El documento argumenta que el Congreso ha perdido su función democrática original de representar a los ciudadanos y crear leyes que surgen de sus necesidades e inquietudes. En cambio, las leyes ahora son creadas por individuos en el poder ejecutivo y simplemente aprobadas por el Congreso sin discusión. El documento insta a los ciudadanos a tomar un papel más activo generando propuestas de cambio desde abajo hacia arriba para devolverle al Congreso su propósito democrático.
Prueba de evaluación Geografía e Historia Comunidad de Madrid 4ºESO
El congreso y nosotros
1. El Congreso y nosotros
Por W. Augusto Wayar
augusto_wayar@yahoo.com.ar
El Congreso es un órgano técnico, cuya función principal es hacer las leyes y representar a los
ciudadanos.
Sin embargo, hacer las leyes no significa crearlas.
La creación de normas, la modificación de las ya existentes, o el desuetudo de las mismas, surgen de
los propios ciudadanos, y sus organizaciones sociales.
Nadie mejor que los maestros y la comunidad educativa, para saber cuáles son los problemas de la
educación en sus lugares, y cuáles podrían ser las posibles soluciones. Nadie mejor que los abogados y el
personal judicial, para saber cuáles son los caminos para mejorar el funcionamiento de la justicia. Nadie
mejor que los médicos para saber cuáles son los problemas de la salud, y qué habría que hacer para
mejorarla.
Es el Congreso entonces, quien, en representación de esas personas, analizará las propuestas y la
viabilidad de las mismas; hará un análisis normativo, económico, de valoración, de composición de derechos;
estudiará y elaborará la norma, hará las modificaciones necesarias para generar una ley legítima, eficaz y
eficiente.
Por esta razón, quien cumple el rol de legislador debe ser una persona preparada, que sepa
interpretar las necesidades e inquietudes de sus representados, y obviamente tener conocimiento de ellos.
El Congreso es la esencia misma de la democracia y el sistema republicano, donde el denominado
“pueblo”, gobierna a través de sus representantes.
Sin embargo, en Argentina y en otros países, las cosas no funcionan enteramente de esta manera.
Dijo un reconocido legislador “no puede ser que la oposición nos marque la agenda. Ganamos las
elecciones por el 42% de los votos”, “representamos a la mayoría y debemos respetar a esa mayoría”.
Cuando en realidad, la idea de la democracia y participación republicana es el resguardo de las
minorías.
El ganar una elección, aunque sea por mayoría abrumadora, no da derecho a un reinado por cuatro
años.
2. No obstante ello, las expresiones del legislador no son algo sorprendente, sino que hasta son
aceptadas dogmáticamente.
Es que, desde hace algunos años en nuestro país, las cosas se dan de manera diferente, y los
principios democráticos se ven tergiversados.
Los legisladores crean una ley, y buscan la manera de obtener la mayoría parlamentaria para que se
vote afirmativamente
Quizás por nuestra herencia monárquica y cultura autoritaria, esperamos que venga un hombre a
resolver nuestros problemas, Perón, Alfonsín, Menem.
Y entonces el Congreso queda relegado. El Congreso no representa a los habitantes. Las leyes no
surgen del colectivo ciudadano, no surgen del Cuerpo Legislativo, sino que vienen de la idea una persona,
que se intenta imponer a los demás.
Una persona imagina una reforma judicial por ejemplo, y comienza viendo la manera de lograr su
aprobación en el Congreso. Busca lograr el apoyo de los bloques que integran la Cámara de Senadores o
Diputados, descontando el apoyo del bloque partidario al que pertenece, el cual da por hecho.
El convencimiento de otros bloques no partidarios, puede darse por el intercambio de ideas, la
discusión, las presiones, e incluso los sobornos (los de apariencia legal y los que no la tienen). El objetivo es
lograr la mayoría necesaria para que el proyecto se apruebe.
El resultado, cuando se logra, es generalmente ineficiente por la sencilla razón de que la reforma no
surgió de quienes vivencian el problema y pueden vislumbrar una solución. Es la imposición de una idea,
creada muchas veces en la sola imaginación de quien la pensó.
Con lo cual, el Congreso, perdió su sentido y la funcionalidad democrática con la que fue pensado.
En muchos casos en la Argentina, el Congreso actuó como una Escribanía del Poder Ejecutivo. Se
aprobaron proyectos de ley enviados por el Presidente al cabo de unos pocos días, sin más trámite que la
imposición de la votación mayoritaria.
Así, surgen leyes de modificación del Poder Judicial, sin la participación de las asociaciones de
empleados y funcionarios que pertenecen al sistema judicial (Asociación de Funcionarios, empleados
judiciales, etc.), menos aún de los Colegios de Abogados, que conforman la otra parte del funcionamiento
del sistema judicial.
Surgen leyes de salud sin participación de las organizaciones de médicos y empleados de la salud, y
así sucesivamente.
3. Este tipo de funcionamiento, contrario a la esencia misma del Congreso, ha producido también la
deformación de los partidos políticos y la extinción de las plataformas partidarias, conjuntamente con la idea
de los bloques partidarios.
