PPT GESTIÓN ESCOLAR 2024 Comités y Compromisos.pptx
Piedad Noviembre.pdf
1. PIEDAD
N ú m e r o 0 9 N o v i e m b r e d e 2 0 2 2
2. Sobre la devoción
a las Ánimas
Benditas
Por San Alfonso María de Ligorio
La devoción hacia las ánimas del purgatorio, rogando
a Dios por ellas a fin de que las alivie en las grandes
penas que padecen, y las lleve pronto a su gloria, es
muy agradable al Señor y a la vez muy útil para
nosotros. Porque aquellas benditas ánimas son sus
eternas esposas, y además muy agradecidas hacia los
que les obtienen su libertad de aquella cárcel, o al
menos algún alivio en sus tormentos, por lo que
reunidas que se hallen una vez en el cielo, no se
olvidarán ciertamente de los que hubieren rogado por
ellas. Y se cree piadosamente que Dios les manifiesta
nuestras oraciones, a fin de que rueguen por nosotros
aun antes de salir del purgatorio.
Es verdad que aquellas benditas almas no están en
estado de rogar por sí mismas (los ruegos solo son
útiles por nosotros mismos en la Iglesia Militante),
porque están allí como reas satisfaciendo por sus
culpas; con todo siendo como son muy amadas de
Dios, pueden muy bien rogar por nosotros y
obtenernos gracias. Santa Catalina de Bolonia, cuando
deseaba obtener alguna gracia, recurría a las ánimas
del purgatorio, y al momento era oída, y afirmaba que
había obtenido por medio de las ánimas del
purgatorio muchas gracias que no había podido
obtener recurriendo a los Santos levantados a los
altares por la iglesia. Por lo demás, son innumerables
las gracias que los devotos refieren haber recibido
por medio de estas santas almas.
Mas si nosotros buscamos y queremos el socorro de sus
oraciones, es justo y aún también es un deber que les
socorramos con las nuestras. He dicho que es un deber,
puesto que la caridad cristiana exige que socorramos a los
prójimos necesitados de nuestra ayuda. ¿Y qué prójimos
están en tanta necesidad de socorro como aquellas santas
almas prisioneras? Ellas están continuamente en aquel
fuego que atormenta mucho más que el fuego de esta
tierra; además, están privadas de la vista de Dios, pena que
les aflige mucho más que las demás. Pensemos que es muy
posible que sufran allí todavía las almas de nuestros
progenitores, o hermanos, parientes, bienhechores, y
amigos que esperan nuestros socorros; pensemos que
aquellas santas reinas no pueden ayudarse por sí mismas,
puesto que están en el estado de deudoras por sus faltas.
Este pensamiento debe inflamarnos en gran manera a
aliviarlas cuanto podamos. Y en esto no solo daremos gran
gusto a Dios, sino que adquiriremos grandes méritos, y
aquellas benditas almas no dejarán de obtenernos muchas
gracias de Dios y en especial la salvación eterna. Yo tengo
por cierto que una alma liberada del purgatorio por los
sufragios recibidos de algún devoto, llegada que sea al
cielo, estará siempre diciendo a Dios: «Señor, no permitáis
que se pierda aquél que me ha libertado de las prisiones
del purgatorio y me ha hecho venir más pronto a gozar de
vos».
Esfuércense, pues, todos los fieles en aliviar y librar a
aquéllas benditas almas del purgatorio con misas, con
limosnas, o al menos con sus oraciones e indulgencias
ganadas.
3. El menor
dolor en el
purgatorio
supera al
mayor en esta
vida
SANTO TOMÁS DE AQUINO
4. TRIDUO A LAS ÁNIMAS
BENDITAS DEL PURGATORIO
Con Licencia Eclesiástica
Guatemala, 1935
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Oh Padre Eterno, que, para salvar a las
almas, quisiste que vuestro Unigénito
Hijo, hecho hombre, se sujetase a la vida
más pobre y mortificada, y derramase en
la cruz toda su sangre por nuestro amor,
compadeceos de las pobrecitas Ánimas
del Purgatorio, libradlas de aquellas
horrorosas llamas. Por medio del
Sagrado Corazón de Jesús y por los
dolores de su Santísima Madre, os
ofrezco en sufragio de todas ellas, las
buenas obras y los actos heróicos de
cuantos justos han existido en la tierra.
Miradnos a todos con ojos de compasión
y haced que celebremos un día vuestras
misericordias en el eterno descanso de
la gloria. Amén.
DÍA PRIMERO
ORACIÓN
¡Oh Señor y Dios Omnipotente, que
contemplasteis a vuestro Hijo Santísimo,
caminar hacia el Calvario con la Cruz a
cuestas, en medio de dos malhechores,
soldados y sayones en dos filas y entre
oleadas de gente que de todas partes
acudían a presenciar el sangriento
espectáculo! Así, Jesús mío, quisiste expiar
los malos pasos que yo di hacia el pecado
con los dolorosos que Vos disteis hacia el
sagrado monte, mis recaídas con vuestras
lastimosas caídas, y mis liviandades con el
sudor y sangre que derramasteis por
nuestro amor. Aceptad ¡Oh Padre Eterno!
Estos trabajos de vuestro dulcísimo Hijo,
en satisfacción de mis pecados, y en
sufragio de las benditas Ánimas del
Purgatorio, y en particular de la más rica
en méritos para con Vos, y llevadlas
cuantos antes al descanso eterno. Amén.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.
5. ORACIÓN FINAL
Oh Dios, que perdonas generosamente a los
pecadores y deseas la salvación de los
hombres, imploramos tu clemencia, a fin de
que por la intercesión de la Virgen María y
de todos los Santos, concedas a nuestros
hermanos, parientes y bienhechores, que
han salido de este mundo, llegar a la
bienaventuranza. Amén.
