La Doctrina Monroe estableció que Estados Unidos no intervendría en asuntos europeos y que Europa no establecería nuevas colonias en América. Gran Bretaña se unió a esta doctrina. Más tarde surgió la idea del Destino Manifiesto, que sostenía que Estados Unidos estaba destinado por Dios a expandir su civilización y gobierno a territorios menos desarrollados, justificando así la expansión hacia territorios mexicanos en el oeste.