DESDE LA MAS REMOTA ANTIGUEDAD, EL SER HUMANO, SE DIO CUENTA DE QUE DENTRO DE EL, HABIA UNA VOZ QUE CONSTANTEMENTE LO ACECHABA, Y DIRIGIA SU VIDA, A TRAVES DE DIFERENTES MANERAS BUSCA LA FORMA DE IDENTIFICAR Y COMPRENDER EL PORQUE DE DICHA VOZ, HASTA QUE LOGRAR DARSE CUENTA QUE DICHA VOZ ERA SU DIALOGO INTERNO.
1. La mente humana y la realidad
Cuando nacemos, traemos un anillito de poder. Casi desde el principio,
empezamos a usar ese anillito. Así que cada uno de nosotros está
enganchado desde el nacimiento, y nuestros anillos de poder están unidos
con los anillos de todos los demás (inconsciente colectivo, según Carl Jung).
En otras palabras, nuestros anillos de poder están enganchados al hacer del
mundo para construir el mundo físico y el mundo de las ideas.
A todos nosotros nos han enseñado a estar de acuerdo en hacer. No tienes
idea del poder que ese acuerdo implica, es decir, toda nuestra vida cotidiana
está sujeta y regida por acuerdos, tanto individuales como colectivos.
Además, nos hablamos incesantemente a nosotros mismos (a través de un
monólogo), acerca del mundo físico o de las formas, a través de diversos
procesos cognitivos (imaginación, pensamientos, memoria, etcétera) y dichos
procesos aunados al diálogo interior mantienen y renuevan la estructura de
la realidad física y de las formas.
Se puede mencionar que, mantenemos el mundo físico con nuestro diálogo
interior y cuando dejamos de hablarnos sobre nosotros mismos y nuestro
mundo, es decir, cuando paramos todo proceso cognitivo. El mundo se
manifiesta tal como siempre es y ha sido, un milagro, un misterio y una gran
maravilla, es decir, un lugar perfecto donde la apariencia se confunde con la
realidad debido a la lucha de los opuestos o contrarios.
Por lo tanto, es importante, y necesario comprender que con nuestro diálogo
interior renovamos, encendemos de vida, sostenemos y construimos la
realidad de los objetos del mundo físico y de las formas. No solo eso, sino
que también escogemos nuestros caminos, al hablarnos a nosotros mismos
(pensamiento a priori). De ahí que repitamos las mismas elecciones, es decir,
los mismos patrones cognitivos y afectivos, las cuales se traducen en actos o
acciones diarias una y otra vez, sin darnos cuenta hasta el día de nuestra
muerte biológica. Porque continuamos repitiendo el mismo diálogo interno
una y otra vez, hasta el preciso momento de la muerte.
1
2. Por ello, es importante reconocer y comprender que un guerrero, es y debe
ser consciente de ello, y se esfuerza a través de la dedicación y disciplina para
acallar y detener el diálogo interior junto con todos los procesos cognitivos.
Ahora nos importa perder la arrogancia (la importancia personal). Mientras
te sientas lo más importante del mundo, no puedes apreciar en verdad el
mundo que te rodea. Eres como un caballo con anteojeras: únicamente te
ves a ti mismo, ajeno a todo lo demás, es decir, crees estar separado de todo
cuanto existe en este planeta tierra y en el universo.
El mundo que nos rodea es un misterio. Y los hombres no son mejores que
ninguna otra cosa. Si una planta es generosa con nosotros, al proporcionarlos
sus frutos como alimento. Por lo tanto, debemos darle las gracias, o quizá no
nos deje ir. De igual manera con los animales.
Hacerse responsable
Cuando un hombre decide hacer algo, debe ir hasta el fin, pero debe aceptar
la responsabilidad por lo que hace. Haga lo que haga, es decir, cualquiera que
sea su actividad productiva, y luego seguir adelante con sus acciones sin
tener ni remordimientos ni dudas acerca de ellas. Por ejemplo, Martin
Lutero, y el protestantismo, logró construir un parte aguas en la historia.
