De acuerdo a Foucault, junto a la idea de poder, se halla el
concepto de discurso y ambos se relacionan y configuran un trinomio en conjunción con el saber: el discurso permite la legitimación del poder y éste institucionaliza al saber.
1. DISCURSO, PODER Y SABER
Fuentes
Ceballos Garibay, H. (1994). Foucault y el poder. México: Ediciones Coyoacán.
Foucault, M. (1983). El orden del discurso. México: Tusquets.
Foucault, M. (1970). La arqueología del saber. Madrid: Siglo XXI.
Desarrollo
En el lenguaje cotidiano, el término discurso implica dar a conocer un mensaje razonado en
forma masiva y oral. Pero, este término tiene distintas acepciones de acuerdo a los diversos
autores que trataron esta temática. Por ejemplo, Foucault (1983) señala que el concepto de
discurso hace referencia a un sistema de ideas o de pensamiento que corresponde a un
determinado contexto socio–histórico, y es concebido como un tipo de práctica que pertenece
a colectivos más que a sujetos.
Los sujetos están siempre investidos en el universo de los discursos que tienen un fuerte
impacto en los mismos en tanto que los construyen y constituyen discursivamente. Es decir,
las distintas culturas producen discursos (arbitrarios y transitorios) que determinarán las
prácticas y modos de ser de los sujetos. Entonces, se crean sujetos que se comportan de
acuerdo a dichos discursos, pues estos serán los paradigmas bajo los cuales se organizará su
comprensión del mundo y sus relaciones sociales. Al respecto, los discursos están constituidos
por una serie de procedimientos que establecen las líneas divisorias entre lo admitido y lo
prohibido.
Los discursos surgen en determinados momentos bajo determinadas condiciones históricas, y
no son absolutos, homogéneos; estables o constantes. Por el contrario, son revisados,
reconsiderados, reanudados, etc. y, además, a partir de ellos se pueden construir nuevos
discursos. Por otra parte, los discursos no son neutros, sino que constituyen un lugar donde se
ejercen los poderes, es decir, pone en evidencia las relaciones de poder; no existe discurso sin
poder.
El poder es un concepto clave del pensamiento de Foucault al cual define como “una vasta
tecnología que atraviesa al conjunto de relaciones sociales; una maquinaria que produce
efectos de dominación a partir de un cierto tipo peculiar de estrategias y tácticas específicas”
(Foucault, 1983). El poder circula en el ámbito social y se convierte en actitudes, gestos,
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2. prácticas y produce efectos. Sin embargo, no se encuentra localizado y fijado en el tiempo, no
está nunca en manos ni es propiedad de ciertos individuos, clases o instituciones; el poder es
entendido como una relación que constantemente puede ser cuestionada. Es decir, no ocurre
de una vez y para siempre ya que es una relación de fuerza por lo que en todo momento está
“en proceso de….”, siempre está haciéndose y rehaciéndose.
Toda relación social involucra una forma del ejercicio del poder. En otras palabras, toda
relación humana como, por ejemplo, la relación pedagógica, supone el ejercicio del poder.
Esto es así porque implica la acción de unos sobre otros, la dirección de las voluntades. Desde
este punto de vista, debemos pensar en las relaciones de poder considerando qué fuerzas están
interviniendo, qué elementos y componentes están en juego y, especialmente, cuáles son los
efectos que se producen.
De acuerdo a Foucault (1983), junto a la idea de poder, se halla el concepto de discurso y
ambos se relacionan y configuran un trinomio en conjunción con el saber: el discurso permite
la legitimación del poder y éste institucionaliza al saber (Foucault, 1970). En la relación
poder–saber se construye una política general de verdad, “la cual se encarga de distinguir los
enunciados falsos de los verdaderos, de sancionar los discursos alternativos, y de definir las
técnicas y procedimientos adecuados para la obtención de la verdad que interesa al poder”
(Ceballos Garibay 1994).
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