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CAPÍTULO 6
PROCESO DE
TRABAJO
Y SALUD
Vicente Navarro López
Catedrático de Políticas Públicas y Sociales
de la Universidat Pompeu Fabra. Barcelona
Profesor de Política y Economía Sanitaria
Johns Hopkins University. USA
«La concepción materialista de la historia parte de la premisa
de que la producción y, después de la producción, el
intercambio de los objetos producidos, son la base de toda
estructura social; de que en toda sociedad que ha aparecido en
la historia, la manera en que está distribuida la riqueza y la
manera en que la sociedad está dividida en clases u órdenes,
depende de lo que se produce, cómo se produce y cómo se
intercambian los productos.»
F. ENGELS, Anti-Dühring, 1877-1878
PROCESO DE TRABAJO Y SALUD
Introducción: Trabajo y salud
Un importante acontecimiento que ha tenido lugar
en el mundo capitalista occidental durante la última
década ha sido el redescubrimiento de la relación
entre trabajo y salud. La interpretación teórica de esa
relación ha variado considerablemente, dependiendo
en buena medida de cómo se concibe el trabajo. La
mayoría de los autores conciben el trabajo como un
problema medioambiental. El trabajo expone a cada
trabajador individual a agentes físicos, químicos y
psicológicos que pueden hacerle enfermar o tener
accidentes. La estrategia de intervención que se
deriva de esta concepción del trabajo consiste en
reducir la frecuencia de la exposición de los
trabajadores a estos agentes patógenos. Aunque no
debemos minimizar la enorme importancia de esta
tarea, la teoría y la práctica que derivan de esa
concepción del trabajo reproducen la dicotomía
individuo/medio ambiente, que obstaculiza
seriamente la comprensión de aquellas relaciones
sociales que determinan tanto al trabajador
individual como al medio ambiente (Navarro V.,
1980).
Otra conceptualización del trabajo lo considera
una fuente de recursos -por ejemplo, de ingresos-,
que permite al trabajador satisfacer sus necesidades
y expectativas. Este punto de vista ha sido el más
difundido dentro de la tradición weberiana, que es la
tradición dominante en la sociología anglosajona.
Esta tradición concibe al trabajador, ante todo, como
asalariado o consumidor, con atributos específicos
como los ingresos, la educación, el estatus, etc.,
todos los cuales se definen en las esferas del
intercambio, la distribución y el consumo, más que
el mundo de la producción. El trabajo como
actividad y como relación social no aparece en ese
esquema teórico. Se define a los ciudadanos como
consumidores más que como trabajadores. Esto
explica la gran abundancia de estudios destinados a
entender la salud de la gente a partir del análisis de
su dieta, su forma de consumo, sus niveles de
expectativas, sus estilos de vida, su utilización de los
servicios sanitarios, sus patrones residenciales, etc.
Un ejemplo de ello es el examen, supuestamente
global, de las intervenciones preventivas en salud
mental, publicado en Estados Unidos por un
conocido experto, en salud mental (Eisemberg L.,
1981).
A partir de éste y otro tipo de estudios, casi
parecería que el pueblo de Estados Unidos no
trabaja, ya que el trabajo ni siquiera se menciona
como determinante de la salud y la enfermedad. De
manera similar, el Cuestionario sobre Riesgos para
la Salud, ampliamente utilizado y distribuido por el
Centro para el Control de las Enfermedades, de
Estados Unidos, y que tiene por objeto recoger datos
sobre riesgos individuales, reúne en efecto una
información muy detallada sobre la caracterización
individual de los ciudadanos norteamericanos. Se
plantean a cada individuo todo tipo de cuestiones
acerca de la dieta, sus hábitos de fumador, su
conducta como bebedor, etc., pero no se le hace
ninguna pregunta sobre su ocupación o tipo de
trabajo.
Esta desviación ideológica de la sociedad de
consumo se refleja también en los programas de
estudio de la mayoría de las escuelas profesionales
de medicina y salud pública. Entre más de 100
escuelas de medicina, sólo 12 incluyen la salud
laboral en sus programas y, entre estas 12, el tiempo
total que se dedica a la materia es extremadamente
reducido (Mazzochi A, 1977).
Una de las consecuencias de concebir a los
individuos como receptores de un salario o
consumidores, más que como trabajadores, es que
la consiguiente estrategia de intervención social se
centra principalmente en la compensación
monetaria por los daños causados. La salud se
vende y la enfermedad y la muerte se indemnizan.
Contra estas dos tradiciones, disponemos de los
interesantísimos trabajos de Eyer y Sterling (1977),
en los que se considera a la salud y la enfermedad
como determinadas por la organización social de la
sociedad que, a través del estrés, provoca la muerte y
la enfermedad. El trabajo aparece, dentro de ese todo
social, como uno más entre los agentes que producen
estrés en un «estresado», complejo definido como
«capitalismo avanzado». El gran mérito del trabajo
de Eyer y Sterling ha sido romper con las obsoletas
tradiciones weberianas y contemplar las cosas
globalmente. Según la concepción hegeliana, la
verdad se define como el todo. Sin embargo, en esta
visión totalizadora el capitalismo avanzado podría
llegar a ser equivalente a la «industrialización» o el
«progreso». Esta visión indiferenciada de la
naturaleza del capitalismo avanzado, al no dar una
explicación de cómo los distintos elementos de esta
totalidad se reproducen, se relacionan entre sí y
afectan al binomio salud-enfermedad de los
diferentes grupos sociales, merma el valor de este
trabajo, por lo demás, excelente. El mérito de Eyer y
Sterling es que han sabido reconocer una tendencia
real. Su debilidad es que no han sabido identificar
sus orígenes estructurales. Al no tocar el tema de
cómo se estructura y reproduce el capitalismo
avanzado, también quedan limitados sus sugerencias
de cambio, que consisten, por ejemplo, en la
«relajación individual» y la «vida en comunidad».
La sociedad no es una suma de agentes
estresantes en la que los diferentes ámbitos de la
vida cotidiana -el trabajo, el consumo y el
intercambio se juntan para formar un todo. Dentro
de la totalidad social hay ciertas actividades que
determinan como se relacionan entre sí de los demás
aspectos. La producción determina la naturaleza del
consumo y del intercambio. Laurell (1979), por
ejemplo, considera el trabajo, a la vez, como el
principal organizador de toda vida social y como una
expresión concreta de las contradicciones sociales:
Por lo menos en la sociedad capitalista, en la cual
predomina la parte productiva del proceso productor-
reproductor de la vida social, parece posible argüir
que las exigencias del proceso de trabajo organizan
toda la vida social. En ciertas situaciones esto se
presenta de forma muy clara, y desaparece la
separación ideológicamente impuesta entre el mundo
del trabajo y el mundo del consumo. Por ejemplo, las
casas para obreros, construidas en torno a la fábrica en
algunos lugares, muestran de qué manera el espacio
social se organiza sobre la base de las necesidades del
centro de trabajo: en la escuela, que lleva el nombre
del patrón, se educa a los niños para convertidos en
trabajadores; en el patio de recreo, los niños aprenden
qué tipo de ocio es bueno, y el agudo silbato que
señala la entrada de cada turno de trabajadores impone
el ritmo de la fábrica sobre sus alrededores.
La producción ocupa un lugar clave en la
reprodución de la sociedad y sus fenómenos
sociales, incluida la salud. La conciencia de esta
realidad conduce a intervenciones estratégicas
específicas. Como ha dicho Palloix (1980):
Transformar el mundo, es decir, transformar el
modo de producción, a través de la lucha de clases, es
cambiar entre otros momentos, el modo de
organización de la producción y el proceso de trabajo.
De otra manera, todo proceso de cambio puede ser en
vano, porque en el modo de organización de la
producción y del proceso de trabajo encontramos las
raíces de la división de las clases sociales, de la lucha
de clases, y el lugar en que el capitalismo se reproduce
y renace.
Contra la pretensión de Foucault y los «nuevos
filósofos» de que el poder se encuentra en una
posición externa respecto de otros tipos de
relaciones, es decir, de los procesos económicos», lo
cierto es lo contrario: la producción -lo que Foucault
(1977) llama el espacio económico- es el área más
importante de reproducción del poder 1
.
Esto no significa que todo poder se reproduce en
el ámbito de la producción, que todas las relaciones
sean relaciones de clase, ni que todo en la sociedad
se explique por lo que ocurre en el trabajo. Lejos de
ello, lo que sucede en otros ámbitos -el intercambio
y el consumo- y en otros niveles -el ideológico y el
político- tiene su propia autonomía. Pero la
producción es lo determinante, lo que caracteriza a
la formación social. De ahí que no se hable de
«modo capitalista de producción, intercambio,
consumo y distribución», sino simplemente del
«modo de producción capitalista».
A partir de esta concepción, pienso que para
entender la relación entre la salud y la sociedad
tenemos que empezar por entender la relación entre
la salud y las fuerzas y relaciones de producción.
Dentro de este último, tema un punto clave es la
relación entre la salud, el trabajo y las relaciones en
el lugar de trabajo 2
.
Los elementos del proceso del trabajo y la salud
La base de cualquier sociedad es lo que se produce,
cómo se produce y cómo se distribuye. Toda
producción se caracteriza por dos elementos
inseparables: el proceso de trabajo -que es cualquier
proceso de transformación de un objeto dado, sea
éste natural o ya elaborado, en un producto
determinado; transformación efectuada por una
actividad humana definida, con instrumentos de
trabajo definidos- y las relaciones de producción -
que son las formas históricas concretas en que se
realiza el proceso de trabajo-.
En cada proceso de trabajo (gráficamente
representado en la Figura 6.1), encontramos los
siguientes elementos:
Objeto Transformación Producto
Actividad humana Instrumento
Objetos de trabajo
Son los objetos sobre los cuales se realiza un trabajo.
En la producción de bienes materiales, puede
haber dos tipos de objetos: 1) materias primas y 2)
materiales primarios3
. Materia prima es una
sustancia que proviene directamente de la naturaleza
y la principal tarea del trabajo consiste en extraerla o
sacarla de su forma natural. Ejemplo de esto son los
minerales que se extraen de las minas o los árboles
de los bosques. Un material primario es una
sustancia que ya ha sufrido alguna modificación
como resultado del trabajo. Constituye un ejemplo el
mineral de hierro refinado.
Los materiales primarios pueden ser el elemento
principal de un producto o pueden intervenir como
materiales primarios auxiliares. Pueden: a) ser
absorbidos por los propios instrumentos de trabajo
como, por ejemplo, el aceite para las ruedas; b) ser
incorporados al material primario principal para
producir en él una transformación como, por
ejemplo, el tinte en el cuero o la lana, o c) servir
simplemente para la ejecución del trabajo, como es
el caso de los materiales destinados a iluminar o
calentar los lugares donde éste se realiza.
En las industrias modernas, como la industria
química, la distinción entre materiales primarios
principales y auxiliares se borra, ya que en el
producto final no aparece ninguno de estos
materiales primarios. En muchas ocasiones es
imposible separar e identificar los diferentes
materiales primarios.
El estudio del objeto de trabajo debe tener en
cuenta sus propiedades físicas, químicas y
biológicas, ya que pueden constituir un grave riesgo
para la salud. Materias primas como el mineral de
hierro, o materiales primarios como las miles de
sustancias químicas que se emplean en la industria,
pueden afectar a la salud de los productores.
Los medios de trabajo
Hay medios de trabajo en sentido estricto y en
1
Para una crítica de M, Foucault, véase Navarro. V.: «Foucault’s
concept of power», Critical Sociology, 32 (3), 1993.
2
Para ver un ejemplo que analiza salud y trabajo tomando la
producción como punto de referencia, véase Work and Health.
American Public Health Association, Report 23,1992
3
En la producción de servicios, el objeto sobre el cual se realiza
el trabajo también puede ser el consumidor del producto o de
los servicios. Por ejemplo, el estudiante o el paciente, que son
objeto del trabajo del maestro o el médico, son a la vez los
consumidores de sus servicios. Para una interesante discusión
sobre las diferencias entre la producción de bienes materiales y
la producción de servicios humanos, véase G. Stevenson,
«Social Relations of Production and Consumption in the
Human Services Ocupations», International Journal of Health
Services, 1978: 8(3): 453.
sentido amplio. Los medios de trabajo en sentido
estricto son los instrumentos o herramientas que el
trabajador utiliza en su trabajo y que interpone
directamente entre sí y los objetos de trabajo. Sirven
como intermediarios entre el trabajador y el objeto
de trabajo. Ejemplos de ello son la pala mecánica del
minero, la máquina de coser del sastre, la máquina
de escribir de la mecanógrafa, etc. Los medios de
trabajo en sentido amplio incluyen, además de los
medios de trabajo en sentido estricto, todas las
condiciones materiales que, sin intervenir
directamente en el proceso de transformación, son
indispensables para su realización. Sin ellos el
trabajo no se puede llevar a cabo. Ejemplos de ello
son las fábricas, la tierra, etc.
Los medios de trabajo se pueden analizar en
términos de su sofisticación técnica o como
expresión de relaciones sociales específicas. Desde
el primer punto de vista, el objeto de estudio incluye
el esfuerzo físico necesario para ejecutar el trabajo,
la interacción entre los trabajadores, o entre ellos y
los objetos y medios de trabajo, y el grado de control
que tienen dichos trabajadores sobre dichos medios
y sobre el proceso de trabajo. Cada uno de estos
diferentes elementos del proceso de trabajo son
expresiones de las relaciones sociales que los han
creado. Por ejemplo, los instrumentos de trabajo
creados bajo el capitalismo industrial imponen al
trabajador una manera específica de trabajar. Los
instrumentos de trabajo, como las máquinas, dictan
el ritmo de trabajo y limitan la toma de decisiones de
los trabajadores. Ambas cosas aumentan, bajo
ciertas condiciones, el riesgo de accidentes
inherentes no al trabajador sino al instrumento de
trabajo (Sass R., Crook S., 1981).
Ninguna producción de bienes materiales se
puede llevar a cabo sin que participen en ella los
objetos de trabajo y los medios de trabajo. De ahí
que se llame a estos elementos medios de
producción. Los medios de producción están
constituidos, pues, por los objetos de trabajo y los
medios de trabajo en el sentido más amplio (véase
Figura 6.2).
La fuerza de trabajo
La actividad humana que interviene en el proceso de
producción se llama comúnmente mano de obra o
trabajo. Este trabajo, que se expresa en una cierta
cantidad de productos, implica el gasto de cierta
cantidad de energía humana. Esta energía humana
que se gasta en el proceso de trabajo se llama fuerza
de trabajo. La fuerza de trabajo y el trabajo son, sin
embargo, conceptos diferentes y es de suma
Figura 6.2. Elementos del proceso de trabajo.
importancia distinguirlos. Cada uno hace referencia
a realidades diferentes. Por ejemplo, una máquina
realiza una determinada cantidad de trabajo en cierto
número de horas (enlatando cierta cantidad de
verduras) y para alcanzar esta finalidad utiliza cierta
cantidad de electricidad. De un modo similar, el
trabajador de una fábrica de espaguetis empaca, en
ocho horas diarias de trabajo, una determinada
cantidad de kilos de esta pasta y, para ello, gasta
cierta cantidad de energía humana. Por tanto, la
energía humana o fuerza de trabajo es radicalmente
diferente al trabajo realizado, que sólo es la
expresión o el rendimiento de dicha fuerza de
trabajo.
Debido a que confunde ambos conceptos, la
economía clásica era y es incapaz de descubrir el
origen de la explotación capitalista, es decir, de la
creación del valor. La economía clásica sostenía que
el salario es el precio del trabajo realizado por el
trabajador. En el lenguaje popular se dice «el salario
de un día por el trabajo de un día». Si tal fuera el
caso, sin embargo, la manera de calcular cuánto
habría que pagarle a cada trabajador consistiría en
calcular el precio del trabajo que hace (el precio de
los zapatos multiplicado por el número de zapatos
producidos, por ejemplo) y entregarle esa cantidad,
ya que ése sería el precio de su trabajo. Los
capitalistas, desde luego, no pagan a los trabajadores
de esa manera. El capitalismo desaparecería si tal
fuera la forma de retribuir a los trabajadores. En
realidad tampoco la economía clásica calcula de esa
manera el precio del trabajo, sino que calcula el
precio de los objetos y servicios que el trabajador
necesita consumir para restaurar su fuerza de
trabajo. Los costes de reproducción de esa fuerza de
trabajo están histórica y políticamente determinados.
Dependen de la fuerza de la clase trabajadora en el
proceso de la lucha de clases. Pero es necesario
repetir que los trabajadores siempre producen más
de lo que consumen. En otras palabras, los
capitalistas necesitan que el coste de reproducción
de la fuerza de trabajo -salarios individuales y
sociales- sea inferior al precio de los productos que
el trabajador ha producido. La plusvalía es el valor
que el trabajador produce además y por encima del
valor de su fuerza de trabajo. El grado de
explotación se mide por esa plusvalía o trabajo no
pagado. Por ejemplo, en 1977, 197000 trabajadores
produjeron carbón bituminoso y lignito. Estos
trabajadores añadieron al carbón 10900 millones de
dólares de valor en el proceso de extraerlo de las
minas, pero se les pagaron solamente 3200 millones.
Esto significa que el trabajador medio ganaba 16200
dólares, pero el empresario de la mina, la compañía
matriz del empresario y sus bancos recibieron
39000. Al trabajador se le permitía conservar (hasta
que los impuestos federales y estatales recaudaran
otra parte de sus ingresos) sólo 29 centavos de cada
dólar producido.
Existen dos formas diferentes de aumentar la
plusvalía, que corresponden a dos formas distintas
de apropiarse de la fuerza de trabajo. Cada una, a su
vez, implica distintas formas de agotar al trabajador
y expropiarle la salud. Una consiste en aumentar la
duración de la jornada de trabajo. Si un trabajador,
que produce en cuatro horas el valor equivalente al
valor de su fuerza de trabajo, trabaja cuatro horas
más, produce una plusvalía del 100 %. Pero si el
capitalista logra alargar la jornada a doce horas, el
trabajador duplica el valor producido y la tasa de
explotación aumenta a un 200 %. Este aumento de
valor añadido, conseguido mediante una
prolongación de la jornada, se llama el plusvalor
absoluto. Esa prolongación de la jornada tiene, sin
embargo, límites biológicos, ya que el trabajador,
bajo este régimen, de trabajo se agota rápidamente.
Como escribía Marx, «cuando la producción
capitalista prolonga la jornada, acorta la vida de los
trabajadores» 4
. El otro límite a la prolongación de la
jornada es de orden político: está fijado por las
conquistas de la clase obrera sobre la reducción de la
misma.