Algunas personas, en cambio se sienten inmortales, y las decisiones de un
inmortal pueden cancelarse o lamentarse o dudarse. En un mundo donde la
muerte es el cazador, no hay tiempo para lamentos ni dudas. Solo hay
tiempo para decisiones y acciones.
Lo anterior se da, debido a que las personas nunca se interesan por ilustrar el
espíritu. Se la pasan todo el tiempo en lamento tras lamento (excusas y
pretextos), toda la vida porque nunca se hacen responsables de las
decisiones, si se hubieran hecho responsables de alguna actividad, y bajo la
dirección de una disciplina, y un método entonces otra cosa seria.
2
3. Hacernos responsables de nuestras decisiones, significa estas dispuestos a
luchar, y si es preciso morir por ellas. Recordemos a Sócrates, Jesucristo,
Bruno, Galileo, etc. dichos mártires dieron todo incluso la vida misma, todo
para un cambio en la construcción de un nuevo mundo.
En un mundo donde la muerte es el cazador no hay decisiones grandes ni
pequeñas. Solo hay decisiones que hacemos a la vista de nuestra muerte
inevitable.
Por ejemplo, un cazador sabe que atraerá a sus trampas una y otra vez, así
que no se preocupa. Preocuparse es ponerse al alcance, sin quererlo. Y una
vez que te preocupas, te agarras a cualquier cosa por desesperación; y una
vez que te aferras, forzosamente te agotas o agotas a la cosa o la persona de
la que estas agarrado.
Un cazador usa su mundo lo menos posible y con ternura, sin importar que el
mundo sean cosas o plantas, o animales, o personas o poder. Un cazador
tiene trato íntimo con su mundo, y sin embargo es inaccesible para ese
mismo mundo.
Es inaccesible porque no exprime ni deforma su mundo. Lo toca suavemente,
se queda cuando necesita quedarse, y luego se aleja con cautela, casi sin
dejar señal o huella alguna.
Pero para ello, el cazador debe tomarse tiempo para observar los sitios
donde comen o anidan los animales, es decir, conocer todas las actividades
que realizan como cosas cotidianas, con el fin de determinar la colocación de
las trampas; luego las instala por la noche, y al día siguiente todo lo que tenía
que hacer era asustar a sus presas para que estas se dispersen y cayesen en
las trampas.
Por ello, un buen cazador conoce sobretodo una cosa: conoce las rutinas de
su presa. Eso es lo que lo hace un buen cazador.
3
4. Ser cazador es mucho más que solo atrapar animales. Un cazador digno de
serlo no captura animales porque pone trampas, ni porque conoce las rutinas
de su presa, sino porque el mismo no tiene rutinas. Esa es una ventaja. No es
de ningún modo como los animales que persigue, fijos en rutinas pesadas y
en caprichos previsibles: es libre, fluido y sobre todo imprevisible.
Para ser cazador uno tiene que romper con las rutinas, es decir, dejar de ser
previsible. Ya que todos los seres humanos nos comportamos como la presa
que perseguimos. Eso, por supuesto, nos hace ser la presa de algún otro.
Ahora bien, el propósito de un cazador, que conoce todo esto, es dejar de ser
el mismo una presa.
Pero hay ciertos animales que son imposibles de rastrear. Hay ciertas clases
de venado, por ejemplo, que un cazador con mucha técnica puede encontrar,
a lo mejor, una vez en su vida.
Un cazador, en cambio cuando se adentra en el monte, nuca se mete a
ninguna parte sin fijar sus puntos de protección; por lo tanto, se pone de
inmediato a cubierto. Deja caer su poncho al suelo, o lo cuelga de una rama,
como señuelo, y luego se esconde y espera a ver qué hace la presa.
Un cazador no solo debe conocer los hábitos de su presa; también debe
saber que en esta tierra, es decir, en el planeta tierra hay poderes que guían
a los hombres, a los animales. Todo organismo vivo lo sabe.
Todos los seres humanos, como cualquier hombre merecemos todo lo que es
la suerte de los hombres, es decir: la alegría, dolor, tristeza y la lucha, y la
naturaleza de nuestros actos carecían de importancia siempre y cuando
actuáramos como guerreros.
