1. La Lengua Española e Entroducción a la Filología Española
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Medina López, Javier (2003) : Historia de la lengua española, Arco Libros, 2
edición, Madrid, España.
El objetivo principal de esta asignatura consiste en presentar el nacimiento, formación y
desarrollo de los principales rasgos de la lengua española.
Se va a estudiar las lenguas preromanas, la llegada del latín a la península, la
importancia del sustrato, las aportaciones posteriores (el componente germánico, la
presencia árabe...) para adentrarnos en una comparación de la estructura básica del
latín clásico y lo que se conoce como los “orígenes del idioma” y el llamado “español
medieval”.
I- las lenguas prerromanas y la romanización
La realidad lingüística de la Península Ibérica antes de la llegada de la lengua latina es el
período menos conocido de la historia general de la lengua española. La idea que se
puede hacer respecto a este periodo se hace gracias a los instrumentos hallados en las
sucesivas excavaciones, la huella del arte, el análisis de las inscripciones lapidarias, entre
otras.
El conocimiento de las lenguas y los pueblos prelatinos en Hispania (así fue denominada
la Península Ibérica por los romanos) es fundamental ya que ayuda a entender el
posterior desarrollo e implantación de la lengua latina en la zona. El conocimiento de
estas lenguas es interesante porque ayuda a saber los hábitos lingüísticos que
constituyeron el germen de lo que más tarde fue el origen del protorromano o castellano
antiguo.
Con la conquista de los romanos se sustituyeron las lenguas vernáculas por las lenguas
románicas.
Antes la península estaba habitada por numerosos pueblos de diferente origen y lenguas.
Se distinguen dos áreas de gran influencia: zona ibérica (incluye los tartesios entre otros
) y los pueblos de origen indoeuropeo. Medina López, (2003: 10).
Por áreas se puede distinguir lo siguiente:
a. Área cantabropirenaica: astures, cántabros y vascones. Estos pueblos vivían en la
cordillera cantábrico-pirenaica y a ambos lados de los Pirineos. Las condiciones
físicas del terreno hicieron que en estas zonas el contacto con otros pueblos y
otras culturas haya sido menor que en la franja mediterránea o central de la
Península. Se indica que la lengua hablada en esta región puede señalarse como
un estadio remoto del vasco actual.
b. Área Ibérica: ceretanos, indigentas, ausetanos, ilergetas, layetanos, edetanos,
contestanos. Ocuparán toda la franja del Sureste, desde la Andalucía Oriental
hasta Valencia y Cataluña y el Valle del Ebro entre los siglos VII y el III a. De C.
La denominación Íbero no hace referencia a un pueblo en concreto, sino que
aglutina todo un conjunto de elementos culturales y migratorios de gran
importancia en la antigüedad (de distintas épocas y procedencias diferentes) que
llegó a la Península y que se encontraron diseminados por ella cuando arribaron
los latinos.
c. Área indoeuropea: vacceos, vettones, verracos/averacos, carpetanos, oretanos,
lusitanos. Desde el primer mileño a. de C. Se sabe que ya hubo constantes
migraciones de pueblos que procedían del centro de Europa fundamentalmente.
El grupo más conocido es quizá el céltico.
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d. Área tartesa: tartesios (turdetanos o túrdulos). Extendidos por la Baja Andalucía
y el Sur de Portugal.
e. Área Galaica: en el extremo noroccidental de la Península se desarrolló una
cultura de base urbana que guarda estrecha relación con las corrientes
migratorias que se producían a través del Atlántico y que conecta directamente
con los asentamientos culturales británicos. Son los llamados galaicos.
Hay también las colonias orientales asentadas en el Sur y en Levante. Entre ellas
contamos con los fenicios quienes establecieron relaciones comerciales en la parte
meridional de la Península. Medina López, (2003: 12). Nombres de origen fenicio son:
Cádiz (Gádir) que fue fundada en el 1100 a. de C. Málaga (Málaka), etc.
