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Cardiopatía isquémica.pptx luz benitez 2024
1. Cardiopatía isquémica
La cardiopatía isquémica (CI) es la causa principal de muerte a escala
mundial tanto para los hombres como para las mujeres (7 millones
cada año en total). Este término es la designación genérica que recibe
un grupo de síndromes relacionados por su fi siopatología y asociados
a una isquemia miocárdica: un desequilibrio entre la llegada de
sangre
oxigenada (perfusión) y las necesidades del corazón. La isquemia no
sólo conlleva una falta de la cantidad sufi ciente de oxígeno, sino que
también reduce la disponibilidad de nutrientes y la retirada de los
metabolitos (v. capítulo 1 ). Por esta razón, en general el corazón la
tolera
peor que la hipoxia pura, tal como puede observarse en una anemia
intensa, una cardiopatía cianótica o una neumopatía avanzada
2. En más del 90% de los casos, la causa de la isquemia miocárdica es
la disminución del fl ujo sanguíneo debido a lesiones ateroescleróticas
obstructivas en las arterias coronarias. Por tanto, la CI muchas veces
lleva el nombre de arteriopatía coronaria (AC) o cardiopatía coronaria.
En la mayoría de las ocasiones hay un largo período (hasta de
décadas) de evolución lenta y asintomática de las lesiones coronarias
antes de que aparezcan los síntomas. Así pues, los síndromes de la CI
no son más que las manifestaciones tardías de una ateroesclerosis
coronaria que pudo haber comenzado durante la infancia o la adolescencia
(v. capítulo 11 ).
La CI suele revelarse como alguno o varios de los siguientes síndromes
clínicos:
Infarto de miocardio (IM), la forma más importante de CI, en la
que la isquemia provoca la destrucción del músculo cardíaco.
Angina de pecho, en la que la isquemia no tiene la intensidad
sufi ciente para causar un infarto, pero puede ser un precursor del
mismo.
CI crónica con insufi ciencia cardíaca.
Muerte súbita cardíaca
3. Epidemiología
Epidemiología . La CI en sus diversas formas es la principal causa
de muerte tanto para los hombres como para las mujeres en EE. UU.
y en otras naciones industrializadas. Anualmente casi 500.000 estadounidenses
fallecen por una CI. Pese a lo problemáticas que estas
cifras puedan parecer, representan una mejora sobre las que prevalecían
hace dos o tres décadas. Desde su máximo alcance en 1963,
la mortalidad total por CI ha descendido en EE. UU. aproximadamente
un 50%. Este extraordinario avance se ha relacionado fundamentalmente
con los siguientes aspectos: 1) prevención, lograda mediante
la modifi cación de importantes factores de riesgo, como el consumo
de tabaco, las concentraciones sanguíneas elevadas de colesterol y
la hipertensión, y 2) los progresos diagnósticos y terapéuticos, que dan
opción a unos tratamientos más tempranos, eficaces e inocuos.
Dentro de estos últimos se incluyen los nuevos medicamentos, las
unidades coronarias, la trombólisis para el IM, la angioplastia coronaria
transluminal percutánea, las endoprótesis vasculares, la cirugía
para derivación de la arteria coronaria (CDAC) y el control más
estricto de la insufi ciencia cardíaca y las arritmias. Puede conseguirse
una reducción mayor del peligro si se mantiene la glucemia normal
en los diabéticos, mediante la lucha contra la obesidad y con una
anticoagulación profi láctica de los varones de mediana edad con
aspirina. No obstante, la continuidad de esta esperanzadora tendencia
a lo largo del siglo xxi resultará ardua, a la vista de la previsible
duplicación en el número de personas mayores de 65 años para 2050,
y de la mayor longevidad correspondiente a la población nacida en
la época de auge de la natalidad, la «epidemia de la obesidad» y otros
factores. Es interesante que los determinantes genéticos de la ateroesclerosis
coronaria no tienen por qué coincidir con los de la CI,
pues el IM sólo afecta a una pequeña proporción de los individuos
que sufren una coronariopat
4. Patogenia
Patogenia . La causa predominante de los síndromes de CI es una
perfusión coronaria insufi ciente con respecto a las necesidades miocárdicas,
debido a un estrechamiento ateroesclerótico progresivo y mantenido
de las arterias coronarias epicárdicas, y a un grado variable de cambios
repentinos superpuestos en las placas, trombosis y vasoespasmo. Los
elementos particulares y sus interacciones se exponen más adelante.
