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“Actitud socio
inicio d
periodismo de
José Fermín Garralda Arizcun
Col. Nueva Bermeja nº
Actitud socio-política del español
del Tercer milenio, en el
periodismo de Manuel de Santa Cruz
José Fermín Garralda Arizcun
2019
Col. Nueva Bermeja nº 19
política del español al
el Tercer milenio, en el
Manuel de Santa Cruz”
José Fermín Garralda Arizcun
“Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz”
1
José Fermín Garralda Arizcun
“Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa
Cruz” Año 2019
C/ Arrieta nº 2
31002 Pamplona – Navarra - España
rargonz@gmail.com
historiadenavarraacuba.blogspot.com
Colección: Nueva Bermeja nº 19
* Queda prohibida la reproducción total o parcial de este trabajo, texto e imágenes, del
autor si su permiso. Está protegido, incluidas las fotografías inéditas. El trabajo puede ser citado
mencionando autor, título, año y dirección en la red.
“Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz”
2
Actitud socio-política del español al inicio del
Tercer milenio, en el periodismo de
Manuel de Santa Cruz.
José Fermín Garralda Arizcun
Dr. en Historia
25-VII-2019
Índice:
Introducción
I. Las dificultades del español de a pie (nº 1-5):
1. Dos deficiencias posibles (nº 1-3)
2. El primer escollo: dificultades o desmotivaciones internas.
Los tradicionalistas sufren defectos como todo quisque. (nº 4)
3. Un segundo escollo: dificultades o desmotivaciones
externas (nº 5)
II. Cómo rearmarse personalmente viviendo la buena política como
personas coherentes y completas (nº 6-13):
1. Punto de partida
2. La Prudencia
3. Justicia
4. Fortaleza
5. Templanza
III. Cómo rearmarse, extender la Comunión política, y actuar “cueste
lo que cueste” (nº 14-31):
1. Dificultades (nº 14-17)
2. Soluciones (nº 18-31)
IV. El enemigo acecha el santuario (nº 32-36)
V. Conclusiones (nº 37)
Introducción
E considera delicado tratar sobre estos temas,
porque nos interpelan directamente. Y si interpelan,
preguntan y exigen respuestas, es decir, apelan a la
responsabilidad.
S
“Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz”
3
Esta afirmación ya es comprometida, porque quizás excluya a
algunos lectores potenciales, aunque por otros conceptos estas páginas
puedan interesar a todos toda vez que, al fin y al cabo, incluyen
consideraciones de sociabilidad y sicología básicas.
Cada consideración que formulemos es como llegar a la
segunda piel de nuestros lectores, en razón de su sentido práctico en el
ámbito de la vida cotidiana. Es como la correa de transmisión de un
vehículo a motor, que implique tres elementos: la cosa en sí y su
virtualidad para poder ser exigida concretamente en la sociedad de hoy, la
personal capacidad según las cualidades psicológicas y morales de cada
uno, y las cualidades personales de otros intervinientes y cómo estas nos
afectan.
Asomarnos al Tercer milenio demuestra que el hoy es nuestra
época, que vivimos junto a nuestros contemporáneos, sin anclarnos en
épocas pretéritas, y que experimentamos la honda crisis de nuestro
tiempo. Esta crisis no ha llegado de forma repentina sino como
colmatación de las sucesivas crisis anteriores, que tienen su origen en el
paganismo renacentista –y antes- tan diferente al renacimiento cristiano
del s. XVI.
Es habitual decir que las soluciones a la crisis actual exigen
consideraciones prácticas y tomas de postura claras, además de ideas de
fondo o principios. En las facultades universitarias de humanidades se
debiera estudiar los principios que expresen el ser de las cosas, pero
también convendría estimular el saber práctico ante la vida ordinaria,
donde se incluyen aspectos en el ámbito de lo relativo y mudable.
Sólo así podremos enfrentarnos con éxito a los problemas
actuales, pues, en la realidad del día a día, además de los elementos
perdurables, hay otros mudables que hoy expresan cambios intensos,
rápidos y quizás fugaces.
Cuando en nuestros días, imbuidos en una pérdida de
principios, un contertulio analiza un proyecto, una ley y norma
remitiéndose al ser de las cosas, eso es considerado como un gran paso
adelante. Sin embargo, para adecuarse plenamente a la realidad práctica, a
veces ello no es suficiente aunque sea necesario. En esta adecuación
teórico-práctica al descubrir la verdad y conveniencia en la vida cotidiana
está el quid de la cuestión.
Este planteamiento no significa relativismo por nuestra parte-
nada más lejos de nosotros-, sino pedagogía y sentido de la realidad más
concreta en la resolución de los problemas. Por poner un ejemplo, una
cosa es el derecho que todo ciudadano tiene a ser atendido en las
ventanillas de la administración pública, lo que sería el principio a
considerar y exigir, y otra muy diferente el encontrarse repetidamente con
el vuelva Vd. mañana en la sátira de nuestro Mariano José de Larra, tan
oportuna ante la macro cefálica administración pública de hoy. Ante esa
torpe situación propia de los Estados modernos, ¿qué hacer?
“Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz”
4
Son numerosos los autores clásicos que se plantean estas
cuestiones, y numerosos también los periodistas de talla que las trataron
en los periódicos de otras épocas. En nuestros días, entre otros autores
podemos citar a Carlos Ibáñez, Javier Barraycoa, Miguel Ángel Bernáldez,
Javier Garisoain… y sobre todo Ruiz de Galarreta.
Este trabajo es un ensayo sobre un tema de pensamiento
relativo el presente a través de un medio periodístico. No es de historia
porque las fuentes son del presente, aunque a veces se enlace con las
enseñanzas o hechos del ayer, lo mismo que hacen las firmas recogidas. El
tratamiento es riguroso con textos de las firmas recogidas, añadiendo
nosotros la selección, la formulación y jerarquía de las ideas, y algunas
explicaciones que diferenciamos de las realizadas por los autores.
Sabemos que el planteamiento es delicado porque los autores viven entre
nosotros, por lo que estamos abiertos a sus amables correcciones se las
hubiere.
Diferentes motivos justifican estas páginas, cuyo contenido se
hace más ligero a medida que avanza su lectura, por omitir algunas
explicaciones y remitirnos exclusivamente a las firmas con cuyas ideas
prácticas organizamos en este trabajo.
El primer motivo es la necesidad de salvar y difundir las
aportaciones de unas personas que, sin participar en los grandes medios
de comunicación y editoriales, sin embargo plantean, con honradez y
abiertamente, unas coordenadas diferentes que la generalidad de los
periodistas de opinión omite o ignora. Por eso se recogen diversas firmas
periodísticas, singularmente la de Manuel de Santa Cruz, cuyo
experimentado juicio y voz es un recuerda que queremos reconocer y
atender.
Segundo: las afirmaciones recogidas en este trabajo son poco
habituales en nuestra época, pero no por ello son menos necesarias.
Aunque con ellas se podría presentar una antología muy pedagógica de
evidente utilidad, este trabajo recopila y ordena numerosas respuestas a
los problemas planteados, como lluvia fina que ablanda la dura costra de
un zócalo meseteño. Hoy, al hombre que vive con estrés, ansioso por estar
en todas partes y conocer todo -por eso pierde fácilmente el Norte-, le
conviene el apoyo de escritores que estimulen la concreción, clarificación y
el compromiso. Para ello, el estilo directo de nuestros autores y cierto
desenfado frente a la pedantería, frivolidad y el racionalismo actuales,
iluminan lo que se desea aportar.
Para mantener el Norte y faro en los vaivenes de la actualidad, a
todos nos gusta consultar por su brevedad, profundidad y solidez -aunque
el ejemplo se retrotraiga mucho en el tiempo-, las Meditaciones del
emperador Marco Aurelio, escritas al comenzar la crisis del Imperio
romano, o bien los trabajos de Séneca el Joven durante el primer Imperio
romano y tantos otros. Citamos estos autores estoicos y “clásicos” porque
recogerían lo perdurable que hay en el hombre y las sociedades, no ya en
el ámbito de los principios metafísicos sino del comportamiento.
“Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz”
5
Pero volvamos a nuestros días. Ante los grandes cambios
actuales, todos apreciamos síntesis y antologías como los planteamientos
de Cómo reorganizar Rusia tras la caída del comunismo escrita en 1991
por el Premio Nobel, Alexandr Solzhenitsyn. Es otro ejemplo.
El tercer motivo, y en relación al tema que nos ocupa, los
autores que seguimos ofrecen un racimo de consideraciones prácticas,
hoy inusuales en la prensa diaria y de lo políticamente correcto, lo que les
otorga un mayor interés. Han preferido cultivar la cepa de las cien
preguntas que formularía nuestra sociedad llamada líquida: tan mal están
las cosas que cuestionarse algo ya es un paso adelante. En tiempos de
crisis, surgen soluciones conforme a las circunstancias, como hicieron en
otro tema y a otra escala los injustamente desconocidos arbitristas del
siglo XVII. Que no ocurra como con ellos, pues si Colbert y Adam Smith
son debidamente conocidos, también debieran serlo Tomás de Mercado,
Ortiz, Cellorigo, Moncada, Fernández de Navarrete, de la Cerda y diez
más de esa época, anteriores a ellos.
Junto a los aspectos fijos y estables, interesan las adecuaciones
a la realidad de la vida cotidiana. Por ejemplo, la situación de cada pueblo
es diferente, los países europeos no debieran gobernarse igual, sus
Constituciones no tienen por qué ser similares, y los estatutos
autonómicos de las 17 comunidades españolas no tienen que seguir el
mismo patrón.
Las aportaciones de este trabajo son para aplicar en el presente
inmediato. ¿Pero cómo hacerlo? Quizás alguno piense que a nuestros
autores se les ha parado el reloj, el calendario y cualquier medida
temporal, y que se han quedado en el siglo XIX. Quizás eso no sea un
demérito, porque los socialistas hablan de cien años de honradez y
ensalzan a su fundador Pablo Iglesias, y los conservadores lo hacen
continuamente con Cánovas del Castillo, y los posteriores Antonio Maura
y José María Gil Robles, por muy alejados que estén de nosotros el
marxismo de unos y el liberalismo de otros. Pues miren: ocurre que en la
historia de España hay otras muchas personalidades y tendencias que son
diferentes a las que dichos señores representan. Pero más importante que
eso es la sana costumbre del tradicionalista de cultivar, como forma de
vida, algo tan razonable como el conservar renovando y renovar
conservando, no exagerar la importancia de las circunstancias sobre el ser
y naturaleza de las cosas, analizar cómo reacciona el hombre, y tener en
cuenta la psicología de masas, así como las enseñanzas de la historia.
Cuarta: las circunstancias afectan al desarrollo de los
acontecimientos, suponiendo la política el ejercicio de ciertas virtudes
activas, algunos presupuestos y consideraciones.
Los autores que seguimos -y es el quinto motivo- no están
“echados para atrás” o fuera de su tiempo, ni en los medios y
procedimientos, ni en la defensa de asuntos como las libertades cívicas, la
auténtica representación social y política, diferentes principios básicos
inamovibles o bien la presencia de Dios en las realidades temporales. Nos
“Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz”
6
referimos al Dios personal y no a ídolos como el individuo o el grupo, el
dinero, el partido político, la cultura o lengua, las costumbres, la etnia y
raza….
Hace algún tiempo las autopistas de la comunicación e
información, presentadas por estirados agoreros del progreso indefinido,
impresionaban a todos para llegar ahora el momento de la llamada
“inteligencia” artificial que a otros obnubila. Hasta hay debates escolares y
universitarios públicos sobre ella última.
Sin embargo, impresionarse por las TICs no significó tener
miedo a los nuevos medios y procedimientos, ni auto marginarse. En este
importante tema, los cambios y la novedad han sido reales, pero no hay
que exagerarlos, pues no han modificado los paradigmas de nuestra
civilización, ni la naturaleza humana, ni las aspiraciones profundas de
hombre. El hombre sigue siendo lo que siempre fue.
La nueva situación técnica puede ser asimilada con cautelas, y
no obliga a “echarse atrás”. Desde luego, exige estar en guardia ante la
posible alteración de los mensajes, las tramposas e indebidas
simplificaciones, y un exceso de información muchas veces vinculado a la
falta de calidad informativa.
Las TICs también facilitan la ruptura del monopolio
informativo del periodismo en papel y de las televisiones públicas o bien
de los oligopolios privados. Quien desea intervenir en el presente debe
utilizar estos medios, buscar eficiencia, y ser capaz de utilizarlos de forma
inteligente, medida y con un buen fin.
De todas maneras, no todo es inocuo, pues hay que reconocer
que un ordenador con conexión wifi no es una mera herramienta de la que
echamos mano cuando la necesitamos, sino que se ha convertido en un
apéndice orgánico que nos acompaña allá donde vamos, aunque no lo
necesitemos
En resumen; sin quebrar el pasado como si de una caña
azotada por el viento se tratase, de un pasado que nos ayuda a
configurarnos individual y socialmente, y sin olvidar tampoco qué cosa
sean el hombre y las sociedades según la realidad de las cosas, o bien la
importancia de lo mudable a la hora de mantener y configurar posturas
prácticas que elevada exigencia personal y grupal, el lector de cultura
hispánica comprenderá con facilidad los contenidos transmitidos y el
estilo utilizado por las firmas recogidas en estas páginas, afín por otra
parte al pensamiento contrarrevolucionario de cultura católica.
No en vano el presidente de Perú, Kuczynski, consagró su país y
política al Corazón de Jesús en octubre de 2016 -aunque
contradictoriamente después promulgo leyes impías-, y, a comienzos de
2019, la diputada federal de Brasil, Christine Tonietto, consagró su
“mandato a Cristo, Rey del Universo, a Nuestra Señora de la Aparecida,
Patrona de Brasil, que es la tierra de la Santa Cruz”. Y terminó con un
“¡Viva Cristo Rey!” (“Corrispondenza Romana”, 25-II-2019). Podríamos
citar otros políticos de hoy día en Polonia y Hungría, incluso alguno de
“Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz”
7
Italia, pero a ningún español. La católica España ha terminado
oficialmente laicista y paganizada, siendo el deseo de una “nueva
evangelización” –por otra parte necesaria- la coartada de algunos para
disimular sus responsabilidades en estos tiempos críticos.
Afortunadamente lo oficial no siempre coincide con lo real, y menos en
países de cultura católica y fe ayer arraigada.
¿Quién es el destinado de este trabajo? Nuestra
aportación, basada en autores católicos -no liberales- y de auto percepción
antiliberal, no será fácil de digerir a los afectados ideológicamente del
Liberalismo, salvo que hagan gala de un meritorio valor personal, e
incluso tampoco lo será a los resabiados de una mentalidad y praxis
liberal, frecuente en ciertas asociaciones católicas de todo el Occidente
desarrollado y especialmente en España.
La católica España ha sido obligada a seguir una política a la
italiana, trasladando al suelo ibérico la situación italiana de 1945 sin
fundamento alguno, la fraudulenta democracia cristiana, y los análisis y
apreciaciones de Maritain, mucho más fáciles y relajadas que las
planteadas en la España tradicional. Tras rechazar las élites españolas -
seglares y eclesiásticas- la base tradicional recordada por Menéndez
Pelayo y otros autores, la democracia cristiana ha desaparecido, a Maritain
nadie sigue, y los responsables del laicismo y paganismo actuales siguen
sin reconocer sus responsabilidades y culpa. Como la enorme oferta actual
en internet puede fácilmente arrinconar estas cuartillas, invitamos a que
cada cual cumpla lo mejor que sepa y pueda.
Contrariamente a lo que puedan sentir los seguidores del
Liberalismo, los tradicionalistas podrán encontrar sus delicias en la
propuesta de este trabajo. De todas maneras, unos y otros considerarán
los textos recogidos para templar el carácter y trabajar en la sociedad y
la política.
Las fuentes utilizadas son el quincenal navarro católico
“Siempre P’alante”, nº 700 (16-VII-2o13) a 810 (16-VII-2018).
Los autores. Las siglas según orden alfabético son: AdG:
Aurelio de Gregorio; ES: El Serviola; Dr. FFdezA: Doctor Felipe Fernández
Arqueo; JU: José Ulíbarri; MSC: Manuel de Santa Cruz; PE: P. Echániz;
PL: P.Loidi. Estas firmas han aparecido en otros medios de comunicación,
por ejemplo en el “¿Qué Pasa?” de los años sesenta, en el diario carlista “El
Pensamiento Navarro” hasta su desaparición en 1981, en “Iglesia-
Mundo”, “Roca Viva” etc.
Las firmas que ofrecemos forman una unidad, lo mismo que el
índice que las enmarca, el criterio que las selecciona, y la intención de
cada sujeto que interviene. Sin duda, cada autor de las afirmaciones
seleccionadas podrá sintetizar mejor que lo aquí expuesto, por lo que
animamos a la lectura de los originales, aunque esto último no sea fácil
debido a la limitación editorial de la revista madre que es el quincenal
navarro católico “Siempre P’alante”, dirigido por el Rvdo. Don José
Ignacio Dallo Larequi Creemos que el autor de cada uno de nuestros
“Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz”
8
textos, que conocemos personalmente, estará básicamente conforme con
lo que exponemos en este trabajo.
Las firmas consultadas conectan con periodistas españoles de
otras épocas, ajenos a concesiones y desvíos sociales. Estos no buscaban la
corrección política -término éste de actualidad-, no sacrificaban todo a la
mayor amplitud del público sino que deseaban que éste fuese selecto y
estuviese bien formado, y tampoco ofrecían ante todo una salida práctica
por decir que la política era el arte de lo posible. ¿No sería mejor decir que
la política es el arte de hacer posible lo que parece difícil o imposible?
Citemos algunos autores, remontándonos hacia el curso alto de ese río
cambiante que es el tiempo, tales como Rafael Gambra Ciudad, Álvaro
D’Ors Pérez Peix, Javier Nagore Yárnoz, Pérez-Madrigal, Maeztu, Senante,
José Roca y Ponsa -el magistral de Sevilla-, Fabio, Bolaños, Sardá y
Salvany, Navarro Villoslada, los Nocedal, y tantísimos otros hasta De la
Hoz y el gran Balmes.
La firma principal que se ha seguido es la de Manuel de
Santa Cruz. Hemos tenido la fortuna de que el autor nos haya entregado
todos los artículos que publicó en numerosas revistas religiosas, sociales y
políticas (1), y metódicamente iba archivando desde 1953. También es
autor de numerosos libros y artículos de historia (2). Si comparamos
dichas colaboraciones con las recogidas en este trabajo, se observa que
siguen una misma línea de observación, análisis y pensamiento (3).
También, y por las fechas de unión entre los carlistas, son destacables sus
artículos en el boletín “Unión Carlista” de 1978-1981 y “Acción Carlista”
de 1985-1986.
A veces, las afirmaciones de este autor bajo seudónimo, pueden
parecer poco verosímiles cuando de alguna manera confunde lo que
debiera ser con lo que es. Es decir, puede resultar utópico defender el
reconocimiento público y político del reinado social de Jesucristo cuando
los católicos no están activos, ni quieren hacerlo y hasta desconocen aquel
por falta de formación, siendo ellos los únicos necesarios para ponerlo en
práctica.
La pregunta es: ¿se debe dejar de promover que el poder
público reconozca a Dios y la Buena Nueva, porque los católicos y su
jerarquía eclesiástica no lo hacen, quizás no lo quieren hacer, e incluso lo
ignoran? ¿Ha caído España y los españoles en la hipótesis más
lamentable? Un análisis no superficial de la situación nos mueve a creer
que España y los españoles aún no están en esa circunstancia, aunque
estén a las puertas, como le ocurrió a la antigua Francia. Si llegase a ella,
que no sea por culpa de los españoles conscientes, que deben velar por sus
contemporáneos.
En realidad, con dicha aparente ficción, Manuel de Santa Cruz
pone a salvo el deber cuando éste es de hecho incumplido. También
permite pensar que la verdadera ficción es buscar algo bueno en los
incumplimientos -culpables- de gran parte de los católicos y su jerarquía
eclesiástica. La práctica de la soberanía social de Jesucristo depende de
“Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz”
9
“la cosa” misma y de la capacidad sociológica que los católicos deben
mostrar, más que del incumplimiento de sus propias obligaciones. ¿Qué
no cumplen? Pues se les anima a cumplir lealmente, debiendo ser
contados en principio entre los buenos. ¿Qué lo ignoran? Pues se les
explica y enseña cordialmente. ¿Qué son débiles? Pues que hagan los
Ejercicios Espirituales de San Ignacio, y que recuerden e imiten a sus
mayores. El problema sociológico no se resuelve cediendo lo que se debe
defender en una sociedad capaz de ello por su bautismo y origen, historia,
psicología y hasta sociología. Tampoco cediendo a su voluntad, por
ignorancia y debilidad, sino convenciendo a los católicos en el ejercicio de
sus responsabilidades. Y después, que cada palo aguante su vela, que
nadie se lamente de las consecuencias, que nadie llore como el moro
Boabdil a decir de su buena madre, ni urja a otros a la nueva
evangelización como si él no fuese responsable del avance del
descreimiento.
Los artículos. El estilo de los artículos analizados y recogidos
es muy actual, directo e incisivo. Es dinámico, prefiere la brevedad, alterna
la expresión seria con lo coloquial, y busca reafirmar al lector e impulsarle
a la acción. Se muestra rotundo y acerado, conceptista y a veces irónico,
casi siempre práctico, conociendo la bibliografía de los autores
tradicionales, a la que a veces se refiere de memoria debido a la edad y al
carecer de las referencias bibliográficas, en algunas cuestiones con una
posición muy personal.
La dispersión de los artículos e ideas de la prensa utilizada en
este trabajo, y sus matices, nos ha exigido aportar abundantes textos, que
a veces pueden parecer algo excesivos, con el objeto de dejar claro lo que
los autores quieren decir.
Organización expositiva. Nuestra exposición se organiza en
37 consideraciones, más o menos extensas, algunas a su vez
subdivididas, y todas ellas agrupadas en los epígrafes del citado
Índice. Conlleva el análisis previo de las aportaciones expuestas en unos
250 artículos firmados como Manuel de Santa Cruz y otros nombres
(Sigla, nº revista “Siempre P’alante”), auto titulados como “inasequibles al
desaliento”. Estas firmas han escrito en el mismo sentido y
quincenalmente, desde el nº 1 (6-III-1982) hasta el último nº 831 (1-VII-
2019), durante 37 años seguidos.
La selección y agrupación de las aportaciones se realiza bajo
nuestra exclusiva responsabilidad. Es muy posible que durante la lectura
de los abundantes textos seleccionados, el propio lector extraiga sus
propias conclusiones.
En ocasiones, y sobre todo al comienzo de este trabajo,
añadiremos algunas consideraciones y explicaciones a tono con los
autores, sin contradecirlas y mucho menos descafeinarlas, advirtiendo
que lógicamente son de nuestra autoría. Es muy importante señalar lo
que es de ellos y la explicación o criterio que añadimos nosotros. Lo que
“Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz”
10
es claramente de ellos son los textos y la enumeración de epígrafes
sacados de los mismos y ordenados.
