1. EL LENGUAJE Y LA COMUNICACIÓN EN LA ADULTEZ MAYOR:
CONSIDERACIONES PSICOSOCIOLINGÜÍSTICAS.
Beatriz Valles González
A modo de introducción
La etapa del desarrollo humano designada como adultez mayor no tiene una
fundamentación biológica clara que nos permita establecerla con precisión. El criterio
para esta denominación se basó en razones más bien económicas, pues el concepto de
inicio de la vejez fue vinculado al cese de la producción laboral de las personas en la
Alemania de principios del siglo XX. De esta manera, dicha clasificación obedece más a
razones socioeconómicas, pues casi todos los países concuerdan en que se es un adulto
mayor después de los 65 años, edad en la que se es candidato para la jubilación (Beers,
2005).
Envejecer es sinónimo de transformación en los niveles de funcionamiento, estas
variaciones obedecen a factores de carácter biológico, y provocan una serie de
alteraciones tanto en la estructura física (músculos, huesos) como en la función de
diversos sistemas: cardiovascular, respiratorio, endocrino, auditivo y visual. Ahora bien,
es necesario aclarar que a pesar de los cambios, la actividad del adulto mayor y su calidad
de vida en general responderán a variables no sólo ligadas con lo orgánico sino también
con creencias y valores (positivos o negativos) arraigados en diferentes culturas, los
cuales marcan el cómo se envejece y el cómo se trata al adulto mayor, factores que pueden
impactar de manera negativa en lo cognoscitivo y en lo emocional al adulto mayor, pues
generan un nivel de percepción sobre el nivel de funcionamiento de este colectivo que
termina reduciendo sus posibilidades de interacción social.
El objetivo central de este ensayo busca explicar y comprender desde una
perspectiva psicosociolingüística, las variaciones y los cambios típicos en el
funcionamiento lingüístico del adulto mayor en el contexto de la conversación cara a cara,
tomando en cuenta factores biológicos, sociales y lingüísticos. Además, se analizan
factores que pueden alterar el normal desarrollo en esta etapa y llegan a afectar en
diferentes grados, la posibilidad de comunicarse efectivamente.
2. El deterioro lingüístico del adulto mayor: mitos y realidades
La actividad comunicativa y lingüística de los mayores está marcada por procesos
paralelos, unos de tipo socio-culturales y otros físicos-orgánicos. Los primeros están
relacionados con los cambios en la rutina de vida que ocasiona, por ejemplo, el perder a
la pareja o la jubilación, hechos que los obliga a quedarse en ocasiones solos en sus
hogares y puede provocar, además, cambios en su desempeño como sujetos productores
y en su vida social, al no contar con un círculo de personas con quienes compartir de
forma cotidiana. Los segundos, relacionados con lo biológico, provocan cambios en
diversas funciones como las sensoriales, las cognoscitivas y las motoras, lo que entorpece
la comprensión de mensajes orales y escritos o reduce la velocidad de respuesta.
Dentro de los cambios típicos de esta etapa, el cognoscitivo es quizás el que
provoca los efectos más negativos, pues determina una reducción en la velocidad de
respuesta y limita la capacidad de procesamiento. Y es que, como parte del proceso de
envejecimiento normal, se produce un deterioro de la memoria operativa, lo que limita el
desempeño en el sistema atencional y de control, especialmente en los procesos de
atención y de inhibición que implican la selección, planificación y supervisión de los
mensajes. Todas estas variables afectan los aspectos lingüísticos relacionados con la
memoria, como lo son: el acceso al léxico, la comprensión y producción de oraciones
complejas; eventos que inciden en la comprensión y producción exitosa del discurso y
que, además, pueden provocar una reacción negativa en el interlocutor joven al desestimar
las posibilidades de actuación lingüística efectiva del adulto mayor.
Sin embargo, la mayoría de adultos mayores que presentan un envejecimiento
sano pueden exhibir una adecuada ejecución comunicativa (Petersen, 2004). Aquí es
necesario destacar que cualquier análisis sobre el rendimiento lingüístico debe partir del
reconocimiento de que estas características se dan como parte de este momento del
desarrollo humano y aceptar que, en el anciano, el tiempo para procesar la información
aumenta, pero esta variación no determina la imposibilidad para actuar de manera efectiva
en lo lingüístico. Sin embargo, estas características producen una falsa percepción de
pérdida o alteración de la función cognoscitiva por parte de los jóvenes que interactúan
con el mayor (Coupland, Coupland y Giles, 1991). Este hecho determina que desde lo
cultural se asuma al anciano como personas que padecen alteraciones de todo tipo:
cognoscitivas, lingüísticas, y emocionales, lo que marca negativamente el intercambio
social y comunicativo entre adultos mayores e interlocutores más jóvenes.