La extracción de plusvalor absoluto generalmente
se da en procesos de trabajo con escaso desarrollo de
las fuerzas de producción (como los procesos con
baja tecnología, la elemental organización del
trabajo o la escasa especialización de la mano de
obra). En estas situaciones, existe un gran esfuerzo
físico, un tiempo de descanso insuficiente y altos
costes calóricos. Un ejemplo de este proceso de
trabajo es la producción de productos agrícolas en
algunos países capitalistas subdesarrollados. En
estos casos, con bajos niveles de desarrollo de las
fuerzas productivas, los salarios son el determinante
más importante de la cantidad de beneficios
obtenidos. En consecuencia, el capitalista procura
combinar una prolongación de la jornada con una
reducción de los salarios, con el consiguiente bajo
consumo del trabajador y su familia. Esta situación
conduce al modelo de «exceso de trabajo/falta de
consumo» que tipifica las condiciones de los
trabajadores en los procesos de trabajo con bajo
nivel de desarrollo de las fuerzas de producción
(Laurell A. C., 1979).
La presión de la población trabajadora limita
cada vez más, sin embargo, la capacidad de los
capitalistas y empresarios para prolongar la jornada
de trabajo. En consecuencia, el capital se ve forzado
a acrecentar la extracción de plusvalía, ya sea
aumentando la intensidad del trabajo (es decir,
forzando al trabajador a trabajar más rápido) o
introduciendo cambios en los medios de trabajo
(instrumentos), en la organización del trabajo, en la
especialización del trabajador o en los tres factores.
En todos estos casos hay una extracción de plusvalor
que Marx llamó plusvalor relativo, y ésta es la
forma predominante de apropiación de valor en el
capitalismo avanzado. Esto tiene muchas
consecuencias sobre la salud de los trabajadores; la
intensificación del trabajo y la introducción de
nuevas formas de organización suscitan problemas
de fatiga y estrés, mientras introducción de nuevos
medios de producción (objetos y medios de trabajo)
puede dar lugar a que el trabajador se vea expuesto a
riesgos de accidentes o a nuevos materiales tóxicos.
En resumen, podemos hablar de una tasa de
expropiación absoluta de la salud, relacionada con
la tasa absoluta de explotación de la fuerza de
trabajo en los países capitalistas subdesarrollados, y
de una tasa de expropiación relativa de la salud,
relacionada con la tasa relativa de explotación de la
fuerza de trabajo en los países capitalistas
desarrollados. Estas dos formas de explotación del
trabajo y de expropiación de la salud dan como
resultado diferentes tipos de mortalidad y
morbilidad. La Figura 6.3 sintetiza las relaciones
entre los elementos del proceso de trabajo y la salud.
Los cambios en el proceso de trabajo
En la sección anterior me referí a los elementos del
proceso de trabajo -objeto, medios de trabajo, fuerza
4
Ibid., vol. 1, p. 207 (25; 152). También, para un interesante
examen de la plusvalía absoluta y relativa, véase «Labor
Mobility and Production of Value», en J. P. de Gaudemar,
Movilidad del trabajo y acumulación de capital. Ediciones Era,
México, 1979, p. 147. .
Figura 6.3. Estudio del proceso de trabajo y la salud.
de trabajo y producto- y a su valor analítico para
explicar la relación entre trabajo y salud en el
trabajador. En esta sección examinaré la evolución
histórica de ese proceso de trabajo y sus
consecuencias sobre la salud.
En la pequeña producción de mercancías, el
trabajador era propietario del objeto y los medios de
trabajo, y controlaba el proceso de trabajo. El
artesano y el pequeño agricultor producían su trabajo
aisladamente. Decidían cuándo, cómo y dónde
trabajar. Había una unidad entre el trabajador y los
medios de trabajo. Más tarde, varios artesanos
vendían su fuerza de trabajo a un capitalista que era
propietario de los objetos de trabajo y de algunos de
los medios de trabajo, como los edificios en los que
se llevaba a cabo el mismo. Así empezó la
manufactura. Cada trabajador realizaba el mismo
trabajo que había realizado antes como artesano,
pero lo hacía ahora en colaboración con otros
trabajadores. En este estadio, el trabajador todavía
controlaba sus instrumentos de trabajo y tenía su
propia capacitación. Había perdido el control sobre
dónde trabajar (ahora trabajaba en fábricas, con
otros trabajadores) y sobre cuándo trabajar (tenía
que seguir la jornada de trabajo fijada por el
capitalista para todos los trabajadores), Pero todavía
tenía control sobre cómo hacer su trabajo. Muy
pronto, sin embargo, este tipo de cooperación
simple, bajo la cual todos los trabajadores realizaban
las mismas o similares tareas, fue sustituido por una
forma compleja de cooperación, establecida sobre la
base de una división técnica del trabajo. Por
ejemplo, en el proceso de labrar la tierra, unos
hacían los surcos, otros plantaban las semillas, etc.
Así la división técnica del trabajo nació con las
manufacturas. Los trabajadores se especializaban en
tareas distintas, que iban adoptando cada vez un
carácter más parcial y más limitado.
El trabajo se caracterizaba en este tipo de
producción por ser: a) trabajo manual, que dependía
en un alto grado de la capacidad con que el
trabajador manejaba sus herramientas de trabajo, o
bien b) trabajo parcelario, es decir, que cada
trabajador se especializaba en una tarea muy
específica y sólo la suma de esas tareas llegaba a
constituir el producto total. La división técnica del
trabajo en la que cada trabajador realizaba una tarea
especializada requería una coordinación,
organización y dirección, cometidos que llevaban a
cabo los trabajadores indirectos. Estos trabajadores
indirectos, junto con los trabajadores directos o
trabajadores que estaban en contacto directo con los
objetos y los instrumentos de trabajo, constituían el
trabajo colectivo. La división técnica del trabajo
estaba determinada por la necesidad de aumentar la
plusvalía, lo cual requería un control sobre la fuerza
de trabajo. Así, los trabajadores indirectos no sólo
tenían una función coordinadora y directora sino
también una función de control sobre los
trabajadores directos. Esta función se llama función
global del capital. La coordinación, la supervisión y
la dirección son las vías por las que se ejerce ese
control sobre los trabajadores. Un enorme
impedimento para el capitalista que quería mantener
un completo control sobre el trabajador era que, en
la manufactura, el trabajador todavía tenía el control
sobre sus capacidades e instrumentos de trabajo.
Todavía existía una unidad entre el trabajador
parcelario y los instrumentos de trabajo.
La introducción de la maquinaria, con la
industria a gran escala, rompió la unidad entre las
herramientas de trabajo y el trabajador y estableció
una nueva unidad entre las herramientas (máquinas)
y el capitalista. A partir de entonces ya no era el
trabajador quien dirigía a la herramienta sino que la
herramienta dirigía al trabajador. Esta situación
transformó completamente la relación del trabajador
con los medios de trabajo. La introducción de la
máquina también permitió al capitalista aumentar la
intensidad del trabajo (taylorismo) y sustituir el
trabajo manual por el trabajo mecánico o muerto. A
partir de entonces, el capitalista de la industria a
gran escala no sólo tenía la propiedad (categoría
jurídica) de los medios de producción, sino también
el poder real y el control (definido por Balibar, 1970,
como posesión) sobre el proceso de trabajo. Podía
hacer trabajar al trabajador como mejor le pareciera.
Controlaba tanto los medios de producción como el
proceso de trabajo.
En los inicios de la industria a gran escala, el
capitalista dividió el proceso de trabajo y simplificó
sus tareas, lo que permitió que personas no
calificadas, como los niños y las mujeres, pudieran
realizarlas; ellos constituyen la mayoría de los
trabajadores directos durante la revolución
industrial. Como decía Marx, «el trabajo de las
mujeres y los niños fue el primer signo de la
aplicación capitalista de la maquinaria». La clase
capitalista también empleó a su servicio la ciencia y
la tecnología, lo cual le permitió producir máquinas
cada vez más sofisticadas, que disminuían a su vez
las exigencias intelectuales sobre el trabajador y su
capacidad de controlar la máquina. La calificación y
el control fueron trasladados del trabajador a la
máquina, lo que permitió contratar mano de obra
muy barata y poco calificada. En consecuencia, los
capitalistas de los inicios de la industria a gran
escala contrataban mujeres y niños no capacitados y
trabajadores campesinos migratorios en lugar de
artesanos adultos calificados. Además, dado que la
productividad del trabajo aumentaba
sustancialmente, se requerían menos trabajadores
que antes, lo que generaba masas de parados: un
ejército en reserva siempre presente, cuya utilidad
para diluir la militancia obrera y disciplinar a los
obreros fue (y es todavía) enorme.
Bajo tales condiciones, la tasa de explotación del
trabajo aumentó: no sólo la tasa relativa de
explotación, sino también la absoluta. Engels
describe vívidamente las terribles condiciones de
vida que trajo consigo la revolución industrial: las
fábricas repletas de obreros (muchos de ellos
mujeres y niños) que trabajaban diecisiete o más
horas al día. En Francia, por ejemplo, la duración de
la jornada de trabajo aumentó progresivamente
desde 1815, y llegó a las diecisiete horas en 1828-
1829. La lucha de clases logró más tarde imponer
límites a las jornadas de las mujeres y los niños. En
1848, por ejemplo, el gobierno francés estableció un
límite de once horas para los niños. Esta limitación
de la jornada para mujeres y niños dio lugar a que
los capitalistas volviesen a contratar hombres
adultos, ya que aún no se había fijado límite a sus
jornadas de trabajo (Gandemor J. L., 1979). En
pocas palabras, la revolución industrial significó un
cambio en el proceso de trabajo que tuvo como
consecuencia altos costes sociales para la población
trabajadora.
Los cambios que se produjeron en el proceso de
trabajo de la industria a gran escala no fueron simple
resultado de los deseos de los capitalistas, sino más
bien de la lucha de clases llevada a cabo bajo el
dominio de la clase capitalista. En esa lucha, dicha
clase capitalista buscaba descalificar al trabajador y
dividir a la clase trabajadora. Debido a la
importancia de este tema, examinaremos ahora el
proceso de descalificación y su impacto sobre la
salud.
La descalificación de la fuerza de trabajo y la
devaluación de la salud de los trabajadores
La fragmentación de las tareas permite una
devaluación de la fuerza de trabajo del trabajador a
través de la reducción del nivel de calificación
requerido para realizarlas. Esta fragmentación
también disminuye el grado de control que tiene el
trabajador, en primer lugar sobre su propio trabajo y,
en segundo lugar, sobre todo el proceso de trabajo.
El trabajador se ve, cada vez más, obligado a
ejecutar tareas que son conceptualizadas y decididas
por el capitalista y sus trabajadores indirectos. Esta
fragmentación no sólo tiene lugar entre los
trabajadores directos sino también entre los
indirectos, que realizan la doble función de
coordinar y dirigir el proceso de trabajo y de
supervisar y controlar a los trabajadores directos.
Para expropiar tanta fuerza de trabajo como sea
posible y elevar el nivel de control, existe, en el
proceso de trabajo, una tendencia a la centralización
de las funciones de dirección y control que realizan
los trabajadores indirectos. Esa centralización se ve
facilitada por la fragmentación de las tareas de los
trabajadores indirectos, la cual reduce su
responsabilidad y tiende a debilitar su control y
supervisión sobre los demás trabajadores. La tarea
del capataz, por ejemplo, adquiere un carácter de
menor control y de mayor coordinación. La función
de control y dirección se centraliza cada vez más en
los agentes del capitalista, en el centro de la
dirección del proceso de trabajo. .
Así, a fragmentación del proceso de trabajo no
sólo afecta a los trabajadores directos sino también a
los indirectos y tiene como resultado la devaluación
de su fuerza de trabajo y la reducción de la
capacidad de control sobre otros, ya que dicho
control se encuentra cada vez más centralizado.
Eso es, por ejemplo, lo que ha sucedido en el
campo de la ingeniería durante los últimos treinta
años. Lo que antes era tarea de un profesional con un
título universitario es hoy día tarea de un técnico con
un simple diploma de bachillerato. Este descenso de
la calificación necesaria para cada empleo se ha
realizado mediante la introducción en el proceso de
trabajo de nuevos instrumentos que pueden ser
manejados por un técnico y mediante una nueva
división técnica del trabajo que requiere un
conocimiento menor del proceso por parte de dicho
técnico. Así, ha tenido lugar la devaluación de la
fuerza de trabajo mediante la descalificación del
empleo. Habría que ai1adir que esta descalificación
técnica del empleo significa también una
descalificación social del trabajador que lo ocupa. El
trabajador tiene menos capacitación y menos control
sobre su trabajo y sobre el trabajo de otros. Ello ha
disminuido sus funciones de control. La posición
social del individuo que cumple esa tarea se ha
devaluado dramáticamente. Este cambio es descrito
por muchos autores como «la proletarización de la
nueva clase media o nueva pequeña burguesía»
(Carchedi G., 1977), que se explica no sólo por la
creciente devaluación de la fuerza de trabajo
(Poulantzas N.. 1975; Carchedi S., op. cit.).
(descalificación) sino también por un proceso
paralelo a él: la desaparición de la función global
del capital, a través de la descalificación técnica y
social de los puestos de trabajo 5
.
Esta tendencia a perder el control sobre el propio
trabajo es, pues, la característica del proceso de
trabajo bajo el capitalismo. No hace falta decir que
esta situación crea una enorme insatisfacción que se
expresa en las altas tasas de recambio, absentismo,
resistencia a seguir el ritmo de trabajo prescrito,
indiferencia, descuido y manifiesta hostilidad contra
la dirección de la empresa. La clase capitalista
responde a esta insatisfacción de muchas maneras.
Una de ellas consiste en hacer que los trabajadores
acepten la situación como «algo dado», resultado
inevitable del «progreso», la «industrialización» o de
cualquier otra cosa. Se considera que las relaciones
sociales de trabajo están ineludiblemente
determinadas por los requerimientos técnicos del
proceso. Se lleva a cabo toda una mistificación
ideológica, e incluso, en su versión radical (p. ej.,en
Illich), el problema se ve como algo generado por
las exigencias técnicas de la industrialización (Illich
S., 1973).
Podemos ver otra respuesta del capital en el
campo de la sociología y la psicología industriales.
las cuales no parten, al estudiar el trabajo y el
proceso de trabajo, de la degradación del trabajador
sino, más bien, de las dificultades creadas por sus,
reacciones, conscientes e inconscientes, a esa
degradación. En estos estudios, el análisis de los
fenómenos subjetivos (cómo se sienten los
trabajadores), recogidos mediante ubicuos
cuestionarios, tiene prioridad sobre el estudio del
trabajo per se.
Otra de las respuestas del capital consiste en
dividir a los trabajadores, tanto en el proceso de
trabajo como en el marco de la vida social y fuera
del lugar de trabajo. Un elemento importante de la
fragmentación de las tareas es la fragmentación de
los trabajadores en diferentes categorías separadas
por: su situación en una estructura jerárquica, sus
5
Pasar por alto esta función dual de la pequeña burguesía es el
principal error del análisis radical sobre la nueva pequeña
burguesía. Considerarla solamente, o primeramente, como un
agente de control social es olvidar su otra función: la de
colaborar en el proceso mismo de trabajo, Esta inadvertencia
también explica la superabundancia de textos, entre los
analistas radicales de la medicina, la educación, etc., que
consideran estas instituciones principalmente como agencias de
control. Véase, como ejemplos, B. y J. Ehrenreich. "Medicine
and Social Control». Social Policy, mayo-junio de 1974. e I.
Illich. Medical Nemesis. Calderl & Boyars. Londres. 1975,
condiciones de trabajo y sus diferentes niveles de
compensación (salarios individuales y sociales). Esa
fragmentación y separación de los trabajadores entre
sí se ve adicionalmente potenciada por las crecientes
diferencias entre categorías de trabajo. Existen, por
ejemplo. 2572 categorías diferentes en las listas de
personal de la Bethlehem Steel Company. La
división va acompañada de una fuerte competencia
que induce al trabajador a ver a su compai1ero como
un rival en el sistema de recompensas establecido
dentro de la jerarquía del trabajo. En pocas palabras,
uno de los mecanismos de control más importante
que el capital necesita para aumentar la apropiación
del plusvalor es el aislamiento del trabajador
respecto a los demás trabajadores. Este aislamiento
alcanza su forma más extrema en el trabajo a
domicilio, en el que los individuos son contratados
para trabajar en su propia casa.
Alienación y proceso de trabajo
Al analizar la evolución del proceso de trabajo,
hemos visto de qué manera, en este proceso de
apropiación, por el capitalista, de la fuerza de trabajo
excedente, el trabajador es separado del objeto de
trabajo, de los medios de trabajo, del control sobre
el proceso de trabajo, de sus propias capacidades y
conocimientos y de sus compañeros trabajadores.
Esta separación es lo que Marx llamaba alienación.
Marx desarrolló una tipología de la alienación en sus
Manuscritos económico-filosóficos de 1844.
Menciona en ellos la alienación de los trabajadores
respecto al producto de su trabajo, del proceso de
trabajo, de sí mismos, o autoalienación, y de los
demás. La alienación para Marx no era una categoría
existencial y subjetiva, intrínseca a la condición
humana, sino, más bien, una condición objetiva,
causada por la separación entre el trabajador y su
fuerza de trabajo. Debido a esto, Marx definió el
trabajo asalariado como trabajo alienado. La
alienación no es parte de la condición humana, como
afirman muchos existencialistas, sino, más
exactamente, resultado de ciertas relaciones sociales
que habría que romper para su superación. Desde
este punto de vista, el socialismo se puede definir
como la lucha contra la alienación, la lucha por el
establecimiento de una sociedad inalienada e
inalienante, o comunismo.
La condición objetiva de esa separación o
alienación del trabajador respecto de su trabajo
puede manifestarse de muy diversas formas. Las
consecuencias de la alienación sobre la salud del
trabajador son múltiples. Por ejemplo, varios
estudios han concluido que los trabajadores
consideran el trabajo como un determinante
principal de la satisfacción vital y la autoestima,
mucho más importante que las actividades no
laborales como la educación o el ocio. Tener un
trabajo interesante y gratificante se plantea en estos
estudios como una de las metas más importantes de
la vida (Fordell B., 1972, Friedland F., 1967). El
trabajo contribuye sustancialmente a la construcción
de la propia personalidad. Como concluye Bertel
Gardell (1972), un famoso psicólogo social sueco,
«si estas necesidades no se ven satisfechas en el
lugar del trabajo, el individuo experimenta una
frustración básica, que se manifiesta en diferentes
esfuerzos por alcanzar la adaptación». También es
importante otra conclusión de Gardell según la cual
las condiciones que tienen efectos más negativos
sobre los trabajadores son (Fardell B., Fustarsen B.,
1980):
a) que la máquina determine el ritmo de trabajo
y controle la forma de trabajo;
b) el trabajo monótono y repetido, que sólo
activa una mínima parte del total de
capacidades humanas;
c) la falta de posibilidades de contacto con otras
personas como parte del desarrollo del
trabajo;
d) la retribución a destajo y otros sistemas de
pago semejantes (además de contribuir a
agotar al trabajador, tales sistemas suelen ser
perjudiciales para la observancia de las
disposiciones de seguridad);
e) el control autoritario y minucioso del
individuo, ya sea a través de capataces o de
sistemas impersonales (planificación por
ordenador).
