histórico-sociales, y éstas se vinculan, a su vez, a distintas estructuras sociales y regímenes de respeto que favorecen o impiden el desarrollo y fortalecimiento de una auténtica cultura democrática. La información empírica corrobora esta hipótesis, señalando que en Chile el respeto opera por una doble diferencia: como derecho básico y diferencial de valor, y como concepto tradicional-autoritario y democrático- igualitario. En este último sentido, se constata que en nuestro país el ámbito del respeto constituye un terreno en disputa, una disputa altamente equiparada entre una validación social unívoca y autoritaria v/s otra plural e igualitaria. No se constata en esta investigación un predominio claro del respeto ni en una ni otra acepción. Sin embargo, tanto el análisis del concepto de respeto como de ‘irrespeto’ muestran diferencias notables para los distintos grupos sociales, destacando en este sentido la edad. Las diferencias intergeneracionales, particularmente entre jóvenes y no jóvenes, muestran que entre los primeros la idea de respeto como valor democrático y como práctica recíproca y evaluativa está mucho más extendida que entre las personas mayores. Esto permite pronosticar una extensión del respeto en su dimensión igualitaria asociada al recambio generacional, lo cual resulta especialmente alentador al considerar el fuerte vínculo entre respeto y cultura política. En este sentido, el estudio señala que el concepto de respeto está altamente asociado a la cultura política, y quienes presentan una noción más igualitaria de respeto, presentan a su vez una adhesión mucho más alta a la democracia y a los valores que ésta representa, razón por la cual cabe esperar que una extensión del respeto igualitario pueda ayudar significativamente a fortalecer la débil cultura democrática que existe en nuestro país. Por esto, y pese a la baja adhesión a los valores democráticos y a la amplia presencia del respeto en su dimensión autoritaria, cabe suponer que la instalación pública de una noción de respeto como valor universal y como práctica igualitaria pueda tener un impacto favorable en nuestra predisposición al desarrollo de prácticas crecientemente democráticas, que nos ayuden a reconocernos y validarnos positivamente como sujetos diferentes e igualmente dignos. 3
  • 4. ÍNDICE Capítulo 1: Presentación 1. La presente investigación 5 2. Genera y el respeto 5 3. Objetivos del estudio 6 Capítulo 2: Fundamentos teórico conceptuales 9 1. Sobre el concepto de respeto 9 a. Respeto: Itinerario de un concepto 9 b. Hacia una definición del respeto 11 2. Respeto y cultura política 14 a. Interés por una cultura democrática auténtica 14 b. Regímenes de respeto y cultura política 16 b.1 Régimen jerárquico del respeto. 16 b.2. Régimen democrático de respeto 17 3. Tradición y modernidad del respeto en Chile: hipótesis generales. 20 a. Tradición y modernidad del respeto; entre síntesis y cambio. 20 b. Hipótesis. 22 Capítulo 3: Resultados del estudio 24 1. Ficha metodológica 26 2. Concepto de respeto 27 2.1 Polisemia del concepto de respeto: mínimo civilizatorio y diferencial de valor 27 2.2 Conceptos de respeto en Chile 29 2.3 Respeto: cómo se merece, se gana y se pierde 33 3. Respeto e irrespeto 37 3.1 Irrespeto y concepto de respeto 37 3.2 Dimensiones del ‘Irrespeto’ en Chile y valoraciones específicas. 40 3.2.1. Faltas a la urbanidad 40 3.2.2. “Orden y Patria” 41 3.2.3. Desautorización generacional 44 4. Respeto y falta de respeto en Chile: Brecha intergeneracional y abuso de poder 48 4.1 Falta de respeto y disputa intergeneracional. 48 4.2 Falta de respeto, juventud y ‘decadencia social’. La visión de los/as mayores. 48 4.3 Extensión parcial del respeto como tolerancia y como reciprocidad. La visión de los jóvenes y las jóvenes. 50 4.4 Falta de respeto, clasismo y abuso de poder. 54 5. Respeto y cultura democrática 57 Capítulo 4: Conclusiones perspectivas y reflexiones finales 65 Bibliografía 72 ANEXOS 1. Pauta grupos focales 2. Encuesta ‘Respeto y cultura política’ 4
  • 5. Capítulo 1 Presentación 1. La presente investigación Resulta sorprendente que en una sociedad en la cual la noción de respeto se encuentra tan generalizada, no se cuenten con indagaciones al respecto. Y el respeto, sin embargo —no dudamos en afirmarlo—, es un valor fundante de nuestra sociabilidad, un principio básico por el cual nos relacionamos con otros. Es quizá por esto, por su presencia inmediata, que las ciencias sociales no han fijado su atención sobre este aspecto tan básico en la convivencia social, quedando como un ámbito poco cuestionado y presupuesto. La noción de respeto parece tan común entre nosotros que ha pasado inadvertida en el análisis social y político. Y son, no obstante, esta clase de nociones las más indicativas respecto de un determinado modo de ser social, de co-estar con nuestros semejantes. Por estos motivos, Genera se ha interesado en esta ocasión en determinar empíricamente los significados y las valoraciones que las personas asignan a la noción de respeto en nuestro país como indicativas de una cultura política que predispone (o no) al ejercicio de prácticas democráticas. Detrás de este objetivo general, se esconde un doble presupuesto. En primer lugar, se supone que, si por una parte el respeto es un valor universalmente presente en nuestra sociedad, esa misma generalidad permite que sus actualizaciones puedan ser muy variadas. Es decir, justamente por tratarse de un valor muy general es que su significado no viene establecido de antemano, sino que se especifica social e históricamente de modo variable. En razón de esto, no se trata aquí de estimar cuánto se respeta en nuestro país, sino, antes que eso, de conocer qué significa el respeto para los chilenos y chilenas, para luego, en una fase sucesiva, conocer sus percepciones sobre ámbitos específicos. En segundo lugar, se supone que los significados socialmente definidos del valor y de la práctica del respeto se vinculan a una determinada cultura política. Justamente porque el respeto define el modo que tenemos de relacionarnos con nuestros pares de manera civilizada, es que su observación y análisis permite indagar en nuestra predisposición cultural a establecer relaciones simétricas o jerárquicas, vale decir, de manera democrática e igualitaria, o bien de modo autoritario y tradicional. Por esto el esquema de análisis utilizado en la presente investigación toma como referencia dos tipos (teóricos) de sociedad que se asociarían a una noción específica de respeto para cada caso. La idea de trasfondo es que las modalidades de ‘respeto’ constituyen un buen indicador de nuestra cultura política, más o menos cercana a la cultura 5
  • 6. democrática que debería estar en la base de las instituciones políticas consolidadas en nuestro país desde el fin de la dictadura. Existen múltiples razones para suponer que ambos planos no se correlacionan directamente ni en nuestro país ni en América Latina. El desarrollo político reciente –más allá de sus innegables éxitos–, siguiendo una lógica formal e institucional, ha dado lugar a una brecha entre la modernidad de las instituciones y una cultura política con fuertes sesgos tradicionales y autoritarios. Para el caso de América Latina, por ejemplo, el informe del PNUD 2004 reveló que el 54,7% de los encuestados apoyaría un gobierno autoritario si este le solucionara sus problemas económicos, mientras que en Chile, según reveló el estudio Genera de 2006, más de un cuarto de las personas (26%) se identifica con la afirmación “pienso que da lo mismo vivir o no en democracia”. Más impactante aún resulta el dato levantado por el estudio que aquí se introduce, según el cual un 46% de los chilenos y chilenas piensan que la democracia es principalmente “Una manera que tienen los políticos de ganarse la vida” y un 53 % expresa su acuerdo acerca de que “participar en política no sirve de nada”. Si se considera que la democracia es algo más que una suma de normas, instituciones y procedimientos, se necesita pasar del plano institucional al plano cultural, del plano de la formalidad de las normas a la cotidianidad de los ciudadanos y su experiencia de comunidad. Se requiere entonces concebir la democracia como algo más que un método de gobierno, para estudiarla y vivirla como una propuesta sustantiva que sienta sus bases en la valoración del ser humano y su existencia en el marco de de una comunidad plural (reconociendo así que todos somos distintos) e igualitaria (valorando del mismo modo la dignidad de lo diverso). Sin estos aspectos, la consolidación de la democracia está aún trunca. La existencia de derechos formalmente universales requiere una ciudadanía informada y comprometida, capaz de exigir su cumplimiento efectivo en el marco de un debate democrático. Se requiere de una ciudadanía con voz, donde cada uno pueda exigir democráticamente que se le trate con respeto, del mismo modo que, solidariamente, pueda exigir que se trate con respeto a sus pares. Y para esto, es necesario un empoderamiento ciudadano, de modo tal que la sociedad civil posea la capacidad de incidir en el destino de su sociedad, actualizando así la democracia como ‘gobierno de todos’ y como principio de autodeterminación social, y no tan sólo como la estabilización de procedimientos, siempre necesarios pero nunca suficientes. 2. Genera y el respeto La cultura democrática y los derechos ciudadanos son aspectos que han guiado buena parte del desarrollo de la ciencia y la sociología política, y sobre los cuales Genera ha expresado una constante atención. Esto se ha traducido en el desarrollo de investigaciones y campañas orientadas al conocimiento y al incentivo 6