Vemos ya sin asombro, que ni bien termina una elección, los legisladores se van del bloque al que
pertenecían y pasan otro, o peor aún cambian directamente de partido político. También ocurre, que,
empiezan en un bloque, se pasan a otro, para después volver al de inicio. Bloques de legisladores que
terminan siendo unipersonales. Legisladores que antes eran radicales pasan a ser peronistas o viceversa; o
bien quedan en un intermedio (los Radicales K, por ejemplo)
Esto lleva a pensar que el cambio obedece a una compensación patrimonial; pero aun suponiendo
que no existiera una compensación patrimonial, el cambio es lógicamente posible.
En el transcurso de nuestras vidas cambiamos muchas veces nuestras maneras de ver las cosas (sin
que esos cambios sean influenciados por dinero). Muchas veces (y en la mayoría), obedecen a una
maduración propia de la edad, un conocimiento pleno de cosas que antes no teníamos, etc. Lo cual es
totalmente lógico y hasta necesario.
Pero eso no lo podemos llevar a la práctica si nosotros somos miembros de un Congreso, o
pretendemos ser los representantes de un pensamiento o una idea.
No podemos imponer nuestros cambios de ideas a los demás, cuando somos nosotros los que
debemos sostener la idea de los demás, y reservar nuestro pensamiento para una discusión de base.
Es la base la que debe generar la idea, y no una persona la que impone su idea a la base.
Y así debe ser, toda vez que la mejor idea (y sobre todo en el área social), no surge de la genialidad
de una persona, sino del consenso de la mayoría.
Por esta razón, ya no existen las plataformas políticas de los partidos. No se elaboran; no se discuten;
no se dan a conocer.
Se crean partidos políticos con el solo fin de juntar gente y terminar negociando cargos.
Y como los partidos no elaboran propuestas, plataformas, y nosotros tampoco las generamos,
caemos en nuestra cultura mesiánica y autoritaria.
Políticos argentinos han llegado a la Presidencia al son de “Síganme, no los voy a defraudar”, “Vamos
a hacer la Revolución Productiva”, “Vamos a acabar con la pobreza”. Y todo ello sin plataforma política
alguna.
Nadie sabía cuáles eran las medidas que iban a tomar estos Presidentes cuando ganaran.
Solo confiábamos en que harían lo que prometían, o confiábamos que empezaría un cambio, a
sabiendas incluso, de que lo que predicaban era de imposible complimiento en los cuatro años de sus
mandatos, o en los ocho años eventualmente.
4. Esperamos que nos den la solución, y nos aferramos a una esperanza.
Y aquí nos encontramos, en esta conjunción de partidos sin propuestas, políticos alejados de la
sociedad, y una sociedad que espera la solución.
Es evidente que vamos mal, pero no encontramos la salida.
Esperamos un cambio sin tomar el protagonismo que tenemos, o tal vez canalizándolo de la manera
equivocada.
La misma sociedad ha perdido su conciencia, (si es que alguna vez la tuvo), de ser la gran generadora
de las normas.
Cuando en muchos países los proyectos de ley surgen de los Colegios de Abogados, en nuestro país
no generan ninguno.
Las organizaciones sociales reciben y tratan de adaptar sus funcionamientos a normas impuestas por
el gobierno, sin haber tenido participación en las mismas.
Afortunadamente la tecnología hoy nos permite la participación directa, y contamos con mayor
información y al momento. Sabemos lo que pasa en cualquier punto del país o del mundo.
La pandemia ha puesto al descubierto no solo la realidad que muchas veces se tapaba, sino que nos
ha hecho activos digitales. Sabemos que hacen o dejan de hacer nuestros representantes, donde están y con
quienes están. Y sin dudas, es la mejor manera de ejercer una democracia directa; impensada, en los tiempos
de Aristóteles.
Es el momento oportuno para el intercambio de ideas, la motorización de encuentros, la generación
de normas y el control de nuestros representantes.
Es necesario que desde todos los ámbitos se difunda la idea que las bases son las que deben decidir.
Y cuando decimos bases, estamos hablando de nosotros.
Es necesario tomar conciencia, de que los cambios comienzan por nosotros.
Cada uno en su ámbito de actuación, personal, familiar o laboral, debe proponer los cambios para
que se transformen en leyes.
Hoy sabemos que podemos hacer una convocatoria por internet, y en horas estamos todos en la
calle.
Debemos usar esta herramienta, no solo para salir a la calle, sino para proponer los cambios, aun los
que parezcan nimios.
De esta manera, empezaremos a generar el cambio, y lograremos que dejen de imponernos las cosas.
5. Reuniones que antes nos llevaban días, hoy lo resolvemos por zoom en un segundo.
Y esto es lo que debemos difundir.
No lograremos cambios inmediatos seguramente; pero será el principio. Llevará tiempo sacarnos la
modorra de no pensar cambios, de no proponerlos, de no llevarlos a la práctica. Pero como todo, se trata de
un ejercicio: el “ejercicio republicano”, que es el mejor que la humanidad ha creado hasta ahora.
Entonces, cuando nos preguntemos como cambiar las cosas para lograr los objetivos que todos
proclamamos, miremos que podemos cambiar nosotros en nuestros pequeños ámbitos. Compartámoslos
con los con los demás, y así generaremos una propuesta; una propuesta generada en la base que llegue a
nuestras autoridades, a nuestros representantes, a los que elegimos y les pagamos el sueldo para que
plasmen en una ley nuestras inquietudes y proyectos.
Es la hora de empezar a buscar la solución, y dejar de esperar que la solución nos llegue.
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