Todas estas condiciones se relacionan con
diferentes formas de alienación del trabajador y
pueden causar diversos tipos de patología -desde la
muerte, la enfermedad y la invalidez, hasta
insatisfacción, ansiedad, estrés o inquietud-. Por
ejemplo, varios estudios han demostrado que ciertos
tipos de morbilidad son más frecuentes entre
aquellos trabajadores que tienen menos control sobre
el proceso de trabajo que entre aquellos que
conservan alguna forma de control. Frankenhausen y
Gardell, en un estudio reciente en el que compararon
unos trabajadores cuyo ritmo está determinado por
una máquina con otros que está determinado por
ellos mismos en los aserraderos suecos, descubrieron
más sentimientos de monotonía, tensión mental
general y agotamiento al final de la jornada, así
como frecuentes solicitudes de baja por enfermedad
y mayor morbilidad entre los trabajadores con tareas
controladas por la máquina que entre quienes
deciden su propio ritmo de trabajo. Asimismo,
llegaron a la conclusión de que la falta de control
sobre las condiciones de trabajo era probablemente
el factor más importante para explicar el creciente
agotamiento de los trabajadores cuyo ritmo se
encuentra marcado por las máquinas.
De similar manera, varios estudios han
demostrado que, en ciertas condiciones, la
morbilidad y mortalidad son mayores entre quienes
realizan tareas rutinarias que no requieren un alto
nivel de calificación que entre quienes tienen
empleos que exigen muchas aptitudes y permiten
algún tipo de control sobre el propio trabajo (Caplan
R, 1975). Un estudio reciente descubrió, por
ejemplo, que los profesores universitarios,
científicos, médicos y algunos artesanos, aunque
desempeñen un trabajo muy pesado, tienen una
medida muy baja de estrés psicológico y somático.
Este tipo de trabajo permite la experimentación
creativa y la expresión individual, a diferencia de la
mayoría de los trabajadores manuales y de un
número cada vez mayor de los de oficina. Los
trabajadores sincronizados con máquinas registraron
los niveles más altos de ansiedad, depresión e
irritación, además de dificultades para dormir,
pérdida de apetito, ritmos cardíacos acelerados y
otros síntomas de tensión fisiológica 6
.
Dentro de una misma ocupación, las condiciones
de salud de los trabajadores empeoran en la medida
en que la calificación requerida y el prestigio social
del trabajo disminuyen. Por ejemplo, Kornhauser
(1965), en su clásico estudio sobre los trabajadores
de la industria automotriz, descubrió que «la salud
mental de los trabajadores de las fábricas declinaba
conforme, pasábamos de un tipo de trabajo
calificado, responsable y variado, a trabajos
deficientes en estos aspectos».
Es importante subrayar que los efectos dañinos
de las condiciones de trabajo psicológicamente poco
gratas se extienden a la vida extralaboral y, por
tanto, inciden en la situación vital del individuo.
Como ha demostrado Gardell (1976), esto es
particularmente notable en el trabajo caracterizado
por la automatización y mecanización. La idea de
que el trabajador podría compensar un empleo
monótono y aburrido con actividades estimulantes y
enriquecedoras en su tiempo libre está siendo
desplazada por la comprensión de que existen
fuertes vínculos entre un trabajo circunscrito y
repetitivo y un ocio pasivo y psicológicamente poco
gratificante. En otras palabras, aquellas personas
cuyo trabajo es restringido y monótono tienen
menos posibilidades de emprender actividades
recreativas que requieran esfuerzo y participación.
El proceso de trabajo y la división de la producción
social
Ya me he referido a la división técnica del trabajo
dentro de un proceso de producción dado, división
que está determinada por las relaciones sociales de
producción 7
. Esa división técnica del trabajo se
encuentra especialmente desarrollada en la industria
moderna. Cada trabajador o grupo de trabajadores
realiza una tarea específica dentro del proceso de
trabajo. Dentro de la industria automotriz, en la del
automóvil, por ejemplo, los distintos grupos de
trabajadores fabrican diferentes componentes, y
complementan sus respectivas tareas. El producto
final-el coche- es resultado del esfuerzo combinado
de todos los trabajadores.
Además de esta división técnica, existen otros
dos tipos de división del trabajo: la división de la
producción social y la división social del trabajo. La
división de la producción social se refiere a la
división del trabajo de acuerdo con las diferentes
ramas de actividad económica, por ejemplo el
trabajo agrícola, el trabajo industrial, el comercio,
los servicios, etc. Además, dentro de cada una de las
ramas podemos encontrar diversas subramas. Por
ejemplo, dentro del trabajo industrial se encuentra la
metalurgia, los textiles, la industria química, etc.
Un punto importante es que la división técnica
del trabajo puede conducir a la división de la
producción social. Por ejemplo, la industria química
empezó como un elemento de la industria textil.
Dentro de la división técnica del trabajo de
producción de textiles, la actividad química era una
tarea especializada. El trabajo del químico contribuía
al producto final, los textiles. Más tarde, sin
embargo, la actividad química se hizo autónoma y
constituyó por sí misma una industria aparte. Los
capitalistas que se dedican a la fabricación de
textiles deben ahora comprar las sustancias químicas
a la industria química.,para incluirlas en su propio
6
Para una revisión muy completa de la actual literatura sobre el
trabajo parcelario y el estrés laboral. véase Jeffrey V. Johnson.
Work Fragmentation, Human Degradation and Ocupational
Stress. 1980, copia mimeográfica inédita.
7
Las relaciones sociales de producción son aquellas que se
establecen entre los dueños de los medios de producción y los
productores directos en determinado proceso de producción y
que dependen del tipo de relación de propiedad, posesión,
desposesión o usufructo que ellos establecen con los medios de
producción. La división social del trabajo es la distribución de
las diferentes tareas que los individuos realizan en una sociedad
(económicas. ideológicas y políticas) como función del lugar
que ocupan en las relaciones sociales de producción.
proceso de producción. En este caso, el producto de
la industria química va al mercado -como
mercancía- y no accede directamente a un
determinado proceso de producción, en este caso, los
textiles.
En suma, lo que caracteriza la división técnica
del trabajo es que los trabajadores especializados y
aislados no producen por sí mismos mercancías. Lo
que produce cada trabajador especializado es
solamente una parte del producto final. Este
producto final o mercancía es, pues, resultado del
trabajo colectivo. Cuando algunos componentes de
esa tarea especializada se separan de la inicial
distinción técnica del trabajo y venden su producto,
surge una nueva rama de actividad económica. Así
tiene lugar la división de la producción social.
La división de la producción social
Todas las actividades económicas pueden agruparse
en diferentes categorías:
1. Industrias de extracción, como la agricultura,
la pesca, la explotación forestal y la minería. Como
su nombre indica, su proceso de trabajo tiene por
finalidad extraer un objeto de la naturaleza.
2. Industrias de transformación, como la
construcción, la industria alimentaría, textil,
metalúrgica, química, la maquinaria, manufacturas
diversas y los servicios públicos. Su proceso de
trabajo tiene por finalidad transformar un objeto en
un producto trabajado.
3. Los servicios de distribución, como los
transportes y el almacenaje, el comercio al por
mayor y al por menor (excepto los locales en que se
sirve comida y bebida). Su proceso de trabajo tiene
por finalidad distribuir objetos, medios de trabajo,
mercancías y trabajo.
4. Servicios para la producción, como las
comunicaciones, la banca, las instituciones de
crédito y otros servicios financieros, los seguros, las
inmobiliarias, los servicios de ingeniería y
arquitectura, contabilidad y tenencia de libros,
diversos servicios de administración de empresas y
servicios legales. Sus procesos de trabajo tienen por
objeto proporcionar servicios a los productores y a
los individuos que controlan propiedades en sus
diversas formas. Muchos de estos servicios eran
antes componentes del proceso de trabajo dentro de
las industrias de transformación. Por ejemplo, la
contabilidad y la publicidad eran realizadas por cada
firma individual, pero cuando se hicieron más
importantes y constituyeron una parte considerable
de los gastos de la firma, apareció la demanda de
agencias independientes de contabilidad y
publicidad que pudieran encargarse de esta tarea.
5. Los servicios sociales, como los servicios de
atención médica y sanitaria, la educación, la
asistencia social y los servicios religiosos, el
gobierno, y diversos servicios profesionales y
sociales. Su proceso de trabajo tiene por finalidad la
reproducción de la fuerza de trabajo (básicamente
los servicios médicos, sanitarios, educativos y la
asistencia social) y la reproducción de las relaciones
sociales existentes entre clases (administración y
servicios estatales). No es necesario decir que cada
servicio puede realizar ambas funciones. Además,
aunque muchos servicios sociales abastecen al
individuo, su crecimiento responde más a una
demanda colectivo-social que a una demanda
individual.
6. Servicios personales. Es probablemente el
grupo más heterogéneo e incluye el servicio
doméstico, los hoteles y los alojamientos locales en
los que se sirve comida y bebida, los servicios de
reparación, las lavanderías y tintorerías, las barberías
y peluquerías, los servicios de entretenimiento y
recreación y diversos servicios personales. Su
proceso de trabajo tiene por finalidad proporcionar
servicios personales a consumidores individuales, y
responden principalmente a una demanda individual
más que a una social y colectiva.
La tipología presentada en esta división de la
producción social es un tanto arbitraria, ya que los
criterios de inclusión en una u otra categoría son en
ocasiones cuestión de enfaces 8
.
Las relaciones sociales de producción determinan
no sólo la división técnica del trabajo sino también
la división de la producción social. Lo que se
produce e intercambia en una sociedad depende
principalmente, en primer lugar, de qué clase tiene y
controla los medios de producción y, en segundo
lugar, de la propia lucha de clases dentro de esa
sociedad en la que es dominante un modelo
específico de producción. Por ejemplo, el hecho de
que Estados Unidos tenga un porcentaje de empleo
relativamente bajo en el sector de transformación, en
comparación con la mayoría de los países
occidentales europeos, se debe en parte a la gran
cantidad de capital invertido por la clase capitalista
fuera de su país, particularmente después de la
Segunda Guerra mundial, cuando el precio de la
fuerza de trabajo (el salario) aumentó
sustancialmente debido a la lucha de clases 9
.
8
La tipología de las actividades económicas presentada en
este artículo sigue la sugerida por H. L. Browning y J.
Singelmann, «The Transformation of the US Labor Force. The
Interaction of Industry and Occupation». Politics and Society.
1978; 8(3-4): 481-509.
9
Para un interesante análisis del efecto de la lucha de clases
sobre la división de la producción social en Estados Unidos,
véase M. Castells, The Economic Crisis and American Society,
Princeton University Press, Princeton, Nueva Jersey, 1980.
La salud y la división de la producción social
La división de la producción social tiene una gran
influencia sobre la salud de la población trabajadora.
Esta influencia puede ejercerse de diferentes
maneras.
La creación de nuevas industrias
Estas nuevas industrias emplean nuevos productos y
sustancias que pueden ser tóxicos. Por ejemplo, la
separación del proceso químico de la industria textil
permitió un enorme crecimiento de una industria
química altamente tóxica. En los años cincuenta y
sesenta hubo un auge del caucho, los pesticidas y los
plásticos, considerados por algunos como
responsables del aumento de las tasas de cáncer en
Estados Unidos10
. Actualmente, por primera vez en
veinticinco años, la tasa de cáncer en Estados
Unidos está aumentando. Entre 1973 y 1976, el
cáncer aumentó en un 9 % entre los varones de raza
blanca y en un 14 % entre las mujeres blancas, en la
población estudiada (Pollack E, 1980). Tras
considerar todos los datos existentes, el Consejo de
Calidad Medioambiental de la Casa Blanca concluyó
en 1980 que «1) la incidencia del cáncer está
aumentando; 2) esta tendencia sugiere factores
nuevos o intensificadores; 3) sólo una pequeña
porción de cancerígenos químicos han sido
reglamentados hasta la fecha, y 4) la exposición a
cancerígenos no reglamentados probablemente hará
que la incidencia de cáncer siga aumentando».
Actualmente se producen entre 60 000 Y 70 000
sustancias químicas y la lista crece a razón de
alrededor de 700 por año. Aunque sólo 20 sustancias
químicas han sido reconocidas y reglamentadas por
la OSHA como cancerígenas para los humanos, la
Agencia Internacional para la Investigación del
Cáncer (IARC) enumera 221 sustancias químicas y
para el NIOSH hay más de 2000 sustancias
sospechosas. En conjunto, el NIOSH y el NIEHS
han calculado que del 20 al 38 % del total de los
casos de cáncer pueden deberse a la exposición a
sustancias en el lugar de trabajo. Los datos que
aportan los diversos estudios son alarmantes. He
aquí algunos ejemplos de sus descubrimientos
(Lochler E., 1980):
«De los cuatro millones de trabajadores que han
sufrido una fuerte exposición al asbesto, se estima que
entre el 20 y el 25 % morirán de cáncer pulmonar,
entre el 7 y el 10 % de mesotelioma (cáncer del
revestimiento del pulmón) y entre el 8 y el 9 % de
cáncer gastrointestinal. Los trabajadores de los hornos
de coque corren un riesgo dos veces y media mayor de
morir de cáncer de pulmón y tienen siete veces más
probabilidades de morir de cáncer de riñón que la
población en general. Los trabajadores de las
fundidoras expuestas a trióxido de arsénico durante
más de 15 años tuvieron ocho veces más incidencia de
cáncer respiratorio que la población general. Otros
cancerígenos laborales bien conocidos son el cloruro
de vinilo, el bis-clorometileter, el benceno y el
benzopireno. En un estudio retrospectivo sobre una
planta de alquitrán en que se utilizaba bencidina, el 44
% de los trabajadores expuestos a esta sustancia
sufrieron tumores de vejiga. Otros estudios mostraban
que el 94 % de los trabajadores expuestos a la
bencidina y el betanaftaleno por más de cinco años
desarrollaron tumores de vejiga.
En resumen: la mayoría de los cancerígenos han
sido introducidos en el proceso de producción a
partir de 1950, y han aumentado progresivamente
durante los años sesenta y setenta. Así, resulta
razonable pensar que el incremento de la incidencia
del cáncer, resultado del auge de la producción
química, puede estar sólo empezando.
Introducción de nuevas tecnologías en sectores
económicos viejos y nuevos
Generalmente, la introducción de una nueva
industria o de un nuevo sector económico va
acompañada de la incorporación de recientes
instrumentos que pueden requerir nuevos
profesionales. La tendencia del proceso de trabajo a
devaluar la fuerza de trabajo crea, sin embargo, la
necesidad de introducir nuevas tecnologías y una
nueva organización del trabajo que permita la rápida
descalificación. Por ejemplo, el establecimiento y la
expansión de los servicios para la producción
hicieron necesario emplear a muchos nuevos
profesionales en la banca, los seguros, las
comunicaciones, etc., con procesos de trabajo de
trabajo-intensivos. La introducción del ordenador y
los microprocesadores -la más reciente revolución
tecnológica- ha tenido, sin embargo, un enorme
impacto en la descalificación de la fuerza de trabajo
en esos sectores, y los ha convertido en capital-
intensivos. Esta masiva descalificación de la fuerza
de trabajo ha sido acompañada de la
superespecialización de algunos trabajadores, que
llevan a cabo las tareas de conceptuación. A este
respecto, el efecto de la introducción de esta nueva
tecnología es similar al impacto que tuvo la máquina
en el proceso de trabajo de las manufacturas
(Goldhaber M., 1980).
10
De 1950 a 1974, la producción de goma sfn1ética, pesticidas
y plásticos aumentó (en miles de millones de libras al año) de
0,8 a 6, de 2,5 a 12,5, y de 1,3 a 3,2, respectivamente. Science,
1979; 204: 587.
Esta nueva tecnología -los ordenadores y
microprocesadores- también se ha extendido a otros
sectores económicos como los de extracción y
transformación, lo que permite al capital ampliar
enormemente su control sobre el proceso de trabajo.
Es importante subrayar que esta ampliación del
control sobre el proceso de trabajo permite al
capitalista mantener el proceso de producción con un
funcionamiento óptimo, lo que incluye la continua
sincronización de la fuerza de trabajo con el proceso
de trabajo, sin interrupción de la producción. El
trabajo por turnos llega a representar un gran
porcentaje del trabajo total: el 25 % de la fuerza de
trabajo de Estados Unidos y el 21 % de la francesa,
trabajan en turnos nocturnos (Jardillier P., 1980).
Este tipo de trabajo, además de producir
agotamiento físico y psicológico, destruye toda
posibilidad de que los trabajadores disfruten de
relaciones normales en su vida cotidiana.
Los ordenadores y microprocesadores también
permiten al capital centralizar el control y la
conceptualizacion del proceso de trabajo y
descentralizar su ejecución, lo que posibilita un fácil
intercambio de tareas dentro del mismo proceso de
trabajo, y evita los elementos de perturbación (como
las huelgas). Esta nueva situación ha sido
considerada como un importante «rompehuelgas».
Cuando un sector de los trabajadores está en huelga,
la dirección puede trasladar sectores enteros del
proceso de trabajo y eludir así a los huelguistas. Por
ejemplo, en 1975, durante la famosa huelga de la
industria aeroespacial, la dirección de la McDonnell-
Douglas logró mantener un 60 % de la producción
mediante el uso de microprocesadores y de la
automatización. También, en otra famosa huelga de
1973, la dirección de la General Motors logró
trasladar fácilmente la producción de un sector de la
industria a otro mediante el uso de
microprocesadores que habían prediseñado todos los
cambios requeridos en el proceso de producción 11
.
Otra consecuencia de la introducción de esta
nueva tecnología es, por supuesto, el paro. Los
nuevos robots utilizados en Good Year and Luckey,
Ohio, pueden hacer el trabajo de varios trabajadores
a un coste considerablemente menor. Según
Business Week (1979), la vida promedio de un robot
es de ocho años, con un coste diario de 4.50 dólares,
mientras que un trabajador cuesta 14.50 dólares por
hora.
El proceso de trabajo en los servicios sociales
La introducción de nuevas tecnologías y de una
nueva organización del trabajo tiene lugar en todas
las áreas de la producción social. No existen áreas o
sectores que sean intrínsecamente de trabajo
intensivo. Hay que subrayar este punto, en vista de
la difundida creencia de que el trabajo intensivo es
inherente a los servicios sociales y personales. Se
supone que la naturaleza personal de servicios como
la atención médica exige la participación personal de
un gran número de empleados. Hay que cuestionar
esta postura sobre bases tanto teóricas como
empíricas. La tendencia general del proceso de
trabajo bajo el capitalismo es hacia la descalificación
de la mano de obra y la sustitución del trabajo vivo
(los trabajadores) por trabajo muerto (máquinas).
