1. TEMA XV
LA EXPANSIÓN ECONÓMICA.
TRANSFORMACIONES EN EL MEDIO RURAL Y URBANO.
EL RENACIMIENTO COMERCIAL
LA EXPANSIÓN DEMOGRÁFICA. CAUSAS Y CONSECUENCIAS
El gran aumento de la población fue tanto causa como consecuencia del
crecimiento económico.
• Causa, porque la mayor disponibilidad de mano de obra permitía
una división mejor del trabajo, emprender nuevas actividades
productivas y dedicar más hombres a los sectores manufacturero
y mercantil, lo cual estimulaba la producción y distribución de
bienes y facilitaba la acumulación de capitales para invertir en
mejoras. También porque el incremento de la demanda provocado
en parte por el de la población requería una mayor producción y
oferta.
• Consecuencia, porque el aumento de población no se habría
consolidado ni continuado sino se hubieran dado unas condiciones
de crecimiento económico y cambio social que no sólo se explican
por el factor demográfico.
Apenas se puede cuantificar el crecimiento de la población, aunque se
estima que al menos se multiplicó por tres entre el siglo IX y comienzos del
XIV. La situación no era igual en todas las regiones.
• Posiblemente, la primera oleada de crecimiento entre los siglos
IX y X habría afectado a las áreas mediterráneas.
• Desde el siglo XI el crecimiento más intenso se produjo en la
Europa atlántica.
• Varió según las épocas, parece que fue especialmente intenso
desde mediados del siglo XII y que incluso en el XIII se aceleró,
para retroceder en el XIV.
Se han establecido algunas generalidades sobre diversos elementos de la
dinámica demográfica. Aunque apenas hubo epidemias o hambres de gran
alcance, la tasa de mortalidad se mantendrá en torno al 40 por mil o al 70 si
incluimos la infantil. Sólo con una muy alta de natalidad se pudo sostener el
auge de la población. El auge del celibato voluntario por motivos religiosos
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2. dificultaba el crecimiento, así como la frecuencia de matrimonios tardíos y
el tiempo aproximado de 30 meses que mediaba entre un hijo y otro, salvo
que se emplearan nodrizas para la crianza, lo cual sólo podían hacer las
clases altas. Había elementos propios de un régimen demográfico de tipo
antiguo. La esperanza de vida ascendió hasta los 35,3 años de media entre
1200-1276, y de nuevo volvió a descender en el primer cuarto del siglo XIV.
De todos modos, los que superaban la barrera de los veinte años podían
contemplar con más tranquilidad la idea de llegar por lo menos a los sesenta.
La mortalidad entre las mujeres en la juventud y edad adulta era mayor que
en los varones, debido sobre todo al peligro que en aquel momento
representaba el parto para la vida de la mujer.
A finales del siglo XIII el crecimiento de la población llega a su término. En
muchas partes de la Europa atlántica y acaso en Italia había fenómenos de
superpoblación debido a la imposibilidad de aumentar las áreas cultivadas o
mejorar su productividad, lo cual conllevaba fragmentación de las unidades
de explotación, aumento de los precios cerealistas y a veces desempleo y
pobreza. En otros países no ocurría lo mismo. Pero en la España cristiana las
nuevas circunstancias políticas y militares al acabar la reconquista acabaron
produciendo unos resultados muy parecidos. A comienzos del siglo XIV el
deterioro de algunas condiciones naturales y la acumulación de años de
malas cosechas vinieron a consolidar el cambio de tendencia y abrieron una
época nueva en la demografía antes de que apareciese la Peste Negra a
partir de 1348.
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3. FACTORES DE LA EXPANSIÓN AGRARIA: INSTRUMENTOS,
TÉCNICAS DE CULTIVO Y FUENTES DE ENERGÍA. LA MINERÍA
Tapiz de Bayeux. Campesinos trabajando. Siglo XI.
El crecimiento económico de los siglos X al XIII significó un claro progreso,
porque la masa de bienes aumentó todavía más que la población. La energía
necesaria continuó siendo proporcionada por hombres y animales
principalmente. La mano de obra era importantísima (de nada valía la tierra
si no había brazos suficientes para trabajarla). Pero también hubo avances
muy notables en el aprovechamiento de la energía animal y acaso uno de los
más importantes fue el arnés de nuevo tipo o collarón rígido para los
caballos, de origen centroasiático, que permitía un mayor aprovechamiento
de la fuerza de tracción del animal. La generalización de la herradura
metálica fue un complemento imprescindible. Respecto a los bueyes, la
innovación más importante fue el yugo frontal rígido del siglo XIII. También
se generaliza el aparejo en hilera para la tracción de carreta, que evitaba
cualquier dispersión en la fuerza de arrastre. Y para los caballos de montar
se utiliza ahora el estribo y el freno bucal, que facilitaban la guía y el
manejo. Los caballos y los mulos eran los animales de labor más empleados,
junto con los bueyes y los asnos. El caballo sustituye paulatinamente al buey
en los campos de la Europa atlántica desde mediados del siglo XII gracias al
empleo de razas fuertes destinadas a la labor. Al usar caballos, era
necesario cultivar forrajes para su alimentación, en especial avena, y como
el caballo trabajaba más deprisa que el buey, esto conllevaba también mayor
tarea humana. Además, el caballo era un animal más costoso que el buey. En
algunas zonas donde la mano de obra era mayor o resultaba inadecuado
modificar las técnicas de cultivo, se continuaron usando el buey y el asno.
