El documento discute la función social de la enseñanza y las concepciones sobre los procesos de aprendizaje en la práctica educativa. Argumenta que la educación se ha enfocado tradicionalmente en seleccionar a los estudiantes más capaces para seguir estudios universitarios u obtener títulos prestigiosos, en lugar de valorar los procesos de aprendizaje de los estudiantes. También sugiere que la educación debería enfocarse en formar ciudadanos integrales con múltiples capacidades, no sólo cognitivas. Finalmente,
1. Texto Zabala. La función social de la enseñanza y concepción sobre procesos de
aprendizaje en la práctica educativa. Cómo enseñar. (pp. 25-35)
Podríamos considerar que más allá de las grandes declaraciones de principios, la función
fundamental que la sociedad ha atribuido a la educación ha sido la de seleccionar a los
mejores en relación con su capacidad para seguir una carrera universitaria o para obtener
cualquier otro título de prestigio reconocido. (pág. 25)
Unos aprendizajes determinados por encima de otros ha sido la potencialidad que se les
atribuye para alcanzar unos objetivos propedéuticos, es decir, determinados por su valor a
largo plazo y respecto a una capacitación profesional, infravalorando, de este modo, el
valor formativo de los procesos que los chicos y las chicas siguen a lo largo que la
escolarización. (pág. 25)
Un modo de determinar los objetivos o finalidades de la educación consiste en hacerla en
relación con las capacidades que se pretende desarrollar en los alumnos.(pág. 25)
El papel asignado hasta ahora a la enseñanza ha priorizado las capacidades cognitivas,
pero no todas, sino aquéllas que se han considerado más relevantes y que, como sabemos,
corresponden al aprendizaje de las asignaturas o materias tradicionales.(pág. 26)
Educar quiere decir formar ciudadanos y ciudadanas, los cuales no están parcelados en
compartimentos estancos, en capacidades aisladas.(pág. 26)
Ego y de convivencia inciden en todas las capacidades de la persona. Nosotros, los
enseñantes, podemos desarrollar la actividad profesional sin planteamos el sentido
profundo de las experiencias que proponemos, y podemos dejamos llevar por la inercia o la
tradición. O bien podemos intentar comprender la influencia que estas experiencias tienen e
intervenir para que sean lo más beneficiosas posible para el desarrollo y la maduración de
los chicos y las chicas.(pág. 26)
Las razones que han de justificar la respuesta a la pregunta de cuáles serán las
necesidades de todo tipo que tendrán nuestros alumnos cuando sean adultos, o sea, en pleno
siglo XXI, la valoración de las capacidades que habrá que potenciar para que puedan
superar los problemas y las trabas que surgirán en todos los campos (personal, social y
profesional), no sólo están supeditadas a un análisis prospectivo, sino sobre todo a la
consideración del papel que deberán tener en la sociedad como miembros activos y
copartícipes en su configuración. (pág. 27)
La manera de organizar el aula, el tipo de incentivos, las expectativas que depositamos,
los materiales que utilizamos, cada una de estas decisiones vehicula unas experiencias
educativas determinadas, y es posible que no siempre estén en consonancia con el
pensamiento que tenemos respecto al sentido y el papel que hoy en día tiene la
educación.(pág. 27)
Es imposible valorar qué sucede en el aula si no conocemos el sentido último de lo que
allí se hace. Pero, al mismo tiempo, las intenciones educativas son tan globales y generales
que difícilmente pueden ser instrumentos de actuación práctica en el ámbito tan concreto
del aula.(pág. 27)
La cuestión que se plantea ahora consiste en saber si aquellos contenidos que se trabajan
realmente se aprenden. Aquí es donde debemos situar el otro referente de análisis: la
concepción del aprendizaje.(pág. 31)