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Puntuaciones sobre teoría, método
y técnica en ciencias sociales
EPISTEMOLOGÍA
FRONTERIZA
Cora Escolar y Juan Besse
Coordinadores
Eudeba
Universidad de Buenos Aires
1ª edición: 2011
© 2011
Editorial Universitaria de Buenos Aires
Sociedad de Economía Mixta
Av. Rivadavia 1571/73 (1033) Ciudad de Buenos Aires
Tel.: 4383-8025 / Fax: 4383-2202
www.eudeba.com.ar
Imagen de tapa: Pangolín de Pablo Besse.
Diseño de tapa: Troopers
Corrección general: Eudeba
Impreso en la Argentina
Hecho el depósito que establece la ley 11.723
No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su almacenamiento en
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Cora Escolar
Epistemología fronteriza. - 1a ed. - Buenos Aires : Eudeba, 2011.
192 p. ; 23x16 cm. - (Lectores)
ISBN 978-950-23-1785-4
1. Epistemología. I. Título.
CDD 121
Entre la singularidad del ejemplo y la generalidad de la sentencia,
los relatos hacen su camino. Entre lo histórico y lo no histórico, lo que viene de
un mundo anterior al hombre encuentra con qué excavar su agujero
y nidificar en los bordes del vacío, de la fusión, en la frontera
de la disgregación, del lenguaje, del tiempo y del pensamiento.
Pascal Quignard. Retórica especulativa
ÍNDICE
Presentación. Investigar en la frontera
Cora Escolar y Juan Besse..............................................................11
Capítulos
1. Pensar en/con Foucault
Cora Escolar.....................................................................................21
2. Relaciones entre ciencia y saber. La arqueología como método
en Michel Foucault
Luciana Messina y Lisandro de la Fuente........................................33
3. El porvenir de un encuentro. Psicoanálisis y ciencias sociales,
entre la aplicación y la extensión
Juan Besse.........................................................................................49
4. La teoría menor, el tiempo histórico y la práctica simbólica
compartida
Cora Escolar.....................................................................................85
5. Proceso y diseño en la construcción del objeto de investigación:
las costuras de Frankenstein o un entre-dos que no hace dos
Juan Besse............................................................................................ 93
6. Método: notas para una definición
Cora Escolar y Juan Besse.............................................................115
7. El encuadre teórico-metodológico de la entrevista como
dispositivo de producción de información
Luciana Messina y Cecilia Varela...................................................125
8. La “gestión de datos” como proceso de toma de decisiones
Cora Escolar...................................................................................137
Incursiones bibliográficas: comentarios de lectura
Pensar la construcción. Un comentario sobre Arquitectura plus
de sentido
Juan Besse.......................................................................................147
Un lugar para los estudios de la vida cotidiana
Cora Escolar y Analía Minteguiaga...............................................155
Memoria del análisis estructural. Un comentario de El periplo
estructural. Figuras y paradigma de Jean-Claude Milner
Juan Besse.......................................................................................165
Simmel con Lacan. Un comentario de Lacan lector de Simmel:
una extraña alianza de Paul Vanden Berghe
Juan Besse.......................................................................................175
9
AGRADECIMIENTOS
Los escritos que constituyen este libro encontraron su enhebrado gracias al trabajo
docente en las materias de epistemología y metodología de las ciencias sociales,
en el nivel de grado y posgrado, tanto de la UBA, de la UNLa, como de otras
instituciones universitarias.
El seminario interno de las cátedras de Epistemología y Metodología de la
carrera de Geografía de la UBA, llevado a cabo al alba de cada jueves de 2003 en
la mesa redonda de LasVioletas y cada miércoles de 2004 en la ovalada de la Reina
Kunti, ha sido el reavivo para pensar la enseñanza y la transmisión de muchas
de las cuestiones concernidas en los capítulos que integran la compilación. El
conjunto de los trabajos de este libro ha florecido con ese encuentro sostenido.
Luis Baer y Cecilia Varela hicieron posible el tejido de la primera red para
el armado del libro. Silvina Fabri lidió con los menesteres de la presentación
editorial. El trayecto final estuvo a cargo de Andrea Lobos, todos ellos alumnos
y graduados adscriptos a las cátedras antes mencionadas.
En Eudeba, Pablo Castillo brindó un tiempo atento y riguroso al trabajo
de edición.
Cora Escolar y Juan Besse
11
Presentación
INVESTIGAR EN LA FRONTERA
Cora Escolar y Juan Besse
El título de este libro acaeció en el tiempo en que una serie de escritos –nuestros
y de quienes forman parte de las cátedras de Epistemología de la Geografía y
Metodología de la Investigación–1
se dispersaban en revistas o en las memorias
de nuestras computadoras.
Fue hacia fines de 2002 cuando empezó a tomar forma la idea de reunir
en un libro escritos forjados al calor de pensamientos e intuiciones modulados
en los seminarios internos de la cátedra. Esos borradores surgieron como resul-
tado del cursado de materias o seminarios de formación, o en la tarea misma
de la enseñanza. Allí, en ese tiempo y por esas prácticas, se hizo evidente, para
nosotros mismos, el carácter fronterizo de la andadura epistemológica trabajada.
Por eso, cuando tomamos contacto con el término epistemología fronteriza,
el regusto a contradicción en los propios términos que secretaba la adición de las
dos palabras, se impuso como una razonable condensación de los enfoques que
coexistirían en el futuro libro. Ese descompletamiento de la Epistemología2
–por la
1. Cátedras del Departamento de Geografía de la Facultad de Filosofía y Letras de la Uni-
versidad de Buenos Aires.
2. En la acepción que asocia Epistemología con Filosofía de la Ciencia, como sociedad con
aspiraciones tribunalicias, es decir, un saber con atribuciones no sólo de examen sino de
validación del conocimiento.
12
Cora Escolar y Juan Besse
vía de la frontera o, más precisamente, inventemos el término, a cuenta y riesgo
de la frontericidad– era, tal vez, uno de los denominadores comunes presente
entre los distintos artículos a compilar.
Pero ¿de qué hablamos cuando decimos epistemología o aludimos al ca-
rácter epistemológico de un enunciado?
En un trabajo inspirador sobre los usos de la noción de epistemología,
luego de hacer suyo el supuesto de que “hay un aspecto que caracteriza a todos
los usos que vamos a distinguir: análisis crítico de las premisas de una actividad
cognitiva”, Delgado señala los tres principales recortes que organizan la consti-
tución terminológica del hoy acrecentado terreno epistemológico.3
Trabajo que
sugiere la pertinencia de referirse: a epistemologías, en plural, cuando se haga
referencia a teorías de las ciencias particulares, es decir, “a discursos meta-teóricos
con valor disciplinar, esto es, cánones de la metodología de una disciplina”; a
epistémica cuando se realice el análisis de “los contextos históricos, culturales y
filosóficos en los cuales se desarrolla un estilo de pensamiento”, y a epistemología,
en singular, cuando se dé cuenta de posiciones referidas a la construcción del
objeto en los términos más tradicionales de la teoría del conocimiento, esto es,
concepciones o perspectivas epistemológicas que despliegan a su vez teorías del
objeto y del sujeto de conocimiento; pero, también, la asunción de que hay una
dimensión epistemológica inherente a cualquier actividad.4
Las tres acepciones son constitutivas de las prácticas de investigación. Los
trabajos que integran el libro expresan sus anudamientos y las tratan, en cada
abordaje, con énfasis particulares.
*
Latareapropiadelasdisciplinassocialeses,simultáneamente,conocerypensar.
El verbo que condensa el uso poskantiano, digamos contemporáneo, de esa juntura
es, no sin algún tropiezo, investigar. Entonces, ¿por qué investigar en la frontera?
Investigar es ya, de algún modo, habitar la frontera entre la razón y la
sinrazón.5
Reconocer que el límite que las separa es permeable o frágil, de allí la
3. Juan Manuel Delgado (1997), “Epistemologías, epistémica y epistemología”, en Fernando
Álvarez-Uría (ed.), Jesús Ibáñez. Teoría y práctica, Madrid, Endymion, p. 177.
4. Juan Manuel Delgado (1997), op. cit., pp. 180-181.
5. Este libro es un texto universitario y, como ha dicho Derrida, no se puede pensar la posi-
bilidad de la universidad como institución moderna sin interrogar ese acontecimiento que
es el principio mismo de razón. Jacques Derrida (1983), “Las pupilas de la Universidad. El
principio de razón y la idea de Universidad”, en Cómo no hablar. Y otros textos, Proyecto ‘A’
Ediciones, Barcelona, 1997.
13
Presentación. Investigar en la frontera
insistencia clásica en su separación; la inquietud normativa por el establecimiento
de criterios taxativos de demarcación que tracen el límite entre lo racional y lo
que no lo es.
Y así, a un lado o a otro de la frontera móvil entre trabajos viejos y nuevos,
la puesta en común de estos materiales epistemológicos en un mismo libro fue
adquiriendo color.6
El color de “lo fronterizo”.
*
Corominas sitúa el uso del vocablo “frontera” hacia 1140. En cambio, el
advenimiento del término “fronterizo” es ubicado con precisión en 1607.7
A
cuatrocientos años de esa emergencia, tres han sido las invitaciones a inscribir
el título del libro en esa inclinación: desde la frontera, como sustantivo, hacia
lo fronterizo como atributo de algo.
*
Por una parte, las nociones de lo epistemológico esbozadas antes por Del-
gado, aun primando una de ellas, hacen frontera en cualquier trabajo de investi-
gación. La investigación es entonces una región fronteriza entre el conocimiento
como posibilidad, como necesidad8 y como invención histórica: la producción
de sujetos y objetos de conocimiento en las prácticas de investigación tiene como
horizonte saberes, disciplinas y ciencias históricamente constituidas. Sobre ese
supuesto cualquiera de esas nociones (epistemología en singular, epistemologías en
plural o epistémica) es una vía de entrada que habilita –cuando no directamente la
promueve– la búsqueda de enlaces, conexiones, relaciones, con alguna de las otras.
Los trabajos que forman parte de este libro se palpan en esa frontera. En
cada uno de los capítulos, los autores –como no puede ser de otro modo– hacen
reverberar, en sus escrituras, improntas disciplinares: las certidumbres y las ig-
norancias, los modos de dudar y de evidenciar, los estilos de razonar, que ponen
de manifiesto las formaciones primarias transitadas. Pero en ninguno de los
6. Wittgenstein, en sus observaciones sobre los colores, dice que “una historia natural de los
colores tendría que dar cuenta de su aparición en la naturaleza, no de su esencia. Sus propo-
siciones tendrían que ser temporales”, Ludwig Wittgenstein (1977), Observaciones sobre los
colores, Barcelona, Paidós/IIF-UNAM, 1994, p. 34.
7. Joan Corominas (1961), Breve Diccionario etimológico de la lengua castellana, Madrid,
Gredos, 1994, p. 281.
8. En el sentido establecido por Emilio Lamo de Espinosa, J. M. González García y C.Torres
Albero en “Introducción: Conocimiento, individuo y sociedad”, La sociología del conocimiento
y de la ciencia, Madrid, Alianza, 1994.
14
Cora Escolar y Juan Besse
casos la razón disciplinar se ejerce como fundamento último. Así, los lenguajes
incorporados en los trayectos académicos o profesionales –sean éstos los lenguajes
provistos por las seguridades de las formaciones primarias (la antropología, la
geografía, la sociología) o los de los balbuceos en los campos más recientemente
explorados (la lingüística, el psicoanálisis, la filosofía)–, se intersecan, y esperamos
que en el espacio de esas intersecciones se con-fronten fructíferamente.
*
La segunda filiación de nuestra opción por lo fronterizo proviene de
los llamados estudios poscoloniales,9
cuyos autores, a decir verdad, no hemos
frecuentado con asiduidad. Sin embargo, y a pesar de las diferencias de es-
tilo, atisbamos en ese acervo teórico cuestionamientos fecundos. Ha sido el
pasaje de los llamados estudios culturales10
a los estudios poscoloniales uno de
los laboratorios del pensamiento contemporáneo que puso en entredicho el
adocenado terreno epistemológico de las ciencias sociales. El arduo trabajo
de instalar nuevas preguntas que dieran lugar a nuevos enfoques y objetos de
investigación, ya no definidos por disciplinas sino por problemas, sirvió para
sacudir la modorra epistemológica en la que se encontraban las ciencias sociales
en los años ‘80 y, de ese modo, trabajar en pos de estrategias de investigación
transdisciplinarias.
La perspectiva poscolonial ha hecho suyo el concepto mismo de episte-
mología fronteriza, espacio bisagra entre estrategias globales e historias locales,
sin el cual, a juicio de estas corrientes, no es posible pensar la producción de
conocimiento. En ese sentido, Walter Mignolo entiende que “la reflexión sobre
espacios geográficos y localizaciones epistemológicas es posible y es promovida
por las nuevas formas de conocimiento que se están produciendo en las zonas
de legados coloniales, en el conflicto fronterizo entre historias locales y diseños
globales, desde América a África del Sur, desde América hasta África del Norte,
9. Véase, entre otros trabajos, Edgardo Lander (comp.) (2000), La colonialidad del saber:
eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas, Buenos Aires, CLACSO.
10. Castro-Gómez sostiene, y coincidimos con su apreciación, que “es preciso establecer aquí
una diferencia en el significado político que han tenido los estudios culturales en la univer-
sidad norteamericana y latinoamericana respectivamente. Mientras que en Estados Unidos
los estudios culturales se han convertido en un vehículo idóneo para el rápido ‘carrerismo’
académico en un ámbito estructuralmente flexible, en América Latina han servido para
combatir la desesperante osificación y el parroquialismo de las estructuras universitarias”,
Santiago Castro-Gómez (2000), “Ciencias sociales, violencia epistémica y el problema de la
‘invención del otro’”, en Edgardo Lander (comp.) (2000), op. cit., p. 157.
15
Presentación. Investigar en la frontera
desde el Pacífico en las Américas hasta el Pacífico del Sur de Asia y Oceanía.
[...] Se trata de entender la fuerza de las epistemologías fronterizas, de aquellas
formas de conocimiento que operan entre los legados metropolitanos del co-
lonialismo (diseños globales) y los legados de las zonas colonizadas (historias
locales). Se trata de pensar a partir de esta situación”.11
Pensar la situación es
pensar en situación y, para Mignolo, el concepto de epistemologías fronterizas
es solidario de otra noción: las geopolíticas del conocimiento.12
Intersección
que no sólo compatibiliza sino que vuelve necesario leer, por dar un ejemplo
que puede invitar a sonreír, a Jauretche con Derrida... y, contra reembolso, a
Derrida con Jauretche.
*
La tercera incitación proviene de la pasión, o de la práctica, antifilosó-
fica.13
Una epistemología fronteriza alude a una epistemología que no logra
completar un sistema o que, habiendo sostenido la ilusión de la completud,
se descompleta. Lo fronterizo es allí, casi, sinónimo de estado de descomple-
tamiento. La intervención freudiana contradice la modernidad en razón de
su propia experiencia, y da lugar “a lo que Eugenio Trías llama una razón
fronteriza” en la que el campo del sentido no es lo opuesto a lo real como
tampoco ya es pertinente pensar “al individuo como opuesto a la sociedad, ni
11. Walter Mignolo (1996), “Espacios geográficos y localizaciones epistemológicas: la ratio
entre la localización geográfica y al subalternización de conocimientos”, en Revista del Instituto
de Estudios Sociales y Culturales PENSAR, Nº34, Pontificia Universidad Católica Javeriana
de Bogotá, p. 5.
12. Walter Mignolo (2000), Local Histories/Global Designs: Coloniality, Subaltern Knowledge
and Border Thinking, Princeton Princeton University Press. Hay traducción castellana His-
torias locales/Diseños globales: ensayos sobre los legados coloniales, los conocimientos subalternos y
el pensamiento de frontera, Madrid, Akal, 2003.
13. Jorge Alemán arqueologiza los usos del término en el campo psicoanalítico, a partir de
la indicación de Lacan, en 1974, cuando –a poco de crearse un Departamento de Psicoaná-
lisis en París VIII y con relación a la formación del analista– habló de lingüística, topología
y antifilosofía como saberes que hacían a esa formación. Dice Alemán que “si tuviéramos
que señalar un primer rasgo de lo que creo debe entenderse por antifilosofía, sería éste: el
acontecimiento que tuvo lugar con el nombre propio de Freud, al dilucidar una frontera que,
a diferencia de lo que vamos a llamar las tradiciones filosóficas que se proponen agotar al sujeto
o a la subjetividad en el campo del sentido, el dato que se impone en Freud es esa articulación
‘pulsión-sentido’, esa especie de bisagra, de gozne, que une y separa a la vez estos dos sitios”, Jorge
Alemán (2000), “Introducción a la antifilosofía. La filosofía y su exterior”, en Jacques Lacan
y el debate posmoderno, Buenos Aires, Filigrana, p. 32.
16
Cora Escolar y Juan Besse
a la libertad como opuesta a la restricción”.14
Punto –este último enunciado
de Alemán– en el que se restringe lo que cobija el rótulo, en ocasiones muy
amplio, de antifilosofía.15
Ahora bien, la anti-epistemología o incluso la anti-metodología16
–en tanto
términos usados como sustitutos eventuales de la noción de anti-filosofía– no
supone necesariamente hacer suyos y desplegar los supuestos analíticos derivados
de una razón fronteriza.17
En la medida en que el corte con el saber filosófico,
epistemológico o metodológico establecido y consagrado (expresado en el prefijo
anti) promueve una posición anti-normativista,18
podría decirse que están dadas
ciertas condiciones de posibilidad de una razón fronteriza que hace su trabajo
advertida de que lo simbólico no agota lo real pero que, sin embargo, en ese ince-
sante, hacer frontera con él no cesa de intervenir en su fabricación.
Así, las epistemologías de las ciencias sociales no pueden desconocer el
principio de razón que las funda pero tampoco descansar en la ilusión de una
razón operante por si misma o automática que conlleve un abandono del trabajo
de pensar la singularidad de cada práctica de investigación. Algunas interven-
ciones del último Bourdieu, figura emblemática de una epistemología de las
ciencias sociales dispuesta a ponerse en entredicho en cada acto de investigación,
sugieren esa dirección.19
	
*
Jullien habla de China como de una frontera al (propio) pensamiento. Dice
“China nos permite tomar distancia del pensamiento del que venimos, romper
con sus filiaciones e interrogarlo desde afuera [...] este paso por China tiene dos
14. Jorge Alemán (2000), op. cit., p. 31.
15. Lugar en el que se inscribirían pensadores tan distintos y a la vez, en más de un sentido,
próximos como Nietzsche, Heidegger, Wittgenstein, Deleuze o Foucault.
16. En ese horizonte, planteos como el de Paul Feyerabend en El anti-método o Pierre Bour-
dieu, Jean-Claude Passeron y Jean-Claude Chamboredon en El Oficio de Sociólogo pueden
ser reconocidos como una anti-filosofía de la ciencia.
17.Tal como es esbozada la noción por EugenioTrías y retomada por el trabajo de Jorge Alemán.
18. Entiéndase anti-normativista y no anti-normativa.
19. Como cuando dice que “aquelloquedenominé objetivación participante (a laquenodebemos
confundir con la ‘observación participante’) es, sin duda alguna, el más difícil de los ejercicios,
porque exige romper con las adherencias y adhesiones más profundas y más inconscientes; a
menudo con aquellas que fundamentan el ‘interés’ mismo del objeto estudiado para quien lo
estudia, es decir, lo que él menos desea saber acerca de su relación con el objeto que intenta
conocer”, Pierre Bourdieu (1987), “Una objetivación participante”, en Pierre Bourdieu y Loïc
Wacquant, Respuestas. Por una antropología reflexiva, México, Grijalbo, 1995, p. 191.
17
Presentación. Investigar en la frontera
funciones, o se desarrolla en dos direcciones: de desvío y de retorno”.20
Como
lo fueron –y en gran medida lo siguen siendo– el buen y el mal salvaje en los
albores del pensamiento moderno, esta China pretexto, o la América pretexto, o
lo que cumpla esa función de desarraigo epistemológico, es experiencia fronteriza,
donde el desvío es solidario del retorno y al revés.
Los capítulos
En el capítulo 1 “Pensar en/con Foucault”, Cora Escolar propone indagar la
posibilidad de la utilización del arsenal teórico-metodológico y las reflexiones
epistemológicas de Foucault para el abordaje teórico de las relaciones entre
prácticas sociales, discursos de verdad y producción de subjetividad. Para ello,
se presentan algunas cuestiones epistemológicas y metodológicas mediante el
recorte de una serie de enunciados seleccionados con el fin de repasar algunos
supuestos teóricos acerca de la temática del poder que caracterizara la producción
de Foucault en los años ‘70. Asimismo, dicho repaso de los items escogidos es
trabajado a la luz de conexiones con los escritos de Foucault anteriores a los años
‘70, principalmente aquellos en los cuales sentó principios de corte epistemológico
sobre las prácticas de investigación en el campo de las ciencias humanas. Por
último, el abordaje destaca algunos rasgos del pensamiento de Foucault, entre
ellos, que en su discurso no exista en sentido restringido una teoría del poder,
sino más bien una analítica de éste.
*
El capítulo 2 de Lisandro de la Fuente y Luciana Messina, “Relaciones entre
ciencia y saber. La arqueología como método en Michel Foucault”, pasa revista
a la noción de arqueología en Michel Foucault. Así, el trabajo gira en torno a
“cómo concibe Foucault el saber y por qué propone un abordaje arqueológico
del documento histórico”. A la vez, colateralmente, la propuesta es dar cuenta
de las relaciones que establece entre ciencia y saber en diversos pasajes de La
Arqueología del Saber. En segundo lugar, se propone “indagar cómo Foucault,
al construir un método opuesto a los modelos ya establecidos de análisis de la
historia del pensamiento, necesitó deconstruir algunas concepciones sobre las
que éstos se asientan”. Los autores centraron su análisis en La Arqueología del
Saber con el fin de articular los ejes principales de dicho libro con ciertos aspectos
20. François Jullien (2005), Conferencia sobre la eficacia, Buenos Aires, Katz editores, 2006,
p. 15.
18
Cora Escolar y Juan Besse
de la obra de Gaston Bachelard y Pierre Bourdieu, entre otros autores que han
marcado la construcción del andamiaje epistemológico de las ciencias sociales.
*
En el capítulo 3 “El porvenir de un encuentro. Psicoanálisis y ciencias
sociales, entre la aplicación y la extensión”, Juan Besse señala que la travesía de
incorporar el psicoanálisis al trabajo de investigación social invita a recorrer los
diversos caminos que las distintas disciplinas sociales transitaron en su relación
con la producción psicoanalítica. Sin embargo, dadas las dificultades que supone
brindar un panorama razonable de esos encuentros y desencuentros, en reverso,
ha optado por explorar algunos aspectos de los modos en que el psicoanálisis
llevó a cabo, pero también pensó y teorizó, su relación con otros saberes.
Así, el trabajo procura indagar algunos estilos de relación entre el psicoanáli-
sis y otros campos mediante el rastreo de las coordenadas políticas, institucionales
y epistémicas que vertebraron la constitución de las nociones de psicoanálisis
aplicado y psicoanálisis en extensión. Y, por esa vía, comenzar a pensar qué de lo
dicho por los psicoanalistas acerca de la formación del analista comparte una
espesura en común con la formación del investigador social.
