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“Residencia Docente en ciclo básico”
Trabajo Práctico nº 1
1.- ¿Qué significa ser un líder?
2.- Según su criterio, ¿Cuáles son las condiciones que una persona debe reunir
para ser líder de un grupo?
3.- Describa los tres estilos de liderazgo que establece Follari.
4.- ¿Qué significa el término grupo de pertenencia?
5.- Según las descripciones de Follari sobre los estilos de liderazgo ¿Cuál cree
usted que es más conveniente de adoptar en el aula?
Desarrollo:
1.- Como resulta obvio de la traducción del vocablo original (en inglés “leader”), se
trata de un “conductor”. Es el que dirige al grupo en una situación determinada. No es,
por lo tanto, alguien que necesariamente deba coincidir con el jefe normal. Para ser líder
de un grupo hay que pertenecer a un grupo determinado.
Durante largo tiempo la literatura en sociología y sicología social se afanó en
tipificar las condiciones de un líder : si debía ser inteligente, sincero, afectuoso, fuerte,
etc. Tal tipo de investigación no llevó a resultado alguno ya que había líderes con las
cualidades más opuestas entre sí.
No hay entonces aquello de alguien que “nació para líder”, sino que se es líder en
relación con un grupo determinado, y más aún, en determinadas situaciones. No siempre
en el grupo permanece la misma persona ejerciendo el liderazgo.
El liderazgo es pues función del contexto.
2.- Las condiciones que debe reunir una persona para ser líder de un grupo, están
íntimamente ligadas con el sentimiento de pertenencia a ése grupo. Es importante
destacar que también su personalidad debe ser lo suficiente madura como para poder
compatibilizar a la vez la cercanía y amistad con los miembros. Asimismo debe demostrar
ser una persona tolerante, flexible, dispuesta a aceptar el disenso, asumiendo una postura
“democrática” al ejercer su liderazgo. Son importantes también cualidades intelectivas y
afectivas, aunque no son determinantes en ciertas situaciones y contextos donde el
“carisma” y la “experiencia” son consideradas al momento de asumir el rol de líder.
Todo buen líder debe ser una persona que motive constantemente al grupo,
valorando los aportes de cada uno de sus miembros, al momento de emprender una tarea
en común, obteniendo así resultados satisfactorios.
Por último es importante mencionar que un líder debe ser una persona “capacitada”
en todos sus aspectos, en tanto apta para asumir tal responsabilidad, demostrando ser
íntegro, comprometido, modesto, humilde, carismático, decidido, y dispuesto a “empatizar
con los demás”, es decir, saber ponerse en el lugar del otro.
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3.- Existen diversos tipos de liderazgos en el manejo de un grupo. Cuando hay una
situación bien definida, el rol puede ejercerse-según la sociología clásica- de manera
autoritaria, laissez- faire o democrática. Estas tres opciones funcionan como “tipos
ideales”, a los cuales la realidad se acerca parcialmente.
No existen perfectos autoritarios ni perfectos democráticos; hay mezclas de
características en cualquier liderazgo. Pero estas categorías bastan para especificar los
rasgos principales en cualquier caso.
En el caso del autoritario, diremos que es el jefe tradicional, punitivo,
impositivo, que no deja hacer sino lo que él ordena expresamente, que no tolera
disidencia ni siquiera comentario a sus órdenes, que insiste en la formalidad de la
disciplina y no en la legitimidad del mando, que sanciona severamente toda desviación,
que no concilia, no consulta, toma las decisiones por sí y ante sí, y asume que el valor de
éstas depende de que él las imparte y no de su racionalidad intrínseca.
Se llamará liderazgo laissez-faire, del dejar hacer, a aquel que aparece
como antípoda del anterior, como una especie de reacción contra aquel y, como toda
reacción, queda prisionera de aquello contra lo cual reacciona. En este tipo de liderazgo
se abandona la función activa de dirección y se mantiene el reconocimiento de ser un
líder, por la aquiesencia o complicidad que con él se tenga para hacer “lo que se quiera”.
De manera que en estos casos se deja hacer, no se pautan las actividades, no se
premian los éxitos ni sancionan las faltas, no se plantea la legitimidad de las normas
porque estas desaparecen de la vista, cada uno puede organizarse a su manera. Esto, -
que a una mentalidad poco avisada pudiera parecerle una forma de permitir libertad a los
miembros de un grupo- implica más bien una especie de abandono del rol.
El liderazgo democrático mantendrá pautas y normas, las señalará, pero
pondrá su legitimidad a discusión con el grupo. Favorecerá la participación, mantendrá
diálogos fluidos, pero no perderá su condición de dirección. Buscará representar la
opinión mayoritaria o persuadir racionalmente, si no coincide con ella. Será ecuánime en
relación a los integrantes del grupo. En fin, tendrá una serie de características ideales,
que pueden sonar demasiado líricas si no recordamos que no nos referimos a persona
alguna, sino a un tipo ideal respecto del cual cualquier persona líder de un grupo pueda
ser comparada.
4.- Los grupos pueden ser, según el grado de formalidad: primarios y secundarios,
y según el lugar relativo de un sujeto a ellos: de pertenencia o de referencia.