Este trabajo se redactó para el XIII Congreso de la Comunión
Tradicionalista Carlista (Madrid, 12, 13 y 14 de octubre de 2018), y fue
presentado de forma reducida, omitiendo buena parte de los textos por
falta de espacio. El título fue: “Un éxito -como todo, relativo- y los peligros
del carlista. (Prevenir pequeños derrumbes). Al XIII Congreso de la CTC.
2018”. El propósito era didáctico debido al interés que muchas ideas de
Manuel de Santa Cruz, y otras firmas, podían tener entre los asistentes. La
parte IV podría ser matizada por unos u otros de ellos, pero hemos
querido ser fieles al periodista para quien todos sus aspectos forman una
unidad monolítica. Otra cosa sería traicionar sus contenidos.
El autor de estas páginas es independiente en su trabajo
profesional, y no está sujeto a compromisos. Si esta libertad le permite no
estar condicionado, y no sesgar u omitir el mensaje de los textos
trabajados, resulta que la búsqueda de la verdad le ayuda a medir
cabalmente sus afirmaciones. Ha dedicado su tiempo con gusto a beneficio
del lector curioso, y lo ha realizado sin ayuda ni estímulos ajenos.
Hoy día, quien desea hacer algo debe ser su propio motor,
mecenas y editor. Los más amigos no suelen -quizás por eso mismo- dar
las gracias, lo que no es una virtud sino algo a corregir, aunque en el fondo
se suponga pues muchos tienen una personalidad agradecida. Quizás deba
ser así para garantizar la independencia y libertad de la investigación, y
quizás así haya sido muchas veces, pero sirva esto como queja con el afán
de que mejoren las costumbres de nuestra gente.
I. Las dificultades del español de a pie
1. Dos deficiencias posibles
1. La experiencia demuestra que la actual crisis global
puede ahogar la vida individual de cada uno de los españoles de
a pie, como ocurrió en otros momentos críticos de la historia. Nadie está
libre de toses y epidemias, según recuerdan de forma desinhibida los
“inasequibles al desaliento”.
A nuestra particular consideración, los españoles han asistido a
la crisis que desde décadas sufre la cúpula política española, y a las
componendas de una jerarquía católica acomodaticia que se ha codeado
excesivamente con aquella, en función de la llamada transición
democrática, del liberalismo y socialismo, y de los nacionalismos
separatistas, ayer llamado vasco y hoy también catalán. Cuando se habla y
critica mucho el acercamiento del alto clero español al régimen franquista,
es porque el clero de la llamada transición democrática se enfeudó mucho
en la política liberal-socialista, cosa que no hizo su antecesor porque no
“Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz”
11
tenía nada de qué ser perdonado, porque carecía de complejos, y su
principal afán, que era el reinado social de Jesucristo, se veía cumplido en
las leyes y el ambiente social y político.
Aunque hubiesen cedido por huir de lo que calculada e
inapropiadamente el malogrado Joaquín Ruiz Giménez llamó nacional-
catolicismo, los españoles tenían que haber superado la tentación de esta
palabreja, que suena a nacional-socialismo, y tenían que haber explicado
la verdad y fundamento de la España confesional católica, que nada tiene
que ver con la confesionalidad protestante, y menos con cualquier tipo de
totalitarismo como el de las ideologías comunista, nacionalista (nazismo,
fascismo etc.), y otras actuales. Por oportunidad, trampa o por
convencimiento liberal desde hace décadas, esa falta de explicación y
enfeudamiento ha generado el hundimiento político y social de España.
Si esto no es bueno, peor es que dicha crisis socio-política se
haya trasladado o prolongado inexorablemente, generando la crisis
familiar y personal de muchos millones de españoles. Es propio del
liberalismo olvidar la conexión entre la política, la sociedad y la persona
individual, incumpliendo así lo que tan bien recordó el magisterio de la
Iglesia. Junto a este gran descuido, se pensó que todo era válido, que era
desfasado el sabio consejo de cuidar las lecturas, la vista, los amigos, los
ambientes que se frecuentan, la música… lo que ha provocado estragos
religiosos, espirituales y de deshumanización.
Muchos males en España vienen de fuera de ella -son exógenos-
y transmitidos desde muy “arriba”. En ello ha insistido Manuel de Santa
Cruz, y nosotros lo hemos defendido en una ponencia al Congreso de la
Unidad Católica en Zaragoza en 1996 (“La unificación del mundo a través
de la historia”), y 1999 (“La influencia anticristiana de as europeizaciones
desde la Revolución francesa”). Los ejemplos del pasado son numerosos.
Nos remontaríamos a finales del siglo XVIII e incluso al erasmismo del s.
XVI. Quizás, y ya en la actualidad, un síntoma de su transmisión, sean, hoy
día, las memorias personales de altos dignatarios como los monseñores
Tarancón, Cirarda, Setién, y Sebastián entre otros. Nuestro respeto hacia
todos ellos, pero también nuestro desacuerdo en su línea sociopolítica de
orfandad que han dejado a los católicos, pues el Liberalismo teórico-
práctico que estos y otros autores han plasmado en la polis no es bueno
sino calamitoso. Nos quedamos con los ocho señores obispos que por
motivos exclusivamente religiosos y pastorales se opusieron a una
Constitución como la de 1978, que ni da al César (poder político y
sociedad) lo que es del César, ni da a Dios lo que es de Dios.
Si nos referimos al ámbito personal y familiar, social, político y
eclesial, nosotros y los autores a quienes seguimos, observamos dos
deficiencias y enfermedades muy graves a nuestro alrededor, de las que
nadie está excluido. Trataremos sobre todo de la segunda.
1º La primera deficiencia es la de quien no pone los medios
para cuidar y proteger, por ejemplo, las virtudes teologales -fe, esperanza y
“Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz”
12
caridad-, o bien las cardinales -prudencia, justicia, fortaleza y templanza-,
así como la herencia espiritual y religiosa recibida. Es el caso de muchos
católicos, creyendo superficialmente que así pueden considerarse
cristianos adultos. Es el caso también del retoño de cualquier familia
tradicionalista, cuando cede a la comprensible pregunta: ¿lo que aprendí
de pequeño es verdad, es lo bueno y por ello obliga? ¿Debo crear
continuamente mi propio bien y verdad como si todo dependiese de mí, e
incluso sacudirme todo “deber ser” y toda obligación considerada como un
yugo, para sentirse libre? No cabe duda que esta autonomía radical
esconde saltos o lagunas en el razonamiento sobre la realidad, falacias y
una falsificación de la verdadera libertad conforme al libre examen, la
duda metódica y un individualismo radical.
2º Sin embargo, la deficiencia que más preocupa es otra. Es
la de quienes han conservado esa fe personal junto a la herencia recibida,
poniendo los medios para ello, pero sufren el riesgo de amoldarse a
las modas existentes en la opinión pública. Este amoldarse se debe a otro
tipo de tentaciones como el de no “salirse de la Historia”, alegar el
cansancio, la utilidad y conveniencia institucional, o para que las nuevas
corrientes no hagan ineficaz el apostolado y la ansiada nueva
evangelización.
2. La segunda deficiencia es la de quienes ceden por
cansancio, conveniencia, o deseo de amoldarse parcialmente, e
incluso por motivos apostólicos, a lo que es socialmente un
hecho común y no es objeto de discusión como los gladiadores y
esclavos en la época romana, o bien sus ídolos.
Esta tesis es incisiva en el periodismo de Manuel de Santa Cruz.
Nosotros consideramos que llegar a esta posición puede ser muy
respetable, pero se trata de una deficiencia de un origen muy emotivo.
Quien tolera posiciones disparatadas y crueles, tarde o temprano tiende a
aglutinarse en torno a quien pueda responderles con cierto éxito a los
primeros, aunque sea un agente al que anteriormente haya
combatido. Es el caso del que siendo inicialmente pro vida, afirma que
“hay que acostumbrarse al aborto”.
Creemos que esta segunda deficiencia puede afectar:
2.1. A quienes hasta ahora han trabajado en asociaciones
políticas tradicionalistas con un gran entusiasmo y luego con más
abnegación que entusiasmo. Es comprensible sufrir bajones anímicos al
margen del convencimiento racional y de fe. Esta claudicación supondría
la vuelta a la familia, al trabajo, y a la sacristía, sin hacer caso a los últimos
Papas para quienes tenemos que salir hacia el exterior y conectar con el
mundo, con el WhatsApp, diferentes redes sociales etc. La solución al
cansancio parece más fácil: ocuparse con amor en otro servicio.
2.2. Sin embargo, esta segunda deficiencia también puede
subyugar a familias enteras, de herencia tradicionalista, que se han ido
apartando inconscientemente y de facto del compromiso ad extra.
“Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz”
13
Familias que principalmente velan y estimulan para que cada uno de sus
miembros sea motor de sí mismo y esté bien orientado en la intimidad y en
un reducido radio de acción. Familias que se centran en las instituciones
religiosas ortodoxas, dejando para otros los servicios más comprometidos
y necesitados de apoyo de los propios, aunque ellos los vean con muy
buenos ojos.
2.3. Por último, puede afectar a los católicos expuestos a seguir
las orientaciones de las instituciones clericales, aturdidos incluso por las
afirmaciones ciertamente liberales prácticas sobre el laicismo, efectuadas
por algunas significativas jerarquías religiosas y hasta del Papa en Francia
y Río de Janeiro.
Junto con nuestros autores realicemos las reflexiones
siguientes. Quienes ceden después de mantenerse en pie tras varios
envites, suelen afirmar como excusa: “ya no es nuestro momento”, “hemos
pasado y hay que dar paso a otros”, ya se ha trabajado suficiente pero sin
ver frutos, esto es un desierto, nuestro esfuerzo no es sostenible, y
debemos centrarnos en la recristianización individual. Dirán que esto es
estar con los pies en la tierra, sobre todo después de haber trabajado la vía
política tradicionalista una y otra vez. Según ellos, esto sería lo objetivo e
inteligente. El tema es por qué no lo pensaron antes. La tentación se
recrudece cuando los propios les recriminan la cantidad de oportunidades
perdidas, cuando los considerados piadosos con un plus subjetivo de
credibilidad realizan sus comentarios de parte, y hasta sugieren que nadie
debe “atarse” e hipotecar su propia imagen con el objeto de no perder
eficiencia institucional y apostólica. Algunos incluso se presentan como
estudiosos de la vida espiritual del hombre según el método de las ciencias
humanas.
Este planteamiento es preocupante tanto por lo que
conlleva como por sus resultados. También desvela que al “mal
menor” -o mejor, al “malminorismo”- se puede llegar directamente desde
posiciones liberales moderadas, o bien indirectamente por la desesperanza
y cansancio de los esforzados antiliberales.
Ello supondrá un mayor desvío de mezclarse con los enemigos
“moderados” -aun protestando de los propios orígenes-, y si se abandona
la propia organización socio política para hacer causa común con los
“moderados” frente a los más radicales. Es como un abrazo de Vergara de
1939, sin exilio a Francia y con alguna capacidad -inicial y aparente-
para ocupar parcelas de poder en el Ejército isabelino y filtrarse en los
sectores vencedores de la política. Estas posiciones vienen de épocas
pretéritas, y experimentadas de nuevo hoy, han conducido al fracaso final
a quienes se infiltraron en el Partido Popular y luego, tras la clamorosa
traición de éste (el Sr. Aznar, y luego el Sr. Rajoy), salirse de él como el
caso de la cúpula de algunos nuevos partidos.
El planteamiento al que nos referimos también puede ser fruto
de ese enemigo llamado soledad, experimentada por quien ejerce
responsabilidades. Si se acusa el cansancio, puede ser aconsejable
“Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz”
14
descansar una temporada -que no es no hacer nada-, todo menos entregar
las posiciones al enemigo. Si aquel es fruto de la comodidad, según dicen
necesaria para trabajar, pues trabájese antes en la gran familia carlista que
debe ser una organización tradicionalista.
3. Llegado el momento, cada cual debe responder de sí
mismo. El hombre es un ser responsable de lo mucho y bueno que ha
recibido, y así lo reconocen los buenos españoles que advierten la
grandeza, hondura y firmeza de la civilización a la que pertenecen por
católica y española, es decir, tradicional y actualizadora ante los restos
presentes. Los hombres de la Hispanidad son lo que están mejor armados
para librar el combate actual.
Junto a ello, consideramos necesario no descorazonarse ni
autoflagelarse cuando no alcanzan sus objetivos proyectados. Los
penitentes con capucha en las procesiones de la Semana Santa barroca,
que se autoflagelaban públicamente por sus pecados, han sido hoy
sustituidos por los pacientes, pues ya dijo Nuestro Señor que con la
paciencia salvaremos nuestras almas.
Lejos del ilusionismo y la falta de crítica, hoy puede reconocerse
lo siguiente. Desde 1986, los tradicionalistas españoles han hecho cada vez
más actividades y en más ámbitos, y, sin embargo, los que se reconocen
como tales cada vez son menos en número debido a las bajas por edad.
¿Por qué? En primer lugar, muchos han pasado por las asociaciones pero
no están activos de veras, y, segundo, los campamentos juveniles debieran
ser una cantera de jóvenes comprometidos, virtud ésta que hoy no tiene un
gran predicamento. Quizás unos pretendan ir muy deprisa o ansíen más de
lo que deben, o quizás la juventud sea -lo que no es extraño- algo
superficial, influenciable o amiga del éxito inmediato.
Quien intenta cumplir los objetivos, puede preguntarse: ¿por
qué seguir adelante y cómo perseverar? Para resituar esta peligrosa
inquietud hay que alejarse de cualquier ansiedad, de simpatías
racionalistas -siempre insatisfechas a pesar de recibir suficientes
“Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz”
15
explicaciones-, de una medida hecha a mera voluntad, y derrochar
confianza y sentido del humor. Los cristianos saben de Quien se fían y a
Quien sirven. Él es quien dirige la historia, el Amo de la viña, y los demás
sus peones. Para seguir, lo importante es la búsqueda del servicio aún sin
ver los frutos, poniendo los medios más adecuados y profesionales.
Para uno de nuestros autores, “Estas palabras serían una
vergüenza para España si no fuera tan evidente que somos un país
ocupado por fuerzas ajenas a nuestro ser” (ES, 744), y que el marco social
y eclesial en nada favorece el plantío, el trasplante y el crecimiento. Como
si fuera el laborioso cultivo a mano del arroz. Por eso, en estas páginas se
enumeran varias reflexiones de los “inasequibles al desaliento”, que bullen
interiormente por herencia y formación, por esa gran llamarada de amor
que, sin duda, crece estando siempre en la oposición política o bien cuando
existe una prologada orfandad respecto al titular de la monarquía. Quede
tranquilo el lector, que no se va a encontrar con ser reflexiones teológicas
ni de principios doctrinales, sino consideraciones prácticas, las más de
las veces real o aparentemente universales.
2. Primer escollo: dificultades o
desmotivaciones -no contradicciones- internas. Los
tradicionalistas sufren los defectos de todo quisque.
4. Hay ejemplos de cómo hoy el ambiente liberal influye
de una manera agobiante en el hombre de hoy. Un ambiente así
considera al hombre libre de toda obligación, niega el deber para afirmar -
dicen- la libertad, y toma el amor perfecto como modelo pero en
detrimento de otros móviles o estímulos, confundiendo así la imperfección
con lo despreciable, al estilo maniqueo. Es como exigir algo que es
dificilísimo para el hombre como si eso tal debiera ser moneda corriente.
Un libro, ya clásico, de Ramón García de Haro, titulado La conciencia
moral (Pamplona, 2ª ed., Rialp, 1978, 194 pp.), explica qué es realmente la
libertad, la moral, y cómo actúa la Gracia divina, así como la configuración
interna del hombre.
Recojamos a continuación un importante tema que afecta a
católicos que se hacen liberales.
Conviene dar a Dios lo que es Suyo por obligación de
conciencia, y no sólo por exclusiva voluntad propia, pues la obligación no
es sinónimo de falta de libertad, sino que se trata de diferentes realidades.
El supremo argumento del seglar “mayor de edad” -término éste confuso y
de moda en algunos ámbitos-, no es el actuar “porque quiere” como si
gozase de la visión beatífica…, sino reconociendo una gozosa
subordinación al Amor de Dios como lo hace la “esclava del Señor”.
“Sentirse obligado” no es propio de las almas infantiles porque, en
realidad, se “está obligado al amor”. El amor convierte la obligación en
“Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz”
16
algo perfectamente asumido en su contenido y forma, que rebaja el
esfuerzo hasta quizás hacerlo desaparecer. El hombre se desposeería de sí
mismo para entregarse absolutamente al Amor de Dios, al estilo San Juan
de la Cruz en el amor místico de su Cántico Espiritual.
Por otra parte, como el mismo Dios no deja de ser libre por no
hacer y no poder hacer el mal, pues el mal es una carencia de Bien, ello
exige al hombre no rechazar como impura una motivación inicialmente
negativa como es el temor. Ni se debe exigir algo dificilísimo, como si eso
tal debiera ser moneda corriente, ni las motivaciones negativas dejan de
ser muy útiles para todos los humanos por adolecer de un estado de
imperfección, lo que es el primer paso a la verdadera humildad o estado de
perfección, toda vez que el temor de Dios es un primer escalón para el
amor.
En estado de perfección, la asunción de las responsabilidades y
del amor es tal que el concepto “obligación” ni se plantea. Pero, claro,
¿quién llega a dicho estado en esta vida mortal? Quizás la crítica de los
utópicos, de los puristas y de los que ponen peros a lo que no salga de ellos
mismos, lo que es propio del Liberalismo, sea capaz de ello. Dicha crítica
más parece una coartada que un argumento.
Los llamados liberales -término que nada tiene que ver con el
ser generoso y desprendido del “castellano viejo”- afirman dicha libertad
como opuesta a cualquier consideración de obligatoriedad. La auto
obligación, la auto limitación y auto representación -quizás llenas de
vanidad-, sería para algunos lo único digno del hombre independiente, lo
propio de un estado de cuasi perfección del que el hombre carece, y que
cuando lo posea lo es únicamente por gracia de Dios.
Muestra de una enorme frivolidad y de un hombre lleno de uno
mismo, es la afirmación que a veces se escucha de no tener necesidad de
salvación. “- ¿Salvarme de qué, de quién y para qué?”. “- Pues, de entrada,
de ti mismo -responderíamos-”. A tales personas la Providencia les espera
en los revolcones que a todos les da la vida.
Un autor como García de Haro, al que ahora seguimos, afirma
lo siguiente:
“Resulta así patente la absoluta inversión de una libertad sin
guía hacia la unión con Dios, sin finalidad: la pertenencia
constitutiva del acto al sujeto, que implica la libertad, tiene los
límites de nuestra condición creatural. Yo me pertenezco
realmente sólo en cuanto sujeto finalizado, medido por la
norma: el ser y la ordenación al fin me están dados
independientemente del modo con que reaccione desde mi
subjetividad. Lo único que me pertenece incondicionalmente -
que es exclusivamente mío- es la privación en mis actos del
orden al fin que subjetivamente debo y sólo yo puedo alcanzar:
es decir, como pecado, como pérdida subjetiva de mi relación
con Dios. Todo el bien que soy capaz de realizar es de Dios, ante
todo, y mío sólo como causa segunda: lo único que es
“Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz”
17
exclusivamente mío, de lo que soy causa sin Dios -aunque
sostiene mi obrar- es el desorden del pecado: se debe sólo a mí
que, en esos actos, falte el debido orden al fin (…)” (o. cit. p.ag.
83).
Volviendo a nuestro desarrollo anterior, digamos que hoy es
muy fuerte la influencia del ambiente actual, y del pertenecer a la sociedad
urbana, tecnológica, de la información, que multiplica las relaciones
sociales hasta facilitar la despersonalización. Por eso, el tradicionalista –
incluidos los “inasequibles al desaliento”- es tan normal que sus defectos
son los mismos que los de su entorno de pertenencia.
Este punto cuarto podemos concretarlo, según nuestro criterio,
en seis grandes afirmaciones de experiencia, que desarrollamos al final de
este segundo epígrafe:
4.1. En primer lugar, en la cultura occidental se advierte una
clara tendencia a la comodidad, que no siempre es sana y no pocas veces
actúa en perjuicio de la responsabilidad personal. El estrés en el trabajo, la
inseguridad, la elevada autoexigencia laboral, las grandes distancias
físicas, el tiempo perdido en el transporte, la complejidad en las relaciones
humanas, la tecnificación, la inmediatez etc. provocan el aislamiento y la
búsqueda de la comodidad en los ratos en los que la persona se centra en sí
misma y los suyos.
4.2. A lo anterior se suma el individualismo, que aleja de
cualquier organización que exija ceder algo de la propia “soberanía” en el
ámbito de lo personal, familiar, eclesial, social y hasta político. Quien se
considera soberano está lejos de la realidad, por lo mismo que en la familia
no hay soberanos sino servidores del bien común matrimonial y familiar.
Lo mismo ocurre en la Iglesia y debe ocurrir en la política. Cuando uno
decide obligarse a sí mismo, ¿dónde pone su fundamento? Si es en su “yo”,
resulta un planteamiento no exento de vanidad y soberbia, con los graves
riesgos que ello conlleva, pues en realidad la verdadera obligación viene de
una instancia superior y externa a cada hombre.
“Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz”
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4.3. Tener algún grado de dependencia y un compromiso
permanente con otras personas y asociaciones, puede producir a algunos
ajenos cierta alergia o aversión, salvo que se trate de una institución que
busque la santificación de sus miembros y por ello exija una entrega total
como la llamada divina. Excepto estos casos, dicha aversión insolidaria se
fundaría en el ya mencionado individualismo radical.
4.4. En cuarto lugar, el excesivo celo por la propia libertad
puede enturbiar una deseable y confiada mirada en el futuro. Se está muy
equivocado si se cree que una asociación, por ejemplo tradicionalista,
sustrae libertades y posibilidades a quien participa de ella.
Digamos que una asociación tradicionalista en política es un partido anti
partido, que protege los cinco ámbitos citados, no los instrumentaliza ni
exagera, que busca su equilibrio, los sirve sin comprometerlos en contra,
los completa y resitúa reconociendo su natural proyección política de cada
ámbito en la forma y grado que tengan.
Una asociación así da paz y seguridad a sus asocios o afiliados.
Promueve al hombre completo desarrollando la acción sociopolítica y otra
más política. Ella es propiamente un resultado más que el origen de algo;
siendo un resultado y en cuanto tal organizado y consciente, origina
nuevas realidades por lo mismo que la unión hace la fuerza y la diversidad
propugna la unidad y eficiencia en la acción. Ayer experimentamos cómo
actúan los tradicionalistas en el tema de la EpC, y hoy en los temas del
aborto, el programa Skolae (Navarra), la Hispanidad de Cataluña…. No
actúan como un partido de la partitocracia sino que busca el bien común
en el fin tanto como en los medios.
4.5. La mentalidad utilitaria inclina a apreciar este mundo
como si fuese el destino final del hombre, y produce un sentimiento de
fracaso cuando a corto y medio plazo no se obtienen resultados
satisfactorios.
