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EL ASCENSO DE LA INSIGNIFICANCIA.
Combatir las desigualdades a ras de piso
El título de esta ponencia deriva de una entrevista que se le hiciera a Cornelius
Castoriadis en 1993, en la que él, alude a esa corriente social-histórica que parece
se ha apoderado del mundo y todo vuelve insignificante, que viene de siglos atrás,
y consiste en vaciar de espiritualidad a nuestras acciones, de anteponer lo
superfluo a lo que debe tener sentido, que tiende al consumismo, y en todos los
órdenes a lo fácil, a la simplicidad, al dinero, al culto de los cachivaches y no al
desarrollo de los seres humanos.
Esta corriente se filtra en las escuelas (y en todo espacio social), a través de
políticas que derivan concretamente del mercado, de esa unión demoniaca entre
malos empresarios y clase política ingrata, que paulatina y subrepticiamente se
incorpora en los habitus de muchos docentes.
La mal llamada reforma educativa pretendió -dejen decirlo en pasado- crear una
representación colectiva y social, de que al campo educativo, por primera vez, se
le beneficiaba con mecanismos para resolver problemas añejos, que, según sus
impulsores beneficiarían a dicho campo. La apuesta social del 1 de julio del
presente año, desnudó y sigue desnudando la ilusión que se construyó con
palabras huecas como calidad, competencia, idoneidad, perfil deseable, etc. Tal
mundo Anuñado afortunadamente no se concretó; hay que decirlo: el pueblo es
sabio, votó por un verdadero cambio y sin quererlo tal vez, dejó en evidencia la
aspiración del imaginario mercantil que se asocia a la corriente que pondera la
insignificancia. (Esta suma de voluntades que -sin pretender- revela fantasías,
bien vale llamarla: sabiduría popular).
Este mundo idílico y fantasioso que estimulan los pregoneros de “la calidad y la
competencia” contrasta con el mundo real, revelado desde un punto de vista de la
sociología que estudia la pobreza y la desigualdad social desde la escuela.
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Los estudios vinculados a pobreza y desigualdad social desde la escuela señalan
cómo esta institución (la escuela) reproduce las desigualdades sociales en lugar
de acortarlas o combatirlas y cómo también las políticas y programas “sociales”
que derivan sobre todo de gobiernos neoliberales, refuerzan estas desigualdades.
Ante esta grave circunstancia reflexionada, se avizora una esperanza, la
coyuntura política alberga la posibilidad que desde el gobierno legítimo se acorten
las enormes brechas y se combatan las desigualdades sociales y educativas (tal
como lo expresa la visión de bienestar de Maria Luisa Albores quien encabezará la
Secretaría del Bienestar en nuestro país desde nuestro estado (Oaxaca), en este
sentido, todos los agentes educativos: padres de familia, estudiantes, autoridades
y docentes debemos respaldar la línea social que subyace en este gobierno nuevo
y nuevo gobierno, impulsando desde las escuelas programas en consonancia con
tal política; al grado de acortar las diferencias y en un mundo de lo posible:
desaparecerlas.
En lugar de estar pensando –quiero decir entretenidos, ocioseando-- en apilar
evidencias “de aprendizaje”, electronizarlas y subirlas a una plataforma donde
expertos resolverán las condiciones de nuestra permanencia, reinserción, nuestra
baja, o nuestra profesionalización, (por lo pronto), enfocarnos en reconocer las
desigualdades que privan en nuestros alumnos no sólo en materia de aprendizaje,
que ese es un efecto, sino en los factores que refuerzan sus desigualdades y que
amenazan con eternizar éstas. Expulsar de nuestros esquemas mentales la falsa
idea de que los alumnos llegan y caminan en igualdad de oportunidades en el
grupo y en la escuela, y que las diferencias que se suscitan en la construcción de
sus aprendizajes y obtención de notas se deben exclusivamente a “sus talentos”.
Tal idea, cobertura el ambiente escolar (componentes –administración, gestión;
cultura- y estructura) para reproducir la desigualdad social y educativa.
Voy a poner un ejemplo de como las desigualdades tocan a la puerta de las
instituciones y como un docente puede seguir reproduciéndolas o en su caso
combatirlas. Dicho ejemplo, se inscribe en el nivel formadores de docentes, mas,
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en otros niveles educativos se manifiestan de otras maneras, pero manteniendo el
núcleo de los efectos.