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4. Los recursos energéticos también crecieron con el empleo de las energías
hidráulica y eólica. El molino
de agua se conocía ya desde
épocas anteriores y se había
extendido notablemente su
uso. El molino harinero de tipo
medio podía en diez horas
hacer el trabajo equivalente a
cuarenta hombres y esto
explica la proliferación de los
diversos tipos de molino: de
ribera, de presa, amarrados
en la corriente. Surgieron
incluso molinos que empleaban
la energía proveniente de la
mareas. También se utilizaba
el molino de agua para otros
menesteres, porque había
molinos cerveceros, batanes
para tundir paños, molinos
para torcer seda o hacer
papel.
La construcción de los molinos requería grandes esfuerzos y medios, como la
fabricación de las muelas y piezas de hierro. Así, la iniciativa de construir estos
edificios correspondía a la única persona que por su poder podía hacerlo, el señor.
Aquí aparece una nueva forma de explotación campesina: los señores vieron pronto
las posibilidades económicas de los molinos, obligando a todos los campesinos de su
dominio a utilizar su molino, aunque estuviera lejos y hubiera otros más cerca.
La primera noticia sobre el molino de viento con aspas girando en torno a un
eje horizontal data de 1185. En el equipamiento técnico de la época
predominaban las herramientas sobre las máquinas, pero hubo ciertos
progresos en el descubrimiento y uso de éstas. Se difundieron técnicas y
procedimientos helenísticos antes poco utilizados y se estudiaron los
tratados de Vitrubio sobre técnicas arquitectónicas y de Vegecio sobre
arte militar. Se usan el telar movido a pedal y el torno de hilar: Se
perfecciona la armadura de los caballeros, sobre todo gracias a los
progresos de la forja al final del siglo XIII, y se descubre la ballesta y el
trabuco, cuya primera mención data del sitio de Lisboa por los cruzados en
1147.
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5. La Edad Media es el mundo de la madera, utilizada como combustible y en
todo tipo de obras. Los grandes recursos forestales de la Europa atlántica y
central fueron el soporte para el crecimiento económico e incluso
permitieron la exportación a la Europa mediterránea y al mundo islámico.
Pero la deforestación a causa de la necesidad de tierras cultivables llegó a
ser un problema del que se hacen eco las legislaciones del siglo XIII para
proteger las especies y prohibir la tala indiscriminada del bosque. El primer
empleo de carbón mineral como fuente de energía data más o menos de esa
época en algunas zonas de Inglaterra. El mayor empleo de la piedra o el
hierro han de considerarse como indicadores del progreso técnico y
económico. La piedra se emplea cada vez más en construcción y no sólo en
iglesias y castillos. La extracción de piedra fue la principal actividad minera
de la Edad Media y predominaba la extracción en canteras a cielo abierto.
Respecto al hierro, todavía era escaso y caro y se utilizaba en las rejas de
arado, guadañas, hoces y aperos agrícolas en general. Los progresos de la
técnica minera, especialmente avanzados en Alemania, darían sus mejores
frutos en los siglos finales de la Edad Media, pero ya mucho antes la pericia
de los mineros y metalúrgicos alemanes era notable.
Siembra y recolección del trigo.
Ilustración del "Speculum Virginium".
En la base del auge demográfico y económico
de la Plena Edad Media hubo diversas mejoras
agrícolas que afectaron a toda Europa. El
cultivo del trigo y el consumo del pan siguieron
creciendo y llegaron a su apogeo en el siglo
XIII, alcanzando no sólo a las clases pudientes
sino también a la mayoría del campesinado. El
cultivo de otras especies cerealistas se redujo
hasta casi desaparecer. Pero en todo caso los
cereales eran el producto básico de la
alimentación y su cultivo se vio mejorado por innovaciones como el arado de
vertedera, aunque esto no explicaría por sí solo el gran avance. Los hombres
de la época tenían pocos medios para asegurar la fertilidad de los suelos y,
faltos de abonos minerales si exceptuamos la mezcla de margas calizas con
los suelos ácidos, debían limitarse a permitir el pasto de ganado, sobre todo
ovino, en la época de barbecho. Por eso se segaba con la hoz, para dejar el
tallo alto y que el ganado se lo comiera y abonase el suelo al mismo tiempo.
