SlideShare una empresa de Scribd logo
1 de 37
Descargar para leer sin conexión
TÚ Y LA MEDICINA
Carlos Alberto Seguín
Hijo mío: Tú quieres ser médico. Tu idea me halaga y me preocupa.
Me halaga porque, a través de veinte y cinco años, la vida me ha
enseñado a respetar, honrar y amar mi profesión; me halaga
porque significa que, en el juicio, inmaduro pero no convencional,
de tus pocos años, has aprendido a mirar el quehacer de tu padre
como una aspiración para ti. Me halaga porque me dice que has
sido capaz de comprender algo de lo que la medicina es como ideal
y como posibilidad.
Me preocupa tu decisión porque me pregunto sí, en realidad, sabes
lodo lo que ser médico significa; me preocupa por que quisiera
adivinar si detrás de ella hay solamente un deseo de imitar o si se
apoya, consciente o inconscientemente, en un sentimiento básico
que debe informar toda la vida del que a la medicina se dedica.
No lo se y es por eso que, al cumplir los veinte y cinco años de
labor, quiero, en estas paginas, decirte lo que creo que un medico
es y lo que creo que es la medicina. Espero que, al leerlas, te
acerques más a la realidad de esta profunda ciencia y maravilloso
arte, que la veas a través de unos ojos que han visto mucho y la
ames junto a un corazón que la ha amado siempre.
¿Por qué somos médicos?
¿Qué es lo que nos lleva a los médicos a entregar la vida a nuestra
profesión? Si pudiera responderse a esta pregunta se habrían
solucionado los más serios problemas, al asegurar, no solamente
su ejercicio recto y cabal, sino la felicidad de quienes a ella se
dedicaran.
Superficial es despreciar o ignorar motivos como la creencia de que
la medicina es una forma de ganar dinero fácilmente o de alcanzar
un puesto destacado en nuestra sociedad. Si estos motivos existen
no hacen sino traducir problemas más profundos. Si lo que a un
hombre guía es la ambición de dinero o el espejismo de una
posición, ello nos está indicando que ese hombre, por alguna razón
que es indispensable conocer, inviste el dinero o el prestigio con
valores especiales.
Más adelante trataremos de comprender ese punto de vista, pero
quiero que, desde ahora, sepas que se basa en un error. A quien
toma nuestra profesión como un medio y no como un fin, nada le
será fácil. Encontrarás terriblemente dificultoso el pasar a través de
los años de estudio y de práctica: la culminación de cada etapa
será un esfuerzo sin satisfacción ni premio y, una vez obtenido el
titulo cada día significara una angustia, cada enfermo, un temor, y
cada oportunidad, un sufrimiento. Quien quisiera ganar dinero
fácilmente con la medicina se convencerá bien pronto de que no
llegará a ser uno de esos “grandes médicos” que “ganan dinero a
manos llenas” porque, precisamente, su afán de hacerlo mutilará
sus posibilidades y porque su manera de enfrentar los problemas
de la profesión lo derrotará día a día y hora a hora.
Será como el que se casó por interés y se encuentra con que su
consorte, a la que no sabe amar, le pide mucho, lo esclaviza sin
piedad y no le da nada de lo que aspiraba.
Pero aún, si lograra esos propósitos, llorará su fracaso, más
definitivo porque comprobará dolorosamente que el "éxito" no es
sino un espejismo; que, con cada paso adelante, una nueva
inquietud, una nueva insatisfacción, una nueva angustia lo
atenazan. Lo que da la felicidad no es sino la paz interior, la
sensación de que hemos cumplido con nosotros mismo y que nos
hemos realizado en ese mundo de los valores, distinto y superior al
de las satisfacciones inmediatas. Puede la psicología dar cualquier
nombre a esa necesidad que el hombre tiene de estar de acuerdo
con lo mejor de su Yo, pero es una verdad -que comprobarás paso
a paso, que no se puede ser feliz sin estar en paz consigo mismo y
que no se puede estar en paz consigo mismo si no se vive de
acuerdo con verdades que trascienden la realidad de todos los
días, la necesidad de todos los días, la satisfacción de todos los
días y se extienden hacia un mundo inmenso de proyecciones
extraindividuales, más allá del Yo mismo , aun "nosotros" inmenso
y eterno.
Otros hay que se acercan a la medicina por razones distintas. Una
de ellas es la curiosidad. Deseo de saber, ansias de descubrir,
pasión por lo desconocido de la vida y la muerte, atracción del
misterio de crear y descubrir, afán de encontrar una respuesta a los
mil interrogantes que desde niño espolean la inquietud
investigadora y nos rodean con enigmas insondables e
inquietantes. La niñez está llena de ese impulso a encontrar
respuesta a las preguntas que cada día suscita la realidad que nos
rodea. ¿Que soy? ¿De donde vengo? ¿A dónde voy? ¿Qué es
nacer, qué es morir? Si la natural curiosidad del niño no es
satisfecha, si se reprimen sus intentos de averiguar, de encontrar
una respuesta; si, en lugar de dar la información, se frena la
inquietud, cerrando sus posibilidades, o sublimarse hacia el camino
luminoso de la curiosidad científica y, principalmente, la que trata
de hallar respuesta a los enigmas básicos. Y el niño, joven
después, cree que el médico, dueño de la vida y de la muerde, es
el que posee ese conocimiento. Para él es un ser omnipotente.
Cura o mata; quita el sufrimiento o hace sufrir; domina la escena
cada vez que aparece y su palabra es orden. Se une, pues. al
deseo de saber, el ansia de poder, y esas dos fuerzas puede
enmarcar una vocación.
Y hay quien quiere ser medico para ayudar a los hombres. Ayudar
a los hombres Efectivamente; quizás es el medico quien más puede
ayudar. Pero, qué clase de ayuda es la que ofrece? ¿Cual es su
real papel en la sociedad y en vida?
Amar, crear y reír
¿Cuál es el papel del médico? La respuesta parece fácil devolver la
salud. Pero he aquí que nos encontramos con un interrogante más
¿Qué es la salud? A lo largo de toda la historia de la medicina, los
teóricos han querido contestar a esta pregunta inquietante. ¿Qué
es la salud? ¿Es la ausencia de síntomas? No, por que muchas
enfermedades transcurren durante largo tiempo sin manifestarse en
sintomatología. ¿es la “normalidad”? Pero, ¿qué es la normalidad?
¿Debemos tomar la palabra norma en el sentido de paradigmas?.
En ese caso, nadie es normal, porque todos nos alejamos más o
menos, en una u otra forma, pequeña o grande, de la perfección de
estructura o de función. ¿Es normal el que no se aparta mucho del
promedio de sus semejantes? Deberíamos entonces considerar
como normales ciertas "enfermedades": si el promedio de los seres
humanos presenta, por ejemplo, caries dentarias, debemos
considerar como anormal al que no la tenga?
Si no sabemos qué cosa es la salud, no podemos definir el papel
del médico partiendo de una incógnita. Quizás podríamos decir que
su manera de ayudar a los hombres es hacer desaparecer los
sufrimientos. Sería esa su ocupación, pero no su papel en la vida,
ya que, en general, en una forma u otra, todos estamos destinados
a tratar de disminuir el sufrimiento de nuestros semejantes. El
sacerdote y el filósofo en su esfera, así como el gobernante, el
economista o el ingeniero, en la suya, trabajan efectivamente para
anular o disminuir el sufrimiento. Y no es, por supuesto, sólo el
dolor físico, el que el médico debe combatir; más sufre el hombre
por dolores espirituales y por desgarraduras psíquicas que por
cualquier alteración momentánea de su fisiología.
Alguien ha dicho que el papel del medico es “curar pocas veces,
mejorar muchas y consolar siempre”, pero esto sugiere una acción
ortopédica, de apoyo y no de construcción. Y el medico no debe
sólo remediar o parchar, sino crear, superar y ennoblecer.
¿Ayuda, en realidad, a un hombre que ha intentado suicidarse,
curando la herida o neutralizando el tóxico y dejando sin tocar los
problemas más que lo llevaron a una solución tan extrema? ¿Ha
cumplido su papel el medico que salva la vida a una mujer que trató
de eliminar su hijo en germen, si la dejó con todas las angustias
que ese hijo provocara y que la condujeran a tan peligroso acto?
¿Puede estar satisfecho el que devuelve la salud a un anormal y le
permite retornar a la sociedad para continuar haciendo daño? He
aquí preguntas que pueden multiplicarse al infinito y cuya respuesta
busca todo médico de verdad inútilmente los libros y,
dolorosamente, en su conciencia.
Se ha dicho también que lo que el médico debe procurar es la
adaptación del hombre a su medio, ello significa, naturalmente, la
adaptación psico-fisiológica: la obtención de un equilibrio más o
menos estable con el ambiente físico y con el ambiente espiritual. A
primera vista esa parece ser la respuesta. Un ser humano que se
encuentra en equilibrio fisiológico, sin enfermedades. y en equilibrio
psicológico, sin angustia, podría considerarse como “sano”.
Pero, ¿debe el médico tener en consideración solamente al
individuo? Ese hombre "sano", perfectamente adaptado, sería, en
realidad, un mediocre. Son las naturalezas no adaptadas ni
adaptables las que significan algo en el progreso de la humanidad.
El genio es, por definición, un inadaptado. ¿Sería el papel del
médico el destruir esa inadaptación y, si ello fuera posible, convertir
al genio en “uno más”? Quizás, desde el punto de vista del
individuo, el "ser promedio", el ser perfectamente adaptado, sería el
que no sufre. Pero el médico se debe también a la humanidad. Su
papel no sería concebible sin una resonancia social. Si le fuera
posible adaptar perfectamente a los hombres, y considerara esa su
misión, habría destruido toda posibilidad del progreso y toda
simiente de ascensión humana.
Pero no puede tampoco dirigir sus esfuerzos hacia la ruptura de
una adaptación conseguida o hacia el mantenimiento de una
inadaptación sufriente.
La respuesta quizás en lo que alguna vez expusiera en este
sentido: la salud puede definirse, en último término, como una
adaptación creadora, es decir, una adaptación, no estática, sino en
un desequilibrio continuo que va buscando su estabilidad en puntos
cada vez más altos de la escala evolutiva.
Acaso el hombre sano es el que fuera capaz de crear, amar y reír.
Crear en el sentido, por supuesto, de recrear. No podemos crear,
porque creación implica obtención de algo de la nada, pero todo
puede ser recreado y esa recreación se acompaña, como la
palabra misma lo sugiere, del gozo interior.
Amar, que es capacidad de dar y recibir, de crear y recrear; y reír,
que es posibilidad de goce pleno. Quizás ninguna de esta
virtualidades humanas puede darse sola y quizás la que se
encuentra en el centro de ellas es la de amar. Quien no puede
amar, no puede crear ni puede reír.
No puede un ciego conducir a ciegos
Y he aquí que, si el medico va a ayudar a los hombres a ser sanos
en ese sentido, debe él mismo ser un hombre sano. No puede un
ciego conducir a ciegos. Quiere decir que es el médico el primero
que debe ser capaz de crear, amar y reír.
Debes comenzar, pues hijo mío, con un sincero examen de ti
mismo; debes mirar hondo y largo en tu propio interior y
responderte:
¿Eres capaz de amar?. Muy niño aún para poder enfocar todos los
aspectos de esta pregunta, no eres tan niño como para no
encontrar en ti mismo las semillas de lo que mañana se abrirá en
floración adulta.
Amar es ser en plenitud, es salirse de uno mismo y sentirse capaz
de una fusión con los demás es renunciar al Yo, es trascender el
egoísmo, vivir en comunión y hacerlo activa y gozosamente, en la
euforia de una suprema realización y la vivencia de un florecimiento
total. Amar es, paradójicamente cumplir nuestro destino individual,
sacrificándolo; realizar nuestro Yo más auténtico, diluyéndolo; es
ser hombre entre los hombres y para la humanidad.
¿Sabes reír?. Reír fácilmente, limpiamente, abiertamente. Y reír, no
sólo de lo que puede ser gracioso en los demás, sino de lo que
puede serlo en ti mismo. Porque esa es la verdadera capacidad de
reír. Quién no puede reír de si mismo alguna vez, no ríe de verdad;
usa su risa como un arma de agresión o de defensa, pero no la
goza como expresión de límpida alegría o de noble jocundia. Quien
es capaz de reír de sí mismo, es capaz de reír.
Tampoco podrías contestar con certeza al interrogantes: ¿puedes
crear?, pero debe ya manifestarse en tu espíritu la inquietud básica
del creador, del que no está contento con la rutina, del que
interroga, indaga, experimenta, del que goza cuando los fenómenos
cotidianos toman una apariencia nueva y cuando su búsqueda
constante consigue hacerle ver más claramente y obrar con mayor
seguridad.
Si eres un hombre sano, sano de espíritu y sano de cuerpo, posees
las condiciones para ser médico. Pero ello no es sino una base.
Debes hacerte médico. Y no es fácil. Si reflexionar en lo que el
médico es para sus semejantes, comprenderás toda su
responsabilidad y que, para enfrentarla, debes estar preparado.
¿En qué consiste esa preparación? En aprender la ciencia y
desarrollar el arte de ser médico hasta que ha llegado el momento
y, cuando ese momento ha llegado, recién los hace suyos, los
reconoce y los incorpora.
En medicina debes tratar siempre de saber. Sentirás muchas veces
que no hallas cómo hacer que los conocimientos penetren en ti y
formen parte de tu Yo íntimo. Entonces, trata de averiguar por que
no estás aún preparado para recibirlos, y humildemente, espera el
momento en que los merezcas. El llegará si lo buscas con recto
designio, firme propósito y noble perseverancia. Y, entonces, un
alba nueva iluminará tu espíritu y habrás dado un paso adelante en
el camino de tu formación científica.
Los conocimientos necesarios para ser médico son vastos y varios.
Encontrarás algunos fascinantes y otros sin interés momentáneo. Si
te acercas a todos con amor, todos te darán satisfacción.
Y quiero que tengas presente una cosa: hay una cierta tendencia a
orientar al estudiante de -medicina hacia lo relacionado
directamente con la que va a ser su profesión y a descuidar todo lo
demás. Si piensas en lo que antes expusiera comprenderás que, si
el médico quiere realmente cumplir su misión, no puede bastarle el
conocimiento puramente "médico".
El que sólo sabe medicina, ni medicina saben ha dicho Letamendi.
Y es que, para tener una visión amplia del hombre y de su vida, no
bastan, por supuesto. las “ciencias naturales”. Son las viejas
“humanidades” las que dan sabor, al conocimiento. La historia, la
sociología y la filosofía son complementos indispensables de la
anatomía, la fisiología o la psicología. Pero al lado de aquellas,
importa para el médico un interés sincero para las manifestaciones
artísticas. El conocimiento del arte a través de la evolución de la
humanidad, sus tendencias, sus realizaciones, sus fracasos; la
comprensión de lo que ha significado y significa en cada momento
de la historia; el acercamiento, si es posible directo, a sus obras
mas notables, es indispensable para el que quiere ser medico de
verdad. Es en las obras de arte donde se aprende a conocer y a
amar al hombre. En nada como en ellas puede descubrirse más
acerca de su naturaleza y de su vida.
Sé sincero; se artista
Pero no basta que conozcas el arte o que lo admires; es necesario
que te acerques más a el. Bien sé que no todos podemos aspirar a
crear belleza, pero sé también que, al lado de la capacidad para
hacerlo, existe la necesidad de dar salida a inquietudes y
aspiraciones que palpitan en todo ser humano. Debemos
expresarnos, abrir cauces al caudal que circula en nuestro interior y
pugna por exteriorizarse. Y hay acaso forma mejor de hacerlo que
por intermedio de “las artes” No pretendas, si no tienes capacidad
para ello, producir obras maestras; no aspires a perfecciones
imposibles, pero no por ello, renuncies a manifestarte a través de
las mil posibilidades que la actividad artística te ofrece. Escribe,
pinta, haz música, creando belleza, si puedes, pero, si no estás
destinado a ello, por el puro placer de expresarte, por el goce
sencillo de ser tú verdaderamente. Verás cómo lo que hagas,
despojado de todo componente de aspiración egoísta y de todo
deseo de afirmación del propio Yo, no sólo te dará una inmensa
satisfacción, que no puede ser substituida, sino que te permitirá
conocerte mejor y acércale más a ti mismo, al verdadero ser que
llevamos todos dentro, que posee una serie de posibilidades
admirables y que es generalmente mucho mejor que el Yo que
usamos para vivir todos los días, limitado por la realidad los
prejuicios y el miedo.
Basta con ser sincero; basta con renunciar a pretensiones fuera de
lugar, con no censar en la opinión de los demás y con entregarse al
placer del arte por él mismo, por el goce que nos ofrece al
permitirnos dar salida a lo más auténtico de nuestro Yo,
generalmente estrangulado por la pequeñez de nuestro egoísmo.
Escribe aunque no "sepas" hacerlo, pinta, aunque, al comienzo te
parezca imposible, canta, si lo deseas: hazlo todo para ti mismo,
entregándole a esas actividades con sencillez, con amor y con
ingenuidad y verás cómo tu vida se enriquece, cómo tu horizonte se
amplía y tus horas se completan. Verás cómo cada día eres mejor y
comprenderás cómo es el sentimiento y no la razón el que nos
hace conocer las grandes verdades y nos hace capaces de ser
nosotros mismos y, por ese camino, unirnos a los demás.
Aprende el arte de ser médico
Y, si el destino del médico es unirse a sus semejantes, una
indispensable condición es el desarrollo de sus capacidades
artísticas para ese propósito.
No puede "Aprenderse" a ser artista. Se necesitan condiciones
básicas, sin las cuales, todo aprendizaje es inútil. Pero, así como el
pintor o el poeta deben desarrollar las capacidades que poseen, así
el médico debe también hacer florecer las propias en el arte de ser
médico. Es éste, quizás, el más hermosos aspecto de nuestra
profesión. No es suficiente saber medicina. Hay que sentirla
también. Se puede ser un sabio y no por eso ser buen médico. Se
necesita algo más: la sensibilidad artística, el toque mágico
personal que va más allá del conocimiento frío, la vibración afectiva
creadora que se encuentra en la base de "toda obra de arte. La
relación directa con los hombres la necesita para florecer. Al lado
de la objetividad fría de la ciencia, es indispensable la cálida
subjetividad del arte. Sin ella, el médico será un técnico en
problemas de laboratorio fisiológico o de anfiteatro anatómico, pero
no un ser humano ayudando a otro ser humano.
Esa es la razón por la que muchos hombres de subidos quilates
intelectuales, que trataron de estudiar medicina, tuvieron que en
cierta forma, apartarse de ella aplicándose a trabajos de
investigación en laboratorio o a actividades no clínicas.
Descubrieron bien pronto que no podían, no hubieran podido
nunca, no sólo manejar la interrelación del médico con el enfermo,
sino lo que es también necesario, gozar en ella y sentir el placer de
la reacción y la satisfacción indescriptible que el ayudar a otro ser
humano debe traer consigo.
Pero, ¿como puedes desarrollar tus capacidades artísticas para ser
médico? De una sola manera: desarrollando tu propia personalidad,
cultivando tu propia personalidad.
Hay algo individual, intransmisible, en la manera de ser médico: es
la forma de usar el propio yo en relación con el semejante; es el
modo de enfrentar y resolver problemas humanos que, en
medicina, se encuentran siempre antes y después de los problemas
científicos. Nunca será médico si ante un enfermo sólo sabes
recordar la ciencia y si no sientes que él no es un conjunto de
órganos que funcionan mejor o peor, sino, ante todo y sobre todo
un semejante que sufre.
Cómo elegir a los maestros
Si todo debes aprender, ¿de quién puedes hacerlo? He aquí otro
problema. El desarrollo de tus condiciones personales y tu
adquisición de conocimientos dependen, en gran parte, de tus
maestros. Ellos te abrirán las puertas y te señalarán los horizontes.
De ellos dependen tus primeros pasos, que muchas veces, serán
los decisivos.
Busca a tus maestros, elige a tus maestros, selecciona a tus
maestros. Oye y respeta a todos, pero prefiere a los que pueden
ofrecerte algo más que conocimiento; a los que" pueden despertar
en ti inquietudes y estimular anhelos; a los que sean capaces de
dar y de darse.
Ya tienes un criterio: son los hombres que crean, aman y ríen. Son
los que no están contentos con la rutina diaria, los que buscan
incansablemente, los que, en esa búsqueda, saben hallar. Son los
que, ante el enfermo, te enseñan además de la actitud de la
ciencia, el arte de la actitud. Son los que se acercan al paciente a
darle a manos llenas, no solamente medicamentos, sino amor,
comprensión humana, respeto por su doble condición de hombre y
de hombre sufriente. Y son los que ríen. No te acerques a un
hombre solemne. La solemnidad es incapacidad de reír y quien no
tiene sentido del humor no tiene sentido de humanidad. Aléjate de
los maestros eruditos, de los que citan muchos autores y se apoyan
en infinitas cifras. Esos conocen, pero no saben. Acércate a los que
al enseñar, te den la sensación de que todo lo que dicen es fácil y
descubrirás bien pronto que, detrás de esa facilidad, se encuentra
un trabajo serio y profundo de asimilación de conocimientos que, al
haber sido perfectamente comprendidos, se han hecho fácilmente
manejables y transmisibles.
Tienes a tu disposición una sencilla manera de conocer al
verdadero maestro. Observa su actitud frente a un enfermo. Si éste
le sirve solamente de pretexto para exponer amplia erudición,
repetir opiniones, historiar conocimientos y presentar teorías
propias; si, al hacerlo, notas que hubiera dado lo mismo que el
paciente fuera otro o que no estuviera presente, sabe que ese
hombre, no solamente no es un maestro, ni siquiera un médico. Si,
por el contrario, ves a uno que en todo momento piensa en el
enfermo y con el enfermo, expone los conocimientos que ese caso
brinda, se refiere a las vicisitudes de la enfermedad en ese
paciente, ofrece los medios de ayudar a ese ser que se encuentra
frente a él; el maestro cuya lección no puede, de ninguna manera,
separarse del enfermo que la provocó por que perdona significado,
acércate a él síguelo, aprende de él.
De los libros y su valor
Al lado de tus maestros, serán los libros los que completarán tu
enseñanza. Los libros que, al condensar la sabiduría de los siglos,
son los mejores maestros.
Y, así como eliges a éstos, debes aprender a elegir tus libros. No
es fácil hacerlo. Cada uno te ofrece tanto que sería el ideal poder
leerlos lodos porque, en realidad, todos pueden enseñarte algo y
cada uno de ellos, en mayor o menor medida, abrirte un horizonte
nuevo. Pero leer todo es imposible y se impone, entonces, una
selección. ¿En qué debes basarla? Por supuesto que no pretendo
darte reglas infalibles ni soluciones fáciles, pero quiero ofrecerte lo
que muchos años de leer me han enseñado.
Dos clases de libros solicitarán tu atención y tu tiempo: los que te
brindan conocimientos y los que se dirigen a tu sensibilidad. Son
los primeros los libros científicos y los segundos los que pertenecen
a la “literatura”. Es esta clasificación bastante arbitraria, sin
embargo. Un libro de ciencia te dará, además de información,
satisfacción estética, si está bien pensado y bien escrito, y una
novela puede ofrecerte, no solamente placer artístico, sino nuevos
conocimientos del hombre y del mundo.
No descuides la literatura. Busca las obras maestras de todos los
tiempos. Los Clásicos te darán goce y provecho. Encontrarás
alguno que no sacuden tu sensibilidad cuando por primera vez te
acercas a ellos. Déjalos, entonces, y haz una pausa. Madura
espiritualmente, y luego vuelve a buscarlos. Los encontrarás, y
cuando algún autor te provoque esa inexpresable conmoción que
sólo puede compararse a un descubrimiento, cuando sientas, al
leerlo, como si él expresara lo que tú, tenías dentro de ti pero no
conocías siquiera, como si sus páginas fueran un haz de luz que va
iluminando tu propias vida interior y haciéndote ver claras mil cosa
que penaban en la vaguedad imprecisa de tu espíritu; como si las
palabras que lees fueran descongelando figuras latentes en ti y
dándoles vida, síguelo. Lee y relee todas sus obras hasta que tu
corazón palpite al unísono y tu pensamiento se encuentre en cada
línea con el suyo. Habrás ganado un nuevo mundo y habrás dado
un paso adelante al hacerte uno con un fragmento eternamente
vivo de la humanidad.
Aprende también a seleccionar en el campo de la producción
científica. En medio de la variada gama que le ofrece, encontrarás
tres tipos diferentes de autores. Hay quienes son capaces de darle
una presentación de los conocimientos, una síntesis de lo sabido y
hacerlo desde puntos de vista más o menos originales; hay
quienes, por otra parte, exponen sus propios hallazgos en un
campo determinado y te enseñan, así, cosas nuevas y, a veces,
valiosas, y hay, por último, aquellos que cumplen una función aún
superior: saben hacerte pensar, te llenan de inquietud creadora y
dejan en ti simiente, haciéndote razonar por tu cuenta y recorrer
con tus pasos los caminos abiertos al estimar tu propia capacidad
creadora.
Los primeros son útiles especialmente cuando comienzas a hollar
un campo nuevo. Te informarán de lo ya sabido y de lo ya hecho y,
si son buenos, lo harán de manera sistemática, completa, y
atrayente. Te ahorrarán mucho vagar inútil y mucho perderte por
vericuetos ciegos. Te darán, condensada y sistematizada, la
sabiduría de los siglos.
Los segundos te informarán de lo nuevo que han sido capaces de
añadir a lo sabido y, al hacerlo,-acrecerán tu conocimiento y tu
inquietud.
Pero son los otros los que debes preferir aquellos que te hacen
pensar, los que, no solamente te señalan horizontes o te muestran
un nuevo camino, sino que, al enseñarte a mirar y a caminar te
estimulan para descubrir y para avanzar por ti mismo más allá de lo
ya sabido y de lo recientemente descubierto.
Los primeros harán tuyo el conocimiento, los segundos la inquietud,
los terceros la creación. Lee a todos pero ama a los últimos porque
ellos cumplen la verdadera misión del maestro: hacer tuyo el
mundo a través de tu propia visión.
Medicina de hombres
La medicina ha evolucionado mucho. Nació ejercida por el
sacerdote en los templos, fue luego conjunto de medidas empíricas
y siempre sufrió la influencia del momento cultural. Sus teorías se
movieron con la época y, así fue "espiritualista" durante la Edad
Media y "materialista" en el "siglo de las luces". Oscilo de un
extremo a otro, negando hoy lo que había de exaltar mañana.
Yo me he hecho médico bajo la influencia irresistible del
positivismo. Nos enseñaron medicina como podrían habernos
enseñado ingeniería mecánica. Nos mostraron cómo los órganos
funcionaban bien y cómo se producían desarreglos en esas
funciones, desarreglos que constituían la enfermedad y a los que el
médico debía poner remedio. Nos educaron en la "ciencia" y, ante
los resultados de las experiencias de laboratorio y de las
disecciones de anfiteatro, nos orientaron, en realidad, hacia una
veterinaria de seres humanos. Los médicos de mi generación
creíamos ingenuamente que el examen exhaustivo del cuerpo, no
sólo con los medios clínicos, sino con la ayuda magnífica del
laboratorio y de todos los procedimientos auxiliares, bastaba para
darnos el conocimiento de la enfermedad y señalarnos el camino
de la curación. Los médicos de mi generación fuimos preparados
para atender órganos y no hombres. "Es un hermoso caso de tumor
del riñón"; "es una magnífica anemia macrocítica", nos decíamos
los unos a los oíros, gozándonos en las posibilidad diagnósticas
que los análisis, las pruebas funcionales o las radiografía podían
ofrecernos: No nos enseñaron que ese tumor del riñón o esa
anemia macrocítica se desarrollaban en seres humanos, en
hombres sufrientes, en semejantes nuestros que venían a buscar
ayuda.
Los médicos de mi generación creíamos cumplir nuestro deber
cuando habíamos agotado lodos los medios "científicos" para llegar
a un "diagnóstico preciso" y emprender una terapéutica "eficaz".
Pero el diagnóstico era un diagnóstico de patología orgánica y la
terapéutica tenía como ideal el llevar la medicación "específica1' a
la lesión local. El hombre portador de esa lesión era completamente
descuidado. No interesaban como tal.
El trágico error que ese punto de vista llevaba consigo no puede ser
ilustrado más claramente que con un ejemplo que el profesor Lelio
Zeno me refirió una vez y que recordaré siempre. En un
modernísimo sanatorio, se atendió a una muchacha con una
tuberculosis pulmonar. Los médicos usaron los mejores medios
diagnósticos y terapéuticos; los cirujanos realizaron sus más
brillantes operaciones para eliminar lo que no podía ser salvado. El
esfuerzo conjunto de un equipo de sabios consiguió la "curación"
de esos pulmones que parecían irremediablemente perdidos. El
caso era interesantísimo y, como tal, se decidió presentarlo a un
congreso médico.
Reunióse entusiastamente la documentación y se esperaba la
fecha del congreso con la seguridad de ofrecer ejemplo ilustrativo.
Pero ocurrió que, unos días antes, la enferma se suicidó.
