1. Preparó un hombre una cena en honor de uno de sus amigos y de sus familiares. Y
su perro invitó también a otro perro amigo.
-- Ven a cenar a mi casa conmigo -- le dijo.
Y llegó el perro invitado lleno de alegría. Se detuvo a contemplar el gran festín,
diciéndose a sí mismo:
-- ¡ Que suerte tan inesperada ! Tendré comida para hartarme y no pasaré hambre
por varios días.
Estando en estos pensamientos, meneaba el rabo como gran viejo amigo de
confianza. Pero al verlo el cocinero moviéndose alegremente de allá para acá, lo
cogió de las patas y sin pensarlo más, lo arrojó por la ventana. El perro se volvió
lanzando grandes alaridos, y encontrándose en el camino con otros perros, estos le
preguntaron:
-- ¿Cuánto has comido en la fiesta, amigo?
-- De tanto beber, -- contestó -- tanto me he enbriagado, que ya ni siquiera sé por
donde he salido.
No te confíes de la generosidad que otros prodigan con lo que
no les pertenece.
2.
3. Apacentando un joven su ganado gritó desde la cima de un
collado: -¡Favor; que viene un lobo, labradores!
Estos, abandonando sus labores, acuden prontamente, y hallan
que es una chanza solamente.
Vuelve a llamar, y temen la desgracia. Segunda vez los burla.
¡Linda gracia! Pero, ¿qué sucedió la vez tercera? Que vino en
realidad la hambrienta fiera.
Entonces el Zagal se desgañita, y por más que patea, llora y grita,
no se mueve la gente, escarmentada, y el Lobo le devora la
manada.
¡Cuántas veces resulta de un engaño
5. Unos ratoncitos, jugando sin cuidado en un prado, despertaron a
un león que dormía plácidamente al pie de un árbol. La fiera,
levantándose de pronto, atrapó entre sus garras al más atrevido
de la pandilla.
El ratoncillo, preso de terror, prometió al león que si le
perdonaba la vida la emplearía en servirlo; y aunque esta promesa
lo hizo reír, el león terminó por soltarlo.
Tiempo después, la fiera cayó en las redes que un cazador le
había tendido y como, a pesar de su fuerza, no podía librarse,
atronó la selva con sus furiosos rugidos.
El ratoncillo, al oírlo, acudió presuroso y rompió las redes con sus
afilados dientes. De esta manera el pequeño exprisionero cumplió
su promesa, y salvó la vida del rey de los animales.
El león meditó seriamente en el favor que acababa de recibir y
prometió ser en adelante más generoso.
6. En los cambios de fortuna, los poderosos
necesitan la ayuda de los débiles.
7. Una familia de ratoncillos vivía en una casa con buena despensa,
pero temiendo siempre los ataques de un enorme gato. Deseando
poner fin al problema, los ratones celebraron una asamblea, a
petición del ratón patriarca, que era el más viejo de todos.
- Os he mandado reunir para que entre todos encontremos una
solución. ¡No podemos vivir así!. – Pido la palabra!- Dijo un
ratoncillo muy despierto-. Atemos un cascabel al gato, y así
sabremos en todo momento por dónde anda.
La propuesta fue aceptada por todos los roedores entre grandes
aplausos y risas. Con el cascabel estarían salvados, porque su
campanilleo avisaría de la llegada del enemigo con el tiempo para
ponerse a salvo.
- ¡Silencio! – Gritó el jefe-. Queda pendiente una cuestión
importante: ¿ Quien le pone el cascabel al gato?.
9. Habiendo encontrado un león y un oso al mismo tiempo a un
cervatillo, se retaron en combate a ver cual de los dos se
quedaba con la presa.
Una zorra que por allí pasaba, viéndolos extenuados por la
lucha y con el cervatillo al medio, se apoderó de éste y corrió
pasando tranquilamente entre ellos.
Y tanto el oso como el león, agotados y sin fuerzas para
levantarse, murmuraron:
-- ¡ Desdichados nosotros ! ¡ Tanto esfuerzo y tanta lucha
hicimos para que todo quedara para la zorra !
Por empeñarnos en no querer compartir, podemos perderlo
todo.
10.
11. La tortuga y el águila
Una tortuga que se recreaba al sol, se quejaba a las aves marinas de
su triste destino, y de que nadie le había querido enseñar a volar.
Un águila que paseaba a la deriva por ahí, oyó su lamento y le preguntó
con qué le pagaba si ella la alzaba y la llevaba por los aires.
- Te daré – dijo – todas las riquezas del Mar Rojo.
- Entonces te enseñaré al volar – replicó el águila.
Y tomándola por los pies la llevó casi hasta las nubes, y soltándola de
pronto, la dejó ir, cayendo la pobre tortuga en una soberbia montaña,
haciéndose añicos su coraza. Al verse moribunda, la tortuga exclamó:
- Renegué de mi suerte natural. ¿Qué tengo yo que ver con vientos y
nubes, cuando con dificultad apenas me muevo sobre la tierra?
“Si fácilmente adquiriéramos todo lo que deseamos, fácilmente
llegaríamos a la desgracia.”