El nombre Hispania (ISE-PHAM-IM) (Tierra (Isla/costa) de los conejos) fue tomado por
los romanos de este pueblo (los cartagineneses, según Alatorre (2001: 24) ), en contra del
dado por los griegos (Iberia).
Los cartagineses fundaron Cartagena (Cártago) o Ibiza (Ebusus).
Los griegos tuvieron especial protagonismo en ciudades como Alicante (Lucentum).
Llegados a este punto, podríamos hacer las siguientes preguntas: ¿Cuál es la huella de
las lenguas prerromanas en la Península? ¿Qué ha perdurado de ellas? Y ¿Qué
garantías tenemos hoy en día para asegurar que tal o cual término procede de uno de
esos sistemas lingüísticos utilizados en la Antigüedad? La respuesta está llena de
incógnitas. Ninguna de las lenguas prerromanas sobrevivió salvo el vasco que llega hasta
nuestros días.
La cuestión del sustrato prerromano
La influencia de las lenguas prerromanas en la etapa que a continuación analizaremos:
la llegada del latín y su asentamiento en la Península Ibérica.
El influjo de abajo hacia arriba es lo que se conoce como sustrato. Medina López, (2003:
13).
Algunas de las objecciones planteadas a la explicación sustratísticas son:
- El desconocimiento del sistema lingüístico de las lenguas primitivas.
- Ausencia de datos sobre el espacio geográfico que realmente ocuparon dichas
lenguas.
- La no coincidencia geográfica unida al hecho de compartir una misma lengua. Es
decir, un fenómeno se atribuye al efecto de un sustrato en territorios distintos,
pero, sin embargo, esos mismos territorios no compartieron los mismos grupos
poblacionales.
La huella del sustrato es más fácilmente perceptible en el terreno del léxico (onomástica
y toponimia) que en el campo de la fonética y la gramática.
La romanización fue un proceso muy lento e intenso y que durante mucho tiempo se dio
una etapa de biligüismo / multilingüísmo entre la población aborigen y el poder romano
por otro. Tampoco fueron romanizadas todas las zonas de la Península con la misma
intensidad ni al mismo tiempo lo que prolongó la alternancia de lenguas.
Algunos autores asocian el paso /f/ al /h/ al sustrato “vasco-cántabro-ibérico”. Este paso
de /f/ a /h/ no es propio del romance sino que es frecuente en varias lenguas. También la
ausencia del sonido labiodental /v/ y la reducción vocálica a cinco en el castellano frente
a las diez vocales del latín clásico y las siete del latín vulgar hispánico. Se atribuye
también al sustrato vasco la palatalización ll de los grupos iniciales pl, plorāre = llorar,
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clāmare =llamar, flamma=llama. También la anteposición de una vocal (epéntesis) en
palabras que comienzan con sonido rr repentĭre=arrepentir, rugāre=arrugar.
En el sustrato celta se debe el fenómeno de la sonorización /p/, /t/, /k/ = /b/, /d/, /g/. Y las
evoluciones posteriores de los grupos latinos /kt/=/it/=/ĉ/ (ch).lacte=lait. Fr.=leche esp.
Nŏcte=nuit. Fr. =noche esp.
También palabras como: camisia “prenda interior”, carrus “vehículo”, cerēvisĭa “agua
de cebada” “cerveza”. Pŏrcus “cerdo”, taurus “toro”, braca “calzón” braga. Otras
palabras que añade Alatorre como: caballo, camino, salmón, etc. Alatorre (2001: 23)
Alatorre (2001: 22) señala que hay palabroas de origen celta que se refieren a lugares
como: Segóbriga =Segorbe=Segovia, Clunia = Coruña, etc.
Los celtas han dejado una fuerte huella lingüística más marcada en Portugal y en
Galicia..
Hay dos conceptos importantes. Por un lado el superestrato y el adstrato. En el primer
caso, se trata de la influencia ejercida por una lengua invasora sobre otra que, sin
embargo, en vez de desaparecer permanece firme. Es decir que el pueblo invadido
conserva su lengua. Medina López, (2003: 16).