Ateroesclerosis coronaria . Más del 90% de los pacientes con CI
presentan ateroesclerosis como mínimo en una de las arterias coronarias
epicárdicas. Por regla general, las manifestaciones clínicas de la
ateroesclerosis coronaria se deben al estrechamiento progresivo de
la luz, que conduce a una estenosis (obstrucciones «fi jas») o a la rotura
brusca de la placa con trombosis, circunstancias que ponen en peligro
el fl ujo de la sangre. Habitualmente hace falta una lesión permanente
que ocluya al menos el 75% de la luz para provocar una isquemia
sintomática desencadenada por el ejercicio (que se muestra bajo la
forma de un dolor torácico, llamado angina); con una obstrucción de
este grado, la vasodilatación compensadora de las arterias coronarias
5. . Las placas causantes de la estenosis
clínicamente notable pueden situarse en cualquier punto
dentro
de estos vasos, pero tienden a predominar en los primeros
centímetros
de la ADAI y la ACI, y a lo largo de toda la extensión de la
ACD.
A veces también intervienen las ramas epicárdicas
secundarias principales
(es decir, las diagonales de la ADAI, las marginales obtusas
de la
ACI o la descendente posterior de la ACD), pero la
ateroesclerosis de
las ramas intraparietales (penetrantes) es infrecuente.
6. Cambio brusco de la placa . El riesgo que tiene una persona de
padecer una CI importante desde el punto de vista clínico depende
en parte del número de placas ateromatosas, su distribución, su estructura
y el grado de obstrucción. Sin embargo, sus manifestaciones
clínicas tan variadas no pueden explicarse por el peso de la enfermedad
anatómica en solitario. Esto es así especialmente en los denominados
síndromes coronarios agudos, la angina inestable, el IM agudo
y la muerte súbita. Es característico que los síndromes coronarios
agudos se activen por la transformación imprevisible y repentina de
una placa ateroesclerótica estable en una lesión aterotrombótica inestable
y mortal en potencia debido a una rotura, una erosión superfi cial,
una ulceración, una fi sura o una hemorragia profunda
7. Consecuencias de la isquemia miocárdica . En cada síndrome, la
consecuencia crítica es la isquemia miocárdica en sentido distal
( fig. 12-9 ). La angina estable es el resultado de un aumento en las
necesidades de oxígeno por parte del miocardio que sobrepasa la capacidad
de las arterias coronarias estenosadas para incrementar su
distribución; no suele asociarse a una rotura de la placa. La angina
inestable está causada por una rotura de la placa complicada por una
trombosis parcialmente oclusiva y una vasoconstricción, que da lugar
a descensos transitorios pero acusados en el fl ujo sanguíneo coronario.
En algunos casos, pueden producirse microinfartos distales a las placas
disgregadas como consecuencia de tromboémbolos. En el IM, el cambio
brusco de la placa propicia una oclusión trombótica total y la destrucción
correspondiente del músculo cardíaco.
8. ANGINA DE PECHO
La angina de pecho (literalmente, dolor torácico) se caracteriza por unas
crisis paroxísticas y habitualmente recurrentes de malestar torácico
subesternal
o precordial (descritas de forma alternativa como constrictivas,
opresivas, asfi xiantes o en puñalada) ocasionadas por una isquemia
miocárdica transitoria (de 15 s a 15 min) que no llega a provocar la
necrosis de los miocitos. Sus tres modalidades superpuestas: 1) angina
estable o típica; 2) angina variante de Prinzmetal, y 3) angina inestable
o progresiva, están ocasionadas por diversas combinaciones entre el
aumento de las necesidades miocárdicas, el descenso de su perfusión y
la afectación de las arterias coronarias. Además, los pacientes no perciben
todos los episodios de isquemia (isquemia asintomática
9. La angina estable, la forma más
frecuente, también se llama angina
de pecho típica. Está ocasionada por un
desequilibrio entre la perfusión
coronaria (debido a una ateroesclerosis
coronaria estenosante duradera)
y las necesidades miocárdicas, como el
que se produce con la
actividad física, la excitación emocional
10. La angina variante de Prinzmetal es una forma infrecuente de isquemia
miocárdica episódica que está causada por un espasmo de las
arterias coronarias. Aunque las personas con este trastorno pueden
tener perfectamente una ateroesclerosis coronaria apreciable, las
crisis anginosas no guardan ninguna relación con la actividad física,
la frecuencia cardíaca o la presión sanguínea. En general, la angina
de Prinzmetal responde rápidamente a los vasodilatadores, como la
nitroglicerina o los antagonistas del calcio.
