1. Suplemento Cultural del Centro
Río Cuarto . Río Tercero . San Francisco . Villa María Miércoles 18 de diciembre de 2019 . Año 20 N° 884
El Corredor Mediterráneo
humorsolini
POR HERALDO MUSSOLINI
PÁG. 8
En su diálogo con ECM, este escritor, dramaturgo, docente y gestor cultural revela cuáles son
los factores más destacados de su notable personalidad, que le ha permitido superar los
obstáculos y los prejuicios culturales tópicos del interior del país y trascender para bien de la
comunidad que habita.
PÁG. 2-3
ENTREVISTAA CARLOS
ALBERTO BOAGLIO
LA COLUMNA
EL ANILLO DEL
DESEO
Y LA FUENTE DE
AFRODITA
POR CLAUDIO ASAAD
PÁG. 8
HISTORIA DE LOS
DIARIOS DE RÍO
CUARTO 1875-2015
DE O. ISAGUIRRE Y C. M.
LAFERRERE
POR A.T.
PÁG. 7
LAS MALAS,
de Camila Sosa
Villada
POR SERGIO G. COLAUTTI
PÁG. 4-5
Una familia del
interior: los Molina.
Estrategias y vínculos
sociales a finales del
siglo XIX
en El Salto
POR DAHYANA NAHIR LÓPEZ
PÁG. 6
Fotografía: Carlos Boaglio
2. Carlos Alberto Boaglio ha sido profesor
de Lengua y Literatura y continúa al
frente de la Secretaría Municipal de
Cultura de Vicuña Mackenna desde
hace décadas, al tiempo que escribe
obras de teatro y poesía, que son repre-
sentadasyleídasdentroyfueradelpaís,
al tiempo que se le conceden prestigio-
sos galardones.
- Carlos, cuénteme cómo era la vida de
unniñonacidoycriadoenunapequeña
ciudadcomoesLasVarillas¿cuáleseran
sus juegos y aficiones?
Nací en 1958 en el seno de una familia
compuesta por seis personas: mi padre,
mi madre, mi hermano (menor), mis
abuelos maternos y yo. Toda mi niñez y
adolescencia, y parte de mi vida adulta,
la viví en la casa donde mi madre me dio
aluz.(Mimadretodavíaviveenesacasa
que visito con tanto afecto). Mi abuelo
materno era inmigrante italiano… de él
aprendíaescucharhistoriasdelaguerra
y también aprendí a escuchar la lectura
en voz alta que él le hacía a mi abuela,
de novelas, cuentos, noticias, porque
ella era analfabeta. Su lectura era un
actodeamor.Elacento,latonalidadyel
color de esa voz despertaban mi imagi-
nación en sus relatos. Cuando aprendí a
leer, también a mí, me gustaba leer en
voz alta, quizás por lo mamado en mi
infancia.Conrespectoamisjuegosyafi-
ciones todo tenía que ver con lo artísti-
co. No era consciente, quizás, en ese
momento,quecomenzabaunabúsque-
da por un camino que me marcaría para
siempre. Si bien jugué todos los juegos:
desde la pelota hasta las carreras de
bicicletas, notaba que mi gozo estaba
en los disfraces, en crear personajes
(principalmente circenses y de aventu-
ras)…armábamos un circo o éramos
exploradores de la selva… zarpábamos
en barcos piratas o éramos automovilis-
tas de una carrera internacional… Hay
algo que me marcó a fuego mi vivencia
en mi ciudad natal. Las Varillas siempre
fue (y es) una ciudad pujante, con una
intensa movida cultural impulsada por
distintos sectores de la sociedad.
- ¿Cómo fue despertar a la literatura, en
especial al teatro? ¿Antes o después de
estudiar la materia?
De una niñez extrovertida, donde siem-
pre fui el líder y el gracioso del grupo,
pasé a una adolescencia de mucha
introspección. Si bien nunca fui un
muchacho tímido, en las puertas de la
pubertad sentí que vivía más para aden-
tro. Fui un ávido lector: desde las revis-
tas de historietas hasta las primeras
novelas. Tenía un grupo de amigos y
amigas con los que compartía lecturas y
críticas literarias fuera del colegio. Tuve
excepcionales profesores que apoya-
ron mi afinidad con la literatura. Mi des-
pertar literario fue al culminar el secun-
dario. Allí es donde comienzo a hacer
teatro vocacional en un grupo en Las
Varillas y a diagramar mis primeros bos-
quejos dramatúrgicos. A lo largo de mi
vida experimenté el texto teatral desde
lo actoral, la escritura y la dirección.
- ¿Fue en su etapa estudiantil que sintió
laatracciónporladocencia,lacualejer-
ció durante treinta y ocho años dando
lengua y literatura en un instituto de
Vicuña Mackenna, donde ahora reside?
Mi atracción por la docencia se dio por
causalidad. Cuando culminé el secunda-
rio, a finales del 75, me fui a estudiar
Psicología a la ciudad de Córdoba; pero
el 24 de marzo de 1976, se da el golpe
militar en Argentina y una de las tantas
consecuencias de este hecho lamenta-
ble, fue el cierre la Facultad de
Humanidades, donde estaba cursando
el ingreso a Psicología… Me tuve que
volver a Las Varillas y allí comencé a cur-
sar el Profesorado de Castellano,
Literatura e Historia, con la esperanza
puesta en retomar psicología cuando la
facultad abriera nuevamente sus puer-
tas…pero la docencia me atrapó de
modo tal que apenas recibido decidí
dejar mi ciudad natal para radicarme en
Vicuña Mackenna (en año 1991), donde
se necesitaban docentes de Lengua y
Literatura, donde me desempeñé
como profesor de nivel secundario
durante treinta y ocho años y donde
formé una familia y decidí vivir definiti-
vamente. Vicuña Mackenna me abrió
sus puertas y me brindóespacios donde
pude desarrollarme profesionalmente
con total libertad.
