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430
poso en cama, que en un principio fue eficaz, al
resolverse la clínica oculomotora y evidenciarse
en una punción lumbar de control una presión
de apertura de 90 mmH2O. Dos semanas des-
pués, reapareció la clínica ocular con ptosis casi
completa del ojo izquierdo, presentando en di-
cha ocasión una presión licuoral de 30 mmH2O.
Ante la ausencia de respuesta mantenida con
medidas conservadoras se decidió un trata-
miento con parche de coágulo autólogo epidural
(20 mL de sangre autóloga), que cursó con ali-
vio sintomático inmediato, desapareciendo la
disfunción oculomotora de manera completa
(Fig. 1b).
Durante el seguimiento llevado a cabo al
alta hospitalaria, el paciente no ha vuelto a pre-
sentar reaparición de la citada clínica neuroló-
gica. Una RM cerebral a los seis años demuestra
la ausencia completa de signos patológicos en
relación con la hipotensión licuoral.
El síndrome de hipotensión licuoral se asocia
con frecuencia a alteraciones visuales tales como
visión borrosa, alteraciones campimétricas, nis-
tagmo o diplopía secundaria a oftalmoparesia
[2,6]. Esta última tiene lugar en el 30-35% de
los casos, principalmente por afectación del
nervio abducens, aunque en un pequeño nú-
mero de casos el nervio craneal responsable es
el oculomotor común (el 14% según Zada et al
[6]), como puede ocurrir en nuestro caso, o el
troclear (7%) [6].
El mecanismo por el que ocurren los sínto-
mas neurooftalmológicos no es del todo cono-
cido, pero se asume que se debe a un mecanis-
mo hidrodinámico. La disminución de volumen
del LCR produce cambios anatómicos intracra-
neales con un desplazamiento cerebral rostro-
caudal, por lo que se cree que aumenta el ries-
go de tracción de determinadas estructuras in-
tracraneales tales como los senos venosos y los
nervios craneales [7] y puede dar lugar a los
síntomas previamente descritos. Otra teoría no
excluyente es la ley de Monroe-Kellie, según la
cual el volumen intracraneal, formado por el
cerebro, el LCR y la sangre, es constante. Al dis-
minuir el volumen del LCR, aumenta el compo-
nente vascular y da lugar a congestión y dilata-
ción venosa intracraneal [5,8], lo que explica
muchas de las alteraciones típicas en la neuro-
imagen (paquimeningitis, efusiones subdurales
o congestión hipofisaria) y podría favorecer el pa­
so de células y proteínas al espacio subaracnoi-
deo [7,8], como ocurre en nuestro paciente.
El carácter fluctuante de la clínica oculomo-
tora podría relacionarse con los cambios de vo-
lumen del LCR a lo largo del tiempo, como se
demuestra en el estudio practicado en nuestro
paciente y la consecuente variación en la trac-
ción de las estructuras nerviosas y la congestión
vascular.
El tratamiento con medidas conservadoras
no siempre es eficaz. En estos pacientes, está
indicada la aplicación de un parche epidural de
sangre autóloga, que cursa con una respuesta
clínica eficaz estimada hasta en el 90% de los
pacientes según las series [1,2,6,7]. El alivio sin-
tomático suele ser inmediato y tiene lugar la
resolución de la clínica en menos de 24 horas
tras el tratamiento en la mayoría de los sujetos
[1,2,7].
Hay pocos casos descritos en la bibliografía
de neuropatía del III nervio craneal como conse-
cuencia de un síndrome de hipotensión licuoral
espontánea [4,9-13]. Este caso contribuye a en-
riquecer el espectro de presentación clínico de
dicho síndrome, que si se sospecha y se trata de
modo correcto suele presentar una evolución
muy favorable (resolución de la clínica neuroof-
talmológica en el 98% según Zada et al [6]).
Bibliografía
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Riva M. Transient oculomotor cranial nerves palsy in
spontaneous intracranial hypotension. J Neurosurg
Sci 1998; 42: 177-9.
Neuralgia occipital secundaria
a vasculitis de la arteria occipital.
Diagnóstico mediante dúplex color
Jorge García-García, Eva Fernández-Díaz, Elena
Palazón-García, Óscar Ayo-Martín, Tomás Segura
Servicio de Neurología. Complejo Hospitalario Universitario
de Albacete. Albacete, España.
Correspondencia: Dr. Jorge García García. Servicio de
Neurología. Hospital General Universitario de Albacete.
Hermanos Falcó, 37. E-02006 Albacete.
E-mail: jggpillarno@hotmail.com
Aceptado tras revisión externa: 16.12.13.
Cómo citar este artículo: García-García J, Fernández-Díaz E,
Palazón-García E, Ayo-Martín O, Segura T. Neuralgia occipital
secundaria a vasculitis de la arteria occipital. Diagnóstico
mediante dúplex color. Rev Neurol 2014; 58: 430-2.
