POEMAS ILUSTRADOS DE LUÍSA VILLALTA. Elaborados polos alumnos de 4º PDC do IE...
El funcionamiento mental del adolescente consumidor.pdf
1. Módulo IV: Niñez y Adolescencia
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Dra Sonia Romero de Carrea
Psiquiatra Infanto Juvenil
Docente Facultad de Medicina UNNE
El funcionamiento mental del adolescente consumidor
Es un hecho evidente que la drogadicción es una enfermedad social dado su
incremento en los últimos años, especialmente en los países de mayores
recursos, como consecuencia del tráfico de drogas que se ha convertido en una
de las formas más extraordinarias de acumulación de riquezas.
Si bien es cierto que la adicción a las drogas existió siempre. desde la más
remota Antigüedad, la condición de flagelo social que ha alcanzado en estos
últimos años se debe sin ninguna duda a los efectos que ejercen sobre la
sociedad los mecanismos de la delincuencia organizada, especialmente sobre
personas cada vez más jóvenes, que se ven así progresivamente expuestas a
variados peligros.
De una u otra manera, el incremento tan significativo de la drogadicción nos
obliga a pensar también en otros factores igualmente importantes que parecen
ponerse en evidencia de forma simultánea y que hacen cada vez mayor la
incidencia del problema. Podemos hablar de un incremento de vulnerabilidad de
los individuos que los hace más indefensos frente a la aparentemente seductora
propuesta de la droga, como instrumento válido para enfrentar las dificultades
del vivir cotidiano.
Se trata entonces de preguntarnos sobre las causas, el condicionamiento y la
naturaleza de esta vulnerabilidad, así como intentar comprender qué hay en
común en las distintas formas, tan variadas, de lo que llamamos drogadicción.
Una de las formas más antiguas de la drogadicción que sigue teniendo vigencia
es el alcoholismo. La incidencia de una amplia gama de cuadros
psicopatológicos de distinta gravedad en la población de alcohólicos ha dado
lugar a diversas teorías sobre sus causas, pero éstas aún no se han establecido
con precisión.
Lo cierto es que, en poblaciones de alcohólicos, en comparación con grupos de
no alcohólicos, se observa un significativo aumento de casos de depresión,
tendencias paranoides, sentimientos agresivos y actuaciones patológicas, así
como disminución de la autoestima, del sentido de responsabilidad y del auto-
control. Resulta evidente que los alcohólicos no constituyen un grupo al azar, si
bien puede encontrarse una constelación similar de trastornos de la personalidad
en individuos que no son adictos al alcohol, lo cual confirma que no existe una
única causa psicopatológica específica para el alcoholismo.
Se puede intentar describir un "modelo" de adolescente de riesgo: 1) una
persona que responde a la ingesta de alcohol de una manera particular, quizá
determinada fisiológicamente, por la cual experimenta un intenso alivio y
relajación de sus tensiones. 2) que presenta ciertas características de su
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personalidad tales como dificultad en la comunicación interpersonal con
sensaciones de depresión, frustración y ansiedad. 3) es miembro de un grupo
sociocultural en el que existe presión para beber y al mismo tiempo sentimientos
de culpa al respecto. Estos factores se entrelazan y su incidencia sin duda varía
de un individuo a otro.
Otro problema se presenta con respecto a la adicción a las drogas. En la
literatura psicoanalítica se describe su conducta en términos de fijación libidinal
con regresión a niveles pre-genitales, orales o aún más arcaicos del desarrollo
psicosexual, privilegiando el estadio oral y la patología narcisista. Pero la
necesidad de explicar la relación entre abuso de drogas y defensas, control de
los impulsos, trastornos afectivos y mecanismos adaptativos ha llevado a
formulaciones más dinámicas centradas en la psicología del yo, indicando
profundos trastornos. Una zona clave de las dificultades sería aquella referida al
control, intensidad y ambivalencia de los afectos.
Según Otto Kernberg, el adicto a menudo busca aquella droga que le produzca
efectos específicos de acuerdo con la organización de su personalidad. Una
personalidad tipo sería la depresivo-masoquista en pacientes que presentan un
sentido de destrucción o pérdida de las relaciones objétales de su mundo interno.
Recurren a las drogas para superar su sensación de vacío y al mismo tiempo
euforizarse. Las drogas les producen bienestar interior, la sensación de ser
queridos y poder ser afectuosos ellos mismos. En general, el pronóstico en
cuanto a la recuperación de estos pacientes es bueno.
Una segunda personalidad tipo sería aquella presente en pacientes con
experiencias de fragmentación del Self, de la representación interior del otro y
de sus afectos. A menudo son personalidades esquizoides que recurren a las
drogas para adquirir la sensación de organización o reconstrucción de su Self.