*
El capítulo 4 de Cora Escolar “La teoría menor, el tiempo histórico y la
práctica simbólica compartida”, Cora Escolar plantea, con un carácter predomi-
nantemente hipotético y a los efectos de la discusión, un conjunto de cuestiones
relativas a la relación entre la llamada “teoría menor” y las llamadas “teorías
totalitarias” o “totalizadoras”. El trabajo ancla su desarrollo en un contrapunto
de las posiciones de Cindi Katz y Michel Foucault respecto de la importancia
de la llamada “teoría menor” en relación con la construcción y reconstrucción
metodológica de distintos campos problemáticos.
*
En el capítulo 5, “Proceso y diseño en la construcción del objeto de in-
vestigación: las costuras de Frankenstein o un entre-dos que no hace dos”, Juan
Besse revisa las nociones establecidas de algunos conceptos claves del discurso
metodológico. Así los usos de términos como proceso y diseño de investigación
son revisados al calor de la mentada relación teoría-método-técnica en la cons-
trucción del objeto de estudio y reinscriptos como aspectos constitutivos de las
prácticas de investigación.
19
Presentación. Investigar en la frontera
*
El capítulo 6 de Cora Escolar y Juan Besse “Método: notas para una defini-
ción” recupera una serie de notas de Cora Escolar escritas en México a mediados
de los años ‘80 y reescritas en colaboración con Juan Besse a principios de los
‘90. Allí, la noción de método establecida juega con la incompletud del camino
a recorrer por la práctica de investigación, pero también con la insuficiencia del
camino recorrido. El método es construcción sobre andaduras previas como
tomar un atajo transitado por otros investigadores no supone el mismo trayecto
sino hacer marcas que no estaban en la senda. En el universo limitado de nuestra
actividad docente, tanto en la UBA como en la UNLa, el trabajo es un “clásico”
que, desde 1996,21
nos hemos propuesto muchas veces reescribir y sin embargo
hemos decidido conservarlo como entonces, casi sin modificaciones.
*
El capítulo 7 “El encuadre teórico-metodológico de la entrevista como
dispositivo de producción de información”, de Luciana Messina y Cecilia Varela,
aborda algunos conceptos fundamentales en la construcción de soportes teóricos
vinculados al campo de la metodología de investigación en ciencias sociales. La
propuesta consiste en pensar el encuadre de la entrevista como un dispositivo
de obtención de información, por un lado, irreductible a la interacción personal
entre entrevistador y entrevistado y, por el otro, habilitante de la producción de
discursos que entrañen la emergencia de lo no conjeturado previamente por el
investigador.
*
El último capítulo de Cora Escolar, “La ‘gestión de datos’ como proceso
de toma de decisiones”, tiene como objetivo presentar una serie de conside-
raciones acerca de los procesos de “gestión de datos” que se dan en el ámbito
de las instituciones gubernamentales y que pueden ser de utilidad para pensar
descarnadamente las potencialidades y limitaciones de un “hacer”. Un hacer que
deviene en indicativo para la formulación de contratos de préstamo, reglamentos
operativos, indicaciones para monitorear y evaluar programas y proyectos sociales.
El proceso de “gestión” de datos como tarea político-administrativa y de investi-
gación supone el reconocimiento previo de un complejo proceso de construcción
de la información. Desde esta perspectiva resulta fundamental entender que
21. Año de su primera publicación como ficha de cátedra por OPFyL.
20
Cora Escolar y Juan Besse
los datos no están “dados en la realidad” y que sólo resta recopilarlos, sino que
son fruto de una acción creadora y por tanto condicionada por las perspectivas
teórico-metodológicas desde las cuales se los construye.
*
Por último, cuatro comentarios de libros, publicados como algunos de los
trabajos anteriores en las revistas Litorales y Biblio 3W,22
exploran los andariveles
epistemológicos de unos escritos, cuyos autores bordean los extremos de las
disciplinas que cultivan: la arquitectura, la filosofía, la geografía o la lingüísti-
ca. Ese borde con las ciencias sociales propone, a cada momento, excursiones
hacia y desde esas fronteras que, más allá del pintoresquismo que asedia como
posibilidad a cualquier viaje, pueden promover la necesidad de pensar y extraer
opciones metodológicas fecundas.
Buenos Aires, invierno de 2009
22. Litorales. Teoría, método y técnica en geografía y otras ciencias sociales, Revista Electrónica
del Instituto de Geografía, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, y
Biblio 3W de Geocrítica, Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales de la Univer-
sidad de Barcelona.
21
Capítulo 1
PENSAR EN/CON FOUCAULT*
Cora Escolar
					 El viaje rejuveneció las cosas y envejeció
la relación con uno mismo.
Michel Foucault, 1976
Algunas palabras
El propósito de este artículo es indagar la posibilidad de la utilización del arse-
nal teórico-metodológico y las reflexiones epistemológicas de Foucault para el
abordaje de nuestras investigaciones.
Para ello proponemos presentar y analizar las cuestiones epistemológicas-meto-
dológicas a través de una serie de items unilateralmente seleccionados e interviniendo
en el discurrir de Foucault. Sostenemos que estas reflexiones quedan impresas en
el núcleo de todo proceso que pretenda ser creador y productor de conocimiento.
Siguiendo a Deleuze1
sostenemos que las teorías son focales, limitadas,
aplicables sólo a un campo concreto. Ninguna puede abarcar nuestra expe-
riencia diaria, en su enorme complejidad. Por eso, nuestra producción teórica
y práctica tiende a romper los muros de las teorías, tiende a relacionarlas unas
* Publicado en Cinta de Moebio. Revista Electrónica de Epistemología de Ciencias Sociales,
Nº20, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile, Santiago, septiembre de 2004.
Este artículo lo escribo en esa voluntad incesante de retorno de la memoria de mi hijo Manuel.
1. Deleuze (1987), p. 75.
22
Cora Escolar
con otras.2
Ésta no es una idea nueva, pero cabe recordarla: todos somos, a la
vez, teóricos de la sociedad y ciudadanos de a pie.
La práctica del poder
La centralidad del problema de lo político es evidente en las últimas obras de
Deleuze y Foucault. Dice Foucault: “Es preciso dejar de describir siempre los
efectos del poder en términos negativos: ‘excluye’, ‘reprime’, ‘rehúsa’, ‘abstrae’,
‘encubre’, ‘oculta’, ‘censura’. En efecto, el poder produce, produce lo real, produce
campos de objetos y rituales de verdad [...]”.3
Retengamos en estas palabras una propuesta de investigación sobre “el
ejercicio del poder”. Dice el autor: “[...] cuando pienso en la mecánica del poder,
pienso en su forma capilar de existir, en el proceso por medio del cual el poder
se mete en la misma piel de los individuos, invadiendo sus gestos, sus actitudes,
sus discursos, sus experiencias, su vida cotidiana”.4
El hecho es que Foucault hace aflorar un ámbito de investigaciones que,
efectivamente, había permanecido inexplorado antes de que él se ocupase del
mismo: el de las relaciones de poder en cuyo interior se ejercen todas las formas
de práctica social.
Según Foucault el poder produce. Es, pues, una técnica (tikto). Ahora bien
¿cómo produce el poder? De la lectura de Foucault se desprende que el poder es el
ejercicio del poder. Es decir, multiplicidad de dispositivos, organismos, artificios,
funciones, tácticas, mecanismos.
Ello implica, según Deleuze, “el abandono de los cuatro postulados fun-
damentales que rigen la filosofía política tradicional”:5
1)	 Que el poder sea “atributo” de una clase que lo habría conquistado, y no
el efecto de innumerables puntos de fuga, conflictos, luchas, cambios; una
resultante, en suma, de las diversas posturas estratégicas que asumen las
diferentes clases y que se asumen dentro de una misma clase.
2) 	 El de la “localización”: que el poder esté localizado en un aparato institu-
cional subordinado a la “estructura económica”.
3) 	 Eldel“mododeacción”:elpodercomonegativo:represión,ocultamiento,etc.
2. Bourdieu y Wacquant, (1995), pp. 167-169.
3. Foucault (1987) [1976], p. 75.
4. Foucault (1987) [1976], p. 60.
5. Deleuze (1975), p. 16.
23
Capítulo 1. Pensar en/con Foucault
4) 	 El de la “legalidad”: el poder como complejo de leyes, cuando la ley “es
siempre una composición de arbitrariedades a las que diferencia formali-
zándolas [...] la ley no es más que el resultado de una guerra vencida”.6
El poder y la norma
En Vigilar y castigar Foucault describe un conjunto de prácticas de la norma en
el sentido moderno del término, “la formación de lo que podríamos llamar en
general la sociedad disciplinaria”.7
Lo importante en la idea de sociedad disciplinaria es la idea de que las
disciplinas crean sociedad, crean un tipo de lenguaje común entre todas las clases
de instituciones, hacen posible que una pueda traducirse a la otra. La norma
es precisamente aquello por lo que la sociedad, cuando se hace disciplinaria,
se comunica consigo misma. La norma articula las instituciones disciplinarias
de producción, de saber, de riqueza, de finanzas, y las hace interdisciplinarias,
convierte en inteligible el espacio social.
La norma o lo normativo es lo que permite la transformación de la discipli-
na bloqueo en disciplina mecanismo. En efecto, dice Foucault: “Tradicionalmente
el poder es lo que se ve, lo que se muestra, lo que se manifiesta... Aquellos sobre
quienes se ejerce el poder pueden permanecer en la sombra; sólo reciben la luz
que les es concedida de esta parte del poder [...]”.8
Con la disciplina según la
lógica de la norma, la sombra llega a la luz. “En la disciplina, son los sujetos
quienes han de ser vistos. Esta iluminación asegura el dominio del poder que
se ejerce sobre ellos”.9
No hay que confundir “norma” y “disciplina”. Las disciplinas apuntan a
los cuerpos con una función de adiestramiento; la norma es una medida, una
manera de producir la medida común.
En una dimensión, el poder es llamado disciplinario, pero la disciplina es
sólo un aspecto de él.
Lo que sin duda preocupó a Foucault fue comprender cómo la acción de
las normas en la vida de los hombres determina el tipo de sociedad a la que ellos
pertenecen como sujetos.10
6. Deleuze (1975), p. 16.
7. Foucault (1989) [1975], p. 213.
8. Foucault (1987) [1976], p. 65.
9. Foucault (1987) [1976], p. 65.
10. “Por lo tanto, no preguntemos por qué cierta gente desea dominar, qué busca, cuál es su
estrategia general. Preguntemos, en cambio, cómo funcionan las cosas al nivel de la presente
24
Cora Escolar
Puede entenderse por qué el interés de Foucault no se centra en el poder
con mayúscula, sino en las microestructuras del poder (el poder con minúscula),
que tiene su génesis en el propio sujeto.
Cuando Foucault escribió La historia de la locura en la época clásica
(1961) o Vigilar y castigar (1975), no recogió las quejas de los pacientes, no
oyó la confesión de los presos, no sorprendió a los locos en sus manejos, sino
que estudió máquinas de curar y máquinas de castigar. Foucault se volvió hacia
las instituciones: registró sus edificios y sus equipos, sondeó sus doctrinas y sus
disciplinas, enumeró y catalogó sus prácticas, publicó sus técnicas. Es decir, pal-
pó con cuidado los dispositivos y las disciplinas; describió minuciosamente las
funciones del hospital y de la prisión.11
La arquitectura de la cárcel se modifica
para que sea más difícil a los prisioneros ahorcarse. Las tácticas van tomando
forma progresivamente sin que nadie sepa bien qué significan.
Foucault dirigirá su atención al problema de la normatividad en general,
al hilo de los procedimientos propios que en una sociedad distinguen el bien
del mal, el enfermo del sano, el loco del cuerdo, lo normal de lo anormal.
Para Foucault el problema estriba en la posible criticabilidad de cualquier
normatividad.
Me interesa subrayar que estas tesis llevan implícitas una representación
del poder que supone que el poder no sea concebido como una propiedad, sino
como una estrategia. Siguiendo a Deleuze, toda sociedad tiene su o sus diagramas.12
El panóptico es un intercambiador entre un mecanismo de poder y una función.
Es una manera de hacer funcionar relaciones de poder. Es una máquina abstrac-
ta, en el sentido que Foucault da a la máquina escuela, a la máquina hospital.
Lo que quiere significar con máquina abstracta es que las máquinas son sociales
antes que ser técnicas.13
En otras palabras, admitir que “el poder no se posee sino que se ejer-
ce, que no es un privilegio adquirido o conservado por la clase dominante,
subyugación, al nivel de esos procesos continuos e ininterrumpidos que sujetan nuestros
cuerpos, gobiernan nuestros gestos, dictan nuestras conductas, etc. En otras palabras, antes
que preguntemos cómo aparece el soberano ante nosotros en su altivo aislamiento, debería-
mos tratar de descubrir cómo es que los sujetos son constituidos gradual, progresiva, real y
materialmente por medio de una multiplicidad de organismos, fuerzas, energías, materiales,
deseos, pensamientos, etc.”; Faucault (1979), p.135.
11. La nueva tecnología del poder no se origina en ninguna persona o grupo identificable.
En verdad se inventan tácticas individuales para necesidades particulares (Couzens, 1988).
12. Un diagrama es “...la exposición de relaciones de fuerzas que constituyen el poder”;
Deleuze (1987), pp. 62-63.
13. Deleuze (1987), p. 68.
25
Capítulo 1. Pensar en/con Foucault
sino el efecto resultante de sus posiciones estratégicas [...] Este poder [...]
no se aplica, pura y simplemente, como una obligación o una prohibición
a quienes ‘no lo tienen’, sino que los impregna, pasa por ellos, del mismo
modo que ellos, en su lucha contra el poder, se apoyan en las acciones que
éste ejerce sobre ellos”.14
Poder y saber
Otra gran tesis de Foucault: la imbricación entre efectos del poder y
efectos del saber. Aquí, su contribución original no consiste en afirmar que
la posesión de un saber equivale a detentar un poder. El tema que atraviesa
toda su obra, y que él ha sido el primero en teorizar, es el del poder que
produce saber.15
Según Deleuze, interpretando a Foucault, “[...] el poder
considerado abstractamente no ‘ve’ ni ‘habla’ [...] se ejerce a partir de innu-
merables puntos [...] viene de abajo. Pero precisamente porque ni habla ni
ve, hace ver y hablar”.16
De esta manera, contra la concepción “negativa”, “represiva”, en el fondo
“jurídica”, de un poder que se contenta con prohibir, con “decir no”, Foucault
destaca el “carácter productivo del poder”.17
Es el tema central de La voluntad de saber: “Lo que le da estabilidad al
poder, lo que induce a tolerarlo, es el hecho de que no actúa solamente como una
potencia que dice no, sino que también atraviesa las cosas, las produce, suscita
placeres, forma saberes, produce discursos”.18
Ésta es la razón para que en Foucault no exista una teoría del poder, sino
más bien una analítica de éste. El poder es una relación que puede ser instru-
mentalizada, pero no una sustancia. Entonces, Foucault analiza la procedencia
de las prácticas en las que se hacen efectivas relaciones de poder.
En suma, todo saber se produce en el interior (por efecto y bajo el domi-
nio) de las relaciones de poder. Las implicaciones de estas tesis son evidentes:
por una parte, contra la interpretación racionalista del par “ciencia/ideología”:
“Yo creo que el problema no consiste en discernir, en un discurso, lo que
14. Foucault (1987) [1976].
15. “¿...en qué sentido existe primacía del poder sobre el saber, de las relaciones de poder sobre
las relaciones de saber? Las relaciones de saber no tendrían nada que integrar si no existiesen
las relaciones diferenciales de poder”; Deleuze (1987), p. 111.
16. Deleuze (1987), p. 111.
17. Deleuze (1987), p. 111.
18. Véase Foucault, La voluntad de saber (1987) [1976].
26
Cora Escolar
viene caracterizado como cientificidad, y como verdad, de lo que derivaría
de cualquier otra cosa, sino en ver cómo se producen históricamente efectos
de verdad en el interior de unos discursos que de por sí no son ni verdaderos
ni falsos”. Es curioso en Foucault este rechazo de la palabra ciencia; prefiere
sustituirla por saber.
El poder se nos manifiesta también como ciencia y lo que resalta Foucault
son los saberes sometidos; los saberes que son una tradición de lucha, los saberes
de los descalificados –los locos, los presos, las mujeres– y también el saber des-
preciado, el libro escrito hace cien años y que desde entonces se cubre de polvo
en las bibliotecas. Ese saber que la ciencia no quiere para sí es el único que no
va a ser integrado por el poder y, por lo tanto, el único que no va a ser arma de
represión.19
Dentro de esta perspectiva, la idea de que la ideología está en una posición
secundaria respecto a algo que debe funcionar como infraestructura es, para
Foucault, básico en la desvinculación que realiza del sistema de las prácticas
ideológicas respecto de las relaciones de producción. En este sentido se separa
de Marx.20
Por esta razón evita hablar de ideología dominante.21
Lo que trata
de hacer es develarla allí donde el efecto de la ideología dominante disimula los
saberes dominados, es decir, en la familia, en la escuela, en el hospital. De aquí
la teoría de la “microfísica del poder”.22
19. “¿...Qué tipos de saberes queréis descalificar cuando preguntáis si es una ciencia? ¿Qué
sujetos hablantes, discurrientes, qué sujetos de experiencia y de saber queréis reducir a la
minoridad cuando decís: ‘Yo que hago este discurso, hago un discurso científico y soy un
científico’?”; Foucault (1993), p. 17.
20. Según Lecourt, refiriéndose a la Arqueología del saber, “...las dificultades con que se topa
(Foucault) y el fracaso relativo al que llega no tienen solución y salida más que en el campo
del materialismo histórico”; Lecourt (1973) [1972], p. 100. Ver también Dreyfus y Rabinow
(1988) [1979], pp. 101-121.
21. “No digo que estas teorías globales no hayan procurado ni procuren todavía, de manera
bastante constante, instrumentos utilizables localmente... Pero pienso que no habrían procu-
rado tales instrumentos más que a condición de que la unidad teórica del discurso quedase
como en suspenso, cercenada, hecha pedazos, trastocada, ridiculizada, teatralizada [...] En
cualquier caso, toda renovación en términos de totalidad ha tenido, en la práctica, un efecto
de freno”; Foucault (1980), p. 128.
22. “La verdad se debe entender como un sistema de procedimientos ordenados para la
producción, regulación, distribución y operación de declaraciones [...] ‘La verdad’ está vin-
culada en una relación circular con sistemas de poder que la producen y la sostienen [...]”;
Foucault (1979), p. 143.
27
Capítulo 1. Pensar en/con Foucault
Arqueología, genealogía y estructuralismo
En una primera instancia aparece la confluencia del estructuralismo y la genea-
logía en el método arqueológico de Foucault.23
“Genealogía quiere decir a la vez valor del origen y origen de los valores.
Genealogía se opone tanto al carácter absoluto de los valores como a su carácter
relativo o utilitario. Genealogía significa el elemento diferencial de los valores
de los que se desprende su propio valor. Genealogía quiere decir, pues origen o
nacimiento, pero también diferencia o distancia en el origen. Genealogía quiere
decir nobleza o bajeza, nobleza y vileza, nobleza y decadencia en el origen. Lo
noble, lo vil, lo alto, lo bajo, tal es el elemento propiamente genealógico y crítico.
Pero así entendido, la crítica es también lo más positivo”.24
En el curso del 7 de enero de 197625
Foucault desarrolla el concepto de
Genealogía y sostiene “[...] se trata de un saber histórico de la lucha [...]” y “[...]
se ha perfilado así [...] investigaciones genealógicas múltiples, redescubrimiento
conjunto de la lucha y la memoria directa de los enfrentamientos. Y esta genea-
logía, en tanto que acoplamiento del saber erudito y del saber de la gente, no
sólo ha sido posible, sino que además pudo intentarse con una condición: que
fuese eliminada la tiranía de los discursos globalizantes con su jerarquía y con
todos los privilegios de la vanguardia teórica”.26
Es así que Foucault asigna a la genealogía una tarea indispensable: percibir
la singularidad de los sucesos, fuera de toda finalidad monótona.27
En este discurso
la genealogía aparece como inductivista.28
Cuando Foucault sostiene que el proyecto genealógico no es un empirismo,
ni tampoco un positivismo, pero sí una anti-ciencia, está precisamente discutiendo
con estas dos corrientes de pensamiento. Se trata de “[...] la insurrección de los
saberes [...]”.29
23. Según Dreyfus y Rabinow: “[...] Foucault llama a su nuevo método ‘análisis arqueológico’ [...]
unmétododeanálisis[...]purodetodoantropologismo”;DreyfusyRabinow(1988)[1979],p.74.
24. Morey (1978), p. 233.
25. Cursos pronunciados por Foucault en el College de France. Traducidos directamente de
la grabación en cinta magnetofónica (1979), pp. 125-137.
26. Foucault (1979), p. 126.
27. Foucault (1979), p. 7.
28. Dice Foucault: “[...] encontrarlos allí donde menos se espera y en aquello que pasa
desapercibido por no tener nada de historia –los sentimientos, el amor, la conciencia, los
instintos [...]”; Foucault (1979), p. 17.
29. Foucault está discutiendo contra los contenidos, los métodos o los conceptos de una
ciencia centralizadora y “al funcionamiento de un discurso científico organizado en el seno
de una sociedad como la nuestra”, Foucault (1993), p. 16.
28
Cora Escolar
El estructuralismo que posee un valor epistemológico es ante todo un
método, una práctica, un procedimiento.30
Durante los años ‘60 se sucedieron
intensos debates sobre el estructuralismo y muchos de ellos en relación con el
pensamiento de Foucault.
Foucault se niega en repetidas ocasiones a ser llamado estructuralista, y
aparece un rechazo foucaultiano al propio estructuralismo. En el prefacio de la
edición inglesa de Las palabras y las cosas, escrito un año después de la Arqueo-
logía, Foucault insiste que “no ha utilizado ninguno de los métodos, conceptos
y términos claves que caracterizan al análisis estructural”.31
Foucault resalta muy claramente que el proyecto de descripción y de
búsqueda de unidades que pretende el arqueólogo no puede confundirse con el
análisis estructural de la lengua. La lengua es siempre un sistema para enunciados
posibles, un conjunto de leyes generales para un número infinito de pruebas. En
el caso de los acontecimientos discursivos lo que hay que analizar es un conjunto
finito de discursos.32
El análisis histórico de Las palabras y las cosas no es ni una historia de las
ideas ni una epistemología en el sentido clásico del término.33
El título original
de Las palabras y las cosas era El orden de las cosas. Y ésta es la preocupación de
Foucault, la cuestión que ha dado origen a la Arqueología.34
¿Por qué las diferentes épocas y las diferentes culturas ven el mismo
mundo de modos diferentes? ¿Por qué el orden de las cosas es diferente? ¿Por
qué las teorías que explican este orden son diferentes? Según Foucault entre
el orden empírico de las cosas y las teorías que explican este orden existe una
“región intermedia”, existen los “códigos fundamentales de una cultura”35
o de
una época y son éstos los que rigen tanto el orden de las empiricidades cuanto
el orden de las teorías.