DÍA SEGUNDO
ORACIÓN
¡Oh Señor y Padre mío amantísimo! Por el
Precioso Cuerpo y Sangre de vuestro
Santísimo Hijo, que, en la noche de su
Pasión dolorosa, dio en comida y bebida a
sus Apóstoles, y dejó a toda la Iglesia en
sacrificio perpetuo y vivífico alimento de los
fieles, os suplico humildemente que tengáis
compasión de las pobrecitas almas del
Purgatorio, y por las fervorosas oraciones
de vuestros escogidos, las saquéis de
aquellas voraces llamas, en especial a la que
más se distinguió por su amor al Santísimo
Sacramento, para que con vuestro Hijo
Divino y el Espíritu Santo, os alaben y
bendigan eternamente en la gloria. Amén.
DÍA TERCERO
ORACIÓN
¡Oh Dios de bondad y misericordia! ¡Que
tormentos tan crueles fueron los de
vuestro Santísimo Hijo en la cruz! Duros
clavos taladraron sus pies y manos, agudas
espinas traspasaron su sagrada cabeza,
amargada con hiel la boca, abiertas cada
vez más las heridas con el peso del sagrado
cuerpo y hecho un retablo de dolores,
fueronsele anublando los ojos y
palideciendo el rostro con la palidez de la
muerte, hasta que, por fin, exhalando un
gran suspiro, entregó su espíritu en
nuestras manos. Ahora, Dios mío, espero
mas que nunca el perdón de mis pecados, y
esperan las almas del Purgatorio su rescate
y libertad. Concédesela Señor, y apagad la
sed ardentísima que tienen de veros en el
cielo, de reinar con Vos y bendeciros
eternamente. Amén.
7. El clavel de
Lima
Nació en Lima el 9 de diciembre de
1579. Fue hijo de Juan de Porres,
caballero español de la Orden de
Calatrava, y Ana Velázquez, negra
libre panameña. A los doce años
empezó a aprender los oficios de
peluquero, asistente de dentista y
medicina natural. Martín decide
entrar al convento de Nuestra
Señora del Rosario en Lima. Sin
embargo, debido a su condición de
mulato, ingresa a la comunidad
como “donado”. En el convento se
le confió el oficio de la limpieza; su
escoba fue, con la cruz, la gran
compañera de su vida. De ahí que
fuera popularmente conocido
como Fray Escoba.
El 2 de junio de 1603, hizo su profesión
religiosa y fue hermano cooperador.
Martín se destacaba por el cuidado
que brindaba a los enfermos. A todos
amaba y curaba sin distingo de su
procedencia étnica (indígenas,
españoles y negros). Por sus cuidados
pasaban todos los sectores de la
sociedad limeña.
Martín de Porres falleció en 1639. Sus
restos se encuentran en la Basílica de
Santo Domingo en Lima. Fue
canonizado en 1962 por Juan XXIII.
Su patronazgo se extiende a los
pobres, los peluqueros, el gremio de la
limpieza pública, farmacéuticos y
enfermeros y es patrón de Cáritas.
San Martín de
Porres
O. P.
8. «¡Ah! Gran
Siervo de Dios
es fray Martín,
pues el solo
contacto de su
ropa me ha
sanado»
9. LOS MARTES DE SAN
MARTÍN DE PORRES
I
Apostólico Martin de Porres, por el deseo
ardiente de martirio durante tu vida, por
tu celo por la salvación de las almas y por
la propagación de la fe cristiana,
alcánzame la gracia que hoy te pido.
Padre nuestro, Ave María y Gloria
II
Glorioso Martin, por la esperanza heroica
de alcanzar el cielo y por los méritos de
Cristo, que altero tu vida en los
sufrimientos, alcánzame del Señor el
favor que hoy suplico.
Padre nuestro, Ave María y Gloria
III
Por tu amor ardiente a Dios, a quien
amaste sobre todas las cosas, por tu
caridad y servicio al prójimo en sus
necesidades, socórreme en mi
aflicción Padre mío San Martin.
Padre nuestro, Ave María y Gloria
IV
Por las penitencias que mortificaron tu
cuerpo, por tu humildad profunda, por
tu vida pura, intercede ante Dios por
mí, compasivo Martin.
Padre nuestro, Ave María y Gloria
Que se venera en la Iglesia Parroquial de Santo Domingo
de Guzmán, Santiago de Chile, Chile
DEPRECACIONES
10. V
Por tu compasión cristiana y cuidado de los
enfermos, por tu inmenso amor a los
pobres, por tu caridad universal,
consígueme del Señor la salud corporal,
socórreme en esta necesidad, piadoso
Martin.
Padre nuestro, Ave María y Gloria
VI
Por tu oración sublime, por tu amor a la
Cruz y por tu invencible paciencia,
alcánzame de Cristo la resignación en el
dolor y la fortaleza en el cumplimiento de
mis deberes.
Padre nuestro, Ave María y Gloria
L/: Ruega por nosotros, glorioso Martin de
Porres
R/: Para alcanzar dignamente las promesas
de Cristo
ORACIÓN
Oh Dios, glorificador de los humildes, que
elevaste al reino de los cielos a San Martin, tu
confesor, concédenos por sus méritos y por
sus ruegos, que imitando su humildad aquí
en la tierra, merezcamos alcanzar también el
cielo. Por Cristo Nuestro Señor. Amen.