- Entrando de lleno en su actividad lite-
raria se comprueba que la poesía y el
teatro han ocupado gran parte de su
producción ¿son géneros realmente
diferentes o sólo distintas formas de
expresión de una misma búsqueda?
La búsqueda es siempre la misma. Es
unaluchainteriorconstantequeselleva
con gozo y con dolor. Escribir es nacer y
morir, todo al mismo tiempo. Es rein-
ventarse todos los días a través del
maravilloso mundo del arte.
Evidentemente son géneros diferentes,
con estructuras bien marcadas en cuan-
to al proceso creativo. La poesía tiene la
particularidad de poder decir mucho
con menos palabras; el teatro en cam-
bio, al desaparecer el narrador, la histo-
riaescontadaenundiálogodepersona-
jes que es muy atrapante en el momen-
to de la creación. Ambos géneros: el
poéticoyeldramáticoestánunidospor-
que los dos, indefectiblemente, tienen
que tener la mirada artística del autor.
- ¿Usted es de los que piensan que hay
que escribir siempre pensando en el
lector o por el contrario pensando en
decir lo que verdaderamente se siente?
Escribir es un acto responsable. Los que
nos decidimos transitar este camino
tenemos la obligación de mostrar a
nuestros lectores la gran diferencia que
existe entre el lenguaje práctico y el len-
guaje literario. Hay que cruzar un puen-
te donde se entrelazan el sentir y el
conocimiento, para eso utilizaré recur-
sos y mi intención estará centrada en lo
estético (con toda la carga de subjetivi-
dad que ello supone).Soy de los que
piensan que no sólo con el sentimiento
se construye literatura; también debe-
mos sostenernos en el conocimiento,
que va mucho más allá de la forma, el
estilo o movimiento al que adherimos.
Escribir es un acto de entrega, por eso
pienso en el lector cuando escribo, por-
que él es destinatario de toda mi obra y
esquienculmina,enotroespacioelpro-
ceso creativo. No puedo escribir si no
piensoenellector,poresonodejonada
librado al azar. El lector es quien honra
nuestratarea,poresomimayorrespeto
y la obligación de entregarle lo mejor de
mí.
- Por los reconocimientos locales,
nacionales e internacionales se deduce
que la literatura le ha dado muchas
satisfacciones ¿qué significan los pre-
mios para usted?
Los premios siempre son buenos por-
que son como una palmada en la espal-
da,un tragodeaguafrescaenmediode
una carrera, un poco de oxígeno en
medio de tanta soledad en el acto crea-
tivo. También sirven para socializar
El Corredor Mediterráneo / Página 2
ENTREVISTA
A CARLOS
ALBERTO
BOAGLIO
Por Antonio Tello
3. nuestra labor...pero soy de los que pien-
san que el mejor premio que podemos
obtener es sentir la conciencia tranquila
de que uno realiza un trabajo responsa-
ble, atento, disciplinado, consciente.
Nunca me he sentido superior por
haber obtenido un premio, al contrario,
siempre me he autoevaluado si soy
merecedor de ello. Hay grandes escrito-
res a los que admiro profundamente y
los hay muy cerca de nosotros (en nues-
tra región, en nuestra provincia, en
nuestropaís)y,alomejor,nosondema-
siado premiados; sin embargo su escri-
tura tiene un inmenso vuelo literario.
-Otrodelosfactoresimportantesensu
vida ha sido y es la gestión cultural y
viendo que lleva veintiocho años como
Director de Cultura de la Municipalidad
de Vicuña Mackenna ha logrado algo
tan importante como es hacer trascen-
der la acción cultural por encima de los
bandos partidistas ¿cuál es su secreto?
No hay secretos porque los secretos,
supuestamente, no se ven y lo mío está
todo a la vista. Tampoco hay fórmulas
mágicas. Sí, mucho trabajo. Trabajo,
capacitación, disciplina. Caminar el pue-
blo, conocer el entorno. Dar todo como
si fuese el primer día. Saber que ser fun-
cionario público es estar al servicio de la
gente, y no la gente al servicio de uno.
Es tener una amplia capacidad de escu-
char, es atreverse a mirar a fondo todos
los escenarios posibles. Es autoevaluar-
se constantemente, beber de la crítica
constructiva, animarse a trasformar el
contexto, sabiendo que también está
cambiando uno. Es poner la empatía
como foco y equilibrar el sentido
común. Es saber decir “sí” y también
decir "no". Es involucrarse hasta la
médula. Es tener la convicción férrea de
que la actividad cultural es un factor de
desarrollo imprescindible en cada ciu-
dad, en cada rincón de la patria y que el
poder trasformador de la cultura es la
mejorinversiónquepodemoshacerpor
nuestra gente.
- Recientemente su labor como gestor
cultural ha sido reconocida con un
importante premio por la SER
(Sociedad de Escritores Regionales), la
cual le entregó la Faja Dorada 2019
como “personalidad destacada de la
cultura”.