Algunas veces se utilizaba el excremento de paloma como abono. Pero lo más
efectivo era alternar períodos de cultivo con otros de descanso y el cultivo
sucesivo de vegetales cuya acción sobre el suelo permitiera la mejor
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6. conservación o recuperación de su fertilidad. Se alternaba la siembra de
cereales de otoño y primavera y a veces se introdujeron siembras
intermedias de leguminosas. La mayor disponibilidad de mano de obra
permitió multiplicar las labores del campo con arado y rastrillo para
limpiarlo de malas hierbas, lo que incidió beneficiosamente en la
productividad. La alternancia entre períodos de cultivo y descanso era cada
vez más frecuente y en algunos lugares se pasó a un régimen de rotación
trienal, mediante la combinación que antes se ha mencionado de cereales de
invierno, primavera y leguminosas. En la Europa mediterránea se siguió
practicando la rotación trienal. El gran incremento del cultivo de la viña fue
una de las principales conquistas agrícolas de la Edad Media, sobre todo
entre los siglos XI-XIII, no sólo por el interés de los grandes señores y
monasterios, sino también por el de los mercados que reclamaban vino. El
auge del comercio aceleró el proceso y, a pesar de los proteccionismos
locales y de la dificultad para conservar los caldos, el vino y la cerveza
pasaron a formar parte de la dieta alimenticia. No ocurrió lo mismo con el
aceite de oliva, debido al ámbito mediterráneo del olivo y al hábito cultural
de emplear grasas animales. Algo semejante se puede decir de la huerta o
de las zonas de cultivo de plantas industriales, como las empleadas para
tinte, porque aunque la demanda urbana estimulaba su cultivo, su desarrollo
era escaso salvo en áreas próximas a las ciudades. La ganadería proporcionó
mayores complementos alimenticios que antaño y el consumo de carnes y
lácteos es otro indicio del mejor nivel de vida. Las cabañas ganaderas
crecieron al compás de la revolución agrícola hasta provocar en algunas
áreas una ruptura del equilibrio entre cultivos y animales, ya que a falta de
procedimientos adecuados para la estabulación había que reservar áreas
baldías al pasto y dedicar otras al cultivo de cebada o avena. El ganado no
sólo era una fuente de energía sino también producto de consumo y
facilitaba materias primas indispensables como cuero y lana. A pesar de los
períodos de abstinencia marcados por la iglesia, el pescado no tenía tanta
importancia como la carne. Había pesquerías fluviales y de estanque bien
cuidadas, pesca marítima de bajura, pero poca de altura, porque el comercio
de la sal no se desarrolló hasta el siglo XIII lo suficiente como para
asegurar un tráfico de pescado salado lejos de las zonas costeras. Aparecen
tratados de agronomía que desplazan a los clásicos de Plinio, Columela y
Palladio. En Italia, especialmente en el valle del Po, Sicilia y España, se
desarrollaron técnicas de regadío muy productivas y se implantaron, a
menudo por influencia islámica, nuevas especies como el sorgo, gusanos de
seda, algodón, arroz, caña de azúcar y variedades de trigo duro que fueron
la base de las pastas italianas. Además, hay que mencionar importantes
productos de la huerta como albaricoques, melones, cítricos o alcachofas.
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7. ROTURACIÓN Y COLONIZACIÓN
La parte más visible y duradera de la revolución agrícola fue la creación de
nuevos terrazgos, la renovación de los antiguos, la transformación de los
paisajes agrarios y del poblamiento rural. Se ha escrito que en los siglos XI
y XII el hombre de Occidente se convirtió definitivamente en el dueño de
la tierra. En la Europa mediterránea los cultivos progresaron desde las
vegas y fondo de valles por las vertientes, mediante rozas y compensando la
erosión con cultivos aterrazados y muros de piedra, aunque siguieron en
poder del monte bajo y de los pastizales muchos terrenos de páramo y
colina. En la Europa atlántica y central se produjo la roturación de islotes en
el bosque en torno a los núcleos de población y, cuando la ampliación resultó
insuficiente, se pasó a la creación de otros, con la aparición de nuevos
núcleos habitados. Esto exigió una planificación previa, con la inversión de
fuertes capitales en manos de reyes, aristócratas y monjes, y provocó
migraciones, acompañadas de la oferta de mejoras jurídicas, contratos
agrarios y cesiones de tierras en usufructo a los campesinos. Se
transforman los paisajes agrarios: borghi y castelli italianos, sauvetés y
bastidas en el sur de Francia, pueblas y villas francas en España... Se
adecua el valle del Po contra las inundaciones, se desecan y ponen en cultivo
los pantanos litorales flamencos e ingleses, aprovechando la regresión
marina. A partir del siglo XIII el fenómeno roturador se hizo más lento
hasta detenerse en las regiones más pobladas. Aunque continuaron los tipos
anteriores, predominaron las roturaciones individuales o de pequeños
grupos, destinadas a aprovechar parajes incultos o para la ganadería. Los
modelos de terrazgos por todos estos motivos también variaron. El sistema
de openfield, para los terrazgos cerealistas se extendió en los Midlands
ingleses, Francia y Alemania. En los siglos posteriores alcanzaría a buena
parte de Escandinavia, Silesia y Bohemia. Por el contrario, las parcelas
pequeñas continuaron en otras zonas de Alemania donde había poblamiento
eslavo, como en Pomerania. En el paisaje de openfield el elemento base era
la longuera (porción de tierra larga y estrecha), muy vinculado al uso del
arado de vertedera y al régimen de rotación trienal. En el siglo XIII se
generalizan obligaciones comunales como sembrar cada año al menos en una
de las hojas de cultivo en que se dividía el campo para dejar libres espacios
de barbechera donde pastaba el ganado. En los bordes marítimos franceses,
británicos y escandinavos predominó el sistema de ordenación del terrazgo
llamado atlántico o céltico, en el que prevalecía la actividad ganadera sobre
la agrícola en las zonas de outfield, donde los cultivos eran sólo temporales.