  • 7. de las distintas prácticas democráticas, en tanto prácticas actualizadas desde la sociedad civil, más allá del plano institucional. La idea de base es que una democracia plena ha de vivirse en la experiencia de comunidad, una experiencia de igualdad y diferencia –una experiencia de respeto– que trasciende indicadores macro políticos y económicos. El objetivo de estos esfuerzos ha sido la promoción del respeto a los derechos y el fomento de una ciudadanía políticamente activa. Así, en 2005 lanzamos nuestra primera campaña “Genera poder contra el abuso Ya!” que logró instalar en la opinión pública los problemas relacionados a los abusos de poder. Dicha campaña se basó en los resultados de nuestra investigación “Percepción de la ciudadanía sobre los abusos de poder en Chile” e incluyo distintas estrategias de intervención y posicionamiento del tema, las que derivaron en acciones de calle, permanentes apariciones en medios comunicación y el apoyo de mas de 10 mil personas que firmaron como adherentes de Genera y con los cuales aún se mantiene una constante comunicación. Siguiendo esta línea, el estudio sobre el respeto y cultura democrática pareció en Genera una necesidad ‘lógica’. La desigualdad en el ejercicio efectivo de los derechos, el recurrente abuso de poder en distintos ámbitos de nuestra sociedad, así como la desafección por la política y la democracia de una buena parte de las ciudadanas y ciudadanos de nuestro país, han encendido luces de alarma, y han motivado inquietudes que parecen ineludibles. Inicialmente, ¿existe en chile un trato respetuoso entre las personas? ¿Qué entienden los chilenos y chilenas por respeto? ¿Cómo lo viven? ¿Cómo y dónde les falta? Y a continuación, ¿existen diferencias entre los distintos grupos sociales en sus respuestas a las preguntas anteriores? ¿Existe un vínculo entre el modo de valorar y practicar el respeto y un comportamiento social más o menos democrático? Y finalmente, ¿es plausible la idea de que, lentamente, cambia la noción de respeto en nuestro país, desde una noción autoritaria a una igualitaria, que predispone al ejercicio de prácticas democráticas en el marco de una sociedad de iguales? Para responder a estas interrogantes fue necesario el desarrollo de distintas líneas de investigación. En primer lugar, se realizó una elaboración teórica acerca del concepto del respeto, la cual fue ineludible al no contarse con investigaciones previas al respecto. Esta elaboración, implicó tanto un análisis semántico como el esfuerzo por circunscribir las distintas actualizaciones del respeto –o regímenes de respeto– en un marco conceptual amplio que permita vincularlas a distintas estructuras de sociabilidad que se encuentran más o menos próximas a las bases socioculturales de la democracia, tan necesarias como olvidadas, y sin las cuales la democracia sigue siendo un mundo lejano a la vida cotidiana de las ciudadanas y ciudadanos. Si el respeto, como práctica social, es variable, crece, decrece, y modifica su sentido, Genera ha pensado que éste puede verse positivamente estimulado –es decir: promovido en su dimensión pluralista y democrática– mediante la realización de una campaña de bien público basada en los resultados de la investigación empírica que aquí se presenta. 7
  • 8. Esta investigación empírica cuenta con dos fases, una cualitativa y otra cuantitativa, las cuales no se presentarán como apartados separados en el presente informe, con el fin de mantener un estilo narrativo en la presentación de la información recabada. La fase cualitativa utiliza grupos focales, y su objetivo es doble: 1) observar cómo viene socialmente comprendido el respeto, cómo es subjetivamente valorado, cómo se habla de él, qué se considera una falta de respeto, etc., y 2) obtener la información necesaria para la elaboración del cuestionario “Respeto y Cultura Política”. La fase cuantitativa resulta del análisis de la información arrojada tras la aplicación de dicho cuestionario, el cual fue elaborado por Genera y aplicado por Quanta, Sociología Aplicada. 3. Objetivos del estudio El Objetivo General de la presente investigación es: Determinar empíricamente los significados y las valoraciones que las personas asignan a la noción de respeto en nuestro país, como indicativas de una cultura política que predispone (o no) al ejercicio de prácticas democráticas. Para esto, se ha considerado necesario (Objetivos específicos): Explorar los ‘conceptos’ de respeto presentes actualmente en nuestro país. Observar si dichos ‘conceptos’ se diferencian por grupos etáreos. Conocer las percepciones de las personas acerca de qué tan extendido es el respeto en Chile: o En las relaciones interpersonales o En relación a grupos sociales específicos o Y a normas, instituciones o símbolos comunes Asociar las nociones de respeto presentes en nuestro país a una determinada ‘cultura política’, que se acerca o distancia a una cultura democrática que permite la buena convivencia. Evaluar la hipótesis de un cambio de ‘cultura política’ a partir de los cambios en las nociones de respeto. 8
  • 9. Capítulo 2 Fundamentos teórico conceptuales 1. Sobre el concepto de respeto a. Respeto: Itinerario de un concepto Como la mayoría, el respeto no es un concepto cuyo significado haya quedado definido de una vez para siempre desde sus orígenes. Antes bien, éste se ha ido redefiniendo históricamente, y su sentido parece haber estado íntimamente asociado a los principios de estructuración social correspondientes. Consecuentemente, el sentido etimológico de éste se encuentra fuertemente vinculado a la sociedad en la que nació como concepto. Respeto viene del término latino respectare, que es el intensivo de respicere, término que se descompone en re y especere, literalmente: volver1 a mirar, y de ahí adquiere el sentido de ‘volver la mirada’ o ‘mirar con atención’. De este modo, el respeto puede considerarse como una mirada atenta hacia quien aparece como relevante en un determinado contexto. Más allá de las múltiples variaciones de sentido, correlativas a las múltiples variaciones históricas, desde un punto de vista analítico pueden éstas circunscribirse a dos estructuras: una estructura social jerárquica, con concentración del poder en las manos de unos pocos (e incluso de uno: el Leviathán) que se presentan y representan como personalidades públicamente visibles, o bien a una estructura social funcionalmente diferenciada y políticamente igualitaria, con la consecuente disgregación del poder, su circunscripción a ámbitos parciales diferenciados (Luhmann), y la eventual invisibilidad de su ejercicio (Foucault). De manera aún más general, puede sostenerse que lo que se respeta es esencialmente un determinado orden, asociado a particulares regímenes de legitimidad, definidos en buena medida por circuitos de reciprocidad que fundan una determinada estructura de relaciones y especifican qué es objeto de respeto y bajo qué condiciones. El respeto tradicionalmente era empleado para exigir una determinada deferencia, hacia ámbitos o personas que aparecían socialmente como incuestionables. Por excelencia, el respeto se vinculaba a una relación de autoridad estricta, e implicaba una determinada obediencia. ¿Quién se respeta? Se respeta fundamentalmente la autoridad: el rey, el padre, el profesor, etc., 1 Re es volver, insistir en algo, prefijo que se usa con bastante libertad todavía en lenguas como el italiano y que permanece todavía en español aunque su uso haya tendido a quedar fijado (re‐presentar, re‐bajar, etc.) 9
  • 10. quienes detentan, por excelencia, las posiciones de mayor visibilidad –de acuerdo al origen etimológico del término–, en regímenes donde el poder se sustenta en la representación. En su acepción clásica, “el respeto es un reconocimiento de los poderes y las leyes así como una disposición habitual a obedecerlos de buen grado rindiendo incluso al poder un cierto tributo de estimación, deferencia y honor” (Hude 1998). Así, el respeto implicaría falta de autonomía, de libertad, y por ello, una sumisión. El respeto en este contexto puede asociarse incluso al miedo, a la vergüenza de quien nada tiene y se somete a aquél que lo es todo. Sin embargo, con el devenir histórico, aparece la posibilidad de dejar de concebir el respeto como una mera sumisión, para pasar a responder, idealmente, a la autonomía de una razón libre. En este sentido, el respeto no se opone más a la libertad, que siempre aparece como irrespetuosa en los órdenes tradicionales, sino que justamente se subordina a ésta. Este vínculo entre respeto y libertad es justamente aquel que ha enfatizado Kant, y representa para la reflexión sociológica un aporte significativo en la medida que logra vincular igualdad y autoridad en el concepto mismo, sin que éste se disuelva. Esto es posible en la medida que el concepto de respeto se antropologiza, y con ello la fuente de respeto se sitúa, para el filósofo alemán, en la ‘sublimidad’ humana presente en cada persona, como fruto de su condición de ser libre, capaz de criticar y de marginar sus juicios de las relaciones de dominio. Es en este sentido que todo ser humano se vuelve digno de respeto en su pura condición de ser humano. Este reconocimiento generalizado del respeto, por contracara, además de universalizar el deber, conserva el carácter de mandato asociado a la noción tradicional de respeto, sólo que ahora la sumisión refiere al carácter ‘intocable’ de cada persona y sus derechos inalienables. De esta manera, lo que acontece históricamente es una extensión del valor del respeto, como un deber para con todas las personas, en un proceso íntimamente vinculado a la constitución de regímenes democráticos. En este sentido, la instauración política de dichos regímenes conllevaría una democratización del respeto. “Todo hombre, al convertirse o tender a convertirse en ciudadano, es decir, en co-soberano temporal, llegaba a ser objeto primordial del respeto a la autoridad. La democratización política (...) tendría por respuesta lógica una democratización del respeto” (Hude 1998). En este sentido, con el paso a una sociedad democrática y crecientemente plural tendría lugar tanto una ampliación como una restricción del valor del respeto. Tiene lugar una ampliación en la medida que toda persona se vuelve digna de respeto; tiene lugar una restricción en la medida que el poder vinculante, y la fuerza afectiva asociada a su práctica, disminuye. El respeto tiende a perder esa fuerza propia de la veneración o de la sumisión, que se tiene a unos pocos, y asume un carácter más moderado, más cercano a la tolerancia –aunque sin confundirse aún con ella– y a la validación del otro en su diferencia, que se puede tener con todos. 10
