La crisis económica de 2008-2011 fue causada principalmente por altos precios de las materias primas, la sobrevaloración del producto inmobiliario, y la crisis crediticia y hipotecaria. Para solucionarla, se propusieron la expansión fiscal, la regulación financiera, y aumentar la confianza y el consumo. Las consecuencias en España incluyeron un fuerte crecimiento del desempleo, muchas empresas presentaron expedientes de regulación de empleo, y el fin del boom inmobiliario con una caída de las ventas.