1. Abril: Pasión, Muerte y Resurrección
de Jesús.
1ª SESIÓN: GETSEMANÍ (PASIÓN)
• Oración:
o Señal de la cruz
o Padre nuestro
o Ave María
o Gloria
1. Vídeo explicativo: http://www.youtube.com/watch?v=pKSJFlfNZPQ (Getsemaní, LA VOZ DEL
DESIERTO)
Cuestiones previas
-¿Qué es lo que pasó en Getsemaní? ¿Sabes lo que significa la palabra “Getsemaní”?
-¿Puede Dios “llorar”? ¿Puede una persona “sudar sangre”?
-¿Has visto la película LA PASIÓN de Mel Gibson? ¿Qué “personaje” –que no sale en los
evangelios- aparece en la escena?
-¿Quién se queda dormido? (ésta es muy fácil…)
2. Getsemaní. (Mt 26, 36-46)
Agonía de Jesús. Zebedeo, comenzó a sentir tristeza y angustia.
38 Entonces les dice: «Mi alma está triste hasta
36 Entonces va Jesús con ellos a una propiedad el punto de morir; quedaos aquí y velad
llamada Getsemaní, y dice a los discípulos: conmigo.» 39 Y adelantándose un poco, cayó
«Sentaos aquí, mientras voy allá a orar.» 37 Y rostro en tierra, y suplicaba así: «Padre mío, si
tomando consigo a Pedro y a los dos hijos de es posible, que pase de mí esta copa, pero no
1
2. sea como yo quiero, sino como quieres tú.» 40 vez y los encontró dormidos, pues sus ojos
Viene entonces a los discípulos y los encuentra estaban cargados. 44 Los dejó y se fue a orar
dormidos; y dice a Pedro: «¿Conque no habéis por tercera vez, repitiendo las mismas
podido velar una hora conmigo? 41 Velad y palabras. 45 Viene entonces a los discípulos y
orad, para que no caigáis en tentación; que el les dice: «Ahora ya podéis dormir y descansar.
espíritu está pronto, pero la carne es débil.» 42 Mirad, ha llegado la hora en que el Hijo del
Y alejándose de nuevo, por segunda vez oró así: hombre va a ser entregado en manos de
«Padre mío, si esta copa no puede pasar sin que pecadores. 46 ¡Levantaos!, ¡vámonos! Mirad
yo la beba, hágase tu voluntad.» 43 Volvió otra que el que me va a entregar está cerca.»
Explicación (por Benedicto XVI)
LA ORACIÓN DEL SEÑOR
De la oración en el Huerto de los Olivos, que viene a continuación, tenemos cinco relatos: en
primer lugar los tres de los Evangelios sinópticos (cf. Mt 26,36-46; Mc 14,32-42; Lc 22,39-46); a los que se
han de añadir un breve texto en el Evangelio de Juan, pero que el autor ha colocado en el conjunto de las
palabras pronunciadas el «Domingo de Ramos» (cf. 12,27s); y, finalmente, un texto de la Carta a los
Hebreos, basado en una tradición particular (cf. Hb 5,7ss). Tratemos ahora de acercarnos en lo posible al
misterio de aquella hora de Jesús atendiendo al conjunto de los textos.
Después del rezo ritual en común de los Salmos, Jesús oraba solo, como había hecho antes tantas
otras noches. Pero deja cerca al grupo de los tres, conocido también en otras ocasiones, y
particularmente en el relato de la Transfiguración: Pedro, Santiago y Juan. Así, aunque vencidos
continuamente por el sueño, éstos se convierten en testigos de su lucha nocturna. Marcos nos dice que
Jesús comenzó a «entristecerse y angustiarse». El Señor dice a sus discípulos: «Me muero de tristeza:
quedaos aquí y velad conmigo» (14,33s).
El llamamiento a la vigilancia había sido ya un tema central en el anuncio en Jerusalén, y ahora
aparece con una urgencia muy inmediata. Pero aunque se refiere a aquella hora precisa, este
llamamiento apunta anticipadamente a la historia futura del cristianismo. La somnolencia de los
discípulos sigue siendo a lo largo de los siglos una ocasión favorable para el poder del mal. Esta
somnolencia es un embotamiento del alma, que no se deja inquietar por el poder del mal en el mundo,
por toda la injusticia y el sufrimiento que devastan la tierra. Es una insensibilidad que prefiere ignorar
todo eso; se tranquiliza pensando que, en el fondo, no es tan grave, para poder permanecer así en la
autocomplacencia de la propia existencia satisfecha. Pero esta falta de sensibilidad de las almas, esta falta
de vigilancia, tanto por lo que se refiere a la cercanía de Dios como al poder amenazador del mal, otorga
un poder en el mundo al maligno. Ante los discípulos adormecidos y no dispuestos a inquietarse, el Señor
dice de sí mismo: «Me muero de tristeza». Estas son palabras del Salmo 43,5, en las que resuenan
también expresiones de otros salmos.
También en su pasión —tanto en el Monte de los Olivos como en la cruz— Jesús habla de sí
mismo a Dios Padre usando las palabras de los Salmos. Pero estas palabras tomadas de los Salmos se han
hecho del todo personales, palabras absolutamente propias de Jesús en su tribulación; en efecto, Él es en
realidad el verdadero orante de estos Salmos, su auténtico sujeto. La plegaria totalmente personal y el
rezar con las palabras de invocación del Israel creyente y afligido son aquí una misma cosa.
Después de esta exhortación a la vigilancia Jesús se aleja un poco. Comienza propiamente la
verdadera oración del Monte de los Olivos. Mateo y Marcos nos dicen que Jesús cayó rostro en tierra: la
postura de oración que expresa la extrema sumisión a la voluntad de Dios, el abandono más radical a Él;
una postura que la liturgia occidental incluye aún en el Viernes Santo y en la profesión monástica, así
como en la Ordenación de diáconos, presbíteros y obispos.
Sin embargo, Lucas dice que Jesús oró de rodillas. Introduce así, basándose en la postura de
oración, esta lucha nocturna de Jesús en el contexto de la historia de la oración cristiana: mientras le
lapidaban, Esteban dobla las rodillas y ora (cf. Hch 7,60); Pedro se arrodilla antes de resucitar a Tabita de
la muerte (cf. Hch 9,40); se arrodilla Pablo cuando se despide de los presbíteros de Leso (cf. Hch 20,36), y
también en otra ocasión, cuando los discípulos le dicen que no suba a Jerusalén (cf. Hch 21,5). Alois
2
3. Stöger dice al respecto: «Todos éstos, de cara a la muerte, rezan de rodillas; el martirio sólo puede ser
superado por la oración. Jesús es el modelo de los mártires» (Das Evangelium nach Lukas, p. 247).
Sigue después la oración propiamente dicha, en la que aparece todo el drama de nuestra
redención. Marcos dice primero de modo sucinto que Jesús oró para que, «si era posible, se alejase de él
aquella hora» (14,35). Después refiere la frase esencial de la oración de Jesús de la siguiente manera:
«¡Abbá! (Padre): Tú lo puedes todo, aparta de mí este cáliz. Pero no lo que yo quiero, sino lo que tú
quieres» (14,36).
En esta plegaria de Jesús podemos distinguir tres elementos. En primer lugar la experiencia
primordial del miedo, el estremecimiento ante el poder de la muerte, el pavor frente al abismo de la
nada, que le hace temblar e incluso, según Lucas, le hace sudar como gotas de sangre (cf. 22,44). En Juan
(cf. 12,27), este estremecimiento se expresa, como en los Sinópticos, en referencia al Salmo 43,5, pero
con una palabra que destaca de manera especialmente clara la dimensión abismal de temor de Jesús:
tetáraktai, que es la misma palabra, tarássein, usada por Juan para describir la profunda turbación de
Jesús ante la tumba de Lázaro (cf. 11,33), así como su conmoción interior al referirse a la traición de Judas
en el Cenáculo (cf. 13,21).
