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La salud es definida por la Organización Mundial de la Salud
como “el caso de completo bienestar físico, mental y social”
y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades.(5)
El trabajo(1)
puede considerarse una fuente de salud por-
que con él se consiguen resultados positivos y favorables
para el individuo, tales como desarrollar una actividad
física y mental que revitaliza el organismo al mantenerlo
activo y despierto; se pueden adquirir bienes necesarios
para la manutención y un adecuado bienestar social que a
su vez multiplica los beneficios como cooperación frente a
necesidades básicas, apoyo emocional, desarrollo afectivo.
Sin embargo el trabajo también puede causar daño a la
salud por la combinación de diversos factores y meca-
nismos, ya que las condiciones sociales y materiales en
que se realiza pueden afectar a las personas en forma
negativa, como son los accidentes del trabajo y las en-
fermedades profesionales.
Ahora bien, a raíz de esta simbiosis trabajo-salud, se
origina la especialidad Salud Ocupacional o laboral.
Aplicando la definición acordada por la OMS al campo
del trabajo, la salud laboral(12)
se preocupa de la bús-
queda del máximo bienestar posible en el trabajo, tanto
en su realización como en las consecuencias de éste, en
todos los planos, físico, mental y social.(10)
Esto lo hace a través de un conjunto de actividades
multidisciplinarias(9)
(Seguridad Industrial, Higiene In-
dustrial, Medicina del Trabajo, entre otras) orientadas
a la promoción, prevención, educación, vigilancia y re-
habilitación de los trabajadores, para ubicarlos en un
ambiente apto de trabajo de acuerdo a sus condiciones
fisiológicas,psicológicas y sociales. Es decir que la Salud
Ocupacional o laboral se apoya y absorbe acciones de
cada una de las entidades relacionadas para poder apli-
carlas en el trabajador y su entorno, con el fin de garan-
tizar su bienestar biopsicosocial al momento de laborar.
Dentro de sus objetivos se pueden mencionar: prevenir,
detectar precozmente y vigilar las enfermedades genera-
les y profesionales; proteger a los trabajadores de los ries-
gos a su salud presentes en el ambiente laboral donde se
desempeñan; establecer condiciones del medio ambiente
adaptadas a sus condiciones y capacidades físicas y psi-
cológicas, entre otras.
Figura N° 1.- Fuente: Sistema de gestión basado en la norma
OHSAS 8001:2007. Seguridad y Salud en el Trabajo. Salud
ocupacional 2015
Si bien es cierto que, de acuerdo al sistema de gestión
basado en la norma OHSAS 18001:2007,(13)
en la Salud
Ocupacional se resaltan como apoyos primordiales la
seguridad industrial, higiene industrial y la medicina
del trabajo, con soporte del control del medio ambien-
te y las leyes que lo amparan, (figura N° 1) también
hay que destacar como esencial a la psicología laboral,
ya que ella se enfoca en el análisis, evaluación de habi-
lidades y aptitudes, y orientación del personal dentro
de las organizaciones publicas y/o privadas.
Correlación de la pirámide de Maslow
con la Salud Ocupacional
Salud Ocupacional
Justicia
Higiene
Industrial
Seguridad
Industrial
Medicina
del trabajo
Medio
Ambiente
Distribución por suscripción
ISBN: PPI201402DC4571 WWW.BOTICA.COM.VE ISSN: 2443-4388
Edición número 44 / Año 2015
2 N° 44, Año 2015
Por lo tanto se evalúa al trabajador en su totalidad, llamada
El Ente de Salud Ocupacional:
En El Ente de la Salud Ocupacional cada disciplina aporta
sus actividades, las cuales se pueden nombrar:
Disciplinas Aportes a la Salud Ocupacional
PSICOLOGÍA
LABORAL
Conocer, describir, evaluar y diagnos-
ticar diferentes aspectos de la conducta
humana en relación con su actividad
laboral, de la organización, como su
estructura, clima, cultura, sus sistemas
sociales y sus procesos.(2)
MEDICINA DEL
TRABAJO
Estudia los medios preventivos para
conseguir el más alto grado posible de
bienestar físico, psíquico y social de
los trabajadores, en relación con la ca-
pacidad de estos, así como promueve
los medios para el diagnóstico, trata-
miento, adaptación, rehabilitación y
calificación de la patología producida
o condicionada por el trabajo.(10)
SEGURIDAD
LABORAL
Se encarga de minimizar los riesgos
en el entorno y actividad laboral del
individuo.(3)
HIGIENE
INDUSTRIAL
Controlar los factores ambientales
que pueden afectar la salud en el
ámbito de trabajo.(4)
Maslow(11)
considera que las necesidades del individuo
están jerarquizadas en una pirámide de 5 niveles, donde
las necesidades superiores no surgen hasta que no se
cubren necesidades de niveles inferiores. De esta manera,
la Salud Ocupacional en cada individuo debe controlar
desde su estado fisiológico con sus necesidades básicas
hasta lograr en lo posible el equilibrio con el resto de las
necesidades, es decir, el control biopsicosocial.
Si relacionamos la Salud Ocupacional con la jerarquización
de las necesidades en la pirámide de Maslow tendríamos:
•	 Las Necesidades Sociales (vivencia específica de va-
lores, visión y misión, formar parte de diferentes gru-
pos, realizar actividades que les unan en propósito,
sea en lo laboral o en lo familiar), de Estima (el re-
conocer a las personas positivamente, no solo estar
presentes para la corrección) y de Autorealización
(decidir sobre sus vidas, controlar sus actividades,
confianza, autonomía), estarían controladas por los
elementos aportados por la Psicología Laboral.
•	 Las Necesidades de Seguridad (disminuir los riesgos,
protecciónmínimarequerida,salariosjustos)estarían
controladas por los aportes de la Seguridad e Higiene
Laboral o Industrial.
•	 Necesidades Fisiológicas Básicas en control con Medi-
cina del Trabajo, quien se encarga de prevención, diag-
nóstico, tratamiento y rehabilitación de los individuos,
es decir, mantener el equilibrio biopsicosocial.
En la Figura N° 3, llamada relación de la pirámide de
Maslow con Salud Ocupacional, se visualiza la expli-
cación anterior. Hay que aclarar que las actividades de
cada peldaño se interrelacionan entre sí y, por ende, las
Medicina
del
Trabajo
SeguridadLaboral
HigieneIndustrial
Otros
Psicología
Laboral
OCUPACIONAL
SALUD
Figura N° 2.- El Ente de Salud Ocupacional (Fuente: propia)
3N° 44, Año 2015
disciplinas implicadas también, sin restarles importan-
cia a otras especialidades que igualmente apoyan a la
Salud Ocupacional.
La Salud ocupacional es una especialidad que trata de cu-
brir con sus actividades multidisciplinarias el control de las
necesidades de cada individuo no solo al realizar sus acti-
vidades laborales, sino también su integridad como ser hu-
mano. Con esta relación hay que darle mayor importancia,
dentro de la Salud ocupacional, de las enfermedades psico-
somáticas, ya que hoy en día con el alto costo de la vida, las
múltiples exigencias laborales, entre otras, se acrecientan el
ausentismo, el stress laboral y los trastornos psicológicos■
Bibliografía
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fundidad-factores-laborales-susceptibles-trastornos-psi-
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18001: 2007
Dra. Nadya Durán
nadyaza19@yahoo.com
Autora
SaludOcupacional
Psicología Laboral
Seguridad Laboral
Higiene Industrial
Medicina del Trabajo
Autorealización
Necesidades Sociales
Necesidades de Seguridad
Necesidades de Fisiológicas Básicas
Necesidades deEstima (EGO)
Figura N° 3.- Relación de la Pirámide de Maslow con Salud Ocupacional (Fuente: propia)
4 N° 44, Año 2015
ESTIMADA MAYO CLINIC:
Me diagnosticaron cirrosis biliar primaria hace tres me-
ses. Pese a que todavía no presento ningún síntoma, qui-
siera saber a qué debería prestar atención. ¿Puedo hacer
algo para que la enfermedad avance más lento?
RESPUESTA:
Su situación es común, puesto que la mayoría de personas
diagnosticadas con cirrosis biliar primaria en primeras
etapas no presenta síntomas. En realidad, muchos no los
presentan durante años. Existe un medicamento capaz de
lentificar el avance de la enfermedad, lo que disminuye la
posibilidad de desarrollar síntomas pronto.
La cirrosis biliar primaria es una enfermedad en la que
se dañan los conductos biliares del hígado. La bilis es un
líquido producido por el hígado que desempeña una fun-
ción en la digestión de los alimentos y ayuda al cuerpo a
deshacerse de glóbulos rojos desgastados, colesterol y to-
xinas. Cuando los conductos biliares no funcionan como
es debido, pueden acumularse sustancias nocivas en el
hígado y con el tiempo, eso puede conducir a la fibrosis
irreversible del tejido hepático.
La cirrosis biliar primaria afecta principalmente a las mu-
jeres cincuentonas. Las causas de la enfermedad no son
claras y cuando se encuentra en las primeras etapas, la ma-
yoría de personas ni siquiera sabe que la padece. Muchos
descubren que tienen cirrosis biliar primaria a través de
los resultados de un análisis de sangre, realizado por otras
razones, que muestran los niveles de las enzimas hepáticas
muy por encima de lo normal. El diagnóstico normalmen-
te se confirma con otros análisis de sangre.
La cirrosis biliar primaria es una enfermedad que avanza
lento y que, a menudo, puede lentificarse aún más con el
medicamento llamado ácido ursodesoxicólico (UDCA,
por sus siglas en inglés). Los estudios plantean que cuan-
do se empieza con el ácido ursodesoxicólico en las pri-
meras etapas de la enfermedad, la esperanza de vida se
extiende hasta el mismo punto que lo haría si no hubiese
la cirrosis biliar primaria. Este medicamento es todo lo
que la mayoría de personas con cirrosis biliar primaria
necesita para posponer considerablemente los síntomas
de la enfermedad.
No obstante y pese al ácido ursodesoxicólico, los sínto-
mas de la cirrosis biliar primaria igual pueden termi-
nar desarrollándose. Los síntomas más comunes son de
cansancio, debilidad y comezón en la piel. Los síntomas
menos comunes y que normalmente aparecen después
de que la enfermedad avanza considerablemente inclu-
yen ictericia, dolor de huesos, músculos y articulaciones,
acumulación de líquido, debilidad o fragilidad en los
huesos, así como sequedad de la boca y ojos, entre otros.
Estos síntomas pueden controlarse con una variedad de
terapias disponibles.
En un pequeño grupo de personas, el ácido
ursodesoxicólico no logra lentificar el avance de
la enfermedad y la cirrosis biliar primaria termina
conduciendo a la insuficiencia hepática. En esos casos,
la única alternativa de tratamiento suele ser el trasplante
de hígado. Afortunadamente, los trasplantes para las
personas con cirrosis biliar primaria ahora son mucho
menos comunes que antes de que estuviese disponible
el ácido ursodesoxicólico. Actualmente se llevan a
cabo investigaciones para descubrir otras opciones
de tratamiento para las personas que no responden al
ácido ursodesoxicólico.
A pesar de ser raro, algunas personas que sufren el tras-
torno tienen antecedentes familiares de cirrosis biliar
primaria. Por ello, sería importante que las mujeres de
su familia inmediata (madre, hermanas e hijas) supieran
sobre su diagnóstico de cirrosis biliar primaria, especial-
mente si son de mediana edad. En caso de que los resul-
tados de los análisis de sangre mostraran elevación de las
enzimas hepáticas en ellas, entonces lo mejor sería reali-
zarles los exámenes para cirrosis biliar primaria.
Medicamento puede lentificar el avance de la
cirrosis biliar primaria
5N° 44, Año 2015
A medida que usted considere cómo controlar la cirrosis
biliar primaria con el transcurso del tiempo, consulte al
médico respecto al ácido ursodesoxicólico, si todavía no lo
ha hecho. Además, programe un horario de visitas de se-
guimiento médico porque las revisiones y análisis de san-
gre periódicos permitirán al médico controlar su función
hepática y saber con cuánta rapidez avanza la cirrosis biliar
primaria. Si en algún momento usted observa un síntoma
nuevo o raro, comuníquese con el médico de inmediato■
Dr. Konstantinos Lazaridis, Gastroenterología y Hepatolo-
gía de Mayo Clinic en Rochester, Minnesota
Información
Clínica Mayo
Jacksonville, Florida, USA
intl.mcj@mayo.edu
Directora: Lic. Eva Godoy
evagodoy@gmail.com Depósito legal:
pp200702DC3285
Av. Andrés Bello con Av. Buenos Aires
Edificio Kontiki PH, Los Caobos,
Caracas, Venezuela 1050
Teléfono: 0212- 833 3770
godoyeditor@gmail.com
Ediciones anteriores en:
www.botica.com.ve
Representante para Argentina:
artereal19@gmail.com
0221 156211573 La Plata
6 N° 44, Año 2015
El envejecimiento progresivo de la población plantea un
importante problema socio-sanitario, ya que la alta preva-
lencia de las enfermedades crónicas condiciona un eleva-
do consumo de medicamentos y ello puede conllevar la
aparición de efectos adversos, interacciones, errores y falta
de cumplimiento.
Se estima que las admisiones en hospitales a causa de
efectos adversos en pacientes ancianos es de alrededor
del 17%1
.
La farmacoterapia en la tercera edad merece diversas
consideraciones especiales basadas en los aspectos bioló-
gicos propios del organismo envejecido, y por ende frá-
gil, y en las concepciones psicológicas de esta edad.
Es preciso destacar que el 80% de los ancianos padece de
unaovariasenfermedadescrónicas y el 36% puede padecer
más de tres situaciones que hacen imprescindible el uso de
fármacos para controlar metabólica o hemodinámicamente
su trastorno o para lograr analgesia cuando las medidas loca-
les no lo han logrado2
.
En el ámbito ambulatorio, el 85-90% de los ancianos
toma como mínimo un medicamento, con una media
que oscila entre 3 y 4, y en residencias de cuidados míni-
mos este número se incrementa a 4-8 fármacos.
De todos es sabida la frecuencia y magnitud de reacciones
adversas que aparecen cuando se mezclan medicamen-
tos. Algunas de ellas conducen a malestares de extrema
importancia en la vejez como los vértigos, inestabilidad
para la marcha, somnolencia y confusión que quebrantan
la funcionalidad biológica, psicológica y social.
Los efectos de un fármaco en el organismo dependen de
las acciones de éste sobre el medicamento (farmacoci-
nética) y de las acciones del fármaco sobre el organismo
(farmacodinamia). Con el envejecimiento, ambas ver-
tientes de la farmacología pueden verse modificadas y, en
general, debido a estos cambios, los medicamentos en los
ancianos presentan una mayor duración de su actividad y
un incremento en la incidencia de efectos adversos.
La “polimedicación” es uno de los problemas capital
es de la geriatría pues es una de las situaciones más
frecuentes, con suficientes implicaciones relacionadas
con la morbilidad y la mortalidad en la tercera edad3
.
El 85% de los pacientes ancianos se administra su propia
medicación, por lo que el médico debe tener en cuenta
todos los factores que puedan influir en el cumplimiento
del tratamiento.
La causa más frecuente de utilización inapropiada de fár-
macos en los pacientes ancianos es la pérdida de memo-
ria. Otras alteraciones que pueden influir en la toma de la
medicación son: pérdida de visión (esencial para leer los
prospectos o el nombre de los fármacos), defectos sen-
soriales en las manos que afectan a la destreza manual
e impiden abrir los envases, y pérdida de audición, lo
que supone que no se comprendan bien las instrucciones
para la toma de la medicación.
Otra condición que favorece la polimedicación es la au-
tomedicación. Un alto número de ancianos no considera
los medicamentos de venta libre como fármacos y, por lo
tanto, no menciona su uso al médico. Se ha estimado que
el 40% de los ancianos toma una o más de estas medica-
ciones al día.
Otra problemática adicional es la prescripción por varios
médicos, pues a veces el anciano es atendido por más de
uno. La paradoja del desarrollo científico-técnico con
grandes avances en el campo de la medicina, contrasta
con la sensible y progresiva deshumanización de la aten-
ción al hombre enfermo, que resulta más negativa y con-
tradictoria en el ámbito de la geriatría y la gerontología4
.
Los adultos mayores, con enfermedades múltiples, deben
ser atendidos, siempre que sea posible, por un solo pro-
fesional suficientemente capacitado para que pueda abar-
car con la mayor integralidad un organismo que sufre por
varias dolencias, muchas de las cuales a veces se alivian
o eliminan con un análisis minucioso del problema y su-
gerencias no farmacológicas como su cambio de estilo de
vida, variaciones en las concepciones nutricionales o in-
corporación de actividades físicas o rehabilitadoras. Esta
política de fármacos debe volcarse hacia la comunidad
y a sus médicos de familia y/o geriatras, que son los que
con mayor frecuencia atienden
a este tipo de pacientes5
.
En general se ha observado que la polimedicación en la
tercera edad es más frecuente en el sexo femenino, con
una media de 5 fármacos consumidos frente a un prome-
dio de 4 en el caso de los hombres.