La Sociedad de Escritores Regionales,
SER de La Plata, Ensenada, Berisso,
Brandsen, San Vicente y General
Belgrano,sumandoaungrupodeperio-
distas de la ciudad de La Plata, eligió a
diez personalidades destacadas de la
cultura argentina. El acto de premiación
se realizó en la Casa del Tango,
Biblioteca Carlos Gardel, en pasado 8 de
noviembre en la ciudad de La Plata. Fue
un acto extremadamente sencillo y
emotivo. Allí nos entregaron la Faja
Dorada que no es otra cosa, que un
reconocimiento al esfuerzo que cada
uno de los diez premiados realizamos
en lo cotidiano por nuestra cultura. En
mi caso se otorgó por la parte literaria y
como gestor cultural. Sí, y esto lo digo
con total humildad, a todos les llamó
mucho la atención esto de estar veintio-
cho años en la función pública.
-Enestecontextodetrabajounodesus
grandes logros y que puso a Vicuña
Mackenna en el foco nacional e inter-
nacional fue la organización de uno de
los más importantes festivales de cine
del interior ¿qué queda de eso?
Ese festival de cine se realizó en Vicuña
Mackenna durante 17 años consecuti-
vos, desde 1997 a 2014, y fue un proyec-
to en conjunto entre la Municipalidad
de Vicuña Mackenna, a través de su
DireccióndeCultura,ylaCooperativade
Electricidad y Anexos Limitada de nues-
tra ciudad. Fue un evento que nos dio
muchassatisfaccionesyqueposicionóa
Vicuña Mackenna a nivel nacional.
Como todo proyecto tuvo su etapa de
inicio, de desarrollo y final. Multiplicidad
de factores hicieron que su culminación
llegara en forma consciente y en un
momentoespecialdelfestivaldondelos
organizadoresdecidimoscerrarlaetapa
enunbuenmomento,ynodejarqueun
evento tan importante se dejara de
hacer por desgaste. Cerramos la etapa
conscientes de que los éxitos se dan
cuando confluyen infinidad de factores,
cuando esos factores dejan de confluir
es importante cambiar de proyecto.
Fuimos muy felices de haber hecho esta
verdadera fiesta del cine nacional en
nuestra ciudad y, por el momento, no
tenemos pensado en que se repita.
- ¿Qué confluencias tendrían que darse
para que alguna vez quienes conocen
su talento y su profesionalidad lo vean
como ministro de cultura?
Su pregunta es sorprendente. Nunca se
me ha ocurrido ni en sueños ser
Ministro de Cultura. Estoy en una etapa
de mucha entrega, con mis energías
puestas en el otro, sin dejar de verme a
mí en mi espejo interior. Reconociendo
mis fortalezas y debilidades. Recibiendo
mucho cariño y alguna cachetada, que
pone al ego en su lugar. Una etapa de
mucha autocrítica y con una necesidad
imperiosa de compartir mi experiencia,
por eso dedico parte de mi tiempo en
brindar asesoramiento. El próximo 10
de diciembre comenzará mi octava ges-
tión como gestor cultural a cargo de la
Dirección de Cultura de la Municipalidad
de Vicuña Mackenna; pero no hay car-
gos, ni ministerios, ni gabinetes si no
comprendemos que estamos en esta
vida para servir, y que el mayor éxito
está en interior de cada uno. Si no estás
en paz, si no puedes ser feliz interior-
mente, con vos mismo, entonces, los
aplausos serán siempre superficiales.
El Corredor Mediterráneo / Página 3
Su desbordante y bien dispuesta personalidad han convertido a este escritor, dra-
maturgo, docente y gestor cultural cordobés, en uno de los grandes referentes de
laculturacordobesadelinterior,lavalíadecuyalaboresreconocidaconpremios
dentro y fuera de Argentina.
Carlos Boaglio
4. El Corredor Mediterráneo / Página 4
“Amigo, a la mujer de la vida no hay que
tenerle lástima. No hay mujer más
perra, más dura, más amarga que la
mujer de la vida. No se asombre, yo las
conozco. Sólo a palos se las puede
manejar”
R. Arlt, Los siete locos;
Las opiniones del Rufián melancólico.
Heridas
Entre los libros que se ofrecen
en la mesa de novedades está Las
malas, de Camila Sosa Villada. Es una
buena opción para continuar bucean-
do en el mar de la nueva literatura cor-
dobesa, ese realismo profundo que se
despliega como un abanico distinto y
productivo en el nuevo siglo.
La solapa cuenta que la escri-
tora nació en La Falda en 1982. Y da
cuenta de sus propuestas teatrales,
audiovisuales, literarias. El prólogo de
Juan Forn, que dirige la serie Rara Avis
sorprende con un dato que zambulle
al lector directamente en la cuestión
del texto: “A los cuatro años, cuando
Camila Sosa Villada era todavía
Cristian Omar…” Desde ese sitio, la
novela se adivina como escritura
autobiográfica, y comienza una
inquietante danza entre el relato
sobre la problemática del travestismo
en una Córdoba invisible y nocturna,
un texto que cruza la invención fan-
tástica con la descarnada realidad y
una escritura que se afirma en las
crueles opacidades de lo cotidiano
para esbozar algunas visiones de la
belleza humana, frágiles pero lumino-
sas, en la ciudad que agobia. Eso se lee
ya en los primeros capítulos. No se
sospecha, en ese punto, cómo se
ramificará la historia de las travestis
en el Parque Sarmiento, alrededor de
la estatua imponente de Dante
Alighieri. Sí se sospecha cómo podría
fruncirse el ceño duro del Padre del
Aula, cómo podría perder su verticali-
dad gloriosa el Dante, pensando en
Beatriz allá arriba, viendo y leyendo lo
que sucede abajo y alrededor de ese
parque en la profundidad de la noche,
donde el mundo es otro. Hasta aquí la
lectura sorprende; hasta aquí, lo des-
cripto convoca al estupor.
