1. Reflexión
La realidad de las aulas en la actualidad, dista mucho del ideal con el que se han
pensado las escuelas modernas.
Si bien es cierto que desde los ministerios estatales hay una exigencia para realizar
el cambio, al mismo tiempo, los recursos necesarios no siempre llegan a las escuelas.
En simultáneo, las capacitaciones necesarias para los docentes (sobrecargados de
tareas, con bajos salarios y una falta de reconocimiento social, lo que genera desgano y
falta de interés) son en horarios extra-laborales y a veces no están bien dictadas.
Si bien el docente como actor social asume un compromiso ante su labor diaria, su
área de confort no siempre está rodeada de “modernidad”. Su seguridad se basa en clases
tradicionales, por lo que le es indiferente la utilización de recursos tecnológicos y TICS.
Siempre existe la posibilidad de cambio, pero desde todas las perspectivas:
ministerio, escuela y docentes.
El compromiso es de todos, el ministerio debe enviar en tiempo y forma los
recursos necesarios para realizar las capacitaciones. A su vez, las capacitaciones deben ser
flexibles y profundas, para que todos los docentes puedan aprender a usar las TICS a su
ritmo y según sus capacidades, para que sienta comodidad y seguridad a la hora de
aplicarlas en el aula.
La escuela como institución debe contener a los docentes en su transición hacia la
incorporación de las TICS en las aulas, brindándoles confianza y apoyo en las decisiones y
elecciones que haga. Y coordinando los horarios de sus capacitaciones en espacios que no
generen sobrecargo de horas laborales.
Los docentes, por su parte deben “abrir sus mentes” a las nuevas tecnologías para
volver a conquistar la atención de sus alumnos, y sobre todo para evitar el aburrimiento y
la monotonía de sus clases que provocan desgano y desgaste de su labor docente.
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