Juan expresa sin duda con ello la angustia primordial de la criatura frente a la cercanía de la
muerte, pero hay todavía algo más: el estremecimiento particular de quien es la Vida misma ante el
abismo de todo el poder de destrucción, del mal, de lo que se opone a Dios, y que ahora se abate
directamente sobre Él, que ahora debe tomar de modo inmediato sobre sí, más aún, lo debe acoger
dentro de sí hasta el punto de llegar a ser él mismo «hecho pecado» (cf. 2 Co 5,21).
Precisamente porque es el Hijo, ve con extrema claridad toda la marea sucia del mal, todo el
poder de la mentira y la soberbia, toda la astucia y la atrocidad del mal, que se enmascara de vida pero
que está continuamente al servicio de la destrucción del ser, de la desfiguración y la aniquilación de la
vida. Precisamente porque es el Hijo, siente profundamente el horror, toda la suciedad y la perfidia que
debe beber en aquel «cáliz» destinado a Él: todo el poder del pecado y de la muerte. Todo esto lo debe
acoger dentro de sí, para que en Él quede superado y privado de poder.
Bultmann dice con razón: Jesús es aquí «no sólo el prototipo en el que se hace visible de manera
ejemplar la actitud que se requiere del hombre..., sino que Él es también y sobre todo el Revelador, cuya
decisión es la única que hace posible la opción humana por Dios en una hora como ésta» (p. 328). La
angustia de Jesús es algo mucho más radical que la angustia que asalta a cada hombre ante la muerte: es
el choque frontal entre la luz y las tinieblas, entre la vida y la muerte, el verdadero drama de la decisión
que caracteriza a la historia humana. En este sentido podemos aplicarnos a nosotros mismos, como hace
Pascal, de manera totalmente personal, el acontecimiento del Monte de los Olivos: también mi pecado
estaba en aquel cáliz pavoroso. Pascal oye al Señor en agonía en el Monte delos Olivos que le dice:
«Aquellas gotas de sangre, las he derramado por ti» (cf. Pensées, VII, 553).
Las dos partes de la oración de Jesús aparecen como una contraposición entre dos voluntades:
una es la «voluntad natural» del hombre Jesús, que se resiste ante el aspecto monstruoso y destructivo
de aquello a lo que se enfrenta, y quisiera pedir que el «cáliz se aleje de él»; la otra es la «voluntad del
Hijo» que se abandona totalmente a la voluntad del Padre. Si queremos tratar de entender en lo posible
este misterio de las «dos voluntades», es útil volver la mirada una vez más a la versión de Juan de aquella
oración. También en Juan encontramos las dos peticiones de Jesús: «Padre, líbrame de esta hora»;
«Padre, glorifica tu nombre» (12,27s).
En el fondo, la articulación entre las dos peticiones no es diferente en Juan de la que se ve en los
Sinópticos. La aflicción del alma humana de Jesús («Mi alma está agitada», que Bultmann traduce como
«tengo miedo», p. 327) impulsa a Jesús a pedir ser salvado de aquella hora. Pero la conciencia de su
misión, de que Él ha venido precisamente para esa hora, le hace pronunciar la segunda petición, la
petición de que Dios glorifique su nombre: justamente la cruz, la aceptación de algo terrible, el entrar en
la ignominia del exterminio de la propia dignidad, en la ignominia de una muerte infamante, se convierte
en la glorificación del nombre de Dios. En efecto, Dios hace ver claramente así precisamente lo que es: el
Dios que, en el abismo de su amor, en la entrega de sí mismo, opone a todos los poderes del mal el
verdadero poder del bien. Jesús pronunció las dos peticiones, pero la primera, la de ser «librado» se
funde con la segunda, en la que ruega por la glorificación de Dios en la realización de su voluntad; así, el
3
4. conflicto en lo más íntimo de la existencia humana de Jesús se recompone en la unidad (Papa Benedicto
XVI, Jesús de Nazaret, 2ª parte).
3. El Catecismo de la Iglesia Católica: [CEC 602-603; 612]
"Dios le hizo pecado por nosotros" haberle hecho así solidario con nosotros, pecadores,
"Dios no perdonó ni a su propio Hijo, antes bien le
602 En consecuencia, S. Pedro pudo formular así la fe entregó por todos nosotros" (Rm 8, 32) para que
apostólica en el designio divino de salvación: "Habéis fuéramos "reconciliados con Dios por la muerte de su
sido rescatados de la conducta necia heredada de Hijo" (Rm 5, 10).
vuestros padres, no con algo caduco, oro o plata, sino
con una sangre preciosa, como de cordero sin tacha y La agonía de Getsemaní
sin mancilla, Cristo, predestinado antes de la creación
del mundo y manifestado en los últimos tiempos a
causa de vosotros" (1 P 1, 18-20). Los pecados de los 612 El cáliz de la Nueva Alianza que Jesús anticipó en
hombres, consecuencia del pecado original, están la Cena al ofrecerse a sí mismo (cf. Lc 22, 20), lo
sancionados con la muerte (cf. Rm 5, 12; 1 Co 15, 56). acepta a continuación de manos del Padre en su agonía
Al enviar a su propio Hijo en la condición de esclavo de Getsemaní (cf. Mt 26, 42) haciéndose "obediente
(cf. Flp 2, 7), la de una humanidad caída y destinada a hasta la muerte" (Flp 2, 8; cf. Hb 5, 7-8). Jesús ora:
la muerte a causa del pecado (cf. Rm 8, 3), Dios "a "Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz .."
quien no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, (Mt 26, 39). Expresa así el horror que representa la
para que viniésemos a ser justicia de Dios en él" (2 Co muerte para su naturaleza humana. Esta, en efecto,
5, 21). como la nuestra, está destinada a la vida eterna;
además, a diferencia de la nuestra, está perfectamente
exenta de pecado (cf. Hb 4, 15) que es la causa de la
603 Jesús no conoció la reprobación como si él mismo muerte (cf. Rm 5, 12); pero sobre todo está asumida
hubiese pecado (cf. Jn 8, 46). Pero, en el amor por la persona divina del "Príncipe de la Vida" (Hch 3,
redentor que le unía siempre al Padre (cf. Jn 8, 29), 15), de "el que vive" (Ap 1, 18; cf. Jn 1, 4; 5, 26). Al
nos asumió desde el alejamiento con relación a Dios aceptar en su voluntad humana que se haga la voluntad
por nuestro pecado hasta el punto de poder decir en del Padre (cf. Mt 26, 42), acepta su muerte como
nuestro nombre en la cruz: "Dios mío, Dios mío, ¿por redentora para "llevar nuestras faltas en su cuerpo
qué me has abandonado?" (Mc 15, 34; Sal 22,2). Al sobre el madero" (1 P 2, 24).
Cuestiones a reflexionar
-¿Recuerdas cómo era la oración de Jesús con los Salmos? ¿Por qué dice el Papa en otro
momento de este libro que Cristo habla en los Salmos unas veces como Cabeza y otras como
Cuerpo?
-¿Jesús, siendo el Hijo de Dios, pudo sufrir?
-¿Cuál es el significado de ponerse “de rodillas”? ¿Y el de “postrarse” en el suelo?
-¿Sabes la diferencia entre impecancia e impecabilidad?
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5. 2ª SESIÓN: MUERTE DE JESÚS
• Oración:
o Señal de la cruz
o Padre nuestro
o Ave María
o Gloria
4. Vídeo explicativo: http://www.youtube.com/watch?v=laSIDr_wIeE (La Muerte de Jesús,
Nadie te ama como yo, Martín Valverde)
Cuestiones previas
-¿Has asistido alguna vez a alguna charla sobre la SÁBANA SANTA?
-¿Conoces las palabras de Jesús en la cruz? ¿Hacen referencia a algún pasaje de la
Sagrada Escritura?
-¿Sabías que los condenados con la pena de la crucifixión no morían desangrados, sino
de asfixia?