La angina inestable o progresiva alude a un patrón de dolor de
frecuencia creciente, a menudo de larga duración, que se desencadena
con unos grados cada vez menores de actividad física o que aparece
hasta en reposo. En la mayoría de los pacientes está producida por
la rotura de una placa ateroesclerótica con una trombosis parcial
(parietal) superpuesta, y tal vez una embolia o un vasoespasmo (o
ambos). Por tanto, la angina inestable sirve como aviso de que un
IM agudo puede ser inminente; de hecho, a veces este síndrome
recibe la designación de angina preinfarto
11. INFARTO DE MIOCARDIO
El infarto de miocardio (IM), también llamado «ataque cardíaco»,
consiste en la destrucción del músculo cardíaco debida a una isquemia
grave y prolongada. Constituye la forma más importante de CI con
diferencia. En EE. UU. todos los años sufren un IM 1,5 millones de
personas, aproximadamente.
Incidencia y factores de riesgo . El IM puede darse prácticamente
a cualquier edad, pero su frecuencia se incrementa poco a poco
con el paso de los años y cuando hay elementos predisponentes para
la ateroesclerosis. Casi el 10% de los IM suceden en personas menores
de 40 años y el 45% en menores de 65. La afectación de los
negros y los blancos es semejante. A lo largo de la vida, los hombres
están en un peligro considerablemente mayor que las mujeres. 49 En
realidad, salvo en los casos que tengan alguna dolencia aterógena
predisponente, las mujeres se encuentran protegidas contra el IM y
otras cardiopatías durante los años fértiles. Sin embargo, el descenso
de los estrógenos tras la menopausia va asociado a un rápido avance
de la AC, y la CI es la causa más frecuente de muerte en las ancianas.
El tratamiento hormonal sustitutivo posmenopáusico en la actualidad
no parece proteger contra la ateroesclerosis y la CI (
12. Patogenia . A continuación vamos a abordar los fundamentos y
las consecuencias de la isquemia miocárdica.
Oclusión de las arterias coronarias . En el caso típico del IM, la
siguiente sucesión de acontecimientos es la que se considera más
probable (v. capítulo 11 para obtener más detalles):
El fenómeno inicial es un cambio brusco en una placa ateromatosa,
que puede consistir en una hemorragia en su interior, una
erosión o una ulceración, o su rotura o fi sura.
Al quedar expuestas al colágeno subendotelial y los componentes
necróticos de la placa, las plaquetas se adhieren, se activan, liberan
el contenido de sus gránulos y se agregan para formar
microtrombos.
Los mediadores expulsados de las plaquetas estimulan el
vasoespasmo.
Los factores tisulares activan la vía de la coagulación, lo que añade
volumen al trombo.
13. Más o menos en el 10% de las ocasiones se produce un IM transparietal
sin que haya ninguna dolencia vascular coronaria típica. En
tales situaciones, otros mecanismos pueden ser los responsables del
descenso en el fl ujo sanguíneo coronario, como los siguientes:
El vasoespasmo con ateroesclerosis coronaria o sin ella, tal vez
relacionado con la agregación plaquetaria o debido a una
cocainomanía
Los émbolos procedentes de la aurícula izquierda, ligados a una
fi brilación auricular, un trombo parietal en el lado izquierdo, las
vegetaciones de una endocarditis infecciosa o el material protésico
intracardíaco; o los émbolos paradójicos originados en el lado
derecho del corazón o de las venas periféricas, que pasan hasta
las arterias coronarias a través de un agujero oval permeable
La isquemia sin ateroesclerosis coronaria ni trombosis detectable
puede estar ocasionada por trastornos de los pequeños vasos
coronarios intraparietales, como vasculitis, alteraciones hematológicas
del tipo de la drepanocitosis,
14. Respuesta del miocardio . La obstrucción de las arterias coronarias
pone en peligro el riego sanguíneo en una región del miocardio ( fi g. 12-10 ),
lo que provoca isquemia, una disfunción miocárdica y la posible destrucción
de los miocitos. La zona anatómica irrigada por esa arteria se
designa área en peligro. La evolución depende primordialmente de la
intensidad y la duración de la carencia de fl ujo ( fi g. 12-11 ).
