El decimotercer trabajo de Hércules consistirá en que Grecia, un país insolvente, reconcilie sus deseos de abandonar el programa de rescate con las reglas de la Unión Europea. Esto requerirá que Syriza reconozca que su legitimidad democrática no está por encima de las otras naciones de la Eurozona y regrese de forma humilde al programa de rescate. De lo contrario, el cierre de la financiación europea conduciría al colapso del sistema financiero griego y al estrangulamiento de su economía.
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EL DECIMOTERCER TRABAJO DE HÉRCULES.
Los doce trabajos de Hércules son una serie de hitos mitológicos llevados a
cabo por el más grande de los héroes griegos. Representan sucesivos
enfrentamientos del hijo de Zeus y Alcmena y otras tantas victorias ante
diversos animales prodigiosos, los temibles monstruos ctónicos. En el recuerdo
de muchos estará el segundo de los trabajos que consistió en matar a la Hidra de
Lerna, un engendro que poseía la virtud de regenerar dos cabezas por cada una
que le era amputada. Pues bien, el decimotercer trabajo que Hércules deberá
abordar en 2015 consistirá en reconciliar lo irreconciliable, en aunar los deseos
–ahora exigencias- de un país insolvente como Grecia con el respeto a las reglas
del marco político en el que dicho país se inscribe , reglas que afectan a su
particular circunstancia de economía sujeta a las condicionalidades de un
rescate. Una segunda conciliación puede referirse a los dos principios básicos
del acervo legal de la Unión Europea y del Tratado de Lisboa: la consagración de
la economía ‘social’ de mercado, lo que remite a la doble constitucionalidad
europea de la economía de mercado y del principio de la solidaridad, pero el
tema apunta a una complejidad que exige tratamiento separado.
Que Grecia es insolvente no solo ha sido reconocido a bombo y platillo días
atrás por Yanis Varouzakis, el televisivo académico y ministro de finanzas
helénico, sino que es la resultante inequívoca del hecho de que las únicas
fuentes de financiación de su Tesoro Público son las procedentes –con distintos
matices- del Fondo de Rescate Europeo, del FMI y el Banco Central Europeo. La
rebaja de la calificación crediticia aplicada el viernes pasado por la agencia S&Ps
no hace sino reforzar este diagnóstico. No hay que dar muchas vueltas a la
cabeza para entender que un país insolvente además de no poder pagar,
finalmente no paga. Muchos, arduos y muy generosos habrán de ser los
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esfuerzos de los acreedores para devolver la viabilidad a un ente quebrado.
Pero los líderes de Syriza han interpretado erróneamente que el refrendo local
de las urnas les ha legitimado para desentenderse de los compromisos vigentes
con la odiada Troika y lanzar por la borda unilateralmente el conjunto de
reformas pactadas en el memorando de entendimiento, sin por ello sentirse
vinculados con las deudas contraídas sobre las que exigen una reestructuración.
Reestructurar es el eufemismo que esconde en último término una quita de la
deuda, al menos en términos de equivalencia financiera. Repudia Syriza el
rescate y sus condicionalidades al no reconocer a la Troika como interlocutor
valido, no admitir el último tramo de 1.800 millones de euros pendiente de
desembolso del rescate, denunciar el acuerdo global pactado con ellos por
legítimos Gobiernos anteriores, vulnerando aspectos relativos al salario
mínimo, las pensiones, el copago sanitario o las privatizaciones de empresas
públicas. Pero manifiesta no querer abandonar la moneda comunitaria sino
sustituir la masa de ayuda contraída con la Troika por otra vinculada al
crecimiento real de su economía y en parte por su conversión en deuda
perpetua.
La ronda europea de los líderes de Syriza de la pasada semana ha obtenido el
eco previsible: unas palmaditas protocolarias por parte de Schultz, Osborne,
Juncker, Hollande o Renzi y un recordatorio rotundo por parte de Schäuble de
que la legitimidad de unas elecciones nacionales y el repudio de un contrato y de
las deudas contraídas son cosas diferentes. No en vano son los contribuyentes
de los diversos países de la Eurozona los que han prestado a través de sus
legítimos representantes los fondos que apuntalan el ruinoso edificio helénico.
El BCE, por su parte, con el voto dividido de sus consejeros, al retirar una de las
principales líneas de financiación al sistema bancario helénico no ha hecho sino
cumplir con sus estatutos. El Banco central del euro no puede admitir de
garantía colateral para sus prestamos bonos basura como los emitidos por
Grecia, a menos que esta se halle incluida en un programa de rescate, extremo
que Alexis Tsipras se ha ocupado de revocar. De hacer otra cosa, el Banco que
preside Mario Draghi incurriría en una conducta ilegal. Se permite que la Banca
griega siga alimentándose de líneas de emergencia concedidas directamente por
el Banco Nacional Griego, lo que significa que este deberá proveer a sus bancos
domésticos con decenas de miles de millones de euros en las semanas
venideras. Este ultimo recurso financiero es más caro(1,55%) que la facilidad
con colateral retirada(o,05%, anual) y solo debe utilizarse para objetivos de
corto plazo.
Pero también aquí existe un foco de inseguridad jurídica, ya que estos
préstamos de emergencia, conocidos en el argot como líneas ‘ELA’(‘emergency
liquidity assistance’), solo pueden otorgarse a Bancos solventes. Si la retirada
masiva de depósitos en los Bancos Griegos por parte de su clientela condujese a
juicio del BCE a su calificación de insolventes, se procedería al cierre de este
último cauce de financiación. Adicionalmente los prestamos ELA no deben
usarse por los bancos griegos para adquirir deuda del gobierno. El BCE no
autorizaría que los Bancos financiaran la deuda de un país insolvente y
ordenaría la cancelación de la facilidad. Ambos caminos conducirían el colapso
del sistema bancario griego, al corralito y al caos de la economía helénica.
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Resulta obvio que dadas las circunstancias relatadas, el decimotercer trabajo de
Hércules no puede encaminarse sino en una de las siguientes dos direcciones.
La primera consiste en que tras los recientes escarceos mediáticos, Syriza
reconozca que la táctica de catapultar su legitimidad democrática a un limbo de
supremacía ética por encima de las legitimidades democráticas del resto de la
Eurozona se ha agotado y que no hay otra alternativa que paralizar unas
pretensiones populistas y volver con humildad al programa de rescate y al
cumplimiento de sus puntos, comenzando por solicitar la prórroga del que
expira el 28 de febrero. Nadie en Europa ignora el sufrimiento del pueblo griego
y un talante más realista de Syriza cosechará sin duda frutos mayores y más
sostenibles para su ciudadanía. El camino descrito no es fácil. Prorrogar el
rescate en curso requerirá la ratificación de los 18 gobiernos restantes de la
Eurozona y de algunos de sus parlamentos nacionales, sin excluir el
consentimiento del propio parlamento helénico.
La segunda alternativa representa el suicidio político, porque las Instituciones
europeas ya se ha percibido que no van a capitular. La clausura de las fuentes de
financiación comunitarias supondría el colapso del sistema financiero y en
último término el estrangulamiento de la economía griega. El fantasma de
‘Grexit’ vuelve a reaparecer y Syriza habría ahondado los males de la ciudadanía
griega. En un informe reciente, el banco de inversión JP Morgan estima que
puede haber liquidez en Grecia y por tanto margen hasta finales de Mayo para
suscribir un acuerdo. Entre tanto el tic-tac de Chávez e Iglesias se escucha en
Grecia.