1. EL ‘NO’ GRIEGO: ¿UN SUICIDIO INDOLORO?
Manfred Nolte
Grecia ha hablado: ‘No’ a la Troika. Ya no hay vuelta de hoja. Dos preguntas
surgen enseguida de forma espontánea. La primera es ¿qué pasará ahora? Y la
otra: ¿De verdad puede cambiar Grecia? A esta segunda se refiere las líneas que
siguen.
Conviene recordar aquí que Grecia lleva más de una década sustentando una
economía inviable desde antes, incluso, de su fraudulento ingreso en el
Eurogrupo, para sostener, en consecuencia, que no hemos asistido en el primer
semestre de 2015 a ningún hecho atípico o inexplicable dentro de la trayectoria
del país mediterráneo. La debacle griega no es producto de la Gran Recesión ni
de sus medidas correctoras, como se pregona, sino que hunde sus raíces en tres
rasgos esenciales de su economía. Primero, la convivencia en un sistema
productivo clientelista, ausente de competitividad, repleto de ineficiencias
estructurales y con tibia o nula voluntad de reformarlas. Segundo, la adopción
de un modelo de crecimiento basado en el déficit presupuestario, con una
estructura hipertrofiada y paternalista del sector público. Y, tercero,
consecuencia de lo anterior, un crecimiento desmesurado del stock de su deuda
pública financiada hasta los aledaños de la crisis a tipos irrisorios. Con la brutal
caída de la demanda, del empleo y de los ingresos fiscales en 2009, los
inversores institucionales cuestionan la capacidad del tesoro griego para el
repago de su deuda. Esta crisis de confianza produce una elevación drástica de
los tipos de refinanciación de la deuda griega y en última instancia se produce la
fuga del inversor exterior.
Repitámoslo: a finales de 2009 no existía en los mercados internacionales ni un
solo inversor institucional que desease comprar deuda griega. A ningún precio.
Grecia, como riesgo-país, estaba vetada. En consecuencia, su Tesoro se
enfrentaba a la quiebra exterior. Esta es la verdad cristalina. Nada de pérfidas
especulaciones perpetradas por el gran capital internacional. Ni desalmadas
políticas de austeridad que aun no habían sido ni siquiera acuñadas en la jerga
2. económica. Tampoco extorsiones implacables por parte de la inmisericorde
Troika que todavía no había debutado en sus rescates .
Es entonces cuando se activan los mecanismos de ayuda y rescate europeos cuya
sucesión de acontecimientos es más conocida. Un primer préstamo en mayo de
2010 por valor de 110.000 millones de euros, sometido a condicionalidad bajo el
principio merkeliano de ‘solidaridad con responsabilidad’. Un segundo rescate,
un año después, de 130.000 millones de euros, junto a una quita privada de
100.000 millones de euros. Luego, el continuo deterioro producido por la
recesión y el retraso griego en la aplicación de las condiciones del rescate,
mueven a la Troika en diciembre de 2012 a suavizar las condiciones aplicadas,
mientras el FMI amplía su línea con un préstamo adicional por 8.200 millones .
A pesar de lo cual Grecia continúa siendo una economía estructuralmente
inviable. Con este panorama, el nuevo gobierno de izquierda radical surgido de
la elecciones de Enero de 2015, solicita inmediatamente una ayuda financiera
supletoria a la Troika. Pero esta vez las condiciones –quita incluida- las fijan
Alexis Tsipras y el inefable Yanis Varoufakis. Además, tras cuatro meses de
mareo cinegético, el deudor impaga al FMI, abandona la mesa de negociaciones,
insulta a los acreedores y convoca una consulta de dudosa constitucionalidad en
la que se somete a votación una presunta oferta de los prestamistas que ni
siquiera se encuentra en vigor. Recomienda el Gobierno votar en contra, ya que
una expresión mayoritaria de rebeldía democrática obligará moralmente a las
Instituciones a aceptar las mejores condiciones que el deudor tenga a bien
presentarles.
La cuarta revisión del rescate reveló una leve mejoría en la economía griega. Tal
y como describe el FMI en su ‘Análisis de sostenibilidad de Grecia’ del 26 de
junio pasado, las cosas comenzaban a ir bastante bien, pero la irrupción de
Alexis Tsipras y las incertidumbres surgidas en torno al respeto de pasados
compromisos han provocado un retroceso notable en aquella incipiente
recuperación. Es lo que tiene jugar con fuego. De ahí que el FMI alerte, con la
imparcialidad del contable, que el deterioro actual –con o sin el Gobierno de
Syriza- requerirá, para reconducir al país a la senda de viabilidad, una nuevo
ajuste en el monto de su deuda soberana. Eso no era un secreto para nadie.
También recuerda –lamentablemente- que no se otorgará ni un solo euro nuevo
sin la puesta al día en los impagos crediticios.
Tsipras y su neocasta registrarán a estas alturas emociones encontradas. De una
parte un sentimiento de orgullo y felicidad por el resultado del referéndum y por
haber logrado en semanas aquello a lo que cualquier buen marxista aspira:
demoler el sistema bancario privado capitalista y oligárquico. No está mal. Por
otra parte una sensación natural de rabia e impotencia al comprobar que todo lo
demás, impagos, controles de capital, quitas bancarias y un sucedáneo de
moneda (patacones) llega solo, hasta que la economía se desangre en las
durísimas semanas que se avecinan. Varoufakis se ha ahorrado la amputación
de un brazo pero el panorama de reapertura de las negociaciones se presenta
más sombrío que nunca.