El grupo de pertenencia es aquel en que el sujeto está inserto. Para que lo esté
no basta con que él crea que pertenece al grupo, tiene que ser reconocido por los demás
como miembro. El grupo de referencia es aquel que una persona tiene en mente para
actuar de una manera u otra, aquel que le da las pautas de comportamiento, con el que
aspira a identificarse.
Por supuesto pueden coincidir a veces grupo de pertenencia y de referencia de un
determinado sujeto, pero a menudo éstos son diferentes: uno está ubicado en una
posición social pero imagina llegar a estar en otra, “sueña “con otra. Se puede tener a la
vez por parte de un solo sujeto, diversos grupos de referencia y varios de pertenencia,
coincidiendo plenamente, parcialmente o nulamente los primeros con los segundos.
5.- El estilo de liderazgo más conveniente de adoptar en el aula, es sin duda el
“democrático” ya que posibilita pautar con participación y ganar legitimidad, no por la
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imposición sino por la racionalidad de lo propuesto. Permite la participación y la
emergencia de las opiniones del grupo. “Persuade”, no manda. Coordina y conduce
procurando no tener todo el tiempo el protagonismo ni monopolizar la palabra e incluso la
decisión.
Consideramos que el liderazgo democrático, según lo expuesto, es el más indicado
para ser aplicable al ámbito escolar ya que permitirá una educación equitativa y de
calidad, es decir, una educación inclusiva, en tanto tiene el imperativo ético de garantizar
el acceso, la plena participación y el aprendizaje de todos y cada uno de los estudiantes,
independientemente de sus diferencias personales y su procedencia social y cultural. La
inclusión es un proceso orientado a proporcionar una respuesta apropiada a la diversidad
de características y necesidades educativas del alumnado, a incrementar sus niveles de
logro y participación en las experiencias de aprendizaje, así como también en la cultura y
en las comunidades escolares, reduciendo toda forma de discriminación, a fin de
conseguir resultados académicos equiparables. Desde esa perspectiva, la inclusión
representa un impulso fundamental para avanzar hacia una educación de mejor calidad
para todos.
El papel que adoptan los y las líderes democráticas es clave para eliminar las
barreras que generan exclusión, y por ello se considera que tienen un rol fundamental
para conseguir escuelas en donde impere la justicia social. Los directivos son quienes
tienen, en última instancia, el potencial de impedir o favorecer medidas que trabajen a
favor de la inclusión. Por ello, el buen liderazgo requiere de saber potenciar una cultura de
la inclusión para la justicia social partiendo de supuestos, principios, creencias y valores
que se vinculen con la acción pedagógica del centro. De este modo, la inclusión debería
poder expresarse tanto en los lenguajes utilizados, como en el currículum oculto y en los
patrones de acción y actuación de todo el personal de la escuela.
Las Escuelas no son sólo, ambientes pedagógicos; son un ámbito de encuentro de
experiencias y saberes que requiere la sociedad civil para construir una razonabilidad
cada vez más deliberante.
Las Escuelas de Liderazgo Democrático, son un desarrollo más de la construcción
compartida que se ha venido gestando a lo largo de los procesos de construcción de
alternativas para la participación ciudadana.
Se considera que con las Escuelas se trata de alcanzar un nivel más definido del
liderazgo democrático en términos de la sistematización, conceptualización y de las
alternativas de actuación tanto de los agentes sociales, como del fenómeno mismo de
vida ciudadana y de participación.
La meta de la educación debería ser transformar las diferencias en ventajas y
ofrecer a los estudiantes una mayor libertad para "explorar, investigar, e inventar
realidades”, como oposición a aceptar un cuerpo de información universalmente
reconocido. La democracia está mejor servida al ofrecer experiencias en la clase y en el
gobierno de la escuela; esta gente joven mejor equipada se convertirán en miembros
activos de una sociedad democrática. Parte de su preparación se basa en el
entendimiento de la importancia del equilibrio entre las necesidades de la comunidad y
libertad individual.
Es importante tener en cuenta que ninguna persona, ni siquiera el director puede
llevar a cabo cualquier modelo de dirección de base escolar sin el apoyo ni el compromiso
de otros miembros de la organización. Por otra parte, también tenemos que reconocer
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que habrá miembros de cualquier centro educativo que se sientan insatisfechos con el
status quo y por consiguiente, deseen una “voz” más importante en la determinación de
nuevas políticas y prácticas. Esta situación típica hace una llamada a la dirección que
puede encontrar una solución aceptable a través de varios y frecuentes sistemas de
valores conflictivos que cualquier proposición de cambio renueva. La dirección como un
proceso democrático ofrece una aproximación plausible para reconciliar las diferencias y
dan una imagen de dirección frecuentemente olvidada en las organizaciones escolares.
Por último es importante destacar que la elección del liderazgo democrático en el
aula responde al hecho de que los centros educativos están en posición de ser una fuerza
social positiva en la reconstrucción de los valores democráticos y en el sentido de
comunidad. Nuestras escuelas y los líderes de ellas tienen la responsabilidad de preparar
ciudadanos para una sociedad democrática no sólo de palabra sino con hechos.