Esta tendencia se aplica también a los servicios
sociales. Estos servicios han tenido un
impresionante crecimiento en cuanto a número de
empleados: de un 12.4 % en 1950 a un 21,9 % en
1970. Resulta interesante señalar que la
administración pública no contribuyó mucho a este
aumento, que provino fundamentalmente de los
servicios médicos y la educación. Particularmente
las tres subindustrias constituidas por los servicios
médicos, los hospitales y la educación aumentaron
más del doble y, juntas, fueron responsables de más
de cuatro quintas partes del aumento total
(Browhing, Singelmann). Sin embargo, este notable
crecimiento es relativamente reciente. Tuvo lugar
principalmente en los años setenta.
Los datos empíricos muestran que todas las
nuevas industrias se convierten, con el tiempo, en
industrias de capital intensivo y pierden calificación.
Esto está ocurriendo ya en los hospitales: obsérvese,
por ejemplo, la gran proliferación de enfermeras
técnicas que están haciendo el trabajo que hacían
antes las enfermeras. La descalificación de la
enfermería se ha extendido mucho. Otro ejemplo de
esta tendencia incipiente es la automatización de los
servicios de laboratorio. Así pues, no hay nada
intrínseco al proceso de trabajo del sector sanitario
que impida la fragmentación de las tareas y la
descalificación de la fuerza de trabajo. La velocidad
con que se producirán estos cambios en el proceso
de trabajo del sector de servicios dependerá, por una
parte, de la presión de la clase capitalista para
extraer tanto trabajo como le sea posible mediante el
aumento de la tasa de explotación de la mano de
obra y, por otra, de la resistencia de los trabajadores
a dicha explotación. Esta tendencia también está
presente, por supuesto, en los servicios públicos, ya
que resulta ventajoso para la clase capitalista que los
funcionarios públicos consuman tan poco como sea
posible del plusvalor general, de manera que la clase
capitalista pueda apropiarse de más (Carchedi G.,
1977).
11
Ambos ejemplos están citados en M. Debouzy, «Los
sindicatos americanos responden a la invasión tecnológica»,
Transición, febrero de 1981,37.
La crisis, la movilidad internacional del capital y
su impacto sobre el proceso de trabajo y sobre la
salud
La movilidad internacional del capital ha roto, hasta
cierto punto, la dicotomía de la que hablábamos
según la cual el capital explota la fuerza de trabajo
de los países capitalistas industrializados y
desarrollados mediante el aumento de la tasa relativa
de explotación y la de los países capitalistas
subdesarrollados mediante el aumento de la tasa
absoluta de explotación. Por ejemplo, en la
conjunción actual, presenciamos el intento, en gran
parte fructífero, de aumentar la tasa absoluta de
explotación de la fuerza de trabajo tanto en los
países capitalistas desarrollados como en los
subdesarrollados. Este aumento se realiza mediante:
1. La prolongación de la jornada. Observamos
que, además de un gran número de parados, tenemos
una fuerza de trabajo sobrecargada. Por ejemplo,
mientras que en teoría la mayoría de los trabajadores
de la Ford sólo trabajan 35 horas a la semana, en la
práctica están forzados a realizar horas
extraordinarias («horas extraordinarias
obligatorias») hasta un total semanal de 52 horas.
Estas horas extraordinarias obligatorias están fijadas
en el contrato de trabajo (Debonazy M., 1981). De
igual manera, en las fábricas Toyota de Japón, cada
trabajador tiene que cumplir un mínimo de dos horas
extraordinarias además del horario formal de ocho
horas y, con frecuencia, debe trabajar de 3 a 3,5
horas extraordinarias 12
. Cuando estas industrias
funcionan en los países subdesarrollados, la
prolongación de la jornada es todavía mayor. Por
ejemplo, mientras que la semana laboral «formal»
(sin contar las horas extraordinarias) en la mayoría
de los países desarrollados es de 40 a 44 horas por
semana, en Corea del Sur es de 50 a 58; en Filipinas,
de 45 a 50; en Singapur, de 49, y en Tailandia, de 47
a 51. En Hong Kong, la semana laboral es de 60
horas, y un 58 % de los trabajadores trabaja siete
días por semana. Según el censo de 1971, ese año
174439 trabajadores trabajaron 75 horas por semana,
y 13 795 lo hicieron 105 horas. (La fuerza de trabajo
de Hong Kong es de 1 900000 Y los trabajadores de
las manufacturas eran 700000 en 1975) (Frank M.,
1980). La prolongación de la jornada también se da
cuando el trabajador tiene diversos empleos
(pluriempleo). Esto es particularmente acentuado en
las mujeres, quienes además realizan el trabajo
doméstico. Por ejemplo, en 1978, las mujeres
trabajadoras en Estados Unidos, trabajaban 69 horas
por semana y los hombres 53, es decir, juntos, 122
horas para una familia de dos, el equivalente a tres
empleos de dedicación exclusiva. Según un informe
reciente preparado por la Comisión Nacional sobre
Mujeres que Trabajan, el 55 % de las mujeres
encuestadas afirmaban no tener ningún tiempo libre
y sólo el14 % señalaban que el trabajo y la familia
no se interferían gravemente entre sí 13
.
2. La reducción de los costes de producción de la
fuerza de trabajo. El intento, en general exitoso, de
reducir los salarios individuales y sociales, tanto en
los países capitalistas desarrollados como en los
subdesarrollados, está aumentando
significativamente la tasa de explotación de la fuerza
de trabajo. Esta situación se ve facilitada por:
a) La movilidad de la mano de obra a través de
las fronteras nacionales-estatales y la permanencia
en los países capitalistas desarrollados de grandes
sectores de la clase trabajadora -los inmigrantes-,
que no tienen derechos civiles ni voto y cuya
posición frente al capital es muy débil. Los salarios
de los inmigrantes son con frecuencia menores que
el coste de reproducción de su fuerza de trabajo.
Esta «superexplotación», o lo que Marx llamó
acumulación primitiva, es posible gracias al trabajo
no pagado del cónyuge, que subsidia esos costes, y
al pago de tales costes por la comunidad de la que
proceden esos inmigrantes y a la que más tarde se
retiran.
b) La movilidad del capital a través de las
fronteras nacionales-estatales, que permite reducir
los costes de la mano de obra mediante el traslado a
países con salarios muy bajos. André Gunder Frank
(1980) y Michel Chossudovsky (1981) han
demostrado, por ejemplo, los enormes diferenciales
que existen en los salarios entre un país y otro en la
industria textil, lo que explica el traslado del capital
norteamericano hacia Taiwan, Corea del Sur, Brasil
y otros países. Esta explotación requiere una gran
represión política, con frecuencia llevada a cabo con
brutales regímenes militares.
3. El aumento del trabajo de las mujeres y los
niños, cuyos costes de reproducción tienden a ser
muy bajos. Por ejemplo, se ha calculado que casi el
90 % de la mano de obra recientemente empleada en
las nuevas industrias que se han creado en países
subdesarrollados y que se dedican a los textiles y a
la electrónica, está constituida por mujeres (con
salarios de un 20 a un 50 % más bajos que los ya
reducidos salarios de los hombres) y niños (Frobel
T., Heinrich J., Kreye O., 1977). El número de niños
de menos de catorce años de edad «económicamente
activos» en el mundo de hoy ha sido estimado en 54
12
«Report on the Japanese Miracle. The Working Conditions
of the Toyota Factory», International Journal or Health
Services (en proceso).
13
Todas estas cifras están citadas en E., Currie R. Dunn y D.
Fogarty, «The New Immiseration. Stagflation, Inequality and
the Working Class», Socialist Review. 1980; 54: 15.
millones (Frank G. A, 1980).
Además del aumento de la tasa absoluta de
explotación, la clase capitalista también aumenta la
tasa de explotación relativa mediante el
acrecentamiento de la intensidad del trabajo y la
adición de nuevas sustancias y nuevas tecnologías al
proceso del mismo. Como resultado, encontramos
un incremento del número de muertes y accidentes
laborales, así como en las enfermedades vinculadas
a la fatiga y el estrés. En Corea del Sur, por ejemplo,
las incapacidades graves causadas por accidentes
laborales se multiplicaron 2,7 veces entre 1970 y
1976. En Sao Paulo, Brasil, hubo 712000 accidentes
en 1973 y 790000 en 1974. Casi el 24 % de la fuerza
de trabajo había sufrido accidentes graves, tres veces
más que en Francia (Frank G. A., 1980). A la vez, el
uso de nuevas sustancias tóxicas en el proceso de
trabajo reproduce en los países subdesarrollados el
mismo tipo de morbilidad relacionada con tóxicos
existentes en los países capitalistas desarrollados
(Castleman B., 1979).
En resumen, como consecuencia de esa
movilidad internacional del capital hacia los países
subdesarrollados se establecen dos tipos de procesos
de trabajo que crean dos tipos de mortalidad y
morbilidad. Uno es el proceso de trabajo
característico de un bajo nivel de desarrollo de las
fuerzas productivas. En éste, la explotación de la
mano de obra y la expropiación de la salud tienen
lugar, principalmente, por medio del aumento de la
tasa de explotación absoluta. El otro modo de
explotación, que se superpone al anterior, es el
proceso caracterizado por el predominio de una
industria a gran escala, en la que la expropiación de
la fuerza de trabajo y la salud se realiza mediante el
aumento tanto de la tasa de explotación absoluta
como de la relativa.
Inversamente, en los países capitalistas
desarrollados, encontramos una agresión de la clase
capitalista contra la clase trabajadora, destinada a
aumentar no sólo la tasa de explotación relativa sino
también la absoluta. En la medida en que el
movimiento obrero se ve derrotado, aumentan tanto
la apropiación del plusvalor absoluto como del
plusvalor relativo, así como la expropiación de la
salud.
El conflicto de clases y el proceso de trabajo
En el conflicto existente entre las clases sociales, la
clase capitalista crea las condiciones que permiten la
expropiación de la fuerza de trabajo y de la salud del
obrero. En el nivel económico, por ejemplo, la clase
capitalista crea subempleo y paro, lo cual refuerza la
disciplina de los obreros. Además, conforme el
capital se traslada de un Estado a otro, recrea
continuamente las condiciones de explotación (p. ej.,
la baja sindicación).
Otra condición importante para la reproducción
de la explotación es la ideología. Resulta
fundamental para la clase capitalista que los obreros
acepten la ideología de la «industrialización», según
la cual todo perjuicio sufrido en el lugar de trabajo
es resultado inevitable del progreso de la
industrialización. Otro planteamiento ideológico
propuesto por la clase capitalista es la
individualización de la responsabilidad por las
enfermedades, según la cual las afecciones sufridas
en el lugar de trabajo surgen por faltas del trabajador
o de sus padres. El cáncer entre los trabajadores se
presenta, por ejemplo, como resultado no de la
exposición a diversos cancerígenos, sino de la
existencia de genes que convierten a los trabajadores
en especialmente sensibles a esas sustancias. En
consecuencia, la estrategia para resolver el problema
del cáncer de origen laboral consiste en hacer un
estudio genético de los trabajadores. Como decía
recientemente Anthony Mazzocchi, director de
Salud y Seguridad del Sindicato Internacional de
Trabajadores de la Industria Petrolífera, Química y
Atómica: «Creo que en los años ochenta vamos a oír
con frecuencia que la culpa la tienen las víctimas. La
cuestión no será tanto en qué y con qué trabajas, sino
quiénes fueron tus padres» (The New York Times,
1980).
En Estados Unidos, la ideología que considera
que el cáncer laboral es el resultado de un inevitable
progreso ha llevado a algunos expertos en sanidad,
como la American Health Foundation (Fundación
Norteameriana de Salud) -un foro muy prestigioso
del establishment médico de Estados Unidos-, a
recomendar que los trabajadores de más edad sean
ocupados en los empleos expuestos a carcinógenos,
partiendo del supuesto de que se morirán de viejos
antes de contraer un cáncer (!) (Severo R., 1980).
No es necesario decir que la clase trabajadora no
ha permanecido pasiva. En un camino de continua
lucha, ha proporcionado cambios en el proceso de
trabajo: desde la reducción de la jornada hasta la
modificación de la intensidad, tecnología y
organización del trabajo. Casi todos los cambios
efectuados en el proceso de trabajo se debieron al
deseo de la clase capitalista de quebrantar o
controlar la resistencia de la clase trabajadora a la
opresión. Innovaciones como la humanización del
trabajo o la participación de los trabajadores son
también intentos del capital por minimizar esa
resistencia. Vale la pena insistir en que estas
medidas pueden ser o no «cooptadoras», según sea
Cuadro 6.1
la correlación política de fuerzas en cada centro de
trabajo.
En esta lucha, se han producido algunos hechos
que merecen atención. Uno es el cuestionamiento
del concepto de «productividad» tal como lo define
la clase capitalista. Los enormes costes sociales que
la producción impone al trabajador y la expropiación
de su salud no aparecen en el cálculo de esa
productividad. Sin embargo, el Comité de Seguridad
y Salud Laborales de Chicago (COSH) ha calculado
los «costes» en salud que tiene la producción de un
coche en Detroit. El Cuadro 6.1 sintetiza los
componentes del proceso de trabajo y los daños
producidos por cada elemento dentro de ese proceso.
Algunos segmentos de la clase obrera están
exigiendo que se reconozcan esos costes «ocultos».
Otro fenómeno es el cuestionamiento de la
ideología burguesa según la cual los daños recibidos
en el lugar de trabajo son inevitables. Su anterior
aceptación de esta ideología había llevado al
movimiento obrero a concentrarse en la lucha por las
indemnizaciones. Pero, a partir de finales de los años
sesenta, algunos sectores obreros de Europa y
América del Norte ampliaron esa lucha, para lograr
el control sobre el proceso de trabajo (Crouch c.,
Pizzorno A., 1978). Esta preocupación se manifiesta
de diversas maneras: desde la demanda de algunos
sectores del Sindicato de Trabajadores de la
Industria Petrolífera, Química y Atómica de Estados
Unidos que exigen controlar los servicios de salud
laboral, hasta la de los trabajadores de la Fiat, en
Italia, que exigen el derecho a vetar cualquier
modificación del proceso de trabajo sugerida por el
capital.
La experiencia del movimiento obrero parece
indicar que es necesario desarrollar formas de
democracia directa en los centros de trabajo, para
que los trabajadores recuperen el control colectivo
sobre todos los elementos del proceso de
producción, control al que la clase capitalista se
opone por todos los medios. Sin embargo, algunas
importantes formas de control directo se pueden
lograr incluso bajo el capitalismo, como demuestra
el espléndido ejemplo de los trabajadores italianos
que, a principios de 1970, crearon los Consiglios de
Fabrica (Arrennato G., Navarro Y., 1980).
Esta forma de participación directa se ha de
complementar con formas de democracia indirecta o
delegada, en que instituciones de tipo asamblea
elijan a sus representantes en los instrumentos del
movimiento obrero, los sindicatos. La clase
trabajadora tiene que luchar tanto en los lugares de
trabajo como fuera de ellos. En estas luchas, y
especialmente fuera del lugar de trabajo, la clase
trabajadora, a través de sus propios instrumentos y
movimientos, necesita establecer alianzas con otras
clases y movimientos con los que comparte
intereses. La expropiación de la salud que tiene lugar
en el lugar de trabajo se reproduce más allá, en la
expropiación de la salud que se origina en las
comunidades, en el medio ambiente, en la familia,
en todas partes y en todos los elementos de la vida
cotidiana. La articulación entre las luchas
relacionadas con el trabajo y las luchas que no se
relacionan con él, y la articulación entre las formas
de democracia directa e indirecta, son cuestiones
clave para resolver la explotación y la expropiación
de la salud de la mayoría de nuestros pueblos 14
.
BIBLIOGRAFÍA
Anónimo: «Gene tic screening by industry», New
York Times. 1980: 36.
Anónimo: «Miners create huge surplus value»,
Economic Notes. Labor Research Associates, Inc.
1981; 49(1-2):2.
Assennato, G., y Navarro, V.: «Workers.
Participation and control in Italy: The case of
Componentes del proceso
de trabajo
Expropiación de la salud
(enfermedades y lesiones
vinculadas)
FUNDICIÓN: bloque del
motor
silicosis, cáncer, quemaduras.
PLANCHISTERÍA:
carrocería de acero
sordera, amputaciones
TALLER DE MÁQUINAS:
cajas de cambios
dermatitis y enfermedades
pulmonares.
PLANTA DE CAUCHO:
neumáticos
leucemia
PLANTA DE ASBESTOS:
frenos y embragues
cáncer de pulmón, asbestosis.
PLANTA DF BATERÍAS:
baterías
envenenamiento por plomo.
CROMADO: tapicería y
parachoques
cáncer de los senos nasales.
FABRICA DE VIDRIO:
ventanas
enfermedades pulmonares,
cataratas.
FÁBRICA DE PLÁSTICOS:
cubiertas y asientos de vinilo
angiocarcinoma (cáncer de
hígado).
FÁBRICA DE PIGMENTOS
y DISOLVENTES: pinturas
envenenamiento por plomo,
enfermedades hepáticas.
FÁBRICAS DE FIBRAS
SINTÉTICAS: almohadones
de los asientos
enfisemas y bronquitis.
MONTAJE: estrés, trastornos mentales.
REFINERÍA: gasolina. leucemia y cáncer de piel.
14
Para un tratamiento más amplio del tema, véase V. Navarro,
«The Nature of Democracy in the Core Capitalist Countries:
Meanings and Implications for Class Struggle». The Insurgent
Sociologist. 19HO; 10(2),3.
occupational medicine», International Journal of
Health Services. 1980; 2: 217.
Baker, D.: «The use and health consequences of
shift work», International Journal of Health
Services. 1980; 10(3): 405.
Balibar, E.: «The basic concepts of historical
materialism», en Althusser. L, y Balibar. E:
Reading Capital. Pantheon Books. Nueva York.
1970: 73.
Browning y Singelmann: op. cit. cuadro 2, 493.
Business Week: 26 de marzo de 1979.
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NIOSH. US Government Printing Office. 1975;
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Social CIasses. Routldge & Kegan Paul.
Londres, 1977: 173.
Castleman, B.: «The Export of Hazardous
Substance», International Journal of Health
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Crouch, C., y Pizzorno. A.: The Resurgence of Class
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mental illness», Public Health Report. 1981;
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manuscripts», en Fromm, E.; Marx's Concept of
Man. Ungar Frederik Publishing Co., Nueva
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alineación en Marx, véase Schff, A.: La
alienación como fenómeno social. Crítica-
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Alienation, Cambridge University Press.