Dentro de las enfermedades, las cardiovasculares son
las más relacionadas con la polifarmacia. Por lo general,
los grupos de medicamentos más consumidos son los
fármacos para la insuficiencia cardíaca, seguidos por:
diuréticos, laxantes, broncodilatadores, hipotensores,
hipoglicemiantes, antiulcerosos y antiinflamatorios no
esteroideos (AINEs). En los pacientes de edades com-
prendidas entre los 70 y 85 años, los AINEs son los fár-
macos más consumidos (100% en las mujeres y 100% en
los hombres, p < 0.01)6
.
Para poder evitar la polimedicación, en primer lugar
debe establecerse la idoneidad del tratamiento y restrin-
gir al máximo en la medida de lo posible el número de
Polimedicación en la tercera edad
7N° 44, Año 2015
medicamentos a consumir, así como revisar periódica-
mente la medicación prescrita.
También deben considerarse las alternativas no farma-
cológicas o la opción de fármacos menos tóxicos y más
seguros. Para ello trabaja la industria farmacéutica. En
concreto, en el caso de la artrosis, hoy en día se empieza
a prescindir de la terapia convencional con antiinflama-
torios y analgésicos, que están siendo sustituidos por fár-
macos más seguros como el condroitín sulfato, el sulfato
de glucosamina o el ácido hialurónico. Estos nuevos fár-
macos presentan un inicio del efecto más lento que la te-
rapia convencional aunque eventual mente alcanzan una
eficacia equivalente a la de los antiinflamatorios y de ma-
yor duración, con una toxicidad nula o casi inexistente.
También es importante para la industria invertir en la
investigación de nuevas formas farmacéuticas que favo-
rezcan la posología en ancianos, dando prioridad a las
presentaciones líquidas. También puede ser de ayuda el
establecer unas pautas simples y cómodas que faciliten
la administración, por ejemplo asociar su administración
con alguna actividad (comida) o hábito (acostarse) diario
que refuerce la memoria del paciente. Asimismo, es pre-
ferible la administración de una única dosis al día, para
evitar olvidar alguna toma.
En general, se acepta que las dosis en ancianos deben ser
menores que en adultos. El ajuste posológico debe ser cui-
dadoso, comenzando con dosis pequeñas para posterior-
mente ir aumentándolas según la respuesta observada.
A veces puede ser necesaria la colaboración de un res-
ponsable familiar, vecino o amigo que le ayude. En caso
de no disponer de nadie deberá considerarse la ayuda de
personal sanitario.
En general, ante un paciente anciano, siempre hay que
intentar que tome el menor número de medicamentos,
prescribir formas farmacéuticas bien toleradas y con
pautas simples, ajustar la dosis e informar oportunamen-
te al paciente o a los familiares sobre el uso correcto y la
importancia de no automedicarse (Tabla 1)1
.
Tabla1.Normasdeprescripciónenpacientesgeriátricos
1. Disminuir al mínimo el número de medicamentos
•	 Revisar otros tratamientos
•	 Valorar la necesidad de nuevos fármacos
2. Considerar alternativas
•	 No farmacológicas
•	 Fármacos menos tóxicos
•	 Formas farmacéuticas mejor toleradas
•	 Pautas simples y cómodas
3. Ajustar la dosis
•	 Disminuir dosis (en ocasiones)
•	 Empezar por dosis bajas e incrementar
4. Educar al paciente o algún familiar
5. Revisar regularmente la necesidad de tratamiento
La ciencia de la farmacoterapia en la tercera edad no es
sólo prescribir medicamentos, sino seleccionar el mejor
medicamento, el más efectivo y con menos reacciones
adversas, a la menor dosis efectiva, utilizando la forma
farmacéutica más compatible para ancianos, con los in-
tervalos óptimos y que se ajuste a las exigencias biológi-
cas, teniendo en cuenta las eventualidades psicológicas,
emocionales, sociales y económicas de cada paciente7
■
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Maritza Quintero
Nathaly Quintero
Ingrid Moller
Josep Vergés
Revista Archivos de Reumatología Vol 13-N°1-2008
Se publica con autorización de la
Sociedad Venezolana de Reumatología
venreuma@gmail.com
Autores
8 N° 44, Año 2015
Anualmente 250000 mujeres en el mundo son diag-
nosticadas con cáncer de ovario. Para la doctora Jamie
Bakkum-Gamez del Departamento de Obstetricia y Gi-
necología de Mayo Clinic en Minnesota, Estados Unidos,
conocer si existe una mutación genética podría ayudar a
otros miembros de la familia, tanto mujeres como hom-
bres, a determinar su riesgo de desarrollar ciertos tipos
de cáncer. La doctora Bakkum-Gamez nos aclara algunas
dudas acerca de la enfermedad.
El cáncer de ovario es diagnosticado anualmente en
cerca de un cuarto de millón de mujeres a nivel mun-
dial. ¿Qué nos podría decir acerca de esto?
En Estados Unidos, 1 de cada 72 mujeres desarrollará
cáncer de ovario en su vida. Cerca del 75% de los cánce-
res de ovario son diagnosticados en una etapa avanzada
(etapa III o IV). El tratamiento es una combinación de ci-
rugía para extirpar todo el cáncer que sea posible, segui-
do de quimioterapia. En algunos casos, la quimioterapia
puede ser administrada primero, seguido por cirugía y
quimioterapia adicional. En aproximadamente el 95% de
las mujeres diagnosticadas con cáncer de ovario, es reco-
mendable el tratamiento con quimioterapia como parte
de la terapia contra el cáncer. La quimioterapia no es re-
comendable sólo en un pequeño porcentaje de mujeres:
aquellas que son diagnosticadas con un cáncer de ovario
etapa I de lento crecimiento.
¿El cáncer de ovario presenta síntomas? Cuando esos sín-
tomas están presentes, ¿es muy tarde para el tratamiento?
El cáncer de ovario tiene síntomas, aunque generalmente
son vagos incluso en el contexto de la etapa avanzada del
cáncer (etapa III y IV). Estos síntomas también pueden
estar presentes en la etapa temprana del cáncer de ovario.
Los 4 síntomas más comunes son: 1) hinchazón abdomi-
nal o distensión, 2) dolor abdominal o pélvico, 3) sentirse
satisfecha rápidamente al comer (saciedad prematura), y
4) cambios de la vejiga o el intestino. Si estos síntomas
ocurren diariamente por 2 ó 3 semanas, una mujer debe-
ría ver a su doctor para una evaluación. Incluso en el con-
texto de un cáncer de ovario etapa III o IV, el tratamiento
con cirugía y quimioterapia puede ser curativo.
¿Cuántos tipos de cáncer de ovario existen y cuál es el
más agresivo?
Hay tres orígenes principales para el cáncer de ovario, sea
desde el interior del ovario o del entorno a su alrededor:
el estroma (parte interna de sostén que mantiene unido
al ovario), las células germinales (células que rodean los
óvulos del ovario), y el epitelio (revestimiento exterior
del ovario que también se encuentran en el interior y ex-
terior de la vecina trompa de Falopio).
Los cánceres estromales tienden a ser de lento creci-
miento y la mayoría son tratados con cirugía solamente.
Los cánceres de las células germinales se presentan más
a menudo en mujeres jóvenes y niñas, y cuando están en
etapa temprana se pueden tratar sólo con cirugía. Estos
cánceres son también muy sensitivos a la quimioterapia
y a la radiación, por lo que los cánceres de células ger-
minales en etapa avanzada todavía pueden ser curables
con estos tratamientos a menudo. El cáncer de ovario
más común (95% de todos los cánceres de ovario apro-
ximadamente) es el cáncer de ovario epitelial y tiene 4
subtipos histológicos: seroso, endometrioide, de células
claras y mucinoso.
El subtipo más común es el seroso (75% de todos los
cánceres epiteliales aproximadamente) y se presenta con
mayor frecuencia en las etapas avanzadas (III o IV). Este
subtipo es muy sensible a la quimioterapia. La investiga-
ción ha demostrado que puede en realidad surgir de la
mucosa de la vecina trompa de Falopio. Como tratamos
el cáncer de ovario y el de las trompas de Falopio con la
misma cirugía y quimioterapia, este descubrimiento no
cambia necesariamente el tratamiento.
Los cánceres endometrioides tienden a ser de más len-
to crecimiento que los cánceres serosos y también sue-
len ser diagnosticados con mayor frecuencia en etapas
tempranas. Los cánceres de células claras también son
diagnosticados con mayor frecuencia en etapas tempra-
nas, pero tienden a ser más resistentes a la quimioterapia.
Es importante evaluar si existe una fuente gastrointesti-
nal como cáncer primario en las mujeres diagnosticadas
con cáncer de ovario mucinoso, ya que algunos de estos
cánceres son en realidad metástasis del apéndice, colon,
estómago u otra parte del tracto gastrointestinal.
¿Cuál es el mejor camino para detectarlo a tiempo?
¿Aumenta la supervivencia con un diagnóstico tem-
prano? ¿Por qué?
En la actualidad no tenemos un examen de detección para
elcáncerdeovario.Loscánceresenetapatempranapueden
tener síntomas vagos, como mencioné anteriormente, y si
estos síntomas están presentes diariamente o casi a diario
por cerca de 2-3 semanas, la mujer debería ser evaluada
por su doctor. Esta es nuestra mejor manera de detección,
por ahora, en la población femenina en general. El Grupo
de Trabajo de Servicios Preventivos de Estados Unidos
(USPSTF, por sus siglas en inglés) no recomienda que se
detecte el cáncer de ovario en la población femenina en
general. En el Reino Unido están realizándose estudios
clínicos para determinar la utilidad de la combinación de
un examen de sangre con la ecografía, tanto en mujeres
A todas las mujeres con cáncer de ovario
se les debería ofrecer estudios genéticos
9N° 44, Año 2015
con alto riesgo (debido a una mutación genética como
BRCA1 o BRCA2 o fuertes antecedentes de cáncer de
ovario o de mama en la familia) como en la población
femenina general. Los resultados de este estudio se
esperan para este año o el 2016. En efecto, el diagnóstico
en una etapa temprana mejora la sobrevivencia. El cáncer
de ovario en etapa I está confinado al ovario, y el que se
encuentra en etapa II indica que sólo se ha dispersado
a estructuras vecinas como las trompas de Falopio, el
útero o el revestimiento de la pelvis adyacente al ovario.
Estos cánceres tempranos tienen una probabilidad más
alta, entre todos los cánceres visibles y palpables, de que
el cáncer sea extirpado con la cirugía, y mientras menos
cáncer queda, más efectiva es la quimioterapia.
Las mujeres, en general, temen a las mamografías y al
examen de Papanicolaou. Las campañas para preven-
ción del cáncer no incluyen ecografía transvaginal.
¿Sobre qué podemos enfatizar para promover la pre-
vención del cáncer de ovario?
La ecografía transvaginal no ha mostrado ser efectiva en
la detección temprana del cáncer de ovario y tampoco ha
mostrado mejorar la sobrevivencia de cáncer de ovario.
Como mencioné antes, estar alerta a los síntomas asocia-
dos con el cáncer de ovario y ser evaluada por su médico
si estos síntomas persisten por 2 o 3 semanas es el mejor
medio de detección que tenemos actualmente. Entre las
mujeres que tienen alto riego de cáncer de ovario (fuer-
tes antecedentes familiares de cáncer de ovario y mama
o heredaron un gen asociado con cáncer de ovario como
BRCA1 o BRCA2 u otros), la Red Nacional Integral del
Cáncer (NCCN, por sus siglas en inglés) recomienda la
vigilancia (aún no considerada un examen de detección)
con exámenes de sangre CA‑125 cada 6 meses y ecografía
transvaginal hasta que termine la edad reproductiva. La
cirugía para reducir el riesgo mediante la extirpación de
los ovarios y las trompas de Falopio ha demostrado que
disminuye los fallecimientos por cáncer de ovario por-
que lo previene en este grupo de mujeres de alto riesgo.
Es importante destacar que esto es sólo para las muje-
res consideradas con alto riesgo de desarrollar cáncer de
ovario. Quizás uno de los aspectos más importantes de
la concientización sobre el cáncer de ovario es el enten-
dimiento de los propios antecedentes familiares. Si hay
parientes consanguíneos que tienen cáncer de ovario,
mama y/o cáncer de próstata y/o melanomas en una fa-
milia, se justifica una asesoría genética y considerar exá-
menes genéticos.
Tal como usted indica, un porcentaje de cáncer de ova-
rio aumenta por los genes BRCA1 y BRCA2. ¿Se debe
recomendar en estos casos la extirpación de los ovarios?
Tal como comenté, tener la mutación del gen BRCA1 o
BRCA2 aumenta el riesgo de una mujer de tener cáncer
de ovario. Estos genes también aumentan el riesgo de
cáncer de las trompas de Falopio. Cerca del 40% de las
mujeres con la mutación del gen BRCA1 ya habrá de-
sarrollado un cáncer de ovario a la edad de 70, en tanto
que más del 11% de las mujeres con la mutación del gen
BRCA2 ya lo habrá desarrollado a la misma edad. Ade-
más, hay varios otros genes que han sido relacionados
con el desarrollo de cáncer de ovario. Estos genes son he-
redados y pueden ser transmitidos por la madre o el pa-
dre, tanto a una hija como un hijo. Es así como, mujeres
y hombres pueden ser portadores de los genes BRCA1
o BRCA2. Los hombres con esta mutación genética tie-
nen más riesgo de cáncer de seno masculino, cáncer de
próstata y otros cánceres ligados a esos genes. Entre las
mujeres con mutación de los genes BRCA1 o BRCA2, re-
comendamos la vigilancia, como mencioné antes, cada 6
meses con exámenes de sangre CA‑125 y ecografía trans-
vaginal hasta que termine la edad reproductiva. Una vez
que esto sucede, se recomienda la cirugía de extirpación
de ovarios y trompas de Falopio para reducir el riesgo.
Entre las mujeres con mutaciones del gen BRCA1, esto
se recomienda entre los 35 y 40 años; entre las que tienen
mutaciones del gen BRCA2, se recomienda realizarla en-
tre los 40 y 45.
¿Hay algo importante respecto al tema que a usted le
gustaría agregar?
Cerca del 20% de los cánceres de ovario son secundarios
a una mutación genética heredada (BRCA1, BRCA2, u
otros genes asociados). Todas las mujeres diagnosticadas
con cáncer de ovario deberían ver a un consejero genético
o a un genetista y se les debería ofrecer pruebas genéticas.
Conocer si existe una mutación genética podría ayudar a
otros miembros de la familia, tanto mujeres como hom-
bres, a determinar su riesgo de desarrollar ciertos tipos
de cáncer. Además, puede ser de utilidad para las mujeres
con cáncer de ovario comprender si están en riesgo de
otros cánceres, como el de mama; y saber si la mutación
BRCA está presente en una mujer con cáncer de ovario,
puede también ayudar a diseñar su tratamiento, ya que
existen fármacos para quimioterapia que apuntan espe-
cíficamente a las vías del gen BRCA■
Información
Clínica Mayo
Jacksonville, Florida, USA
intl.mcj@mayo.edu
10 N° 44, Año 2015
Introducción
En los últimos años han aumentado los estudios de pre-
valencia de violencia contra las mujeres por parte de sus
parejas, tanto en población general como en la atendi-
da en servicios sanitarios. Así, por ejemplo, en nuestro
medio la primera macroencuesta sobre violencia familiar
llevada a cabo por el Instituto de la Mujer en el año 2000,
estimó que el 3,4% de las mujeres madrileñas cumplían
los requisitos técnicos para ser consideradas víctimas de
maltrato por parte de la pareja o ex-pareja. El 4,7% de las
encuestadas se definió a sí misma como maltratada y algo
más del 70% de ellas refirió encontrarse en esa situación
desde hace más de 5 años.[1]
En otro estudio realizado en 1402 mujeres que acudieron
a consultas de Atención Primaria se observó que 32% del
total de mujeres de la muestra tuvo algún tipo de maltra-
to a lo largo de su vida. El 52% de las mujeres que refirie-
ron los 3 tipos de maltrato (físico, emocional y sexual) lo
habían sufrido durante más de 5 años.[2]
También se han
publicado bastantes trabajos sobre las consecuencias que
en la salud mental de las mujeres produce la violencia de
género[3]
; sin embargo, en el caso de mujeres con enfer-
medad mental grave, los estudios han sido fragmentarios
y escasos. Una revisión realizada por Friedman[4]
sobre la
bibliografía contenida en las principales bases de datos
durante el periodo comprendido entre 1966 y 2004 refe-
rida a violencia de pareja en enfermas mentales graves,
sólo encontró 17 artículos que trataran específicamente
el tema. Los resultados obtenidos en esta revisión mos-
traron que este tipo de violencia es mayor en mujeres con
enfermedad mental grave que en población general. Así,
en Estados Unidos, la prevalencia de violencia física por
parte de la pareja en población general se ha calculado
comprendida entre el 9 y 30%, y la violación por la pareja
entre un 7,7 y 8%, cifras muy inferiores a las obtenidas
en población de mujeres con diagnóstico de enfermedad
mental grave.
