La anorexia nerviosa es un trastorno alimentario caracterizado por una intensa pérdida de peso autoinducida y un profundo miedo a engordar. Se manifiesta principalmente en mujeres adolescentes y se caracteriza por distorsiones en la percepción corporal, hábitos alimentarios restrictivos y alteraciones psicológicas y físicas debido a la malnutrición. El tratamiento requiere normalizar el peso corporal a través de alimentación enteral si es necesario, así como terapias conductuales y familiares para abordar las
2. La anorexia nerviosa es un trastorno de la alimentación
caracterizado por una intensa pérdida de peso auto inducida y un
profundo miedo a engordar.
El término anorexia proviene del griego: an (falta)
y orexis(hambre). La anorexia denota, por tanto, la falta de apetito,
lo que conduce a error ya que en la anorexia nerviosa no existe
inapetencia, sino que es la conducta alimentaria la que está
alterada. El adjetivo nerviosa hace referencia al origen psicológico
de este trastorno. El objetivo principal de los pacientes de anorexia
es lograr una reducción intensa del peso corporal y mantenerse en
un peso muy por debajo del peso ideal o saludable. La mayor
incidencia de la enfermedad se aprecia entre mujeres adolescentes
de 14 años, mientras que en los varones es mucho menos habitual.
La anorexia nerviosa está relacionada con la bulimia nerviosa, en
tanto que ambos son trastornos de la conducta alimentaria,
aunque presenta muchas diferencias de comportamiento y en su
perfil psicológico los pacientes.
3. Entre el 0,4 y el 1,5 % de las mujeres de entre 14 y
35 años padecen anorexia nerviosa. Esta suele
desarrollarse durante el inicio de la pubertad. El
mayor número de casos se registra entre las
jóvenes de 14 años. La incidencia en el sexo
femenino es 10 veces superior que en el masculino.
Esta enfermedad aparece con mayor frecuencia en
determinados grupos profesionales, como las
bailarinas de ballet o las modelos, por ejemplo.
Si bien es cierto que la anorexia nerviosa es mucho
más habitual en las mujeres, este trastorno
alimentario afecta cada vez más a chicos jóvenes y
hombre adultos .
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5. Los factores psicológicos, entre otros, son una de las causas de la
aparición de la anorexia nerviosa. En vista de que esta enfermedad
comienza con frecuencia durante la pubertad, cabe la posibilidad de
que sea una manifestación de que los afectados se ven superados por
las exigencias típicas de esa edad. Durante esta difícil fase del
desarrollo, la niña se convierte en mujer y debe, por tanto, encontrar
una nueva identidad, lo que puede conllevar un profundo sentimiento
de inseguridad.
El primer paso hacia la anorexia nerviosa es, en muchos casos, el
sometimiento a un ayuno o a una dieta muy drástica por parte de
chicas con un peso dentro de lo normal. Para muchas jóvenes vencer al
propio cuerpo y al hambre supone una gran satisfacción y buscan esa
sensación repetidamente al igual que si se tratara de una drogadicción:
se desarrolla una conducta adictiva
6. El cuadro sintomático de la anorexia
nerviosa incluye manifestaciones muy
diversas. Esta enfermedad se
caracteriza, por un lado, por
una pérdida de peso considerable; y,
por otro, la malnutrición deriva en
trastornos físicos que pueden llegar a
poner en peligro la vida del paciente.
7. Los síntomas típicos de la anorexia nerviosa engloban
el llamado trastorno dismórfico corporal: las personas
anoréxicas tienen una percepción distorsionada de su
propio cuerpo. Aunque
hayan perdido mucho peso durante el curso de la
enfermedad, siguen teniendo una imagen deformada
de su cuerpo y consideran que tienen un volumen
excesivo. Este trastorno no significa que la percepción
real esté alternada, sino que psicológicamente no es
aceptable un peso que no esté muy por debajo del
normal.
8. La anorexia nerviosa también muestra síntomas claros de un cambio conductual. La
enfermedad provoca una percepción distorsionada del propio cuerpo, por lo que los
afectados desarrollan unos hábitos alimentarios modificados con el fin de reducir su
supuesto sobrepeso. Con tal fin comen y beben en menor cantidad y evitan aquellos
alimentos que poseen un alto contenido calórico. Algunos pacientes incluso rehúsan
ingerir alimentos por completo durante determinados periodos.
