2. Método de trabajo
En primer lugar se le invitó a participar al alumnado de
quinto en la segunda edición del concurso de cuentos
infantiles “Los profes cuentan, 2”, a lo que accedieron
una vez conocidas las bases de la primera edición, en la
que participaron.
El maestro-bibliotecario redactó el cuento que
reproducimos a continuación basado en Carlos, el
hombre de la limpieza del patio, quien pese a llevar años
en el colegio nos pareció ese héroe anónimo cotidiano,
que lleva a cabo su labor sin ser conocido, se levanta a las
cinco de la mañana y recorre algún colegio más antes de
venir al Zurbaranbarri bilbaíno. Como además se va a
jubilar quisimos así hacerle un pequeño homenaje
haciéndole entrega de una copia de nuestro trabajo.
El cuento fue dividido en tantos apartados como
miembros de la clase.
Finalmente se les entregó su parte escrita del cuento, un
lápiz, un folio y pinturas de cera dura hasta terminar
escaneándose los dibujos e incluyendo el nombre que
quien lo ilustró y la página correspondiente hasta que
fueron encuadernados y expuestos en el panel
informativo de la biblioteca, en el expositor y en el blog,
además de enviadas al concurso.
3. Los profes cuentan 2
“El gesto”
Aquella mañana acababan de sentarse en los pupitres. Era un septiembre caluroso y
todo el material escolar estaba recién estrenado. (1) Las dos primeras clases serenaron los
nervios del primer día del curso, pero pronto llegaba la hora del recreo, media hora de
expansión, de comer un poco, de jugar y sobre todo de hablar con los amigos sin guardar el
silencio impuesto por la profesora. (2)
El suelo del patio empezó a llenarse de niños a la carrera detrás de un balón, de
niñas yendo de un lado al otro esquivando balonazos; de grupos de infantes charlando en
alto, de solitarios y rechazados midiendo el patio en sus paseos y escudriñando actitudes de
cierto recelo. (3) Y bajo un cielo azul y un calor más que fuerte, la atmósfera adquirió un
tufillo a sudor mientras todo lo envolvían unos gritos desaforados que obligaba a hablar
muy alto para ser oído. (4)
Las papeleras se mantenían inertes en una esquina sin que apenas fueran visitadas,
parecía como si tuvieran hambre, porque nunca se llenaban. En cambio el asfalto rojo que
pisaban se convertía en una amalgama de chicles que se pegaban a las suelas de los zapatos,
de gusanitos que serían picoteados más tarde por los gorriones, que visitaban el colegio
cuando los niños entraban a clase; de plásticos transparentes, plásticos forrados de papel de
aluminio, restos de bocadillos y de cajas de donuts, donetes, gominolas, galletas, palmeras y
golosinas (5) mientras a la salida del colegio, expuestas en una gran caja de plástico verde, se
exhibían unas manzanas partidas por la mitad que cansadas de no ser utilizadas se iban
poco a poco oxidando.(6)
Pasado el tiempo de asueto los niños volvieron a sus aulas, las manzanas se quedaron
en la caja, los gorriones se dieron su festín, al que fue invitado alguna rata, aparecida no se
sabe de dónde, (7) mientras Carlos, el hombre del buzo verde y amarillo, la escoba en una
mano y el recogedor en la otra, recorría el patio dispuesto a dejar impoluto el rojo inicial,
liso como la palma de la mano, mientras dejaba montoncitos de basura de esta presente
sociedad infantil, futura generación del todo por nada. (8)
El buen hombre, con la resignación de un trabajo obligado, iba clasificando los
restos recogidos que después introducía en bolsas de distintos colores: verde para lo
orgánico, amarillo para el plástico y las latas, y azul para el papel. (9) Nadie parecía fijarse
en aquella clasificación y distribución porque cada cual estaba limitado por sus propios
temas: el enfado con el compañero, la injusticia de la monitora, el peso psicológico de cuatro
ejercicios por deberes y la palabra injusticia en la boca, entre otras distracciones que (10)
desviaron la atención de la profesora hacia la ventana por un momento. (11)
Cuando Carlos, que pacientemente iba recogiendo los montones que había ido
haciendo, se dio cuenta, apareció un niño, después otro, al que acompañó un tercero
mientras el cuarto y el quinto, sonriendo, se dirigieron hacia Carlos hasta que los
componentes de la clase (12) le rodearon en un círculo. (13) A una palmada de la profesora
cogieron los montones y los depositaron en sus contenedores.(14)
Aquello fue un simple gesto de un día, pero para Carlos fue un día feliz porque sabía
que detrás había habido toda una lección práctica y en unos minutos. (15)