-¿Dónde ponían los clavos a los ajusticiados?
-¿Por qué los judíos no pueden dar orden de ejecutar a Jesús?
5. La muerte de Jesús . (Jn 19, 25-37)
Jesús y su madre.
«Tengo sed.»
25 Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y
la hermana de su madre, María, mujer de 29 Había allí una vasija llena de vinagre.
Clopás, y María Magdalena. 26 Jesús, viendo a Sujetaron a una rama de hisopo una esponja
su madre y junto a ella al discípulo a quien empapada en vinagre y se la acercaron a la
amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu boca. 30 Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo:
hijo.» 27 Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a «Todo está cumplido.» E inclinando la cabeza
tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la entregó el espíritu.
acogió en su casa.
La lanzada.
Muerte de Jesús.
28 Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo 31 Los judíos, como era el día de la
estaba cumplido, para que se cumpliera la Preparación, para que no quedasen los cuerpos
Escritura, dice: en la cruz el sábado -porque aquel sábado era
5
6. muy solemne- rogaron a Pilato que les válido, y él sabe que dice la verdad, para que
quebraran las piernas y los retiraran. 32 también vosotros creáis. 36 Y todo esto sucedió
Fueron, pues, los soldados y quebraron las para que se cumpliera la Escritura:
piernas del primero y del otro crucificado con
él. 33 Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya No se le quebrará hueso alguno.
muerto, no le quebraron las piernas, 34 sino 37 Y también otra Escritura dice:
que uno de los soldados le atravesó el costado
con una lanza y al instante salió sangre y agua.
35 El que lo vio lo atestigua y su testimonio es Mirarán al que traspasaron.»
Explicación (por Benedicto XVI)
Jesús muere en la cruz
Según la narración de los evangelistas, Jesús murió orando en la hora nona, es decir, a las tres de
la tarde. En Lucas, su última plegaria está tomada del Salmo 31: «Padre, en tus manos encomiendo mi
espíritu» (Lc 23,46; cf. Sal 31,6). Para Juan, la última palabra de Jesús fue: «Está cumplido» (19,30). En el
texto griego, esta palabra (tetélestai) remite hacia atrás, al principio de la Pasión, a la hora del lavatorio
de los pies, cuyo relato introduce el evangelista subrayando que Jesús amó a los suyos «hasta el extremo
(télos)» (13,1). Este «fin», este extremo cumplimiento del amor, se alcanza ahora, en el momento de la
muerte. Él ha ido realmente hasta el final, hasta el límite y más allá del límite. Él ha realizado la totalidad
del amor, se ha dado a sí mismo.
En el capítulo 6, al hablar de la oración de Jesús en el Monte de los Olivos, hemos conocido
también otro significado de la misma palabra (teleioün), basándonos en Hebreos 5,9: en la Torá significa
«iniciación», consagración en orden a la dignidad sacerdotal, es decir, el traspaso total a la propiedad de
Dios. Pienso que, haciendo referencia a la oración sacerdotal de Jesús, también aquí podemos
sobrentender este sentido. Jesús ha cumplido hasta el final el acto de consagración, la entrega sacerdotal
de sí mismo y del mundo a Dios (cf. Jn 17,19). Así resplandece en esta palabra el gran misterio de la cruz.
Se ha cumplido la nueva liturgia cósmica. En lugar de todos los otros actos cultuales se presenta ahora la
cruz de Jesús corno la única verdadera glorificación de Dios, en la que Dios se glorifica a sí mismo
mediante Aquel en el que nos entrega su amor, y así nos eleva hacia Él.
Los Evangelios sinópticos describen explícitamente la muerte en la cruz como acontecimiento
cósmico y litúrgico: el sol se oscurece, el velo del templo se rasga en dos, la tierra tiembla, muchos
muertos resucitan.
Pero hay un proceso de fe más importante aún que los signos cósmicos: el centurión —
comandante del pelotón de ejecución—, conmovido por todo lo que ve, reconoce a Jesús corno Hijo de
Dios: «Realmente éste era el Hijo de Dios» (Mc 15,39). Bajo la cruz da comienzo la Iglesia de los paganos.
Desde la cruz, el Señor reúne a los hombres para la nueva comunidad de la Iglesia universal. Mediante el
Hijo que sufre reconocen al Dios verdadero.
Mientras los romanos, como intimidación, dejaban intencionadamente que los crucificados
colgaran del instrumento de tortura después de morir, según el derecho judío debían ser enterrados el
mismo día (cf. Dt 21,22s). Por eso el pelotón de ejecución tenía el cometido de acelerar la muerte
rompiéndoles las piernas. También se hace así en el caso de los crucificados en el Gólgota. A los dos
«bandidos» se les quiebran las piernas. Luego, los soldados ven que Jesús está ya muerto, por lo que
renuncian a hacer lo mismo con él. En lugar de eso, uno de ellos traspasa el costado —el corazón— de
Jesús, «y al punto salió sangre y agua» Un 19,34). Es la hora en que se sacrificaban los corderos pascuales.
Estaba prescrito que no se les debía partir ningún hueso (cf. Ex 12,46). Jesús aparece aquí como el
verdadero Cordero pascual que es puro y perfecto.
Podemos por tanto vislumbrar también en estas palabras una tácita referencia al comienzo de la obra
deJesús, a aquella hora en que el Bautista había dicho: «Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado
del mundo» (Jn 1,29). Lo que entonces debió ser incomprensible —era solamente una alusión misteriosa
a algo futuro— ahora se hace realidad. Jesús es el Cordero elegido por Dios mismo. En la cruz, Él carga con
el pecado del mundo y nos libera de él.
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7. Pero resuena al mismo tiempo también el Salmo 34, donde se lee: «Aunque el justo sufra muchos males,
de todos lo libra el Señor; él cuida de todos sus huesos, y ni uno solo se quebrará» (v. 20s). El Señor, el
Justo, ha sufrido mucho, ha sufrido todo y, sin embargo, Dios lo ha guardado: no le han roto ni un solo
hueso.
Del corazón traspasado de Jesús brotó sangre y agua. La Iglesia, teniendo en cuenta las palabras
de Zacarías, ha mirado en el transcurso de los siglos a este corazón traspasado, reconociendo en él la
fuente de bendición indicada anticipadamente en la sangre y el agua. Las palabras de Zacarías impulsan
además a buscar una comprensión más honda de lo que allí ha ocurrido.
Un primer grado de este proceso de comprensión lo encontramos en la Primera Carta de Juan, que
retoma con vigor la reflexión sobre el agua y la sangre que salen del costado de Jesús: «Este es el que vino
con agua y con sangre, Jesucristo. No sólo con agua, sino con agua y con sangre. Y el Espíritu es quien da
testimonio, porque el Espíritu es la verdad. Tres son los testigos en la tierra: el Espíritu, el agua y la
sangre, y los tres están de acuerdo» (5,6ss).
¿Qué quiere decir el autor con la afirmación insistente de que Jesús ha venido no sólo con el agua,
sino también con la sangre? Se puede suponer que haga probablemente alusión a una corriente de
pensamiento que daba valor únicamente al Bautismo, pero relegaba la cruz. Y eso significa quizás también
que sólo se consideraba importante la palabra, la doctrina, el mensaje, pero no «la carne», el cuerpo vivo
de Cristo, desangrado en la cruz; significa que se trató de crear un cristianismo del pensamiento y de las
ideas del que se quería apartar la realidad de la carne: el sacrificio y el sacramento.
Los Padres han visto en este doble flujo de sangre y agua una imagen de los dos sacramentos
fundamentales —la Eucaristía y el Bautismo—, que manan del costado traspasado del Señor, de su
corazón. Ellos son el nuevo caudal que crea la Iglesia y renueva a los hombres. Pero los Padres, ante el
costado abierto del Señor exánime en la cruz, en el sueño de la muerte, se han referido también a la
creación de Eva del costado de Adán dormido, viendo así en el caudal de los sacramentos también el
origen de la Iglesia: han visto la creación de la nueva mujer del costado del nuevo Adán (Papa Benedicto
XVI, Jesús de Nazaret, 2ª parte).