  • 11. Esta disminución y aumento relativos del respeto serían coesenciales a un sistema democrático, en la medida que aumenta las posibilidades de diferenciarse y de volver legítima esa diferencia. El reconocimiento social de la diferencia, justamente, parte de la base que no es posible ni deseable un consenso generalizado, una voluntad general o unitaria, puesto que las distintas perspectivas mediante las cuales se constituye el mundo en común son irreductibles, contra lo que se sostendría en un ordenamiento jerárquico y autoritario tradicional. Y puesto que las perspectivas son irreductibles es que se requiere el respeto como modo de mediar, de civilizar, la diferencia. Paradójicamente, si este nuevo respeto es un valor consensuado, las personas pueden discrepar eventualmente en todo el resto, sin que esa diferencia se vuelva crítica, sin que esa diferencia se transforme en violencia, puesto que se reconoce esa dignidad absoluta de todos los hombres y mujeres. En términos de cultura política democrática esto es fundamental, pues una democracia estable, como sostiene Lipset, requiere tanto del consenso como de la división: debe haber un juego legítimo que medie dichas diferencias, y esas diferencias, si son legítimas, contribuyen a integrar las sociedades (Lipset 1988; 21). Porque, como dice Sartori, la democracia “no es sólo consenso, sino muy frecuentemente disenso que se manifiesta de múltiples formas en un clima plural” (Sartori 2001; 27). El pluralismo, base de una democracia auténtica, se constituiría justamente mediante una trayectoria “que va desde la intolerancia, al respeto por el disenso y después, mediante este respeto, a creer en el valor de la diversidad” (Ibíd., cursivas nuestras) Lo que conviene estudiar empíricamente, entonces, son los órdenes que se respetan y la fuente de legitimidad de los mismos. En contextos democráticos y plurales, puede sostenerse que el respeto como sumisión absoluta no es respetable. Sin embargo, se conservan en nuestros usos lingüísticos numerosas referencias al respeto asociados a esa noción jerárquica, donde la legitimidad del mismo parece venir dada por la tradición, donde ésta no es sólo fuente sino también objeto de respeto, como una herencia incuestionable que exige un trato especial sin presentar motivos para ello. En este sentido, según se observó más arriba, la autoridad a las que se somete mediante el respeto es distinta, y puede simplificarse como una distinción entre una autoridad institucional y jerárquica – una autoridad en sentido estricto– que poseen unos pocos, y otra ‘autoridad’ individual, filosófica antes que social, asociada a la humanidad misma de toda persona, que es siempre inalienable. La convivencia de estas dos nociones es la que se propone indagar en la presente investigación, para ver si se trata de una convivencia sintética y aproblemática o bien de nociones contrapuestas que tienden a sustituirse de manera progresiva. b. Hacia una definición del respeto El respeto es un concepto socialmente polisémico e históricamente variable. Difícil resulta entonces dar una definición concreta del mismo, puesto que antes 11
  • 12. que un ‘respeto’, en nuestra sociedad nos encontramos con distintos ‘respetos’. Por este motivo, se propone aquí una definición amplia, capaz de incluir, como manifestaciones suyas, la diversidad de sus expresiones. Esto es necesario si queremos captar los sentidos sociales del respeto, sin que la experiencia misma nos demuestre la insuficiencia o parcialidad de nuestras prenociones, más allá del hecho de que Genera busque sentar su campaña en una determinada modalidad del respeto, como valor universalista y como práctica democrática, justamente bajo la idea de que en nuestro país, ad portas del bicentenario, sigue comprendiéndoselo de modo autoritario, dificultando el diálogo horizontal, el disenso no violento, la interlocución de diferencias; aspectos básicos para el desarrollo de una buena convivencia social. El respeto se puede entonces entender como un particular reconocimiento de la dignidad de otra persona bajo la modalidad de un deber. Este reconocimiento, para expresarlo en términos de la sociología clásica, tiene un carácter moral, en la medida que viene considerada como un deber, que bien puede venir dado por una autoridad tradicional en estructuras sociales jerárquicas, pudiendo incluso vincularse al mandato expreso, por un reconocimiento de desempeño, o bien por un reconocimiento universal (o universalista), mínimo civilizatorio, mediante el cual se reconoce la dignidad –y en este sentido: la autoridad– de todo sujeto en el marco de relaciones que parten de la diferencia irreductible entre las partes. Estos tres aspectos no operarían, siguiendo las indicaciones del análisis cualitativo del respeto, en el mismo plano. Antes bien, nuestra sociedad parece haber consensuado el respeto como valor, como principio general que se establece que toda persona conserva siempre su dignidad. Esta noción operaría como una suerte de ‘mínimo civilizatorio’, y muestra una ‘mínima modernidad’ ya generalizada en nuestro país, cuya causa bien pudiese hallarse en el proceso de democratización que siempre ha tenido como recuerdo sombrío e inolvidable, las experiencias de opresión e irrespeto constante al que estuvimos sometidos por tantos años. Por este motivo, en el cuadro 1 la fila inferior no se subdivide en dos, pues cabría incluir a priori la posibilidad de que el respeto fuese comprendido como un mínimo debido sólo a unos pocos, como una dignidad mínima que sólo poseería un fragmento de la sociedad. Sin embargo, la ausencia de una noción semejante en la ciudadanía nos ha llevado a eliminar esta posible categoría, por estar afortunadamente ausente en nuestra realidad social. Más allá de esto, el respeto operaría en un segundo nivel, ya no como valor que reconoce la dignidad del otro, como un valor universal e igualitario, sino como una atribución desigual de estima, la cual puede venir dada de acuerdo a principios modernos, abstractos y pluralistas, o bien en base a criterios tradicionales, predefinidos y particularistas. Sobre este punto se insistirá más adelante. Es en este sentido que el valor se transforma en valoración. 12
  • 13. Cuadro 1: distinciones semánticas en torno al respeto Criterios Jerárquicos Universalistas ≈ Valoración diferenciales (o tradicionales) (o pluralistas) Mínimo civilizatorio Dignidad universal ≈ Valor Para aclarar los conceptos, cabe destacar que la dignidad básica, o ‘mínimo civilizatorio’, es la que está en la base de la Carta de los Derechos Humanos, la cual permite dotar a las relaciones sociales entre partes diversas de un piso común, de una unidad básica para una interlocución respetuosa de perspectivas diversas. En contraste, la universalidad de este valor en contextos democráticos permite, sin transgredirlo, re-especificarlo de manera crecientemente crítica y evaluativa, en la medida que los motivos por los cuales alguien es especialmente respetado no obedecen a criterios tradicionales o autoritarios, sino que están sujetos a crítica, se redefinen y quedan sujetos a una reciprocidad de deberes. Por ello, por ejemplo, el respeto a las autoridades puede perderse, bajo el entendido que el respeto a la autoridad pasa necesariamente por el respeto de las autoridades hacia los distintos actores sociales. Analíticamente, el criterio demarcatorio del respeto como diferencial de estima puede darse: - en base a la tradición y su autoridad tradicional, de modo tal que aquello que es respetado venga predefinido de acuerdo a criterios particularistas, propios de las relaciones jerárquicas, que son principalmente unidireccionales y altamente incuestionables, o bien - de acuerdo a pautas universales más laxas que hacen de toda persona, en principio, un sujeto digno de respeto, aunque esta misma laxitud permita reevaluar constantemente los criterios, que no se presentan como dados de una vez para siempre. De esta manera, el respeto puede idealmente considerarse como un reconocimiento de la dignidad de todo ser humano como algo susceptible de ser exigido –siendo por esto un deber respeto que alcanzaría a toda persona–, aunque, en contraste, permite, en virtud del carácter evaluativo del mismo, discutir, negar o quitar el respeto. Así, en el primer sentido, cabe considerar el respeto como un deber con carácter imperativo para con unos pocos, mientras que en el segundo los motivos de dicho imperativo particularista pueden ser sometidos a las exigencias de ‘reciprocidad de deberes’ propios de sociedades democráticas y universalistas. 13
  • 14. Apéndice: Respeto no es tolerancia Para comprender mejor el sentido del respeto, cabe distinguirlo de tolerancia, un concepto con el cual puede ser equivocadamente confundido. La tolerancia puede estar íntimamente asociada con el de respeto en contextos relativamente igualitarios. Desde un punto de vista social, la tolerancia refiere a aquello con lo cual moral o valóricamente no concordamos o compartimos. Es una reacción frente a algo que nos parece incorrecto, pero que sin embargo se acepta. Por esto, Voltaire, en su Diccionario Filosófico, afirma “¿Qué es la tolerancia? Es la panacea de la humanidad. Todos los hombres estamos llenos de debilidad y de errores, y debemos perdonarnos recíprocamente, que ésta es la primera ley de la Naturaleza”1. Así la tolerancia puede comprenderse como una virtud que tiende a evitar conflictos, resaltando principalmente el lado negativo, ya que refiere a una reprobación a una “agresión”, en la medida que sólo se es tolerante con aquello que desaprueba, con aquello que va en contra de ciertas creencias y valores, y que, sin embargo, se acepta. No hay una afirmación positiva del otro, sino una mera aceptación, que podría denominarse cuasi fatalista. En el respeto, en cambio, se juzga al otro favorablemente, lo que es bien distinto a la mera aceptación que tiene lugar con la tolerancia. Ésta implica una disposición mental o una virtud, la cual debiese poseerse para convivir en armonía unos con otros dentro de una sociedad democrática y libre. Sin embargo, no implica reciprocidad ni reconocimiento de la legitimidad del otro como algo contenido en sí mismo, no se reconoce la autoridad de la alteridad, sino que únicamente tiene lugar una aceptación del otro de modo tal que la convivencia sea posible. El tolerar a aquellos con quienes no concordamos tiende a estar teñido de indiferencia, mientras que el respeto, aunque pueda desarrollarse en relaciones asimétricas de poder, el uno nunca es indiferente al otro. 2. Respeto y cultura política a. Interés por una cultura democrática auténtica Como se insistió en un comienzo, Genera ha adoptado en sus distintos estudios y campañas un punto de vista, cada vez más validado en el análisis político, según el cuál el análisis de la democracia no se agota en el análisis de un método de gobierno, que precisa de elecciones transparentes, de acuerdo a normas formalmente establecidas. Sin desmerecer este plano, central para el desarrollo político de las naciones, se constata la necesidad de una visión más sustantiva de la misma, que ancle la institucionalidad en una ciudadanía activa, organizada y capaz de gozar efectivamente de los derechos instituidos por los mecanismos formales. Vale decir, se requiere cambiar el modo de evaluar la democracia, colocando a la ciudadanía como el fundamento de la misma (PNUD 2004; 48), de acuerdo al principio de soberanía popular presente en nuestras cartas constitucionales, según el cual toda disposición política es legítima tan sólo si sienta sus bases en un debate públicamente abierto, mediante el cual se establecen las normas y, más allá de esto, se exige su cumplimiento (aquel control 14