4. Aquella mañana acababan de sentarse en los pupitres.
Era un septiembre caluroso y todo el material escolar
estaba recién estrenado.
1
María Arrojo
5. Las dos primeras clases serenaron los nervios del primer
día del curso, pero pronto llegaba la hora del recreo,
media hora de expansión, de comer un poco, de jugar y
sobre todo de hablar con los amigos sin guardar el
silencio impuesto por la profesora.
2
Eider Barcala
6. El suelo del patio empezó a llenarse de niños a la carrera
de un balón, de niñas yendo de un lado al otro
esquivando balonazos; de grupos charlando en alto, de
solitarios y rechazados midiendo el patio en sus paseos y
escudriñando actitudes de cierto recelo.
3
Unai Ivan Yesa
7. Y bajo un cielo azul y un calor más que fuerte, la atmósfera
adquirió un tufillo a sudor mientras todo lo envolvían unos
gritos desaforados que obligaba a hablar muy alto para ser
oído.
4
Alejandro Bergara
8. Las papeleras se mantenían inertes en una esquina sin que
apenas fueran visitadas, parecía como si tuvieran hambre,
porque nunca se llenaban. En cambio el asfalto rojo que
pisaban se convertía en una amalgama de chicles que se
pegaban a las suelas de los zapatos, de gusanitos que
serían picoteados más tarde por los gorriones, que
visitaban l el colegio cuando los niños entraban a clase; de
plásticos transparentes, plásticos forrados de papel de
aluminio, restos de bocadillos y de cajas de donuts,
donetes, gominolas, galletas, palmeras y golosinas .
5
Josu de la Merced
9. Mientras, a la salida del colegio, expuestas en una
gran caja de plástico, se exhibían unas manzanas
partidas por la mitad que cansadas de no ser
utilizadas se iban oxidando poco a poco.
6
Eder Fernández
10. Entonces apareció Carlos, el hombre del buzo verde y
amarillo, la escoba en una mano y el recogedor en la otra,
recorriendo el patio dispuesto a dejar impoluto el rojo
inicial, liso como la palma de la mano.
7
Awa Sambu
11. Mientras, dejaba montoncitos de basura de esta presente
sociedad infantil, futura generación del todo por nada.
8
Oier López
12. El buen hombre, con la resignación de un trabajo obligado, iba
clasificando los restos recogidos que después introducía en
bolsas de distintos colores: verde para lo orgánico, amarillo para
el plástico y las latas y azul ara el papel
9
Alex Vasiliu
13. Nadie parecía fijarse en aquella clasificación y
distribución porque cada cual estaba limitado por sus
propios temas: el enfado con el compañero, la injusticia
de la monitora, el peso psicológico de cuatro ejercicios
por deberes y la palabra injusticia en la boca, entre otras
distracciones que desviaron la atención de la profesora
hacia la ventana por un momento.
10
Ikerne Sesma
14. Cuando Carlos, que pacientemente iba recogiendo los
montones que había ido haciendo, se dio cuenta,
apareció un niño, depsués otro, al que acompañó un
tercero mientras el cuarto y el quinto, sonriendo, se
dirgieron hacia Carlos hasta que los componentes de la
clase le rodearon en un círculo.
11
Joane Paris
15. A una palmada de la profesora cogieron los montones
y los depositaron en sus contenedores.
Aquello fue un simple gesto de un día, pero para Carlos
fue un día feliz, porque sabía que detrás había habido
toda una lección práctica y en unos minutos.
12
Imanol Varas