San Agustín se convirtió al cristianismo en 386 d.C. tras estudiar formalmente sus ideas. Creía que el mal es la ausencia de Dios y que aunque el hombre no merece la salvación, Dios ha elegido a algunos para salvarse. Para San Agustín, el hombre obtiene felicidad de Dios, que es eterno, y nuestra iluminación proviene de participar en el Verbo de Dios, que es la luz de los hombres.