Cambridge, 1971.
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Council on environmental quallity: A Report to
the President. Office. Washington, DC, 1980.

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Proceso- Trabajo- Salud

  • 1. CAPÍTULO 6 PROCESO DE TRABAJO Y SALUD Vicente Navarro López Catedrático de Políticas Públicas y Sociales de la Universidat Pompeu Fabra. Barcelona Profesor de Política y Economía Sanitaria Johns Hopkins University. USA «La concepción materialista de la historia parte de la premisa de que la producción y, después de la producción, el intercambio de los objetos producidos, son la base de toda estructura social; de que en toda sociedad que ha aparecido en la historia, la manera en que está distribuida la riqueza y la manera en que la sociedad está dividida en clases u órdenes, depende de lo que se produce, cómo se produce y cómo se intercambian los productos.» F. ENGELS, Anti-Dühring, 1877-1878 PROCESO DE TRABAJO Y SALUD Introducción: Trabajo y salud Un importante acontecimiento que ha tenido lugar en el mundo capitalista occidental durante la última década ha sido el redescubrimiento de la relación entre trabajo y salud. La interpretación teórica de esa relación ha variado considerablemente, dependiendo en buena medida de cómo se concibe el trabajo. La mayoría de los autores conciben el trabajo como un problema medioambiental. El trabajo expone a cada trabajador individual a agentes físicos, químicos y psicológicos que pueden hacerle enfermar o tener accidentes. La estrategia de intervención que se deriva de esta concepción del trabajo consiste en reducir la frecuencia de la exposición de los trabajadores a estos agentes patógenos. Aunque no debemos minimizar la enorme importancia de esta tarea, la teoría y la práctica que derivan de esa concepción del trabajo reproducen la dicotomía individuo/medio ambiente, que obstaculiza seriamente la comprensión de aquellas relaciones sociales que determinan tanto al trabajador individual como al medio ambiente (Navarro V., 1980). Otra conceptualización del trabajo lo considera una fuente de recursos -por ejemplo, de ingresos-, que permite al trabajador satisfacer sus necesidades y expectativas. Este punto de vista ha sido el más difundido dentro de la tradición weberiana, que es la tradición dominante en la sociología anglosajona. Esta tradición concibe al trabajador, ante todo, como asalariado o consumidor, con atributos específicos como los ingresos, la educación, el estatus, etc., todos los cuales se definen en las esferas del intercambio, la distribución y el consumo, más que el mundo de la producción. El trabajo como actividad y como relación social no aparece en ese esquema teórico. Se define a los ciudadanos como consumidores más que como trabajadores. Esto explica la gran abundancia de estudios destinados a entender la salud de la gente a partir del análisis de su dieta, su forma de consumo, sus niveles de
  • 2. expectativas, sus estilos de vida, su utilización de los servicios sanitarios, sus patrones residenciales, etc. Un ejemplo de ello es el examen, supuestamente global, de las intervenciones preventivas en salud mental, publicado en Estados Unidos por un conocido experto, en salud mental (Eisemberg L., 1981). A partir de éste y otro tipo de estudios, casi parecería que el pueblo de Estados Unidos no trabaja, ya que el trabajo ni siquiera se menciona como determinante de la salud y la enfermedad. De manera similar, el Cuestionario sobre Riesgos para la Salud, ampliamente utilizado y distribuido por el Centro para el Control de las Enfermedades, de Estados Unidos, y que tiene por objeto recoger datos sobre riesgos individuales, reúne en efecto una información muy detallada sobre la caracterización individual de los ciudadanos norteamericanos. Se plantean a cada individuo todo tipo de cuestiones acerca de la dieta, sus hábitos de fumador, su conducta como bebedor, etc., pero no se le hace ninguna pregunta sobre su ocupación o tipo de trabajo. Esta desviación ideológica de la sociedad de consumo se refleja también en los programas de estudio de la mayoría de las escuelas profesionales de medicina y salud pública. Entre más de 100 escuelas de medicina, sólo 12 incluyen la salud laboral en sus programas y, entre estas 12, el tiempo total que se dedica a la materia es extremadamente reducido (Mazzochi A, 1977). Una de las consecuencias de concebir a los individuos como receptores de un salario o consumidores, más que como trabajadores, es que la consiguiente estrategia de intervención social se centra principalmente en la compensación monetaria por los daños causados. La salud se vende y la enfermedad y la muerte se indemnizan. Contra estas dos tradiciones, disponemos de los interesantísimos trabajos de Eyer y Sterling (1977), en los que se considera a la salud y la enfermedad como determinadas por la organización social de la sociedad que, a través del estrés, provoca la muerte y la enfermedad. El trabajo aparece, dentro de ese todo social, como uno más entre los agentes que producen estrés en un «estresado», complejo definido como «capitalismo avanzado». El gran mérito del trabajo de Eyer y Sterling ha sido romper con las obsoletas tradiciones weberianas y contemplar las cosas globalmente. Según la concepción hegeliana, la verdad se define como el todo. Sin embargo, en esta visión totalizadora el capitalismo avanzado podría llegar a ser equivalente a la «industrialización» o el «progreso». Esta visión indiferenciada de la naturaleza del capitalismo avanzado, al no dar una explicación de cómo los distintos elementos de esta totalidad se reproducen, se relacionan entre sí y afectan al binomio salud-enfermedad de los diferentes grupos sociales, merma el valor de este trabajo, por lo demás, excelente. El mérito de Eyer y Sterling es que han sabido reconocer una tendencia real. Su debilidad es que no han sabido identificar sus orígenes estructurales. Al no tocar el tema de cómo se estructura y reproduce el capitalismo avanzado, también quedan limitados sus sugerencias de cambio, que consisten, por ejemplo, en la «relajación individual» y la «vida en comunidad». La sociedad no es una suma de agentes estresantes en la que los diferentes ámbitos de la vida cotidiana -el trabajo, el consumo y el intercambio se juntan para formar un todo. Dentro de la totalidad social hay ciertas actividades que determinan como se relacionan entre sí de los demás aspectos. La producción determina la naturaleza del consumo y del intercambio. Laurell (1979), por ejemplo, considera el trabajo, a la vez, como el principal organizador de toda vida social y como una expresión concreta de las contradicciones sociales: Por lo menos en la sociedad capitalista, en la cual predomina la parte productiva del proceso productor- reproductor de la vida social, parece posible argüir que las exigencias del proceso de trabajo organizan toda la vida social. En ciertas situaciones esto se presenta de forma muy clara, y desaparece la separación ideológicamente impuesta entre el mundo del trabajo y el mundo del consumo. Por ejemplo, las casas para obreros, construidas en torno a la fábrica en algunos lugares, muestran de qué manera el espacio social se organiza sobre la base de las necesidades del centro de trabajo: en la escuela, que lleva el nombre del patrón, se educa a los niños para convertidos en trabajadores; en el patio de recreo, los niños aprenden qué tipo de ocio es bueno, y el agudo silbato que señala la entrada de cada turno de trabajadores impone el ritmo de la fábrica sobre sus alrededores. La producción ocupa un lugar clave en la reprodución de la sociedad y sus fenómenos sociales, incluida la salud. La conciencia de esta realidad conduce a intervenciones estratégicas específicas. Como ha dicho Palloix (1980): Transformar el mundo, es decir, transformar el modo de producción, a través de la lucha de clases, es cambiar entre otros momentos, el modo de organización de la producción y el proceso de trabajo. De otra manera, todo proceso de cambio puede ser en vano, porque en el modo de organización de la producción y del proceso de trabajo encontramos las raíces de la división de las clases sociales, de la lucha de clases, y el lugar en que el capitalismo se reproduce y renace.
  • 3. Contra la pretensión de Foucault y los «nuevos filósofos» de que el poder se encuentra en una posición externa respecto de otros tipos de relaciones, es decir, de los procesos económicos», lo cierto es lo contrario: la producción -lo que Foucault (1977) llama el espacio económico- es el área más importante de reproducción del poder 1 . Esto no significa que todo poder se reproduce en el ámbito de la producción, que todas las relaciones sean relaciones de clase, ni que todo en la sociedad se explique por lo que ocurre en el trabajo. Lejos de ello, lo que sucede en otros ámbitos -el intercambio y el consumo- y en otros niveles -el ideológico y el político- tiene su propia autonomía. Pero la producción es lo determinante, lo que caracteriza a la formación social. De ahí que no se hable de «modo capitalista de producción, intercambio, consumo y distribución», sino simplemente del «modo de producción capitalista». A partir de esta concepción, pienso que para entender la relación entre la salud y la sociedad tenemos que empezar por entender la relación entre la salud y las fuerzas y relaciones de producción. Dentro de este último, tema un punto clave es la relación entre la salud, el trabajo y las relaciones en el lugar de trabajo 2 . Los elementos del proceso del trabajo y la salud La base de cualquier sociedad es lo que se produce, cómo se produce y cómo se distribuye. Toda producción se caracteriza por dos elementos inseparables: el proceso de trabajo -que es cualquier proceso de transformación de un objeto dado, sea éste natural o ya elaborado, en un producto determinado; transformación efectuada por una actividad humana definida, con instrumentos de trabajo definidos- y las relaciones de producción - que son las formas históricas concretas en que se realiza el proceso de trabajo-. En cada proceso de trabajo (gráficamente representado en la Figura 6.1), encontramos los siguientes elementos: Objeto Transformación Producto Actividad humana Instrumento Objetos de trabajo Son los objetos sobre los cuales se realiza un trabajo. En la producción de bienes materiales, puede haber dos tipos de objetos: 1) materias primas y 2) materiales primarios3 . Materia prima es una sustancia que proviene directamente de la naturaleza y la principal tarea del trabajo consiste en extraerla o sacarla de su forma natural. Ejemplo de esto son los minerales que se extraen de las minas o los árboles de los bosques. Un material primario es una sustancia que ya ha sufrido alguna modificación como resultado del trabajo. Constituye un ejemplo el mineral de hierro refinado. Los materiales primarios pueden ser el elemento principal de un producto o pueden intervenir como materiales primarios auxiliares. Pueden: a) ser absorbidos por los propios instrumentos de trabajo como, por ejemplo, el aceite para las ruedas; b) ser incorporados al material primario principal para producir en él una transformación como, por ejemplo, el tinte en el cuero o la lana, o c) servir simplemente para la ejecución del trabajo, como es el caso de los materiales destinados a iluminar o calentar los lugares donde éste se realiza. En las industrias modernas, como la industria química, la distinción entre materiales primarios principales y auxiliares se borra, ya que en el producto final no aparece ninguno de estos materiales primarios. En muchas ocasiones es imposible separar e identificar los diferentes materiales primarios. El estudio del objeto de trabajo debe tener en cuenta sus propiedades físicas, químicas y biológicas, ya que pueden constituir un grave riesgo para la salud. Materias primas como el mineral de hierro, o materiales primarios como las miles de sustancias químicas que se emplean en la industria, pueden afectar a la salud de los productores. Los medios de trabajo Hay medios de trabajo en sentido estricto y en 1 Para una crítica de M, Foucault, véase Navarro. V.: «Foucault’s concept of power», Critical Sociology, 32 (3), 1993. 2 Para ver un ejemplo que analiza salud y trabajo tomando la producción como punto de referencia, véase Work and Health. American Public Health Association, Report 23,1992 3 En la producción de servicios, el objeto sobre el cual se realiza el trabajo también puede ser el consumidor del producto o de los servicios. Por ejemplo, el estudiante o el paciente, que son objeto del trabajo del maestro o el médico, son a la vez los consumidores de sus servicios. Para una interesante discusión sobre las diferencias entre la producción de bienes materiales y la producción de servicios humanos, véase G. Stevenson, «Social Relations of Production and Consumption in the Human Services Ocupations», International Journal of Health Services, 1978: 8(3): 453.
  • 4. sentido amplio. Los medios de trabajo en sentido estricto son los instrumentos o herramientas que el trabajador utiliza en su trabajo y que interpone directamente entre sí y los objetos de trabajo. Sirven como intermediarios entre el trabajador y el objeto de trabajo. Ejemplos de ello son la pala mecánica del minero, la máquina de coser del sastre, la máquina de escribir de la mecanógrafa, etc. Los medios de trabajo en sentido amplio incluyen, además de los medios de trabajo en sentido estricto, todas las condiciones materiales que, sin intervenir directamente en el proceso de transformación, son indispensables para su realización. Sin ellos el trabajo no se puede llevar a cabo. Ejemplos de ello son las fábricas, la tierra, etc. Los medios de trabajo se pueden analizar en términos de su sofisticación técnica o como expresión de relaciones sociales específicas. Desde el primer punto de vista, el objeto de estudio incluye el esfuerzo físico necesario para ejecutar el trabajo, la interacción entre los trabajadores, o entre ellos y los objetos y medios de trabajo, y el grado de control que tienen dichos trabajadores sobre dichos medios y sobre el proceso de trabajo. Cada uno de estos diferentes elementos del proceso de trabajo son expresiones de las relaciones sociales que los han creado. Por ejemplo, los instrumentos de trabajo creados bajo el capitalismo industrial imponen al trabajador una manera específica de trabajar. Los instrumentos de trabajo, como las máquinas, dictan el ritmo de trabajo y limitan la toma de decisiones de los trabajadores. Ambas cosas aumentan, bajo ciertas condiciones, el riesgo de accidentes inherentes no al trabajador sino al instrumento de trabajo (Sass R., Crook S., 1981). Ninguna producción de bienes materiales se puede llevar a cabo sin que participen en ella los objetos de trabajo y los medios de trabajo. De ahí que se llame a estos elementos medios de producción. Los medios de producción están constituidos, pues, por los objetos de trabajo y los medios de trabajo en el sentido más amplio (véase Figura 6.2). La fuerza de trabajo La actividad humana que interviene en el proceso de producción se llama comúnmente mano de obra o trabajo. Este trabajo, que se expresa en una cierta cantidad de productos, implica el gasto de cierta cantidad de energía humana. Esta energía humana que se gasta en el proceso de trabajo se llama fuerza de trabajo. La fuerza de trabajo y el trabajo son, sin embargo, conceptos diferentes y es de suma Figura 6.2. Elementos del proceso de trabajo. importancia distinguirlos. Cada uno hace referencia a realidades diferentes. Por ejemplo, una máquina realiza una determinada cantidad de trabajo en cierto número de horas (enlatando cierta cantidad de verduras) y para alcanzar esta finalidad utiliza cierta cantidad de electricidad. De un modo similar, el trabajador de una fábrica de espaguetis empaca, en ocho horas diarias de trabajo, una determinada cantidad de kilos de esta pasta y, para ello, gasta cierta cantidad de energía humana. Por tanto, la energía humana o fuerza de trabajo es radicalmente diferente al trabajo realizado, que sólo es la expresión o el rendimiento de dicha fuerza de trabajo. Debido a que confunde ambos conceptos, la economía clásica era y es incapaz de descubrir el origen de la explotación capitalista, es decir, de la creación del valor. La economía clásica sostenía que el salario es el precio del trabajo realizado por el trabajador. En el lenguaje popular se dice «el salario de un día por el trabajo de un día». Si tal fuera el caso, sin embargo, la manera de calcular cuánto habría que pagarle a cada trabajador consistiría en calcular el precio del trabajo que hace (el precio de los zapatos multiplicado por el número de zapatos producidos, por ejemplo) y entregarle esa cantidad, ya que ése sería el precio de su trabajo. Los capitalistas, desde luego, no pagan a los trabajadores de esa manera. El capitalismo desaparecería si tal fuera la forma de retribuir a los trabajadores. En realidad tampoco la economía clásica calcula de esa manera el precio del trabajo, sino que calcula el precio de los objetos y servicios que el trabajador necesita consumir para restaurar su fuerza de trabajo. Los costes de reproducción de esa fuerza de trabajo están histórica y políticamente determinados. Dependen de la fuerza de la clase trabajadora en el proceso de la lucha de clases. Pero es necesario
  • 5. repetir que los trabajadores siempre producen más de lo que consumen. En otras palabras, los capitalistas necesitan que el coste de reproducción de la fuerza de trabajo -salarios individuales y sociales- sea inferior al precio de los productos que el trabajador ha producido. La plusvalía es el valor que el trabajador produce además y por encima del valor de su fuerza de trabajo. El grado de explotación se mide por esa plusvalía o trabajo no pagado. Por ejemplo, en 1977, 197000 trabajadores produjeron carbón bituminoso y lignito. Estos trabajadores añadieron al carbón 10900 millones de dólares de valor en el proceso de extraerlo de las minas, pero se les pagaron solamente 3200 millones. Esto significa que el trabajador medio ganaba 16200 dólares, pero el empresario de la mina, la compañía matriz del empresario y sus bancos recibieron 39000. Al trabajador se le permitía conservar (hasta que los impuestos federales y estatales recaudaran otra parte de sus ingresos) sólo 29 centavos de cada dólar producido. Existen dos formas diferentes de aumentar la plusvalía, que corresponden a dos formas distintas de apropiarse de la fuerza de trabajo. Cada una, a su vez, implica distintas formas de agotar al trabajador y expropiarle la salud. Una consiste en aumentar la duración de la jornada de trabajo. Si un trabajador, que produce en cuatro horas el valor equivalente al valor de su fuerza de trabajo, trabaja cuatro horas más, produce una plusvalía del 100 %. Pero si el capitalista logra alargar la jornada a doce horas, el trabajador duplica el valor producido y la tasa de explotación aumenta a un 200 %. Este aumento de valor añadido, conseguido mediante una prolongación de la jornada, se llama el plusvalor absoluto. Esa prolongación de la jornada tiene, sin embargo, límites biológicos, ya que el trabajador, bajo este régimen, de trabajo se agota rápidamente. Como escribía Marx, «cuando la producción capitalista prolonga la jornada, acorta la vida de los trabajadores» 4 . El otro límite a la prolongación de la jornada es de orden político: está fijado por las conquistas de la clase obrera sobre la reducción de la misma. La extracción de plusvalor absoluto generalmente se da en procesos de trabajo con escaso desarrollo de las fuerzas de producción (como los procesos con baja tecnología, la elemental organización del trabajo o la escasa especialización de la mano de obra). En estas situaciones, existe un gran esfuerzo físico, un tiempo de descanso insuficiente y altos costes calóricos. Un ejemplo de este proceso de trabajo es la producción de productos agrícolas en algunos países capitalistas subdesarrollados. En estos casos, con bajos niveles de desarrollo de las fuerzas productivas, los salarios son el determinante más importante de la cantidad de beneficios obtenidos. En consecuencia, el capitalista procura combinar una prolongación de la jornada con una reducción de los salarios, con el consiguiente bajo consumo del trabajador y su familia. Esta situación conduce al modelo de «exceso de trabajo/falta de consumo» que tipifica las condiciones de los trabajadores en los procesos de trabajo con bajo nivel de desarrollo de las fuerzas de producción (Laurell A. C., 1979). La presión de la población trabajadora limita cada vez más, sin embargo, la capacidad de los capitalistas y empresarios para prolongar la jornada de trabajo. En consecuencia, el capital se ve forzado a acrecentar la extracción de plusvalía, ya sea aumentando la intensidad del trabajo (es decir, forzando al trabajador a trabajar más rápido) o introduciendo cambios en los medios de trabajo (instrumentos), en la organización del trabajo, en la especialización del trabajador o en los tres factores. En todos estos casos hay una extracción de plusvalor que Marx llamó plusvalor relativo, y ésta es la forma predominante de apropiación de valor en el capitalismo avanzado. Esto tiene muchas consecuencias sobre la salud de los trabajadores; la intensificación del trabajo y la introducción de nuevas formas de organización suscitan problemas de fatiga y estrés, mientras introducción de nuevos medios de producción (objetos y medios de trabajo) puede dar lugar a que el trabajador se vea expuesto a riesgos de accidentes o a nuevos materiales tóxicos. En resumen, podemos hablar de una tasa de expropiación absoluta de la salud, relacionada con la tasa absoluta de explotación de la fuerza de trabajo en los países capitalistas subdesarrollados, y de una tasa de expropiación relativa de la salud, relacionada con la tasa relativa de explotación de la fuerza de trabajo en los países capitalistas desarrollados. Estas dos formas de explotación del trabajo y de expropiación de la salud dan como resultado diferentes tipos de mortalidad y morbilidad. La Figura 6.3 sintetiza las relaciones entre los elementos del proceso de trabajo y la salud. Los cambios en el proceso de trabajo En la sección anterior me referí a los elementos del proceso de trabajo -objeto, medios de trabajo, fuerza 4 Ibid., vol. 1, p. 207 (25; 152). También, para un interesante examen de la plusvalía absoluta y relativa, véase «Labor Mobility and Production of Value», en J. P. de Gaudemar, Movilidad del trabajo y acumulación de capital. Ediciones Era, México, 1979, p. 147. .