  • 15. social tan necesario para el adecuado funcionamiento de las disposiciones de gobierno). Si esto tiene lugar, la democracia puede evaluarse de acuerdo a “la capacidad de todo ciudadano de reclamar sus derechos y del apego de las acciones de gobierno –no sólo de omisión, sino también de comisión– a la efectiva realización de sus derechos de ciudadanía” (Canto 2007). El interés creciente por los aspectos cotidianos de la democracia parece tener sus raíces justamente en la constatación de la concomitante igualdad de derechos (en base a una noción universalista de ciudadanía) y de una radical desigualdad en su goce (Velásquez 2004; 150). Por esto, el informe del PNUD de 2002 parte del reconocimiento, central, de que “El hecho de conceder a todas las personas una igualdad política oficial no basta para crear en la misma medida la voluntad o capacidad de participar en los procesos políticos ni una capacidad igual en todos de influir en los resultados” (PNUD 2002; 14). Es en este sentido que, parafraseando el informe del PNUD de 2004, lo que se requiere es pasar ‘de una democracia de electores/as a una democracia de ciudadanos/as’. La diferencia, hasta ahora insalvable, entre la formalidad de los derechos y la efectividad de su goce es homologable a la diferencia entre la estabilidad política y macroeconómica de nuestro país y la baja valoración de nuestra democracia. Pensamos que, más que una analogía, se establece entre ambas diferencias una relación parcial de causalidad. El énfasis en los aspectos institucionales, predominante desde el retorno a la democracia, y la relegación de los movimientos sociales que hicieron posible dicha restauración a un segundo plano2, habría generado que la sociedad civil viese la democracia como un mundo lejano, inalcanzable e implausible, explicando, en parte al menos, la baja adhesión a la democracia por parte de nuestras ciudadanas y ciudadanos. Así se observa en el paradojal contraste de un país como el nuestro, que expande la semántica de los derechos civiles y las expectativas igualitarias, y al mismo tiempo conserva, e incluso aumenta las desigualdades sociales. “Cuando los individuos no se perciben como reales titulares de derechos, se desempodera la ciudadanía y en general disminuye su posibilidad de comportarse como ‘actor social’ activo en el proceso de autodeterminación y realización de intereses individuales y colectivos” (Genera 2006; 14), aspectos centrales a una democracia efectiva. En razón de esto, los estudios y campañas de Genera han buscado analizar las dimensiones simbólicas, cotidianas y valóricas de la democracia. La democracia, más que una técnica, una receta ingenieril, se basa en determinadas condiciones culturales que deben ser estudiadas y promovidas, puesto que “Una débil cultura democrática puede convertirse en el mejor aliado para la arremetida de gobiernos autoritarios y populistas” (Genera 2006; 14). 2 Al respecto, ver Garcés, Mario y Valdés, Alejandra (1999), Estado del arte de la participación ciudadana en Chile, Documento de trabajo para Oxfam‐GB, Santiago (esp. pp.24‐25), y Espinoza, Vicente (2004), “De la política social a la participación ciudadana en un nuevo contrato de ciudadanía”, en Política, No. 43, pp. 149‐ 183 (esp. pp. 154). 15
  • 16. Es en este contexto que el respeto se presenta como un excelente indicador de cultura política. Si el respeto es un valor y una práctica que varía social e históricamente, y que define a la vez un modo de relacionarnos en sociedad, la manera en que este se presente indicaría de modo significativo el modo como se valora socialmente al otro3 –si es que se valora– y se establece el mundo en común que define la actividad política. Como se señaló brevemente, se analizan a continuación las distintas manifestaciones posibles del respeto, sus notas comunes y generales que lo definen y distinguen, y se les asocian, posteriormente, aspectos vinculados a estructuras sociales y regímenes de respeto más o menos proclives al desarrollo de las actitudes, intereses y facultades que fundamentan culturalmente el desarrollo de una sociedad auténticamente democrática. b. Regímenes de respeto y cultura política En el apartado anterior se hizo énfasis en el respeto como concepto, y si bien se adelantó su relación con los regímenes socioculturales del respeto, conviene ahora aclarar dicha relación en un marco sociológico más global. Esto es justamente lo que a continuación se esboza: un marco que distingue principios de diferenciación y los vincula a particulares principios de reconocimiento que determinan socialmente las actualizaciones del valor del respeto. A partir de esto, se esbozan hipótesis de trabajo sobre el respeto en nuestro país. El estudio del respeto se situará en el marco de la distinción entre una sociedad jerárquica y una sociedad igualitaria, bajo el entendido que la nuestra está en el medio de ambas y el estudio del respeto puede ayudar a discernir cómo se conjugan dos principios de estructuración y cuál es nuestra predisposición cultural a la democracia. b.1 Régimen jerárquico del respeto. Las sociedades jerárquicas son sociedades estratificadas, asimétricamente constituidas y estructuradas en torno al principio de la desigualdad (Rodríguez & Arnold 1999). Estas sociedades tienden a la centralización de los recursos y el control político y se legitiman primordialmente en base a la tradición. La inclusión y reconocimiento social de las personas tiende a estar anclada en diferencias de clases o estamentos y a status adscritos, a los que se vincula un determinado honor restringido a las capas superiores. Este honor lo poseen las personas visibles, en virtud del cual son depositarias de un determinado respeto. En estas sociedades, cada cual tiene perfecta “conciencia de posición social” (DaMatta 2002; 192), conciencia que viene dada por una estructuración social basada en segmentos jerarquizados a los que se pertenece de manera principalmente adscriptiva y que se aceptan en base a la tradición. 3 Según se verá en el análisis del concepto de respeto en el apartado siguiente. 16
  • 17. En estos contextos el respeto es debido sólo a quien tiene un nombre, a quien aparece visiblemente como representante social de una determinada clase. Ellos son los respetados. Desde una perspectiva general, puede considerarse que las diferentes sociedades han exigido respeto para quienes aparecen como social y políticamente relevantes. Así, en regímenes políticamente excluyentes sólo se debe respeto a quienes tienen acceso a la corte, a los cargos políticos (todavía no públicos en sentido estricto), o a la polis, y que pueden aparecer notoriamente en el espacio público restrictivo –vaya paradoja–, y suscitar de esta manera la mirada atenta4 de quienes deambulan anónimamente. Si lo que se respeta es por excelencia una determinada autoridad, acá la autoridad proviene del estatus desigual legitimado en base a la tradición, lo que dificulta el reconocimiento de los individuos como iguales, aquel reconocimiento universal que se halla en la base de las democracias y que posibilita una esfera pública abierta. Es por esto que en las sociedades políticamente jerarquizadas5 y tradicionalmente legitimadas, usualmente se carece de los motivos necesarios para el debate abierto, puesto que las partes no se reconocen como iguales y esa desigualdad es considerada socialmente válida. Estos regímenes son personalistas y se orientan en base a criterios particularistas. El “carisma de la tradición”, la capacidad de las “personas”, de los poseedores de un nombre, para dirigir un sistema que se autorepresenta como inclusivo y sintético, capaz de incluir a todos sin preguntarles, inhibe la posibilidad del disenso, base de toda cultura plenamente democrática, en la medida que a las personas de las capas superiores –a las ‘personas’ propiamente tales–, ‘se las respeta’, y esto quiere decir en contextos tradicionales: no se las cuestiona. Así, el respeto opera como un diferencial de prestigio entre quienes pueden o no exigirlo. Es por esto que este diferencial puede especificarse al interior de las sociedades, y dentro de la familia, por ejemplo, los padres exigen respeto y no los hijos –y la extensión del respeto a éstos últimos es cosa actual, deducida de criterios primordialmente universalistas–. En este tipo de sociedades, serían fundamentales las nociones de “respetabilidad” y “veneración” como determinantes del respeto. Y lo que se respeta, por excelencia, es la autoridad –en su acepción corriente–, y junto a ella, la tradición que la funda, y que dota de una determinada honra que vuelve a alguien ‘respetable’. b.2. Régimen democrático de respeto 4 De acuerdo al sentido etimológico del concepto de respeto, según se vio anteriormente. 5 En distinción a una sociedad económicamente jerarquizada, como una sociedad industrial de clases, que reconoce los derechos políticos a toda persona y, en virtud de ello, posibilita el conflicto, pues las personas que legitiman un determinado ordenamiento –como sucede con la soberanía popular– no disfrutan de de los beneficios económicos del mismo, y además pierden la protección personal que poseían en los regímenes de precapitalistas y predemocráticos. 17