La primera consecuencia bioquímica de la isquemia miocárdica
es la suspensión del metabolismo aerobio en cuestión de segundos,
lo que da lugar a una producción insufi ciente de fosfatos de alta
energía (p. ej., fosfato de creatina y trifosfato de adenosina) y una
acumulación de metabolitos nocivos en potencia (como el ácido
láctico) (v. fi g. 12-11A ). Debido a la estricta dependencia del oxígeno
15. lo que permite
la fi ltración de macromoléculas intracelulares hacia el intersticio cardíaco
y en última instancia hacia el sistema microvascular y los linfáticos
en la región del infarto. Los análisis que miden las concentraciones
de las proteínas miocárdicas en la sangre son importantes para el
diagnóstico y el tratamiento del IM (v. más adelante). Si la isquemia
grave se prolonga, sobreviene una lesión del sistema capilar. En la
tabla 12-4 se resume la evolución temporal de estos acontecimientos.
En la mayoría de los casos de IM agudo, el daño permanente del corazón
tiene lugar cuando la perfusión del miocardio disminuye mucho
durante un intervalo prolongado (en general de 2 a 4 h como mínimo)
(v. fi g. 12-11B ). Esta demora en el inicio de la lesión miocárdica defi nitiva
justifi ca la realización del diagnóstico rápido del IM agudo: permitir una
intervención coronaria inmediata, cuyo propósito es conseguir la reperfusión
y salvar la mayor proporción posible de miocardio «en peligro
16. la evolución de la necrosis isquémica
en el miocardio. La isquemia es más
pronunciada en zonas subendocárdicas;
por tanto, es ahí donde empieza a suceder la
lesión irreversible
de los miocitos isquémicos. Cuando la
isquemia crece más, avanza un
frente de onda de destrucción celular a
través del miocardio para afectar
cada vez un mayor espesor y anchura
transparietal en la zona isqué-
17. El lugar exacto, las dimensiones y los rasgos morfológicos específi
cos de un IM agudo dependen de los siguientes aspectos:
La localización, la gravedad y la velocidad de formación de las
obstrucciones coronarias debidas a la ateroesclerosis y las
trombosis
El tamaño del lecho vascular irrigado por los vasos alterados
La duración de la oclusión
Las necesidades metabólicas/de oxígeno que presente el
miocardio
expuesto
La amplitud de los vasos sanguíneos colaterales
La presencia de un espasmo en las arterias coronarias, su
localización
y su intensidad
Otros factores, como la frecuencia cardíaca, el ritmo del corazón
y la oxigenación de la sangre
18. La necrosis suele ser completa en un plazo de 6 h desde que comienza
la isquemia miocárdica grave. Sin embargo, en los casos en
que el sistema colateral de las arterias coronarias, estimulado por la
isquemia prolongada, esté más desarrollado y sea así más efi caz, la
progresión de la necrosis puede seguir un curso más dilatado (tal
vez sobre las 12 h o más).
El conocimiento de las zonas miocárdicas perfundidas por las tres
arterias coronarias principales sirve para correlacionar los puntos de
obstrucción vascular con las regiones de un IM. Específi camente, la
rama descendente anterior izquierda de la arteria coronaria izquierda
(ADAI) abastece la mayor parte de la punta del corazón (extremo
distal de los ventrículos), la pared anterior del ventrículo izquierdo
y los dos tercios anteriores del tabique interventricular. Por convenio,
la arteria coronaria (la arteria coronaria derecha [ACD] o la arteria
circunfl eja izquierda [ACI]) que irriga su tercio posterior se denomina
«dominante» (aunque las ADAI y ACI en conjunto se hagan
cargo de la mayoría del miocardio perteneciente al ventrículo izquierdo).