Otra revisión de Goodman[5]
sobre estudios de agresiones
físicas y sexuales en mujeres con enfermedad mental gra-
ve, mostró que entre un 51 y un 97% de las participantes
había sufrido abuso físico y sexual y una proporción muy
significativa múltiples actos de victimización. Carlile[6]
informó en un estudio realizado con 152 mujeres casadas
Violencia familiar y de pareja
hacia las mujeres con trastorno mental grave
Resumen
El objetivo de esta investigación es estudiar la prevalencia
y características de la violencia familiar y de pareja hacia
mujeres con trastorno mental grave (TMG). La muestra
estaba compuesta por 62 mujeres con TMG en atención
en dos Centros de Rehabilitación Psicosocial (San Fer-
nando de Henares y Alcalá de Henares). La prevalencia
de la violencia en los doce meses previos a la entrevista
fue del 40,3% y del 74,1% a lo largo de la vida. La for-
ma de abuso más frecuente fue el psicológico seguido del
físico y en último lugar el sexual. Las mujeres víctimas
de abuso presentan apoyo social bajo. Los profesionales
identifican entre el 80% y el 100% de los casos que son
víctimas de abuso reciente. Esta investigación pone de
manifiesto la magnitud de la violencia que sufren las mu-
jeres con trastorno mental grave en el ámbito doméstico.
Palabras clave: Violencia de pareja; Violencia familiar;
Trastorno mental grave; Abuso, Esquizofrenia, Mujer.
Abstract
The aim of this research is study the prevalence and
characteristics of family and intimate partner violence
towards women with a severe mental illness (SMI). The
sample consisted of 62 adult women with SMI treated
in two Psychosocial Rehabilitation Center (San Ferna-
do de Henares y Alcalá de Henares). The prevalence of
violence in the twelve months preceding the interview
was 40.3% and over the life of 74.1%. The most frequent
form of abuse is psychological, followed by physical and
then sexual. Women victims of abuse have a low social
support. The professionals identified 80%-100% of recent
abuse cases. This research highlights the extent of domes-
tic violence experienced by women with SMI.
Key words: Intimate partner violence; Familiar violence;
Severe Mental Illness; Abuse; Schizophrenia; Women.
11N° 44, Año 2015
e ingresadas con diversos diagnósticos psiquiátricos que al
menos la mitad de ellas (49%) habían sido golpeadas por
sus maridos. De ellas, un 42% indicó que habían sufrido
alrededor de 20 agresiones violentas durante su matrimo-
nio. Este mismo porcentaje indicó que habían sido agredi-
das inmediatamente antes de su hospitalización.
Cole[7]
en una muestra de 254 mujeres pacientes ingresa-
das en unidades de psiquiatría observó que el 21% habían
sido violadas en su matrimonio y el 42% había sufrido
abuso físico. En la misma línea, un trabajo de Bryer[8]
rea-
lizado en 66 pacientes psiquiátricas ingresadas, mostró
que el 26% de ellas había sido maltratada físicamente por
sus allegados masculinos. Un 24.2 % informaron haber
sido abusadas por sus amigos, maridos, parejas, amantes
y personas que tenían autoridad sobre ellas.
Goodman[9]
en un estudio realizado con 105 mujeres sin
domicilio atendidas en un centro de salud mental, con
diagnósticos de esquizofrenia, trastorno esquizoafectivo,
trastorno bipolar y depresión mayor, encontró que en el
80% de las 86 mujeres que habían sufrido abuso físico, el
perpetrador había sido su pareja. Asimismo, del 65% de
mujeres que habían sufrido abuso sexual, el 40% informa-
ron que el agresor era su pareja. En otro estudio posterior,
Goodman[10]
observó que en las mujeres con enfermedad
mental grave, los abusos sexuales que habían sufrido de
adultas estaban asociados a una historia de abuso sexual
en la infancia, y cuando se unían abuso físico y sexual se
asociaba una historia de abuso físico infantil.
Según Friedman[11]
las discrepancias obtenidas en los dis-
tintos estudios pueden deberse a diferencias conceptuales
sobre lo que se considera violencia de pareja y a las dis-
tintas patologías que pueden incluirse como enfermedad
mental grave. Así, algunos estudios sólo incluyen trastor-
nos esquizofrénicos, bipolares y depresión mayor, mien-
tras que otros incluyen, además, otras patologías. Una difi-
cultad que los autores encuentran en los estudios revisados
es que frecuentemente falta información para saber si la
violencia recibida es previa o posterior a la enfermedad.
En relación a los hallazgos mencionados por algunos au-
tores sobre el hecho de que las mujeres con enfermedad
mental grave son con más frecuencia víctimas de vio-
lencia por parte de otros miembros de la familia que los
hombres con el mismo diagnóstico, los resultados no son
concluyentes. En lo que sí hay coincidencia es en las ma-
yores tasas de victimización interpersonal de hombres y
mujeres con enfermedad mental grave con respecto a la
población general. Así, Mueser[12]
encontró que el 26% de
los hombres y el 64% de las mujeres con esta patología
habían sufrido abusos sexuales en algún momento de sus
vidas, mientras que el 49% de los hombres y el 37% de las
mujeres habían sido atacados con armas.
En la misma línea se sitúa un trabajo de Goodman[13]
con una muestra de 782 participantes (321 mujeres y 461
hombres) con diagnóstico de esquizofrenia, trastorno es-
quizoafectivo, trastorno bipolar y depresión mayor. Cen-
trándose en el año anterior, 25.6% de las mujeres de la
muestra informaron haber sufrido abuso físico, compa-
radas con un 1,9% de la población general. Con respecto
al abuso sexual, un 20,30 % de mujeres con enfermedad
mental grave comparadas con un 0,3% de mujeres de la
población general, informaron haber sufrido este tipo
de abuso. En varones los resultados mostraron que un
34.1% de la muestra comparado con 3,4% de la población
habían sufrido abuso físico y un 7.6 versus 0.1% abuso se-
xual. Combinando abuso físico y sexual, las mujeres con
enfermedad mental grave informaron 16 veces más de
episodios de violencia en el año anterior que las mujeres
de la población general (33,4% vs. 2,1%). Los hombres
10 veces más (36,7% vs. 3,5%). Intentando estudiar los
factores asociados a la victimización en estos pacientes,
se observó que figuraban como factores de riesgo datos
sociodemográficos, historias de abuso infantil, severidad
de la patología psiquiátrica y abuso de sustancias. No se
encontró que estos factores de riesgo fueran diferentes en
hombres y mujeres.
La revisión realizada muestra que las mujeres con trastor-
no mental grave están en un riesgo muy elevado de ser víc-
timas de violencia por parte de sus parejas y/o familiares.
Los objetivos que nos planteamos en este trabajo son:
•	 Evaluar la prevalencia de la violencia familiar y de
pareja en mujeres diagnosticadas de trastorno mental
grave y que son atendidas en la red pública de salud
mental de la Comunidad de Madrid.
•	 Sensibilizar a los profesionales de la red de salud men-
tal sobre la detección y abordaje de la violencia ejerci-
da sobre las mujeres con trastorno mental grave.
Método
Muestra
La muestra seleccionada estaba formada por todas las
mujeres atendidas durante el mes de abril de 2010 en los
Centros de Rehabilitación Psicosocial de Alcalá de He-
nares y San Fernando de Henares pertenecientes a la Red
Pública de Atención Social a Personas con Enfermedad
Mental Grave y Duradera de la Comunidad de Madrid.
Todas ellas tenían un trastorno mental grave, su edad
estaba comprendida entre 18 y 65 años, estaban siendo
atendidas en los Centros de Salud Mental de Alcalá de
Henares y Coslada respectivamente y habían sido evalua-
das y estaban en intervención en los Centros de Rehabili-
tación Psicosocial citados.
Durante ese período se estaban atendiendo entre los dos
servicios a un total de 75 mujeres. Sólo en 13 casos no fue
posible la aplicación de la encuesta: en 6 de ellas porque
fue imposible localizarlas, en 4 porque rechazaron ser en-
trevistadas y en 3 casos se aconsejó no aplicárseles por
motivos clínicos.
Finalmente se entrevistó a 62 mujeres para el apartado de
violencia familiar y a 19 para el apartado de violencia de
pareja. En este último caso se incluyó a todas las muje-
res entrevistadas que tenían o habían tenido pareja con la
que habían convivido o convivían actualmente.
12 N° 44, Año 2015
El perfil sociodemográfico de la muestra corresponde a
una mujer con una edad media de 39 años, españolas en
el 96% de los casos. El 55% convive con la familia de ori-
gen y sólo un 20% con su pareja, con una media de 11
años de convivencia. Casi la mitad (40%) también convi-
ven con los hijos. Con respecto a la formación recibida, el
37% de las mujeres tienen estudios primarios, un 34% no
tienen cualificación profesional y sólo el 8% realizaban
trabajos remunerados. El resto son pensionistas, paradas
o no activas. Los ingresos económicos (71%) eran de me-
dia de unos 600 euros. El 71% de las mujeres entrevista-
das tienen certificado de minusvalía.
Con respecto a los datos clínico-sanitarios, en su mayo-
ría están diagnosticadas de esquizofrenia (70%) u otros
trastornos psicóticos (13%), han permanecido estables
psicopatológicamente en los últimos 6 meses (80%) y no
han tenido ingresos psiquiátricos en el último año (84%).
El inicio de la enfermedad se sitúa en torno a los 25 años
y con una historia de ingresos previos de 3 como media.
En relación con los servicios llevan 7 años de tratamiento
en salud mental y 3 años de estancia en el CRPS.
Material
Para la recogida de datos se han utilizado diferentes ins-
trumentos que describimos a continuación, algunos de
ellos elaborados por nosotros para la recogida de infor-
mación general y otros ya validados en España e interna-
cionalmente.
•	 Hoja de datos sociodemográficos que se cumplimen-
taron a la entrada de las usuarias al centro de rehabili-
tación. Esta hoja incluye datos generales (edad, estado
civil, nivel educativo. tipo de convivencia, número de
hijos, ingresos económicos, profesión, situación laboral,
declaración de minusvalía, situación jurídica) y datos
clínicos (diagnóstico principal, existencia de diagnósti-
co asociado, edad de la usuaria al inicio de la enferme-
dad, ingresos psiquiátricos, estabilidad psicopatológica
en los últimos 6 meses). Con esta hoja se elaboró el per-
fil de la muestra de usuarias que entrevistamos.
•	 Evaluación de violencia: Para evaluar la violencia
tanto de pareja como familiar utilizamos la misma
encuesta que se utilizó en el estudio de salud pública
de la comunidad de Madrid en el año 2008 titulado
“Magnitud, impacto en salud, y aproximación a los
costes sanitarios de la violencia de pareja hacia las
mujeres en la comunidad de Madrid”.[14]
La encues-
ta seleccionada fue elaborada para el estudio citado
a partir de la Enquête nationale sur ler violences en-
vers les femmes (Encuesta nacional para la violencia
ejercida sobre las mujeres) en Francia (Enveff ) y de
Conflict Tactics Scale (CTS-1) y fue validada para po-
blación española.[15]
El cuestionario final consta de
16 preguntas que evalúan la violencia psicológica (12
en escala ordinal de 5 categorías de menor a mayor
frecuencia y 4 en escala cuantitativa), 2 que exploran
violencia sexual (cuantitativa) y 9 que evalúan vio-
lencia física, y es el mismo que utilizamos nosotros.
Utilizamos como criterios de caso los mismos que utiliza-
ron en el estudio mencionado en el párrafo anterior. Así,
como criterio de caso de abuso psicológico entendemos
la presencia de actos por parte de su pareja dirigidos a
desestabilizar a la mujer, ejercer control sobre su libertad
física, coartar su independencia, amenazarla o debilitarla
físicamente, cuantificado como 3 ó más respuestas a par-
tir de muchas veces o una de sistemáticamente. Los crite-
rios de violencia física y sexual se especifican como haber
sufrido un acto de violencia física o sexual y se cuantifica,
por tanto, como una ó más respuestas a partir de una.
En cada uno de los ítems se pregunta si ese acto se ejerció
a lo largo de la vida y/o en los últimos 12 meses, así como
quién fue el agresor o agresores, y no recogiendo sólo
cuando el agresor es una pareja sino cualquier persona
del entorno doméstico de la mujer.
•	 Detección del profesional: Completamos la encues-
ta con preguntas relativas a la detección que hace el
profesional de la violencia en sus tres categorías (físi-
ca, sexual y psicológica) y en dos momentos: a lo lar-
go de la vida y en el último año. Queríamos ver si los
profesionales de rehabilitación psicosocial detectaban
violencia sobre las usuarias del centro. Elegimos como
profesional el responsable de cada caso en el servicio.
•	 Valoración del profesional sobre fiabilidad de las res-
puestas: Uno de los problemas que muchos de los
estudios sobre violencia de género y con el que se
justifica excluir a las mujeres con trastorno mental
grave es la fiabilidad de sus respuestas, para eliminar
este sesgo incluimos en la encuesta un apartado final
donde el entrevistador hace una valoración sobre la
fiabilidad de las respuestas que ha dado cada una de
las encuestadas.
•	 Evaluación del apoyo social: Para completar el estu-
dio utilizamos también un cuestionario que midiera el
apoyo que cada mujer subjetivamente consideraba que
tenía en su entorno social. Usamos el Cuestionario de
Apoyo Social DUKE-UNC, validado para población
española[16]
, que ha sido utilizada en otros estudios
con población con trastorno mental grave. Este cues-
tionario de 11 ítems evalúa la percepción subjetiva del
apoyo percibido por el usuario en áreas como afecto,
compañía, distracción, apoyo práctico, etc. Es un cues-
tionario fácil de usar y que puede ser autoaplicable.
Análisis datos
El conjunto de datos se proceso utilizando la versión 15.0
del paquete estadístico SPSS/ PC+. En un primer lugar se
analizó la población muestral con fines puramente descrip-
tivos. Utilizamos la media y la desviación típica para los da-
tos cuantitativos. Los cualitativos están expresados en forma
de porcentaje. Posteriormente realizamos una comparación
degrupos.Paraellorealizamosunanálisisunivariante.Enel
caso de las variables cuantitativas se obtuvieron medidas de
centralización y dispersión y se estudió el grado de signifi-
caciónestadísticamediantelatdeStudent.Paralasvariables
13N° 44, Año 2015
cualitativas, se obtuvieron frecuencias y se utilizó la compa-
ración de distribuciones según la prueba de chi-cuadrado.
Resultados
A continuación se presentan algunos resultados obte-
nidos sobre la muestra de mujeres del Centro de Reha-
bilitación Psicosocial de San Fernando de Henares y de
Alcalá de Henares en los que se ha realizado el pilotaje de
los instrumentos antes descritos.
Violencia familiar
Se han analizado los datos de las 62 mujeres entrevista-
das. 14 de ellas vivían fuera del entorno familiar (minire-
sidencia, piso supervisado o solas) y el resto, 48 mujeres,
se distribuían de la siguiente forma:
•	 12 con pareja, con o sin hijos.
•	 17 con el padre o la madre.
•	 17 con ambos padres, con o sin hermanos.
•	 1 con sus hijos.
•	 1 con otros familiares.
En el último año, 25 mujeres de las 62 entrevistadas
(40,32%) han sufrido algún tipo de violencia en el entor-
no familiar. Si descartamos las mujeres que no conviven
con ningún familiar dicho porcentaje asciende al 52,08
%. Es decir, más de la mitad de las mujeres entrevista-
das que conviven con algún familiar han sufrido recien-
temente o están sufriendo en la actualidad maltrato por
parte de algún familiar.
Cuando se recaba información, no ya del último año,
sino a lo largo de la vida, excluyendo la infancia y la ado-
lescencia, 46 de 62 mujeres (74,19%) han sufrido algún
tipo de violencia por parte de familiares con los que han
convivido.
El tipo de violencia más frecuente es la psicológica, se-
guida de la violencia física y por último la sexual. Su dis-
tribución se muestra en la gráfica siguiente:
En cuanto al agresor o agresores su distribución en fun-
ción del tipo de violencia se muestra en las tablas 1 y 2:
La relación entre apoyo social percibido y violencia en el
entorno familiar se ha analizado sólo en el último año por
ser la medida de apoyo subjetiva y referida al momento en
que se pasó el cuestionario de violencia. Se han clasificado
en apoyo bajo o normal según criterios de validación en
muestra española (apoyo bajo=puntuación inferior a 32;
apoyo normal=puntuación igual o superior a 32).
En la gráfica 2 se observa que existe mayor proporción de
apoyo normal cuando la mujer no ha sufrido violencia
y por el contrario las mujeres maltratadas en el entorno
familiar perciben con más frecuencia un apoyo bajo.
