El documento describe la evolución de los efectos especiales y la ingeniería escénica en el teatro del Siglo de Oro español, desde sus humildes comienzos hasta el desarrollo de complejas tramoyas y máquinas. Inicialmente, los recursos eran muy limitados, pero Lope de Rueda introdujo entremeses y Navarro mejoró los vestuarios y sacó la música al escenario. Posteriormente, se inventaron tramoyas para simular nubes, truenos y batallas. Finalmente, en el siglo XVII, se desarroll
3. […] En el tiempo deste célebre español [Lope de Rueda], todos los aparatos de un autor de comedias se encerraban en un costal, y se cifraban en cuatro pellicos blancos guarnecidos de guadamecí dorado, y en cuatro barbas y cabelleras, y cuatro cayados, poco mas o menos. Las comedias eran unos coloquios como églogas entre dos o tres pastores y alguna pastora; aderezábanlas y dilatábanlas con dos o tres entremeses, ya de negra, ya de rufián, ya de bobo y ya de vizcaíno: que todas estas cuatro figuras y otras muchas hacía el tal Lope con la mayor excelencia y propiedad que pudiera imaginarse. No había en aquel tiempo tramoyas, ni desafíos de moros y christianos, a pie ni a caballo; no había figura que saliesse o pareciesse salir del centro de la tierra por lo hueco del teatro, al cual componían cuatro bancos en cuadro y cuatro o seis tablas encima, con que se levantaba del suelo cuatro palmos; ni menos bajaban del cielo nubes con ángeles o con almas. El adorno del teatro era una manta vieja tirada con dos cordeles de una parte a otra, que hacía lo que llaman vestuario, detrás de la cual estaban los músicos, cantando sin guitarra algún romance antiguo. Cervantes: Prólogo a Ocho comedias y ocho entremeses (1615)
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5. Sucedió a Lope de Rueda Navarro, natural de Toledo, el cual fue famoso en hacer la figura de un rufián cobarde; este levantó algún tanto más el adorno de las comedias, y mudó el costal de vestidos en cofres y en baúles; sacó la música, que antes cantaba detrás de la manta, al teatro público; quitó las barbas de los farsantes, que hasta entonces ninguno representaba sin barba postiza, y hizo que todos representasen a cureña rasa, si no era los que habían de representar los viejos o otras figuras que pidiesen mudança de rostro; inventó tramoyas, nubes, truenos y relámpagos, desafíos y batallas; pero esto no llegó al sublime punto en que está agora. Cervantes: Prólogo a Ocho comedias y ocho entremeses (1615)
7. Teatro.- ¡Ay, ay, ay! Forastero.- ¿De qué te quejas, Teatro? Teatro.- ¡Ay, ay, ay! Forastero.- ¿Qué tienes? ¿Qué novedad es ésta? ¿Estás enfermo? Que parece tocador eso que tienes en la frente. Teatro.- No es sino una nube que estos días me han puesto los autores en la cabeza. Forastero.- Pues ¿qué puede moverte a tales voces? Teatro.- ¿Es posible que no me ves herido, quebradas las piernas y los brazos, lleno de mil agujeros, de mil trampas y de mil clavos? Forastero.- ¿Quién te ha puesto en estado tan miserable? Teatro.- Los carpinteros por orden de los autores. Forastero.- No tienen ellos la culpa, sino los poetas que son para ti como los médicos y los barberos, que unos mandan y los otros sangran. Teatro.- Yo he llegado a gran desdicha, y presumo que tiene origen de una de tres causas: o por no haber buenos representantes, o por ser malos los poetas, o por faltar entendimiento en los oyentes; pues los autores se valen de las máquinas, los poetas de los carpinteros y los oyentes de los ojos […]. Pero volviendo al pueblo, digo que justamente se mueve a esas máquinas por deleitar los ojos; pero no a las de la comedia de España, donde tan groseramente bajan y suben figuras, salen animales y aves, a que viene la ignorancia de las mujeres y la mecánica chusma de los hombres. Forastero.- Pues ¿no hay discretos? Teatro.- Pocos. Forastero.- Eso es mentira. Teatro.- Yo digo, algunas veces en la comedia; pues nadie se podrá persuadir con mediano entendimiento, que la mayor parte de las mujeres que aquel jaulón encierra, y de los ignorantes que asisten a los bancos, entienden los versos, las figuras retóricas, los conceptos y sentencias, las imitaciones y el grave o común estilo. Lope de Vega: Prólogo dialogístico a la parte XVI (1621)
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10. Teatro.- ¿Tenéis algunas comedias nuevas? Poeta.- Después que se usan las apariencias que se llaman tramoyas no me atrevo a publicarlas. Teatro.- ¿Por qué? Poeta.- Porque cuando veo todo un pueblo atento a una maroma, por donde llevan una mujer arrastrando, desmayo la imaginación a los conceptos y el estudio a las imitaciones [...] Lope de Vega: Prólogo dialogístico a la Parte XIX (1624)
11. La primera vista que ofrecía el teatro, en habiendo corrido la tienda que le cubría, fue un mar en perspectiva que descubría a los ojos (tanto puede el arte) muchas leguas de agua hasta la ribera opuesta, en cuyo puerto se veían la ciudad y el faro con algunas naves, que, haciendo salva, disparaban, a quien también desde el castillo respondían. Veíanse asimismo algunos peces que fluctuaban según el movimiento de las ondas [...] Aquí Venus en un carro, que tiraban dos cisnes, habló con el Amor, su hijo, que por lo alto de una máquina volaba [...] El bajar los dioses y las demás transformaciones requería más discurso que la égloga, que aunque era el alma, la hermosura de aquel cuerpo hacía que los oídos se rindiesen a los ojos [...] Lo menos que en ella hubo fueron mis versos [...] Lope de Vega, prólogo a La selva sin amor (1626)