Es habitual que la comida ocupe un lugar central en la vida de los afectados: emplean
mucha energía en reprimir el apetito, comen extremadamente despacio, siguen rituales
inusuales a la hora de las comidas o preparan con afán auténticos banquetes para otras
personas, en los que ellos nunca participan.
En lo que respecta a la modificación de los hábitos alimentarios, cabe diferenciar dos
grupos: en torno al 50% de los afectados sigue exclusivamente dietas, mientras que en el
resto de los casos pueden aparecer adicionalmente síntomas similares a
la bulimia nerviosa, un trastorno caracterizado por la presencia de atracones
y vómito provocado. Sin embargo, este patrón, dentro de la anorexia nerviosa, se
denomina como “anorexia nerviosa purgativa”, haciendo hincapié en la diferencia con
la bulimia nerviosa, donde existe de base un trastorno del control de los impulsos que no
aparece en la anorexia nerviosa. En los afectados que pertenecen a este segundo cuadro,
el trastorno alimentario suele comenzar de forma más tardía. Tienen un peso más
elevado antes de desarrollar el trastorno, su dismorfofobia es más acuciada y tienen
mayor tendencia a la depresión que las personas que sufren una anorexia nerviosa típica.
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10. Los dos síntomas característicos de la anorexia nerviosa, la pérdida de peso y
la malnutrición, pueden suponer un gran perjuicio para el organismo. Esto se
manifiesta por medio de diversos cambios corporales.
El cuerpo interpreta la pérdida de peso como una situación de emergencia, por lo
que prescinde de todo aquello que suponga un gasto energético adicional e
innecesario. Dado que el cuerpo no está en condiciones de poder llevar a término
un embarazo, se detienen todas las actividades dirigidas a ese fin. Esto queda
patente en alteraciones hormonales que inhiben la menstruación. Si la anorexia se
presenta antes de la pubertad, el desarrollo físico se suele ver postergado.
La anorexia nerviosa puede provocar también una disminución de la frecuencia
cardiaca, de la tensión arterial y de la temperatura corporal. A estos síntomas se
añaden problemas dérmicos, aparición de lanugo en la espalda, debilidad
muscular, caída del cabello y edema en los tejidos. Este último se debe al descenso
del nivel de proteínas en sangre: en condiciones normales las proteínas retienen el
agua; sin embargo, cuando su nivel es insuficiente, el líquido puede salir de
los vasos sanguíneos e infiltrar los tejidos. También suele estar alterado el balance
de minerales. Todos estos síntomas físicos se deben a la malnutrición y, por lo
común, desaparecen completamente una vez normalizados los hábitos
alimentarios a largo plazo y normalizado el peso de la paciente.
11. La anorexia nerviosa no solo se manifiesta por medio
de síntomas físicos, sino que también se
producen alteraciones psicológicas: el afectado se esfuerza
con tenacidad por perder peso y, al mismo tiempo, padece
un miedo extremo a engordar. Incluso ganar unos pocos
gramos (lo que puede deberse a la reducción del consumo
energético por la menor ingesta de alimentos) desata miedo
y pánico. Como consecuencia, los afectados tratan de
controlar de forma aún más estricta sus hábitos
alimentarios, entrando en un círculo vicioso. Las personas
anoréxicas también presentan con
frecuencia síntomas depresivos y una alta irritabilidad.
12. El diagnóstico de la anorexia nerviosa se realiza atendiendo, sobre
todo, a los signos y los síntomas. El peso corporal representa un
criterio fácilmente medible con vistas a elaborar el diagnóstico. Los
pacientes de anorexia nerviosa tienen un peso de, al menos, un 15%
más bajo de lo normal para su grupo de edad. En los adultos
un índice de masa corporal (IMC) por debajo de 17,5 constituye un
indicio de la presencia de esta enfermedad.