ORACIÓN FINAL
Señor Nuestro Jesucristo, que inflamaste el
corazón de San Martin, con el ardiente amor
que siempre tuvo a los pobres, a los
enfermos, y necesitados; tu que le concediste
conocer la verdadera humildad revelada a los
pequeños, tu que le concediste la sabiduría
verdadera oculta a los sabios, tu que le
enseñaste a ver a Dios en todas las criaturas,
concédenos Señor, meditar los ejemplos y
virtudes que nos dio este abogado, para que
practiquemos la caridad con todos los que
sufren, enséñanos a ver en ellos a nuestros
hermanos sin distinción de clases ni de razas,
para amar a todos cristianamente. Te
agradecemos Señor, el haber elevado a los
altares al glorioso San Martin de Porres, te
damos gracias por tantos favores y milagros
que por este Santo has realizado entre los
pobres. Deseamos imitar sus virtudes, para
que, llevando la pureza de su vida, podamos
gozar de su intercesión y alcanzar un día la
eterna felicidad del cielo. Amen.
11. Quien toma bienes
de los pobres es un
asesino de la
caridad. Quien a
ellos ayuda, es un
virtuoso de la
justicia..
SAN AGUSTÍN DE HIPONA
12. Reina y Terciaria
A los cuatro años había sido prometida en matrimonio,
se casó a los catorce, fue madre a los quince y enviudó a
los veinte. Isabel, princesa de Hungría y duquesa de
Turingia, concluyó su vida terrena a los 24 años de edad,
el I de noviembre de 1231. Cuatro años después el Papa
Gregorio IX la elevaba a los altares. Vistas así, a vuelo de
pájaro, las etapas de su vida parecen una fábula, pero si
miramos más allá, descubrimos en esta santa las
auténticas maravillas de la gracia y de las virtudes.
Su padre, el rey Andrés II de Hungría, primo del
emperador de Alemania, la había prometido por esposa a
Luis, hijo de los duques de Turingia, cuando sólo tenía 11
años. A pesar de que el matrimonio fue arreglado por los
padres, fue un matrimonio vivido en el amor y una feliz
conjunción entre la ascética cristiana y la felicidad
humana, entre la diadema real y la aureola de santidad.
La joven duquesa, con su austeridad característica,
despertando el enojo de la suegra y de la cuñada al no
querer acudir a la Iglesia adornada con los preciosos
collares de su rango: “¿Cómo podría—dijo cándidamente
—llevar una corona tan preciosa ante un Rey coronado
de espinas?”. Sólo su esposo, tiernamente enamorado de
ella, quiso demostrarse digno de una criatura tan bella
en el rostro y en el alma y tomó por lema en su escudo,
tres palabras que expresaron de modo concreto el
programa de su vida pública: “Piedad, Pureza, Justicia”.
Juntos crecieron en la recíproca donación, animados y
apoyados por la convicción de que su amor y la felicidad
que resultaba de él eran un don sacramental: “Si yo amo
tanto a una criatura mortal—le confiaba la joven duquesa
a una de sus sirvientes y amiga—, ¿cómo debería amar al
Señor inmortal, dueño de mi alma?”.
A los quince años Isabel tuvo a su primogénito, a los 17
una niña y a los 20 otra niña, cuando apenas hacía tres
semanas había perdido a su esposo, muerto en una
cruzada a la que se había unido con entusiasmo juvenil.
Cuando quedó viuda, estallaron las animosidades
reprimidas de sus cuñados que no soportaban su
generosidad para con los pobres. Privada también de sus
hijos, fue expulsada del castillo de Wartemburg. A partir
de entonces pudo vivir totalmente el ideal franciscano de
pobreza en la Tercera Orden, para dedicarse, en total
obediencia a las directrices de un rígido e intransigente
confesor, a las actividades asistenciales hasta su muerte,
en 1231.
Santa Isabel de
Hungría
Festividad: 17 de noviembre
13. En las cosas
necesarias, la
unidad; en las
dudosas, la
libertad; y en todas,
la caridad.
SAN AGUSTÍN DE HIPONA
14. PIADOSA NOVENA EN HONOR DE
SANTA ISABEL DE HUNGRÍA
PATRONA DE LA VENERABLE
ORDEN TERCERA DE NUESTRO
PADRE SAN FRANCISCO DE ASÍS
Librería de Ch. Bouret
México, 1906
Hecha la señal de la Santa Cruz y un fervoroso acto de
contrición, se dirá lo siguiente:
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Gloriosa y excelsa Santa Isabel, reina de Hungría, que en el
trono en el que os había colocado el Señor, hicisteis brillar
todas las virtudes del cristianismo, y en el espacio de
vuestra corta vida de veinticuatro años, os elevasteis al mas
alto grado de la perfección, siendo un modelo de sencillez,
de humildad, de pureza y ardiente caridad y sublime
abnegación en los grandes trabajos con que el Señor se
dignó probaros, dignaos ser la celestial amiga de nuestras
almas y ayudarnos a que estas se hagan dignas de la
misericordia del Señor. Volved hacia nosotros desde lo alto
de los cielos, una de esas miradas que sobre la tierra
curaban las más crueles enfermedades de los hombres, a
cuya curación, con tanta caridad os consagrasteis, ya
cuando estabais sobre el espléndido trono de Hungría, ya
cuando triste y abandonada de todo, pasabais vuestra santa
vida en la pobreza y la soledad. Haced que nosotros, que
vivimos en un siglo sombrío, frío e indiferente, nos
iluminemos con vuestra santa luz, reanimemos nuestra
caridad en el hogar de vuestro amor, y alcancemos por
vuestra poderosa intercesión, la paz del alma y lo que os
pedimos por medio de esta santa novena, si ha de ser para
bien de nuestras almas, y mayor honra y gloria de Dios.