¿Habían curado los sabios colegas a este paciente? Habían
indudablemente, obtenido que sus pulmones fueran nuevamente
capaces de cumplir su función, habían, pues curado el órgano. La
portadora de ese órgano, la muchacha que buscara ayuda fue, en
todo momento, ignorada. Los médicos no creyeron, ni científico, ni
necesario, averiguar lo que ocurría en. el espíritu de su paciente.
Posiblemente pensaron que no les correspondía hacerlo. Y ese
espíritu destruyó en unos pocos minutos todo lo que ellos habían
hecho con su cuerpo. Aún vemos todos los días casos parecidos
pero felizmente, las cosas van cambiando. La moderna medicina no
es mas una medicina de órganos, sino una medicina de hombres.
Considera como nuestro deber, no solamente el restaurar
funciones, sino ayudar a seres humanos a vivir. Todos los médicos
de nuestra generación habíamos sido llevados a olvidar al hombre
en medio de sus órganos, fenómeno ilustrado claramente en el
ejemplo que muchas veces pusiera a los estudiantes. Frente a un
enfermo, en un lecho de hospital, se habla de “un caso de hepatitis”
pero, si suponemos, por un momento, que es nuestro hermano el
que sufre, no será el "un caso de hepatitis", sino "Alfredo, quien
padece de hepatitis". En el primer ejemplo es el órgano el que
ocupa el centro de atención y al que se dirige primordialmente
nuestro interés; en el segundo, es el hombre el que importa
fundamentalmente y la enfermedad orgánica no es sino un episodio
en la vida de ese hombre. Pensemos en todos los enfermos como
en hermanos nuestros y habremos adquirido la orientación justa de
la medicina contemporánea.
Esta actitud no es solamente humanitaria, ni lleva como origen
preocupaciones sentimentales. Es indispensable desde el punto de
vista vibran al unísono y se influyen mutuamente. No hay
enfermedades "puramente orgánicas" ni "puramente psicológicas".
Todas ellas muestran un funcionamiento defectuoso de la totalidad
del hombre y así deben ser comprendidas.
Si eso es verdad, y ningún médico que se halle al tanto de las
modernas investigaciones lo duda, constituye un deber de hombre
de ciencia no descuidar ningún aspecto del problema y tener en
consideración, al lado de los fenómenos fisiológicos, las
alteraciones psicológicas y, al mismo tiempo que los órganos, la
personalidad del individuo.
Ello significa, hijo mío, un cambio radical del punto de vista médico.
Significa que no somos más ni "veterinarios de seres humanos", ni
"recetadores", ni "operadores", sino hombre frente a hombres;
hombres que, preparados científica y artísticamente para ayudar,
ayudamos otros hombres a restablecer el equilibrio que ha perdido
por un momento y los ayudamos, no solamente prescribiendo
remedios o indicando operaciones, sino atendiendo problemas
anímicos, equilibrando emociones y tratando de restaurar, la
tranquilidad espiritual al mismo tiempo que el funcionamiento
orgánico.
La tarea es difícil; infinitamente mas difícil que la de restablecer
funciones alterados. Pero es también mucho mas noble. Devuelve
al medico su prestancia y su papel. Le ofrece la inigualable
satisfacción de ayudar a sus semejantes en el sentido mas humano
de la palabra. Y, si tu quieres ayudar a los demás, debes hacerle
médico de hombres y no médico de órganos.
El problema de la especialización
Sin embargo, he aquí que la realidad de la practica profesional
parece contradecirme, ¿no existen especialistas que se ocupan de
un conjunto limitado de órganos? ¿No es la especialización
indispensable en la medicina de nuestros días? ¿No es una
consecuencia ineludible del progreso?
Así es, pero la contradicción es sólo aparente. La especialización
es un fenómeno necesario, pero no excluye, de ninguna manera, la
amplitud de criterio ni el concepto integral de la medicina. El buen
especialista es el que afina sus capacidades en la solución de
problemas médicos limitados a determinados órganos o sistemas,
sin perder de vista la totalidad del hombre enfermo, sin descuidar
su categoría de ser bio-psico-social. El fracaso lamentable de
algunos especialistas es, precisamente, el descuidar ese aspecto
de su actividad médica, el creer que pueden solucionar los
problemas de un órgano sin tomar en cuenta al individuo portador
de ese órgano. Son los que, según la definición humorística, "saben
cada días más y más de menos y menos" y que, en su miopía, no
son capaces de resolver ni siquiera los problemas de su campo de
acción. El especialista moderno es el que, después de conocer la
inmensa complicación del hombre, en todos sus aspectos, estudia
con más detención uno de ellos, pero que, al hacerlo tiene siempre
presente la unidad del ser y la necesidad de tornarla en cuenta en
todo momento. Si no lo hace, deja de ser medico para convertirse
en un técnico estrecho que puede realizar su tarea mejor o peor
pero que ha perdido la nobleza de propósitos, la altura de
procederes y la posibilidad integral de su apostolado y que ha dado
la espalda a la tradición humanística y científica de su profesión.
Ahora bien. La especialización es una necesidad indudable en la
práctica de la medicina moderna. Pasados son los tiempos en los
que un médico podía conocer todo lo conocido. Cada día el afán de
saber y el ansia de penetrar más y más en los misterios de la vida y
de la muerte traen conocimientos que es imposible asimilar en su
totalidad; y técnicas que un hombre solo no podría aplicar. El joven
que, lleno de entusiasmo y emoción, quiere hacerse médico, se
pregunta: ¿Qué camino seguir?
Ante todo quiero que no te engañes respecto a la falacia de la
especialización temprana, estudiantes hay que se inscriben en las
Universidades con una idea fija, que descuidan los conocimientos
que creen superfinos y que buscan desde los primeros anos el
"especializarse". Creo que es un error grave. Ante todo, la
especialización exige una vocación, cierta y ella sólo puede
hacerse clara luego de conocer el conjunto de las disciplinas
médicas, sus horizontes y sus orientaciones. Por otra parte, no
puede ser un buen especialista quien no conoce a fondo las
ciencias básicas, quién no ha practicado la medicina general y se
ha adentrado en todos los problemas y sopesado todas las
soluciones.
Estudia con cariño las ciencias básicas, conoce todas las
especialidades, familiarízate con todos los procedimientos en tus
días de Universidad y, lo que quizás es más importante, acércate a
los especialistas, a los que gocen con su ocupación y hablen de
ella con convencimiento y amor. Óyelos y recién entonces serás
capaz de decidir tu camino.
Los dos grandes caminos: la clínica y la cirugía
Dos grandes vías se abrirán ante tus ojos: las ciencias clínicas y las
ciencias quirúrgicas. Ambas tienen atractivos ciertos y ofrecen
ilimitados horizontes.
Hay en la clínica posibilidades inmensas para el hombre de
pensamiento y de sensibilidad. Ser clínico es acercarse al
semejante sin mas armas que el conocimiento y la inteligencia; es
enfrentar los problemas que el ser humano nos presenta validos
fundamentalmente de nuestra intuición más acendrada la básica,
característica del artista- y nuestro más agudo razonamiento la
fundamental condición del hombre de ciencia. Para el clínico un
enfermo es un problema que debe resolver a base de maduro
raciocinio y manejar con sutil habilidad. Debe observar
cariñosamente cada detalle, pesar cada posibilidad, razonar cada
hecho y relacionarlos con los demás en un tejido de operaciones
intelectuales en el que construirá una obra de fina lógica y de
amorosa comprensión. Basado en los datos que el examen clínico
y los procedimientos auxiliares le ofrecen debe sopesar las
características físicas y espirituales de ese hombre en ese
momento y cada una de esas posibilidad que el conocimiento de
las manifestaciones fisiológicas y psicológicas le ofrece; debe afinar
su capacidad de análisis, debe seguir en su mente un camino firme
de razonamiento científico y llegar a una conclusión sólo después
de un trabajo de síntesis elevada que sea capaz de extraer de cada
dato lo esencial y relacionarlo con todos los otros en una obra de
armonía plena. Se trata de una operación intelectual de la más alta
calidad; se trata de una afirmación de lo más grande que el espíritu
humano posee: una capacidad mental que sólo admite
comparación con la del filósofo y que es en sí misma una continua
afirmación de lo verdaderamente noble en el alma del hombre.
Pero no es eso todo. Una vez llegado a la conclusión científica
referente a diagnóstico, pronóstico y terapéutica, el clínico
comienza recién su verdadera misión de médico. Es en la
aplicación de sus resultados al enfermo, es en el manejo de los
problemas que a cada momento se presentan, es en "la práctica
donde se ve al verdadero clínico. Si en el proceso de arribar a una
conclusión previa es el hombre de ciencia el que predomina, en la
aplicación de ese resultado es donde el artista debe mostrar lo
mejor de sí mismo. Tratar a un enfermo no es prescribirle
medicamentos. Es algo más: es manejar un ser humano. es
conducir un semejante por los caminos del restablecimiento de sus
capacidades fisiológica y psicológicas, es ayudarlo a recuperar la
normalidad de su funcionamiento orgánico y el equilibrio de su vida
social. Y para ello, no hay que ser solamente un sabio que
conozca, sino un hombre que sienta y que vibre al unísono con sus
semejante, que se ponga incondicionalmente a su lado y les
ofrezca, no sólo su saber, sino su amor, no sólo su cerebro, sino su
corazón. El éxito de un clínico no está solamente en su habilidad
para manejar conocimientos, sino, .y más, en su capacidad para
manejar hombres y esa es, precisamente, su más noble obligación
y su más alto papel.
Si bien el cirujano debe ser también clínico y, por lo tanto, puede a
él aplicarse todo lo dicho, es otro el espíritu que informa su
quehacer. Así como el clínico es un hombre de pensamiento y de
sensibilidad, como características fundamentales, el cirujano es un
hombre de acción. Su actividad gira alrededor del hecho quirúrgico
y su obra es fundamentalmente distinta. El cirujano, más que el
clínico, se siente actuar entre la vida y la muerte. Es el arbitro en
cuyas manos está, en un momento, el destino de su enfermo. Tiene
la suprema satisfacción de la lucha aguda de la realización
inmediata y positiva, del triunfo visible y objetivable. también la
sensación de dominio sobre la naturaleza y sobre la realidad que
sólo pude dar el hecho de manipular entrañas palpitantes, sentir la
vida latiendo entre sus dedos y ser capaz de triunfar sobre la
enfermedad viéndola y arrancándola del seno mismo del ser
humano sufriente.
El cirujano es también un artista, pero en otro terreno. Su goce
estético está en la perfección de su cometido, en la belleza que se
une a la tarea material bien cumplida, en el triunfo limpio sobre las
enorme, dificultades del acto quirúrgico, en la solución justa del
problema difícil a través de una técnica pura.
El clínico pocas veces tiene la sensación inmediata e indiscutible de
su triunfo. Sus enfermos se recuperan lentamente y esa, misma
lentitud, quita a la curación mucho de su dramatismo. El cirujano,
en cambio, ve a sus pacientes perder sus síntomas, sabiendo bien
el cómo y el por qué.
Ves tú, pues, las diferencias entre una y otra actividad y puedes
darte cuenta de cómo cada una debe satisfacer a distintas
personalidades. Estúdiate a ti mismo, trata de comprender tus
reacciones y, si sigues amorosamente todos los cursos, si te
acercas a todos tus buenos maestros con igual interés, bien pronto
se aclarará en tu espíritu un camino y sabrás lo que quieres.
Hay algo más, sin embargo. Cada día el campo de la clínica y la
cirugía "generales" va restringiéndose al ser desmembrado por la
especialización. El cardiólogo, el gastroenterólogo o el
endocrinólogo, entre muchos otros, han hecho suyos aspectos
importantísimos de la medicina y vemos en nuestros días nacer
especialidades dentro de especialidades: el médico que se dedica
exclusivamente a tratar diabetes, reumatismos o enfermedades del
hígado, por ejemplo. O el cirujano especializado en pulmones,
riñones o cerebro y el que sólo opera tiroides o próstata.
Aquí el peligro de no ver el bosque porque los árboles lo impiden es
mayor aún. Mantente alerta ante él. No puede negarse que quien
restringe su actividad a un campo limitado puede ser muy capaz de
dominarlo mejor y de convertirse en un experto, pero ello a costa de
sacrificar su capacidad de comprensión amplia, de enfoque
panorámico y de consideración verdaderamente médica.
El obstetra, el pediatra, el neurólogo...
Hay especialidades que deben considerarse aparte porque, no sólo
abarcan campos de actividad distintos, sino porque suponen una
vocación especial que debe ser tomada en cuenta. Me refiero, por
ejemplo, a la obstetricia, la pediatría o la neurología.
Quien quiera dedicarse a la obstetricia debe tener condiciones
especiales y vocación cierta. Nadie está más cerca del misterio
maravilloso de la creación y nadie es más capaz de gozar del
inmenso placer de dar la vida. Por otra parte, el obstetra se
enfrenta a sus semejantes en uno de los momentos más
trascendentales de la existencia. Es quizás el único entre los
módicos al que se busca con una sonrisa y una ilusión. Es el que
mas sabe de la esperanza humana y el que más cerca se halla de
la humana felicidad. Conoce la expresión luminosa del rostro
maternal y la expresión preocupada y orgullosa de la faz del padre;
sabe de los sentimientos menos egoístas de que es capaz el
hombre.
Es también la del obstetra tarea llena de angustia y
responsabilidad. Se le confía, no una existencia amenazada que se
quiere que salve, como a los otros médicos, sino dos vidas
humanas, dos seres rodeados, no del temor a la muerte, sino de la
esperanza de la vida. El éxito es, pues, esperado y el fracaso
imperdonable. De allí sus responsabilidad y su angustia; de allí su
elevación y su goce. De allí que sea quizás, entre los médicos, el
que sabe del agradecimiento más sincero y de la admiración mas
incondicional. Nunca he oído en mi vida de médico nada mas
conmovedor que las palabras de la madre de todas las madres-
cuando, con el niño en sus brazos, se vuelva Inicia el médico para
agradecerle. Hay en esa actitud una sinceridad, un calor y una
dulzura que compensan largamente por lodo lo pasado y llenan el
corazón del orgullo de ser médico, y de ser obstetra.
El pediatra actúa en oirá esfera, cercana pero diferente. Tiene en
sus manos vidas tan indefensas, debe lidiar con problemas tan
complicados y ha de hacerlo ante la angustiosa mirada de la madre
que esta en todo momento, pendiente de sus palabras y de sus
gestos como de una condena o de una salvación. Debe, por otra
parte, enfrentar algo tan conmovedor como el sufrimiento de un
niño. Impotente, sin poder muchas veces expresarse, vencido por
la enfermedad y entregado completamente en las manos de los
adultos, algo terriblemente patético tiembla en la apariencia de un
niño enfermo, algo que el médico siente y, lo obliga a entregarse y
a dar todo lo que su saber y su amor puedan.
Pero la misión del pediatra, además de curar niños, es formar
hombres. Debe ser médico y educador. Se acerca al ser humano
en los años cruciales de su formación física y espiritual; enfrenta los
problemas familiares que están determinando todo el futuro y debe
saber verlos y manejarlos, enderezando su acción, no solamente a
salvar el escollo de la enfermedad actual, sino a la prevención de
las maladaptaciones futuras cuya semilla se encuentra ya presente.
Debe ser el médico de la familia al mismo tiempo que el del niño y
su responsabilidad no esta cumplida con la curación de una
enfermedad, sino con la medicación del ambiente y la preparación
de un futuro normal para el ser que se pone en sus manos. Todos
los buenos pediatras lo saben y nadie lo expresa mejor que
Florencio Escardó:
"El Pediatra no ha de querer superficialmente al niño sino amar en
él al hombre del que el niño es cifra y resultado, a veces
desencanto, y ha de respetar en su paciente un tremendo
coeficiente de misterio y de devenir. Quien no entiende de un modo
vivo y real que el niño no es una presencia sino una continuidad no
debe ser pediatra".
La actividad del neurólogo tiene otras facetas. Hay en ella ciertas
características que la hacen atractiva para espíritus especulativos y
que ofrecen un placer incomparable a quienes son capaces de
gozar plenamente de la actividad intelectual lógica y entregarse a la
solución de problema con todas las características de los que se
presentan en disciplinas especiales, como las altas matemáticas.
Los cuadros neurológicos enfrentan al especialista con problemas
que sólo pueden ser resueltos si se llenan dos condiciones
indispensables. Es la primera, por supuesto, un conocimiento
exhaustivo de los centros, las vías y las conexiones nerviosas y su
funcionamiento. Es la segunda una capacidad para el razonamiento
preciso, para la discriminación lógica inflexible, para el análisis y la
síntesis. Quizás por eso la neurología constituye la especialidad
médica que más se acerca a las ciencias exactas en su aspecto
diagnóstico y la que puede ofrecer mejor el goce de la actividad
lógica y del razonamiento puro. Nada puede igualar en este
sentido, a la satisfacción que el neurólogo experimenta, por
ejemplo, al ver que su diagnóstico de localización es confirmado, a
veces milimétricamente, por cirujano quien, guiado por sus
indicaciones precisas, ha llegado a la lesión y ha salvado al
enfermo.
Por supuesto que he tomado estas especialidades solamente como
ejemplo. En realidad, cualquiera, cuando es estudiada con
dedicación y practicada con amor, ofrece al médico posibilidades
inmensas y satisfacciones sin fin. Hay una, sin embargo, de la que
quiero decirte algo más.
Medicina de almas
Debo corregirme: no se trata de una especialidad, sino de una de
las ciencias básicas. Me refiero a la Psiquiatría.
Es interesante considerar la situación de la psiquiatría en la historia
de la medicina. Nació hace muy poco tiempo como la especialidad
dedicada al tratamiento de las enfermedades “mentales”. Esta
definición traiciona, ciertamente, la propia etimología de la palabra.
Psiquiatría se deriva de los términos griegos psyche alma y iatreia,
curación. No se refiere, pues, a mente sino a alma y, si bien los
hombres de ciencia y los filósofos no se han puesto aún de
acuerdo- y posiblemente no lo harán nunca sobre el verdadero
significado y alcance de la palabra alma, todos ellos aceptan que
abarca algo más la palabra mente. Sin embargo, la psiquiatría
nació como una especialidad que se ocupaba de las enfermedades
de la mente, refiriéndose, (le una manera directa, a la locura."Poco
a poco su horizonte fue haciéndose más amplio y extendiéndose su
campo cíe acción. Se comprendió que no es la locura el más
importante ni el más común cíe los sufrimientos del alma, que
existen una serie de trastornos que sin llegar a ella, producen más
dolor y más invalidez en el ser humano y que deberían
considerarse en el ser humano y que debería considerarse
detenidamente. Fueron naciendo las doctrinas de la neurosis y la
idea de que eran también sufrimientos del alma las alteraciones del
carácter que llevan a la perversión, al vicio y al crimen. Y llegó el
momento en que los psiquiatras se encontraron frente al ser
humano para estudiar, comprender y tratar los trastornos más
importantes que ese ser humano presentaba como tal. No es
ciertamente por azar que el campo de las actividades culturales,
alejándose de la consideración casi exclusiva de la mente, como
función intelectual, se fije ahora en la afectividad, descuidada y
pospuesta en el pasado.
La psiquiatría, doctrina médica del alma humana, de su sufrimiento
y de su curación, ha pasado en nuestros días, de ser actividad
despreciada y aborrecida, a tener proyecciones inmensas y
responsabilidades infinitas; de una especialidad descuidada, a
ciencia básica en el conocimiento del ser humano, su acción y su
destino.
Quizás tales afirmaciones te sorprendan porque n0 has vivido,
como yo, las etapas de esa evolución. La psiquiatría, en mis
tiempos de estudiante, era considerada por la opinión pública como
el quehacer de unos cuantos médicos excéntricos que se ocupaban
de cuidar a los locos en los manicomios y que poco se
diferenciaban de ellos. De ese estado han salido en pocos años
para convertirse, en los países más civilizados en conocedores del
hombre y sus actividades normales y anormales, expertos en la
conducta» analistas de la familia, la sociedad y el Estado cuyas
opiniones se toman en cuenta en todos los campos de la vida y
cuya intervención individual y social tiene quizás hoy día más
consecuencias que la de cualquier otro grupo de médicos.
Cómo, se ha producido, ese fenómeno. Esquematizando, puede
estudiársele en dos etapas. La primera fue causada por la aparición
de Freud y el psicoanálisis. Sus teorías sacaron a la Psiquiatría de
los manicomios y la enfrentaron con los problemas diarios del
hombre, la colocaron bajo el foco central de la atención pública y
llevaron su influencia más allá de la medicina misma, hacia las
ciencias del ser humano y la cultura. El psiquiatra, aislado hasta
entonces, tuvo que aprender a dialogar con el psicólogo, con el
antropólogo, el jurista, el filósofo y... el médico.
Puede sonar esto último a paradoja, pero no lo es. El resto de los
médicos se había acostumbrado a aislar al psiquiatra. Casi como a
la oveja negra de la familia. Envuelto en un mundo tan anormal y
tan peligroso, hablando un idioma tan distinto del idioma "científico"
de sus colegas, había él mismo olvidado sus conocimientos clínicos
y su lenguaje profesional. La aparición del psicoanálisis lo arrancó
de ese aislamiento y lo arrojó al centro de interés. Y lo obligo a ser
médico nuevamente, así como obligó a los otros médicos a ser
psicólogos.
Como una consecuencia y, por supuesto en estrecha relación con
la evolución cultural del momento, nació lo que ha dado en llamarse
la "medicina psicosomática".
La medicina psicosomática no es ni una nueva especialidad, ni una
ciencia diferente; es una orientación distinta. Representa nada más,
ni nada menos que la vuelta al hipocratismo, a la consideración del
enfermo como una totalidad de alma y cuerpo que no puede
enfermarse ni morir totalmente; es un llamado a la humanidad del
médico y una invitación a que vuelva a hacerse una medicina de
hombres practicada por los hombres y no una reparación de
máquinas, hecha por expertos; es una apelación a lo más noble de
nuestra actividad y a lo más alto de nuestro espíritu.
La medicina psicosomática ha sido el segundo paso decisivo en la
transformación de la psiquiatría en una ciencia básica y del
psiquiatra en un médico integral que, no solamente comprende y
maneja los problemas psicológicos de sus enfermos, sino que
puede contribuir grandemente a que sus colegas comprendan y
manejen los suyos al ayudarlos a colocarse frente a ellos como a
seres humanos que reaccionan como tales y en cuya historia los
factores psicológicos son tan importantes como los fisiológicos y
obran junto con ellos en una interrelación que no puede ignorarse y
que determina muchas veces la salud y la enfermedad, la vicia o la
muerte.
Y, he aquí, pues, que la Psiquiatría es hoy, no solamente una
ciencia básica de la medicina, sino una disciplina de vastos
alcances y nobles intenciones, una actividad para médicos que, a
su ciencia y a su arte, unen, por sobre todo, un amor incondicional
hacia el ser humano y un entendimiento amplio de su problemática
y de sus posibilidades.
La medicina integral
La Psiquiatría ha contribuido a la comprensión más clara del hecho
mismo de estar enfermo -que no es el funcionar anormal de un
órgano o un sistema de órganos, sino un desequilibrio del ser
humano frente a sí mismo y frente a su ambiente- y, al hacerlo, se
ha convertido en una disciplina cuyo conocimiento se hace
indispensable para todo médico. Si sabemos que las enfermedades
tienen todas un componente psicológico no podemos pretender
conocerlas ni manejarlas sin conocer y manejar ese aspecto tan
importante de su patogenia. Otra cosa sería cegarse ante la
realidad diaria y mantenerse al margen del progreso. Por eso, hijo
mío, si quieres ser médico, debes, de todas maneras, familiarizarte
con los conocimientos de la psiquiatría moderna que te enseñará
mucho respecto al hombre sano y enfermo y te permitirá
relacionarte con él y ayudarlo realmente.
La Psiquiatría es el puente que une la medicina a la cultura general.
Ninguna disciplina médica te acercará más al alma del hombre, a
su sufrimiento, por una parte, pero, por otra, a sus manifestaciones
más sublimes y a sus capacidades más altas. Ninguna te permitirá
comprender mejor y admirar más las producciones artísticas, las
conquistas científicas, las especulaciones filosóficas o los
planeamientos religiosos, ninguna como ella estimulará tu
curiosidad, te colocará en la actitud justa: ansia de comprender y
posibilidad de admirar y abrirá horizontes más amplio a tu hambre
de espíritu y tu sed de cultura; ninguna te enseñará mejor a
entender a tus enfermos ya respetarlos en su condición
irrenunciable de seres humanos; ninguna te levará más ante ti
mismo como parte de la humanidad y servidor de ella.
Sabe oír
El secreto de la medicina moderna
Hay algo más aún. Hasta esta revolución psicológica, el médico se
había dedicado a conocer al hombre "desde afuera" y, por eso, se
colocaba frente al enfermo como frente a un objeto de estudio que
debería analizar en sus partes para estudiar, en lo posible, cada
una de ellas aislada y exhaustivamente. No quiero decir que los
médicos fueran ciegos ante los factores de integración, pero los
enfrentaban también con la actitud "científica" del que trata de
comprender una complicada maquinaria. Esa "actitud científica" los
obligaba a ser "objetivos" y a eliminar todo factor que no pudiera
ser "visto" y analizado. La medicina era una actividad visual. Es la
orientación moderna, que partiera del psicoanálisis, la que la
convierte en una actividad auditiva. Con el punto de vista
psicosomático los médicos descubren que, al lado de la
observación que los colocaba frente al enfermo "desde afuera",
debe darse importancia a las informaciones que llegan "desde
adentro" y que obtienen, no mirando, sino oyendo; empieza a
comprender que es tan importante lo que el enfermo nos dice como
lo que nos muestra y aparece en el horizonte medico una nueva
dimensión: la intimidad del hombre, su humanidad.
Este paso devuelve a la medicina la prestancia perdida y la coloca
nuevamente en su verdadera perspectiva. No se trata ya, como
dijera, de arreglar una máquina descompuesta - las máquinas no
tienen intimidad - ni de aliviar el sufrimiento de un animal- los
animales no hablan-sino de acercarse a un semejante y saber, a
través de la palabra, de su vida íntima, que pasa a ser tan
importante como su fisiologismo. El oír al enfermo, más que al
hablarle, informa la tarea médica de hoy. Porque el hombre es,
fundamentalmente, historia. El hombre no puede ser comprendido
si no se le considera- ya lo han dicho los filósofos - en función del
tiempo, de la evolución, del devenir. El enfermo no es el ser que
enfrentamos en la consulta, sino el que ha venido haciéndose a lo
largo de los días y ha venido siendo a través de la vida. Su
enfermedad no tiene sentido si no se le entiende como una parte de
su biografía y su tratamiento no tiene justificación si no se dirige a
ese hombre que lleva detrás todo su tiempo y que tiene ante sí,
irrenunciablemente, todo el tiempo.
Pero eso nos obliga a dar un paso cuyas consecuencias son
inmensas: a introducir en la teoría y la práctica, toda la
problemática humana; a, si queremos ser médicos de verdad,
preocuparnos no solamente por las funciones cardíacas, hepáticas
o renales de nuestros enfermos, sino también por sus
pensamientos, sus deseos y sus temores. No crea, pues, una
nueva tarea y una seria responsabilidad.
Quiero que te des cuenta de lo que eso significa. Debido a esta
orientación de su actividad, el medico se coloca nuevamente en
una situación incomparable y sus actitudes y opiniones pueden
influir decididamente muchas vidas. Debes, pues, detenerte a
pensar y a dar a aquellas toda la importancia que les dan lo seres
que entrarán en relación contigo a lo largo de tu vida profesional.
Soy médico y, por lo tanto, nada humano puede serme ajeno
Cada uno de nuestros enfermos es un ser humano que ha
atesorado en su existencia, de una manera u otra, un acervo
incomparable de experiencias propias que lo hacen un individuo y
lo dotan de características personales inconfundibles. Cada hombre
que se acerca a nosotros buscando ayuda es un ser único que nos
presenta, al lado de la maravilla de su cuerpo, un espíritu lleno de
ese misterio personal que lo hace él y no otro y que sólo se puede
apreciar si nos aproximamos a su vida con cariño y respeto.