En una circulación dominante derecha, que es la que existe más
o menos en cuatro quintas partes de las personas
19. Infarto transparietal frente a subendocárdico . La distribución de
la necrosis en el miocardio guarda una correlación con el lugar y la
causa de la reducción en la perfusión ( fi g. 12-13 ). La mayor parte de
los IM son transparietales, en los que la necrosis isquémica afecta a la
pared ventricular en todo su espesor o casi, siguiendo el área correspondiente
a una sola arteria coronaria. Este patrón de infarto suele
asociarse a una combinación de ateroesclerosis coronaria crónica,
cambio brusco de la placa y trombosis superpuesta (tal como se explicó
antes). Por el contrario, un infarto subendocárdico (no transparietal)
constituye un área de necrosis isquémica limitada al tercio o la mitad
interna de la pared ventricular. Dado que en condiciones normales, la
zona subendocárdica es la región menos perfundida del miocardio,
también es la más vulnerable ante cualquier descenso del fl ujo coronario
20. Un infarto subendocárdico puede producirse por la rotura de
una placa, seguida de un trombo coronario que experimenta su lisis
antes de que la necrosis miocárdica se extienda por todo el grosor de
la pared; en este caso el infarto quedará circunscrito al territorio de
distribución de la arteria coronaria que sufrió el cambio en la placa.
Sin embargo, los infartos subendocárdicos también pueden obedecer
a un descenso intenso y prolongado de la presión sanguínea sistémica,
como en el shock coincidente con una estenosis coronaria duradera,
si bien sin un carácter crítico. En los que suceden como consecuencia
de una hipotensión global, la lesión miocárdica suele ser circunferencial,
en vez de restringirse al sector irrigado por una sola arteria coronaria
principal. Debido a las modifi caciones electrocardiográfi cas
características derivadas de la isquemia/necrosis miocárdica en sus
distintas posiciones, los infartos transparietales habitualmente reciben
la designación de «infartos con elevación del ST
21. Características clínicas . El IM se diagnostica a partir de sus
síntomas clínicos, análisis para determinar la presencia de proteínas
miocárdicas en el plasma y cambios electrocardiográfi cos característicos.
Los pacientes suelen llegar con un pulso rápido y débil y
una sudoración abundante (diaforesis). Es frecuente la disnea debida
a un trastorno de la contractilidad en el miocardio isquémico y a la
congestión y el edema pulmonar resultante. Sin embargo, más o
menos en el 10-15% de los casos, su comienzo es absolutamente
asintomático y la enfermedad sólo se descubre al ver los cambios
electrocardiográfi cos o los análisis que ofrecen signos de una lesión
miocárdica (v. más adelante). Estos IM «silenciosos»
22. La evaluación analítica de un IM está basada en la medición de
las concentraciones sanguíneas de las proteínas que salen de los
miocitos con una alteración letal; estas moléculas son la mioglobina,
las troponinas cardíacas T e I y la fracción MB de la creatina cinasa
(CK-MB), la lactato-deshidrogenasa y otras muchas ( fi g. 12-18 ). 56
El diagnóstico de lesión miocárdica se establece cuando las concentraciones
sanguíneas de estos biomarcadores cardíacos aumentan
en el contexto clínico de una isquemia aguda. Su velocidad de aparición
en la circulación periférica depende de diversos factores, como
la localización intracelular y el peso molecular, la circulación sanguínea
y linfática en la zona del infarto, y el ritmo de eliminación
del marcador a partir de la sangre.
Los biomarcadores más sensibles y específi cos de daño miocárdico
son las proteínas específi cas del corazón, en especial las troponinas I
y T (moléculas que regulan la contracción del músculo cardíaco y
estriado mediada por el calcio). En condiciones normales, ninguna
de las dos es detectable en la circulación. Tras un IM, sus concentraciones
empiezan a subir en un plazo de 2 a 4 h y alcanzan su máximo
a las 48 h. El antiguo «método de referencia», la creatina cinasa
cardíaca, sigue siendo útil. Esta enzima está presente en el encéfalo,
el miocardio y el músculo estriado, y es un dímero compuesto por
dos isoformas designadas «M» y «B». Los homodímeros MM predominan
en el músculo cardíaco y estriado; los homodímeros BB
están en el encéfalo, el pulmón y otros muchos tejidos, y los heterodímeros
MB se encuentran principalmente en el músculo cardíaco,
con menores cantidades también en el músculo estriado. Por esta
razón, la forma MB de la creatina cinasa (CK-MB) es sensible pero
no específi ca, ya que también asciende al lesionarse el músculo estriado.