Violencia de pareja
Analizados los datos de las 19 mujeres que tienen o han
tenido una relación de pareja, se constata que 15 de es-
tas mujeres, el 78,95%, han sufrido agresiones por parte
de su pareja en algún momento de la relación, y que el
42,11% las han sufrido en los últimos 12 meses. Al igual
que en la violencia doméstica, la agresión más frecuen-
te es la psicológica, seguida de la física y la sexual. Sin
Gráfica 1. Tipo de violencia
51,6
8,0
32,2
27,4
4,8
8,0
60
50
40
30
20
10
0
a lo largo de
la vida (%)
último año (%)
psicológica sexual física
Tabla 1. Agresores en el último año
Agresor
v. psicológica v. sexual v. física
% % %
Pareja actual 9,38 50,00 8,89
Expareja 3,13 50,00 31,11
Padre 12,50 0,00 17,78
Madre 37,50 0,00 17,78
Hermano/a 25,00 0,00 15,56
Hijo/a 3,13 0,00 6,67
Padrastro/
madrastra
6,25 0,00 2,22
Otros 3,13 0,00 0,00
Tabla 2. Agresores a lo largo de la vida
Agresor
v. psicológica v. sexual v. física
% % %
Pareja actual 9,52 23,81 30,00
Expareja 25,40 47,62 10,00
Padre 17,46 0,00 0,00
Madre 25,40 0,00 20,00
Hermano/a 15,87 0,00 40,00
Hijo/a 1,59 0,00 0,00
Padrastro/
madrastra
0,00 4,76 0,00
Otros 4,76 23,81 0,00
14 N° 44, Año 2015
embargo la violencia sexual está mucho más presente en
la relación de pareja. En la gráfica 3 se observa la distri-
bución del tipo de violencia que está más presente en la
relación de pareja:
Cuando se relaciona el apoyo percibido y la violencia de
pareja en los últimos 12 meses se observa una relación
inversa a la observada en la violencia doméstica: las mu-
jeres que sufren más violencia en la relación de pareja
muestran una mayor percepción de apoyo que aquellas
mujeres que no sufren violencia en la pareja. La gráfica 4
ilustra esta relación:
Detección de la violencia doméstica y de pareja por los
profesionales La detección de casos de violencia consta-
tada entre los profesionales de los centros de rehabilita-
ción psicosocial donde se realizó el estudio ha sido la si-
guiente: - en violencia familiar: 71% de casos detectados
en violencia a lo largo de la vida y un 68% en violencia
en el último año. - en violencia de pareja: 80% de casos
detectados en violencia a lo largo de la vida y un 100%
de casos detectados en violencia en los últimos 12 meses.
Tanto en el ámbito doméstico como en el de pareja, la
violencia psicológica es la que presenta porcentajes más
altos de detección, seguida por la física y la sexual. La
gráfica 5 muestra dicha distribución:
Discusión
Los resultados del trabajo son todavía provisionales ya
que en estos momentos se está aumentando el tamaño de
la muestra e incluyendo a mujeres con trastorno mental
grave que no han sido derivadas a recursos específicos de
rehabilitación, por lo que en un futuro podremos llegar a
resultados más extensos y significativos.
Según los resultados de nuestro estudio, las cifras de vio-
lencia por parte de la pareja que sufren las mujeres con
trastorno mental grave son llamativamente más altas que
en población general. Los resultados obtenidos en un es-
tudio realizado en población general (2501 mujeres) con
el mismo instrumento que el usado por nosotros, mos-
traban que en los doce meses anteriores a la realización
de la encuesta, el 10,1% de las mujeres entre 18 y 70 años
habían sufrido algún tipo de violencia (psicológica, física
o sexual) por parte de su pareja o ex-pareja [14]
. Compa-
rando con los datos de nuestro estudio se puede observar
que las mujeres con un trastorno mental grave sufren 4
veces más violencia por parte de su pareja o ex-pareja que
las mujeres de la población general. Esta comparación
es meramente orientativa, ya que en población general
la encuesta se pasó telefónicamente. La comparación de
los resultados obtenidos de prevalencia de maltrato con
otros trabajos habría que hacerla con cautela ya que exis-
te gran heterogeneidad en las definiciones de maltrato y
en los instrumentos para usarla.
Gráfica 2. Relación entre apoyo social
percibido y violencia en el entorno familiar
100
80
60
40
20
0
apoyo normal (%) apoyo bajo (%)
sin violencia con violencia
86,4
68,0
13,6
32,0
Gráfica 3. Distribución del tipo de violencia
en la relación de pareja
0
10
20
30
40
50
60
70
a lo largo de la vida último año
68,4
42,1
52,6
31,5
10,5
21,1
psicológica sexual física
Gráfica 4. Relación entre apoyo percibido
y violencia de pareja
80
60
40
20
0
64
75
36
25
apoyo normal
sin violencia
apoyo bajo
con violencia
Gráfica 5. Detección de diferentes
tipos de violencia
92
38
80 80
28
59
pareja doméstica
psicológica sexual física
0
10
20
30
40
50
60
70
80
90
100
15N° 44, Año 2015
Aunque la muestra es pequeña debido al escaso porcen-
taje de mujeres con trastorno mental grave presentes en
dispositivos de rehabilitación que mantienen relaciones
de pareja, los resultados coinciden con las hipótesis de
las que partíamos. Es posible que la significación au-
mente cuando podamos incluir a las mujeres en trata-
miento en los Centros de Salud Mental no derivadas a
recursos de rehabilitación.
La violencia que más aparece en nuestra muestra es la
familiar y dentro de ella la psicológica. Hay que tener en
cuenta que gran parte de las mujeres de nuestro estudio
no habían tenido relaciones de pareja por lo que sólo pu-
dimos estudiar la violencia por parte de pareja en un es-
caso número de mujeres.
En cuanto a la capacidad de detección de los profesiona-
les que atendían a estas mujeres en dispositivos de reha-
bilitación (en un futuro también se incluirán los profesio-
nales de otros dispositivos) los datos nos muestran que
detectamos menos casos que los reales, sobre todo a lo
largo de la historia biográfica de la usuaria. No obstante,
detectamos llamativamente más que otros dispositivos
asistenciales: urgencias hospitalarias, atención primaria
o centros de salud mental. En algunos estudios se ha visto
que la detección por parte de los profesionales sanitarios
varía de un 10% a un 40% en atención primaria, un 17%
en ginecología y un 6% en medicina interna.[17]
Un estudio de Caralis[18]
realizado en consultas de Aten-
ción Primaria con una muestra de 406 mujeres, encontró
que un 40% de ellas había sufrido abuso físico en algún
momento de su vida y un 7% estaban sufriendo abuso
en ese momento. El personal sanitario sólo les había pre-
guntado datos sobre experiencia de haber sido abusada a
un 12% de la muestra. En aquellas en las que se detectó
abuso, en un 20% de los casos los médicos no hicieron
ningún comentario al respecto. Otra investigación rea-
lizada por McLeer[19]
en un departamento de urgencias
americano, encontró que al introducir un protocolo para
detectar malos tratos, la prevalencia de maltrato en las
mujeres atendidas, aumentó de un 5,6% a un 30%.
Por parte de especialistas de los servicios de salud mental
comunitaria la cifra varía entre un 29% y un 51,5%.[20]
Un estudio realizado en 477 mujeres que estaban sien-
do tratadas en centros de salud mental mostró que en
la anamnesis habitual sólo se detectó que había habido
abuso físico en algún momento de la relación en un 8,2%
de las mujeres atendidas mientras que tras incluir el ins-
trumento de detección, la prevalencia de abuso físico en-
contrada fue de un 28,1%.[21]
En relación con el apoyo social, los datos son similares a
los de las mujeres en población general en el caso de la
violencia familiar y se invierten en el caso de violencia de
pareja. Así, en el estudio ya citado realizado en población
general con una muestra de 2501 mujeres que usó el mis-
mo cuestionario de detección de violencia y de apoyo so-
cial que nosotros, se observó que las mujeres que sufrían
violencia tenían una percepción de apoyo social muy in-
ferior al de las mujeres que no la sufren[14]
Los resultados
obtenidos en nuestro estudio en relación a la relación in-
versa entre apoyo social percibido y ser víctima de vio-
lencia de pareja, nos crean algunas dudas. Así, pensamos
que estos hallazgos puedan tener sesgos relacionados con
el escaso tamaño muestral y con las dificultades en res-
ponder el cuestionario por parte de las usuarias.
Comoreflexionesfinalesdenuestroestudioparececlaroque
las usuarias con trastorno mental grave padecen cifras muy
elevadas de maltrato. Nos quedan tras este primer trabajo
muchos más interrogantes que respuestas, ¿la violencia tan
prevalente se debe al sexo o a la propia enfermedad mental?,
¿Qué ocurre en el caso de los hombres con trastorno mental
grave?, ¿Mejoran todas estas cifras en las usuarias derivadas
a nuestros dispositivos de rehabilitación?
En cualquier caso parece que son mujeres que sufren el
calvario del maltrato desde la familia, en muchas ocasio-
nes desde la infancia, la pareja, los profesionales y las ins-
tituciones. Y, además de todo ello, el maltrato que sufren
es mucho más invisible que el ya oculto de otras mujeres,
en ocasiones incluso justificado: “es que son locas”. Su
palabra y su dignidad no tienen valor ya no solo por ser
mujeres si no por tener un trastorno mental grave, ¿quién
cree a una paranoica, a una psicótica, a una esquizofréni-
ca?, ¿No generan ellas también mucho sufrimiento?, ¿No
son muchas veces ellas mismas peligrosas, violentas?,
¿Qué podemos ofertarles, no están mejor con su familia
o pareja aunque a veces sean maltratadas?, ¿Qué hacer
cuando lo detectamos?, ¿En qué lío nos podemos meter
si sacamos a la luz todo esto?, ¿Cómo proteger mejor a
nuestras usuarias?, ¿Cómo trabajar entre el intervencio-
nismo más peligroso -no hay residencias para la protec-
ción de mujeres con trastorno mental grave, por ejem-
plo- y la ceguera, alejamiento más cruel de neutralidad
maltratadora?, ¿Cómo visibilizar el problema?
Desde hace muchos años se ha visibilizado la violencia
que genera el enfermo mental, de hecho gran parte de las
políticas asistenciales se han diseñado teniendo en cuen-
ta este hecho.
Violencia en el seno de la familia y en el medio social.
No negamos de forma inocente o militante estos hechos
pero parece que a lo largo de la historia se ha confun-
dido al enfermo con el malvado y, en ocasiones y de
forma ambivalente, se nos presenta al malvado como
un enfermo. Ha sido para nosotros más llamativo en el
caso de las mujeres con enfermedad mental. Creemos
que en esta paradoja puede radicar una parte del núcleo
del problema. Por ello hemos querido mostrar parte de
la violencia que ejercemos sobre estas personas que so-
bre todo son víctimas sin juzgar por ello de forma su-
perficial y fácil a los maltratadores y consentidores de
estas situaciones donde en muchas ocasiones también
nos vemos como profesionales.
Como profesionales nos hemos ido preguntando a lo
largo de este trabajo la cantidad de veces que negamos,
aceptamos, ocultamos y toleramos estas situaciones, en
ocasiones centrándonos en los síntomas, en la enfer-
medad, utilizando eufemismos (¿el de alta expresividad
16 N° 44, Año 2015
emocional no sería uno?), identificándonos con el agre-
sor, minimizando, justificando… Pensamos que hacien-
do visible este otro prisma del mismo problema de la
violencia, abriendo la perspectiva es la única forma de
comenzar un camino de reflexión y mayor respeto y li-
bertad para las mujeres a las que intentamos ayudar■
Bibliografía
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tos sociales. III Macroencuesta de violencia sobre las
mujeres. Madrid: Instituto de la mujer 2006. Dispo-
nible en URL: http://www. inmujer.migualdad.es/
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2007; 16(4):471-480.
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16.	Bellón JA, Delgado A, Luna Y, Lardelli P. Validez y
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domestic violence and their attitude expectations re-
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1997 Nov; 90 (11): 1075-1080.
Rafael Romero Gamero
Silvia Poves Oñate
Nicolás Vucínovich
Norte de salud mental, 2013, vol. XI, nº 45
Se publica con autorización de su director
Dr. Iñaki Markez
imarkezalonso@gmail.com
Autores
17N° 44, Año 2015
Encontrar formas de diagnóstico confiables, rápidas y
precisas mejora el pronóstico frente a las enfermedades,
pues permite administrar a tiempo el tratamiento ade-
cuado. Por ello, un equipo de especialistas del Instituto
Venezolano de Investigaciones Científicas (Ivic) propuso
una nueva técnica para determinar la presencia del pará-
sito causante de la malaria, que en ocasiones es desaper-
cibido en otros estudios.
Las propiedades halladas en la proteína Pv–148 pudiesen
aportar mayor sensibilidad a las pruebas de diagnóstico
de la enfermedad, también conocida como paludismo,
contribuyendo a la identificación de nuevos casos. El es-
tudio fue realizado en colaboración con investigadores
del Instituto Jacques Monod de Francia.
“Usamos técnicas moleculares ya descritas anteriormen-
te, pero empleamos esta proteína como marcador porque
descubrimos que no tiene reacción cruzada con otros pa-
rásitos que afectan al ser humano. Esto nos permite de-
tectar a la especie responsable de la enfermedad”, explicó
la investigadora del Ivic, Mariana Hidalgo.
Investigaciones previas han determinado que Pv–148 es
una proteína proveniente del Plasmodium vivax, una de
las especies del parásito trasmitido al hombre a través de
la picadura de mosquitos infectados.
El efecto de la proteína propuesta ha sido evaluado en
muestras de sangre y suero recolectadas por el laborato-
rio de Inmunoparasitología del Ivic .En esta fase se inició
la estandarización de la técnica para posteriormente apli-
carla y probarla en las zonas nacionales endémicas del
paludismo como los estados Amazonas, Bolívar y Sucre.
“Presumimos que puede dar un resultado más preciso al
identificar casos positivos que no son detectados en otros
exámenes”, indicó Hidalgo.
P. vivax es causante del 69% de los casos de malaria regis-
trados en el país, según se indicó en el seminario “Malaria
en Venezuela: Retos y expectativas de control,” dictado
en el Ivic. Las particularidades de esta especie dificultan
el control de la enfermedad, debido a que ocupa una am-
plia cobertura geográfica y es capaz de transmitirse aún
antes de presentar los síntomas característicos.
Controlar y descartar
La malaria se caracteriza por un cuadro febril agudo
que puede estar acompañado de otros síntomas como
el dolor de cabeza, vómitos y escalofríos, aunque en
ocasiones puede presentarse de forma asintomática. Esta
enfermedad es producto de la infección con parásitos
que afectan al ser humano tras la picada de mosquito
Anopheles infectado por el Plasmodium. Según datos
suministrados por la Organización Mundial de la Salud
(OMS), en 2013 se produjeron 198 millones de casos de
paludismo en el planeta. Se estima que alrededor de la
mitad de la población mundial habita en zonas de riesgo
para esta patología. Aunque es prevenible y curable, la
enfermedad puede ser potencialmente mortal si no se
administra el tratamiento de forma oportuna.
Existen cuatro tipos de parásitos que causan la malaria en
el ser humano. De ellos, el más severo es Plasmodium fal-
ciparum, capaz de generar complicaciones como anemia,
fallas renales y edema pulmonar. P. vivax, especie con
mayor distribución en territorio nacional, no está asocia-
da a problemas de salud tan severas. Sin embargo, puede
también ocasionar deterioro en las funciones del riñón.
La malaria sigue reportando casos en el país. Detenerla
requiere principalmente del control del vector, mosquito
transmisor, a través del uso de insecticidas especializados
y que no hayan reportado resistencia en los insectos, se
indicó en el seminario. Igualmente es necesario iniciar
una fase de búsqueda activa de casos en las zonas endé-
micas, aplicando técnicas de diagnóstico rápido y eficien-
te que permitan la aplicación de una terapia combinada a
las personas infectadas.