© 2014 Revista de Neurología
La arteritis de células gigantes (ACG) es la vas-
culitis más frecuente en los adultos. Se trata de
una panarteritis granulomatosa que afecta a
vasos de mediano y gran calibre y de manera
característica a la arteria temporal. La ACG pue-
de dar lugar a complicaciones vasculares graves
como ceguera o ictus isquémicos, que sólo se
pueden prevenir con un diagnóstico precoz y la
administración inmediata de corticoides [1]. El
diagnóstico de esta vasculitis se basa en los cri-
terios del Colegio Americano de Reumatologia
que incluyen signos y síntomas propios de la en-
fermedad (cefalea y dolor a la palpación en la
arteria temporal), datos de laboratorio (veloci-
dad de sedimentación globular, VSG > 50 mm/h),
edad superior a los 50 años y alteraciones his-
tológicas características en la biopsia de arteria
temporal [2].
En los últimos años, se ha investigado la uti-
lidad en el diagnóstico de la ACG de distintas
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Correspondencia
431
técnicas de imagen que permitan identificar la
inflamación de la pared vascular [3]. Varios tra-
bajos, incluidos distintos metaanálisis [4], han
mostrado la rentabilidad de la ecografía dúplex
en modo color en el diagnóstico de esta vascu­
litis, siendo el marcador ecográfico más sensi-
ble es el denominado ‘signo del halo’ [5]. Este
último consiste en un área hipoecoica y concén-
trica alrededor de la luz de la arteria inflamada
y traduce la existencia de edema en la pared de
las arterias afectadas por el proceso vasculítico.
Este signo fue descrito inicialmente en la arteria
temporal y con posterioridad en otras arterias
que pueden verse afectadas por la ACG como la
arteria occipital, vertebral o axilar [6].
Además de los casos en los que están pre-
sentes los síntomas clásicos de la ACG como ce-
falea temporal de inicio reciente con o sin clau-
dicación mandibular, la ecografía puede ser de
gran ayuda en aquellos casos de presentación
atípica. Por ejemplo, el estudio ultrasonográfi-
co se ha mostrado como una herramienta útil
en casos de ACG cuyo síntoma inicial ha sido
una cefalea explosiva mediante la demostraci-
ón del signo del halo en ambas arterias tempo-
rales [7] o cuando la primera manifestación ha
consistido en un ictus isquémico de territorio
posterior por afectación vasculítica de la arteria
vertebral [8].
Presentamos dos casos de ACG cuyo sínto-
ma inicial fue dolor occipital por vasculitis de la
arteria occipital y donde la práctica del estudio
ecográfico resultó crucial para establecer el
diagnóstico.
Caso 1. Mujer de 78 años que consulta por dolor
occipital bilateral de intensidad moderada de
tres meses de evolución. El dolor era opresivo,
continuo y con exacerbaciones nocturnas. En la
exploración, se objetivaba hipersensibilidad a
la palpación en la región occipital. La paciente
fue diagnosticada de neuralgia occipital y trata-
da con bloqueo anestésico local (mezcla 1 a 1 de
mepivacaína 2% y bupivacaína 5%, inyectando
2 cm3). Sin embargo, transcurrido un mes, la
paciente acudió de nuevo a la consulta sin refe-
rir mejoría e incluso con el dolor occipital más
intenso. En esta ocasión, se pautó tratamiento
con gabapentina y antiinflamatorios no esteroi-
deos. A las tres semanas, la paciente acudió al
servicio de urgencias por amaurosis fugaz dere-
cha acompañada de intensa cefalea temporal
bilateral. Se practicó una TC craneal que fue
normal y se objetivó en la exploración endureci-
miento y ausencia de pulso en la arteria tempo-
ral derecha. La paciente fue valorada por el
neurólogo de guardia que, tras realizar un estu-
dio ultrasonográfico que incluía ambas arterias,
la occipital y la temporal, estableció el diagnós-
tico de ACG tras objetivar la existencia del signo
del halo en dichas arterias (Figs. a y b). Se inició
un tratamiento con corticoides por vía oral y se
confirmó el diagnóstico a las 48 horas tras prac-
ticar una biopsia de la arteria temporal dere-
cha. El valor de la VSG fue de 24 mm/h.
Caso 2. Mujer de 82 años que presentaba cefa-
lea occipital izquierda de un mes de evolución.
