La sociedad de la Nueva España estaba fuertemente estratificada según la raza, con los españoles en la cima de la jerarquía y los indígenas en la base. Los españoles dominaban el comercio, la política y la iglesia, mientras que los indígenas, mestizos y criollos ocupaban roles inferiores. Esta desigualdad generó gran descontento y llevó a rebeliones y levantamientos a finales del siglo XVIII.