3. Lo anterior nos obliga a los investigadores a estudiar el envejecimiento en una
perspectiva integral, la cual aporte datos textuales y contextuales fieles, que permitan
explicar las variaciones típicas de la interacción lingüística que se dan en el anciano sano
y comprender nuestra percepción puede estar relacionada más con ciertas creencias o
percepciones en torno al envejecimiento, que con los trastornos o alteraciones reales de
la función lingüística del adulto mayor. Por lo que el diagnóstico en el área del lenguaje
debe considerar todos estos datos y contrastarlos con la calidad del entorno social y
cultural.
A medida que envejecemos algunas funciones lingüísticas cambian. Conocer el
rendimiento lingüístico de los adultos mayores es necesario si queremos comprender por
qué se presentan variaciones en su funcionamiento y cómo estas afectan la calidad de la
comunicación, sin que necesariamente se evidencien trastornos en el ámbito cognoscitivo.
Por ejemplo, los adultos mayores presentan a menudo alteraciones en su capacidad de oír
las cuales pueden confundirse con trastornos cognoscitivos. El examen audiológico debe
formar parte de un protocolo de evaluación integral de rutina para toda persona mayor de
60 años. También personas de estas edades pueden presentar fallas para encontrar la
palabra adecuada a una definición o en recordar un nombre. Por esto, los episodios de
palabra en la punta de la lengua se hacen más frecuentes. Ejemplo de esto es la dificultad
para recordar el nombre de una ciudad, a pesar de poder describir sus características
arquitectónicas o narrar eventos vividos en ella. Cabe destacar, que a pesar de no “dar con
el nombre”, el objetivo de la conversación se alcanza, y en la mayoría de las veces quien
los presenta sólo necesita más tiempo para encontrar la palabra. Por ello, estos episodios
pueden considerarse como normales y darse en hablantes muy jóvenes en situaciones de
fatiga o estrés. La siguiente conversación entre un padre (de 78 años) y su hijo puede
servir para ilustrar este hecho:
Padre: En vacaciones visitamos a tu hermano en…la casa…Bueno allí está La Casa
Blanca, pero esa ciudad se llama…¡Ay! ¿Cómo es qué se…?
Hijo: ¿Washington?
También podemos observar problemas en la comprensión, en la repetición y en el
uso espontáneo de oraciones complejas y fallas en la memoria verbal a corto plazo, lo que
produce limitaciones en la organización del discurso. Como ya afirmamos, en el anciano
el tiempo para procesar la información lingüística aumenta, pero esta variación no
4. determina la imposibilidad para conversar. Al contrario, parece ser que la capacidad de
narrar parece mantenerse en los ancianos, aunque sus historias presenten una forma más
simple y con menor contenido (Juncos, 1996).
Pero la forma como narramos o interactuamos verbalmente no sólo se ve afectada
por lo cognoscitivo, es necesario tomar en cuenta otras variables como por ejemplo la
situación temporal, la motivación para intercambiar información y las experiencias
previas o historia de vida y creencias que poseen los interlocutores. Esto nos lleva a
aceptar que el funcionamiento lingüístico del adulto mayor está íntimamente relacionado
con la actividad en diferentes áreas del desarrollo: física, socio-emocional y cognoscitiva.
Lo físico se refiere a las posibles alteraciones auditivas o visuales y el estado de salud en
general. Lo socio-emocional, relacionado con el estilo de vida, la calidad de las
interacciones sociales y su nivel educativo. Y por supuesto, lo cognoscitivo representado
por funciones tales como: la memoria y la atención. Conocer estos datos es necesario si
queremos comprender por qué se presentan variaciones en el uso del lenguaje y el cómo
éstas afectan el intercambio, sin que necesariamente el adulto mayor presente trastornos,
problemas o alteraciones en su funcionamiento lingüístico.
La complejidad del desarrollo humano como tal y las características del contexto
donde se desarrolla la comunicación, el cual es una construcción compartida, dinámica y
cambiante, suponen una limitación en el proceso diagnóstico, que necesita ser atendida
por los especialistas del área de la fonoaudiología y de la psicología, pues representa el
establecer un posible trastorno, sin contar con una adecuada definición de lo normal en
algunos países con una población mayoritariamente joven, en los cuales no contamos con
suficientes datos sobre el proceso de envejecimiento típico de sus habitantes, tal es el caso
de Venezuela. Además, requiere que el fonoaudiólogo o cualquier evaluador tome en
cuenta que los seres humanos respondemos desde nuestra experiencia de vida, por lo que
no existen soluciones únicas a los problemas, sino más bien una gama de posibles
conductas aceptables en respuesta a una tarea dada o a una pregunta (Hamilton, 1996).