Se quiere vivir una vida mundanizada donde el objetivo es
disfrutar a tope. ¿Qué hacer entonces cuando otros nacen o caen en la
desgracia, o éste le aborda a uno mismo en el transcurso de la vida? Se
quiere morir a esta vida temporal con una felicidad natural, quizás con
medidas paliativas, sin mirar la eternidad, ni a Dios, como si las obras que
expresan la Fe no importasen. ¿Pero es posible la Fe sin obras, una
responsabilidad sin finalidad? ¿No hay que prepararse bien ante la muerte,
que es el momento definitivo del vivir para la vida eterna? ¿No debe el
hombre ejercer la consciencia, sobre todo en los momentos cúlmenes de su
vida? ¿No hay conciencia y perdón de Dios?
Dicha mentalidad utilitaria del disfrutar a tope, del
despreocuparse de la muerte… origina y agudiza los agravios comparativos
entre las personas con un sentido totalmente egoísta. Dificulta aceptar
una pérdida de “posición” personal y sociolaboral por confiar
excesivamente en dicha “posición” para hacer el bien. Y pone el afán en
huir de eso que llaman “quemarse”, lo que se debe al no refrescar el alma
con la paciencia y la Gracia divina.
“Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz”
19
Hoy no se soporta el relativo fracaso ni el éxito
relativo, y se busca maximizar toda situación, ya por utilitarismo, ya
por defecto economicista, ya por cálculo político de acceder o conservar el
poder.
4.6. Por último, observamos que el hombre actual desea elegir
permanentemente la organización en la que trabajar. Así quiere hacerlo
aunque contradiga la vida cotidiana en el ámbito minoritario y
comprometido de la política, pues -en efecto- el día a día incluye el
“nosotros” y que las cosas generalmente “se encuentren”.
Realicemos aquí unas consideraciones psicológicas y morales.
Esto es una aplicación al afán del hombre moderno de
autodeterminarse sin fin, instalándose en él el mal absoluto nihilismo
filosófico, moral y jurídico.
Este purismo en el ejercicio del libre albedrío que exige una
elección permanente, desearía encontrar una Asociación a la
personal medida, unos responsables proclives a la identificación más
que al respeto mutuo de la propia imagen y semejanza, todo lo cual
no siempre es posible ni conveniente. Un planteamiento así expresa la
dureza del hombre ya para ceder ya para obedecer, aunque las
asociaciones civiles y religiosas no suelan pedir tanto; a veces sólo
reclaman un “sí” o un “no” como respuesta, y un “de acuerdo” o “recibido”,
como cualquier persona educada.
Algo listos, más autosuficientes, y sobre todo muy celosos,
quisiéramos hacer lo que nos da la real gana, y abandonarnos cuando no
se siente alguna satisfacción y eficacia a corto plazo. Dada la
limitación del hombre, rubricamos el ¡ay de los siempre insatisfechos! Una
excelente dama dedicada a la política extraparlamentaria, escribió:
“Conviene por lo tanto tomar en serio las directrices que nos dé
la Junta de gobierno hasta que haya un Rey, atraer y
esperanzar a los carlistas y recibir a los que van llegando,
explicándoles nuestra postura y nuestra esperanza aunque haya
que empezar y empezar una y otra vez. Afiliarse y pagar cuota
o ayudar de una u otra forma, pero unidos” (Excma. Sra. María
Cuervo-Arango en calidad de presidente, “Acción Carlista” nº
143, 1-VIII-2018. El subrayado es nuestro).
Los autores analizados en este trabajo también dan repuesta a
un ámbito más psicológico, esto es, a un entorno de desmotivación, al ver
que nada se adelanta, que todo se apaga salvo la llama divina de la
Iglesia, único refugio que a veces hasta se nos oculta ya por los pecados
manifiestos de sus integrantes ya por el laicismo en boga. No en vano tales
autores se autodenominan “los inasequibles al desaliento”.
Añadamos por nuestra parte otra clave que perjudica a los
españoles, y es la del barroquismo, que consiste en la tendencia a
exagerar y absolutizar por elevación, relegando lo relativo. Implica elevar
en exceso los deseos, impidiendo el incremento o multiplicación de la
“Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz”
20
realidad. Poner objetivos prácticos inalcanzables. Establecer excesivos
contrastes. El barroquismo recarga y complica. No acierta a analizar
críticamente a lo Quevedo -que mucho Quevedo es- las apariencias de una
forma sencilla y popular. Induce cierto pesimismo que necesitaría ser
compensado con el buen humor al estilo de Santo Tomás Moro. Evade de
la realidad al plano del romanticismo y adelanta la persecución y unas
catacumbas algo imaginarias, que suelen ser fruto de la inacción y una
excesiva contemplación. Con todo esto, un estratega militar -o en el ámbito
civil, el político- estaría perdido salvo que se obligase a “resituar” el dato.
Pues bien, para el que trabaja, un fracaso es siempre
un fracaso relativo, porque su envés es un relativo éxito, mayor
o menor, el que sea. Otra cosa es querer trabajar y no poder hacerlo ya
por falta de medios materiales ya por falta de apoyos humanos.
Para terminar nuestras consideraciones, digamos que algunos,
quizás queriendo proteger a los educandos para cuando sean mayores, les
ponen las catacumbas en el horizonte antes de tiempo, ablandado así
la necesaria resistencia para el día de mañana, diluyendo la política en
iniciativas sociales y culturales, y encontrando hoy los cansados, los muy
sensibles o los resultadistas, una justificación para no dejarse ver entre los
que se proponen objetivos y llevan a cabo proyectos prácticos. A aquellos
les agradecemos su responsabilidad al prevenir, su celo y quizás prudencia,
pero las catacumbas llegarán cuando se deje de trabajar en lo público,
como ocurre en un ejército en retirada.
Quien reduce su actividad a su vida laboral, familiar,
conmemorativa y religiosa, y descuida lo público, hace un flaco favor a la
sociedad en un plazo corto y medio, y quizás al plazo largo de la tradición
española, que quizás sufra un ocultamiento fatal.
Tampoco es bueno ni prudente que el jardín privado, bien
trabajado y fruto de nuestros esmeros y la Gracia divina, como que
“insulte” con su fragancia el jardín hoy arrasado de la ciudad. No puede
extrañar que el Maligno atice los celos.
Hoy, por justicia, prudencia y para evitar un indebido desgaste a
causa de nuestra debilidad, es bueno dirigirse hacia los que creen que
nunca fueron tradicionalistas y sin embargo lo son. En el trato con ellos, y
como política de atracción, no hay que ocultar las propias flaquezas pero
tampoco se debiera exagerar las propias debilidades, que por otra parte
suelen ser las de todos.
A ver cómo se trabaja para, partiendo de lo anterior,
hacer brillar a ese Adelantado que recoge las mayores
aspiraciones, esto es, a ese “Alguien (que) escribió que ‘España es el
país de la eterna cruzada’ hasta la Parusía” (MSC, 768).
“Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz”
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3. Un segundo escollo. dificultades o
desmotivaciones externas
Una vez realizadas las anteriores consideraciones que enmarcan
al hombre de hoy, con la aprobación sin duda de nuestros autores,
dejémosles hablar a ellos.
5. Es muy humano proponerse levantar el ánimo de todo aquel
que sufre la honda crisis actual. Algunos elementos de ésta, que tiene
un origen externo, son los siguientes.
5.1. El sesgo claramente totalitario de la propaganda y del
estilo de lo que llamamos guerra. Hoy la guerra se ha hecho total:
“La guerra se ha hecho total (…). Estamos ante una guerra de
técnicas de propaganda activa (…) A la censura gubernativa en
tiempos de Franco ejercida desde oficinas conocidas por
personas conocidas, han sucedido otras censuras gaseosas e
inaprensibles al servicio del capital y de sus lobbies y de
potencias internacionales mediante gobiernos Quislings” (P.L,
770). Los periodistas mercenarios se quedan en lo secundario
para diluir lo principal, son costumbristas (AdG, 700), hacen
descripciones minuciosas con aspecto aséptico y neutral pero
con intención oculta de otra cosa (AdG, 701). A su vez, la Iglesia
busca un “modus vivendi”, tiene una connivencia acomodada
con los males políticos españoles en la vertiente fáctica y hasta
doctrinal (AdG, 700).
5.2. La dificultad que hay para plantear en público la
distinción entre el Bien y el Mal, aunque hacerlo sea irrenunciable y
obligatorio. En los medios de comunicación y las logias masónicas se habla
mucho, pero de opiniones, de aproximaciones, consideraciones subjetivas,
y además presentadas como “mi verdad”. No se pueden presentar como
verdaderas y objetivas -como tal verdad-, pues lo llamarán dogmatismo,
haciendo imposible el “¡eureka, yo lo encontré!”.
Otras veces, silenciar la diferencia entre el Bien y el Mal
pretende justificarse diciendo que si en una discusión o diálogo sólo se
argumenta en función de la dimensión horizontal de la vida, de los daños o
beneficios provocados en el orden temporal, suprimiendo toda
verticalidad y hasta el carácter de pecado o de virtud ante Dios, es a modo
de punto de partida y presentación para todos los tipos humanos con el
objeto de atraer su atención. El razonamiento parece impecable, pero valga
aquí nuestra crítica, pues no por este reduccionismo generalizado el
público escucha más, ni se le atrae más, y desde luego sólo logra desdibujar
la dimensión vertical de la vida y su necesidad, consolidando su lado
opuesto:
“Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz”
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“(…) no aparecen comentarios morales (…); todo se narra con la
frialdad propia de las ciencias naturales. (…). El igualitarismo y
la no discriminación, el buenismo y la preparación para los
sincretismos, han hecho una norma habitual la expulsión de los
comentarios críticos y adversos de los eventos en los que
terminan nuestras gentes sencillas. Para eso estamos en una
democracia laica, para que los mayores disparates puedan
circular impunemente libres de censuras. Se está perdiendo la
ortodoxia pública. / La distinción entre el Bien y el Mal ha sido
obligación y ocupación permanente de los cristianos, tanto de la
Iglesia docente como de la discente” (MSC, 796).
Por otra parte, las situaciones puntuales y circunstanciales que
exigen la virtud de la prudencia no pueden generalizarse. En efecto, en
cualquier caso que los temas lleguen al fondo vital de la persona, es
insoslayable presentar con naturalidad la dimensión vertical -divinismo-
del ser humano, como argumento principal y acabado. El cómo empezar el
camino de una sosegada y puntual conversión a Dios según los dictados de
la prudencia, debe concluirse, predicando al Dios desconocido como San
Pablo en el areópago.
5. 3. La sensación de
soledad y la falta real de
apoyos personales o
institucionales para el bien,
contrasta con los apoyos que por
ejemplo y desde hace tiempo
recibieron los jefes comunistas de
la marca electoral Podemos en
2015 y Unidas Podemos en 2019,
que acuden en socorro de la
Izquierda socialista y de los
separatistas en España.
“Lentamente, pero firmemente, han reaparecido en todas partes
pequeños grupos de comunistas a los que hay que volver a
prestar atención” (ES, 736; MSC, 737; P.L, 740). Podemos ha
salido de los indignados. Son comunistas. Hay que tomarlos en
serio como también debía tomarse en serio a los indignados
(AdG, 780).
Si se habla de la sensación de soledad, es normal pensar que
más vale estar sólo que mal acompañado. Cada cual elige a sus amigos, y
no tiene por qué confiar en quien, a la vista de todos, ha sido infiltrado por
la izquierda ideológica como es el caso de partidos políticos como PP,
Ciudadanos, PNV etc..
5.4. Ante los males sufridos, algunos son capaces de
relativizarlos y de animar al silencio a quien los sufre. No decimos que esto
“Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz”
23
esté mal, sino que el mal está en justificarlo diciendo esa media verdad de
que todo -menos el Purgatorio e Infierno- se puede utilizar como un
“reactivo providencial”. Los defensores del reactivo, creen que no se
debe perder las oportunidades, ni provocar alteraciones anímicas en
personas de la tercera edad que acuden a los oficios religiosos católicos,
como depresiones, ansiedades, esquizofrenia y manías…. En realidad,
mencionar el mal como reactivo puede ser una trampa para “dejar que se
cometan males” y “dejar de hacer el bien”, o para no ver el problema al que
hay que enfrentarse.
A dichos “reactivos providenciales” se ha recurrido en varias
ocasiones para ganarse la confianza y lograr el esfuerzo del fiel católico y
ciudadano medio. En la IIª República se planteó este sofisma al decir:
“Ante un ataque impío, no luchemos frontalmente contra él, porque puede
ser “reactivo providencial” para que los católicos profundicemos en el
estudio de la Verdad, corrijamos nuestros errores y despertemos de
nuestra siesta”. Eso no tuvo fruto, sino que al final las minorías sacaron las
castañas del fuego. También en otras ocasiones se ha vuelto a plantear, por
ejemplo ante la paulatina descristianización alegando que todo lo anterior
era fruto de la iglesia constantiniana, ante las leyes contrarias a la familia
diciendo tonterías como que así las familias estarán más vigilantes etc.
Hacia 1948, la organización “Fe católica” que nació para
combatir a los protestantes con la aprobación episcopal y dirección
jesuítica, fue sustituida por unas juntas de señoras que animaban a
estudiar más la Biblia. La libertad religiosa del Concilio Vaticano II
“resultó aún más irritante cuando empezaron a disimularla con la mentira
de que no cambiaba las conductas anteriores de la Iglesia”. Y al envejecer
Franco, se inició una sutil apertura para acostumbrarse a los nuevos
vientos y a reaccionar contra ello. Todos acabaron mal, descristianizando.
En 1936 se estalló después de muchísimas barbaridades (AdG, 763): ojalá
el remedio se hubiera puesto antes.
5.5. También puede observarse otro aspecto clave. Hay
personas que, desde su trabajo de dirección en instituciones religiosas, y
algo engoladas en sus cargos y hasta títulos académicos, piden a los
fieles una total dedicación, pero sin apoyar otros proyectos, y
hasta desaconsejándolos abiertamente. También piden una total
obediencia en aras de la mayor unidad. Al estar en medio del mundo,
tales instituciones pueden tener una relación problemática con él.
En ese aspecto, nos permitimos una digresión. Sin atribuir lo
que señalamos a continuación al estudio de nuestros autores, señalemos
algunas situaciones prácticas de la vida, que si como tales se atribuyen a
personas concretas, no obstante, por ser una realidad constante, proceder
de personas de calidad, y hasta originar un estilo más o menos colectivo, se
podrían extenderse a la institución eclesial correspondiente. Lo expuesto
puede parecer algo extenso, pero aplica la tesis señalada, y nos consta que
Manuel de Santa Cruz se ha referido a ello.
“Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz”
24
Lo expresamos así. Las formas de actuar en la vida cotidiana
son muchas, desde las aparentemente simpáticas hasta las inaceptables.
Ahí están los vacíos que se hacen a terceros en los ámbitos laboral y de la
amistad, a quienes se les relega en el reparto de encargos y también dentro
del grupo. Los incómodos son marcados de alguna manera para que no
“contaminen” a pesar de su buenísima formación e intención. En privado
reciben sonrisas piadosas, se les etiqueta como personas originales, como
gente con el reloj parado durante 100 años, se les identifica con La Verdad
como si no estuviesen también en contacto con la realidad social, se les
llama lefebrerianos y hasta casposos y fascistas, y se les arrincona por
salirse del tono medio, aunque al final -conforme al desenlace de los
acontecimientos- se reconozca que tenían razón… pero para seguir lo
mismo.
Esta soledad personal es fácilmente superable por los espíritus
independientes. Sin embargo, se agrava hasta el límite cuando quienes
debieran se acogedores en el ámbito religioso, crean una atmósfera
indiferente, fría y aún contraria hacia un concreto apostolado de la
política en el mundo temporal, sobre todo por la carga religiosa de la
política para ellos inaceptable a fuerza de liberales. A veces, los clérigos
que más debieran apoyar el apostolado de la política, sobre todo cuando
los intereses de la religión están por medio, son quienes más lo
desaconsejan. Entienden mal eso de “en lo opinable, caridad”, porque el
laicismo no es opinable sino condenable; también entienden mal la
“legítima libertad” cuando la ahogan para que su ejercicio no
comprometa -dicen- a la religión- y no perjudique al grupo e institución;
o bien extienden tanto la libertad que por lo visto permiten a los católicos
pertenecer a sectores independentistas que no condenan el terrorismo.
Quieren ver lo humano fermentado por lo divino, pero
sospechando siempre que lo opinable y temporal puede empañar aquello
que implica una dimensión sobrenatural (confesión religiosa, familia,
educación etc.). Si no lo fermentan ellos, que son los sabios y prudentes,
que no lo haga nadie, como sutil forma de semipelagianismo. No pocas
veces se confirma que quien recela de los demás, víctima del purismo de
no mezclar lo más mínimo la política con la religión -así dicen-, son
liberales conservadores, amigos de desacralizar y de la secularización.
Parece que la única manera de fermentar la realidad es acercarse a ella a
ocupar puestos con el objeto de evitar males mayores contra el derecho
natural. Para justificar su posición, pueden redactar libros colectivos sobre
los Papas del s. XIX, utilizando el esfuerzo de autores noveles a los que se
facilita poner las conclusiones por delante del estudio que así orientan,
pues a veces, trabajar por encargo de amistad y confianza, pone la obra
realizada al servicio de quien encarga. Incluso se da la paradoja de que,
cuando los secularizadores ponen, con su estilo propio, lo humano al
servicio de lo divino, dan por supuesto que se bendice un medio o
instrumento tan sospechoso como ser ministro del PP, a sabiendas que
todo ministro es solidario con lo que haga su Gobierno. Es el caso de quien
“Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz”
25
presentó en Pamplona la película de Garabandal, con el rótulo anunciador
y cebo de ex ministro del PP. Es como querer el revés y no el envés.
Como la realidad es un continuo de vasos comunicantes, el
conjunto pierde el agua si el vaso de la política está agujereado. Sobre todo
hoy, que la política revolucionaria al uso es absorbente y los españoles
miramos demasiado hacia los que gobiernan y sus periodistas, las
elecciones y sus encuestas, y desde luego la televisión.
Sigamos con nuestros autores. La pregunta es: ¿qué errónea
visión de la polis tienen algunos o muchos directores
espirituales para que con sus omisiones y la aceptación de lo
existente, disuadan a los católicos a una política cristiana?
“(…) grandes sectores del clero, culpables de la doble corriente
de orientar a los fieles hacia el PP y de sabotear el reclutamiento
de los grupos católicos tradicionalistas, cegaos ya por la
evidencia de las traiciones en materia religiosa del partido al
que han patrocinado –“las últimas desacralizaciones de la
coronación” (nota: de don Felipe-, en vez de reconocer
humildemente sus malos consejos dichos, y de rectificar
inmediatamente para el futuro inminente, predican que, como
la política es un asco, los católicos no deben meterse en ella,
como si no hubiera formas excelentísimas y urgentísimas de
hacerlo” (JU, 723).
5.6. Hay muchos seglares que dan mal ejemplo porque
no dan ni golpe en el ámbito público y político, y que aceptan cualquier
circunstancia mientras no les perjudique el bolsillo y su economía personal
o de grupo. Sólo entonces, al sentir algún perjuicio, es cuando quieren
intervenir, y es entonces cuando ya nada se puede hacer.
“(…) hay que corregir con energía que seglares perfectamente
calificados sigan en su holganza con la muletilla de ‘¿qué hacen
los obispos?”. Hasta hace poco también solían decir: ‘¿qué
hacen los militares?’ Y ‘¿qué hacen los requetés?’ Hay que
responderles, a la gallega con otra pregunta: Y usted, ¿qué hace?
No es de recibo este espectáculo masivo que a diario vemos los
católicos con estudios superiores y bien acreditados en sus
trabajos que están echando sistemáticamente (la culpa) de lo
que está sucediendo, sin hacer ellos nada exclusivamente, al
clero. Que también tiene sus culpas, por supuesto, pero de eso
ya estamos suficientemente informados” (PL, 750).
Las circunstancias de nuestros días favorecen a los
tradicionalistas, pues todo se ha ensayado con un rotundo fracaso:
autoritarismo, liberalismo, clericalismo liberal…. Antes se necesitaba dar
un escopetazo para llamar la atención en una sociedad en la que sus
miembros vivían aislados y lejanos entre sí, mientras que, hoy, el
aldabonazo es bien sencillo: hay tanta comunicación que un mensaje
electrónico puede llegar a todos los rincones, hasta de poner al enemigo en
“Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz”
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apuros. Así mismo, tener prensa es útil para detener los males que pueden
cometer los timoratos, que no desean ver su nombre puesto en entredicho,
especialmente si se utilizan las nuevas tecnologías.
Quienes trabajan bien en las asociaciones
tradicionales deben tener la conciencia tranquila: “y que continúen”.
“Los que queden, que sigan”, decía Emilio Mola. Lo harán
suficientemente bien, aunque lo harían mejor y con más frutos,
si los cansados y desilusionados que de hecho se les separan,
omiten la triste táctica del “peguismo” -poner pegas a todo-, y se
animan para, entre todos, seguir y perseverar con ánimo, extendiendo el
mensaje y las actuaciones.
II. Cómo rearmarse personalmente
viviendo la buena política, como personas
coherentes y completas.
Los autores que seguimos no sólo recuerdan los sanos
principios, sino que ofrecen sus reflexiones para ayudar a vivir a sus
lectores como católicos prácticos y buenos españoles que aman su Patria.
Algo así decía el tradicional o castizo Jovellanos a los afrancesados o
josefinos de su tiempo: “Aunque la causa de la Patria fuese tan
desesperada, sería siempre la causa del honor y la lealtad la que a todo
trance debía seguir un buen español”. Más allá de las categorías del
“Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz”
27
racionalismo, ésta forma de hablar sí convence al buen español que por
temperamento tiende a no ser racionalista. Será racional, argumentará con
toda la complejidad del ser humano estableciendo diferentes ámbitos y
jerarquías, pero no será racionalista. Dicha forma de hablar le convence y
lo hace con rapidez, por referirse al hombre completo y porque le involucra
en una problemática concreta.
También decía Cánovas del Castillo a su embajador en Roma,
cuando le iba a dar la noticia de que podía hacer un programa por el cual el
Carlismo podría participar con gusto en las Cortes liberales:
“No cometeré el crimen de destruir la única fuerza capaz de
mantener el orden social el día en que se desencadene la
Revolución. Vaya usted y diga que yo no puedo pedir la muerte
de un partido que será mañana antemural de la Patria”.
Don Antonio acertó al adivinar lo que iba a pasar aquel 1936,
aunque se quedó corto. Quizás acertase ahora cuando todo el canovismo y
moderantismo ha desaparecido en política, en función del desastre Aznar
y ahora Rajoy, el mal remiendo del tal Casado, los tránsfugas, y que
Avanza -que enseguida desapareció- puso tronos a las premisas y cadalsos
a las consecuencias, tomando parte de la realidad como el todo, pudiendo
estar influido por cierto clericalismo y sesgo liberal. Cierto: los
tradicionalistas o carlistas serán un residuo de Israel, pero los hijos
políticos de los canovistas han ido muriendo sin remedio ni sucesores, han
cautivado y hasta acabado con el alma de España, y casi han matado la
gallina de los huevos de oro que es el pueblo español. Totalmente
hundidos y perdidos ellos, a los buenos españoles no les queda más
destino que seguir.
