1. María Isabel Espiñeira Castelos 1
TEMA III-2
ECONOMÍA Y SOCIEDAD EN EL OCCIDENTE BÁRBARO
CONDICIONES GENERALES DE LA VIDA ECONÓMICA
Hubo modificaciones en el espacio geográfico en que se desarrollaba la vida económica.
Ya en los siglos III y IV era patente la diferencia entre las dos partes del imperio.
Entre los siglos VI y VIII las posibilidades de relación económica del antiguo mundo
mediterráneo romano cesaron debido a las migraciones eslavas y a la expansión del
Islam. La escasa producción de bienes y la dificultad para distribuirlos produjeron
hambre en la Europa de la época, donde la pobreza era constante. La mayor razón de la
escasez, aparte de las insuficiencias técnicas y de las catástrofes, es la falta de
organización en los procesos de distribución. Desaparecieron instituciones fiscales que
obligaban a mantener unos mínimos de producción y también obligaban la adscripción a
un oficio, al exigir el impuesto en especie. También desapareció el estado como
productor, distribuidor y consumidor, así como su papel de respaldo a la moneda
fiduciaria. La ciudad decayó en su importancia como mercado. Todos estos fenómenos
no surgieron de pronto, porque las invasiones del siglo V produjeron grandes
desórdenes, pero en el siglo VI todavía hubo intentos de mantener la organización
fiscal romana en la Italia de Teodorico, en Hispania y en parte de la Galia. La
inestabilidad política y la ineficacia administrativa de los reinos bárbaros afectaron
sobre todo a la importancia de la moneda, al comercio a larga distancia, a las ciudades y
al sistema de fijación de precios.
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POBLACIÓN, POBLAMIENTO Y ACTIVIDADES ECONÓMICAS EN EL MEDIO RURAL
El descenso de población del siglo II se había agudizado en el Occidente bárbaro y las
migraciones del siglo V no alteraron esta tendencia, porque los germanos entraban en
pequeños grupos y, además, las guerras, éxodos e inseguridad que provocaban
compensaban sobradamente su posible aporte poblacional. La curva demográfica llega a
su nivel más bajo en el año 600. La época se caracterizaba por una baja natalidad y,
junto a la elevada mortalidad infantil y desgracias naturales, hacía que la esperanza de
vida no se elevase más allá de los treinta años. Había una permanente escasez de mano
de obra que se compensaba con los cautivos en las guerras y la compra de esclavos. Los
paisajes rurales reflejaban estos hechos demográficos. En la Francia merovingia se
conocen dos hechos que aparentemente contradicen la tesis sobre el escaso número de
habitantes:
La existencia de roturaciones y colonizaciones, que reflejan fenómenos de atracción
local de campesinos para mejorar de vida o son consecuencia de asentamientos de
poblaciones germanas.
Variaciones en la toponimia, pues en Francia surgen topónimos germanos terminados
en stein, wald, hof, aunque en general son lugares galorromanos que cambian de
nombre porque su población se germaniza o porque domina en ellas un señor
germano. Sin embargo, los cambios toponímicos en la Hispania visigoda o sueva
significan asentamientos germanos nuevos.
Un rasgo común a los paisajes europeos es la gran extensión alcanzada por los bosques.
El papel del clima siempre es de gran importancia, pero más todavía cuando existen
pocos medios técnicos para compensar las alteraciones naturales. Desde finales del
siglo II hasta mediados del siglo VII hubo un clima húmedo y frío que hacía difícil la
agricultura y que se vuelve un poco más cálido hasta bien entrado el siglo XII, en que
de nuevo se enfría.
La tradición romana da mucho valor a los cereales panificables, a la vid, al aceite de
oliva y las leguminosas. Hay dos sistemas de cultivo:
El romano, que diferencia entre el ager cultivado y el saltus, que dedican a
aprovechamientos marginales de bosque, pastoreo y caza.
El germano, que se da al norte del Rin sobre todo. Se hace un sistema de
explotación en círculos concéntricos en torno al poblado: el jardín–huerta en
parcelas en torno a las casas, campos abiertos en los que se cultivaban cereales y el
bosque o montes de uso común de todos los aldeanos.
Los germanos consumían bastante más carne y grasa porque practicaban
preferentemente la ganadería y no la agricultura. La influencia del modelo germánico
fue cada vez más rotunda, incluso en países románicos.