El adstrato “significa el influjo entre dos lenguas que, después de haber convivido en un
mismo territorio, luego se separan y viven en territorios distintos o llegan a ser lenguas
vecinas.” Medina López, (2003: 17).
Hoy en dia se hablan de otros términos que reemplazan el adtrato. Con ello, nos
referimos a conceptos como bilingüismo, multilingüismo, intercambio, interferencia, etc.
Romanización de la Península Ibérica
Se entiende por romanización el proceso a través del cual la Península Ibérica es
conquistada, sometida e integrada en el orden político, social y lingüístico que el poder
de Roma imponía. Un amplio territorio de la antigua Europa compartirá una misma
base administrativa, social, cultural y lingüística. La lengua latina es el origen de las
modernas lenguas románicas (portugués, gallego, español, catalán, provenzal, francés,
italiano, rumano, etc.), Medina López, (2003: 17).
Los romanistas han acuñado el término romania nueva para referirse a aquellos
territorios donde no se habló latín, pero sí una lengua derivada del mismo: Canarias,
toda la América hispánica y de influencia portuguesa, El Canadá y las Guayanas
francófonas donde se hablan lenguas derivadas del latín.
El año 218 a. de C. Es la fecha que los historiadores señalan como el coñienzo definitivo
de la conquista de la Península Ibérica por las tropas romanas.
Hacia el año 209 a. de C. Cornelio Escipión tomó la ciudad de Cartago Nova, y poco
después Gadir, la antigua colonia fenicia, cayó en manos de los romanos (año 206 a. de
C.).
La incorporación de Iberia se produjo lentamente (duró mas de dos siglos).
Con su poderío militar, Roma se había ido extendiendo por toda Italia y sus islas
vecinas, y ya desde el siglo II se añaden Iliria, Macedonia, Grecia, el Norte de África. A
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partir del siglo I se incorporan Asia Menor, Galia, Egipto, el Sur del Danubio y los
Alpes.
La conquista de Hispania puede darse por finalizada en tiempos de Augusto (19 a. de
C.), con el definitivo sometimiento de cántabros y astures.
Debido a la romanización las poblaciones fueron abandonando, poco a poco, sus lenguas
vernáculas para entenderse con los soldados, funcionarios, gestores o colonos de Roma.
Āăēĕĭīōŏūŭ
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ALATORRE Antonio (2001): Los 1,001 años de la lengua española, Tezontle, novena
edición, México.
La familia indoeuropea
Al lado de la pronunciación “culta” ódor existía una pronunciación “vulgar” ólor,
Alatorre (2001: 11).
El verbo “oler” era “olere” en latín y “rosa” era “rosae”.
La lengua “indoeuropeo” se hablaba hace seis o siete mil años en una zona de Europa o
de Asia que nadie ha sido capaz de precisar, Alatorre (2001: 12).
Del indoeuropeo brotan más de ochenta lenguas.
Las lenguas roamances se llaman también neolatinas.
El indoeuropeo es el origen de la lengua española según Alatorre (2001: 16). El núcleo
del vocabulario es indoeuropeo.
Las palabras indoeuropeas “pater” y “māter”, lo único específicamente indouropeo es el
elemento –ter, usado en muchas otras palabras indoeuropeas. El núcleo mismo es
anterior al indoeuropeo, Alatorre (2001: 12).
Lenguas ibéricas prerromanas
La presencia de la letra “h”en castellano no existe en el italiano o en las demás lenguas
hermanas que tienen “f” (herir, hacer, hoja, humo, etc. En vez de ferir, etc.) se ha
explicado como influencia o herencia de las lenguas anteriores al latín, Alatorre (2001:
18).
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Según Alatorre (2001: 22) los griegos no dejaron ninguna huella lingüística, pero a nivel
de palabras hay muchas voces derivadas del griego como: bodega, (puesto que ellos han
traido la cultura del vino y del olivo), cristal, historia, poesia, ángel y diablo.