Discurso, comunicación y conversación
Discurso es un término que se refiere al producto verbal oral o escrito de un acto
comunicativo y también ha sido concebido como una forma de uso del lenguaje, como un
suceso de comunicación o como una interacción verbal. Desde esta perspectiva, para
5. Fairclough (1992), este concepto desborda el uso del lenguaje y debe ser asumido mas
bien como un tipo de práctica social. Estos elementos plantean una gran complejidad al
tratar de comprender a qué llamamos discurso y cómo investigar o comprender el discurso
que desplegamos diariamente en nuestras relaciones y acciones.
Bolívar (2007) plantea que el discurso puede ser visualizado en función de una
serie de condiciones que lo definen, a saber: interacción social, cognición, historia,
diálogo y acción. Cabeza y Molero de Cabeza (2007) afirman que el discurso posee ciertas
características imprescindibles de ser consideradas al momento de realizar el análisis,
estas son: el contexto en el cual aparece, su propósito, su estructura interna, el tópico o
tema, su modo de organización y sus funciones. Estos mismos autores proponen dos
grandes componentes del discurso:
El primero es el semántico, que está referido a la información contenida en el
discurso, es decir, a los significados que transmite a los lectores o receptores, lo que se
dice (y no se dice o se calla) y la forma cómo se dice; el segundo componente es el
pragmático, o interactivo porque tiene que ver con los participantes y con el con el
contexto o situación en la que se produce el discurso. (Cabeza y Molero de Cabeza, 2007).
Van Dijk (1999) expone que el contexto es un modelo mental que un hablante ha
construido, éste le permite el enlace entre lo general y lo específico, entre lo social y lo
personal, determinando la definición del propio contexto y “el establecimiento de las
relaciones entre las estructuras lingüísticas y las situaciones sociales” (op. cit.). De esta
manera, la actividad metalingüística selecciona o construye la forma lingüística que
permite una actuación ajustada a unos fines determinados previamente por el (los)
hablante (s).
La elaboración textual se inicia desde el mismo momento en que se presenta la
intención comunicativa del hablante, el cual comienza su construcción relacionando esta
actividad con lo social. La coherencia se manifiesta a partir de la intención comunicativa
del hablante, quien sigue un plan que se materializa a través de determinados mecanismos
u operaciones donde encontramos la cohesión evidenciada en los recursos cohesivos que
reflejan ese plan, los cuales deben ser procesados por el oyente o receptor.
Al analizar un acto de habla, se debe atender la dimensión textual y la dimensión
contextual. Por tal razón, se deben integrar aspectos referidos a las formas, los
significados y las funciones del discurso, con datos relacionados con los procesos que
6. inciden en los mecanismos de producción y comprensión de los enunciados, teniendo en
cuenta que el significado de un texto, depende de múltiples variables y además, de una
información compartida entre los actores, donde lo que sabe cada uno de ellos con
respecto al saber del otro, es determinante en la selección de la forma. Dicho de otra
manera, el intercambio comunicativo no es casual, sigue un delicado programa social y
cultural, regulado cognoscitivamente y determinado en gran manera por lo contextual.
En el marco de la interacción oral los hablantes construyen los textos con base a
una actividad compartida influenciada por aspectos psicosociolingüísticos que no siempre
se manifiestan conscientemente, pero que son determinantes en la percepción del
interlocutor y en los temas a abordar en una conversación. En la conversación cotidiana
los interlocutores utilizan una serie de recursos lingüísticos y cognoscitivos que le
permiten crear un acto de habla en el cual se logran, a pesar de la espontaneidad, objetivos
predeterminados, para lo cual es necesaria la planificación, proceso que permite
organizar, revisar y decidir qué, cuándo, cómo y con quién hablar.
La conversación es un proceso básico de intercambio social y de construcción
lingüística entre dos o más personas; permite transmitir información o contenido, y
establecer una relación de acuerdo mutuo, con base a la cual se construye la comprensión.
Por ello toda conversación exitosa comienza con un proceso de colaboración, en el cual
todos los participantes trabajan juntos de manera que se cree la comprensión y el sentido
(Brauner y Merel, 2006). En otras palabras, el texto conversacional se co-construye.
Domínguez (2005) expresa que la planificación es necesaria, la misma puede
darse de manera previa o simultánea a la producción y afirma que sólo a través de un plan
de producción textual podemos “concebir un texto que logre adecuarse a la situación
comunicativa en la cual se inserta” (op, cit, p.6). Pero, así como los interlocutores precisan
de tiempo para planificar, ameritan de tiempo para comprender o procesar los mensajes.
“En función de la comprensión, de la intercomprensión, que se fragmenta la información:
para presentar la información una por una” (op, cit, p.64).