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Sobre las formas de poblamiento rural en aquellos siglos no hay muchas noticias, pero
se sabe que se extendió la forma concentrada en aldeas, frente a la dispersa de las
villas romanas o al nomadismo. El vicus, de raigambre prerromana, estaba formado en
general por chozas de madera, ya que la piedra se usaba poco. Es un error pensar que
la regresión económica se debía a que se hubieran perdido los conocimientos técnicos
de antes, porque se conservaron y algunos incluso se mejoraron. Los cultivos de
cereales siguen siendo extensivos pero con pocos rendimientos. Los abonos son escasos
y de mala calidad. Se empieza a desarrollar la rotación de cultivos. Se usa todavía el
arado romano, pero se le añaden ruedas para hacerlo más cómodo. Los útiles de hierro
eran escasos y muy valiosos. Los cereales eran la base de la alimentación de la
población. El pan era más frecuente entre las clases acomodadas, mientras que los
campesinos se alimentaban de cereales inferiores cocidos y bebían cerveza de avena.
Los europeos vivían obsesionados por el hambre porque parte de la cosecha anual la
tenían que reservar para semilla. Muy importante era el papel del nabo, similar al que
tiempo después representaría la patata. En la Hispania visigoda había zonas de regadío
huertano, de herencia romana y que luego los musulmanes también practicarían. El
hecho más notable en esta época fue la expansión del olivar y la viña, tanto por motivos
de prestigio, porque eran signos del pasado romano, como de liturgia, porque ambos se
utilizaban en el culto cristiano. El cuidado de la ganadería preocupaba a veces en las
leyes de Europa. El ganado equino y bovino era el más valioso, por su valor como
elemento de transporte y tracción, además de proporcionar cuero, leche y carne. La
posesión de ganado era un signo de riqueza entre el campesinado. Los cerdos se
aprovechaban más que cualquier otro animal y las ovejas y cabras se apreciaban sobre
todo por la leche y la lana.
PROPIEDAD, EXPLOTACIÓN DE LA TIERRA Y ESTRUCTURA SOCIAL
La tendencia a la expansión de la gran propiedad no se detuvo con la caída del imperio,
aunque las invasiones produjeron divisiones de patrimonios rurales y reparto de tierras
entre los germanos según los términos de la hospitalitas. Las aristocracias dominantes
pronto renovaron y practicaron todos los medios de concentrar la propiedad igual que
se hacía en la Roma tardía. La posibilidad de acción de la realeza bárbara se sustenta
en el hecho de ser el linaje real el primer propietario de tierras. El patrimonio real se
empobrecía con cada reparto hereditario y con cada oleada de donaciones, de modo que
pasados los tiempos de confiscaciones y conquistas su decadencia arrastraría la del
poder regio en el siglo VII. Este mismo siglo será el de poder de la aristocracia. La
tercera forma de gran propiedad era el patrimonio de la Iglesia, que tendía a crecer
porque pertenecía a personas jurídicas, estaba a salvo de particiones hereditarias y
buena parte de las rentas que obtenían las invertían en nuevas compras. La cesión
pactada de renta agraria o la cesión del usufructo casi gratuito era la única forma de
disminución del patrimonio eclesiástico. Las bases agrarias del poderío social
aristocrático y eclesiástico eran gigantescas. Aunque estuviesen explotadas de forma
poco productiva, otorgaban a sus propietarios un gran peso social.
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La explotación de la gran propiedad exigía numerosa mano de obra. El fundus, praedium
o villa generalmente era objeto de un tipo de explotación mixto ya conocido en el Bajo
Imperio. En él se combina la explotación directa de la tierra, basada generalmente
sobre esclavos, y la indirecta, mediante el reparto de parcelas a colonos libres. Parece
que el empleo de esclavos tuvo auge a pesar de su carestía. La mayor parte de los
esclavos eran domésticos y no abundaban todavía los siervos casati o mansarii, a los
que se daba una parcela propia de cuya explotación se responsabilizaban. La mano de
obra servil se completaba con jornaleros cotidianos o prebendados, obreros
asalariados libertos cum obsequium y obligación indefinida de servicio y los late
anglosajones, que eran semilibres. Los campesinos libres que cultivaban mansos en
régimen de colonato pagaban al propietario la mayoría de las rentas en especie o en
trabajo.