  • 6. Figura 6.3. Estudio del proceso de trabajo y la salud. de trabajo y producto- y a su valor analítico para explicar la relación entre trabajo y salud en el trabajador. En esta sección examinaré la evolución histórica de ese proceso de trabajo y sus consecuencias sobre la salud. En la pequeña producción de mercancías, el trabajador era propietario del objeto y los medios de trabajo, y controlaba el proceso de trabajo. El artesano y el pequeño agricultor producían su trabajo aisladamente. Decidían cuándo, cómo y dónde trabajar. Había una unidad entre el trabajador y los medios de trabajo. Más tarde, varios artesanos vendían su fuerza de trabajo a un capitalista que era propietario de los objetos de trabajo y de algunos de los medios de trabajo, como los edificios en los que se llevaba a cabo el mismo. Así empezó la manufactura. Cada trabajador realizaba el mismo trabajo que había realizado antes como artesano, pero lo hacía ahora en colaboración con otros trabajadores. En este estadio, el trabajador todavía controlaba sus instrumentos de trabajo y tenía su propia capacitación. Había perdido el control sobre dónde trabajar (ahora trabajaba en fábricas, con otros trabajadores) y sobre cuándo trabajar (tenía que seguir la jornada de trabajo fijada por el capitalista para todos los trabajadores), Pero todavía tenía control sobre cómo hacer su trabajo. Muy pronto, sin embargo, este tipo de cooperación simple, bajo la cual todos los trabajadores realizaban las mismas o similares tareas, fue sustituido por una forma compleja de cooperación, establecida sobre la base de una división técnica del trabajo. Por ejemplo, en el proceso de labrar la tierra, unos hacían los surcos, otros plantaban las semillas, etc. Así la división técnica del trabajo nació con las manufacturas. Los trabajadores se especializaban en tareas distintas, que iban adoptando cada vez un carácter más parcial y más limitado. El trabajo se caracterizaba en este tipo de producción por ser: a) trabajo manual, que dependía en un alto grado de la capacidad con que el trabajador manejaba sus herramientas de trabajo, o bien b) trabajo parcelario, es decir, que cada trabajador se especializaba en una tarea muy específica y sólo la suma de esas tareas llegaba a constituir el producto total. La división técnica del
  • 7. trabajo en la que cada trabajador realizaba una tarea especializada requería una coordinación, organización y dirección, cometidos que llevaban a cabo los trabajadores indirectos. Estos trabajadores indirectos, junto con los trabajadores directos o trabajadores que estaban en contacto directo con los objetos y los instrumentos de trabajo, constituían el trabajo colectivo. La división técnica del trabajo estaba determinada por la necesidad de aumentar la plusvalía, lo cual requería un control sobre la fuerza de trabajo. Así, los trabajadores indirectos no sólo tenían una función coordinadora y directora sino también una función de control sobre los trabajadores directos. Esta función se llama función global del capital. La coordinación, la supervisión y la dirección son las vías por las que se ejerce ese control sobre los trabajadores. Un enorme impedimento para el capitalista que quería mantener un completo control sobre el trabajador era que, en la manufactura, el trabajador todavía tenía el control sobre sus capacidades e instrumentos de trabajo. Todavía existía una unidad entre el trabajador parcelario y los instrumentos de trabajo. La introducción de la maquinaria, con la industria a gran escala, rompió la unidad entre las herramientas de trabajo y el trabajador y estableció una nueva unidad entre las herramientas (máquinas) y el capitalista. A partir de entonces ya no era el trabajador quien dirigía a la herramienta sino que la herramienta dirigía al trabajador. Esta situación transformó completamente la relación del trabajador con los medios de trabajo. La introducción de la máquina también permitió al capitalista aumentar la intensidad del trabajo (taylorismo) y sustituir el trabajo manual por el trabajo mecánico o muerto. A partir de entonces, el capitalista de la industria a gran escala no sólo tenía la propiedad (categoría jurídica) de los medios de producción, sino también el poder real y el control (definido por Balibar, 1970, como posesión) sobre el proceso de trabajo. Podía hacer trabajar al trabajador como mejor le pareciera. Controlaba tanto los medios de producción como el proceso de trabajo. En los inicios de la industria a gran escala, el capitalista dividió el proceso de trabajo y simplificó sus tareas, lo que permitió que personas no calificadas, como los niños y las mujeres, pudieran realizarlas; ellos constituyen la mayoría de los trabajadores directos durante la revolución industrial. Como decía Marx, «el trabajo de las mujeres y los niños fue el primer signo de la aplicación capitalista de la maquinaria». La clase capitalista también empleó a su servicio la ciencia y la tecnología, lo cual le permitió producir máquinas cada vez más sofisticadas, que disminuían a su vez las exigencias intelectuales sobre el trabajador y su capacidad de controlar la máquina. La calificación y el control fueron trasladados del trabajador a la máquina, lo que permitió contratar mano de obra muy barata y poco calificada. En consecuencia, los capitalistas de los inicios de la industria a gran escala contrataban mujeres y niños no capacitados y trabajadores campesinos migratorios en lugar de artesanos adultos calificados. Además, dado que la productividad del trabajo aumentaba sustancialmente, se requerían menos trabajadores que antes, lo que generaba masas de parados: un ejército en reserva siempre presente, cuya utilidad para diluir la militancia obrera y disciplinar a los obreros fue (y es todavía) enorme. Bajo tales condiciones, la tasa de explotación del trabajo aumentó: no sólo la tasa relativa de explotación, sino también la absoluta. Engels describe vívidamente las terribles condiciones de vida que trajo consigo la revolución industrial: las fábricas repletas de obreros (muchos de ellos mujeres y niños) que trabajaban diecisiete o más horas al día. En Francia, por ejemplo, la duración de la jornada de trabajo aumentó progresivamente desde 1815, y llegó a las diecisiete horas en 1828- 1829. La lucha de clases logró más tarde imponer límites a las jornadas de las mujeres y los niños. En 1848, por ejemplo, el gobierno francés estableció un límite de once horas para los niños. Esta limitación de la jornada para mujeres y niños dio lugar a que los capitalistas volviesen a contratar hombres adultos, ya que aún no se había fijado límite a sus jornadas de trabajo (Gandemor J. L., 1979). En pocas palabras, la revolución industrial significó un cambio en el proceso de trabajo que tuvo como consecuencia altos costes sociales para la población trabajadora. Los cambios que se produjeron en el proceso de trabajo de la industria a gran escala no fueron simple resultado de los deseos de los capitalistas, sino más bien de la lucha de clases llevada a cabo bajo el dominio de la clase capitalista. En esa lucha, dicha clase capitalista buscaba descalificar al trabajador y dividir a la clase trabajadora. Debido a la importancia de este tema, examinaremos ahora el proceso de descalificación y su impacto sobre la salud. La descalificación de la fuerza de trabajo y la devaluación de la salud de los trabajadores La fragmentación de las tareas permite una devaluación de la fuerza de trabajo del trabajador a través de la reducción del nivel de calificación
  • 8. requerido para realizarlas. Esta fragmentación también disminuye el grado de control que tiene el trabajador, en primer lugar sobre su propio trabajo y, en segundo lugar, sobre todo el proceso de trabajo. El trabajador se ve, cada vez más, obligado a ejecutar tareas que son conceptualizadas y decididas por el capitalista y sus trabajadores indirectos. Esta fragmentación no sólo tiene lugar entre los trabajadores directos sino también entre los indirectos, que realizan la doble función de coordinar y dirigir el proceso de trabajo y de supervisar y controlar a los trabajadores directos. Para expropiar tanta fuerza de trabajo como sea posible y elevar el nivel de control, existe, en el proceso de trabajo, una tendencia a la centralización de las funciones de dirección y control que realizan los trabajadores indirectos. Esa centralización se ve facilitada por la fragmentación de las tareas de los trabajadores indirectos, la cual reduce su responsabilidad y tiende a debilitar su control y supervisión sobre los demás trabajadores. La tarea del capataz, por ejemplo, adquiere un carácter de menor control y de mayor coordinación. La función de control y dirección se centraliza cada vez más en los agentes del capitalista, en el centro de la dirección del proceso de trabajo. . Así, a fragmentación del proceso de trabajo no sólo afecta a los trabajadores directos sino también a los indirectos y tiene como resultado la devaluación de su fuerza de trabajo y la reducción de la capacidad de control sobre otros, ya que dicho control se encuentra cada vez más centralizado. Eso es, por ejemplo, lo que ha sucedido en el campo de la ingeniería durante los últimos treinta años. Lo que antes era tarea de un profesional con un título universitario es hoy día tarea de un técnico con un simple diploma de bachillerato. Este descenso de la calificación necesaria para cada empleo se ha realizado mediante la introducción en el proceso de trabajo de nuevos instrumentos que pueden ser manejados por un técnico y mediante una nueva división técnica del trabajo que requiere un conocimiento menor del proceso por parte de dicho técnico. Así, ha tenido lugar la devaluación de la fuerza de trabajo mediante la descalificación del empleo. Habría que ai1adir que esta descalificación técnica del empleo significa también una descalificación social del trabajador que lo ocupa. El trabajador tiene menos capacitación y menos control sobre su trabajo y sobre el trabajo de otros. Ello ha disminuido sus funciones de control. La posición social del individuo que cumple esa tarea se ha devaluado dramáticamente. Este cambio es descrito por muchos autores como «la proletarización de la nueva clase media o nueva pequeña burguesía» (Carchedi G., 1977), que se explica no sólo por la creciente devaluación de la fuerza de trabajo (Poulantzas N.. 1975; Carchedi S., op. cit.). (descalificación) sino también por un proceso paralelo a él: la desaparición de la función global del capital, a través de la descalificación técnica y social de los puestos de trabajo 5 . Esta tendencia a perder el control sobre el propio trabajo es, pues, la característica del proceso de trabajo bajo el capitalismo. No hace falta decir que esta situación crea una enorme insatisfacción que se expresa en las altas tasas de recambio, absentismo, resistencia a seguir el ritmo de trabajo prescrito, indiferencia, descuido y manifiesta hostilidad contra la dirección de la empresa. La clase capitalista responde a esta insatisfacción de muchas maneras. Una de ellas consiste en hacer que los trabajadores acepten la situación como «algo dado», resultado inevitable del «progreso», la «industrialización» o de cualquier otra cosa. Se considera que las relaciones sociales de trabajo están ineludiblemente determinadas por los requerimientos técnicos del proceso. Se lleva a cabo toda una mistificación ideológica, e incluso, en su versión radical (p. ej.,en Illich), el problema se ve como algo generado por las exigencias técnicas de la industrialización (Illich S., 1973). Podemos ver otra respuesta del capital en el campo de la sociología y la psicología industriales. las cuales no parten, al estudiar el trabajo y el proceso de trabajo, de la degradación del trabajador sino, más bien, de las dificultades creadas por sus, reacciones, conscientes e inconscientes, a esa degradación. En estos estudios, el análisis de los fenómenos subjetivos (cómo se sienten los trabajadores), recogidos mediante ubicuos cuestionarios, tiene prioridad sobre el estudio del trabajo per se. Otra de las respuestas del capital consiste en dividir a los trabajadores, tanto en el proceso de trabajo como en el marco de la vida social y fuera del lugar de trabajo. Un elemento importante de la fragmentación de las tareas es la fragmentación de los trabajadores en diferentes categorías separadas por: su situación en una estructura jerárquica, sus 5 Pasar por alto esta función dual de la pequeña burguesía es el principal error del análisis radical sobre la nueva pequeña burguesía. Considerarla solamente, o primeramente, como un agente de control social es olvidar su otra función: la de colaborar en el proceso mismo de trabajo, Esta inadvertencia también explica la superabundancia de textos, entre los analistas radicales de la medicina, la educación, etc., que consideran estas instituciones principalmente como agencias de control. Véase, como ejemplos, B. y J. Ehrenreich. "Medicine and Social Control». Social Policy, mayo-junio de 1974. e I. Illich. Medical Nemesis. Calderl & Boyars. Londres. 1975,
  • 9. condiciones de trabajo y sus diferentes niveles de compensación (salarios individuales y sociales). Esa fragmentación y separación de los trabajadores entre sí se ve adicionalmente potenciada por las crecientes diferencias entre categorías de trabajo. Existen, por ejemplo. 2572 categorías diferentes en las listas de personal de la Bethlehem Steel Company. La división va acompañada de una fuerte competencia que induce al trabajador a ver a su compai1ero como un rival en el sistema de recompensas establecido dentro de la jerarquía del trabajo. En pocas palabras, uno de los mecanismos de control más importante que el capital necesita para aumentar la apropiación del plusvalor es el aislamiento del trabajador respecto a los demás trabajadores. Este aislamiento alcanza su forma más extrema en el trabajo a domicilio, en el que los individuos son contratados para trabajar en su propia casa. Alienación y proceso de trabajo Al analizar la evolución del proceso de trabajo, hemos visto de qué manera, en este proceso de apropiación, por el capitalista, de la fuerza de trabajo excedente, el trabajador es separado del objeto de trabajo, de los medios de trabajo, del control sobre el proceso de trabajo, de sus propias capacidades y conocimientos y de sus compañeros trabajadores. Esta separación es lo que Marx llamaba alienación. Marx desarrolló una tipología de la alienación en sus Manuscritos económico-filosóficos de 1844. Menciona en ellos la alienación de los trabajadores respecto al producto de su trabajo, del proceso de trabajo, de sí mismos, o autoalienación, y de los demás. La alienación para Marx no era una categoría existencial y subjetiva, intrínseca a la condición humana, sino, más bien, una condición objetiva, causada por la separación entre el trabajador y su fuerza de trabajo. Debido a esto, Marx definió el trabajo asalariado como trabajo alienado. La alienación no es parte de la condición humana, como afirman muchos existencialistas, sino, más exactamente, resultado de ciertas relaciones sociales que habría que romper para su superación. Desde este punto de vista, el socialismo se puede definir como la lucha contra la alienación, la lucha por el establecimiento de una sociedad inalienada e inalienante, o comunismo. La condición objetiva de esa separación o alienación del trabajador respecto de su trabajo puede manifestarse de muy diversas formas. Las consecuencias de la alienación sobre la salud del trabajador son múltiples. Por ejemplo, varios estudios han concluido que los trabajadores consideran el trabajo como un determinante principal de la satisfacción vital y la autoestima, mucho más importante que las actividades no laborales como la educación o el ocio. Tener un trabajo interesante y gratificante se plantea en estos estudios como una de las metas más importantes de la vida (Fordell B., 1972, Friedland F., 1967). El trabajo contribuye sustancialmente a la construcción de la propia personalidad. Como concluye Bertel Gardell (1972), un famoso psicólogo social sueco, «si estas necesidades no se ven satisfechas en el lugar del trabajo, el individuo experimenta una frustración básica, que se manifiesta en diferentes esfuerzos por alcanzar la adaptación». También es importante otra conclusión de Gardell según la cual las condiciones que tienen efectos más negativos sobre los trabajadores son (Fardell B., Fustarsen B., 1980): a) que la máquina determine el ritmo de trabajo y controle la forma de trabajo; b) el trabajo monótono y repetido, que sólo activa una mínima parte del total de capacidades humanas; c) la falta de posibilidades de contacto con otras personas como parte del desarrollo del trabajo; d) la retribución a destajo y otros sistemas de pago semejantes (además de contribuir a agotar al trabajador, tales sistemas suelen ser perjudiciales para la observancia de las disposiciones de seguridad); e) el control autoritario y minucioso del individuo, ya sea a través de capataces o de sistemas impersonales (planificación por ordenador). Todas estas condiciones se relacionan con diferentes formas de alienación del trabajador y pueden causar diversos tipos de patología -desde la muerte, la enfermedad y la invalidez, hasta insatisfacción, ansiedad, estrés o inquietud-. Por ejemplo, varios estudios han demostrado que ciertos tipos de morbilidad son más frecuentes entre aquellos trabajadores que tienen menos control sobre el proceso de trabajo que entre aquellos que conservan alguna forma de control. Frankenhausen y Gardell, en un estudio reciente en el que compararon unos trabajadores cuyo ritmo está determinado por una máquina con otros que está determinado por ellos mismos en los aserraderos suecos, descubrieron más sentimientos de monotonía, tensión mental general y agotamiento al final de la jornada, así como frecuentes solicitudes de baja por enfermedad
  • 10. y mayor morbilidad entre los trabajadores con tareas controladas por la máquina que entre quienes deciden su propio ritmo de trabajo. Asimismo, llegaron a la conclusión de que la falta de control sobre las condiciones de trabajo era probablemente el factor más importante para explicar el creciente agotamiento de los trabajadores cuyo ritmo se encuentra marcado por las máquinas. De similar manera, varios estudios han demostrado que, en ciertas condiciones, la morbilidad y mortalidad son mayores entre quienes realizan tareas rutinarias que no requieren un alto nivel de calificación que entre quienes tienen empleos que exigen muchas aptitudes y permiten algún tipo de control sobre el propio trabajo (Caplan R, 1975). Un estudio reciente descubrió, por ejemplo, que los profesores universitarios, científicos, médicos y algunos artesanos, aunque desempeñen un trabajo muy pesado, tienen una medida muy baja de estrés psicológico y somático. Este tipo de trabajo permite la experimentación creativa y la expresión individual, a diferencia de la mayoría de los trabajadores manuales y de un número cada vez mayor de los de oficina. Los trabajadores sincronizados con máquinas registraron los niveles más altos de ansiedad, depresión e irritación, además de dificultades para dormir, pérdida de apetito, ritmos cardíacos acelerados y otros síntomas de tensión fisiológica 6 . Dentro de una misma ocupación, las condiciones de salud de los trabajadores empeoran en la medida en que la calificación requerida y el prestigio social del trabajo disminuyen. Por ejemplo, Kornhauser (1965), en su clásico estudio sobre los trabajadores de la industria automotriz, descubrió que «la salud mental de los trabajadores de las fábricas declinaba conforme, pasábamos de un tipo de trabajo calificado, responsable y variado, a trabajos deficientes en estos aspectos». Es importante subrayar que los efectos dañinos de las condiciones de trabajo psicológicamente poco gratas se extienden a la vida extralaboral y, por tanto, inciden en la situación vital del individuo. Como ha demostrado Gardell (1976), esto es particularmente notable en el trabajo caracterizado por la automatización y mecanización. La idea de que el trabajador podría compensar un empleo monótono y aburrido con actividades estimulantes y enriquecedoras en su tiempo libre está siendo desplazada por la comprensión de que existen fuertes vínculos entre un trabajo circunscrito y repetitivo y un ocio pasivo y psicológicamente poco gratificante. En otras palabras, aquellas personas cuyo trabajo es restringido y monótono tienen menos posibilidades de emprender actividades recreativas que requieran esfuerzo y participación. El proceso de trabajo y la división de la producción social Ya me he referido a la división técnica del trabajo dentro de un proceso de producción dado, división que está determinada por las relaciones sociales de producción 7 . Esa división técnica del trabajo se encuentra especialmente desarrollada en la industria moderna. Cada trabajador o grupo de trabajadores realiza una tarea específica dentro del proceso de trabajo. Dentro de la industria automotriz, en la del automóvil, por ejemplo, los distintos grupos de trabajadores fabrican diferentes componentes, y complementan sus respectivas tareas. El producto final-el coche- es resultado del esfuerzo combinado de todos los trabajadores. Además de esta división técnica, existen otros dos tipos de división del trabajo: la división de la producción social y la división social del trabajo. La división de la producción social se refiere a la división del trabajo de acuerdo con las diferentes ramas de actividad económica, por ejemplo el trabajo agrícola, el trabajo industrial, el comercio, los servicios, etc. Además, dentro de cada una de las ramas podemos encontrar diversas subramas. Por ejemplo, dentro del trabajo industrial se encuentra la metalurgia, los textiles, la industria química, etc. Un punto importante es que la división técnica del trabajo puede conducir a la división de la producción social. Por ejemplo, la industria química empezó como un elemento de la industria textil. Dentro de la división técnica del trabajo de producción de textiles, la actividad química era una tarea especializada. El trabajo del químico contribuía al producto final, los textiles. Más tarde, sin embargo, la actividad química se hizo autónoma y constituyó por sí misma una industria aparte. Los capitalistas que se dedican a la fabricación de textiles deben ahora comprar las sustancias químicas a la industria química.,para incluirlas en su propio 6 Para una revisión muy completa de la actual literatura sobre el trabajo parcelario y el estrés laboral. véase Jeffrey V. Johnson. Work Fragmentation, Human Degradation and Ocupational Stress. 1980, copia mimeográfica inédita. 7 Las relaciones sociales de producción son aquellas que se establecen entre los dueños de los medios de producción y los productores directos en determinado proceso de producción y que dependen del tipo de relación de propiedad, posesión, desposesión o usufructo que ellos establecen con los medios de producción. La división social del trabajo es la distribución de las diferentes tareas que los individuos realizan en una sociedad (económicas. ideológicas y políticas) como función del lugar que ocupan en las relaciones sociales de producción.