Los permanentes e intensos se realizaban en le infield, más reducido y en
torno a los pueblos, con cercado de parcelas.
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8. La variedad de tipos de paisajes era mayor en la Europa Mediterránea
debido a la mayor diversidad de técnicas agrícolas. En la Península Ibérica
había gran diferencia entre los campos cercados y la abundancia de bosque
del norte y noroeste y las áreas de dehesa de la meseta, secano y cereal del
sur. En el Mediterráneo, la interacción ganadería–agricultura solía ser
menor que en la zona atlántica y tiene mayor importancia el cultivo de
viñedos y arbolado. La trashumancia era el aspecto más sobresaliente y se
desarrolló ampliamente en la
España cristiana, con la
importancia que tuvo la
Mesta. Los regadíos y las
zonas de huerta también
eran otro caso frecuente de
separación con respecto a
los terrazgos cerealistas de
secano: en ellos dominaban
los campos cercados, pero
eran fuertes las
constricciones y usos
colectivos referentes al
agua, sobre todo en el
Levante español y el valle del
Po. Las formas de
poblamiento rural se
modificaron al tiempo que los
paisajes y tipos de cultivo. Los signos externos, como el castillo o la iglesia,
o ambos, propiciaron la mejor organización del poblamiento concentrado, el
paso de la aldea altomedieval al pueblo propiamente dicho. A los sistemas de
terrazgo en openfield correspondieron poblados de aglomeración regular en
torno a una plaza, un espacio de pradera o una calle. Las aldeas fueron
frecuentes en las zonas de paisaje de tipo atlántico, como Noruega,
Highlands, Bretaña, Irlanda o la costa norte española. En la Europa
Occidental también hubo zonas de poblamiento disperso. El poblamiento
rural concentrado predominaba en la Europa mediterránea. En Italia, el
fenómeno del encastillamiento o fortificación del poblado como un
emplazamiento defensivo en torno al castillo fue importante ya en el siglo X.
En la Francia del sur y la España cristiana también el castillo es el polo
ordenador del poblado. También existen zonas de poblamiento disperso en la
Cataluña Vieja o León, las granjas asociadas a contratos agrarios en Italia y
las masías catalanas.
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9. LOS PRODUCTOS AGRARIOS Y SU COMERCIALIZACIÓN
Las posibilidades de crecimiento económico estaban ligadas a las de
transportar mercancías, hombres y noticias. En esta época no hubo
innovaciones sustanciales en los medios de transporte terrestre; los
caminos solían estar mal cuidados, excepto en rutas importantes como las
de Santiago o las que llevaban a las ferias de Champagne. Las regiones de lo
que había sido el antiguo Imperio Romano tenían mejores rutas que las
zonas eslava o germánica, porque seguían usándose las calzadas romanas. Las
gabelas y peajes locales eran muchos debido a la fragmentación
administrativa. Hubo una mejoría en la construcción y cuidado de los
puentes, aunque eran obras muy costosas, pero que merecían la pena por los
resultados económicos y fiscales que conllevaban, por lo que a veces se
formaban cofradías para llevar a cabo el trabajo. El transporte de
mercancías era costoso y la capacidad de carga muy pequeña. En las tierras
de la Europa atlántica y central y en algunas cuencas mediterráneas el
transporte fluvial compensó estas deficiencias. Las grandes redes fluviales
del Po, Ródano, Rin, Vístula, Támesis... se adecuaron por medio de muelles,
diques y embarcaderos y a veces se formaron asociaciones para asegurar su
servicio, como la Hansa parisina de los mercaderes de agua o, ya en el siglo
XIII, la Cofradía zaragozana encargada de asegurar el tráfico por el Ebro.
Los peajes eran elevados, pero se podían transportar mercancías pesadas.
La navegación marítima estaba libre de peajes, salvo a la llegada a puerto,
pero había el inconveniente de la piratería y sobre todo las circunstancias
meteorológicas. Pero era un medio más barato que los otros y poco a poco
adquiriría importancia. En el ámbito mediterráneo, se generalizó el nuevo
procedimiento de construir la obra viva y la armazón de los navíos antes que
la carcasa del barco, al revés de lo que se hacía a la forma clásica y que
resultaba más costoso. Triunfó la vela latina o triangular, que permitía
aprovechar mejor los vientos. Las ánforas de barro se sustituyen por
toneles de madera y hacia 1350 se produce una verdadera revolución con el
empleo de la brújula y de las tablas de navegación. El Mediterráneo seguía
siendo el reino de la galera, generalmente ya con dos
mástiles y dos hileras de remos. Se trataba de un barco
rápido y bastante seguro, pero poco económico desde el
punto de vista mercantil, aunque apto para guerra o pasaje.
Ya en el siglo XIII es sustituido por la coca, movida sólo a
vela, lenta pero muy estable y adecuada al transporte de
mercancías.
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1) Aguja rotatoria de una brújula en una copia de la 'Epístola de
magnete' de Peter Peregrinus (1269).
2) Diagrama de una brújula de la dinastía Ming.