El dolor era continuo y la paciente refería sensa-
ción de acorchamiento en esa zona. En la ex-
ploración, destacaba dolor a la palpación en el
punto de Arnold. Se estableció el diagnóstico
de neuralgia occipital y se administró bloqueo
anestésico subcutáneo. Sin embargo, la pacien-
te acudió al servicio de urgencias a las cinco se-
manas refiriendo dolor creciente que interfería
con sus actividades. Ante la falta de respuesta
al tratamiento anestésico convencional, se prac-
ticó un estudio ecográfico que mostró signo del
halo en la arteria occipital izquierda (Fig. c), así
como en la arteria temporal derecha, que apo-
yaba el diagnóstico de ACG. Se inició tratamien-
to con corticoides y se confirmó el diagnóstico
mediante una biopsia de dicha arteria tempo-
ral. La determinación de la VSG en el área de
urgencias fue de 35 mm/h. A los tres meses, se
repitió el estudio ecográfico y se objetivó la des-
aparición del halo hipoecoico en la arteria occi-
pital (Fig. d), en ese momento se comenzó una
pauta descendente de corticoides.
Aunque es poco frecuente, la cefalea o neural-
gia occipital secundaria a vasculitis de la arteria
occipital puede ser la manifestación inicial en
un paciente con ACG [9,10]. En estos casos, el
dolor y la hipersensibilidad al tacto sobre la re-
gión occipital son causados por la inflamación
de la arteria occipital, que discurre paralela al
nervio occipital mayor, lo que hace que estos
síntomas se atribuyan de manera errónea a
una afectación local de dicho nervio.
Cuando la neuralgia o cefalea occipital se
presenta de modo aislado, sin otros síntomas
sugerentes de ACG como cefalea temporal o
claudicación mandibular, el diagnóstico de esta
vasculitis es un auténtico reto. De hecho, en es-
tos casos de presentación atípica, los criterios
diagnósticos de la ACG del Colegio Americano
de Reumatologia son poco o nada sensibles [2].
Esta situación puede provocar una demora en
Figura. Imágenes mediante ecografía en modo B color: a) Corte longitudinal de arteria occipital izquierda donde se
observa un área hipoecoica alrededor de la luz del vaso (signo del halo delimitado por flechas blancas); b) Corte
transversal de la arteria temporal derecha donde se observa el signo del halo (flechas); c) Corte longitudinal donde se
observa el signo del halo en la arteria occipital izquierda previo al tratamiento con corticoides; d) Corte longitudinal
donde se observa resolución del signo del halo tras el tratamiento con corticoides.
a b
c d
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Correspondencia
432
el diagnóstico con la posibilidad de aparición de
las temibles complicaciones vasculares de la ACG,
como ocurrió en nuestro primer caso. Por tan-
to, es importante disponer de una prueba com-
plementaria que facilite el diagnóstico de ACG
cuando el clínico sospeche la posibilidad de una
vasculitis de la arteria occipital como causante
de una neuralgia o cefalea occipital.
La neuralgia occipital se define como un do-
lor paroxístico, con sin dolor continuo intercri-
sis, en el territorio de cualquiera de los tres ner-
vios occipitales [11]. Lo más habitual es que esta
neuralgia en el anciano sea idiopática favoreci-
da por el trayecto subcutáneo de dichos ner-
vios, que los hace más susceptibles a la irrita-
ción o traumatismos. De este modo, el diagnós-
tico inicial en nuestros pacientes fue de neural-
gia occipital, aunque a posteriori pudiese com-
probarse la ausencia de alivio del dolor tras el
bloqueo anestésico del nervio. La respuesta al
tratamiento local es necesaria para poder esta-
blecer el diagnóstico de neuralgia occipital se-
gún los criterios actuales de la clasificación in-
ternacional de cefaleas [12]; por lo tanto, esta
falta de respuesta puede considerarse un pri-
mer síntoma de alarma que sugiera la existen-
cia de una causa subyacente que justifique la
neuralgia occipital.
Schmidt et al fueron los primeros en la utili-
zación del eco-Doppler en pacientes con sospe-
cha de ACG [5]. Ellos describieron el denomina-
do signo del halo en la arteria temporal como
muy específico de esta vasculitis sistémica. Este
dato se ha confirmado con la publicación poste-
rior de múltiples artículos, entre ellos un meta-
análisis que recogía mas de 2.000 pacientes,
mostrando el estudio ultrasonográfico de la ar-
teria temporal una sensibilidad del 88% y una
especificidad del 78% frente a la biopsia de esa
artería [4]. Con el paso de los años y el perfec-
cionamiento de la técnica, se ha objetivado que
es posible encontrar el signo del halo en otras
arterias afectadas por el proceso inflamatorio.
Pfandenhauer et al establecieron en el caso del
estudio ultrasonográfico de la arteria occipital
una sensibilidad y especificidad para el diagnós-
tico de la ACG del 75% cuando se llevaba a cabo
un estudio ecográfico combinado con la arteria
temporal en pacientes cuyo síntoma inicial pre-
dominante era cefalea o neuralgia occipital
[13]. Además, una ventaja adicional de la eco-
grafía es que permite supervisar la respuesta al
tratamiento corticoideo mediante la constata-
ción de la resolución del signo del halo; este
control se lleva a cabo habitualmente en la ar-
teria temporal [14]. En nuestro segundo caso,
se pudo constatar la normalización del flujo y la
desaparición del halo hipoecoico en la arteria
occipital, dato que es de utilidad para iniciar el
descenso en la pauta de corticoides.