En el proceso de intercambio que los interlocutores crean con base a la
conversación pueden manifestarse diferentes órdenes del discurso. Quizás uno de los más
empleados es la narración, pues la misma “es una forma discursiva que representa y
transmite la experiencia humana” (Shiro, 2007). Es así como en el marco de las
conversaciones cotidianas, el mencionar lo realizado durante el día, comentar cómo
7. sucedió un accidente o cualquier otro evento, se convierte en la presentación de un texto
narrativo. Tal como afirma Barrera Linares (2004): “El narrar constituye un modo casi
natural que el ser humano ha encontrado para establecer contacto comunitario con sus
semejantes” (op. cit., p. 16).
La narración en el adulto mayor con trastorno cognitivo leve
Como ya afirmamos anteriormente, la edad puede producir un efecto negativo
sobre el recuerdo de la información y en la elaboración del discurso coherentemente
estructurado. Por esta razón, a pesar de que la capacidad de narrar parece mantenerse en
los ancianos, al envejecer la capacidad para contar eventos se verá afectada en lo
cuantitativo y en lo cualitativo por las alteraciones en diferentes funciones tales como la
atención, concentración y memoria, lo que hace que este tipo de texto puede presentar
una forma más simple y con un contenido más restringido (Juncos Rabadán, 1998).
Petersen (2004) ha estudiado el envejecimiento y ha determinado que todos no
seguimos este proceso de la misma manera. Es decir, no todos mostraremos una misma
calidad en el procesamiento cognoscitivo, en la memoria y, en consecuencia, en nuestra
ejecución lingüística. Este mismo autor afirma que algunos adultos mayores exhiben un
tipo de impedimento cognoscitivo evidente, pero que aún no pueden recibir el diagnóstico
de demencia. Este cuadro diagnóstico recibe el nombre de trastorno cognoscitivo leve.
En los casos de queja de memoria o de un trastorno cognoscitivo leve, las fallas
cognoscitivas terminan produciendo limitaciones en la capacidad para procesar el
discurso narrativo. De acuerdo con Juncos y Pereiro (1998) estas alteraciones pueden
deberse a variaciones en las funciones ejecutivas, a fallas en la inhibición de la
información relevante, al enlentecimiento de la velocidad para procesar los datos y a
dificultades para coordinar las tareas. Todo esto puede interferir la manera como el adulto
mayor construye su discurso narrativo, especialmente en el contexto de la conversación.
Con el fin de analizar lo que sucede en el proceso conversacional, Schegloff,
Jefferson y Sacks (1977) insisten en diferenciar los términos conversación y actividad
conversacional, de manera que la primera se asume como una unidad global o máxima de
la segunda. El análisis conversacional se interesa por el estudio de los actos reales de
habla que se suceden en los contextos de vida de los autores y a pesar de que desde su
8. nacimiento los investigadores han rechazado las construcciones teóricas rígidas que
definan de antemano topologías, categorías o unidades a ser halladas en un corpus, se
pueden definir una serie de aspectos en los cuales centrar el análisis, como por ejemplo:
el sistema de toma de turno, los pares adyacentes, las secuencias o las reparaciones
conversacionales.
Las reparaciones conversacionales se refieren a los esfuerzos del interlocutor para
corregir y resolver problemas en la compresión o en la captación auditiva de un mensaje
(Sabat, 2001). Este es un proceso que se manifiesta de forma compleja y variada y pueden
ser clasificadas en:
“a) Auto-iniciadas por el hablante causante del error, en contraposición a hetero-iniciadas,
iniciadas por el interlocutor que percibe el error;
b) Auto-reparadas cuando el error es realmente enmendado por el hablante causante del
mismo, o hetero-reparación cuando es llevada a cabo por el interlocutor” (Pietrosemoli,
2007).
El término reparación indirecta es utilizado para señalar la actividad de
interlocutor (sano) de la persona con demencia tipo Alzheimer, quien a menudo debe
solicitar información para poder conocer las intenciones del paciente (Sabat, op. cit). Esto
lo logra a través de marcadores discursivos (um-hum, uh), preguntando o parafraseando
lo que él cree que quiere decir el paciente, para poder corroborar de esta manera, si está
comprendiendo el mensaje. A continuación, se presenta un segmento de una conversación
entre una adulta mayor con demencia tipo Alzheimer (en su etapa inicial) y su cuidadora
habitual, en este caso su hija:
Cuidador: Entonces te sientes mejor hoy ¿verdad? ¿Dormiste suficiente?
Paciente: Si, si, yo dormí
Cuidador: Hoy vamos a ver a Luisa. ¿Te acuerdas de ella?
Paciente: ¿Luisa?
Cuidador: Si mamá, Luisa. La hija de Pedro
Paciente: ¡Ah si! Si, si… Ella…Luisa. (Valles González, 2010).