  • 11. proceso de producción. En este caso, el producto de la industria química va al mercado -como mercancía- y no accede directamente a un determinado proceso de producción, en este caso, los textiles. En suma, lo que caracteriza la división técnica del trabajo es que los trabajadores especializados y aislados no producen por sí mismos mercancías. Lo que produce cada trabajador especializado es solamente una parte del producto final. Este producto final o mercancía es, pues, resultado del trabajo colectivo. Cuando algunos componentes de esa tarea especializada se separan de la inicial distinción técnica del trabajo y venden su producto, surge una nueva rama de actividad económica. Así tiene lugar la división de la producción social. La división de la producción social Todas las actividades económicas pueden agruparse en diferentes categorías: 1. Industrias de extracción, como la agricultura, la pesca, la explotación forestal y la minería. Como su nombre indica, su proceso de trabajo tiene por finalidad extraer un objeto de la naturaleza. 2. Industrias de transformación, como la construcción, la industria alimentaría, textil, metalúrgica, química, la maquinaria, manufacturas diversas y los servicios públicos. Su proceso de trabajo tiene por finalidad transformar un objeto en un producto trabajado. 3. Los servicios de distribución, como los transportes y el almacenaje, el comercio al por mayor y al por menor (excepto los locales en que se sirve comida y bebida). Su proceso de trabajo tiene por finalidad distribuir objetos, medios de trabajo, mercancías y trabajo. 4. Servicios para la producción, como las comunicaciones, la banca, las instituciones de crédito y otros servicios financieros, los seguros, las inmobiliarias, los servicios de ingeniería y arquitectura, contabilidad y tenencia de libros, diversos servicios de administración de empresas y servicios legales. Sus procesos de trabajo tienen por objeto proporcionar servicios a los productores y a los individuos que controlan propiedades en sus diversas formas. Muchos de estos servicios eran antes componentes del proceso de trabajo dentro de las industrias de transformación. Por ejemplo, la contabilidad y la publicidad eran realizadas por cada firma individual, pero cuando se hicieron más importantes y constituyeron una parte considerable de los gastos de la firma, apareció la demanda de agencias independientes de contabilidad y publicidad que pudieran encargarse de esta tarea. 5. Los servicios sociales, como los servicios de atención médica y sanitaria, la educación, la asistencia social y los servicios religiosos, el gobierno, y diversos servicios profesionales y sociales. Su proceso de trabajo tiene por finalidad la reproducción de la fuerza de trabajo (básicamente los servicios médicos, sanitarios, educativos y la asistencia social) y la reproducción de las relaciones sociales existentes entre clases (administración y servicios estatales). No es necesario decir que cada servicio puede realizar ambas funciones. Además, aunque muchos servicios sociales abastecen al individuo, su crecimiento responde más a una demanda colectivo-social que a una demanda individual. 6. Servicios personales. Es probablemente el grupo más heterogéneo e incluye el servicio doméstico, los hoteles y los alojamientos locales en los que se sirve comida y bebida, los servicios de reparación, las lavanderías y tintorerías, las barberías y peluquerías, los servicios de entretenimiento y recreación y diversos servicios personales. Su proceso de trabajo tiene por finalidad proporcionar servicios personales a consumidores individuales, y responden principalmente a una demanda individual más que a una social y colectiva. La tipología presentada en esta división de la producción social es un tanto arbitraria, ya que los criterios de inclusión en una u otra categoría son en ocasiones cuestión de enfaces 8 . Las relaciones sociales de producción determinan no sólo la división técnica del trabajo sino también la división de la producción social. Lo que se produce e intercambia en una sociedad depende principalmente, en primer lugar, de qué clase tiene y controla los medios de producción y, en segundo lugar, de la propia lucha de clases dentro de esa sociedad en la que es dominante un modelo específico de producción. Por ejemplo, el hecho de que Estados Unidos tenga un porcentaje de empleo relativamente bajo en el sector de transformación, en comparación con la mayoría de los países occidentales europeos, se debe en parte a la gran cantidad de capital invertido por la clase capitalista fuera de su país, particularmente después de la Segunda Guerra mundial, cuando el precio de la fuerza de trabajo (el salario) aumentó sustancialmente debido a la lucha de clases 9 . 8 La tipología de las actividades económicas presentada en este artículo sigue la sugerida por H. L. Browning y J. Singelmann, «The Transformation of the US Labor Force. The Interaction of Industry and Occupation». Politics and Society. 1978; 8(3-4): 481-509. 9 Para un interesante análisis del efecto de la lucha de clases sobre la división de la producción social en Estados Unidos, véase M. Castells, The Economic Crisis and American Society, Princeton University Press, Princeton, Nueva Jersey, 1980.
  • 12. La salud y la división de la producción social La división de la producción social tiene una gran influencia sobre la salud de la población trabajadora. Esta influencia puede ejercerse de diferentes maneras. La creación de nuevas industrias Estas nuevas industrias emplean nuevos productos y sustancias que pueden ser tóxicos. Por ejemplo, la separación del proceso químico de la industria textil permitió un enorme crecimiento de una industria química altamente tóxica. En los años cincuenta y sesenta hubo un auge del caucho, los pesticidas y los plásticos, considerados por algunos como responsables del aumento de las tasas de cáncer en Estados Unidos10 . Actualmente, por primera vez en veinticinco años, la tasa de cáncer en Estados Unidos está aumentando. Entre 1973 y 1976, el cáncer aumentó en un 9 % entre los varones de raza blanca y en un 14 % entre las mujeres blancas, en la población estudiada (Pollack E, 1980). Tras considerar todos los datos existentes, el Consejo de Calidad Medioambiental de la Casa Blanca concluyó en 1980 que «1) la incidencia del cáncer está aumentando; 2) esta tendencia sugiere factores nuevos o intensificadores; 3) sólo una pequeña porción de cancerígenos químicos han sido reglamentados hasta la fecha, y 4) la exposición a cancerígenos no reglamentados probablemente hará que la incidencia de cáncer siga aumentando». Actualmente se producen entre 60 000 Y 70 000 sustancias químicas y la lista crece a razón de alrededor de 700 por año. Aunque sólo 20 sustancias químicas han sido reconocidas y reglamentadas por la OSHA como cancerígenas para los humanos, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) enumera 221 sustancias químicas y para el NIOSH hay más de 2000 sustancias sospechosas. En conjunto, el NIOSH y el NIEHS han calculado que del 20 al 38 % del total de los casos de cáncer pueden deberse a la exposición a sustancias en el lugar de trabajo. Los datos que aportan los diversos estudios son alarmantes. He aquí algunos ejemplos de sus descubrimientos (Lochler E., 1980): «De los cuatro millones de trabajadores que han sufrido una fuerte exposición al asbesto, se estima que entre el 20 y el 25 % morirán de cáncer pulmonar, entre el 7 y el 10 % de mesotelioma (cáncer del revestimiento del pulmón) y entre el 8 y el 9 % de cáncer gastrointestinal. Los trabajadores de los hornos de coque corren un riesgo dos veces y media mayor de morir de cáncer de pulmón y tienen siete veces más probabilidades de morir de cáncer de riñón que la población en general. Los trabajadores de las fundidoras expuestas a trióxido de arsénico durante más de 15 años tuvieron ocho veces más incidencia de cáncer respiratorio que la población general. Otros cancerígenos laborales bien conocidos son el cloruro de vinilo, el bis-clorometileter, el benceno y el benzopireno. En un estudio retrospectivo sobre una planta de alquitrán en que se utilizaba bencidina, el 44 % de los trabajadores expuestos a esta sustancia sufrieron tumores de vejiga. Otros estudios mostraban que el 94 % de los trabajadores expuestos a la bencidina y el betanaftaleno por más de cinco años desarrollaron tumores de vejiga. En resumen: la mayoría de los cancerígenos han sido introducidos en el proceso de producción a partir de 1950, y han aumentado progresivamente durante los años sesenta y setenta. Así, resulta razonable pensar que el incremento de la incidencia del cáncer, resultado del auge de la producción química, puede estar sólo empezando. Introducción de nuevas tecnologías en sectores económicos viejos y nuevos Generalmente, la introducción de una nueva industria o de un nuevo sector económico va acompañada de la incorporación de recientes instrumentos que pueden requerir nuevos profesionales. La tendencia del proceso de trabajo a devaluar la fuerza de trabajo crea, sin embargo, la necesidad de introducir nuevas tecnologías y una nueva organización del trabajo que permita la rápida descalificación. Por ejemplo, el establecimiento y la expansión de los servicios para la producción hicieron necesario emplear a muchos nuevos profesionales en la banca, los seguros, las comunicaciones, etc., con procesos de trabajo de trabajo-intensivos. La introducción del ordenador y los microprocesadores -la más reciente revolución tecnológica- ha tenido, sin embargo, un enorme impacto en la descalificación de la fuerza de trabajo en esos sectores, y los ha convertido en capital- intensivos. Esta masiva descalificación de la fuerza de trabajo ha sido acompañada de la superespecialización de algunos trabajadores, que llevan a cabo las tareas de conceptuación. A este respecto, el efecto de la introducción de esta nueva tecnología es similar al impacto que tuvo la máquina en el proceso de trabajo de las manufacturas (Goldhaber M., 1980). 10 De 1950 a 1974, la producción de goma sfn1ética, pesticidas y plásticos aumentó (en miles de millones de libras al año) de 0,8 a 6, de 2,5 a 12,5, y de 1,3 a 3,2, respectivamente. Science, 1979; 204: 587.
  • 13. Esta nueva tecnología -los ordenadores y microprocesadores- también se ha extendido a otros sectores económicos como los de extracción y transformación, lo que permite al capital ampliar enormemente su control sobre el proceso de trabajo. Es importante subrayar que esta ampliación del control sobre el proceso de trabajo permite al capitalista mantener el proceso de producción con un funcionamiento óptimo, lo que incluye la continua sincronización de la fuerza de trabajo con el proceso de trabajo, sin interrupción de la producción. El trabajo por turnos llega a representar un gran porcentaje del trabajo total: el 25 % de la fuerza de trabajo de Estados Unidos y el 21 % de la francesa, trabajan en turnos nocturnos (Jardillier P., 1980). Este tipo de trabajo, además de producir agotamiento físico y psicológico, destruye toda posibilidad de que los trabajadores disfruten de relaciones normales en su vida cotidiana. Los ordenadores y microprocesadores también permiten al capital centralizar el control y la conceptualizacion del proceso de trabajo y descentralizar su ejecución, lo que posibilita un fácil intercambio de tareas dentro del mismo proceso de trabajo, y evita los elementos de perturbación (como las huelgas). Esta nueva situación ha sido considerada como un importante «rompehuelgas». Cuando un sector de los trabajadores está en huelga, la dirección puede trasladar sectores enteros del proceso de trabajo y eludir así a los huelguistas. Por ejemplo, en 1975, durante la famosa huelga de la industria aeroespacial, la dirección de la McDonnell- Douglas logró mantener un 60 % de la producción mediante el uso de microprocesadores y de la automatización. También, en otra famosa huelga de 1973, la dirección de la General Motors logró trasladar fácilmente la producción de un sector de la industria a otro mediante el uso de microprocesadores que habían prediseñado todos los cambios requeridos en el proceso de producción 11 . Otra consecuencia de la introducción de esta nueva tecnología es, por supuesto, el paro. Los nuevos robots utilizados en Good Year and Luckey, Ohio, pueden hacer el trabajo de varios trabajadores a un coste considerablemente menor. Según Business Week (1979), la vida promedio de un robot es de ocho años, con un coste diario de 4.50 dólares, mientras que un trabajador cuesta 14.50 dólares por hora. El proceso de trabajo en los servicios sociales La introducción de nuevas tecnologías y de una nueva organización del trabajo tiene lugar en todas las áreas de la producción social. No existen áreas o sectores que sean intrínsecamente de trabajo intensivo. Hay que subrayar este punto, en vista de la difundida creencia de que el trabajo intensivo es inherente a los servicios sociales y personales. Se supone que la naturaleza personal de servicios como la atención médica exige la participación personal de un gran número de empleados. Hay que cuestionar esta postura sobre bases tanto teóricas como empíricas. La tendencia general del proceso de trabajo bajo el capitalismo es hacia la descalificación de la mano de obra y la sustitución del trabajo vivo (los trabajadores) por trabajo muerto (máquinas). Esta tendencia se aplica también a los servicios sociales. Estos servicios han tenido un impresionante crecimiento en cuanto a número de empleados: de un 12.4 % en 1950 a un 21,9 % en 1970. Resulta interesante señalar que la administración pública no contribuyó mucho a este aumento, que provino fundamentalmente de los servicios médicos y la educación. Particularmente las tres subindustrias constituidas por los servicios médicos, los hospitales y la educación aumentaron más del doble y, juntas, fueron responsables de más de cuatro quintas partes del aumento total (Browhing, Singelmann). Sin embargo, este notable crecimiento es relativamente reciente. Tuvo lugar principalmente en los años setenta. Los datos empíricos muestran que todas las nuevas industrias se convierten, con el tiempo, en industrias de capital intensivo y pierden calificación. Esto está ocurriendo ya en los hospitales: obsérvese, por ejemplo, la gran proliferación de enfermeras técnicas que están haciendo el trabajo que hacían antes las enfermeras. La descalificación de la enfermería se ha extendido mucho. Otro ejemplo de esta tendencia incipiente es la automatización de los servicios de laboratorio. Así pues, no hay nada intrínseco al proceso de trabajo del sector sanitario que impida la fragmentación de las tareas y la descalificación de la fuerza de trabajo. La velocidad con que se producirán estos cambios en el proceso de trabajo del sector de servicios dependerá, por una parte, de la presión de la clase capitalista para extraer tanto trabajo como le sea posible mediante el aumento de la tasa de explotación de la mano de obra y, por otra, de la resistencia de los trabajadores a dicha explotación. Esta tendencia también está presente, por supuesto, en los servicios públicos, ya que resulta ventajoso para la clase capitalista que los funcionarios públicos consuman tan poco como sea posible del plusvalor general, de manera que la clase capitalista pueda apropiarse de más (Carchedi G., 1977). 11 Ambos ejemplos están citados en M. Debouzy, «Los sindicatos americanos responden a la invasión tecnológica», Transición, febrero de 1981,37.