Por lo tanto, y teniendo en cuenta que la
mayoría de neuralgias occipitales son idiopáti-
cas, la cuestión a resolver es cuándo debemos
plantearnos hacer un estudio ecográfico de la
arteria occipital en un paciente con una cefalea
o neuralgia occipital. Como hemos comentado,
uno de los síntomas de alarma puede ser la per-
sistencia del dolor o su carácter progresivo a pe-
sar de la infiltración del nervio. Por otro lado,
dado que la elevación de la VSG constituye uno
de los datos clave en el diagnóstico de la ACG,
también podríamos plantearnos emprender el
estudio ultrasonográfico cuando la VSG fuese
superior a 50 mm/h. Sin embargo, en una serie
publicada de ocho pacientes con ACG en los que
el síntoma inicial predominante fue una cefalea
occipital, en seis de ellos la VSG fue normal
[10]. Por lo tanto, aunque un valor elevado de
la VSG puede sugerir una causa subyacente, un
valor normal de este reactante de fase aguda
nunca puede excluir el diagnóstico de una vas-
culitis de la arteria occipital ni ser el condicio-
nante que guíe el estudio ecográfico. Este dato
coincide con nuestra experiencia y es el valor de
VSG normal en ambos pacientes en el momen-
to del diagnóstico.
En conclusión, el signo del halo, marcador eco-
gráfico de la ACG, no es exclusivo de la arteria
temporal y puede aparecer en otras arterias
como la arteria occipital. Esta vasculitis sistémi-
ca debe considerarse en el diagnóstico diferen-
cial de la cefalea o neuralgia occipital en el an-
ciano, especialmente en aquellos casos refrac-
tarios sin respuesta al bloqueo anestésico local.
En estos casos, puede ser especialmente útil en
el diagnóstico de la ACG y la ecografía en modo
color mediante la demostración del signo del
halo en la arteria occipital y en al arteria tem-
poral que apoye el diagnóstico de esta vasculi-
tis sistémica.
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cell arteritis. Clin Exp Rheumatol 2002; 30 (Suppl 1):
S34-8.

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  • 1. www.neurologia.com  Rev Neurol 2014; 58 (9) Correspondencia 430 poso en cama, que en un principio fue eficaz, al resolverse la clínica oculomotora y evidenciarse en una punción lumbar de control una presión de apertura de 90 mmH2O. Dos semanas des- pués, reapareció la clínica ocular con ptosis casi completa del ojo izquierdo, presentando en di- cha ocasión una presión licuoral de 30 mmH2O. Ante la ausencia de respuesta mantenida con medidas conservadoras se decidió un trata- miento con parche de coágulo autólogo epidural (20 mL de sangre autóloga), que cursó con ali- vio sintomático inmediato, desapareciendo la disfunción oculomotora de manera completa (Fig. 1b). Durante el seguimiento llevado a cabo al alta hospitalaria, el paciente no ha vuelto a pre- sentar reaparición de la citada clínica neuroló- gica. Una RM cerebral a los seis años demuestra la ausencia completa de signos patológicos en relación con la hipotensión licuoral. El síndrome de hipotensión licuoral se asocia con frecuencia a alteraciones visuales tales como visión borrosa, alteraciones campimétricas, nis- tagmo o diplopía secundaria a oftalmoparesia [2,6]. Esta última tiene lugar en el 30-35% de los casos, principalmente por afectación del nervio abducens, aunque en un pequeño nú- mero de casos el nervio craneal responsable es el oculomotor común (el 14% según Zada et al [6]), como puede ocurrir en nuestro caso, o el troclear (7%) [6]. El mecanismo por el que ocurren los sínto- mas neurooftalmológicos no es del todo cono- cido, pero se asume que se debe a un mecanis- mo hidrodinámico. La disminución de volumen del LCR produce cambios anatómicos intracra- neales con un desplazamiento cerebral rostro- caudal, por lo que se cree que aumenta el ries- go de tracción de determinadas estructuras in- tracraneales tales como los senos venosos y los nervios craneales [7] y puede dar lugar a los síntomas previamente descritos. Otra teoría no excluyente es la ley de Monroe-Kellie, según la cual el volumen intracraneal, formado por el cerebro, el LCR y la sangre, es constante. Al dis- minuir el volumen del LCR, aumenta el compo- nente vascular y da lugar a congestión y dilata- ción venosa intracraneal [5,8], lo que explica muchas de las alteraciones típicas en la neuro- imagen (paquimeningitis, efusiones subdurales o congestión hipofisaria) y podría favorecer el pa­ so de células y proteínas al espacio subaracnoi- deo [7,8], como ocurre en nuestro paciente. El carácter fluctuante de la clínica oculomo- tora podría relacionarse con los cambios de vo- lumen del LCR a lo largo del tiempo, como se demuestra en el estudio practicado en nuestro paciente y la consecuente variación en la trac- ción de las estructuras nerviosas y la congestión vascular. El tratamiento con medidas conservadoras no siempre es eficaz. En estos pacientes, está indicada la aplicación de un parche epidural de sangre autóloga, que cursa con una respuesta clínica eficaz estimada hasta en el 90% de los pacientes según las series [1,2,6,7]. El alivio sin- tomático suele ser inmediato y tiene lugar la resolución de la clínica en menos de 24 horas tras el tratamiento en la mayoría de los sujetos [1,2,7]. Hay pocos casos descritos en la bibliografía de neuropatía del III nervio craneal como conse- cuencia de un síndrome de hipotensión licuoral espontánea [4,9-13]. Este caso contribuye a en- riquecer el espectro de presentación clínico de dicho síndrome, que si se sospecha y se trata de modo correcto suele presentar una evolución muy favorable (resolución de la clínica neuroof- talmológica en el 98% según Zada et al [6]). Bibliografía 1. O’Brien M, O’Keeffe D, Hutchinson M, Tubridy N. Spontaneous intracranial hypotension: case reports and literature review. Ir J Med Sci 2012; 181: 171-7. 2. Schievink WI. Spontaneous spinal cerebrospinal fluid leaks and intracranial hypotension. JAMA 2006; 295: 2286-96. 3. Schaltenbrand G. Neuere anschauungen zur pathophysiologie der liquorzirkunation. Zentralbl Neurochir 1938; 3: 290-300. 4. Cánovas AA, San Millán JM, López ME, Vallejo JM. Neuropatía de tercer par craneal secundaria a síndrome de hipotensión intracraneal. Neurología 2008; 23: 462-5. 5. Haritanti A, Karacostas D, Drevelengas A, Kanellopoulus V, Papaskevopoulou E, Lefkopoulos A, et al. Spontaneous intracranial hypotension. Clinical and neuroimaging findings in six cases with literature review. Eur J Radiol 2009; 69: 253-9. 6. Zada G, Solomon TC, Giannotta SL. A review of ocular manifestations in intracranial hypotension. Neurosurg Focus 2007; 23: E8. 7. Syed NA, Mirza FA, Pabaney AH, Hassan R. Pathophysiology and management of spontaneous intracranial hypotension. A review. J Pak Med Assoc 2012; 62: 51-5. 8. Mokri B. The Monroe-Kellie hypothesis: applications in CSF volume depletion. Neurology 2001; 56: 1746-8. 9. Russo A, Tessitore A, Cirillo M, Giordano A, De Micco R, Bussone G, et al. A transient third cranial nerve palsy as presenting sign of spontaneous intracranial hypotension. J Headache Pain 2011; 12: 493-6. 10. Zada G, Pezeshkian P, Gianotta S. Spontaneous intracranial hypotension and immediate improvement followingepiduralbloodpatchplacementdemonstrated by intracranial pressure monitoring. Case report. J Neurosurg 2007; 106: 1089-90. 11. Warner GT. Spontaneous intracranial hypotension causing partial third cranial nerve palsy: a novel observation. Cephalalgia 2002; 22: 822-3. 12. Brandy-McCreery KM, Speidel S, Hussein MA, Coats DK. Spontaneous intracranial hypotension with unique strabismus due to third and fourth cranial neuropathies. Binocul Vis Strabismus Q 2002; 17: 43-8. 13. Ferrante E, Savino A, Brioschy A, Marazzi R, Donato F, Riva M. Transient oculomotor cranial nerves palsy in spontaneous intracranial hypotension. J Neurosurg Sci 1998; 42: 177-9. Neuralgia occipital secundaria a vasculitis de la arteria occipital. Diagnóstico mediante dúplex color Jorge García-García, Eva Fernández-Díaz, Elena Palazón-García, Óscar Ayo-Martín, Tomás Segura Servicio de Neurología. Complejo Hospitalario Universitario de Albacete. Albacete, España. Correspondencia: Dr. Jorge García García. Servicio de Neurología. Hospital General Universitario de Albacete. Hermanos Falcó, 37. E-02006 Albacete. E-mail: jggpillarno@hotmail.com Aceptado tras revisión externa: 16.12.13. Cómo citar este artículo: García-García J, Fernández-Díaz E, Palazón-García E, Ayo-Martín O, Segura T. Neuralgia occipital secundaria a vasculitis de la arteria occipital. Diagnóstico mediante dúplex color. Rev Neurol 2014; 58: 430-2. © 2014 Revista de Neurología La arteritis de células gigantes (ACG) es la vas- culitis más frecuente en los adultos. Se trata de una panarteritis granulomatosa que afecta a vasos de mediano y gran calibre y de manera característica a la arteria temporal. La ACG pue- de dar lugar a complicaciones vasculares graves como ceguera o ictus isquémicos, que sólo se pueden prevenir con un diagnóstico precoz y la administración inmediata de corticoides [1]. El diagnóstico de esta vasculitis se basa en los cri- terios del Colegio Americano de Reumatologia que incluyen signos y síntomas propios de la en- fermedad (cefalea y dolor a la palpación en la arteria temporal), datos de laboratorio (veloci- dad de sedimentación globular, VSG > 50 mm/h), edad superior a los 50 años y alteraciones his- tológicas características en la biopsia de arteria temporal [2]. En los últimos años, se ha investigado la uti- lidad en el diagnóstico de la ACG de distintas