En el siglo VII, las condiciones en las tierras francas entre el Loira y el Rin hacen que
los colonos vean deteriorada su condición jurídica. La explotación en régimen de villa
dejaba poco aprovechamiento al propietario y se vivía con una agricultura de
subsistencia apenas suficiente para el autoconsumo. La vigilancia de las tareas agrarias
o el cobro de las rentas solía recaer en un encargado, que actuaba según lo dictaba la
costumbre, y el empeoramiento de la vida llevó a sediciones en el campesinado. Muchos
de los campesinos de las grandes propiedades son libres, aunque hay que darse cuenta
de que el concepto de libertad entre los germanos radica en la pertenencia de la
persona a un pueblo y en su capacidad de intervenir en las decisiones institucionales,
jurídicas, políticas y militares. La propiedad de la tierra llegaría a ser la mejor garantía
de mantenimiento de la libertad. Los propietarios, precaristas o colonos procuraban
que su extensión de tierra se adecuase a las necesidades de la familia nuclear. Lo
importante era saber cuánto necesitaba una familia para vivir y hacer frente a sus
obligaciones: terra unius familiae. Cuando los pequeños propietarios forman la mayoría
o la totalidad de habitantes en alguna aldea o vicus, suelen surgir formas de
organización común para la defensa de sus intereses. El conventos vicinorum que
aparece en las leyes visigodas o el ceorls de los sajones respondían a estas ideas. Hubo
formas de cohesión del campesinado libre y propietario, al menos en el nivel local,
precedente de las que surgirían en los siglos XI y XII. La representación y actitudes
ante la propiedad eran peculiares, pues se apreciaba más el beneficio concreto en
forma de cosecha o renta que no la noción de a quién correspondía la propiedad
jurídica. Hay que distinguir entre la propiedad plena (allodium, hereditas ) y derecho
de uso más o menos pleno (beneficium o precarium). Los titulares de propiedades
plenas pueden ser personas físicas o jurídicas, o bien colectividades. Los casos de
propiedad familiar, más propios del mundo germánico y escandinavo o de las
estructuras sociales de tipo tribal, son frecuentes y penetran ampliamente en los
tiempos medievales. Se complica así el régimen hereditario de la propiedad y el
derecho a su uso y administración.
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CIUDADES, COMERCIO Y GRUPOS SOCIALES URBANOS
Los núcleos urbanos decayeron durante las guerras del s. III. Las invasiones germanas
dañaron menos a las ciudades que a los campos, pero acentuaron los motivos por los que
decaía la vida urbana. Las ciudades altomedievales conservaron funciones artesanales y
comerciales, así como otras de tipo cultural, administrativas, militares y políticas, a
medida que la realeza bárbara se asentaba. Motivo principal de supervivencia y
mantenimiento para las urbes fue la presencia en ellas del obispo. La sede episcopal
confiere a la ciudad un aura de acrópolis santa por la conjunción de funciones religiosas
y tareas administrativas de los obispos. Estos aceptan el cargo de defensores de la
plebe y pactan con los invasores o hacen reforzar las murallas. Otra condición para la
supervivencia de algunas ciudades fue la dedicación de muchos pobladores a trabajos
rurales, porque esta era la forma de asegurar el abastecimiento. La ciudad de la Alta
Edad Media suele tener unos 10.000 habitantes, salvo Roma o París, que rondan los
30.000. El artesanado decae y los mercaderes se ven aislados socialmente, con una
clientela muy reducida. Buena parte de la producción artesana y de servicios ha pasado
al campo, donde reside la mayor parte de la población. Las antiguas aristocracias
pierden poder, desplazadas por las guarniciones militares y los obispos. Una parte del
movimiento de bienes y servicios no se realizaba teniendo en cuenta motivaciones
económicas, sino otros rasgos de la mentalidad colectiva relacionados con la guerra, el
pillaje o la agresión. El empleo de la moneda decae también, aunque los reyes bárbaros
prolongaron algunas de las imperiales. La moneda que quedó en pie fue la moneda–
mercancía de oro, acuñada a veces sin permiso legal, pues los reyes no siempre podían
mantener el monopolio de la regalía acuñadora. Se acuñaron sobre todo solidi y
tremises. Los reyes bárbaros tardaron en introducir leyendas y efigies propias. La
presencia de la moneda de oro en la Europa bárbara no es signo de auge mercantil sino
de estancamiento, dadas las funciones a las que se dedicaba. También se acuñan
monedas de plata, llegando a desplazar en algunos lugares a las de oro. La moneda se
utilizó en esta época muy por debajo de sus posibilidades funcionales y no fue de uso
general, pues se prefería el trueque. Con su presencia y uso, la moneda respalda
algunos tráficos mercantiles importantes, como el intercambio de vino, aceite, sal,
pescado, productos artesanales... La regulación del mercado como lugar público sujeto
a protección y donde se fijan los precios y se cobran los impuestos no varió mucho con
respecto al Bajo Imperio. Había almacenes y tiendas fijas en las ciudades principales,
pero el transporte era muy caro y sólo compensaba cuando se sufría gran escasez de
algún producto. Las rutas mediterráneas contaban con la protección de la flota
bizantina. El saldo deficitario de Occidente suponía un continuo goteo de oro hacia
Oriente. El enlace entre el Mediterráneo y el Atlántico se hacía por Gibraltar, en los
enclaves bizantinos de Italia y del sur de Hispania. Pero lo más frecuente era la
utilización de rutas terrestres, de las cuales una partía de Provenza y otra cruzaba los
Alpes para enlazar con la Italia lombarda y Austrasia. El auge de este segundo camino
enlaza con el desarrollo del área comercial del Mar del Norte, dominada por frisones y
anglosajones a través del sistema de las ferias y los almacenamientos.