Continuemos esta explicación volviendo a nuestros autores.
1. Punto de partida
6. Conviene admirar lo “milagroso” de no pocas
realidades.
Pongamos un ejemplo que Manuel de Santa Cruz recoge
aplicándolo a “Siempre P’alante” y que nosotros extendemos a otras
realidades. Que los tradicionalistas divididos paulatinamente tras fallecer
Alfonso Carlos I, perseguidos con el régimen de Franco y que recibieron la
puntilla con el desviacionismo y los sucesos de Montejurra de 1976, se
reunifiquen en El Escorial en el año 1986, y perduren trabajando en 2019
mientras que los desviacionistas ya han desaparecido, tiene mucho de
“milagroso”, aunque alguno recele de este término de naturaleza religiosa.
Este carácter “milagroso” se observa cuando se presentaron a
diversas elecciones nacionales y europarlamentarias, en la convocatoria de
sus trece Congresos generales de organización, en los foros Alfonso Carlos
I de conferencias y convivencia anuales, en su presencia en actos públicos
y conmemoraciones. También están activos a través de boletines
“Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz”
28
regionales en la Red y en papel, en la publicación de revistas y libros, los
campamentos anuales y reuniones estacionales de formación, el fermentar
iniciativas sociales etc. Si se mira hacia fuera, hay periódicos y revistas
nacionales que han cerrado sus talleres. Sólo algunas revistas
comprometidas y definidas siguen en pie. Por ejemplo, dos revistas
bimestrales, “Ahora-Información” que es periodística (nº 153) y “Verbo”
que es de pensamiento (nº 574), y el quincenal periodístico “Siempre
P’alante”, que va por los 831 números con 37 años de trabajo, que enlaza
su actividad con la emisora de radio JLD (José Luis Díez). En otro ámbito
se encuentran las actividades del periódico “La Nación” y otras tendencias
políticas como la falangista, franquista etc.
“milagro, o milagroso, quiere decirse de algo que está fuera de
las leyes de la Naturaleza, burlándola”. El que no lo ve es que
nunca ha hecho nada y no sabe lo que cuestan las cosas, y nada
ha hecho desinteresadamente. Los que no aman. O aman poco,
oyen susurros: “Tu, no te metas”, mientras que
contradictoriamente a esta posición, el amor es celoso y
susceptible (MSC, 700).
“Muchos católicos son tibios, mezquinos y cobardes, y se
repliegan de la primera línea de fuego, no creen en la asistencia
de todo un mundo sobrenatural. En los milagros. La casualidad
y la suerte son interpretaciones paganas de la incidencia de la
divina Providencia en cosas pequeñas que quiere que pasen
desapercibidas. A los tales yo les recomendaría la lectura de la
letra pequeña de la historia que se coronó aquel primero de
Abril ¡Cuántas pequeñas acciones tácticas tuvieron desarrollos
victoriosos por desarrollase de manera opuesta a las normas
naturaleza, es decir, de forma milagrosa! ¡Cuántos cientos de
vicisitudes de la guerra constituyen una nueva revelación del
mundo sobrenatural! También en las conciencias individuales
secretas, cuántas conversiones ignoradas pero milagrosas”
(MSC, 781).
7. El amor nos hace protagonistas de la historia.
Manuel de Santa Cruz distingue entre creer y amar. Creer sólo,
sin amar, conduce a la inoperancia y las cavilaciones. En realidad, no se
trata de pensar en Dios como hacen los deístas, sino de amarle, y luego de
trabajar para Él, porque se conoce Su mensaje o Buena Nueva, por
convicciones a favor del bien común objetivo, porque el amor es uno
aunque se dice de diferentes maneras. Así, amando de veras, el cansancio
se disipa o al menos disminuye, y se vive una vida completa de cara a Dios.
Sin duda por eso los políticos tradicionalistas realizaban sus propios
ejercicios espirituales de San Ignacio. De ello nos hablaba don Domingo
Fal Conde.
El día a día nos hace distinguir bien entre el espectador y el
protagonista. El espectador es un “balconero”, escucha el “tú no te
metas”, el “no quiero líos”, y vive la cómoda coartada de casa al trabajo y
“Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz”
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del trabajo a casa de los padres, que ya están mayores. Es como quien ve el
subir y sobre todo bajar de la Bolsa de valores. Quizás prolongue su
actividad en alguna reunión piadosa y alguna manifestación masiva que si
no es millonaria, desconsuela. Al final, esta postura excluyente del trabajo
a casa, y de casa al trabajo, va contra la Causa que sola no se mantiene,
pero también actúa contra uno mismo por el sufrimiento y la retirada
moral y psicológica que encierran. La paralización de los “buenos” en
España lo demuestra.
Ampliemos las consideraciones de Manuel de Santa Cruz sobre
las no pocas manifestaciones millonarias convocadas en Madrid. Los
millones de españoles que asistieron actuaron como protagonistas de
segunda, frente a los de primera, esto es, quienes les convocaron en
función de la partitocracia. Ninguna de dichas manifestaciones tuvo frutos
políticos, seguramente porque los católicos infiltrados en el PP las
fagocitaron. Era fácil hacerlo, pues bastaba que, sin trabajar lo más
mínimo, un solo político cualificado de su Partido asistiese a la cabecera de
la manifestación. Enseguida la prensa y las cámaras se hacían eco de ello.
Y eso bastaba en el mundo de la imagen y los votos.
Es muy posible que dichas manifestaciones se utilizasen como el
“arma” para convencer de algo a los líderes del PP desde dentro del mismo
PP. ¿Todo se redujo a luchas y movimientos internos protagonizados por
las corrientes posibilistas dentro del PP? Sea lo que fuese, de dichas
manifestaciones sólo queda la memoria, que algo es. Pero todo fue para
nada en la práctica. ¡Qué fracaso y qué engaño! Luego tales infiltrados, ya
separados del PP por considerarlo un “imposible”, crearon su propio
partido para desmantelarlo ellos mismos con ocasión de las primeras
elecciones que les siguieron con la irrupción de Vox.
Por el contrario, la persona protagonista tiene la función de
colaborar directamente en la marcha de la historia. Si busca alianzas no es
para que otros trabajen por él, ni para delegar, ni para ir a remolque de
otros intereses. Las alianzas son el ajedrez de la política, siendo su
función tener más medios sin delegar ni quedarse de lado (PE, 804).
“El Carlismo va siempre con nosotros: no lo quitamos y
ponemos según los momentos pues se lleva en el corazón y en la
mente (…) Todo esto es reflejo de un profundo, inmenso y
agradecido amos a Dios./ Ello nos lleva a buscar el Bien Común:
a ponernos en el lugar del otro, buscando la justicia social por
amor, encauzando la economía y convenciendo a todos de que
este sistema es el problema de tanto desatino” (Excma. Sra.
María Cuervo-Arango, “Acción Carlista” nº 143, 1-VIII-2018).
8. La política no admite vacíos, actúa como causa
ejemplar, tiene un ámbito específico, y cada generación hace de
bisagra de otras generaciones.
Esta consideración nos la transmitió Don Miguel Garisoain
Fernández (+ 2017), añadiéndola en este octavo punto con el objeto de
“Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz”
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mantener la coherencia interna expresada por nuestros autores así como
para completar sus posicionamientos.
8.1. En efecto y en primer lugar, la política no admite vacíos de
programa y presencias. Lo que no hagamos nosotros lo harán otros,
aunque -añado- sin las claves del bien y sin la continuidad de la tradición
española. Quienes nada hacen y además disuaden son los tibios, no los
indiferentes al fin paralizados por hartura hacia el sistema político
dominante. Por eso no tienen razón los que dejan de trabajar, dejan el
trabajo a otros, y luego les critican por su falta de eficacia y otras
limitaciones ficticias o reales.
En principio, padres e hijos reman juntos en la vida, imbuidos
de los principios y formas concretas a mantener y ofrecer. “Esto no tiene
edades”. La crisis comienza con la falta de ilusión y entusiasmo, que, si no
se frena, se agudiza hasta conducir a cuadros psicóticos. Para evitarlo, el
instinto hace mirar hacia lo que se mueve fuera y con algún parecido a lo
mantenido hasta entonces.
Es tentadora la autocrítica (término marxista que debemos
sustituir por el examen de conciencia) que de hecho se hace con facilidad y
refiriéndose a los más próximos, en lugar de dirigirla a uno mismo, que es
lo más interesante. Si uno mismo se incluye por pudor, sobre todo gusta
hablar de los demás: ¿qué es lo poco que se hace bien? ¿quién no llega o
arrastra a la gente? Otras veces el que más critica es el que menos está,
hace o trabaja dentro, y el que más éxito quisiera tener.
Los cansados e inseguros que hayan militado en las filas
tradicionalistas, pueden estar tentados a recurrir a otros sectores real o
aparentemente afines. Tales afines, sin hacer nada y con solo “estar”
presentes, pueden sustraer por el momento simpatizantes y hasta
militantes tibios, que empezaron a serlo cuando su excesiva crítica surgió
más del escaso compromiso que del trabajo bien hecho. “Cuidado con los
afines”, se nos dijo.
Hemos comprobado que quien no trabaja de firme y quien de
hacerlo quisiera tener siempre éxito, se mueve hacia las “nuevas”
tendencias que irrumpen con decisión y posibilidades, tentándose a seguir
a cualquier cosa que se mueva y más si es nueva. Pone en ellas los ojos y
hasta la esperanza del éxito, por la atracción natural que conlleva lo
desconocido y que gratuitamente se considera que tiene mucho que
ofrecer. Además, ello permite mantener la falta de trabajo personal, tener
la sensación de ser más y haber crecido, y sentir la esperanza del ganador
por vez primera. Este movimiento hacia personas ajenas, sustituye a los
propios, que están muy vistos y son inconscientemente asociados a la
inoperancia -precisamente la suya- y la falta de éxito.
Pongamos varios ejemplos a los que también se refiere Manuel
de Santa Cruz. En 1876 llegó la época de las grandes claudicaciones para
las clases medias carlistas en favor de los reconocementeros de don
Alfonso de Borbón, y de los pidalinos de la fugaz Unión Católica. Desde
1937 una parte de los carlistas fue ninguneada por el nuevo Régimen
“Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz”
31
franquista, incluida sus postrimerías. Más recientemente, tras 1978 lo fue
por el centroderecha apoyado por el Episcopado, por las asociaciones
piadosas amigas de la influencia social, y por diversas escisiones como
Familia y Vida, Libertas, Avanza y ahora Vox.
Esta postura tan cómoda hizo mucho daño a España porque
llevó a no pocos a confiar en el partido más conservador de la Revolución
legal, como si la ley revolucionaria fuese el mejor baluarte frente a las
consecuencias sociales de la misma. Hoy día, el desastre del PP da qué
pensar para reconocer de nuevo que la tradición es necesaria para
mantenerse uno mismo, para sostener los principios nucleares de la
sociedad, y también situarse ante la realidad política más inmediata.
Los amigos de la tradición siempre tienen posibilidades para
existir, desarrollándose y ofreciendo gratis lo que gratis recibieron como
Gracia, pues la tradición son ellos mismos y su vida personal, familiar y
sociopolítica, aprendida como un bien. Sólo ellos tienen esperanza en
medio de una sociedad desengañada y desorientada que sigue aquello que
se le presenta hecho, que se mueve, dice moverse, o le mueven los grandes
poderes externos. Hoy esto último es mucho más manifiesto que en
épocas pasadas. La sociedad desorientada podrá seguir a otros, pero para
ello se alejará de sí misma debido a su desorganización, masificación, y
porque le han convencido de que lo único existente y posible en política es
la partitocracia, y, en la vida social, un individuo teóricamente “soberano”
como preludio inevitable de una sujeción y hasta esclavitud real.
8.2. Tampoco -y en segundo lugar- pueden existir vacíos cuando
la política “es base de buen comportamiento” -o malo-, como recuerda
la ex presidente de la CTC M. ª Cuervo-Arango (1-VIII-2018).
8.3. La política tiene un ámbito específico y fundamental, de
modo que no puede ser sustituida por el ámbito de la propia sociedad. El
vacío originado en el programa político, la presencia política, y del buen
comportamiento, lo ocuparán otros. Conformarse con éste vacío muestra
que se busca el mal menor como un bien en sí, sin saber además qué es eso
de mal “menor”. ¿Por qué no decidirse a realizar lo que los demás, con sus
supuestos y formas de hacer, no van a hacer finalmente? ¿Es que por no
gobernar al fin alguna parcelita, no se va a decir por dónde hay que ir, cuál
es el camino? Salvo que el cansancio lleve al escepticismo respeto a los
propios ideales.
8.4. Como en política y la vida no hay vacíos sino un continuo o
sucesión, es necesario ser bisagra entre generaciones, como si se tratase
de una gran puerta de lamas plegables. Ya que es imposible romper la
cadena, ¡hagamos bien la parte a la que estamos llamados!
9. Es muy bueno mantener la lealtad hacia los propios
amigos y los ajenos.
Manuel de Santa Cruz afirma que nadie en su sano juicio quiere
torcer la ruta a la organización a la que pertenece. Por eso mismo,
tampoco es bueno infiltrarse en otros, para torcer la ruta de otras
“Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz”
32
organizaciones. Eso sería una falsedad y una deslealtad. Sobre la propia
organización, los que tienen alguna edad vivieron la crisis de crecimiento
en el Carlismo entre 1957-67, y Manuel de Santa Cruz recuerda:
“Yo seguí de cerca y desde dentro aquellos años, aquellos
sucesos, aquellos líos, aquella maraña de intrigas y deslealtades.
El ambiente dentro de las propias filas carlistas era oscuro y
desagradable por tensiones internas” (MSC, 802).
Algo se puede añadir a esta consideración, pues quienes
sufrieron este comprensible resquemor o desconfianza, lo transmitieron
sin querer a sus hijos y estos a sus nietos, que si bien son de corazón
carlista sólo en alguna ocasión al año están cerca de una organización que
explícitamente lo sea. Los que tuvimos la suerte que aita Teodoro no se
metiese en esos líos por centrarse en su profesión y en sacar la familia
numerosa adelante, hemos estado a salvo de estas malas consecuencias.
Pues bien: ¿por qué no están ni se acercan los hijos y nietos de aquellos a
una organización militante? ¿Será por aquel mal ejemplo que hizo
desconfiar de los propios durante tanto tiempo? Seguramente así fue,
aunque hoy las circunstancias sean muy diferentes a las de entonces,
porque ya no hay, no puede haber, “trepas”, prebendados, ni palaciegos, ni
personalistas. Por eso, hagámosles ver que una Comunión de hombres
libres no es un partido político propiamente, que es una realidad social
mucho más amplia, que usa otros medios, y que quiere -de verdad- otra
cosa. Por lo mismo que los españoles, sin saberlo, buscan otra cosa.
2. La Prudencia
10. Ahora llega a voz de la prudencia, representada como una
imagen robusta que, junto a la Justicia, flanquea por ejemplo la puerta
principal y barroca del Ayuntamiento de Pamplona. De ella, como virtud
aplicada a la política, de su inclusión moral de la técnica en el marco de
esta virtud, y de las falsas prudencia… escribió claramente Leopoldo-
Eulogio Palacios en La prudencia política (1978).
10.1. El primer consejo para ejercitar la prudencia es que en
tiempos de desolación no hay que hacer mudanza.
Cuando Francisco I dice que un Estado debe ser laico y recoger
todas las tradiciones religiosas, afirma Manuel de Santa Cruz:
“Ante esta situación, unos católicos quedan en desolación, es
decir, con su fe secada y enfriada, y a estos hay que decirles que
sepan esperar, que no se pongan nerviosos, y que sigan el
consejo de San Ignacio en los Ejercicios Espirituales, de que ‘en
desolación no hacer mudanza’. Otros católicos, aunque afectado
en un orden natural por la magnitud de esas contradicciones
con las ideas anteriores, entremos sin embargo en consolación
espiritual por sentir que se aviva en nosotros la Fe y la fidelidad
“Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz”
33
a nuestra vocación de ayudar a custodiar el depósito de la
tradición del magisterio eclesiástico” (MSC, 763).
10.2. He aquí una consideración muy aguda cuya verdad hemos
comprobado, y que demuestra que no hay mejor defensor que quien inicia
el ataque. Para Manuel de Santa Cruz no conviene perder el retintín de
algunas expresiones como la rotundidad del “Viva Cristo Rey”,
que, al proclamarla, además de reafirmamos y protegemos, nos relajamos
y expandimos. El retintín sirve para expresar más de lo que
estrictamente se dice, reafirmarse con cierta agresividad, incluir el
sentido del humor respecto al oyente, y provocar una llamada de alivio y
ánimo a los que escuchan favorablemente el mensaje. Para explicar a los
despistados ese “Viva Cristo Rey”, está el “Alabado sea Jesucristo”, que es
menos político, más general y menos comprometido en la calle. Cuando se
pierde este “retintín” hay que levantar la guardia ante tal fisura. Sin este
“retintín” el corazón puede encogerse ante un público hostil.
Quizás lo peor sea que algunos rechacen la expresión “Viva
Cristo Rey” por las resonancias y equívocos que injustamente pueda tener
y crear. Hoy día ésta exclamación es fácilmente manipulable debido a los
excesos atribuidos a los “guerrilleros de C. R.”, y por creer que, en ella, la
religión intemporal se mixtifica con la política temporal. En tal caso, la
seriedad del uso de la expresión, y la debida clarificación, exigirá que los
reacios al “Viva Cristo Rey” tengan que justificar, si pueden, su liberalismo
tácito o expreso, o bien su resabio liberal.
“El ambiente de escaramuza que se formaba en las
celebraciones en lugares públicos, comprendía también eso de
retintín, es decir que se quería expresar más de lo que
estrictamente se decía, y con cierta agresividad, para una mayor
penetración en la guerra contra el laicismo”. Así se actúa contra
las sutilezas desacralizadoras. Viva Cristo Rey es un símbolo
contra el laicismo, “con la novedad importante de despojar a esa
invocación y limpiarla previamente de ese retintín como tímido
y vergonzante que a veces le acompaña” entre los católico-
liberales (JU, 726).
En este sentido escribía Álvaro D’Ors en La violencia y el orden,
Madrid, Dyrsa, 1987, 127 pp.:
“No puede haber, después de la Redención, una potestad
legítima que no se reconozca como delegación divina, de Cristo
Rey, a quien compete la única soberanía de este mundo. Las
otras potestades sólo merecen una obediencia provisional y
relativa” (p. 120)
10.3. Hoy día conviene preguntar mucho a los que se
presentan como verdaderos o falsos salvadores, cuando se sufre
tentaciones desde dentro por desilusiones o la ley del cansancio, o desde
“Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz”
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fuera por las tertulias y grupos que frecuentamos. El sensus fidei y el olfato
político ayudará a un primer discernimiento. Hay que preguntar con calma
y buscar respuestas satisfactorias para una persona militante que busca
plenitud.
“Para verdades, el tiempo”, dice un refrán castellano, y es
verdad (…). Ante las emociones, hay que desconfiar, serenarse y
sacar la lupa” (ES, 801). Preguntar, preguntar mucho al
magisterio, no a los gacetilleros interpuestos, ni a los periodistas
mercenarios (ES, 720; PL, 722). “Para la guerra semántica y
psicológica a la que estamos sumergidos, valga esta consigna:
preguntar mucho, concretar mucho y poner todo por escrito,
porque ya decían los cásicos que verba volant, scripta manent.
Pacta sunt servanda” (MSC, 785).
Cuando una cuestión se repite ya no puede decirse que es un
hecho casual y aislado, sin la mayor importancia, sino que es un cambio
extenso y profundo en marcha, que al menos hay que poner en evidencia
(MSC, 704). Según Manuel de Santa Cruz:
Hay “sucesos (que) no son meteoros producidos por fuerzas de
la Naturaleza ajenas al hombre que no puede controlarlas, sino
hecho producidos por personas con nombres y apellidos y DNI
que conviene tener bajo acusación permanente” (MSC, 721). Sí,
es preciso” hablar de complicidades y cómplices ‘caiga quien
caiga’ “ (MSC, 721).
“Hay que tener presente el gran principio de que cuando una
casualidad se repite mucho, es que no es casualidad, sino el
desarrollo metódico de un designio superior (…)/ Estamos en la
estela de la apostasía de las naciones, del liberalismo y de la
renuncia de la religión a la política. Todo esto comenzó con la
Revolución Francesa (…)/ La situación es confusa y tiene todos
los inconvenientes graves y numerosas consecuencias de la
oscuridad y la indefinición. Entre ellos, el escepticismo que en el
caso que nos ocupa de las elecciones, paraliza a los católicos que
se dan perfecta cuenta de que sus dirigentes no saben lo que
quieren. Por un lado, hacen como que no quieren el aborto, la
enseñanza sin religión, el divorcio, etc. Y por otro, callan y
encubren el mal original de todos ellos, que es el laicismo. ¿En
qué quedamos? Esta contradicción ya fue denunciada por
Vázquez de Mella en su famosa frase de que el liberalismo levanta
tronos a las premisas y cadalsos a las conclusiones. Pero un
amigo me preguntaba hace poco: ¿Dónde están los cadalsos?/
Esta ambigüedad tramposa ha hecho perder a los católicos la
ilusión por conseguir una civilización católica. Y, por supuesto, la
confianza y la generosidad de sus dirigentes. Se ha establecido un
círculo vicioso: los dirigentes no exigen porque temen que la
gente no les siga, y la gente no les sigue porque les ve
desorientados y por su parte temen quedarse abandonados,
traicionados, tras los sacrificios que se les sugieren. Sería
“Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz”
35
clarificador y bueno que quienes pueden y deben llamaran a las
cosas por su nombre y dijeran de una vez la verdad desuda y con
todas sus consecuencias. Y que cuando no conozca la verdad,
porque no la dice la Revolución, lo diga francamente, y que se
aleje de la mentalidad asiática, que tanto dificulta la labor de los
misioneros (me lo decía uno de ellos), que niega el principio de
contradicción y que cree que una misma cosas puede ser y no ser
al mismo tiempo./ Termino con una frase que le gustaba repetir
al gran jefe catalán, don Mauricio de Sivatte: ‘Cuando en una
mesa de juego el que hace las trampas es el crupier, cuesta más
descubrirle que a un jugador, pero al final se le pesca’ ” (JU, 711).
“Se ha instalado en la gente masificada la creencia de que esas
omisiones fueron una suma casual y amorfa de aspectos
separados, y se han silenciado que forman un conjunto bien
trabajo y bien preparado y guardado (…) espero que alguien,
algún día, tire de la manta y quede expuesto y desnudo un
verdadero complot y no un montón de casualidades inconexas”
(MSC, 764). Ante las ausencias de religiosidad en la “coronación”
de don Felipe, “¿Fue una casualidad, o un complot?” (MSC, 764).
