1. Torremolinos información
DEL 27 DE AGOSTO AL 2 DE SEPTIEMBRE DE 2011 Cultura 11
Tribunas
—TORREMOLINOS ONÍRICO—
El caos
de la realidad
LA MENTE no siempre es objeto de si misma; en algunas ocasiones, nuestros recuerdos ejercen un gran peso
sobre ella. Simón Cano Le Tiec intenta plasmar sobre Torremolinos lo que el subconsciente es capaz de generar,
pues en esta ciudad, abundan los recuerdos y las muestras del pasado que permiten formar esas ideas.
INFORMACIÓN
SIMÓN CANO
LE TIEC
TORREMOLINOS
M iramos el abismo con al-
gún suspiro, mientras in-
tentamos generar algu-
na sensación positiva frente a lo
que estamos observando. Una im-
ponente caída que separaría en
dos la existencia de un complejo
moral, y conformaría el caos.
Nos vemos en la aislada azotea
de un edificio, donde, como men-
tes en blanco observando la in-
mensidad del oleaje, intentamos
dar lugar a una explicación razo-
nable a que un simple paso sea ca-
paz de suponer un cambio tan se-
vero en la existencia humana. Por
muy compleja que sea la respues-
ta, preferimos aferrarnos a los pa-
sos que dimos anteriormente, y
acercarnos a nuestro pasado, e in-
tentar obviar lo que podría aca-
rrear la pérdida de la noción de la
realidad.
Descendemos, y contemplamos
un inmenso local, donde apre-
ciamos que los clientes están agru-
pados en colectivos; teníamos bajo “Entonces, agarramos fuertemente a Boris de la pierna, y nos lo llevamos con nosotros, pero no al abismo, a la realidad”.
nuestra atenta mirada a los oscu-
ros y fríos genios criminales de Bos- “Habíamos imaginado un nuca. Giramos el cuello brusca- gado. dad de aquella lejanía cegó por
ton arrinconados a la izquierda mente, y contemplamos como Una sensación nos recorre la completo nuestra visión. Había-
del lugar, a las jóvenes actrices de infierno flotando sobre aquel ser aislado de la realidad nos pierna, y sentimos la agudeza del mos imaginado un infierno flo-
un club de teatro cercano al local, el suelo, en el que apuntaba con un revólver. El mie- calor evadiéndose de nuestra ex- tando sobre el suelo, en el que aca-
y a un hombre posado frente al acabaríamos cayendo do recorre nuestras venas y toma tremidad. Cuando miramos, apa- baríamos cayendo tarde o tem-
camarero, observando los espejos tarde o temprano, y que la imagen como símbolo del te- rentamos crear nuestra propia re- prano, y que la realidad más cer-
que había delante suya. Como no mor más oscuro, y comienza a ge- alidad, pero no podemos obviar cana era la que acariciábamos en
tenemos una facilidad para adap- la realidad más cercana nerar el espasmo mental que su- lo que tenemos delante: una he- la brisa que Torremolinos nos ofre-
tarnos tan repentinamente, pre- era la que acariciábamos friría un ser humano cuando es- rida. Una herida en la que la san- cía. Creíamos que observar más
ferimos seguir el ejemplo del so- en la brisa que cucha otro ser caer contra el sue- gre brotaba como la nieve de los allá era imaginar la realidad, mien-
litario compañero de la noche. Torremolinos nos lo. Centra su mirada en la nues- cielos azota los suelos de Alaska. tras nos evadíamos de lo que de
Nos sentamos junto a una silla de tra, y nos observa, nos analiza. Aquel ser, tan cruel, que nos co- verdad teníamos que ver: ¿Lo en-
distancia de él, y se nos acerca tras ofrecía” Tiende a comprender porque nos menzaba a mostrar la realidad en tiendes ahora?
posar la mirada sobre nuestra per- desea la muerte antes de llevar a los aspectos más fríos y oscuros, Pero, por muy reveladora que
sona. Por alguna razón, ordena al cabo su tan ansiada tarea, todo de- era Boris Karloff. Decidió dispa- fuese aquella luz que iluminó tal
camarero que traiga una botella ducido de su extraña faz, que sólo rar porque no vio ni un sólo ápi- oscuridad, no fue capaz de borrar
de champán. Nos mira fijamente, aparentaba seguridad, acariciada ce de interés en nosotros, vio que la ira y la rabia que emergió cuan-
y comienza a hablar: Tú... tú tie- por la leve brisa que comenzaba a sólo queríamos olvidar el mo- do vimos a Boris enorgullecién-
nes un problema. Mira, que no es- enfrentarse contra el seco aire que mento, y construir nuestra propia dose de lo que había hecho: Por
tés con el grupo de los visitantes ambos notamos: ¿Crees que el mie- adaptación moral de lo que está- fin, puedes levantarte y ver que te
de Schaffolk Downs no diseña más do es una simple ilusión, que ver bamos sufriendo. Todo consistía estás alzando junto a ella, la reali-
que a una persona que no siente lo que ves te hace sentir peor? ¿Cre- en destruir la realidad, para for- dad. Lo haces como un objeto que
interés por lo que le rodea. O in- es que temer al mundo te va a ayu- mar una evasión mental: ¿No pue- choca contra el suelo, tan repen-
cluso que le tiene miedo. dar? Si piensas de esa manera, sólo des darte cuenta? La realidad no tino que no observas que el suelo
Entonces, nos vemos en la azo- tienes ante ti una pequeña mues- consiste en imaginar para evadir- está más lejos que la realidad.
tea, contemplando el abismo que tra de lo que es la crudeza y la re- se, consiste en imaginar para so- Entonces, agarramos fuerte-
teníamos frente a frente ante- alidad, mientras que prefieres gi- ñar. Tú sólo piensas en ver lo que mente a Boris de la pierna, y nos
riormente, y un leve cosquilleo nos rar el cuello y obviar lo que se su- hay tras ese abismo. lo llevamos con nosotros , pero no
despierta una sensación en la pone que el mundo te ha entre- Y observamos como la oscuri- al abismo, a la realidad.