…
Hace unos días me correspondió revisar planificación de mis estudiantes pues se
aproximaban tres semanas de prácticas… los estudiantes observaron que sólo
tenían 4 días para leer, informarse acerca de sus contenidos, organizar sus
actividades didácticas, confeccionar sus recursos, etc., me contactaron el
miércoles y, solícitos, negociaron les revisara y autorizara sus planificaciones el
domingo, accedí, pues en el fondo lo que pedían era tener más días para
planificar… llego el día acordado y al estar revisándoles tales planificaciones, una
alumna se comunica por teléfono conmigo para ver si podía un compañero suyo
presentar sus planificaciones y yo se las firmase, respondí “no”, pero le pregunté
“¿por qué hasta ahora esta solicitud?”, respondió que trabajaba en domingo, al
rectificar el “no” y decirle que no había problema, que se las autorizaba en el
camino de su intervención pedagógica, se sinceró y expresó “ok. Maestro, no es
cierto, lo que ocurre es que no tengo para mi pasaje”. En ese mismo instante otro
alumno expresó “profe, yo trabajo en un bar de 8:00 p.m. a 1:00 a.m. y aquí están
mis planeaciones…”, “si profe (expresó otra compañera alumna), yo vengo
viajando de Ixhuatán, y no se vale que otros más cerca y no vengan…”. Terminé
los justos reclamos con la frase “afortunadamente terminaron sus trabajos y
pudieron llegar, y eso debe valer mucho para ustedes”.
De asumir una actitud inexorable ante la solicitud de la alumna que no pudo llegar
el domingo, y no autorizarle intervención pedagógica en la primaria… las secuelas
de esta decisión vendrían en cascada, que sin desearlo, desembocarían en
ensanchar de alguna forma en desigualdades sociales, simbólicas, económicas,
etc.
…
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En este sentido, la propuesta en concreto es: que en alguna rendija del Proyecto
Educativo de Nación aspire desde las prácticas cotidianas del docente, superar
las desigualdes sociales, económicas, políticas, simbólicas y culturales.
Este planteamiento deriva de la tradición sociológica que considera que los
cambios y transformaciones sociales y educativas, pasan indudablemente por las
estrategias que los agentes (en este caso del campo educativo) ponen en juego
cotidianamente, y que éstas tanto pueden reproducir y eternizar las desigualdades
como pueden superarlas, luego, no son las entidades abstractas plasmadas en un
papel, las que necesariamente definen el rumbo de las sociedades, éstas orientan
pero no determinan.
Se entiende que un Proyecto de Nación se expresa en un papel con líneas muy
generales y abarcativas, de las que se vislumbran cosmovisiones, filosofías,
aspiraciones y posibilidades, a su vez éstas, se transfieren en normativas e
instituciones que coadyuvan a concretar en hechos, aquellas. Sin embargo,
entendido así el Proyecto Educativo de Nación, sin hacer alusión a las prácticas
de quienes le dan vida y la posibilitan en el escenario de lo real, se corre el riesgo
de convertirlo en una confección simpática de buenas intenciones, y, recordemos
que el camino al infierno está construido de buenas y seductoras intenciones.
Las grandes transformaciones educativas se dan;
Sí, con la oportunidad que brindan las coyunturas políticas,
Sí, con buenas ideas y proyectos,
pero sobretodo, con la transformación de nuestras prácticas cotidianas.
Los agentes educativos: padres de familia, alumnos, autoridades y maestros,
diariamente tomamos decisiones y establecemos relaciones, decisiones que
pueden contribuir a acortar o a ensanchar las desigualdades. Urge pues voltear la
mirada al escenario, al terreno de lo físico, a ras de piso. En este sentido, de
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sugerir programas que incentiven la formación profesional de los docentes u otros
agentes educativos en el marco del Proyecto Educativo Nacional en construcción;
si por alguna razón son selectivos, por lo pronto, que tengan como criterio
favorecer a quienes desde sus acciones pugnan no por una educación de calidad
sino calidez, no por apilar evidencias “de aprendizaje” sino evidencias de cómo se
apoyó al alumno a obtener tales evidencias, es decir, las prácticas, las acciones,
las decisiones que las hicieron posible,. Así, la formación profesional del docente
se valorará desde el compromiso ético, no desde lo meritocrático, o desde los
falsos títulos o credenciales, que hoy en día, con la corriente socio-histórica del
ascenso de la insignificancia, estos se dan al por mayor, simplemente hay que
pagar.
…
Quiero concluir que el ejemplo empírico que conlleva la presente, es real y bien
puede generar polémica, más no pretende ser paradigmático de como portarse o
conducirse ante este tipo de situaciones, sino de enfatizar que, si la condición del
trabajo de la docencia es tomar a diario decisiones y compartir relaciones; que
pueden reproducir las desigualdades sociales o acortarlas, no puede en un
Proyecto Nacional Educativo dejar de ser objeto de análisis y discusión tal
condición y, eventualmente derivar propuestas desde ese lugar.
Vamos, pues, hacia la cuarta transformación.
Prof. David Rosado Desales.
Cd.Ixtepec, Oax., 29 de septiembre del 2018.
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