10.4. Es bueno recordar que el mundo que nos rodea y sobre
todo el ámbito de la política, sufre grandes vaivenes (el”No” a la
Constitución europea, la situación de Polonia y Hungría, el Brexit, el
acceso de Trump en USA, quitar desgraciadamente la cláusula antiaborto
en Irlanda, el rechazo del aborto en Argentina…). Si ahondamos en dichos
vaivenes, se observa que la realidad siempre sorprende. Por eso no
debemos perder la esperanza, ni dejarnos llevar por las apariencias, ni ser
derrotistas. Es preciso otear el horizonte y sobrepasar las puntuales
derrotas y los períodos de depresión. Concreción y visión amplia:
“Este recuerdo (fue sentencia de Truman) nos hace aún más
inasequibles al desaliento, porque enseña que las presiones y
aun victorias enemigas no son fatales ni inconmovibles, sino
que se pueden contraatacar y resolver” (MSC, 745). “Por debajo
de los misteriosos y seductores planes de esos sedicentes
todopoderosos, aparecen de vez en cuando individuos
desconocidos, inspirados y asombrosos, que vuelcan de una
punta pie la mesa de juego y cambia el curso de los
acontecimientos. Don Ramiro de Maeztu, en el pleno desaliento
de la Segunda República, acuñó la frase de que ‘un hombre
dispuesto a morir puede cambiar el curso de la historia’ “ (ES,
746). “Es una ley universal que en todas las grandes crisis de
todo asunto, tiempo y lugar, no tardan en aflorar cuestiones
distintas de la inicial, que estaban dormidas y ocultas y que por
su entidad propia complican los planteamientos primitivos”
(AdG, 805). Es preciso “Saber con precisión qué puesto puede
ocupar de manera competente en el organigrama del Estado
Nuevo, como escribió Don Víctor Pradera en las vísperas del
Alzamiento, para cuando dé la vuelta la tortilla, ¡que dará!” (JU,
803).
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A R de G

  • 1. “Actitud socio inicio d periodismo de José Fermín Garralda Arizcun Col. Nueva Bermeja nº Actitud socio-política del español del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz José Fermín Garralda Arizcun 2019 Col. Nueva Bermeja nº 19 política del español al el Tercer milenio, en el Manuel de Santa Cruz” José Fermín Garralda Arizcun
  • 2. “Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz” 1 José Fermín Garralda Arizcun “Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz” Año 2019 C/ Arrieta nº 2 31002 Pamplona – Navarra - España rargonz@gmail.com historiadenavarraacuba.blogspot.com Colección: Nueva Bermeja nº 19 * Queda prohibida la reproducción total o parcial de este trabajo, texto e imágenes, del autor si su permiso. Está protegido, incluidas las fotografías inéditas. El trabajo puede ser citado mencionando autor, título, año y dirección en la red.
  • 3. “Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz” 2 Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz. José Fermín Garralda Arizcun Dr. en Historia 25-VII-2019 Índice: Introducción I. Las dificultades del español de a pie (nº 1-5): 1. Dos deficiencias posibles (nº 1-3) 2. El primer escollo: dificultades o desmotivaciones internas. Los tradicionalistas sufren defectos como todo quisque. (nº 4) 3. Un segundo escollo: dificultades o desmotivaciones externas (nº 5) II. Cómo rearmarse personalmente viviendo la buena política como personas coherentes y completas (nº 6-13): 1. Punto de partida 2. La Prudencia 3. Justicia 4. Fortaleza 5. Templanza III. Cómo rearmarse, extender la Comunión política, y actuar “cueste lo que cueste” (nº 14-31): 1. Dificultades (nº 14-17) 2. Soluciones (nº 18-31) IV. El enemigo acecha el santuario (nº 32-36) V. Conclusiones (nº 37) Introducción E considera delicado tratar sobre estos temas, porque nos interpelan directamente. Y si interpelan, preguntan y exigen respuestas, es decir, apelan a la responsabilidad. S
  • 4. “Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz” 3 Esta afirmación ya es comprometida, porque quizás excluya a algunos lectores potenciales, aunque por otros conceptos estas páginas puedan interesar a todos toda vez que, al fin y al cabo, incluyen consideraciones de sociabilidad y sicología básicas. Cada consideración que formulemos es como llegar a la segunda piel de nuestros lectores, en razón de su sentido práctico en el ámbito de la vida cotidiana. Es como la correa de transmisión de un vehículo a motor, que implique tres elementos: la cosa en sí y su virtualidad para poder ser exigida concretamente en la sociedad de hoy, la personal capacidad según las cualidades psicológicas y morales de cada uno, y las cualidades personales de otros intervinientes y cómo estas nos afectan. Asomarnos al Tercer milenio demuestra que el hoy es nuestra época, que vivimos junto a nuestros contemporáneos, sin anclarnos en épocas pretéritas, y que experimentamos la honda crisis de nuestro tiempo. Esta crisis no ha llegado de forma repentina sino como colmatación de las sucesivas crisis anteriores, que tienen su origen en el paganismo renacentista –y antes- tan diferente al renacimiento cristiano del s. XVI. Es habitual decir que las soluciones a la crisis actual exigen consideraciones prácticas y tomas de postura claras, además de ideas de fondo o principios. En las facultades universitarias de humanidades se debiera estudiar los principios que expresen el ser de las cosas, pero también convendría estimular el saber práctico ante la vida ordinaria, donde se incluyen aspectos en el ámbito de lo relativo y mudable. Sólo así podremos enfrentarnos con éxito a los problemas actuales, pues, en la realidad del día a día, además de los elementos perdurables, hay otros mudables que hoy expresan cambios intensos, rápidos y quizás fugaces. Cuando en nuestros días, imbuidos en una pérdida de principios, un contertulio analiza un proyecto, una ley y norma remitiéndose al ser de las cosas, eso es considerado como un gran paso adelante. Sin embargo, para adecuarse plenamente a la realidad práctica, a veces ello no es suficiente aunque sea necesario. En esta adecuación teórico-práctica al descubrir la verdad y conveniencia en la vida cotidiana está el quid de la cuestión. Este planteamiento no significa relativismo por nuestra parte- nada más lejos de nosotros-, sino pedagogía y sentido de la realidad más concreta en la resolución de los problemas. Por poner un ejemplo, una cosa es el derecho que todo ciudadano tiene a ser atendido en las ventanillas de la administración pública, lo que sería el principio a considerar y exigir, y otra muy diferente el encontrarse repetidamente con el vuelva Vd. mañana en la sátira de nuestro Mariano José de Larra, tan oportuna ante la macro cefálica administración pública de hoy. Ante esa torpe situación propia de los Estados modernos, ¿qué hacer?
  • 5. “Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz” 4 Son numerosos los autores clásicos que se plantean estas cuestiones, y numerosos también los periodistas de talla que las trataron en los periódicos de otras épocas. En nuestros días, entre otros autores podemos citar a Carlos Ibáñez, Javier Barraycoa, Miguel Ángel Bernáldez, Javier Garisoain… y sobre todo Ruiz de Galarreta. Este trabajo es un ensayo sobre un tema de pensamiento relativo el presente a través de un medio periodístico. No es de historia porque las fuentes son del presente, aunque a veces se enlace con las enseñanzas o hechos del ayer, lo mismo que hacen las firmas recogidas. El tratamiento es riguroso con textos de las firmas recogidas, añadiendo nosotros la selección, la formulación y jerarquía de las ideas, y algunas explicaciones que diferenciamos de las realizadas por los autores. Sabemos que el planteamiento es delicado porque los autores viven entre nosotros, por lo que estamos abiertos a sus amables correcciones se las hubiere. Diferentes motivos justifican estas páginas, cuyo contenido se hace más ligero a medida que avanza su lectura, por omitir algunas explicaciones y remitirnos exclusivamente a las firmas con cuyas ideas prácticas organizamos en este trabajo. El primer motivo es la necesidad de salvar y difundir las aportaciones de unas personas que, sin participar en los grandes medios de comunicación y editoriales, sin embargo plantean, con honradez y abiertamente, unas coordenadas diferentes que la generalidad de los periodistas de opinión omite o ignora. Por eso se recogen diversas firmas periodísticas, singularmente la de Manuel de Santa Cruz, cuyo experimentado juicio y voz es un recuerda que queremos reconocer y atender. Segundo: las afirmaciones recogidas en este trabajo son poco habituales en nuestra época, pero no por ello son menos necesarias. Aunque con ellas se podría presentar una antología muy pedagógica de evidente utilidad, este trabajo recopila y ordena numerosas respuestas a los problemas planteados, como lluvia fina que ablanda la dura costra de un zócalo meseteño. Hoy, al hombre que vive con estrés, ansioso por estar en todas partes y conocer todo -por eso pierde fácilmente el Norte-, le conviene el apoyo de escritores que estimulen la concreción, clarificación y el compromiso. Para ello, el estilo directo de nuestros autores y cierto desenfado frente a la pedantería, frivolidad y el racionalismo actuales, iluminan lo que se desea aportar. Para mantener el Norte y faro en los vaivenes de la actualidad, a todos nos gusta consultar por su brevedad, profundidad y solidez -aunque el ejemplo se retrotraiga mucho en el tiempo-, las Meditaciones del emperador Marco Aurelio, escritas al comenzar la crisis del Imperio romano, o bien los trabajos de Séneca el Joven durante el primer Imperio romano y tantos otros. Citamos estos autores estoicos y “clásicos” porque recogerían lo perdurable que hay en el hombre y las sociedades, no ya en el ámbito de los principios metafísicos sino del comportamiento.
  • 6. “Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz” 5 Pero volvamos a nuestros días. Ante los grandes cambios actuales, todos apreciamos síntesis y antologías como los planteamientos de Cómo reorganizar Rusia tras la caída del comunismo escrita en 1991 por el Premio Nobel, Alexandr Solzhenitsyn. Es otro ejemplo. El tercer motivo, y en relación al tema que nos ocupa, los autores que seguimos ofrecen un racimo de consideraciones prácticas, hoy inusuales en la prensa diaria y de lo políticamente correcto, lo que les otorga un mayor interés. Han preferido cultivar la cepa de las cien preguntas que formularía nuestra sociedad llamada líquida: tan mal están las cosas que cuestionarse algo ya es un paso adelante. En tiempos de crisis, surgen soluciones conforme a las circunstancias, como hicieron en otro tema y a otra escala los injustamente desconocidos arbitristas del siglo XVII. Que no ocurra como con ellos, pues si Colbert y Adam Smith son debidamente conocidos, también debieran serlo Tomás de Mercado, Ortiz, Cellorigo, Moncada, Fernández de Navarrete, de la Cerda y diez más de esa época, anteriores a ellos. Junto a los aspectos fijos y estables, interesan las adecuaciones a la realidad de la vida cotidiana. Por ejemplo, la situación de cada pueblo es diferente, los países europeos no debieran gobernarse igual, sus Constituciones no tienen por qué ser similares, y los estatutos autonómicos de las 17 comunidades españolas no tienen que seguir el mismo patrón. Las aportaciones de este trabajo son para aplicar en el presente inmediato. ¿Pero cómo hacerlo? Quizás alguno piense que a nuestros autores se les ha parado el reloj, el calendario y cualquier medida temporal, y que se han quedado en el siglo XIX. Quizás eso no sea un demérito, porque los socialistas hablan de cien años de honradez y ensalzan a su fundador Pablo Iglesias, y los conservadores lo hacen continuamente con Cánovas del Castillo, y los posteriores Antonio Maura y José María Gil Robles, por muy alejados que estén de nosotros el marxismo de unos y el liberalismo de otros. Pues miren: ocurre que en la historia de España hay otras muchas personalidades y tendencias que son diferentes a las que dichos señores representan. Pero más importante que eso es la sana costumbre del tradicionalista de cultivar, como forma de vida, algo tan razonable como el conservar renovando y renovar conservando, no exagerar la importancia de las circunstancias sobre el ser y naturaleza de las cosas, analizar cómo reacciona el hombre, y tener en cuenta la psicología de masas, así como las enseñanzas de la historia. Cuarta: las circunstancias afectan al desarrollo de los acontecimientos, suponiendo la política el ejercicio de ciertas virtudes activas, algunos presupuestos y consideraciones. Los autores que seguimos -y es el quinto motivo- no están “echados para atrás” o fuera de su tiempo, ni en los medios y procedimientos, ni en la defensa de asuntos como las libertades cívicas, la auténtica representación social y política, diferentes principios básicos inamovibles o bien la presencia de Dios en las realidades temporales. Nos
  • 7. “Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz” 6 referimos al Dios personal y no a ídolos como el individuo o el grupo, el dinero, el partido político, la cultura o lengua, las costumbres, la etnia y raza…. Hace algún tiempo las autopistas de la comunicación e información, presentadas por estirados agoreros del progreso indefinido, impresionaban a todos para llegar ahora el momento de la llamada “inteligencia” artificial que a otros obnubila. Hasta hay debates escolares y universitarios públicos sobre ella última. Sin embargo, impresionarse por las TICs no significó tener miedo a los nuevos medios y procedimientos, ni auto marginarse. En este importante tema, los cambios y la novedad han sido reales, pero no hay que exagerarlos, pues no han modificado los paradigmas de nuestra civilización, ni la naturaleza humana, ni las aspiraciones profundas de hombre. El hombre sigue siendo lo que siempre fue. La nueva situación técnica puede ser asimilada con cautelas, y no obliga a “echarse atrás”. Desde luego, exige estar en guardia ante la posible alteración de los mensajes, las tramposas e indebidas simplificaciones, y un exceso de información muchas veces vinculado a la falta de calidad informativa. Las TICs también facilitan la ruptura del monopolio informativo del periodismo en papel y de las televisiones públicas o bien de los oligopolios privados. Quien desea intervenir en el presente debe utilizar estos medios, buscar eficiencia, y ser capaz de utilizarlos de forma inteligente, medida y con un buen fin. De todas maneras, no todo es inocuo, pues hay que reconocer que un ordenador con conexión wifi no es una mera herramienta de la que echamos mano cuando la necesitamos, sino que se ha convertido en un apéndice orgánico que nos acompaña allá donde vamos, aunque no lo necesitemos En resumen; sin quebrar el pasado como si de una caña azotada por el viento se tratase, de un pasado que nos ayuda a configurarnos individual y socialmente, y sin olvidar tampoco qué cosa sean el hombre y las sociedades según la realidad de las cosas, o bien la importancia de lo mudable a la hora de mantener y configurar posturas prácticas que elevada exigencia personal y grupal, el lector de cultura hispánica comprenderá con facilidad los contenidos transmitidos y el estilo utilizado por las firmas recogidas en estas páginas, afín por otra parte al pensamiento contrarrevolucionario de cultura católica. No en vano el presidente de Perú, Kuczynski, consagró su país y política al Corazón de Jesús en octubre de 2016 -aunque contradictoriamente después promulgo leyes impías-, y, a comienzos de 2019, la diputada federal de Brasil, Christine Tonietto, consagró su “mandato a Cristo, Rey del Universo, a Nuestra Señora de la Aparecida, Patrona de Brasil, que es la tierra de la Santa Cruz”. Y terminó con un “¡Viva Cristo Rey!” (“Corrispondenza Romana”, 25-II-2019). Podríamos citar otros políticos de hoy día en Polonia y Hungría, incluso alguno de
  • 8. “Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz” 7 Italia, pero a ningún español. La católica España ha terminado oficialmente laicista y paganizada, siendo el deseo de una “nueva evangelización” –por otra parte necesaria- la coartada de algunos para disimular sus responsabilidades en estos tiempos críticos. Afortunadamente lo oficial no siempre coincide con lo real, y menos en países de cultura católica y fe ayer arraigada. ¿Quién es el destinado de este trabajo? Nuestra aportación, basada en autores católicos -no liberales- y de auto percepción antiliberal, no será fácil de digerir a los afectados ideológicamente del Liberalismo, salvo que hagan gala de un meritorio valor personal, e incluso tampoco lo será a los resabiados de una mentalidad y praxis liberal, frecuente en ciertas asociaciones católicas de todo el Occidente desarrollado y especialmente en España. La católica España ha sido obligada a seguir una política a la italiana, trasladando al suelo ibérico la situación italiana de 1945 sin fundamento alguno, la fraudulenta democracia cristiana, y los análisis y apreciaciones de Maritain, mucho más fáciles y relajadas que las planteadas en la España tradicional. Tras rechazar las élites españolas - seglares y eclesiásticas- la base tradicional recordada por Menéndez Pelayo y otros autores, la democracia cristiana ha desaparecido, a Maritain nadie sigue, y los responsables del laicismo y paganismo actuales siguen sin reconocer sus responsabilidades y culpa. Como la enorme oferta actual en internet puede fácilmente arrinconar estas cuartillas, invitamos a que cada cual cumpla lo mejor que sepa y pueda. Contrariamente a lo que puedan sentir los seguidores del Liberalismo, los tradicionalistas podrán encontrar sus delicias en la propuesta de este trabajo. De todas maneras, unos y otros considerarán los textos recogidos para templar el carácter y trabajar en la sociedad y la política. Las fuentes utilizadas son el quincenal navarro católico “Siempre P’alante”, nº 700 (16-VII-2o13) a 810 (16-VII-2018). Los autores. Las siglas según orden alfabético son: AdG: Aurelio de Gregorio; ES: El Serviola; Dr. FFdezA: Doctor Felipe Fernández Arqueo; JU: José Ulíbarri; MSC: Manuel de Santa Cruz; PE: P. Echániz; PL: P.Loidi. Estas firmas han aparecido en otros medios de comunicación, por ejemplo en el “¿Qué Pasa?” de los años sesenta, en el diario carlista “El Pensamiento Navarro” hasta su desaparición en 1981, en “Iglesia- Mundo”, “Roca Viva” etc. Las firmas que ofrecemos forman una unidad, lo mismo que el índice que las enmarca, el criterio que las selecciona, y la intención de cada sujeto que interviene. Sin duda, cada autor de las afirmaciones seleccionadas podrá sintetizar mejor que lo aquí expuesto, por lo que animamos a la lectura de los originales, aunque esto último no sea fácil debido a la limitación editorial de la revista madre que es el quincenal navarro católico “Siempre P’alante”, dirigido por el Rvdo. Don José Ignacio Dallo Larequi Creemos que el autor de cada uno de nuestros
  • 9. “Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz” 8 textos, que conocemos personalmente, estará básicamente conforme con lo que exponemos en este trabajo. Las firmas consultadas conectan con periodistas españoles de otras épocas, ajenos a concesiones y desvíos sociales. Estos no buscaban la corrección política -término éste de actualidad-, no sacrificaban todo a la mayor amplitud del público sino que deseaban que éste fuese selecto y estuviese bien formado, y tampoco ofrecían ante todo una salida práctica por decir que la política era el arte de lo posible. ¿No sería mejor decir que la política es el arte de hacer posible lo que parece difícil o imposible? Citemos algunos autores, remontándonos hacia el curso alto de ese río cambiante que es el tiempo, tales como Rafael Gambra Ciudad, Álvaro D’Ors Pérez Peix, Javier Nagore Yárnoz, Pérez-Madrigal, Maeztu, Senante, José Roca y Ponsa -el magistral de Sevilla-, Fabio, Bolaños, Sardá y Salvany, Navarro Villoslada, los Nocedal, y tantísimos otros hasta De la Hoz y el gran Balmes. La firma principal que se ha seguido es la de Manuel de Santa Cruz. Hemos tenido la fortuna de que el autor nos haya entregado todos los artículos que publicó en numerosas revistas religiosas, sociales y políticas (1), y metódicamente iba archivando desde 1953. También es autor de numerosos libros y artículos de historia (2). Si comparamos dichas colaboraciones con las recogidas en este trabajo, se observa que siguen una misma línea de observación, análisis y pensamiento (3). También, y por las fechas de unión entre los carlistas, son destacables sus artículos en el boletín “Unión Carlista” de 1978-1981 y “Acción Carlista” de 1985-1986. A veces, las afirmaciones de este autor bajo seudónimo, pueden parecer poco verosímiles cuando de alguna manera confunde lo que debiera ser con lo que es. Es decir, puede resultar utópico defender el reconocimiento público y político del reinado social de Jesucristo cuando los católicos no están activos, ni quieren hacerlo y hasta desconocen aquel por falta de formación, siendo ellos los únicos necesarios para ponerlo en práctica. La pregunta es: ¿se debe dejar de promover que el poder público reconozca a Dios y la Buena Nueva, porque los católicos y su jerarquía eclesiástica no lo hacen, quizás no lo quieren hacer, e incluso lo ignoran? ¿Ha caído España y los españoles en la hipótesis más lamentable? Un análisis no superficial de la situación nos mueve a creer que España y los españoles aún no están en esa circunstancia, aunque estén a las puertas, como le ocurrió a la antigua Francia. Si llegase a ella, que no sea por culpa de los españoles conscientes, que deben velar por sus contemporáneos. En realidad, con dicha aparente ficción, Manuel de Santa Cruz pone a salvo el deber cuando éste es de hecho incumplido. También permite pensar que la verdadera ficción es buscar algo bueno en los incumplimientos -culpables- de gran parte de los católicos y su jerarquía eclesiástica. La práctica de la soberanía social de Jesucristo depende de
  • 10. “Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz” 9 “la cosa” misma y de la capacidad sociológica que los católicos deben mostrar, más que del incumplimiento de sus propias obligaciones. ¿Qué no cumplen? Pues se les anima a cumplir lealmente, debiendo ser contados en principio entre los buenos. ¿Qué lo ignoran? Pues se les explica y enseña cordialmente. ¿Qué son débiles? Pues que hagan los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, y que recuerden e imiten a sus mayores. El problema sociológico no se resuelve cediendo lo que se debe defender en una sociedad capaz de ello por su bautismo y origen, historia, psicología y hasta sociología. Tampoco cediendo a su voluntad, por ignorancia y debilidad, sino convenciendo a los católicos en el ejercicio de sus responsabilidades. Y después, que cada palo aguante su vela, que nadie se lamente de las consecuencias, que nadie llore como el moro Boabdil a decir de su buena madre, ni urja a otros a la nueva evangelización como si él no fuese responsable del avance del descreimiento. Los artículos. El estilo de los artículos analizados y recogidos es muy actual, directo e incisivo. Es dinámico, prefiere la brevedad, alterna la expresión seria con lo coloquial, y busca reafirmar al lector e impulsarle a la acción. Se muestra rotundo y acerado, conceptista y a veces irónico, casi siempre práctico, conociendo la bibliografía de los autores tradicionales, a la que a veces se refiere de memoria debido a la edad y al carecer de las referencias bibliográficas, en algunas cuestiones con una posición muy personal. La dispersión de los artículos e ideas de la prensa utilizada en este trabajo, y sus matices, nos ha exigido aportar abundantes textos, que a veces pueden parecer algo excesivos, con el objeto de dejar claro lo que los autores quieren decir. Organización expositiva. Nuestra exposición se organiza en 37 consideraciones, más o menos extensas, algunas a su vez subdivididas, y todas ellas agrupadas en los epígrafes del citado Índice. Conlleva el análisis previo de las aportaciones expuestas en unos 250 artículos firmados como Manuel de Santa Cruz y otros nombres (Sigla, nº revista “Siempre P’alante”), auto titulados como “inasequibles al desaliento”. Estas firmas han escrito en el mismo sentido y quincenalmente, desde el nº 1 (6-III-1982) hasta el último nº 831 (1-VII- 2019), durante 37 años seguidos. La selección y agrupación de las aportaciones se realiza bajo nuestra exclusiva responsabilidad. Es muy posible que durante la lectura de los abundantes textos seleccionados, el propio lector extraiga sus propias conclusiones. En ocasiones, y sobre todo al comienzo de este trabajo, añadiremos algunas consideraciones y explicaciones a tono con los autores, sin contradecirlas y mucho menos descafeinarlas, advirtiendo que lógicamente son de nuestra autoría. Es muy importante señalar lo que es de ellos y la explicación o criterio que añadimos nosotros. Lo que