“La estrategia requiere de la reducción de la prevalencia
del parásito. Una vez que esta sea baja es crucial mante-
ner el estado de vigilancia del mismo y la continua bús-
queda de casos”, determinó la investigadora■
Identifican proteína con mayor sensibilidad
para el diagnóstico de la malaria
Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas
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  • 1. La salud es definida por la Organización Mundial de la Salud como “el caso de completo bienestar físico, mental y social” y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades.(5) El trabajo(1) puede considerarse una fuente de salud por- que con él se consiguen resultados positivos y favorables para el individuo, tales como desarrollar una actividad física y mental que revitaliza el organismo al mantenerlo activo y despierto; se pueden adquirir bienes necesarios para la manutención y un adecuado bienestar social que a su vez multiplica los beneficios como cooperación frente a necesidades básicas, apoyo emocional, desarrollo afectivo. Sin embargo el trabajo también puede causar daño a la salud por la combinación de diversos factores y meca- nismos, ya que las condiciones sociales y materiales en que se realiza pueden afectar a las personas en forma negativa, como son los accidentes del trabajo y las en- fermedades profesionales. Ahora bien, a raíz de esta simbiosis trabajo-salud, se origina la especialidad Salud Ocupacional o laboral. Aplicando la definición acordada por la OMS al campo del trabajo, la salud laboral(12) se preocupa de la bús- queda del máximo bienestar posible en el trabajo, tanto en su realización como en las consecuencias de éste, en todos los planos, físico, mental y social.(10) Esto lo hace a través de un conjunto de actividades multidisciplinarias(9) (Seguridad Industrial, Higiene In- dustrial, Medicina del Trabajo, entre otras) orientadas a la promoción, prevención, educación, vigilancia y re- habilitación de los trabajadores, para ubicarlos en un ambiente apto de trabajo de acuerdo a sus condiciones fisiológicas,psicológicas y sociales. Es decir que la Salud Ocupacional o laboral se apoya y absorbe acciones de cada una de las entidades relacionadas para poder apli- carlas en el trabajador y su entorno, con el fin de garan- tizar su bienestar biopsicosocial al momento de laborar. Dentro de sus objetivos se pueden mencionar: prevenir, detectar precozmente y vigilar las enfermedades genera- les y profesionales; proteger a los trabajadores de los ries- gos a su salud presentes en el ambiente laboral donde se desempeñan; establecer condiciones del medio ambiente adaptadas a sus condiciones y capacidades físicas y psi- cológicas, entre otras. Figura N° 1.- Fuente: Sistema de gestión basado en la norma OHSAS 8001:2007. Seguridad y Salud en el Trabajo. Salud ocupacional 2015 Si bien es cierto que, de acuerdo al sistema de gestión basado en la norma OHSAS 18001:2007,(13) en la Salud Ocupacional se resaltan como apoyos primordiales la seguridad industrial, higiene industrial y la medicina del trabajo, con soporte del control del medio ambien- te y las leyes que lo amparan, (figura N° 1) también hay que destacar como esencial a la psicología laboral, ya que ella se enfoca en el análisis, evaluación de habi- lidades y aptitudes, y orientación del personal dentro de las organizaciones publicas y/o privadas. Correlación de la pirámide de Maslow con la Salud Ocupacional Salud Ocupacional Justicia Higiene Industrial Seguridad Industrial Medicina del trabajo Medio Ambiente Distribución por suscripción ISBN: PPI201402DC4571 WWW.BOTICA.COM.VE ISSN: 2443-4388 Edición número 44 / Año 2015
  • 2. 2 N° 44, Año 2015 Por lo tanto se evalúa al trabajador en su totalidad, llamada El Ente de Salud Ocupacional: En El Ente de la Salud Ocupacional cada disciplina aporta sus actividades, las cuales se pueden nombrar: Disciplinas Aportes a la Salud Ocupacional PSICOLOGÍA LABORAL Conocer, describir, evaluar y diagnos- ticar diferentes aspectos de la conducta humana en relación con su actividad laboral, de la organización, como su estructura, clima, cultura, sus sistemas sociales y sus procesos.(2) MEDICINA DEL TRABAJO Estudia los medios preventivos para conseguir el más alto grado posible de bienestar físico, psíquico y social de los trabajadores, en relación con la ca- pacidad de estos, así como promueve los medios para el diagnóstico, trata- miento, adaptación, rehabilitación y calificación de la patología producida o condicionada por el trabajo.(10) SEGURIDAD LABORAL Se encarga de minimizar los riesgos en el entorno y actividad laboral del individuo.(3) HIGIENE INDUSTRIAL Controlar los factores ambientales que pueden afectar la salud en el ámbito de trabajo.(4) Maslow(11) considera que las necesidades del individuo están jerarquizadas en una pirámide de 5 niveles, donde las necesidades superiores no surgen hasta que no se cubren necesidades de niveles inferiores. De esta manera, la Salud Ocupacional en cada individuo debe controlar desde su estado fisiológico con sus necesidades básicas hasta lograr en lo posible el equilibrio con el resto de las necesidades, es decir, el control biopsicosocial. Si relacionamos la Salud Ocupacional con la jerarquización de las necesidades en la pirámide de Maslow tendríamos: • Las Necesidades Sociales (vivencia específica de va- lores, visión y misión, formar parte de diferentes gru- pos, realizar actividades que les unan en propósito, sea en lo laboral o en lo familiar), de Estima (el re- conocer a las personas positivamente, no solo estar presentes para la corrección) y de Autorealización (decidir sobre sus vidas, controlar sus actividades, confianza, autonomía), estarían controladas por los elementos aportados por la Psicología Laboral. • Las Necesidades de Seguridad (disminuir los riesgos, protecciónmínimarequerida,salariosjustos)estarían controladas por los aportes de la Seguridad e Higiene Laboral o Industrial. • Necesidades Fisiológicas Básicas en control con Medi- cina del Trabajo, quien se encarga de prevención, diag- nóstico, tratamiento y rehabilitación de los individuos, es decir, mantener el equilibrio biopsicosocial. En la Figura N° 3, llamada relación de la pirámide de Maslow con Salud Ocupacional, se visualiza la expli- cación anterior. Hay que aclarar que las actividades de cada peldaño se interrelacionan entre sí y, por ende, las Medicina del Trabajo SeguridadLaboral HigieneIndustrial Otros Psicología Laboral OCUPACIONAL SALUD Figura N° 2.- El Ente de Salud Ocupacional (Fuente: propia)
  • 3. 3N° 44, Año 2015 disciplinas implicadas también, sin restarles importan- cia a otras especialidades que igualmente apoyan a la Salud Ocupacional. La Salud ocupacional es una especialidad que trata de cu- brir con sus actividades multidisciplinarias el control de las necesidades de cada individuo no solo al realizar sus acti- vidades laborales, sino también su integridad como ser hu- mano. Con esta relación hay que darle mayor importancia, dentro de la Salud ocupacional, de las enfermedades psico- somáticas, ya que hoy en día con el alto costo de la vida, las múltiples exigencias laborales, entre otras, se acrecientan el ausentismo, el stress laboral y los trastornos psicológicos■ Bibliografía 1. Bencomo, Novia. LA SEGURIDAD EN EL PUESTO DE TRABAJO. 2 ¿QUÉ ES EL PUESTO DE TRABAJO? El es- pacio que ocupa un trabajador en una empresa, oficina, institución o entidad. http://slideplayer.es/slide/1055709/ 2. Bysmeza. Psicología Laboral y sus funciones 30/09/2012. Blog. Millenium http://www.1ksoft.com/2012/09/30/psi- cologia-laboral-y-sus-funciones 3. Definición de higiene industrial-Qué es, Significado y Concepto http://definicion.de/higiene-industrial/#ixzz- 3dGXkvT71 4. Definición de seguridad industrial-Qué es, Significa- do y Concepto http://definicion.de/seguridad-indus- trial/#ixzz3dGXP8C00 5. ES WIKIPEDIA. Seguridad y salud laboral 2015 es.wiki- pedia.org/wiki/Seguridad y salud laboral 6. Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo, 1990 Condiciones de trabajo y salud (Barcelona,INSHT), 2ª edición 7. Martínez Cortés, F. 1988 (coord.) La salud en el trabajo (México, Novum Corporativo S.A.). OIT, 1998 Enciclope- dia de salud y seguridad en el trabajo (España, OIT-INS- HT), 3ª edición. UCYMAT-Dirección del Trabajo, 2001 Problemas actuales en salud de los trabajadores (Santiago, LOM. Ediciones) 8. OIT, 1998. Enciclopedia de salud y seguridad en el trabajo (España, OIT-INSHT), 3ª edición. 9. Parra, Héctor. Enfoque Ocupacional. Red Educación Per- manente en Ergonomía, Seguridad y salud. Marzo 2013. Valencia,Venezuela 10. PARRA, Manuel. CONCEPTOS BÁSICOS DE SALUD LA- BORAL, OIT, SANTIAGO DE CHILE 2003. ww.bvsst.org. ve/documentos/portada/LDD153/conceptos_basicos.pdf 11. Psicología positiva aplicada. Motivación según Abrahan Maslow. Pirámide de Necesidades. Marzo. 2014.www.en- riquecetepsicologia.com 12. SALUDEMIA. Salud laboral - En Profundidad - Factores laborales susceptibles trastornos psicológicos http://www. saludemia.com/-/vida-saludable-salud-laboral-en-pro- fundidad-factores-laborales-susceptibles-trastornos-psi- cologicos 13. Sistema de Gestión basado en la norma Norma OHSAS 18001: 2007 Dra. Nadya Durán nadyaza19@yahoo.com Autora SaludOcupacional Psicología Laboral Seguridad Laboral Higiene Industrial Medicina del Trabajo Autorealización Necesidades Sociales Necesidades de Seguridad Necesidades de Fisiológicas Básicas Necesidades deEstima (EGO) Figura N° 3.- Relación de la Pirámide de Maslow con Salud Ocupacional (Fuente: propia)
  • 4. 4 N° 44, Año 2015 ESTIMADA MAYO CLINIC: Me diagnosticaron cirrosis biliar primaria hace tres me- ses. Pese a que todavía no presento ningún síntoma, qui- siera saber a qué debería prestar atención. ¿Puedo hacer algo para que la enfermedad avance más lento? RESPUESTA: Su situación es común, puesto que la mayoría de personas diagnosticadas con cirrosis biliar primaria en primeras etapas no presenta síntomas. En realidad, muchos no los presentan durante años. Existe un medicamento capaz de lentificar el avance de la enfermedad, lo que disminuye la posibilidad de desarrollar síntomas pronto. La cirrosis biliar primaria es una enfermedad en la que se dañan los conductos biliares del hígado. La bilis es un líquido producido por el hígado que desempeña una fun- ción en la digestión de los alimentos y ayuda al cuerpo a deshacerse de glóbulos rojos desgastados, colesterol y to- xinas. Cuando los conductos biliares no funcionan como es debido, pueden acumularse sustancias nocivas en el hígado y con el tiempo, eso puede conducir a la fibrosis irreversible del tejido hepático. La cirrosis biliar primaria afecta principalmente a las mu- jeres cincuentonas. Las causas de la enfermedad no son claras y cuando se encuentra en las primeras etapas, la ma- yoría de personas ni siquiera sabe que la padece. Muchos descubren que tienen cirrosis biliar primaria a través de los resultados de un análisis de sangre, realizado por otras razones, que muestran los niveles de las enzimas hepáticas muy por encima de lo normal. El diagnóstico normalmen- te se confirma con otros análisis de sangre. La cirrosis biliar primaria es una enfermedad que avanza lento y que, a menudo, puede lentificarse aún más con el medicamento llamado ácido ursodesoxicólico (UDCA, por sus siglas en inglés). Los estudios plantean que cuan- do se empieza con el ácido ursodesoxicólico en las pri- meras etapas de la enfermedad, la esperanza de vida se extiende hasta el mismo punto que lo haría si no hubiese la cirrosis biliar primaria. Este medicamento es todo lo que la mayoría de personas con cirrosis biliar primaria necesita para posponer considerablemente los síntomas de la enfermedad. No obstante y pese al ácido ursodesoxicólico, los sínto- mas de la cirrosis biliar primaria igual pueden termi- nar desarrollándose. Los síntomas más comunes son de cansancio, debilidad y comezón en la piel. Los síntomas menos comunes y que normalmente aparecen después de que la enfermedad avanza considerablemente inclu- yen ictericia, dolor de huesos, músculos y articulaciones, acumulación de líquido, debilidad o fragilidad en los huesos, así como sequedad de la boca y ojos, entre otros. Estos síntomas pueden controlarse con una variedad de terapias disponibles. En un pequeño grupo de personas, el ácido ursodesoxicólico no logra lentificar el avance de la enfermedad y la cirrosis biliar primaria termina conduciendo a la insuficiencia hepática. En esos casos, la única alternativa de tratamiento suele ser el trasplante de hígado. Afortunadamente, los trasplantes para las personas con cirrosis biliar primaria ahora son mucho menos comunes que antes de que estuviese disponible el ácido ursodesoxicólico. Actualmente se llevan a cabo investigaciones para descubrir otras opciones de tratamiento para las personas que no responden al ácido ursodesoxicólico. A pesar de ser raro, algunas personas que sufren el tras- torno tienen antecedentes familiares de cirrosis biliar primaria. Por ello, sería importante que las mujeres de su familia inmediata (madre, hermanas e hijas) supieran sobre su diagnóstico de cirrosis biliar primaria, especial- mente si son de mediana edad. En caso de que los resul- tados de los análisis de sangre mostraran elevación de las enzimas hepáticas en ellas, entonces lo mejor sería reali- zarles los exámenes para cirrosis biliar primaria. Medicamento puede lentificar el avance de la cirrosis biliar primaria
  • 5. 5N° 44, Año 2015 A medida que usted considere cómo controlar la cirrosis biliar primaria con el transcurso del tiempo, consulte al médico respecto al ácido ursodesoxicólico, si todavía no lo ha hecho. Además, programe un horario de visitas de se- guimiento médico porque las revisiones y análisis de san- gre periódicos permitirán al médico controlar su función hepática y saber con cuánta rapidez avanza la cirrosis biliar primaria. Si en algún momento usted observa un síntoma nuevo o raro, comuníquese con el médico de inmediato■ Dr. Konstantinos Lazaridis, Gastroenterología y Hepatolo- gía de Mayo Clinic en Rochester, Minnesota Información Clínica Mayo Jacksonville, Florida, USA intl.mcj@mayo.edu Directora: Lic. Eva Godoy evagodoy@gmail.com Depósito legal: pp200702DC3285 Av. Andrés Bello con Av. Buenos Aires Edificio Kontiki PH, Los Caobos, Caracas, Venezuela 1050 Teléfono: 0212- 833 3770 godoyeditor@gmail.com Ediciones anteriores en: www.botica.com.ve Representante para Argentina: artereal19@gmail.com 0221 156211573 La Plata
  • 6. 6 N° 44, Año 2015 El envejecimiento progresivo de la población plantea un importante problema socio-sanitario, ya que la alta preva- lencia de las enfermedades crónicas condiciona un eleva- do consumo de medicamentos y ello puede conllevar la aparición de efectos adversos, interacciones, errores y falta de cumplimiento. Se estima que las admisiones en hospitales a causa de efectos adversos en pacientes ancianos es de alrededor del 17%1 . La farmacoterapia en la tercera edad merece diversas consideraciones especiales basadas en los aspectos bioló- gicos propios del organismo envejecido, y por ende frá- gil, y en las concepciones psicológicas de esta edad. Es preciso destacar que el 80% de los ancianos padece de unaovariasenfermedadescrónicas y el 36% puede padecer más de tres situaciones que hacen imprescindible el uso de fármacos para controlar metabólica o hemodinámicamente su trastorno o para lograr analgesia cuando las medidas loca- les no lo han logrado2 . En el ámbito ambulatorio, el 85-90% de los ancianos toma como mínimo un medicamento, con una media que oscila entre 3 y 4, y en residencias de cuidados míni- mos este número se incrementa a 4-8 fármacos. De todos es sabida la frecuencia y magnitud de reacciones adversas que aparecen cuando se mezclan medicamen- tos. Algunas de ellas conducen a malestares de extrema importancia en la vejez como los vértigos, inestabilidad para la marcha, somnolencia y confusión que quebrantan la funcionalidad biológica, psicológica y social. Los efectos de un fármaco en el organismo dependen de las acciones de éste sobre el medicamento (farmacoci- nética) y de las acciones del fármaco sobre el organismo (farmacodinamia). Con el envejecimiento, ambas ver- tientes de la farmacología pueden verse modificadas y, en general, debido a estos cambios, los medicamentos en los ancianos presentan una mayor duración de su actividad y un incremento en la incidencia de efectos adversos. La “polimedicación” es uno de los problemas capital es de la geriatría pues es una de las situaciones más frecuentes, con suficientes implicaciones relacionadas con la morbilidad y la mortalidad en la tercera edad3 . El 85% de los pacientes ancianos se administra su propia medicación, por lo que el médico debe tener en cuenta todos los factores que puedan influir en el cumplimiento del tratamiento. La causa más frecuente de utilización inapropiada de fár- macos en los pacientes ancianos es la pérdida de memo- ria. Otras alteraciones que pueden influir en la toma de la medicación son: pérdida de visión (esencial para leer los prospectos o el nombre de los fármacos), defectos sen- soriales en las manos que afectan a la destreza manual e impiden abrir los envases, y pérdida de audición, lo que supone que no se comprendan bien las instrucciones para la toma de la medicación. Otra condición que favorece la polimedicación es la au- tomedicación. Un alto número de ancianos no considera los medicamentos de venta libre como fármacos y, por lo tanto, no menciona su uso al médico. Se ha estimado que el 40% de los ancianos toma una o más de estas medica- ciones al día. Otra problemática adicional es la prescripción por varios médicos, pues a veces el anciano es atendido por más de uno. La paradoja del desarrollo científico-técnico con grandes avances en el campo de la medicina, contrasta con la sensible y progresiva deshumanización de la aten- ción al hombre enfermo, que resulta más negativa y con- tradictoria en el ámbito de la geriatría y la gerontología4 . Los adultos mayores, con enfermedades múltiples, deben ser atendidos, siempre que sea posible, por un solo pro- fesional suficientemente capacitado para que pueda abar- car con la mayor integralidad un organismo que sufre por varias dolencias, muchas de las cuales a veces se alivian o eliminan con un análisis minucioso del problema y su- gerencias no farmacológicas como su cambio de estilo de vida, variaciones en las concepciones nutricionales o in- corporación de actividades físicas o rehabilitadoras. Esta política de fármacos debe volcarse hacia la comunidad y a sus médicos de familia y/o geriatras, que son los que con mayor frecuencia atienden a este tipo de pacientes5 . En general se ha observado que la polimedicación en la tercera edad es más frecuente en el sexo femenino, con una media de 5 fármacos consumidos frente a un prome- dio de 4 en el caso de los hombres. Dentro de las enfermedades, las cardiovasculares son las más relacionadas con la polifarmacia. Por lo general, los grupos de medicamentos más consumidos son los fármacos para la insuficiencia cardíaca, seguidos por: diuréticos, laxantes, broncodilatadores, hipotensores, hipoglicemiantes, antiulcerosos y antiinflamatorios no esteroideos (AINEs). En los pacientes de edades com- prendidas entre los 70 y 85 años, los AINEs son los fár- macos más consumidos (100% en las mujeres y 100% en los hombres, p < 0.01)6 . Para poder evitar la polimedicación, en primer lugar debe establecerse la idoneidad del tratamiento y restrin- gir al máximo en la medida de lo posible el número de Polimedicación en la tercera edad
