1. La enseñanza de la Historia como ciencia.
Gerardo Mora (México).
En México se gesta un cambio de paradigmas sobre la enseñanza de la Historia en
educación básica (para niños y adolescentes). El paradigma educativo inicial daba a
la Historia como objetivo crear la identidad nacional –incluso regional- y la formación
cívica. Estos fines se lograban por la transmisión casi propagandística de narrativas
o relatos incuestionables, sin posibilidad de verificación. La “historia” ya estaba
hecha y sólo tenía que memorizarse.
Esta Historiografía escolar se encuentra en crisis por el poco interés del alumnado,
inmerso en una cultura mediática, y por las confrontaciones ideológicas que conlleva
entre profesores, historiadores y la “opinión pública”. En este contexto emerge un
nuevo paradigma educativo, que se enfoca en el estudio de la historia por medio de
fuentes primarias y su análisis para encontrar “evidencias”.
Aunque continúa sin definirse si la Historia –el estudio del pasado humano- es una
ciencia, su enseñanza ahora se concibe como una forma de educación para una
cultura científica.
Este nuevo paradigma no es antagónico a la formación ciudadana, al contrario. En
principio porque las “historias cerradas” conllevan a conflictos políticos reales y –al
parecer- sin solución posible (como –por citar uno reciente- el que enfrenta ahora a
Francia con Turquía sobre un suceso de hace casi un siglo que involucra al Imperio
otomano y al pueblo armenio). Por supuesto que tampoco se trata de una historia
“ligth” que pueda aceptarse para todos los bandos, sino de una comprensión del
pasado que reconozca las diferencias de mentalidad e intereses que involucran a
cualquier interpretación del pasado social. La globalización de las relaciones
sociales y la inmediatez de las comunicaciones lograda mediante las nuevas
tecnologías conllevan a una nueva ciudadanía multicultural que requiere de una
nueva “educación histórica”.
La actual reforma curricular de la educación básica se enfoca en “aprendizajes
esperados” y estándares curriculares, concebidos como niveles de dificultad
procedimental, y ya no en la memorización de “temas” históricos. Este cambio
involucra a la metodología de investigación y análisis científicos, a partir de la
verificación de resultados por medio de pruebas (evidencia) y otros métodos como
la comparación, la historia contrafactual, la historia serial, la antropología
experimental y la crítica de fuentes (heurística). Y, especialmente, los nuevos
enfoques de la Historia Total –que correlaciona el pasado geológico, animal y
humano- así como el recurrir a las ciencias “puras” para sustentar interpretaciones
históricas(como la datación de restos mediante el Carbono 14).
En tanto forma de educación científica, los conceptos “segundo orden” desarrollados
por educadores de Inglaterra y Canadá conforman un nuevo paradigma de
2. enseñanza de la Historia. Aclaramos que no es la única propuesta de este
paradigma, pues la “situación problema” desarrollada en Francia y el
“constructivismo” son parte del mismo, pero tal vez la más utilizada e investigada.
En México se ha establecido como parte de un modelo de “educación histórica” que
ha orientado los nuevos planes de estudio de educación normal (formación
docente).
Estos conceptos metahistóricoso analíticos –que contrastan con los de primer orden
o factuales, como Grecia clásica, imperio romano, Revolución francesa, entre otros-
son: relevancia, cambio, causa, empatía, dimensión ética e historia explicativa
(historicalaccount). Se aprenden mediante procedimientos (cuestionarios y
argumentación escrita) usando fuentes primarias (fotografías, estadísticas,
documentos de archivo, etc.).
Cuando leemos un manual escolar, se encuentra una narración que relaciona
información, crónica, interpretaciones y, en algunos casos, explicaciones en un
lenguaje “casual” (“sentido común”). No se distinguen los conceptos, principios o
procedimientos que validan la interpretación de un suceso histórico,discretamente
contaminada por una versión hegemónica del pasado (“master narrative”). La
importancia del tema es implícita por el hecho de ser parte del currículo o del
manual. En efecto, aunque se pretenda lo contrario, la Historia es un proceso de
adoctrinamiento que se sustenta en la retórica del profesor y de los “recursos
didácticos” (como las “monografías” recortables que se venden en las papelerías).
Por eso el análisis de la relevancia es decisivo para distinguir la influencia social de
un acontecimiento o su importancia cultural. La primera no anula a la segunda, pero
delimita claramente la Historia de la memoria social, que en ocasiones parecen
coincidir.
La crónica y el mito fundacional dependen del testimonio y de la leyenda. La Historia
depende de la evidencia obtenida por un procedimiento sobre fuentes primarias y
principios explicativos –usualmente casuísticos- definidos. En este sentido, la
historiografía no es un mero relato de acontecimientos o crónica sino la explicación
de su génesis y desarrollo. En efecto, la explicación historiográfica es verificable y
cuestionable, es una práctica científica.
Respecto a los conceptos de cambio y causa, dependen de una concepción de la
historia como relación de estructuras y acontecimientos (económicas, políticas,
sociales culturales), “tiempos” (como la “larga, mediana y corta duración” de
Braudel) o la dialéctica entre acción y pensamiento (Leo Kofler). No son los cambios
“hechos” irrepetibles (crónica) ni una sola causa su explicación (reduccionismo).
La empatía como comprensión de la mentalidad de una época (prehistórica,
civilizaciones antiguas, occidente medieval, mundo moderno preindustrial, industrial
y postindustrial) que evita el juicio anacrónico, y la dimensión ética de la historia
como maestra de la vida (magister vitae) son conceptos que inciden en la formación
3. de una conciencia histórica para la convivencia, para la paz, multicultural y
respetuosa de los derechos humanos.
El conocimiento histórico logrado por el alumno –fruto del pensamiento y la
conciencia- se manifiesta como respeto y difusión (historicalaccount) de los
patrimonios naturales y culturales mediante talleres y proyectos colaborativos
dirigidos a su comunidad.
Este nuevo paradigma de la enseñanza de la Historia es acorde con la formación de
una cultura científica –más allá de una “alfabetización”- y se ha conformado por un
grupo de profesores de la Escuela Normal Superior de México que participa en
diversas comunidades académicas, especialmente en la de Educadores de la
Cultura Científica de la OEI. Remitimos al lector a un reportaje previo (“Nuevas
formas de enseñar Historia, gracias a la ciencia” en
http://www.oei.es/divulgacioncientifica/spip.php?article294) para que observe la
trayectoria que seguimos.
Cabe concluir que la mejora de la cultura científica no sólo debe involucrar a las
asignaturas de ciencias (Física, Química, Biología o Matemáticas). Mucho se logrará
si incluimos a la Historia.