1. DARWIN VERSUS HUDSON –
EL CASO DEL CARPINTERO CAMPESTRE – Colaptes
campestris.
“El bosque comenzó a iluminarse de anaranjada luz; y a esta
señal, que revelaba la aproximación de la noche; el ipecú dejó
de golpear en los troncos...”
Hyalmar Blixen - Los Iporas
El Carpintero Campestre fue descripto por el notable
naturalista Felix de Azara en 1802. El ave era conocida por los
guaraníes como: “ihpeku-ñú”, de “ihpeku”, pájaro carpintero,
y “ñu”, campo. Azara, sin embargo prefirió el nombre español:
“aunque parezca que este nombre repugna a todo Carpintero,
ningún otro puede caracterizar mejor al presente; porque
jamás se interna en bosques, ni corre troncos, ni hace caso de
sus gusanos, y buscan su alimento en los prados y campos
limpios, corriéndolos a pasos frecuentes y no torpes; para lo
cual tiene las piernas más largas que los otros”.
Azara agrega que come lombrices e insectos en la grama y
que cuando los hormigueros están húmedos (suponemos que
habla de los tacurúes ablandados por las lluvias) los picotea
para comer hormigas y sus huevos (larvas). Y aclara: “No por
esto dexa de posarse en árboles gruesos o delgados, en los
troncos, ramas y piedras, ya estén horizontales o verticales, y
ya con el cuerpo trepado, o como el común de los páxaros
[esto es atravesado]”.
Como veremos estas observaciones de Azara tienen
importancia en la polémica del título.
2. En base a esa descripción Vieillot le dio el nombre latino de
Colaptes campestris respetando así el nombre dado por el
naturalista aragonés, de quien copia los datos principales.
Aprovechando esta información, Charles Darwin introdujo al
Carpintero Campestre en su obra más importante, “El origen
de las Especies”. Y no con un motivo menor. En el capítulo
VI, trata de las dificultades que enfrentaba su teoría para
“cerrar”. Señalaba Allí que hay ejemplos en la Naturaleza de
individuos de una especie que pueden mostrar hábitos
bastante diferentes de los demás y que ocasionalmente darían
origen a nuevas especies. Y ejemplifica con el caso del
carpintero: “En las llanuras del Plata, donde no crece ni un
árbol, hay un pájaro carpintero, que en cada parte de su
organización, aún en su color, en el áspero tono de su voz, y
su vuelo ondulante, me indica en forma directa que está
relacionado estrechamente con nuestra especie común; sin
embargo ¡es un carpintero que nunca trepa a un árbol !”
(Darwin, Ch. - The origin of species...1st. edition. 1859).
El ejemplo le venía como anillo al dedo para mostrar que
gracias a la variación del comportamiento, algunos individuos
podían sobrevivir en un ambiente inusual, en este caso el
pastizal, y quizás dar origen a una nueva especie. Pero para
presentar este ejemplo parecería que Darwin había forzado
un poco las cosas omitiendo que en realidad el ave sí trepaba
a veces a los árboles y suponemos que la omisión pudo
haber sido intencional porque él conocía bien al ave en su
ambiente natural. En efecto, en The zoology of the voyage of
H.M.S. Beagle (1841) relata que había obtenido especímenes
en la Banda Oriental y en Buenos Aires, y señalaba, por una
parte, que “la cola de este carpintero terrestre parece poco
utilizada”, refiriéndose a que no tenía el desgaste propio de
3. los demás carpinteros que usan la cola de apoyo para trepar
troncos, lo que convenía a su argumento. Pero a continuación
dice que “se posan en la rama de un árbol, horizontalmente,
a la manera de los pájaros comunes; pero ocasionalmente los
he visto trepando en posición vertical en un poste”. Y este
detalle que también había dado Azara es lo que parece haber
omitido en “El origen...” para beneficio de su teoría.