Un tercer tipo, de personalidad narcisista, es aquel que usa drogas como
sustituto de las relaciones interpersonales o para poder controlar su entorno. Las
drogas les producen una sensación grandiosa de control y los ayudan a
mantener su sentido de superioridad sobre los otros. Este grupo puede ser de
muy difícil tratamiento, especialmente aquellos pacientes con características
paranoides.
Wurmser estableció que la patología emocional grave y sus manifestaciones
invariablemente preceden, acompañan y siguen al uso compulsivo de drogas.
Además, nunca vio un adicto compulsivo que no proviniera de una familia con
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problemas masivos difíciles de describir. Lo cierto es que a menudo son
pacientes que provienen de familias donde las relaciones oscilan entre
mecanismos de seducción y comportamientos vengativos. En otras, el conflicto
puede estar entre una forma intrusiva de seudo amor y sobreprotección, por un
lado, y por el otro una completa indiferencia por la individualidad y las reales
necesidades emocionales del otro. Algunas familias ponen tanto énfasis en la
necesidad de éxito y prestigio que incitan a sus hijos a refugiarse en el mundo
de sueños inducido por las drogas.
Musacchio de Zan describe las características del proceso que recorren los
adictos: En una primera instancia se trata del aprendizaje para tratar de modificar
el estado de ánimo normal hacia una situación más placentera mediante el uso
de una droga. Este aprendizaje quedaría impreso en el individuo para toda la
vida y depende más a menudo de la oferta ocasional que de la propia iniciativa.
Una segunda etapa incluye la decisión de buscar el cambio de ánimo por cuenta
propia, sin esperar la oferta eventual, paso crucial ya que la actitud cambia de
pasiva a activa independizándose de la casualidad. El proceso también puede
acompañarse de cambio en la elección de la droga y aumento de la frecuencia
en la ingesta. Poco a poco se pierde el interés por las metas elevadas y lo único
que importa es la droga con cambios significativos en el comportamiento, difíciles
de entender para las personas habituales del entorno. Se instala así la
dependencia psíquica.
Este proceso es particularmente característico en los adolescentes y jóvenes
que no toleran las frustraciones inevitables de la vida cotidiana. Se llega de esta
manera a la automedicación que quita a la persona la posibilidad de hacer
experiencias enriquecedoras.
Junto con A. Musacchio podemos decir que lo más patológico es que se anula
la etapa en la que el adolescente normal debe aprender a desarrollar recursos
internos para superar dificultades y problemas. Mientras que en el desarrollo
normal es imprescindible que el adolescente aprenda a mantener el equilibrio
frente a las variaciones emocionales inevitables de esa etapa a través de la
alegría que producen los éxitos, y las decepciones y dolor frente al fracaso, el
adicto a drogas se niega estas experiencias y ni se entera de que enfrentar
cualquier crisis puede aportarle mayor conocimiento de sí mismo y un
crecimiento afectivo e intelectual que le permitirá una mejor adecuación a la
realidad.
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En la medida en que el adolescente pierde interés en todo aquello que no lo hace
sentir bien y eufórico, aumenta el consumo de droga, se aísla en su único
objetivo, comienza a sentirse culpable y perseguido a la vez que asustado de
sus propias actuaciones, pierde su autoestima y se deprime, aunque estos
sentimientos se enmascaran por la omnipotencia. En la última etapa de
consumo, ya no consigue sentirse bien, ya no tiene la energía necesaria dentro
de sí mismo para poder vivir. Sólo la obtiene a través del mayor consumo de
drogas progresivamente más activas, con ideas de suicidio y
despersonalización.
De tal manera, lo que aparecía en un primer momento como si la droga estuviera
al servicio de la persona, se revierte y es la persona quien se convierte en
esclavo de la droga. La dependencia ha sido denominada esclavitud sin
cadenas. Lo cierto es que la persona que tiene una autoimagen de sí misma de
timidez, es decir, incapaz de realizar acciones, y recurre al alcohol o a las drogas
para modificar esta situación, cae en un engaño; la droga no le resuelve el
problema. No deja de ser tímido, es decir, no desaparece su autoimagen de
timidez o incapacidad. Podemos decir que la droga más bien hace que pueda
utilizar la imagen de persona audaz que corresponde a otro y que muchas veces
se encuentra dentro de sí mismo como una identificación con una figura parental
que por momentos le apareció audaz y valiente.
En esas condiciones, la droga le permite ser "valiente", pero no desde su sí
mismo verdadero sino desde una alienación en un otro (identificación patógena
con un otro). La estimulación a través de la droga conduce a un callejón sin
salida porque lleva a ser otro.
El adicto manipula con su sí-mismo y con los demás, por eso es un psicópata.