En la conversación cara a cara los hablantes utilizan variaciones en la entonación
y en la acentuación discursiva con valor enfático y además, marcadores de apelación
9. directa al interlocutor (¿mm?); referencias a elementos presentes en la situación actual
mediante gestos (uso del dedo índice, de la expresión facial) y deícticos del tipo:
aquí…allí…, que permiten elidir segmentos lingüísticos completos (Domínguez, 2005).
Gallardo Paúls (2007) expone que para alcanzar la organización global y local de
la conversación los hablantes definen secuencias. Las más estudiadas son las de inserción,
de apertura, de cierre y las laterales. Las secuencias laterales suponen una interrupción
temática momentánea más o menos brusca, luego de la cual se reinicia la conversación.
Este mecanismo de búsqueda o control del hilo conversacional se construye con base a
las secuencias de malentendido y de rectificación. Las primeras se encargan de clarificar
un aspecto que, como oyentes, no hemos entendido bien y las segundas son utilizadas
para aclarar nuestro propio discurso, es decir, son utilizadas por el hablante que se ha
equivocado, por lo que asumimos que las mismas cumplen similar propósito que las
autoreparaciones-autoiniciadas, arriba mencionadas.
Rumbos y Valles González (2010) afirman que los adultos mayores, aun
presentando alteraciones leves en su memoria, pueden utilizar reparaciones indirectas
dirigidas a su interlocutor clave (joven) destinadas a corroborar si él comprende lo
expresado durante el relato, además pueden iniciar, mantener y cerrar el tópico a pesar de
manifestar fallas en la selección del léxico y en el ordenamiento o secuencia de los
hechos. En este estudio, los interlocutores jóvenes compensaron estas limitaciones con
base al uso de hetero-reparaciones de manera de situar los hechos en la línea cronológica
y mediante la adición de eventos con el fin de completar las historias. Esta actividad
compartida permitió una adecuada actuación lingüística al adulto mayor al poder
construir relatos completos e interactuar de forma efectiva. A continuación, se presentan
varios ejemplos de segmentos de conversaciones de la investigación arriba mencionada,
donde es posible analizar el uso de diferentes tipos de reparaciones.
Segmento 1:
Adulta mayor: Y me rechazaron por eso…
Interlocutor joven: ¡por manos cortas!
Adulta mayor: ¡por brazos cortos! (hetero reparación)
Segmento 2:
10. Adulta mayor: Cuando llegamos a Madrid el catedrático dijo que él no estaba de acuerdo
con elll…
Interlocutor joven: con el diagnóstico (hetero reparación)
Adulta mayor: con el diagnóstico y bueno...le cambió la medicación
Segmento 3:
Adulta mayor: Yo iba al mercado con 50 pesetas…50 mil bolívares al mercado (Auto-
reparación auto-iniciada).
Es importante destacar que, en todos estos ejemplos, el intercambio lingüístico
efectivo del adulto mayor, se ve influenciada por la actividad de sus interlocutores. Es
decir, la actividad cooperativa que se establece entre los hablantes, sus experiencias
previas, el conocimiento de sus historias de vida y la motivación para establecer esta
interacción, son aspectos determinantes, que deben ser tomados en cuenta para elaborar
cualquier aproximación a una evaluación de la ejecución lingüística de un adulto mayor.
Lenguaje y demencia
El lenguaje de las personas con demencia presenta una serie de características,
éstas varían de un sujeto a otro y de acuerdo con la progresión y tipo de demencia (Sabat,
2001). Las más resaltantes son la anomia (olvidar el nombre de las cosas o de las
personas), la parafasia (dar “vueltas” buscando expresar lo que se quiere), el uso de
neologismos (inventar nuevos nombres) y de muletillas o palabras carentes de sentido,
además puede observarse un ligero aumento en la longitud de las frases y severas
dificultades por seguir el tema de una conversación.
Estos trastornos están relacionados con las alteraciones cognoscitivas que provoca
la demencia, como son: pérdida de memoria, dificultad para atender por tiempos
prolongados y problemas en la percepción visual o auditiva. Todo esto produce una
comunicación difícil y costosa entre la persona con demencia y su interlocutor quien debe
compensar estas fallas prestando más atención, completando las frases o simplemente
adivinando qué es lo quiere decir esta persona. a medida que la demencia avanza y el
deterioro cognoscitivo aumenta, el lenguaje del paciente deja de ser normal y se trastorna
de manera progresiva tanto en lo expresivo como en lo comprensivo. En la expresión se
11. manifiestan problemas en el uso de partes de la oración como por ejemplo de las
preposiciones, limitaciones en establecer la concordancia de número o en recordar o
seleccionar la palabra correcta. Pero, además, el discurso de estos pacientes puede mostrar
limitaciones en cuanto a la coherencia resultado de una inadecuada comprensión de lo
que otros le dicen, por lo que no llega a ajustarse a los rápidos cambios de una
conversación y en consecuencia no puede participar o habla sin atender el tema tratado.