William Henry Hudson, un observador tan perspicaz como
Darwin, no dejó pasar por alto el error del zoólogo inglés. En
su segunda carta sobre la ornitología de Buenos Aires,
dirigida al secretario de la Zoological Society de Londres,
Philip Lutley Sclater, (Proceedings of the Zoological Society,
24feb 1870, p. 112) dice: “El Carpintero de las Pampas
(Colaptes campestris), del que el Sr. Darwin ha dicho tan
infortunadamente:—'Es un Carpintero que nunca trepa a
unárbol' (Origin of Species, p. 165)”.
Y amplía en la tercera carta (Proceedings of the Zoological
Society, 24mar 1870, p. 158): “La cuarta especie es el
‘Carpintero’, más ampliamente distribuido y mejor conocido
que los otros miembros del género al que pertenece, y
también de gran interés en referencia al erróneo relato de sus
costumbres en la obra del Sr. Darwin, lo que lo hace digno de
particular atención. A pesar de lo muy observador que pueda
ser un naturalista, [el manuscrito dice “este naturalista”
refiriéndose exclusivamente a Darwin, lo que fue atenuado
por Sclater con la generalización] no es posible para él saber
mucho de una especie con sólo ver quizás uno o dos
ejemplares en el curso de una rápida cabalgata por las
pampas. Ciertamente si el Sr. Darwin hubiera conocido en
verdad el comportamiento del ave, no habría intentado
4. deducir de ello un argumento a favor de su teoría del origen
de las especies [ya que una distorsión tan grande de la verdad
habría dado a quienes se oponen a su libro, razones para
considerar erróneas o exageradas otras afirmaciones que en él
se hacen- este pasaje del manuscrito fue suprimido por
Sclater]”. Y a continuación cita el pasaje de Darwin que
hemos reproducido más arriba, y concluye: “La atenta lectura
del pasaje citado por alguien conocedor del ave y de sus
hábitos lo puede inducir a creer que el autor ha alterado a
propósito la verdad para probar su teoría; pero como las
“Investigaciones” (“Researches”) del Sr. Darwin fueron
escritas mucho antes de concebir su teoría, y abundan en
similares afirmaciones erróneas al tratar sobre este país, el
error debe atribuirse a otras causas”. Y a continuación se
refiere a los bosques marginales que en forma continua
acompañan las costas del río de la Plata en los que habita
este carpintero sin alejarse mucho de ellos. Por otro lado
asegura que en las vastas regiones del sur y el oeste de
Buenos Aires donde efectivamente no crecen arboles nunca
vio a esta especie.
Y continúa: “No es sólo el erróneo informe de su
comportamiento lo que hace que la mención de Darwin sea
particularmente desafortunada, sino que además esta ave
introduce un argumento en contra de la veracidad de la
hipótesis de Darwin”. Y Hudson destaca que dado que Darwin
le atribuye la morfología de un carpintero típico, “es evidente,
entonces, que la selección natural lo ha dejado sin cambios; y
¿no es razonable suponer que, si hubiera tal agente en la
naturaleza, habría hecho algo para cambiar la especie
colocada en una situación en la que está tan mal adaptada
5. según su estructura y sus hábitos? Pero en verdad, la
selección natural no ha hecho nada por nuestro Carpintero“.
Y pasa a explicar que sus colores no se apagaron, su fuerte
voz no se atenuó con lo cual es más probable que llame la
atención de sus enemigos al atravesar las zonas abiertas.
Tampoco la selección natural lo dotó con el instinto de
ocultarse como hacen otras aves de las pampas. Y si bien se
posa en el suelo, nunca duerme allí, y tampoco anida en
barrancos.[y aquí se equivocó Hudson como el mismo lo
comprobó años después en el río Negro]. Finalmente deduce
que su inesperada presencia en las pampas se debe a la
escasez de provisiones, a la búsqueda de árboles más propios
para anidar [según Hudson, prefiere el ombú, aunque
sabemos que no es un árbol autóctono de las pampas] y
quizás a otras razones.