6. El Catecismo de la Iglesia Católica: [CEC 602-603; 612]
"Jesús entregado según el preciso designio de 54; Jn 18, 36; 19, 11) para realizar su designio de
Dios" salvación (cf. Hch 3, 17-18).
599 La muerte violenta de Jesús no fue fruto del "Muerto por nuestros pecados según las
azar en una desgraciada constelación de Escrituras"
circunstancias. Pertenece al misterio del designio de
Dios, como lo explica S. Pedro a los judíos de 601 Este designio divino de salvación a través de la
Jerusalén ya en su primer discurso de Pentecostés: muerte del "Siervo, el Justo" (Is 53, 11;cf. Hch 3, 14)
"fue entregado según el determinado designio y previo había sido anunciado antes en la Escritura como un
conocimiento de Dios" (Hch 2, 23). Este lenguaje misterio de redención universal, es decir, de rescate
bíblico no significa que los que han "entregado a que libera a los hombres de la esclavitud del pecado
Jesús" (Hch 3, 13) fuesen solamente ejecutores (cf. Is 53, 11-12; Jn 8, 34-36). S. Pablo profesa en una
pasivos de un drama escrito de antemano por Dios. confesión de fe que dice haber "recibido" (1 Co 15, 3)
que "Cristo ha muerto por nuestros pecados según las
600 Para Dios todos los momentos del tiempo están Escrituras" (ibidem: cf. también Hch 3, 18; 7, 52; 13,
presentes en su actualidad. Por tanto establece su 29; 26, 22-23). La muerte redentora de Jesús cumple,
designio eterno de "predestinación" incluyendo en él en particular, la profecía del Siervo doliente (cf. Is 53,
la respuesta libre de cada hombre a su gracia: "Sí, 7-8 y Hch 8, 32-35). Jesús mismo presentó el sentido
verdaderamente, se han reunido en esta ciudad contra de su vida y de su muerte a la luz del Siervo doliente
tu santo siervo Jesús, que tú has ungido, Herodes y (cf. Mt 20, 28). Después de su Resurrección dio esta
Poncio Pilato con las naciones gentiles y los pueblos interpretación de las Escrituras a los discípulos de
de Israel (cf. Sal 2, 1-2), de tal suerte que ellos han Emaús (cf. Lc 24, 25-27), luego a los propios
cumplido todo lo que, en tu poder y tu sabiduría, apóstoles (cf. Lc 24, 44-45).
habías predestinado" (Hch 4, 27-28). Dios ha
permitido los actos nacidos de su ceguera (cf. Mt 26, Dios tiene la iniciativa del amor redentor universal
7
8. 604 Al entregar a su Hijo por nuestros pecados, Dios Siervo doliente que se deja llevar en silencio al
manifiesta que su designio sobre nosotros es un matadero (Is 53, 7; cf. Jr 11, 19) y carga con el pecado
designio de amor benevolente que precede a todo de las multitudes (cf. Is 53, 12) y el cordero pascual
mérito por nuestra parte: "En esto consiste el amor: no símbolo de la Redención de Israel cuando celebró la
en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que primera Pascua (Ex 12, 3-14;cf. Jn 19, 36; 1 Co 5, 7).
El nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación Toda la vida de Cristo expresa su misión: "Servir y dar
por nuestros pecados" (1 Jn 4, 10; cf. 4, 19). "La su vida en rescate por muchos" (Mc 10, 45).
prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo
nosotros todavía pecadores, murió por nosotros" (Rm Jesús acepta libremente el amor redentor del Padre
5, 8).
609 Jesús, al aceptar en su corazón humano el amor
605 Jesús ha recordado al final de la parábola de la del Padre hacia los hombres, "los amó hasta el
oveja perdida que este amor es sin excepción: "De la extremo" (Jn 13, 1) porque "Nadie tiene mayor amor
misma manera, no es voluntad de vuestro Padre que el que da su vida por sus amigos" (Jn 15, 13).
celestial que se pierda uno de estos pequeños" (Mt 18, Tanto en el sufrimiento como en la muerte, su
14). Afirma "dar su vida en rescate por muchos" (Mt humanidad se hizo el instrumento libre y perfecto de
20, 28); este último término no es restrictivo: opone el su amor divino que quiere la salvación de los hombres
conjunto de la humanidad a la única persona del (cf. Hb 2, 10. 17-18; 4, 15; 5, 7-9). En efecto, aceptó
Redentor que se entrega para salvarla (cf. Rm 5, libremente su pasión y su muerte por amor a su Padre
18-19). La Iglesia, siguiendo a los Apóstoles (cf. 2 Co y a los hombres que el Padre quiere salvar: "Nadie me
5, 15; 1 Jn 2, 2), enseña que Cristo ha muerto por quita la vida; yo la doy voluntariamente" (Jn 10, 18).
todos los hombres sin excepción: "no hay, ni hubo ni De aquí la soberana libertad del Hijo de Dios cuando
habrá hombre alguno por quien no haya padecido él mismo se encamina hacia la muerte (cf. Jn 18, 4-6;
Cristo" (Cc Quiercy en el año 853: DS 624). Mt 26, 53).
III Cristo se ofreció a su Padre por nuestros La muerte de Cristo es el sacrificio único y
pecados definitivo
Toda la vida de Cristo es ofrenda al Padre 613 La muerte de Cristo es a la vez el sacrificio
pascual que lleva a cabo la redención definitiva de los
606 El Hijo de Dios "bajado del cielo no para hacer su hombres (cf. 1 Co 5, 7; Jn 8, 34-36) por medio del
voluntad sino la del Padre que le ha enviado" (Jn 6, "cordero que quita el pecado del mundo" (Jn 1, 29; cf.
38), "al entrar en este mundo, dice: ... He aquí que 1 P 1, 19) y el sacrificio de la Nueva Alianza (cf. 1 Co
vengo ... para hacer, oh Dios, tu voluntad ... En virtud 11, 25) que devuelve al hombre a la comunión con
de esta voluntad somos santificados, merced a la Dios (cf. Ex 24, 8) reconciliándole con El por "la
oblación de una vez para siempre del cuerpo de sangre derramada por muchos para remisión de los
Jesucristo" (Hb 10, 5-10). Desde el primer instante de pecados" (Mt 26, 28;cf. Lv 16, 15-16).
su Encarnación el Hijo acepta el designio divino de
salvación en su misión redentora: "Mi alimento es 614 Este sacrificio de Cristo es único, da plenitud y
hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a sobrepasa a todos los sacrificios (cf. Hb 10, 10). Ante
cabo su obra" (Jn 4, 34). El sacrificio de Jesús "por los todo es un don del mismo Dios Padre: es el Padre
pecados del mundo entero" (1 Jn 2, 2), es la expresión quien entrega al Hijo para reconciliarnos con él (cf. Jn
de su comunión de amor con el Padre: "El Padre me 4, 10). Al mismo tiempo es ofrenda del Hijo de Dios
ama porque doy mi vida" (Jn 10, 17). "El mundo ha de hecho hombre que, libremente y por amor (cf. Jn 15,
saber que amo al Padre y que obro según el Padre me 13), ofrece su vida (cf. Jn 10, 17-18) a su Padre por
ha ordenado" (Jn 14, 31). medio del Espíritu Santo (cf. Hb 9, 14), para reparar
nuestra desobediencia.
607 Este deseo de aceptar el designio de amor redentor
de su Padre anima toda la vida de Jesús (cf. Lc 12,50; Jesús reemplaza nuestra desobediencia por su
22, 15; Mt 16, 21-23) porque su Pasión redentora es la obediencia
razón de ser de su Encarnación: "¡Padre líbrame de
esta hora! Pero ¡si he llegado a esta hora para esto!"
