El modelo de financiamiento del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) tiene un problema estructural. El financiamiento depende de los trabajadores, mientras crecientemente los derechohabientes son jubilados. Esto ocasiona que el gasto per cápita (por derechohabiente) baje en el tiempo con un impacto importante en la calidad de los servicios. Este modelo es injusto para los jóvenes que crecientemente financian servicios médicos para los jubilados que no recibirán en su propia vejez.