Interrupción. La escritura críti-
ca sobreviene antes de la lectura final;
ansiosa y provisoria, va dando cuenta
de una mirada en progreso. Dice una
lectura irremediablemente inconclu-
sa, imagina o sospecha el resto no
leído, produciéndose…
En la página 37 aparece la Tía
Encarna. La matrona que cobija en
una casa rosa a las travestis que pue-
blan el parque en la oscuridad espe-
rando los coches lujosos que se detie-
nen y la policía que intimida y arrinco-
na. Leyendo estos capítulos se agigan-
ta esa figura: ¿Qué será de esa mujer
en el correr de las páginas? ¿Cómo
sobrevivirá a los tironeos lacerantes
que le asesta la realidad? Mientras la
lectura parcial se abre a esas interro-
gaciones, conocemos que ordena
recoger y criar a un bebé perdido en el
abismo del parque oscurecido.
Sabemos también que tiene un novio
extraño: el Hombre sin Cabeza, que
viene de las guerras en una patria leja-
na e incomprensible. Ese dato, suma-
do a la edad garciamarquiana de la Tía
Encarna, ciento setenta y ocho años,
desliza el realismo biografista hacia un
perfil fantástico que incorpora inters-
ticios sorprendentes a una trama que
parece compacta: por esos agujeros
se cuela el sentido más profundo y
simbólico de la novela: la potente rea-
lidad descripta se deja atravesar por
las magias que también dicen la des-
mesura trágica del drama, con cuer-
pos de hombres que la violencia muti-
la y cuerpos de mujeres que soportan
larguísimos años de dolor y desprecio.
Cuando la lectura recorre,
ahora, los recovecos del pasado infan-
til y los comienzos del travestismo, se
vuelve sobre sí. La figura del padre
borracho, golpeador, su gesto mons-
truosamente acusador, reaparece
como una obsesión narrativa para
colocarse en el centro de la historia: el
origen violento del drama está ahí y se
repite en las escenas que la memoria
devuelve a cada paso como reitera-
ción de ese hecho fundador, en cada
esquina, en cada auto, en cada cama.
La página 60 y luego la 61 obligan a
detenerse en el vértigo biográfico. Se
dice, en esos fragmentos, algo más:
“No hubo policías ni clientes ni cruel-
dades que me hicieran temer del
modo en que temía a mi papá. En
honor a la verdad, creo que él también
sentía un miedo pavoroso por mí. Es
posible que allí se geste el llanto de las
travestis: en el terror mutuo entre el
padre y la travestis cachorra. La herida
se abre al mundo y las travestis llora-
mos.” La lectura no llega, hasta aquí,
ni a la mitad del libro, ya hemos descu-
bierto que puede desplegar con buen
oficio el itinerario singular de la histo-
ria, pero acabamos de leer un frag-
mento que cobra vuelo, que piensa y
se piensa en la condición humana
como herida, como llaga, que inflige el
padre, los muchos padres, el mundo
como padre. ¿Qué otros padres como
heridas desandarán el texto? Página
62: “Era demasiado horrible todo para
querer ser un hombre. Yo no podía ser
un hombre en ese mundo”.
Interrupción. Esta lectura par-
cial, este hasta aquí, implica el texto
todavía no leído, la lectura que ven-
drá. No hay no lectura, hay lectura que
aguarda. ¿Se interrumpe el texto
cuando se escribe desde él? ¿Es una
lectura interrumpida o una irrupción
de otra lectura, escribiéndose?
Desde la página 92 la narración
elige un presente extraño: “soy un
niño todavía…” que intenta contar
como cuando se vuelve a ver, y se ve
una infancia amenazada y pobre, en
las sierras de Córdoba, el sitio incómo-
do del niño en la escuela, el espacio
trágico del terror paterno. Otra vez, la
construcción simbólica gana el territo-
rio textual y la novela levanta vuelo: se
describe la mirada de los animales
atrapados en jaulas, feroces y llenas
de odio, se sobreimprime ahí la mirada
del padre y el símbolo se completa
como contraposición cuando el
recuerdo vuelve sobre la mirada de un
cliente querido, un hombre bueno que
acude a su cuerpo para huir de las
miradas feroces del mundo y su des-
garro.
Natalí, en su cuarto, encerrada
con candados una vez al mes, cuando
la luna llena gobierna la noche platea-
da del parque. Cuando eso sucede,
deviene la transformación: séptima
Por Sergio G. Colautti
LAS MALAS,
de Camila Sosa Villada
LECTURAS
5. El Corredor Mediterráneo / Página 5
hija varón, se convertía en lobizona
dejando crecer sus colmillos y su
furia. En otro escape fantástico, que
se liga con las tradiciones de la cultu-
ra popular (travistiéndola: del sépti-
mo hijo varón nace no un lobizón sino
una lobizona): “era dos veces loba,
dos veces bestia”. En la inmediatez
del relato leemos una transformación
en sentido contrario; dos chicos de
clase media visitan la casa de la Tía
Encarna para ser mujeres de noche.