En toda la vida de un ser humano, no existe otra tarea más digna de
emprenderse que purificar el espíritu, es decir, se debe buscar la perfección
del espíritu del guerrero ya que es la única tarea digna de nuestra hombría.
4
5. Por ello, se puede decir que, lo más difícil en este mundo es adoptar el ánimo
de un guerrero. De nada sirve estar triste y quejarse, o sentirse justificado de
hacerlo, creyendo que alguien nos está siempre haciendo algo. Nadie le está
haciendo nada a nadie, mucho menos a un guerrero.
Así que, por mucho que el ser humano se compadezca de sí mismo, tiene que
cambiar para darse cuenta de las hermosas cosas que suceden en este
planeta tierra. Y solo así podrá apreciar y disfrutar las maravillas.
Una de las grandes desgracias que aquejan al ser humano, es que ninguno de
nosotros tiene tiempo suficiente para llevar a cabo o en plenitud el gran
proyecto o planes de nuestra vida, y la continuidad no tiene sentido en este
mundo pavoroso y de misterio.
La continuidad solo nos hace tímidos. Los actos no pueden de ninguna
manera tener el gusto, el poder, la fuerza irresistible de los actos realizados
por un hombre que sabe que está librando su última batalla sobre la tierra.
Debemos de ponerle atención al lazo que nos une con la muerte, sin
remordimiento ni tristeza ni preocupación. Debemos de poner atención en el
hecho de que no tenemos tiempo, y dejar que nuestros actos fluyan de
acuerdo con eso.
Que cada uno de nuestros actos sea la última batalla sobre la tierra. Solo bajo
tales condiciones tendrán nuestros actos el poder que les corresponde. De
otro modo serán, mientras vivamos, los actos de un ser humano tímido.
Pero si el ser humano, está consciente de que va a morir no hay tiempo para
la timidez, sencillamente porque la timidez te hace agarrarte de algo que solo
existe en tus pensamientos. Te apacigua mientras está en calma, pero luego
el mundo de pavor y misterio abre la boca para ti, y entonces te das cuenta
de que tus caminos seguros nada tenían de seguro. La timidez nos impide
examinar y aprovechar nuestras capacidades y habilidades como hombres
excepcionales y maravillosos que somos.
5
6. La mayoría de la gente pasa de un acto a otro, sin luchar ni pensar. Un
cazador, al contrario, evalúa cada acto, y como tiene un conocimiento intimo
de su muerte, procede con juicio, como si cada acto fuera su última batalla.
Solo una persona que carece de la capacidad de discernir dejaría de notar la
ventaja que un cazador tiene sobre sus semejantes. Un cazador da a su
última batalla el respeto que merece. Es natural que su último acto sobre la
tierra sea lo mejor de sí mismo. Así es placentero. Le quita el filo al temor.
Lo que determina el modo en que uno hace cualquier cosa es el poder
personal. Un hombre no es más que la suma de su poder personal, y esa
suma determina como vive y como muere.
El poder personal es un sentimiento. Algo como un estado de ánimo. El poder
personal es algo que uno adquiere sin importar su propio origen
socioeconómico, raza o lugar geográfico.
Un hombre de conocimiento (un guerrero) es alguien que ha seguido de
verdad las penurias del aprendizaje. Un hombre que, sin apurarse ni
desfallecer, ha llegado lo más lejos que puede en desentrañar los secretos
del poder personal. Y solo se preocupa por como almacenar ese poder
personal.
Tienen que pasarte cosas muy drásticas (dolor y sufrimiento) para que
permitas a tu cuerpo aprovechar lo que has aprendido.
Somos hombres de este mundo. Y allá afuera, en ese mundo, esta nuestro
campo de caza. No hay manera de escapar al hacer de nuestro mundo; por
eso, lo que hace un guerrero (un hombre de conocimiento) es convertir ese
mundo en su campo de caza. Como cazador, el guerrero sabe que el mundo
está hecho para usarse. De modo que lo usa con delicadeza, y respeto hasta
lo último.
Un guerrero es como un pirata no tiene escrúpulos en tomar y usar cualquier
cosa que desee, sólo que el guerrero no se aflige ni se ofende cuando lo usan
y toman a él también. Es decir, en él no hay dudas o remordimientos.
6