  • 7. 7N° 44, Año 2015 medicamentos a consumir, así como revisar periódica- mente la medicación prescrita. También deben considerarse las alternativas no farma- cológicas o la opción de fármacos menos tóxicos y más seguros. Para ello trabaja la industria farmacéutica. En concreto, en el caso de la artrosis, hoy en día se empieza a prescindir de la terapia convencional con antiinflama- torios y analgésicos, que están siendo sustituidos por fár- macos más seguros como el condroitín sulfato, el sulfato de glucosamina o el ácido hialurónico. Estos nuevos fár- macos presentan un inicio del efecto más lento que la te- rapia convencional aunque eventual mente alcanzan una eficacia equivalente a la de los antiinflamatorios y de ma- yor duración, con una toxicidad nula o casi inexistente. También es importante para la industria invertir en la investigación de nuevas formas farmacéuticas que favo- rezcan la posología en ancianos, dando prioridad a las presentaciones líquidas. También puede ser de ayuda el establecer unas pautas simples y cómodas que faciliten la administración, por ejemplo asociar su administración con alguna actividad (comida) o hábito (acostarse) diario que refuerce la memoria del paciente. Asimismo, es pre- ferible la administración de una única dosis al día, para evitar olvidar alguna toma. En general, se acepta que las dosis en ancianos deben ser menores que en adultos. El ajuste posológico debe ser cui- dadoso, comenzando con dosis pequeñas para posterior- mente ir aumentándolas según la respuesta observada. A veces puede ser necesaria la colaboración de un res- ponsable familiar, vecino o amigo que le ayude. En caso de no disponer de nadie deberá considerarse la ayuda de personal sanitario. En general, ante un paciente anciano, siempre hay que intentar que tome el menor número de medicamentos, prescribir formas farmacéuticas bien toleradas y con pautas simples, ajustar la dosis e informar oportunamen- te al paciente o a los familiares sobre el uso correcto y la importancia de no automedicarse (Tabla 1)1 . Tabla1.Normasdeprescripciónenpacientesgeriátricos 1. Disminuir al mínimo el número de medicamentos • Revisar otros tratamientos • Valorar la necesidad de nuevos fármacos 2. Considerar alternativas • No farmacológicas • Fármacos menos tóxicos • Formas farmacéuticas mejor toleradas • Pautas simples y cómodas 3. Ajustar la dosis • Disminuir dosis (en ocasiones) • Empezar por dosis bajas e incrementar 4. Educar al paciente o algún familiar 5. Revisar regularmente la necesidad de tratamiento La ciencia de la farmacoterapia en la tercera edad no es sólo prescribir medicamentos, sino seleccionar el mejor medicamento, el más efectivo y con menos reacciones adversas, a la menor dosis efectiva, utilizando la forma farmacéutica más compatible para ancianos, con los in- tervalos óptimos y que se ajuste a las exigencias biológi- cas, teniendo en cuenta las eventualidades psicológicas, emocionales, sociales y económicas de cada paciente7 ■ Bibliografía 1. Laredo LM et al. Utilización de fármacos en geriatría. In: Velásquez. Farmacología Básica y Clínica. Edito- rial Médica Panamericana; 2005:1115-1123. 2. Vargas Castrillón E, Moreno González A. Anciano y Fármacos Medicine 1991; 87:3365-71. 3. Gusney M, Tallis R. Prescription of contraindicated and lnteracting drugs in elderly patients admitted to Hospital. Lancet 1984; 2:564-7. 4. Castillo Fernando J R, Romero González M. La Tera- péutica Fa rmacológica en Geriatría. Editorial SAN DOZ; 1988:139-43. 5. Colección Farmitalia Carlos Erba de Diagnóstico y Tratamiento. Geriatría Tomo 1, Barcelona Editorial Geriátrica; 1988:64-70. 6. Fernández N, et al. Polifarmacia en el anciano. Acta Médica 2002; 10(1). 7. Salgado A, Guillén F. Manual de Geriatría. Ediciones Científico y Técnicas SA; 1994:539-43. Maritza Quintero Nathaly Quintero Ingrid Moller Josep Vergés Revista Archivos de Reumatología Vol 13-N°1-2008 Se publica con autorización de la Sociedad Venezolana de Reumatología venreuma@gmail.com Autores
  • 8. 8 N° 44, Año 2015 Anualmente 250000 mujeres en el mundo son diag- nosticadas con cáncer de ovario. Para la doctora Jamie Bakkum-Gamez del Departamento de Obstetricia y Gi- necología de Mayo Clinic en Minnesota, Estados Unidos, conocer si existe una mutación genética podría ayudar a otros miembros de la familia, tanto mujeres como hom- bres, a determinar su riesgo de desarrollar ciertos tipos de cáncer. La doctora Bakkum-Gamez nos aclara algunas dudas acerca de la enfermedad. El cáncer de ovario es diagnosticado anualmente en cerca de un cuarto de millón de mujeres a nivel mun- dial. ¿Qué nos podría decir acerca de esto? En Estados Unidos, 1 de cada 72 mujeres desarrollará cáncer de ovario en su vida. Cerca del 75% de los cánce- res de ovario son diagnosticados en una etapa avanzada (etapa III o IV). El tratamiento es una combinación de ci- rugía para extirpar todo el cáncer que sea posible, segui- do de quimioterapia. En algunos casos, la quimioterapia puede ser administrada primero, seguido por cirugía y quimioterapia adicional. En aproximadamente el 95% de las mujeres diagnosticadas con cáncer de ovario, es reco- mendable el tratamiento con quimioterapia como parte de la terapia contra el cáncer. La quimioterapia no es re- comendable sólo en un pequeño porcentaje de mujeres: aquellas que son diagnosticadas con un cáncer de ovario etapa I de lento crecimiento. ¿El cáncer de ovario presenta síntomas? Cuando esos sín- tomas están presentes, ¿es muy tarde para el tratamiento? El cáncer de ovario tiene síntomas, aunque generalmente son vagos incluso en el contexto de la etapa avanzada del cáncer (etapa III y IV). Estos síntomas también pueden estar presentes en la etapa temprana del cáncer de ovario. Los 4 síntomas más comunes son: 1) hinchazón abdomi- nal o distensión, 2) dolor abdominal o pélvico, 3) sentirse satisfecha rápidamente al comer (saciedad prematura), y 4) cambios de la vejiga o el intestino. Si estos síntomas ocurren diariamente por 2 ó 3 semanas, una mujer debe- ría ver a su doctor para una evaluación. Incluso en el con- texto de un cáncer de ovario etapa III o IV, el tratamiento con cirugía y quimioterapia puede ser curativo. ¿Cuántos tipos de cáncer de ovario existen y cuál es el más agresivo? Hay tres orígenes principales para el cáncer de ovario, sea desde el interior del ovario o del entorno a su alrededor: el estroma (parte interna de sostén que mantiene unido al ovario), las células germinales (células que rodean los óvulos del ovario), y el epitelio (revestimiento exterior del ovario que también se encuentran en el interior y ex- terior de la vecina trompa de Falopio). Los cánceres estromales tienden a ser de lento creci- miento y la mayoría son tratados con cirugía solamente. Los cánceres de las células germinales se presentan más a menudo en mujeres jóvenes y niñas, y cuando están en etapa temprana se pueden tratar sólo con cirugía. Estos cánceres son también muy sensitivos a la quimioterapia y a la radiación, por lo que los cánceres de células ger- minales en etapa avanzada todavía pueden ser curables con estos tratamientos a menudo. El cáncer de ovario más común (95% de todos los cánceres de ovario apro- ximadamente) es el cáncer de ovario epitelial y tiene 4 subtipos histológicos: seroso, endometrioide, de células claras y mucinoso. El subtipo más común es el seroso (75% de todos los cánceres epiteliales aproximadamente) y se presenta con mayor frecuencia en las etapas avanzadas (III o IV). Este subtipo es muy sensible a la quimioterapia. La investiga- ción ha demostrado que puede en realidad surgir de la mucosa de la vecina trompa de Falopio. Como tratamos el cáncer de ovario y el de las trompas de Falopio con la misma cirugía y quimioterapia, este descubrimiento no cambia necesariamente el tratamiento. Los cánceres endometrioides tienden a ser de más len- to crecimiento que los cánceres serosos y también sue- len ser diagnosticados con mayor frecuencia en etapas tempranas. Los cánceres de células claras también son diagnosticados con mayor frecuencia en etapas tempra- nas, pero tienden a ser más resistentes a la quimioterapia. Es importante evaluar si existe una fuente gastrointesti- nal como cáncer primario en las mujeres diagnosticadas con cáncer de ovario mucinoso, ya que algunos de estos cánceres son en realidad metástasis del apéndice, colon, estómago u otra parte del tracto gastrointestinal. ¿Cuál es el mejor camino para detectarlo a tiempo? ¿Aumenta la supervivencia con un diagnóstico tem- prano? ¿Por qué? En la actualidad no tenemos un examen de detección para elcáncerdeovario.Loscánceresenetapatempranapueden tener síntomas vagos, como mencioné anteriormente, y si estos síntomas están presentes diariamente o casi a diario por cerca de 2-3 semanas, la mujer debería ser evaluada por su doctor. Esta es nuestra mejor manera de detección, por ahora, en la población femenina en general. El Grupo de Trabajo de Servicios Preventivos de Estados Unidos (USPSTF, por sus siglas en inglés) no recomienda que se detecte el cáncer de ovario en la población femenina en general. En el Reino Unido están realizándose estudios clínicos para determinar la utilidad de la combinación de un examen de sangre con la ecografía, tanto en mujeres A todas las mujeres con cáncer de ovario se les debería ofrecer estudios genéticos
  • 9. 9N° 44, Año 2015 con alto riesgo (debido a una mutación genética como BRCA1 o BRCA2 o fuertes antecedentes de cáncer de ovario o de mama en la familia) como en la población femenina general. Los resultados de este estudio se esperan para este año o el 2016. En efecto, el diagnóstico en una etapa temprana mejora la sobrevivencia. El cáncer de ovario en etapa I está confinado al ovario, y el que se encuentra en etapa II indica que sólo se ha dispersado a estructuras vecinas como las trompas de Falopio, el útero o el revestimiento de la pelvis adyacente al ovario. Estos cánceres tempranos tienen una probabilidad más alta, entre todos los cánceres visibles y palpables, de que el cáncer sea extirpado con la cirugía, y mientras menos cáncer queda, más efectiva es la quimioterapia. Las mujeres, en general, temen a las mamografías y al examen de Papanicolaou. Las campañas para preven- ción del cáncer no incluyen ecografía transvaginal. ¿Sobre qué podemos enfatizar para promover la pre- vención del cáncer de ovario? La ecografía transvaginal no ha mostrado ser efectiva en la detección temprana del cáncer de ovario y tampoco ha mostrado mejorar la sobrevivencia de cáncer de ovario. Como mencioné antes, estar alerta a los síntomas asocia- dos con el cáncer de ovario y ser evaluada por su médico si estos síntomas persisten por 2 o 3 semanas es el mejor medio de detección que tenemos actualmente. Entre las mujeres que tienen alto riego de cáncer de ovario (fuer- tes antecedentes familiares de cáncer de ovario y mama o heredaron un gen asociado con cáncer de ovario como BRCA1 o BRCA2 u otros), la Red Nacional Integral del Cáncer (NCCN, por sus siglas en inglés) recomienda la vigilancia (aún no considerada un examen de detección) con exámenes de sangre CA‑125 cada 6 meses y ecografía transvaginal hasta que termine la edad reproductiva. La cirugía para reducir el riesgo mediante la extirpación de los ovarios y las trompas de Falopio ha demostrado que disminuye los fallecimientos por cáncer de ovario por- que lo previene en este grupo de mujeres de alto riesgo. Es importante destacar que esto es sólo para las muje- res consideradas con alto riesgo de desarrollar cáncer de ovario. Quizás uno de los aspectos más importantes de la concientización sobre el cáncer de ovario es el enten- dimiento de los propios antecedentes familiares. Si hay parientes consanguíneos que tienen cáncer de ovario, mama y/o cáncer de próstata y/o melanomas en una fa- milia, se justifica una asesoría genética y considerar exá- menes genéticos. Tal como usted indica, un porcentaje de cáncer de ova- rio aumenta por los genes BRCA1 y BRCA2. ¿Se debe recomendar en estos casos la extirpación de los ovarios? Tal como comenté, tener la mutación del gen BRCA1 o BRCA2 aumenta el riesgo de una mujer de tener cáncer de ovario. Estos genes también aumentan el riesgo de cáncer de las trompas de Falopio. Cerca del 40% de las mujeres con la mutación del gen BRCA1 ya habrá de- sarrollado un cáncer de ovario a la edad de 70, en tanto que más del 11% de las mujeres con la mutación del gen BRCA2 ya lo habrá desarrollado a la misma edad. Ade- más, hay varios otros genes que han sido relacionados con el desarrollo de cáncer de ovario. Estos genes son he- redados y pueden ser transmitidos por la madre o el pa- dre, tanto a una hija como un hijo. Es así como, mujeres y hombres pueden ser portadores de los genes BRCA1 o BRCA2. Los hombres con esta mutación genética tie- nen más riesgo de cáncer de seno masculino, cáncer de próstata y otros cánceres ligados a esos genes. Entre las mujeres con mutación de los genes BRCA1 o BRCA2, re- comendamos la vigilancia, como mencioné antes, cada 6 meses con exámenes de sangre CA‑125 y ecografía trans- vaginal hasta que termine la edad reproductiva. Una vez que esto sucede, se recomienda la cirugía de extirpación de ovarios y trompas de Falopio para reducir el riesgo. Entre las mujeres con mutaciones del gen BRCA1, esto se recomienda entre los 35 y 40 años; entre las que tienen mutaciones del gen BRCA2, se recomienda realizarla en- tre los 40 y 45. ¿Hay algo importante respecto al tema que a usted le gustaría agregar? Cerca del 20% de los cánceres de ovario son secundarios a una mutación genética heredada (BRCA1, BRCA2, u otros genes asociados). Todas las mujeres diagnosticadas con cáncer de ovario deberían ver a un consejero genético o a un genetista y se les debería ofrecer pruebas genéticas. Conocer si existe una mutación genética podría ayudar a otros miembros de la familia, tanto mujeres como hom- bres, a determinar su riesgo de desarrollar ciertos tipos de cáncer. Además, puede ser de utilidad para las mujeres con cáncer de ovario comprender si están en riesgo de otros cánceres, como el de mama; y saber si la mutación BRCA está presente en una mujer con cáncer de ovario, puede también ayudar a diseñar su tratamiento, ya que existen fármacos para quimioterapia que apuntan espe- cíficamente a las vías del gen BRCA■ Información Clínica Mayo Jacksonville, Florida, USA intl.mcj@mayo.edu
  • 10. 10 N° 44, Año 2015 Introducción En los últimos años han aumentado los estudios de pre- valencia de violencia contra las mujeres por parte de sus parejas, tanto en población general como en la atendi- da en servicios sanitarios. Así, por ejemplo, en nuestro medio la primera macroencuesta sobre violencia familiar llevada a cabo por el Instituto de la Mujer en el año 2000, estimó que el 3,4% de las mujeres madrileñas cumplían los requisitos técnicos para ser consideradas víctimas de maltrato por parte de la pareja o ex-pareja. El 4,7% de las encuestadas se definió a sí misma como maltratada y algo más del 70% de ellas refirió encontrarse en esa situación desde hace más de 5 años.[1] En otro estudio realizado en 1402 mujeres que acudieron a consultas de Atención Primaria se observó que 32% del total de mujeres de la muestra tuvo algún tipo de maltra- to a lo largo de su vida. El 52% de las mujeres que refirie- ron los 3 tipos de maltrato (físico, emocional y sexual) lo habían sufrido durante más de 5 años.[2] También se han publicado bastantes trabajos sobre las consecuencias que en la salud mental de las mujeres produce la violencia de género[3] ; sin embargo, en el caso de mujeres con enfer- medad mental grave, los estudios han sido fragmentarios y escasos. Una revisión realizada por Friedman[4] sobre la bibliografía contenida en las principales bases de datos durante el periodo comprendido entre 1966 y 2004 refe- rida a violencia de pareja en enfermas mentales graves, sólo encontró 17 artículos que trataran específicamente el tema. Los resultados obtenidos en esta revisión mos- traron que este tipo de violencia es mayor en mujeres con enfermedad mental grave que en población general. Así, en Estados Unidos, la prevalencia de violencia física por parte de la pareja en población general se ha calculado comprendida entre el 9 y 30%, y la violación por la pareja entre un 7,7 y 8%, cifras muy inferiores a las obtenidas en población de mujeres con diagnóstico de enfermedad mental grave. Otra revisión de Goodman[5] sobre estudios de agresiones físicas y sexuales en mujeres con enfermedad mental gra- ve, mostró que entre un 51 y un 97% de las participantes había sufrido abuso físico y sexual y una proporción muy significativa múltiples actos de victimización. Carlile[6] informó en un estudio realizado con 152 mujeres casadas Violencia familiar y de pareja hacia las mujeres con trastorno mental grave Resumen El objetivo de esta investigación es estudiar la prevalencia y características de la violencia familiar y de pareja hacia mujeres con trastorno mental grave (TMG). La muestra estaba compuesta por 62 mujeres con TMG en atención en dos Centros de Rehabilitación Psicosocial (San Fer- nando de Henares y Alcalá de Henares). La prevalencia de la violencia en los doce meses previos a la entrevista fue del 40,3% y del 74,1% a lo largo de la vida. La for- ma de abuso más frecuente fue el psicológico seguido del físico y en último lugar el sexual. Las mujeres víctimas de abuso presentan apoyo social bajo. Los profesionales identifican entre el 80% y el 100% de los casos que son víctimas de abuso reciente. Esta investigación pone de manifiesto la magnitud de la violencia que sufren las mu- jeres con trastorno mental grave en el ámbito doméstico. Palabras clave: Violencia de pareja; Violencia familiar; Trastorno mental grave; Abuso, Esquizofrenia, Mujer. Abstract The aim of this research is study the prevalence and characteristics of family and intimate partner violence towards women with a severe mental illness (SMI). The sample consisted of 62 adult women with SMI treated in two Psychosocial Rehabilitation Center (San Ferna- do de Henares y Alcalá de Henares). The prevalence of violence in the twelve months preceding the interview was 40.3% and over the life of 74.1%. The most frequent form of abuse is psychological, followed by physical and then sexual. Women victims of abuse have a low social support. The professionals identified 80%-100% of recent abuse cases. This research highlights the extent of domes- tic violence experienced by women with SMI. Key words: Intimate partner violence; Familiar violence; Severe Mental Illness; Abuse; Schizophrenia; Women.