¡Bendita seáis, excelsa reina, gloriosa Isabel, por tantas
preciosas lágrimas como en vida os hicieron derramar
vuestras penas, por vuestra paciencia, por vuestra caridad y
vuestra angelical sencillez que llenaron vuestra triste y
agitada vida! Bendita seáis por siempre, y dignaos bendecir
a vuestra vez a los que humildemente hoy venimos a
implorar vuestra poderosa intercesión, para que nos
alcance la misericordia de Dios. Amén.
Se rezan tres Padres nuestros, tres Aves Marías y Glorias en
honor de la gloriosa santa, después se hace la petición, y
luego la oración del día:
DÍA PRIMERO
ORACIÓN
Gloriosa Santa Isabel, reina de Hungría, a quien desde niña
destinó el Señor al Trono, siendo separada de vuestros
padres, los reyes de Hungría desde la edad de cuatro años
para ser educada en las cortes de Turingia, y esposa de Luis,
príncipe heredero, en cuya corte crecisteis en virtudes,
teniendo que sufrir las burlas de las princesas, hermanas de
vuestro futuro esposo y de los cortesanos, que condenaban
vuestro humilde y modesto modo de vivir como digno de
majestad real, haced que nosotros, que honramos como
debemos vuestra virtuosa juventud, y nos afligimos del
15. desprecio y persecuciones con que os trataron en
aquella corte orgullosa, imitando los santos
sentimientos que mostrasteis en vuestros primeros
años, suframos con igual paciencia las contrariedades de
la vida. Os suplicamos por vuestra bienaventurada
infancia, que destruyáis en nosotros el espíritu del
orgullo, y que por vuestra heróica paciencia nos
obtengáis el perdón de nuestras impaciencias y de todas
nuestras culpas. Amén.
DÍA SEGUNDO
ORACIÓN
Gloriosa Santa Isabel, reina de Hungría, a quien vuestras
virtudes hicieron que el rey Luis os elevase al trono y os
conservase su amor a pesar de las maquinaciones de los
enemigos de vuestra virtud, y siendo ya reina, un
modelo de modestia cristiana, de sencillez, haced que
nosotros, imitando vuestro ejemplo, renunciemos a las
vanidades y superfluidades mundanas. Inspiradnos esa
santa sencillez, ese candor de los primeros tiempos, que
debe volver un día sobre la tierra, si es cierto que los
siglos no son en la vida del mundo, sino cual los años en
la de los hombres, entonces volverá tras de un tan largo
y sombrío invierno la dulce primavera de la fé, a
rejuvenecer el mundo y nuestros corazones. Amén.
DÍA TERCERO
ORACIÓN
Gloriosa Santa Isabel, reina de Hungría, que en medio
del esplendor del trono, hacías vida penitente, llevando
bajo las regias galas y vestiduras propias de vuestro
estado, un áspero cilicio, curando con vuestras propias
manos las asquerosas miserias de los pobres en los
hospitales, inspirados del espíritu de caridad, sobre todo
en un siglo como el nuestro, en que se ajan todas las
flores sin que se hayan madurado los frutos, en que la
sencillez y la caridad están muertas en los corazones y
en la vida privada, tanto como en la vida social y pública,
apenas puede comprenderse tanta sencillez, tanta
abnegación en vuestra corta vida, que fue una celestial
infancia y una perpetua obediencia a la ley del Señor.
Amén.
DÍA CUARTO
ORACIÓN
Gloriosa Santa Isabel, reina de Hungría, que de todas las
almas que la Iglesia ah coronado con su gloria, ninguna
ofrece hasta tal punto el tipo de la esposa,
ninguna ha realizado en tan alto grado, la idea que puede
formarse de un matrimonio verdaderamente cristiano, ninguna
ha ennoblecido así y santificado un amor humano, colocándolo
tan alto, en un corazón todo inundado del amor de Dios, siendo
madre amorosa que criabais vuestros hijos a vuestros pechos y
los educabais en la virtud, dadnos gracia para que os imitemos
en el interior de nuestras casas, en las que hagamos reinar la
religión cristiana, que poniendo a todas nuestras acciones el
sello de su inmortalidad, nos dará la felicidad en el mundo y
después en la bienaventuranza. Amén
.DÍA QUINTO
ORACIÓN
Gloriosa santa Isabel, reina de Hungría, cuya alma inocente y
pura se desgarró con el más cruel dolor, cuando vuestro esposo
tomó la cruz y marchó a Tierra Santa, llevado del más ardiente
fervor, a conquistar el sepulcro de Cristo, quedando expuesta a
la enemistad de los parientes de vuestro esposo, que murió en
su gloriosa expedición, alcanzadnos del Señor la gracia de que
cual Vos, conservemos intacta su confianza en él. Viuda a los
veinte años, esposa, amante y tan amada, os visteis condenada a
la terrible prueba de la soledad el corazón, haced que cual Vos,
en nuestros trabajos, coloquemos nuestro pensamiento en el
cielo y busquemos el consuelo de nuestras miserias en Dios,
que el Padre de los que sufren y padecen. Amén.
DÍA SEXTO
ORACIÓN
Gloriosa Santa Isabel, Reina de Hungría, que os visteis expuesta
a los más crueles e indignos tratamientos por parte del príncipe
Enrique, que había sucedido en el trono a vuestro esposo,
siendo arrojada de vuestro palacio y privada de todos vuestros
bienes, viéndoos casi expuesta a mendigar, sufriéndolo todo
con la más santa y sublime resignación, hasta el ver que
también que os mandaban vuestras tiernas hijas, para hacerlas
participantes de vuestra desgracia. ¡Con cuanta compasión os
acompañamos en vuestra miseria y en vuestros padecimientos,
indignándonos con una justa colera contra aquellos hombres
ingratos e implacables, que Vos con tanta caridad perdonabais!