El objeto de la arqueología, la episteme, es esta región intermedia, el orden
que ordena los órdenes empíricos y los órdenes teóricos, que rige tanto los
30. Boudon (1968), pp. 214-215.
31. Dreyfus y Rabinow (1988) [1979], p. 74.
32. “La cuestión que me plantea el análisis de la lengua a propósito de un hecho cualquiera de
discurso es siempre éste: ¿según qué reglas podrían construirse otros enunciados semejantes?
La descripción de los acontecimientos del discurso plantea otra cuestión muy distinta. ¿Cómo
es que ha aparecido tal enunciado y ningún otro en su lugar?”; Foucault (1990) [1969], p. 43.
33. Foucault (1998) [1966], p. 7.
34. “Los problemas de método que plantea tal ‘arqueología’ serán examinados en una obra
próxima”, Foucault (1998) [1966], p. 7.
35. Foucault (1998) [1966], p. 5.
36. Foucault (1998) [1966], p. 7.
29
Capítulo 1. Pensar en/con Foucault
esquemas perceptivos cuanto el lenguaje, tanto las palabras cuanto las cosas.36
El orden no proviene ni del sujeto ni del objeto; es anterior, los construye,
los ordena.37
Pretendemos dejar planteada esta impronta foucaultiana que en Las
palabras y las cosas nos muestra cómo es diferente el orden durante el Renaci-
miento, la Época Clásica o la Modernidad, sin ofrecernos una causalidad de
la discontinuidad.
La constitución de un conocimiento a partir de una práctica social la
desarrolla en la Arqueología del saber. Analizar un saber es pasar de la concien-
cia constituida al discurso en tanto práctica, es pasar del sujeto titular de unos
conocimientos al análisis de una relación diferencial de enunciados que van a
posibilitar un saber. Aquí el sujeto no crea un discurso, sino que se sujeta a un
conjunto de reglas determinadas de las que no es consciente. Es este conjunto y
no el protagonismo aislado del sujeto lo que para el arqueólogo hará posible la
emergencia de lo que definirá como práctica discursiva.
La arqueología recorre el eje constituido por práctica discursiva en lugar
de conciencia, saber en lugar de conocimiento. Ambos ejes conciencia-cono-
cimiento, práctica discursiva-saber, desembocan en la categoría de ciencia. El
lugar del saber va más allá de la demostración científica para ubicarse además
en ficciones, relatos, encuestas, instituciones.38
De esta manera toda práctica
discursiva implica un saber pero no una ciencia. Existen saberes no científicos,
independientes de las ciencias.
Reconocer una ciencia como práctica discursiva es hacer su arqueología,
analizarla desde el pensamiento del exterior, desde el nivel simbólico, para ver
cómo se inscribe en el elemento del saber, es decir, estudiando las reglas que
han permitido la formación de sus objetos, las posiciones del sujeto que habla,
la aparición y transformación de sus conceptos, las elecciones teóricas, así como
todo el ensamblaje de consideraciones que acompaña todo proceso de produc-
ción de conocimientos.
37. “El orden es, a la vez, lo que se da en las cosas como su ley interior, la red secreta según
la cual ellas se miran en cierta manera unas a otras, y lo que no existe sino a través de la grilla
de una mirada, de una atención, de un lenguaje; y es sólo en los espacios en blanco de este
tablero que él se manifiesta en profundidad como ya dado, esperando el momento de ser
enunciado”. Foucault (1998) [1966], p. 35.
38. “La práctica discursiva no coincide con la elaboración científica a la cual puede dar lugar;
y el saber que forma no es ni el esbozo áspero ni el subproducto cotidiano de una ciencia
constituida. Las ciencias aparecen en el elemento de una formación discursiva y sobre un
fondo de saber”. Foucault (1990) [1969], p. 309.
30
Cora Escolar
Conclusión
Este artículo arranca desde la preocupación por conocer la utilización del arse-
nal teórico de Foucault para el desarrollo de nuestras investigaciones. Para ello
fuimos desbrozando, a través de una serie de items (poder, saber, ciencia, ideo-
logía, genealogía, arqueología) las implicancias epistemológicas-metodológicas
de algunos de sus escritos.
Fuimos señalando cómo el análisis del poder arroja luz sobre técnicas ca-
paces de producir e imponer normas. En el trasfondo de todo esto, percibíamos
que subyacía la cuestión de saber qué tipo de verdad era producida. De esta
manera, el análisis del poder se doblaba en un análisis de los procedimientos
de verdad. Y, en el punto de intersección de las normas y las tecnologías de
la moral, del poder, de la verdad, del saber, nos topamos con el problema del
sujeto.39
Este sujeto es producido y a la vez sometido a través de estas tecno-
logías. Los sistemas de control social y de castigo constituyen la moral que se
impone a los sujetos.
Entonces, por un lado, encontramos un sujeto sometido a las relaciones
de poder dominante y, por otro, un sujeto que actúa autónomamente e influye
en estas mismas relaciones de poder.
Foucault trata de recuperar al sujeto como sujeto localizado, disciplinado.
La discusión del sujeto oscilando entre su aspecto reproductor y su aspecto
productor.40
En este sentido, identificamos el concepto de institución41
de los
teóricos del análisis institucional con el concepto de sujeto en Foucault.
Pero Foucault añade algo más al concepto de sujeto. Ya no es el sujeto
racional, autoconsciente, tal cual ha sido tipificado por las corrientes racionalistas,
sino el sujeto como producto histórico.
Resulta notorio que atesoró algunos motivos de la reflexión de Bachelard,
básicamente los relativos a la distinción entre umbrales epistemológicos o, más
ampliamente, a los fenómenos de discontinuidad. Parece remitir a una concep-
ción teórica de la ciencia de amplia mirada, al modo de una filosofía dispersada42
en capas distintas.
39. “Las ideas que me gustaría discutir aquí no representan ni una teoría ni una metodología
[...] Mi objeto [...] ha consistido en crear una historia de los diferentes modos de subjetivación
del ser humano en nuestra cultura [...]. Así, el tema general de mi investigación no es el poder
sino el sujeto” en Dreyfus y Rabinow (1988) [1979], p. 227.
40. Cfr. con la función reproductora y productora de las instituciones; Escolar, (2000), p. 30.
41. Lourau (1970), p. 95.
42. Bachelard (1993) [1940], pp. 12-14.
31
Capítulo 1. Pensar en/con Foucault
También se preocupó por indagar las relaciones entre el discurso y el saber
localizados temporalmente. Así, intenta buscar cómo en cada práctica científica
se constituyeron el sujeto y el objeto de conocimiento.43
El polémico estructuralismo de sus primeros escritos, la genealogía, la
arqueología, su concepto de episteme, son enseñanzas de este maestro generoso,
cuyo método participa, a la vez, de una extrema prudencia científica y de una
extrema distancia con relación a la ciencia.
Bibliografía
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—: Genealogía del racismo, Montevideo, Carone Ensayos, 1993.
43. “[...] en principio hemos de considerar que estas tres pasiones o impulsos –reír, detestar
y deplorar– tienen en común el ser una manera no de aproximarse al objeto, de identificarse
con él, sino de conservar al objeto a distancia, de diferenciarse o de romper con él [...]”;
Foucault (1980), p. 27.
32
Cora Escolar
—: Las palabras y las cosas, Madrid, Siglo XXI, 1998 [1966].
Lourau, R.: El análisis institucional, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1970.
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Morey, M.: Sexo, poder, verdad, Barcelona, Editorial Materiales, 1978.
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33
Capítulo 2
RELACIONES ENTRE CIENCIA Y SABER
LA ARQUEOLOGÍA COMO MÉTODO EN MICHEL
FOUCAULT*
Luciana Messina
Lisandro de la Fuente
I. Introducción
En el presente artículo pretendemos dar cuenta de las relaciones entre el saber y
la ciencia desde una perspectiva foucaultiana. Para ello proponemos, en primer
lugar, ahondar en cómo concibe Michel Foucault el saber y por qué propone un
abordaje arqueológico del documento histórico. En segundo término, procuramos
indagar cómo dicho pensador, al construir un método opuesto a los modelos
ya establecidos de análisis de la historia de las ideas, precisó deconstruir algunas
concepciones sobre las que éstos se asientan.
Abordamos en este escrito, entonces, al Foucault epistemólogo. Tomando
como eje La Arqueología del Saber, expondremos el método arqueológico en
los aspectos que pueden ser vinculados con desarrollos conceptuales de otros
pensadores –principalmente, Gaston Bachelard y Pierre Bourdieu– y del mismo
Foucault en otros escritos. Así como Bachelard sostiene que el acto de conocer
*El presente artículo es una reescritura de “Bajos fondos de saber. La arqueología como
método en Michel Foucault”, publicado en la Revista Litorales, Año 2, Nº 2, agosto de 2003.
34
Luciana Messina y Lisandro de la Fuente
implica desarmar aquellos conocimientos incuestionados que se han transformado
en obstáculos epistemológicos y Bourdieu –retomando a aquél– nos enseña que para
construir el objeto de investigación es necesario producir rupturas epistemológicas
con las nociones dadas y naturalizadas del sentido común, Foucault nos ofrece
un nuevo método de análisis de la historia del pensamiento que –al partir de la
crítica de los grandes temas de éste (unidad, continuidad, totalidad, origen) y
al tratar los documentos como restos arqueológicos– focaliza en la detección de
reglas de formación de los discursos y de sus discontinuidades, posibilitando así
la descripción del espacio de dispersión de los saberes.
I. Saber y episteme
En Las palabras y las cosas, Foucault decide orientarse hacia lo que denomina
análisis de la episteme, entendiendo por ésta la configuración del “campo epis-
temológico” en el que los conocimientos “hunden su positividad y manifiestan
así una historia que no es la de su perfección creciente, sino la de sus condiciones
de posibilidad”.1
La episteme sería, entonces, aquello que establece el horizonte
de pensabilidad de una época dada, el a priori histórico que da lugar a la manera
de expresarse de una época, el modo de ser del orden a partir del cual pensamos.
Es en este sentido que Foucault2
afirma: “no se puede hablar en cualquier época
de cualquier cosa”.3
Con la intención de reconstruir el camino que condujo al surgimiento de
las denominadas ciencias humanas, Foucault da cuenta en dicha obra de aquello
que concibe como las dos grandes rupturas en la episteme de la cultura occidental:
1. En La Arqueología del Saber, Foucault definirá la episteme como el “conjunto de rela-
ciones que pueden unir en una época determinada las prácticas discursivas que dan lugar a
unas figuras epistemológicas, a unas ciencias, eventualmente a unos sistemas formalizados”;
Foucault (1987) [1969], pp. 322-323.
2. Foucault (1987) [1969], p. 73.
3. El concepto de episteme se diferencia tanto de los de cosmovisión y paradigma como del
de estructura. Se aparta de las cosmovisiones, de los paradigmas, de esas grandes legislacio-
nes escritas “de una vez y para siempre por una mano anónima”, por su carácter de “campo
indefinido de relaciones”, por ser aquel “conjunto indefinidamente móvil de escansiones,
de desfases, de coincidencias que se establecen y se deshacen”; Foucault (1987) [1969], pp.
322-324. A pesar de la semejanza, mientras el concepto de estructura remite a un todo cohe-
rente, completo y cerrado sobre sí mismo, que permitiría la emergencia de un conocimiento
válido y objetivo, la episteme refiere a las formas de ver y de hablar de una época histórica
no caracterizadas por la coherencia, sino por las rupturas, grietas y discontinuidades, y niega,
por lo tanto, al idea de totalización.
35
Capítulo 2. Relaciones entre ciencia y saber. La arqueología como...
por un lado, la que inaugura la época clásica hacia mediados del siglo XVII y,
por otro, la que marca el comienzo de la época moderna a principios del siglo
XIX. Es en el seno de esta última redistribución en el orden del saber –que reem-
plaza la episteme clásica por la episteme moderna– donde aparecen las ciencias
humanas. Más allá de las contingencias que han dado lugar al nacimiento de
cada una de ellas, la posibilidad intrínseca del surgimiento de “este conjunto de
discursos que toma por objeto al hombre en lo que tiene de empírico” está ligada
a un reordenamiento de la episteme que dio por resultado la constitución de la
figura del hombre como objeto de ciencia; es decir, su emergencia como “aquello
que hay que pensar y aquello hay que saber”.4
Las figuras epistemológicas que
componen las ciencias humanas no podrían, entonces, presentar antecedentes
en formas discursivas previas a su surgimiento: es solamente a partir de la in-
vención del hombre que éste, por primera vez, puede ser colocado en el lugar de
los objetos de conocimiento. La irrupción de la concepción del hombre en el
pensamiento moderno no sólo fundó las ciencias humanas, sino que entregó a
éstas su paradoja constitutiva: el hombre se convirtió, por un lado, “en aquello a
partir de lo cual todo conocimiento podía constituirse en su evidencia inmediata
y no problemática” y, al mismo tiempo, “en aquello que autoriza el poner en
duda todo el conocimiento del hombre”.5
En La Arqueología del Saber –obra en la que Foucault establece los prin-
cipios metodológicos que habrían gobernado la construcción de sus obras ante-
riores–,6
el concepto de episteme es apenas mencionado hacia el final, mientras
que el despliegue teórico se estructura en torno a los conceptos de formación
discursiva, enunciado, saber y sus relaciones con la ciencia.
Foucault considera que el saber de una época se halla constituido por el
conjunto de los regímenes de enunciados posibles, regímenes que encuentran
sus límites en lo visible y lo decible en un tiempo y lugar determinados y que
resultan del interjuego de reglas que hacen que emerjan algunos enunciados y
no otros. En este sentido, el saber para Foucault es aquel pensamiento implícito
en la sociedad, pensamiento anónimo configurado a partir de ciertas reglas de
formación y transformación, que resulta condición de posibilidad tanto de una
teoría como de una práctica o de una ciencia. El saber constituye, entonces,
aquella experiencia social que, aunque no se inscriba de manera elocuente en un
enunciado concreto, sí puede ser reconstruida a partir de una descripción de las
4. Foucault (1984) [1966a], p. 334.
5. Foucault (1984) [1966a], p. 335.
6. En la Introducción, Foucault sostiene que dicha obra es un intento por dar coherencia al
conjunto de “una empresa cuyo plan han fijado de manera muy imperfecta la Historia de la
locura, El nacimiento de la clínica y Las palabras y las cosas”; Foucault (1987) [1969], pp. 24-25.
36
Luciana Messina y Lisandro de la Fuente
líneas de visibilidad y de enunciación que caracterizan la masa discursiva de un
período (reglamentos, poesía, consejos de higiene, filosofía; en fin, documentos
provenientes de distintos campos). Foucault propone atender esta masa discursiva
con el fin de identificar las regularidades en la construcción de determinadas
formas de mirar y de decir, ya que ellas conforman códigos de la palabra y de la
mirada que posibilitan la comprensión de aquel pensamiento anónimo y de las
verdades y evidencias construidas en su seno.
III. El método arqueológico
Desde esta perspectiva, la pregunta por el saber es una pregunta arqueológica
y la tarea del “arqueólogo” consiste en “sacar a la luz este pensamiento anterior
al pensamiento [...] ese trasfondo sobre el cual nuestro pensamiento ‘libre’
emerge y centellea durante un instante”.7
Se trata de buscar los estratos sobre
los que se erigen nuestras evidencias y verdades actuales, es decir, de indagar
las condiciones de posibilidad de la aparición de ciertos enunciados y de la
exclusión de otros. En este sentido, Foucault propone un trabajo de descripción
sobre el archivo, entendiendo por él no la masa de textos recuperados de una
época sino el conjunto de las reglas que en un tiempo y lugar definen sobre
qué se puede hablar, cuáles discursos circulan y cuáles se excluyen, cuáles son
válidos, quiénes los hacen circular y a través de qué canales. Así, el método
arqueológico recurre a la historia, pero “esta estrategia no implica buscar las
verdades del pasado sino el pasado de nuestras verdades”.8
Por ello, no resulta
relevante para el análisis arqueológico la veracidad de los documentos sino
las condiciones de su aparición, “pues lo que interesa es ver cómo estamos
constituidos, desde qué mecanismos; ya que aquello que damos por verdadero
tiene un cierto efecto en qué somos y cómo somos”.9
Al llamar arqueológico al
método de análisis de la historia, Foucault propone invertir las relaciones que
caracterizaron a ambas disciplinas. Según el autor, hubo un tiempo en que la
arqueología tendía a la historia y “no adquiría sentido sino por la restitución de
un discurso histórico: podría decirse, jugando un poco con las palabras, que,
en nuestros días, la historia tiende a la arqueología, a la descripción intrínseca
del monumento”.10
7. Foucault (1991) [1966b], p. 34.
8. Murillo (1996), p. 39.
9. Murillo (1997), p. 39.
10. Foucault (1987) [1969], p. 11.
37
Capítulo 2. Relaciones entre ciencia y saber. La arqueología como...
El análisis arqueológico focaliza en la dimensión de exterioridad de los
discursos11
y busca sus condiciones de existencia en las prácticas discursivas que
son, asimismo, prácticas sociales. Las prácticas discursivas producen saberes de
distinto tipo que, a su vez, las caracterizan y delimitan. En palabras de Foucault,
“No cuestiono los discursos sobre aquello que, silenciosamente, manifiestan, sino
sobre el hecho y las condiciones de su manifiesta aparición. No los cuestiono
acerca de los contenidos que pueden encerrar sino sobre las transformaciones
que han realizado. No los interrogo sobre el sentido que permanece en ellos a
modo de origen perpetuo, sino sobre el terreno en el que coexisten, permanecen
y desaparecen. Se trata de un análisis de los discursos en la dimensión de su
exterioridad”.12
IV. Las relaciones entre ciencia y saber desde 			
una perspectiva arqueológica
El método arqueológico no describe disciplinas –si entendemos por ellas a un
conjunto de enunciados que pretenden producir conocimientos científicos, es
decir, discursos coherentes, demostrados e institucionalizados–, ya que aquéllas
no fijan los límites de las positividades ni se corresponden con las formaciones
discursivas. Tampoco las positividades y las ciencias se hallan en relación de
sucesión cronológica o de mutua exclusión. Entonces, ¿cuáles son las relaciones
entre ciencias y positividades?
En este punto, resulta relevante distinguir los dominios de cientificidad de
los territorios arqueológicos. Mientras que los primeros se constituyen de aquellas
proposiciones coherentes, sujetas a ciertas leyes de construcción pasibles de de-
mostración, de ordenación jerárquica y sistematización; la arena arqueológica,
en cambio, atraviesa distintos tipos de textos. En tanto el saber no se ciñe a los
enunciados demostrados, el análisis arqueológico puede intervenir igualmente en
ficciones, reflexiones, relatos, reglamentos institucionales y decisiones políticas. Es
en este sentido que, en términos de Foucault, “la práctica discursiva no coincide
11. En El orden del Discurso, Foucault expone los cuatro principios de método reguladores del
análisis de los discursos; cuatro principios que se oponen a las nociones que han dominado
la historia de las ideas, a saber: de trastocamiento, de discontinuidad, de especificidad y de
exterioridad. Este último propone “no ir del discurso hacia su núcleo interior y oculto, hacia
el corazón de un pensamiento o de una significación que se manifiestan en él; sino, a partir del
discurso mismo, ir hacia sus condiciones externas de posibilidad, hacia lo que da motivo a la
serie aleatoria de esos acontecimientos y que fija los límites”; Foucault (1999) [1970], p. 53.
12. Foucault (1991) [1968], p. 58.
38
Luciana Messina y Lisandro de la Fuente
con la elaboración científica a la que puede dar lugar; y el saber que forma no es ni
el esbozo áspero ni el subproducto cotidiano de una ciencia constituida. Las ciencias
[...] aparecen en el elemento de una formación discursiva y sobre un fondo de saber”.13
Para abordar las vinculaciones entre ciencia y saber, es oportuno señalar que
las formaciones discursivas se transforman al franquear distintos umbrales (posi-
tividad, epistemologización, cientificidad y formalización). Dichos umbrales no
sólo redistribuyen los elementos de cada formación discursiva sino que delimitan
nuevas reglas de formación de objetos, de conceptos y de estrategias discursivas.
Producen, de esta forma, nuevas articulaciones entre estos elementos, nuevos
criterios de selección y nuevos recortes, y dan paso, así, a nuevas condiciones
para la emergencia de los enunciados.14
En cada formación discursiva se reconoce una particular relación entre
ciencia y saber, y una de las opciones de la descripción arqueológica consiste en
mostrar cómo el discurso científico se inscribe y opera en el campo del saber;
es decir, cómo recorta, selecciona y modifica los elementos del saber. En este
sentido, la ciencia se localiza en el saber pero de ninguna manera lo agota o lo
reemplaza. Por ello, si bien la ciencia se constituye sobre un fondo de saber, no
todo dominio de saber deviene conocimiento científico.15
V. De la historia de las ideas a la historia del discurso
Ahora bien, para comprender por qué han aparecido en un cierto tiempo y lugar
una ciencia, una teoría, un concepto, valores, verdades, etc., hay que atender a
13. Foucault (1987) [1969], pp. 308-309. Destacado nuestro.
14. Foucault denomina “umbral de positividad” al momento en que una formación discursiva
se individualiza y autonomiza. Cuando sobre una formación discursiva se opera un recorte
de enunciados que intentan hacer valer ciertas reglas de verificación y de coherencia, se dirá
que aquella atraviesa el “umbral de espistemologización”. En tanto aquellos enunciados con
estatuto epistemológico obedecen a criterios formales y a leyes de construcción de proposicio-
nes, se dice que han franqueado el “umbral de cientificidad”. Por último, cuando el discurso
científico define axiomas necesarios y puede desplegar el edificio formal que lo constituye,
se dirá que ha atravesado el “umbral de formalización”. Estos umbrales no representan esta-
dios naturales y necesarios a través de los cuales se sucederían ordenada y evolutivamente las
formaciones discursivas; implican, por el contrario, modificaciones internas del orden de la
singularidad y la contingencia.
15. Foucault dirá que el saber “no es ese almacén de materiales epistemológicos que desapa-
recería en la ciencia que lo consumara. La ciencia (o lo que se da por tal) se localiza en un
campo de saber y desempeña en él un papel. Papel que varía según las diferentes formaciones
discursivas y que se modifica con sus mutaciones”; Foucault (1987) [1969], p. 310.
39
Capítulo 2. Relaciones entre ciencia y saber. La arqueología como...
las relaciones sociales que los hicieron discursos enunciables y visibles, esto es,
situarlos en determinadas relaciones de poder. En este sentido, vemos cómo el
saber se liga al poder. Asimismo, al preguntarse por las condiciones de posibilidad
de la emergencia de determinados discursos y sus relaciones con otras prácticas
extradiscursivas –obviando deliberadamente la referencia a voluntades indivi-
duales–, Foucault apuesta, más que a una historia de las ideas, a una historia
del discurso.
Consideramos oportuno detenernos en este dilema teórico-metodológico
entre la tarea de realizar una historia de las ideas o una descripción arqueológica.