  • 11. “Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz” 10 es claramente de ellos son los textos y la enumeración de epígrafes sacados de los mismos y ordenados. Este trabajo se redactó para el XIII Congreso de la Comunión Tradicionalista Carlista (Madrid, 12, 13 y 14 de octubre de 2018), y fue presentado de forma reducida, omitiendo buena parte de los textos por falta de espacio. El título fue: “Un éxito -como todo, relativo- y los peligros del carlista. (Prevenir pequeños derrumbes). Al XIII Congreso de la CTC. 2018”. El propósito era didáctico debido al interés que muchas ideas de Manuel de Santa Cruz, y otras firmas, podían tener entre los asistentes. La parte IV podría ser matizada por unos u otros de ellos, pero hemos querido ser fieles al periodista para quien todos sus aspectos forman una unidad monolítica. Otra cosa sería traicionar sus contenidos. El autor de estas páginas es independiente en su trabajo profesional, y no está sujeto a compromisos. Si esta libertad le permite no estar condicionado, y no sesgar u omitir el mensaje de los textos trabajados, resulta que la búsqueda de la verdad le ayuda a medir cabalmente sus afirmaciones. Ha dedicado su tiempo con gusto a beneficio del lector curioso, y lo ha realizado sin ayuda ni estímulos ajenos. Hoy día, quien desea hacer algo debe ser su propio motor, mecenas y editor. Los más amigos no suelen -quizás por eso mismo- dar las gracias, lo que no es una virtud sino algo a corregir, aunque en el fondo se suponga pues muchos tienen una personalidad agradecida. Quizás deba ser así para garantizar la independencia y libertad de la investigación, y quizás así haya sido muchas veces, pero sirva esto como queja con el afán de que mejoren las costumbres de nuestra gente. I. Las dificultades del español de a pie 1. Dos deficiencias posibles 1. La experiencia demuestra que la actual crisis global puede ahogar la vida individual de cada uno de los españoles de a pie, como ocurrió en otros momentos críticos de la historia. Nadie está libre de toses y epidemias, según recuerdan de forma desinhibida los “inasequibles al desaliento”. A nuestra particular consideración, los españoles han asistido a la crisis que desde décadas sufre la cúpula política española, y a las componendas de una jerarquía católica acomodaticia que se ha codeado excesivamente con aquella, en función de la llamada transición democrática, del liberalismo y socialismo, y de los nacionalismos separatistas, ayer llamado vasco y hoy también catalán. Cuando se habla y critica mucho el acercamiento del alto clero español al régimen franquista, es porque el clero de la llamada transición democrática se enfeudó mucho en la política liberal-socialista, cosa que no hizo su antecesor porque no
  • 12. “Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz” 11 tenía nada de qué ser perdonado, porque carecía de complejos, y su principal afán, que era el reinado social de Jesucristo, se veía cumplido en las leyes y el ambiente social y político. Aunque hubiesen cedido por huir de lo que calculada e inapropiadamente el malogrado Joaquín Ruiz Giménez llamó nacional- catolicismo, los españoles tenían que haber superado la tentación de esta palabreja, que suena a nacional-socialismo, y tenían que haber explicado la verdad y fundamento de la España confesional católica, que nada tiene que ver con la confesionalidad protestante, y menos con cualquier tipo de totalitarismo como el de las ideologías comunista, nacionalista (nazismo, fascismo etc.), y otras actuales. Por oportunidad, trampa o por convencimiento liberal desde hace décadas, esa falta de explicación y enfeudamiento ha generado el hundimiento político y social de España. Si esto no es bueno, peor es que dicha crisis socio-política se haya trasladado o prolongado inexorablemente, generando la crisis familiar y personal de muchos millones de españoles. Es propio del liberalismo olvidar la conexión entre la política, la sociedad y la persona individual, incumpliendo así lo que tan bien recordó el magisterio de la Iglesia. Junto a este gran descuido, se pensó que todo era válido, que era desfasado el sabio consejo de cuidar las lecturas, la vista, los amigos, los ambientes que se frecuentan, la música… lo que ha provocado estragos religiosos, espirituales y de deshumanización. Muchos males en España vienen de fuera de ella -son exógenos- y transmitidos desde muy “arriba”. En ello ha insistido Manuel de Santa Cruz, y nosotros lo hemos defendido en una ponencia al Congreso de la Unidad Católica en Zaragoza en 1996 (“La unificación del mundo a través de la historia”), y 1999 (“La influencia anticristiana de as europeizaciones desde la Revolución francesa”). Los ejemplos del pasado son numerosos. Nos remontaríamos a finales del siglo XVIII e incluso al erasmismo del s. XVI. Quizás, y ya en la actualidad, un síntoma de su transmisión, sean, hoy día, las memorias personales de altos dignatarios como los monseñores Tarancón, Cirarda, Setién, y Sebastián entre otros. Nuestro respeto hacia todos ellos, pero también nuestro desacuerdo en su línea sociopolítica de orfandad que han dejado a los católicos, pues el Liberalismo teórico- práctico que estos y otros autores han plasmado en la polis no es bueno sino calamitoso. Nos quedamos con los ocho señores obispos que por motivos exclusivamente religiosos y pastorales se opusieron a una Constitución como la de 1978, que ni da al César (poder político y sociedad) lo que es del César, ni da a Dios lo que es de Dios. Si nos referimos al ámbito personal y familiar, social, político y eclesial, nosotros y los autores a quienes seguimos, observamos dos deficiencias y enfermedades muy graves a nuestro alrededor, de las que nadie está excluido. Trataremos sobre todo de la segunda. 1º La primera deficiencia es la de quien no pone los medios para cuidar y proteger, por ejemplo, las virtudes teologales -fe, esperanza y
  • 13. “Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz” 12 caridad-, o bien las cardinales -prudencia, justicia, fortaleza y templanza-, así como la herencia espiritual y religiosa recibida. Es el caso de muchos católicos, creyendo superficialmente que así pueden considerarse cristianos adultos. Es el caso también del retoño de cualquier familia tradicionalista, cuando cede a la comprensible pregunta: ¿lo que aprendí de pequeño es verdad, es lo bueno y por ello obliga? ¿Debo crear continuamente mi propio bien y verdad como si todo dependiese de mí, e incluso sacudirme todo “deber ser” y toda obligación considerada como un yugo, para sentirse libre? No cabe duda que esta autonomía radical esconde saltos o lagunas en el razonamiento sobre la realidad, falacias y una falsificación de la verdadera libertad conforme al libre examen, la duda metódica y un individualismo radical. 2º Sin embargo, la deficiencia que más preocupa es otra. Es la de quienes han conservado esa fe personal junto a la herencia recibida, poniendo los medios para ello, pero sufren el riesgo de amoldarse a las modas existentes en la opinión pública. Este amoldarse se debe a otro tipo de tentaciones como el de no “salirse de la Historia”, alegar el cansancio, la utilidad y conveniencia institucional, o para que las nuevas corrientes no hagan ineficaz el apostolado y la ansiada nueva evangelización. 2. La segunda deficiencia es la de quienes ceden por cansancio, conveniencia, o deseo de amoldarse parcialmente, e incluso por motivos apostólicos, a lo que es socialmente un hecho común y no es objeto de discusión como los gladiadores y esclavos en la época romana, o bien sus ídolos. Esta tesis es incisiva en el periodismo de Manuel de Santa Cruz. Nosotros consideramos que llegar a esta posición puede ser muy respetable, pero se trata de una deficiencia de un origen muy emotivo. Quien tolera posiciones disparatadas y crueles, tarde o temprano tiende a aglutinarse en torno a quien pueda responderles con cierto éxito a los primeros, aunque sea un agente al que anteriormente haya combatido. Es el caso del que siendo inicialmente pro vida, afirma que “hay que acostumbrarse al aborto”. Creemos que esta segunda deficiencia puede afectar: 2.1. A quienes hasta ahora han trabajado en asociaciones políticas tradicionalistas con un gran entusiasmo y luego con más abnegación que entusiasmo. Es comprensible sufrir bajones anímicos al margen del convencimiento racional y de fe. Esta claudicación supondría la vuelta a la familia, al trabajo, y a la sacristía, sin hacer caso a los últimos Papas para quienes tenemos que salir hacia el exterior y conectar con el mundo, con el WhatsApp, diferentes redes sociales etc. La solución al cansancio parece más fácil: ocuparse con amor en otro servicio. 2.2. Sin embargo, esta segunda deficiencia también puede subyugar a familias enteras, de herencia tradicionalista, que se han ido apartando inconscientemente y de facto del compromiso ad extra.
  • 14. “Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz” 13 Familias que principalmente velan y estimulan para que cada uno de sus miembros sea motor de sí mismo y esté bien orientado en la intimidad y en un reducido radio de acción. Familias que se centran en las instituciones religiosas ortodoxas, dejando para otros los servicios más comprometidos y necesitados de apoyo de los propios, aunque ellos los vean con muy buenos ojos. 2.3. Por último, puede afectar a los católicos expuestos a seguir las orientaciones de las instituciones clericales, aturdidos incluso por las afirmaciones ciertamente liberales prácticas sobre el laicismo, efectuadas por algunas significativas jerarquías religiosas y hasta del Papa en Francia y Río de Janeiro. Junto con nuestros autores realicemos las reflexiones siguientes. Quienes ceden después de mantenerse en pie tras varios envites, suelen afirmar como excusa: “ya no es nuestro momento”, “hemos pasado y hay que dar paso a otros”, ya se ha trabajado suficiente pero sin ver frutos, esto es un desierto, nuestro esfuerzo no es sostenible, y debemos centrarnos en la recristianización individual. Dirán que esto es estar con los pies en la tierra, sobre todo después de haber trabajado la vía política tradicionalista una y otra vez. Según ellos, esto sería lo objetivo e inteligente. El tema es por qué no lo pensaron antes. La tentación se recrudece cuando los propios les recriminan la cantidad de oportunidades perdidas, cuando los considerados piadosos con un plus subjetivo de credibilidad realizan sus comentarios de parte, y hasta sugieren que nadie debe “atarse” e hipotecar su propia imagen con el objeto de no perder eficiencia institucional y apostólica. Algunos incluso se presentan como estudiosos de la vida espiritual del hombre según el método de las ciencias humanas. Este planteamiento es preocupante tanto por lo que conlleva como por sus resultados. También desvela que al “mal menor” -o mejor, al “malminorismo”- se puede llegar directamente desde posiciones liberales moderadas, o bien indirectamente por la desesperanza y cansancio de los esforzados antiliberales. Ello supondrá un mayor desvío de mezclarse con los enemigos “moderados” -aun protestando de los propios orígenes-, y si se abandona la propia organización socio política para hacer causa común con los “moderados” frente a los más radicales. Es como un abrazo de Vergara de 1939, sin exilio a Francia y con alguna capacidad -inicial y aparente- para ocupar parcelas de poder en el Ejército isabelino y filtrarse en los sectores vencedores de la política. Estas posiciones vienen de épocas pretéritas, y experimentadas de nuevo hoy, han conducido al fracaso final a quienes se infiltraron en el Partido Popular y luego, tras la clamorosa traición de éste (el Sr. Aznar, y luego el Sr. Rajoy), salirse de él como el caso de la cúpula de algunos nuevos partidos. El planteamiento al que nos referimos también puede ser fruto de ese enemigo llamado soledad, experimentada por quien ejerce responsabilidades. Si se acusa el cansancio, puede ser aconsejable
  • 15. “Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz” 14 descansar una temporada -que no es no hacer nada-, todo menos entregar las posiciones al enemigo. Si aquel es fruto de la comodidad, según dicen necesaria para trabajar, pues trabájese antes en la gran familia carlista que debe ser una organización tradicionalista. 3. Llegado el momento, cada cual debe responder de sí mismo. El hombre es un ser responsable de lo mucho y bueno que ha recibido, y así lo reconocen los buenos españoles que advierten la grandeza, hondura y firmeza de la civilización a la que pertenecen por católica y española, es decir, tradicional y actualizadora ante los restos presentes. Los hombres de la Hispanidad son lo que están mejor armados para librar el combate actual. Junto a ello, consideramos necesario no descorazonarse ni autoflagelarse cuando no alcanzan sus objetivos proyectados. Los penitentes con capucha en las procesiones de la Semana Santa barroca, que se autoflagelaban públicamente por sus pecados, han sido hoy sustituidos por los pacientes, pues ya dijo Nuestro Señor que con la paciencia salvaremos nuestras almas. Lejos del ilusionismo y la falta de crítica, hoy puede reconocerse lo siguiente. Desde 1986, los tradicionalistas españoles han hecho cada vez más actividades y en más ámbitos, y, sin embargo, los que se reconocen como tales cada vez son menos en número debido a las bajas por edad. ¿Por qué? En primer lugar, muchos han pasado por las asociaciones pero no están activos de veras, y, segundo, los campamentos juveniles debieran ser una cantera de jóvenes comprometidos, virtud ésta que hoy no tiene un gran predicamento. Quizás unos pretendan ir muy deprisa o ansíen más de lo que deben, o quizás la juventud sea -lo que no es extraño- algo superficial, influenciable o amiga del éxito inmediato. Quien intenta cumplir los objetivos, puede preguntarse: ¿por qué seguir adelante y cómo perseverar? Para resituar esta peligrosa inquietud hay que alejarse de cualquier ansiedad, de simpatías racionalistas -siempre insatisfechas a pesar de recibir suficientes
  • 16. “Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz” 15 explicaciones-, de una medida hecha a mera voluntad, y derrochar confianza y sentido del humor. Los cristianos saben de Quien se fían y a Quien sirven. Él es quien dirige la historia, el Amo de la viña, y los demás sus peones. Para seguir, lo importante es la búsqueda del servicio aún sin ver los frutos, poniendo los medios más adecuados y profesionales. Para uno de nuestros autores, “Estas palabras serían una vergüenza para España si no fuera tan evidente que somos un país ocupado por fuerzas ajenas a nuestro ser” (ES, 744), y que el marco social y eclesial en nada favorece el plantío, el trasplante y el crecimiento. Como si fuera el laborioso cultivo a mano del arroz. Por eso, en estas páginas se enumeran varias reflexiones de los “inasequibles al desaliento”, que bullen interiormente por herencia y formación, por esa gran llamarada de amor que, sin duda, crece estando siempre en la oposición política o bien cuando existe una prologada orfandad respecto al titular de la monarquía. Quede tranquilo el lector, que no se va a encontrar con ser reflexiones teológicas ni de principios doctrinales, sino consideraciones prácticas, las más de las veces real o aparentemente universales. 2. Primer escollo: dificultades o desmotivaciones -no contradicciones- internas. Los tradicionalistas sufren los defectos de todo quisque. 4. Hay ejemplos de cómo hoy el ambiente liberal influye de una manera agobiante en el hombre de hoy. Un ambiente así considera al hombre libre de toda obligación, niega el deber para afirmar - dicen- la libertad, y toma el amor perfecto como modelo pero en detrimento de otros móviles o estímulos, confundiendo así la imperfección con lo despreciable, al estilo maniqueo. Es como exigir algo que es dificilísimo para el hombre como si eso tal debiera ser moneda corriente. Un libro, ya clásico, de Ramón García de Haro, titulado La conciencia moral (Pamplona, 2ª ed., Rialp, 1978, 194 pp.), explica qué es realmente la libertad, la moral, y cómo actúa la Gracia divina, así como la configuración interna del hombre. Recojamos a continuación un importante tema que afecta a católicos que se hacen liberales. Conviene dar a Dios lo que es Suyo por obligación de conciencia, y no sólo por exclusiva voluntad propia, pues la obligación no es sinónimo de falta de libertad, sino que se trata de diferentes realidades. El supremo argumento del seglar “mayor de edad” -término éste confuso y de moda en algunos ámbitos-, no es el actuar “porque quiere” como si gozase de la visión beatífica…, sino reconociendo una gozosa subordinación al Amor de Dios como lo hace la “esclava del Señor”. “Sentirse obligado” no es propio de las almas infantiles porque, en realidad, se “está obligado al amor”. El amor convierte la obligación en
  • 17. “Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz” 16 algo perfectamente asumido en su contenido y forma, que rebaja el esfuerzo hasta quizás hacerlo desaparecer. El hombre se desposeería de sí mismo para entregarse absolutamente al Amor de Dios, al estilo San Juan de la Cruz en el amor místico de su Cántico Espiritual. Por otra parte, como el mismo Dios no deja de ser libre por no hacer y no poder hacer el mal, pues el mal es una carencia de Bien, ello exige al hombre no rechazar como impura una motivación inicialmente negativa como es el temor. Ni se debe exigir algo dificilísimo, como si eso tal debiera ser moneda corriente, ni las motivaciones negativas dejan de ser muy útiles para todos los humanos por adolecer de un estado de imperfección, lo que es el primer paso a la verdadera humildad o estado de perfección, toda vez que el temor de Dios es un primer escalón para el amor. En estado de perfección, la asunción de las responsabilidades y del amor es tal que el concepto “obligación” ni se plantea. Pero, claro, ¿quién llega a dicho estado en esta vida mortal? Quizás la crítica de los utópicos, de los puristas y de los que ponen peros a lo que no salga de ellos mismos, lo que es propio del Liberalismo, sea capaz de ello. Dicha crítica más parece una coartada que un argumento. Los llamados liberales -término que nada tiene que ver con el ser generoso y desprendido del “castellano viejo”- afirman dicha libertad como opuesta a cualquier consideración de obligatoriedad. La auto obligación, la auto limitación y auto representación -quizás llenas de vanidad-, sería para algunos lo único digno del hombre independiente, lo propio de un estado de cuasi perfección del que el hombre carece, y que cuando lo posea lo es únicamente por gracia de Dios. Muestra de una enorme frivolidad y de un hombre lleno de uno mismo, es la afirmación que a veces se escucha de no tener necesidad de salvación. “- ¿Salvarme de qué, de quién y para qué?”. “- Pues, de entrada, de ti mismo -responderíamos-”. A tales personas la Providencia les espera en los revolcones que a todos les da la vida. Un autor como García de Haro, al que ahora seguimos, afirma lo siguiente: “Resulta así patente la absoluta inversión de una libertad sin guía hacia la unión con Dios, sin finalidad: la pertenencia constitutiva del acto al sujeto, que implica la libertad, tiene los límites de nuestra condición creatural. Yo me pertenezco realmente sólo en cuanto sujeto finalizado, medido por la norma: el ser y la ordenación al fin me están dados independientemente del modo con que reaccione desde mi subjetividad. Lo único que me pertenece incondicionalmente - que es exclusivamente mío- es la privación en mis actos del orden al fin que subjetivamente debo y sólo yo puedo alcanzar: es decir, como pecado, como pérdida subjetiva de mi relación con Dios. Todo el bien que soy capaz de realizar es de Dios, ante todo, y mío sólo como causa segunda: lo único que es
  • 18. “Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz” 17 exclusivamente mío, de lo que soy causa sin Dios -aunque sostiene mi obrar- es el desorden del pecado: se debe sólo a mí que, en esos actos, falte el debido orden al fin (…)” (o. cit. p.ag. 83). Volviendo a nuestro desarrollo anterior, digamos que hoy es muy fuerte la influencia del ambiente actual, y del pertenecer a la sociedad urbana, tecnológica, de la información, que multiplica las relaciones sociales hasta facilitar la despersonalización. Por eso, el tradicionalista – incluidos los “inasequibles al desaliento”- es tan normal que sus defectos son los mismos que los de su entorno de pertenencia. Este punto cuarto podemos concretarlo, según nuestro criterio, en seis grandes afirmaciones de experiencia, que desarrollamos al final de este segundo epígrafe: 4.1. En primer lugar, en la cultura occidental se advierte una clara tendencia a la comodidad, que no siempre es sana y no pocas veces actúa en perjuicio de la responsabilidad personal. El estrés en el trabajo, la inseguridad, la elevada autoexigencia laboral, las grandes distancias físicas, el tiempo perdido en el transporte, la complejidad en las relaciones humanas, la tecnificación, la inmediatez etc. provocan el aislamiento y la búsqueda de la comodidad en los ratos en los que la persona se centra en sí misma y los suyos. 4.2. A lo anterior se suma el individualismo, que aleja de cualquier organización que exija ceder algo de la propia “soberanía” en el ámbito de lo personal, familiar, eclesial, social y hasta político. Quien se considera soberano está lejos de la realidad, por lo mismo que en la familia no hay soberanos sino servidores del bien común matrimonial y familiar. Lo mismo ocurre en la Iglesia y debe ocurrir en la política. Cuando uno decide obligarse a sí mismo, ¿dónde pone su fundamento? Si es en su “yo”, resulta un planteamiento no exento de vanidad y soberbia, con los graves riesgos que ello conlleva, pues en realidad la verdadera obligación viene de una instancia superior y externa a cada hombre.
  • 19. “Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz” 18 4.3. Tener algún grado de dependencia y un compromiso permanente con otras personas y asociaciones, puede producir a algunos ajenos cierta alergia o aversión, salvo que se trate de una institución que busque la santificación de sus miembros y por ello exija una entrega total como la llamada divina. Excepto estos casos, dicha aversión insolidaria se fundaría en el ya mencionado individualismo radical. 4.4. En cuarto lugar, el excesivo celo por la propia libertad puede enturbiar una deseable y confiada mirada en el futuro. Se está muy equivocado si se cree que una asociación, por ejemplo tradicionalista, sustrae libertades y posibilidades a quien participa de ella. Digamos que una asociación tradicionalista en política es un partido anti partido, que protege los cinco ámbitos citados, no los instrumentaliza ni exagera, que busca su equilibrio, los sirve sin comprometerlos en contra, los completa y resitúa reconociendo su natural proyección política de cada ámbito en la forma y grado que tengan. Una asociación así da paz y seguridad a sus asocios o afiliados. Promueve al hombre completo desarrollando la acción sociopolítica y otra más política. Ella es propiamente un resultado más que el origen de algo; siendo un resultado y en cuanto tal organizado y consciente, origina nuevas realidades por lo mismo que la unión hace la fuerza y la diversidad propugna la unidad y eficiencia en la acción. Ayer experimentamos cómo actúan los tradicionalistas en el tema de la EpC, y hoy en los temas del aborto, el programa Skolae (Navarra), la Hispanidad de Cataluña…. No actúan como un partido de la partitocracia sino que busca el bien común en el fin tanto como en los medios. 4.5. La mentalidad utilitaria inclina a apreciar este mundo como si fuese el destino final del hombre, y produce un sentimiento de fracaso cuando a corto y medio plazo no se obtienen resultados satisfactorios. Se quiere vivir una vida mundanizada donde el objetivo es disfrutar a tope. ¿Qué hacer entonces cuando otros nacen o caen en la desgracia, o éste le aborda a uno mismo en el transcurso de la vida? Se quiere morir a esta vida temporal con una felicidad natural, quizás con medidas paliativas, sin mirar la eternidad, ni a Dios, como si las obras que expresan la Fe no importasen. ¿Pero es posible la Fe sin obras, una responsabilidad sin finalidad? ¿No hay que prepararse bien ante la muerte, que es el momento definitivo del vivir para la vida eterna? ¿No debe el hombre ejercer la consciencia, sobre todo en los momentos cúlmenes de su vida? ¿No hay conciencia y perdón de Dios? Dicha mentalidad utilitaria del disfrutar a tope, del despreocuparse de la muerte… origina y agudiza los agravios comparativos entre las personas con un sentido totalmente egoísta. Dificulta aceptar una pérdida de “posición” personal y sociolaboral por confiar excesivamente en dicha “posición” para hacer el bien. Y pone el afán en huir de eso que llaman “quemarse”, lo que se debe al no refrescar el alma con la paciencia y la Gracia divina.