  • 14. La crisis, la movilidad internacional del capital y su impacto sobre el proceso de trabajo y sobre la salud La movilidad internacional del capital ha roto, hasta cierto punto, la dicotomía de la que hablábamos según la cual el capital explota la fuerza de trabajo de los países capitalistas industrializados y desarrollados mediante el aumento de la tasa relativa de explotación y la de los países capitalistas subdesarrollados mediante el aumento de la tasa absoluta de explotación. Por ejemplo, en la conjunción actual, presenciamos el intento, en gran parte fructífero, de aumentar la tasa absoluta de explotación de la fuerza de trabajo tanto en los países capitalistas desarrollados como en los subdesarrollados. Este aumento se realiza mediante: 1. La prolongación de la jornada. Observamos que, además de un gran número de parados, tenemos una fuerza de trabajo sobrecargada. Por ejemplo, mientras que en teoría la mayoría de los trabajadores de la Ford sólo trabajan 35 horas a la semana, en la práctica están forzados a realizar horas extraordinarias («horas extraordinarias obligatorias») hasta un total semanal de 52 horas. Estas horas extraordinarias obligatorias están fijadas en el contrato de trabajo (Debonazy M., 1981). De igual manera, en las fábricas Toyota de Japón, cada trabajador tiene que cumplir un mínimo de dos horas extraordinarias además del horario formal de ocho horas y, con frecuencia, debe trabajar de 3 a 3,5 horas extraordinarias 12 . Cuando estas industrias funcionan en los países subdesarrollados, la prolongación de la jornada es todavía mayor. Por ejemplo, mientras que la semana laboral «formal» (sin contar las horas extraordinarias) en la mayoría de los países desarrollados es de 40 a 44 horas por semana, en Corea del Sur es de 50 a 58; en Filipinas, de 45 a 50; en Singapur, de 49, y en Tailandia, de 47 a 51. En Hong Kong, la semana laboral es de 60 horas, y un 58 % de los trabajadores trabaja siete días por semana. Según el censo de 1971, ese año 174439 trabajadores trabajaron 75 horas por semana, y 13 795 lo hicieron 105 horas. (La fuerza de trabajo de Hong Kong es de 1 900000 Y los trabajadores de las manufacturas eran 700000 en 1975) (Frank M., 1980). La prolongación de la jornada también se da cuando el trabajador tiene diversos empleos (pluriempleo). Esto es particularmente acentuado en las mujeres, quienes además realizan el trabajo doméstico. Por ejemplo, en 1978, las mujeres trabajadoras en Estados Unidos, trabajaban 69 horas por semana y los hombres 53, es decir, juntos, 122 horas para una familia de dos, el equivalente a tres empleos de dedicación exclusiva. Según un informe reciente preparado por la Comisión Nacional sobre Mujeres que Trabajan, el 55 % de las mujeres encuestadas afirmaban no tener ningún tiempo libre y sólo el14 % señalaban que el trabajo y la familia no se interferían gravemente entre sí 13 . 2. La reducción de los costes de producción de la fuerza de trabajo. El intento, en general exitoso, de reducir los salarios individuales y sociales, tanto en los países capitalistas desarrollados como en los subdesarrollados, está aumentando significativamente la tasa de explotación de la fuerza de trabajo. Esta situación se ve facilitada por: a) La movilidad de la mano de obra a través de las fronteras nacionales-estatales y la permanencia en los países capitalistas desarrollados de grandes sectores de la clase trabajadora -los inmigrantes-, que no tienen derechos civiles ni voto y cuya posición frente al capital es muy débil. Los salarios de los inmigrantes son con frecuencia menores que el coste de reproducción de su fuerza de trabajo. Esta «superexplotación», o lo que Marx llamó acumulación primitiva, es posible gracias al trabajo no pagado del cónyuge, que subsidia esos costes, y al pago de tales costes por la comunidad de la que proceden esos inmigrantes y a la que más tarde se retiran. b) La movilidad del capital a través de las fronteras nacionales-estatales, que permite reducir los costes de la mano de obra mediante el traslado a países con salarios muy bajos. André Gunder Frank (1980) y Michel Chossudovsky (1981) han demostrado, por ejemplo, los enormes diferenciales que existen en los salarios entre un país y otro en la industria textil, lo que explica el traslado del capital norteamericano hacia Taiwan, Corea del Sur, Brasil y otros países. Esta explotación requiere una gran represión política, con frecuencia llevada a cabo con brutales regímenes militares. 3. El aumento del trabajo de las mujeres y los niños, cuyos costes de reproducción tienden a ser muy bajos. Por ejemplo, se ha calculado que casi el 90 % de la mano de obra recientemente empleada en las nuevas industrias que se han creado en países subdesarrollados y que se dedican a los textiles y a la electrónica, está constituida por mujeres (con salarios de un 20 a un 50 % más bajos que los ya reducidos salarios de los hombres) y niños (Frobel T., Heinrich J., Kreye O., 1977). El número de niños de menos de catorce años de edad «económicamente activos» en el mundo de hoy ha sido estimado en 54 12 «Report on the Japanese Miracle. The Working Conditions of the Toyota Factory», International Journal or Health Services (en proceso). 13 Todas estas cifras están citadas en E., Currie R. Dunn y D. Fogarty, «The New Immiseration. Stagflation, Inequality and the Working Class», Socialist Review. 1980; 54: 15.
  • 15. millones (Frank G. A, 1980). Además del aumento de la tasa absoluta de explotación, la clase capitalista también aumenta la tasa de explotación relativa mediante el acrecentamiento de la intensidad del trabajo y la adición de nuevas sustancias y nuevas tecnologías al proceso del mismo. Como resultado, encontramos un incremento del número de muertes y accidentes laborales, así como en las enfermedades vinculadas a la fatiga y el estrés. En Corea del Sur, por ejemplo, las incapacidades graves causadas por accidentes laborales se multiplicaron 2,7 veces entre 1970 y 1976. En Sao Paulo, Brasil, hubo 712000 accidentes en 1973 y 790000 en 1974. Casi el 24 % de la fuerza de trabajo había sufrido accidentes graves, tres veces más que en Francia (Frank G. A., 1980). A la vez, el uso de nuevas sustancias tóxicas en el proceso de trabajo reproduce en los países subdesarrollados el mismo tipo de morbilidad relacionada con tóxicos existentes en los países capitalistas desarrollados (Castleman B., 1979). En resumen, como consecuencia de esa movilidad internacional del capital hacia los países subdesarrollados se establecen dos tipos de procesos de trabajo que crean dos tipos de mortalidad y morbilidad. Uno es el proceso de trabajo característico de un bajo nivel de desarrollo de las fuerzas productivas. En éste, la explotación de la mano de obra y la expropiación de la salud tienen lugar, principalmente, por medio del aumento de la tasa de explotación absoluta. El otro modo de explotación, que se superpone al anterior, es el proceso caracterizado por el predominio de una industria a gran escala, en la que la expropiación de la fuerza de trabajo y la salud se realiza mediante el aumento tanto de la tasa de explotación absoluta como de la relativa. Inversamente, en los países capitalistas desarrollados, encontramos una agresión de la clase capitalista contra la clase trabajadora, destinada a aumentar no sólo la tasa de explotación relativa sino también la absoluta. En la medida en que el movimiento obrero se ve derrotado, aumentan tanto la apropiación del plusvalor absoluto como del plusvalor relativo, así como la expropiación de la salud. El conflicto de clases y el proceso de trabajo En el conflicto existente entre las clases sociales, la clase capitalista crea las condiciones que permiten la expropiación de la fuerza de trabajo y de la salud del obrero. En el nivel económico, por ejemplo, la clase capitalista crea subempleo y paro, lo cual refuerza la disciplina de los obreros. Además, conforme el capital se traslada de un Estado a otro, recrea continuamente las condiciones de explotación (p. ej., la baja sindicación). Otra condición importante para la reproducción de la explotación es la ideología. Resulta fundamental para la clase capitalista que los obreros acepten la ideología de la «industrialización», según la cual todo perjuicio sufrido en el lugar de trabajo es resultado inevitable del progreso de la industrialización. Otro planteamiento ideológico propuesto por la clase capitalista es la individualización de la responsabilidad por las enfermedades, según la cual las afecciones sufridas en el lugar de trabajo surgen por faltas del trabajador o de sus padres. El cáncer entre los trabajadores se presenta, por ejemplo, como resultado no de la exposición a diversos cancerígenos, sino de la existencia de genes que convierten a los trabajadores en especialmente sensibles a esas sustancias. En consecuencia, la estrategia para resolver el problema del cáncer de origen laboral consiste en hacer un estudio genético de los trabajadores. Como decía recientemente Anthony Mazzocchi, director de Salud y Seguridad del Sindicato Internacional de Trabajadores de la Industria Petrolífera, Química y Atómica: «Creo que en los años ochenta vamos a oír con frecuencia que la culpa la tienen las víctimas. La cuestión no será tanto en qué y con qué trabajas, sino quiénes fueron tus padres» (The New York Times, 1980). En Estados Unidos, la ideología que considera que el cáncer laboral es el resultado de un inevitable progreso ha llevado a algunos expertos en sanidad, como la American Health Foundation (Fundación Norteameriana de Salud) -un foro muy prestigioso del establishment médico de Estados Unidos-, a recomendar que los trabajadores de más edad sean ocupados en los empleos expuestos a carcinógenos, partiendo del supuesto de que se morirán de viejos antes de contraer un cáncer (!) (Severo R., 1980). No es necesario decir que la clase trabajadora no ha permanecido pasiva. En un camino de continua lucha, ha proporcionado cambios en el proceso de trabajo: desde la reducción de la jornada hasta la modificación de la intensidad, tecnología y organización del trabajo. Casi todos los cambios efectuados en el proceso de trabajo se debieron al deseo de la clase capitalista de quebrantar o controlar la resistencia de la clase trabajadora a la opresión. Innovaciones como la humanización del trabajo o la participación de los trabajadores son también intentos del capital por minimizar esa resistencia. Vale la pena insistir en que estas medidas pueden ser o no «cooptadoras», según sea
  • 16. Cuadro 6.1 la correlación política de fuerzas en cada centro de trabajo. En esta lucha, se han producido algunos hechos que merecen atención. Uno es el cuestionamiento del concepto de «productividad» tal como lo define la clase capitalista. Los enormes costes sociales que la producción impone al trabajador y la expropiación de su salud no aparecen en el cálculo de esa productividad. Sin embargo, el Comité de Seguridad y Salud Laborales de Chicago (COSH) ha calculado los «costes» en salud que tiene la producción de un coche en Detroit. El Cuadro 6.1 sintetiza los componentes del proceso de trabajo y los daños producidos por cada elemento dentro de ese proceso. Algunos segmentos de la clase obrera están exigiendo que se reconozcan esos costes «ocultos». Otro fenómeno es el cuestionamiento de la ideología burguesa según la cual los daños recibidos en el lugar de trabajo son inevitables. Su anterior aceptación de esta ideología había llevado al movimiento obrero a concentrarse en la lucha por las indemnizaciones. Pero, a partir de finales de los años sesenta, algunos sectores obreros de Europa y América del Norte ampliaron esa lucha, para lograr el control sobre el proceso de trabajo (Crouch c., Pizzorno A., 1978). Esta preocupación se manifiesta de diversas maneras: desde la demanda de algunos sectores del Sindicato de Trabajadores de la Industria Petrolífera, Química y Atómica de Estados Unidos que exigen controlar los servicios de salud laboral, hasta la de los trabajadores de la Fiat, en Italia, que exigen el derecho a vetar cualquier modificación del proceso de trabajo sugerida por el capital. La experiencia del movimiento obrero parece indicar que es necesario desarrollar formas de democracia directa en los centros de trabajo, para que los trabajadores recuperen el control colectivo sobre todos los elementos del proceso de producción, control al que la clase capitalista se opone por todos los medios. Sin embargo, algunas importantes formas de control directo se pueden lograr incluso bajo el capitalismo, como demuestra el espléndido ejemplo de los trabajadores italianos que, a principios de 1970, crearon los Consiglios de Fabrica (Arrennato G., Navarro Y., 1980). Esta forma de participación directa se ha de complementar con formas de democracia indirecta o delegada, en que instituciones de tipo asamblea elijan a sus representantes en los instrumentos del movimiento obrero, los sindicatos. La clase trabajadora tiene que luchar tanto en los lugares de trabajo como fuera de ellos. En estas luchas, y especialmente fuera del lugar de trabajo, la clase trabajadora, a través de sus propios instrumentos y movimientos, necesita establecer alianzas con otras clases y movimientos con los que comparte intereses. La expropiación de la salud que tiene lugar en el lugar de trabajo se reproduce más allá, en la expropiación de la salud que se origina en las comunidades, en el medio ambiente, en la familia, en todas partes y en todos los elementos de la vida cotidiana. La articulación entre las luchas relacionadas con el trabajo y las luchas que no se relacionan con él, y la articulación entre las formas de democracia directa e indirecta, son cuestiones clave para resolver la explotación y la expropiación de la salud de la mayoría de nuestros pueblos 14 . BIBLIOGRAFÍA Anónimo: «Gene tic screening by industry», New York Times. 1980: 36. Anónimo: «Miners create huge surplus value», Economic Notes. Labor Research Associates, Inc. 1981; 49(1-2):2. Assennato, G., y Navarro, V.: «Workers. Participation and control in Italy: The case of Componentes del proceso de trabajo Expropiación de la salud (enfermedades y lesiones vinculadas) FUNDICIÓN: bloque del motor silicosis, cáncer, quemaduras. PLANCHISTERÍA: carrocería de acero sordera, amputaciones TALLER DE MÁQUINAS: cajas de cambios dermatitis y enfermedades pulmonares. PLANTA DE CAUCHO: neumáticos leucemia PLANTA DE ASBESTOS: frenos y embragues cáncer de pulmón, asbestosis. PLANTA DF BATERÍAS: baterías envenenamiento por plomo. CROMADO: tapicería y parachoques cáncer de los senos nasales. FABRICA DE VIDRIO: ventanas enfermedades pulmonares, cataratas. FÁBRICA DE PLÁSTICOS: cubiertas y asientos de vinilo angiocarcinoma (cáncer de hígado). FÁBRICA DE PIGMENTOS y DISOLVENTES: pinturas envenenamiento por plomo, enfermedades hepáticas. FÁBRICAS DE FIBRAS SINTÉTICAS: almohadones de los asientos enfisemas y bronquitis. MONTAJE: estrés, trastornos mentales. REFINERÍA: gasolina. leucemia y cáncer de piel. 14 Para un tratamiento más amplio del tema, véase V. Navarro, «The Nature of Democracy in the Core Capitalist Countries: Meanings and Implications for Class Struggle». The Insurgent Sociologist. 19HO; 10(2),3.
  • 17. occupational medicine», International Journal of Health Services. 1980; 2: 217. Baker, D.: «The use and health consequences of shift work», International Journal of Health Services. 1980; 10(3): 405. Balibar, E.: «The basic concepts of historical materialism», en Althusser. L, y Balibar. E: Reading Capital. Pantheon Books. Nueva York. 1970: 73. Browning y Singelmann: op. cit. cuadro 2, 493. Business Week: 26 de marzo de 1979. Caplan, R.: Job Demands and Workers Health, NIOSH. US Government Printing Office. 1975; 191. Carchedi, G.: 011 the Economic Identification of Social CIasses. Routldge & Kegan Paul. Londres, 1977: 173. Castleman, B.: «The Export of Hazardous Substance», International Journal of Health Services. 1979: 9: 4. Crouch, C., y Pizzorno. A.: The Resurgence of Class Conflict in Wester Europe since 1968, vol. 2. Macmillanano Nueva York. 1978. Chossudovsky, M.: «Human rights, health and capital Accumulation», en Navarro, Y. (ed.). Imperialism, Health and Medicine. Baywood Publishing. Farmingdale Nueva York, 1981. Debouzy: op. cit. 38. Eisenberg, L: «A research framework for evaluation the promotion of mental health and prevention of mental illness», Public Health Report. 1981; 96(1): 3-19. Engels, F.: Anti-Dühring. México. 1964; 264. Eyer, J., y Sterling, T: «Stress related mortality and social organization», Review of Radical Political Economics. 1977; 9(1): 1. Foucault, M.: La volonté de savoir. Gallimard. París, 1977. Frank: La crisis mundial. Bruguera. Barcelona. 1980; 248. Frankenhausen, M., y Gardell, B.: «Underload and overload in working life: outline of multidisciplinary approach», Journal of Human Stress. 2: 35-46. Frobel, T, Heinrichs, J., y Kreye, O.: «Tendency towards a New lnternational Division of Labor. World wide utilization of Labor Force for World Market Oriented Manufacturing», Economic and Political Weekly.1977. Friedlander, F.: «Importance of works versus non- work during socially and occupationally stratified groups», Journal of Applied Psychology. 1967; 50(40; 1). Gardelll, B.: «Alienation and mental health in the modern industrial environment», en Leads, L. (ed.). Society Stress and Disease. Oxford University Press.Oxford. 1972. Gardell, B.: «Technology, alienation and mental health. Summary of a social psychological research programme on technology and the workef», Acta Sociológica. 1976; 19(2;2): 83-94. Gardell. B., y Gustavsen, B.: «Work environment research and social change: current developments in Scandinavia», Journal of Occupational Behavior.1980: 1. Gaudemar: op. cit. 25: 154. Goldhaber, M.: «Politics and technology. Microprocessors and the prospect of a new industrial revolution», Socialist Review. 1980; 52: 9. Illich, 1.: Tools for Conviviality. Calder & Boyars. Londres. 1973. Jardillier, P.: «Évolution recente et devenir des conditions de travail», Revue de l'entreprise, 1978; 13: 11-21. Kornhauser, A.: Mental Health of the Industrial Workers. Johns Wiley & Sons. Nueva York. 1965; 76. Laurell, c.: «Work and health in Mexico», International Journal of Health Services. 1979; 9(4): 545. Loechler, E.: «Cancer' and the work place», Science for the People. 1980; 12(3): 14. Marx, K.: Capital. vol. I, cit. 252-253. Marx, K.: «Economic and philosophical manuscripts», en Fromm, E.; Marx's Concept of Man. Ungar Frederik Publishing Co., Nueva York. 1963. 85-196. Sobre el concepto de alineación en Marx, véase Schff, A.: La alienación como fenómeno social. Crítica- Grijalbo. Barcelona. 1979, y Ollman, B.: Alienation, Cambridge University Press. Cambridge, 1971. Marx: op. cit.: 323: 25; 167-168. Mazzocchi, A.: «Training occupational physicians», Health Policy Advisory Center Bulletin (Health/ PAC). 1977; 75: 7. Navarro, Y.: «Work, ideology and science», International Journal of Health Services. 1980; 10(4): 533. Palloix, C.: Proceso de producción y crisis del capitalismo. Blume Ediciones. Barcelona. 1980; 15. Pollack, E., y Horn, J.: «Trends in cancer incidence and mortality in the United States, 1969-1976», Journalof National Cancer Institute. 1980; 64: 1091. Poulantzas, N.: Political Power and Social Classes. NLB, Schoken Books. Nueva York. 1975; 271- 282. Sass, R., y Crack, G.: «Accident proneness. Science
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