  • 18. Las sociedades igualitarias, aunque lo sean formalmente, operan sobre bases bien distintas. Inicialmente cabe destacar el paso desde el particularismo al universalismo como criterio de orientación. Esquemáticamente, esto puede describirse como el paso de la primacía de la noción de honor, que es siempre parcial y diferenciado, al de “la dignidad igual de todos los ciudadanos”, proceso cuyo contenido “fue la igualación de los derechos y los títulos” (Taylor 1993; 60). Históricamente, esto habría tenido lugar con la conformación de los Estados nacionales, puesto que la nación configura una totalidad abstracta que “deberá haber abolido cualquier segmentación” (Mauss 1972, citado por DaMatta 2002; 229). Si bien puede afirmarse que los segmentos nunca dejan de existir, lo primordial es que las sociedades no se estructuran en su conjunto con base a éstos, sino universalistamente en base a principios crecientemente abstractos. Es entonces que tiene lugar la “política de la dignidad igualitaria” o “universal” (Taylor 1993). Filosóficamente, tal como se sostuvo inicialmente, los presupuestos de la dignidad igualitaria individual bien pueden ser deducidos de la filosofía moral de Kant y de su antropología filosófica, donde se sostiene que el hombre “ha de ser tratado como un fin y no como un medio”. Con esto, el respeto se vuelve moralmente exigible para y por todas las personas6. Socialmente, el correlato de la filosofía lo encontramos en la tradición liberal, en una sociedad que “no adopta ninguna opinión sustantiva acerca de los fines de la vida”, comprometiéndose a “tratar a las personas con igual respeto” (Taylor 1993; 85, cursivas nuestras). Puesto que el fundamento es la libertad, la sociedad no puede determinar ninguna meta sustantiva a priori. Este es el “politeísmo de los valores” de Weber, que parte del reconocimiento de que las partes son irreductibles, y el respeto, justamente, es debido igualmente a todas ellas. Es por eso que en sociedades igualitarias el respeto se democratiza, se universaliza, y de esta manera, deja de operar como diferencial de prestigio preestablecido entre quienes pueden o no exigirlo, puesto que todos, en principio, pueden hacerlo, merecerlo, y, en contraste, perderlo. Dado que las constituciones son democráticas, el presupuesto es que el poder reside en la sociedad civil, en el conjunto del pueblo, y es por esto que ante todo es éste el que ha de ser respetado. El que todos sean política y socialmente reconocidos en los regímenes democráticos contemporáneos está en la base de la ‘democratización del respeto’. Ahora bien, puesto que se ha de respetar a todos, el fundamento del mismo ha de ser más abstracto, sin que quepa respetar primordialmente en base a las ‘máscaras’ que portan las ‘personas’ (‘personajes’), mediante las cuales participan del universo social. Es por esto que, en términos mínimos, lo que se exige es un respeto del individuo, su libertad y su diferencia, y 6 Integrando, como se sostuvo, autoridad e igualdad, o bien permitiendo postular de la autoridad de la igualdad y la dignidad universal. 18
  • 19. no un respeto predefinido por la tradición hacia ciertos grupos sociales específicos. Por otra parte, los individuos ya no dependen esencialmente de su pertenencia a clases jerarquizadas para integrarse a la sociedad, sino que tienden a participar electivamente de la misma, mediante asociaciones voluntarias en el marco de una sociedad ‘civil’ que, en principio, no ha de jerarquizar estas organizaciones. Asimismo, puesto que las relaciones sociales se vuelven altamente electivas, los individuos son autónomos respecto de éstas, lo que los faculta no sólo para diferenciarse, sino para disentir públicamente con otros, lo cual sería un elemento básico para el establecimiento de órdenes auténticamente democráticos7. La autonomía y la posibilidad de disenso permiten, además, la constitución de un espacio público formalmente abierto, donde las partes enfrentan puntos de vista que pueden ser incluso contrarios, sin que esta contraposición de ideas devenga en violencia si es que ese disenso es legítimo y en él opera una relación de respeto, de respeto a un orden democrático y pluralista8. Por eso, la violencia y la ausencia de respeto se desencadenan por parte de aquellos que no respetan el orden democrático y buscan imponer un determinado punto de vista como privilegiado en un contexto lo suficientemente complejo y plural como para que ello sea posible. Es decir, presentan sus puntos de vista como verdad y no como doxa. Si hay respeto, en cambio, todos pueden integrarse a la sociedad mediante toda clase de asociaciones, en los distintos espacios públicos, que no han de excluir a priori a nadie, o a nadie que respete al menos esa dignidad igualitaria de base y esa diferencia insalvable de perspectivas que son propias de un régimen democrático. Por otra parte, dado que todos son en principio dignos de respeto y portadores de derechos inalienables, el trato respetuoso entre las partes exige un mínimo de reciprocidad en las relaciones, las que no necesariamente se vuelven perfectamente simétricas, equitativas, pero hacen posible que en todas sea posible exigir el debido respeto, esa consideración que, en caso de no tenerse, amenaza el vínculo por la pérdida del reconocimiento necesario para la democracia. La universalidad del principio de ciudadanía, por su parte, junto a la institucionalización del disenso en base a esta consideración mutua, permite la formación de una sociedad civil más crítica, puesto que el ‘poder social’ 7 Esto es justamente lo que se halla en la base de los sistemas de partidos, que representan el legítimo disenso en el ámbito político. 8 Es por esto que, si seguimos a Arendt, lo que se presenta en el espacio público son opiniones, doxas, que son siempre cuestionables al mismo tiempo que defendibles, en contraposición a la verdad, que no se discute y puede dar origen a la violencia. En este caso concreto, las partes son portadoras de opiniones que se contraponen pero que reconocen una verdad: la verdad de la dignidad de toda persona. Si no se admite esta verdad la contraposición puede dar lugar a la violencia. 19
  • 20. (según el título de Habermas) que funda el régimen político está en sus manos. La ciudadanía puede exigir respeto también al Estado, a sus autoridades políticas e institucionales. Las nociones básicas de este régimen son la igualdad, la universalidad, la tolerancia, y, más allá de ésta, el respeto a los derechos básicos de todo ser humano como respeto a su dignidad y autoridad absoluta. Así, se exige respeto también para quien carece de todo poder, para quien posee una baja capacidad de aparecer socialmente, para aquel que, en las sociedades tradicionales, prácticamente no existía. Lo que se respeta en este caso son derechos universales y la persona en que éstos se plasman. Esto no quita, en vivo contraste, que se puedan redefinir constantemente los mecanismos de respeto como diferencial de prestigio, permitiendo rejerarquizar las relaciones. Lo particular de estos nuevos mecanismos diferenciales sería, en contraste a aquel que caracteriza a las sociedades tradicionales, que su fuente tendría una raíz en el individuo mismo (por excelencia: el self made man) y no en una determinada herencia que lo anteceda. Cuadro 2: Resumen conceptual Dimensión Aspecto Orden Jerárquico Orden Igualitario distintivo Criterio de Particularismo Universalismo orientación Principio Desigualdad unitariamente Diferencia igualitariamente Estructura estructural organizada organizada social Principio Desigualdad Igualdad normativo Estructuración Segmentación adscrita: Asociaciones voluntarias: en base a Grupo de origen media socialidad mediada por vínculos relaciones sociales electivos Respeto como Diferencial de prestigio: Universalmente exigible exigible por pocos Respeto Nociones Respetabilidad, veneración. Igualdad, tolerancia básicas Objeto de ‘Persona’, autoridad Individuo, derechos, libertad, respeto jerárquica, tradición, honra, éxito, esfuerzo, mérito, etc. iglesia, genealogía, patria, etc. Esfera pública Restringida a quien tiene Abierta ‘nombre’ Política Cultura política Intolerancia al disenso, Democrática: respeto servil, primacía de la institucionalización del disenso, obediencia respeto ‘evaluativo’, primacía de la crítica 20
  • 21. 3. Tradición y modernidad del respeto en Chile: hipótesis generales. a. Tradición y modernidad del respeto; entre síntesis y cambio. El esquema presentado permite vincular los distintos regímenes de respeto a una determinada estructura y prácticas sociales. Sin embargo, pareciera que en nuestro país, como en buena parte de América Latina, no nos encontramos claramente ni en uno ni en otro lado de la clasificación. Los procesos de modernización introducen normas universalistas que no logran, según parece, modificar automáticamente nuestro esqueleto tradicional, lo cual va produciendo tensiones en la interacción de ambos tipos sociales, dificultando la incrustación social de los principios democráticos institucionalizados. Algunas veces pareciera que la universalidad de los derechos no es más que ‘letra muerta’, ampliamente subyugada por nuestra tradición autoritaria; otras, que la cultura democrática, igualitaria y universalista avanza rápidamente a contrapelo de nuestra tradición; y otras, que ambos esquemas se sintetizan en pautas sociales relativamente estables que permiten orientarse en base a estos dos horizontes, en complejos esquemas que median universalidad y particularismo9, permitiendo, por ejemplo, orientarse particularistamente (o personalistamente) en ámbitos formalmente funcionalizados. De acuerdo a DaMatta, nuestra sociedad parece tener abiertos ambos horizontes de referencia, y si bien usualmente privilegia el horizonte democrático para autodescribirse, ‘siempre sabemos que hay un conocido capaz de otorgarnos un trato especial’. Así, cotidianamente sabemos de normas universales y de regalías potenciales en las distintas esferas sociales; sabemos que es posible personalizar, temperar, ese trato frío y universal del que es objeto el individuo para el que se hace la ley (DaMatta 2002; 222). No obstante, y contrariamente a lo que sostiene DaMatta para el caso brasileño, este punto intermedio entre individualismo y personalismo, entre universalismo y particularismo, no puede ser adecuadamente descrito, pensamos, como una estabilidad sintética. Antes bien, vemos que nuestra sociedad cambia, y si bien nuestra cultura tradicional, con claras notas autoritarias, no cesa de influir sobre las prácticas asociadas a las tendencias universalizadoras, ese influjo es muchas veces decreciente, aun cuando pueda esperarse que no desaparezca nunca. Este decrecimiento tiene distintos objetivos: la pluralidad social no permite el trato personalizado de modo generalizado, las ‘personas’ cada vez más logran un ‘nombre’ en base a méritos propios, y la primacía de la esfera económica en nuestros proyectos políticos parece entonces hacer sentir sus efectos. Existe, de hecho, una creciente orientación al éxito, en base al esfuerzo, que probablemente era harto menor 30 años atrás. Debe insistirse, sin embargo, que esto no implica que vivamos un cambio abrupto y radical, sino más bien que es posible observar una cierta tendencia, 9 Al respecto, ver DaMatta, Roberto (2002), “¿Sabe usted con quien está hablando? un ensayo sobre la diferencia entre individuo y persona en Brasil” en Carnavales, malandros y héroes: hacia una sociología del dilema brasileño, FCE, México. 21
