2. II. EL LECTOR
"Cuando Yo te hable, abriré tu boca,
y les dirás: Así dice el Señor“ (Ez 3, 27).
"Cuando Yo te hable": Dios le llama, le habla.
"Abriré tu boca": Dios le abre la boca, le quita
resistencias, le capacita.
"les dirás": Habla al pueblo de Dios, con palabras,
con gestos, con acciones.
"Así dice el Señor": No habla en nombre propio,
sino del Señor.
3. II. EL LECTOR: HISTORIA
En el siglo II San justino afirma que en la asamblea
dominical "se hace la lectura de las Memorias de los
Apóstoles y de los escritos de los profetas, mientras el
tiempo lo permite. Cuando el lector ha terminado, el que
preside dirige la palabra para amonestar y exhortar a la
imitación de aquellos buenos ejemplos" (Apología I, 67).
La Iglesia continuaba así el uso de las sinagogas judías (cf.
Lucas 4,16-22). De ser un servicio práctico, pronto llegó a
ser un ministerio estable. Ya el papa Cornelio en 251 en su
carta a Flavio de Antioquía menciona entre los grados de la
jerarquía eclesiástica de Roma a los lectores (Ep. ad
Fabianum: Eusebio, Hist. eccl 6,33).
4. II. EL LECTOR: HISTORIA
San Cipriano (siglo III) nos dice que se inaugura por una
específica bendición del obispo que parece una ordenación
(Ep 29). La "Tradi-ción Apostólica" de San Hipólito (215) nos
describe el ministerio y su rito litúrgico de inicio, común en
oriente y occidente: "el lector es constituido por el hecho de
que el obispo le hace entrega del Libro, ya que el lector no
recibe rito de ordenación" (c.12).
Dice san Agustín: "Por condescendencia con nosotros, la
Palabra ha descendido a las sílabas de nuestros sonidos"
(Enarr. in Ps. 103, serm. 4,1; CCL 40, p. 1521); en este mundo
la Palabra se nos da "en letras, en sonidos, en códices...: en
la voz del lector y del homileta" (ib., Serm. 3,3; ib., p. 1501).
5. II. EL LECTOR: HISTORIA
En tiempos de San Gregorio Magno ya recibían una
verdadera ordenación. Dice el Ordo Romanus 35 que si
un padre de familia des-tina a uno de sus hijos al
lectorado, comience por darle la instrucción suficiente, y
luego lo proponga al papa para la ordenación; el papa le
señala un día para que haga la lectura pública en la vigilia
de la noche a fin de que se puedan evaluar sus
capacidades; si el juicio es positivo, el papa bendice al
muchacho y con el rito propio en la celebración de la
comunidad lo constituye lector.
6. II. EL LECTOR: HISTORIA
Tenían una escuela de preparación, estudio y espiritualidad. En
general, casi conocían de memoria toda la Biblia, eran los
custodios de los Libros sagrados y de los archivos en que se
conservaban, eran los catequistas particulares de los
catecúmenos, y muchas veces los escribanos de los obispos. Dice
el Ambrosiaster: "Los lectores pueden ser considerados pastores,
pues nutren al pueblo de Dios que escucha".
Con el tiempo, el Evangelio se reservó al diácono o al presbítero,
la epístola al subdiácono, y los lectores salieron sobrando en las
misas privadas, quedando sólo como una función nominal y un
grado inferior de la jerarquía reservado a los candidatos al
presbiterado y conferido como una etapa hacia el sacerdocio
ministerial.
7. II. EL LECTOR: HOY
CARTA APOSTÓLICA «MINISTERIA QUÆDAM» de Pablo VI (1972):
V. El lector. queda instituido para la función, que le es propia: de
leer la Palabra de Dios en la asamblea litúrgica. Por lo cual:
*proclamará las lecturas de la Sagrada Escritura, pero no el
Evangelio, en la Misa y en las demás celebraciones sagradas;
*faltando el salmista, recitará el Salmo interleccional;
*enunciará las intenciones de la Oración universal o de los fieles,
cuando no haya a disposición diácono o cantor;
*dirigirá el canto y la participación del pueblo fiel;
*instruirá los fieles para recibir dignamente los sacramentos.
También podrá, cuando sea necesario:
*encargarse de la preparación de otros fieles a quienes se
encomiende temporalmente la lectura de la Sagrada Escritura en los
actos litúrgicos.
8. II. EL LECTOR: HOY
Para realizar mejor y más perfectamente estas funciones,
el lector medite con asiduidad la Sagrada Escritura.
OLM 52. La asamblea litúrgica necesita tener lectores,
aunque no hayan sido instituidos para esta función. Por
eso, hay que procurar que haya algunos laicos, los más
aptos, que estén preparados para desempeñar este
ministerio.
El Bendicional incluye una bendición para lectores, rito
destinado a aquellas personas que, sin haber recibido la
institución de lectores, cumplen la función de proclamar
habitualmente las lecturas bíblicas en la celebración de
la Eucaristía y en las demás celebraciones litúrgicas.