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LA BÚSQUEDA DE COHESIÓN Y SEGURIDAD SOCIALES
Las invasiones suscitaron la necesidad de buscar fórmulas de fusión entre poblaciones
heterogéneas. En general, los germanos no provocaron con su presencia convulsiones
sociales que puedan considerarse revolucionarias, pero, en combinación con las
barbaries indígenas que había en las provincias, aceleraron la regresión social hacia
modelos distintos de los propuestos en la civilización grecorromana. El fenómeno
también se da de diferente forma según haya o no igualdad numérica entre los
invasores y los invadidos. La fusión se consigue en el siglo VII, sobre todo en el mundo
rural. La aculturación socioeconómica fue más sencilla gracias a la ruralización de la
población. La identidad de intereses de la sociedad romana y la germana las llevó a un
acuerdo tras los primeros momentos de rechazo cultural hacia los germanos. Aunque no
en todas partes se produjo de la misma manera, porque en África, por ejemplo, lo
impidió la excesiva persecución que libraron los vándalos. El campo fue un terreno
propicio para la fusión de ambos modelos sociales, sobre todo a medida que las formas
de propiedad y de explotación de la tierra homogeneizaron los criterios de
estratificación socioeconómica. Los pactos de hospitalitas acordados con germanos
federados, tales como visigodos, burgundios y ostrogodos, asentaron a muchos
bárbaros sobre tierras del fisco imperial. Estos asentamientos serían los bastiones
más sólidos del germanismo durante mucho tiempo. La convivencia con huéspedes
romanos favorecería la fusión, aunque a veces los germanos se limitaban a cobrar su
parte de la cosecha. En las regiones de asentamiento germano más denso, donde no
hubo pactos de hospitalitas, como por ejemplo al norte del Loira, la fusión todavía fue
más rápida, como lo demuestra la toponimia. La fusión siempre será más difícil en los
medios urbanos, puesto que los invasores no conocían aquel modo de vida y, aunque lo
respetaron, hicieron poco por mejorarlo. Algo parecido ocurrió en el plano político,
porque los bárbaros no traían consigo un sistema que pudiera sustituir al poder imperial
y hubieron de buscar el equilibrio. Sus mismas medidas de segregación social se
apoyaban en la legislación imperial, como una ley que prohibía los matrimonios mixtos
bajo pena de muerte. Una vez salvada la cuestión de diferencia de credo, en los lugares
en que la había, la actitud de la Iglesia fue favorable a la vez a la fusión y al
conservadurismo social. Triunfa el compromiso con un orden social siempre que no
estorbe la posibilidad de vivir según la creencia y salvarse sobre el mensaje evangélico
de la fraternidad.
Al decaer la seguridad del estado y del ordenamiento jurídico, hay que buscar esta
seguridad en los modelos tradicionales, como la familia y los vínculos de clientela. La
familia amplia funcionaba como marco de los intereses y socorro mutuos entre sus
miembros. Bajo la autoridad paterna, se fundían los principios agnaticios del mundo
romano con los cognaticios o de parentela, unida por las dos vías (materna y paterna)
de las sociedades tribales.
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La familia condicionaba la situación individual de todos sus miembros, pero más
especialmente de la mujer. La traditio o entrega de un medio familiar a otro se rodea
de contraprestaciones económicas, tendentes a proteger a la mujer casada frente a
situaciones como una eventual viudedad, a través de figuras jurídicas tanto de origen
romano (el ajuar o la dote), como germanas (las arras o la morgengabe). Hay un gran
respeto a la condición de madre, pero esto no obsta para que la situación femenina sea
inferior, debido a fenómenos como el concubinato, la poligamia o el divorcio. La
intervención eclesiástica para elevar la dignidad moral del matrimonio obedecía a
adecuar la vida social a los principios cristianos, pero no fue todo lo adecuado que
debiera, aunque se llevó a cabo con insistencia.