(Jn 12, 27). "El cáliz que me ha dado el Padre ¿no lo 615 "Como por la desobediencia de un solo hombre,
voy a beber?" (Jn 18, 11). Y todavía en la cruz antes todos fueron constituidos pecadores, así también por la
de que "todo esté cumplido" (Jn 19, 30), dice: "Tengo obediencia de uno solo todos serán constituidos
sed" (Jn 19, 28). justos" (Rm 5, 19). Por su obediencia hasta la muerte,
Jesús llevó a cabo la sustitución del Siervo doliente
que "se dio a sí mismo en expiación", "cuando llevó el
pecado de muchos", a quienes "justificará y cuyas
culpas soportará" (Is 53, 10-12). Jesús repara por
"El cordero que quita el pecado del mundo" nuestras faltas y satisface al Padre por nuestros
pecados (cf. Cc de Trento: DS 1529).
608 Juan Bautista, después de haber aceptado
bautizarle en compañía de los pecadores (cf. Lc 3, 21; En la cruz, Jesús consuma su sacrificio
Mt 3, 14-15), vio y señaló a Jesús como el "Cordero
de Dios que quita los pecados del mundo" (Jn 1, 29; 616 El "amor hasta el extremo"(Jn 13, 1) es el que
cf. Jn 1, 36). Manifestó así que Jesús es a la vez el confiere su valor de redención y de reparación, de
8
9. expiación y de satisfacción al sacrificio de Cristo. Nos Nuestra participación en el sacrificio de Cristo
ha conocido y amado a todos en la ofrenda de su vida
(cf. Ga 2, 20; Ef 5, 2. 25). "El amor de Cristo nos 618 La Cruz es el único sacrificio de Cristo "único
apremia al pensar que, si uno murió por todos, todos mediador entre Dios y los hombres" (1 Tm 2, 5). Pero,
por tanto murieron" (2 Co 5, 14). Ningún hombre porque en su Persona divina encarnada, "se ha unido
aunque fuese el más santo estaba en condiciones de en cierto modo con todo hombre" (GS 22, 2), él
tomar sobre sí los pecados de todos los hombres y "ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de
ofrecerse en sacrificio por todos. La existencia en Dios sólo conocida, se asocien a este misterio pascual"
Cristo de la persona divina del Hijo, que al mismo (GS 22, 5). El llama a sus discípulos a "tomar su cruz
tiempo sobrepasa y abraza a todas las personas y a seguirle" (Mt 16, 24) porque él "sufrió por
humanas, y que le constituye Cabeza de toda la nosotros dejándonos ejemplo para que sigamos sus
humanidad, hace posible su sacrificio redentor por huellas" (1 P 2, 21). El quiere en efecto asociar a su
todos. sacrificio redentor a aquéllos mismos que son sus
primeros beneficiarios(cf. Mc 10, 39; Jn 21, 18-19;
617 "Sua sanctissima passione in ligno crucis nobis Col 1, 24). Eso lo realiza en forma excelsa en su
justif icationem meruit" ("Por su sacratísima pasión en Madre, asociada más íntimamente que nadie al
el madero de la cruz nos mereció la misterio de su sufrimiento redentor (cf. Lc 2, 35):
justificación")enseña el Concilio de Trento (DS 1529)
subrayando el carácter único del sacrificio de Cristo Fuera de la Cruz no hay otra escala por donde subir al
como "causa de salvación eterna" (Hb 5, 9). Y la cielo (Sta. Rosa de Lima, vida)
Iglesia venera la Cruz cantando: "O crux, ave, spes
unica" ("Salve, oh cruz, única esperanza", himno
"Vexilla Regis").
Cuestiones a reflexionar
-¿Sabrías citar algún salmo que Jesús rece en la cruz?
-¿Sabías que en Jerusalén uno de los sitios con más certeza histórica de su ubicación es el
Calvario?
-¿Sabes qué es el Via Crucis? ¿Lo has rezado alguna vez?
9
10. 2ª SESIÓN: LA RESURRECCIÓN DE JESÚS
• Oración:
o Señal de la cruz
o Padre nuestro
o Ave María
o Gloria
7. Vídeo explicativo: http://www.youtube.com/watch?v=ZcXZMChXybs (La Resurrección de
Jesús)
Cuestiones previas
-¿Qué pasaría si se encontrara el “cuerpo de Jesús”? (Cada 5 años “vuelven” a encontrar
sus restos en sitios distintos de Jerusalén…) ¿Estaríamos cuestionando nuestra fe?
-“Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe” (cf. 1 Cor 15, 14). ¿Qué quiere decir San
Pablo con esta frase?
-¿Qué diferencia hay entre la resurrección de Lázaro y la de Jesucristo? ¿Son iguales?
-¿Qué significa que creamos en la “resurrección de la carne”, como decimos en el
Credo?
-¿Qué pasó realmente en la resurrección?
8. La Resurrección de Jesús . (Jn 20, 1-9)
El sepulcro vacío. juntos, pero el otro discípulo corrió por delante
más rápido que Pedro, y llegó primero al
sepulcro. 5 Se inclinó y vio los lienzos en el
20
1 El primer día de la semana va María suelo; pero no entró.6 Llega también Simón
Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve los
Magdalena de madrugada al sepulcro cuando
todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada lienzos en el suelo, 7 y el sudario que cubrió su
cabeza, no junto a los lienzos, sino plegado en
del sepulcro. 2 Echa a correr y llega a Simón
Pedro y al otro discípulo a quien Jesús quería y un lugar aparte. 8 Entonces entró también el
les dice: «Se han llevado del sepulcro al Señor, otro discípulo, el que había llegado el primero
y no sabemos dónde le han puesto.» al sepulcro; vio y creyó, 9 pues hasta entonces
no habían comprendido que según la Escritura
3 Salieron Pedro y el otro discípulo, y se Jesús debía resucitar de entre los muertos.10
encaminaron al sepulcro. 4 Corrían los dos Los discípulos, entonces, volvieron a casa.»
10
11. Explicación (por Benedicto XVI)
1. QUÉ SUCEDE EN LA RESURRECCIÓN DE JESÚS
«Si Cristo no ha resucitado, nuestra predicación carece de sentido y vuestra fe lo mismo. Además,
como testigos de Dios, resultamos unos embusteros, porque en nuestro testimonio le atribuimos
falsamente haber resucitado a Cristo» (1 Co 15,14s). San Pablo resalta con estas palabras de manera
tajante la importancia que tiene la fe en la resurrección de Jesucristo para el mensaje cristiano en su
conjunto: es su fundamento. La fe cristiana se mantiene o cae con la verdad del testimonio de que
Cristo ha resucitado de entre los muertos.
Si se prescinde de esto, aún se pueden tomar sin duda de la tradición cristiana ciertas ideas
interesantes sobre Dios y el hombre, sobre su ser hombre y su deber ser —una especie de concepción
religiosa del mundo—, pero la fe cristiana queda muerta. En este caso, Jesús es una personalidad religiosa
fallida; una personalidad que, a pesar de su fracaso, sigue siendo grande y puede dar lugar a nuestra
reflexión, pero permanece en una dimensión puramente humana, y su autoridad sólo es válida en la
medida en que su mensaje nos convence. Ya no es el criterio de medida; el criterio es entonces
únicamente nuestra valoración personal que elige de su patrimonio particular aquello que le parece útil. Y
eso significa que estamos abandonados a nosotros mismos. La última instancia es nuestra valoración
personal.
Sólo si Jesús ha resucitado ha sucedido algo verdaderamente nuevo que cambia el mundo y la
situación del hombre. Entonces Él, Jesús, se convierte en el criterio del que podemos fiarnos. Pues, ahora,
Dios se ha manifestado verdaderamente.
Por esta razón, en nuestra investigación sobre la figura de Jesús la resurrección es el punto
decisivo. Que Jesús sólo haya existido o que, en cambio, exista también ahora depende de la
resurrección. En el «sí» o el «no» a esta cuestión no está en juego un acontecimiento más entre otros,
sino la figura de Jesús como tal.