  • 22. pese a que las prácticas jerárquicas y no democráticas del respeto se conservan todavía en nuestra sociedad. Muestra de esto es, por ejemplo, que si por una parte Chile presenta una de las más sólidas tradiciones democráticas de América Latina, sólo alrededor de un 50% de los chilenos “cree que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno, frente a los guarismos cercanos al 80% observados en los casos de Costa Rica y Uruguay” (Luna y Seligson 2007; 5). Por esto, el Barómetro de las Américas, aplicado en Chile el 2006, se pregunta “¿Cómo es posible que una de las democracias más consolidadas de la región, con los mejores indicadores económicos, presente tan bajos niveles de valoración de la democracia e instituciones de representación?” (Ibíd.). En este sentido, no sería imprudente esbozar la hipótesis de una creciente desvinculación entre las instituciones democráticas formales y las prácticas y valoraciones desarrolladas por estas y la ciudadanía. Así, a pesar de la modernidad de las instituciones, parece persistir, dentro de ellas y en la ciudadanía, una sociabilidad tradicional, asociada a relaciones jerárquicamente establecidas, donde prima la dependencia sobre la libertad, relaciones de poder donde predomina el abuso a la igualdad, que impedirían que los valores que fundamentan dichas instituciones democráticas formales tengan su correlato, o se anclen, en la cotidianidad de nuestros conciudadanos y conciudadanas. Por cuanto respecta al respeto, puede observarse, por ejemplo –y de manera bastante significativa– que en Chile “la mitad de la población estaría dispuesta a tolerar que se infrinja el estado de derecho y se violen las leyes para lograr controlar la delincuencia” (Luna y Seligson 2007; xxiii). De esta manera, la práctica del respeto en nuestro medio pareciera hallarse en un punto medio entre aquellas nociones jerárquicas y poco generalizadas del respeto (que dan lugar a que un 80% de la población no considere respetables los derechos de los delincuentes) y otras más universales, fruto de los innegables pero limitados avances que ha experimentado la sociedad chilena desde el retorno a la democracia. b. Hipótesis. En esta dicotomía, sin embargo, existiría una lenta tendencia, postulamos, hacia el polo universalista, que vuelve a todas las personas dignas de respeto y capaces de exigirlo. Así, el respeto, como un deber hacia un determinado orden, cambia sus motivos y objetos con el paso del tiempo. Esto significa, consecuentemente, que: i. decrece el respeto al orden dado de la tradición, a la religión, a lo heredado y a las personas investidas de autoridad (vale decir: a las ‘personalidades’), para dar paso crecientemente a un respeto al individuo y sus derechos. Si bien ambos modos de respeto coexistirían, puede suponerse que 22
  • 23. ii. entre las personas mayores predominan los motivos tradicionales, mientras que entre las generaciones más jóvenes adquieren relevancia los motivos igualitarios, diferencia que daría cuenta de un cambio social que se explica históricamente y que no se reduce a una mera ‘irreverencia’ o ‘conservadurismo’ consustancial a determinados grupos etáreos. La magnitud de dicha diferencia está sujeta a determinación. Este cambio social se asocia a la ampliación de las fronteras sociales, a la globalidad creciente de la sociedad y al robustecimiento del orden democrático que se plasma positivamente en una democratización del respeto. Esto implica: iii. por una parte, y debido a la ampliación de los marcos sociales, una pérdida de la fuerza del vínculo mediado por el respeto, en comparación con la veneración y la obediencia propias del respeto en relaciones jerárquicas y tradicionales, y, junto a esto, un iv. aumento de la generalidad del respeto entendido como respeto mutuo. Vale decir, el respeto se entienda cada vez más como valor y práctica universalista, que opera socialmente de modo crecientemente abstracto, desapegándose de criterios particularistas (preestablecidos, ‘personificados’, como el apellido, el color de piel, etc.), pudiendo ser referido y exigido por el conjunto de seres humanos de acuerdo a juicios variables y diferenciados. v. Esta nueva valoración y práctica del respeto, por su parte, estaría asociada a una cultura política más pluralista que permite una mejor convivencia democrática. 23
  • 24. Capítulo 3: Resultados del estudio En este capítulo se presentan los principales hallazgos del estudio. Como tal, es el capítulo fundamental para comprender los significados y valoraciones que asignan los chilenos y chilenos al respeto, así como su vínculo con la cultura política democrática que a Genera le interesa fortalecer. En primer lugar, se exponen muy sucintamente los aspectos metodológicos fundamentales (1) a partir de los cuales se desarrolló el levantamiento de la información empírica que sustenta este estudio. La brevedad de la exposición refleja la decisión de privilegiar la claridad al detalle en los aspectos formales que pudiesen complicar indebidamente la lectura. A continuación (2) se exponen los principales hallazgos en lo referente al concepto (o los conceptos) de respeto existentes en nuestro país. Se constata la coexistencia de nociones muy diversas –e incluso contrapuestas– de respeto, con niveles de adhesión muy semejantes, lo cual nos permite señalar que en nuestro país el respeto aparece como un terreno en disputa. Luego, se constata que en Chile existe la idea generalizada de que el respeto se gana, y como contracara, se puede perder. Esto presenta un carácter ambiguo entre tradición y modernidad, en la medida que, si por una parte puede aparecer como criterio autoritario y excluyente, por otra abre muchas veces la posibilidad de negar y ganar el respeto de modo igualitario, a partir de una exigencia recíproca de respeto. A partir del análisis del ‘irrespeto’ (3), se verifica que en Chile existe una gran sensibilidad en torno a las faltas de respeto. Asimismo, se observa que en general se consideran mayormente faltas de respeto graves situaciones que vulneran los patrones tradicionales de sociabilidad. Lo cual da cuenta de la importancia que tiene en nuestro país, todavía, la noción de respeto como pariente de sumisión. Acerca de las ‘faltas de respeto’, por su parte, se observa que la mayoría de los chilenos y chilenas las atribuyen a los jóvenes o al abuso de poder (4). En este segundo término, se ve que en Chile muchas veces el respeto sigue siendo exigido de modo unilateral y autoritario. En el primero, en cambio, se constata que frecuentemente la disputa en torno al respeto tiene un carácter generacional, donde los distintos grupos etarios se achacan mutuamente las responsabilidades por las faltas de respeto. En términos generales, se observa que la noción de respeto y de irrespeto queda claramente segmentada por religiosidad, nivel de ingresos y edad. Este estudio enfatiza sin embargo sólo los dos últimos aspectos. De ellos, a su vez, 24
  • 25. destaca particularmente el último, bajo el entendido que las notables diferencias entre jóvenes y no jóvenes pueden anticipar un cambio de la noción de respeto en nuestro país. Esto es de particular importancia al momento de vincular respeto y cultura política (5), puesto que la magnitud de este vínculo hace pensar que las diferencias intergeneracionales por grupo etáreo, además de pronosticar un cambio en la noción de respeto en Chile, modifican su cultura política, haciendo de éste un país cada vez más predispuesto al desarrollo de prácticas democráticas. 25
  • 26. 1. Ficha metodológica 1.1 Fase cualitativa: -Grupo Objetivo: Hombres y mujeres, que tuviesen entre 16 y 30 años y 45 y 70 años, residentes en el Gran Santiago, de todos los niveles socioeconómicos (evitando los extremos). • Técnica: grupos focales • Distribución muestral: 1. 6 hombres, mayores de 45 años y menores de 70 (HM). 2. 6 hombres, menores de 30 años y mayores de 16 (HJ). 3. 6 mujeres, mayores de 45 años y menores de 70 (MM). 4. 6 mujeres, menores de 30 años y mayores de 16 (MJ). La omisión de las personas mayores de 30 y menores de 45 años se hizo con el objetivo de captar mejor las diferencias intergeneracionales. • Período de aplicación: 23 de abril y 6 de mayo de 2008 1.2 Fase cuantitativa: • Grupo Objetivo: Hombres y mujeres entre 16 y 65 años, residentes en el Gran Santiago, de todos los niveles socioeconómicos. • Técnica: Aplicación de encuestas presenciales en hogares. • Tamaño muestral: 504 casos. • Tipo de muestreo: trietápico (probabilístico en sus dos primeras etapas – manzanas y hogares- y por cuotas de edad y sexo en su tercera etapa). La muestra siguió los parámetros censales para las categorías demográficas de sexo y edad. • Período de terreno: entre 9 y 20 junio de 2008. • Margen de error muestral: 4.45 El cuestionario fue realizado a partir del análisis de los grupos focales, que tuvo lugar antes de la realización de la encuesta. 26