Foucault desestima por varias razones los tipos de análisis producidos por los
historiadores de las ideas. En primer lugar, mientras que la historia de las ideas
busca interpretar en el discurso aquellos elementos que lo trasciendan y que sean
manifestaciones de un sentido ubicado por fuera de él, la arqueología se dirige al
discurso mismo en tanto práctica que obedece a ciertas reglas de formación. En
segundo lugar, la descripción arqueológica, lejos de buscar una continuidad y una
explicación causal entre los discursos y aquello que los precede, antecede o rodea,
pretende abordar el discurso desde su exterioridad, por medio de la explicitación
de las formas específicas en que se articulan las formaciones discursivas y los
dominios no discursivos. En tercer lugar, la descripción arqueológica no toma a
la obra como una unidad por considerar que las reglas de formación discursiva
atraviesan las obras individuales. Y por último, mientras que la historia de las
ideas, al marcar distinciones entre lo original y lo ya dicho, intenta recuperar
las motivaciones o intenciones del autor, la arqueología pretende, en cambio,
describir las regularidades de los enunciados, es decir, el conjunto de condiciones
en que se ejerce la función enunciativa. De este modo, la arqueología localiza
su interés en las discontinuidades que, delineadas por ciertas transformaciones,
afectan el régimen de las formaciones discursivas.16
La descripción arqueológica
es, entonces, “una tentativa para hacer una historia distinta de lo que los hombres
han dicho”.17
En pocas palabras, La Arqueología del Saber nos habla de dos formas de
hacer historia, de dos tipos de análisis de la historia: mientras que el más tradi-
cional enfatizaría en la continuidad de las grandes unidades históricas, la historia
nueva fijaría su atención, por el contrario, en detectar las interrupciones que
se deslizan por debajo de esas unidades. Si bien ambas trabajan con y a partir
16. Foucault entiende por “formación discursiva” a las series de enunciados surgidos en
distintos ámbitos que, lejos de formar un sistema homogéneo, se articulan en la dispersión
(esto es, en la diferencia) y emergen en prácticas sociales que operan como condiciones de
posibilidad del conjunto de enunciados constitutivos de esa formación discursiva específica.
17. Foucault (1987) [1969], p. 233.
40
Luciana Messina y Lisandro de la Fuente
de documentos, sus concepciones sobre el valor del documento son distintas
y provocan efectos de superficie inversos. Mientras que la historia tradicional
interroga al documento con el objeto de reconstruir el pasado que lo produjo, la
historia nueva no pretende ni interpretarlo ni probar su veracidad sino abordarlo
desde su interior. Es decir, plantea revertir la posición respecto de la utilización
del documento en tanto éste ya no es “esa materia inerte a través de la cual trata
ésta [la historia] de reconstruir lo que los hombres han hecho o dicho, lo que
ha pasado y de lo cual sólo resta el surco: trata de definir, en el propio tejido
documental, unidades, conjuntos, series, relaciones”.18
La mutación epistemológica de la historia operaría un desplazamiento
desde el documento como memoria hacia el documento como monumento, en
el que se despliegan los elementos que el investigador deberá aislar, reagrupar,
relacionar. Desde esta perspectiva, algunos efectos de superficie surgidos de la
concepción tradicional de la historia pueden resultar obstáculos epistemológicos
para la descripción arqueológica.
VI. Obstáculos para una arqueología del saber
Gaston Bachelard introduce el concepto de obstáculo epistemológico para deno-
minar aquellos conocimientos que por diversos motivos se han convertido en
causas de estancamiento, retroceso o inercia para el desarrollo del proceso de
investigación científica. No se trata de obstáculos externos como “la complejidad
o la fugacidad de los fenómenos” ni son atribuibles a “la debilidad de los sentidos
o del espíritu humano” sino que constituyen dificultades propias del sujeto en
el acto de conocer. En este sentido, sostiene que “hay que plantear el problema
del conocimiento científico en términos de obstáculos [...] es en el mismo acto de
conocer, íntimamente, donde aparecen, por una especie de necesidad funcional,
los entorpecimientos y las confusiones”.19
Desde este enfoque, el acto de conocer no sería una actividad apacible en
la que el sujeto de conocimiento y el mundo de las cosas se encuentran en una
relación signada por la continuidad y la afinidad, sino que, por el contrario, no
habría entre ambos adecuación ni identificación. Dice Foucault, retomando al
Nietzsche de La gaya ciencia, “entre el conocimiento y las cosas que tiene para
conocer no puede haber ninguna relación de continuidad natural. Sólo puede
haber una relación de violencia, dominación, poder y fuerza, una relación de
violación. El conocimiento sólo puede ser una violación de las cosas a conocer
18. Foucault (1987) [1969], p. 10.
19. Bachelard (1984) [1938], p. 187. Destacado en el original.
41
Capítulo 2. Relaciones entre ciencia y saber. La arqueología como...
y no percepción, reconocimiento, identificación de o con ellas”.20
La tarea de
conocer conlleva, entonces, el ejercicio de una violencia sobre la continuidad
asignificativa del mundo. Y el sujeto que conoce no sólo ejerce esta violencia sobre
el mundo material sino también sobre sí mismo al romper con las prenociones,
deconstruyéndose en este acto como sujeto.
En esta línea de pensamiento, algunos procedimientos y temas pivote de
la historia global (origen, totalidad, unidad, continuidad) pueden ser pensados
como obstáculos epistemológicos para la realización de una historia general
o arqueología. Querríamos profundizar en algunos obstáculos que Foucault
distinguió al proponer una historia del pensamiento mediante la descripción
arqueológica del documento. Es decir, pretendemos indagar sobre algunas pre-
construcciones, verdades dadas, evidentes, que resultan trabas para un análisis
que intente trazar la historia del pensamiento a partir de nuevas relaciones entre
los elementos; análisis que implicará quiebres, deconstrucciones y rearticulaciones
de las relaciones más aparentes.21
Foucault opera rupturas con las nociones, conceptos, teorías y tipos de
relaciones que obstaculizan la tarea de una descripción arqueológica, es decir, de
“una descripción pura de los acontecimientos discursivos como horizonte para la
búsqueda de las unidades que en ellos se forman”.22
Vemos aquí una semejanza
metodológica con la concepción de Pierre Bourdieu acerca de la construcción
del objeto de investigación. Según Bourdieu, el conocimiento sólo es posible
a partir de un proceso sistemático y deliberado de desarticulación de saberes
previos, y del establecimiento de un nuevo haz de lazos conceptuales. En sus
palabras, “el descubrimiento no se reduce nunca a una simple lectura de lo real,
aun del más desconcertante, puesto que supone siempre la ruptura con lo real
20. Foucault (2000) [1973], p. 24.
21. En palabras de Murillo: “El método arqueológico se vale del documento, recurre a la
historia efectiva y real, no acepta ninguna forma de determinismo ni teleología, se centra
en los acontecimientos y reconoce el valor del azar, en sentido de lo contingente. El método
foucaultiano enseña a desconfiar de cualquier forma de evidencia” (1997), p. 39.
22. Foucault (1987) [1969], p. 43. Profundizando en esta cuestión, Foucault plantea: “si
los discursos deben tratarse desde el principio como conjuntos de acontecimientos discur-
sivos, ¿qué estatuto hay que conceder a esta noción de acontecimiento que tan raramente
fue tomada en consideración por los filósofos? Claro está que el acontecimiento no es ni
sustancia, ni accidente, ni calidad, ni proceso; el acontecimiento no pertenece al orden de
los cuerpos. Y sin embargo no es inmaterial; es en el nivel de la materialidad, como cobra
siempre efecto, que es efecto; tiene su sitio, y consiste en la relación, la coexistencia, la
dispersión, la intersección, la acumulación, la selección de elementos materiales; no es el
acto ni la propiedad de un cuerpo; se produce como efecto de y en una dispersión material”;
Foucault (1999) [1970], p. 57.
42
Luciana Messina y Lisandro de la Fuente
y las configuraciones que éste propone a la percepción [...] para hacer surgir el
nuevo sistema de relaciones entre los elementos”.23
a) Discontinuidad y ruptura
Un primer obstáculo se relaciona con todas aquellas formas que apelan a la
continuidad: nociones tales como tradición, influencias, desarrollo, evolución y
mentalidad; grandes unidades discursivas pretendidas en libros, obras y autores;
y temas recurrentes como el origen y lo ya dicho. Foucault realiza sobre ellas
un trabajo negativo, deconstructivo, en tanto “son siempre el efecto de una
construcción cuyas reglas se trata de conocer y cuyas justificaciones hay que
controlar, definir en qué condiciones y en vista de qué análisis ciertas son legí-
timas; indicar las que, de todos modos, no pueden ser ya admitidas”.24
Pueden
establecerse, aquí, semejanzas con el planteo de Pierre Bourdieu en torno a que
la historia de las ciencias “es siempre discontinua porque el refinamiento de la
clave de desciframiento no continúa nunca hasta el infinito sino que concluye
siempre en la sustitución pura y simple de una clave por otra”.
Foucault propone librarnos de las construcciones naturalizadas de largos
períodos que dan cuenta de unidades cerradas sobre sí mismas, cuya coherencia
interna descansa en la articulación de relaciones causales entre sucesos que se
derivan unos de otros, y donde lo discontinuo es borrado en pos de subrayar
la continuidad. Si no librarnos, al menos dejarlas en suspenso, ponerlas entre
paréntesis, dejar de considerarlas como evidentes, y empezar a tener en cuenta
que la unidad de una época histórica, una obra o un autor son construcciones
realizadas desde alguna perspectiva actual sobre un conjunto discursivo previo:
una operación que da cuenta de que el sentido se construye a partir de un efecto
de retroversión.
b) La constitución subjetiva
Un segundo obstáculo epistemológico se relaciona con la concepción de sujeto
supuesta en la concepción tradicional de la historia. Según Foucault, una razón
para que los efectos de la mutación epistemológica en el análisis de la historia
no se hayan dejado sentir aún en la historia del pensamiento se vincula con la
pretensión de salvar la soberanía del sujeto contra todos los descentramientos
de los que éste fue víctima. Foucault señala que, en el siglo XIX, Marx, Nietzs-
che y Freud –según Paul Ricoeur, los maestros de la sospecha– operaron tres
23. Bourdieu (1995) [1993], p. 48.
24. Foucault (1987) [1969], p. 41.
43
Capítulo 2. Relaciones entre ciencia y saber. La arqueología como...
descentramientos de la función fundadora del sujeto. A partir de ellos, ingresaron
en el pensamiento occidental nuevas formas de discursividad que permitieron
pensar la enajenación del sujeto, poner en duda la posibilidad del hombre de
gobernar la totalidad de sus acciones. La descentralización definitiva, operada por
el psicoanálisis, dejó en evidencia que el hombre no se halla gobernado entera-
mente por la razón, dando por tierra con la idea de un sujeto libre y consciente
de todos sus actos.
Ignorando estos descentramientos, la historia continua “es el correlato
indispensable de la función fundadora del sujeto: la garantía de que todo cuanto
le ha escapado podrá serle devuelto”; y en este sentido, “lo que tanto se llora no
es la desaparición de la historia, sino la de esa forma que estaba referida en secre-
to, pero por entero, a la actividad sintética del sujeto; lo que se llora es ese uso
ideológico de la historia por el cual se trata de restituir al hombre todo cuanto,
desde hace más de un siglo, no ha cesado de escaparle”.25
En oposición a la concepción del sujeto como esencia dada, como identidad
sustantiva, de un sujeto caracterizado por la razón, la libertad, la voluntad y la
capacidad de conocer la verdad de lo real en sí mismo, Foucault sostiene que
los sujetos son producidos en el seno de dispositivos.26
El sujeto es fabricado en
dispositivos tales como la familia, la sexualidad y el trabajo, cuya parte enunciable
está conformada por el dispositivo discursivo que las atraviesa. En este sentido,
el sujeto se constituye en la relación de las prácticas discursivas y extradiscursivas
propias de cada dispositivo y al interior de una trama histórica-social.
Hablar de dispositivos nos conduce, entonces, a plantear cómo Foucault
entiende el poder. Desde la perspectiva foucaultiana, el poder no es pensado
como algo que se posee y se transmite sino como relaciones de fuerza que se
ejercen, relaciones que, a su vez, generan resistencias. Son estas resistencias, que
pueden o no ser conscientes y racionales, las que dinamizan los dispositivos de
25. Foucault (1987) [1969], pp. 20, 23-24. En el campo del pensamiento social, numerosos
desarrollos han incorporado valiosos aportes del psicoanálisis, aunque cabe destacar que la
concepción del sujeto que se centra en igualar el yo con la conciencia no fue del todo deste-
rrada de su posición hegemónica en el espacio discursivo de las ciencias humanas.
26. En “¿Qué es un dispositivo?”, Gilles Deleuze entiende los dispositivos como madejas en
las que se entretejen líneas de visibilidad, de enunciación, de fuerza. En cuanto a la visibili-
dad, los dispositivos serían “máquinas para hacer ver y para hacer hablar. La visibilidad no se
refiere a una luz en general que iluminara objetos preexistentes; está hecha de líneas de luz
que forman figuras variables e inseparables de este o aquel dispositivo. Cada dispositivo tiene
su régimen de luz, la manera en que ésta cae, se esfuma, se difunde, al distribuir lo visible y lo
invisible, al hacer nacer o desaparecer el objeto que no existe sin ella”; Deleuze (1990), p. 155.
Un dispositivo es, entonces, una red conformada por elementos heterogéneos y polimorfos
que se configuran en y a partir de ciertas relaciones de fuerza.
44
Luciana Messina y Lisandro de la Fuente
poder. De este modo, lejos de pensar al poder como algo puramente represivo,
Foucault lo entiende como algo activo: produce sujetos y saberes. En este sentido,
“el dispositivo se halla pues siempre inscrito en un juego de poder, pero también
siempre ligado a uno de los bordes del saber, que nacen de él pero, asimismo,
lo condicionan. El dispositivo es esto: unas estrategias de relaciones de fuerzas
soportando unos tipos de saber, y soportadas por ellos”.27
De este modo, el poder
atraviesa todo el entramado social, es ejercido, no vertical o piramidalmente, sino
desde el interior de redes formadas por un conjunto heterogéneo de elementos
discursivos y no discursivos que se articulan configurando dispositivos.
El análisis de la episteme es pensado como el análisis de un tipo de disposi-
tivo específicamente discursivo. En este sentido, una descripción arqueológica de
los documentos históricos no se ocupa de interpretar la voluntad individual del
autor, rechaza cualquier análisis que se reduzca a las intenciones o capacidades de
individuos empíricos. Por el contrario, considera al discurso en su materialidad,
en tanto producto de prácticas sociales concretas entramadas en dispositivos
concretos; busca mostrar cómo, en ellos, los sujetos y los saberes son fabricados.
Si el sujeto no nace sino que se hace, es porque, en primer lugar, él mismo es
inventado en el seno de dispositivos que lo estructuran. Para Foucault, en una
línea de pensamiento inaugurada por Marx un siglo antes, el sujeto está sujetado;
es el emergente, el efecto de una estructura que lo precede.
Consideramos pertinente, en este punto, apoyarnos en algunas conceptua-
lizaciones desarrolladas en el Seminario 2 de Jacques Lacan, seminario dictado
entre los años 1954 y 1955.28
Según Lacan, el pensamiento freudiano revolu-
ciona el estudio de la subjetividad al postular que el sujeto no es equivalente al
individuo. En este sentido, se rehúsa a pensar el sujeto como una esencia dada,
como un yo consciente que preexiste al acto de conocer. Al reconocer que todo
cuanto el sujeto hace y dice no está enteramente gobernado por la razón y la
voluntad individual no sólo supone que el sujeto excede a la conciencia (es más
que, cartesianamente, “una cosa que piensa”), sino que reafirma la dimensión de
lo inconsciente como constitutiva de la subjetividad. “Las palabras fundadoras,
que envuelven al sujeto”, dice Lacan, “son todo aquello que lo ha constituido, sus
padres, sus vecinos, toda la estructura de la comunidad, que lo han constituido
27. Foucault (1991) [1977], p. 130.
28. Se trata, más que de una articulación entre dos sistemas de pensamiento (lo cual carecería
por completo de sentido desde una perspectiva foucaultiana), de reforzar la exposición del
método arqueológico con la idea de sujeto sujetado al lenguaje que construye Lacan en un
momento puntual de su recorrido intelectual. La relación de Foucault con el psicoanálisis
fue cambiando notablemente en el transcurso de su producción intelectual y merecería con-
sideraciones extensas que exceden por completo las intenciones de este artículo.
45
Capítulo 2. Relaciones entre ciencia y saber. La arqueología como...
no sólo como símbolo sino como ser”.29
Así, el sujeto se halla estructuralmente
sujetado, en principio, por el lenguaje; está atrapado en la red significante, en
lo que Lacan llama el Orden Simbólico. El sujeto se constituye, entonces, en la
función simbólica pues “por pequeño que sea el número de símbolos que pue-
dan concebir en la emergencia de la función simbólica en la vida humana, ellos
implican la totalidad de todo lo que es humano. Todo se ordena en relación con
los símbolos surgidos, con los símbolos una vez que han aparecido. La función
simbólica constituye un universo en el interior del cual todo lo que es humano
debe ordenarse [...] Si la función simbólica funciona, estamos en su interior.
Y diré más: estamos a tal punto en su interior que no podemos salir de ella”.30
c) La invención de la verdad
Un tercer obstáculo podría vincularse a una concepción clásica de la verdad como
descubrimiento de la autenticidad del ser y de la génesis de las cosas, como relación
de correspondencia entre las palabras y las cosas, como esencia pura pasible de
ser develada a través de las palabras. Esta concepción de verdad se anuda, así, a
una comprensión del lenguaje como mero instrumento, como un vehículo no
problemático; en resumen, un lenguaje transparente que simplemente nombra.
Foucault sostiene que la verdad es socialmente construida y compartida,
como emergente de relaciones sociales concretas, relaciones de fuerza, de poder
y resistencia, que se imbrican formando una red. También la verdad es produ-
cida en dispositivos. En palabras de Pierre Bourdieu, deben rechazarse “todos
los intentos por definir la verdad de un fenómeno cultural independientemente
del sistema de relaciones históricas y sociales del cual es parte”.31
La verdad así concebida, en tanto supuesto epistemológico, puede cumplir
una función metodológica en el proceso de producción de conocimiento. Para
Foucault no hay ni sujetos ni objetos preexistentes al acto de conocer, éstos se
configuran en la relación, y es en ella que se genera algo distinto al sujeto y al
objeto, algo singular, nuevo. No se trata de una verdad que se le imponga al sujeto
de conocimiento –énfasis en el objeto– ni de verdades contenidas en el sujeto y
que son potencialmente desarrollables –énfasis en el sujeto– sino del hecho de
que sujeto y objeto se coconstituyen en el conocimiento.
Desde esta perspectiva, la descripción arqueológica no indaga al docu-
mento sobre el valor de verdad o falsedad de sus enunciados, sino que trata de
29. Lacan (1995) [1954], p. 37.
30. Lacan (1995) [1954], pp. 51-53.
31. Bourdieu (1993) [1973], p. 35.
46
Luciana Messina y Lisandro de la Fuente
detectar: cómo se construyen criterios de verdad, a partir de qué reglas ciertos
discursos se constituyen como verdaderos mientras que otros quedan relegados
a los márgenes de lo verdadero, cómo han surgido las verdades evidentes, qué
dispositivos las producen y qué efectos de poder generan.
VII. Conclusión
En síntesis, frente a una historia como necesidad, donde pueden encontrarse
encadenamientos causales entre sucesos que nos hablarían de un destino prefijado,
en oposición a una visión progresiva y teleológica de la historia, Foucault pro-
pone pensar la historia como articulaciones contingentes entre acontecimientos
que, surgidos en ciertos dispositivos, lejos de clausurar sentidos, abren grietas,
multiplican líneas de ruptura, permiten el sinsentido. Asimismo, una historia
general, como contrapartida de una historia global, no busca la restitución de
un sentido totalizador, de un origen fundante, de una causalidad necesaria, sino
que acoge al discurso en su carácter de acontecimiento singular. Y una descrip-
ción arqueológica aborda la historia como la masa de documentos que circulan
y son leídos, busca series de acontecimientos, intenta identificar qué desfasajes
pueden existir entre ellas, qué temporalidades diferentes las caracterizan, qué
elementos las constituyen. En suma, “la anulación sistemática de las unidades
dadas permite en primer lugar restituir al enunciado su singularidad de acon-
tecimiento y mostrar que la discontinuidad no es tan sólo uno de esos grandes
accidentes que son como una falla en la genealogía de la historia, sino ya en el
hecho simple del enunciado”.32
De este modo, las distintas perspectivas teórico-metodológicas recorren
ejes distintos, ejes que suponen diferentes concepciones del sujeto, de la verdad
y de la historia. Por un lado, la historia de las ideas discurre sobre el eje con-
ciencia - conocimiento - ciencia, que remite a una historia interna de la verdad,
protagonizada por sujetos soberanos, autónomos y plenamente conscientes de
sus actos. Por otro lado, la descripción arqueológica desplaza su interés hacia
el eje prácticas discursivas - saber - ciencia, eje que permite articular la historia
interna de la verdad con aquellos otros sitios donde se producen verdades y que,
a su vez, revela un sujeto producido en redes significantes.
Finalmente, podríamos decir que la ciencia actúa sobre el saber redistribu-
yendo, validando, confirmando y modificando algunos de sus elementos. De este
modo, algunos saberes han sido sometidos por la ciencia. Este disciplinamiento
de saberes polimorfos y heterogéneos consiste justamente en su sistematización
32. Foucault (1987) [1969], p. 46.
47
Capítulo 2. Relaciones entre ciencia y saber. La arqueología como...
según criterios de selección que descalifican y desechan el saber falso y el no saber,
en la normalización y homogeneización de sus contenidos y en su jerarquización
dentro del dominio científico. Frente a la tiranía de los discursos totalizantes,
Foucault postula la liberación de los saberes soterrados; liberación sólo posible
mediante la insurrección de los saberes contra la institución y los efectos de poder
del discurso científico, contra su propia jerarquización, contra lo que tiene de
coercitivo el discurso teórico, unitario, formal.
Bibliografía
Bachelard, Gaston: La formación del espíritu científico. Contribución a un psicoa-
nálisis del conocimiento objetivo, Buenos Aires, Siglo XXI, 1984 [1938].
Bourdieu, Pierre et al.: El Oficio de Sociólogo. Presupuestos epistemológicos, Madrid/
México, Siglo XXI, 1993 [1973].
Deleuze, Gilles: “¿Qué es un dispositivo?”, en Balbier, E. et al., Michel Foucault,
filósofo, Barcelona, Gedisa, 1990.
Foucault, Michel: Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias humanas,
Barcelona, Planeta-Agostini, 1984 [1966a].
—: La Arqueología del Saber, México, Siglo XXI, 1987 [1969].
—: “A propósito de Las palabras y las cosas”, en Saber y Verdad, Madrid, La
Piqueta, 1991 [1966b].
—: “La función política del intelectual. Respuesta a una cuestión”, en Saber y
Verdad, Madrid, La Piqueta, 1991 [1968].
—: “El juego de Michel Foucault”, en Saber yVerdad, Madrid, La Piqueta, 1991
[1977].
—: El Orden del Discurso, Barcelona, Tusquets editores, 1999 [1970].
—: “Primera conferencia”, en La verdad y las formas jurídicas, Barcelona, Gedisa,
2000 [1978].
Lacan, Jacques: “Saber, verdad y opinión y El universo simbólico” en Seminario
2. El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica, Buenos Aires/
Barcelona/México, Paidós, 1995 [1954].
Murillo, Susana: El Discurso de Foucault: Estado, locura y anormalidad en la cons-
trucción del individuo moderno, Buenos Aires, Oficina de Publicaciones
del CBC, Universidad de Buenos Aires, 1997.