El pueblo de Ampurias es de origen griego que es Emporion y que significa “Centro de
comercio marítimo”.
Consta en el siglo I a.C. todavía se hablaba en el sur de España una lengua Púnico-
fenicia mientras que el turdetano y el tartesio había desaparecido, Alatorre (2001: 24).
.
. Alatorre (2001: 27) señala que “En el siglo XIX se inventó el término “Latinoamérica”
-o “América latina”- para designar a todas las regiones americanas en que se hablan
lenguas hijas del latín: no sólo los países de idioma español, sino también el Brasíl, Haití
y el Canadá francés.”.
Izquierdo y pazarro son de origen vasco.
El sufijo –rro y –rra es de origen ibérico. “cachorro, modorra, etc. Y –ago / -aga, como
murciélago, ciénaga, ” –asco ejemplo borrasca, peñasco, etc. –iego como mujeriego,
nocherniego o nochaniego, etc.
La “z” de varios apellidos es de origen ibérico como: López, Pérez, etc.
La lengua de los romanos
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Los primeros textos están escritos en latín. “Las palabras españolas son “glosas”
marginales que explican o traducen tal o cual palabra difícil” Alatorre (2001: 30).
“Las “glosas” españolas que alguien puso hace 1,001 años en el sermón de San Agustín
son el testimonio del paso de una lengua a otra. Son el reconocimiento de una lengua
“vulgar”, desnuda de tradición escrita, sin nada del prestigio del latín, pero con la
ventaja suprema de ser la lengua hablada, la lengua viva de un grupo humano.”,
Alatorre (2001: 31).
La lengua de Roma se llama Romania y la disciplina moderna que estudia las vicisitudes
del latín en esas regiones se llama filología románica. La Romania actual abarca sólo
cinco naciones europeas: Portugal, España, Francia, Italia y Rumania.
En el siglo XVII en vez de decir que algo estaba en español, solía decirse que estaba “en
romance”. Los lingüistas llaman indiferentemente “lenguas romances”, “lenguas
románicas” o “lenguas neolatinas” a las hijas del latín imperial”.
La Hispania romana
Hispania se llenó de topónimos latinos: Emérita Augusta = Mérida. Pax Augusta =
Badajoz, Córduba, Valentia, etc. Alatorre (2001: 34).
Latín hablado y latín escrito
“El español y las demás lenguas romances no proceden del latín empleado por los
supremos artífices del lenguaje, sino del latín de la gente corriente y moliente, el latín
hablado en las casas, en las calles, en los campos, en los talleres, en los cuarteles”.
El latín vulgar se puede llamar también protorromance.
Ninguna palabra ha durado mucho tiempo sin cambios. Alatorre (2001: 38).
El latín vulgar
A mediados del siglo III a.C. aparecen formas típicas del latín vulgar, como caldus y
ardus en vez de las formas “cultas” cálidus y áridus, Alatorre (2001: 42). Ahora tenemos
“caldo” que es un sustantivo pero antes era adjetivo y significaba “caliente”.
En el primer siglo del imperio los vulgarismos documentados son ya muchísimos: se
cuelan cada vez más en el terreno de la escritura lo cual es ´ndice de su enorme arraigo.
“La simplificación del disptongo au es rasgo propio del latín vulgar: la palabra española
oro viene del latín aurum, pero los romanos del siglo I, al pronunciar descuidamente su
aurum, decían ya algo parecido a nuestro oro”. Alatorre (2001: 42).
La palabra clásica avúnculus “tio” los españoles lo sustituyeron por otra más económica
que es thius tomada del griego. Los galos (franceses) se aferraron a la vieja palabra
(avúnculus) avunclu avoncle en frances actual oncle, Alatorre (2001: 43).
Ni en latín clásico, ni en latín vulgar, ni siquiera en español medieval se escribían
acentos.
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Los artículos definidos “el, la” proceden de los pronombres “ille, illa” que significaban
“aquel, aquella”.