  • 11. 11N° 44, Año 2015 e ingresadas con diversos diagnósticos psiquiátricos que al menos la mitad de ellas (49%) habían sido golpeadas por sus maridos. De ellas, un 42% indicó que habían sufrido alrededor de 20 agresiones violentas durante su matrimo- nio. Este mismo porcentaje indicó que habían sido agredi- das inmediatamente antes de su hospitalización. Cole[7] en una muestra de 254 mujeres pacientes ingresa- das en unidades de psiquiatría observó que el 21% habían sido violadas en su matrimonio y el 42% había sufrido abuso físico. En la misma línea, un trabajo de Bryer[8] rea- lizado en 66 pacientes psiquiátricas ingresadas, mostró que el 26% de ellas había sido maltratada físicamente por sus allegados masculinos. Un 24.2 % informaron haber sido abusadas por sus amigos, maridos, parejas, amantes y personas que tenían autoridad sobre ellas. Goodman[9] en un estudio realizado con 105 mujeres sin domicilio atendidas en un centro de salud mental, con diagnósticos de esquizofrenia, trastorno esquizoafectivo, trastorno bipolar y depresión mayor, encontró que en el 80% de las 86 mujeres que habían sufrido abuso físico, el perpetrador había sido su pareja. Asimismo, del 65% de mujeres que habían sufrido abuso sexual, el 40% informa- ron que el agresor era su pareja. En otro estudio posterior, Goodman[10] observó que en las mujeres con enfermedad mental grave, los abusos sexuales que habían sufrido de adultas estaban asociados a una historia de abuso sexual en la infancia, y cuando se unían abuso físico y sexual se asociaba una historia de abuso físico infantil. Según Friedman[11] las discrepancias obtenidas en los dis- tintos estudios pueden deberse a diferencias conceptuales sobre lo que se considera violencia de pareja y a las dis- tintas patologías que pueden incluirse como enfermedad mental grave. Así, algunos estudios sólo incluyen trastor- nos esquizofrénicos, bipolares y depresión mayor, mien- tras que otros incluyen, además, otras patologías. Una difi- cultad que los autores encuentran en los estudios revisados es que frecuentemente falta información para saber si la violencia recibida es previa o posterior a la enfermedad. En relación a los hallazgos mencionados por algunos au- tores sobre el hecho de que las mujeres con enfermedad mental grave son con más frecuencia víctimas de vio- lencia por parte de otros miembros de la familia que los hombres con el mismo diagnóstico, los resultados no son concluyentes. En lo que sí hay coincidencia es en las ma- yores tasas de victimización interpersonal de hombres y mujeres con enfermedad mental grave con respecto a la población general. Así, Mueser[12] encontró que el 26% de los hombres y el 64% de las mujeres con esta patología habían sufrido abusos sexuales en algún momento de sus vidas, mientras que el 49% de los hombres y el 37% de las mujeres habían sido atacados con armas. En la misma línea se sitúa un trabajo de Goodman[13] con una muestra de 782 participantes (321 mujeres y 461 hombres) con diagnóstico de esquizofrenia, trastorno es- quizoafectivo, trastorno bipolar y depresión mayor. Cen- trándose en el año anterior, 25.6% de las mujeres de la muestra informaron haber sufrido abuso físico, compa- radas con un 1,9% de la población general. Con respecto al abuso sexual, un 20,30 % de mujeres con enfermedad mental grave comparadas con un 0,3% de mujeres de la población general, informaron haber sufrido este tipo de abuso. En varones los resultados mostraron que un 34.1% de la muestra comparado con 3,4% de la población habían sufrido abuso físico y un 7.6 versus 0.1% abuso se- xual. Combinando abuso físico y sexual, las mujeres con enfermedad mental grave informaron 16 veces más de episodios de violencia en el año anterior que las mujeres de la población general (33,4% vs. 2,1%). Los hombres 10 veces más (36,7% vs. 3,5%). Intentando estudiar los factores asociados a la victimización en estos pacientes, se observó que figuraban como factores de riesgo datos sociodemográficos, historias de abuso infantil, severidad de la patología psiquiátrica y abuso de sustancias. No se encontró que estos factores de riesgo fueran diferentes en hombres y mujeres. La revisión realizada muestra que las mujeres con trastor- no mental grave están en un riesgo muy elevado de ser víc- timas de violencia por parte de sus parejas y/o familiares. Los objetivos que nos planteamos en este trabajo son: • Evaluar la prevalencia de la violencia familiar y de pareja en mujeres diagnosticadas de trastorno mental grave y que son atendidas en la red pública de salud mental de la Comunidad de Madrid. • Sensibilizar a los profesionales de la red de salud men- tal sobre la detección y abordaje de la violencia ejerci- da sobre las mujeres con trastorno mental grave. Método Muestra La muestra seleccionada estaba formada por todas las mujeres atendidas durante el mes de abril de 2010 en los Centros de Rehabilitación Psicosocial de Alcalá de He- nares y San Fernando de Henares pertenecientes a la Red Pública de Atención Social a Personas con Enfermedad Mental Grave y Duradera de la Comunidad de Madrid. Todas ellas tenían un trastorno mental grave, su edad estaba comprendida entre 18 y 65 años, estaban siendo atendidas en los Centros de Salud Mental de Alcalá de Henares y Coslada respectivamente y habían sido evalua- das y estaban en intervención en los Centros de Rehabili- tación Psicosocial citados. Durante ese período se estaban atendiendo entre los dos servicios a un total de 75 mujeres. Sólo en 13 casos no fue posible la aplicación de la encuesta: en 6 de ellas porque fue imposible localizarlas, en 4 porque rechazaron ser en- trevistadas y en 3 casos se aconsejó no aplicárseles por motivos clínicos. Finalmente se entrevistó a 62 mujeres para el apartado de violencia familiar y a 19 para el apartado de violencia de pareja. En este último caso se incluyó a todas las muje- res entrevistadas que tenían o habían tenido pareja con la que habían convivido o convivían actualmente.
  • 12. 12 N° 44, Año 2015 El perfil sociodemográfico de la muestra corresponde a una mujer con una edad media de 39 años, españolas en el 96% de los casos. El 55% convive con la familia de ori- gen y sólo un 20% con su pareja, con una media de 11 años de convivencia. Casi la mitad (40%) también convi- ven con los hijos. Con respecto a la formación recibida, el 37% de las mujeres tienen estudios primarios, un 34% no tienen cualificación profesional y sólo el 8% realizaban trabajos remunerados. El resto son pensionistas, paradas o no activas. Los ingresos económicos (71%) eran de me- dia de unos 600 euros. El 71% de las mujeres entrevista- das tienen certificado de minusvalía. Con respecto a los datos clínico-sanitarios, en su mayo- ría están diagnosticadas de esquizofrenia (70%) u otros trastornos psicóticos (13%), han permanecido estables psicopatológicamente en los últimos 6 meses (80%) y no han tenido ingresos psiquiátricos en el último año (84%). El inicio de la enfermedad se sitúa en torno a los 25 años y con una historia de ingresos previos de 3 como media. En relación con los servicios llevan 7 años de tratamiento en salud mental y 3 años de estancia en el CRPS. Material Para la recogida de datos se han utilizado diferentes ins- trumentos que describimos a continuación, algunos de ellos elaborados por nosotros para la recogida de infor- mación general y otros ya validados en España e interna- cionalmente. • Hoja de datos sociodemográficos que se cumplimen- taron a la entrada de las usuarias al centro de rehabili- tación. Esta hoja incluye datos generales (edad, estado civil, nivel educativo. tipo de convivencia, número de hijos, ingresos económicos, profesión, situación laboral, declaración de minusvalía, situación jurídica) y datos clínicos (diagnóstico principal, existencia de diagnósti- co asociado, edad de la usuaria al inicio de la enferme- dad, ingresos psiquiátricos, estabilidad psicopatológica en los últimos 6 meses). Con esta hoja se elaboró el per- fil de la muestra de usuarias que entrevistamos. • Evaluación de violencia: Para evaluar la violencia tanto de pareja como familiar utilizamos la misma encuesta que se utilizó en el estudio de salud pública de la comunidad de Madrid en el año 2008 titulado “Magnitud, impacto en salud, y aproximación a los costes sanitarios de la violencia de pareja hacia las mujeres en la comunidad de Madrid”.[14] La encues- ta seleccionada fue elaborada para el estudio citado a partir de la Enquête nationale sur ler violences en- vers les femmes (Encuesta nacional para la violencia ejercida sobre las mujeres) en Francia (Enveff ) y de Conflict Tactics Scale (CTS-1) y fue validada para po- blación española.[15] El cuestionario final consta de 16 preguntas que evalúan la violencia psicológica (12 en escala ordinal de 5 categorías de menor a mayor frecuencia y 4 en escala cuantitativa), 2 que exploran violencia sexual (cuantitativa) y 9 que evalúan vio- lencia física, y es el mismo que utilizamos nosotros. Utilizamos como criterios de caso los mismos que utiliza- ron en el estudio mencionado en el párrafo anterior. Así, como criterio de caso de abuso psicológico entendemos la presencia de actos por parte de su pareja dirigidos a desestabilizar a la mujer, ejercer control sobre su libertad física, coartar su independencia, amenazarla o debilitarla físicamente, cuantificado como 3 ó más respuestas a par- tir de muchas veces o una de sistemáticamente. Los crite- rios de violencia física y sexual se especifican como haber sufrido un acto de violencia física o sexual y se cuantifica, por tanto, como una ó más respuestas a partir de una. En cada uno de los ítems se pregunta si ese acto se ejerció a lo largo de la vida y/o en los últimos 12 meses, así como quién fue el agresor o agresores, y no recogiendo sólo cuando el agresor es una pareja sino cualquier persona del entorno doméstico de la mujer. • Detección del profesional: Completamos la encues- ta con preguntas relativas a la detección que hace el profesional de la violencia en sus tres categorías (físi- ca, sexual y psicológica) y en dos momentos: a lo lar- go de la vida y en el último año. Queríamos ver si los profesionales de rehabilitación psicosocial detectaban violencia sobre las usuarias del centro. Elegimos como profesional el responsable de cada caso en el servicio. • Valoración del profesional sobre fiabilidad de las res- puestas: Uno de los problemas que muchos de los estudios sobre violencia de género y con el que se justifica excluir a las mujeres con trastorno mental grave es la fiabilidad de sus respuestas, para eliminar este sesgo incluimos en la encuesta un apartado final donde el entrevistador hace una valoración sobre la fiabilidad de las respuestas que ha dado cada una de las encuestadas. • Evaluación del apoyo social: Para completar el estu- dio utilizamos también un cuestionario que midiera el apoyo que cada mujer subjetivamente consideraba que tenía en su entorno social. Usamos el Cuestionario de Apoyo Social DUKE-UNC, validado para población española[16] , que ha sido utilizada en otros estudios con población con trastorno mental grave. Este cues- tionario de 11 ítems evalúa la percepción subjetiva del apoyo percibido por el usuario en áreas como afecto, compañía, distracción, apoyo práctico, etc. Es un cues- tionario fácil de usar y que puede ser autoaplicable. Análisis datos El conjunto de datos se proceso utilizando la versión 15.0 del paquete estadístico SPSS/ PC+. En un primer lugar se analizó la población muestral con fines puramente descrip- tivos. Utilizamos la media y la desviación típica para los da- tos cuantitativos. Los cualitativos están expresados en forma de porcentaje. Posteriormente realizamos una comparación degrupos.Paraellorealizamosunanálisisunivariante.Enel caso de las variables cuantitativas se obtuvieron medidas de centralización y dispersión y se estudió el grado de signifi- caciónestadísticamediantelatdeStudent.Paralasvariables
  • 13. 13N° 44, Año 2015 cualitativas, se obtuvieron frecuencias y se utilizó la compa- ración de distribuciones según la prueba de chi-cuadrado. Resultados A continuación se presentan algunos resultados obte- nidos sobre la muestra de mujeres del Centro de Reha- bilitación Psicosocial de San Fernando de Henares y de Alcalá de Henares en los que se ha realizado el pilotaje de los instrumentos antes descritos. Violencia familiar Se han analizado los datos de las 62 mujeres entrevista- das. 14 de ellas vivían fuera del entorno familiar (minire- sidencia, piso supervisado o solas) y el resto, 48 mujeres, se distribuían de la siguiente forma: • 12 con pareja, con o sin hijos. • 17 con el padre o la madre. • 17 con ambos padres, con o sin hermanos. • 1 con sus hijos. • 1 con otros familiares. En el último año, 25 mujeres de las 62 entrevistadas (40,32%) han sufrido algún tipo de violencia en el entor- no familiar. Si descartamos las mujeres que no conviven con ningún familiar dicho porcentaje asciende al 52,08 %. Es decir, más de la mitad de las mujeres entrevista- das que conviven con algún familiar han sufrido recien- temente o están sufriendo en la actualidad maltrato por parte de algún familiar. Cuando se recaba información, no ya del último año, sino a lo largo de la vida, excluyendo la infancia y la ado- lescencia, 46 de 62 mujeres (74,19%) han sufrido algún tipo de violencia por parte de familiares con los que han convivido. El tipo de violencia más frecuente es la psicológica, se- guida de la violencia física y por último la sexual. Su dis- tribución se muestra en la gráfica siguiente: En cuanto al agresor o agresores su distribución en fun- ción del tipo de violencia se muestra en las tablas 1 y 2: La relación entre apoyo social percibido y violencia en el entorno familiar se ha analizado sólo en el último año por ser la medida de apoyo subjetiva y referida al momento en que se pasó el cuestionario de violencia. Se han clasificado en apoyo bajo o normal según criterios de validación en muestra española (apoyo bajo=puntuación inferior a 32; apoyo normal=puntuación igual o superior a 32). En la gráfica 2 se observa que existe mayor proporción de apoyo normal cuando la mujer no ha sufrido violencia y por el contrario las mujeres maltratadas en el entorno familiar perciben con más frecuencia un apoyo bajo. Violencia de pareja Analizados los datos de las 19 mujeres que tienen o han tenido una relación de pareja, se constata que 15 de es- tas mujeres, el 78,95%, han sufrido agresiones por parte de su pareja en algún momento de la relación, y que el 42,11% las han sufrido en los últimos 12 meses. Al igual que en la violencia doméstica, la agresión más frecuen- te es la psicológica, seguida de la física y la sexual. Sin Gráfica 1. Tipo de violencia 51,6 8,0 32,2 27,4 4,8 8,0 60 50 40 30 20 10 0 a lo largo de la vida (%) último año (%) psicológica sexual física Tabla 1. Agresores en el último año Agresor v. psicológica v. sexual v. física % % % Pareja actual 9,38 50,00 8,89 Expareja 3,13 50,00 31,11 Padre 12,50 0,00 17,78 Madre 37,50 0,00 17,78 Hermano/a 25,00 0,00 15,56 Hijo/a 3,13 0,00 6,67 Padrastro/ madrastra 6,25 0,00 2,22 Otros 3,13 0,00 0,00 Tabla 2. Agresores a lo largo de la vida Agresor v. psicológica v. sexual v. física % % % Pareja actual 9,52 23,81 30,00 Expareja 25,40 47,62 10,00 Padre 17,46 0,00 0,00 Madre 25,40 0,00 20,00 Hermano/a 15,87 0,00 40,00 Hijo/a 1,59 0,00 0,00 Padrastro/ madrastra 0,00 4,76 0,00 Otros 4,76 23,81 0,00