  • 20. “Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz” 19 Hoy no se soporta el relativo fracaso ni el éxito relativo, y se busca maximizar toda situación, ya por utilitarismo, ya por defecto economicista, ya por cálculo político de acceder o conservar el poder. 4.6. Por último, observamos que el hombre actual desea elegir permanentemente la organización en la que trabajar. Así quiere hacerlo aunque contradiga la vida cotidiana en el ámbito minoritario y comprometido de la política, pues -en efecto- el día a día incluye el “nosotros” y que las cosas generalmente “se encuentren”. Realicemos aquí unas consideraciones psicológicas y morales. Esto es una aplicación al afán del hombre moderno de autodeterminarse sin fin, instalándose en él el mal absoluto nihilismo filosófico, moral y jurídico. Este purismo en el ejercicio del libre albedrío que exige una elección permanente, desearía encontrar una Asociación a la personal medida, unos responsables proclives a la identificación más que al respeto mutuo de la propia imagen y semejanza, todo lo cual no siempre es posible ni conveniente. Un planteamiento así expresa la dureza del hombre ya para ceder ya para obedecer, aunque las asociaciones civiles y religiosas no suelan pedir tanto; a veces sólo reclaman un “sí” o un “no” como respuesta, y un “de acuerdo” o “recibido”, como cualquier persona educada. Algo listos, más autosuficientes, y sobre todo muy celosos, quisiéramos hacer lo que nos da la real gana, y abandonarnos cuando no se siente alguna satisfacción y eficacia a corto plazo. Dada la limitación del hombre, rubricamos el ¡ay de los siempre insatisfechos! Una excelente dama dedicada a la política extraparlamentaria, escribió: “Conviene por lo tanto tomar en serio las directrices que nos dé la Junta de gobierno hasta que haya un Rey, atraer y esperanzar a los carlistas y recibir a los que van llegando, explicándoles nuestra postura y nuestra esperanza aunque haya que empezar y empezar una y otra vez. Afiliarse y pagar cuota o ayudar de una u otra forma, pero unidos” (Excma. Sra. María Cuervo-Arango en calidad de presidente, “Acción Carlista” nº 143, 1-VIII-2018. El subrayado es nuestro). Los autores analizados en este trabajo también dan repuesta a un ámbito más psicológico, esto es, a un entorno de desmotivación, al ver que nada se adelanta, que todo se apaga salvo la llama divina de la Iglesia, único refugio que a veces hasta se nos oculta ya por los pecados manifiestos de sus integrantes ya por el laicismo en boga. No en vano tales autores se autodenominan “los inasequibles al desaliento”. Añadamos por nuestra parte otra clave que perjudica a los españoles, y es la del barroquismo, que consiste en la tendencia a exagerar y absolutizar por elevación, relegando lo relativo. Implica elevar en exceso los deseos, impidiendo el incremento o multiplicación de la
  • 21. “Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz” 20 realidad. Poner objetivos prácticos inalcanzables. Establecer excesivos contrastes. El barroquismo recarga y complica. No acierta a analizar críticamente a lo Quevedo -que mucho Quevedo es- las apariencias de una forma sencilla y popular. Induce cierto pesimismo que necesitaría ser compensado con el buen humor al estilo de Santo Tomás Moro. Evade de la realidad al plano del romanticismo y adelanta la persecución y unas catacumbas algo imaginarias, que suelen ser fruto de la inacción y una excesiva contemplación. Con todo esto, un estratega militar -o en el ámbito civil, el político- estaría perdido salvo que se obligase a “resituar” el dato. Pues bien, para el que trabaja, un fracaso es siempre un fracaso relativo, porque su envés es un relativo éxito, mayor o menor, el que sea. Otra cosa es querer trabajar y no poder hacerlo ya por falta de medios materiales ya por falta de apoyos humanos. Para terminar nuestras consideraciones, digamos que algunos, quizás queriendo proteger a los educandos para cuando sean mayores, les ponen las catacumbas en el horizonte antes de tiempo, ablandado así la necesaria resistencia para el día de mañana, diluyendo la política en iniciativas sociales y culturales, y encontrando hoy los cansados, los muy sensibles o los resultadistas, una justificación para no dejarse ver entre los que se proponen objetivos y llevan a cabo proyectos prácticos. A aquellos les agradecemos su responsabilidad al prevenir, su celo y quizás prudencia, pero las catacumbas llegarán cuando se deje de trabajar en lo público, como ocurre en un ejército en retirada. Quien reduce su actividad a su vida laboral, familiar, conmemorativa y religiosa, y descuida lo público, hace un flaco favor a la sociedad en un plazo corto y medio, y quizás al plazo largo de la tradición española, que quizás sufra un ocultamiento fatal. Tampoco es bueno ni prudente que el jardín privado, bien trabajado y fruto de nuestros esmeros y la Gracia divina, como que “insulte” con su fragancia el jardín hoy arrasado de la ciudad. No puede extrañar que el Maligno atice los celos. Hoy, por justicia, prudencia y para evitar un indebido desgaste a causa de nuestra debilidad, es bueno dirigirse hacia los que creen que nunca fueron tradicionalistas y sin embargo lo son. En el trato con ellos, y como política de atracción, no hay que ocultar las propias flaquezas pero tampoco se debiera exagerar las propias debilidades, que por otra parte suelen ser las de todos. A ver cómo se trabaja para, partiendo de lo anterior, hacer brillar a ese Adelantado que recoge las mayores aspiraciones, esto es, a ese “Alguien (que) escribió que ‘España es el país de la eterna cruzada’ hasta la Parusía” (MSC, 768).
  • 22. “Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz” 21 3. Un segundo escollo. dificultades o desmotivaciones externas Una vez realizadas las anteriores consideraciones que enmarcan al hombre de hoy, con la aprobación sin duda de nuestros autores, dejémosles hablar a ellos. 5. Es muy humano proponerse levantar el ánimo de todo aquel que sufre la honda crisis actual. Algunos elementos de ésta, que tiene un origen externo, son los siguientes. 5.1. El sesgo claramente totalitario de la propaganda y del estilo de lo que llamamos guerra. Hoy la guerra se ha hecho total: “La guerra se ha hecho total (…). Estamos ante una guerra de técnicas de propaganda activa (…) A la censura gubernativa en tiempos de Franco ejercida desde oficinas conocidas por personas conocidas, han sucedido otras censuras gaseosas e inaprensibles al servicio del capital y de sus lobbies y de potencias internacionales mediante gobiernos Quislings” (P.L, 770). Los periodistas mercenarios se quedan en lo secundario para diluir lo principal, son costumbristas (AdG, 700), hacen descripciones minuciosas con aspecto aséptico y neutral pero con intención oculta de otra cosa (AdG, 701). A su vez, la Iglesia busca un “modus vivendi”, tiene una connivencia acomodada con los males políticos españoles en la vertiente fáctica y hasta doctrinal (AdG, 700). 5.2. La dificultad que hay para plantear en público la distinción entre el Bien y el Mal, aunque hacerlo sea irrenunciable y obligatorio. En los medios de comunicación y las logias masónicas se habla mucho, pero de opiniones, de aproximaciones, consideraciones subjetivas, y además presentadas como “mi verdad”. No se pueden presentar como verdaderas y objetivas -como tal verdad-, pues lo llamarán dogmatismo, haciendo imposible el “¡eureka, yo lo encontré!”. Otras veces, silenciar la diferencia entre el Bien y el Mal pretende justificarse diciendo que si en una discusión o diálogo sólo se argumenta en función de la dimensión horizontal de la vida, de los daños o beneficios provocados en el orden temporal, suprimiendo toda verticalidad y hasta el carácter de pecado o de virtud ante Dios, es a modo de punto de partida y presentación para todos los tipos humanos con el objeto de atraer su atención. El razonamiento parece impecable, pero valga aquí nuestra crítica, pues no por este reduccionismo generalizado el público escucha más, ni se le atrae más, y desde luego sólo logra desdibujar la dimensión vertical de la vida y su necesidad, consolidando su lado opuesto:
  • 23. “Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz” 22 “(…) no aparecen comentarios morales (…); todo se narra con la frialdad propia de las ciencias naturales. (…). El igualitarismo y la no discriminación, el buenismo y la preparación para los sincretismos, han hecho una norma habitual la expulsión de los comentarios críticos y adversos de los eventos en los que terminan nuestras gentes sencillas. Para eso estamos en una democracia laica, para que los mayores disparates puedan circular impunemente libres de censuras. Se está perdiendo la ortodoxia pública. / La distinción entre el Bien y el Mal ha sido obligación y ocupación permanente de los cristianos, tanto de la Iglesia docente como de la discente” (MSC, 796). Por otra parte, las situaciones puntuales y circunstanciales que exigen la virtud de la prudencia no pueden generalizarse. En efecto, en cualquier caso que los temas lleguen al fondo vital de la persona, es insoslayable presentar con naturalidad la dimensión vertical -divinismo- del ser humano, como argumento principal y acabado. El cómo empezar el camino de una sosegada y puntual conversión a Dios según los dictados de la prudencia, debe concluirse, predicando al Dios desconocido como San Pablo en el areópago. 5. 3. La sensación de soledad y la falta real de apoyos personales o institucionales para el bien, contrasta con los apoyos que por ejemplo y desde hace tiempo recibieron los jefes comunistas de la marca electoral Podemos en 2015 y Unidas Podemos en 2019, que acuden en socorro de la Izquierda socialista y de los separatistas en España. “Lentamente, pero firmemente, han reaparecido en todas partes pequeños grupos de comunistas a los que hay que volver a prestar atención” (ES, 736; MSC, 737; P.L, 740). Podemos ha salido de los indignados. Son comunistas. Hay que tomarlos en serio como también debía tomarse en serio a los indignados (AdG, 780). Si se habla de la sensación de soledad, es normal pensar que más vale estar sólo que mal acompañado. Cada cual elige a sus amigos, y no tiene por qué confiar en quien, a la vista de todos, ha sido infiltrado por la izquierda ideológica como es el caso de partidos políticos como PP, Ciudadanos, PNV etc.. 5.4. Ante los males sufridos, algunos son capaces de relativizarlos y de animar al silencio a quien los sufre. No decimos que esto
  • 24. “Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz” 23 esté mal, sino que el mal está en justificarlo diciendo esa media verdad de que todo -menos el Purgatorio e Infierno- se puede utilizar como un “reactivo providencial”. Los defensores del reactivo, creen que no se debe perder las oportunidades, ni provocar alteraciones anímicas en personas de la tercera edad que acuden a los oficios religiosos católicos, como depresiones, ansiedades, esquizofrenia y manías…. En realidad, mencionar el mal como reactivo puede ser una trampa para “dejar que se cometan males” y “dejar de hacer el bien”, o para no ver el problema al que hay que enfrentarse. A dichos “reactivos providenciales” se ha recurrido en varias ocasiones para ganarse la confianza y lograr el esfuerzo del fiel católico y ciudadano medio. En la IIª República se planteó este sofisma al decir: “Ante un ataque impío, no luchemos frontalmente contra él, porque puede ser “reactivo providencial” para que los católicos profundicemos en el estudio de la Verdad, corrijamos nuestros errores y despertemos de nuestra siesta”. Eso no tuvo fruto, sino que al final las minorías sacaron las castañas del fuego. También en otras ocasiones se ha vuelto a plantear, por ejemplo ante la paulatina descristianización alegando que todo lo anterior era fruto de la iglesia constantiniana, ante las leyes contrarias a la familia diciendo tonterías como que así las familias estarán más vigilantes etc. Hacia 1948, la organización “Fe católica” que nació para combatir a los protestantes con la aprobación episcopal y dirección jesuítica, fue sustituida por unas juntas de señoras que animaban a estudiar más la Biblia. La libertad religiosa del Concilio Vaticano II “resultó aún más irritante cuando empezaron a disimularla con la mentira de que no cambiaba las conductas anteriores de la Iglesia”. Y al envejecer Franco, se inició una sutil apertura para acostumbrarse a los nuevos vientos y a reaccionar contra ello. Todos acabaron mal, descristianizando. En 1936 se estalló después de muchísimas barbaridades (AdG, 763): ojalá el remedio se hubiera puesto antes. 5.5. También puede observarse otro aspecto clave. Hay personas que, desde su trabajo de dirección en instituciones religiosas, y algo engoladas en sus cargos y hasta títulos académicos, piden a los fieles una total dedicación, pero sin apoyar otros proyectos, y hasta desaconsejándolos abiertamente. También piden una total obediencia en aras de la mayor unidad. Al estar en medio del mundo, tales instituciones pueden tener una relación problemática con él. En ese aspecto, nos permitimos una digresión. Sin atribuir lo que señalamos a continuación al estudio de nuestros autores, señalemos algunas situaciones prácticas de la vida, que si como tales se atribuyen a personas concretas, no obstante, por ser una realidad constante, proceder de personas de calidad, y hasta originar un estilo más o menos colectivo, se podrían extenderse a la institución eclesial correspondiente. Lo expuesto puede parecer algo extenso, pero aplica la tesis señalada, y nos consta que Manuel de Santa Cruz se ha referido a ello.
  • 25. “Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz” 24 Lo expresamos así. Las formas de actuar en la vida cotidiana son muchas, desde las aparentemente simpáticas hasta las inaceptables. Ahí están los vacíos que se hacen a terceros en los ámbitos laboral y de la amistad, a quienes se les relega en el reparto de encargos y también dentro del grupo. Los incómodos son marcados de alguna manera para que no “contaminen” a pesar de su buenísima formación e intención. En privado reciben sonrisas piadosas, se les etiqueta como personas originales, como gente con el reloj parado durante 100 años, se les identifica con La Verdad como si no estuviesen también en contacto con la realidad social, se les llama lefebrerianos y hasta casposos y fascistas, y se les arrincona por salirse del tono medio, aunque al final -conforme al desenlace de los acontecimientos- se reconozca que tenían razón… pero para seguir lo mismo. Esta soledad personal es fácilmente superable por los espíritus independientes. Sin embargo, se agrava hasta el límite cuando quienes debieran se acogedores en el ámbito religioso, crean una atmósfera indiferente, fría y aún contraria hacia un concreto apostolado de la política en el mundo temporal, sobre todo por la carga religiosa de la política para ellos inaceptable a fuerza de liberales. A veces, los clérigos que más debieran apoyar el apostolado de la política, sobre todo cuando los intereses de la religión están por medio, son quienes más lo desaconsejan. Entienden mal eso de “en lo opinable, caridad”, porque el laicismo no es opinable sino condenable; también entienden mal la “legítima libertad” cuando la ahogan para que su ejercicio no comprometa -dicen- a la religión- y no perjudique al grupo e institución; o bien extienden tanto la libertad que por lo visto permiten a los católicos pertenecer a sectores independentistas que no condenan el terrorismo. Quieren ver lo humano fermentado por lo divino, pero sospechando siempre que lo opinable y temporal puede empañar aquello que implica una dimensión sobrenatural (confesión religiosa, familia, educación etc.). Si no lo fermentan ellos, que son los sabios y prudentes, que no lo haga nadie, como sutil forma de semipelagianismo. No pocas veces se confirma que quien recela de los demás, víctima del purismo de no mezclar lo más mínimo la política con la religión -así dicen-, son liberales conservadores, amigos de desacralizar y de la secularización. Parece que la única manera de fermentar la realidad es acercarse a ella a ocupar puestos con el objeto de evitar males mayores contra el derecho natural. Para justificar su posición, pueden redactar libros colectivos sobre los Papas del s. XIX, utilizando el esfuerzo de autores noveles a los que se facilita poner las conclusiones por delante del estudio que así orientan, pues a veces, trabajar por encargo de amistad y confianza, pone la obra realizada al servicio de quien encarga. Incluso se da la paradoja de que, cuando los secularizadores ponen, con su estilo propio, lo humano al servicio de lo divino, dan por supuesto que se bendice un medio o instrumento tan sospechoso como ser ministro del PP, a sabiendas que todo ministro es solidario con lo que haga su Gobierno. Es el caso de quien
  • 26. “Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz” 25 presentó en Pamplona la película de Garabandal, con el rótulo anunciador y cebo de ex ministro del PP. Es como querer el revés y no el envés. Como la realidad es un continuo de vasos comunicantes, el conjunto pierde el agua si el vaso de la política está agujereado. Sobre todo hoy, que la política revolucionaria al uso es absorbente y los españoles miramos demasiado hacia los que gobiernan y sus periodistas, las elecciones y sus encuestas, y desde luego la televisión. Sigamos con nuestros autores. La pregunta es: ¿qué errónea visión de la polis tienen algunos o muchos directores espirituales para que con sus omisiones y la aceptación de lo existente, disuadan a los católicos a una política cristiana? “(…) grandes sectores del clero, culpables de la doble corriente de orientar a los fieles hacia el PP y de sabotear el reclutamiento de los grupos católicos tradicionalistas, cegaos ya por la evidencia de las traiciones en materia religiosa del partido al que han patrocinado –“las últimas desacralizaciones de la coronación” (nota: de don Felipe-, en vez de reconocer humildemente sus malos consejos dichos, y de rectificar inmediatamente para el futuro inminente, predican que, como la política es un asco, los católicos no deben meterse en ella, como si no hubiera formas excelentísimas y urgentísimas de hacerlo” (JU, 723). 5.6. Hay muchos seglares que dan mal ejemplo porque no dan ni golpe en el ámbito público y político, y que aceptan cualquier circunstancia mientras no les perjudique el bolsillo y su economía personal o de grupo. Sólo entonces, al sentir algún perjuicio, es cuando quieren intervenir, y es entonces cuando ya nada se puede hacer. “(…) hay que corregir con energía que seglares perfectamente calificados sigan en su holganza con la muletilla de ‘¿qué hacen los obispos?”. Hasta hace poco también solían decir: ‘¿qué hacen los militares?’ Y ‘¿qué hacen los requetés?’ Hay que responderles, a la gallega con otra pregunta: Y usted, ¿qué hace? No es de recibo este espectáculo masivo que a diario vemos los católicos con estudios superiores y bien acreditados en sus trabajos que están echando sistemáticamente (la culpa) de lo que está sucediendo, sin hacer ellos nada exclusivamente, al clero. Que también tiene sus culpas, por supuesto, pero de eso ya estamos suficientemente informados” (PL, 750). Las circunstancias de nuestros días favorecen a los tradicionalistas, pues todo se ha ensayado con un rotundo fracaso: autoritarismo, liberalismo, clericalismo liberal…. Antes se necesitaba dar un escopetazo para llamar la atención en una sociedad en la que sus miembros vivían aislados y lejanos entre sí, mientras que, hoy, el aldabonazo es bien sencillo: hay tanta comunicación que un mensaje electrónico puede llegar a todos los rincones, hasta de poner al enemigo en
  • 27. “Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz” 26 apuros. Así mismo, tener prensa es útil para detener los males que pueden cometer los timoratos, que no desean ver su nombre puesto en entredicho, especialmente si se utilizan las nuevas tecnologías. Quienes trabajan bien en las asociaciones tradicionales deben tener la conciencia tranquila: “y que continúen”. “Los que queden, que sigan”, decía Emilio Mola. Lo harán suficientemente bien, aunque lo harían mejor y con más frutos, si los cansados y desilusionados que de hecho se les separan, omiten la triste táctica del “peguismo” -poner pegas a todo-, y se animan para, entre todos, seguir y perseverar con ánimo, extendiendo el mensaje y las actuaciones. II. Cómo rearmarse personalmente viviendo la buena política, como personas coherentes y completas. Los autores que seguimos no sólo recuerdan los sanos principios, sino que ofrecen sus reflexiones para ayudar a vivir a sus lectores como católicos prácticos y buenos españoles que aman su Patria. Algo así decía el tradicional o castizo Jovellanos a los afrancesados o josefinos de su tiempo: “Aunque la causa de la Patria fuese tan desesperada, sería siempre la causa del honor y la lealtad la que a todo trance debía seguir un buen español”. Más allá de las categorías del
  • 28. “Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz” 27 racionalismo, ésta forma de hablar sí convence al buen español que por temperamento tiende a no ser racionalista. Será racional, argumentará con toda la complejidad del ser humano estableciendo diferentes ámbitos y jerarquías, pero no será racionalista. Dicha forma de hablar le convence y lo hace con rapidez, por referirse al hombre completo y porque le involucra en una problemática concreta. También decía Cánovas del Castillo a su embajador en Roma, cuando le iba a dar la noticia de que podía hacer un programa por el cual el Carlismo podría participar con gusto en las Cortes liberales: “No cometeré el crimen de destruir la única fuerza capaz de mantener el orden social el día en que se desencadene la Revolución. Vaya usted y diga que yo no puedo pedir la muerte de un partido que será mañana antemural de la Patria”. Don Antonio acertó al adivinar lo que iba a pasar aquel 1936, aunque se quedó corto. Quizás acertase ahora cuando todo el canovismo y moderantismo ha desaparecido en política, en función del desastre Aznar y ahora Rajoy, el mal remiendo del tal Casado, los tránsfugas, y que Avanza -que enseguida desapareció- puso tronos a las premisas y cadalsos a las consecuencias, tomando parte de la realidad como el todo, pudiendo estar influido por cierto clericalismo y sesgo liberal. Cierto: los tradicionalistas o carlistas serán un residuo de Israel, pero los hijos políticos de los canovistas han ido muriendo sin remedio ni sucesores, han cautivado y hasta acabado con el alma de España, y casi han matado la gallina de los huevos de oro que es el pueblo español. Totalmente hundidos y perdidos ellos, a los buenos españoles no les queda más destino que seguir. Continuemos esta explicación volviendo a nuestros autores. 1. Punto de partida 6. Conviene admirar lo “milagroso” de no pocas realidades. Pongamos un ejemplo que Manuel de Santa Cruz recoge aplicándolo a “Siempre P’alante” y que nosotros extendemos a otras realidades. Que los tradicionalistas divididos paulatinamente tras fallecer Alfonso Carlos I, perseguidos con el régimen de Franco y que recibieron la puntilla con el desviacionismo y los sucesos de Montejurra de 1976, se reunifiquen en El Escorial en el año 1986, y perduren trabajando en 2019 mientras que los desviacionistas ya han desaparecido, tiene mucho de “milagroso”, aunque alguno recele de este término de naturaleza religiosa. Este carácter “milagroso” se observa cuando se presentaron a diversas elecciones nacionales y europarlamentarias, en la convocatoria de sus trece Congresos generales de organización, en los foros Alfonso Carlos I de conferencias y convivencia anuales, en su presencia en actos públicos y conmemoraciones. También están activos a través de boletines