Podemos concluir afirmando que en casi todos los tipos de demencias el paciente
presenta síntomas como afasia (dificultad para comprender el lenguaje de otros), agnosia
(trastornos sensoriales) y apraxia, disfagia (dificultad para tragar), disartria (problemas
para coordinar los movimientos al hablar), la pérdida de la fluidez verbal y dificultades
para comprender textos escritos. Por lo que la posibilidad de la persona con demencia
para expresarse de manera eficiente se severamente comprometida. En todo este proceso
es necesario considerar la actitud de su interlocutor, quien puede colaborar en la
construcción de una comunicación más o menos eficiente, o por el contrario, mostrar su
rechazo en ser parte de este intercambio.
La evaluación lingüística en el adulto mayor
La evaluación del lenguaje en el adulto mayor se realiza a partir del trabajo de un equipo
interdisciplinario y con base a una serie de estrategias que pueden ser resumidas en la
siguiente forma:
• Entrevista con él y con su familia
• Examen médico general y evaluaciones sensoriales
• Despistaje de trastornos psiquiátricos primarios
• Evaluación de las capacidades funcionales
En ocasiones, frente a la sospecha de trastornos cognoscitivos, el equipo puede
recomendar una evaluación neuropsicológica completa, que puede ser iniciada con el
despistaje del deterioro cognoscitivo utilizando el Mini Mental Test (Folstein y otros,
1975), y posteriormente con una evaluación formal utilizando pruebas normalizadas
como la Escala de Evaluación Psicogeriátrica (Jorm y otros, 2001) o el Examen del
12. Trastorno Mental en los Ancianos de Cambridge (Roth y otros, 1986), entre otras
estrategias diagnósticas.
Estas herramientas valoran el funcionamiento cognoscitivo y la función
lingüística, con base a la aplicación de subpruebas que miden la capacidad para evocar a
corto y a largo plazo información visual y auditiva, la capacidad para nominar, narrar
eventos o describir objetos o escenas, y la función ejecutiva que se manifiesta por el
control necesario para ejecutar instrucciones complejas o completar tareas que involucren
el manejo de diferentes criterios.
Actualmente de una evaluación centrada sólo en la ejecución lingüística del sujeto
evaluado, se ha pasado a una tendencia en valorar la forma como el contexto influye en
la conversación, por eso diferentes autores (Hamilton, 1994; Sabat, 2001; Brauner y
Merel, 2006; Valles González, 2008) proponen el uso del análisis del discurso aplicado
al estudio de la conversación. Esta alternativa ha provocado la necesidad de revisar la
actividad de los fonoaudiólogos, la de los neuropsicólogos y la de los médicos, pues la
dinámica tradicional de evaluación del lenguaje ha dejado claro que el proceso
diagnóstico debe abordar a la familia y a la comunidad; pero además, ha dejado ver la
necesidad de redefinir el concepto de trastorno y el propio objetivo de esta evaluación,
donde el interés del lingüista y del fonoaudiólogo por realizar el mejor análisis de lo
comunicativo, se ajuste con la preocupación del médico por el establecimiento del
diagnóstico de un posible trastorno.
La evaluación basada en el análisis del discurso nos ha permitido estudiar la
dinámica de la comunicación entre el adulto mayor y sus interlocutores (familiares,
cuidadores, médicos y enfermeras) en una dimensión diferente, sin embargo, es necesario
recordar que el contexto del hospital o del consultorio no permite establecer un clima
donde la conversación sirva como vía para estudiar el uso de numerosos recursos
cohesivos o la coherencia del discurso en el sujeto evaluado, por lo que actualmente el
uso del análisis discursivo aplicado al estudio de la conversación de la persona con
demencia precisa de mayor investigación .
La situación planteada representa una paradoja, pues si definimos el lenguaje
como un proceso que permite la elaboración de textos para el intercambio social, la
evaluación debe responder a esta consideración y evaluar eficiencia comunicativa en
diferentes contextos y con diversos interlocutores; y no quedarse en la repetición,
13. enumeración o memorización de palabras, o en responder a preguntas en un ambiente
poco natural y por lo tanto ajeno al contexto natural de intercambio lingüístico…. ¿Cómo
hacer para poder compensar esta limitación?
Una alternativa válida es utilizar el análisis discursivo como herramienta que
permita estudiar la interacción lingüística del sujeto con demencia. Esta estrategia trae
como consecuencia un cambio en el paradigma de la evaluación lingüística, pues de un
interés en identificar el trastorno exclusivamente en el paciente, debemos orientar la
acción hacia la caracterización y la explicación de la conducta lingüística de todos los
actores: paciente, cuidador, familiares y por supuesto, la de los propios proveedores de
salud.