  • 14. 14 N° 44, Año 2015 embargo la violencia sexual está mucho más presente en la relación de pareja. En la gráfica 3 se observa la distri- bución del tipo de violencia que está más presente en la relación de pareja: Cuando se relaciona el apoyo percibido y la violencia de pareja en los últimos 12 meses se observa una relación inversa a la observada en la violencia doméstica: las mu- jeres que sufren más violencia en la relación de pareja muestran una mayor percepción de apoyo que aquellas mujeres que no sufren violencia en la pareja. La gráfica 4 ilustra esta relación: Detección de la violencia doméstica y de pareja por los profesionales La detección de casos de violencia consta- tada entre los profesionales de los centros de rehabilita- ción psicosocial donde se realizó el estudio ha sido la si- guiente: - en violencia familiar: 71% de casos detectados en violencia a lo largo de la vida y un 68% en violencia en el último año. - en violencia de pareja: 80% de casos detectados en violencia a lo largo de la vida y un 100% de casos detectados en violencia en los últimos 12 meses. Tanto en el ámbito doméstico como en el de pareja, la violencia psicológica es la que presenta porcentajes más altos de detección, seguida por la física y la sexual. La gráfica 5 muestra dicha distribución: Discusión Los resultados del trabajo son todavía provisionales ya que en estos momentos se está aumentando el tamaño de la muestra e incluyendo a mujeres con trastorno mental grave que no han sido derivadas a recursos específicos de rehabilitación, por lo que en un futuro podremos llegar a resultados más extensos y significativos. Según los resultados de nuestro estudio, las cifras de vio- lencia por parte de la pareja que sufren las mujeres con trastorno mental grave son llamativamente más altas que en población general. Los resultados obtenidos en un es- tudio realizado en población general (2501 mujeres) con el mismo instrumento que el usado por nosotros, mos- traban que en los doce meses anteriores a la realización de la encuesta, el 10,1% de las mujeres entre 18 y 70 años habían sufrido algún tipo de violencia (psicológica, física o sexual) por parte de su pareja o ex-pareja [14] . Compa- rando con los datos de nuestro estudio se puede observar que las mujeres con un trastorno mental grave sufren 4 veces más violencia por parte de su pareja o ex-pareja que las mujeres de la población general. Esta comparación es meramente orientativa, ya que en población general la encuesta se pasó telefónicamente. La comparación de los resultados obtenidos de prevalencia de maltrato con otros trabajos habría que hacerla con cautela ya que exis- te gran heterogeneidad en las definiciones de maltrato y en los instrumentos para usarla. Gráfica 2. Relación entre apoyo social percibido y violencia en el entorno familiar 100 80 60 40 20 0 apoyo normal (%) apoyo bajo (%) sin violencia con violencia 86,4 68,0 13,6 32,0 Gráfica 3. Distribución del tipo de violencia en la relación de pareja 0 10 20 30 40 50 60 70 a lo largo de la vida último año 68,4 42,1 52,6 31,5 10,5 21,1 psicológica sexual física Gráfica 4. Relación entre apoyo percibido y violencia de pareja 80 60 40 20 0 64 75 36 25 apoyo normal sin violencia apoyo bajo con violencia Gráfica 5. Detección de diferentes tipos de violencia 92 38 80 80 28 59 pareja doméstica psicológica sexual física 0 10 20 30 40 50 60 70 80 90 100
  • 15. 15N° 44, Año 2015 Aunque la muestra es pequeña debido al escaso porcen- taje de mujeres con trastorno mental grave presentes en dispositivos de rehabilitación que mantienen relaciones de pareja, los resultados coinciden con las hipótesis de las que partíamos. Es posible que la significación au- mente cuando podamos incluir a las mujeres en trata- miento en los Centros de Salud Mental no derivadas a recursos de rehabilitación. La violencia que más aparece en nuestra muestra es la familiar y dentro de ella la psicológica. Hay que tener en cuenta que gran parte de las mujeres de nuestro estudio no habían tenido relaciones de pareja por lo que sólo pu- dimos estudiar la violencia por parte de pareja en un es- caso número de mujeres. En cuanto a la capacidad de detección de los profesiona- les que atendían a estas mujeres en dispositivos de reha- bilitación (en un futuro también se incluirán los profesio- nales de otros dispositivos) los datos nos muestran que detectamos menos casos que los reales, sobre todo a lo largo de la historia biográfica de la usuaria. No obstante, detectamos llamativamente más que otros dispositivos asistenciales: urgencias hospitalarias, atención primaria o centros de salud mental. En algunos estudios se ha visto que la detección por parte de los profesionales sanitarios varía de un 10% a un 40% en atención primaria, un 17% en ginecología y un 6% en medicina interna.[17] Un estudio de Caralis[18] realizado en consultas de Aten- ción Primaria con una muestra de 406 mujeres, encontró que un 40% de ellas había sufrido abuso físico en algún momento de su vida y un 7% estaban sufriendo abuso en ese momento. El personal sanitario sólo les había pre- guntado datos sobre experiencia de haber sido abusada a un 12% de la muestra. En aquellas en las que se detectó abuso, en un 20% de los casos los médicos no hicieron ningún comentario al respecto. Otra investigación rea- lizada por McLeer[19] en un departamento de urgencias americano, encontró que al introducir un protocolo para detectar malos tratos, la prevalencia de maltrato en las mujeres atendidas, aumentó de un 5,6% a un 30%. Por parte de especialistas de los servicios de salud mental comunitaria la cifra varía entre un 29% y un 51,5%.[20] Un estudio realizado en 477 mujeres que estaban sien- do tratadas en centros de salud mental mostró que en la anamnesis habitual sólo se detectó que había habido abuso físico en algún momento de la relación en un 8,2% de las mujeres atendidas mientras que tras incluir el ins- trumento de detección, la prevalencia de abuso físico en- contrada fue de un 28,1%.[21] En relación con el apoyo social, los datos son similares a los de las mujeres en población general en el caso de la violencia familiar y se invierten en el caso de violencia de pareja. Así, en el estudio ya citado realizado en población general con una muestra de 2501 mujeres que usó el mis- mo cuestionario de detección de violencia y de apoyo so- cial que nosotros, se observó que las mujeres que sufrían violencia tenían una percepción de apoyo social muy in- ferior al de las mujeres que no la sufren[14] Los resultados obtenidos en nuestro estudio en relación a la relación in- versa entre apoyo social percibido y ser víctima de vio- lencia de pareja, nos crean algunas dudas. Así, pensamos que estos hallazgos puedan tener sesgos relacionados con el escaso tamaño muestral y con las dificultades en res- ponder el cuestionario por parte de las usuarias. Comoreflexionesfinalesdenuestroestudioparececlaroque las usuarias con trastorno mental grave padecen cifras muy elevadas de maltrato. Nos quedan tras este primer trabajo muchos más interrogantes que respuestas, ¿la violencia tan prevalente se debe al sexo o a la propia enfermedad mental?, ¿Qué ocurre en el caso de los hombres con trastorno mental grave?, ¿Mejoran todas estas cifras en las usuarias derivadas a nuestros dispositivos de rehabilitación? En cualquier caso parece que son mujeres que sufren el calvario del maltrato desde la familia, en muchas ocasio- nes desde la infancia, la pareja, los profesionales y las ins- tituciones. Y, además de todo ello, el maltrato que sufren es mucho más invisible que el ya oculto de otras mujeres, en ocasiones incluso justificado: “es que son locas”. Su palabra y su dignidad no tienen valor ya no solo por ser mujeres si no por tener un trastorno mental grave, ¿quién cree a una paranoica, a una psicótica, a una esquizofréni- ca?, ¿No generan ellas también mucho sufrimiento?, ¿No son muchas veces ellas mismas peligrosas, violentas?, ¿Qué podemos ofertarles, no están mejor con su familia o pareja aunque a veces sean maltratadas?, ¿Qué hacer cuando lo detectamos?, ¿En qué lío nos podemos meter si sacamos a la luz todo esto?, ¿Cómo proteger mejor a nuestras usuarias?, ¿Cómo trabajar entre el intervencio- nismo más peligroso -no hay residencias para la protec- ción de mujeres con trastorno mental grave, por ejem- plo- y la ceguera, alejamiento más cruel de neutralidad maltratadora?, ¿Cómo visibilizar el problema? Desde hace muchos años se ha visibilizado la violencia que genera el enfermo mental, de hecho gran parte de las políticas asistenciales se han diseñado teniendo en cuen- ta este hecho. Violencia en el seno de la familia y en el medio social. No negamos de forma inocente o militante estos hechos pero parece que a lo largo de la historia se ha confun- dido al enfermo con el malvado y, en ocasiones y de forma ambivalente, se nos presenta al malvado como un enfermo. Ha sido para nosotros más llamativo en el caso de las mujeres con enfermedad mental. Creemos que en esta paradoja puede radicar una parte del núcleo del problema. Por ello hemos querido mostrar parte de la violencia que ejercemos sobre estas personas que so- bre todo son víctimas sin juzgar por ello de forma su- perficial y fácil a los maltratadores y consentidores de estas situaciones donde en muchas ocasiones también nos vemos como profesionales. Como profesionales nos hemos ido preguntando a lo largo de este trabajo la cantidad de veces que negamos, aceptamos, ocultamos y toleramos estas situaciones, en ocasiones centrándonos en los síntomas, en la enfer- medad, utilizando eufemismos (¿el de alta expresividad
  • 16. 16 N° 44, Año 2015 emocional no sería uno?), identificándonos con el agre- sor, minimizando, justificando… Pensamos que hacien- do visible este otro prisma del mismo problema de la violencia, abriendo la perspectiva es la única forma de comenzar un camino de reflexión y mayor respeto y li- bertad para las mujeres a las que intentamos ayudar■ Bibliografía 1. Instituto de la Mujer. Ministerio de trabajo y asun- tos sociales. III Macroencuesta de violencia sobre las mujeres. Madrid: Instituto de la mujer 2006. Dispo- nible en URL: http://www. inmujer.migualdad.es/ mujer/mujeres/estud. 2. Ruiz-Pérez I, Plazaola-Castaño J, Blanco- Prieto P, González-Barranco JM.: La violencia contra la mujer en la pareja. Un estudio en el ámbito de la atención primaria. Gaceta Sanitaria 2006; 20(3): 202-208. 3. Krug E G, Dahlberg, L L, Mercy J A, Zwi A B. y Lo- zano R. World Report on Violence and Health. World Health Organization. Génova, 2002. 4. Friedman SH, Loue S: Incidence and prevalence of intimate partner violence by and against women with severe mental illness. Journal of Women’s Health 2007; 16(4):471-480. 5. Goodman LA, Rosenberg SD, Mueser KT, Drake RE: Physical and sexual assault history in women with serious mental illness. Schizophrenia Bulletin 1997; 23(4):685-696. 6. Carlile JB: Spouse assault on mentally disordered wi- ves. Canadian journal of psychiatry Revue canadien- ne de psychiatrie 1991; 36(4):265. 7. Cole C: Routine comprehensive inquiry for abuse: A justifiable clinical assessment procedure? Clinical So- cial Work Journal 1988; 16(1):33-42. 8. Bryer JB, Nelson BA, Miller JB, Krol PA: Childhood sexual and physical abuse as factors in adult psychia- tric illness. The American journal of psychiatry 1987; 144(11):1426. 9. Goodman LA, Dutton MA, Harris M: Episodically homeless women with serious mental illness: Preva- lence of physical and sexual assault. American Jour- nal of Orthopsychiatry 1995; 65(4):468-478. 10. Goodman LA, Fallot RD: HIV risk-behavior in poor urban women with serious mental disorders: Associa- tion with childhood physical and sexual abuse. Ame- rican Journal of Orthopsychiatry 1998; 68(1):73-83. 11. Friedman SH, Loue S: Incidence and prevalence of intimate partner violence by and against women with severe mental illness. Journal of Women’s Health 2007; 16(4):471-480. 12. Mueser KT, Salyers MP, Rosenberg SD, Ford JD, Fox L, Carty P: Psychometric evaluation of trauma and posttraumatic stress disorder assessments in persons with severe mental illness. Psychological Assessment 2001; 13(1):110-117. 13. Goodman LA, Salyers MP, Mueser KT, Rosenberg SD, Swartz M, Essock SM, Osher FC, Butterfield MI, Swanson J: Recent victimization in women and men with severe mental illness: prevalence and correlates. Journal of Traumatic Stress 2001; 14(4):615-632. 14. Lasheras L, Pires M, Zorrilla B, Sánchez LM, Seoane L, Morant C. Magnitud, impacto en salud y aproxi- mación a los costes sanitarios de la violencia de pa- reja hacia las mujeres en la Comunidad de Madrid. Comunidad de Madrid, 2008. 15. Zorrilla B, Morant C, Polo C, Pires M, García S, Las- heras ML, Sánchez L, Escortell. Validación de un cuestionario para la detección de la violencia de pa- reja hacia las mujeres. Gaceta Sanitaria 2005; 19 (supl 1):53. 16. Bellón JA, Delgado A, Luna Y, Lardelli P. Validez y fiabilidad del cuestionario de apoyo social funcional Duke-UNC-11. Aten Primaria, 1996; 18: 153-63. 18, 153-163. 17. Rodríguez MA, Bauer HM, McLoughlin E, Grum- bach K. Screening and intervention for intimate partner abuse: practices and attitudes of primary care physicians. JAMA 1999 Aug 4;282(5):468-74. 18. Caralis D, Musialowski R. Women’s experience with domestic violence and their attitude expectations re- garding medical care of abuse victims.South Med J 1997 Nov; 90 (11): 1075-1080. Rafael Romero Gamero Silvia Poves Oñate Nicolás Vucínovich Norte de salud mental, 2013, vol. XI, nº 45 Se publica con autorización de su director Dr. Iñaki Markez imarkezalonso@gmail.com Autores
  • 17. 17N° 44, Año 2015 Encontrar formas de diagnóstico confiables, rápidas y precisas mejora el pronóstico frente a las enfermedades, pues permite administrar a tiempo el tratamiento ade- cuado. Por ello, un equipo de especialistas del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (Ivic) propuso una nueva técnica para determinar la presencia del pará- sito causante de la malaria, que en ocasiones es desaper- cibido en otros estudios. Las propiedades halladas en la proteína Pv–148 pudiesen aportar mayor sensibilidad a las pruebas de diagnóstico de la enfermedad, también conocida como paludismo, contribuyendo a la identificación de nuevos casos. El es- tudio fue realizado en colaboración con investigadores del Instituto Jacques Monod de Francia. “Usamos técnicas moleculares ya descritas anteriormen- te, pero empleamos esta proteína como marcador porque descubrimos que no tiene reacción cruzada con otros pa- rásitos que afectan al ser humano. Esto nos permite de- tectar a la especie responsable de la enfermedad”, explicó la investigadora del Ivic, Mariana Hidalgo. Investigaciones previas han determinado que Pv–148 es una proteína proveniente del Plasmodium vivax, una de las especies del parásito trasmitido al hombre a través de la picadura de mosquitos infectados. El efecto de la proteína propuesta ha sido evaluado en muestras de sangre y suero recolectadas por el laborato- rio de Inmunoparasitología del Ivic .En esta fase se inició la estandarización de la técnica para posteriormente apli- carla y probarla en las zonas nacionales endémicas del paludismo como los estados Amazonas, Bolívar y Sucre. “Presumimos que puede dar un resultado más preciso al identificar casos positivos que no son detectados en otros exámenes”, indicó Hidalgo. P. vivax es causante del 69% de los casos de malaria regis- trados en el país, según se indicó en el seminario “Malaria en Venezuela: Retos y expectativas de control,” dictado en el Ivic. Las particularidades de esta especie dificultan el control de la enfermedad, debido a que ocupa una am- plia cobertura geográfica y es capaz de transmitirse aún antes de presentar los síntomas característicos. Controlar y descartar La malaria se caracteriza por un cuadro febril agudo que puede estar acompañado de otros síntomas como el dolor de cabeza, vómitos y escalofríos, aunque en ocasiones puede presentarse de forma asintomática. Esta enfermedad es producto de la infección con parásitos que afectan al ser humano tras la picada de mosquito Anopheles infectado por el Plasmodium. Según datos suministrados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2013 se produjeron 198 millones de casos de paludismo en el planeta. Se estima que alrededor de la mitad de la población mundial habita en zonas de riesgo para esta patología. Aunque es prevenible y curable, la enfermedad puede ser potencialmente mortal si no se administra el tratamiento de forma oportuna. Existen cuatro tipos de parásitos que causan la malaria en el ser humano. De ellos, el más severo es Plasmodium fal- ciparum, capaz de generar complicaciones como anemia, fallas renales y edema pulmonar. P. vivax, especie con mayor distribución en territorio nacional, no está asocia- da a problemas de salud tan severas. Sin embargo, puede también ocasionar deterioro en las funciones del riñón. La malaria sigue reportando casos en el país. Detenerla requiere principalmente del control del vector, mosquito transmisor, a través del uso de insecticidas especializados y que no hayan reportado resistencia en los insectos, se indicó en el seminario. Igualmente es necesario iniciar una fase de búsqueda activa de casos en las zonas endé- micas, aplicando técnicas de diagnóstico rápido y eficien- te que permitan la aplicación de una terapia combinada a las personas infectadas. “La estrategia requiere de la reducción de la prevalencia del parásito. Una vez que esta sea baja es crucial mante- ner el estado de vigilancia del mismo y la continua bús- queda de casos”, determinó la investigadora■ Identifican proteína con mayor sensibilidad para el diagnóstico de la malaria Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas prensa@ivic.gob.ve Información