Practicar la medicina tratando de aplicar indiscriminadamente los
conocimientos biológicos a todos los pacientes es, no sólo falta de
espíritu medico - humanidad y solidaridad- sino mengua de
capacidad científica y sobra de irresponsabilidad.
Cada vez que enfrentes un enfermo, trata de estudiarlo, sí, pero
también de comprenderlo. Piensa que la enfermedad no es un
hecho aislado que puede apreciarse como tal, sino un episodio en
su vida - que se refleja, toda ella, en el padecimiento- y que, a su
vez, este cambia completamente la realidad de su existencia.
Piensa que tú vas, no solamente a modificar en alguna forma el
funcionamiento de su cuerpo, sino a cambiar, quizás
definitivamente, la orientación de su personalidad; piensa que te
trae, no sólo su dolor, sino su angustia, no sólo su mala función
vital, sino su desesperación. Recuerda que ese ser humano que
ante ti se encuentra ha edificado un existir lleno de parecidas
vivencias a las que encontraste en el tuyo propio, que ha gozado y
sufrido, que ha amado y odiado y que en su envoltura materia
esconde un mundo que no puede ser desconocido y que involucra,
no solamente su existencia, no solamente la de su familia y
allegados, sino la de la sociedad y la tuya misma. En último
análisis, es absurdo pretender que somos capaces de vivir aislados
ya que, en una forma u otra, estamos ligados a la existencia de
cada ser que nos rodea y a la de la humanidad que nos anida.
Repítete parafraseando la oración famosa "Soy médico y, por lo
tanto, nada humano puede serme ajeno".
Esto significa que no puedes descuidar el análisis de tu posición
ante la vida. No me refiero por supuesto, a una posición de
"escuela" o a un profesionalismo filosófico. Me refiero a los
conceptos fundamentales que, consciente o inconscientemente,
guían la existencia de cada uno de nosotros y que, voluntaria o
involuntariamente, colorean nuestras actitudes y moldean nuestras
palabras. Nos movemos hacia un norte, reaccionamos de acuerdo
con una profunda concepción de la existencia que, puede no
sernos consciente, pero no por ello, es menos decisiva y, como
médicos, querámoslo o no, transmitiremos a nuestros pacientes las
convicciones que informan nuestro actuar. Debemos, pues, tratar
de hacerlas claras y de analizarlas para saber si son merecedoras
del papel que la actividad diaria les asignará. En los párrafos que
siguen vas a leer lo que veinticinco años de médico me han
enseñado, lo que creo, lo que siento y lo que aspiro. Con muchas
cosas no estarás de acuerdo. Enfréntate a la vida y, si ella te
apoya, corrígeme, mejorándome. Ningún maestro puede
considerarse tal si no es sobrepasado por sus discípulos y ningún
padre ha cumplido su misión si no es superado por su hijo.
Trata de comprender
Mira, ante todo, a tu alrededor, y trata de comprender. Comprender
es mantener el espíritu abierto, es no permitirse prejuicios ni
rigideces, es hundirse en el ser del prójimo y vivir sus problemas
como si fueran nuestros; es ser hombres con todos los hombres y
en todos los hombres sin limitaciones ni laxativas. Si algo debe
caracterizar al médico es su capacidad para mantenerse por
encima de la acusación, del desprecio y del orgullo. Así como
aprende a no sentir disgusto o asco o temor ante la lacra corporal,
así debe ser inmune ante los sentimientos negativos frente a la
desgracia del alma. Debe saber que no hay hombres malos, sino
almas enfermas, y que su papel no es juzgar y condenar, sino
comprender y ayudar. Los hombres vendrán ante ti con sus
angustias y con sus dolores y no serás médico si no tienes
sabiduría y comprensión, conocimiento y amor frente a ellos.
El médico y el dinero
El ser humano se mueve impulsado por una serie de sentimientos
que, destinados primigeniamente a conducirlo hacia la felicidad, se
han distorsionado de tal manera que muchas veces lo hacen infeliz.
Camina hacia metas que le ofrecen el espejismo de agua clara para
su sed y lo único que hacen es someterlo a un continuo fracaso y a
una desilusión mil veces repetida. Uno de ellos, de los más
comunes de nuestra sociedad, es el espejismo del dinero, cíe la
fortuna material.
Es muy fácil condenar a quien se halle dominado por la obsesión
de la riqueza; es fácil pero no justo. Acerquémonos, más bien, a
ese individuo averigüemos lo que el dinero es para el. Nos
encontraremos inmediatamente con que significa una o ambas de
estas dos cosas: seguridad y placer.
Quien ha sentido que, en alguna forma, la falta de dinero producía
a su alrededor angustia, desazón o infelicidad, creerá que su
posesión puede cambiar todo ello y darle algo cuya ausencia sintió
tan dolorosamente en algún momento crucial de su vida. No es
siempre así, sin embargo. Hay veces en que no ha existido esa
privación pero sí la inseguridad y la creencia de que ella pudiera ser
subsanada con el dinero. El hombre que ha tenido la suerte de
adquirir durante sus años formativos una sensación de seguridad
no hace de la consecución del dinero el norte de su vida. Quien se
ha formado inseguro, por el contrario, trata de buscar en el exterior
esa seguridad que le falta y, muy fácilmente, la fija en la posesión
de algo que puede darle, indudablemente la sensación de poder. El
dinero significa para esos seres un símbolo de poder, algo que les
permite superar; transitoria, artificial y parcialmente, la básica
inseguridad que los hace infelices. Piensan, pues en el dinero como
en la vara mágica que disipará dudas, calmará ansiedades y
ofrecerá esa paz interior que sólo el equilibrio espiritual puede, en
realidad dar.
Fácil es comprender la falacia de este punto de vista. Ante todo,
ocurre que el individuo no estará jamás seguro, aunque consiga
ganar ese dinero al que aspira Mientras más posea buscará más
porque siempre pensará que la suma mayor será la que soluciones
sus problemas. Su vida será la del hombre que, con un millón,
pensará que es el próximo millón el que terminará con sus
preocupaciones y que, si llegara a poseerlo, necesitará aún más en
una sucesión interminable de metas que solamente prolongarán su
angustia.
Pero hay individuos en quienes la inseguridad se traduce, no en el
temor al porvenir, sino en la incapacidad de disfrutar el presente.
Son los que ponen en la consecución del placer la razón de vivir
porque esa consecución es la única que puede calmar,
momentáneamente, su ansiedad. Son los que creen que el dinero
va a hacer posible esa obtención inmediata y constante de
satisfacción hedónica. Y, he aquí que son también víctimas de una
ilusión. Si obtienen dinero y con el placer, ese placer se convertirá
muy pronto en nada. Necesitarán nuevos y más fuertes estímulos
cada vez y verán cómo se deshace entre sus dedos la esperanza y
encontrarán un día que, por más dinero que posean, éste no podrá
proporcionarles ya esa huida de la realidad urgente de su propia
angustia y sufrirán más que nunca su fracaso.
Existir y florecer
Si. El dinero es necesario para vivir, pero vivir no es llenar las
necesidades materiales ni acumular posesiones o disfrutar
placeres. Es dar más que recibir. Paree que, en ello, la naturaleza
nos ofreciera una lección. Muchos seres de especies inferiores
dividen su existencia en dos etapas bien definidas: en la primera
almacenan alimentos y se proveen abundantemente; en la
segunda, los gastan. La etapa previa es solamente una preparación
para la vida que, en la segunda, es floración dar, goce
incontaminado de existir frente al sol y de prodigar lo que
acumulara en la sombra embrional. Anatole Franco se lamentaba
de que los hombres no fuéramos como ciertos insectos que, luego
de pasarse muchos días preparándose en la oscuridad y el silenció
larval, irrumpen en la existencia, para disfrutar de unas horas
dedicadas exclusivamente al amor.
La vida ofrece al hombre un abanico de horizontes llenos de
inmensas posibilidades e innumerables caminos. Para aprovechar
esa dádiva debemos viajar con la mirada dirigida hacia la lejanía y
el ánimo predispuesto al vuelo y ello no puede ser si nos hallamos
dominados por el ansia de posesión o el miedo al mañana.
No es posible existir sin obtener lo necesario para mantener esa
existencia que debe renovarse cada día, pero es absurdo que se
gaste en alimentarse ella misma y que no seamos capaces de
aprovechar todo lo que nos ofrece cuando, libres de las ataduras
materiales, podemos mirar alrededor y sumergirnos gozosamente
en el mar de las posibilidades que nos brinda.
En realidad, el ansia de posesión y la incansable búsqueda de lo
material no son sino hijas del miedo. Miedo que, agarrado a
nuestras entrañas espirituales, nació en las primeras etapas de
nuestra formación, cuando nos hallarnos en el mundo sin armas y a
merced de los adultos que nos rodeaban y que no fueron capaces
de inculcarnos la certeza de que nuestras necesidades no dejarían
de ser satisfechas y permitieron que la angustia se apoderara de
nuestra pequeña alma y tomara en nuestro inconsciente las
proporciones de un fantasma que nos perseguiría toda la
existencia.
Si nos detenemos a pensarlo, pronto comprenderemos que no son
las posesiones materiales las que pueden ofrecernos la felicidad. Si
tenemos a nuestro alcance lo necesario para satisfacer los
llamados perentorios de nuestro cuerpo, es nuestra capacidad de
volcarnos hacia afuera, nuestra posibilidad de darnos la que nos
ofrece el camino hacia el goce del mundo y hacia la real posesión
de él.
Si somos capaces de dar; y de dar de nosotros mismos, seremos
merecedores de recibir y se nos dará a manos llenas, no de los
bienes que se agotan y nos frustran, sino de aquellos que, una vez,
adquiridos, acrecen su caudal dentro de nuestro Yo y nos ofrecen
el incomparable tesoro que se disfruta sin temor a que se gaste y
que hace ricos, con nosotros, a todos los que nos rodean.
El médico ante la muerte
Si eres capaz de Colocarte ante la vida en una actitud de ávida
realización, ella te ofrecerá la oportunidad, día tras día, de admirar
lo mejor del hombre. Y te enfrentará también a lo más débil, triste y
miserable de su ser, porque el hombre se amilana, empequeñece y
tiembla ante la muerte. La muerte para él es aniquilación, vacío,
nada y, por eso, lo llena de terror. Muchas veces, más que la
enfermedad misma, es el miedo a la muerte el que ennegrece el
alma de los que a buscarte vienen. Muchas veces ese miedo se
convierte en la enfermedad más grave. Respétalo como respetas
todas las características humanas, pero no lo estimules ni
consientas que domine a tus enfermos. Para evitarlo no valen
exhortaciones, plegarias, ni filosofías. Sólo hay un camino: haber
dominado ese miedo en nosotros mismos "y ello se consigue si
somos capaces de mirar la vida desde la amplia perspectiva de la
humanidad y comprender así que morir no es desaparecer ni
aniquilarse, no es abandonar todo lo que se ha acumulado, sino
abrirse en una completa y total dación; es eclosionar como esos
frutos maduros que se rompen y reparten alrededor la anunciación
vital de las semillas que harán el árbol del mañana. Porque cada
hombre no es sino un momento, una pulsación de la humanidad y
su paso por la existencia no puede, de ninguna manera,
considerarse aislado e independiente, sino unido al devenir total. La
Vida, que es realización plena de posibilidades, nos precedió y nos
sobrepasará y debemos considerarnos como un vehículo que la
Historia utiliza para avanzar, como un puente en el camino eterno
del Hombre, como un minuto en la inmensidad del tiempo. Si
hemos hecho ese vehículo útil, ese puente seguro, ese momento
pleno, habremos cumplido nuestro papel, habremos, en el vaivén
del tiempo, terminado un movimiento inspiratorio. Nuestra muerte
será una expiración nueva que continuará el ciclo vital eterno.
Si, en tu vida, has sido capaz de crear, amar y reír, tu muerte no
significará sino la oportunidad suprema para hacerlo plenamente. Si
has creado, tu muerte será creadora; si has amado, tu amor se
hará patente y el amor que inspiraste será más puro; si has reído,
las lágrimas que tu desaparición provoque serán pronto enjugadas
por el recuerdo de tu vivir jocundo y pleno.
Lucha por conservar la vida de tus semejantes para que sigan
sirviendo a la humanidad, ayúdalos a vivir sin dolor, pero, cuando
se acerque lo inevitable, asístelos para que mueran sin angustia,
como el que, después de una jornada fatigosa, cierra los ojos para
descansar apaciblemente.
El médico ante la vida
Pero si tendrás muchas veces que enseñar a los hombres a morir,
muchas más tendrás que ayudarlos a hacer de su vida plena
realización de posibilidades y, para ello conocer los problemas que
llenan el existir humano. Debes saber enfrentarte con los enigmas
del amor, de la religión, de la sociedad y, al hacerlo, tener la
sabiduría de "comprender y la capacidad de ayudar. Los hombres
le traerán sus angustias al mismo tiempo que sus dolores y no
serás medico si no tienes frente a ellas un espíritu amplio y un amor
sincero a tus semejantes que te permitan ofrecerles lo mejor de ti
mismo. La vida te enseñará a ser tú y le ofrecerá sus insustituibles
lecciones que sólo tú puedes aprovechar debidamente. Lo que voy
decirle no es sino una lección de la vida, que se transmite a través
de mi experiencia.
El médico, ante el amor
Muchas, muchas veces has leído la palabra amor en estas páginas
y ella te habrá colocado en la posición del que se enfrenta con un
misterio.
Y es que el amor ha sido siempre un misterio. Domina la vida
humana con su maravillosa mezcla de fuerzas instintivas y
sublimaciones espirituales; crea un claroscuro en el que el hombre
se mueve bendiciendo y maldiciendo y el investigador se pierde,
desorientado y confuso, y en el que es quizás el artista el único
capaz de iluminar aspectos y descubrir secretos.
No pretendo en estas líneas ofrecerte un análisis del amor ni,
mucho menos, una solución a sus eternos enigmas. Hallarás
solamente las observaciones de un módico que. unido a, sus
semejantes, trató de comprenderlos y ayudarlos.
En realidad, la palabra amor engloba una serie de significados. La
Academia de la Lengua te enseñará que es, desde un "afecto o
sentimiento que inclina el ánimo a apetecer el bien real o
imaginado", hasta "pasión que atrae a los sexos", con lo que, al
decirte mucho, no te dice nada.
Y es que en el amor intervienen un conjunto de impulsos variados
que informan la inmensa gama de "amores" que encontrarás en tu
vida.
Parece que, como en todo lo importante de la existencia humana,
en el amor se realizara la síntesis de tendencias opuestas; parece
que fuera una mezcla en la que varios colores afectivos pusieran su
parte, siempre en proporciones diferentes, para ofrecer en cada
caso un resultado cromático distinto; parece como si se combinaran
en cada uno lo claro y lo oscuro, lo cálido y lo frío, la vida y la
muerte.
Y es que eso que llamamos amor es un desequilibrio inestable de
tendencias, una variedad múltiple e inaccesible de sentimientos,
una dualidad constante de sí y de no.
Sabes bien que alguien dijo que el amor no es sino un disfraz del
instinto sexual. Que el instinto está presente siempre, en una forma
u otra, no puede dudarse, pero, sin embargo, tratar de comprender
el fenómeno tomando en cuenta solamente el instinto como tal es
mutilar la realidad. Hay una serie de sentimientos que confluyen
para crear la variada verdad del amor. Puede argüirse que todos
ellos están relacionados con el instinto sexual pero, de todas
maneras, si queremos comprender algo del problema, estamos
obligados a discriminar y analizar.
Y nos encontramos, entonces, con la primera dualidad: el "amor
sexual" y el "amor espiritual". Ambos tienen que estar presentes y
mantenerse en equilibrio como recurriendo al símil manoseado- en
el filo de la una navaja. Si ese equilibrio se pierde, el amor se ha
destruido. Si cae hacia el lado material, si predomina
decididamente el sexo, el amor deja de serlo para convertirse en
deseo; si lo que queda es el "espíritu", el amor pierde sus
características para transformarse en alguna forma de amistad.
Pero no es este el único contraste. Si analizamos más a fondo el
problema nos encontraremos con una gama variada de
sentimientos, en pares opuestos y en equilibrio inestable.
Veamos algunos: hay en el amor, ante todo, un impulso a poseer,
apareado con el deseo de ser poseído. Quizás predomina el
primero en el amor masculino y el segundo en la mujer, pero ambos
se hallan siempre presentes. Y al hablar de posesión no me refiero,
por supuesto, solamente a la posesión física, sino nuestra en sus
sentimientos, sus ideas, sus aspiraciones; que nos pertenezca
íntegra y totalmente y que se funda en nosotros. Al mismo tiempo,
sin embargo, hay la necesidad de ser poseído, de pertenecer, de
sentirse diluir en el ser amado y de participar en su vida total, como
si en él moráramos. Estas dos tendencias deben también mantener
un equilibrio perfecto si el amor ha de conservarse como tal. Si el
impulso a poseer domina, la relación se convierte en un infierno de
egoísmo, de celos incontrolados y se destruye ante la imposibilidad
real de la posesión absoluta. Si es el afán de ser poseído el que
triunfa, el amor desaparece para transformarse en una sumisión
inferior que no puede satisfacer a la persona amada; y que
destruye prontamente toda posibilidad de realización completa.
Y el amor es necesidad de depender, como es necesidad de que
dependan de nosotros, este aspecto es muy claro en los seres para
los que la vida es tensión, esfuerzo y lucha; para los que cada día
es un desafío y cada acontecimiento es una prueba. Buscan en el
amor una compensación y desean depender del ser amado y
abandonarse en sus brazos al sentimiento para ellos doblemente
placentero de no tener que tomar decisiones ni resolver problemas.
Al mismo tiempo sin embargo, hay la necesidad de que, en cierta
forma, el ser amado dependa también. Y he ahí el nuevo equilibrio
inestable que, destruido, destruye el amor. Si la relación se hace
dependencia incondicional, el amante se convierte en un "ser que
ha perdido todo atractivo, que "vive colgado" de su pareja y que, de
esa manera, termina con todo el valor humano y con toda la
prestancia del verdadero amor. La aspiración a que dependan cíe
uno absolutamente, por otra parte, ahoga la personalidad, la
dignidad y la humanidad del ser amado y termina por matar todo
sentimiento auténtico para convertir la relación personal en una
lucha sin fin o en una abyecta sumisión sin sentido.
El amante necesita ser admirado y necesita admirar. Sin
admiración no hay amor verdadero. Es indispensable apreciar las
excelencias de la pareja y gozar con ellas; sentirse, en algunos
aspectos, superado, reconocerlo y apreciarlo, pero es
indispensable también saber que se nos admira para juzgarnos
merecedores de ese amor. Si este nuevo equilibrio se rompe,
tendremos el amor por imposible. Será, o narcisismo egoísta, que
se goza en la reverencia sumisa y barata, o idolatría ciega .que
destruye toda posibilidad de aparejamiento y comunión.
Y el amor es deseo de conquistar, al mismo tiempo que goce de ser
conquistado. También aquí predomina, en nuestra cultura, el primer
aspecto en el amor masculino y el segundo en el amor femenino,
pero ambos se hallan presentes siempre. Sin "conquista", es decir,
lucha y triunfo, no hay amor. Y ello no solamente al comienzo, sino
cada día, cada hora, cada momento. Se ha dicho que es fácil
obtener el amor y difícil conservarlo y es que la conquista debe ser
renovada cada vez y conseguida cada vez, inacabablemente. Y
debe ser conquista mutua, ya que la realización está en sentirse, al
mismo tiempo, conquistador y conquistado, actor y objeto, cazador
y presa. Si esta dualidad se deforma, si el equilibrio se rompe,
tendremos, o la caricatura del Don Juan cuyo placer es la
conquista, pero que desconoce el amor, o el ser pasivo, que goza
en ser conquistado, pero no sabe elevarse sobre eso goce para
poder amar.
Y es que hay otros dos componentes antitéticos y complementarios
en el amar verdadero. Son la necesidad de dar y la urgencia de
recibir. Amor es dación, es cierto, pero no es solo dación. Si bien el
amante debe ser capaz de renunciar, quizás por vez única, al
egoísmo, de transferir el centro de gravedad, como decía Ortega y
Gasset, de uno mismo a la persona amada, necesita también
recibir; si goza al entregarse, ese goce no es completo, no es amor,
si no es capaz de sentir la entrega. Y he aquí otra de las
dualidades, casi paradójicas.
Quizás más que en ninguna otra parte el misterio del balance
inestable que es la vida se manifiesta aquí con la claridad
indiscutible y, quizás es por eso más misterio y más vida. Variedad
de sentimientos, choque de fuerzas que, milagrosamente, se
equilibran y que, en ese equilibrio, se funden en una increíble
reconciliación de contrarios, síntesis de polaridades infinitas,
comunión de claro y oscuro, ambivalencia de alto y bajo dualidad
de sí y de no.
Comprenderás ahora los "amores" que te confíen tus enfermos,
comprenderás por qué no hay un amor; por que uno no es nunca
igual al otro, por qué en cada uno se siente renacer y por qué
parece que el amor que se inicia es siempre un descubrimiento.
Comprenderás por que el hombre es eternamente un alucinado
buscador de "el amor" y porque halla siempre "un amor" que, en
ese momento, le parece el único o el ideal; sabrás por qué, cada
vez, no es capaz de mostrar sino un aspecto diferente de su Yo, y
cómo, cada vez, ofrece una oportunidad distinta de desear, poseer,
admirar, dominar, conquistar y dar, así como una nueva posibilidad
de ser deseado, poseído, admirado y conquistado, de recibir y de
depender; cómo la proporción de estos sentimientos varía en cada
amor y cómo ello hace el misterio insondable, el enigma irresoluble
y el influjo eternamente atrayente y mágico.
Nadie puede conocer, pues, el amor, nadie puede agotar el amor,
nadie puede cansarse del amor. Ilumina la existencia en todo
momento y entibia la sangre constantemente hasta que la vida se
funda en el infinito y el amor se haga recuerdo-una vez más
dualidad de dolor y dulzura-en el alma de los que quedan.
El médico ante la religión
Hay, al lado del amor, otro problema que el médico encuentra
constantemente: el de la religión. Un problema que tu inteligencia o
tu conocimiento no puede resolver. El hombre necesita confiar,
necesita esperar, necesita creer y es la religión la confianza
suprema, la esperanza suprema, la suprema creencia. Frente a ella
poco valen los razonamientos, porque esta más allá de la lógica, en
un nivel distinto, donde la ciencia ha perdido su valor y en el que se
mueven fuerzas, no por oscuras menos poderosas, no por
irracionales menos decisivas. Es un nivel en que el hombre
renuncia a su individualidad y se une a sus semejantes y al
universo todo en una comunión suprema. Se ha dicho ya que la
palabra religión tiene su raíz en re-ligare, enlazar, reunir, volver a
atar, y ese significado encierra, quizás, su más hondo valor al
colocarnos ante la idea de que cualquier hombre no es sino una
pequeña parte de la humanidad, que no es capaz de vivir sin ella o
fuera de ella y que todo, todo lo que tiene, a ella pertenece.
En realidad, no podemos vanagloriarnos de poseer nada propio.
Debemos, a nuestros padres y a los padres de nuestros padres las
características de nuestro cuerpo y las dotes de nuestro espíritu, a
nuestros maestros lodo lo que sabemos, a los hombres que, a lo
largo de la historia, estudiaron y descubrieron, lo poco de que
somos capaces. Sin ellos no seríamos nada, no sabríamos nada,
no podríamos nada. Las conquistas de nuestra inteligencia, de
nuestro saber o de nuestra energía no hubieran sido posibles sin
ellos.
Si así reflexionas te sentirás sinceramente humilde y eternamente
agradecido, desaparecerá tu vanidad y se hará ridículo tu orgullo,
disminuirá tu prole fisión y. se achicará tu ansia de poseer. Te verás
como lo que eres, como lo que somos todos: pequeñas criaturas
endeudadas en cada una de cuyas palabras se repiten las palabras
de cien generaciones y en cada uno de cuyos actos se refleja el
impulso de toda la humanidad.
Si ello es así, si debemos todo a todos, ¿Qué menos podemos
hacer que devolver algo, que pagar una pequeña parte, siquiera de
nuestra deuda? ¿Que menos podemos, si somos justos, que
buscar la manera de retribuir con el bien que seamos capaces de
hacer los inmensos bienes que la humanidad nos hizo? No se
necesita para ello que nos ofrezcan premios ni que nos amenacen
con castigos; basta con que podamos comprender y, en toda
justicia, devolver una pequeñísima parte de lo que se nos dio. Ésa
comprensión y esa solidaridad serán el comienzo de toda re-
ligazón.
Pero los hombres buscan algo más y cada uno encuentra en su
religión una cosa distinta, la usa de manera diferente y sufre por
diversos motivos a ella unidos.
Si eres un médico de verdad, si piensas en tus pacientes como en
seres humanos que merecen una consideración integral, si sabes
que sus problemas espirituales tienen tanta importancia como sus
problemas materiales para la determinación de la salud o la
enfermedad, la vida o la muerte, tendrás, pues que enfrentarte, una
y otra vez con los problemas religiosos de los enfermos. ¿Que
debemos hacer? Una vez más, no pretendo ofrecerle una solución,
transmitirte la verdad; quiero apenas, decirte, mi verdad.
No debes, jamás, discutir ni juzgar la religión de tus enfermos; no
puedes, en ninguna ocasión, tratar de imponer tus creencias a los
hombres que, en momentos difícil vienen a buscar tu ayuda y tu
consejo. Sería aprovechar de su debilidad para hacer prevalecer
ideas propias que, en este caso más que ningún otro, pueden ser
las equivocadas.
Pero, si no es tu papel el considerar la religión en sí, si no tienes ni
capacidad ni derecho para juzgarla como tal, hay algo que estás
obligado a ver y sobre lo que debes pronunciarte: el uso que cada
hombre hace de su religión.
Voy a emplear para hacer claro mi pensamiento, un ejemplo que he
presentado a mis discípulos muchas veces: ante un hombre que
lleva un bastón, cada uno se coloca en el punto de vista más
acorde con sus intereses y sus posibilidades. El experto en modas
juzgará si el usarlo responde a sus normas; el bastonero se
pronunciará acerca de las calidades del bastón en sí; el estela dirá
su palabra en conexión con su particular punto de vista. A mí me
interesaría, más que si el bastón es fino, o si está hecho de ésta u
otra clase de madera, si "se lleva" o no, me interesaría qué es lo
que ese hombre hace con él, para qué le sirve, con qué propósito lo
usa. Así descubriré que hay quien lo emplea para llamar la
atención, quien lo necesita para apoyarse en él y quien lo utiliza
como arma para golpear a los demás. Si estoy llamado a ayudar a
esos hombres, me basaré en aquel conocimiento para
aconsejarlos. Parecida debe ser la posición del médico frente a la
religión de sus enfermos: no tiene derecho a pronunciarse sobre la
religión misma, no juzgará si es mala o es buena, preciosa o inútil,
verdadera o falsa pero sí deberá decir su palabra sobre la forma
cómo cada hombre usa su religión, qué hace con ella, con qué
propósito la emplea. Es en ese campo, y sólo en ese, en el que el
médico puede opinar y es únicamente en él que su palabra será
útil, justa y calificada.
Mientras el hombre sea capaz de volar hacia las estrellas...
Y he llegado al final. Quise volcar en estas líneas mi propia
experiencia y he reflejado en ellas los ideales que quizás, muchas
veces, no he podido cumplir. Al releerlas se me hace consciente un
peligro que está unido a toda admonición, por bien intencionada
que ella sea: el perfeccionismo. No quiero que en el caigas.
La juventud pone muy fácilmente sus aspiraciones en la realización
perfecta de un ideal, creyendo esa perfección posible. Sufre, luego,
inmensamente, cuando no puede alcanzarla y se llena de dudas,
de angustias, de descorazonamiento y de amargura.
Quiero que sepas que no somos capaces de perfección y que,
durante nuestro diario caminar hacia una meta luminosa, erraremos
muchas veces, nos equivocaremos a menudo, fracasaremos
repetidamente. Quizás no lleguemos jamás al ideal. Ello no significa
sin embargo, que la lucha haya sido inútil o el esfuerzo estéril. Si
algo ennoblece la vida del hombre es su capacidad de
perfeccionamiento y si algo caracteriza al espíritu superior es su
permanente batalla contra las limitaciones de su naturaleza y el
constante triunfo sobre su debilidad y su pequeño. Si alcanzar la
perfección fuera posible, habríamos perdido quizás lo que más
debe caracterizar a nuestra especie: la consciencia clara de su
imperfección, la comprensión nítida de sus limitaciones y ataduras
y, al mismo tiempo, el incansable esfuerzo hacia el ideal, la
aspiración incontenible a ascender siempre. Mientras el hombre
sea capaz de volar hacia las estrellas e incapaz de llegar a ellas
será hombre: ser racional que obra irracionalmente al vivir y morir
esforzándose hacia una meta que sabe que nunca alcanzará.

