2. Alrededor de 805 millones de personas en el mundo no
tienen suficientes alimentos para llevar una vida
saludable y activa. Esto es alrededor de uno de cada
nueve personas en la tierra. La mayoría de estas
personas viven en el continente asiático. África
subsahariana es la región con mayor población con
hambre. Un africano de cada cuatro presenta
desnutrición. La desnutrición es la principal causa de
muerte en los niños menores de 5 años. Al año mueren
3,1 millones de niños en todo el mundo. Las mujeres
agricultoras no tienen los mismos accesos que los
hombres a los recursos, hubiera igualdad, el número de
personas con hambre del mundo podría reducirse
hasta en 150 millones de personas. En España, 3
millones de personas pasan hambre, y de ellos la
mayoría son niños.
3. Jesús nos ordena a compartir con el necesitado cuando
nos dice, «El que tenga dos copas , dele una al que no
tiene, y el que no tenga alimento comparta con el que no».
Al compartir nuestro alimento, no solo les llenamos el
estomago a nuestros hermanos necesitados sino que les
mostramos el amor de Dios que no los deja fallecer.
Hay que compartir el pan espiritual y material ¡Hay tantas
hambres! Pero no basta. Hay que hacerse pan partido
como hizo nuestro señor Jesucristo.
Hay que compartir el pan .
El pan es fraternidad y vida.
El pan partido y compartido es amor
4. Dicen que el estómago es el
segundo cerebro, dando a entender
con ello también lo que dice el
dicho popular: “Panza llena,
corazón contento”. Es decir, que
cuando uno no tiene hambre, es
como que piensa mejor y está más
feliz.
5. Este sorprendente mensaje nos pone a
todos mirando a los que sufren. No hay
religión verdadera, no hay política
progresista, no hay proclamación
responsable de los derechos humanos si no
es defendiendo a los más necesitados,
aliviando su sufrimiento y restaurando su
dignidad.
En cada persona que sufre Jesús sale a
nuestro encuentro, nos mira, nos interroga
y nos suplica. Nada nos acerca más a él que
aprender a mirar detenidamente el rostro
de los que sufren con compasión. En
ningún lugar podremos reconocer con más
verdad el rostro de Jesús.