  • 2. www.neurologia.com  Rev Neurol 2014; 58 (9) Correspondencia 431 técnicas de imagen que permitan identificar la inflamación de la pared vascular [3]. Varios tra- bajos, incluidos distintos metaanálisis [4], han mostrado la rentabilidad de la ecografía dúplex en modo color en el diagnóstico de esta vascu­ litis, siendo el marcador ecográfico más sensi- ble es el denominado ‘signo del halo’ [5]. Este último consiste en un área hipoecoica y concén- trica alrededor de la luz de la arteria inflamada y traduce la existencia de edema en la pared de las arterias afectadas por el proceso vasculítico. Este signo fue descrito inicialmente en la arteria temporal y con posterioridad en otras arterias que pueden verse afectadas por la ACG como la arteria occipital, vertebral o axilar [6]. Además de los casos en los que están pre- sentes los síntomas clásicos de la ACG como ce- falea temporal de inicio reciente con o sin clau- dicación mandibular, la ecografía puede ser de gran ayuda en aquellos casos de presentación atípica. Por ejemplo, el estudio ultrasonográfi- co se ha mostrado como una herramienta útil en casos de ACG cuyo síntoma inicial ha sido una cefalea explosiva mediante la demostraci- ón del signo del halo en ambas arterias tempo- rales [7] o cuando la primera manifestación ha consistido en un ictus isquémico de territorio posterior por afectación vasculítica de la arteria vertebral [8]. Presentamos dos casos de ACG cuyo sínto- ma inicial fue dolor occipital por vasculitis de la arteria occipital y donde la práctica del estudio ecográfico resultó crucial para establecer el diagnóstico. Caso 1. Mujer de 78 años que consulta por dolor occipital bilateral de intensidad moderada de tres meses de evolución. El dolor era opresivo, continuo y con exacerbaciones nocturnas. En la exploración, se objetivaba hipersensibilidad a la palpación en la región occipital. La paciente fue diagnosticada de neuralgia occipital y trata- da con bloqueo anestésico local (mezcla 1 a 1 de mepivacaína 2% y bupivacaína 5%, inyectando 2 cm3). Sin embargo, transcurrido un mes, la paciente acudió de nuevo a la consulta sin refe- rir mejoría e incluso con el dolor occipital más intenso. En esta ocasión, se pautó tratamiento con gabapentina y antiinflamatorios no esteroi- deos. A las tres semanas, la paciente acudió al servicio de urgencias por amaurosis fugaz dere- cha acompañada de intensa cefalea temporal bilateral. Se practicó una TC craneal que fue normal y se objetivó en la exploración endureci- miento y ausencia de pulso en la arteria tempo- ral derecha. La paciente fue valorada por el neurólogo de guardia que, tras realizar un estu- dio ultrasonográfico que incluía ambas arterias, la occipital y la temporal, estableció el diagnós- tico de ACG tras objetivar la existencia del signo del halo en dichas arterias (Figs. a y b). Se inició un tratamiento con corticoides por vía oral y se confirmó el diagnóstico a las 48 horas tras prac- ticar una biopsia de la arteria temporal dere- cha. El valor de la VSG fue de 24 mm/h. Caso 2. Mujer de 82 años que presentaba cefa- lea occipital izquierda de un mes de evolución. El dolor era continuo y la paciente refería sensa- ción de acorchamiento en esa zona. En la ex- ploración, destacaba dolor a la palpación en el punto de Arnold. Se estableció el diagnóstico de neuralgia occipital y se administró bloqueo anestésico subcutáneo. Sin embargo, la pacien- te acudió al servicio de urgencias a las cinco se- manas refiriendo dolor creciente que interfería con sus actividades. Ante la falta de respuesta al tratamiento anestésico convencional, se prac- ticó un estudio ecográfico que mostró signo del halo en la arteria occipital izquierda (Fig. c), así como en la arteria temporal derecha, que apo- yaba el diagnóstico de