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Escolar y besse Epistemologia-fronteriza

  • 1.
  • 3.
  • 4. Puntuaciones sobre teoría, método y técnica en ciencias sociales EPISTEMOLOGÍA FRONTERIZA Cora Escolar y Juan Besse Coordinadores
  • 5. Eudeba Universidad de Buenos Aires 1ª edición: 2011 © 2011 Editorial Universitaria de Buenos Aires Sociedad de Economía Mixta Av. Rivadavia 1571/73 (1033) Ciudad de Buenos Aires Tel.: 4383-8025 / Fax: 4383-2202 www.eudeba.com.ar Imagen de tapa: Pangolín de Pablo Besse. Diseño de tapa: Troopers Corrección general: Eudeba Impreso en la Argentina Hecho el depósito que establece la ley 11.723 No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su almacenamiento en un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, electrónico, mecánico, fotocopias u otros métodos, sin el permiso previo del editor. Cora Escolar Epistemología fronteriza. - 1a ed. - Buenos Aires : Eudeba, 2011. 192 p. ; 23x16 cm. - (Lectores) ISBN 978-950-23-1785-4 1. Epistemología. I. Título. CDD 121
  • 6. Entre la singularidad del ejemplo y la generalidad de la sentencia, los relatos hacen su camino. Entre lo histórico y lo no histórico, lo que viene de un mundo anterior al hombre encuentra con qué excavar su agujero y nidificar en los bordes del vacío, de la fusión, en la frontera de la disgregación, del lenguaje, del tiempo y del pensamiento. Pascal Quignard. Retórica especulativa
  • 7.
  • 8. ÍNDICE Presentación. Investigar en la frontera Cora Escolar y Juan Besse..............................................................11 Capítulos 1. Pensar en/con Foucault Cora Escolar.....................................................................................21 2. Relaciones entre ciencia y saber. La arqueología como método en Michel Foucault Luciana Messina y Lisandro de la Fuente........................................33 3. El porvenir de un encuentro. Psicoanálisis y ciencias sociales, entre la aplicación y la extensión Juan Besse.........................................................................................49 4. La teoría menor, el tiempo histórico y la práctica simbólica compartida Cora Escolar.....................................................................................85 5. Proceso y diseño en la construcción del objeto de investigación: las costuras de Frankenstein o un entre-dos que no hace dos Juan Besse............................................................................................ 93
  • 9. 6. Método: notas para una definición Cora Escolar y Juan Besse.............................................................115 7. El encuadre teórico-metodológico de la entrevista como dispositivo de producción de información Luciana Messina y Cecilia Varela...................................................125 8. La “gestión de datos” como proceso de toma de decisiones Cora Escolar...................................................................................137 Incursiones bibliográficas: comentarios de lectura Pensar la construcción. Un comentario sobre Arquitectura plus de sentido Juan Besse.......................................................................................147 Un lugar para los estudios de la vida cotidiana Cora Escolar y Analía Minteguiaga...............................................155 Memoria del análisis estructural. Un comentario de El periplo estructural. Figuras y paradigma de Jean-Claude Milner Juan Besse.......................................................................................165 Simmel con Lacan. Un comentario de Lacan lector de Simmel: una extraña alianza de Paul Vanden Berghe Juan Besse.......................................................................................175
  • 10. 9 AGRADECIMIENTOS Los escritos que constituyen este libro encontraron su enhebrado gracias al trabajo docente en las materias de epistemología y metodología de las ciencias sociales, en el nivel de grado y posgrado, tanto de la UBA, de la UNLa, como de otras instituciones universitarias. El seminario interno de las cátedras de Epistemología y Metodología de la carrera de Geografía de la UBA, llevado a cabo al alba de cada jueves de 2003 en la mesa redonda de LasVioletas y cada miércoles de 2004 en la ovalada de la Reina Kunti, ha sido el reavivo para pensar la enseñanza y la transmisión de muchas de las cuestiones concernidas en los capítulos que integran la compilación. El conjunto de los trabajos de este libro ha florecido con ese encuentro sostenido. Luis Baer y Cecilia Varela hicieron posible el tejido de la primera red para el armado del libro. Silvina Fabri lidió con los menesteres de la presentación editorial. El trayecto final estuvo a cargo de Andrea Lobos, todos ellos alumnos y graduados adscriptos a las cátedras antes mencionadas. En Eudeba, Pablo Castillo brindó un tiempo atento y riguroso al trabajo de edición. Cora Escolar y Juan Besse
  • 11.
  • 12. 11 Presentación INVESTIGAR EN LA FRONTERA Cora Escolar y Juan Besse El título de este libro acaeció en el tiempo en que una serie de escritos –nuestros y de quienes forman parte de las cátedras de Epistemología de la Geografía y Metodología de la Investigación–1 se dispersaban en revistas o en las memorias de nuestras computadoras. Fue hacia fines de 2002 cuando empezó a tomar forma la idea de reunir en un libro escritos forjados al calor de pensamientos e intuiciones modulados en los seminarios internos de la cátedra. Esos borradores surgieron como resul- tado del cursado de materias o seminarios de formación, o en la tarea misma de la enseñanza. Allí, en ese tiempo y por esas prácticas, se hizo evidente, para nosotros mismos, el carácter fronterizo de la andadura epistemológica trabajada. Por eso, cuando tomamos contacto con el término epistemología fronteriza, el regusto a contradicción en los propios términos que secretaba la adición de las dos palabras, se impuso como una razonable condensación de los enfoques que coexistirían en el futuro libro. Ese descompletamiento de la Epistemología2 –por la 1. Cátedras del Departamento de Geografía de la Facultad de Filosofía y Letras de la Uni- versidad de Buenos Aires. 2. En la acepción que asocia Epistemología con Filosofía de la Ciencia, como sociedad con aspiraciones tribunalicias, es decir, un saber con atribuciones no sólo de examen sino de validación del conocimiento.
  • 13. 12 Cora Escolar y Juan Besse vía de la frontera o, más precisamente, inventemos el término, a cuenta y riesgo de la frontericidad– era, tal vez, uno de los denominadores comunes presente entre los distintos artículos a compilar. Pero ¿de qué hablamos cuando decimos epistemología o aludimos al ca- rácter epistemológico de un enunciado? En un trabajo inspirador sobre los usos de la noción de epistemología, luego de hacer suyo el supuesto de que “hay un aspecto que caracteriza a todos los usos que vamos a distinguir: análisis crítico de las premisas de una actividad cognitiva”, Delgado señala los tres principales recortes que organizan la consti- tución terminológica del hoy acrecentado terreno epistemológico.3 Trabajo que sugiere la pertinencia de referirse: a epistemologías, en plural, cuando se haga referencia a teorías de las ciencias particulares, es decir, “a discursos meta-teóricos con valor disciplinar, esto es, cánones de la metodología de una disciplina”; a epistémica cuando se realice el análisis de “los contextos históricos, culturales y filosóficos en los cuales se desarrolla un estilo de pensamiento”, y a epistemología, en singular, cuando se dé cuenta de posiciones referidas a la construcción del objeto en los términos más tradicionales de la teoría del conocimiento, esto es, concepciones o perspectivas epistemológicas que despliegan a su vez teorías del objeto y del sujeto de conocimiento; pero, también, la asunción de que hay una dimensión epistemológica inherente a cualquier actividad.4 Las tres acepciones son constitutivas de las prácticas de investigación. Los trabajos que integran el libro expresan sus anudamientos y las tratan, en cada abordaje, con énfasis particulares. * Latareapropiadelasdisciplinassocialeses,simultáneamente,conocerypensar. El verbo que condensa el uso poskantiano, digamos contemporáneo, de esa juntura es, no sin algún tropiezo, investigar. Entonces, ¿por qué investigar en la frontera? Investigar es ya, de algún modo, habitar la frontera entre la razón y la sinrazón.5 Reconocer que el límite que las separa es permeable o frágil, de allí la 3. Juan Manuel Delgado (1997), “Epistemologías, epistémica y epistemología”, en Fernando Álvarez-Uría (ed.), Jesús Ibáñez. Teoría y práctica, Madrid, Endymion, p. 177. 4. Juan Manuel Delgado (1997), op. cit., pp. 180-181. 5. Este libro es un texto universitario y, como ha dicho Derrida, no se puede pensar la posi- bilidad de la universidad como institución moderna sin interrogar ese acontecimiento que es el principio mismo de razón. Jacques Derrida (1983), “Las pupilas de la Universidad. El principio de razón y la idea de Universidad”, en Cómo no hablar. Y otros textos, Proyecto ‘A’ Ediciones, Barcelona, 1997.
  • 14. 13 Presentación. Investigar en la frontera insistencia clásica en su separación; la inquietud normativa por el establecimiento de criterios taxativos de demarcación que tracen el límite entre lo racional y lo que no lo es. Y así, a un lado o a otro de la frontera móvil entre trabajos viejos y nuevos, la puesta en común de estos materiales epistemológicos en un mismo libro fue adquiriendo color.6 El color de “lo fronterizo”. * Corominas sitúa el uso del vocablo “frontera” hacia 1140. En cambio, el advenimiento del término “fronterizo” es ubicado con precisión en 1607.7 A cuatrocientos años de esa emergencia, tres han sido las invitaciones a inscribir el título del libro en esa inclinación: desde la frontera, como sustantivo, hacia lo fronterizo como atributo de algo. * Por una parte, las nociones de lo epistemológico esbozadas antes por Del- gado, aun primando una de ellas, hacen frontera en cualquier trabajo de investi- gación. La investigación es entonces una región fronteriza entre el conocimiento como posibilidad, como necesidad8 y como invención histórica: la producción de sujetos y objetos de conocimiento en las prácticas de investigación tiene como horizonte saberes, disciplinas y ciencias históricamente constituidas. Sobre ese supuesto cualquiera de esas nociones (epistemología en singular, epistemologías en plural o epistémica) es una vía de entrada que habilita –cuando no directamente la promueve– la búsqueda de enlaces, conexiones, relaciones, con alguna de las otras. Los trabajos que forman parte de este libro se palpan en esa frontera. En cada uno de los capítulos, los autores –como no puede ser de otro modo– hacen reverberar, en sus escrituras, improntas disciplinares: las certidumbres y las ig- norancias, los modos de dudar y de evidenciar, los estilos de razonar, que ponen de manifiesto las formaciones primarias transitadas. Pero en ninguno de los 6. Wittgenstein, en sus observaciones sobre los colores, dice que “una historia natural de los colores tendría que dar cuenta de su aparición en la naturaleza, no de su esencia. Sus propo- siciones tendrían que ser temporales”, Ludwig Wittgenstein (1977), Observaciones sobre los colores, Barcelona, Paidós/IIF-UNAM, 1994, p. 34. 7. Joan Corominas (1961), Breve Diccionario etimológico de la lengua castellana, Madrid, Gredos, 1994, p. 281. 8. En el sentido establecido por Emilio Lamo de Espinosa, J. M. González García y C.Torres Albero en “Introducción: Conocimiento, individuo y sociedad”, La sociología del conocimiento y de la ciencia, Madrid, Alianza, 1994.
  • 15. 14 Cora Escolar y Juan Besse casos la razón disciplinar se ejerce como fundamento último. Así, los lenguajes incorporados en los trayectos académicos o profesionales –sean éstos los lenguajes provistos por las seguridades de las formaciones primarias (la antropología, la geografía, la sociología) o los de los balbuceos en los campos más recientemente explorados (la lingüística, el psicoanálisis, la filosofía)–, se intersecan, y esperamos que en el espacio de esas intersecciones se con-fronten fructíferamente. * La segunda filiación de nuestra opción por lo fronterizo proviene de los llamados estudios poscoloniales,9 cuyos autores, a decir verdad, no hemos frecuentado con asiduidad. Sin embargo, y a pesar de las diferencias de es- tilo, atisbamos en ese acervo teórico cuestionamientos fecundos. Ha sido el pasaje de los llamados estudios culturales10 a los estudios poscoloniales uno de los laboratorios del pensamiento contemporáneo que puso en entredicho el adocenado terreno epistemológico de las ciencias sociales. El arduo trabajo de instalar nuevas preguntas que dieran lugar a nuevos enfoques y objetos de investigación, ya no definidos por disciplinas sino por problemas, sirvió para sacudir la modorra epistemológica en la que se encontraban las ciencias sociales en los años ‘80 y, de ese modo, trabajar en pos de estrategias de investigación transdisciplinarias. La perspectiva poscolonial ha hecho suyo el concepto mismo de episte- mología fronteriza, espacio bisagra entre estrategias globales e historias locales, sin el cual, a juicio de estas corrientes, no es posible pensar la producción de conocimiento. En ese sentido, Walter Mignolo entiende que “la reflexión sobre espacios geográficos y localizaciones epistemológicas es posible y es promovida por las nuevas formas de conocimiento que se están produciendo en las zonas de legados coloniales, en el conflicto fronterizo entre historias locales y diseños globales, desde América a África del Sur, desde América hasta África del Norte, 9. Véase, entre otros trabajos, Edgardo Lander (comp.) (2000), La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas, Buenos Aires, CLACSO. 10. Castro-Gómez sostiene, y coincidimos con su apreciación, que “es preciso establecer aquí una diferencia en el significado político que han tenido los estudios culturales en la univer- sidad norteamericana y latinoamericana respectivamente. Mientras que en Estados Unidos los estudios culturales se han convertido en un vehículo idóneo para el rápido ‘carrerismo’ académico en un ámbito estructuralmente flexible, en América Latina han servido para combatir la desesperante osificación y el parroquialismo de las estructuras universitarias”, Santiago Castro-Gómez (2000), “Ciencias sociales, violencia epistémica y el problema de la ‘invención del otro’”, en Edgardo Lander (comp.) (2000), op. cit., p. 157.
  • 16. 15 Presentación. Investigar en la frontera desde el Pacífico en las Américas hasta el Pacífico del Sur de Asia y Oceanía. [...] Se trata de entender la fuerza de las epistemologías fronterizas, de aquellas formas de conocimiento que operan entre los legados metropolitanos del co- lonialismo (diseños globales) y los legados de las zonas colonizadas (historias locales). Se trata de pensar a partir de esta situación”.11 Pensar la situación es pensar en situación y, para Mignolo, el concepto de epistemologías fronterizas es solidario de otra noción: las geopolíticas del conocimiento.12 Intersección que no sólo compatibiliza sino que vuelve necesario leer, por dar un ejemplo que puede invitar a sonreír, a Jauretche con Derrida... y, contra reembolso, a Derrida con Jauretche. * La tercera incitación proviene de la pasión, o de la práctica, antifilosó- fica.13 Una epistemología fronteriza alude a una epistemología que no logra completar un sistema o que, habiendo sostenido la ilusión de la completud, se descompleta. Lo fronterizo es allí, casi, sinónimo de estado de descomple- tamiento. La intervención freudiana contradice la modernidad en razón de su propia experiencia, y da lugar “a lo que Eugenio Trías llama una razón fronteriza” en la que el campo del sentido no es lo opuesto a lo real como tampoco ya es pertinente pensar “al individuo como opuesto a la sociedad, ni 11. Walter Mignolo (1996), “Espacios geográficos y localizaciones epistemológicas: la ratio entre la localización geográfica y al subalternización de conocimientos”, en Revista del Instituto de Estudios Sociales y Culturales PENSAR, Nº34, Pontificia Universidad Católica Javeriana de Bogotá, p. 5. 12. Walter Mignolo (2000), Local Histories/Global Designs: Coloniality, Subaltern Knowledge and Border Thinking, Princeton Princeton University Press. Hay traducción castellana His- torias locales/Diseños globales: ensayos sobre los legados coloniales, los conocimientos subalternos y el pensamiento de frontera, Madrid, Akal, 2003. 13. Jorge Alemán arqueologiza los usos del término en el campo psicoanalítico, a partir de la indicación de Lacan, en 1974, cuando –a poco de crearse un Departamento de Psicoaná- lisis en París VIII y con relación a la formación del analista– habló de lingüística, topología y antifilosofía como saberes que hacían a esa formación. Dice Alemán que “si tuviéramos que señalar un primer rasgo de lo que creo debe entenderse por antifilosofía, sería éste: el acontecimiento que tuvo lugar con el nombre propio de Freud, al dilucidar una frontera que, a diferencia de lo que vamos a llamar las tradiciones filosóficas que se proponen agotar al sujeto o a la subjetividad en el campo del sentido, el dato que se impone en Freud es esa articulación ‘pulsión-sentido’, esa especie de bisagra, de gozne, que une y separa a la vez estos dos sitios”, Jorge Alemán (2000), “Introducción a la antifilosofía. La filosofía y su exterior”, en Jacques Lacan y el debate posmoderno, Buenos Aires, Filigrana, p. 32.
  • 17. 16 Cora Escolar y Juan Besse a la libertad como opuesta a la restricción”.14 Punto –este último enunciado de Alemán– en el que se restringe lo que cobija el rótulo, en ocasiones muy amplio, de antifilosofía.15 Ahora bien, la anti-epistemología o incluso la anti-metodología16 –en tanto términos usados como sustitutos eventuales de la noción de anti-filosofía– no supone necesariamente hacer suyos y desplegar los supuestos analíticos derivados de una razón fronteriza.17 En la medida en que el corte con el saber filosófico, epistemológico o metodológico establecido y consagrado (expresado en el prefijo anti) promueve una posición anti-normativista,18 podría decirse que están dadas ciertas condiciones de posibilidad de una razón fronteriza que hace su trabajo advertida de que lo simbólico no agota lo real pero que, sin embargo, en ese ince- sante, hacer frontera con él no cesa de intervenir en su fabricación. Así, las epistemologías de las ciencias sociales no pueden desconocer el principio de razón que las funda pero tampoco descansar en la ilusión de una razón operante por si misma o automática que conlleve un abandono del trabajo de pensar la singularidad de cada práctica de investigación. Algunas interven- ciones del último Bourdieu, figura emblemática de una epistemología de las ciencias sociales dispuesta a ponerse en entredicho en cada acto de investigación, sugieren esa dirección.19 * Jullien habla de China como de una frontera al (propio) pensamiento. Dice “China nos permite tomar distancia del pensamiento del que venimos, romper con sus filiaciones e interrogarlo desde afuera [...] este paso por China tiene dos 14. Jorge Alemán (2000), op. cit., p. 31. 15. Lugar en el que se inscribirían pensadores tan distintos y a la vez, en más de un sentido, próximos como Nietzsche, Heidegger, Wittgenstein, Deleuze o Foucault. 16. En ese horizonte, planteos como el de Paul Feyerabend en El anti-método o Pierre Bour- dieu, Jean-Claude Passeron y Jean-Claude Chamboredon en El Oficio de Sociólogo pueden ser reconocidos como una anti-filosofía de la ciencia. 17.Tal como es esbozada la noción por EugenioTrías y retomada por el trabajo de Jorge Alemán. 18. Entiéndase anti-normativista y no anti-normativa. 19. Como cuando dice que “aquelloquedenominé objetivación participante (a laquenodebemos confundir con la ‘observación participante’) es, sin duda alguna, el más difícil de los ejercicios, porque exige romper con las adherencias y adhesiones más profundas y más inconscientes; a menudo con aquellas que fundamentan el ‘interés’ mismo del objeto estudiado para quien lo estudia, es decir, lo que él menos desea saber acerca de su relación con el objeto que intenta conocer”, Pierre Bourdieu (1987), “Una objetivación participante”, en Pierre Bourdieu y Loïc Wacquant, Respuestas. Por una antropología reflexiva, México, Grijalbo, 1995, p. 191.
  • 18. 17 Presentación. Investigar en la frontera funciones, o se desarrolla en dos direcciones: de desvío y de retorno”.20 Como lo fueron –y en gran medida lo siguen siendo– el buen y el mal salvaje en los albores del pensamiento moderno, esta China pretexto, o la América pretexto, o lo que cumpla esa función de desarraigo epistemológico, es experiencia fronteriza, donde el desvío es solidario del retorno y al revés. Los capítulos En el capítulo 1 “Pensar en/con Foucault”, Cora Escolar propone indagar la posibilidad de la utilización del arsenal teórico-metodológico y las reflexiones epistemológicas de Foucault para el abordaje teórico de las relaciones entre prácticas sociales, discursos de verdad y producción de subjetividad. Para ello, se presentan algunas cuestiones epistemológicas y metodológicas mediante el recorte de una serie de enunciados seleccionados con el fin de repasar algunos supuestos teóricos acerca de la temática del poder que caracterizara la producción de Foucault en los años ‘70. Asimismo, dicho repaso de los items escogidos es trabajado a la luz de conexiones con los escritos de Foucault anteriores a los años ‘70, principalmente aquellos en los cuales sentó principios de corte epistemológico sobre las prácticas de investigación en el campo de las ciencias humanas. Por último, el abordaje destaca algunos rasgos del pensamiento de Foucault, entre ellos, que en su discurso no exista en sentido restringido una teoría del poder, sino más bien una analítica de éste. * El capítulo 2 de Lisandro de la Fuente y Luciana Messina, “Relaciones entre ciencia y saber. La arqueología como método en Michel Foucault”, pasa revista a la noción de arqueología en Michel Foucault. Así, el trabajo gira en torno a “cómo concibe Foucault el saber y por qué propone un abordaje arqueológico del documento histórico”. A la vez, colateralmente, la propuesta es dar cuenta de las relaciones que establece entre ciencia y saber en diversos pasajes de La Arqueología del Saber. En segundo lugar, se propone “indagar cómo Foucault, al construir un método opuesto a los modelos ya establecidos de análisis de la historia del pensamiento, necesitó deconstruir algunas concepciones sobre las que éstos se asientan”. Los autores centraron su análisis en La Arqueología del Saber con el fin de articular los ejes principales de dicho libro con ciertos aspectos 20. François Jullien (2005), Conferencia sobre la eficacia, Buenos Aires, Katz editores, 2006, p. 15.
  • 19. 18 Cora Escolar y Juan Besse de la obra de Gaston Bachelard y Pierre Bourdieu, entre otros autores que han marcado la construcción del andamiaje epistemológico de las ciencias sociales. * En el capítulo 3 “El porvenir de un encuentro. Psicoanálisis y ciencias sociales, entre la aplicación y la extensión”, Juan Besse señala que la travesía de incorporar el psicoanálisis al trabajo de investigación social invita a recorrer los diversos caminos que las distintas disciplinas sociales transitaron en su relación con la producción psicoanalítica. Sin embargo, dadas las dificultades que supone brindar un panorama razonable de esos encuentros y desencuentros, en reverso, ha optado por explorar algunos aspectos de los modos en que el psicoanálisis llevó a cabo, pero también pensó y teorizó, su relación con otros saberes. Así, el trabajo procura indagar algunos estilos de relación entre el psicoanáli- sis y otros campos mediante el rastreo de las coordenadas políticas, institucionales y epistémicas que vertebraron la constitución de las nociones de psicoanálisis aplicado y psicoanálisis en extensión. Y, por esa vía, comenzar a pensar qué de lo dicho por los psicoanalistas acerca de la formación del analista comparte una espesura en común con la formación del investigador social. * El capítulo 4 de Cora Escolar “La teoría menor, el tiempo histórico y la práctica simbólica compartida”, Cora Escolar plantea, con un carácter predomi- nantemente hipotético y a los efectos de la discusión, un conjunto de cuestiones relativas a la relación entre la llamada “teoría menor” y las llamadas “teorías totalitarias” o “totalizadoras”. El trabajo ancla su desarrollo en un contrapunto de las posiciones de Cindi Katz y Michel Foucault respecto de la importancia de la llamada “teoría menor” en relación con la construcción y reconstrucción metodológica de distintos campos problemáticos. * En el capítulo 5, “Proceso y diseño en la construcción del objeto de in- vestigación: las costuras de Frankenstein o un entre-dos que no hace dos”, Juan Besse revisa las nociones establecidas de algunos conceptos claves del discurso metodológico. Así los usos de términos como proceso y diseño de investigación son revisados al calor de la mentada relación teoría-método-técnica en la cons- trucción del objeto de estudio y reinscriptos como aspectos constitutivos de las prácticas de investigación.