La tensión de clase, de lenguaje, de
miradas, eclosiona en el tránsito coti-
diano y deja entender al travestismo
como un signo de los habitantes de
una intemperie absoluta, no de los
que visitan ese universo para desem-
polvar sus deseos solo de noche. En
otro pasaje la mirada recorre, ahora,
a la Difunta Correa a los diez años,
violentada por el padre: como una
danza que vuelve a rescatar la mitolo-
gía popular, entre difuntas y lobizo-
nas, para reconvertirlas o travestirlas
en referencias propias, íntimas,
secretas.
Azotada por la violencia y el
desprecio del mundo, las travestis ali-
mentan su furia: “Tomar la ciudad
por asalto. Ese era nuestro anhelo.
Me pregunto qué hubiera pasado si
en vez de mandar la rabia a lo más
hondo de nuestra alma travesti nos
hubiésemos organizado. ¿Adónde
nos llevó tragarnos el veneno? A
morir jóvenes”. La furia y la rabia con-
tra la ciudad despiadada es arltiana,
recorre los vaivenes trágicos del
deseo de suicidio hasta la pasión des-
tructiva. Pero ahí quedan ellas, solas
y a la intemperie, como siempre.
Interrupciones: La lectura
supera la mitad de la novela; no des-
cansó su intensidad ni la potencia de
su historia desgarrada. ¿Podrá soste-
ner esa trágica vivacidad en lo que
resta leer, en el texto aún ilegible?
¿Qué interrumpe la irrupción crítica,
qué modos de leer reformula y ensa-
ya?
Desde página 126 la lectura
comienza a hallar respuestas a la
interrogación precedente. Cuando el
relato sostiene su espesor biografista
o testimonialista el texto se hace
potente, porque la historia y su ten-
sión con el contexto lo son, pero el
detallismo suele ser, a veces, repetiti-
vo; con un gesto que riza el rizo se
vuelve sobre escenas similares, que
parecen ya leídas y suelen quitarle
efectividad a esa memoria desgarra-
da cuya intensidad brilla en la meta-
forización (por ejemplo en la escena
donde una bruja cura a una moribun-
da: plano corto del límite irracional al
que se somete al travestismo) y
empalidece en la reiteración de situa-
ciones que se parecen demasiado
entre sí. No se adivina, ni se sospe-
cha, ni siquiera se intuye, un final
para esta historia y para estos senti-
dos de la historia. Esto podría verse,
quizás, como un mérito de la formu-
lación narrativa, intentando escapar
de la previsibilidad.
Una escena, promediando la
lectura, se ofrece como clave de sen-
tido total del texto: la Tía Encarna,
con sus pechos inflados con aceite,
pone a mamar a la bebé que cuidan
en la casa. Una y otra vez, hasta que
la utopía sucede: en lugar de aceites
surge leche. Explota el símbolo de la
novela toda en la imagen imposible
de la conversión líquida, del travestis-
mo imposible; el deseo se consuma
como milagro en la pensión donde
los milagros sucumben ante la con-
tundencia de lo real.
Lectura de la interrupción. La
imponente tradición de hipotetizar
lecturas después del punto final pesa
y tensiona las lecturas parciales. La
noción misma del supuesto sentido
global desacomoda y perturba toda
posibilidad de sentido fragmentario o
provisorio, pero como el texto parcial
se deja escribir, la escritura sucede;
aparece entonces la inquietud de leer
desde el todo los supuestos impedi-
mentos de las partes.
Como una zona culminante
del relato, operando desde lo fantás-
tico como simbología del sentido
final del texto, el personaje de María
transformándose en un pájaro resuel-
ve mejor que todas las variables del
anecdotismo (que por momentos
satura el cuerpo novelesco) lo que se
quiere decir, la escritura como deseo:
“Esperamos durante meses que se le
fortalecieran las alas…solo le crecie-
ron garras en los pies. Finalmente
quedó reducida a un pajarito de
plomo que se que se limitaba a espiar
desde el limonero del patio cómo
transcurrían los días”.
Desde la lectura que agotó su
recorrido lineal se puede, ahora sí,
ensayar la mirada retrospectiva,
recoger los conceptos que las lectu-
ras parciales hilvanaron: la intempe-
rie del mundo, el padre como un
puño, la herida vulnerable, la incógni-
ta belleza…
Última interrupción. La luz
invade el Parque para expulsar a las
travestis. Huye también la hipocresía
cruel de los clientes y la amenaza furi-
bunda de los móviles policiales:
“Nosotras, las olvidadas, ya no tene-
mos nombre”, se lee en el final de la
novela. Todo es, desde ahora, intem-
perie y desolación. En el Parque del
nombre insigne, el Dante vuelve a
pensar en su Beatriz, blanca, inalcan-
zable y pura.
6. El Corredor Mediterráneo / Página 6
Una familia “del interior
del interior”: los
Molina. Estrategias y
vínculos sociales a fines
del siglo XIX en El Salto
Por Dahyana Nahir López
HISTORIAS ENTRE TODOS*
A fines del siglo XIX, Argentina esta-
ba transitando un momento de cam-
bios: expansión agraria en la pampa
húmeda, ingreso de capitales y bie-
nes del exterior, exportación de
materias primas agrícolas. Sin
embargo, no todas las zonas tuvie-
ron los mismos grados de inserción
al modelo agroexportador. Las fami-
lias del interior necesitaron desple-
gar diversas prácticas y estrategias
para conservar y reproducir su patri-
monio en un territorio que comen-
zaba a perder relevancia en el nuevo
entramado económico.