Por tanto, es necesario escuchar con una atención particular el testimonio de la resurrección que
nos ofrece el Nuevo Testamento. Pero, para ello, antes de nada debemos ciertamente dejar constancia de
que este testimonio, considerado desde el punto de vista histórico, se nos presenta de una manera
particularmente compleja, suscitando muchos interrogantes.
¿Qué pasó allí? Para los testigos que habían encontrado al Resucitado esto no era ciertamente
nada fácil de expresar. Se encontraron ante un fenómeno totalmente nuevo para ellos, pues superaba el
horizonte de su propia experiencia. Por más que la realidad de lo acontecido se les presentara de manera
tan abrumadora que los llevara a dar testimonio de ella, ésta seguía siendo del todo inusual. San Marcos
nos dice que los discípulos, cuando bajaban del monte de la Transfiguración, reflexionaban preocupados
sobre aquellas palabras de Jesús, según las cuales el Hijo del hombre resucitaría «de entre los muertos». Y
se preguntaban entre ellos lo que querría decir aquello de «resucitar de entre los muertos» (9,9s). Y, de
hecho, ¿en qué consiste eso? Los discípulos no lo sabían y debían aprenderlo sólo por el encuentro con la
realidad.
Quien se acerca a los relatos de la resurrección con la idea de saber lo que es resucitar de entre
los muertos, sin duda interpretará mal estas narraciones, terminando luego por descartarlas como
insensatas. Rudolf Bultmann ha objetado a la fe en la resurrección que, aunque Jesús hubiera salido de la
tumba, se debería decir no obstante que «un acontecimiento milagroso de esta naturaleza, como es la
reanimación de un muerto» no nos ayudaría para nada y, desde el punto de vista existencial, sería
irrelevante (cf. Neues Testament und Mythologie, p. 19).
Efectivamente, si la resurrección de Jesús no hubiera sido más que el milagro de un muerto
redivivo, no tendría para nosotros en última instancia interés alguno. No tendría más importancia que la
reanimación, por la pericia de los médicos, de alguien clínicamente muerto. Para el mundo en su
conjunto, y para nuestra existencia, nada hubiera cambiado. El milagro de un cadáver reanimado
significaría que la resurrección de Jesús fue igual que la resurrección del joven de Naín (cf. Lc 7,1117), de
la hija de Jairo (cf. Mc 5,22-24.35-43 par.) o de Lázaro (cf. Jn 11,1-44). De hecho, éstos volvieron a la vida
anterior durante cierto tiempo para, llegado el momento, antes o después, morir definitivamente.
11
12. Los testimonios del Nuevo Testamento no dejan duda alguna de que en la «resurrección del Hijo
del hombre» ha ocurrido algo completamente diferente. La resurrección de Jesús ha consistido en un
romper las cadenas para ir hacia un tipo de vida totalmente nuevo, a una vida que ya no está sujeta a la
ley del devenir y de la muerte, sino que está más allá de eso; una vida que ha inaugurado una nueva
dimensión de ser hombre. Por eso, la resurrección de Jesús no es un acontecimiento aislado que
podríamos pasar por alto y que pertenecería únicamente al pasado, sino que es una especie de
«mutación decisiva» (por usar analógicamente esta palabra, aunque sea equívoca), un salto cualitativo.
En la resurrección de Jesús se ha alcanzado una nueva posibilidad de ser hombre, una posibilidad que
interesa a todos y que abre un futuro, un tipo nuevo de futuro para la humanidad.
Por eso Pablo, con razón, ha vinculado inseparablemente la resurrección de los cristianos con la
resurrección de Jesús: «Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó... ¡Pero no! Cristo resucitó de
entre los muertos: el primero de todos» (1 Co 15,16.20). La resurrección de Cristo es un acontecimiento
universal o no es nada, viene a decir Pablo. Y sólo si la entendemos como un acontecimiento universal,
como inauguración de una nueva dimensión de la existencia humana, estamos en el camino justo para
interpretar el testimonio de la resurrección en el Nuevo Testamento.
Desde aquí puede entenderse la peculiaridad del testimonio neotestamentario. Jesús no ha vuelto
a una vida humana normal de este mundo, como Lázaro y los otros muertos que Jesús resucitó. Él ha
entrado en una vida distinta, nueva; en la inmensidad de Dios y, desde allí, Él se manifiesta a los suyos.
Esto era algo totalmente inesperado también para los discípulos, ante lo cual necesitaron un cierto
tiempo para orientarse. Es cierto que la fe judía conocía la resurrección de los muertos al final de los
tiempos. La vida nueva estaba unida al comienzo de un mundo nuevo y, en esta perspectiva, resultaba
también comprensible: si hay un mundo nuevo, entonces existe en él un modo de vida nuevo. Pero la
resurrección a una condición definitiva y diferente, en pleno mundo viejo, que todavía sigue existiendo,
era algo no previsto y, por tanto, tampoco inteligible al inicio. Por eso, la promesa de la resurrección
resultaba incomprensible para los discípulos en un primer momento.
El proceso por el que se llega a ser creyente se desarrolla de manera análoga a lo ocurrido con la
cruz. Nadie había pensado en un Mesías crucificado. Ahora el «hecho» estaba allí, y este hecho requería
leer la Escritura de un modo nuevo. Hemos visto en el capítulo anterior cómo, partiendo de lo inesperado,
la Escritura se ha desvelado de un modo nuevo y, así, también el hecho ha adquirido su propio sentido.
Obviamente, la nueva lectura de las Escrituras sólo podía comenzar después de la resurrección, porque
únicamente por ella Jesús quedó acreditado como enviado de Dios. Ahora había que identificar ambos
eventos —cruz y resurrección— en la Escritura, entenderlos de un modo nuevo y llegar así a la fe en Jesús
como el Hijo de Dios.
Pero esto significa que, para los discípulos, la resurrección era tan real como la cruz. Presupone
que se rindieron simplemente ante la realidad; que, después de tanto titubeo y asombro inicial, ya no
podían oponerse a la realidad: es realmente Él; vive y nos ha hablado, ha permitido que le toquemos, aun
cuando ya no pertenece al mundo de lo que normalmente es tangible.
La paradoja era indescriptible: por un lado, Él era completamente diferente, no un cadáver
reanimado, sino alguien que vivía desde Dios de un modo nuevo y para siempre; y, al mismo tiempo,
precisamente El, aun sin pertenecer ya a nuestro mundo, estaba presente de manera real, en su plena
identidad. Se trataba de algo absolutamente sin igual, único, que iba más allá de los horizontes usuales de
la experiencia y que, sin embargo, seguía siendo del todo incontestable para los discípulos. Así se explica
la peculiaridad de los testimonios de la resurrección: hablan de algo paradójico, algo que supera toda
experiencia y que, sin embargo, está presente de manera absolutamente real.
Pero ¿puede haber sido realmente así? ¿Podemos —especialmente en cuanto personas modernas
— dar crédito a testimonios como éstos? El pensamiento «ilustrado» dice que no. Para Gerd Lüdemann,
por ejemplo, es evidente que después del «cambio de la imagen científica del mundo... las ideas
tradicionales sobre la resurrección de Jesús» han de «considerarse obsoletas» (citado según Wilckens, I,
2, p. 119s). Ahora bien, ¿qué significa propiamente «la imagen científica del mundo»? ¿Hasta dónde
alcanza su normatividad? Hartmut Gese, en su importante contribución Die Frage des Weltbildes, al que
quisiera remitirme aquí, describe con precisión los límites de dicha normatividad.
12
13. Naturalmente no puede haber contradicción alguna con lo que constituye un claro dato científico.
Ciertamente, en los testimonios sobre la resurrección se habla de algo que no figura en el mundo de
nuestra experiencia. Se habla de algo nuevo, de algo único hasta ese momento; se habla de una
dimensión nueva de la realidad que se manifiesta entonces. No se niega la realidad existente.