  • 20. 19 Presentación. Investigar en la frontera * El capítulo 6 de Cora Escolar y Juan Besse “Método: notas para una defini- ción” recupera una serie de notas de Cora Escolar escritas en México a mediados de los años ‘80 y reescritas en colaboración con Juan Besse a principios de los ‘90. Allí, la noción de método establecida juega con la incompletud del camino a recorrer por la práctica de investigación, pero también con la insuficiencia del camino recorrido. El método es construcción sobre andaduras previas como tomar un atajo transitado por otros investigadores no supone el mismo trayecto sino hacer marcas que no estaban en la senda. En el universo limitado de nuestra actividad docente, tanto en la UBA como en la UNLa, el trabajo es un “clásico” que, desde 1996,21 nos hemos propuesto muchas veces reescribir y sin embargo hemos decidido conservarlo como entonces, casi sin modificaciones. * El capítulo 7 “El encuadre teórico-metodológico de la entrevista como dispositivo de producción de información”, de Luciana Messina y Cecilia Varela, aborda algunos conceptos fundamentales en la construcción de soportes teóricos vinculados al campo de la metodología de investigación en ciencias sociales. La propuesta consiste en pensar el encuadre de la entrevista como un dispositivo de obtención de información, por un lado, irreductible a la interacción personal entre entrevistador y entrevistado y, por el otro, habilitante de la producción de discursos que entrañen la emergencia de lo no conjeturado previamente por el investigador. * El último capítulo de Cora Escolar, “La ‘gestión de datos’ como proceso de toma de decisiones”, tiene como objetivo presentar una serie de conside- raciones acerca de los procesos de “gestión de datos” que se dan en el ámbito de las instituciones gubernamentales y que pueden ser de utilidad para pensar descarnadamente las potencialidades y limitaciones de un “hacer”. Un hacer que deviene en indicativo para la formulación de contratos de préstamo, reglamentos operativos, indicaciones para monitorear y evaluar programas y proyectos sociales. El proceso de “gestión” de datos como tarea político-administrativa y de investi- gación supone el reconocimiento previo de un complejo proceso de construcción de la información. Desde esta perspectiva resulta fundamental entender que 21. Año de su primera publicación como ficha de cátedra por OPFyL.
  • 21. 20 Cora Escolar y Juan Besse los datos no están “dados en la realidad” y que sólo resta recopilarlos, sino que son fruto de una acción creadora y por tanto condicionada por las perspectivas teórico-metodológicas desde las cuales se los construye. * Por último, cuatro comentarios de libros, publicados como algunos de los trabajos anteriores en las revistas Litorales y Biblio 3W,22 exploran los andariveles epistemológicos de unos escritos, cuyos autores bordean los extremos de las disciplinas que cultivan: la arquitectura, la filosofía, la geografía o la lingüísti- ca. Ese borde con las ciencias sociales propone, a cada momento, excursiones hacia y desde esas fronteras que, más allá del pintoresquismo que asedia como posibilidad a cualquier viaje, pueden promover la necesidad de pensar y extraer opciones metodológicas fecundas. Buenos Aires, invierno de 2009 22. Litorales. Teoría, método y técnica en geografía y otras ciencias sociales, Revista Electrónica del Instituto de Geografía, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, y Biblio 3W de Geocrítica, Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales de la Univer- sidad de Barcelona.
  • 22. 21 Capítulo 1 PENSAR EN/CON FOUCAULT* Cora Escolar El viaje rejuveneció las cosas y envejeció la relación con uno mismo. Michel Foucault, 1976 Algunas palabras El propósito de este artículo es indagar la posibilidad de la utilización del arse- nal teórico-metodológico y las reflexiones epistemológicas de Foucault para el abordaje de nuestras investigaciones. Para ello proponemos presentar y analizar las cuestiones epistemológicas-meto- dológicas a través de una serie de items unilateralmente seleccionados e interviniendo en el discurrir de Foucault. Sostenemos que estas reflexiones quedan impresas en el núcleo de todo proceso que pretenda ser creador y productor de conocimiento. Siguiendo a Deleuze1 sostenemos que las teorías son focales, limitadas, aplicables sólo a un campo concreto. Ninguna puede abarcar nuestra expe- riencia diaria, en su enorme complejidad. Por eso, nuestra producción teórica y práctica tiende a romper los muros de las teorías, tiende a relacionarlas unas * Publicado en Cinta de Moebio. Revista Electrónica de Epistemología de Ciencias Sociales, Nº20, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile, Santiago, septiembre de 2004. Este artículo lo escribo en esa voluntad incesante de retorno de la memoria de mi hijo Manuel. 1. Deleuze (1987), p. 75.
  • 23. 22 Cora Escolar con otras.2 Ésta no es una idea nueva, pero cabe recordarla: todos somos, a la vez, teóricos de la sociedad y ciudadanos de a pie. La práctica del poder La centralidad del problema de lo político es evidente en las últimas obras de Deleuze y Foucault. Dice Foucault: “Es preciso dejar de describir siempre los efectos del poder en términos negativos: ‘excluye’, ‘reprime’, ‘rehúsa’, ‘abstrae’, ‘encubre’, ‘oculta’, ‘censura’. En efecto, el poder produce, produce lo real, produce campos de objetos y rituales de verdad [...]”.3 Retengamos en estas palabras una propuesta de investigación sobre “el ejercicio del poder”. Dice el autor: “[...] cuando pienso en la mecánica del poder, pienso en su forma capilar de existir, en el proceso por medio del cual el poder se mete en la misma piel de los individuos, invadiendo sus gestos, sus actitudes, sus discursos, sus experiencias, su vida cotidiana”.4 El hecho es que Foucault hace aflorar un ámbito de investigaciones que, efectivamente, había permanecido inexplorado antes de que él se ocupase del mismo: el de las relaciones de poder en cuyo interior se ejercen todas las formas de práctica social. Según Foucault el poder produce. Es, pues, una técnica (tikto). Ahora bien ¿cómo produce el poder? De la lectura de Foucault se desprende que el poder es el ejercicio del poder. Es decir, multiplicidad de dispositivos, organismos, artificios, funciones, tácticas, mecanismos. Ello implica, según Deleuze, “el abandono de los cuatro postulados fun- damentales que rigen la filosofía política tradicional”:5 1) Que el poder sea “atributo” de una clase que lo habría conquistado, y no el efecto de innumerables puntos de fuga, conflictos, luchas, cambios; una resultante, en suma, de las diversas posturas estratégicas que asumen las diferentes clases y que se asumen dentro de una misma clase. 2) El de la “localización”: que el poder esté localizado en un aparato institu- cional subordinado a la “estructura económica”. 3) Eldel“mododeacción”:elpodercomonegativo:represión,ocultamiento,etc. 2. Bourdieu y Wacquant, (1995), pp. 167-169. 3. Foucault (1987) [1976], p. 75. 4. Foucault (1987) [1976], p. 60. 5. Deleuze (1975), p. 16.
  • 24. 23 Capítulo 1. Pensar en/con Foucault 4) El de la “legalidad”: el poder como complejo de leyes, cuando la ley “es siempre una composición de arbitrariedades a las que diferencia formali- zándolas [...] la ley no es más que el resultado de una guerra vencida”.6 El poder y la norma En Vigilar y castigar Foucault describe un conjunto de prácticas de la norma en el sentido moderno del término, “la formación de lo que podríamos llamar en general la sociedad disciplinaria”.7 Lo importante en la idea de sociedad disciplinaria es la idea de que las disciplinas crean sociedad, crean un tipo de lenguaje común entre todas las clases de instituciones, hacen posible que una pueda traducirse a la otra. La norma es precisamente aquello por lo que la sociedad, cuando se hace disciplinaria, se comunica consigo misma. La norma articula las instituciones disciplinarias de producción, de saber, de riqueza, de finanzas, y las hace interdisciplinarias, convierte en inteligible el espacio social. La norma o lo normativo es lo que permite la transformación de la discipli- na bloqueo en disciplina mecanismo. En efecto, dice Foucault: “Tradicionalmente el poder es lo que se ve, lo que se muestra, lo que se manifiesta... Aquellos sobre quienes se ejerce el poder pueden permanecer en la sombra; sólo reciben la luz que les es concedida de esta parte del poder [...]”.8 Con la disciplina según la lógica de la norma, la sombra llega a la luz. “En la disciplina, son los sujetos quienes han de ser vistos. Esta iluminación asegura el dominio del poder que se ejerce sobre ellos”.9 No hay que confundir “norma” y “disciplina”. Las disciplinas apuntan a los cuerpos con una función de adiestramiento; la norma es una medida, una manera de producir la medida común. En una dimensión, el poder es llamado disciplinario, pero la disciplina es sólo un aspecto de él. Lo que sin duda preocupó a Foucault fue comprender cómo la acción de las normas en la vida de los hombres determina el tipo de sociedad a la que ellos pertenecen como sujetos.10 6. Deleuze (1975), p. 16. 7. Foucault (1989) [1975], p. 213. 8. Foucault (1987) [1976], p. 65. 9. Foucault (1987) [1976], p. 65. 10. “Por lo tanto, no preguntemos por qué cierta gente desea dominar, qué busca, cuál es su estrategia general. Preguntemos, en cambio, cómo funcionan las cosas al nivel de la presente
  • 25. 24 Cora Escolar Puede entenderse por qué el interés de Foucault no se centra en el poder con mayúscula, sino en las microestructuras del poder (el poder con minúscula), que tiene su génesis en el propio sujeto. Cuando Foucault escribió La historia de la locura en la época clásica (1961) o Vigilar y castigar (1975), no recogió las quejas de los pacientes, no oyó la confesión de los presos, no sorprendió a los locos en sus manejos, sino que estudió máquinas de curar y máquinas de castigar. Foucault se volvió hacia las instituciones: registró sus edificios y sus equipos, sondeó sus doctrinas y sus disciplinas, enumeró y catalogó sus prácticas, publicó sus técnicas. Es decir, pal- pó con cuidado los dispositivos y las disciplinas; describió minuciosamente las funciones del hospital y de la prisión.11 La arquitectura de la cárcel se modifica para que sea más difícil a los prisioneros ahorcarse. Las tácticas van tomando forma progresivamente sin que nadie sepa bien qué significan. Foucault dirigirá su atención al problema de la normatividad en general, al hilo de los procedimientos propios que en una sociedad distinguen el bien del mal, el enfermo del sano, el loco del cuerdo, lo normal de lo anormal. Para Foucault el problema estriba en la posible criticabilidad de cualquier normatividad. Me interesa subrayar que estas tesis llevan implícitas una representación del poder que supone que el poder no sea concebido como una propiedad, sino como una estrategia. Siguiendo a Deleuze, toda sociedad tiene su o sus diagramas.12 El panóptico es un intercambiador entre un mecanismo de poder y una función. Es una manera de hacer funcionar relaciones de poder. Es una máquina abstrac- ta, en el sentido que Foucault da a la máquina escuela, a la máquina hospital. Lo que quiere significar con máquina abstracta es que las máquinas son sociales antes que ser técnicas.13 En otras palabras, admitir que “el poder no se posee sino que se ejer- ce, que no es un privilegio adquirido o conservado por la clase dominante, subyugación, al nivel de esos procesos continuos e ininterrumpidos que sujetan nuestros cuerpos, gobiernan nuestros gestos, dictan nuestras conductas, etc. En otras palabras, antes que preguntemos cómo aparece el soberano ante nosotros en su altivo aislamiento, debería- mos tratar de descubrir cómo es que los sujetos son constituidos gradual, progresiva, real y materialmente por medio de una multiplicidad de organismos, fuerzas, energías, materiales, deseos, pensamientos, etc.”; Faucault (1979), p.135. 11. La nueva tecnología del poder no se origina en ninguna persona o grupo identificable. En verdad se inventan tácticas individuales para necesidades particulares (Couzens, 1988). 12. Un diagrama es “...la exposición de relaciones de fuerzas que constituyen el poder”; Deleuze (1987), pp. 62-63. 13. Deleuze (1987), p. 68.
  • 26. 25 Capítulo 1. Pensar en/con Foucault sino el efecto resultante de sus posiciones estratégicas [...] Este poder [...] no se aplica, pura y simplemente, como una obligación o una prohibición a quienes ‘no lo tienen’, sino que los impregna, pasa por ellos, del mismo modo que ellos, en su lucha contra el poder, se apoyan en las acciones que éste ejerce sobre ellos”.14 Poder y saber Otra gran tesis de Foucault: la imbricación entre efectos del poder y efectos del saber. Aquí, su contribución original no consiste en afirmar que la posesión de un saber equivale a detentar un poder. El tema que atraviesa toda su obra, y que él ha sido el primero en teorizar, es el del poder que produce saber.15 Según Deleuze, interpretando a Foucault, “[...] el poder considerado abstractamente no ‘ve’ ni ‘habla’ [...] se ejerce a partir de innu- merables puntos [...] viene de abajo. Pero precisamente porque ni habla ni ve, hace ver y hablar”.16 De esta manera, contra la concepción “negativa”, “represiva”, en el fondo “jurídica”, de un poder que se contenta con prohibir, con “decir no”, Foucault destaca el “carácter productivo del poder”.17 Es el tema central de La voluntad de saber: “Lo que le da estabilidad al poder, lo que induce a tolerarlo, es el hecho de que no actúa solamente como una potencia que dice no, sino que también atraviesa las cosas, las produce, suscita placeres, forma saberes, produce discursos”.18 Ésta es la razón para que en Foucault no exista una teoría del poder, sino más bien una analítica de éste. El poder es una relación que puede ser instru- mentalizada, pero no una sustancia. Entonces, Foucault analiza la procedencia de las prácticas en las que se hacen efectivas relaciones de poder. En suma, todo saber se produce en el interior (por efecto y bajo el domi- nio) de las relaciones de poder. Las implicaciones de estas tesis son evidentes: por una parte, contra la interpretación racionalista del par “ciencia/ideología”: “Yo creo que el problema no consiste en discernir, en un discurso, lo que 14. Foucault (1987) [1976]. 15. “¿...en qué sentido existe primacía del poder sobre el saber, de las relaciones de poder sobre las relaciones de saber? Las relaciones de saber no tendrían nada que integrar si no existiesen las relaciones diferenciales de poder”; Deleuze (1987), p. 111. 16. Deleuze (1987), p. 111. 17. Deleuze (1987), p. 111. 18. Véase Foucault, La voluntad de saber (1987) [1976].
  • 27. 26 Cora Escolar viene caracterizado como cientificidad, y como verdad, de lo que derivaría de cualquier otra cosa, sino en ver cómo se producen históricamente efectos de verdad en el interior de unos discursos que de por sí no son ni verdaderos ni falsos”. Es curioso en Foucault este rechazo de la palabra ciencia; prefiere sustituirla por saber. El poder se nos manifiesta también como ciencia y lo que resalta Foucault son los saberes sometidos; los saberes que son una tradición de lucha, los saberes de los descalificados –los locos, los presos, las mujeres– y también el saber des- preciado, el libro escrito hace cien años y que desde entonces se cubre de polvo en las bibliotecas. Ese saber que la ciencia no quiere para sí es el único que no va a ser integrado por el poder y, por lo tanto, el único que no va a ser arma de represión.19 Dentro de esta perspectiva, la idea de que la ideología está en una posición secundaria respecto a algo que debe funcionar como infraestructura es, para Foucault, básico en la desvinculación que realiza del sistema de las prácticas ideológicas respecto de las relaciones de producción. En este sentido se separa de Marx.20 Por esta razón evita hablar de ideología dominante.21 Lo que trata de hacer es develarla allí donde el efecto de la ideología dominante disimula los saberes dominados, es decir, en la familia, en la escuela, en el hospital. De aquí la teoría de la “microfísica del poder”.22 19. “¿...Qué tipos de saberes queréis descalificar cuando preguntáis si es una ciencia? ¿Qué sujetos hablantes, discurrientes, qué sujetos de experiencia y de saber queréis reducir a la minoridad cuando decís: ‘Yo que hago este discurso, hago un discurso científico y soy un científico’?”; Foucault (1993), p. 17. 20. Según Lecourt, refiriéndose a la Arqueología del saber, “...las dificultades con que se topa (Foucault) y el fracaso relativo al que llega no tienen solución y salida más que en el campo del materialismo histórico”; Lecourt (1973) [1972], p. 100. Ver también Dreyfus y Rabinow (1988) [1979], pp. 101-121. 21. “No digo que estas teorías globales no hayan procurado ni procuren todavía, de manera bastante constante, instrumentos utilizables localmente... Pero pienso que no habrían procu- rado tales instrumentos más que a condición de que la unidad teórica del discurso quedase como en suspenso, cercenada, hecha pedazos, trastocada, ridiculizada, teatralizada [...] En cualquier caso, toda renovación en términos de totalidad ha tenido, en la práctica, un efecto de freno”; Foucault (1980), p. 128. 22. “La verdad se debe entender como un sistema de procedimientos ordenados para la producción, regulación, distribución y operación de declaraciones [...] ‘La verdad’ está vin- culada en una relación circular con sistemas de poder que la producen y la sostienen [...]”; Foucault (1979), p. 143.
  • 28. 27 Capítulo 1. Pensar en/con Foucault Arqueología, genealogía y estructuralismo En una primera instancia aparece la confluencia del estructuralismo y la genea- logía en el método arqueológico de Foucault.23 “Genealogía quiere decir a la vez valor del origen y origen de los valores. Genealogía se opone tanto al carácter absoluto de los valores como a su carácter relativo o utilitario. Genealogía significa el elemento diferencial de los valores de los que se desprende su propio valor. Genealogía quiere decir, pues origen o nacimiento, pero también diferencia o distancia en el origen. Genealogía quiere decir nobleza o bajeza, nobleza y vileza, nobleza y decadencia en el origen. Lo noble, lo vil, lo alto, lo bajo, tal es el elemento propiamente genealógico y crítico. Pero así entendido, la crítica es también lo más positivo”.24 En el curso del 7 de enero de 197625 Foucault desarrolla el concepto de Genealogía y sostiene “[...] se trata de un saber histórico de la lucha [...]” y “[...] se ha perfilado así [...] investigaciones genealógicas múltiples, redescubrimiento conjunto de la lucha y la memoria directa de los enfrentamientos. Y esta genea- logía, en tanto que acoplamiento del saber erudito y del saber de la gente, no sólo ha sido posible, sino que además pudo intentarse con una condición: que fuese eliminada la tiranía de los discursos globalizantes con su jerarquía y con todos los privilegios de la vanguardia teórica”.26 Es así que Foucault asigna a la genealogía una tarea indispensable: percibir la singularidad de los sucesos, fuera de toda finalidad monótona.27 En este discurso la genealogía aparece como inductivista.28 Cuando Foucault sostiene que el proyecto genealógico no es un empirismo, ni tampoco un positivismo, pero sí una anti-ciencia, está precisamente discutiendo con estas dos corrientes de pensamiento. Se trata de “[...] la insurrección de los saberes [...]”.29 23. Según Dreyfus y Rabinow: “[...] Foucault llama a su nuevo método ‘análisis arqueológico’ [...] unmétododeanálisis[...]purodetodoantropologismo”;DreyfusyRabinow(1988)[1979],p.74. 24. Morey (1978), p. 233. 25. Cursos pronunciados por Foucault en el College de France. Traducidos directamente de la grabación en cinta magnetofónica (1979), pp. 125-137. 26. Foucault (1979), p. 126. 27. Foucault (1979), p. 7. 28. Dice Foucault: “[...] encontrarlos allí donde menos se espera y en aquello que pasa desapercibido por no tener nada de historia –los sentimientos, el amor, la conciencia, los instintos [...]”; Foucault (1979), p. 17. 29. Foucault está discutiendo contra los contenidos, los métodos o los conceptos de una ciencia centralizadora y “al funcionamiento de un discurso científico organizado en el seno de una sociedad como la nuestra”, Foucault (1993), p. 16.
  • 29. 28 Cora Escolar El estructuralismo que posee un valor epistemológico es ante todo un método, una práctica, un procedimiento.30 Durante los años ‘60 se sucedieron intensos debates sobre el estructuralismo y muchos de ellos en relación con el pensamiento de Foucault. Foucault se niega en repetidas ocasiones a ser llamado estructuralista, y aparece un rechazo foucaultiano al propio estructuralismo. En el prefacio de la edición inglesa de Las palabras y las cosas, escrito un año después de la Arqueo- logía, Foucault insiste que “no ha utilizado ninguno de los métodos, conceptos y términos claves que caracterizan al análisis estructural”.31 Foucault resalta muy claramente que el proyecto de descripción y de búsqueda de unidades que pretende el arqueólogo no puede confundirse con el análisis estructural de la lengua. La lengua es siempre un sistema para enunciados posibles, un conjunto de leyes generales para un número infinito de pruebas. En el caso de los acontecimientos discursivos lo que hay que analizar es un conjunto finito de discursos.32 El análisis histórico de Las palabras y las cosas no es ni una historia de las ideas ni una epistemología en el sentido clásico del término.33 El título original de Las palabras y las cosas era El orden de las cosas. Y ésta es la preocupación de Foucault, la cuestión que ha dado origen a la Arqueología.34 ¿Por qué las diferentes épocas y las diferentes culturas ven el mismo mundo de modos diferentes? ¿Por qué el orden de las cosas es diferente? ¿Por qué las teorías que explican este orden son diferentes? Según Foucault entre el orden empírico de las cosas y las teorías que explican este orden existe una “región intermedia”, existen los “códigos fundamentales de una cultura”35 o de una época y son éstos los que rigen tanto el orden de las empiricidades cuanto el orden de las teorías. El objeto de la arqueología, la episteme, es esta región intermedia, el orden que ordena los órdenes empíricos y los órdenes teóricos, que rige tanto los 30. Boudon (1968), pp. 214-215. 31. Dreyfus y Rabinow (1988) [1979], p. 74. 32. “La cuestión que me plantea el análisis de la lengua a propósito de un hecho cualquiera de discurso es siempre éste: ¿según qué reglas podrían construirse otros enunciados semejantes? La descripción de los acontecimientos del discurso plantea otra cuestión muy distinta. ¿Cómo es que ha aparecido tal enunciado y ningún otro en su lugar?”; Foucault (1990) [1969], p. 43. 33. Foucault (1998) [1966], p. 7. 34. “Los problemas de método que plantea tal ‘arqueología’ serán examinados en una obra próxima”, Foucault (1998) [1966], p. 7. 35. Foucault (1998) [1966], p. 5. 36. Foucault (1998) [1966], p. 7.