[NOTA: Los detalles sobre los manuscritos de Hudson están
tomados de la obra “Las aves de la pampa perdida” que
reproduce las cartas de Hudson a la Zoological Society
revisadas por Tito Narosky y Diego Gallegos, que cotejaron
los manuscritos con la versión impresa]
Darwin tuvo derecho a réplica en el mismo volumen de los
Proceedings. Con fecha, 1º de noviembre de 1870 publicó
“Note on the Habits of the Pampas Woodpecker {Colaptes
campestris)” [Nota sobre las costumbres del Carpintero de las
pampas]. Alli se defiende de la ligereza de que lo acusa
Hudson ya que vio muchas de estos carpinteros en la Banda
Oriental cuando era un ave muy común, y lo observó muchas
veces viviendo en la llanura ondulada de Maldonado a muchas
6. millas de los árboles. Confirmando su adaptación a vivir en el
suelo por presentar los picos manchados de barro y las colas
poco gastadas, por posarse travesados en las ramas, aunque
habiéndolos visto a veces en posición vertical.
A manera de excusa dice que cuando escribió esas notas no
sabía nada sobre el trabajo de Azara que coincide con sus
observaciones. Y para refutar a Hudson señala que en realidad
el ave sí ha sido ligeramente modificada por la selección
natural porque sus patas son más largas, su pico no es tan
recto y fuerte y sus plumas timoneras no son tan rígidas, lo
que la hace más adaptable a una vida más terrestre. Y
tomando la observación de Azara de que excava sus nidos en
paredes de adobe o en las barrancas de arroyos, refuta otro
de los argumentos de Hudson.
Finalmente Darwin, nobleza obliga, reconoce su error pero
deja a salvo su calidad de observador: “No tengo la más
mínima duda de que las observaciones del Sr. Hudson son
totalmente correctas, y que he cometido un error al afirmar
que la especie nunca trepa a los árboles. Pero ¿no sería
posible que esta especie pueda tener hábitos algo diferentes
en distintas regiones, y que tal vez yo no esté tan
desacertado como supone el Sr. Hudson?” Además rechaza
la velada sospecha de Hudson de que pudo haber alterado la
verdad para afirmar su teoría: “El me exonera de ese cargo;
pero no quisiera pensar que haya naturalistas que, sin
ninguna evidencia, lleguen a acusar a un colega de decir
deliberadamente una falsedad para probar su teoría”.
Aparentemente Hudson no contestó a esta nota y dejó las
cosas ahí. Como quiera que sea en la sexta edición de “El
7. Origen...”, que generalmente se considera la última publicada
en vida del autor, en febrero de 1872, Darwin corrigió su
texto: “Como puedo afirmar, no solo por mis propias
observaciones, sino también por las del preciso Azara, en
ciertas extensas regiones no trepa a los arboles, y anida en
agujeros de barrancas! En ciertos otros distritos, sin embargo,
este mismo carpintero, como afirma el Sr. Hudson, frecuenta
árboles y perfora agujeros en los troncos para anidar“.
También la descripción de Hudson en Argentine Ornithology,
aunque quizás moderada por la pluma de Sclater, parece más
conciliadora: “En Patagonia, donde encontré a esta ave
criando en las barrancas del Rio Negro, sus costumbres son
tal cual dice Azara; pero en las pampas de Buenos Aires,
donde las condiciones son diferentes, no habiendo barrancas
o viejas paredes de adobe apropiadas para anidar, el ave
recurre al gran ombú solitario, que tiene una madera muy
blanda, y excava un agujero de 17 a 22 cm de profundidad...