Más contenido relacionado

La actualidad más candente

La actualidad más candente (20)

intersticio pulmonar
intersticio pulmonarintersticio pulmonar
intersticio pulmonar
 
55. ObstruccióN Urinaria
55.  ObstruccióN Urinaria55.  ObstruccióN Urinaria
55. ObstruccióN Urinaria
 
Pielonefritis
PielonefritisPielonefritis
Pielonefritis
 
Historia clinica cistitis aguda
Historia clinica cistitis aguda Historia clinica cistitis aguda
Historia clinica cistitis aguda
 
Insuficiencia renal aguda
Insuficiencia renal agudaInsuficiencia renal aguda
Insuficiencia renal aguda
 
Semiología neumonológicarlistoya
Semiología neumonológicarlistoyaSemiología neumonológicarlistoya
Semiología neumonológicarlistoya
 
Anamnesis por aparatos
Anamnesis por aparatosAnamnesis por aparatos
Anamnesis por aparatos
 
Fisiopatologia epoc epid
Fisiopatologia epoc epidFisiopatologia epoc epid
Fisiopatologia epoc epid
 
Parotiditis
ParotiditisParotiditis
Parotiditis
 
Bronquiectasia y patrón vascular
Bronquiectasia y patrón vascularBronquiectasia y patrón vascular
Bronquiectasia y patrón vascular
 
Uso adecuado de la auscultación pulmonar
Uso adecuado de la auscultación pulmonarUso adecuado de la auscultación pulmonar
Uso adecuado de la auscultación pulmonar
 
Patrones radiológicos pulmonares
Patrones radiológicos pulmonaresPatrones radiológicos pulmonares
Patrones radiológicos pulmonares
 
Semiologia respiratorio
Semiologia respiratorioSemiologia respiratorio
Semiologia respiratorio
 
Astenia y adinamia
Astenia y adinamiaAstenia y adinamia
Astenia y adinamia
 
(2016 06-14)neumonia adquirida en la comunidad(ppt)
(2016 06-14)neumonia adquirida en la comunidad(ppt)(2016 06-14)neumonia adquirida en la comunidad(ppt)
(2016 06-14)neumonia adquirida en la comunidad(ppt)
 
Semiologia. actitud, biotipo y marcha.
Semiologia. actitud, biotipo y marcha.Semiologia. actitud, biotipo y marcha.
Semiologia. actitud, biotipo y marcha.
 
Tuberulosis renal
Tuberulosis renalTuberulosis renal
Tuberulosis renal
 
Seminario del tórax
Seminario del tóraxSeminario del tórax
Seminario del tórax
 
Historia clinica de la mujer
Historia clinica de la mujerHistoria clinica de la mujer
Historia clinica de la mujer
 
Ejemplo de evolucion clinica
Ejemplo de evolucion clinicaEjemplo de evolucion clinica
Ejemplo de evolucion clinica
 

Similar a TU Y LA MEDICINA

Obedece a tu Cuerpo Amate (Lisa Bourbeau)
Obedece a tu Cuerpo Amate (Lisa Bourbeau)Obedece a tu Cuerpo Amate (Lisa Bourbeau)
Obedece a tu Cuerpo Amate (Lisa Bourbeau)Musica
 
Cual es el mensaje de la enfermedad
Cual es el mensaje de la enfermedadCual es el mensaje de la enfermedad
Cual es el mensaje de la enfermedadInspira y Avanza
 
Maria camila palacio mafla
Maria camila palacio maflaMaria camila palacio mafla
Maria camila palacio maflaMariacamilapm
 
Atención a la espiritualidad: una propuesta de alivio del sufrimiento al fina...
Atención a la espiritualidad: una propuesta de alivio del sufrimiento al fina...Atención a la espiritualidad: una propuesta de alivio del sufrimiento al fina...
Atención a la espiritualidad: una propuesta de alivio del sufrimiento al fina...Centro de Humanización de la Salud
 
Como encontrar tu felicidad interior
Como encontrar tu felicidad interiorComo encontrar tu felicidad interior
Como encontrar tu felicidad interiorSophie Da Costa
 
Louise hay sana tu cuerpo
Louise hay sana tu cuerpoLouise hay sana tu cuerpo
Louise hay sana tu cuerpoAnakiell
 
Louise l hay sana tu cuerpo (editorial urano) salud
Louise l hay   sana tu cuerpo (editorial urano) saludLouise l hay   sana tu cuerpo (editorial urano) salud
Louise l hay sana tu cuerpo (editorial urano) saludguillergrana
 
12 RAZONES PARA LA IDEOLOGIA DE GENERO
12 RAZONES PARA LA IDEOLOGIA DE GENERO12 RAZONES PARA LA IDEOLOGIA DE GENERO
12 RAZONES PARA LA IDEOLOGIA DE GENEROJesusJesus575313
 
Salud mental seminario fonem marzo 26 de 2011
Salud mental seminario fonem marzo 26 de 2011Salud mental seminario fonem marzo 26 de 2011
Salud mental seminario fonem marzo 26 de 2011Alexander Dorado
 
Benson herbet el poder de la mente
Benson herbet   el poder de la menteBenson herbet   el poder de la mente
Benson herbet el poder de la menteMartha Avila Medrano
 

Similar a TU Y LA MEDICINA (20)

Obedece a tu Cuerpo Amate (Lisa Bourbeau)
Obedece a tu Cuerpo Amate (Lisa Bourbeau)Obedece a tu Cuerpo Amate (Lisa Bourbeau)
Obedece a tu Cuerpo Amate (Lisa Bourbeau)
 
05 02 13 obedece a tu cuerpo amate lisa bourbeau www.gftaognosticaespiritual.org
05 02 13 obedece a tu cuerpo amate lisa bourbeau www.gftaognosticaespiritual.org05 02 13 obedece a tu cuerpo amate lisa bourbeau www.gftaognosticaespiritual.org
05 02 13 obedece a tu cuerpo amate lisa bourbeau www.gftaognosticaespiritual.org
 
Cual es el mensaje de la enfermedad
Cual es el mensaje de la enfermedadCual es el mensaje de la enfermedad
Cual es el mensaje de la enfermedad
 
Maria camila palacio mafla
Maria camila palacio maflaMaria camila palacio mafla
Maria camila palacio mafla
 
GRADO 11 2023.pdf
GRADO 11 2023.pdfGRADO 11 2023.pdf
GRADO 11 2023.pdf
 
Guia para la curación con flores de Bach
Guia para la curación con flores de BachGuia para la curación con flores de Bach
Guia para la curación con flores de Bach
 
Guia para la curacion flores de bach
Guia para la curacion flores de bachGuia para la curacion flores de bach
Guia para la curacion flores de bach
 
Laenfermedadcomocamino
LaenfermedadcomocaminoLaenfermedadcomocamino
Laenfermedadcomocamino
 
Atención a la espiritualidad: una propuesta de alivio del sufrimiento al fina...
Atención a la espiritualidad: una propuesta de alivio del sufrimiento al fina...Atención a la espiritualidad: una propuesta de alivio del sufrimiento al fina...
Atención a la espiritualidad: una propuesta de alivio del sufrimiento al fina...
 
Como encontrar tu felicidad interior
Como encontrar tu felicidad interiorComo encontrar tu felicidad interior
Como encontrar tu felicidad interior
 
Louise hay sana tu cuerpo
Louise hay sana tu cuerpoLouise hay sana tu cuerpo
Louise hay sana tu cuerpo
 
Louise l hay sana tu cuerpo (editorial urano) salud
Louise l hay   sana tu cuerpo (editorial urano) saludLouise l hay   sana tu cuerpo (editorial urano) salud
Louise l hay sana tu cuerpo (editorial urano) salud
 
Su hijo tiene autismo
Su hijo tiene autismoSu hijo tiene autismo
Su hijo tiene autismo
 
Como ser feliz
Como ser felizComo ser feliz
Como ser feliz
 
Como ser feliz
Como ser felizComo ser feliz
Como ser feliz
 
12 RAZONES PARA LA IDEOLOGIA DE GENERO
12 RAZONES PARA LA IDEOLOGIA DE GENERO12 RAZONES PARA LA IDEOLOGIA DE GENERO
12 RAZONES PARA LA IDEOLOGIA DE GENERO
 
Salud mental seminario fonem marzo 26 de 2011
Salud mental seminario fonem marzo 26 de 2011Salud mental seminario fonem marzo 26 de 2011
Salud mental seminario fonem marzo 26 de 2011
 
Limpie y purifique su organismo
Limpie y purifique su organismoLimpie y purifique su organismo
Limpie y purifique su organismo
 
Salud Mental
Salud MentalSalud Mental
Salud Mental
 
Benson herbet el poder de la mente
Benson herbet   el poder de la menteBenson herbet   el poder de la mente
Benson herbet el poder de la mente
 

Más de Ambar Gabriela

3.1 cavidad bucal y conducto alimentario 2015 i
3.1 cavidad bucal y conducto alimentario 2015 i3.1 cavidad bucal y conducto alimentario 2015 i
3.1 cavidad bucal y conducto alimentario 2015 iAmbar Gabriela
 
2.1 organo olfatorio (1) (1)
2.1 organo olfatorio (1) (1)2.1 organo olfatorio (1) (1)
2.1 organo olfatorio (1) (1)Ambar Gabriela
 
INFORME FINAL INTEGRADO DE MONITOREO SANITARIO AMBIENTAL PARTICIPATIVO DE LA ...
INFORME FINAL INTEGRADO DE MONITOREO SANITARIO AMBIENTAL PARTICIPATIVO DE LA ...INFORME FINAL INTEGRADO DE MONITOREO SANITARIO AMBIENTAL PARTICIPATIVO DE LA ...
INFORME FINAL INTEGRADO DE MONITOREO SANITARIO AMBIENTAL PARTICIPATIVO DE LA ...Ambar Gabriela
 
MECANISMOS DE ACCIÓN E INDICACIONES CLINICAS EN LOS PRINCIPALES AGENTES ANTIP...
MECANISMOS DE ACCIÓN E INDICACIONES CLINICAS EN LOS PRINCIPALES AGENTES ANTIP...MECANISMOS DE ACCIÓN E INDICACIONES CLINICAS EN LOS PRINCIPALES AGENTES ANTIP...
MECANISMOS DE ACCIÓN E INDICACIONES CLINICAS EN LOS PRINCIPALES AGENTES ANTIP...Ambar Gabriela
 
Alergias e intolerancias alimentarias
Alergias e intolerancias alimentariasAlergias e intolerancias alimentarias
Alergias e intolerancias alimentariasAmbar Gabriela
 
Intolerancia a la lactosa
Intolerancia  a la lactosaIntolerancia  a la lactosa
Intolerancia a la lactosaAmbar Gabriela
 

Más de Ambar Gabriela (8)

1.1 tejido nervioso
1.1 tejido nervioso1.1 tejido nervioso
1.1 tejido nervioso
 
3.1 cavidad bucal y conducto alimentario 2015 i
3.1 cavidad bucal y conducto alimentario 2015 i3.1 cavidad bucal y conducto alimentario 2015 i
3.1 cavidad bucal y conducto alimentario 2015 i
 
2.1 organo olfatorio (1) (1)
2.1 organo olfatorio (1) (1)2.1 organo olfatorio (1) (1)
2.1 organo olfatorio (1) (1)
 
INFORME FINAL INTEGRADO DE MONITOREO SANITARIO AMBIENTAL PARTICIPATIVO DE LA ...
INFORME FINAL INTEGRADO DE MONITOREO SANITARIO AMBIENTAL PARTICIPATIVO DE LA ...INFORME FINAL INTEGRADO DE MONITOREO SANITARIO AMBIENTAL PARTICIPATIVO DE LA ...
INFORME FINAL INTEGRADO DE MONITOREO SANITARIO AMBIENTAL PARTICIPATIVO DE LA ...
 