  • 27. 2. Concepto de respeto 2.1 Polisemia del concepto de respeto: mínimo civilizatorio y diferencial de valor Como primera aproximación al respeto en Chile, cabe insistir en los distintos planos semánticos en que operan los discursos socialmente elaborados en torno a él. Sobre este aspecto ya se adelantaron previamente algunas ideas, pero conviene enfatizar en él con mayor profundidad. Para ello nos basamos en el análisis de los grupos focales, puesto que sólo a través de ellos fue posible, como cabe suponer, discernir los distintos planos semánticos, los sentidos subjetivos que la encuesta, como toda aplicación de cuestionarios rígidos, sólo puede presuponer mas nunca indagar directamente. Por tratarse de un aspecto conceptualmente anterior a las diferencias indagadas cuantitativamente, partiremos por él para posteriormente observar con mayor claridad las diferencias sociales en torno a su valoración. Se constató ante todo una constante inseguridad y falta de consenso en torno a la noción de respeto a lo largo de los distintos grupos focales. Su sentido tendió a ir definiéndose a lo largo de los mismos, aunque nunca de manera definitiva, y para ello los participantes constantemente redefinieron sus propios puntos de vista, dando cuenta de esta manera que no sólo desde las ciencias sociales, sino que también en los discursos cotidianos, el concepto de respeto, a la vez que usado con holgura, no es objeto preferente para la reflexión conciente. Si por una parte las personas no tuvieron problemas para utilizar libremente la palabra respeto, como vocablo totalmente incorporado a su lenguaje, su sentido no apareció nunca nítidamente cuando éste fue solicitado. A la hora de definir su significado emergió una tensión en las conversaciones, una tensión asociada a dos raíces ‘profundas’ del concepto no perfectamente armónicas entre sí, tensión que puede ser circunscrita mediante la distinción entre respeto como mínimo y respeto como diferencia (o diferencial). Esta tensión entre mínimo y diferencia se corresponde con los significados de respeto como derecho universalmente exigible, asociado a la humanidad de toda persona, y al respeto como un diferencial socialmente definido –según se trató en las páginas precedentes. Ahora bien, lo peculiar es que ambas nociones están, de una u otra manera, presentes en prácticamente el conjunto de los discursos asociados al respeto, y estas nociones, a medida que los interlocutores comienzan a reflexionar, aparecen en una convivencia problemática. En este sentido, tenemos por una parte que “todos somos dignos de respeto” (HM), de manera que “el respeto es un derecho” (MM), un “respetar los derechos del otro” (MM), configurándose así como un “mínimo para cualquier tipo de relación o actuar” (HJ) “por una cuestión propia del ser humano” (HJ); y por otra, en contraste, que si “somos respetables naturalmente (...), hay cosas que se distorsionan en el camino” (MJ). Es entonces que el respeto, además de constituir 27
  • 28. ese piso mínimo que permite las relaciones interpersonales, se configura también como un diferencial, un diferencial, eso sí, desarrollado en base a criterios disímiles. En este sentido, el respeto parece especialmente debido a ciertas personas, en ciertas condiciones, y es también susceptible de ser quitado. Si como mínimo el respeto se plantea como un límite absoluto, aquella intimidad intocable de la otra persona, por otra parte “el respeto también es mutuo, se va construyendo en el tiempo y se puede perder, entonces en ese sentido los límites realmente no existen” (MJ). De este modo, el respeto viene considerado no sólo como un ‘límite natural’, sino que “el contexto, el momento histórico y también a través de los vínculos personales esos límites se van construyendo [...como] una negociación de cada día” (MJ). Ahora bien, dependiendo de las conversaciones, estos diferenciales, ‘límites’, se construirían no sólo como una negociación auténtica, sino que también “el respeto es una conquista” (HM), de carácter más unilateral que multilateral. Postergando de momento el análisis sobre la naturaleza diversa de los motivos diferenciales, cabe insistir sobre esta ‘tensión’ entre respeto como igualdad y como diferencia, la que fue evidenciada no sólo en el análisis, sino por los mismos participantes de las conversaciones: (...) yo estaba conversando con un cura amigo de la Universidad Católica y ahí en la Alameda estaba lleno de indigentes y gente pobre, y claro, él me decía ‘si somos todos iguales llévalo a tu casa, trátalo como tu igual’ y ahí es donde se tambalea la cosa. [...] O sea, se puede establecer la igualdad como génesis del ser humano, pero no puedo aceptar que… (HM) Asimismo, un joven que defendía insistentemente una noción de respeto liberal y universalista, reconocía que “sería un poco ridículo decir que [se respeta] simplemente por ser personas porque no es tan fácil” (HJ). “(…) en la práctica se respeta más a aquel con estudios, al que ha logrado algo o al que tiene cierta posición social o si no, no hay respeto” (HM) Con el objeto de evitar esta confusión en la que más o menos patentemente se enredaron los distintos grupos focales, podría decirse que el respeto marca una diferencia –marca una deferencia–, en un sentido doble: - Por una parte marca la diferencia entre lo intocable (lo sacro) y lo manipulable (lo negociable, lo profano) en el trato con otras personas. Es en este sentido que todos somos merecedores de un respeto mínimo, por nuestra pura condición de seres humanos, y esta diferencia, esta deferencia, parece venir definida, trazada, en virtud de nuestra humanidad misma. - Por otra parte, el respeto traza una marca entre lo estimado y lo desestimado. Vale decir, sobre el lado ‘manipulable’ de la distinción anterior, se reespecifica una distinción entre lo que social y/o 28
  • 29. subjetivamente se estima y aquello que no, o que incluso se desprecia, sin amenazar, no obstante, esa condición ‘intocable’ previa. Los criterios sobre los que se constituye esta valoración son dispares y, sostenemos, no son meramente subjetivos, sino que dichas expresiones subjetivas dependen de determinadas valoraciones sociales. De acuerdo a esta distinción, los significados asociados al respeto podrían dividirse inicialmente en dos ámbitos, según refieran a ese respeto universal y básico a todo ser humano, o bien a aquello sobre lo cual se estructuran las diferencias. Ahora bien, esta segunda dimensión podría ser, a su vez, vuelta a subdividir, entre aquellos conceptos diferenciales asociados al respeto como jerarquía o como diversidad universalista. Cuadro 3: distinciones semánticas en torno al respeto Criterios Jerárquicos Universalistas ≈ Valoración diferenciales (o tradicionales) (o pluralistas) Mínimo Dignidad universal ≈ Valor civilizatorio 2.2 Conceptos de respeto en Chile Según se sigue del análisis de los grupos focales, el respeto como ‘mínimo civilizatorio’ parece se un valor universalmente consensuado –a nivel de declaraciones, ciertamente–. Ahora bien, entrando en el análisis cuantitativo, interesados en discernir el sentido de la noción de respeto en nuestro país, se preguntó en la encuesta por el concepto con el cual se relacionaba principalmente el concepto de respeto1011: 10 Este gráfico, como todos los que se presentan posteriormente, son de elaboración propia, y se desarrollaron en base a los resultados de la encuesta ‘Respeto y Cultura Política 2008’, cuyo cuestionario se presenta en los anexos y cuya ficha metodológica fue presentada en las páginas precedentes. 11 Los ocho conceptos presentados en el gráfico 1 y agrupados en el cuadro 4 no corresponden a respuestas abiertas, sino que fueron predeterminados a partir del análisis de los grupos focales, bajo el entendido de que, con ellos se mapeaba adecuadamente el espectro del respeto en nuestro país. 29
  • 30. Gráfico 1: Conceptos con que se relaciona el respeto (%) Consideración Temor 6% Obediencia 1% 24% Educación 24% Igualdad 11% Tolerancia Jerarquía Libertad 26% 2% 6% Al analizar los conceptos representados en el gráfico 1, se puede observar que cada uno de ellos se asocia a una noción jerárquica o a una noción igualitaria de respeto. El concepto de educación podría en este sentido aparecer como problemático; no obstante, de acuerdo al análisis cualitativo, así como en los cruces con otras variables, se estimó que por educación –y al hablar de respeto– los chilenos y chilenas entienden principalmente los modos y formalidades, las normas de urbanidad, y que representa un valor esencial en las nociones tradicionales asociadas al respeto. “No estoy hablando de educación formal, sino que de modales. Entonces bajo esa perspectiva yo pienso que la educación es una pieza importante dentro de lo que significa la conciencia del respeto” (HM) En este sentido se agrupan los conceptos del siguiente modo: Cuadro 4 Concepto Concepto democrático- Conservador- igualitario autoritario Tolerancia. Obediencia. Libertad. Jerarquía. Igualdad. Educación. Consideración. Temor. = 49 % = 51 % 30
  • 31. Así considerados los conceptos de respeto, se observa, de acuerdo a los datos, que ambas nociones de respeto están igualmente presentes en nuestro país. Lo primero que sorprende es que las primeras mayorías sean conceptos muy disímiles entre sí, como lo son ‘tolerancia’, ‘obediencia’ y ‘educación’, que obtienen un 26% de las preferencias la primera, y un 24% la segunda y la tercera. La cuasi- oposición de estas nociones y sus iguales niveles de adhesión marcarían los límites de la variabilidad ‘simbólica’ en torno al respeto. El concepto de respeto representaría un ‘terreno en disputa’ en términos sociales, existiendo un ‘empate técnico’ entre el concepto democrático-igualitario (49%, igualitario en los gráficos sucesivos) y el concepto conservador-autoritario (51%, jerárquico de ahora en adelante) en nuestro país. Este empate entre nociones tan diversas confirma justamente la existencia empírica de una segunda distinción en torno al concepto de respeto: como valor igualitario y como valor tradicional. Vale decir; confirma la convivencia de una noción de respeto según la cual el otro puede ser considerado y respetado como un igual, y otra según la cual el respeto obedece a una relación vertical y basada en la tradición. Ahora bien, si se siguen las hipótesis de este estudio, se tiene que ambas nociones no se expresan en una convivencia aproblemática, sino que en buena media se trata de una disputa intergeneracional, según la cual poco a poco el concepto de los más jóvenes, los educados en democracia, tendería a asociarse a nociones democráticas, mientras que el concepto de las personas mayores se asociaría preferentemente a nociones autoritarias o tradicionales. Así se observa en el gráfico 2, donde las diferencias intergeneracionales en relación al concepto de respeto son significativas. Como se ve, entre los más jóvenes existe un 55,8% que entiende el respeto en su dimensión igualitaria y democrática, mientras que entre los segmentos mayores dicho porcentaje disminuye a 41,1 y 46,7 %. Esto permite suponer entonces que esta noción de respeto se irá imponiendo en el tiempo, con 31
