1. Los dos hermanos.
Lo conocí en uno de esos arrebatos que presenta la vida. Tanto como decir, cualquier dìa. Pero
no fue por cualquier cosa. Más bien, algo asociado a la necesidad de conseguir donde vivir.
Porque, un tiempo mínimo antes, me habían informado que debía desocupar la casa. Esa en la
que he vivido corto tiempo. Pero que, a decir verdad, me ha cautivado, por lo generosa. En
espacio interno. Y en la visual de vasto territorio. Un balconcito desde donde veo el río Cauca
que viene desde el suroccidente. Y que baja, buscando al Magdalena.
Y si que, me dijo el encargado, que no podía estar más aquí. Según dice, porque he incumplido,
vía terceros, con el precepto mínimo de convivencia. Algo así como que me he convertido en
vulnerador de los otros y las otras. Por la vía, según él, de “no dejar tener vida a los y las demás.
Por ruidoso”.
Y me he visto obligado a “buscar otra casita”. Ahí fue donde fui a parar a donde Saúl. Que, cosa
normalita, tiene un hermano. Y que, entre los dos, deciden que van a hacer con el apartamentico
que va a desocupar uno de los médicos del hospital. “Usted sabe, mi señor, que lo lógico es lo
lógico. Es decir, espero que me entienda, que lo que mi hermano y yo acordamos es que no
podemos acordar con nadie por separado. Tiene que ser entre los dos. Como él y yo lo acordamos,
en sana lógica. Y eso está bien, porque si somos dos y él es él y yo soy yo, pero entre los dos
decidimos; lo más lógico es que yo le diga a usted que, sin consultar con él, no puedo decirle que
vamos a hacer con el apartamentico, cuando se vaya el señor doctor. Yo creo que es a lo bien
que se lo digo. Porque, imagínese, que sería de la lógica, si yo le dijera que si, sin que mi hermano
lo sepa. Sin que yo, al mismo tiempo y por eso mismo, no sepa que estará él pensando…”
Y le dije, pero mire don Saúl, téngame en cuenta. Estoy muy necesitado del espacio que ustedes
arriendan para que otros u otras lo alquilen. Fíjese que yo vivo ahí no más. A tres cuadritas de
aquí. Casi, como usted, en el mero parque. Hágale, que lo que le digo también es lógico. Porque
mire, don señor, si a mí me pidieron la casita en donde vivo. Y tengo, por lo tanto, que desocupar.
Y si, usted y su hermano, tienen un apartamentico que va a quedar desocupado, porque el médico
se va. Lo más lógico es que ustedes me lo arrienden. Es como si dijéramos que las cosas no son
de su dueño, sino del que las necesita. Es decir, la razón de ser del proceso de arrendar un
inmueble que se tiene para arrendar, es que este se arriende. ¿Me entiende?
“Pero es que mire, don Lorenzo, es que mi hermano y yo tenemos una lógica para vivir la vida.
Y nos contamos y consultamos todo lo relacionado con cuándo y a quien arrendar. Entiéndame.
Es que, él y yo, somos muy respetuosos en eso. Ni yo solo. Ni, tampoco, él solo. Somos los dos
en esto. Pero él viene el fin de semana. Y yo le pregunto qué qué vamos a hacer con el
apartamentico que va a desocupar el cirujano. Es cosa de esperar hasta el domingo. Usted me
puede buscar en la mañana o en la tarde. Yo me mantengo por aquí. Ahí abajito en la acera.
Porque me gusta mucho hablar con la gente. Eso no tiene pierde. Lo más seguro es que sí. Pero,
como le digo, tengo que esperar a Efigenio, para preguntarle que él que ha pensado con respecto
al apartamentico, cuando lo desocupe el doctor que trabaja en el hospital…”
…Pues sì que, ayer domingo estuve todo el dìa echándole ojo a don Saúl, para que me dijera que
había hablado con su hermano Efigenio. Ni a las ocho. Ni a las nueve. Ni a las nueve y treinta. Ni
a las once, ni a las…, simplemente se perdió el bendito señor Saúl. Y sigo sin para donde irme…y,
sin conocer al tal Efigenio.