¡Ojalá que nuestra buena voluntad pueda seros agradable, y que
cuando llegue aquel terrible día, en que compareceremos solos
y abandonados del mundo entero delante de Dios, os dignéis
salir a nuestro encuentro y acogernos en los eternos
tabernáculos! Amén.
DÍA SÉPTIMO
ORACIÓN
Gloriosa Santa Isabel, reina de Hungría, a quien en medio de
tantas tribulaciones, el misericordiosísimo Jesús, os consoló en
vuestra miseria y en vuestro abandono, y la dulcísima y
16. clementísima Virgen María vino a instruiros y fortificaros,
siendo el Señor vuestro esposo, cuando eras viuda, solitaria, y
mostrándoseos María por Madre, porque es a la vez Madre de
los dolores y de las misericordias, y porque os habían
despojado de todos los bienes de la tierra, os abrió en el
mundo los imperecederos tesoros del cielo, alcánzanos del
Señor la gracia de que, imitando vuestra santa paciencia en
las desgracias y vuestra abnegación en las tribulaciones,
merezcamos sus consuelos en esta visa y después la eterna
bienaventuranza. Amén.
DÍA OCTAVO
ORACIÓN
Gloriosa Santa Isabel, reina de Hungría, compadecido Dios de
tantos trabajos y de la heróica constancia y fortaleza con que
los padecías, hizo que el rey Enrique os devolviese vuestra
dote y vuestros bienes, los que solo aceptasteis para
distribuir con los pobres de Cristo. Os consagrasteis a la
Orden Tercera de San Francisco, y al entrar en ella con
vuestras hijas, ofrecisteis a Dios, el nuevo Esposo de
vuestra alma, un recuerdo de vuestra vida conyugal. Era el
vestido de boda que llevasteis el día de vuestro matrimonio
con vuestro querido esposo. Pocos años debían pasarse sin
que vuestro nombre, joven viuda, que humilde ofrecíais
vuestras ultimas galas en la Orden naciente del Serafín de
Asís, llenase el mundo de su gloria y la mano del Vicario de
Dios, lo escribiese en el cielo. A Vos invocamos vuestros
devotos desde la tierra, esperando deis alivio a nuestros
males, y nos alcancéis del Señor después, la eterna
bienaventuranza. Amén.
DÍA NOVENO
ORACIÓN
Gloriosa Santa Isabel, reina de Hungría, compadecido Dios,
quiso que fueses a encontrar en su divino seno la inmortal
recompensa de las pruebas terrible por las que había
pasado vuestra corta vida de veinticuatro años, pero antes
de llamaros a si, para daros parte en su gloria, le plugo al
Todopoderoso rodearos en vida de una aureola de celestial
majestad, y revestiros, a los ojos de los hombre que os
habían perseguido y calumniado, de un poder emanado del
suyo, y de depositar entre las manos de una débil mujer,
que había sabido de tal modo, domar la naturaleza
degenerada, la fuerza sobrenatural de vencer y extirpar
todas las miserias, consecuencias del pecado. No solo
curabais los males con vuestras manos, sino con
portentosos milagros, que, a pesar de vuestra modestia, os
adquieren gran celebridad. Una celestial alegría brillaba en
toda vuestra vida, ninguna tribulación, ninguna prueba
bastaba a turbar la paz y la dulzura de vuestra alma.
Llorabais sin cesar, pero estos lloros no alteraban en nada
la belleza de vuestro semblante y la hermosura de vuestras
facciones. Así como en otro tiempo, las lágrimas de
angustia, que un amor humano, o crueles persecuciones
habían arrancado de vuestros ojos, así estas lágrimas de
alegría sobrenatural, que dejabas caer en el cáliz de vuestra
vida, eran recogidas gota a gota por vuestro Esposo
celestial, y se convertían en las perlas de la corona eterna
que os estaba reservada en el cielo. Miradnos compasiva
desde él, cual mirasteis a tantos afligidos y necesitados
imploraron vuestro favor cuando os hallabais en el mundo.
Hacednos participantes de vuestra caridad, ahora que
miráis cara a cara en el cielo al Sol de la eterna caridad,
Nuestro Señor Jesucristo, de quien esperamos nos
consigáis protección en el mundo, una buena muerte y la
eterna bienaventuranza. Amén.
17. “A Él se le dio imperio, honor y
reino, y todos los pueblos,
naciones y lenguas le
sirvieron. Su imperio es un
imperio eterno, que nunca
pasará, y su reino no será
destruido jamás”
DANIEL 7, 14
18. Por los siglos,
Inmortal...
Es rey del mundo entero, y nada puede substraerse a su poder.
Él mismo lo dijo antes de su Ascensión: “Se me ha dado todo
poder en el cielo y sobre la tierra” (Mt 28, 18). Jesucristo delante
de Pilatos afirmó por tres veces que es Rey, y negó que sea Rey
en el sentido que lo entendían Pilatos y los judíos... y como lo
entienden muchos de los católicos de hoy... Es cierto que
Jesucristo dijo: “Mi Reino no es de aquí”... Pero no dijo: “Mi Reino
no está aquí”... Jesucristo afirmó delante de Pilatos que su Reino
no es de este mundo (S. Juan 18, 36). Eso significa que su Realeza
no es originaria de este mundo...: “Mi Reino no viene de este
mundo”... El Reino de Jesucristo no es de este mundo, pero está
en este mundo; y su Realeza se ejerce sobre la tierra.