MECANISMOS DE ACCIÓN E INDICACIONES CLINICAS EN LOS PRINCIPALES AGENTES ANTIP...
MECANISMOS DE ACCIÓN E INDICACIONES CLINICAS EN LOS PRINCIPALES AGENTES ANTIP...MECANISMOS DE ACCIÓN E INDICACIONES CLINICAS EN LOS PRINCIPALES AGENTES ANTIP...
MECANISMOS DE ACCIÓN E INDICACIONES CLINICAS EN LOS PRINCIPALES AGENTES ANTIP...
 
Alergias
AlergiasAlergias
Alergias
 
Alergias e intolerancias alimentarias
Alergias e intolerancias alimentariasAlergias e intolerancias alimentarias
Alergias e intolerancias alimentarias
 
Intolerancia a la lactosa
Intolerancia  a la lactosaIntolerancia  a la lactosa
Intolerancia a la lactosa
 

Último

Clase 13 Artrologia Cintura Escapular 2024.pdf
Clase 13 Artrologia Cintura Escapular 2024.pdfClase 13 Artrologia Cintura Escapular 2024.pdf
Clase 13 Artrologia Cintura Escapular 2024.pdfgarrotamara01
 
CASO NEONATAL ictericia Rev MH 04.2024.pdf
CASO NEONATAL ictericia Rev MH 04.2024.pdfCASO NEONATAL ictericia Rev MH 04.2024.pdf
CASO NEONATAL ictericia Rev MH 04.2024.pdfMAHINOJOSA45
 
La salud y sus determinantes, mapa conceptual
La salud y sus determinantes, mapa conceptualLa salud y sus determinantes, mapa conceptual
La salud y sus determinantes, mapa conceptualABIGAILESTRELLA8
 
PONENCIA DE PRESENTACIÓN DEL CURSO DE IOB-COP
PONENCIA DE PRESENTACIÓN DEL CURSO DE IOB-COPPONENCIA DE PRESENTACIÓN DEL CURSO DE IOB-COP
PONENCIA DE PRESENTACIÓN DEL CURSO DE IOB-COPRicardo Benza
 
Mapa-conceptual-del-Sistema-Circulatorio-2.pptx
Mapa-conceptual-del-Sistema-Circulatorio-2.pptxMapa-conceptual-del-Sistema-Circulatorio-2.pptx
Mapa-conceptual-del-Sistema-Circulatorio-2.pptxJhonDarwinSnchezVsqu1
 
Clase 14 Articulacion del Codo y Muñeca 2024.pdf
Clase 14 Articulacion del Codo y Muñeca 2024.pdfClase 14 Articulacion del Codo y Muñeca 2024.pdf
Clase 14 Articulacion del Codo y Muñeca 2024.pdfgarrotamara01
 
Dengue 2024 actualización en el tratamiento autorización de los síntomas trab...
Dengue 2024 actualización en el tratamiento autorización de los síntomas trab...Dengue 2024 actualización en el tratamiento autorización de los síntomas trab...
Dengue 2024 actualización en el tratamiento autorización de los síntomas trab...jchahua
 
Emergencia Neumológica: Crisis asmática.pptx
Emergencia Neumológica: Crisis asmática.pptxEmergencia Neumológica: Crisis asmática.pptx
Emergencia Neumológica: Crisis asmática.pptxMediNeumo
 
NERVIO OLFATORIO. PARES CRANEALES. SISTEMA NERVIOSO
NERVIO OLFATORIO. PARES CRANEALES. SISTEMA NERVIOSONERVIO OLFATORIO. PARES CRANEALES. SISTEMA NERVIOSO
NERVIO OLFATORIO. PARES CRANEALES. SISTEMA NERVIOSOEPICRISISHQN1
 
urgencia y emergencia. Diferencias y ejemplos
urgencia y emergencia. Diferencias y ejemplosurgencia y emergencia. Diferencias y ejemplos
urgencia y emergencia. Diferencias y ejemploscosentinojorgea
 
GENERALIDADES SOBRE LA CESAREA, RESIDENCIA DE GINECOLOGIA Y OBSTETRICIA
GENERALIDADES SOBRE LA CESAREA, RESIDENCIA DE GINECOLOGIA Y OBSTETRICIAGENERALIDADES SOBRE LA CESAREA, RESIDENCIA DE GINECOLOGIA Y OBSTETRICIA
GENERALIDADES SOBRE LA CESAREA, RESIDENCIA DE GINECOLOGIA Y OBSTETRICIAYinetCastilloPea
 
Anatomía e irrigación del corazón- Cardiología. pptx
Anatomía e irrigación del corazón- Cardiología. pptxAnatomía e irrigación del corazón- Cardiología. pptx
Anatomía e irrigación del corazón- Cardiología. pptx Estefa RM9
 
(2024-04-19). DERMATOSCOPIA EN ATENCIÓN PRIMARIA (PPT)
(2024-04-19). DERMATOSCOPIA EN ATENCIÓN PRIMARIA (PPT)(2024-04-19). DERMATOSCOPIA EN ATENCIÓN PRIMARIA (PPT)
(2024-04-19). DERMATOSCOPIA EN ATENCIÓN PRIMARIA (PPT)UDMAFyC SECTOR ZARAGOZA II
 
PROCESO DE EXTRACCION: MACERACION DE PLANTAS.pptx
PROCESO DE EXTRACCION: MACERACION DE PLANTAS.pptxPROCESO DE EXTRACCION: MACERACION DE PLANTAS.pptx
PROCESO DE EXTRACCION: MACERACION DE PLANTAS.pptxJOSEANGELVILLALONGAG
 
Se sustituye manual tarifario 2023 Manual Tarifario 2024.pdf
Se sustituye manual tarifario 2023 Manual Tarifario 2024.pdfSe sustituye manual tarifario 2023 Manual Tarifario 2024.pdf
Se sustituye manual tarifario 2023 Manual Tarifario 2024.pdfangela604239
 
ICTERICIA INFANTIL Y NEONATAL 2024 v2.0.pdf
ICTERICIA INFANTIL Y NEONATAL 2024 v2.0.pdfICTERICIA INFANTIL Y NEONATAL 2024 v2.0.pdf
ICTERICIA INFANTIL Y NEONATAL 2024 v2.0.pdfMAHINOJOSA45
 
Micronutrientes Minerales y oligoelementos
Micronutrientes Minerales y oligoelementosMicronutrientes Minerales y oligoelementos
Micronutrientes Minerales y oligoelementosVictorTullume1
 
atencion del recien nacido CUIDADOS INMEDIATOS.ppt
atencion del recien nacido CUIDADOS INMEDIATOS.pptatencion del recien nacido CUIDADOS INMEDIATOS.ppt
atencion del recien nacido CUIDADOS INMEDIATOS.pptrosi339302
 
caso clinico relacionado con cancer gastrico.pptx
caso clinico relacionado con cancer gastrico.pptxcaso clinico relacionado con cancer gastrico.pptx
caso clinico relacionado con cancer gastrico.pptxkimperezsaucedo
 

Último (20)

Clase 13 Artrologia Cintura Escapular 2024.pdf
Clase 13 Artrologia Cintura Escapular 2024.pdfClase 13 Artrologia Cintura Escapular 2024.pdf
Clase 13 Artrologia Cintura Escapular 2024.pdf
 
CASO NEONATAL ictericia Rev MH 04.2024.pdf
CASO NEONATAL ictericia Rev MH 04.2024.pdfCASO NEONATAL ictericia Rev MH 04.2024.pdf
CASO NEONATAL ictericia Rev MH 04.2024.pdf
 
La salud y sus determinantes, mapa conceptual
La salud y sus determinantes, mapa conceptualLa salud y sus determinantes, mapa conceptual
La salud y sus determinantes, mapa conceptual
 
PONENCIA DE PRESENTACIÓN DEL CURSO DE IOB-COP
PONENCIA DE PRESENTACIÓN DEL CURSO DE IOB-COPPONENCIA DE PRESENTACIÓN DEL CURSO DE IOB-COP
PONENCIA DE PRESENTACIÓN DEL CURSO DE IOB-COP
 
Mapa-conceptual-del-Sistema-Circulatorio-2.pptx
Mapa-conceptual-del-Sistema-Circulatorio-2.pptxMapa-conceptual-del-Sistema-Circulatorio-2.pptx
Mapa-conceptual-del-Sistema-Circulatorio-2.pptx
 
Clase 14 Articulacion del Codo y Muñeca 2024.pdf
Clase 14 Articulacion del Codo y Muñeca 2024.pdfClase 14 Articulacion del Codo y Muñeca 2024.pdf
Clase 14 Articulacion del Codo y Muñeca 2024.pdf
 
Dengue 2024 actualización en el tratamiento autorización de los síntomas trab...
Dengue 2024 actualización en el tratamiento autorización de los síntomas trab...Dengue 2024 actualización en el tratamiento autorización de los síntomas trab...
Dengue 2024 actualización en el tratamiento autorización de los síntomas trab...
 
Emergencia Neumológica: Crisis asmática.pptx
Emergencia Neumológica: Crisis asmática.pptxEmergencia Neumológica: Crisis asmática.pptx
Emergencia Neumológica: Crisis asmática.pptx
 
NERVIO OLFATORIO. PARES CRANEALES. SISTEMA NERVIOSO
NERVIO OLFATORIO. PARES CRANEALES. SISTEMA NERVIOSONERVIO OLFATORIO. PARES CRANEALES. SISTEMA NERVIOSO
NERVIO OLFATORIO. PARES CRANEALES. SISTEMA NERVIOSO
 
urgencia y emergencia. Diferencias y ejemplos
urgencia y emergencia. Diferencias y ejemplosurgencia y emergencia. Diferencias y ejemplos
urgencia y emergencia. Diferencias y ejemplos
 
GENERALIDADES SOBRE LA CESAREA, RESIDENCIA DE GINECOLOGIA Y OBSTETRICIA
GENERALIDADES SOBRE LA CESAREA, RESIDENCIA DE GINECOLOGIA Y OBSTETRICIAGENERALIDADES SOBRE LA CESAREA, RESIDENCIA DE GINECOLOGIA Y OBSTETRICIA
GENERALIDADES SOBRE LA CESAREA, RESIDENCIA DE GINECOLOGIA Y OBSTETRICIA
 
Anatomía e irrigación del corazón- Cardiología. pptx
Anatomía e irrigación del corazón- Cardiología. pptxAnatomía e irrigación del corazón- Cardiología. pptx
Anatomía e irrigación del corazón- Cardiología. pptx
 
(2024-04-19). DERMATOSCOPIA EN ATENCIÓN PRIMARIA (PPT)
(2024-04-19). DERMATOSCOPIA EN ATENCIÓN PRIMARIA (PPT)(2024-04-19). DERMATOSCOPIA EN ATENCIÓN PRIMARIA (PPT)
(2024-04-19). DERMATOSCOPIA EN ATENCIÓN PRIMARIA (PPT)
 
PROCESO DE EXTRACCION: MACERACION DE PLANTAS.pptx
PROCESO DE EXTRACCION: MACERACION DE PLANTAS.pptxPROCESO DE EXTRACCION: MACERACION DE PLANTAS.pptx
PROCESO DE EXTRACCION: MACERACION DE PLANTAS.pptx
 
Se sustituye manual tarifario 2023 Manual Tarifario 2024.pdf
Se sustituye manual tarifario 2023 Manual Tarifario 2024.pdfSe sustituye manual tarifario 2023 Manual Tarifario 2024.pdf
Se sustituye manual tarifario 2023 Manual Tarifario 2024.pdf
 
Transparencia Fiscal HJPII Marzo 2024
Transparencia  Fiscal  HJPII  Marzo 2024Transparencia  Fiscal  HJPII  Marzo 2024
Transparencia Fiscal HJPII Marzo 2024
 
ICTERICIA INFANTIL Y NEONATAL 2024 v2.0.pdf
ICTERICIA INFANTIL Y NEONATAL 2024 v2.0.pdfICTERICIA INFANTIL Y NEONATAL 2024 v2.0.pdf
ICTERICIA INFANTIL Y NEONATAL 2024 v2.0.pdf
 
Micronutrientes Minerales y oligoelementos
Micronutrientes Minerales y oligoelementosMicronutrientes Minerales y oligoelementos
Micronutrientes Minerales y oligoelementos
 
atencion del recien nacido CUIDADOS INMEDIATOS.ppt
atencion del recien nacido CUIDADOS INMEDIATOS.pptatencion del recien nacido CUIDADOS INMEDIATOS.ppt
atencion del recien nacido CUIDADOS INMEDIATOS.ppt
 
caso clinico relacionado con cancer gastrico.pptx
caso clinico relacionado con cancer gastrico.pptxcaso clinico relacionado con cancer gastrico.pptx
caso clinico relacionado con cancer gastrico.pptx
 