Se nos dice más bien que hay otra dimensión más de las que conocemos hasta ahora. Esto, ¿está
quizás en contraste con la ciencia? ¿Puede darse sólo aquello que siempre ha existido? ¿No puede darse
algo inesperado, inimaginable, algo nuevo? Si Dios existe, ¿no puede acaso crear también una nueva
dimensión de la realidad humana, de la realidad en general? La creación, en el fondo, ¿no está en espera
de esta última y suprema «mutación», de este salto cualitativo definitivo? ¿Acaso no espera la unificación
de lo finito con lo infinito, la unificación entre el hombre y Dios, la superación de la muerte?
En la historia de todo lo que tiene vida, los comienzos de las novedades son pequeños, casi
invisibles; pueden pasar inadvertidos. El Señor mismo dijo que el «Reino de los cielos» en este mundo es
como un grano de mostaza, la más pequeña de todas las semillas (cf. Mt 13,31s par.). Pero lleva en sí la
potencialidad infinita de Dios. Desde el punto de vista de la historia del mundo, la resurrección de Jesús es
poco llamativa, es la semilla más pequeña de la historia.
Esta inversión de las proporciones es uno de los misterios de Dios. A fin de cuentas, lo grande, lo
poderoso, es lo pequeño. Y la semilla pequeña es lo verdaderamente grande. Así es como la resurrección
ha entrado en el mundo: sólo a través de algunas apariciones misteriosas a unos elegidos. Y, sin embargo,
fue el comienzo realmente nuevo; aquello que, en secreto, todo estaba esperando. Y para los pocos
testigos —precisamente porque ellos mismos no lograban hacerse una idea— era un acontecimiento tan
impresionante y real, y se manifestaba con tanta fuerza ante ellos, que desvanecía cualquier duda,
llevándolos al fin, con un valor absolutamente nuevo, a presentarse ante el mundo para dar testimonio:
Cristo ha resucitado verdaderamente (Papa Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, 2ª parte).
9. El Catecismo de la Iglesia Católica: [CEC 638-647; 651-654]
AL TERCER DÍA RESUCITÓ DE ENTRE LOS primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió
MUERTOS por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue
sepultado y que resucitó al tercer día, según las
638 "Os anunciamos la Buena Nueva de que la Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce:
Promesa hecha a los padres Dios la ha cumplido en "(1 Co 15, 3-4). El Apóstol habla aquí de la tradición
nosotros, los hijos, al resucitar a Jesús (Hch 13, viva de la Resurrección que recibió después de su
32-33). La Resurrección de Jesús es la verdad conversión a las puertas de Damasco (cf. Hch 9, 3-18).
culminante de nuestra fe en Cristo, creída y vivida
por la primera comunidad cristiana como verdad El sepulcro vacío
central, transmitida como fundamental por la
Tradición, establecida en los documentos del Nuevo 640 "¿Por qué buscar entre los muertos al que vive?
Testamento, predicada como parte esencial del No está aquí, ha resucitado" (Lc 24, 5-6). En el marco
Misterio Pascual al mismo tiempo que la Cruz: de los acontecimientos de Pascua, el primer elemento
que se encuentra es el sepulcro vacío. No es en sí una
Cristo resucitó de entre los muertos. prueba directa. La ausencia del cuerpo de Cristo en
Con su muerte venció a la muerte. el sepulcro podría explicarse de otro modo (cf. Jn
A los muertos ha dado la vida. 20,13; Mt 28, 11-15). A pesar de eso, el sepulcro vacío
ha constituido para todos un signo esencial. Su
(Liturgia bizantina, Tropario de Pascua) descubrimiento por los discípulos fue el primer paso
para el reconocimiento del hecho de la Resurrección.
Es el caso, en primer lugar, de las santas mujeres (cf.
I El acontecimiento histórico y transcendente Lc 24, 3. 22- 23), después de Pedro (cf. Lc 24, 12). "El
discípulo que Jesús amaba" (Jn 20, 2) afirma que, al
639 El misterio de la resurrección de Cristo es un entrar en el sepulcro vacío y al descubrir "las vendas
acontecimiento real que tuvo manifestaciones en el suelo"(Jn 20, 6) "vio y creyó" (Jn 20, 8). Eso
históricamente comprobadas como lo atestigua el supone que constató en el estado del sepulcro vacío
Nuevo Testamento. Ya San Pablo, hacia el año 56, (cf. Jn 20, 5-7) que la ausencia del cuerpo de Jesús no
puede escribir a los Corintios: "Porque os transmití, en había podido ser obra humana y que Jesús no había
13
14. vuelto simplemente a una vida terrenal como había de los apóstoles no tiene consistencia. Muy al
sido el caso de Lázaro (cf. Jn 11, 44). contrario, su fe en la Resurrección nació - bajo la
acción de la gracia divina - de la experiencia directa de
Las apariciones del Resucitado la realidad de Jesús resucitado.
641 María Magdalena y las santas mujeres, que venían El estado de la humanidad resucitada de Cristo
de embalsamar el cuerpo de Jesús (cf. Mc 16,1; Lc 24,
1) enterrado a prisa en la tarde del Viernes Santo por 645 Jesús resucitado establece con sus discípulos
la llegada del Sábado (cf. Jn 19, 31. 42) fueron las relaciones directas mediante el tacto (cf. Lc 24, 39; Jn
primeras en encontrar al Resucitado (cf. Mt 28, 20, 27) y el compartir la comida (cf. Lc 24, 30. 41-43;
9-10;Jn 20, 11-18). Así las mujeres fueron las Jn 21, 9. 13-15). Les invita así a reconocer que él no
primeras mensajeras de la Resurrección de Cristo para es un espíritu (cf. Lc 24, 39) pero sobre todo a que
los propios Apóstoles (cf. Lc 24, 9-10). Jesús se comprueben que el cuerpo resucitado con el que se
apareció en seguida a ellos, primero a Pedro, después a presenta ante ellos es el mismo que ha sido
los Doce (cf. 1 Co 15, 5). Pedro, llamado a confirmar martirizado y crucificado ya que sigue llevando las
en la fe a sus hermanos (cf. Lc 22, 31-32), ve por tanto huellas de su pasión (cf Lc 24, 40; Jn 20, 20. 27). Este
al Resucitado antes que los demás y sobre su cuerpo auténtico y real posee sin embargo al mismo
testimonio es sobre el que la comunidad exclama: "¡Es tiempo las propiedades nuevas de un cuerpo glorioso:
verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a no está situado en el espacio ni en el tiempo, pero
Simón!" (Lc 24, 34). puede hacerse presente a su voluntad donde quiere y
cuando quiere (cf. Mt 28, 9. 16-17; Lc 24, 15. 36; Jn
642 Todo lo que sucedió en estas jornadas pascuales 20, 14. 19. 26; 21, 4) porque su humanidad ya no
compromete a cada uno de los Apóstoles - y a Pedro puede ser retenida en la tierra y no pertenece ya más
en particular - en la construcción de la era nueva que que al dominio divino del Padre (cf. Jn 20, 17). Por
comenzó en la mañana de Pascua. Como testigos del esta razón también Jesús resucitado es soberanamente
Resucitado, los apóstoles son las piedras de fundación libre de aparecer como quiere: bajo la apariencia de un
de su Iglesia. La fe de la primera comunidad de jardinero (cf. Jn 20, 14-15) o "bajo otra figura" (Mc
creyentes se funda en el testimonio de hombres 16, 12) distinta de la que les era familiar a los
concretos, conocidos de los cristianos y, para la discípulos, y eso para suscitar su fe (cf. Jn 20, 14. 16;
mayoría, viviendo entre ellos todavía. Estos "testigos 21, 4. 7).
de la Resurrección de Cristo" (cf. Hch 1, 22) son ante
todo Pedro y los Doce, pero no solamente ellos: Pablo 646 La Resurrección de Cristo no fue un retorno a
habla claramente de más de quinientas personas a las la vida terrena como en el caso de las
que se apareció Jesús en una sola vez, además de resurrecciones que él había realizado antes de
Santiago y de todos los apóstoles (cf. 1 Co 15, 4-8). Pascua: la hija de Jairo, el joven de Naim, Lázaro.