Los Molina eran una familia de
estancieros, heredera de tierras al
sur de la provincia de Córdoba, en la
región de El Salto cuyos dominios
también se extendieron a las peda-
nías de Las Peñas y Tegua. El linaje
de los Molina desciende de Juan
Molina Navarrete, un español que
formó parte de la expedición coloni-
zadora. Por acompañar a Jerónimo
Luis de Cabrera, no solo recibió tie-
rras sino que también ocupó diver-
sas funciones en el cabildo de la
Nueva Córdoba de Andalucía.
Esta información hace presumir que
la familia Molina contaba con cierto
prestigio desde la época colonial.
Sin embargo, para fines del siglo XIX
e inicios del XX esta familia se
encontraba en una fase de decaden-
cia en cuanto a reputación dentro
de la elite cordobesa.
Pedro Nolasco Molina, hijo de Juan
Esteban Molina Vilchez y Antonia
Maldonado, se casó con Petrona
Camacho, natural de Tucumán e hija
de Marcelino y Leonarda Brizuela.
Esta unión refleja una inmigración
desde la provincia de Tucumán hacia
el territorio cordobés, que promo-
vió vínculos no solo familiares sino
también políticos.
De este enlace proceden: Pedro
Carlos Molina, Ercila Molina,
Etelvina Molina, Abraham Molina,
Isabel Molina, Judit Molina y
Mercedes Molina.
Pedro Carlos Molina (1853-1920) ha
sido recordado como fundador de la
localidad de Almafuerte y como
referente político de la Unión Cívica
Radical (UCR) en la provincia y a
nivel nacional. Se casó en dos opor-
tunidades.
Su primera experiencia matrimonial
fue con Ventura Barros Matheu, una
mujer de nacionalidad chilena viuda
de un hacendado porteño llamado
Felix Urioste con quién había tenido
cinco hijos: Victoria Urioste,
Ramona Urioste, Felix Uriote,
Leocaria Urioste, José Urioste. Por
este vínculo, Ventura formaba parte
del grupo de damas de la élite bona-
erense, dado que los Urioste eran
una familia de hacendados de la
región central de esa provincia, que
integraba las comisiones directivas
de la Sociedad Rural Argentina.
Una vez en Córdoba, como esposa
de Pedro, junto a su hija Ramona
Urioste, y acompañada por las her-
manas de Molina, Judith Molina de
Urioste y Etelvina Molina, más otras
mujeres pertenecientes a los secto-
res sociales más altos de Córdoba,
Ventura obsequia una corona de flo-
res al presidente de la Unión Cívica,
Juan M. Garro, en 1890. Dicho episo-
dio no fue menor, dado que la políti-
ca no era por entonces uno de los
roles socialmente asignados a las
mujeres.
Luego del fallecimiento de Ventura
en 1902, Pedro contrajo matrimonio
con Alejandrina Leocadia
Ballesteros Barros, sobrina de su
difunta esposa, quién vivía con sus
tíos en la Estancia de El Salto desde
hacía varios años, como hace cons-
tar el censo nacional de 1895. Pese a
su segunda nupcias, tampoco tuvo
hijos con Leocadia, por lo que sus
bienes fueron heredados por los
hijos de Ventura.
Pedro Molina estudió abogacía,
pero también, se preocupó por la
economía, por lo que estuvo influen-
ciado por la escuela inglesa de libre-
cambismo. También se destacó
como poeta y periodista.
Dentro del ámbito político, a Pedro,
junto a otros estudiantes como
Vicente C. Gallo, se les adjudicó la
creación en Córdoba de un movi-
miento llamado “Moralcracia”, el
cual consistía, básicamente, en pre-
gonar la práctica moral en la activi-
dad política.
La actuación de Molina en la política
fue intensa, a tal punto que partici-
pó de la fundación de la Unión Cívica
en Córdoba en 1889. Desde su época
de estudiante, comenzó a escribir
para el diario Eco de Córdoba (de
fuerte impronta católica) y tiempo
después, mientras presidía la juven-
tud de la UCR, junto a su hermano
Abraham, adquirió el diario La
Libertad de los doctores Sixto Arias
Moreno y David Linares.
Esto da cuenta de la vocación políti-
ca y el compromiso con la causa que
acuñaba el radicalismo de primera
línea, al mismo tiempo que permite
advertir la magnitud de la fortuna
que había logrado alcanzar hasta
esos años, a lo que se le suma las
más de 30.000 hectáreas adquiridas
en la zona de Tercero Arriba, en el
último cuarto del siglo XIX.
Gracias a su activa participación
política, Molina trabó relaciones con
distinguidas personalidades dentro
del espectro cultural y del ámbito
intelectual de la época. Un ejemplo
de ello fue Bonifacio Palacios, cono-
cido también por el seudónimo de
Almafuerte, fue un maestro y poeta
argentino.
Los vínculos amistosos que logró
entablar en su mayoría tuvieron
lugar en su círculo de sociabilidad:
los comités y clubes que la UCR
había implementado para atraer a la
ciudadanía que hasta ese momento
había mostrado poco interés en
involucrarse políticamente con los
acontecimientos que el país estaba
viviendo a fines del siglo XIX.
Estableció amistades con Leandro
Alem, Bernardo de Irigoyen,
Aristóbulo del Valle, Pedro Goyena,
Wenceslao Escalante, Vicente C.
Gallo y Juan M. Albarenque.