ACG. Se inició tratamien- to con corticoides y se confirmó el diagnóstico mediante una biopsia de dicha arteria tempo- ral. La determinación de la VSG en el área de urgencias fue de 35 mm/h. A los tres meses, se repitió el estudio ecográfico y se objetivó la des- aparición del halo hipoecoico en la arteria occi- pital (Fig. d), en ese momento se comenzó una pauta descendente de corticoides. Aunque es poco frecuente, la cefalea o neural- gia occipital secundaria a vasculitis de la arteria occipital puede ser la manifestación inicial en un paciente con ACG [9,10]. En estos casos, el dolor y la hipersensibilidad al tacto sobre la re- gión occipital son causados por la inflamación de la arteria occipital, que discurre paralela al nervio occipital mayor, lo que hace que estos síntomas se atribuyan de manera errónea a una afectación local de dicho nervio. Cuando la neuralgia o cefalea occipital se presenta de modo aislado, sin otros síntomas sugerentes de ACG como cefalea temporal o claudicación mandibular, el diagnóstico de esta vasculitis es un auténtico reto. De hecho, en es- tos casos de presentación atípica, los criterios diagnósticos de la ACG del Colegio Americano de Reumatologia son poco o nada sensibles [2]. Esta situación puede provocar una demora en Figura. Imágenes mediante ecografía en modo B color: a) Corte longitudinal de arteria occipital izquierda donde se observa un área hipoecoica alrededor de la luz del vaso (signo del halo delimitado por flechas blancas); b) Corte transversal de la arteria temporal derecha donde se observa el signo del halo (flechas); c) Corte longitudinal donde se observa el signo del halo en la arteria occipital izquierda previo al tratamiento con corticoides; d) Corte longitudinal donde se observa resolución del signo del halo tras el tratamiento con corticoides. a b c d
  • 3. www.neurologia.com  Rev Neurol 2014; 58 (9) Correspondencia 432 el diagnóstico con la posibilidad de aparición de las temibles complicaciones vasculares de la ACG, como ocurrió en nuestro primer caso. Por tan- to, es importante disponer de una prueba com- plementaria que facilite el diagnóstico de ACG cuando el clínico sospeche la posibilidad de una vasculitis de la arteria occipital como causante de una neuralgia o cefalea occipital. La neuralgia occipital se define como un do- lor paroxístico, con sin dolor continuo intercri- sis, en el territorio de cualquiera de los tres ner- vios occipitales [11]. Lo más habitual es que esta neuralgia en el anciano sea idiopática favoreci- da por el trayecto subcutáneo de dichos ner- vios, que los hace más susceptibles a la irrita- ción o traumatismos. De este modo, el diagnós- tico inicial en nuestros pacientes fue de neural- gia occipital, aunque a posteriori pudiese com- probarse la ausencia de alivio del dolor tras el bloqueo anestésico del nervio. La respuesta al tratamiento local es necesaria para poder esta- blecer el diagnóstico de neuralgia occipital se- gún los criterios actuales de la clasificación in- ternacional de cefaleas [12]; por lo tanto, esta falta de respuesta puede considerarse un pri- mer síntoma de alarma que sugiera la existen- cia de una causa subyacente que justifique la neuralgia occipital. Schmidt et al fueron los primeros en la utili- zación del eco-Doppler en pacientes con sospe- cha de ACG [5]. Ellos describieron el denomina- do signo del halo en la arteria temporal como muy específico de esta vasculitis sistémica. Este dato se ha confirmado con la publicación poste- rior de múltiples artículos, entre ellos un meta- análisis que recogía mas de 2.000 pacientes, mostrando el estudio ultrasonográfico de la ar- teria temporal una sensibilidad del 88% y una especificidad del 78% frente a la biopsia de esa artería [4]. Con el paso de los años y el perfec- cionamiento de la técnica, se ha objetivado que es posible encontrar el signo del halo en otras arterias afectadas por el proceso inflamatorio. Pfandenhauer et al establecieron en el caso del estudio ultrasonográfico de la arteria occipital una sensibilidad y especificidad para el diagnós- tico de la ACG del 75% cuando se llevaba a cabo un estudio ecográfico combinado con la arteria temporal en pacientes cuyo síntoma inicial pre- dominante era cefalea o neuralgia occipital [13]. Además, una ventaja adicional de la eco- grafía es que permite supervisar la respuesta al tratamiento corticoideo mediante la constata- ción de la