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10. EL DESARROLLO URBANO EN LOS SIGLOS XI AL XIII. RUPTURA O
CONTINUIDAD CON EL PASADO ROMANO
Los orígenes del renacimiento urbano fueron lentos, humildes y difíciles, en
el seno de un mundo eminentemente agrario, con un mínimo desarrollo del
comercio, la artesanía y los servicios especializados. En buena parte de
Europa no cabía apelar a la continuidad de épocas anteriores de
urbanización, porque muchas ciudades medievales lo único que heredan de
otras épocas son los emplazamientos, y algunas ni eso. Después de siglos de
decadencia o a veces surgiendo por vez primera, estas ciudades tuvieron un
carácter innovador, pero de todos modos el urbanismo es diferente según
las zonas. Hay que distinguir cuatro grandes sectores:
Mundo mediterráneo (Italia, Francia y Sur de España) en donde la
continuidad con los tiempos antiguos es mayor.
La Francia del Norte, Países Bajos, Renania y sur de Alemania, buena
parte de Inglaterra, Suiza y Austria. La vida urbana antigua había
desaparecido casi por completo. Pese a todo, se conservan muchos
emplazamientos antiguos y líneas de comunicación de la época romana.
Las tierras de Alemania y Escandinavia donde no había antecedentes
urbanos y en las que las ciudades medievales nacerán en torno a
enclaves religiosos o militares, o bien como centros de colonización.
Europa eslava, donde la ciudad tampoco tiene antecedentes antiguos,
salvo en el raro caso de algunos enclaves eslavos balcánicos que
recogieron alguna herencia de Roma.
Hay elementos en el desarrollo urbanístico que pueden considerarse
genéricos porque inciden en todas las áreas:
Incremento de la población y el progreso del sector agrario.
Incremento del comercio urbano y su organización, por concesión
regaliana (urbes regales) del rey o señor.
Desarrollo de una artesanía especializada en el marco de la ciudad.
Papel del comercio a largas distancias en las ciudades de los Países Bajos
o las urbes de la Hansa alemana.
Asentamiento de poderes políticos territoriales que adoptan una
capitalidad ciudadana.
Motivaciones religiosas, como las rutas de peregrinación hacia Santiago,
Chartres o Cluny.
Renacimiento cultural de algunas ciudades episcopales.
Definición de los nuevos grupos sociales de las ciudades.
Régimen jurídico y administrativo de las ciudades, con sus privilegios y
franquezas.
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11. ARTESANOS Y OFICIOS
La abundancia de artesanos especializados capaces de abastecer y controlar
el mercado fue uno de los signos más originales y nuevos de la vida urbana,
así como el hecho de su organización en oficios, mesteres, artes o
gremios. La empresa artesanal era pequeña y lo que le daba fuerza era su
integración corporativa, por ramos de especialidad. Las primeras
corporaciones profesionales se documentan en el norte de Francia, Alemania
e Inglaterra hacia 1100 y a mediados del siglo XIII ya eran un hecho
extendido por toda Europa occidental, aunque con notables diferencias
regionales. Hay una teoría que dice que los oficios surgieron
espontáneamente, a menudo en el marco de cofradías asistenciales, y otras
veces como uniones (hansas, ghildas) de personas que tenían intereses
profesionales y sociales comunes. Esto es verdad en muchas comunidades de
transportistas y mercaderes, pero en muchos casos el oficio se constituye
por impulso y decisión de la autoridad regia, señorial o municipal, interesada
en controlar el proceso productivo y obtener unos beneficios fiscales.
Posiblemente los nacimientos espontáneos son más antiguos, y los
promovidos de más reciente factura. El corporativismo y jerarquización
interna de los oficios es lo más opuesto que pueda pensarse a las ideas de
acumulación de capital, concentración de mano de obra asalariada y
búsqueda del mayor beneficio individual en la producción y venta. Por el
contrario, se trataba de mantener regímenes de privilegio y monopolio de
mercado y de igualación de los miembros de la profesión dentro de una
jerarquía que a la larga se oponía a todas las innovaciones.
Sala de fabricación
de papel.
Se observan las
prensas para el
secado, las
planchas para
esparcir la pulpa y
el estanque de
lavado.
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12. Cada oficio tenía una dirección colegiada que designaba la autoridad pública
o bien la elegían los maestros artesanos. Se les llamaba, según los distintos
países: cónsules, jurados, baylios, síndicos, priores o alcaldes. Tenían
capacidad para resolver los litigios internos de la corporación mediante la
aplicación de un reglamento y examinaban a los aspirantes, además de ser
los administradores de los recursos del gremio. Los reglamentos fijaban las
horas de trabajo, las jornadas festivas, los salarios y las calidades y
procedimientos de fijar precios. La libertad de acción estaba muy limitada y
era frecuente agrupar por calles a los miembros de un mismo oficio para
facilitar el control. La capacidad de controlar e intervenir en el mercado no
era indiscriminada, sino que se militaba estableciendo en el seno de cada
oficio una fuerte jerarquización e impidiendo la competencia externa de los
no agremiados. El acceso a la maestría y la titularidad y mando de un taller
estaban limitados por pruebas de madurez y, en algunos oficios, por el
número de talleres que podían instalarse. Por debajo de los maestros estaba
el grupo de los oficiales que habían alcanzado la madurez profesional pero
no tenían la ocasión o los medios de acceder a la condición de maestros.