Podemos decir que psicopatía y drogadicción van juntos.
Son manipuladores porque lo que hacen a los demás se lo hacen a sí mismos.
Son pacientes que ponen en evidencia más que otros (neuróticos y psicóticos)
el funcionamiento de lo que llamamos el yo y la mente. Es característico de los
adictos su sadismo y su masoquismo particular; utilizan su cuerpo y lo degradan
sin reparar en las consecuencias. En realidad, usan las drogas para poder ser
sádicos y masoquistas, ya que no son capaces de asumir su sadismo y su
"necesidad" de dañarse y dañar al otro.
Ese manipuleo pone en evidencia cómo funcionamos y qué es el “yo”. Por su
intermedio adoptan una conducta regresiva e infantil para llamar la atención,
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como haría un niño pequeño. En última instancia, el adicto es una persona que
desarrolla la capacidad de ser psicópata que existe en todo ser humano, con lo
que pone en evidencia la verdadera dinámica de lo que llamamos el “yo”.
Encuentra salidas psicopáticas a los problemas porque no los puede enfrentar
ni resolver por el déficit de recursos yoicos genuinos relacionados con lo que
llamamos madurez de la personalidad.
CUESTIONARIO DE PESQUISA: CONTESTE "SÍ" O "NO" A LAS
SIGUIENTES PREGUNTAS:
1) ¿Su hijo parece retraído, deprimido, cansado y descuidado en su aspecto
personal?
2) ¿Lo nota hostil y falto de cooperación?
3) ¿Se han deteriorado las relaciones de su hijo con otros miembros de la
familia?
4) ¿Ha dejado a sus antiguos amigos?
5) ¿No le va bien en la escuela? ¿Ha empeorado las notas o la asistencia es
irregular?
6) ¿Ha perdido interés por los pasatiempos, los deportes u otras actividades?
7) ¿Han cambiado sus hábitos de comer o de dormir?
8) ¿Usa desodorantes o perfumes para tapar algún olor?
9) ¿Tiene actitudes beligerantes ante sus preguntas o reclamos?
10) ¿Tiene las pupilas dilatadas? ¿Tiene los ojos colorados?
11) ¿Tiene conversaciones telefónicas o encuentros con desconocidos?
12) ¿En su casa faltan objetos de valor? ¿Tiene su hijo una necesidad creciente
de dinero?
13) ¿Está más pálido de lo habitual? ¿Se dejó el pelo descuidado?
14) ¿Encuentra usted cajitas de fósforos agujereadas en el centro del lomo del
envase o cualquier otro artefacto (biromes, llaves o tubitos) que servirían para
fumar la colilla de un cigarrillo sin filtro hasta el final sin quemarse?
15) ¿Tiene su hijo papel para armar cigarrillos (en cajita o sueltos)?
16) ¿Utiliza colirios?
17) ¿Tiene manchas de cigarrillos en los dedos?
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18) ¿Tiene feo olor, incluso en la vestimenta y en las sábanas?
19) ¿Tiene elementos que permitan picar la droga como, por ejemplo, hojas de
afeitar, tarjetas duras o cuchillos?
20) ¿Tiene elementos que permitan aspirar la droga como, por ejemplo,
bolígrafos sin tapas ni tanque, tubitos, pajitas o billetes enrollados?
21) Si su hijo se estuviera inyectando posiblemente se detecten cigarrillos de
tabaco desarmados dado que se utilizan el filtro, jeringas y algún recipiente
pequeño, como cucharas o tapitas de bebidas, para preparar la droga.
22) ¿La nariz le sangra o gotea a menudo?
23) ¿Tiene dificultad para hablar?
24) ¿Tiene marcas de pinchazos en brazos o piernas?
No enfrente a un joven que se halle bajo los efectos del alcohol o de las drogas.
Espere a que esté sobrio para hablar con él. Entonces explíquele sus sospechas
con calma y objetividad, y busque la ayuda de otros miembros de la familia para
respaldar sus observaciones.
Generalmente, los jóvenes que se drogan no son honestos y niegan la adicción.
Si usted cree que su hijo no está diciendo la verdad, y las pruebas de que padece
una adicción son evidentes, hágalo evaluar por un profesional especializado.
Muchas veces el adicto termina aceptando que se droga y para conformar a los
padres promete no volver a hacerlo. Pero en un altísimo porcentaje de jóvenes
adictos esta promesa sólo queda en el intento y la persona continúa drogándose
solapadamente.
Si su hijo está tomando drogas, no se eche culpas ni pierda tiempo esperando
que el problema se solucione por sí solo. Lleve de inmediato a su hijo a una
consulta con profesionales especializados y en caso de que él se niegue,
concurra usted y pida asesoramiento.