resolución del signo del halo; este control se lleva a cabo habitualmente en la ar- teria temporal [14]. En nuestro segundo caso, se pudo constatar la normalización del flujo y la desaparición del halo hipoecoico en la arteria occipital, dato que es de utilidad para iniciar el descenso en la pauta de corticoides. Por lo tanto, y teniendo en cuenta que la mayoría de neuralgias occipitales son idiopáti- cas, la cuestión a resolver es cuándo debemos plantearnos hacer un estudio ecográfico de la arteria occipital en un paciente con una cefalea o neuralgia occipital. Como hemos comentado, uno de los síntomas de alarma puede ser la per- sistencia del dolor o su carácter progresivo a pe- sar de la infiltración del nervio. Por otro lado, dado que la elevación de la VSG constituye uno de los datos clave en el diagnóstico de la ACG, también podríamos plantearnos emprender el estudio ultrasonográfico cuando la VSG fuese superior a 50 mm/h. Sin embargo, en una serie publicada de ocho pacientes con ACG en los que el síntoma inicial predominante fue una cefalea occipital, en seis de ellos la VSG fue normal [10]. Por lo tanto, aunque un valor elevado de la VSG puede sugerir una causa subyacente, un valor normal de este reactante de fase aguda nunca puede excluir el diagnóstico de una vas- culitis de la arteria occipital ni ser el condicio- nante que guíe el estudio ecográfico. Este dato coincide con nuestra experiencia y es el valor de VSG normal en ambos pacientes en el momen- to del diagnóstico. En conclusión, el signo del halo, marcador eco- gráfico de la ACG, no es exclusivo de la arteria temporal y puede aparecer en otras arterias como la arteria occipital. Esta vasculitis sistémi- ca debe considerarse en el diagnóstico diferen- cial de la cefalea o neuralgia occipital en el an- ciano, especialmente en aquellos casos refrac- tarios sin respuesta al bloqueo anestésico local. En estos casos, puede ser especialmente útil en el diagnóstico de la ACG y la ecografía en modo color mediante la demostración del signo del halo en la arteria occipital y en al arteria tem- poral que apoye el diagnóstico de esta vasculi- tis sistémica. Bibliografía 1. Weyand CM, Goronzy JJ. Giant-cell arteritis and polymialgia rheumatica. Ann Intern Med 2003; 139: 505-15. 2. Hunder GG, Bloch DA, Michel BA, Stevens MB, Arend WP, Calabrese LH et al. The American collage of Rheumatology 1990 criteria for the classification of giant-cell arteritis. Arthritis Rheum 1990; 33: 1122-8. 3. Schimdt WA. Use of imaging studies in the diagnosis of vasculitis. Curr Rheumatol Rep 2004; 6: 203-11. 4. Karrasa FB, Matsagas MI, Schith WA, Ioannidis JP. Metaanalysis test performance of ultrasonography for giant cell arteritis. Ann Intern Med 2005; 142: 359-69. 5. Schmith WA, Kraft HE, Vorpahl K, Völker L, Gromnica- Ihle EJ. Color duplex ultrasonography in the diagnosis of temporal arteritis. N Engl J Med 1997; 337: 1336-42. 6. Schimdt WA, Natush A, Moller DE, Vorpahl K, Gromnica-Ihle EJ. Involvement of peripheral arteries in giant cell arteritis: a color Doppler sonography study. Clin Exp Rheumatol 2002; 20: 309-18. 7. García-García J, Ayo-Martín O, Segura T. A case of giant cell arteritis presenting as thunderclap headache. Headache 2013; 6: 546-7. 8. García-García J, Ayo-Martín O, Argandoña-Palacios L, Segura T. Vertebral artery halo sign in stroke patients: a clue sign for the prompt diagnosis of giant cell arteritis. Stroke 2011; 32: 3287-90. 9. González-Gay MA, García-Porrúa C, Brañas F, Alba- Losada J. Giant cell arteritis presenting as occipital neuralgia. Clin Exp Rheumatol 2001; 19: 479. 10. Jundt JW, Mock D. Temporal arteritis with normal erythrocyte sedimentation rate presenting as occipital neuralgia. Arthritis Rheum 1991; 34: 217-9. 11. Vanelderen P, Lataster A, Levy R, Mekhail N, Van Kleef M, Van Zundert J. Occipital neuralgia. Pain Pract 2010; 10:137-44. 12. International Headache Society. The International Classification of Headache Disorders, second edition. Cephalalgia 2004; 24 (Suppl 1): S9-160. 13. Pfandenhauer K, Weber H. Duplex sonography of the temporal and occipital artery in the diagnosis of temporal arteritis. A prospective study. J Rheumatol 2003; 20: 2177-81. 14. De Miguel E, Roxo A, Castillo C, Perteado D, Villalba A, Martín-Mola E. The utility and sensitivity of color Doppler ultrasound in monitoring changes in giant cell arteritis. Clin Exp Rheumatol 2002; 30 (Suppl 1): S34-8.