  • 32. consecuencias importantes en términos de convivencia democrática, según se discutirá más adelante. Otro criterio que segmenta de manera nítida el concepto de respeto en Chile es el nivel de ingresos. Así, según se observa en el gráfico 3, la gente de menores ingresos asocia el respeto preferentemente a una noción jerárquica, entre la gente de ingresos medios existe un ‘empate técnico’ entre ambos conceptos, y las personas de mayores ingresos asocian predominantemente el respeto a nociones de carácter igualitario. Los motivos podrían ser múltiples, y sobre ello ahondaremos más adelante, pero cabe presuponer que el nivel de ingresos está fuertemente asociado al nivel educativo alcanzado por las personas, y que un mayor nivel de educación facilita a una comprensión del respeto como un valor más democrático que tradicional y autoritario. Otras posibles explicaciones serán ensayadas posteriormente. Así se observa en el gráfico 4, donde se presenta una relación inversa entre los años de educación y el concepto de respeto, siendo ésta perfectamente lineal salvo para los dos últimos niveles (superior incompleta y superior completa), que no presentan diferencias significativas. Esto resulta especialmente sugerente al relacionar el concepto de respeto con adhesión a la democracia, pues permite promover la idea de que una noción de respeto pluralista y democrática es en buena medida ‘educable’. Con esto, el respeto como valor que faculta una interlocución entre iguales puede ser objeto de intervención, como política pública de educación, para cimentar las bases culturales de una democracia sustantiva. 32
  • 33. 2.3. Respeto: cómo se merece, se gana y se pierde Ahora bien, otra manera de conocer las nociones de respeto en Chile es indagar en los criterios por los cuales se piensa que una persona merece respeto. En este sentido, pareciera que entre los chilenos/as la idea de que el respeto se gana esta muy asentada, sin que esto necesariamente se asocie a un respeto que no se quita. Asimismo, los múltiples motivos por los cuales puede ser ganado o perdido dan cuenta de nociones distintas de respeto por parte de los encuestados y encuestadas. Por lo mismo, no es trivial el hecho de que para la mayor parte de las personas el respeto sea un logro antes que un derecho. Tal parece ser la realidad de nuestro país, donde un 73% se inclina por la idea de que “la gente no nace merecedora de respeto: el respeto hay que ganárselo” (gráfico 5) Gráfico 5: La gente no nace merecedora de respeto: el respeto hay que ganárselo (%) En desacuerdo 27% De acuerdo 73% 33
  • 34. Vale decir, los encuestados manifiestan su predilección por una noción de respeto que opera más como criterio diferencial que como mínimo civilizatorio. Creer que el respeto se gana no es en sí mismo negativo, mas sí lo es, a juicio nuestro, el carácter excluyente y discriminador que esconde la asociación de esto a la idea de que “la gente no nace merecedora de respeto”. Para los chilenos y chilenas, si bien existirían ciertos grupos sociales que serían poseedores de una suerte de ‘respeto natural’, como los padres, profesores y los ancianos (ver dimensión ‘desautorización intergeneracional, gráficos 18 y ss.), en general el respeto sería un logro antes que un derecho connatural. Esto no significa tan sólo que el respeto pueda perderse, sino que, más allá de eso, permite suponer que para muchas personas el respeto no se posee a menos que se gane. Esto da cuenta de una noción altamente individualista y competitiva de respeto, y se condice perfectamente con la segunda alternativa más elegida a la hora de decidir el motivo principal por el cual se falta el respeto en nuestro país: para un 19,2% de los encuestados el respeto se falta “porque algunas personas no saben hacerse respetar” (gráfico 26), del mismo modo que se condice con el altísimo nivel de acuerdo frente a la afirmación “si alguien no es respetado, es por su culpa” (66%, gráfico 6). Por otra parte, esto es relativamente inconsistente con las declaraciones analizadas en 2.1, donde se enfatizaba insistentemente sobre la idea de que todos somos dignos de respeto por nuestra pura condición de seres humanos. Si bien resolver esta inconsistencia no es fácil, podría señalarse que, puesto que el respeto opera tanto como mínimo civilizatorio y como un mecanismo diferencial de valoración social, al momento de escoger los chilenos y chilenas se inclinarían primordialmente por la idea de que el respeto es principalmente un criterio de valoración que un mínimo civilizatorio. Gráfico 6 S i a l g u ie n n o e s r e s p e t a d o , e s p o r s u c u lp a N s /n r 2% E n d esa cu erd o 32% D e acuerdo 66% También a lo largo de los grupos focales apareció con frecuencia la idea de que “el respeto es una conquista” (HM). Todos los hombres mayores, salvo uno, estuvieron de acuerdo con que el respeto era algo que se ganaba. También entre los jóvenes había un cierto consenso al respecto, aunque la idea tendía a ser menos importante: “el hecho de que te respeten es una consecuencia” (HJ). 34
  • 35. De modo general, existe entonces la idea del respeto como algo que debe ‘ganarse’, y al respecto es significativo el hecho de que esta concepción del respeto no sea ni puramente jerárquica ni abiertamente igualitaria. No es igualitaria por el hecho de que, además de establecer un diferencial entre gente que es más o menos ‘respetable’, el “hacerse respetar” puede a veces tener un carácter incluso violento. Sin embargo, y en contraste, todos podemos eventualmente ‘hacernos respetar’ y de esta manera ‘ganarnos el debido respeto’. En este sentido, el respeto puede también ser por todos conquistable, puede quedar potencialmente abierto a todos, pero como una especie de triunfo del que, eso sí, no todos gozan. Estas relaciones no sólo se establecen respecto de las personas más ricas o con más poder, sino también respecto de quienes cumplen con determinados ‘motivos’ de respetabilidad, con determinadas expectativas de comportamiento, y es por esto que un joven pude sostener que: “o sea, el cartonero merece todo mi respeto, porque está trabajando” (HJ). Lo más preocupante, insistimos, es el hecho de que la mayoría de las personas piensen que las personas no nacen merecedoras de respeto. Vale decir, no el hecho de que se asocie el respeto a mérito, sino que, al hacerlo, se pierda de vista que es ante todo un derecho. En cierta medida, esta alternativa da cuenta de un individualismo llevado a su extremo, donde sólo vale el que triunfa. Así lo corrobora la opinión de los mismos encuestados, según se ve en el gráfico 7, donde un 74% piensa que "En este país, el respeto depende primordialmente de la capacidad de imponerse". Gráfico 7: "En este país, el respeto depende primordialmente de la capacidad de imponerse" (%) Ns/nr En desacuerdo 0% 26% De acuerdo 74% Coherentemente, si el respeto se gana, también se pierde, vale decir, su dimensión móvil operaría fluidamente en ambos sentidos, según lo confirma el alto grado de acuerdo acerca de la idea de que la “quien no respeta, no merecer respeto” (69%, gráfico 8). 35
  • 36. Gráfico 8 : Quien no respeta, no merece respeto (%) Ns/nr 1% En desacuerdo 30% De acuerdo 69% La idea de que el respeto se gana y se pierde –omitiendo el respeto a ciertos grupos considerados como autoridades ‘naturales’– es más que una descripción. Representa también una adhesión. A las chilenas y chilenos pareciera no molestarles que sea así. En este doble sentido, pensamos, tiene que leerse el gráfico 9, donde el 90% de los encuestados está de acuerdo ante la idea de que “En este país, si uno no se hace respetar, todos te pasan a llevar”. Ahora bien, la adhesión a la idea bien podría ser una reacción plenamente justificada frente a las frecuentes faltas de respeto originadas a partir del abuso de poder, aspecto sobre el cual volveremos más adelante. En este sentido, la defensa de la idea de que ‘hay que hacerse respetar’ podría estar fundada en la noción de a ‘uno’ no le deben faltar el respeto, y para ello en este país la principal forma de lograrlo sería imponiéndose. Así sostienen, al menos parcialmente, los jóvenes, según se verá en 4.1.2. Gráfico 9: "En este país, si uno no se hace respetar, todos te pasan a llevar"(%) En desacuerdo Ns/nr 9% 1% De acuerdo 90% Sin embargo, los mismos encuestados expresan un acuerdo bastante consensuado frente a la idea de que “quien respeta, es respetado” (gráfico 10). Esto permitiría confirmar –al menos parcialmente– la idea de que el respeto como logro ‘competitivo’ se justifica como una defensa frente a las faltas de respeto, pero que el respeto lleva aparejada una noción de reciprocidad que, de extenderse, presumiblemente haría disminuir la idea de que el respeto es un logro. 36
  • 37. “El respeto también es mutuo, se va construyendo en el tiempo y se puede perder” (MJ) Esto es así en la medida que bastaría ser respetuoso para ser respetado, sin necesidad de competir, de imponerse, ni de ganarle a nadie. En este sentido, el respeto puede ganarse o perderse por conductas de reciprocidad, propias del juego democrático, en desmedro de una conducta competitiva excluyente. Gráfico 10: Quien respeta, es respetado (%) En desacuerdo Ns/nr 10% 1% De acuerdo 89% Sin embargo, si bien se ve una alta adhesión a la idea de respeto como reciprocidad, en general pareciera predominar la idea del respeto como logro. La reciprocidad podría ser leída como un criterio de logro, particularmente para los más jóvenes, que someten el imperativo del respeto a una exigencia mutua de trato respetuoso, según se verá más adelante. Aún así, nos parece que la asociación del respeto como un logro más que como una reciprocidad, es del todo comprensible a la luz de nuestros datos, puesto que no hace otra cosa que reflejar una experiencia cotidiana en donde aún cuando podamos tener conductas respetuosas, estas no nos aseguran el respeto de los demás, a menos que éste sea exigido, y en ese sentido, conquistado. 3. Respeto e ‘irrespeto’ 3.1 ‘Irrespeto’ y concepto de respeto Con el objeto de ahondar en la noción –o las nociones– de respeto presentes en nuestro país, se interrogó sobre el ‘irrespeto’, ejemplificando con situaciones concretas frente a las cuales los encuestados y encuestadas debían posicionarse. Los resultados se presentan en el cuadro 5. CUADRO 5: “A continuación le leeré una serie de situaciones. La idea es que Ud. me diga, para cada una de ellas, si cree que no es una falta de respeto, que es una falta de respeto poco grave o bien una falta de respeto grave...” 37