La serie de acontecimientos, luego
de la revolución fallida de 1905,
marca el inicio del ocaso político de
Pedro C. Molina. Su afán de respon-
sabilizar y de debatir la esencia del
radicalismo, lo llevó a polemizar
durante 1909 con Yrigoyen. Tras su
debilitamiento dentro del partido,
se alejó definitivamente del radica-
lismo y se ocupó nuevamente de
administrar sus propiedades en El
Salto, donde después fundaría la
Villa de Almafuerte, el 12 de septiem-
bre de 1912.
*Historias Entre todos es un proyecto
de la Red de Ciudades Educadoras.
“Pedro C. Molina y Leocadia”
de izquierda a derecha: Pedro C. Molina
con Leocadia Barros (segunda esposa de Pedro)
junto a Judit Molina (hermana de Pedro)
y su esposo, Agustín Sanmillá en la Estancia
La Ventura, propiedad de Pedro Molina.
7. El Corredor Mediterráneo / Página 7
reseña Historiade
losdiarios
deRíoCuarto
1875-2015
Cientocuarenta
añosdenoticias
Omar Isaguirre
Carlos Mayol Laferrère
Ediciones de la Concepción,
Río Cuarto, 2019
Carlos Mayol Laferrère, reciente-
mente fallecido, y Omar Isaguirre
coincidieron en su pasión por la his-
toria y en la necesidad de archivar y
narrar todo aquello que el transcu-
rrir del tiempo podía condenar al
olvido. La tarea que ambos han
venido desarrollando a lo largo de
sus vidas han mantenido viva la
memoria no sólo los grandes
hechos que sustentan la vida políti-
ca más explícita de una comunidad,
sino también la de los aconteci-
mientos y concreciones cotidianos
que fraguan el paisaje natural y
humano.
La peripecia editorial de “Historia
de los diarios de Río Cuarto 1875-
2015” explica de alguna manera las
dificultades e incomprensiones que
conlleva una labor tan metódica,
esforzada y silenciosa como es la
del historiador. El mismo Mayol
Laferrére ni siquiera alcanzó a ver
el libro publicado a pesar de que el
mecanoscrito había adquirido valor
bibliográfico y era consultado por
otros historiadores con el apoyo
intelectual de Efraín Bischoff y Félix
Luna.
De acuerdo con las arduas investi-
gaciones de Mayol Laferrère e
Isaguirre la historia periodística de
la capital alterna de la Provincia
comenzó en 1863 con “El
Ranquelino”, cuatro hojas manus-
critas y anónimas del que llegaron a
salir tres números. Desde entonces
habrían de pasar doce años – 22 de
agosto de 1875- antes de que por
fin naciera “La Voz de Río Cuarto”,
el que puede considerarse el pri-
mer periódico riocuartense propia-
mente dicho y el punto de eclosión
que dio lugar a que en el último
cuarto del siglo XIX aparecieran
nada menos que treinta y cinco
periódicos que abonaron el camino
a otros medios que al final del siglo
XX quedaron representados por los
diarios “El Pueblo”, que tras supe-
rar cinco etapas acabó desapare-
ciendo en 1985, “La Calle”, que lo
hizo en 1987, y “Puntal”, que desde
1980 se mantiene como “diario
regional independiente”.
“Historia de los diarios de Río
Cuarto 1875-2015” es el resultado
de un minucioso y arduo trabajo de
investigación sobre la historia de
una prensa periódica de la que en
gran parte no quedan rastros físi-
cos debido a la falta de visión histó-
rica o de preocupación, que sí han
demostrado los autores del libro,
por dejar archivo de productos cul-
turales que hacen a la memoria de
la comunidad. La complejidad y el
volumen de la tarea concretada en
el libro obligó a los autores, como
bien lo advierten en el prólogo los
editores, ha concentrarse en la
prensa escrita principal y dejar de
lado otras expresiones periodísti-
cas, entre ellas “Trapalanda” y, las
actualmente muy estudiadas y con-
sultadas por estudiantes universita-
rios, “Latinoamérica”, fundada por
Lino Frasson en los años setenta y
que operó de nexo entre la recién
creada universidad y la ciudad, y
“Puente”, semanario de periodis-
mo alternativo fundado por la
misma época por un grupo de
periodistas encabezado por
Gonzalo Otero Pizarro. Por todo
ello, como bien escribió en 2009 al
final de su prólogo Efraín U.
Bischoff, debe considerarse “este
libro como uno de los más valiosos
para conocer qué hicieron sus
periodistas en sus tareas. Merece
asimismo ser divulgado en forma
tal que dentro y fuera de aquella
ciudad [escribe desde Córdoba] se
conozca lo que significó la prensa
para su progreso y su colabora-
ción en el avance del país de los
argentinos”.
A.T.
8. El Corredor Mediterráneo / Página 8
MUNICIPALIDAD
DE LA CIUDAD
DE RÍO CUARTO
Subsecretaría de Cultura.