Jesucristo dijo “Mi Reino no viene de este mundo”, no viene de
las potencias mundanas, de los soldados, de una elección
ejercida por el pueblo o por los banqueros internacionales y las
grandes potencias de las Altas Finanzas... Sus Derechos vienen
de su carácter propio, a causa de ser Aquél que es, es decir, el
Hijo de Dios. Los hombres no le dieron sus Derechos, y los
hombres no pueden retirárselo.
Jesucristo se negó a dejarse declarar Rey para disociar su Reino
de las engañosas esperas mesiánicas de los judíos: liberación del
yugo romano y soberanía mundial. Dirigiéndose a un gobernador
romano, indica que sus Derechos, esencialmente sobrenaturales,
no amenazan al emperador; no compite con los derechos
terrestres, de los cuales no tiene ni los límites, ni la fragilidad, ni
las ambiciones mezquinas. Pío XI enseña, en efecto, en la
Encíclica Quas primas que el Reino del Cristo “es principalmente
espiritual y se refiere antes que todo al orden espiritual” Pero Pío
XI prosigue: “Sería un error grueso rechazar a Cristo Hombre la
soberanía sobre las cosas temporales, cualesquiera que sean:
tiene del Padre sobre las criaturas un derecho absoluto,
permitiéndole disponer de él voluntariamente”
Nuestro Señor quiere en primer lugar salvar las almas,
reinar en ellas por su gracia. Distinguió cuidadosamente la
sociedad religiosa que fundaba (la santa Iglesia) de la
sociedad civil. Les dejó el poder a los reyes de la tierra. Pero
los Derechos de Cristo existen, y las autoridades temporales
tienen el deber de reconocerlos públicamente en cuanto
tengan conocimiento.
Para los Jefes de Estado, el reconocimiento público de los
Derechos de Cristo es un deber, en primer lugar, de justicia
hacia Nuestro Señor; es también un deber hacia sus
súbditos, a los que ayudan así a salvarse; es, por fin, un
deber para con la Iglesia, a la que debe sostener en su
misión. Esto es lo que se denomina la Realeza Social de
Jesucristo. ¿Por qué hacer tanto hincapié en la Realeza
Social de Jesucristo? ¿No basta con ocuparse de la parte
fundamental, su reino en las almas? ¡NO! El hombre no es un
puro espíritu. Pío XII enseña: “De la forma otorgada a la
sociedad, en armonía o no con las leyes divinas, depende y
se infiltra el bien o el mal de las almas” Dios quiso crear a
una sociedad propiamente religiosa (la santa Iglesia),
distinta de la sociedad civil. El hombre debe pues
pertenecer a estas dos sociedades. Pero el hombre sólo
tiene un único fin último. No puede ir en dos direcciones a
la vez.
Pío XI instituyó la fiesta de Cristo Rey. Ahí aquí lo que
escribió: “Es Nuestra resolución proveer a las necesidades
del tiempo presente, de aportar un remedio eficaz a la peste
que corrompió a la sociedad humana. Lo hacemos
prescribiendo al universo católico el culto de Cristo Rey. La
peste de nuestro tiempo es el laicismo, con sus errores y sus
empresas criminales.
Jesucristo, Rey del Universo
19. Una fiesta celebrada cada año en todo el pueblo en honor de
Cristo Rey será soberanamente eficaz para incriminar y
reparar de alguna manera esta apostasía pública, tan
desastrosa para la sociedad, que generó el laicismo.” ¡Sí!...
Los males que sufrimos hoy tienen su origen en una última
desobediencia; pero reconfortan, porque la guadaña ya está
puesta en la raíz. Estamos al final de un proceso mórbido
que dura desde hace ya siete siglos. Sí, hoy en día Jesucristo
no reina de verdad, pero no deja de ser Rey; conserva el
poder de castigar y someter nuevamente a sus súbditos
rebeldes.
Más allá del clamor de la batalla en la cual se destruye a los
hombres, en medio de la confusión y la nube de mentiras y
fraudes en la que vivimos, el corazón oprimido por las
tribulaciones del mundo y por nuestras propias pruebas, la
Iglesia Católica, imperecedero Reino de Cristo, está de pie
como su divino Maestro para volver a dar testimonio de la
Verdad y defenderla.
Más allá del tumulto y de la confusión, los ojos fijos en la
Cruz, en su experiencia de veinte siglos, confiando en las
profecías sobre su futuro, lista para soportar la lucha, con
la certeza del triunfo, la Iglesia, por su sola presencia y su
silencio, dice a todos los Caifás, a todos los Herodes y a
todos los Pilatos del mundo que esta palabra de su
Fundador divino no fue inútil: ¡Yo soy Rey!
Preparémonos para su Venida... y aceleremos su Venida
por la oración y el sacrificio. Podemos ser soldados de un
gran Rey; nuestras vidas transitorias y pobres pueden
unirse a algo grande, triunfal, absoluto. Dejemos de lado el
egoísmo, nuestros pequeños caprichos, las ambiciones y
los objetivos personales. El que puede practicar la caridad,
que se sacrifique por su prójimo... Aquél que puede hacer
el apostolado, que confiese y predique a Cristo el Rey...
Aquél que puede enseñar, que enseñe... Y el que puede
quebrar la iniquidad, que la persiga y la requiebre, incluso
a riesgo de su vida…
Para eso, purifiquemos nuestra vida de toda falta y de todo
error. Vayamos a la Inmaculada Madre de Dios, Reina de
los Ángeles y de los hombres, para que se digne elegirnos
para militar con su hijo Jesucristo, no sólo ofreciendo
nuestras personas al trabajo, como dice San Ignacio, sino
también comprometiéndonos con determinación en este
combate por el Reino de Cristo contra las fuerzas del Mal...
Combate que es el eje de la historia del mundo, sabiendo
que nuestro Rey es invencible, que su Reino no tendrá fin,
que su Venida y su triunfo no están lejos, que su
recompensa supera todas las vanidades de este mundo...