TU Y LA MEDICINA

  • 1. TÚ Y LA MEDICINA Carlos Alberto Seguín Hijo mío: Tú quieres ser médico. Tu idea me halaga y me preocupa. Me halaga porque, a través de veinte y cinco años, la vida me ha enseñado a respetar, honrar y amar mi profesión; me halaga porque significa que, en el juicio, inmaduro pero no convencional, de tus pocos años, has aprendido a mirar el quehacer de tu padre como una aspiración para ti. Me halaga porque me dice que has sido capaz de comprender algo de lo que la medicina es como ideal y como posibilidad. Me preocupa tu decisión porque me pregunto sí, en realidad, sabes lodo lo que ser médico significa; me preocupa por que quisiera adivinar si detrás de ella hay solamente un deseo de imitar o si se apoya, consciente o inconscientemente, en un sentimiento básico que debe informar toda la vida del que a la medicina se dedica. No lo se y es por eso que, al cumplir los veinte y cinco años de labor, quiero, en estas paginas, decirte lo que creo que un medico es y lo que creo que es la medicina. Espero que, al leerlas, te acerques más a la realidad de esta profunda ciencia y maravilloso arte, que la veas a través de unos ojos que han visto mucho y la ames junto a un corazón que la ha amado siempre. ¿Por qué somos médicos? ¿Qué es lo que nos lleva a los médicos a entregar la vida a nuestra profesión? Si pudiera responderse a esta pregunta se habrían solucionado los más serios problemas, al asegurar, no solamente su ejercicio recto y cabal, sino la felicidad de quienes a ella se dedicaran. Superficial es despreciar o ignorar motivos como la creencia de que la medicina es una forma de ganar dinero fácilmente o de alcanzar un puesto destacado en nuestra sociedad. Si estos motivos existen no hacen sino traducir problemas más profundos. Si lo que a un hombre guía es la ambición de dinero o el espejismo de una posición, ello nos está indicando que ese hombre, por alguna razón que es indispensable conocer, inviste el dinero o el prestigio con valores especiales. Más adelante trataremos de comprender ese punto de vista, pero
  • 2. quiero que, desde ahora, sepas que se basa en un error. A quien toma nuestra profesión como un medio y no como un fin, nada le será fácil. Encontrarás terriblemente dificultoso el pasar a través de los años de estudio y de práctica: la culminación de cada etapa será un esfuerzo sin satisfacción ni premio y, una vez obtenido el titulo cada día significara una angustia, cada enfermo, un temor, y cada oportunidad, un sufrimiento. Quien quisiera ganar dinero fácilmente con la medicina se convencerá bien pronto de que no llegará a ser uno de esos “grandes médicos” que “ganan dinero a manos llenas” porque, precisamente, su afán de hacerlo mutilará sus posibilidades y porque su manera de enfrentar los problemas de la profesión lo derrotará día a día y hora a hora. Será como el que se casó por interés y se encuentra con que su consorte, a la que no sabe amar, le pide mucho, lo esclaviza sin piedad y no le da nada de lo que aspiraba. Pero aún, si lograra esos propósitos, llorará su fracaso, más definitivo porque comprobará dolorosamente que el "éxito" no es sino un espejismo; que, con cada paso adelante, una nueva inquietud, una nueva insatisfacción, una nueva angustia lo atenazan. Lo que da la felicidad no es sino la paz interior, la sensación de que hemos cumplido con nosotros mismo y que nos hemos realizado en ese mundo de los valores, distinto y superior al de las satisfacciones inmediatas. Puede la psicología dar cualquier nombre a esa necesidad que el hombre tiene de estar de acuerdo con lo mejor de su Yo, pero es una verdad -que comprobarás paso a paso, que no se puede ser feliz sin estar en paz consigo mismo y que no se puede estar en paz consigo mismo si no se vive de acuerdo con verdades que trascienden la realidad de todos los días, la necesidad de todos los días, la satisfacción de todos los días y se extienden hacia un mundo inmenso de proyecciones extraindividuales, más allá del Yo mismo , aun "nosotros" inmenso y eterno. Otros hay que se acercan a la medicina por razones distintas. Una de ellas es la curiosidad. Deseo de saber, ansias de descubrir, pasión por lo desconocido de la vida y la muerte, atracción del misterio de crear y descubrir, afán de encontrar una respuesta a los mil interrogantes que desde niño espolean la inquietud investigadora y nos rodean con enigmas insondables e inquietantes. La niñez está llena de ese impulso a encontrar respuesta a las preguntas que cada día suscita la realidad que nos rodea. ¿Que soy? ¿De donde vengo? ¿A dónde voy? ¿Qué es
  • 3. nacer, qué es morir? Si la natural curiosidad del niño no es satisfecha, si se reprimen sus intentos de averiguar, de encontrar una respuesta; si, en lugar de dar la información, se frena la inquietud, cerrando sus posibilidades, o sublimarse hacia el camino luminoso de la curiosidad científica y, principalmente, la que trata de hallar respuesta a los enigmas básicos. Y el niño, joven después, cree que el médico, dueño de la vida y de la muerde, es el que posee ese conocimiento. Para él es un ser omnipotente. Cura o mata; quita el sufrimiento o hace sufrir; domina la escena cada vez que aparece y su palabra es orden. Se une, pues. al deseo de saber, el ansia de poder, y esas dos fuerzas puede enmarcar una vocación. Y hay quien quiere ser medico para ayudar a los hombres. Ayudar a los hombres Efectivamente; quizás es el medico quien más puede ayudar. Pero, qué clase de ayuda es la que ofrece? ¿Cual es su real papel en la sociedad y en vida? Amar, crear y reír ¿Cuál es el papel del médico? La respuesta parece fácil devolver la salud. Pero he aquí que nos encontramos con un interrogante más ¿Qué es la salud? A lo largo de toda la historia de la medicina, los teóricos han querido contestar a esta pregunta inquietante. ¿Qué es la salud? ¿Es la ausencia de síntomas? No, por que muchas enfermedades transcurren durante largo tiempo sin manifestarse en sintomatología. ¿es la “normalidad”? Pero, ¿qué es la normalidad? ¿Debemos tomar la palabra norma en el sentido de paradigmas?. En ese caso, nadie es normal, porque todos nos alejamos más o menos, en una u otra forma, pequeña o grande, de la perfección de estructura o de función. ¿Es normal el que no se aparta mucho del promedio de sus semejantes? Deberíamos entonces considerar como normales ciertas "enfermedades": si el promedio de los seres humanos presenta, por ejemplo, caries dentarias, debemos considerar como anormal al que no la tenga? Si no sabemos qué cosa es la salud, no podemos definir el papel del médico partiendo de una incógnita. Quizás podríamos decir que su manera de ayudar a los hombres es hacer desaparecer los sufrimientos. Sería esa su ocupación, pero no su papel en la vida, ya que, en general, en una forma u otra, todos estamos destinados a tratar de disminuir el sufrimiento de nuestros semejantes. El sacerdote y el filósofo en su esfera, así como el gobernante, el economista o el ingeniero, en la suya, trabajan efectivamente para
  • 4. anular o disminuir el sufrimiento. Y no es, por supuesto, sólo el dolor físico, el que el médico debe combatir; más sufre el hombre por dolores espirituales y por desgarraduras psíquicas que por cualquier alteración momentánea de su fisiología. Alguien ha dicho que el papel del medico es “curar pocas veces, mejorar muchas y consolar siempre”, pero esto sugiere una acción ortopédica, de apoyo y no de construcción. Y el medico no debe sólo remediar o parchar, sino crear, superar y ennoblecer. ¿Ayuda, en realidad, a un hombre que ha intentado suicidarse, curando la herida o neutralizando el tóxico y dejando sin tocar los problemas más que lo llevaron a una solución tan extrema? ¿Ha cumplido su papel el medico que salva la vida a una mujer que trató de eliminar su hijo en germen, si la dejó con todas las angustias que ese hijo provocara y que la condujeran a tan peligroso acto? ¿Puede estar satisfecho el que devuelve la salud a un anormal y le permite retornar a la sociedad para continuar haciendo daño? He aquí preguntas que pueden multiplicarse al infinito y cuya respuesta busca todo médico de verdad inútilmente los libros y, dolorosamente, en su conciencia. Se ha dicho también que lo que el médico debe procurar es la adaptación del hombre a su medio, ello significa, naturalmente, la adaptación psico-fisiológica: la obtención de un equilibrio más o menos estable con el ambiente físico y con el ambiente espiritual. A primera vista esa parece ser la respuesta. Un ser humano que se encuentra en equilibrio fisiológico, sin enfermedades. y en equilibrio psicológico, sin angustia, podría considerarse como “sano”. Pero, ¿debe el médico tener en consideración solamente al individuo? Ese hombre "sano", perfectamente adaptado, sería, en realidad, un mediocre. Son las naturalezas no adaptadas ni adaptables las que significan algo en el progreso de la humanidad. El genio es, por definición, un inadaptado. ¿Sería el papel del médico el destruir esa inadaptación y, si ello fuera posible, convertir al genio en “uno más”? Quizás, desde el punto de vista del individuo, el "ser promedio", el ser perfectamente adaptado, sería el que no sufre. Pero el médico se debe también a la humanidad. Su papel no sería concebible sin una resonancia social. Si le fuera posible adaptar perfectamente a los hombres, y considerara esa su misión, habría destruido toda posibilidad del progreso y toda simiente de ascensión humana.
  • 5. Pero no puede tampoco dirigir sus esfuerzos hacia la ruptura de una adaptación conseguida o hacia el mantenimiento de una inadaptación sufriente. La respuesta quizás en lo que alguna vez expusiera en este sentido: la salud puede definirse, en último término, como una adaptación creadora, es decir, una adaptación, no estática, sino en un desequilibrio continuo que va buscando su estabilidad en puntos cada vez más altos de la escala evolutiva. Acaso el hombre sano es el que fuera capaz de crear, amar y reír. Crear en el sentido, por supuesto, de recrear. No podemos crear, porque creación implica obtención de algo de la nada, pero todo puede ser recreado y esa recreación se acompaña, como la palabra misma lo sugiere, del gozo interior. Amar, que es capacidad de dar y recibir, de crear y recrear; y reír, que es posibilidad de goce pleno. Quizás ninguna de esta virtualidades humanas puede darse sola y quizás la que se encuentra en el centro de ellas es la de amar. Quien no puede amar, no puede crear ni puede reír. No puede un ciego conducir a ciegos Y he aquí que, si el medico va a ayudar a los hombres a ser sanos en ese sentido, debe él mismo ser un hombre sano. No puede un ciego conducir a ciegos. Quiere decir que es el médico el primero que debe ser capaz de crear, amar y reír. Debes comenzar, pues hijo mío, con un sincero examen de ti mismo; debes mirar hondo y largo en tu propio interior y responderte: ¿Eres capaz de amar?. Muy niño aún para poder enfocar todos los aspectos de esta pregunta, no eres tan niño como para no encontrar en ti mismo las semillas de lo que mañana se abrirá en floración adulta. Amar es ser en plenitud, es salirse de uno mismo y sentirse capaz de una fusión con los demás es renunciar al Yo, es trascender el egoísmo, vivir en comunión y hacerlo activa y gozosamente, en la euforia de una suprema realización y la vivencia de un florecimiento total. Amar es, paradójicamente cumplir nuestro destino individual,
  • 6. sacrificándolo; realizar nuestro Yo más auténtico, diluyéndolo; es ser hombre entre los hombres y para la humanidad. ¿Sabes reír?. Reír fácilmente, limpiamente, abiertamente. Y reír, no sólo de lo que puede ser gracioso en los demás, sino de lo que puede serlo en ti mismo. Porque esa es la verdadera capacidad de reír. Quién no puede reír de si mismo alguna vez, no ríe de verdad; usa su risa como un arma de agresión o de defensa, pero no la goza como expresión de límpida alegría o de noble jocundia. Quien es capaz de reír de sí mismo, es capaz de reír. Tampoco podrías contestar con certeza al interrogantes: ¿puedes crear?, pero debe ya manifestarse en tu espíritu la inquietud básica del creador, del que no está contento con la rutina, del que interroga, indaga, experimenta, del que goza cuando los fenómenos cotidianos toman una apariencia nueva y cuando su búsqueda constante consigue hacerle ver más claramente y obrar con mayor seguridad. Si eres un hombre sano, sano de espíritu y sano de cuerpo, posees las condiciones para ser médico. Pero ello no es sino una base. Debes hacerte médico. Y no es fácil. Si reflexionar en lo que el médico es para sus semejantes, comprenderás toda su responsabilidad y que, para enfrentarla, debes estar preparado. ¿En qué consiste esa preparación? En aprender la ciencia y desarrollar el arte de ser médico hasta que ha llegado el momento y, cuando ese momento ha llegado, recién los hace suyos, los reconoce y los incorpora. En medicina debes tratar siempre de saber. Sentirás muchas veces que no hallas cómo hacer que los conocimientos penetren en ti y formen parte de tu Yo íntimo. Entonces, trata de averiguar por que no estás aún preparado para recibirlos, y humildemente, espera el momento en que los merezcas. El llegará si lo buscas con recto designio, firme propósito y noble perseverancia. Y, entonces, un alba nueva iluminará tu espíritu y habrás dado un paso adelante en el camino de tu formación científica. Los conocimientos necesarios para ser médico son vastos y varios. Encontrarás algunos fascinantes y otros sin interés momentáneo. Si te acercas a todos con amor, todos te darán satisfacción. Y quiero que tengas presente una cosa: hay una cierta tendencia a orientar al estudiante de -medicina hacia lo relacionado
  • 7. directamente con la que va a ser su profesión y a descuidar todo lo demás. Si piensas en lo que antes expusiera comprenderás que, si el médico quiere realmente cumplir su misión, no puede bastarle el conocimiento puramente "médico". El que sólo sabe medicina, ni medicina saben ha dicho Letamendi. Y es que, para tener una visión amplia del hombre y de su vida, no bastan, por supuesto. las “ciencias naturales”. Son las viejas “humanidades” las que dan sabor, al conocimiento. La historia, la sociología y la filosofía son complementos indispensables de la anatomía, la fisiología o la psicología. Pero al lado de aquellas, importa para el médico un interés sincero para las manifestaciones artísticas. El conocimiento del arte a través de la evolución de la humanidad, sus tendencias, sus realizaciones, sus fracasos; la comprensión de lo que ha significado y significa en cada momento de la historia; el acercamiento, si es posible directo, a sus obras mas notables, es indispensable para el que quiere ser medico de verdad. Es en las obras de arte donde se aprende a conocer y a amar al hombre. En nada como en ellas puede descubrirse más acerca de su naturaleza y de su vida. Sé sincero; se artista Pero no basta que conozcas el arte o que lo admires; es necesario que te acerques más a el. Bien sé que no todos podemos aspirar a crear belleza, pero sé también que, al lado de la capacidad para hacerlo, existe la necesidad de dar salida a inquietudes y aspiraciones que palpitan en todo ser humano. Debemos expresarnos, abrir cauces al caudal que circula en nuestro interior y pugna por exteriorizarse. Y hay acaso forma mejor de hacerlo que por intermedio de “las artes” No pretendas, si no tienes capacidad para ello, producir obras maestras; no aspires a perfecciones imposibles, pero no por ello, renuncies a manifestarte a través de las mil posibilidades que la actividad artística te ofrece. Escribe, pinta, haz música, creando belleza, si puedes, pero, si no estás destinado a ello, por el puro placer de expresarte, por el goce sencillo de ser tú verdaderamente. Verás cómo lo que hagas, despojado de todo componente de aspiración egoísta y de todo deseo de afirmación del propio Yo, no sólo te dará una inmensa satisfacción, que no puede ser substituida, sino que te permitirá conocerte mejor y acércale más a ti mismo, al verdadero ser que llevamos todos dentro, que posee una serie de posibilidades admirables y que es generalmente mucho mejor que el Yo que usamos para vivir todos los días, limitado por la realidad los
  • 8. prejuicios y el miedo. Basta con ser sincero; basta con renunciar a pretensiones fuera de lugar, con no censar en la opinión de los demás y con entregarse al placer del arte por él mismo, por el goce que nos ofrece al permitirnos dar salida a lo más auténtico de nuestro Yo, generalmente estrangulado por la pequeñez de nuestro egoísmo. Escribe aunque no "sepas" hacerlo, pinta, aunque, al comienzo te parezca imposible, canta, si lo deseas: hazlo todo para ti mismo, entregándole a esas actividades con sencillez, con amor y con ingenuidad y verás cómo tu vida se enriquece, cómo tu horizonte se amplía y tus horas se completan. Verás cómo cada día eres mejor y comprenderás cómo es el sentimiento y no la razón el que nos hace conocer las grandes verdades y nos hace capaces de ser nosotros mismos y, por ese camino, unirnos a los demás. Aprende el arte de ser médico Y, si el destino del médico es unirse a sus semejantes, una indispensable condición es el desarrollo de sus capacidades artísticas para ese propósito. No puede "Aprenderse" a ser artista. Se necesitan condiciones básicas, sin las cuales, todo aprendizaje es inútil. Pero, así como el pintor o el poeta deben desarrollar las capacidades que poseen, así el médico debe también hacer florecer las propias en el arte de ser médico. Es éste, quizás, el más hermosos aspecto de nuestra profesión. No es suficiente saber medicina. Hay que sentirla también. Se puede ser un sabio y no por eso ser buen médico. Se necesita algo más: la sensibilidad artística, el toque mágico personal que va más allá del conocimiento frío, la vibración afectiva creadora que se encuentra en la base de "toda obra de arte. La relación directa con los hombres la necesita para florecer. Al lado de la objetividad fría de la ciencia, es indispensable la cálida subjetividad del arte. Sin ella, el médico será un técnico en problemas de laboratorio fisiológico o de anfiteatro anatómico, pero no un ser humano ayudando a otro ser humano. Esa es la razón por la que muchos hombres de subidos quilates intelectuales, que trataron de estudiar medicina, tuvieron que en cierta forma, apartarse de ella aplicándose a trabajos de investigación en laboratorio o a actividades no clínicas. Descubrieron bien pronto que no podían, no hubieran podido
  • 9. nunca, no sólo manejar la interrelación del médico con el enfermo, sino lo que es también necesario, gozar en ella y sentir el placer de la reacción y la satisfacción indescriptible que el ayudar a otro ser humano debe traer consigo. Pero, ¿como puedes desarrollar tus capacidades artísticas para ser médico? De una sola manera: desarrollando tu propia personalidad, cultivando tu propia personalidad. Hay algo individual, intransmisible, en la manera de ser médico: es la forma de usar el propio yo en relación con el semejante; es el modo de enfrentar y resolver problemas humanos que, en medicina, se encuentran siempre antes y después de los problemas científicos. Nunca será médico si ante un enfermo sólo sabes recordar la ciencia y si no sientes que él no es un conjunto de órganos que funcionan mejor o peor, sino, ante todo y sobre todo un semejante que sufre. Cómo elegir a los maestros Si todo debes aprender, ¿de quién puedes hacerlo? He aquí otro problema. El desarrollo de tus condiciones personales y tu adquisición de conocimientos dependen, en gran parte, de tus maestros. Ellos te abrirán las puertas y te señalarán los horizontes. De ellos dependen tus primeros pasos, que muchas veces, serán los decisivos. Busca a tus maestros, elige a tus maestros, selecciona a tus maestros. Oye y respeta a todos, pero prefiere a los que pueden ofrecerte algo más que conocimiento; a los que" pueden despertar en ti inquietudes y estimular anhelos; a los que sean capaces de dar y de darse. Ya tienes un criterio: son los hombres que crean, aman y ríen. Son los que no están contentos con la rutina diaria, los que buscan incansablemente, los que, en esa búsqueda, saben hallar. Son los que, ante el enfermo, te enseñan además de la actitud de la ciencia, el arte de la actitud. Son los que se acercan al paciente a darle a manos llenas, no solamente medicamentos, sino amor, comprensión humana, respeto por su doble condición de hombre y de hombre sufriente. Y son los que ríen. No te acerques a un hombre solemne. La solemnidad es incapacidad de reír y quien no tiene sentido del humor no tiene sentido de humanidad. Aléjate de los maestros eruditos, de los que citan muchos autores y se apoyan
  • 10. en infinitas cifras. Esos conocen, pero no saben. Acércate a los que al enseñar, te den la sensación de que todo lo que dicen es fácil y descubrirás bien pronto que, detrás de esa facilidad, se encuentra un trabajo serio y profundo de asimilación de conocimientos que, al haber sido perfectamente comprendidos, se han hecho fácilmente manejables y transmisibles. Tienes a tu disposición una sencilla manera de conocer al verdadero maestro. Observa su actitud frente a un enfermo. Si éste le sirve solamente de pretexto para exponer amplia erudición, repetir opiniones, historiar conocimientos y presentar teorías propias; si, al hacerlo, notas que hubiera dado lo mismo que el paciente fuera otro o que no estuviera presente, sabe que ese hombre, no solamente no es un maestro, ni siquiera un médico. Si, por el contrario, ves a uno que en todo momento piensa en el enfermo y con el enfermo, expone los conocimientos que ese caso brinda, se refiere a las vicisitudes de la enfermedad en ese paciente, ofrece los medios de ayudar a ese ser que se encuentra frente a él; el maestro cuya lección no puede, de ninguna manera, separarse del enfermo que la provocó por que perdona significado, acércate a él síguelo, aprende de él. De los libros y su valor Al lado de tus maestros, serán los libros los que completarán tu enseñanza. Los libros que, al condensar la sabiduría de los siglos, son los mejores maestros. Y, así como eliges a éstos, debes aprender a elegir tus libros. No es fácil hacerlo. Cada uno te ofrece tanto que sería el ideal poder leerlos lodos porque, en realidad, todos pueden enseñarte algo y cada uno de ellos, en mayor o menor medida, abrirte un horizonte nuevo. Pero leer todo es imposible y se impone, entonces, una selección. ¿En qué debes basarla? Por supuesto que no pretendo darte reglas infalibles ni soluciones fáciles, pero quiero ofrecerte lo que muchos años de leer me han enseñado. Dos clases de libros solicitarán tu atención y tu tiempo: los que te brindan conocimientos y los que se dirigen a tu sensibilidad. Son los primeros los libros científicos y los segundos los que pertenecen a la “literatura”. Es esta clasificación bastante arbitraria, sin embargo. Un libro de ciencia te dará, además de información, satisfacción estética, si está bien pensado y bien escrito, y una novela puede ofrecerte, no solamente placer artístico, sino nuevos
  • 11. conocimientos del hombre y del mundo. No descuides la literatura. Busca las obras maestras de todos los tiempos. Los Clásicos te darán goce y provecho. Encontrarás alguno que no sacuden tu sensibilidad cuando por primera vez te acercas a ellos. Déjalos, entonces, y haz una pausa. Madura espiritualmente, y luego vuelve a buscarlos. Los encontrarás, y cuando algún autor te provoque esa inexpresable conmoción que sólo puede compararse a un descubrimiento, cuando sientas, al leerlo, como si él expresara lo que tú, tenías dentro de ti pero no conocías siquiera, como si sus páginas fueran un haz de luz que va iluminando tu propias vida interior y haciéndote ver claras mil cosa que penaban en la vaguedad imprecisa de tu espíritu; como si las palabras que lees fueran descongelando figuras latentes en ti y dándoles vida, síguelo. Lee y relee todas sus obras hasta que tu corazón palpite al unísono y tu pensamiento se encuentre en cada línea con el suyo. Habrás ganado un nuevo mundo y habrás dado un paso adelante al hacerte uno con un fragmento eternamente vivo de la humanidad. Aprende también a seleccionar en el campo de la producción científica. En medio de la variada gama que le ofrece, encontrarás tres tipos diferentes de autores. Hay quienes son capaces de darle una presentación de los conocimientos, una síntesis de lo sabido y hacerlo desde puntos de vista más o menos originales; hay quienes, por otra parte, exponen sus propios hallazgos en un campo determinado y te enseñan, así, cosas nuevas y, a veces, valiosas, y hay, por último, aquellos que cumplen una función aún superior: saben hacerte pensar, te llenan de inquietud creadora y dejan en ti simiente, haciéndote razonar por tu cuenta y recorrer con tus pasos los caminos abiertos al estimar tu propia capacidad creadora. Los primeros son útiles especialmente cuando comienzas a hollar un campo nuevo. Te informarán de lo ya sabido y de lo ya hecho y, si son buenos, lo harán de manera sistemática, completa, y atrayente. Te ahorrarán mucho vagar inútil y mucho perderte por vericuetos ciegos. Te darán, condensada y sistematizada, la sabiduría de los siglos. Los segundos te informarán de lo nuevo que han sido capaces de añadir a lo sabido y, al hacerlo,-acrecerán tu conocimiento y tu inquietud.
  • 12. Pero son los otros los que debes preferir aquellos que te hacen pensar, los que, no solamente te señalan horizontes o te muestran un nuevo camino, sino que, al enseñarte a mirar y a caminar te estimulan para descubrir y para avanzar por ti mismo más allá de lo ya sabido y de lo recientemente descubierto. Los primeros harán tuyo el conocimiento, los segundos la inquietud, los terceros la creación. Lee a todos pero ama a los últimos porque ellos cumplen la verdadera misión del maestro: hacer tuyo el mundo a través de tu propia visión. Medicina de hombres La medicina ha evolucionado mucho. Nació ejercida por el sacerdote en los templos, fue luego conjunto de medidas empíricas y siempre sufrió la influencia del momento cultural. Sus teorías se movieron con la época y, así fue "espiritualista" durante la Edad Media y "materialista" en el "siglo de las luces". Oscilo de un extremo a otro, negando hoy lo que había de exaltar mañana. Yo me he hecho médico bajo la influencia irresistible del positivismo. Nos enseñaron medicina como podrían habernos enseñado ingeniería mecánica. Nos mostraron cómo los órganos funcionaban bien y cómo se producían desarreglos en esas funciones, desarreglos que constituían la enfermedad y a los que el médico debía poner remedio. Nos educaron en la "ciencia" y, ante los resultados de las experiencias de laboratorio y de las disecciones de anfiteatro, nos orientaron, en realidad, hacia una veterinaria de seres humanos. Los médicos de mi generación creíamos ingenuamente que el examen exhaustivo del cuerpo, no sólo con los medios clínicos, sino con la ayuda magnífica del laboratorio y de todos los procedimientos auxiliares, bastaba para darnos el conocimiento de la enfermedad y señalarnos el camino de la curación. Los médicos de mi generación fuimos preparados para atender órganos y no hombres. "Es un hermoso caso de tumor del riñón"; "es una magnífica anemia macrocítica", nos decíamos los unos a los oíros, gozándonos en las posibilidad diagnósticas que los análisis, las pruebas funcionales o las radiografía podían ofrecernos: No nos enseñaron que ese tumor del riñón o esa anemia macrocítica se desarrollaban en seres humanos, en hombres sufrientes, en semejantes nuestros que venían a buscar ayuda. Los médicos de mi generación creíamos cumplir nuestro deber