C.C. DEL ANDINO
Tel. 0358 - 4671995
MUNICIPALIDAD
DE LA CIUDAD
DE VILLA MARÍA
Bv. Sarmiento y San Martín
Tel. 0353 4527092
Director:
Antonio Tello
Redacción:
Diego Formía
Soraya Clop
Secretaria de Redacción:
Salomé Amaya
Diseño:
Gonzalo Sosa
Fotografía:
Jorge Tello
Ilustración:
José Aranguez
Paco Rodríguez Ortega
Jorge Sarraute
Rocío Toledo
Colaboradores:
Oscar Aimar
Antonio Álvarez
Claudio Asaad
Silvia Barei
Abelardo Barra Ruatta
Leandro Calle
Eva Cháves
Sergio G. Colautti
Pablo Dema
Verónica Dema
José Di Marco
Marcelo Fagiano
Jorge Felippa
Ruben Darío Fernández
Concha García
Hernán Genero
Alberto Hernández
Francisco Martínez Hoyos
Hugo Morales Solá
Heraldo Mussolini
Gonzalo Otero Pizarro
Daila Prado
Isabel Rezmo
Jorge Rodríguez Hidalgo
Bachi Salas
Mario Trecek
Ingrid Waisman
Miguel Zupán
DIRECCIÓN MUNICIPAL
DE CULTURA
DE LA CIUDAD
DE SAN FRANCISCO
Bv. 9 de Julio 1190
(2400) San Francisco
Tel. 03564-439157
La Columna
humorsolini
Por Heraldo Mussolini
Cartas de la Palabra Río
El anillo del deseo
y la fuente deAfrodita
Por Claudio Asaad
Hoy tiramos con mamá tres monedas en la fuente de los deseos de la plaza. Tres
de cinco centavos cada una. Un heladito medianito de granizado y dulce de leche
nos podríamos haber comprado en lo de Villar, pero es mejor pedir deseos sobre
cosas más grandes con esa poquita plata, me explica mi hermana Mercedes. Yo no
estoy seguro, pero hace cosquillas en la panza y un poco de picazón en la piel
cuando las moneditas van hacia el fondo de la fuente y se juntan con otras de color
plata y se ponen a brillar todas juntas, tan bañaditas por la transparencia y el ole-
aje, tan iluminadas por el sol. Se forman como estrellitas bien arriba sobre la super-
ficie del agua; estamos encandilados por esa constelación. Mamá nos deja acercar-
nos un poco más cerca de la orilla y hasta podemos agacharnos un poquito sin
doblar tanto las piernas para poder inspeccionar el piso donde los musgos empe-
zaron a brotar.
Hay muchas otras cosas que no son monedas: la cabecita de una muñeca con cara
de espanto, un autito rojo de colección como el que me regalo el tío Beto, una cin-
tita violeta, unos papelitos borroneados que flotan a mitad de camino, tocando a
veces el fondo de la fuente. Un chupete celeste y un anillito que tiene grabada la
letra “e”. El anillito es de cobre o algún metal de ese color y está como solito en
un rincón donde no llega casi la luz porque un árbol ya frondoso lo cubre con una
mansa sombra. Yo me siento en el borde de esa pileta de azulejos color cielo y lo
deseo. Lo quiero para mí.
¿Se puede desear algo que se entregó al misterioso e invisible mundo de lo incumpli-
do como una ofrenda a cambio de que algo suceda?
¿Podría profanar ese oscuro objeto de mi deseo ofreciendo a cambio unos miserables
centavos más?
¿Qué pasaría con lo deseado por el otro? ¿Estaría acaso iniciando un círculo de ambi-
ciones donde el medio para obtener lo soñado pasa hacer lo deseado para otro que
es yo?
Estoy nervioso, lo sé porque me transpiran las manos y empiezo a sentir justo en
el medio de las palmas una sensación temblorosa que siempre me asusta. No es
miedo. Es porqué desde los brazos ya me recorre una víbora eléctrica; me destar-
tala la conducta y entonces me vuelvo un niño enrojecido, colérico y caprichoso
que ahora fantasea con tirarse de cabeza al agua de la fuente y rescatar el anillito
de cobre que lleva la letra de su primer nombre.
Hay un destino y yo solo puedo verlo. Pero no lo puedo explicar. Y tampoco se
nadar.
Mamá me mira con desconfianza. Elías mira de reojo y vigila el anillito que ya debe-
ría estar en el dedo anular de su mano izquierda, para que ese corazón que ahora
galopa pueda encontrar un alto en la persecución del deseo y logre algo de paz.
Elías le pide sin hablar a la Afrodita cuidadora de la fuente, el anillito, y la felicidad jun-
tos en un mismo deseo. Pero no tiene monedas. Y la deidad recreada por Libero
Pierini parece muy ocupada en su papel de diosa navegando en el mármol alrededor
de la luna, impulsada por los rayos estelares de un universo que no para de girar.
El agua que brota desde el centro del semicírculo de la fuente burbujea en todo su
esplendor.
Mi hermana interviene con una interpretación de emergencia: está muy rojo mi
hermano y va a llorar, dice.
Un momento sin tiempo: el agua a veces puede ser un golpe, un ahogo inmediato
y una escandalosa desesperación muy poco después.
Nada se parece más al autodesprecio que percibir el peso del propio cuerpo cuan-
do es rescatado de la muerte por fuertes manos ajenas de la fuente de los deseos
en la plaza central de la ciudad donde se vive.
No hay sonidos, ni mundo. Los oídos embotados por el líquido participan de una
turbulencia sonora que coloca al niño en otra dimensión.
Los deseos a veces se cambian, se confunden con necesidades o la pulsión de lo
urgente.
Salir corriendo sin mirar atrás. El agua chorrea del ropaje y la piel, marca la ruta de
un recuerdo desintegrado por el tiempo en el olvido.
El anillito estuvo en el dedo hasta la edad de ahorcarlo.
Dos años después volví a la fuente con mi amigo Eme para devolver la falsa alianza
a su tumba acuática, a su universo de espera.
¿Qué pediste? preguntó Eme
Un deseo nuevo, un deseo de amor.
Elías
SUPLEMENTO CULTURAL DEL CENTRO
DECLARADO DE INTERÉS CULTURAL POR EL
CONCEJO DELIBERANTE DE RÍO CUARTO