  • 29. “Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz” 28 regionales en la Red y en papel, en la publicación de revistas y libros, los campamentos anuales y reuniones estacionales de formación, el fermentar iniciativas sociales etc. Si se mira hacia fuera, hay periódicos y revistas nacionales que han cerrado sus talleres. Sólo algunas revistas comprometidas y definidas siguen en pie. Por ejemplo, dos revistas bimestrales, “Ahora-Información” que es periodística (nº 153) y “Verbo” que es de pensamiento (nº 574), y el quincenal periodístico “Siempre P’alante”, que va por los 831 números con 37 años de trabajo, que enlaza su actividad con la emisora de radio JLD (José Luis Díez). En otro ámbito se encuentran las actividades del periódico “La Nación” y otras tendencias políticas como la falangista, franquista etc. “milagro, o milagroso, quiere decirse de algo que está fuera de las leyes de la Naturaleza, burlándola”. El que no lo ve es que nunca ha hecho nada y no sabe lo que cuestan las cosas, y nada ha hecho desinteresadamente. Los que no aman. O aman poco, oyen susurros: “Tu, no te metas”, mientras que contradictoriamente a esta posición, el amor es celoso y susceptible (MSC, 700). “Muchos católicos son tibios, mezquinos y cobardes, y se repliegan de la primera línea de fuego, no creen en la asistencia de todo un mundo sobrenatural. En los milagros. La casualidad y la suerte son interpretaciones paganas de la incidencia de la divina Providencia en cosas pequeñas que quiere que pasen desapercibidas. A los tales yo les recomendaría la lectura de la letra pequeña de la historia que se coronó aquel primero de Abril ¡Cuántas pequeñas acciones tácticas tuvieron desarrollos victoriosos por desarrollase de manera opuesta a las normas naturaleza, es decir, de forma milagrosa! ¡Cuántos cientos de vicisitudes de la guerra constituyen una nueva revelación del mundo sobrenatural! También en las conciencias individuales secretas, cuántas conversiones ignoradas pero milagrosas” (MSC, 781). 7. El amor nos hace protagonistas de la historia. Manuel de Santa Cruz distingue entre creer y amar. Creer sólo, sin amar, conduce a la inoperancia y las cavilaciones. En realidad, no se trata de pensar en Dios como hacen los deístas, sino de amarle, y luego de trabajar para Él, porque se conoce Su mensaje o Buena Nueva, por convicciones a favor del bien común objetivo, porque el amor es uno aunque se dice de diferentes maneras. Así, amando de veras, el cansancio se disipa o al menos disminuye, y se vive una vida completa de cara a Dios. Sin duda por eso los políticos tradicionalistas realizaban sus propios ejercicios espirituales de San Ignacio. De ello nos hablaba don Domingo Fal Conde. El día a día nos hace distinguir bien entre el espectador y el protagonista. El espectador es un “balconero”, escucha el “tú no te metas”, el “no quiero líos”, y vive la cómoda coartada de casa al trabajo y
  • 30. “Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz” 29 del trabajo a casa de los padres, que ya están mayores. Es como quien ve el subir y sobre todo bajar de la Bolsa de valores. Quizás prolongue su actividad en alguna reunión piadosa y alguna manifestación masiva que si no es millonaria, desconsuela. Al final, esta postura excluyente del trabajo a casa, y de casa al trabajo, va contra la Causa que sola no se mantiene, pero también actúa contra uno mismo por el sufrimiento y la retirada moral y psicológica que encierran. La paralización de los “buenos” en España lo demuestra. Ampliemos las consideraciones de Manuel de Santa Cruz sobre las no pocas manifestaciones millonarias convocadas en Madrid. Los millones de españoles que asistieron actuaron como protagonistas de segunda, frente a los de primera, esto es, quienes les convocaron en función de la partitocracia. Ninguna de dichas manifestaciones tuvo frutos políticos, seguramente porque los católicos infiltrados en el PP las fagocitaron. Era fácil hacerlo, pues bastaba que, sin trabajar lo más mínimo, un solo político cualificado de su Partido asistiese a la cabecera de la manifestación. Enseguida la prensa y las cámaras se hacían eco de ello. Y eso bastaba en el mundo de la imagen y los votos. Es muy posible que dichas manifestaciones se utilizasen como el “arma” para convencer de algo a los líderes del PP desde dentro del mismo PP. ¿Todo se redujo a luchas y movimientos internos protagonizados por las corrientes posibilistas dentro del PP? Sea lo que fuese, de dichas manifestaciones sólo queda la memoria, que algo es. Pero todo fue para nada en la práctica. ¡Qué fracaso y qué engaño! Luego tales infiltrados, ya separados del PP por considerarlo un “imposible”, crearon su propio partido para desmantelarlo ellos mismos con ocasión de las primeras elecciones que les siguieron con la irrupción de Vox. Por el contrario, la persona protagonista tiene la función de colaborar directamente en la marcha de la historia. Si busca alianzas no es para que otros trabajen por él, ni para delegar, ni para ir a remolque de otros intereses. Las alianzas son el ajedrez de la política, siendo su función tener más medios sin delegar ni quedarse de lado (PE, 804). “El Carlismo va siempre con nosotros: no lo quitamos y ponemos según los momentos pues se lleva en el corazón y en la mente (…) Todo esto es reflejo de un profundo, inmenso y agradecido amos a Dios./ Ello nos lleva a buscar el Bien Común: a ponernos en el lugar del otro, buscando la justicia social por amor, encauzando la economía y convenciendo a todos de que este sistema es el problema de tanto desatino” (Excma. Sra. María Cuervo-Arango, “Acción Carlista” nº 143, 1-VIII-2018). 8. La política no admite vacíos, actúa como causa ejemplar, tiene un ámbito específico, y cada generación hace de bisagra de otras generaciones. Esta consideración nos la transmitió Don Miguel Garisoain Fernández (+ 2017), añadiéndola en este octavo punto con el objeto de
  • 31. “Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz” 30 mantener la coherencia interna expresada por nuestros autores así como para completar sus posicionamientos. 8.1. En efecto y en primer lugar, la política no admite vacíos de programa y presencias. Lo que no hagamos nosotros lo harán otros, aunque -añado- sin las claves del bien y sin la continuidad de la tradición española. Quienes nada hacen y además disuaden son los tibios, no los indiferentes al fin paralizados por hartura hacia el sistema político dominante. Por eso no tienen razón los que dejan de trabajar, dejan el trabajo a otros, y luego les critican por su falta de eficacia y otras limitaciones ficticias o reales. En principio, padres e hijos reman juntos en la vida, imbuidos de los principios y formas concretas a mantener y ofrecer. “Esto no tiene edades”. La crisis comienza con la falta de ilusión y entusiasmo, que, si no se frena, se agudiza hasta conducir a cuadros psicóticos. Para evitarlo, el instinto hace mirar hacia lo que se mueve fuera y con algún parecido a lo mantenido hasta entonces. Es tentadora la autocrítica (término marxista que debemos sustituir por el examen de conciencia) que de hecho se hace con facilidad y refiriéndose a los más próximos, en lugar de dirigirla a uno mismo, que es lo más interesante. Si uno mismo se incluye por pudor, sobre todo gusta hablar de los demás: ¿qué es lo poco que se hace bien? ¿quién no llega o arrastra a la gente? Otras veces el que más critica es el que menos está, hace o trabaja dentro, y el que más éxito quisiera tener. Los cansados e inseguros que hayan militado en las filas tradicionalistas, pueden estar tentados a recurrir a otros sectores real o aparentemente afines. Tales afines, sin hacer nada y con solo “estar” presentes, pueden sustraer por el momento simpatizantes y hasta militantes tibios, que empezaron a serlo cuando su excesiva crítica surgió más del escaso compromiso que del trabajo bien hecho. “Cuidado con los afines”, se nos dijo. Hemos comprobado que quien no trabaja de firme y quien de hacerlo quisiera tener siempre éxito, se mueve hacia las “nuevas” tendencias que irrumpen con decisión y posibilidades, tentándose a seguir a cualquier cosa que se mueva y más si es nueva. Pone en ellas los ojos y hasta la esperanza del éxito, por la atracción natural que conlleva lo desconocido y que gratuitamente se considera que tiene mucho que ofrecer. Además, ello permite mantener la falta de trabajo personal, tener la sensación de ser más y haber crecido, y sentir la esperanza del ganador por vez primera. Este movimiento hacia personas ajenas, sustituye a los propios, que están muy vistos y son inconscientemente asociados a la inoperancia -precisamente la suya- y la falta de éxito. Pongamos varios ejemplos a los que también se refiere Manuel de Santa Cruz. En 1876 llegó la época de las grandes claudicaciones para las clases medias carlistas en favor de los reconocementeros de don Alfonso de Borbón, y de los pidalinos de la fugaz Unión Católica. Desde 1937 una parte de los carlistas fue ninguneada por el nuevo Régimen
  • 32. “Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz” 31 franquista, incluida sus postrimerías. Más recientemente, tras 1978 lo fue por el centroderecha apoyado por el Episcopado, por las asociaciones piadosas amigas de la influencia social, y por diversas escisiones como Familia y Vida, Libertas, Avanza y ahora Vox. Esta postura tan cómoda hizo mucho daño a España porque llevó a no pocos a confiar en el partido más conservador de la Revolución legal, como si la ley revolucionaria fuese el mejor baluarte frente a las consecuencias sociales de la misma. Hoy día, el desastre del PP da qué pensar para reconocer de nuevo que la tradición es necesaria para mantenerse uno mismo, para sostener los principios nucleares de la sociedad, y también situarse ante la realidad política más inmediata. Los amigos de la tradición siempre tienen posibilidades para existir, desarrollándose y ofreciendo gratis lo que gratis recibieron como Gracia, pues la tradición son ellos mismos y su vida personal, familiar y sociopolítica, aprendida como un bien. Sólo ellos tienen esperanza en medio de una sociedad desengañada y desorientada que sigue aquello que se le presenta hecho, que se mueve, dice moverse, o le mueven los grandes poderes externos. Hoy esto último es mucho más manifiesto que en épocas pasadas. La sociedad desorientada podrá seguir a otros, pero para ello se alejará de sí misma debido a su desorganización, masificación, y porque le han convencido de que lo único existente y posible en política es la partitocracia, y, en la vida social, un individuo teóricamente “soberano” como preludio inevitable de una sujeción y hasta esclavitud real. 8.2. Tampoco -y en segundo lugar- pueden existir vacíos cuando la política “es base de buen comportamiento” -o malo-, como recuerda la ex presidente de la CTC M. ª Cuervo-Arango (1-VIII-2018). 8.3. La política tiene un ámbito específico y fundamental, de modo que no puede ser sustituida por el ámbito de la propia sociedad. El vacío originado en el programa político, la presencia política, y del buen comportamiento, lo ocuparán otros. Conformarse con éste vacío muestra que se busca el mal menor como un bien en sí, sin saber además qué es eso de mal “menor”. ¿Por qué no decidirse a realizar lo que los demás, con sus supuestos y formas de hacer, no van a hacer finalmente? ¿Es que por no gobernar al fin alguna parcelita, no se va a decir por dónde hay que ir, cuál es el camino? Salvo que el cansancio lleve al escepticismo respeto a los propios ideales. 8.4. Como en política y la vida no hay vacíos sino un continuo o sucesión, es necesario ser bisagra entre generaciones, como si se tratase de una gran puerta de lamas plegables. Ya que es imposible romper la cadena, ¡hagamos bien la parte a la que estamos llamados! 9. Es muy bueno mantener la lealtad hacia los propios amigos y los ajenos. Manuel de Santa Cruz afirma que nadie en su sano juicio quiere torcer la ruta a la organización a la que pertenece. Por eso mismo, tampoco es bueno infiltrarse en otros, para torcer la ruta de otras
  • 33. “Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz” 32 organizaciones. Eso sería una falsedad y una deslealtad. Sobre la propia organización, los que tienen alguna edad vivieron la crisis de crecimiento en el Carlismo entre 1957-67, y Manuel de Santa Cruz recuerda: “Yo seguí de cerca y desde dentro aquellos años, aquellos sucesos, aquellos líos, aquella maraña de intrigas y deslealtades. El ambiente dentro de las propias filas carlistas era oscuro y desagradable por tensiones internas” (MSC, 802). Algo se puede añadir a esta consideración, pues quienes sufrieron este comprensible resquemor o desconfianza, lo transmitieron sin querer a sus hijos y estos a sus nietos, que si bien son de corazón carlista sólo en alguna ocasión al año están cerca de una organización que explícitamente lo sea. Los que tuvimos la suerte que aita Teodoro no se metiese en esos líos por centrarse en su profesión y en sacar la familia numerosa adelante, hemos estado a salvo de estas malas consecuencias. Pues bien: ¿por qué no están ni se acercan los hijos y nietos de aquellos a una organización militante? ¿Será por aquel mal ejemplo que hizo desconfiar de los propios durante tanto tiempo? Seguramente así fue, aunque hoy las circunstancias sean muy diferentes a las de entonces, porque ya no hay, no puede haber, “trepas”, prebendados, ni palaciegos, ni personalistas. Por eso, hagámosles ver que una Comunión de hombres libres no es un partido político propiamente, que es una realidad social mucho más amplia, que usa otros medios, y que quiere -de verdad- otra cosa. Por lo mismo que los españoles, sin saberlo, buscan otra cosa. 2. La Prudencia 10. Ahora llega a voz de la prudencia, representada como una imagen robusta que, junto a la Justicia, flanquea por ejemplo la puerta principal y barroca del Ayuntamiento de Pamplona. De ella, como virtud aplicada a la política, de su inclusión moral de la técnica en el marco de esta virtud, y de las falsas prudencia… escribió claramente Leopoldo- Eulogio Palacios en La prudencia política (1978). 10.1. El primer consejo para ejercitar la prudencia es que en tiempos de desolación no hay que hacer mudanza. Cuando Francisco I dice que un Estado debe ser laico y recoger todas las tradiciones religiosas, afirma Manuel de Santa Cruz: “Ante esta situación, unos católicos quedan en desolación, es decir, con su fe secada y enfriada, y a estos hay que decirles que sepan esperar, que no se pongan nerviosos, y que sigan el consejo de San Ignacio en los Ejercicios Espirituales, de que ‘en desolación no hacer mudanza’. Otros católicos, aunque afectado en un orden natural por la magnitud de esas contradicciones con las ideas anteriores, entremos sin embargo en consolación espiritual por sentir que se aviva en nosotros la Fe y la fidelidad
  • 34. “Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz” 33 a nuestra vocación de ayudar a custodiar el depósito de la tradición del magisterio eclesiástico” (MSC, 763). 10.2. He aquí una consideración muy aguda cuya verdad hemos comprobado, y que demuestra que no hay mejor defensor que quien inicia el ataque. Para Manuel de Santa Cruz no conviene perder el retintín de algunas expresiones como la rotundidad del “Viva Cristo Rey”, que, al proclamarla, además de reafirmamos y protegemos, nos relajamos y expandimos. El retintín sirve para expresar más de lo que estrictamente se dice, reafirmarse con cierta agresividad, incluir el sentido del humor respecto al oyente, y provocar una llamada de alivio y ánimo a los que escuchan favorablemente el mensaje. Para explicar a los despistados ese “Viva Cristo Rey”, está el “Alabado sea Jesucristo”, que es menos político, más general y menos comprometido en la calle. Cuando se pierde este “retintín” hay que levantar la guardia ante tal fisura. Sin este “retintín” el corazón puede encogerse ante un público hostil. Quizás lo peor sea que algunos rechacen la expresión “Viva Cristo Rey” por las resonancias y equívocos que injustamente pueda tener y crear. Hoy día ésta exclamación es fácilmente manipulable debido a los excesos atribuidos a los “guerrilleros de C. R.”, y por creer que, en ella, la religión intemporal se mixtifica con la política temporal. En tal caso, la seriedad del uso de la expresión, y la debida clarificación, exigirá que los reacios al “Viva Cristo Rey” tengan que justificar, si pueden, su liberalismo tácito o expreso, o bien su resabio liberal. “El ambiente de escaramuza que se formaba en las celebraciones en lugares públicos, comprendía también eso de retintín, es decir que se quería expresar más de lo que estrictamente se decía, y con cierta agresividad, para una mayor penetración en la guerra contra el laicismo”. Así se actúa contra las sutilezas desacralizadoras. Viva Cristo Rey es un símbolo contra el laicismo, “con la novedad importante de despojar a esa invocación y limpiarla previamente de ese retintín como tímido y vergonzante que a veces le acompaña” entre los católico- liberales (JU, 726). En este sentido escribía Álvaro D’Ors en La violencia y el orden, Madrid, Dyrsa, 1987, 127 pp.: “No puede haber, después de la Redención, una potestad legítima que no se reconozca como delegación divina, de Cristo Rey, a quien compete la única soberanía de este mundo. Las otras potestades sólo merecen una obediencia provisional y relativa” (p. 120) 10.3. Hoy día conviene preguntar mucho a los que se presentan como verdaderos o falsos salvadores, cuando se sufre tentaciones desde dentro por desilusiones o la ley del cansancio, o desde
  • 35. “Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz” 34 fuera por las tertulias y grupos que frecuentamos. El sensus fidei y el olfato político ayudará a un primer discernimiento. Hay que preguntar con calma y buscar respuestas satisfactorias para una persona militante que busca plenitud. “Para verdades, el tiempo”, dice un refrán castellano, y es verdad (…). Ante las emociones, hay que desconfiar, serenarse y sacar la lupa” (ES, 801). Preguntar, preguntar mucho al magisterio, no a los gacetilleros interpuestos, ni a los periodistas mercenarios (ES, 720; PL, 722). “Para la guerra semántica y psicológica a la que estamos sumergidos, valga esta consigna: preguntar mucho, concretar mucho y poner todo por escrito, porque ya decían los cásicos que verba volant, scripta manent. Pacta sunt servanda” (MSC, 785). Cuando una cuestión se repite ya no puede decirse que es un hecho casual y aislado, sin la mayor importancia, sino que es un cambio extenso y profundo en marcha, que al menos hay que poner en evidencia (MSC, 704). Según Manuel de Santa Cruz: Hay “sucesos (que) no son meteoros producidos por fuerzas de la Naturaleza ajenas al hombre que no puede controlarlas, sino hecho producidos por personas con nombres y apellidos y DNI que conviene tener bajo acusación permanente” (MSC, 721). Sí, es preciso” hablar de complicidades y cómplices ‘caiga quien caiga’ “ (MSC, 721). “Hay que tener presente el gran principio de que cuando una casualidad se repite mucho, es que no es casualidad, sino el desarrollo metódico de un designio superior (…)/ Estamos en la estela de la apostasía de las naciones, del liberalismo y de la renuncia de la religión a la política. Todo esto comenzó con la Revolución Francesa (…)/ La situación es confusa y tiene todos los inconvenientes graves y numerosas consecuencias de la oscuridad y la indefinición. Entre ellos, el escepticismo que en el caso que nos ocupa de las elecciones, paraliza a los católicos que se dan perfecta cuenta de que sus dirigentes no saben lo que quieren. Por un lado, hacen como que no quieren el aborto, la enseñanza sin religión, el divorcio, etc. Y por otro, callan y encubren el mal original de todos ellos, que es el laicismo. ¿En qué quedamos? Esta contradicción ya fue denunciada por Vázquez de Mella en su famosa frase de que el liberalismo levanta tronos a las premisas y cadalsos a las conclusiones. Pero un amigo me preguntaba hace poco: ¿Dónde están los cadalsos?/ Esta ambigüedad tramposa ha hecho perder a los católicos la ilusión por conseguir una civilización católica. Y, por supuesto, la confianza y la generosidad de sus dirigentes. Se ha establecido un círculo vicioso: los dirigentes no exigen porque temen que la gente no les siga, y la gente no les sigue porque les ve desorientados y por su parte temen quedarse abandonados, traicionados, tras los sacrificios que se les sugieren. Sería
  • 36. “Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz” 35 clarificador y bueno que quienes pueden y deben llamaran a las cosas por su nombre y dijeran de una vez la verdad desuda y con todas sus consecuencias. Y que cuando no conozca la verdad, porque no la dice la Revolución, lo diga francamente, y que se aleje de la mentalidad asiática, que tanto dificulta la labor de los misioneros (me lo decía uno de ellos), que niega el principio de contradicción y que cree que una misma cosas puede ser y no ser al mismo tiempo./ Termino con una frase que le gustaba repetir al gran jefe catalán, don Mauricio de Sivatte: ‘Cuando en una mesa de juego el que hace las trampas es el crupier, cuesta más descubrirle que a un jugador, pero al final se le pesca’ ” (JU, 711). “Se ha instalado en la gente masificada la creencia de que esas omisiones fueron una suma casual y amorfa de aspectos separados, y se han silenciado que forman un conjunto bien trabajo y bien preparado y guardado (…) espero que alguien, algún día, tire de la manta y quede expuesto y desnudo un verdadero complot y no un montón de casualidades inconexas” (MSC, 764). Ante las ausencias de religiosidad en la “coronación” de don Felipe, “¿Fue una casualidad, o un complot?” (MSC, 764). 10.4. Es bueno recordar que el mundo que nos rodea y sobre todo el ámbito de la política, sufre grandes vaivenes (el”No” a la Constitución europea, la situación de Polonia y Hungría, el Brexit, el acceso de Trump en USA, quitar desgraciadamente la cláusula antiaborto en Irlanda, el rechazo del aborto en Argentina…). Si ahondamos en dichos vaivenes, se observa que la realidad siempre sorprende. Por eso no debemos perder la esperanza, ni dejarnos llevar por las apariencias, ni ser derrotistas. Es preciso otear el horizonte y sobrepasar las puntuales derrotas y los períodos de depresión. Concreción y visión amplia: “Este recuerdo (fue sentencia de Truman) nos hace aún más inasequibles al desaliento, porque enseña que las presiones y aun victorias enemigas no son fatales ni inconmovibles, sino que se pueden contraatacar y resolver” (MSC, 745). “Por debajo de los misteriosos y seductores planes de esos sedicentes todopoderosos, aparecen de vez en cuando individuos desconocidos, inspirados y asombrosos, que vuelcan de una punta pie la mesa de juego y cambia el curso de los acontecimientos. Don Ramiro de Maeztu, en el pleno desaliento de la Segunda República, acuñó la frase de que ‘un hombre dispuesto a morir puede cambiar el curso de la historia’ “ (ES, 746). “Es una ley universal que en todas las grandes crisis de todo asunto, tiempo y lugar, no tardan en aflorar cuestiones distintas de la inicial, que estaban dormidas y ocultas y que por su entidad propia complican los planteamientos primitivos” (AdG, 805). Es preciso “Saber con precisión qué puesto puede ocupar de manera competente en el organigrama del Estado Nuevo, como escribió Don Víctor Pradera en las vísperas del Alzamiento, para cuando dé la vuelta la tortilla, ¡que dará!” (JU, 803).