Desde luego, este recurso puede ser considerado como poco viable en el contexto
clínico, no necesariamente por sus alcances o por su utilidad real, sino más bien por el
esfuerzo en realizar procedimientos diagnósticos de tipo cualitativo, diferentes a los
utilizados tradicionalmente por los fonoaudiólogos y neuropsicólogos. En otras palabras,
la evaluación del lenguaje remite en la actualidad a incorporar no sólo un marco teórico
nuevo, sino a considerar diferentes medios para la recolección de datos y para su estudio.
Ello implica aproximarse más a los aportes de la lingüística y específicamente al estudio
de la conversación desde lo discursivo, considerándola como el contexto ideal de
actuación de los seres humanos.
Lo limitado que resulta evaluar la comunicación fuera de un contexto natural, trae
como consecuencia una actividad diagnóstica que puede generar datos insuficientes, y en
ocasiones poco apegados a la realidad, como los que podemos obtener en las evaluaciones
basadas exclusivamente en pruebas estandarizadas. Por ello, se hace necesario abordar la
evaluación lingüística en un marco amplio que incluya a la familia, amigos y cuidadores
del adulto mayor. Esto precisa el replantear el concepto de trastorno del lenguaje y utilizar
nuevas estrategias de evaluación que lleven a desarrollar las acciones más allá del
consultorio y abordar el contexto de vida familiar de los pacientes. Sin duda que estos
acuerdos harán posible una actividad diagnóstica más justa y ética por parte del equipo
evaluador.
Consideramos como recurso válido a ser incorporado durante la evaluación, la
elaboración de una extensa entrevista inicial e incorporar a esta, la conversación sobre
temas de interés y ligados a las actividades del adulto mayor. Además, es necesario
14. observar y analizar las conversaciones entre el paciente-cuidador y paciente-familiares.
Esto podría ofrecer información sobre cuáles son las pautas de los intercambios
comunicativos en el contexto familiar, para posteriormente brindar orientaciones.
Este marco teórico y metodológico genera enormes posibilidades en cuanto a la
comprensión de la comunicación con los adultos mayores con trastorno cognoscitivo leve
o con demencia, pero presenta también limitaciones que deben ser manejadas por los
profesionales involucrados, como la ausencia de suficientes datos acerca del rendimiento
lingüístico del anciano sano en algunos países, como por ejemplo Venezuela, y sobre el
conocimiento limitado acerca de las características lingüísticas y su variabilidad
interindividual en los diferentes tipos de demencia como por ejemplo en la enfermedad
de Huntington, Alzheimer, Parkinson, la demencia Frontotemporal y la enfermedad de
los Cuerpos de Lewis, así como la producida por lesiones vasculares, inflamatorias e
infecciosas.
Este saber ayudaría a desarrollar un mejor diagnóstico diferencial, sin embargo,
se considera necesario destacar que el blanco de la acción del equipo debe ser la
descripción y explicación de la conducta lingüística, por lo que su interés debe ir más allá
del establecimiento de una categoría diagnóstica. Por supuesto que esta alternativa plantea
cambios en la dinámica clínica y genera la necesidad de apoyarse en nuevas estrategias
como por ejemplo en el análisis del discurso aplicado al estudio de la conversación del
adulto mayor y sus interlocutores. Este tipo de evaluación ya no estaría centrado sólo en
el paciente, sino que debe integrar al análisis la actividad de otros actores que forman
parte de los distintos contextos de vida del sujeto evaluado.
¿Cómo mejorar la comunicación?
Está claro que toda persona independientemente de su edad, se beneficia de una adecuada
estimulación social y afectiva. Este tipo de variables se hacen aún más necesarias para un
adulto mayor, pues el aislamiento, la depresión, los trastornos sensoriales y los cambios
cognoscitivos pueden determinar una comunicación difícil y acelerar el deterioro general.
Como ya dijimos, las características negativas producen una falsa percepción de
alteraciones por parte de los interlocutores más jóvenes que interactúan con el mayor y
provocan que en muchos casos desestimemos la posibilidad real que tiene el adulto mayor
15. para conversar y compartir opiniones, experiencias o saberes en el marco de la
conversación diaria.
