1. Se ha abierto la veda. Del “deberían que trabajar más y cobrar menos” al “todo
funcionario debería cobrar por objetivos y sin seguridad en su puesto” va un paso. Un
paso más en la carrera alocada hacia la sinrazón o quizás en una senda premeditada y
finamente diseñada, hacia un mundo sin ningún tipo de limitaciones.
Bien y si vamos hacia esto último podríamos plantearnos nuevas cuestiones y
resucitar otras, que parecían ya enterradas con el comunismo. Entre los nuevos
resurgires podría estar el papel de la propiedad privada en un mundo global, entre otras.
Y las nuevas propuestas podrían ir en la línea siguiente; contrato de empresarios y
alquiler de la propiedad.
La sociedad ha reservado la propiedad privada a una posición intocable en un
entorno en permanente cambio y en el que todo se cuestiona. Parece adecuado
cuestionarse todo, por lo que el “blindaje” de cualquier cuestión parece incoherente.
Todo el desarrollo legislativo y normativo en el que se basa la sociedad de consumo se
apoya en un principio estático y trasnochado, que permite la acumulación de riqueza
hasta el infinito por encima de leyes universales de igualdad, solidaridad y derechos
humanos básicos. No se pone en tela de juicio, dicho principio de propiedad ni siquiera
en el caso de controversia con dichos principios universales.
También se habla de la productividad como bien sagrado y en aras a la misma se
proponen temas que recortan claramente los derechos adquiridos. ¿Por qué se mantiene
la propiedad privada y no los derechos conquistados?
En pos de dicha productividad, entendida como bien supremo se podría plantear
despedir a un empresario de su empresa si su gestión es poco eficiente. No tiene por que
ser el estado, el mismo gremio patronal podría establecer normas en tal sentido. Y ¿Por
qué no, al igual que se alquilan terrenos para construir hospitales o vivienda para vivir,
alquilar derechos de propiedad empresarial que vayan unidos a la misma constitución de
la sociedad y a los objetivos desarrollados en la misma; el empresario podría ganar
dinero durante un plazo de tiempo limitado, poner la sociedad en valor y luego
devolverla a la sociedad gestora (gremio o similar), para que en base a su nuevo valor
fuera alquilada al nuevo precio de mercado.
¿Por qué los mercados, sus adláteres (políticos, economistas,…) y algunos
empresarios se obstinan en propalar la falacia de que la productividad depende solo de
los costes laborales, sin mencionar el poder estratégico empresarial y el poder fáctico de
los mercados?
¿No será que lo que realmente se pretende es desviar la atención para dejar de
fijarnos en los verdaderos artífices de todo este lío; los financieros y su ruinoso mercado
sin normas?
Pepe Chuvieco, octubre de 2010
Profesor e ingeniero