  • 13. cuando habíamos agotado lodos los medios "científicos" para llegar a un "diagnóstico preciso" y emprender una terapéutica "eficaz". Pero el diagnóstico era un diagnóstico de patología orgánica y la terapéutica tenía como ideal el llevar la medicación "específica1' a la lesión local. El hombre portador de esa lesión era completamente descuidado. No interesaban como tal. El trágico error que ese punto de vista llevaba consigo no puede ser ilustrado más claramente que con un ejemplo que el profesor Lelio Zeno me refirió una vez y que recordaré siempre. En un modernísimo sanatorio, se atendió a una muchacha con una tuberculosis pulmonar. Los médicos usaron los mejores medios diagnósticos y terapéuticos; los cirujanos realizaron sus más brillantes operaciones para eliminar lo que no podía ser salvado. El esfuerzo conjunto de un equipo de sabios consiguió la "curación" de esos pulmones que parecían irremediablemente perdidos. El caso era interesantísimo y, como tal, se decidió presentarlo a un congreso médico. Reunióse entusiastamente la documentación y se esperaba la fecha del congreso con la seguridad de ofrecer ejemplo ilustrativo. Pero ocurrió que, unos días antes, la enferma se suicidó. ¿Habían curado los sabios colegas a este paciente? Habían indudablemente, obtenido que sus pulmones fueran nuevamente capaces de cumplir su función, habían, pues curado el órgano. La portadora de ese órgano, la muchacha que buscara ayuda fue, en todo momento, ignorada. Los médicos no creyeron, ni científico, ni necesario, averiguar lo que ocurría en. el espíritu de su paciente. Posiblemente pensaron que no les correspondía hacerlo. Y ese espíritu destruyó en unos pocos minutos todo lo que ellos habían hecho con su cuerpo. Aún vemos todos los días casos parecidos pero felizmente, las cosas van cambiando. La moderna medicina no es mas una medicina de órganos, sino una medicina de hombres. Considera como nuestro deber, no solamente el restaurar funciones, sino ayudar a seres humanos a vivir. Todos los médicos de nuestra generación habíamos sido llevados a olvidar al hombre en medio de sus órganos, fenómeno ilustrado claramente en el ejemplo que muchas veces pusiera a los estudiantes. Frente a un enfermo, en un lecho de hospital, se habla de “un caso de hepatitis” pero, si suponemos, por un momento, que es nuestro hermano el que sufre, no será el "un caso de hepatitis", sino "Alfredo, quien padece de hepatitis". En el primer ejemplo es el órgano el que ocupa el centro de atención y al que se dirige primordialmente
  • 14. nuestro interés; en el segundo, es el hombre el que importa fundamentalmente y la enfermedad orgánica no es sino un episodio en la vida de ese hombre. Pensemos en todos los enfermos como en hermanos nuestros y habremos adquirido la orientación justa de la medicina contemporánea. Esta actitud no es solamente humanitaria, ni lleva como origen preocupaciones sentimentales. Es indispensable desde el punto de vista vibran al unísono y se influyen mutuamente. No hay enfermedades "puramente orgánicas" ni "puramente psicológicas". Todas ellas muestran un funcionamiento defectuoso de la totalidad del hombre y así deben ser comprendidas. Si eso es verdad, y ningún médico que se halle al tanto de las modernas investigaciones lo duda, constituye un deber de hombre de ciencia no descuidar ningún aspecto del problema y tener en consideración, al lado de los fenómenos fisiológicos, las alteraciones psicológicas y, al mismo tiempo que los órganos, la personalidad del individuo. Ello significa, hijo mío, un cambio radical del punto de vista médico. Significa que no somos más ni "veterinarios de seres humanos", ni "recetadores", ni "operadores", sino hombre frente a hombres; hombres que, preparados científica y artísticamente para ayudar, ayudamos otros hombres a restablecer el equilibrio que ha perdido por un momento y los ayudamos, no solamente prescribiendo remedios o indicando operaciones, sino atendiendo problemas anímicos, equilibrando emociones y tratando de restaurar, la tranquilidad espiritual al mismo tiempo que el funcionamiento orgánico. La tarea es difícil; infinitamente mas difícil que la de restablecer funciones alterados. Pero es también mucho mas noble. Devuelve al medico su prestancia y su papel. Le ofrece la inigualable satisfacción de ayudar a sus semejantes en el sentido mas humano de la palabra. Y, si tu quieres ayudar a los demás, debes hacerle médico de hombres y no médico de órganos. El problema de la especialización Sin embargo, he aquí que la realidad de la practica profesional parece contradecirme, ¿no existen especialistas que se ocupan de un conjunto limitado de órganos? ¿No es la especialización indispensable en la medicina de nuestros días? ¿No es una
  • 15. consecuencia ineludible del progreso? Así es, pero la contradicción es sólo aparente. La especialización es un fenómeno necesario, pero no excluye, de ninguna manera, la amplitud de criterio ni el concepto integral de la medicina. El buen especialista es el que afina sus capacidades en la solución de problemas médicos limitados a determinados órganos o sistemas, sin perder de vista la totalidad del hombre enfermo, sin descuidar su categoría de ser bio-psico-social. El fracaso lamentable de algunos especialistas es, precisamente, el descuidar ese aspecto de su actividad médica, el creer que pueden solucionar los problemas de un órgano sin tomar en cuenta al individuo portador de ese órgano. Son los que, según la definición humorística, "saben cada días más y más de menos y menos" y que, en su miopía, no son capaces de resolver ni siquiera los problemas de su campo de acción. El especialista moderno es el que, después de conocer la inmensa complicación del hombre, en todos sus aspectos, estudia con más detención uno de ellos, pero que, al hacerlo tiene siempre presente la unidad del ser y la necesidad de tornarla en cuenta en todo momento. Si no lo hace, deja de ser medico para convertirse en un técnico estrecho que puede realizar su tarea mejor o peor pero que ha perdido la nobleza de propósitos, la altura de procederes y la posibilidad integral de su apostolado y que ha dado la espalda a la tradición humanística y científica de su profesión. Ahora bien. La especialización es una necesidad indudable en la práctica de la medicina moderna. Pasados son los tiempos en los que un médico podía conocer todo lo conocido. Cada día el afán de saber y el ansia de penetrar más y más en los misterios de la vida y de la muerte traen conocimientos que es imposible asimilar en su totalidad; y técnicas que un hombre solo no podría aplicar. El joven que, lleno de entusiasmo y emoción, quiere hacerse médico, se pregunta: ¿Qué camino seguir? Ante todo quiero que no te engañes respecto a la falacia de la especialización temprana, estudiantes hay que se inscriben en las Universidades con una idea fija, que descuidan los conocimientos que creen superfinos y que buscan desde los primeros anos el "especializarse". Creo que es un error grave. Ante todo, la especialización exige una vocación, cierta y ella sólo puede hacerse clara luego de conocer el conjunto de las disciplinas médicas, sus horizontes y sus orientaciones. Por otra parte, no puede ser un buen especialista quien no conoce a fondo las ciencias básicas, quién no ha practicado la medicina general y se
  • 16. ha adentrado en todos los problemas y sopesado todas las soluciones. Estudia con cariño las ciencias básicas, conoce todas las especialidades, familiarízate con todos los procedimientos en tus días de Universidad y, lo que quizás es más importante, acércate a los especialistas, a los que gocen con su ocupación y hablen de ella con convencimiento y amor. Óyelos y recién entonces serás capaz de decidir tu camino. Los dos grandes caminos: la clínica y la cirugía Dos grandes vías se abrirán ante tus ojos: las ciencias clínicas y las ciencias quirúrgicas. Ambas tienen atractivos ciertos y ofrecen ilimitados horizontes. Hay en la clínica posibilidades inmensas para el hombre de pensamiento y de sensibilidad. Ser clínico es acercarse al semejante sin mas armas que el conocimiento y la inteligencia; es enfrentar los problemas que el ser humano nos presenta validos fundamentalmente de nuestra intuición más acendrada la básica, característica del artista- y nuestro más agudo razonamiento la fundamental condición del hombre de ciencia. Para el clínico un enfermo es un problema que debe resolver a base de maduro raciocinio y manejar con sutil habilidad. Debe observar cariñosamente cada detalle, pesar cada posibilidad, razonar cada hecho y relacionarlos con los demás en un tejido de operaciones intelectuales en el que construirá una obra de fina lógica y de amorosa comprensión. Basado en los datos que el examen clínico y los procedimientos auxiliares le ofrecen debe sopesar las características físicas y espirituales de ese hombre en ese momento y cada una de esas posibilidad que el conocimiento de las manifestaciones fisiológicas y psicológicas le ofrece; debe afinar su capacidad de análisis, debe seguir en su mente un camino firme de razonamiento científico y llegar a una conclusión sólo después de un trabajo de síntesis elevada que sea capaz de extraer de cada dato lo esencial y relacionarlo con todos los otros en una obra de armonía plena. Se trata de una operación intelectual de la más alta calidad; se trata de una afirmación de lo más grande que el espíritu humano posee: una capacidad mental que sólo admite comparación con la del filósofo y que es en sí misma una continua afirmación de lo verdaderamente noble en el alma del hombre. Pero no es eso todo. Una vez llegado a la conclusión científica
  • 17. referente a diagnóstico, pronóstico y terapéutica, el clínico comienza recién su verdadera misión de médico. Es en la aplicación de sus resultados al enfermo, es en el manejo de los problemas que a cada momento se presentan, es en "la práctica donde se ve al verdadero clínico. Si en el proceso de arribar a una conclusión previa es el hombre de ciencia el que predomina, en la aplicación de ese resultado es donde el artista debe mostrar lo mejor de sí mismo. Tratar a un enfermo no es prescribirle medicamentos. Es algo más: es manejar un ser humano. es conducir un semejante por los caminos del restablecimiento de sus capacidades fisiológica y psicológicas, es ayudarlo a recuperar la normalidad de su funcionamiento orgánico y el equilibrio de su vida social. Y para ello, no hay que ser solamente un sabio que conozca, sino un hombre que sienta y que vibre al unísono con sus semejante, que se ponga incondicionalmente a su lado y les ofrezca, no sólo su saber, sino su amor, no sólo su cerebro, sino su corazón. El éxito de un clínico no está solamente en su habilidad para manejar conocimientos, sino, .y más, en su capacidad para manejar hombres y esa es, precisamente, su más noble obligación y su más alto papel. Si bien el cirujano debe ser también clínico y, por lo tanto, puede a él aplicarse todo lo dicho, es otro el espíritu que informa su quehacer. Así como el clínico es un hombre de pensamiento y de sensibilidad, como características fundamentales, el cirujano es un hombre de acción. Su actividad gira alrededor del hecho quirúrgico y su obra es fundamentalmente distinta. El cirujano, más que el clínico, se siente actuar entre la vida y la muerte. Es el arbitro en cuyas manos está, en un momento, el destino de su enfermo. Tiene la suprema satisfacción de la lucha aguda de la realización inmediata y positiva, del triunfo visible y objetivable. también la sensación de dominio sobre la naturaleza y sobre la realidad que sólo pude dar el hecho de manipular entrañas palpitantes, sentir la vida latiendo entre sus dedos y ser capaz de triunfar sobre la enfermedad viéndola y arrancándola del seno mismo del ser humano sufriente. El cirujano es también un artista, pero en otro terreno. Su goce estético está en la perfección de su cometido, en la belleza que se une a la tarea material bien cumplida, en el triunfo limpio sobre las enorme, dificultades del acto quirúrgico, en la solución justa del problema difícil a través de una técnica pura. El clínico pocas veces tiene la sensación inmediata e indiscutible de
  • 18. su triunfo. Sus enfermos se recuperan lentamente y esa, misma lentitud, quita a la curación mucho de su dramatismo. El cirujano, en cambio, ve a sus pacientes perder sus síntomas, sabiendo bien el cómo y el por qué. Ves tú, pues, las diferencias entre una y otra actividad y puedes darte cuenta de cómo cada una debe satisfacer a distintas personalidades. Estúdiate a ti mismo, trata de comprender tus reacciones y, si sigues amorosamente todos los cursos, si te acercas a todos tus buenos maestros con igual interés, bien pronto se aclarará en tu espíritu un camino y sabrás lo que quieres. Hay algo más, sin embargo. Cada día el campo de la clínica y la cirugía "generales" va restringiéndose al ser desmembrado por la especialización. El cardiólogo, el gastroenterólogo o el endocrinólogo, entre muchos otros, han hecho suyos aspectos importantísimos de la medicina y vemos en nuestros días nacer especialidades dentro de especialidades: el médico que se dedica exclusivamente a tratar diabetes, reumatismos o enfermedades del hígado, por ejemplo. O el cirujano especializado en pulmones, riñones o cerebro y el que sólo opera tiroides o próstata. Aquí el peligro de no ver el bosque porque los árboles lo impiden es mayor aún. Mantente alerta ante él. No puede negarse que quien restringe su actividad a un campo limitado puede ser muy capaz de dominarlo mejor y de convertirse en un experto, pero ello a costa de sacrificar su capacidad de comprensión amplia, de enfoque panorámico y de consideración verdaderamente médica. El obstetra, el pediatra, el neurólogo... Hay especialidades que deben considerarse aparte porque, no sólo abarcan campos de actividad distintos, sino porque suponen una vocación especial que debe ser tomada en cuenta. Me refiero, por ejemplo, a la obstetricia, la pediatría o la neurología. Quien quiera dedicarse a la obstetricia debe tener condiciones especiales y vocación cierta. Nadie está más cerca del misterio maravilloso de la creación y nadie es más capaz de gozar del inmenso placer de dar la vida. Por otra parte, el obstetra se enfrenta a sus semejantes en uno de los momentos más trascendentales de la existencia. Es quizás el único entre los módicos al que se busca con una sonrisa y una ilusión. Es el que mas sabe de la esperanza humana y el que más cerca se halla de
  • 19. la humana felicidad. Conoce la expresión luminosa del rostro maternal y la expresión preocupada y orgullosa de la faz del padre; sabe de los sentimientos menos egoístas de que es capaz el hombre. Es también la del obstetra tarea llena de angustia y responsabilidad. Se le confía, no una existencia amenazada que se quiere que salve, como a los otros médicos, sino dos vidas humanas, dos seres rodeados, no del temor a la muerte, sino de la esperanza de la vida. El éxito es, pues, esperado y el fracaso imperdonable. De allí sus responsabilidad y su angustia; de allí su elevación y su goce. De allí que sea quizás, entre los médicos, el que sabe del agradecimiento más sincero y de la admiración mas incondicional. Nunca he oído en mi vida de médico nada mas conmovedor que las palabras de la madre de todas las madres- cuando, con el niño en sus brazos, se vuelva Inicia el médico para agradecerle. Hay en esa actitud una sinceridad, un calor y una dulzura que compensan largamente por lodo lo pasado y llenan el corazón del orgullo de ser médico, y de ser obstetra. El pediatra actúa en oirá esfera, cercana pero diferente. Tiene en sus manos vidas tan indefensas, debe lidiar con problemas tan complicados y ha de hacerlo ante la angustiosa mirada de la madre que esta en todo momento, pendiente de sus palabras y de sus gestos como de una condena o de una salvación. Debe, por otra parte, enfrentar algo tan conmovedor como el sufrimiento de un niño. Impotente, sin poder muchas veces expresarse, vencido por la enfermedad y entregado completamente en las manos de los adultos, algo terriblemente patético tiembla en la apariencia de un niño enfermo, algo que el médico siente y, lo obliga a entregarse y a dar todo lo que su saber y su amor puedan. Pero la misión del pediatra, además de curar niños, es formar hombres. Debe ser médico y educador. Se acerca al ser humano en los años cruciales de su formación física y espiritual; enfrenta los problemas familiares que están determinando todo el futuro y debe saber verlos y manejarlos, enderezando su acción, no solamente a salvar el escollo de la enfermedad actual, sino a la prevención de las maladaptaciones futuras cuya semilla se encuentra ya presente. Debe ser el médico de la familia al mismo tiempo que el del niño y su responsabilidad no esta cumplida con la curación de una enfermedad, sino con la medicación del ambiente y la preparación de un futuro normal para el ser que se pone en sus manos. Todos los buenos pediatras lo saben y nadie lo expresa mejor que
  • 20. Florencio Escardó: "El Pediatra no ha de querer superficialmente al niño sino amar en él al hombre del que el niño es cifra y resultado, a veces desencanto, y ha de respetar en su paciente un tremendo coeficiente de misterio y de devenir. Quien no entiende de un modo vivo y real que el niño no es una presencia sino una continuidad no debe ser pediatra". La actividad del neurólogo tiene otras facetas. Hay en ella ciertas características que la hacen atractiva para espíritus especulativos y que ofrecen un placer incomparable a quienes son capaces de gozar plenamente de la actividad intelectual lógica y entregarse a la solución de problema con todas las características de los que se presentan en disciplinas especiales, como las altas matemáticas. Los cuadros neurológicos enfrentan al especialista con problemas que sólo pueden ser resueltos si se llenan dos condiciones indispensables. Es la primera, por supuesto, un conocimiento exhaustivo de los centros, las vías y las conexiones nerviosas y su funcionamiento. Es la segunda una capacidad para el razonamiento preciso, para la discriminación lógica inflexible, para el análisis y la síntesis. Quizás por eso la neurología constituye la especialidad médica que más se acerca a las ciencias exactas en su aspecto diagnóstico y la que puede ofrecer mejor el goce de la actividad lógica y del razonamiento puro. Nada puede igualar en este sentido, a la satisfacción que el neurólogo experimenta, por ejemplo, al ver que su diagnóstico de localización es confirmado, a veces milimétricamente, por cirujano quien, guiado por sus indicaciones precisas, ha llegado a la lesión y ha salvado al enfermo. Por supuesto que he tomado estas especialidades solamente como ejemplo. En realidad, cualquiera, cuando es estudiada con dedicación y practicada con amor, ofrece al médico posibilidades inmensas y satisfacciones sin fin. Hay una, sin embargo, de la que quiero decirte algo más. Medicina de almas Debo corregirme: no se trata de una especialidad, sino de una de las ciencias básicas. Me refiero a la Psiquiatría. Es interesante considerar la situación de la psiquiatría en la historia
  • 21. de la medicina. Nació hace muy poco tiempo como la especialidad dedicada al tratamiento de las enfermedades “mentales”. Esta definición traiciona, ciertamente, la propia etimología de la palabra. Psiquiatría se deriva de los términos griegos psyche alma y iatreia, curación. No se refiere, pues, a mente sino a alma y, si bien los hombres de ciencia y los filósofos no se han puesto aún de acuerdo- y posiblemente no lo harán nunca sobre el verdadero significado y alcance de la palabra alma, todos ellos aceptan que abarca algo más la palabra mente. Sin embargo, la psiquiatría nació como una especialidad que se ocupaba de las enfermedades de la mente, refiriéndose, (le una manera directa, a la locura."Poco a poco su horizonte fue haciéndose más amplio y extendiéndose su campo cíe acción. Se comprendió que no es la locura el más importante ni el más común cíe los sufrimientos del alma, que existen una serie de trastornos que sin llegar a ella, producen más dolor y más invalidez en el ser humano y que deberían considerarse en el ser humano y que debería considerarse detenidamente. Fueron naciendo las doctrinas de la neurosis y la idea de que eran también sufrimientos del alma las alteraciones del carácter que llevan a la perversión, al vicio y al crimen. Y llegó el momento en que los psiquiatras se encontraron frente al ser humano para estudiar, comprender y tratar los trastornos más importantes que ese ser humano presentaba como tal. No es ciertamente por azar que el campo de las actividades culturales, alejándose de la consideración casi exclusiva de la mente, como función intelectual, se fije ahora en la afectividad, descuidada y pospuesta en el pasado. La psiquiatría, doctrina médica del alma humana, de su sufrimiento y de su curación, ha pasado en nuestros días, de ser actividad despreciada y aborrecida, a tener proyecciones inmensas y responsabilidades infinitas; de una especialidad descuidada, a ciencia básica en el conocimiento del ser humano, su acción y su destino. Quizás tales afirmaciones te sorprendan porque n0 has vivido, como yo, las etapas de esa evolución. La psiquiatría, en mis tiempos de estudiante, era considerada por la opinión pública como el quehacer de unos cuantos médicos excéntricos que se ocupaban de cuidar a los locos en los manicomios y que poco se diferenciaban de ellos. De ese estado han salido en pocos años para convertirse, en los países más civilizados en conocedores del hombre y sus actividades normales y anormales, expertos en la conducta» analistas de la familia, la sociedad y el Estado cuyas
  • 22. opiniones se toman en cuenta en todos los campos de la vida y cuya intervención individual y social tiene quizás hoy día más consecuencias que la de cualquier otro grupo de médicos. Cómo, se ha producido, ese fenómeno. Esquematizando, puede estudiársele en dos etapas. La primera fue causada por la aparición de Freud y el psicoanálisis. Sus teorías sacaron a la Psiquiatría de los manicomios y la enfrentaron con los problemas diarios del hombre, la colocaron bajo el foco central de la atención pública y llevaron su influencia más allá de la medicina misma, hacia las ciencias del ser humano y la cultura. El psiquiatra, aislado hasta entonces, tuvo que aprender a dialogar con el psicólogo, con el antropólogo, el jurista, el filósofo y... el médico. Puede sonar esto último a paradoja, pero no lo es. El resto de los médicos se había acostumbrado a aislar al psiquiatra. Casi como a la oveja negra de la familia. Envuelto en un mundo tan anormal y tan peligroso, hablando un idioma tan distinto del idioma "científico" de sus colegas, había él mismo olvidado sus conocimientos clínicos y su lenguaje profesional. La aparición del psicoanálisis lo arrancó de ese aislamiento y lo arrojó al centro de interés. Y lo obligo a ser médico nuevamente, así como obligó a los otros médicos a ser psicólogos. Como una consecuencia y, por supuesto en estrecha relación con la evolución cultural del momento, nació lo que ha dado en llamarse la "medicina psicosomática". La medicina psicosomática no es ni una nueva especialidad, ni una ciencia diferente; es una orientación distinta. Representa nada más, ni nada menos que la vuelta al hipocratismo, a la consideración del enfermo como una totalidad de alma y cuerpo que no puede enfermarse ni morir totalmente; es un llamado a la humanidad del médico y una invitación a que vuelva a hacerse una medicina de hombres practicada por los hombres y no una reparación de máquinas, hecha por expertos; es una apelación a lo más noble de nuestra actividad y a lo más alto de nuestro espíritu. La medicina psicosomática ha sido el segundo paso decisivo en la transformación de la psiquiatría en una ciencia básica y del psiquiatra en un médico integral que, no solamente comprende y maneja los problemas psicológicos de sus enfermos, sino que puede contribuir grandemente a que sus colegas comprendan y manejen los suyos al ayudarlos a colocarse frente a ellos como a
  • 23. seres humanos que reaccionan como tales y en cuya historia los factores psicológicos son tan importantes como los fisiológicos y obran junto con ellos en una interrelación que no puede ignorarse y que determina muchas veces la salud y la enfermedad, la vicia o la muerte. Y, he aquí, pues, que la Psiquiatría es hoy, no solamente una ciencia básica de la medicina, sino una disciplina de vastos alcances y nobles intenciones, una actividad para médicos que, a su ciencia y a su arte, unen, por sobre todo, un amor incondicional hacia el ser humano y un entendimiento amplio de su problemática y de sus posibilidades. La medicina integral La Psiquiatría ha contribuido a la comprensión más clara del hecho mismo de estar enfermo -que no es el funcionar anormal de un órgano o un sistema de órganos, sino un desequilibrio del ser humano frente a sí mismo y frente a su ambiente- y, al hacerlo, se ha convertido en una disciplina cuyo conocimiento se hace indispensable para todo médico. Si sabemos que las enfermedades tienen todas un componente psicológico no podemos pretender conocerlas ni manejarlas sin conocer y manejar ese aspecto tan importante de su patogenia. Otra cosa sería cegarse ante la realidad diaria y mantenerse al margen del progreso. Por eso, hijo mío, si quieres ser médico, debes, de todas maneras, familiarizarte con los conocimientos de la psiquiatría moderna que te enseñará mucho respecto al hombre sano y enfermo y te permitirá relacionarte con él y ayudarlo realmente. La Psiquiatría es el puente que une la medicina a la cultura general. Ninguna disciplina médica te acercará más al alma del hombre, a su sufrimiento, por una parte, pero, por otra, a sus manifestaciones más sublimes y a sus capacidades más altas. Ninguna te permitirá comprender mejor y admirar más las producciones artísticas, las conquistas científicas, las especulaciones filosóficas o los planeamientos religiosos, ninguna como ella estimulará tu curiosidad, te colocará en la actitud justa: ansia de comprender y posibilidad de admirar y abrirá horizontes más amplio a tu hambre de espíritu y tu sed de cultura; ninguna te enseñará mejor a entender a tus enfermos ya respetarlos en su condición irrenunciable de seres humanos; ninguna te levará más ante ti mismo como parte de la humanidad y servidor de ella.
  • 24. Sabe oír El secreto de la medicina moderna Hay algo más aún. Hasta esta revolución psicológica, el médico se había dedicado a conocer al hombre "desde afuera" y, por eso, se colocaba frente al enfermo como frente a un objeto de estudio que debería analizar en sus partes para estudiar, en lo posible, cada una de ellas aislada y exhaustivamente. No quiero decir que los médicos fueran ciegos ante los factores de integración, pero los enfrentaban también con la actitud "científica" del que trata de comprender una complicada maquinaria. Esa "actitud científica" los obligaba a ser "objetivos" y a eliminar todo factor que no pudiera ser "visto" y analizado. La medicina era una actividad visual. Es la orientación moderna, que partiera del psicoanálisis, la que la convierte en una actividad auditiva. Con el punto de vista psicosomático los médicos descubren que, al lado de la observación que los colocaba frente al enfermo "desde afuera", debe darse importancia a las informaciones que llegan "desde adentro" y que obtienen, no mirando, sino oyendo; empieza a comprender que es tan importante lo que el enfermo nos dice como lo que nos muestra y aparece en el horizonte medico una nueva dimensión: la intimidad del hombre, su humanidad. Este paso devuelve a la medicina la prestancia perdida y la coloca nuevamente en su verdadera perspectiva. No se trata ya, como dijera, de arreglar una máquina descompuesta - las máquinas no tienen intimidad - ni de aliviar el sufrimiento de un animal- los animales no hablan-sino de acercarse a un semejante y saber, a través de la palabra, de su vida íntima, que pasa a ser tan importante como su fisiologismo. El oír al enfermo, más que al hablarle, informa la tarea médica de hoy. Porque el hombre es, fundamentalmente, historia. El hombre no puede ser comprendido si no se le considera- ya lo han dicho los filósofos - en función del tiempo, de la evolución, del devenir. El enfermo no es el ser que enfrentamos en la consulta, sino el que ha venido haciéndose a lo largo de los días y ha venido siendo a través de la vida. Su enfermedad no tiene sentido si no se le entiende como una parte de su biografía y su tratamiento no tiene justificación si no se dirige a ese hombre que lleva detrás todo su tiempo y que tiene ante sí, irrenunciablemente, todo el tiempo. Pero eso nos obliga a dar un paso cuyas consecuencias son inmensas: a introducir en la teoría y la práctica, toda la
  • 25. problemática humana; a, si queremos ser médicos de verdad, preocuparnos no solamente por las funciones cardíacas, hepáticas o renales de nuestros enfermos, sino también por sus pensamientos, sus deseos y sus temores. No crea, pues, una nueva tarea y una seria responsabilidad. Quiero que te des cuenta de lo que eso significa. Debido a esta orientación de su actividad, el medico se coloca nuevamente en una situación incomparable y sus actitudes y opiniones pueden influir decididamente muchas vidas. Debes, pues, detenerte a pensar y a dar a aquellas toda la importancia que les dan lo seres que entrarán en relación contigo a lo largo de tu vida profesional. Soy médico y, por lo tanto, nada humano puede serme ajeno Cada uno de nuestros enfermos es un ser humano que ha atesorado en su existencia, de una manera u otra, un acervo incomparable de experiencias propias que lo hacen un individuo y lo dotan de características personales inconfundibles. Cada hombre que se acerca a nosotros buscando ayuda es un ser único que nos presenta, al lado de la maravilla de su cuerpo, un espíritu lleno de ese misterio personal que lo hace él y no otro y que sólo se puede apreciar si nos aproximamos a su vida con cariño y respeto. Practicar la medicina tratando de aplicar indiscriminadamente los conocimientos biológicos a todos los pacientes es, no sólo falta de espíritu medico - humanidad y solidaridad- sino mengua de capacidad científica y sobra de irresponsabilidad. Cada vez que enfrentes un enfermo, trata de estudiarlo, sí, pero también de comprenderlo. Piensa que la enfermedad no es un hecho aislado que puede apreciarse como tal, sino un episodio en su vida - que se refleja, toda ella, en el padecimiento- y que, a su vez, este cambia completamente la realidad de su existencia. Piensa que tú vas, no solamente a modificar en alguna forma el funcionamiento de su cuerpo, sino a cambiar, quizás definitivamente, la orientación de su personalidad; piensa que te trae, no sólo su dolor, sino su angustia, no sólo su mala función vital, sino su desesperación. Recuerda que ese ser humano que ante ti se encuentra ha edificado un existir lleno de parecidas vivencias a las que encontraste en el tuyo propio, que ha gozado y sufrido, que ha amado y odiado y que en su envoltura materia esconde un mundo que no puede ser desconocido y que involucra, no solamente su existencia, no solamente la de su familia y