El cómo maneje la familia y los amigos todas estas situaciones será determinante para
poder crear condiciones que permitan seguir teniendo una comunicación efectiva, pues
es necesario destacar una vez más que el rendimiento lingüístico del adulto mayor
dependerá en gran medida de la actitud de sus interlocutores. De esta manera, las personas
que lo rodean deben tener claro que en ocasiones las alteraciones en la capacidad de oír
pueden confundirse con trastornos cognoscitivos. Esto sucede con frecuencia pues en
nuestro país la evaluación auditiva no es un proceso diagnóstico de rutina. Así mismo, el
deterioro de la vista puede ocasionar que el adulto mayor deje de leer o de ver televisión,
generando una merma considerable en su ejercitación cognoscitiva y en el mantenerse al
día con lo que pasa a su alrededor. Una recomendación esencial para garantizar una mejor
comunicación es por lo tanto atender cualquier falla sensorial, bien sea visual o auditiva,
de allí que el examen audiológico y oftalmológico debe formar parte de un protocolo de
evaluación de rutina para toda persona mayor de 60 años.
Una actividad física y una dieta adecuada también es imprescindible, el adulto mayor
debe mantenerse ocupado realizando tareas necesarias y de su gusto, con compañía
agradable y en un ambiente grato donde se le respeten sus intereses y sus posibilidades
de movimiento. Para conseguir orientación a este respecto se debe consultar con un
médico geriatra de manera de garantizarle la mejor atención integral que redundará en
una mejor salud.
La vida social, la posibilidad de compartir con sus pares y de sentirse querido y necesario
son aspectos que a veces no son necesariamente ponderados tanto por la familia como
por los proveedores de salud. A menudo asumimos que un adulto está bien pues es
cuidado en lo relacionado con su aseo y arreglo personal, pero eso no es suficiente para
vivir a plenitud la vejez. El anciano necesita compartir con sus pares y puede beneficiarse
de las actividades que brindan los clubes o asociaciones que patrocinan programas para
los años dorados o de juventud prolongada.
Hoy día se cuenta con enormes posibilidades diagnósticas, las cuales permiten realizar la
detección temprana del trastorno cognoscitivo leve o de algunos tipos de demencia o
poder identificar el riesgo de padecerla al establecer la presencia de marcadores
biológicos o psicosociales. El incremento en la esperanza de vida y las posibilidades de
16. diagnóstico temprano, nos enfrentan con el reto de educar a los proveedores de salud
(médicos, enfermeras, fonoaudiólogos, terapeutas físicos, entre otros), a las familias y a
la comunidad en general sobre las necesidades de atención integral de los adultos mayores
de manera de generar un envejecimiento sano y activo, reducir la posibilidad de presentar
discapacidad y garantizar una mejor calidad de vida para todos.
Conclusiones:
Podemos concluir que estudiar los trastornos del lenguaje en el adulto mayor, remite
necesariamente a lo social y a lo cultural como factores fundamentales en la creación de
los actos comunicativos, en lo relacionado con los estilos de conversación y con el valor
que el envejecimiento tiene en nuestra cultura, en otras palabras, este tipo de evaluación
es un problema psicosociolingüístico. Esto lleva a reconsiderar tanto los aspectos teóricos
como los metodológicos en el proceso de evaluación lingüística, como vía para desarrollar
una actividad más ética con estos pacientes.
Es necesario señalar la necesidad de investigar más en la comunicación del adulto mayor,
teniendo en cuenta los saberes de la lingüística del discurso y de la lingüística clínica,
para así incorporar el análisis discursivo al proceso diagnóstico en Fonoaudiología y
estudiar el beneficio de incorporar el estudio del uso de diversas estrategias de
construcción activa de los textos conversacionales por parte del adulto mayor y sus
interlocutores, como un elemento importante en la evaluación y en el tratamiento de esta
población. Al respecto es necesario considerar la necesidad de recursos de evaluación
dirigidos a establecer un diagnóstico diferencial, elemento necesario para realizar una
detección temprana del trastorno cognoscitivo leve o de la demencia e iniciar un
tratamiento de los síntomas lo antes posible. Para alcanzar este objetivo se hace necesario
conocer a profundidad el proceso de envejecimiento normal de la población en las áreas
cognoscitiva y lingüística, como un paso previo, de manera de poder tener un índice
normativo de referencia.
Adicionalmente, es vital realizar una revisión ética de los fundamentos de la atención del
adulto mayor pues numerosas dudas e interrogantes aún se hacen presentes es este campo,
especialmente en torno a la evaluación lingüística. Estas limitaciones se deben en nuestra
opinión, en primer lugar, a la carga negativa que los estereotipos y prejuicios imponen en
la percepción de la competencia lingüística del adulto mayor lo que hace complejo definir
17. la norma lingüística en esta población, y en consecuencia, caracterizar con precisión “los
trastornos del lenguaje” presentes en el proceso de envejecimiento patológico; y en
segundo lugar, al uso de herramientas diagnósticas que no se ajustan al intercambio
comunicativo que las personas ponemos en marcha en los contextos diarios de vida y en
consecuencia evalúan el lenguaje como producto de hablantes ideales y no como lo que
en realidad es: un proceso complejo, dinámico y dependiente de variables
psicosociolingüísticas.
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