  • 30. 29 Capítulo 1. Pensar en/con Foucault esquemas perceptivos cuanto el lenguaje, tanto las palabras cuanto las cosas.36 El orden no proviene ni del sujeto ni del objeto; es anterior, los construye, los ordena.37 Pretendemos dejar planteada esta impronta foucaultiana que en Las palabras y las cosas nos muestra cómo es diferente el orden durante el Renaci- miento, la Época Clásica o la Modernidad, sin ofrecernos una causalidad de la discontinuidad. La constitución de un conocimiento a partir de una práctica social la desarrolla en la Arqueología del saber. Analizar un saber es pasar de la concien- cia constituida al discurso en tanto práctica, es pasar del sujeto titular de unos conocimientos al análisis de una relación diferencial de enunciados que van a posibilitar un saber. Aquí el sujeto no crea un discurso, sino que se sujeta a un conjunto de reglas determinadas de las que no es consciente. Es este conjunto y no el protagonismo aislado del sujeto lo que para el arqueólogo hará posible la emergencia de lo que definirá como práctica discursiva. La arqueología recorre el eje constituido por práctica discursiva en lugar de conciencia, saber en lugar de conocimiento. Ambos ejes conciencia-cono- cimiento, práctica discursiva-saber, desembocan en la categoría de ciencia. El lugar del saber va más allá de la demostración científica para ubicarse además en ficciones, relatos, encuestas, instituciones.38 De esta manera toda práctica discursiva implica un saber pero no una ciencia. Existen saberes no científicos, independientes de las ciencias. Reconocer una ciencia como práctica discursiva es hacer su arqueología, analizarla desde el pensamiento del exterior, desde el nivel simbólico, para ver cómo se inscribe en el elemento del saber, es decir, estudiando las reglas que han permitido la formación de sus objetos, las posiciones del sujeto que habla, la aparición y transformación de sus conceptos, las elecciones teóricas, así como todo el ensamblaje de consideraciones que acompaña todo proceso de produc- ción de conocimientos. 37. “El orden es, a la vez, lo que se da en las cosas como su ley interior, la red secreta según la cual ellas se miran en cierta manera unas a otras, y lo que no existe sino a través de la grilla de una mirada, de una atención, de un lenguaje; y es sólo en los espacios en blanco de este tablero que él se manifiesta en profundidad como ya dado, esperando el momento de ser enunciado”. Foucault (1998) [1966], p. 35. 38. “La práctica discursiva no coincide con la elaboración científica a la cual puede dar lugar; y el saber que forma no es ni el esbozo áspero ni el subproducto cotidiano de una ciencia constituida. Las ciencias aparecen en el elemento de una formación discursiva y sobre un fondo de saber”. Foucault (1990) [1969], p. 309.
  • 31. 30 Cora Escolar Conclusión Este artículo arranca desde la preocupación por conocer la utilización del arse- nal teórico de Foucault para el desarrollo de nuestras investigaciones. Para ello fuimos desbrozando, a través de una serie de items (poder, saber, ciencia, ideo- logía, genealogía, arqueología) las implicancias epistemológicas-metodológicas de algunos de sus escritos. Fuimos señalando cómo el análisis del poder arroja luz sobre técnicas ca- paces de producir e imponer normas. En el trasfondo de todo esto, percibíamos que subyacía la cuestión de saber qué tipo de verdad era producida. De esta manera, el análisis del poder se doblaba en un análisis de los procedimientos de verdad. Y, en el punto de intersección de las normas y las tecnologías de la moral, del poder, de la verdad, del saber, nos topamos con el problema del sujeto.39 Este sujeto es producido y a la vez sometido a través de estas tecno- logías. Los sistemas de control social y de castigo constituyen la moral que se impone a los sujetos. Entonces, por un lado, encontramos un sujeto sometido a las relaciones de poder dominante y, por otro, un sujeto que actúa autónomamente e influye en estas mismas relaciones de poder. Foucault trata de recuperar al sujeto como sujeto localizado, disciplinado. La discusión del sujeto oscilando entre su aspecto reproductor y su aspecto productor.40 En este sentido, identificamos el concepto de institución41 de los teóricos del análisis institucional con el concepto de sujeto en Foucault. Pero Foucault añade algo más al concepto de sujeto. Ya no es el sujeto racional, autoconsciente, tal cual ha sido tipificado por las corrientes racionalistas, sino el sujeto como producto histórico. Resulta notorio que atesoró algunos motivos de la reflexión de Bachelard, básicamente los relativos a la distinción entre umbrales epistemológicos o, más ampliamente, a los fenómenos de discontinuidad. Parece remitir a una concep- ción teórica de la ciencia de amplia mirada, al modo de una filosofía dispersada42 en capas distintas. 39. “Las ideas que me gustaría discutir aquí no representan ni una teoría ni una metodología [...] Mi objeto [...] ha consistido en crear una historia de los diferentes modos de subjetivación del ser humano en nuestra cultura [...]. Así, el tema general de mi investigación no es el poder sino el sujeto” en Dreyfus y Rabinow (1988) [1979], p. 227. 40. Cfr. con la función reproductora y productora de las instituciones; Escolar, (2000), p. 30. 41. Lourau (1970), p. 95. 42. Bachelard (1993) [1940], pp. 12-14.
  • 32. 31 Capítulo 1. Pensar en/con Foucault También se preocupó por indagar las relaciones entre el discurso y el saber localizados temporalmente. Así, intenta buscar cómo en cada práctica científica se constituyeron el sujeto y el objeto de conocimiento.43 El polémico estructuralismo de sus primeros escritos, la genealogía, la arqueología, su concepto de episteme, son enseñanzas de este maestro generoso, cuyo método participa, a la vez, de una extrema prudencia científica y de una extrema distancia con relación a la ciencia. Bibliografía Bachelard, G.: La filosofía del no, Buenos Aires, Amorrortu, 1993 [1940]. Balbier, E. et al.: Michel Foucault, filósofo, Barcelona, Gedisa, 1990. Boudon, R.: A quoi sert la notion de estructure?, París, Gallimard, 1968. Bourdieu, P. y Loïc J. D. Wacquant: Respuestas. Por una antropología reflexiva, México DF, Grijalbo, 1995. Couzens Hoy, D.: Foucault, Buenos Aires, Nueva Visión, 1988. Deleuze, G.: No un escritor, un nuevo cartógrafo, Critique 343, 1975. —: Foucault, Barcelona, Paidós Studio, 1987. Dreyfus, H. y P. Rabinow: Michel Foucault: más allá del estructuralismo y la hermenéutica, México, UNAM, 1988 [1979]. Escolar, C. (comp.): Topografías de la Investigación. Métodos, espacios y prácticas profesionales, Buenos Aires, Eudeba, 2000. Foucault, M.: Microfísica del poder, Madrid, La Piqueta, 1979. —: Historia de la locura en la época clásica I, México, Fondo de Cultura Econó- mica, 1986 [1964]. —: Historia de la sexualidad, 1.- La voluntad de saber, México, Siglo XXI, 1987 [1976]. —: La historia de la locura en la época clásica, FCE, México, 1987. —: Vigilar y Castigar, México, Siglo XXI, 1989 [1975]. —: La Arqueología del Saber, México, Siglo XXI, 1990 [1969]. —: Saber y verdad, Madrid, La Piqueta, 1991. —: La verdad y las formas jurídicas, Barcelona, Gedisa, 1991 [1978]. —: Las redes del poder, Editorial Almagesto, Buenos Aires, 1992. —: Genealogía del racismo, Montevideo, Carone Ensayos, 1993. 43. “[...] en principio hemos de considerar que estas tres pasiones o impulsos –reír, detestar y deplorar– tienen en común el ser una manera no de aproximarse al objeto, de identificarse con él, sino de conservar al objeto a distancia, de diferenciarse o de romper con él [...]”; Foucault (1980), p. 27.
  • 33. 32 Cora Escolar —: Las palabras y las cosas, Madrid, Siglo XXI, 1998 [1966]. Lourau, R.: El análisis institucional, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1970. Lecourt, D.: Para una crítica de la epistemología, Buenos Aires, Siglo XXI, 1973 [1972]. Morey, M.: Sexo, poder, verdad, Barcelona, Editorial Materiales, 1978. Terán, O.: Michel Foucault. El discurso del poder, Folios Ediciones, México, 1983.
  • 34. 33 Capítulo 2 RELACIONES ENTRE CIENCIA Y SABER LA ARQUEOLOGÍA COMO MÉTODO EN MICHEL FOUCAULT* Luciana Messina Lisandro de la Fuente I. Introducción En el presente artículo pretendemos dar cuenta de las relaciones entre el saber y la ciencia desde una perspectiva foucaultiana. Para ello proponemos, en primer lugar, ahondar en cómo concibe Michel Foucault el saber y por qué propone un abordaje arqueológico del documento histórico. En segundo término, procuramos indagar cómo dicho pensador, al construir un método opuesto a los modelos ya establecidos de análisis de la historia de las ideas, precisó deconstruir algunas concepciones sobre las que éstos se asientan. Abordamos en este escrito, entonces, al Foucault epistemólogo. Tomando como eje La Arqueología del Saber, expondremos el método arqueológico en los aspectos que pueden ser vinculados con desarrollos conceptuales de otros pensadores –principalmente, Gaston Bachelard y Pierre Bourdieu– y del mismo Foucault en otros escritos. Así como Bachelard sostiene que el acto de conocer *El presente artículo es una reescritura de “Bajos fondos de saber. La arqueología como método en Michel Foucault”, publicado en la Revista Litorales, Año 2, Nº 2, agosto de 2003.
  • 35. 34 Luciana Messina y Lisandro de la Fuente implica desarmar aquellos conocimientos incuestionados que se han transformado en obstáculos epistemológicos y Bourdieu –retomando a aquél– nos enseña que para construir el objeto de investigación es necesario producir rupturas epistemológicas con las nociones dadas y naturalizadas del sentido común, Foucault nos ofrece un nuevo método de análisis de la historia del pensamiento que –al partir de la crítica de los grandes temas de éste (unidad, continuidad, totalidad, origen) y al tratar los documentos como restos arqueológicos– focaliza en la detección de reglas de formación de los discursos y de sus discontinuidades, posibilitando así la descripción del espacio de dispersión de los saberes. I. Saber y episteme En Las palabras y las cosas, Foucault decide orientarse hacia lo que denomina análisis de la episteme, entendiendo por ésta la configuración del “campo epis- temológico” en el que los conocimientos “hunden su positividad y manifiestan así una historia que no es la de su perfección creciente, sino la de sus condiciones de posibilidad”.1 La episteme sería, entonces, aquello que establece el horizonte de pensabilidad de una época dada, el a priori histórico que da lugar a la manera de expresarse de una época, el modo de ser del orden a partir del cual pensamos. Es en este sentido que Foucault2 afirma: “no se puede hablar en cualquier época de cualquier cosa”.3 Con la intención de reconstruir el camino que condujo al surgimiento de las denominadas ciencias humanas, Foucault da cuenta en dicha obra de aquello que concibe como las dos grandes rupturas en la episteme de la cultura occidental: 1. En La Arqueología del Saber, Foucault definirá la episteme como el “conjunto de rela- ciones que pueden unir en una época determinada las prácticas discursivas que dan lugar a unas figuras epistemológicas, a unas ciencias, eventualmente a unos sistemas formalizados”; Foucault (1987) [1969], pp. 322-323. 2. Foucault (1987) [1969], p. 73. 3. El concepto de episteme se diferencia tanto de los de cosmovisión y paradigma como del de estructura. Se aparta de las cosmovisiones, de los paradigmas, de esas grandes legislacio- nes escritas “de una vez y para siempre por una mano anónima”, por su carácter de “campo indefinido de relaciones”, por ser aquel “conjunto indefinidamente móvil de escansiones, de desfases, de coincidencias que se establecen y se deshacen”; Foucault (1987) [1969], pp. 322-324. A pesar de la semejanza, mientras el concepto de estructura remite a un todo cohe- rente, completo y cerrado sobre sí mismo, que permitiría la emergencia de un conocimiento válido y objetivo, la episteme refiere a las formas de ver y de hablar de una época histórica no caracterizadas por la coherencia, sino por las rupturas, grietas y discontinuidades, y niega, por lo tanto, al idea de totalización.
  • 36. 35 Capítulo 2. Relaciones entre ciencia y saber. La arqueología como... por un lado, la que inaugura la época clásica hacia mediados del siglo XVII y, por otro, la que marca el comienzo de la época moderna a principios del siglo XIX. Es en el seno de esta última redistribución en el orden del saber –que reem- plaza la episteme clásica por la episteme moderna– donde aparecen las ciencias humanas. Más allá de las contingencias que han dado lugar al nacimiento de cada una de ellas, la posibilidad intrínseca del surgimiento de “este conjunto de discursos que toma por objeto al hombre en lo que tiene de empírico” está ligada a un reordenamiento de la episteme que dio por resultado la constitución de la figura del hombre como objeto de ciencia; es decir, su emergencia como “aquello que hay que pensar y aquello hay que saber”.4 Las figuras epistemológicas que componen las ciencias humanas no podrían, entonces, presentar antecedentes en formas discursivas previas a su surgimiento: es solamente a partir de la in- vención del hombre que éste, por primera vez, puede ser colocado en el lugar de los objetos de conocimiento. La irrupción de la concepción del hombre en el pensamiento moderno no sólo fundó las ciencias humanas, sino que entregó a éstas su paradoja constitutiva: el hombre se convirtió, por un lado, “en aquello a partir de lo cual todo conocimiento podía constituirse en su evidencia inmediata y no problemática” y, al mismo tiempo, “en aquello que autoriza el poner en duda todo el conocimiento del hombre”.5 En La Arqueología del Saber –obra en la que Foucault establece los prin- cipios metodológicos que habrían gobernado la construcción de sus obras ante- riores–,6 el concepto de episteme es apenas mencionado hacia el final, mientras que el despliegue teórico se estructura en torno a los conceptos de formación discursiva, enunciado, saber y sus relaciones con la ciencia. Foucault considera que el saber de una época se halla constituido por el conjunto de los regímenes de enunciados posibles, regímenes que encuentran sus límites en lo visible y lo decible en un tiempo y lugar determinados y que resultan del interjuego de reglas que hacen que emerjan algunos enunciados y no otros. En este sentido, el saber para Foucault es aquel pensamiento implícito en la sociedad, pensamiento anónimo configurado a partir de ciertas reglas de formación y transformación, que resulta condición de posibilidad tanto de una teoría como de una práctica o de una ciencia. El saber constituye, entonces, aquella experiencia social que, aunque no se inscriba de manera elocuente en un enunciado concreto, sí puede ser reconstruida a partir de una descripción de las 4. Foucault (1984) [1966a], p. 334. 5. Foucault (1984) [1966a], p. 335. 6. En la Introducción, Foucault sostiene que dicha obra es un intento por dar coherencia al conjunto de “una empresa cuyo plan han fijado de manera muy imperfecta la Historia de la locura, El nacimiento de la clínica y Las palabras y las cosas”; Foucault (1987) [1969], pp. 24-25.
  • 37. 36 Luciana Messina y Lisandro de la Fuente líneas de visibilidad y de enunciación que caracterizan la masa discursiva de un período (reglamentos, poesía, consejos de higiene, filosofía; en fin, documentos provenientes de distintos campos). Foucault propone atender esta masa discursiva con el fin de identificar las regularidades en la construcción de determinadas formas de mirar y de decir, ya que ellas conforman códigos de la palabra y de la mirada que posibilitan la comprensión de aquel pensamiento anónimo y de las verdades y evidencias construidas en su seno. III. El método arqueológico Desde esta perspectiva, la pregunta por el saber es una pregunta arqueológica y la tarea del “arqueólogo” consiste en “sacar a la luz este pensamiento anterior al pensamiento [...] ese trasfondo sobre el cual nuestro pensamiento ‘libre’ emerge y centellea durante un instante”.7 Se trata de buscar los estratos sobre los que se erigen nuestras evidencias y verdades actuales, es decir, de indagar las condiciones de posibilidad de la aparición de ciertos enunciados y de la exclusión de otros. En este sentido, Foucault propone un trabajo de descripción sobre el archivo, entendiendo por él no la masa de textos recuperados de una época sino el conjunto de las reglas que en un tiempo y lugar definen sobre qué se puede hablar, cuáles discursos circulan y cuáles se excluyen, cuáles son válidos, quiénes los hacen circular y a través de qué canales. Así, el método arqueológico recurre a la historia, pero “esta estrategia no implica buscar las verdades del pasado sino el pasado de nuestras verdades”.8 Por ello, no resulta relevante para el análisis arqueológico la veracidad de los documentos sino las condiciones de su aparición, “pues lo que interesa es ver cómo estamos constituidos, desde qué mecanismos; ya que aquello que damos por verdadero tiene un cierto efecto en qué somos y cómo somos”.9 Al llamar arqueológico al método de análisis de la historia, Foucault propone invertir las relaciones que caracterizaron a ambas disciplinas. Según el autor, hubo un tiempo en que la arqueología tendía a la historia y “no adquiría sentido sino por la restitución de un discurso histórico: podría decirse, jugando un poco con las palabras, que, en nuestros días, la historia tiende a la arqueología, a la descripción intrínseca del monumento”.10 7. Foucault (1991) [1966b], p. 34. 8. Murillo (1996), p. 39. 9. Murillo (1997), p. 39. 10. Foucault (1987) [1969], p. 11.
  • 38. 37 Capítulo 2. Relaciones entre ciencia y saber. La arqueología como... El análisis arqueológico focaliza en la dimensión de exterioridad de los discursos11 y busca sus condiciones de existencia en las prácticas discursivas que son, asimismo, prácticas sociales. Las prácticas discursivas producen saberes de distinto tipo que, a su vez, las caracterizan y delimitan. En palabras de Foucault, “No cuestiono los discursos sobre aquello que, silenciosamente, manifiestan, sino sobre el hecho y las condiciones de su manifiesta aparición. No los cuestiono acerca de los contenidos que pueden encerrar sino sobre las transformaciones que han realizado. No los interrogo sobre el sentido que permanece en ellos a modo de origen perpetuo, sino sobre el terreno en el que coexisten, permanecen y desaparecen. Se trata de un análisis de los discursos en la dimensión de su exterioridad”.12 IV. Las relaciones entre ciencia y saber desde una perspectiva arqueológica El método arqueológico no describe disciplinas –si entendemos por ellas a un conjunto de enunciados que pretenden producir conocimientos científicos, es decir, discursos coherentes, demostrados e institucionalizados–, ya que aquéllas no fijan los límites de las positividades ni se corresponden con las formaciones discursivas. Tampoco las positividades y las ciencias se hallan en relación de sucesión cronológica o de mutua exclusión. Entonces, ¿cuáles son las relaciones entre ciencias y positividades? En este punto, resulta relevante distinguir los dominios de cientificidad de los territorios arqueológicos. Mientras que los primeros se constituyen de aquellas proposiciones coherentes, sujetas a ciertas leyes de construcción pasibles de de- mostración, de ordenación jerárquica y sistematización; la arena arqueológica, en cambio, atraviesa distintos tipos de textos. En tanto el saber no se ciñe a los enunciados demostrados, el análisis arqueológico puede intervenir igualmente en ficciones, reflexiones, relatos, reglamentos institucionales y decisiones políticas. Es en este sentido que, en términos de Foucault, “la práctica discursiva no coincide 11. En El orden del Discurso, Foucault expone los cuatro principios de método reguladores del análisis de los discursos; cuatro principios que se oponen a las nociones que han dominado la historia de las ideas, a saber: de trastocamiento, de discontinuidad, de especificidad y de exterioridad. Este último propone “no ir del discurso hacia su núcleo interior y oculto, hacia el corazón de un pensamiento o de una significación que se manifiestan en él; sino, a partir del discurso mismo, ir hacia sus condiciones externas de posibilidad, hacia lo que da motivo a la serie aleatoria de esos acontecimientos y que fija los límites”; Foucault (1999) [1970], p. 53. 12. Foucault (1991) [1968], p. 58.
  • 39. 38 Luciana Messina y Lisandro de la Fuente con la elaboración científica a la que puede dar lugar; y el saber que forma no es ni el esbozo áspero ni el subproducto cotidiano de una ciencia constituida. Las ciencias [...] aparecen en el elemento de una formación discursiva y sobre un fondo de saber”.13 Para abordar las vinculaciones entre ciencia y saber, es oportuno señalar que las formaciones discursivas se transforman al franquear distintos umbrales (posi- tividad, epistemologización, cientificidad y formalización). Dichos umbrales no sólo redistribuyen los elementos de cada formación discursiva sino que delimitan nuevas reglas de formación de objetos, de conceptos y de estrategias discursivas. Producen, de esta forma, nuevas articulaciones entre estos elementos, nuevos criterios de selección y nuevos recortes, y dan paso, así, a nuevas condiciones para la emergencia de los enunciados.14 En cada formación discursiva se reconoce una particular relación entre ciencia y saber, y una de las opciones de la descripción arqueológica consiste en mostrar cómo el discurso científico se inscribe y opera en el campo del saber; es decir, cómo recorta, selecciona y modifica los elementos del saber. En este sentido, la ciencia se localiza en el saber pero de ninguna manera lo agota o lo reemplaza. Por ello, si bien la ciencia se constituye sobre un fondo de saber, no todo dominio de saber deviene conocimiento científico.15 V. De la historia de las ideas a la historia del discurso Ahora bien, para comprender por qué han aparecido en un cierto tiempo y lugar una ciencia, una teoría, un concepto, valores, verdades, etc., hay que atender a 13. Foucault (1987) [1969], pp. 308-309. Destacado nuestro. 14. Foucault denomina “umbral de positividad” al momento en que una formación discursiva se individualiza y autonomiza. Cuando sobre una formación discursiva se opera un recorte de enunciados que intentan hacer valer ciertas reglas de verificación y de coherencia, se dirá que aquella atraviesa el “umbral de espistemologización”. En tanto aquellos enunciados con estatuto epistemológico obedecen a criterios formales y a leyes de construcción de proposicio- nes, se dice que han franqueado el “umbral de cientificidad”. Por último, cuando el discurso científico define axiomas necesarios y puede desplegar el edificio formal que lo constituye, se dirá que ha atravesado el “umbral de formalización”. Estos umbrales no representan esta- dios naturales y necesarios a través de los cuales se sucederían ordenada y evolutivamente las formaciones discursivas; implican, por el contrario, modificaciones internas del orden de la singularidad y la contingencia. 15. Foucault dirá que el saber “no es ese almacén de materiales epistemológicos que desapa- recería en la ciencia que lo consumara. La ciencia (o lo que se da por tal) se localiza en un campo de saber y desempeña en él un papel. Papel que varía según las diferentes formaciones discursivas y que se modifica con sus mutaciones”; Foucault (1987) [1969], p. 310.