Además, se contaba con la mano de obra de los aprendices, que a menudo
vivían en la casa del propio maestro como dependientes, no como
asalariados. Había entre los artesanos de las ciudades dos tipos principales:
El que vendía su propio producto en la tienda–taller o en el mercado,
que tenía peores condiciones de vida (toneleros, vidrieros, orfebres…).
Los especialistas, que se dedicaban a oficios en los que se imponía la
división en el trabajo y estaban centrados en la fase del proceso
productivo. Así sucede con los oficios relacionados con el cuero y el
sector textil, como los curtidores, peleteros, agujeteros...
El rano del textil lanero era el más importante para atender a las
necesidades locales y, en Flandes y otras zonas, para el gran comercio. A
mediados del siglo XI había aparecido el telar horizontal, movido a pedal,
que fabricaba piezas de mayores dimensiones, y también se introducen
mejoras en el proceso de tundido y tinte. Se necesita la ayuda de los
mercaderes para distribuir el producto. Estos cambios se producen primero
en las ciudades flamencas y traen como consecuencia la casi única industria
medieval digna de tal nombre. Fue excepcional la especialización a que dio
lugar a lo largo de una treintena de operaciones que podían realizarse
aproximadamente en un mes. Otros ramos de la actividad textil o bien se
mantenían en planos de menos especialización o a cargo de pocas personas, o
bien no tomaron importancia suficiente hasta la Baja Edad Media, como
ocurre con la seda y el algodón. Otro subsector que crecía a marchas
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13. forzadas era el de la construcción, que daba lugar a cuantiosas inversiones.
LA RENOVACIÓN COMERCIAL. MEJORA DEL TRANSPORTE Y LAS
COMUNICACIONES. LOS PROGRESOS EN LAS TÉCNICAS
COMERCIALES: MONEDA DE ORO, EL CRÉDITO Y LA BANCA.
PRINCIPALES PRODUCTOS DEL COMERCIO. LOS GRANDES FOCOS
DEL COMERCIO INTERNACIONAL. LAS FERIAS DE CHAMPAGNE.
LAS GRANDES CORRIENTES COMERCIALES
La llamada revolución comercial de la Plena Edad Media se fundamentó en el
lento y desigual desarrollo de técnicas que a menudo habían practicado
antes las grandes civilizaciones agrarias. La ciudad protagonizó el hecho en
dos sentidos:
Fue la sede de mercados y negocios.
Actuó como centro de consumo y lugar de demanda y abastecimiento
que obligó a mantener tráficos comerciales.
El consumo urbano se refería a productos básicos como el trigo, carne,
vino o pescado. El mercado se debía más, incluso en ciudades como
Brujas o Gante, a las necesidades de avituallamiento que a las
demandas de un gran comercio internacional.
Pago de gabelas (Códice Justiniano)
En el ámbito del gran comercio, toda
su actividad se vio condicionada por
las reservas éticas procedentes de
la Iglesia hasta que se reconoció el
mercantilismo como necesario para
la organización social. Al principio
era más frecuente la figura del
pequeño mercader itinerante; los
comerciantes fijos aparecieron más
tardíamente. Por eso la feria fue el
medio más adecuado para coordinar
el comercio itinerante y tuvo un notable despliegue mercantil en la Edad
Media, tanto a nivel comarcal, como regional o internacional incluso. La
extensión de privilegios de mercado y feria a algunas ciudades impulsó la
difusión del fenómeno, con sus variantes de feria semanal, quincenal, la
feria de alcance limitado y la más amplia, como fueron las flamencas, que
potenciaban su importancia formando un ciclo a lo largo de todo el año. Otro
punto importante fue el de las ferias laneras inglesas, aunque las de mayor
fama fueron las de Champagne. Estas ferias tuvieron tanta importancia
porque estaban situadas en el principal cruce de caminos de las rutas
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14. terrestres en las regiones más urbanizadas y ricas de la época.
Hay que tener en cuenta también la protección política de los condes de
Champagne, en especial de Enrique el Liberal, que propiciaban la seguridad
de los mercaderes y las mercancías con la garde de las ferias, incluyendo el
derecho de los mercaderes de no ser juzgados por obligaciones externas a
la misma feria y un rápido ejercicio de la justicia, así como una baja presión
fiscal y la asistencia a los feriantes, mediante un hospital de mercaderes.
Las ferias se organizaban formando un ciclo y había más o menos unas seis
ferias que garantizaban la previsión y continuidad de la actividad mercantil.
Los mercaderes se organizaban por orígenes, con edificios especiales y a
veces con cónsules como los italianos, o delegando las representaciones o
por medio de hansas, como las de las ciudades de Flandes. Los principales
productos de intercambio eran la pañería flamenca, los tejidos, las especias
italianas y el vino de Francia o los cueros. Pero paulatinamente tomaron
mayor importancia la ejecución de pagos y otras operaciones financieras, de
modo que desde mediados del siglo XII las ferias actuaron como clearing
house internacional y fue muy importante su contribución al desarrollo del
crédito, sobre todo por parte de los italianos. La incorporación de
Champagne a los dominios directos de los reyes de Francia desde 1285, que
protegían más las ferias parisinas, y otra serie de circunstancias externas
produjeron la decadencia de Champagne en los siguientes decenios. Causas:
Desarrollo de la pañería italiana.