Esta reversión a un hábito ancestral, que (considerando la
estructura modificada del ave) debe haber perdido en un
período muy remoto de su historia, es extremadamente
curiosa. Antiguamente este Carpintero era muy común en las
pampas. Recuerdo que cuando era un niño una colonia entera
de ellos vivía en los ombúes cercanos a mi casa; ahora está
casi extinguido, y uno puede pasar años en esas llanuras sin
encontrarse con uno sólo de ellos”
Como bien hacen notar Narosky y Gallegos, llama la atención
la vehemencia con la que Hudson cuestionaba a Darwin. Por
un lado se sabe que, siendo él un naturalista no profesional,
8. tenía cierto rechazo por los zoólogos de carrera a quienes
consideraba poco conocedores de la vida en la naturaleza. Por
otro lado es sabido que Hudson no era partidario de la teoría
de “El Origen de las Especies”. Su hermano Daniel le había
traído de Inglaterra un ejemplar del libro, quizás uno de los
primeros que llegó a la Argentina, y quedó sorprendido
porque “un muchacho ignorante de las pampas, se atrevía a
desaprobar la teoría evolucionista”. Es posible que Hudson
haya sido creacionista en sus comienzos porque incluso hasta
sus últimos años asistía a los oficios religiosos dominicales en
Inglaterra. Se resisitía a aceptar la teoría de Darwin porque le
parecía inverosímil y porque según cuenta en The Book of a
Naturalist “no soportaba el abandono de una filosofía de
vida... que no podía sostenerse lógicamente si Darwin estaba
en lo cierto”. Y en Una cierva en el Parque Richmond agrega:
“¿Quién puede creer hoy que la piel nívea de invierno de la
liebre y de la comadreja ...se han obtenido por medio del
principio darwiniano, la acumulación gradual y la herencia de
una larga serie de pequeñas variaciones individuales...?”. Pero
finalmente Hudson tuvo que terminar aceptando las ideas
evolucionistas: “inadvertidamente la nueva teoría me condujo
a modificar mis viejas ideas religiosas y eventualmente
a una más clara y simple filosofía de esta vida”. Pero
su evolucionismo fue más bien lamarckiano, ya que coincidía
con Whillughby cuando éste decía que el color blanco de los
pájaros y cuadrúpedos de las regiones árticas se debía a la
continua “intuición” de la nieve, es decir a un factor psíquico,
similar a la “voluntad” que postulaba Lamarck como motor
del cambio.
9. Queda una duda que no pude desentrañar del todo. Como
hemos visto, Darwin en su descargo dice que cuando escribió
sus notas sobre el carpintero campestre no sabía nada sobre
el trabajo de Azara. Sin embargo algunos especialistas afirman
que en su famoso viaje Darwin llevaba el libro de ese autor
“Viaje a la America Meridional”, cuya edición francesa incluía
en el tercer tomo los “Apuntamientos para la Historia Natural
de las aves del Paraguay”. De todas formas lo cita
ampliamente tanto en el relato del su viaje como en “El
Origen...”
Volviendo al Carpintero contamos con numerosos testimonios
de naturalistas que parecen coincidir con lo observado por
Azara, que parece lo más certero, sin volcarse por ninguna de
las posiciones extremas que inicialmente tomaron Darwin y
Hudson.
William Blackstone Lee, estuvo en 1871-1872 en Entre Ríos, en
las riberas del Aº Gato, cerca de Gualeguaychú, y encontró
que era bastante común, generalmente en campo abierto y a
menudo saltando sobre el pasto en grupitos de 3 ó 4.
Barrows, que anduvo por Concepción del Uruguay hacia 1879,
halló su voz semejante al grito de alarma del pitotoy grande,
pero tan fuerte que escuchado de cerca lastimaba el oído.
Asegura que pasa mucho tiempo en el suelo por lo cual los
picos de los ejemplares que cazó a menudo estaban sucios de
barro. Le resultaron muy recios y difíciles de matar y una vez
heridos mostraban “tantas puntas agudas como un halcón”.
En zonas sin árboles, como Sierra de la Ventana los vio
anidando en huecos de barrancas de arroyos.