¡Jesucristo, que venga tu Reino!
¡A fin de que venga tu Reino, que venga el Reino de María!
20. Cristo no nos ha
prometido una
vida cómoda.
Quien busca la
comodidad, con él
se ha equivocado
de camino
BENEDICTO XVI
21. NOVENA EN HONOR A NUESTRO SEÑOR
JESUCRISTO REY
ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Padre amoroso,
Criador y Redentor mío, en quien creo, en quien espero, y a quien
amo sobre todas las cosas, me pesa, Dios mío, pésame en el alma
de haberos ofendido por ser Vos tan bueno, tan justo, y digno de
ser siempre amado; y propongo ayudado de vuestra divina gracia
de enmendarme, y de confesar todos mis pecados, perseverando
en vuestro santo servicio todo el tiempo de mi vida. Amén.
ORACIÓN INICIAL
¡Oh Jesús! Te reconozco por Rey Universal. Todo cuanto ha sido
hecho Tú lo has creado. Ejerce sobre mí todos tus derechos.
Renuevo las promesas de mi bautismo, renunciando a Satanás, a
sus seducciones y a sus obras; y prometo vivir como buen
cristiano. Muy especialmente me comprometo a procurar, según
mis medios, el triunfo de los derechos de Dios y de tu Iglesia.
Divino Corazón de Jesús, te ofrezco mis pobres obras para
conseguir que todos los corazones reconozcan tu sagrada
realeza, y para que así se establezca en todo el mundo el Reino de
tu Paz.
DÍA PRIMERO
ORACIÓN
“¿A quién buscáis? -¡A Jesús Nazareno! -Yo soy”. Señor y Rey
nuestro: siempre dejas que te descubra tu amor, aun cuando tus
criaturas tan amadas por Ti, te busquen para martirizarte.
Sabiendo que Tú eres Jesús Nazareno, te buscamos hoy de nuevo
para prenderte otra vez, mas no con cadenas y cuerdas, sino con
nuestras miserias y nuestros amores, pues sabemos es lo que más
ata y sujeta tu misericordioso y amante Corazón, y así preso por
amor, conducirte en triunfo al trono que te han formado los
corazones amantes, para que empieces tu reinado de
misericordia y amor en la tierra. Amén.
EOBSEQUIO: Cumplir con fidelidad mis obligaciones
por ser lazos de amor que me unen con Jesús.
Uniendo mi corazón al Corazón de Cristo Rey y mis
intenciones a las suyas, rezaré un Padrenuestro,
Avemaría y Gloria.
INVOCACIONES
-Eterno Padre, derrama tus misericordias sobre toda la
tierra, reino de tu Hijo Jesús. Amén.
-¡Oh Cristo Rey!, establece tu paz en tu reino. Amén.
-Espíritu Santo, abrasa al mundo en tu purísimo y
ardiente amor. Amén.
-Santa María, Madre querida, une cada vez más y más a
tu Hijo Divino, todo misericordia, con tus hijos, todo
miseria. Amén.
-San José, enséñanos a amar a Jesús y a María. Amén.
DÍA SEGUNDO
ORACIÓN
“Cristo, adivina quién te ha herido”. ¡Oh Jesús amante y
bueno!, aquella noche triste de tu Pasión tus ojos
divinos veían a través de los siglos todos nuestros
pecados y olvidos que tan dolorosamente herían tu
divino Corazón, tanto, que para que tu pureza no te
hiciese huir de nosotros, no tus verdugos, sino el amor
vendó tus ojos, a fin de que no vieses más que almas
que se perdían si Tú las dejabas. Haz que esas almas a
las que tu sangre y tus lágrimas han lavado y purificado
lleguen a amarte con tanto entusiasmo, que se cierren
22. sus ojos a todo lo que no seas Tú, Rey de sus amores. Haz, Señor,
que los hombres te conozcan y te amen. Amén.
OBSEQUIO: Cerrar los ojos a todo lo que no sea Jesús.
DÍA TERCERO
ORACIÓN
“Luego Tú eres Rey? -Bien dices: Yo soy Rey. Yo he venido al mundo
para dar testimonio de la verdad. -¿Y qué es la verdad?”. Dios
Nuestro Señor es la verdad por esencia, y es verdad encantadora, es
verdad que entusiasma el corazón; que este Dios Omnipotente se
hizo hombre por mí, y me amó entre desprecios, entre burlas, entre
toda clase de sufrimientos, y no por ser necesario para salvarme,
pues unas gotas de su sangre bastaban para eso, sino por ser
necesario al amor grande e infinito que ardía en su Corazón por las
almas. Señor, y Rey nuestro: enséñanos a amar como Tú, sin
retroceder ante el sacrificio y el dolor, pues queremos sufrir y amar,
para que ni un solo corazón deje de amarte; hazlos todos tuyos.
Amén.
OBSEQUIO: Abrazarme con lo que me haga sufrir.
DÍA CUARTO
ORACIÓN
“Desprecióle Herodes con todo su ejército y vistiéndole una ropa
blanca, se burló y le remitió a Pilatos”. ¡Oh Jesús, divino Rey nuestro!
Cuán grande ha de ser nuestro amor hacia Ti, que por el nuestro
quisiste ser burlado y tenido por loco, y en verdad, Jesús mío, locura
de amor parece el que la grandeza de Dios se encierre en el
cuerpecillo de un Niño, que el poder de Dios esté sujeto con clavos,
que este mismo Dios y Hombre se esconda en una pequeña Hostia,
y enamorado venga buscando la intimidad de nuestros corazones,
para tener en ellos sus delicias; Jesús amante y bueno, que el fuego
de tu amor nos convierta también en pequeñas hostias, que
escondidas en tu Corazón se pierdan a todas las miradas, para que
Tú seas conocido y amado. Amén.