Nuevas rutas, atravesando los pasos de los Alpes o por vía marítima, en
el Estrecho de Gibraltar.
Sedentarización de los principales mercaderes y empleo de
corresponsales y agentes.
La feria seguiría todavía prestando durante siglos un papel importante en el
comercio europeo, como en España las de Medina del Campo o Alcalá de
Henares.
El uso cada vez más intenso de la moneda fue otro de los indicadores del
crecimiento económico. Hubo un aumento en los metales disponibles para la
acuñación, debido a la puesta en funcionamiento de minas, y se contaba con
un saldo favorable en el comercio con Bizancio y el Islam, con las remesas
de la actividad bélica y el régimen de parias de la España cristiana. También
eran importantes los beneficios obtenidos en las Cruzadas. El incremento de
la masa monetaria fue acompañado de un aumento en su velocidad de
circulación. Las cecas de alcance regional se multiplicaron, sobre todo en los
países en que los señores feudales también acuñaban moneda. Aparecen los
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15. cambistas. En la mayoría de los casos las acuñaciones se hacían respetando
el sistema carolingio basado en la libra, el sueldo y el dinero. Pero se hacía
preciso acuñar moneda de mayor poder liberatorio y compensar la pérdida
del valor intrínseco de las piezas, debido a razones de política fiscal y a la
necesidad de contar con mayor cantidad de moneda circulante. Surge a
comienzos del siglo XIII un tipo monetario nuevo, múltiplo del denario
carolingio, que es el matapán o gros. Aparece en Inglaterra el sterling a
partir de 1200 y en Sicilia el augustal, el florín en Florencia o el ducado, que
equivalían a una libra de la moneda carolingia. En esta vuelta al uso de la
moneda de oro hubo una situación peculiar en los reinos de la España
cristiana, donde piezas musulmanas e imitaciones suyas habían circulado
desde el siglo X, en que se acuñó el maravedí a imitación del dinar
almorávide y la dobla almohade. El incremento de la circulación monetaria
agudizó los problemas políticos y económicos que conlleva el uso de la
moneda sobre los regímenes de precios y salarios. El valor de la moneda se
fijaba según su peso, su ley en metal precioso y su curso legal. Estos tres
factores actúan en los procedimientos de devaluación o quiebra monetaria
que se practicaron en la época, como el de Alfonso X de Castilla o Felipe IV
de Francia para ajustar el curso de las monedas propias con las de otros
países, obtener ventajas financieras a corto plazo y atender a la demanda
de numerario en circulación. Aunque aumentasen los precios y se crease una
tensión salarial, evidenciaba que el comercio estaba en progreso. Las
consecuencias de la renovación del uso de la moneda se dejaron sentir
paulatinamente. Hubo posibilidades de acumular capital e invertir y se
produjo una monetarización parcial en las actividades agrarias, con el
cambio en la relación entre campesinos y señores.
El desarrollo del crédito y las posibilidades de capitalización eran un
elemento esencial en el desarrollo de la actividad mercantil: comenzaron a
practicarlo los prestamistas a tipos de interés entre el 30 y 40 %, que
descendió a medida que aumentaron la seguridad y la fluidez de la
circulación monetaria. A mediados del siglo XIII los tipos legales máximos
eran del 33% en Castilla y del 20% en Cataluña. Se ha especulado mucho con
la importancia de la usura judía, y es verdad que la hubo, pero la mayor
importancia se le debe dar a los mismos burgueses: los prestamistas
lombardos, los de Cohors, Arras, lograron renombre internacional. La
función de los cambistas sería mas trascendental todavía en el auge del
crédito y en el nacimiento de la banca, porque del cambio manual de
monedas de otros países por las del propio en tablas privadas o establecidas
por las autoridades, se pasaría a la práctica de actividades bancarias:
depósito de caudales ajenos, giros entre unas y otras cuentas de clientes
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16. por encargo de éstos, disposición de capital depositado para invertir en
negocios y préstamos entregando un interés al cliente dueño del capital. De
la función de banca comercial hay ejemplos en Génova en el siglo XII,
momento en que también aparecieron los primeros contratos de cambio,
tanto para eliminar el cambio material de monedas y dar mayor fluidez a la
circulación monetaria como para encubrir operaciones de préstamo. Tales
contratos son el antecedente de las letras de cambio, que nacerían en torno
al 1300 en algunas plazas de Toscana.
Entre los diferentes tipos de mercaderes predominó el mercader-artesano,
dedicado al comercio local, en el marco del mercado urbano, itinerante y con
escaso volumen de negocio. Pero a partir del siglo XII se creó una categoría
de mercaderes más poderosos, dedicados al tráfico de productos de lujo o
textiles, pero sobre todo en distancias más grandes. Entre ellos surge la
necesidad de asociarse para realizar negocios de mayor envergadura y
obtener con ese frente común mejores condiciones jurídicas en su trabajo.