10. E. White, encontró que en Concepcion, Misiones, hacia 1881
eran “muy communes habitantes del campo abierto, donde se
los encuentra usualmente, ya sea sobre el suelo, o más
comunmente posados sobre un hormiguero, de 60 cm de
altura ... cuya punta están ocupados en picotear. Rara vez se
posan en árboles, y nunca se los observa en los bisques”.
Aplin recorrió la zona de San José, en Uruguay, donde
frecuentaban las estancias con plantaciones de eucaliptos y
acacias, árboles los primeros donde preferían taladrar sus
nidos. Para evitar el daño a los árboles, cuya implantación
para obtener sombra y refugio contra el viento era muy
costosa, muchos estancieros mataban muchos carpinteros en
primavera. Así en la estancia Santa Elena mataron quince
durante el mes de octubre de 1892. Al igual que Azara vió
que también hacían sus nidos en las paredes de adobe de
ranchos abandonados. Dice que frecuentan los montes donde
indudablemente encuentran sauces lo bastante grandes como
para perforar allí sus nidos.
En Paraguay, a principios del s XX, W. Foster lo cazó en
campo abierto en los alrededores de Sapucay.
Von Ihering cita que Colaptes campestris anida en termiteros
y palmeras, mientras que la subespecie del sur anida en
barrancas, termiteros y árboles de madera blanda.
11. Claude Grant que coleccionó aves en Riacho Ancho, Chaco,
hacia 1909-1910, los vio comiendo en el suelo en campo
abierto, pero al asustarse volaban a refugiarse al bosque
posándose en las ramas exteriores de los árboles.
Goeldi dice que “evita la zona de las selvas, y visita,
Como mucho, matorrales pequeños y aislados. ..Era para mí
toda una novedad un carpintero posado horizontalmente en
una rama como las demás aves. Pero sabe trepar también
como los otros carpinteros”.
Y cita a Burmeister: “Lo vemos saltar, en pequeños grupos,
alrededor de los árboles bajos y nos sorprende verlos a cada
momento saltar al suelo y andar al paso. Aparte de eso, de
vez en cuando, anda la manera de nuestro carpintero
europeo”.
A manera de conclusión debemos destacar de Darwin su
honestidad para reconocer su error ante un joven y poco
conocido colega. Por parte de Hudson, su vehemencia para
no dejar pasar una afirmación incorrecta por parte de un
científico ya consagrado como Darwin.
REFERENCIAS
-Aplin, O. V. – 1894 – On the Birds of Uruguay – Ibis 22.
-Azara, F. de-(1802)- Apuntamientos para la Historia Natural
de los Páxaros del Paraguay y del Río de la Plata. Comisión
Interministerial de Ciencia y Tecnología. España. 1992.
12. -Barrows, W. B. – 1883 – Birds of the Lower Uruguay –
Bulletin of the Nuttall Ornithological Club – v.8 - Cambridge
-Goeldi, E. A.-1894-Aves do Brasil.
-Hudson, G. E. – 1992- Aves de la Pampa Perdida. Asociación
Ornitológica del Plata.
-Hudson, G. E.-2011- Una cierva en el parque de Richmond –
Buenos Aires Books.
Jurado, A. -1988- Vida y obra de W. H. Hudson. Bs As.
-Lee, W. B. 1873 - Ornithological Notes from the Argentine
Republic.The Ibis 3:129.
-Pickenhayn, J. O. – 1994. El sino paradójico de Guillermo
Enrique Hudson. Corregidor.
-Sclater, P.L .& Hudson, W.H. –1888- Argentine Ornithology.
-Solari, H. y Monjeau, A. -2008-2009- La presencia de
Darwin en William Henry Hudson. Cuyo 25/26: 233-244 .
-Ihering, H. von –1898- As aves do estado de S. Paulo. Revista
do Museu Paulista, vol. III.
Larrañaga