  • 26. allegados, sino la de la sociedad y la tuya misma. En último análisis, es absurdo pretender que somos capaces de vivir aislados ya que, en una forma u otra, estamos ligados a la existencia de cada ser que nos rodea y a la de la humanidad que nos anida. Repítete parafraseando la oración famosa "Soy médico y, por lo tanto, nada humano puede serme ajeno". Esto significa que no puedes descuidar el análisis de tu posición ante la vida. No me refiero por supuesto, a una posición de "escuela" o a un profesionalismo filosófico. Me refiero a los conceptos fundamentales que, consciente o inconscientemente, guían la existencia de cada uno de nosotros y que, voluntaria o involuntariamente, colorean nuestras actitudes y moldean nuestras palabras. Nos movemos hacia un norte, reaccionamos de acuerdo con una profunda concepción de la existencia que, puede no sernos consciente, pero no por ello, es menos decisiva y, como médicos, querámoslo o no, transmitiremos a nuestros pacientes las convicciones que informan nuestro actuar. Debemos, pues, tratar de hacerlas claras y de analizarlas para saber si son merecedoras del papel que la actividad diaria les asignará. En los párrafos que siguen vas a leer lo que veinticinco años de médico me han enseñado, lo que creo, lo que siento y lo que aspiro. Con muchas cosas no estarás de acuerdo. Enfréntate a la vida y, si ella te apoya, corrígeme, mejorándome. Ningún maestro puede considerarse tal si no es sobrepasado por sus discípulos y ningún padre ha cumplido su misión si no es superado por su hijo. Trata de comprender Mira, ante todo, a tu alrededor, y trata de comprender. Comprender es mantener el espíritu abierto, es no permitirse prejuicios ni rigideces, es hundirse en el ser del prójimo y vivir sus problemas como si fueran nuestros; es ser hombres con todos los hombres y en todos los hombres sin limitaciones ni laxativas. Si algo debe caracterizar al médico es su capacidad para mantenerse por encima de la acusación, del desprecio y del orgullo. Así como aprende a no sentir disgusto o asco o temor ante la lacra corporal, así debe ser inmune ante los sentimientos negativos frente a la desgracia del alma. Debe saber que no hay hombres malos, sino almas enfermas, y que su papel no es juzgar y condenar, sino comprender y ayudar. Los hombres vendrán ante ti con sus angustias y con sus dolores y no serás médico si no tienes sabiduría y comprensión, conocimiento y amor frente a ellos.
  • 27. El médico y el dinero El ser humano se mueve impulsado por una serie de sentimientos que, destinados primigeniamente a conducirlo hacia la felicidad, se han distorsionado de tal manera que muchas veces lo hacen infeliz. Camina hacia metas que le ofrecen el espejismo de agua clara para su sed y lo único que hacen es someterlo a un continuo fracaso y a una desilusión mil veces repetida. Uno de ellos, de los más comunes de nuestra sociedad, es el espejismo del dinero, cíe la fortuna material. Es muy fácil condenar a quien se halle dominado por la obsesión de la riqueza; es fácil pero no justo. Acerquémonos, más bien, a ese individuo averigüemos lo que el dinero es para el. Nos encontraremos inmediatamente con que significa una o ambas de estas dos cosas: seguridad y placer. Quien ha sentido que, en alguna forma, la falta de dinero producía a su alrededor angustia, desazón o infelicidad, creerá que su posesión puede cambiar todo ello y darle algo cuya ausencia sintió tan dolorosamente en algún momento crucial de su vida. No es siempre así, sin embargo. Hay veces en que no ha existido esa privación pero sí la inseguridad y la creencia de que ella pudiera ser subsanada con el dinero. El hombre que ha tenido la suerte de adquirir durante sus años formativos una sensación de seguridad no hace de la consecución del dinero el norte de su vida. Quien se ha formado inseguro, por el contrario, trata de buscar en el exterior esa seguridad que le falta y, muy fácilmente, la fija en la posesión de algo que puede darle, indudablemente la sensación de poder. El dinero significa para esos seres un símbolo de poder, algo que les permite superar; transitoria, artificial y parcialmente, la básica inseguridad que los hace infelices. Piensan, pues en el dinero como en la vara mágica que disipará dudas, calmará ansiedades y ofrecerá esa paz interior que sólo el equilibrio espiritual puede, en realidad dar. Fácil es comprender la falacia de este punto de vista. Ante todo, ocurre que el individuo no estará jamás seguro, aunque consiga ganar ese dinero al que aspira Mientras más posea buscará más porque siempre pensará que la suma mayor será la que soluciones sus problemas. Su vida será la del hombre que, con un millón, pensará que es el próximo millón el que terminará con sus preocupaciones y que, si llegara a poseerlo, necesitará aún más en una sucesión interminable de metas que solamente prolongarán su
  • 28. angustia. Pero hay individuos en quienes la inseguridad se traduce, no en el temor al porvenir, sino en la incapacidad de disfrutar el presente. Son los que ponen en la consecución del placer la razón de vivir porque esa consecución es la única que puede calmar, momentáneamente, su ansiedad. Son los que creen que el dinero va a hacer posible esa obtención inmediata y constante de satisfacción hedónica. Y, he aquí que son también víctimas de una ilusión. Si obtienen dinero y con el placer, ese placer se convertirá muy pronto en nada. Necesitarán nuevos y más fuertes estímulos cada vez y verán cómo se deshace entre sus dedos la esperanza y encontrarán un día que, por más dinero que posean, éste no podrá proporcionarles ya esa huida de la realidad urgente de su propia angustia y sufrirán más que nunca su fracaso. Existir y florecer Si. El dinero es necesario para vivir, pero vivir no es llenar las necesidades materiales ni acumular posesiones o disfrutar placeres. Es dar más que recibir. Paree que, en ello, la naturaleza nos ofreciera una lección. Muchos seres de especies inferiores dividen su existencia en dos etapas bien definidas: en la primera almacenan alimentos y se proveen abundantemente; en la segunda, los gastan. La etapa previa es solamente una preparación para la vida que, en la segunda, es floración dar, goce incontaminado de existir frente al sol y de prodigar lo que acumulara en la sombra embrional. Anatole Franco se lamentaba de que los hombres no fuéramos como ciertos insectos que, luego de pasarse muchos días preparándose en la oscuridad y el silenció larval, irrumpen en la existencia, para disfrutar de unas horas dedicadas exclusivamente al amor. La vida ofrece al hombre un abanico de horizontes llenos de inmensas posibilidades e innumerables caminos. Para aprovechar esa dádiva debemos viajar con la mirada dirigida hacia la lejanía y el ánimo predispuesto al vuelo y ello no puede ser si nos hallamos dominados por el ansia de posesión o el miedo al mañana. No es posible existir sin obtener lo necesario para mantener esa existencia que debe renovarse cada día, pero es absurdo que se gaste en alimentarse ella misma y que no seamos capaces de aprovechar todo lo que nos ofrece cuando, libres de las ataduras materiales, podemos mirar alrededor y sumergirnos gozosamente
  • 29. en el mar de las posibilidades que nos brinda. En realidad, el ansia de posesión y la incansable búsqueda de lo material no son sino hijas del miedo. Miedo que, agarrado a nuestras entrañas espirituales, nació en las primeras etapas de nuestra formación, cuando nos hallarnos en el mundo sin armas y a merced de los adultos que nos rodeaban y que no fueron capaces de inculcarnos la certeza de que nuestras necesidades no dejarían de ser satisfechas y permitieron que la angustia se apoderara de nuestra pequeña alma y tomara en nuestro inconsciente las proporciones de un fantasma que nos perseguiría toda la existencia. Si nos detenemos a pensarlo, pronto comprenderemos que no son las posesiones materiales las que pueden ofrecernos la felicidad. Si tenemos a nuestro alcance lo necesario para satisfacer los llamados perentorios de nuestro cuerpo, es nuestra capacidad de volcarnos hacia afuera, nuestra posibilidad de darnos la que nos ofrece el camino hacia el goce del mundo y hacia la real posesión de él. Si somos capaces de dar; y de dar de nosotros mismos, seremos merecedores de recibir y se nos dará a manos llenas, no de los bienes que se agotan y nos frustran, sino de aquellos que, una vez, adquiridos, acrecen su caudal dentro de nuestro Yo y nos ofrecen el incomparable tesoro que se disfruta sin temor a que se gaste y que hace ricos, con nosotros, a todos los que nos rodean. El médico ante la muerte Si eres capaz de Colocarte ante la vida en una actitud de ávida realización, ella te ofrecerá la oportunidad, día tras día, de admirar lo mejor del hombre. Y te enfrentará también a lo más débil, triste y miserable de su ser, porque el hombre se amilana, empequeñece y tiembla ante la muerte. La muerte para él es aniquilación, vacío, nada y, por eso, lo llena de terror. Muchas veces, más que la enfermedad misma, es el miedo a la muerte el que ennegrece el alma de los que a buscarte vienen. Muchas veces ese miedo se convierte en la enfermedad más grave. Respétalo como respetas todas las características humanas, pero no lo estimules ni consientas que domine a tus enfermos. Para evitarlo no valen exhortaciones, plegarias, ni filosofías. Sólo hay un camino: haber dominado ese miedo en nosotros mismos "y ello se consigue si somos capaces de mirar la vida desde la amplia perspectiva de la
  • 30. humanidad y comprender así que morir no es desaparecer ni aniquilarse, no es abandonar todo lo que se ha acumulado, sino abrirse en una completa y total dación; es eclosionar como esos frutos maduros que se rompen y reparten alrededor la anunciación vital de las semillas que harán el árbol del mañana. Porque cada hombre no es sino un momento, una pulsación de la humanidad y su paso por la existencia no puede, de ninguna manera, considerarse aislado e independiente, sino unido al devenir total. La Vida, que es realización plena de posibilidades, nos precedió y nos sobrepasará y debemos considerarnos como un vehículo que la Historia utiliza para avanzar, como un puente en el camino eterno del Hombre, como un minuto en la inmensidad del tiempo. Si hemos hecho ese vehículo útil, ese puente seguro, ese momento pleno, habremos cumplido nuestro papel, habremos, en el vaivén del tiempo, terminado un movimiento inspiratorio. Nuestra muerte será una expiración nueva que continuará el ciclo vital eterno. Si, en tu vida, has sido capaz de crear, amar y reír, tu muerte no significará sino la oportunidad suprema para hacerlo plenamente. Si has creado, tu muerte será creadora; si has amado, tu amor se hará patente y el amor que inspiraste será más puro; si has reído, las lágrimas que tu desaparición provoque serán pronto enjugadas por el recuerdo de tu vivir jocundo y pleno. Lucha por conservar la vida de tus semejantes para que sigan sirviendo a la humanidad, ayúdalos a vivir sin dolor, pero, cuando se acerque lo inevitable, asístelos para que mueran sin angustia, como el que, después de una jornada fatigosa, cierra los ojos para descansar apaciblemente. El médico ante la vida Pero si tendrás muchas veces que enseñar a los hombres a morir, muchas más tendrás que ayudarlos a hacer de su vida plena realización de posibilidades y, para ello conocer los problemas que llenan el existir humano. Debes saber enfrentarte con los enigmas del amor, de la religión, de la sociedad y, al hacerlo, tener la sabiduría de "comprender y la capacidad de ayudar. Los hombres le traerán sus angustias al mismo tiempo que sus dolores y no serás medico si no tienes frente a ellas un espíritu amplio y un amor sincero a tus semejantes que te permitan ofrecerles lo mejor de ti mismo. La vida te enseñará a ser tú y le ofrecerá sus insustituibles lecciones que sólo tú puedes aprovechar debidamente. Lo que voy decirle no es sino una lección de la vida, que se transmite a través
  • 31. de mi experiencia. El médico, ante el amor Muchas, muchas veces has leído la palabra amor en estas páginas y ella te habrá colocado en la posición del que se enfrenta con un misterio. Y es que el amor ha sido siempre un misterio. Domina la vida humana con su maravillosa mezcla de fuerzas instintivas y sublimaciones espirituales; crea un claroscuro en el que el hombre se mueve bendiciendo y maldiciendo y el investigador se pierde, desorientado y confuso, y en el que es quizás el artista el único capaz de iluminar aspectos y descubrir secretos. No pretendo en estas líneas ofrecerte un análisis del amor ni, mucho menos, una solución a sus eternos enigmas. Hallarás solamente las observaciones de un módico que. unido a, sus semejantes, trató de comprenderlos y ayudarlos. En realidad, la palabra amor engloba una serie de significados. La Academia de la Lengua te enseñará que es, desde un "afecto o sentimiento que inclina el ánimo a apetecer el bien real o imaginado", hasta "pasión que atrae a los sexos", con lo que, al decirte mucho, no te dice nada. Y es que en el amor intervienen un conjunto de impulsos variados que informan la inmensa gama de "amores" que encontrarás en tu vida. Parece que, como en todo lo importante de la existencia humana, en el amor se realizara la síntesis de tendencias opuestas; parece que fuera una mezcla en la que varios colores afectivos pusieran su parte, siempre en proporciones diferentes, para ofrecer en cada caso un resultado cromático distinto; parece como si se combinaran en cada uno lo claro y lo oscuro, lo cálido y lo frío, la vida y la muerte. Y es que eso que llamamos amor es un desequilibrio inestable de tendencias, una variedad múltiple e inaccesible de sentimientos, una dualidad constante de sí y de no. Sabes bien que alguien dijo que el amor no es sino un disfraz del instinto sexual. Que el instinto está presente siempre, en una forma
  • 32. u otra, no puede dudarse, pero, sin embargo, tratar de comprender el fenómeno tomando en cuenta solamente el instinto como tal es mutilar la realidad. Hay una serie de sentimientos que confluyen para crear la variada verdad del amor. Puede argüirse que todos ellos están relacionados con el instinto sexual pero, de todas maneras, si queremos comprender algo del problema, estamos obligados a discriminar y analizar. Y nos encontramos, entonces, con la primera dualidad: el "amor sexual" y el "amor espiritual". Ambos tienen que estar presentes y mantenerse en equilibrio como recurriendo al símil manoseado- en el filo de la una navaja. Si ese equilibrio se pierde, el amor se ha destruido. Si cae hacia el lado material, si predomina decididamente el sexo, el amor deja de serlo para convertirse en deseo; si lo que queda es el "espíritu", el amor pierde sus características para transformarse en alguna forma de amistad. Pero no es este el único contraste. Si analizamos más a fondo el problema nos encontraremos con una gama variada de sentimientos, en pares opuestos y en equilibrio inestable. Veamos algunos: hay en el amor, ante todo, un impulso a poseer, apareado con el deseo de ser poseído. Quizás predomina el primero en el amor masculino y el segundo en la mujer, pero ambos se hallan siempre presentes. Y al hablar de posesión no me refiero, por supuesto, solamente a la posesión física, sino nuestra en sus sentimientos, sus ideas, sus aspiraciones; que nos pertenezca íntegra y totalmente y que se funda en nosotros. Al mismo tiempo, sin embargo, hay la necesidad de ser poseído, de pertenecer, de sentirse diluir en el ser amado y de participar en su vida total, como si en él moráramos. Estas dos tendencias deben también mantener un equilibrio perfecto si el amor ha de conservarse como tal. Si el impulso a poseer domina, la relación se convierte en un infierno de egoísmo, de celos incontrolados y se destruye ante la imposibilidad real de la posesión absoluta. Si es el afán de ser poseído el que triunfa, el amor desaparece para transformarse en una sumisión inferior que no puede satisfacer a la persona amada; y que destruye prontamente toda posibilidad de realización completa. Y el amor es necesidad de depender, como es necesidad de que dependan de nosotros, este aspecto es muy claro en los seres para los que la vida es tensión, esfuerzo y lucha; para los que cada día es un desafío y cada acontecimiento es una prueba. Buscan en el amor una compensación y desean depender del ser amado y
  • 33. abandonarse en sus brazos al sentimiento para ellos doblemente placentero de no tener que tomar decisiones ni resolver problemas. Al mismo tiempo sin embargo, hay la necesidad de que, en cierta forma, el ser amado dependa también. Y he ahí el nuevo equilibrio inestable que, destruido, destruye el amor. Si la relación se hace dependencia incondicional, el amante se convierte en un "ser que ha perdido todo atractivo, que "vive colgado" de su pareja y que, de esa manera, termina con todo el valor humano y con toda la prestancia del verdadero amor. La aspiración a que dependan cíe uno absolutamente, por otra parte, ahoga la personalidad, la dignidad y la humanidad del ser amado y termina por matar todo sentimiento auténtico para convertir la relación personal en una lucha sin fin o en una abyecta sumisión sin sentido. El amante necesita ser admirado y necesita admirar. Sin admiración no hay amor verdadero. Es indispensable apreciar las excelencias de la pareja y gozar con ellas; sentirse, en algunos aspectos, superado, reconocerlo y apreciarlo, pero es indispensable también saber que se nos admira para juzgarnos merecedores de ese amor. Si este nuevo equilibrio se rompe, tendremos el amor por imposible. Será, o narcisismo egoísta, que se goza en la reverencia sumisa y barata, o idolatría ciega .que destruye toda posibilidad de aparejamiento y comunión. Y el amor es deseo de conquistar, al mismo tiempo que goce de ser conquistado. También aquí predomina, en nuestra cultura, el primer aspecto en el amor masculino y el segundo en el amor femenino, pero ambos se hallan presentes siempre. Sin "conquista", es decir, lucha y triunfo, no hay amor. Y ello no solamente al comienzo, sino cada día, cada hora, cada momento. Se ha dicho que es fácil obtener el amor y difícil conservarlo y es que la conquista debe ser renovada cada vez y conseguida cada vez, inacabablemente. Y debe ser conquista mutua, ya que la realización está en sentirse, al mismo tiempo, conquistador y conquistado, actor y objeto, cazador y presa. Si esta dualidad se deforma, si el equilibrio se rompe, tendremos, o la caricatura del Don Juan cuyo placer es la conquista, pero que desconoce el amor, o el ser pasivo, que goza en ser conquistado, pero no sabe elevarse sobre eso goce para poder amar. Y es que hay otros dos componentes antitéticos y complementarios en el amar verdadero. Son la necesidad de dar y la urgencia de recibir. Amor es dación, es cierto, pero no es solo dación. Si bien el amante debe ser capaz de renunciar, quizás por vez única, al egoísmo, de transferir el centro de gravedad, como decía Ortega y
  • 34. Gasset, de uno mismo a la persona amada, necesita también recibir; si goza al entregarse, ese goce no es completo, no es amor, si no es capaz de sentir la entrega. Y he aquí otra de las dualidades, casi paradójicas. Quizás más que en ninguna otra parte el misterio del balance inestable que es la vida se manifiesta aquí con la claridad indiscutible y, quizás es por eso más misterio y más vida. Variedad de sentimientos, choque de fuerzas que, milagrosamente, se equilibran y que, en ese equilibrio, se funden en una increíble reconciliación de contrarios, síntesis de polaridades infinitas, comunión de claro y oscuro, ambivalencia de alto y bajo dualidad de sí y de no. Comprenderás ahora los "amores" que te confíen tus enfermos, comprenderás por qué no hay un amor; por que uno no es nunca igual al otro, por qué en cada uno se siente renacer y por qué parece que el amor que se inicia es siempre un descubrimiento. Comprenderás por que el hombre es eternamente un alucinado buscador de "el amor" y porque halla siempre "un amor" que, en ese momento, le parece el único o el ideal; sabrás por qué, cada vez, no es capaz de mostrar sino un aspecto diferente de su Yo, y cómo, cada vez, ofrece una oportunidad distinta de desear, poseer, admirar, dominar, conquistar y dar, así como una nueva posibilidad de ser deseado, poseído, admirado y conquistado, de recibir y de depender; cómo la proporción de estos sentimientos varía en cada amor y cómo ello hace el misterio insondable, el enigma irresoluble y el influjo eternamente atrayente y mágico. Nadie puede conocer, pues, el amor, nadie puede agotar el amor, nadie puede cansarse del amor. Ilumina la existencia en todo momento y entibia la sangre constantemente hasta que la vida se funda en el infinito y el amor se haga recuerdo-una vez más dualidad de dolor y dulzura-en el alma de los que quedan. El médico ante la religión Hay, al lado del amor, otro problema que el médico encuentra constantemente: el de la religión. Un problema que tu inteligencia o tu conocimiento no puede resolver. El hombre necesita confiar, necesita esperar, necesita creer y es la religión la confianza suprema, la esperanza suprema, la suprema creencia. Frente a ella poco valen los razonamientos, porque esta más allá de la lógica, en un nivel distinto, donde la ciencia ha perdido su valor y en el que se
  • 35. mueven fuerzas, no por oscuras menos poderosas, no por irracionales menos decisivas. Es un nivel en que el hombre renuncia a su individualidad y se une a sus semejantes y al universo todo en una comunión suprema. Se ha dicho ya que la palabra religión tiene su raíz en re-ligare, enlazar, reunir, volver a atar, y ese significado encierra, quizás, su más hondo valor al colocarnos ante la idea de que cualquier hombre no es sino una pequeña parte de la humanidad, que no es capaz de vivir sin ella o fuera de ella y que todo, todo lo que tiene, a ella pertenece. En realidad, no podemos vanagloriarnos de poseer nada propio. Debemos, a nuestros padres y a los padres de nuestros padres las características de nuestro cuerpo y las dotes de nuestro espíritu, a nuestros maestros lodo lo que sabemos, a los hombres que, a lo largo de la historia, estudiaron y descubrieron, lo poco de que somos capaces. Sin ellos no seríamos nada, no sabríamos nada, no podríamos nada. Las conquistas de nuestra inteligencia, de nuestro saber o de nuestra energía no hubieran sido posibles sin ellos. Si así reflexionas te sentirás sinceramente humilde y eternamente agradecido, desaparecerá tu vanidad y se hará ridículo tu orgullo, disminuirá tu prole fisión y. se achicará tu ansia de poseer. Te verás como lo que eres, como lo que somos todos: pequeñas criaturas endeudadas en cada una de cuyas palabras se repiten las palabras de cien generaciones y en cada uno de cuyos actos se refleja el impulso de toda la humanidad. Si ello es así, si debemos todo a todos, ¿Qué menos podemos hacer que devolver algo, que pagar una pequeña parte, siquiera de nuestra deuda? ¿Que menos podemos, si somos justos, que buscar la manera de retribuir con el bien que seamos capaces de hacer los inmensos bienes que la humanidad nos hizo? No se necesita para ello que nos ofrezcan premios ni que nos amenacen con castigos; basta con que podamos comprender y, en toda justicia, devolver una pequeñísima parte de lo que se nos dio. Ésa comprensión y esa solidaridad serán el comienzo de toda re- ligazón. Pero los hombres buscan algo más y cada uno encuentra en su religión una cosa distinta, la usa de manera diferente y sufre por diversos motivos a ella unidos. Si eres un médico de verdad, si piensas en tus pacientes como en
  • 36. seres humanos que merecen una consideración integral, si sabes que sus problemas espirituales tienen tanta importancia como sus problemas materiales para la determinación de la salud o la enfermedad, la vida o la muerte, tendrás, pues que enfrentarte, una y otra vez con los problemas religiosos de los enfermos. ¿Que debemos hacer? Una vez más, no pretendo ofrecerle una solución, transmitirte la verdad; quiero apenas, decirte, mi verdad. No debes, jamás, discutir ni juzgar la religión de tus enfermos; no puedes, en ninguna ocasión, tratar de imponer tus creencias a los hombres que, en momentos difícil vienen a buscar tu ayuda y tu consejo. Sería aprovechar de su debilidad para hacer prevalecer ideas propias que, en este caso más que ningún otro, pueden ser las equivocadas. Pero, si no es tu papel el considerar la religión en sí, si no tienes ni capacidad ni derecho para juzgarla como tal, hay algo que estás obligado a ver y sobre lo que debes pronunciarte: el uso que cada hombre hace de su religión. Voy a emplear para hacer claro mi pensamiento, un ejemplo que he presentado a mis discípulos muchas veces: ante un hombre que lleva un bastón, cada uno se coloca en el punto de vista más acorde con sus intereses y sus posibilidades. El experto en modas juzgará si el usarlo responde a sus normas; el bastonero se pronunciará acerca de las calidades del bastón en sí; el estela dirá su palabra en conexión con su particular punto de vista. A mí me interesaría, más que si el bastón es fino, o si está hecho de ésta u otra clase de madera, si "se lleva" o no, me interesaría qué es lo que ese hombre hace con él, para qué le sirve, con qué propósito lo usa. Así descubriré que hay quien lo emplea para llamar la atención, quien lo necesita para apoyarse en él y quien lo utiliza como arma para golpear a los demás. Si estoy llamado a ayudar a esos hombres, me basaré en aquel conocimiento para aconsejarlos. Parecida debe ser la posición del médico frente a la religión de sus enfermos: no tiene derecho a pronunciarse sobre la religión misma, no juzgará si es mala o es buena, preciosa o inútil, verdadera o falsa pero sí deberá decir su palabra sobre la forma cómo cada hombre usa su religión, qué hace con ella, con qué propósito la emplea. Es en ese campo, y sólo en ese, en el que el médico puede opinar y es únicamente en él que su palabra será útil, justa y calificada. Mientras el hombre sea capaz de volar hacia las estrellas...
  • 37. Y he llegado al final. Quise volcar en estas líneas mi propia experiencia y he reflejado en ellas los ideales que quizás, muchas veces, no he podido cumplir. Al releerlas se me hace consciente un peligro que está unido a toda admonición, por bien intencionada que ella sea: el perfeccionismo. No quiero que en el caigas. La juventud pone muy fácilmente sus aspiraciones en la realización perfecta de un ideal, creyendo esa perfección posible. Sufre, luego, inmensamente, cuando no puede alcanzarla y se llena de dudas, de angustias, de descorazonamiento y de amargura. Quiero que sepas que no somos capaces de perfección y que, durante nuestro diario caminar hacia una meta luminosa, erraremos muchas veces, nos equivocaremos a menudo, fracasaremos repetidamente. Quizás no lleguemos jamás al ideal. Ello no significa sin embargo, que la lucha haya sido inútil o el esfuerzo estéril. Si algo ennoblece la vida del hombre es su capacidad de perfeccionamiento y si algo caracteriza al espíritu superior es su permanente batalla contra las limitaciones de su naturaleza y el constante triunfo sobre su debilidad y su pequeño. Si alcanzar la perfección fuera posible, habríamos perdido quizás lo que más debe caracterizar a nuestra especie: la consciencia clara de su imperfección, la comprensión nítida de sus limitaciones y ataduras y, al mismo tiempo, el incansable esfuerzo hacia el ideal, la aspiración incontenible a ascender siempre. Mientras el hombre sea capaz de volar hacia las estrellas e incapaz de llegar a ellas será hombre: ser racional que obra irracionalmente al vivir y morir esforzándose hacia una meta que sabe que nunca alcanzará.