A la hora de efectuar el diagnóstico, también resulta de utilidad hablar
con el paciente y con sus familiares con el objetivo de determinar si la
comida y el peso corporal tienen una importancia desmesurada y si se
esfuerzan demasiado por reducir su peso, por ejemplo, tomando
laxantes, realizando ejercicio físico exagerado o provocándose
el vómito. Asimismo la información sobre antecedentes de trastornos
en la familia (por ejemplo, trastornos alimentarios, trastornos
afectivos, trastornos compulsivos o trastornos del miedo) puede
contribuir al diagnóstico, para lo que también se emplean
cuestionarios específicos.
13. El tratamiento de la anorexia nerviosa se divide en dos etapas. El objetivo principal
es aumentar el peso corporaldel paciente con el fin de evitar las consecuencias físicas de
la malnutrición.
Especialmente en aquellos casos en que el peso corporalestá por debajo del 75% del peso
normal, el estado físico supone un riesgo para la vida del paciente o existe riesgo de
suicido debido a una depresión es recomendable realizar eltratamiento en un clínica.
Dado que los afectados no suelen ser conscientes de su trastorno, suele requerirse, en un
primer momento, la alimentación por vía intravenosa o por sonda nasogástrica. No
obstante, estos deberían responsabilizarse por sí mismos de su aumento de peso lo antes
posible.
Para normalizar el peso a largo plazo es imprescindible que el tratamiento esté
orientado a las causas del trastorno alimentario. Existen muchos factores diferentes que
influyen en la aparición de la enfermedad, por lo que el tratamiento se compone de
diversos elementos. El objetivo es que los afectados aprendan a tener una idea realista de
su peso y desarrollen una autoestima normal. En muchos casos han olvidado cómo
escuchar las señales del cuerpo (por ejemplo, el hambre) y responder ante ellas de forma
adecuada. También resulta de gran ayuda en el tratamiento aprender a superar los
problemas y, especialmente en el caso de mujeres jóvenes, la terapia familiar, para que
los allegados puedan enfrentarse a la enfermedad de manera adecuada.
14. Una anorexia nerviosa diagnosticada a tiempo y tratada correctamente
tiene con frecuencia una evolución favorable a corto plazo: se logra
aumentar el peso en entre el 40 y el 90 % de los casos. No obstante,
actualmente no se dispone de suficientes datos sobre la efectividad de los
tratamientos a largo plazo.
El pronóstico de la anorexia nerviosa depende también del peso del
paciente: si tras un tratamiento con internamiento hospitalario el peso es
de, al menos, el 90% del índice de masa corporal (IMC) considerado
normal, los afectados cuentan con mayores probabilidades de éxito en el
curso de la enfermedad que aquellos que tienen un peso inferior en el
momento de ser dados de alta. Aproximadamente, el 10% de los pacientes
con anorexia nerviosa fallecen a causa de la enfermedad.
Una vez normalizado el peso, muchos pacientes siguen teniendo una
imagen distorsionada de su peso corporal y de su figura. En general las
posibilidades de superar la enfermedad son mejores cuando esta aparece
de forma temprana. Sin embargo, si el inicio se produce antes del
undécimo año de vida, las perspectivas de curación son notablemente
peores .
15. Teniendo en cuenta que los motivos de la aparición de la anorexia
nerviosa son, en su mayor parte, imprecisables y muy heterogéneos,
resulta muy complejo establecer medidas efectivas para la prevención de
este trastorno. En general es recomendable que las comidas se realicen
con regularidad y se disfruten en un ambiente tranquilo, lo que evita que
se vincule la comida a situaciones de conflicto. Además no se debe obligar
a los niños a comer o a acabarse los alimentos del plato.
Normalmente, son los familiares y los amigos de los pacientes
de anorexia nerviosa los que detectan las señales de una conducta
alimentaria incorrecta. Es importante hablarlo abiertamente con el
paciente y transmitir apoyo y confianza. Los indicios de que existe
anorexia nerviosa pueden ser, por ejemplo, que el paciente pierda
peso de forma notable, se pese con demasiada frecuencia, beba grandes
cantidades de agua (para mitigar las ganas de comer) o
practique deporte en exceso con el fin de aumentar el gasto calórico.
También una nevera vacía, un gasto elevado en alimentos hipocalóricos o
la toma de inhibidores del apetito o laxantes son señales de alarma que
pueden indicar la presencia de este trastorno.