La búsqueda de subsistencia material y protección también explica el auge de la figura
de la clientela como forma más frecuente de asociación entre una parte más poderosa
y otra más débil. En el mundo campesino rige el patronato o encomendación a que se
someten muchos campesinos (también en el mundo de los guerreros y los escoltas
militares). La encomienda de las armas es, a diferencia de la rural, una manera de
promoción que hará nacer más adelante la institución del vasallaje. En torno a los más
poderosos, que eran los reyes, se agrupaban clientelas militares bajo diferentes
nombres: gardingos, leudes, gasindi. La palabra vassus, de la que viene luego vasallo,
posiblemente sea de origen celta y su primitivo significado de siervo se pierde ante
otro nuevo: hombre libre encomendado que presta sus servicios con las armas. Estas
relaciones de inicial vasallaje se desarrollaron en la España visigoda, por los lombardos
y en Francia y Germania. Pero en los siglos VI y VII sólo se marcan tendencias para el
futuro.
EL ORDENAMIENTO Y LA PRÁCTICA JURÍDICOS
Con el fin del estado romano y las invasiones, los principios de derecho y práctica
jurídica experimentaron muchos cambios. El sistema jurídico de la Alta Edad Media
osciló, para la aplicación de las leyes y usos, entre los principios de nacionalidad y
territorialidad, en contraste con el sistema romano, que atendía fundamentalmente al
segundo.
Se entiende por nacionalidad del derecho o de las leyes a la consideración de
éstas como atributo exclusivo de un pueblo, cuyos miembros están sujetos a
ellas en cualquier lugar y circunstancia.
Por territorialidad se entiende el que la vigencia de un ordenamiento jurídico
alcanza a todos los habitantes de un territorio determinado.
Todo esto no evitó que nacieran derechos locales. Hay que reconocer que los reyes
bárbaros se esforzaron mucho en la fijación del derecho, aunque en estos siglos es más
importante el derecho consuetudinario que el escrito.
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Los principales caracteres del derecho primitivo germánico serían:
Respeto absoluto a la paz entre los grupos de la comunidad.
Conciencia colectiva de lo que es justo, manifestado en la asamblea de hombres
libres.
La consolidación del poder regio durante las migraciones y el asentamiento y la
influencia romana alteraron algo el primitivo derecho germánico, adosando ideas
practicas como el ejercicio del BANNUS o autoridad real, que llegará a ser una fuente
de derecho. También hay que hacer mención a la capacidad legislativa plena que tenían
los emperadores. Los principios cristianos son otro factor que viene a cambiar el mundo
del derecho. Durante muchos siglos los pueblos europeos verían a los monarcas y sus
delegados que presiden la asamblea judicial no como legisladores, sino más bien como
hacedores o mantenedores de la justicia. La consolidación de las realezas bárbaras
impulsó a poner por escrito las principales fuentes del derecho. Como están escritas en
latín, hay que decir que tienen gran parte de inspiración romana.
Destaca el Código de Eurico, que influyó mas tarde en la Ley Sálica de los francos
salios.
A finales del siglo V surge la Ley Gombeta o Gundobada.
Leovigildo hace revisar el Código de Eurico en el Codex Revisus, que aún no llevaba
implícito el principio de territorialidad.
El Liber Iudiciorum ordenado por Recesvinto es completado en época de Ervigio.
En el siglo VII se redactan leyes anglosajonas, como las de Kent o Wassex, o la Lex
de Dagoberto.
Casi todos los textos se inspiraban en principios jurídicos de raíz germánica, aunque no
se ignoró por completo la herencia romana, que más tarde tendría un gran
renacimiento. Es importante la Lex Romana Visigothorum o Breviario de Alarico.
Los procedimientos de administración de justicia, a cargo de la asamblea judicial,
también estaban influidos por el espíritu germánico. El juez define la categoría jurídica
del litigio, dirige el procesamiento y dicta sentencia, que ejecutan los agentes del rey.
Se aplican penas que corresponden a los principios de compensación, de la jerarquía
social y posibilidad de venganzas privadas. Las penas pueden responder al criterio de
ejemplaridad.