Estos hechos eran acontecimientos milagrosos, pero
643 Ante estos testimonios es imposible interpretar la las personas afectadas por el milagro volvían a tener,
Resurrección de Cristo fuera del orden físico, y no por el poder de Jesús, una vida terrena "ordinaria". En
reconocerlo como un hecho histórico. Sabemos por los cierto momento, volverán a morir. La resurrección de
hechos que la fe de los discípulos fue sometida a la Cristo es esencialmente diferente. En su cuerpo
prueba radical de la pasión y de la muerte en cruz de resucitado, pasa del estado de muerte a otra vida más
su Maestro, anunciada por él de antemano (cf. Lc 22, allá del tiempo y del espacio. En la Resurrección, el
31-32). La sacudida provocada por la pasión fue tan cuerpo de Jesús se llena del poder del Espíritu Santo;
grande que los discípulos (por lo menos, algunos de participa de la vida divina en el estado de su gloria,
ellos) no creyeron tan pronto en la noticia de la tanto que San Pablo puede decir de Cristo que es "el
resurrección. Los evangelios, lejos de mostrarnos una hombre celestial" (cf. 1 Co 15, 35-50).
comunidad arrobada por una exaltación mística, los
evangelios nos presentan a los discípulos abatidos ("la La resurrección como acontecimiento
cara sombría": Lc 24, 17) y asustados (cf. Jn 20, 19). transcendente
Por eso no creyeron a las santas mujeres que
regresaban del sepulcro y "sus palabras les parecían 647 "¡Qué noche tan dichosa, canta el 'Exultet' de
como desatinos" (Lc 24, 11; cf. Mc 16, 11. 13). Pascua, sólo ella conoció el momento en que Cristo
Cuando Jesús se manifiesta a los once en la tarde de resucitó de entre los muertos!". En efecto, nadie fue
Pascua "les echó en cara su incredulidad y su dureza testigo ocular del acontecimiento mismo de la
de cabeza por no haber creído a quienes le habían Resurrección y ningún evangelista lo describe. Nadie
visto resucitado" (Mc 16, 14). puede decir cómo sucedió físicamente. Menos aún,
su esencia más íntima, el paso a otra vida, fue
644 Tan imposible les parece la cosa que, incluso perceptible a los sentidos. Acontecimiento histórico
puestos ante la realidad de Jesús resucitado, los demostrable por la señal del sepulcro vacío y por la
discípulos dudan todavía (cf. Lc 24, 38): creen ver un realidad de los encuentros de los apóstoles con
espíritu (cf. Lc 24, 39). "No acaban de creerlo a causa Cristo resucitado, no por ello la Resurrección
de la alegría y estaban asombrados" (Lc 24, 41). pertenece menos al centro del Misterio de la fe en
Tomás conocerá la misma prueba de la duda (cf. Jn aquello que transciende y sobrepasa a la historia. Por
20, 24-27) y, en su última aparición en Galilea referida eso, Cristo resucitado no se manifiesta al mundo (cf.
por Mateo, "algunos sin embargo dudaron" (Mt 28, Jn 14, 22) sino a sus discípulos, "a los que habían
17). Por esto la hipótesis según la cual la resurrección subido con él desde Galilea a Jerusalén y que ahora
habría sido un "producto" de la fe (o de la credulidad) son testigos suyos ante el pueblo" (Hch 13, 31).
14
15. III Sentido y alcance salvífico de la Resurrección 654 Hay un doble aspecto en el misterio Pascual:
por su muerte nos libera del pecado, por su
651 "Si no resucitó Cristo, vana es nuestra Resurrección nos abre el acceso a una nueva vida.
predicación, vana también vuestra fe"(1 Co 15, 14). Esta es, en primer lugar, la justificación que nos
La Resurrección constituye ante todo la confirmación devuelve a la gracia de Dios (cf. Rm 4, 25) "a fin de
de todo lo que Cristo hizo y enseñó. Todas las que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los
verdades, incluso las más inaccesibles al espíritu muertos... así también nosotros vivamos una nueva
humano, encuentran su justificación si Cristo, al vida" (Rm 6, 4). Consiste en la victoria sobre la
resucitar, ha dado la prueba definitiva de su autoridad muerte y el pecado y en la nueva participación en la
divina según lo había prometido. gracia (cf. Ef 2, 4-5; 1 P 1, 3). Realiza la adopción
filial porque los hombres se convierten en hermanos
de Cristo, como Jesús mismo llama a sus discípulos
652 La Resurrección de Cristo es cumplimiento de las después de su Resurrección: "Id, avisad a mis
promesas del Antiguo Testamento (cf. Lc 24, 26-27. hermanos" (Mt 28, 10; Jn 20, 17). Hermanos no por
44-48) y del mismo Jesús durante su vida terrenal (cf. naturaleza, sino por don de la gracia, porque esta
Mt 28, 6; Mc 16, 7; Lc 24, 6-7). La expresión "según filiación adoptiva confiere una participación real en la
las Escrituras" (cf. 1 Co 15, 3-4 y el Símbolo vida del Hijo único, la que ha revelado plenamente en
nicenoconstantinopolitano) indica que la Resurrección su Resurrección.
de Cristo cumplió estas predicciones.
655 Por último, la Resurrección de Cristo - y el propio
653 La verdad de la divinidad de Jesús es confirmada Cristo resucitado - es principio y fuente de nuestra
por su Resurrección. Él había dicho: "Cuando hayáis resurrección futura: "Cristo resucitó de entre los
levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo muertos como primicias de los que durmieron ... del
Soy" (Jn 8, 28). La Resurrección del Crucificado mismo modo que en Adán mueren todos, así también
demostró que verdaderamente, él era "Yo Soy", el todos revivirán en Cristo" (1 Co 15, 20-22). En la
Hijo de Dios y Dios mismo. San Pablo pudo decir a espera de que esto se realice, Cristo resucitado vive en
los Judíos: "La Promesa hecha a los padres Dios la ha el corazón de sus fieles. En El los cristianos "saborean
cumplido en nosotros... al resucitar a Jesús, como está los prodigios del mundo futuro" (Hb 6,5) y su vida es
escrito en el salmo primero: 'Hijo mío eres tú; yo te he arrastrada por Cristo al seno de la vida divina (cf. Col
engendrado hoy" (Hch 13, 32-33; cf. Sal 2, 7). La 3, 1-3) para que ya no vivan para sí los que viven, sino
Resurrección de Cristo está estrechamente unida al para aquél que murió y resucitó por ellos" (2 Co 5,
misterio de la Encarnación del Hijo de Dios: es su 15).
plenitud según el designio eterno de Dios.
Cuestiones a reflexionar
-¿Dónde vas a celebrar la Pascua?
-¿Qué sentido tiene que celebremos de forma especial la Semana Santa?
-¿Por qué es la semana más importante para el cristiano?
-¿Conoces la liturgia de la Vigilia Pascual? ¿Por qué se proclaman tantas lecturas?
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16. 4ª SESIÓN. ORACIÓN
• Exposición del Santísimo (siempre que se pueda).
• Canción: Resucitó (u otra similar de adoración o vocación)
• 1ª Lectura: Getsemaní (Mt 26, 36-46)
o Breve explicación
o Silencio
o Canción
• 2ª Lectura: La muerte de Jesús en la cruz (Jn 19, 25-37)
o Breve explicación
o Silencio
o Canción
• 3ª Lectura: La Resurrección (Jn 20, 1-9)
o Breve explicación
o Silencio
o Canción
Puesta en común: es deseable que se deje un tiempo para poner en común todo lo
reflexionado durante las cuatro sesiones.
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