Las sociedades de comercio aparecen antes en Italia, donde además
conocían los modelos bizantinos e islámicos. La más simple y antigua es la
commenda: uno o varios socios facilitan el capital para desarrollar el
negocio, mientras que otro, un mercader, viaja con las mercancías, las
negocia y retorna con el capital, acrecido por las posibles ganancias, que
suele repartirse en la proporción de tres y un cuarto, respectivamente. La
commenda se constituía para una sola operación y luego se disolvía. Había
variantes, como la collegantia veneciana del año 976, la societas terrae,
concluida para negocios y viajes por vía terrestre. Lo habitual era que el
socius tractans o mercader no aportase capital, sino sólo sus conocimientos
y el viaje, pero en la societas maris genovesa sí lo aportaba, generalmente
un cuarto del total invertido por los socios. En las ciudades italianas del
interior y para las operaciones de comercio terrestre o fluvial, que
implicaban menor riesgo, proliferó el tipo llamado compagnia, formada por
miembros, a menudo de la misma familia, que no solían dividir su capital en
varias empresas, sino que lo concentraban en una, de la que eran
responsables solidaria e ilimitadamente. Además del capital social, las
compañías manejaban el de clientes que lo habían depositado en ellas como
casa de banca. Los procedimientos de asociación mercantil fuera de Italia
eran más arcaicos y el ejemplo italiano tardó en difundirse. En el ámbito
flamenco lo habitual era la agrupación de mercaderes que viajaban o
comerciaban con una misma región, en ghildas o hansas, que eran
asociaciones destinadas a la ayuda mutua y a la solicitud de un derecho
y tratamiento comunes en los países donde sus miembros actuaban. Su
origen se encuentra en las cofradías del siglo IX, y hay en ellas cierto
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17. elemento germánico, la fidelidad mutua, cristianizado en forma de cofradía.
Todas las ciudades producían, comparaban y vendían la mayor cantidad de
productos posible, aunque el alcance de su comercio variaba. En todas había
productos básicos y propios del gran comercio. Los puertos italianos y
algunas ciudades del interior se enriquecieron gracias a la importación y
redistribución de especias, seda, algodón y colorantes traídos del
Mediterráneo oriental y con la exportación de materias primas, trigo y
esclavos al mundo bizantino y musulmán. Desde el siglo XII redistribuían,
como contrapartida, paños flamencos en los mercados mediterráneos. Las
ciudades flamencas distribuían sus paños directamente y la apertura de los
puertos cántabros y andaluces de la Corona de Castilla provocó la tendencia
a la sedentarización de los mercaderes flamencos en la segunda mitad del
siglo XIII. La apertura de la ruta marítima entre Italia, el Mediterráneo
occidental y la Europa atlántica a través de Gibraltar consolidaría aquella
actitud. El siglo XIII fue también la época en que se consolidó el comercio
de la Hansa teutónica, debido a la proliferación de comerciantes alemanes
de los puertos bálticos y de Colonia. Las hansas de los mercaderes de
Colonia en Londres, de Hamburgo y de Lübeck, se fundieron en 1281 en una
sola en torno a una casa común. En Brujas vivían mezclados con la población
local. Los hanseáticos trabajaban con mercancías a gran volumen y a veces
menor valor específico, lo que provocaba que sus tráficos fueran
importantes para mayor cantidad de personas. De todos modos esos
tráficos movilizaban menor cantidad de capital y requerían formas
mercantiles más simples que el comercio italiano. A pesar de todo, los
hanseáticos desarrollaron ya formas de sociedades mercantiles durante la
plenitud de la asociación, que perdió su primitivo carácter particular para
pasar a ser una liga de ciudades con fines comerciales. Fuera de estas áreas
de gran comercio, las demás regiones permanecieron en un estado más
atrasado. La misma Alemania debía su auge al hecho de ser beneficiaria del
tráfico fluvial por el Rin. En el reino de Francia, salvo la apertura al
comercio mediterráneo de algunas plazas del sur (Montpellier), destacaba la
región de Paris como centro de redistribución agraria a través del Sena.
Pero el gran comercio no tenía influencia, a excepción de Rouen, cuya
pañería se exportaba en iguales condiciones que la flamenca. Inglaterra era
un país eminentemente rural, exportador de lana, dominado por los
mercaderes italianos y las flotas flamencas y hanseáticas. Por el contrario,
en la España castellana se produjo un fuerte renacimiento comercial en el
siglo XIII, atestiguado por la proliferación de ferias y por la formación de
dos fachadas marítimas mercantiles: la costa vasca del Cantábrico y la de
Andalucía al sur.
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18. LA LIGA HANSEÁTICA
Este mapa muestra la extensión que llegó a alcanzar entre los siglos XII y
XV la federación de ciudades europeas conocida como Liga Hanseática.
Instaurada en 1158 con el objeto de proteger y fomentar los mutuos
intereses comerciales en el norte de Alemania, llegó a convertirse en una
gran potencia política, cuyo proceso de desintegración dio comienzo a
finales del siglo XV y se aceleró definitivamente con el estallido de la
guerra de los Treinta Años en 1618.
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