  • 40. 39 Capítulo 2. Relaciones entre ciencia y saber. La arqueología como... las relaciones sociales que los hicieron discursos enunciables y visibles, esto es, situarlos en determinadas relaciones de poder. En este sentido, vemos cómo el saber se liga al poder. Asimismo, al preguntarse por las condiciones de posibilidad de la emergencia de determinados discursos y sus relaciones con otras prácticas extradiscursivas –obviando deliberadamente la referencia a voluntades indivi- duales–, Foucault apuesta, más que a una historia de las ideas, a una historia del discurso. Consideramos oportuno detenernos en este dilema teórico-metodológico entre la tarea de realizar una historia de las ideas o una descripción arqueológica. Foucault desestima por varias razones los tipos de análisis producidos por los historiadores de las ideas. En primer lugar, mientras que la historia de las ideas busca interpretar en el discurso aquellos elementos que lo trasciendan y que sean manifestaciones de un sentido ubicado por fuera de él, la arqueología se dirige al discurso mismo en tanto práctica que obedece a ciertas reglas de formación. En segundo lugar, la descripción arqueológica, lejos de buscar una continuidad y una explicación causal entre los discursos y aquello que los precede, antecede o rodea, pretende abordar el discurso desde su exterioridad, por medio de la explicitación de las formas específicas en que se articulan las formaciones discursivas y los dominios no discursivos. En tercer lugar, la descripción arqueológica no toma a la obra como una unidad por considerar que las reglas de formación discursiva atraviesan las obras individuales. Y por último, mientras que la historia de las ideas, al marcar distinciones entre lo original y lo ya dicho, intenta recuperar las motivaciones o intenciones del autor, la arqueología pretende, en cambio, describir las regularidades de los enunciados, es decir, el conjunto de condiciones en que se ejerce la función enunciativa. De este modo, la arqueología localiza su interés en las discontinuidades que, delineadas por ciertas transformaciones, afectan el régimen de las formaciones discursivas.16 La descripción arqueológica es, entonces, “una tentativa para hacer una historia distinta de lo que los hombres han dicho”.17 En pocas palabras, La Arqueología del Saber nos habla de dos formas de hacer historia, de dos tipos de análisis de la historia: mientras que el más tradi- cional enfatizaría en la continuidad de las grandes unidades históricas, la historia nueva fijaría su atención, por el contrario, en detectar las interrupciones que se deslizan por debajo de esas unidades. Si bien ambas trabajan con y a partir 16. Foucault entiende por “formación discursiva” a las series de enunciados surgidos en distintos ámbitos que, lejos de formar un sistema homogéneo, se articulan en la dispersión (esto es, en la diferencia) y emergen en prácticas sociales que operan como condiciones de posibilidad del conjunto de enunciados constitutivos de esa formación discursiva específica. 17. Foucault (1987) [1969], p. 233.
  • 41. 40 Luciana Messina y Lisandro de la Fuente de documentos, sus concepciones sobre el valor del documento son distintas y provocan efectos de superficie inversos. Mientras que la historia tradicional interroga al documento con el objeto de reconstruir el pasado que lo produjo, la historia nueva no pretende ni interpretarlo ni probar su veracidad sino abordarlo desde su interior. Es decir, plantea revertir la posición respecto de la utilización del documento en tanto éste ya no es “esa materia inerte a través de la cual trata ésta [la historia] de reconstruir lo que los hombres han hecho o dicho, lo que ha pasado y de lo cual sólo resta el surco: trata de definir, en el propio tejido documental, unidades, conjuntos, series, relaciones”.18 La mutación epistemológica de la historia operaría un desplazamiento desde el documento como memoria hacia el documento como monumento, en el que se despliegan los elementos que el investigador deberá aislar, reagrupar, relacionar. Desde esta perspectiva, algunos efectos de superficie surgidos de la concepción tradicional de la historia pueden resultar obstáculos epistemológicos para la descripción arqueológica. VI. Obstáculos para una arqueología del saber Gaston Bachelard introduce el concepto de obstáculo epistemológico para deno- minar aquellos conocimientos que por diversos motivos se han convertido en causas de estancamiento, retroceso o inercia para el desarrollo del proceso de investigación científica. No se trata de obstáculos externos como “la complejidad o la fugacidad de los fenómenos” ni son atribuibles a “la debilidad de los sentidos o del espíritu humano” sino que constituyen dificultades propias del sujeto en el acto de conocer. En este sentido, sostiene que “hay que plantear el problema del conocimiento científico en términos de obstáculos [...] es en el mismo acto de conocer, íntimamente, donde aparecen, por una especie de necesidad funcional, los entorpecimientos y las confusiones”.19 Desde este enfoque, el acto de conocer no sería una actividad apacible en la que el sujeto de conocimiento y el mundo de las cosas se encuentran en una relación signada por la continuidad y la afinidad, sino que, por el contrario, no habría entre ambos adecuación ni identificación. Dice Foucault, retomando al Nietzsche de La gaya ciencia, “entre el conocimiento y las cosas que tiene para conocer no puede haber ninguna relación de continuidad natural. Sólo puede haber una relación de violencia, dominación, poder y fuerza, una relación de violación. El conocimiento sólo puede ser una violación de las cosas a conocer 18. Foucault (1987) [1969], p. 10. 19. Bachelard (1984) [1938], p. 187. Destacado en el original.
  • 42. 41 Capítulo 2. Relaciones entre ciencia y saber. La arqueología como... y no percepción, reconocimiento, identificación de o con ellas”.20 La tarea de conocer conlleva, entonces, el ejercicio de una violencia sobre la continuidad asignificativa del mundo. Y el sujeto que conoce no sólo ejerce esta violencia sobre el mundo material sino también sobre sí mismo al romper con las prenociones, deconstruyéndose en este acto como sujeto. En esta línea de pensamiento, algunos procedimientos y temas pivote de la historia global (origen, totalidad, unidad, continuidad) pueden ser pensados como obstáculos epistemológicos para la realización de una historia general o arqueología. Querríamos profundizar en algunos obstáculos que Foucault distinguió al proponer una historia del pensamiento mediante la descripción arqueológica del documento. Es decir, pretendemos indagar sobre algunas pre- construcciones, verdades dadas, evidentes, que resultan trabas para un análisis que intente trazar la historia del pensamiento a partir de nuevas relaciones entre los elementos; análisis que implicará quiebres, deconstrucciones y rearticulaciones de las relaciones más aparentes.21 Foucault opera rupturas con las nociones, conceptos, teorías y tipos de relaciones que obstaculizan la tarea de una descripción arqueológica, es decir, de “una descripción pura de los acontecimientos discursivos como horizonte para la búsqueda de las unidades que en ellos se forman”.22 Vemos aquí una semejanza metodológica con la concepción de Pierre Bourdieu acerca de la construcción del objeto de investigación. Según Bourdieu, el conocimiento sólo es posible a partir de un proceso sistemático y deliberado de desarticulación de saberes previos, y del establecimiento de un nuevo haz de lazos conceptuales. En sus palabras, “el descubrimiento no se reduce nunca a una simple lectura de lo real, aun del más desconcertante, puesto que supone siempre la ruptura con lo real 20. Foucault (2000) [1973], p. 24. 21. En palabras de Murillo: “El método arqueológico se vale del documento, recurre a la historia efectiva y real, no acepta ninguna forma de determinismo ni teleología, se centra en los acontecimientos y reconoce el valor del azar, en sentido de lo contingente. El método foucaultiano enseña a desconfiar de cualquier forma de evidencia” (1997), p. 39. 22. Foucault (1987) [1969], p. 43. Profundizando en esta cuestión, Foucault plantea: “si los discursos deben tratarse desde el principio como conjuntos de acontecimientos discur- sivos, ¿qué estatuto hay que conceder a esta noción de acontecimiento que tan raramente fue tomada en consideración por los filósofos? Claro está que el acontecimiento no es ni sustancia, ni accidente, ni calidad, ni proceso; el acontecimiento no pertenece al orden de los cuerpos. Y sin embargo no es inmaterial; es en el nivel de la materialidad, como cobra siempre efecto, que es efecto; tiene su sitio, y consiste en la relación, la coexistencia, la dispersión, la intersección, la acumulación, la selección de elementos materiales; no es el acto ni la propiedad de un cuerpo; se produce como efecto de y en una dispersión material”; Foucault (1999) [1970], p. 57.
  • 43. 42 Luciana Messina y Lisandro de la Fuente y las configuraciones que éste propone a la percepción [...] para hacer surgir el nuevo sistema de relaciones entre los elementos”.23 a) Discontinuidad y ruptura Un primer obstáculo se relaciona con todas aquellas formas que apelan a la continuidad: nociones tales como tradición, influencias, desarrollo, evolución y mentalidad; grandes unidades discursivas pretendidas en libros, obras y autores; y temas recurrentes como el origen y lo ya dicho. Foucault realiza sobre ellas un trabajo negativo, deconstructivo, en tanto “son siempre el efecto de una construcción cuyas reglas se trata de conocer y cuyas justificaciones hay que controlar, definir en qué condiciones y en vista de qué análisis ciertas son legí- timas; indicar las que, de todos modos, no pueden ser ya admitidas”.24 Pueden establecerse, aquí, semejanzas con el planteo de Pierre Bourdieu en torno a que la historia de las ciencias “es siempre discontinua porque el refinamiento de la clave de desciframiento no continúa nunca hasta el infinito sino que concluye siempre en la sustitución pura y simple de una clave por otra”. Foucault propone librarnos de las construcciones naturalizadas de largos períodos que dan cuenta de unidades cerradas sobre sí mismas, cuya coherencia interna descansa en la articulación de relaciones causales entre sucesos que se derivan unos de otros, y donde lo discontinuo es borrado en pos de subrayar la continuidad. Si no librarnos, al menos dejarlas en suspenso, ponerlas entre paréntesis, dejar de considerarlas como evidentes, y empezar a tener en cuenta que la unidad de una época histórica, una obra o un autor son construcciones realizadas desde alguna perspectiva actual sobre un conjunto discursivo previo: una operación que da cuenta de que el sentido se construye a partir de un efecto de retroversión. b) La constitución subjetiva Un segundo obstáculo epistemológico se relaciona con la concepción de sujeto supuesta en la concepción tradicional de la historia. Según Foucault, una razón para que los efectos de la mutación epistemológica en el análisis de la historia no se hayan dejado sentir aún en la historia del pensamiento se vincula con la pretensión de salvar la soberanía del sujeto contra todos los descentramientos de los que éste fue víctima. Foucault señala que, en el siglo XIX, Marx, Nietzs- che y Freud –según Paul Ricoeur, los maestros de la sospecha– operaron tres 23. Bourdieu (1995) [1993], p. 48. 24. Foucault (1987) [1969], p. 41.
  • 44. 43 Capítulo 2. Relaciones entre ciencia y saber. La arqueología como... descentramientos de la función fundadora del sujeto. A partir de ellos, ingresaron en el pensamiento occidental nuevas formas de discursividad que permitieron pensar la enajenación del sujeto, poner en duda la posibilidad del hombre de gobernar la totalidad de sus acciones. La descentralización definitiva, operada por el psicoanálisis, dejó en evidencia que el hombre no se halla gobernado entera- mente por la razón, dando por tierra con la idea de un sujeto libre y consciente de todos sus actos. Ignorando estos descentramientos, la historia continua “es el correlato indispensable de la función fundadora del sujeto: la garantía de que todo cuanto le ha escapado podrá serle devuelto”; y en este sentido, “lo que tanto se llora no es la desaparición de la historia, sino la de esa forma que estaba referida en secre- to, pero por entero, a la actividad sintética del sujeto; lo que se llora es ese uso ideológico de la historia por el cual se trata de restituir al hombre todo cuanto, desde hace más de un siglo, no ha cesado de escaparle”.25 En oposición a la concepción del sujeto como esencia dada, como identidad sustantiva, de un sujeto caracterizado por la razón, la libertad, la voluntad y la capacidad de conocer la verdad de lo real en sí mismo, Foucault sostiene que los sujetos son producidos en el seno de dispositivos.26 El sujeto es fabricado en dispositivos tales como la familia, la sexualidad y el trabajo, cuya parte enunciable está conformada por el dispositivo discursivo que las atraviesa. En este sentido, el sujeto se constituye en la relación de las prácticas discursivas y extradiscursivas propias de cada dispositivo y al interior de una trama histórica-social. Hablar de dispositivos nos conduce, entonces, a plantear cómo Foucault entiende el poder. Desde la perspectiva foucaultiana, el poder no es pensado como algo que se posee y se transmite sino como relaciones de fuerza que se ejercen, relaciones que, a su vez, generan resistencias. Son estas resistencias, que pueden o no ser conscientes y racionales, las que dinamizan los dispositivos de 25. Foucault (1987) [1969], pp. 20, 23-24. En el campo del pensamiento social, numerosos desarrollos han incorporado valiosos aportes del psicoanálisis, aunque cabe destacar que la concepción del sujeto que se centra en igualar el yo con la conciencia no fue del todo deste- rrada de su posición hegemónica en el espacio discursivo de las ciencias humanas. 26. En “¿Qué es un dispositivo?”, Gilles Deleuze entiende los dispositivos como madejas en las que se entretejen líneas de visibilidad, de enunciación, de fuerza. En cuanto a la visibili- dad, los dispositivos serían “máquinas para hacer ver y para hacer hablar. La visibilidad no se refiere a una luz en general que iluminara objetos preexistentes; está hecha de líneas de luz que forman figuras variables e inseparables de este o aquel dispositivo. Cada dispositivo tiene su régimen de luz, la manera en que ésta cae, se esfuma, se difunde, al distribuir lo visible y lo invisible, al hacer nacer o desaparecer el objeto que no existe sin ella”; Deleuze (1990), p. 155. Un dispositivo es, entonces, una red conformada por elementos heterogéneos y polimorfos que se configuran en y a partir de ciertas relaciones de fuerza.
  • 45. 44 Luciana Messina y Lisandro de la Fuente poder. De este modo, lejos de pensar al poder como algo puramente represivo, Foucault lo entiende como algo activo: produce sujetos y saberes. En este sentido, “el dispositivo se halla pues siempre inscrito en un juego de poder, pero también siempre ligado a uno de los bordes del saber, que nacen de él pero, asimismo, lo condicionan. El dispositivo es esto: unas estrategias de relaciones de fuerzas soportando unos tipos de saber, y soportadas por ellos”.27 De este modo, el poder atraviesa todo el entramado social, es ejercido, no vertical o piramidalmente, sino desde el interior de redes formadas por un conjunto heterogéneo de elementos discursivos y no discursivos que se articulan configurando dispositivos. El análisis de la episteme es pensado como el análisis de un tipo de disposi- tivo específicamente discursivo. En este sentido, una descripción arqueológica de los documentos históricos no se ocupa de interpretar la voluntad individual del autor, rechaza cualquier análisis que se reduzca a las intenciones o capacidades de individuos empíricos. Por el contrario, considera al discurso en su materialidad, en tanto producto de prácticas sociales concretas entramadas en dispositivos concretos; busca mostrar cómo, en ellos, los sujetos y los saberes son fabricados. Si el sujeto no nace sino que se hace, es porque, en primer lugar, él mismo es inventado en el seno de dispositivos que lo estructuran. Para Foucault, en una línea de pensamiento inaugurada por Marx un siglo antes, el sujeto está sujetado; es el emergente, el efecto de una estructura que lo precede. Consideramos pertinente, en este punto, apoyarnos en algunas conceptua- lizaciones desarrolladas en el Seminario 2 de Jacques Lacan, seminario dictado entre los años 1954 y 1955.28 Según Lacan, el pensamiento freudiano revolu- ciona el estudio de la subjetividad al postular que el sujeto no es equivalente al individuo. En este sentido, se rehúsa a pensar el sujeto como una esencia dada, como un yo consciente que preexiste al acto de conocer. Al reconocer que todo cuanto el sujeto hace y dice no está enteramente gobernado por la razón y la voluntad individual no sólo supone que el sujeto excede a la conciencia (es más que, cartesianamente, “una cosa que piensa”), sino que reafirma la dimensión de lo inconsciente como constitutiva de la subjetividad. “Las palabras fundadoras, que envuelven al sujeto”, dice Lacan, “son todo aquello que lo ha constituido, sus padres, sus vecinos, toda la estructura de la comunidad, que lo han constituido 27. Foucault (1991) [1977], p. 130. 28. Se trata, más que de una articulación entre dos sistemas de pensamiento (lo cual carecería por completo de sentido desde una perspectiva foucaultiana), de reforzar la exposición del método arqueológico con la idea de sujeto sujetado al lenguaje que construye Lacan en un momento puntual de su recorrido intelectual. La relación de Foucault con el psicoanálisis fue cambiando notablemente en el transcurso de su producción intelectual y merecería con- sideraciones extensas que exceden por completo las intenciones de este artículo.
  • 46. 45 Capítulo 2. Relaciones entre ciencia y saber. La arqueología como... no sólo como símbolo sino como ser”.29 Así, el sujeto se halla estructuralmente sujetado, en principio, por el lenguaje; está atrapado en la red significante, en lo que Lacan llama el Orden Simbólico. El sujeto se constituye, entonces, en la función simbólica pues “por pequeño que sea el número de símbolos que pue- dan concebir en la emergencia de la función simbólica en la vida humana, ellos implican la totalidad de todo lo que es humano. Todo se ordena en relación con los símbolos surgidos, con los símbolos una vez que han aparecido. La función simbólica constituye un universo en el interior del cual todo lo que es humano debe ordenarse [...] Si la función simbólica funciona, estamos en su interior. Y diré más: estamos a tal punto en su interior que no podemos salir de ella”.30 c) La invención de la verdad Un tercer obstáculo podría vincularse a una concepción clásica de la verdad como descubrimiento de la autenticidad del ser y de la génesis de las cosas, como relación de correspondencia entre las palabras y las cosas, como esencia pura pasible de ser develada a través de las palabras. Esta concepción de verdad se anuda, así, a una comprensión del lenguaje como mero instrumento, como un vehículo no problemático; en resumen, un lenguaje transparente que simplemente nombra. Foucault sostiene que la verdad es socialmente construida y compartida, como emergente de relaciones sociales concretas, relaciones de fuerza, de poder y resistencia, que se imbrican formando una red. También la verdad es produ- cida en dispositivos. En palabras de Pierre Bourdieu, deben rechazarse “todos los intentos por definir la verdad de un fenómeno cultural independientemente del sistema de relaciones históricas y sociales del cual es parte”.31 La verdad así concebida, en tanto supuesto epistemológico, puede cumplir una función metodológica en el proceso de producción de conocimiento. Para Foucault no hay ni sujetos ni objetos preexistentes al acto de conocer, éstos se configuran en la relación, y es en ella que se genera algo distinto al sujeto y al objeto, algo singular, nuevo. No se trata de una verdad que se le imponga al sujeto de conocimiento –énfasis en el objeto– ni de verdades contenidas en el sujeto y que son potencialmente desarrollables –énfasis en el sujeto– sino del hecho de que sujeto y objeto se coconstituyen en el conocimiento. Desde esta perspectiva, la descripción arqueológica no indaga al docu- mento sobre el valor de verdad o falsedad de sus enunciados, sino que trata de 29. Lacan (1995) [1954], p. 37. 30. Lacan (1995) [1954], pp. 51-53. 31. Bourdieu (1993) [1973], p. 35.
  • 47. 46 Luciana Messina y Lisandro de la Fuente detectar: cómo se construyen criterios de verdad, a partir de qué reglas ciertos discursos se constituyen como verdaderos mientras que otros quedan relegados a los márgenes de lo verdadero, cómo han surgido las verdades evidentes, qué dispositivos las producen y qué efectos de poder generan. VII. Conclusión En síntesis, frente a una historia como necesidad, donde pueden encontrarse encadenamientos causales entre sucesos que nos hablarían de un destino prefijado, en oposición a una visión progresiva y teleológica de la historia, Foucault pro- pone pensar la historia como articulaciones contingentes entre acontecimientos que, surgidos en ciertos dispositivos, lejos de clausurar sentidos, abren grietas, multiplican líneas de ruptura, permiten el sinsentido. Asimismo, una historia general, como contrapartida de una historia global, no busca la restitución de un sentido totalizador, de un origen fundante, de una causalidad necesaria, sino que acoge al discurso en su carácter de acontecimiento singular. Y una descrip- ción arqueológica aborda la historia como la masa de documentos que circulan y son leídos, busca series de acontecimientos, intenta identificar qué desfasajes pueden existir entre ellas, qué temporalidades diferentes las caracterizan, qué elementos las constituyen. En suma, “la anulación sistemática de las unidades dadas permite en primer lugar restituir al enunciado su singularidad de acon- tecimiento y mostrar que la discontinuidad no es tan sólo uno de esos grandes accidentes que son como una falla en la genealogía de la historia, sino ya en el hecho simple del enunciado”.32 De este modo, las distintas perspectivas teórico-metodológicas recorren ejes distintos, ejes que suponen diferentes concepciones del sujeto, de la verdad y de la historia. Por un lado, la historia de las ideas discurre sobre el eje con- ciencia - conocimiento - ciencia, que remite a una historia interna de la verdad, protagonizada por sujetos soberanos, autónomos y plenamente conscientes de sus actos. Por otro lado, la descripción arqueológica desplaza su interés hacia el eje prácticas discursivas - saber - ciencia, eje que permite articular la historia interna de la verdad con aquellos otros sitios donde se producen verdades y que, a su vez, revela un sujeto producido en redes significantes. Finalmente, podríamos decir que la ciencia actúa sobre el saber redistribu- yendo, validando, confirmando y modificando algunos de sus elementos. De este modo, algunos saberes han sido sometidos por la ciencia. Este disciplinamiento de saberes polimorfos y heterogéneos consiste justamente en su sistematización 32. Foucault (1987) [1969], p. 46.
  • 48. 47 Capítulo 2. Relaciones entre ciencia y saber. La arqueología como... según criterios de selección que descalifican y desechan el saber falso y el no saber, en la normalización y homogeneización de sus contenidos y en su jerarquización dentro del dominio científico. Frente a la tiranía de los discursos totalizantes, Foucault postula la liberación de los saberes soterrados; liberación sólo posible mediante la insurrección de los saberes contra la institución y los efectos de poder del discurso científico, contra su propia jerarquización, contra lo que tiene de coercitivo el discurso teórico, unitario, formal. Bibliografía Bachelard, Gaston: La formación del espíritu científico. Contribución a un psicoa- nálisis del conocimiento objetivo, Buenos Aires, Siglo XXI, 1984 [1938]. Bourdieu, Pierre et al.: El Oficio de Sociólogo. Presupuestos epistemológicos, Madrid/ México, Siglo XXI, 1993 [1973]. Deleuze, Gilles: “¿Qué es un dispositivo?”, en Balbier, E. et al., Michel Foucault, filósofo, Barcelona, Gedisa, 1990. Foucault, Michel: Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias humanas, Barcelona, Planeta-Agostini, 1984 [1966a]. —: La Arqueología del Saber, México, Siglo XXI, 1987 [1969]. —: “A propósito de Las palabras y las cosas”, en Saber y Verdad, Madrid, La Piqueta, 1991 [1966b]. —: “La función política del intelectual. Respuesta a una cuestión”, en Saber y Verdad, Madrid, La Piqueta, 1991 [1968]. —: “El juego de Michel Foucault”, en Saber yVerdad, Madrid, La Piqueta, 1991 [1977]. —: El Orden del Discurso, Barcelona, Tusquets editores, 1999 [1970]. —: “Primera conferencia”, en La verdad y las formas jurídicas, Barcelona, Gedisa, 2000 [1978]. Lacan, Jacques: “Saber, verdad y opinión y El universo simbólico” en Seminario 2. El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica, Buenos Aires/ Barcelona/México, Paidós, 1995 [1954]. Murillo, Susana: El Discurso de Foucault: Estado, locura y anormalidad en la cons- trucción del individuo moderno, Buenos Aires, Oficina de Publicaciones del CBC, Universidad de Buenos Aires, 1997.