OBSEQUIO: Huir de todo lo que me pueda hacer apreciar.
DÍA QUINTO
ORACIÓN
“Vamos a coronarle de Rey. «Salve, Rey de los judíos», y
escupiéndole le tomaban su corona y le herían su cabeza y le daban
bofetadas”. ¿Qué pensabas, Jesús mío, en aquella triste prisión?
¿Qué deseabas cuando eras coronado de espinas, cuando eras
maltratado? Sólo dos cosas, ¡oh sabiduría y amor infinitos!: que tu
Eterno Padre fuese glorificado, que las almas se salvasen; ¿y
podremos pensar las almas en otra cosa que en Ti? ¿Podrán
nuestros corazones desear otra cosa que el que se repitan por amor
aquellas palabras «Salve Rey», pero no sólo de los judíos, sino de
todas las naciones de la tierra conquistadas con tus sufrimientos y
tu muerte? Que el grito «¡Vamos a coronarle por Rey!» resuene por
amor en toda la tierra, ¡oh Dios mío! Amén.
OBSEQUIO: Apartar mi pensamiento lo que no sea Dios.
DÍA SEXTO
ORACIÓN
“Ecce Homo. -He aquí a vuestro Rey”. ¡Oh divino Jesús!, cómo
te presentan por Rey, coronada de espinas tu cabeza, tu
cuerpo cubierto de heridas, llenos de lágrimas tus ojos; pero
era preciso que ésa fuese tu presentación, pues no sólo eres
nuestro Rey, sino nuestro modelo, y nunca mejor que
entonces podías decir: «Aprended de Mí, que soy manso y
humilde de corazón». Caigan, Señor, en presencia de tanta
grandeza, de tanta humildad, de tanto amor, todos los
idolillos que queden en nuestros corazones. Déjanos recoger
tu sangre y tus lágrimas, para que derramándolas sobre los
corazones de todas las criaturas seamos de nuevo
purificados y envueltos en el amor. Amén.
OBSEQUIO: Procurar con empeño la humildad.
DÍA SÉPTIMO
ORACIÓN
“Señor, acuérdate de mí cuando vengas a tu reino. -En
verdad te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”.
Quisiéramos, Señor, presentarte en el día de tu fiesta los
corazones de todos los hombres rendidos a tu amor; pero
mira, Rey nuestro, cuántos millones de ellos están envueltos
en las tinieblas de la muerte y del pecado y no te conocen;
por ellos te pedimos nosotros que tenemos la dicha de
conocer tu Corazón, todo misericordia. «Señor, acuérdate de
estos desgraciados cuando estés en tu Reino», haznos,
Señor, oir: «pronto, muy pronto estarán conmigo en el
paraíso». Amén.
OBSEQUIO: Actos de fe, esperanza y caridad.
DÍA OCTAVO
ORACIÓN
“Mujer, he ahí tu hijo”. “He ahí tu Madre”. “Más uno de los
soldados le abrió el costado con una lanza y salió de él sangre
y agua”. ¡La Madre de nuestro Dios es nuestra Madre querida!
¡Qué felicidad y qué confianza! El Corazón de nuestro Dios es
nuestro Cielo, nuestro tesoro. Madre bendita, queremos
amarte como te amaba Jesús, y a Él, como Tú le amabas;
enséñanos las delicadezas del amor, la felicidad de la vida de
unión, de unión íntima, confiada, amorosa; haznos pequeños,
muy pequeños, para poder entrar y perdernos en el Corazón
de Jesús, sin tener más móvil ni deseo que amaros y haceros
amar. Amén.
OBSEQUIO: Consagrarme de todo corazón a la Santísima
Virgen.
23. DÍA NOVENO
ORACIÓN
“Jesús Nazareno, Rey de los judíos”. “Regnávit a ligno Deus”.
“Y al nombre de Jesús doblarán la rodilla en el Cielo, en la
tierra y en los infiernos”. ¡Oh Rey divino!, al presentarte en
este día bendito nuestras adoraciones, te ofrecemos cuanto
somos, tenemos y deseamos; no nos detiene nuestra
miseria, pues eres todo misericordia; confiamos conseguir
todas nuestras peticiones, pues eres todo amor y el amor
atiende siempre, y te lo pedimos en unión de nuestra Reina
y Madre Inmaculada y de los ángeles custodios de todas las
almas. ¡Señor!, arroja de tu reino a los demonios y a todos
tus enemigos, y concede a la Iglesia una era de paz. Lleva a
Ti en este día a las almas del Purgatorio, un perdón general
a todos los pecadores y poniendo luz en sus inteligencias y
amor en sus corazones, prueba una vez más que es más
grande tu misericordia que nuestra malicia y miseria. Llena
de amor y pureza a los sacerdotes, a los niños y a las almas
a Ti consagradas, formando de ellas esas legiones de
almas puras, humildes y amantes que Tú deseas: almas
pequeñitas que como granos de trigo, formen todas en
una perfecta unión de intenciones y corazones con la
Víctima divina del Calvario y del altar una Hostia que
aplaque al Cielo por los pecados de la tierra y haga
descender sobre ella perdón y misericordia para los
desgraciados pobres pecadores, de esas almas que
quieres sean las delicias de tu Corazón en la tierra y tu
corte de amor en el Cielo.
OBSEQUIO: Abandonarme en el Corazón de Dios.
24. Jesucristo es la
Verdad hecha
Persona. Cualquier
otra verdad es un
fragmento de la
Verdad que es él y a
él remite
BENEDICTO XVI