Tema 8.- PROTECCION DE LOS SISTEMAS DE INFORMACIÓN.pdf
Texto personal versión final
1.
2. Una noche misteriosa
Era de noche, hacía mucho frío. Mi habitación suele ponerse muy helada en
invierno por lo que una vela encendida en el buró, se convierte en mi mejor
compañía. No es por hacer menos a Max, mi perro, pero si lo tengo aquí dentro
se la pasa rasgando la puerta porque quiere salirse y no me deja dormir ni un
poco.
Esa noche estaba muy cansado, había tenido un día muy agotador en el trabajo
por lo que decidí tomar un vaso de leche y galletas e irme inmediatamente a la
habitación. La mayoría de las noches me siento en la sala y paso horas viendo la
televisión, me encanta ver el programa de las 11 y no me voy a la cama hasta
que lo termino, pero ese día particularmente no me sentía bien. En momentos
así es cuando más deseo no vivir solo, tener por lo menos alguien a quien pueda
contarle mi día, cómo me siento e incluso se preocupe por que me encuentre
bien, pero en fin, querías independizarte y que ya nadie te impusiera reglas
Christian, ahora te aguantas.
Estaba profundamente dormido cuando alrededor de las 12 de la noche,
escuché un ruido muy fuerte que me hizo despertar de un salto. -¿Qué fue
eso?- me pregunté a mí mismo, me puse un abrigo y me dispuse a averiguar qué
había sido. Toda la casa estaba en total silencio y profunda obscuridad, me
dirigí a la cocina, abrí cada uno de los cajones en busca de una linterna y
afortunadamente la encontré. Enseguida verifiqué cada una de las puertas y
ventanas las cuales estaban muy bien cerradas; revisé la sala, el comedor, mi
pequeño estudio pero no, no encontré nada. Quizás el ruido provenía de afuera
3. ya que enfrente de mi casa hay un pequeño lote en donde están construyendo
un edificio con departamentos y siempre se quedan trabajando hasta tarde,
decidí no darle importancia y me fui a mi habitación a tratar nuevamente de
conciliar el sueño.
Después de unos minutos comencé a quedarme dormido, recuerdo que estaba
pensando en los deliciosos panecillos que me estarían esperando en mi trabajo
al día siguiente, llevaba toda la semana esperando ese día. De pronto, recordé
algo que hizo desaparecer mi sueño y cansancio por completo, sentí como si me
hubieran lanzado una cubeta de agua fría, -¡Max!, ¿dónde está Max?-. Me
levanté inmediatamente y corrí por toda la casa a buscarlo, revisé cada rincón,
cada espacio de la casa y en eso recordé que había un lugar que no había
revisado en ningún momento: el sótano.
Rápidamente me dirigí a esa parte de la casa, abrí la puerta la cual emitió un
gran rechinido ya que era algo vieja y tenía mucho tiempo que no la abría.
Encendí la luz y poco a poco empecé a bajar cada uno de los escalones, en ese
momento un inmenso temor se empezó a apoderar de mí, creo que ya debo de
dejar de ver tantas películas de terror. –Max, Max-, comencé a llamar
esperando alguna respuesta de mi noble amigo. Al caminar un poco, a unos
escasos metros pude observarlo tendido en el piso e inmediatamente mi
corazón comenzó a latir muy rápido, ¿qué le había pasado a mi fiel compañero?,
en un segundo pasaron por mi mente cada uno de los momentos que he pasado
con Max, desde que era un pequeño cachorro y llegó a mi vida a alegrar cada
uno de mis días. Lentamente me acerqué a él, comencé a sacudirlo pero no
respondía, mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas pero éstas se esfumaron
ya que al recargar suavemente mi mano sobre él pude sentir su respiración
4. ¡estaba vivo!, ¡mi querido Max, estaba vivo!, sin embargo, mi felicidad no duró
mucho tiempo. Escuché unos pasos a mis espaldas, inmediatamente miré de
reojo y pude notar una silueta oscura que se encontraba detrás de mí. Mi
cuerpo se estremeció completamente, sentí como comenzó a faltarme el
aliento, pero a pesar de sentir cada parte de mi cuerpo congelada, decidí
girarme y mirar, fue ahí cuando lo vi; era un hombre, un hombre que al mirar mi
rostro, rápidamente se lanzó hacia mí.
No recuerdo exactamente qué sucedió, sólo recuerdo que desperté y aún me
encontraba en el sótano, ya era de día. Al recobrar totalmente la conciencia
pude sentir un gran dolor en la parte derecha de mi cabeza, seguía sin poder
mover mi cuerpo pero esta vez porque mis manos y pies se encontraban atados
con una cuerda. Al inspeccionar un poco mi alrededor pude ver que la pequeña
ventana del fondo estaba quebrada, creo que ya sé de dónde provenía el ruido
de la noche anterior. Max ya no se encontraba ahí y no había ninguna señal de
él. Seguí explorando con la vista el lugar cuando de pronto mis ojos se
encontraron con los de aquél hombre misterioso, él se encontraba sentado en
una silla en un rincón, observándome, al lado de unas cajas desordenadas. Era
un hombre alto, su rostro estaba cubierto con un pasamontañas dejando a la luz
sólo sus ojos.
-¿Dónde está Max?- no pude evitar preguntarle.
-Tranquilo, él ya no está aquí pero está en un lugar donde no le harán daño, no
te preocupes por él- me respondió.
-Si quieres robar, llévate todo lo que quieras pero suéltame por favor-
5. -No Christian, yo no estoy aquí para robar, en ese caso hubiera buscado una
casa con objetos de más valor, ¿no crees?- dijo con cierta ironía.
¡Dijo mi nombre!, ¡el hombre misterioso sabía mi nombre! Eso inevitablemente
me dejó sin palabras, guardé absoluto silencio y me dispuse sólo a observarlo.
Sus ojos reflejaban gran coraje y tristeza a la vez, poseía una mirada muy
profunda que extrañamente me inspiraba un poco de lástima al preguntarme,
¿por qué cosas no ha pasado ese hombre para que su mirada refleje eso?, ¿qué
será lo que lo ha llevado a hacer todo esto?, ¿qué es lo que quiere? Aún me
dolía mucho la cabeza por lo que sin darme cuenta, caí profundamente dormido.
Al despertar, el hombre misterioso ya no se encontraba en el sótano. Comencé
a estirar un poco mis manos las cuales tenía adormecidas y al hacerlo pude
sentir un pequeño vidrio que pertenecía a la ventana quebrada. Sin pensarlo, lo
tome como pude y comencé a tratar de romper la cuerda que me ataba.
Después de un rato lo logré, pude librar mis manos y después mis pies; era mi
única oportunidad para escapar. Caminé lentamente hacia las escaleras, las subí
y poco a poco abrí la puerta tratando de que el rechinido fuera casi
imperceptible. Me dirigía apresuradamente hacia la puerta cuando de pronto,
de forma inesperada, el hombre apareció. Comencé a gritar lo más alto que
pude pero fue inútil, ahora entiendo por qué mi madre me dijo en muchas
ocasiones que no era bueno vivir en un vecindario solitario. Al mismo tiempo que
gritaba, intercambiamos algunos golpes y después de tantos manoteos le
arranqué el pasamontañas que cubría su rostro. Fue ahí cuando lo miré y en ese
momento todo tuvo sentido…