Sus valores empiezan a aumentar en un plazo de 2 a 4 h desde
el comienzo del IM, con un máximo al cabo de unas 24
23. malizan aproximadamente en 72 h. Aunque la sensibilidad
diagnóstica
de la medición de la troponina cardíaca y la CK-MB es similar
en las primeras etapas de un IM, la elevación de las cifras de
troponina
persiste alrededor de 7 a 10 días después de un IM agudo,
bastante después de que los valores de CK-MB se hayan
normalizado.
La cantidad de troponina y CK-MB llega a su máximo antes en los
pacientes cuya reperfusión cardíaca haya tenido éxito, pues las
proteínas
son arrastradas del tejido necrótico con mayor rapidez. Unas
concentraciones inalterables de CK-MB y troponina durante un
período
de 2 días básicamente excluye el diagnóstico de IM.
24. Consecuencias y complicaciones del IM . Se han realizado unos
avances extraordinarios en el tratamiento de los pacientes con un
IM agudo. A la vez que desciende la mortalidad global por la CI
desde los años sesenta, la tasa de mortalidad intrahospitalaria ha
bajado más o menos de un 30 a un 7% en los pacientes que reciben
las medidas terapéuticas oportunas. La mitad de los fallecimientos
por un IM agudo ocurren en el plazo de 1 h desde su comienzo; la
mayoría de estas personas jamás llegan al hospital. Los fármacos y
las intervenciones administrados sistemáticamente en el marco de
un IM agudo son aspirina y heparina (para prevenir una trombosis
posterior); oxígeno (para aminorar la isquemia); nitratos (para inducir
una vasodilatación y revertir el vasoespasmo);
25. Disfunción contráctil. Los infartos de miocardio
producen alteraciones
en el funcionamiento del ventrículo izquierdo
más o menos
proporcionales a su tamaño. Suele existir cierto
grado de insufi -
ciencia ventricular izquierda con hipotensión,
congestión vascular
pulmonar y trasudados pulmonares intersticiales,
que
pueden evolucionar a un edema pulmonar
patente con insufi -
ciencia respiratori
26. Arritmias. Muchos pacientes tienen una
irritabilidad miocárdica
y/o trastornos de conducción tras un IM que
originan arritmias
mortales en potencia. Las arritmias asociadas
al IM son la bradicardia
sinusal, el bloqueo cardíaco (asistolia), la
taquicardia,
las extrasístoles o la taquicardia
ventriculares, y la fi brilación
ventricular.
27. Rotura miocárdica. Los síndromes de
rotura miocárdica se relacionan
con el reblandecimiento y la fragilidad del
miocardio
necrótico y más tarde infl amado. Los
principales son los siguientes:
1) rotura de la pared libre ventricular (el
más frecuente), con
hemopericardio y taponamiento cardíaco
28. Pericarditis. Alrededor del segundo a tercer día tras un infarto
transparietal muchas veces aparece una pericarditis fi brinosa o
fi brinohemorrágica (síndrome de Dressler) como consecuencia
de la infl amación miocárdica subyacente (v. fi g. 12-19D ).
Infarto ventricular derecho. El infarto aislado del ventrículo derecho
es infrecuente, pero el de una porción de su miocardio
acompaña a menudo a la lesión isquémica de la parte posterior
del ventrículo izquierdo adyacente y del tabique interventricular.
Cualquiera que sea su tipo, provoca una insufi ciencia cardíaca
derecha aguda unida a una acumulación de sangre en la circulación
venosa y una hipotensión sistémica.
Extensión del infarto. En las inmediaciones de un infarto ya
existente puede producirse una nueva necrosis.
Expansión del infarto. Debido al debilitamiento del músculo
necrótico, puede haber un estiramiento, adelgazamiento y dilatación
desproporcionadas de la región infartada (sobre todo en
las lesiones anteroseptales), que muchas veces se asocia a un
trombo parietal (v. fi g. 12-19E ).
Trombo parietal. En cualquier infarto, la combinación de una
alteración local de la contractilidad (que genera estasis
29. Disfunción de los músculos papilares. Tal como se
señaló más
arriba, tras un IM puede romperse un músculo
papilar. Lo más
habitual es que su disfunción isquémica y la del
miocardio subyacente
desemboquen en una insufi ciencia mitral posterior al
infarto, y más adelante por la fi brosis del músculo
papilar y su
acortamiento, o por la dilatación ventricular (v. más
abajo).
Insufi ciencia cardíaca tardía progresiva (la CI crónica
se estudia
más adelante